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Antonio Paolasso
Médico
INTRODUCCIÓN
Vivir el distrés
El tiempo que “vuela”
Al profundizar sobre el aspecto médico del estrés, advertí que las modificaciones psicoorgánicas que
producían los estresantes, terminaban convirtiendo al estrés en un importante alterador o
desorganizador de la persona humana, además del perjuicio de todas las funciones normales del
cuerpo. Utilizaré el término estrés, no con el significado que primariamente se le dio al ser empleado
en el estudio de la reacción de alarma (Selye), como elemento de adaptación a un conflicto, sino con
su sentido de distrés como sinónimo de síndrome de desadaptación, que produce lesión o injuria
emocional. Cada lector o investigador podrá ponerle a este fenómeno el nombre que desee, pero sin
perder de vista el concepto de distrés como un hecho desorganizador de la vida del hombre. Sería
totalmente aceptable pensar, desde otro punto de vista, que no es el estrés quien desquicia la vida
humana, sino, inversamente, es la vida humana la que ha transformado al estrés. Yo pienso que
ambas cosas van de la mano y es probable que, en diversas personas y circunstancias, una ocasione la
otra. De cualquier manera, la cuestión patente es que el hombre de hoy está distresado y vive un
estilo de vida no acorde a su dignidad humana.
El ritmo luz-sombra, representado en el ciclo natural de veinticuatro horas, del día y la noche,
es marcado por la ausencia o presencia de la luz solar. Está comprobado que el hombre urbano de
hoy no acata plenamente el ciclo luz-sombras, dado que la noche está tan iluminada artificialmente
que no se conoce una noche oscura, la que sólo es advertida por los habitantes de los medios rurales
que carecen de iluminación artificial profusa. Todo sucede a tal punto, que sí por azar o accidente,
ocurre alguno de los llamados “apagones”, que ocasionan un cese abrupto de la luz artificial
nocturna, aparece una nueva forma de pánico o fobia: la umbrofobia o miedo a las sombras u
oscuridad. ¿Porqué este miedo a la sombra nocturna, relativamente nuevo? Experimentalmente en
animales, plantas y seres humanos, se ha demostrado la influencia del ciclo luz, el que interviene en el
heliotropismo vegetal, en el estado de vigilia y en determinados ciclos orgánicos del hombre y
animales. En el hombre, además de las influencias no apreciadas por los sentidos, como son los
cambios neuroendocrinos y metabólicos, está el ciclo actividad-reposo, el cual manifiesta la
necesidad de la presencia de la luz. El ciclo natural luz-sombra, representado por la sucesión día-
noche, en toda la escala natural biológica implica que la luz o día es el momento de la actividad,
mientras que la sombra o noche exige el reposo.
Las actividades sociales del hombre se incrementaron tanto en el siglo XX, que las
veinticuatro horas del día, paradójicamente, le resultaron exiguas, por lo que el hombre debe apelar a
la necesidad no natural, de un mayor horario-luz. De este modo, mediante el uso de luz artificial y de
técnicas de iluminación que tienden a acercarse a las características del período luz solar, hacen una
extensión artificiosa del mismo. Esta luz artificial elonga el horario de actividades que era normal
para el día y comienza a invadir paulatinamente la noche. La noche iluminada borró la noción de
oscuridad nocturna y por esto, cuando esta oscuridad aparece se teme, provocando lo que hemos
llamado umbrofobia. El avance de las tareas del día sobre la noche, si bien supera el problema de la
escasez de luz, no lo hace con el tiempo y con esto adviene un nuevo dilema: no alcanzan las
veinticuatro horas del ciclo natural. Era tal magnitud de este planteo que a mediados del siglo XX
empieza la fantasía de la hora veinticinco.
Por otro lado, llevar la actividad al período destinado al descanso, desorganizó el sueño con
grave perturbación del sistema nervioso, tanto del voluntario (sistema nervioso central) como del
involuntario (sistema nervioso periférico o autónomo). La alteración más inmediata del sueño fue el
síndrome de hipersomnia nocturna con insomnio nocturno (se “muere de sueño” durante el día, pero
no puede conciliar el sueño en la noche) o sueño irregular (poco profundo, con sobresaltos,
sensación de no haber dormido o de cansancio al amanecer).
A esta vida “acelerada y veloz” que ocurre en lo individual, se agregan los rápidos, grandes y
numerosos cambios sociales y económicos que operaron a fines del siglo XX y a principios de este
siglo XXI.
Pero el estrés no se frena con esto y siguen las alteraciones que empiezan afectando lo
endocrino y este trastorno se liga indisolublemente con lo metabólico y las mutaciones genéticas
adquiridas no transmisibles que configuran enfermedades poligénicas, algunas de las cuales se inician
con la tríada hiperglucemia, hiperlipemia e hipertensión arterial (aumento del azúcar y grasas de la
sangre y de la presión arterial o hipertensión arterial [HTA]). Así, se incrementa la tasa de diabetes del
adulto, de la enfermedad por colesterol (ateromatosis o aterosclerosis) y el defecto cardiovascular
(HTA, dolor precordial o angina o angor, la necrosis o muerte del músculo cardíaco o infarto de
miocardio) y la muerte repentina o muerte súbita que ocurre en segundos. En otro orden se enferma
el sistema endocrino, principalmente las glándulas hipófisis, tiroides y suprarrenales.
Otro fenómeno a analizar, aparte de las alteraciones endocrino-metabólicas, es que el uso de
la luz artificial permite trabajar en lugares oscuros a los que no accede la luz solar natural y que
ubican en habitaciones interiores de edificios sin ventanas o en subsuelos. Esta “luz de oficina” o luz
artificial, generalmente producida por tubos fluorescentes o similares, modifica el espectro de la luz
natural, con predominio de rayos ultravioletas, los cuales, aparte de influir sobre la piel y la vista,
despiertan trastornos psico-orgánicos molestos (fatiga, nerviosismo, astenia psicofísica, cefaleas, etc.).
En este nuevo contexto social, el hombre inmerso en él, come poco y mal (alimento chatarra), no
duerme o duerme en forma indebida y es jaqueado por malestares que siente y cuyo significado
ignora, hasta que se instala una enfermedad grave o mortal. Esos malestares que llegaron con el
distrés, en su mayoría, se les ha llamado asesinos silenciosos porque van minando el cuerpo en
silencio o con síntomas aparentemente banales o tórpidos, subliminales, que cuando se manifiestan
abiertamente ya se está al borde de la enfermedad grave y muerte. Son “asesinos silenciosos” el
propio distrés, la isquemia silente, la HTA, la diabetes, la hiperlipemia y otros cuadros metabólicos y
endocrinos.
El hombre que recibe el siglo XXI está enfermo, pero a su vez, sumergido en la “nueva
sociedad”, “nuevo mundo” o “nuevo orden”, su enfermedad le parece connatural, como algo que “es
parte de él” y por lo tanto considera “normal” padecer algún malestar (esto lo expresa como “de algo
hay que morir”). No puede distinguir entre lo esencial y lo superfluo, dado que lo esencial se
interpreta como superfluo y viceversa. “Su” vida es el descalabro mismo, que padece no conociendo
otro esquema vital, a tal punto que si Fray Luis de León quisiera escribir hoy su Oda a la vida
RETIRADA) (“qué descansada vida la del que del mundanal ruido huye”), difícilmente hallaría un
hombre que quisiera, que supiera o que pudiera descansar lejos del “mundanal ruido”. Ilógicamente
es tanta la habituación al disrritmo o antirritmo, que cuando se pretende establecer un ritmo
presuntamente normal o natural, este hombre, aunque opte por la luz natural, el reposo nocturno y el
silencio, continuará con su mente acosada por el tiempo y el disrritmo e, imaginariamente, le siguen
los fantasmas de la luz artificial (lo que percibe en la oscuridad) y el “ruido mundanal” (que sigue
oyendo en pleno silencio). En medio del reposo y lejos de la urbe, en ámbito callado, persistirá el
insomnio y seguirá “escuchando” en su mente, los sonidos discordes. No puede encontrar, ya sea por
largo tiempo o toda la vida, un ciclo natural de actividad / reposo. Le acorralan las distintas fobias o
neurosis del “vacío del fin de semana”, “vacío de las vacaciones”, “vacío de la jubilación”, etc. Es
decir, cuando deja de llevar su tren habitual de vida siente una ausencia o vacío del mismo, que lo
enferma. No puede prescindir del “hábito de la noche”, “hábito del trabajo” o del “hábito del ruido”,
los que funcionan como adicciones compulsivas porque cuando cesa esa actividad cotidiana,
rutinaria, anormal, siente una especie de vacío existencial y surge la compulsión del retorno al
esquema enajenador. La vida, tanto física como espiritual, de este hombre desquiciado, descansa en
el ritmo del quehacer intenso, extenso y acelerado porque debe hacer mucho y rápido. Esto es lo que
se ha llamado el ritmo acelerado de la vida moderna.
La des-espiritualidad
Si bien los cambios han afectado el tiempo físico y existencial del hombre, junto a su tiempo
de la vida, más fundamentales que todos estos cambios son las transformaciones referidas al espíritu
los que alteran a la esencia del hombre mismo. Por los años de existencia de toda la humanidad, al
menos los conocidos por el desarrollo histórico y social, se sabe que el hombre no es un ser solitario
sino un ser gregario, que no es insensible sino afectivo y, sobre todo, racional. La descripción global
y sintética del ser del hombre no resalta otras notas fundamentales, pero las señaladas son las más
básicas y universales porque marcan definitivamente la racionalidad del hombre, su nota más esencial
y, bajo la connotación de esa racionalidad, el modo cómo desarrolla un mundo (donde juegan
tiempo y espacio), fenómeno único en la escala biológica, por lo que puede llegar a la filosofía, la
ciencia, la religión, lo político y lo económico y otras actividades propias del hombre.
¿Pero, qué ha sucedido con este hombre de fin de siglo XX y comienzo del XXI? La vida
individual y comunitaria acelerada que se ha impuesto, le aleja cada vez más de sus notas esenciales:
no tiene tiempo de ser sociable, pues no cultiva la “vida familiar” (permanece muy pocas horas en su
casa con su familia) ni la “vida amistosa” porque carece de tiempo para hacer y mantener amigos con
los cuales pueda compartir actividades y tiempo de ocio. Le cuesta establecer una relación de pareja o
de mantenerla. Estas condiciones alteran su “vida afectiva” y se observan dos fenómenos: uno de
superficialidad porque tiene pocos sentimientos profundos o carece de ellos, y otro de anestesia
afectiva dado que muchas veces manifiesta ausencia de sensibilidad afectiva. Todo opera como si este
hombre fuera disminuyendo o anulando sus sentimientos afectivos, lo que opera cambios en él y los
que lo rodean, surgiendo un doble sufrimiento: por un lado la incapacidad de dar afecto y, por otro,
el aislamiento de no recibir afectos de otros. Esto se complica con la anestesia receptiva o
incapacidad de saber escuchar a los demás y ser permeable a los mensajes auténticos. Colocado en
esta situación, la primera defensa de este hombre desposeído es la indiferencia por los demás que
lleva a la desintegración o deformación de las relaciones esposo-esposa, padres-hijos, otros lazos
parentales y otras relaciones sentimentales como el noviazgo, amigos y otros afectos amorosos. El
valor amor se desnaturaliza, se diluye o se pierde. Esta incapacidad afectiva iniciada es “transferible”
a las generaciones que le subsiguen y los niños y los jóvenes reciben modelos carentes de amor o de
amor deformado. Con esto se pierde el centro o equilibrio de este sentimiento esencial del hombre y,
aunque siga latente la tendencia y la necesidad del afecto amoroso, no se encuentra la manera de
cómo manifestarlo y recibirlo auténticamente.
