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TEMA 3: JESÚS EL MESÍAS

4º ESO - RELIGIÓN

TEMA 3:
JESÚS, EL
MESÍAS

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TEMA 3: JESÚS EL MESÍAS
4º ESO - RELIGIÓN

1. ¿QUÉ SABEMOS DE JESÚS?

1.1. Género literario evangelio.

a) Palabra de Dios en palabra humana:

Los cristianos somos los que reconocemos en Jesús de Nazaret al Cristo, término griego que significa ‘el Mesías’,
es decir, Dios con nosotros.

Ahora bien, para saber de Él, de Jesús, el Cristo, tenemos un testimonio fundamental: los evangelios canónicos.
En ellos reconocemos la Palabra de Dios, en palabra de hombre. En este punto, y es muy importante, somos
diferentes, por ejemplo, al Islam, que reconoce en el Corán la palabra directa de Dios, sin mediación humana alguna.

Nosotros creemos que Dios nos respeta tanto a la Humanidad que, como decía el Vaticano II, nos habla ‘como
amigos’. Se dirige a nosotros en nuestro mismo lenguaje, en nuestra Historia, con nuestras mismas palabras. Por
ello, para nosotros no hay contradicción alguna en decir que los evangelios son Palabra de Dios a través de palabra
de hombres. Los testimonios de unas personas que vivieron, creyeron y, de hecho, murieron por la Buena Noticia
de Jesús, son el lucgar donde Dios, el Dios de Jesús, nos sale al encuentro.

Conclusión evidente: los cristianos creemos que es bueno conocer el contexto en el que fueron escritos los
evangelios para poder comprender mejor, a la luz del Espíritu, esa Palabra eficaz y activa de Dios.

b) Un género literario propio: evangelio.

Todo texto literario pertenece a algún tipo de género literario: el Mio Cid, al género épico, y resalta, por ello, los
triunfos guerreros del héroe; Platero es una escrito poético, que se centra en la belleza y la ternura... También la
Biblia, en cuanto palabra humana, usa los diversos géneros literarios para expresar la Palabra de Dios: los salmos
usan el género poético; el de Josué, el épico; el Levítico el legal. También en el Nuevo Testamento los textos se
expresan en géneros literarios. Pensad en las cartas de Pablo, como ejemplo del género epistolar.

Los evangelios también tienen su género. Para algunos de nosotros nos parece que son biografías de Jesús, tal como
las entendemos hoy, porque nos narran su vida. Pero cuidado, no lo son. La tradición les dio el nombre de
‘evangelios’, que en griego significa ‘buena noticia’, porque ese es el centro de su interés: a nosotros, en el
occidente del siglo XXI, donde el periodismo ocupa el espacio preferente en nuestras mentes (telediarios, radio,
periódicos...) lo que queremos es conocer los ‘detalles’. Para los evangelistas, que no conocían el periodismo, lo
central es usar todos los medios a su alcance para transmitir la verdad: me he encontrado con Jesús y me ha
cambiado la vida para siempre. Y quiero que tú, en otro contexto, con otras preocupaciones, puedas vivir lo mismo
que yo. Los evangelios no se escribieron para calmar ni nuestra curiosidad ni nuestra razón. Se escribieron para
llenar nuestro corazón.

c) Evangelios ¿libros históricos?

Por ello, los evangelios no son libros de Historia, porque no tuvieron nunca intención de serlo... Así, nos
encontramos con que hay datos sobre Jesús que no concuerdan entre ellos (según Mateo, José y su familian vivían
de siempre en Belén y es la persecución de Herodes la que les hace ir, primero a Egipto y luego a Nazaret, en Galilea;
según Lucas, la familia era de Nazaret y fueron sólo por la coyuntura del censo a Belén; no concuerdan las listas de
los Doce; Mateo pone las bienventuranzas en un monte y Lucas en un llano, y así más).

Sin embargo, sí contienen la historia de Jesús. Son como varias películas sobre el mismo libro. Aunque tengan el
mismo referente (en este caso, Jesús, su vida y mensaje), cada director lo adapta a su propio lenguaje visual,

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dependiendo del público al que dirige su película. Unos enfatizan algunos aspectos, otros subrayan otros... unos
añaden personajes, otros los quitan... la idea es que, usando todos los medios a su alcance logren transmitir el
mismo mensaje y, lo fundamental, que este mensaje impacte en la gente que lo oiga. Si oyen el mensaje pero no
descubren en él una Buena Noticia, los autores no han logrado su objetivo...

