escuchaban frases como “ay papá”, “ay tío”, “ay hermano” o “ay Pancho”, las cuales venían siempre acompañadas por risas cómplices de sus ocurrencias. Hombre de fe, pero, sobre todo: embajador del amor. Quienes conocieron a Pancho fueron testigos de su entrega al prójimo. Y es por esto por lo que ha sido una figura muy especial en la vida de las personas que tocó: esposa, hijos, hermanos, sobrinos y amigos, a quienes les dejó ejemplo de entrega y desprendimiento. Orgulloso de ser chalaco y punteño, pero, por encima de todas las cosas, hincha sufrido del Boys. Por eso Pancho fue muy feliz cuando después de algunos años de ausencia, pudo volver a su añorado barrio. Para estar más cerca a su familia y también de su amor eterno: el mar. Alegría desbordante, coreografías memorables, recuerdos reconfortantes, amor sincero e inagotable, familia deslumbrante e hijos admirables. Eso nos dejas hasta un próximo encuentro Panchito.