En este remolino de cambios nace otra cuestión: la autenticidad, aquello que es propio de
cada hombre en forma personal, su sello individual, su sinceridad, su realidad en cuanto a su
capacidad de manifestarse tal cual se es. El modo contemporáneo de vivir hace difícil ser auténtico
porque los modelos vividos o heredados son inauténticos. Tampoco hay “escuelas de vida” que
enseñen qué es lo esencial, lo realmente auténtico y necesario y en el caso hipotético de que abrieran
esas escuelas, es probable que se careciera de profesores (nadie puede enseñar lo que no sabe o carece
de ello) y de alumnos (la indiferencia acentuada y profunda impide el interés de aprender o de
cambiar). En alguna medida, antes las “escuelas de vida” eran el hogar, la familia y las instituciones
educacionales, culturales, religiosas y, aun, las laborales. Hoy, estas instituciones están deterioradas
porque los hombres que las constituyen están desorientados y esto no permite el anclaje o
sedimentación necesaria para conseguir una ubicación existencial sincera y auténtica. Una de las
consecuencias más seria e inmediata de esta desubicación, es la pérdida de la autoestima. No se halla
la forma o la capacidad para quererse a sí mismo auténticamente, es decir, sin caer en el narcisismo, la
soberbia o el egoísmo. En estas circunstancias, el mandato cristiano de “ama a tu prójimo como a ti
mismo” es un concepto que se transforma en fetiche.
La des-valorización
Los cambios profundos y acelerados del modo de vivir actual, han retrotraído los valores
tradicionales por considerarlos obsoletos, esquemáticos y convencionales. Muchos sectores juveniles
no aceptan o rechazan de plano y activamente los valores sociales, éticos, estéticos, morales e,
incluso, los usos convencionales de urbanidad que nuestros antecesores tuvieron hasta mediados del
siglo XX. La “protesta juvenil”, frente a los “usos de antes”, se manifiesta con las modas y el
lenguaje, en donde predomina lo absurdo, el abandono personal, la falta de aseo, lo chabacano, lo
pornográfico o soez y lo escandaloso. Esto se considera una manera drástica de romper con “lo
tradicional”. Así, todo lo considerado “culto” es el centro de un ataque intenso tanto en lo ideológico
como en las costumbres. Estas actividades culturales o intelectuales, tildadas de impopulares, elitistas,
estériles, decadentes, burguesas, artificiales, son objeto de resistencia directa y agresiva como la
destrucción o la burla o, en su defecto, muy pocos tienden a desarrollarlas. No son un valor
apetecible y por esto se dejan de lado (se soslayan).
¿Cuáles son los nuevos valores? Es una pregunta harto difícil de responder ya que no existen
modelos expresados en el nivel filosófico o sociológico. Hay muchos escritos en revistas, comentarios
en medios de comunicación social (¿o masiva?), pero la única forma de acercarse a una respuesta es
observar lo que se da, en mayor o menor grado, en todas las sociedades del mundo. De este modo,
apelando a la manera notoria del comportamiento juvenil (y no tan juvenil) se destaca: el lenguaje
zafado o soez, monoforme que apela a frases hechas, monosílabos, muletillas y todo eso salpicado de
insultos groseros, deformaciones de las palabras (lunfardo, verreísmo, etc.) inventos y usos de
neologismo ad hoc; la vestimenta informal (donde predomina la ausencia de un vestir impecable y
predomina el desaliño, lo grotesco o estrafalario); el uso de aditamentos corporales (cadenas,
amuletos, tatuajes, cintas, etc.); la tendencia a predicciones azarosas tipo oráculo (horoscopomanía),
el ya destacado desprecio a lo clásico (“lo clásico” termina siendo un privilegio de “entendidos” o de
amantes del género, una especie de grupo cada vez más reducido o del uso del clásico como signo de
elitismo o esnobismo); el apego al ruido (se expresan en voz alta, escuchan música ruidosa y de gran
estruendo, prefieren el “escape libre” de los motores, etc.); desidia en las buenas costumbres (nadie
quiere usar reglas de urbanidad), adicciones morbosas (al sexo, al alcohol, a drogas) y una conducta
anómica (no se respeta la ley porque no se cumple, se burlan de ella o la evaden, ni tampoco a los
establecidos cánones y reglas sociales constituyendo una verdadera desadaptación social), la
hostilidad y la violencia.
La vida acelerada lo es en todos los aspectos: se quiere todo y ya. En este contexto, las cosas
deben adquirirse con el menor esfuerzo posible, sin sacrificios y en forma urgente. Como el espacio y
los bienes existentes no alcanzan a satisfacer la “explosión demográfica”, cada vez hay más gentes y
menos bienes, dándose el fenómeno que Ortega y Gasset llamó el “hombre-masa”. La masa
(concepto cuantitativo) se refiere al montón o amontonamiento social, donde el hombre vive como
un animal dentro de una manada. Este hombre-masa es tal, por haber perdido la personalidad. Esa
despersonalización le impulsa a vivir como una cosa: está ahí, en un lugar que no le es propio, que
no tiene sentido, no tiene mundo. En cierto modo, está peor que una simple piedra a merced de las
leyes naturales o un animal en medio de una manada, la que a veces desboca en estampida sin noción
clara de qué hacer y en qué dirección moverse. Por eso le molestan las reglas o leyes que le impiden
tener lo que desea, en las condiciones que le plantea la vida moderna: rápido y sin esfuerzo. A su vez,
estas nuevas normas sociales no condicen con el vértigo que le rodea y les vuelven inalcanzables los
bienes y servicios que apetece ya. En esa coyuntura, se interpreta que todo ocurre como en una
especie de competencia feroz, en la cual es posible que cuando otro tiene u obtiene lo que se cree que
le corresponde a uno, eso se “siente” como “una usurpación”. Cuando no se pueden asir las cosas por
la vía del mérito, el esfuerzo o el trabajo, muchos creen que deben usar la violencia o el método
anómico, para lanzarse sobre esas cosas, atropellando a otros para tomarlas por la fuerza. Para esto,
no se debe reconocer el derecho ajeno y, mucho menos, el “derecho adquirido”, ni el “derecho de
propiedad”.
Tampoco se admite que alguien posea algo, simplemente por antigüedad (por haber llegado
antes) y esas creencias motivan para apelar a diversos medios: o al despojo o apropiación indebida o
a imponer leyes que socaven los derechos establecidos. La adquisición indebida de bienes ajenos (a
los que estima como propios), le lleva a establecer una especie de “ley de la selva”, en la cual el joven
desplaza al viejo (pasando los cuarenta años de edad es difícil obtener una ubicación social o laboral
sino se posee medios especiales); quien detenta el poder obtiene posición social y económica
privilegiada, nada más que por estar en esa esfera de poder, como ocurre con la clase política, aunque
para ello deba apelar a la corrupción abierta. Los desposeídos sociales totales, usan el poder de la
turba para el saqueo.
La clase marginal utiliza la delincuencia del robo y el hurto. Esta ley de la selva, en ciertos
medios, permite la impunidad, es decir, no se castigan ni se reprimen las conductas irregulares o
delictivas. En este punto, se abren sólo dos caminos para llegar a la posesión de las cosas: la
obtención directa de riqueza (bienes y servicios) o la posesión del poder. Si no se tienen medios
económicos suficientes, heredados u obtenidos por el trabajo o la profesión, quedan también otros
dos medios de lucha directa: la delincuencia o la política (o la combinación de ambas), para llegar sin
sacrificios y rápidamente, a tener riqueza. Estas dos últimas alternativas señaladas, sólo producen
riqueza arraigada en la corrupción. Así se acumulan fortunas o capitales amasados con deslealtad,
engaños o actividades al margen de la ley o por “acomodo” o coimas.
Lo que se hace o se vive es todo lo opuesto a lo que se declama (doble discurso). No hay
convicción personal en lo que se predica sino un divorcio total entre lo que se dice y se hace. Entre
las costumbres, aparece esa conducta anómica que ha hemos señalado y que explica la abulia para
cumplir preceptos nobles. Ser ético o moral no sirve porque quien vive respetando la ley, al pie de la
letra, no obtiene beneficios aparentes, sino supuestos perjuicios. Lógicamente, lo de cumplir
fielmente normas y preceptos se admite intrínsicamente, pero se niega con la conducta públicamente
llevada. Mientras tanto, se pretende seguir proclamando el pregón vacío de que la “la ley debe
cumplirse”, cuando en realidad se piensa que “hecha la ley, hecha la trampa”.
En este devenir, el hombre lucha por prolongar su vida y mejorar la calidad biológica de la
misma, cosas que va consiguiendo al combatir con eficiencia las enfermedades, disminuir el desgaste
del envejecimiento y elevar la calidad de vida tanto en la salud como en el confort. Pero al mismo
tiempo vive la cruel paradoja de estar viviendo cada vez mejor biológicamente, pero en lo social y
afectivo su vida carece de sentido. Con el cuadro en general, de una juventud desconectada de lo
auténtico y desorientada, de una generación intermedia corrompida o desalentada y de una
generación senil desplazada y no respetada, se pinta una sociedad insatisfecha. El saldo es que los
que usufructúan privilegios, los viven en un aparente estado de plenitud pero interiormente saben
que no están en lo correcto y los que no tienen beneficios están amargados, de forma tal que esencial
nadie quiere lo que vive o lo que usufructúa, sin convicciones. Richard, un investigador médico,
advierte que “las personas chocan, sufren y enferman por las situaciones sociales inmanejables”.
Se ha dicho que “vivir es existir”, pero ¿qué es existir? Obligadamente debemos volver acudir
a la etimología de las palabras claves que estamos usando. Existir sería algo así como estar fuera de sí
pero no en el sentido común de aplicar esta frase como sinónimo de ira o enojo, sino como un “fuera
de sí” que significa abrir la mismidad, sacar afuera la sistencia (lo que se es en sí). Es como
exteriorizar el ser de cada uno. Esta idea debe aplicarse a la existencia auténtica, porque hay otros
modos de existir en forma inauténtica: enajenamiento o extrañamiento, que es un poco lo que le
ocurre ahora al hombre, en su vivir inauténtico. Luego, educar es lograr gradualmente que cada
uno manifieste o exteriorice lo que verdaderamente es (develar el ser auténtico), mediante una
personalización capaz de equilibrarlo armónicamente con el medio ambiente en que vive, a fin de
que se tenga una existencia real y no enajenada, libre de toda deshumanización.