Por eso, los evangelios no son libros de Historia, pero sí contienen su historia. Y podemos saber muchas cosas,
históricas, sobre Jesús.

1.2. Jesús, nacimiento y familia.

a) ¿Cuándo nació Jesús?

Uno de los datos curiosos sobre la vida de Jesús es su fecha de nacimiento. A todos, si nos preguntan ¿cuándo nació
Jesús? nos sale responder diciendo ‘el año 0’ o algo así. Por eso nos causa sorpresa que nos digan que no es posible.

En efecto, no es una respuesta correcta por la sencilla razón de que no hubo ‘año 0’. ‘0’ es privación, vacío. Es un
error que cometemos derivado de nuestra forma de contar los años... decimos que un niño ha cumplido 1 año,
cuando, de hecho, ha acabo su año 1. Ya tiene un año 1 completo. Es el final de su año 1.

Entonces, ¿Jesús nació el año 1, en lugar del 0? Pues tampoco. Uno de los pocos datos que tienen en común los dos
evangelios que hablan de la infancia de Jesús, Mateo y Lucas, es que nació bajo el reinado de Herodes el Grande. Y
por la arqueología nos consta hoy que Herodes el Grande murió el año 4 a.C.

Por tanto, si tenemos en cuenta que el relato de Mateo nos dice que el tal rey Herodes mandó matar a todos los
niños menores de dos años, Jesús habría nacido en torno al 6 a. C. (dos años antes de que muriera el rey). Así, se
suele decir que Jesús debió nacer entre el 6 y el 4 a. C.

Cuando nace, vive y muere Jesús, en el Imperio se contaban los años no desde el nacimiento de Jesús (a. C. o d. C.)
claro está, sino ‘ab urbe condita’, esto es, desde la fundación de Roma (lo que sí les interesaba a todos). Su ‘año 1’
era el 753 a. C. Y así siguió midiéndose el tiempo mientras hubo imperio romano, incluso cuando éste se hizo
cristiano.

Se cambió esa costumbre cuando desaparece el Imperio romano, conquistado por los pueblos germanos. Un Papa,
Gregorio Magno (papa del 590 al 604), cayó en la cuenta de que, sin Imperio romano, era absurdo seguir fijando
las fechas de esa manera. Y, ya que todos, bárbaros y antiguos romanos, eran cristianos, pensó que lo lógico era
contar los años desde el nacimiento de Cristo. La idea era buena, pero había un pequeño problema. Había pasado
medio milenio del nacimiento de Jesús –que no es poco- y no sabían cuándo había sido. El Papa Gregorio mandó
entonces al mejor erudito de Roma, un monje llamado Dionisio el Exiguo –le llamaban así porque era muy bajito-
que averiguara en los libros en qué año se debía datar el nacimiento de Cristo. Y el pobre Dionisio, a medio medio
milenio de distancia, se equivocó por unos poquitos años (entre cuatro y seis). Pasando el tiempo (de hecho, otro
medio milenio), ese cálculo erróneo se generaliza en toda Europa y, desde ahí, a todo el mundo.

b) ¿Dónde nació Jesús?

No sabemos con certeza dónde nació Jesús. Los dos evangelios de la infancia coinciden en que nació en Belén de
Judá. Algunos autores señalan que ese dato no es tanto histórico como teológico: en Jesús se cumplen las
esperanzas de los profetas, que habían señalado (el profeta Miqueas 5,2), que en Belén nacería el Mesías. Sin
embargo, no era un dato muy relevante en la época de Jesús. Otras personas se presentaron como Mesías y ninguno
reclamó haber nacido en Belén. Por ello, tal vez, como señalan los dos evangelistas (que no conocían el evangelio
del otro), Jesús, nació en Belén. Como hemos dicho antes, cada evangelista cuenta una historia distinta para
justificarlo, lo que significan que les parecía un dato a tener en cuenta.

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Pero de lo que sí tenemos certeza es de que vivió en Nazaret, una pequeña población de Galilea, al norte de
Palestina (mira el mapa del material adicional). Era, por tanto ‘nazareno’ y galileo, es decir, judío, pero no del
‘centro’ del judaísmo (que era Judea), sino de ‘provincias’, que diríamos hoy, y ni siquiera de una ‘capital’ de
provincia (Séforis o Tiberíades), sino de un pueblo.