El cambio gradual
Por otro lado, básicamente este trabajo propone que todo cambio humano debe tener, por los
menos, tres cosas: racionalidad, afectividad y sociabilidad. La racionalidad y la afectividad están en lo
individual, siendo apriorístico no hacer lo que va contra esos dos factores. Obviamente, cuando el
hombre enfrenta actos que no acepta intelectual y emocionalmente, se siente mal. Cuando un cambio,
lejos de conformar las expectativas que sobre él se tenían, causa decepción, enojo, frustración,
despersonalización y pérdida de esperanzas, hiere la inteligencia y la emotividad, conlleva el
conflicto individual. Esto puede verse claramente en la llamada “revolución sexual” y en el “exceso
de confort”. Estas dos cosas eran muy apetecidas. La revolución sexual provocó una exacerbación
erótica, una sensualidad marcada y el desenfreno sexual, cosas que llevaron al hastío o aburrimiento,
puesto que el deseo exacerbado nunca llega a colmarse. El exceso de confort produjo tal decaimiento
y relajamiento, que despertó una fuerte reacción como deseo de la “vida al aire libre” y el retorno a la
gimnasia física (aerobismo, paddle, gimnasia con aparatos, etc.). Es como si el hombre, harto de tanto
facilismo físico, deseara retomar el esfuerzo, rechazando el quietismo y el sedentarismo provocado
por tanto aparato electrónico (TV, computadora, juegos, etc.)
Estas observaciones son las que me llevan a afirmar que el hombre, y con él la
humanidad de este siglo XXI, no es un paradigma de satisfacción en el orden universal. El hombre
que asoma al siglo XXI no es tan libre ni desarrollado como se cree. Mucho peor, está inmerso en
una profunda crisis espiritual que le provoca su propio vacío existencial, su deshumanización y su
soledad “en medio de un montón de gente que le rodea”. Vive “entre la gente”, pero no “con ella”,
sino “aislado de ella”. Su crisis se manifiesta en el arte, en la filosofía, en la religión y en todo lo
referente a su espíritu. La deshumanización no sólo ha provocado su aislamiento individual entre la
muchedumbre, sino también un daño social, superando otras épocas inhumanas de la historia de la
civilización. Las guerras y sus secuelas de degradación, se han repetido a lo largo del siglo XX en una
escala mayor: dos grandes contiendas mundiales, superando la segunda a la primera, en actos crueles;
las guerrillas incesantes que en forma separada sacuden parte de Europa, África, Asia y América, es
decir, el mundo. En el último lustro del siglo XX y en el primero del siglo XXI, no hay una
confrontación mundial formal, pero las guerrillas, el terrorismo (guerra sin rostro) y las guerras de
bandos (Israel con árabes, EE.UU. con afganos e iraquíes y otras guerras étnicas), desarrollan batallas
focales, pero tan extendidas en todo el mapamundi, que bien podrían constituir una especie de guerra
mundial continua. La represión política y militar que realizan muchos totalitarismos públicos o
encubiertos, se manifiesta en actos que cuando se dan a luz, horrorizan por la bestialidad o
inhumanidad de los mismos. Tampoco se puede desconocer la deshumanización de los políticos y los
grandes consorcios económicos que acceden al poder y manejan planes socioeconómicos en los que
se enseñorea una aparente eficiencia de no provoca o cerrar un déficit, aunque esto signifique
hambre, desocupación y aumento de los niveles de pobreza, o, por otra parte, la corrupción y la
dilapidación del erario, con el aumento de las deudas interna y externa. Ni hablar de la denominada
“globalización”, “economía de mercado”, “flexibilidad laboral” y otras “yerbas” que se usan en lo
socioeconómico para disfrazar un fenómeno que podría llamarse taiwanización. Otra
deshumanización está en profesionales, comerciantes, productores y fabricantes que con el afán de
lucro desnaturalizan su rol de dadores de servicios y bienes, para bienestar de la sociedad. En este
contexto, todo obra de tal modo que la deja la impresión de que hay deshumanización en todas las
esferas de la conducta humana.
Estos fenómenos llevan a pensar que, quizás, no sea tan excéntrico considerar una nueva
educación, la que primordialmente debe ser hominizada. El propósito de una educación hominizada
exige conocer una aproximación al ser real o a la esencia verdadera del hombre, para buscar
desarrollarla, dando a los educandos los valores acordes a ella (autenticidad), e inducirlos a que
manifiesten esos valores con voluntad, convicción y decisión (autoridad). La hominización
repersonaliza al hombre y le permite actual socialmente con seguridad, eficiencia, autoridad,
autenticidad, caridad y en equilibrio consigo y los demás. El equilibrio le armoniza con el medio y
sus cambios, actuando a la luz de la inteligencia y la afectividad y no por la impulsividad. La
revalorización de sí mismo (autoestima) permite también, volver a valorizar a los demás, con respeto
y amor hacia ellos y considerándolos como un “igual a mí” (caridad). La preocupación por el otro es
la base, no sólo de la caridad, sino también de la comunicación interpersonal. De esta manera, el
amor es el primer valor a enseñar bajo sus formas de autoestima, caridad y amor a la vida, el mayor
sentido de la misma. Después podrán rescatarse otros valores como la responsabilidad, la ética y la
cultura y reinstalar la urbanidad, dando otro sentido a la vida. Como en una especie de nuevo
Renacimiento, hay que volver a las fuentes y rever la belleza del mundo y de la obra del hombre,
reencontrándolo consigo, con los otros y con Dios. Lucrecio nos señala que “es agradable acudir a
las fuentes puras y beber de ellas”. Los dos polos, mundo y hombre, son los ejes posibles de llenar de
sentido a la vida, pues de la meditación adecuada sobre ellos se llega a la trascendencia metafísica de
la filosofía y/o de la religión. Por esto lo primordial es construir el hombre y sobre él se edificará lo
demás. El hombre es el cimiento para desarrollar sus notas esenciales. Un hombre espiritualmente
mutilado no es receptivo de una trascendencia filosófica o religiosa. El hombre educado, cabal y
culto, es el hombre que devela su ser auténticamente y está preparado para instrumentar su mundo.
Es el poseedor de esa “antena existencial” que le permite captar lo bello, lo bueno y lo esencial a su
naturaleza, siendo el único capaz de comprender, recibir y dar, todo tipo de trascendencia,
especialmente la basada en el amor para sí y para otros.
Para que los propósitos enunciados dejen de ser utópicos, debe usarse la educación para
equipar al hombre para afrontar los cambios, pero sin alterar su ser, puesto que los cambios deben
afectar usos y costumbres pero nunca lo esencial, de modo tal que toda su obra se adapte
obligadamente a su naturaleza auténtica. Cuando un cambio crea necesidades bastardas, que no
hacen al ser humano, aparece el conflicto y cuando este presiona mucho y no puede ser manejado,
termina desmoronando al hombre. La presión o tensión del conflicto es el distrés disociador del
hombre y la sociedad. Si el conflicto es el ritmo moderno acelerado, lo mejor es sacar el pie del
acelerador, para imponer la serenidad interior y con ella, la serenidad exterior. Esto es, aminorar la
marcha para poder pensar mejor.
El pánico existencial
Quizá uno de los mayores distrés de este hombre actual, es que piensa mucho pero no
correctamente. El pensar incorrecto es el que le llena de ansiedad, angustia, temor y, finalmente, de
pánico. No sería muy desacertado inferir que muchas conductas irracionales, e incluso muchas
enfermedades “raras” cuyas causas no se conocen muy bien, en el fondo estén condicionados por un
pánico existencial o “miedo a vivir”. Las características de este pánico existencial no son las mismas
del pánico que surge ante una catástrofe real. El pánico catastrófico tiene una materia definida: la
misma hecatombe que lo origina. El pánico existencial es “sin materia”. No tiene causas aparentes o
sus presuntos motivos generalmente, son irreales o imaginarios, y si hubiera algo concreto, el
fenómeno real no tiene la magnitud debida, en relación con la intensidad del pánico que genera. El
pánico catastrófico aparece sólo frente a la desgracia concreta, el existencial aparece en cual
momento, aun en aquellos en aparentemente las personas están relajadas o distraídas, como puede
acontecer en una fiesta, una reunión familiar o un acto artístico. Este trastorno de ansiedad, que
nosotros llamamos pánico existencial pero que fue catalogado como ataque de pánico (DSM IV), se
inicia como una sensación indefinida, vaga, pero que siempre se caracteriza por una especie de vacío
interior que súbitamente desata una conmoción interior intensa, seguida por angustia y un miedo
interno que altera todas las funciones orgánicas. Es el temor que invade a los órganos.
Malcon Lader describe el pánico existencial como un trastorno por el pánico, estrechamente
relacionado con el trastorno de ansiedad general. Destaca los accesos de pánico como “períodos
discretos de aprehensión o temor, debiéndose presentar durante cada ataque, al menos, cuatro de los
siguientes síntomas: palpitaciones, dolor o molestias torácicas o gastrointestinales; sensación de
ahogo o sofocación, vahídos o vértigos, sensación de inestabilidad, sensación de irrealidad,
parestesias como adormecimientos u hormigueo de manos y pis, sensaciones térmicas cambiantes o
alternadas de frío y calor, sudación, temblores o sacudidas, miedo irracional e intenso” (miedo a
morirse, a volverse loco, o que le ocurra algo incontrolable durante el ataque). A pesar de que el
pánico está muy cercano a la ansiedad (por lo que muchos autores lo consideran una forma severa de
ansiedad), se diferencia de ella por algunas cualidades que ya se han resaltado:
Sin embargo, el “sondeo” científico refiere, con todo lo que describe, al cuerpo humano
como si éste fuera una máquina a la que hay que estudiar sus partes mecánicas, lo que oficia como si
se pretendiera indagar en el motor de un auto, porqué el vehículo pasó un semáforo en rojo. Esta
metáfora grosera sirve como ejemplo para poner en evidencias ciertas acciones y sus consecuencias,
porque así como es inconcebible culpar al motor de una acción del conductor, en nuestro caso
significa que no se deben buscar los orígenes de la vida trastocada del hombre de hoy en su cuerpo,
sino en su espíritu. Esta cuestión traslada el centro de la investigación de la ciencia médica a la
filosofía (entendiendo a ésta como meditación trascendental). La reflexión profunda sobre sí mismo
(autorreflexión) debe complementarse con una voluntad real (querer de verdad) para lograr un
encuentro con la armonía y el equilibrio entre un auténtico ser interior y su personalidad (como
manifestación exterior). Uno de los medios posibles que esta reflexión debe tener en cuenta, es
fundar en su propio afecto (como autoestima o amor correcto a sí mismo) y el afecto a los demás
(caridad con el prójimo). Si esto lograra comprenderse o explicarse en su verdadera dimensión,
podría nuevamente ser un principio de solución o freno a los males que hemos comentado. No
debemos olvidar que Cristo revolucionó (en el buen sentido de la palabra) a su mundo
contemporáneo con estos principios, cuando predicó “ama a tu prójimo como a ti mismo por amor a
Dios”. Este esquema cristiano, tan fácil de enunciar y tan simple, aparentemente, de comprender, no
ha resultado así. ¿Por qué no se logra una corrección? Hay una especie de bloqueo de mente,
voluntad y afectividad que revista una cierta gravedad. Se ha popularizado la frase “no se quiere, no
se puede y no se sabe”, como una suerte de muletilla que se esgrime ante el fracaso de encontrar la
conducta reparadora del conflicto. Puede que ocurran esas tres cosas juntas o, al menos, algunas de
ellas, por lo que cualquiera de las tres posibilidades, por sí sola, interrumpe toda acción eficaz.
El hombre es como una unidad sellada, donde mente, voluntad y afecto, están íntimamente
coordinados y conectados en serie a un circuito. Si una de estas partes falla, hay cortocircuito y las
otras no funcionan debidamente. Por su naturaleza de global e indisoluble, el hombre no puede ser
escindido para ver cómo a través de sus partes, funciona el todo. Acá el misterio es que no hay
dualismo de cuerpo y alma, sino una función integral que parecer ser una especie carnoespiritual
indivisible desde todo punto de vista, lo que lo diferencia de otras carnalidades biológicas. Ergo, el
secreto para condicionar o reacondicionar al hombre estriba en su espíritu y, en nuestro caso, éste es
el comando que hay que reactivarse. Si hay que evitar el distrés que lo condiciona y lo enferma o
degrada, la lucha debe comenzar buscando encontrar y resaltar las notas fundamentales del espíritu:
racionalidad, afectividad y voluntad. Para lograr la reconversión del daño por distrés, primero debe
querer hacerlo, luego amar lo que se quiere y, finalmente, pensar para conseguirlo. Estos
instrumentos se manifestarán sólo cuando haya un fin adecuado (proyecto asistencial) que sea claro,
auténtico y necesario (en el sentido absoluto de estos términos).
Muchos autores científicos intentan dar moldes para contrarrestar el distrés, como propone,
por ejemplo, Ursum y cols. (1978), pero se encuentran con la problemática de que el distresado está
así porque es incapaz de superar el distrés. Con tozudez se insiste en el esquema somático y
aconsejan relajación. Como una connotación esotérica, muchos proclaman agregar a la relajación
física una relajación espiritual y preconizan métodos como el yoga o el zen, creyendo en esto como
la solución del problema. Es probable que logren una limpieza del cuerpo y la mente, con relación a
sacar los deshechos del distrés, para poner en blanco a la mente, es decir, vaciarla de contenidos
viciosos. Este fenómeno, en quienes lo practican, llega a constituir un fin en sí mismo, porque, según
la expresión de sus propios adeptos, se puede “alcanzar el nihilismo”. Mucha gente se satisface con
este estado como proyecto existencial, especialmente los hombres santos de algunos pueblos asiáticos
como la India y ciertos monjes religiosos. Pero frente a la gran masa sufriente, los que alcanzan el
estado contemplativo representan un grupo pequeño. Por esta razón, este método adolece de dos
fallas: no llega a todos y no es un proyecto existencial auténtico porque no desarrolla el ser propio
del hombre.
He insistido a lo largo de la exposición que la educación tiene por función el desarrollo del
ser auténtico, pero no hay un modelo único de educación para todos, como no hay un solo proyecto
existencial. Cada uno tiene su propio modelo al que debe encontrar, conocer y vivir, porque aunque
sea de Perogrullo, en nuestra cuestión el meollo es vivir la vida en lugar de vivir el distrés. Pero el
término vivir es esquivo, aún para el diccionario y cuando se trata de desentrañar su sentido
individual se diluye y zafa dejando la sensación de contacto pero con una aprehensión nula. En este
punto es lícito preguntar: ¿todo esto es un análisis pesimista que debe concluir con un “no hay
solución”?. De ningún modo. Si bien el análisis sólo describe lo que ocurre ahora, también esboza
algunas metas como es centrarse en acceder correctamente a nuestra mente, con toda nuestra
voluntad y todo el amor posible en esta tarea, con la regla sine qua non de no caer en lo falso, sino
que impere la sinceridad por sobre toda intención, para lograr una búsqueda responsable. No se
trata de búsquedas que estén de moda, sean apresuradas o superficiales, sino que deben ser intensas y
profundas (aunque esto provoque un trabajo inenarrable). La característica fundamental de este
proyecto es que puede hacerse y esta virtud da la esperanza como motor que nos debe impulsar
frente a eventuales fracasos. Explorar un camino oculto o desconocido requiere probar muchas
sendas para llegar a él. Si nos internamos en las que no son correctas (lo que sabremos porque no nos
llevan al fin anhelado), esto no debe interpretarse como fracaso sino como un mero descarte de pistas
falsas, cosa que es natural y necesario transitar para llegar a conocer el camino verdadero. Este
quehacer de buscar puede durar toda la vida, como también ocurrir que nunca se encuentre
totalmente la vía correspondiente, pero la satisfacción estriba en la pasión de haber buscado con amor
y ahínco, cosa que en sí es positiva. El anhelo de encontrarse a sí mismo es una actividad que en sí
justifica un sentido de la vida y evita ser un número más en la masa humana que vive
deshumanizada.
Todos tenemos algo parecido a una brújula interior que nos guía hacia el camino debido.
¿Cómo debemos interpretar esta brújula? Este es el secreto de no desviar el camino y obviar la
dificultad de leer correctamente el norte interior. El resultado de nuestros actos es el método sencillo
de saber si estamos en lo correcto, dado que según la Biblia, “el árbol se conocerá por sus frutos”.
Cuando transitamos nuestra existencia debemos evaluar que todo lo que hagamos no debe causar
daño a nosotros ni a otros, lo que señala la buena ruta. Y el fruto correcto será que nuestro obrar
debe satisfacernos profundamente cada día más y darnos paz, equilibrio y armonía tanto interior
como exterior. Sabremos si estamos obrando bien realizando un examen de conciencia diario, en
todas las edades de nuestra vida, y obtenemos un balance óptimo por el cual debemos sentir que no
hay cambio dañino ni conmoción desestabilizadora alguna en nosotros, cuando realizamos nuestro
proyecto existencial a través de los proyectos cotidianos. Para esto hay que comprender que los
proyectos cotidianos son meros horizontes que fijan un rumbo y una meta, pero no son un fin en sí
mismo. El proyecto cotidiano es un modo de ejercitar diariamente el vivir y marca el estilo de vida
que se elige, del cual dependerá el proyecto existencial. Hay múltiples proyectos existenciales pues
cada hombre tiene el propio que desarrolla a través de proyectos cotidianos. Además de la religión, el
servicio al prójimo, la ciencia o el arte, hay proyectos simples que aspiran a una cotidianeidad feliz:
tener una familia, un trabajo y un esparcimiento. En otra tesitura, existe la posibilidad de que un
proyecto existencial lo sea sobre la base de que un hombre sólo pueda tener proyectos cotidianos
múltiples y dedicarse a ser religioso, artista e intelectual a la vez, porque todo hombre tiene la
factibilidad suprema de poder desarrollar todas sus posibilidades de ser, en el máximo de su vitalidad
creativa. Toda persona puede descollar, o no, en sus actividades. Si se destaca debe ser en forma
fortuita, coyuntural o secuencial. Pero no es bueno que el fin de una vida sea lograr sólo prestigio
social, porque quien vive para esto, no vive realmente, sino está lejos de una vida auténtica.
Sobresalir socialmente debe ser consecuencia de méritos personales o de un proyecto que no buscó
por resultado la notoriedad. La idea de triunfo no debe centrarse en el mero reconocimiento de los
demás, sino que debe ser la aspiración de encontrar plena satisfacción de lo hecho, por sí mismo, lo
que debe ser independiente de aplausos o críticas o de la indiferencia de otros.
Otra brújula interior, no siempre visible, es la vocación o llamado interior hacia un proyecto
determinado. Quienes distinguen nítidamente su vocación no sufren la angustia de su búsqueda. Es
probable que la vocación se conozca por las tendencias naturales que cada uno tiene para
determinadas actividades y por la meditación profunda de las variables de gustos y aptitudes
personales. Muchas veces hay tendencias fuertes por una vocación marcada, pero no pueden
realizarse por un defecto físico o psíquico. Así es improbable que un ciego de nacimiento sea médico
o bioquímico, pero puede componer música o pintar porque la mente de un hombre convencido de
su vocación luchará contra todo impedimento. No es infrecuente que un sordo componga música o
un impedido físico participe en competencia deportiva. Es imposible conocer o explicar
racionalmente cómo operan los mecanismos de conmoción interior intensa que conducen a
conductas o hechos que pueden calificarse de milagrosos (sucesos propios de un acto de poder
divino o sobrenatural, no humano). Sólo el hombre con su mente tiene la virtud de superarse a sí
mismo y al orden natural que lo rodea. Este inmenso potencial lo acerca al milagro que lo hace
partícipe de una naturaleza identificada con lo divino, porque esta carnoespiritualidad está llena de
una energía indisolublemente ligada a la creación de Dios.
Pongo punto final a esta meditación personal plasmada en este trabajo, resaltando que el tema
esbozado como un telegrama, es mucho más amplio y profundo. Pero pese a las imperfecciones de lo
escrito, la intención inmediata es llamar la atención sobre los efectos devastadores del distrés como
desintegrador de la persona y disociador social. Esta intención se acompaña de una pretensión de dar
un mensaje de esperanza, cuando afirmo que hay formas de sortear todos los problemas y
reencontrar el camino recto. Aunque pueda haber carecido de la profundidad suficiente o no haber
alcanzado una técnica depurada de comunicación comprensible, esto no ha sido un obstáculo a mi
ambición de no evadir la oportunidad de advertir sobre una realidad que golpea a todos y destruye a
muchos, que algunos lo saben y sufren con lo que les pasa, mientras que otros se desintegran y se
mueren sin haber comprendido que no vivieron como debían.
CAPÍTULO I
Concepto de estrés
Hoy estamos en perfectas condiciones de decir que estrés es una reacción biológica natural frente a
una conmoción profunda. Esa conmoción puede ser despertada por un conflicto o una emoción y
cualquier otro estímulo externo e interno. Ya no hablamos de estímulos solamente, porque esa
palabra puede ser cualquier cosa, tanto física como espiritualmente, en cambio sabemos que emoción
es una sensación interna que es despertada, sí, por estímulos, pero tiene diferentes grados de
intensidad (suave o intensa, débil o fuerte) y matices de significación (amor u odio, placer o
sufrimiento, satisfacción o frustración, solución o conflicto). Una emoción estresante puede
placentera o conflictiva. Por eso debemos agregar al concepto de estímulo, la palabra eventos.
En el estrés, cuando hay emoción placentera, decimos que hay eustrés (estrés correcto o
bueno) donde se plantea el clásico dilema de lucha o huida. Es el estrés fisiológico o normal, natural
que ayuda a responder y superar las demandas del medio. También es el estrés de la emoción positiva
o constructiva. En una emoción conflictiva o en un entrampamiento físico o psíquico, encontramos el
distrés (estrés incorrecto o malo). Es el estrés de la enfermedad, el estrés patológico Como en la vida
hay placer y conflictos alternadamente, podemos decir que estrés es una reacción natural y biológica
de la vida. Con lo de natural, nos referimos a que es parte de la esencia de los seres vivos. Decimos
biológica porque afecta a todos los seres vivos.