Y sabemos que nació en una familia judía practicante. Su padre (en la familia) tenía nombre hebreo, José, como el
hijo de Jacob; su madre se llamaba Mariam/Miriam (María en castellano), el nombre de la hermana de Moisés. Y
sus hermanos varones tienen todos nombres hebreos: Santiago (en hebreo, Jacob); José; Judas (Judá, otro hijo de
Jacob); Simón (Simeón, otro hijo más de Jacob). Todos nombres hebreos, significativos en el AT. Fijaos cómo no es
así en el caso de la familia de Pedro, otro galileo: él sí lleva nombre hebreo (Simón), pero su hermano se llama
Andrés, nombre griego.

c) ¿Tenía hermanos de Jesús?

Los mismos evangelios nos hablan de los hermanos de Jesús: Santiago, José, Judas y Simón y, añaden, ‘hermanas’
(Marcos 6, 3 y Mateo 13, 55). Pero esto, aunque no muy conocido, no está en contra de la virginidad de María.
Desde antiguo se han propuesto dos soluciones: por un lado el término griego que usan los evangelios es ‘adelfoi’
que normalmente significa hermano carnal, pero también se puede usar, en el contexto de las familias extensas
propias de la época, para significar parientes en segundo grado como, por ejemplo, primos. Por otra parte, el
evangelio apócrifo de la infancia llamado el Protoevangelio de Santiago, que se centra en la infancia de Jesús, señala
que José se casa con María cuando ya es viudo, es decir, que sus hermanos son ‘hermanastros’ a nuestro modo de
ver, que no en el del judaísmo del siglo I, donde si los hijos son del mismo padre son hermanos a todos los efectos.

1.3. Contexto de Jesús.

Así pues, Jesús, aunque naciera en Belén, Jesús es un galileo, miembro de una familia judía practicante.

a) ¿A qué se dedica Jesús los años antes de predicar?

Este es un detalle curioso. Cuando nos preguntamos esto, todos pensamos en la palabra ‘carpintero’, que es como
se suele traducir el término griego de los evangelios, tekton... Pero no es muy exacto. Tekton era el que se dedicaba
a la madera, sí, pero a la madera de la construcción de edificios. De ahí el término castellano ‘arquitecto’ (en griego,
el jefe de los tekton). Por tanto, sobre todo se dedicaría a las vigas, andamios, ventanas y demás madera que
necesitaban las estructuras de las antiguas casas, donde no se usaban el hormigón ni el ladrillo. De hecho, un dato
‘erudito’: si por ‘carpintero’ solemos entender el ebanista, el que hace muebles, hay que recordar que sólo a partir
del siglo XIII aparecen los muebles en las habitaciones. Lo normal en la antigüedad es que estuvieran vacias, con el
catre de dormir. Salvo los ricos, que sí tenían muebles de adorno, la gente normal tenía, como mucho, taburetes,
un arcón para la ropa, el poyete de fábrica pegado a la pared, como en los pueblos hasta hace dos días y poco más…

De hecho, a lo mejor sabemos hasta dónde trabajaba Jesús: se ha señalado que justo cuando Jesús es adulto, a 6
kilómetros de Nazaret se está reconstruyendo una ciudad entera, Séforis, que tenía vocación de ser la capital de
Galilea. No es extraño, piensan algunos autores, que Jesús trabajara habitualmente en ese lugar, estando tan cerca
de su casa y estando tan necesitada de constructores como él y José.

Lo que también es muy probable es que Jesús saliera de Nazaret bastante antes de empezar a predicar. Jesús es
profundamente religioso: frecuenta las sinagogas, si está en Jerusalén, va al Templo, y, además, se retira para orar
en solitario. Además, Jesús conoce bien la Ley y las interpretaciones que las distintas escuelas fariseas le daban.
Jesús tuvo que conocer a algunos de ellos, antes de seguir a Juan Bautista, justo antes de empezar Él mismo a
predicar.