Acá debemos aclarar que el estrés biológico y natural, que sugerimos llamar ortoestrés o
estrés correcto, es el que la naturaleza nos proporciona para luchar o huir. Por lógica, el estrés del ser
humano tiene connotaciones propias debido a que sus emociones y estímulos son distintos a los otros
seres vivos y es el único ser que queda entrampado en el conflicto sin atinar a luchar o huir (ser
distresado). Debido a que el estrés es una reacción de vía común final para cualquiera de sus
manifestaciones, esto nos obliga a definir eustrés, distrés y ortoestrés.
Originalmente, stress era la fuerza interna que se genera en un cuerpo para resistir una fuerza
que tiende a deformarlo (tensión). Este concepto físico responde un poco al concepto de que todo
estímulo activo genera una fuerza reactiva (esto es similar al principio de acción y reacción). La idea
de estrés, en un esquema interactivo de estímulo-respuesta, puede llevar a que se considere al estrés,
tanto como un estímulo que genera respuesta, o bien, como una respuesta a un estímulo. Cannon, en
1929, habla de stress como una especie de reacción fight-flight (luchar o volar = escapar, huida) que
puede plantearse ante un hecho amenazante o peligroso y esboza que su mecanismo depende del
sistema catecolamínico del eje simpático-adrenal (homeostasis por descarga adrenérgica).
Otra idea sobre el origen etimológico es que el estrés significa constricción y es factible que
tenga una raíz o al menos una similitud con strictiare, término latino que se refiere a estrechar o
constreñir. Este concepto puede ser aplicable a una de las manifestaciones del estrés, en cuanto éste
provoca sensación de constricción o de limitación del entorno y de las relaciones interpersonales,
pero no al estrés en sí. Algunos autores eligen como raíz etimológica a stringere e intentan traducirlo
por “provocar tensión”. Stringere, sinónimo de strictiare significa “apretar, comprimir, estreñir”. Sin
embargo, personalmente creo que todo lo que expresa una especie de estrechamiento o constricción o
sensación de “estar apretado o comprimido” está más cerca de angustia, aunque ésta puede ser causa
de estrés.
Es muy difícil rastrear la etimología de stress, ya que el propio Cannon y Selye, creadores del
término, no lo relacionaron con ninguna raíz latina, sino con el concepto físico que se tenía en ese
momento, de la palabra stress en inglés, o sea, como sinónimo de tensión. Pero el autor del
incremento del uso de la palabra estrés (del inglés stress = tensión, presión, esfuerzo exagerado), fue
Hans Selye, quien la acuñó definitivamente en 1936.
¿Qué es tensión?
Si bien estrés es etimológicamente tensión debemos aclarar que no siempre tensión es igual a
estrés. La palabra tensión es polisémica (tiene varios significados denotativos y connotativos) y es un
término que básicamente en la física fue empleado para designar fuerzas que actúan sobre un cuerpo
para estirarlo, pero a su vez también para evitar que sus partes se separen. Es decir, hay una fuerza
que intentar extender un cuerpo, mientras que otra se opone a que dicho cuerpo sea desmembrado.
Son fuerzas o tensiones de signos contrarios. Esto explica que un cuerpo se dilate con el calor, como
es el metal, pero luego vuelva a su forma normal. Luego, tensión es igual a fuerza que extiende
(alarga, dilata o estira, aumenta la tensión) o distiende (afloja, relaja, disminuye la tensión), según los
parámetros físicos que obren.
Pero, dentro de todas las significaciones de la palabra, hay una acepción en castellano que la
define “estado anímico de excitación, impaciencia, esfuerzo o exaltación producido por
determinadas circunstancias o actividades”. Esta denotación es la que más la acerca al sentido de
tensión usado en el estrés. Asimismo, hay diferentes tensiones que actúan en distintos órganos del
cuerpo y se habla de tensión vascular (tensión arterial, venosa), tensión muscular (el músculo que se
contrae y se tensa), etc. También hay fuerzas hostiles interpersonales que distancia a las personas y las
sume en un estado de excitación negativa u hostil y es lo que la Real Academia Española define como
“estado de oposición u hostilidad latente entre personas o grupos humanos como naciones, clases,
razas, etc.”.
Los diccionarios médicos entienden por tensión “la acción y efecto de tender o estirar y el
grado de estiramiento”. Estas definiciones nos llevan a concebir a la tensión en el ser humano como
una fuerza interior o presión interior que se despierta ante un estímulo, que por un lado tiende a una
expansión, pero por otro lado ejerce una contención a dicha expansión. Esta aparente contradicción
es, precisamente, el carácter de la tensión estresante: es una sensación de presión u opresión interna
que busca una salida o explosión, pero que es contenida por mecanismos diversos, de forma tal que
obra como un “querer sin poder”.
Obviamente, esta tensión es vivida como sufrimiento y frustración. En este sentido, puede
operar sobre lo psíquico (tensión psíquica) y llevar a la angustia y la ansiedad por distrés mental o
psíquico, o bien, obrar sobre el cuerpo (tensión física) y se manifiesta como distrés físico mediante
tensión muscular (contractura), hipertensión vascular (arterial o venosa), tensión orgánica
(enfermedad psicosomática).
Pero hay otros esfuerzos mentales como “poner atención” en algo (concentrarse
mentalmente) o memorizar. Es lo que se hace cuando se intenta estudiar, aprender o conocer con
profundidad alguna cosa o cuestión. Esta tensión de esfuerzo mental (atención) no es estrés
propiamente dicho, pero actúa en el nivel fisiológico como si fuera estrés.
Idénticamente, toda fuerza externa que provoca disrupción (ruptura violenta de un tejido u
órgano) es una tensión traumática y también es distrés físico. Por lo tanto, hay que distinguir que no
todas las tensiones que actúan en el cuerpo humano, tanto mentales como físicas, son fuerzas
estresoras. Pero sí, todas ellas utilizan los mismos mecanismos fisiológicos como una especie de vía
común final efectora. El estrés u ortoestrés tiende a la homeostasis (adaptación a lo normal). El distrés
a la alostasis (adaptación a lo anormal).
Selye definió al estrés biológico, como “una respuesta no específica del organismo a
cualquier exigencia que se le haga”. Esta concepción es clara, en la que el estrés, por naturaleza, será
siempre una “respuesta a” un estímulo, y éste, a su vez, será permanentemente el agente estresante o
estresor. Así, estrés es, en toda situación, una “consecuencia” de la interacción de los estímulos
endógenos o ambientales y la respuesta propia de cada individuo.
Estímulo o evento
conmoción psicoorgánica
tensión
estrés
reacción
adaptación
respuesta
Luego, aunque el estímulo estresor pueda tener elementos para que algunos puedan evaluarlo
como no amenazante, pasará a ser conflictivo cuando la valoración cognitiva previa lo catalogue
como tal. No es la naturaleza del estímulo lo que constituye un estresor, sino su evaluación cognitiva
simbólica, que le da categoría de amenaza. Esto funcionaría como el punto de vista desde el que se
aprecia dicho estímulo.
Teniendo como base lo antepuesto, la llamada reacción de alarma de Selye, que se consideró
como una cadena de reacciones psicofísicas frente a un agente o estímulo estresante, determina que la
respuesta al estresor no es específica sino general, por lo que se propone el nombre de síndrome
general de adaptación. En esta reacción hay una fase aguda o alarma propiamente dicha, y una fase
de adaptación (se huye o se lucha con el conflicto).
adaptación normal
mecanismos compensatorios
(homeostasis)
afrontamiento escape
lucha huída
Es decir, el estrés reconoce varias causas y ocasiona diversos síntomas en estas nuevas
connotaciones, en las que deja de ser una buena reacción para transformarse en una mala reacción,
que ya no le permite llamarse estrés sino distrés. El distrés se aleja del estrés porque mientras estrés se
concibió como síndrome de adaptación a un conflicto, el distrés es, realmente, un verdadero
síndrome de desadaptación.
adaptación anormal
por estímulo repetitivo
(adaptación por el cambio)
respuesta
(alostasis)
enfermedad
psiquiátrica orgánica
Cuando las reacciones naturales de alarma no producen lucha o huída, el hombre queda
inmerso en la tensión. Es como si el estímulo ejerciera un “estiramiento” sobre los músculos y la
mente y, físicamente, aparece una contractura muscular, mientras que mentalmente es un “estado de
alerta”, todo esto manifestado por lo que lo siente, como un “estar bajo presión”. La mayoría de las
acciones y decisiones que hay que tomar, en referencia a los factores de estrés, en la vida diaria, no
tienen trascendencia para la supervivencia física (no ponen en peligro la vida). En consecuencia, no
sería necesario responder a la mayoría de esos factores, como si estuviera en peligro la vida o el
bienestar de la persona. Pero cuando uno de ellos es dimensionado por las circunstancias, de forma
tal que se vivencie como que constituye una amenaza real o supuesta para la supervivencia, acciona
los mecanismos que controlan la actividad física y la homeostasis, para alertar a una persona a
enfrentarse con ese conflicto y tomar la decisión de pelear (enfrentarlo) o huir (alejarse del problema
o no enfrentarlo). Este estado de alerta se ha hecho casi un hábito para el organismo del hombre
actual (hipervigilancia), dado que muy pocas personas reflexionan acerca de la realidad o verdad que
cada situación encierra y sólo atinan a reaccionar con hábitos, los cuales al no ser los adecuados,
llevan a la inadaptación o la desadaptación. Es inadaptación cuando no logra adaptarse a algo y
desadaptación cuando habiendo adquirido una adaptación, la pierde. Todo ocurre como si el total de
las personas que conviven en una sociedad están plenamente convencidas de que la lucha por la
existencia y todos los males aparentes que ésta trae, son inevitables. Desde el día en que se produce el
nacimiento (y aun durante el embarazo, en el estado de gestación), hasta que la llegada de la muerte,
el transcurso de la vida es apreciado como una serie de conflictos de todo tipo. Según esta
concepción, o forma de vivir, la vida es un campo de batalla en el cual la derrota es más factible que
la victoria (visión pesimista) que sumerge al hombre en la inacción, le quita su condición de ser
reflexivo o inteligente y le hunde en la desesperanza, lo que lleva a más de dos tercios de la
humanidad actual, a vivir en condiciones infrahumanas (miseria, ignorancia, guerra, enfermedad,
etc.). Y, a pesar de tener instrumentos suficientes y hábiles para superar cualquier contingencia, el
hombre queda a merced de las circunstancias y de las catástrofes en una especie de actitud suicida.