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b) Grupos sociales en la época de Jesús:

En este punto es útil señalar tres detalles significativos:

a) Los fariseos no fueron los grandes enemigos de Jesús. Esta idea de los evangelios, sobre todo del de Juan,
transmite la realidad de la época en la que se escriben los evangelios (final del siglo I), no de la época de Jesús (los
años 30 de ese siglo). Sus grandes opositores fueron los saduceos, el grupo de aristócratas judíos que sostenían el
culto en el Templo. Como veremos, ellos son los que están detrás de la conjura para matarle.

Este detalle tiene importancia, porque nuestra insistencia en ‘cargar las tintas’ contra los fariseos no ayuda mucho
al encuentro judeo-cristiano, puesto que los fariseos son los antepasados directos de los actuales rabinos. Jesús
tiene una visión de la Ley no muy lejana, en algunos aspectos a maestros fariseos como Hillel (poco anterior a Jesús),
como cuando señala que hay que recuperar la oveja perdida, en el marco de la defensa de un cumplimiento ‘abierto’
del sábado. Cuando en los evangelios se habla de controversias con Jesús no hay que pensar en una conjura, sino
que eran muy normales en la época entre los maestros de la Ley. Todavía hoy, cuando los rabinos estudian la Ley
en la jesivá (escuela del Talmud), deben hacerlo en pareja, discutiendo las diversas interpretaciones con todo ardor.

Ahora bien, Jesús es distinto de los fariseos. También es profeta itinerante (como Juan Bautista), tiene claro que el
Templo debe ser superado (como los esenios) y tiene mujeres discípulas (lo que no hacía nadie en la época)... Jesús
es Jesús.

b) Jesús, desde luego y sin duda alguna, no es un celote. Ha habido mucha literatura sobre ellos. Eran grupos
violentos que querían lograr la independencia de Israel del poder de Roma y construir un Estado teocrático,
dominado por su forma de ver la religión. Sin embargo, es muy posible que no existieran como grupo organizado
en época de Jesús, sino que surjan en la década de los cincuenta o sesenta del siglo I (veinte años después de la
muerte de Jesús, el año 30). Ya había un movimiento rebelde, sobre todo de campesinos que no podían pagar los
impuestos y. antes que caer en la esclavitud, se convertían en bandoleros, pero justo el momento de la prédica de
Jesús (años 27-30 más o menos) es uno de los más pacíficos de la siempre agitada historia de Palestina. Por ello,
Jesús no fue, pese a algunos, un revolucionario violento.

c) Jesús no fue un esenio. Los esenios eran un movimiento dentro del judaísmo que proponían que el Templo
habían quedado impuro a causa de la usurpación del sacerdocio del Templo en época de los Macabeos. Por ello,
negaban la legitimidad del culto en el Templo y se negaban a pisarlo (Jesús, como veremos, tiene sus problemas
también con él). Además, dado que consideraban esencial las normas de pureza ritual, no se acercaban a los
enfermos, a los extranjeros, con precaución a las mujeres (entre partos, menstruaciones y demás, pasan la mayor
parte del tiempo impuras)... Ser puros era, para ellos, el camino para ser ‘dignos de Dios’, del que esperaban que
viniera en breve a poner orden. Jesús, al que se le veía rodeado de pecadores públicos, mujeres, enfermos y demás
gente impura, no duraría diez minutos entre los esenios.

En resumen, Jesús es Jesús. Es un judío de su tiempo, con una familia, con un contexto histórico y geográfico
(Galilea), que debemos conocer para entenderle mejor. Es un hombre profundamente religioso, buen conocedor
de las Escrituras, un hombre abierto, inquieto, que comprende lo bueno de las experiencias vitales de los demás.
Jesús es un auténtico ser humano, hijo de su tiempo (como decía el concilio de Calcedonia ‘verdadero Hombre’) y
no una especie de ‘Supermán’ caído del planeta Kripton. Y, justo por eso, los cristianos afirmamos que Jesús hace
presente, en esa vida concreta, en esa historia, la revelación definitiva de Dios (es en verdad, el Emmanuel: ‘Dios
con nosotros’) que plenifica todas esas experiencias propias de su tiempo, de hecho, de toda las experiencias de
la humanidad, en una vida y un mensaje únicos.

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2. El mensaje de Jesús. Palabras y obras

2.1. El mensaje de Jesús: el Reino de Dios.

Pero ¿qué significa el Reino de Dios? Para entenderlo hay que acudir al mundo de ideas de la época de Jesús, es
decir, a lo que llamamos Antiguo Testamento. Después de la larga historia de fidelidad de Dios con su pueblo, los
profetas sintieron que la Alianza de Dios con la Humanidad tenía que culminar en una época en la que ya no hubiera
más reyes humanos, que, pese a todo, siempre fallan. Un día Dios mismo sería el que reinaría sobre la tierra, y
por fin la Alianza llegaría a su plenitud. El mal, la pobreza, la enfermedad y la muerte van a ser vencidas, el león
pacerá junto al cordero y la lanzas se transformarán en arados... es una época de paz y serenidad, reconciliado el
mundo en torno a su creador. El mundo llega a su culminación, a la paz para la que fue creado.

De aquí toma Juan Bautista su mensaje: él piensa que el Reino (es decir, Dios mismo) está a punto de llegar y que
esa venida tendrá la forma de un gran juicio: la salvación para aquel que haya sido purificado por la conversión
(significada en el bautismo que practicaba en el río Jordán) y el fuego para los no convertidos.

Jesús, en cambio, da una vuelta más a la propuesta del Bautista: para Jesús, el Reino no está a punto de llegar: EL
REINO YA HA COMENZADO. Esta es la era del Reino, ya no hay que esperar más... Estábamos esperando, esparando
cuando ya hay que vivir con Dios como nuestro único rey. La hora de la reconciliación, de la paz es AHORA. Y, lo
mejor de todo, esta ‘hora’ no es una hora de condenación, sino la hora de la gracia, la hora del jubileo, cuando
todas las deudas quedan saldadas. Ahora es el momento de la reconciliación final de la Humanidad, abrazada por
Dios mismo, que reina entre nosotros. Dios Reina, todo es nuevo, todo es plenitud.

2.2. El Dios de Jesús: Abba.

a) 1º Abba, Padre:

Por tanto, la clave de la propuesta de Jesús es Dios. No es posible referirse a Jesús y decir ‘era un valiente’, ‘su
mensaje era que fuéramos buenos’… No, la clave del mensaje de Jesús es Dios. Esa es la gran Buena Noticia... Dios,
el Dios que ya ha inaugurado su reino no es un juez, no es un poder absoluto… es Abba. Esta expresión significa,
como sabemos, ‘papá’, lo que tiene multitud de connotaciones.

Por un lado, nos libera del Dios juez. Dios Abba implica cercanía (¿a un juez le llamas ‘papá’?), acogida, cuidado,
protección y la confianza que siente un niño pequeño ante su padre. Y, también la adhesión personal y el
reconocimiento en Él de los valores verdaderos.

b) 2º Abba: Padrenuestro.

Pero además, si recordamos el inicio de la oración que el mismo Jesús nos enseñó, el Padrenuestro, comprendemos
algo más... En la época de Jesús los varones, los padres, eran los que marcaban la línea familiar... Uno se llamaba
Simón ‘hijo de Jonás’, o ‘hijo de Zebedeo (como Juan y Santiago). Casi como nosotros hasta hoy mismo: el primer
apellido, el del padre. El padre marcaba, pues, la principal referencia de la sociedad mediterránea. Tú eras alguien
en cuanto pertenecías a determinado linaje (de la familia de David, de la gens Julia en los romanos, etc...). Y un
judío, orgulloso de su linaje, no come junto a un no judío, ni un romano mira como un igual a un ‘bárbaro’ o a
alguien que no es ciudadano romano. Uno era lo que era su familia.

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Cuando Jesús dice que recemos diciendo ‘Padrenuestro’ nos apunta al centro de su mensaje (como no podía ser
de otra forma), al Reino de Dios. Si Dios es nuestro padre, el padre de todos los humanos, TODOS somos miembros
del mismo linaje, de la misma familia. Todos somos del linaje de Dios. En la hora de Dios (que es YA), todos
quedamos reconciliados en una misma familia humana, de nada más y nada menos que ‘hijos del mismo Dios’.

Pablo lo dice con clarividencia y con mucha fuerza: en Jesús, el Cristo, en el Reino de Dios que inaugura, ya ‘no hay
judío ni gentil, libre ni esclavo, hombre ni mujer’ (Gal. 3, 28). Todas las fronteras entre nosotros quedan superadas
en el amor infinito de Dios. Por eso pedimos ‘venga a nosotros tu Reino’ (para siempre).

c) Abba: bienaventurados.