Pierde su condición de pensador inteligente para transformarse en un ser irracional que vive y actúa
contra toda norma de sentido común, y no se deprime porque está mal, sino porque pierde las
esperanzas de estar mejor. Así, una relación que debiera ser tan simple como es la familia (esposo,
esposa, hijos, parientes) en la que se supone que deben predominar sentimientos de afecto y amor,
comprensión, buen trato, tolerancia, pasa a ser utópica o algo inalcanzable y los grupos familiares
como la relación esposo-esposa, padres-hijos, matrimonio-parientes, constituyen grupos con personas
con ideas contrapuestas, surgiendo el conflicto por sentimientos encontrados de celos, competencia,
falta de unión, intolerancia y otras emociones negativas. Hay pugna o conflicto constante con las tres
opciones que surgen entre lo qué se es, lo qué se debiera ser y lo qué se quisiera ser. El hombre de
hoy pierde el sentido de su vida y yerra al no encontrar el equilibrio entre esas tres opciones. A veces
porque no se sabe qué se debiera ser o hacer, qué es lo correcto, qué es lo bueno; en otras
oportunidades puede saberse qué hacer pero se reniega de ellos y, en algunas circunstancias (las
menos), realmente no puede superar el medio para adaptarse a un equilibrio entre las tres
proposiciones sobre su ser. Todo esto afecta a lo ideal, a la tradición y al futuro, puesto que lleva a la
inseguridad, a la inestabilidad y se cambian todas las reglas o normas conocidas o no se aceptan
ninguna de ellas, quedando el conflicto como principal medio de vida necesario e inevitable, como
única norma de vida, restando otras posibilidades. Al ser el conflicto lo inevitable como norma, lo
verdadero puede ser considerado falso y viceversa, los valores tales como la vida, el amor, las
virtudes pierden todo sentido o son despojados del mismo, entrando en un círculo vicioso de odio,
lucha, falta de afecto, irracionalidad y agresividad. “Todo el mundo está en pugna con alguien”.
Así, una persona que se siente inferior a otra, entrará en una lucha no necesaria, para llegar a una
cima imaginaria. Contrariamente, quien albergue sentimientos de superioridad hacia otro, le
despreciará y humillará. Por momentos, todo opera como que no hay sentimientos profundos de
amor, consideración hacia sí mismo y hacia el otro. Como resultado final, el temor, la soledad y la
desesperanza expresan el exterior de toda sociedad actual y aparecen como el eje de la rutina, la que
se vive como algo abrumador que frustra la vida de tantos seres humanos, convirtiéndoles en
insensibles, violentos y amargados, situación que les guía al asesinato (guerra, asalto, violación,
reacción por emoción violenta) y al suicidio. No quieren su propia vida ni respetan la ajena. O bien,
desarrollan un miedo a vivir signado por la angustia y ansiedad crónica, con picos de agudeza de las
mismas, y la depresión. Y, en esta dura realidad, radica el distrés actual. Hay interrelación entre los
estados emocionales y los cambios de funciones corporales (Cannon).
Acá surge la otra acepción de estrés (distrés): estado alterado del organismo cuando las
demandas que recibe exceden su capacidad para responder. Por esto la RAE definió, en su 20ª
edición, al estrés como la “situación de un individuo vivo, o de algunos de sus órganos o aparatos,
que por exigir de ellos un rendimiento muy superior al normal, los pone en riesgo próximo a
enfermarse”. Pero en su edición 22ª cambia la definición a: “tensión provocada por situaciones
agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos patológicos a veces graves”. Este
cambio de significado es desafortunado porque confunde estrés con distrés (palabra que la RAE no
define). Al menos, la primera definición era más cercana al estado de estrés, que a la propia palabra
estrés. La OMS dice que el estrés es un “conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al
organismo para la acción”. No es una definición actualizada o completa. También la emoción
provoca reacciones fisiológicas para que el cuerpo entre en acción. Hoy pesan en el concepto de
estrés, los factores psicosociales, de forma tal que es dable aceptar el distrés o estrés psicosocial. El
estrés, básicamente como reacción ante un estímulo determinado, es potenciado o condicionado en la
sociedad actual, por las circunstancias sociales, económicas y políticas, que cada vez más se acentúan
como productores de desajustes, ante las expectativas personales o sociales que se tienen y las que la
vida en sociedad ofrece. También, estrés es “la respuesta del organismo a toda demanda real o
imaginaria que produce tensión”, con o sin adaptación. Lazarus (1966) piensa que estrés/distrés es
“el resultado de la relación entre el individuo y el entorno, evaluado por aquél como amenazante,
que desborda sus recursos y pone en peligro su bienestar”. Probablemente, Lazarus piensa más en
distrés que en estrés, pero, como dice López Mato, “por una cuestión de hábito” mencionamos la
palabra estrés cuando en realidad hablamos de distrés. En virtud de los conceptos repasados, hablar
de estrés es referirse a situaciones muy distintas entre sí. No debe confundirse la vía común final del
mecanismo fisiopatológico del estrés con los distintos estresantes. Lo que diferencia un estrés del otro
es el estresante y su mecanismo de acción y el efecto final del mismo (si es agudo o crónico, físico o
psíquico, etc.). Estos conceptos involucran que no hay un solo tipo de estrés, sino hay estreses
(diferentes clases de estrés). Se puede deducir, entonces, que entre las causas de estrés/distrés se debe
hablar de:
La desadaptación
Hoy, la vida social ha complicado la existencia del hombre a tal punto que frente al conflicto,
la posibilidad ya no es sólo huir o lucha, y el hombre de hoy, paradojalmente, está incapacitado
para luchar o huir, pues está como anonadado por la problemática social actual, de forma tal que
como no puede o no sabe luchar o huir, queda entrampado en el conflicto y se le genera angustia,
ansiedad, pánico, depresión y, finalmente, la enfermedad o la muerte. Vemos de este modo, que el
concepto de stress que Selye propuso originalmente para el Síndrome General de Adaptación, como
defensa ante un factor exógeno agresor, en la actualidad es un síndrome que se desprende de su fin
natural y funciona en forma independiente y estereotipada; no sólo ante un factor exógeno y real,
sino ante cualquier factor que pueda ser endógeno o exógeno, real o imaginario. Más aun: tampoco
responde ya a una función adaptativa simple, normal y protectora de la salud, sino que, paradójica e
irónicamente, se ha convertido, como ya lo catalogamos al llamarlo “síndrome de desadaptación”,
en una “respuesta de mala adaptación” que atenta contra la salud. Esta inadaptación produce
alteraciones tanto psiquiátricas como orgánicas:
alteraciones psiquiátricas
-impulso homicida
-trastornos de ansiedad
-ira – hostilidad-violencia
-depresión
alteraciones orgánicas
-enfermedades cardiovasculares
-enfermedades respiratorias
-enfermedades gastrointestinales
-trastornos inmunitarios
-endocrinopatías
En estos términos, estrés no es sólo una ecuación simple que involucra o representa a la
ecuación fuerzas externas-tensión-cambios internos, sino que es algo más amplio y multisistémico,
que afecta al hombre como agente de enfermedades psíquicas o psicosomáticas, actuando como
alterador de la persona humana y de las funciones normales del cuerpo. Actualmente la teoría
cognitiva habla de cuatro modos de respuestas primarias:
Estas reacciones o tipos de respuestas fueron estudiadas por otros autores que las consideran
reacciones de inhibición y las enfocaron desde otros criterios de actividad y pasividad:
1. agresividad depredadora:
2. agresividad competitiva
3. agresividad defensiva
↓ ↓
Agresividad de angustia Irritabilidad
↓ ↓
De esta forma, si la persona es normal, decidirá por luchar o huir, según lo que sea más
conveniente, pero si sus sistemas biológicos no responden normalmente, puede colapsar su sistema
vagal y tener un desmayo o lipotimia (faint) o una muerte paradojal. Otras veces no puede luchar ni
huir, ni se desmaya, pero queda como paralizado o catatónico, es decir siderado o congelado
(freezer). La cronificación del estrés o estado de estrés lleva a la enfermedad psicosomática o de
conversión (lo psíquico afecta lo físico, o sea, al cuerpo y la mente). Este es el tema del parágrafo
siguiente.
La presencia del estrés, como factor condicionante o desencadenante de las patologías más
diversas, es un hecho probado por investigación en la medicina actual. La enfermedad por estrés se
instala en el período de adaptación del Síndrome General de Adaptación, es decir, en la faz crónica
(aunque hay cuadros por estrés agudo, como lo analizaremos oportunamente), cuando el afectado no
ha podido resolver la situación de conflicto que le generó la reacción de alarma. En la faz crónica se
manifiesta el distrés, causa real de enfermedades. Las enfermedades más representativas, generadas
por estrés, son:
⇒ Hipertonía vagal: suele ocurrir como reacción frente a una descarga adrenal intensa, o bien
por excitación vagal directa y da: bradicardia, hipotensión, disnea cardiaca y bronquial, lipotimias,
malestar general, espasmos esofágicos y gástricos, diarreas o constipación, coledisquinesia, ptialismo,
discrinia bronquial, dermografismo, piel fría o acrohipotermia (cara, manos, pies), sudoración
(transpiración profusa), náuseas o vómitos, ansiedad, meteorismo, mareos o vértigos, micción
frecuente, hipersomnia en la actividad e insomnio en la inmovilidad, confusión mental, miosis
pupilar.
⇒ Hipertonía adrenal: ocurre por excitación simpática o adrenal y provoca taquicardia,
eretismo cardíaco, disnea, ligera hipertensión arterial transitoria (HTA lábil), edema de laringe (que
en grado menor da laringitis y en grado mayor, edema de Quincke), piel seca y caliente, insomnio,
irritabilidad, tensión premenstrual, dificultad para la relajación, retención urinaria, constipación,
opresión precordial, sequedad de la boca, excitación, aumento del metabolismo basal, mialgias,
dermografismo, midriasis.
Cuando un individuo se enfrenta con estrés físico o mental, el cuerpo (como luego veremos
en detalle) responde con un mecanismo de protección conocido como reacción de fase aguda (RFA),
que involucra el sistema nervioso central (SNC), y el eje hipotálamo-hipófisis, que activa al sistema
neuroendocrino (suprarrenales, tiroides, gónadas, hígado, intestino y sistema linfático). De esta
manera, la RFA produce fiebre, escalofríos, somnolencia y anorexia. El incremento de la secreción de
norepinefrina durante el estrés activa microorganismos intestinales potencialmente patógenos. Esto se
debe, en parte, a que la RFA libera sustancias proinflamatorias y antinflamatorias y el inhibidor del
activador del plasminógeno tipo 1 (PAI-1). En el estrés crónico o respuesta de fase crónica (RFC) hay
mecanismos similares que producen fatiga crónica, depresión, disminución del apetito e incremento
de las proteínas de fase aguda, PAI-1 y citoquinas proinflamatorias. La RFA y la RFC comparten el
incremento del metabolismo y de la glucogénesis hepática, disminución de la captación muscular de
la glucosa, hiperlipemia, lipólisis (en particular de la grasa visceral), aumento de ácidos grasos no
esterificados (AGNE), hiperglucemia, aumento del metabolismo proteico e insulinorresistencia. El
fibrinógeno y PAI-1 se elevan en forma significativa, con deterioro de la fibrinólisis y elevación de
prooxidantes como la homocisteína y bajan los niveles de antioxidantes como el ácido fólico y
glutatión. La RFC lleva al síndrome metabólico (SM) y enfermedades crónicas como el Alzheimer,
cáncer o diabetes. Los trastornos crónicos del RFC están íntimamente relacionados con el estilo de
vida, sedentarismo, exceso de consumo de grasa saturada y azúcar y bajo consumo de frutas y
vegetales ricos en antioxidantes. En el RFC el sistema inmune innato se deteriora. Hay cambios
estructurales de membranas celulares debido al depósito de ácidos grasos saturados y colesterol
provenientes de la dieta y se produce una alteración de la función de esa membrana celular, por
disminución de su fluidez y daño oxidativo, circunstancia que daña la función celular y que afecta a
las células inmunes las que pueden llegar a la apoptosis o muerte celular. Dentro de los fenómenos
hay incremento de la inflamación y de la coagulación (lo que favorece agravamiento de cuadros
inflamatorios y tromboembólicos). Los adipocitos son células muy activas endocrina y
metabólicamente y en el estrés liberan citoquinas IL-6 y factor de necrosis tumoral alfa. Por esto, la
grasa abdominal se moviliza más fácilmente que las de otras fuentes orgánicas. Los adipocitos
abdominales producen tres veces más citoquinas proinflamatorias que la grasa extravisceral, y
cantidades elevadas de PAI-1. El SM se asocia a enfermedades de Alzheimer y Parkinson,
aterosclerosis y enfermedad coronaria, cánceres de mama, próstata, colon y endometrio, diabetes tipo
2, litiasis biliar, esteatohepatitis no alcohólica (NASH), síndrome de ovario poliquístico y
enfermedades autoinmunes.