Ese es el marco de las Bienaventuranzas, a veces no muy bien comprendidas: ‘bienaventurados los pobres porque
de ellos es el Reino de Dios’ nos transmite Lucas, y con razón: en el Reino de Dios, los pobres tienen una Buena
Noticia, la de que dejarán de ser pobres; los que lloran, las buena noticia de que, en ese Reino de fraternidad,
serán consolados; los mansos, serán ahora los imitados por todos, los que herederán la tierra; los misericordiosos,
por fin alcanzarán la misma misericordia que viven...

Un gran especialista en las Bienaventuranzas señalan que, en el fondo, son como la ‘prueba del algodón’ del
cristianismo: ¿los pobre dejan de ser pobres? ¡El Reino está entre nosotros, Dios reina en nuestros corazones!¿Los
que lloran son consolados?¡Señal del Reino! Las Bienaventuranzas no son una nueva Ley moral, ni consuelo sólo
para la otra vida... son los verdaderos frutos del Reino. Y ya sabéis que ‘por sus frutos los conoceréis’.

d) Abba: el signo del banquete.

Por eso, Jesús no expresa el Reino de este Dios Abba con grandes discursos (ni con eslogans, ni con anuncios) sino
con un gran signo, claro y profundamente humano: el banquete.

Fijaos cómo no admitimos a cualquiera en nuestra mesa familiar. ¿Quién no ha vivido la experiencia de ser admitido
a la mesa de la familia de su novio/a, haciendo formal la relación? Cuando celebramos algo, lo que sea, compartimos
comida y bebida, nos unimos en torno a la mesa, nos sentamos juntos familia y amigos, recordando como somos
uno.

Pues Jesús usa esa profunda intuición humana para transmitir y vivir la experiencia del Reino. Cuando Zaqueo,
que era malo (recaudador de impuestos ladrón, como él mismo reconoce, lo que probablemente implicara violencia
en la recaudación), se encuentra con Jesús, éste no le echa un discurso por lo malo que es, sino que... come con él.
Y cuando Zaqueo experimenta la fuerza del Reino, pese a su impureza, su pecado y su maldad, cuando experimenta
la fraternidad de Dios, se convierte, deja su maldad, devuelve lo robado y más. Buena catequesis la de Jesús.

O acordaos de los panes y los peces (el banquete donde siempre sobra, porque se comparte, el banquete
definitivo); o el banquete del Padre al hijo pródigo, o el banquete de Jesús resucitado en Galilea, o las bodas de
Caná... o, cuando, sabiendo que le cerca la muerte, sin tiempo más que para un último signo, Jesús reúne a los
Doce, a todo el pueblo del Reino y celebra con ellos... el banquete final. Dos mil años después, los cristianos
seguimos repitiendo, cada ‘día del Señor’, el signo del Reino: Todos somos hijos del mismo Padre, miembros de la
misma familia reconciliados en torno al Amor de Dios.

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2.3. El mensaje de Jesús en Palabras: dichos y parábolas.

Jesús propone, pues, el Reino de Dios y, de hecho, Él mismo ES el Reino de Dios. Toda su vida transparenta la
Buena Nueva. Por ello, tanto sus palabras como sus hechos son signos, imágenes del Reino. Y desde ahí hay que
comprender todo su mensaje, toda su vida, su muerte y su resurrección.

a) Hablar del Reino: la vida habla.

El medio propio del contexto histórico de Jesús para transmitir un mensaje de ese orden es, sin duda, la prédica
itinerante. Los sacerdotes del Templo tienen como misión principal el culto en el Templo, no la predicación. Los
que enseñan la Ley son los maestros, que se rodean de discípulos, como en el caso de los fariseos. Pero este tipo
de maestros no es suficiente para la Buena Noticia del Reino. Jesús prefiere el estilo de predicador itinerante, que,
con sus discípulos, no sólo enseña en determinadas horas y lugares, sino que sale al encuentro de la gente en su
lugar de vida cotidiana. Vive con un grupo de discípulos, que le siguen por los caminos (y, entre ellos, mujeres)
que son la viva imagen del Reino (pescadores, publicanos, mujeres..). El Reino no se parece a un maestro en su
despacho, sino a un grupo fraterno que comparte camino, penurias, alegrías, hambres y banquetes

Además, por supuesto Jesús anuncia la Buena Noticia de palabra. La palabra es el gran instrumento de
comunicación de la época antigua, donde pocos podían leer (aunque muchos recibían su impacto, porque se leían
en voz alta siempre) y los textos eran muchísimo más escasos que hoy. Por eso la oralidad es muy importante para
Jesús, que usa dos géneros orales muy significativos: los dichos y las parábolas. Son dos medios muy sencillos, muy
propios de la cultura popular y muy visuales, lo que ayuda a que se retengan con facilidad y a que apunten no sólo
a la cabeza, sino también al corazón.

b) Hablar del Reino: dichos

Los dichos son pequeños refranes, frases contundentes que señalan con fuerza una verdad. Por supuesto, no son
tratados ni pueden ser utilizados en cualquier situación, sino sólo en la situación adecuada. Son cortos, pedagógicos
y significativos.

Un ejemplo: ‘es más difícil que un rico entre en el Reino que un camello pase por el ojo de una aguja’. Nos cuesta
muchísimo comprender esta frase, porque nos parece literal… y no lo es. Es un refrán, una exageración, como decir
‘el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija’ (pues dependerá del árbol, pero entendemos bien lo que
quiere decir). En este caso no hay que buscar sentidos extraños a la ‘aguja’ sino lo que parece clarísimo: si tienes
mucho dinero y crees que eso te salva, es probable que la oferta de Dios Amor, la fraternidad de los hijos de Dios,
te de exactamente igual. De hecho, Zaqueo, nuestro querido ‘malo’ oficial, y rico, rico, claro que se salva… porque
encuentra que lo que creía que le salvaba, el dinero, no lo hacía. No es una frase excluyente, sino un dicho
contundente y clarísimo.

O aquella de ‘el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado’ (lo que ya decían algunos de los maestros
fariseos)… claro y contundente. O el mismo Padre nuestro: frases cortas siete (¡siete!) peticiones que aún hoy
aprenden los niños con facilidad y que sintetiizan la vida misma de lo seguidores del Reino:

a) santifiquemos el nombre de Dios, haciendo realidad Ya el Reino definitivo, la voluntad amorosa del Abba
entre nosotros;
b) danos lo que necesitamos cada día: el pan compartido y el perdón de la reconciliación, no el de ninguna
Ley por cumplir, sino la dinámica misma del Reino. Recuerda otro dicho en la misma línea: ‘si tienes algo
contra tu hermano, primero te reconclias y luego haces la ofrenda’.
c) Y que no olvidemos el Reino ni un instante de nuestra vida, porque es la verdadera Vida (sálvanos de la
tentación de otras realidades que nos dicen que nos harán felices y líbranos del antireino, el Mal).

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c) Hablar del Reino: parábolas.

El otro medio preferido por Jesús para hablar del Reino son las parábolas… las parábolas son relatos cortos,
vinculados a la vida cotidiana, y que tiene sólo un mensaje, que es el centro del relato.

Las primeras comunidades, cuando ya vivían en el mundo urbano del Imperio romano, empezaron a convertirlas a
veces en alegorías, es decir, empezaron a encontrar símbolos en cada palabra de la parábola. Y bueno es. Pero su
sentido original es mucho más simple: Jesús destaca, desde la vida de la gente, una verdad del Reino, cuando ésta
es necesaria.

Pongamos un ejemplo:

"También les dijo: 'El reino de Dios es como un hombre que echa una semilla en la tierra. Lo mismo si está dormido
como si está despierto, si es de noche como si es de día, la semilla, sin que él sepa cómo, germina y crece. La tierra
por sí misma da el fruto: primero la hierba, luego la espiga, después el grano gordo en la espiga. Y cuando el fruto
está maduro, el hombre echa la hoz porque es el tiempo de la cosecha". (Mc. 4, 26-29)

Como veis, el marco es rural (sembar campos), propio del entorno de Galilea y de la vida cotidiana de la gente (que
no tanto del nuestro). ¿Qué destaca de esa actividad de sembrar? La semilla ¿Y de la semilla? Que crece a su ritmo,
que no se la puede forzar, que tiene su tiempo… si tiro de la pequeña planta para que crezca más, lo único que
logro es matarla… Pues eso… ¡cuántas veces nos impacientamos porque el Reino –la fraternidad de Dios- no llega
del todo, porque cuando parecía que se lograba algo va para atrás! Pues eso sentían los discípulos de Jesús y las
primeras comunidades: la Buena Noticia es una maravilla, pero nos matamos por difundir la Verdad y esto parece
que no avanza… Pues, ya sabes, el Reino tiene su ritmo, su propia velocidad, la de la paciencia del campesino…