En términos generales, se puede afirmar que hay dos condiciones en que la mente afecta al
sistema cardiovascular:
El sistema inmunitario se considera desde hace largo tiempo como autónomo y responsable
de su propia homeostasis. En la actualidad se sabe que el sistema inmunitario y el sistema nervioso
central (S.N.C.) están en interacción o neuroinmunomodulación, la que es puesta en evidencia por
fisiología experimental. Renoux y cols. mostraron que la ablación de la corteza izquierda en el ratón,
implica una reducción de la linfoproliferación, así como de la respuesta a la estimulación de cultivos
linfocitarios y de la actividad celular NK (natural killer). La ablación de la corteza derecha induce
efectos opuestos. Este control cortical puede ejercerse por intermedio de neurotransmisores y de
hormonas: los linfocitos son portadores de receptores para adrenalina, acetilcolina, histamina,
endorfinas, ACTH y numerosos y diversos neuropéptidos involucrados en la ansiedad y en el estrés.
Las situaciones de estrés están asociadas con el desencadenamiento de algunos trastornos
(especialmente afecciones autoinmunitarias e infecciosas) y psiquiátricas (ansiedad). Los mecanismos
biológicos de neuroinmunomodulación serían en el ámbito de:
∗ Fibras simpáticas: inervan las zonas de maduración linfocitarias, donde son liberadas
catecolaminas y diversos péptidos. A ese nivel el sistema simpático ejerce un control inhibidor
∗ Fibras parasimpáticas: tienen influencia sobre los órganos linfoides
∗ Control cortical
∗ Control subcortical: las lesiones de estructuras como el septum, el hipocampo o la amígdala,
implican un aumento de la reactividad linfocitaria. La regulación se realizaría a través de cuatro
grandes centros: 1) amígdala: conjunto de núcleos que ubican en el lóbulo temporal, delante del
hipocampo. Por un sistema de aferencia (stria terminalis, hipotálamo, sustancia nigra, rafe,
parabraquial, locus ceruleus (LC), médula ventrolateral, formación reticular, tracto solitario) le llegan
estímulos de situaciones adversas, a las cuales interpreta. Conocida y procesada la información
estimuladora, esos núcleos aferentes la proyectan al cortex sensorial prefrontal, olfatorio, núcleos
motores del vago, LC, núcleos dopaminérgicos. La amígdala tiene funciones neuromoduladoras y
neurotransmisoras. 2) Hipocampo: es el sector del SNC más prolífero en receptores a esteroides y el
centro que interviene mayoritariamente en el estrés. Es la estructura de la memoria temporaria y
reconocimiento. Si llega a atrofiarse, produce incapacidad para distinguir una información irrelevante
de lo que es relevante y pierde la capacidad de atención selectiva. En el estrés/distrés hay disbalance
corticoideo por lo que es necesario reconocer las concentraciones fisiológicas o normales, las
disminuidas o las aumentadas de las hormonas esteroides liberadas por el proceso distresante.
Generalmente hay disminución de factores neurotróficos hipocampales (BDNF) y empieza una atrofia
dendrital que lleva a la necrosis neuronal. Los cambios histológicos hipocampales tienen correlato
clínico con fallas cognitivas, especialmente en la memoria, atención y aprendizaje. En el área CA3
hipocampal, cuando hay estrés agudo o aumento de la concentración glucocorticoide, hay
sufrimiento neuronal. En el estrés crónico o repetitivo se produce atrofia de neuronas del área y
cuando el estrés es muy severo o crónico hay muerte neuronal. 3) LC y sistemas adrenérgicos: las
neuronas productoras de CRF se proyectan desde la amígdala al LC y sus dendritas anclan en
neuronas noradrenérgicas. El CRF libera en el LC la NA y cuando el estímulo distresante se repite
crónicamente, el LC desarrolla una capacidad progresiva y en más, para liberar NA, lo que hace
produciendo un número mayor de tirosina hidroxilasa. El sistema es controlado por glucocorticoides,
los que inhiben la liberación de NA y reducen la respuesta postsináptica a la misma. El control lo
hace suprimiendo la respuesta del AMPc. Sin embargo, ese control deja de funcionar con estrés
repetitivo y la depresión. 4) sistemas serotoninérgicos; los estudiaremos en detalle en la
biofisiopatología del estrés. Sólo mencionaremos dos receptores serotoninérgicos: 5HT1A (good guy)
y 5HT2 (bad guy). Cuando los niveles basales activan los receptores McR, producen regulación en
baja de los 5HT1A (relación McR/5HT1A). Si actúan niveles elevados se activan los receptores GcR y
disminuye el ARN en el 5HT1A y aumenta la actividad de los 5HT2 (relación GcR/5HT2 )
∗ Lesiones del hipotálamo: tienen un efecto inhibidor sobre la respuesta inmunitaria. La
destrucción de la parte mediana (tuberoinfundibular) del hipotálamo acelera el crecimiento de
tumores experimentales y suprime la acción de las células NK, sin afectar a los macrófagos y
linfocitos T y B. Es muy importante conocer la neuroanatomía de la ansiedad y, en general, de los
trastornos emocionales. En este mecanismo neuroanatómico, el llamado sistema límbico ampliado
abarca al sistema límbico propiamente dicho y a sus regiones conexas con el SNC. El sistema límbico
propiamente dicho comprende un sistema olfatorio (bulbo olfatorio, estrías olfatorias y las áreas
olfatorias corticales prepiriforme, periamigdalina y entorrinal); la formación hipocámpica
(hipocampo [asta de Ammon], fórnix o trígono y circunvolución dentada); amígdala (grupo nuclear
corticomedial y grupo nuclear basal-lateral); región septal (septum lucidum, área septal, núcleos
septales); lóbulo límbico de Broca (circunvolución del cuerpo calloso o cíngulo y circunvolución
para hipocámpica) Las regiones conexas con el SNC son: áreas límbicas mesencefálicas; hipotálamo;
habénula y epífisis; áreas límbicas de neocorteza cerebral y núcleos límbicos talámicos. Este sistema
límbico es el que rige el comportamiento y la vida instintiva del hombre. Daniel Goleman, Richard
Davidson, Paul Ekman y otros autores realizan estudios sobre las emociones y los estados afectivos y
del ánimo en los dos hemisferios cerebrales. Han concluido que la gente cuando tiene emociones
negativas (ira, enojo, distrés, depresión) los impulsos se dirigen en forma convergente y activan el
hemisferio derecho en las zonas de la amígdala y la corteza prefrontal derecha (región cerebral
importante para la hiperdefensa típica de las personas con estrés). La amígdala es la emisora de
funciones perturbadoras. En forma opuesta, las personas con tendencia al ánimo positivo, entusiasmo
y energía tienen estimulada la corteza prefrontal izquierda. Davidson considera a la corteza prefrontal
izquierda como “el centro emocional de la felicidad”. Como ya se explicó cuando funciona el
hemisferio derecho, el izquierdo está quieto y viceversa. Esto permite modificar la tendencia natural
de la predominancia de un hemisferio sobre el otro. Hay asenso entre los investigadores para
considerar a la zona izquierda del cerebro como la de la creatividad. El área prefrontal,
especialmente, está vinculada con los estados de ánimo y la liberación de hormonas y
neurotransmisores. Es probable que contenga “centros de placer” y es posible que estímulos positivos
de la luz, olores, el ejercicio, determinados ambientes agradables y la meditación, estimulen ese
centro.
• Sistema endocrino
A su vez, el sistema inmunitario actúa sobre el S.N.C. El estrés crónico produce altas tasas de
cortisol y éste actúa como inmunodepresor. Se espera con altos niveles de cortisol que todas las
funciones del sistema inmunológico se supriman. Pero ocurre que sólo algunos componentes
celulares como los linfocitos NK son los más afectados, pero otros componentes celulares
inmunológicos no se deprimen, a pesar de tener receptores para cortisol. Paradójicamente, se vuelven
insensibles a los sistemas inhibitorios que pone en marcha el cortisol y por este motivo siguen
funcionando. Los linfocitos que poseen receptores de neuropéptidos, son capaces de secretar
compuestos como ACTH, TSH, prolactina, somatostatina, VIP, GIF 8 y diversas endorfinas. Estos
neuropéptidos de origen linfocitario, secretados en pequeñas cantidades, no tienen acción sistémica,
sino que desempeñan un papel local de mensajeros intercelulares. Pero en dosis mayores y sostenidas
alteran las funciones normales y, entre ellas, al sistema inmunitario. Las citoquinas (citocinas o
citosinas), utilizadas como inmunoestimulantes, conducen a cuadros psicopatológicos complejos, en
los cuales, tanto la ansiedad como el estrés están asociados con otros numerosos síntomas. Participan
en la regulación, en el nivel central, de grandes funciones del organismo:
Otras acciones son ejercidas por el interferón y el factor de necrosis tumoral (TNF).
Estrés en la neuroinmunomodulación
Por estos mecanismos se comprobó que el estrés sostenido podría provocar modificaciones en
el nivel de la expresión genética, con repercusión en toda la extensión de la cadena. Los cambios en
el ámbito molecular provocan el estrés oxidativo, sobre todo en la mitocondria, y se produce
liberación de radicales libres y súper-óxidos que, además de dañar la membrana celular, colaboran en
las células somáticas, con las mutaciones genéticas adquiridas no hereditarias, dando origen a
muchas enfermedades poligénicas (artrosis adquiridas, diabetes, HTA, etc.). Colaboran con el estrés
otros factores ambientales (Solari). En el estrés se observó:
• Dos juegos de genes que intervienen en la codificación anormal de una reacción del sistema
inmunológico
• Una susceptibilidad primaria del tejido u órgano diana al producirse el ataque celular por los
mecanismos efectores, sean éstos humorales o celulares, se produce una respuesta autoinmune
(Chrousos, Sternberg y cols.)
en este caso, uno de los efectores principales es una subclase del linfocito T que puede actuar como
gatillo de la enfermedad autoinmune y expresar receptores antigénicos autoespecíficos, es decir, para
las propias células del organismo, alterando la tolerancia inmunológica normal. Estos linfocitos sólo
producen el daño autoinmune en las siguientes condiciones:
Otro concepto moderno es el aplicado a los factores o agentes productores de estrés. Para la
RAE son estresantes todo “lo que produce estrés”. Algunos autores prefieren utilizar el término
estresor (proveniente de la castellanización del término inglés stressor). Así Boskis define:
“podríamos decir que estresores son todas aquellas demandas reales o imaginarias que causan
adaptación o cambio”. Nosotros usaremos, indistintamente, ambos términos (estresante y estresor),
aunque hoy conviene agregar el concepto de distresores (agentes productores de distrés). El Dr.