Otro ejemplo y comparamos:

"De nuevo comenzó a enseñar a la orilla del lago. Acudió a él tanta gente que subió a sentarse en una barca en el
lago, mientras toda la gente se quedó en tierra en la orilla. Les enseñó muchas cosas en parábolas. Les dijo:
'Escuchad: Salió el sembrador a sembrar y, al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, vinieron las aves y
se la comieron. Otra parte cayó en un pedregal, donde no había mucha tierra, y brotó en seguida porque la semilla
no tenía profundidad en la tierra; pero al salir el sol la abrasó, y por no tener raíz se secó. Otra cayó entre zarzas;
las zarzas crecieron, la ahogaron y no dio fruto. Otra parte cayó en tierra buena y dio fruto lozano y crecido, una
treinta, otra sesenta y otra ciento' Y añadió: ¡el que tenga oídos que oiga!" (Mc. 4, 1-9)

De nuevo el mismo marco rural, galileo y de siembra. Pero fijaos cómo cambian los acentos: el centro está no en
el tiempo que tarda o no en crecer la semilla, sino en cómo, la misma semilla, da frutos distintos… Una idea de la
que no se decía nada en la anterior parábola. ¿Por qué? Porque no interesaba. Ahora sí: la idea de la parábola es
clara: el mensaje del Reino es para todos pero ¿todos lo acogen igual? Pues no. Esa es la experiencia de los discípulos
y de las primeras comunidades: proponemos la Buena Noticia y hay de todo, los que abandonan, los que se ríen,
los que pasan… Pues eso es… la cuestión es proponerlo y esperar a que aparezca la tierra buena… De hecho, mirar
si nosotros mismos somos ‘tierra buena’…. Esperar un éxito fulgurante es absurdo. ¿Deja de sembrar el sembrador?

Y otra más de semillas:

"También les dijo: '¿Con qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo explicaremos? Es como un grano
de mostaza, que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas de la tierra; pero, una vez sembrada, crece
y se hace la más grande entre todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar en sus
ramas" (Mc. 4, 30-32)
Ahora ¿dónde se centra la atención? Ni en la tierra que acoge la semilla (ni se nombra), ni en si crece rápido o lento,
sino en el tamaño inicial y el final. El mensaje es claro: somos pocos (un puñado de discípulos, unos cuantos
cristianos en un mar de paganismo romano), y el Reino es una propuesta ¡tan grande! No podemos… O sí. Nadie ha

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TEMA 3: JESÚS EL MESÍAS
4º ESO - RELIGIÓN

dicho que para que un árbol sea enorme tenga que tener una gran semilla. Pues, fíjate hoy, que nos quejamos tanto
de ser tan pocos, siempre los mismos, en un mar de indiferencia…
Como puedes ver, el mensaje de las parábolas está vivo hoy, y no apunta tanto a cuestiones morales (¡sé bueno!)
sino a la realidad central de los cristianos, el Reino de Dios: hoy sentimos la misma impaciencia, el mismo
desaliento, el mismo miedo de los discípulos y de las primeras comunidades… y la Palabra sigue viva y fuerte
suscitando vida e impulsando el Reino con la fuerza del Espíritu…

RESUMEN

1º Jesús es un verdadero ser humano, como nosotros, que vive en un contexto geográfico (la Galilea del siglo I),
familiar, religioso y hasta laboral concreto, que es bueno que conozcamos para poder comprenderle.

2º Y en esa realidad verdaderamente humana, reconocemos y anunciamos en Jesús a Dios mismo, que nos ofrece
su sueño para la humanidad: el Reino de Dios, la reconciliación definitiva de la humanidad (¡hijos del mismo Padre!)
en el banquete definitivo.

3º Dios nos revela en Jesús su verdadero rostro: Abba, Padre nuestro.

4º Toda la vida de Jesús, el Mesías, es transparencia del Reino (Él es el Reino) que transmite tanto con palabras
(dichos y parábolas) como con obras.

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