Orlandini ha realizado una clasificación de los estresores porque entiende que “la clasificación de los
estresores permite una comprensión de la definición de agente de estrés y facilita el estudio clínico del
paciente al registrar todos los detalles de los factores nocivos”. Según Orlandini “se denominan
estresores a los estímulos que provocan la respuesta biológica y psicológica tanto del estrés normal
como de los desarreglos que llegan a convertirse en enfermedades”. De este modo, clasifica a los
factores del estrés según trece criterios:
Esta clasificación puede parecer extensa, pero es fruto del esfuerzo que todos los
investigadores y tratadistas del estrés tratan de realizar para lograr una clarificación del tipo, calidad y
cantidad de factores estresantes. Pero, a medida que se profundiza y conoce el tema, esta clasificación
termina por convertirse en utópica y se torna inasible, dado que la cantidad de variables que encierra
el tema de los estresores no permite una lista detallada o taxativa. A medida que se producen cambios
o modificaciones ambientales o sociales, aparecen nuevos factores estresantes, o los ya conocidos
cambian sus perfiles, sugiriendo varios subtipos. Luego, el intento de clasificar los estresores o
estresantes, será casi siempre una tarea abierta a cada punto de vista de un autor en cuestión. Nosotros
agregamos a las listas citadas, los estresores/distresores ocupacionales que luego estudiaremos. La
Clasificación Orlandini sugiere algunos aspectos importantes tales como: el origen o momento de
acción que aclara si los factores se inician en la infancia, en la adolescencia y generan sensibilidad o
vulnerabilidad, o enfermedad que se prologa y evidencia en la adultez o en el momento en que
considere la situación de estrés. Otro detalle importante es si un estresor se manifiesta por única vez o
actúa en forma reiterada. Nosotros hemos estudiado un mismo estrés que al actuar en forma reiterada
o crónica produce un impulso homicida, entre otras reacciones, como la enfermedad. También es
importante, a nuestro criterio, el concepto de que varios factores de estrés pueden actuar
simultáneamente y ejercer una especie de sinergia, potenciando los efectos tanto negativos como
positivos. Otra faz que esta clasificación resalta o, mejor dicho, resume, es lo relativo a la intensidad
del impacto, al destacar los microestresores. Goodman y Gilman estudiaron los microestresores
cotidianos originan irritabilidad, fatiga o agotamiento (estado de furibundia o iracundia). Los
estresores moderados y graves provocan ansiedad, ira o melancolía y, finalmente, los estresores muy
intensos originan el trastorno por estrés postraumático (TEP). Nosotros pensamos que también
intervienen en el proceso de depresión que junto con los trastornos de ansiedad son una verdadera
“epidemia social” o “enfermedad globalizada” (pandemia de la ansiedad), que supera en cifras a los
casos de SIDA y otras pandemias similares.
Es indudable que el hombre, para existir, necesita interactuar con el medio o ambiente en que
debe vivir y esto genera interacciones entre su SNC, el cuerpo y el mismo entorno. Dado que dicho
entorno no es algo fijo, estable e inmóvil sino que es completamente dinámico, esto le obliga a que
permanentemente debe estar adaptándose a esas modificaciones exteriores, sean éstas geográficas,
meteorológicas, sociales, económicas. Esto genera lo que hemos llamado “conductas adaptativas”, es
decir, los comportamientos que debemos generar para adaptarnos a esas modificaciones del entorno.
En la actualidad, los modernos aparatos y orientación de los estudios científicos, especialmente la
psicología y la neurociencia, han permitido crear modelos integradores. Estos modelos actuales
superan a todos los anteriores en las concepciones restringidas a un enfoque primario del SNC y las
conductas adaptativas. “Tanto el sistema nervioso como el cuerpo y el entorno son sistemas dinámicos
altamente estructurados, ricos y complicados, acoplados el uno al otro en un claro sentido
bidireccional”. Por estas razones, debemos considerar que todas las conductas adaptativas son
emergentes de esa interacción entre estos tres sistemas, de forma tal que se correlacionan diferentes
fenómenos. Una correlación que tiene lugar y llama la atención es el reciente descubrimiento de los
fenómenos de neuroplasticidad cerebral que permiten tener “un sustrato real al nivel estructural”
como formación de circuitos de procesamiento, “así como las correspondientes salidas conductuales
y mentales” en general. Por estas cualidades, la función del cerebro es sensar (función de sensor)
continuamente, por intermedio de aferentes autonómicos, los diferentes estados o variables del
entorno. Una vez que se detectan esas variables, genera “estados emocionales homeostáticos” cuyo
fin es adaptar la estructura y función del SNC para generar cambios corporales vegetativos y,
consecuentemente, “conductas acopladas que permiten la restitución o restablecimiento del
equilibrio homeostático”. El estudio de las sensaciones humanas, en especial las emociones y los
sentimientos, es una cuestión de tradición extensa desde que el hombre tomó conciencia de ellas.
Desde el comienzo de la historia, en especial en la Antigüedad, ya los griegos y otros pueblos
analizaban dichas sensaciones. Pero sólo en la contemporaneidad (fines del siglo XIX) aparecen
ciencias autónomas como la psicología y la psiquiatría y comienza una nueva conceptualización de
esas sensaciones. En la Antigüedad se filosofaba sobre las sensaciones, en la contemporaneidad se
hace ciencia de las mismas y tanto científicos como médicos de esa época crean lo que constituye un
real “cuerpo de doctrina”, aventurando las relaciones entre los estímulos y las percepciones a través
del SNC. Las disciplinas neurocientíficas actuales, a través de los aparatos tecnológicos que permiten
captar imágenes anatómicas y funcionales del cerebro (imaginología cerebral), confirman en forma
paulatina y sostenida muchas de aquellas concepciones científicas modernas. De ese modo, la
neurociencia actual sirve para confirmar bastante de lo que la intuición y la observación anterior
habían permitido anticipar. Damasio, uno de los investigadores primarios de las sensaciones había
formulado un esquema de las bases neurofisiológicas de la emoción, sobre el fundamento de que un
objeto o estímulo emocional impacta en la corteza sensorial primaria sobre las cortezas asociativas de
orden superior, para finalizar en la corteza prefrontal (“corteza asociativa y ejecutiva por
excelencia”) a la cual activa constituyendo una “zona de corteza de la emoción”. Todo ocurre como
que lo que provoca una emoción, induce inmediatamente una descarga automática involuntaria e
inconsciente, que opera a un nivel instintivo, lo que hace que sea muy difícil controlar una emoción
comúnmente. Esta acción incontrolada “se ejerce sobre lo que se denomina el cerebro límbico: la
amígdala, la corteza cingulada anterior y se descarga sobre el hipotálamo. La descarga de la corteza
cingulada anterior impacta sobre los núcleos autonómicos simpáticos y parasimpáticos, ya que la
amígdala se conecta a través de dichos núcleos para generar estados emocionales corporales. Es lo
que va a determinar la aparición de hipertensión, taquicardia, sudoración, palidez, rubor y todas las
otras respuestas neurovegetativas. También va a actuar sobre el sistema motor para inducir las facies
de miedo, de alegría, de amor, de odio, etc., o sea, las expresiones faciales de los sentimientos. Activa
el sistema endocrinopéptido, esencialmente el eje Hipotálamo-Pituitario-Adrenal (HPA) que genera
un estado emocional corporal”. James y Lange llamaron a esto estado emocional corporal. Para
Damasio, ese estado era “leído” o interpretado o receptado por la corteza somatosensorial, la cual
genera una actividad neural que es subyacente a los sentimientos. “Sin embargo, hoy sabemos que
este esquema hay que modificarlo, porque no es la corteza somatosensorial la que ‘lee’ las emociones
corporales, sino una zona aledaña perfectamente adosada a la corteza somatosensorial que es la
región parietotemporal, denominada ínsula dorsal, o corteza insular dorsal. Esa zona cortical genera
en el hombre la actividad neural subyacente a los sentimientos activando la ínsula anterior derecha.
O sea, la ínsula anterior del hemisferio no dominante. Éste es el concepto moderno que nos permite
saber que la ‘lectura’ del estado emocional corporal es realizada por la corteza interoceptiva
localizada en esa ínsula dorsal y, a su vez, una re-presentación o meta-representación en la ínsula
anterior, que es la que genera el feeling, esa sensación de felicidad o desagrado, de sufrimiento o de
que goce que acompaña a las emociones”.
El mismo proceso que se pone en marcha al percibir o generarse primariamente una emoción,
es reactivado cuando se recuerda o evoca una emoción sufrida. Esa reacción evocativa puede pasar, o
no, por el cuerpo y todo el mecanismo regenerado por la evocación se le denomina as if (“como si”),
es decir, como si se volviera a producir dicha emoción. Este proceso puede ser beneficioso o dañino,
según la emoción que se evoque. Naturalmente, una emoción negativa o destructiva será lesiva
mientras que una emoción positiva o constructiva será beneficiosa. En este proceso interviene,
indudablemente, un mecanismo de memoria, el que recuerda el estímulo o motivo que le produjo
goce o sufrimiento primariamente (primming o “impronta”) y que fue causa de fijación del
sentimiento o emoción.
Desde que Selye describió y nominó la reacción de estrés, muchas cosas se fueron
modificando a través del aporte de comprensión y descripción de los fenómenos anexos a la reacción
estresante. Especialmente el referido a las conductas adaptativas y la interpretación de los mecanismos
de las mismas. El concepto primario de reacción de alarma frente a una dificultad o problema o
peligro del entorno, que obligaba a luchar o huir del conflicto, y del síndrome de adaptación general
que dicha reacción generaba, se pasó a contemplar cómo podía cronificarse la acción de un estímulo
estresante y modificar el síndrome general de adaptación, cambiando muchos mecanismos
fisiológicos. Esto sucedía a medida que se complicaban las formas y ocasiones en que ocurrían dichos
estímulos. Por ejemplo, los cambios rápidos y en gran número que sufre la sociedad en el siglo XX y
XXI modifican radicalmente la manera en que el organismo reaccionaba al estrés, ya que no tenía
períodos refractarios o de “descanso” entre un estímulo y otro. Los estímulos nuevos, intensos y
permanentes (repetitivos), no permiten que el síndrome general de adaptación se sobreponga al
problema y lo solucione para que el organismo retorne a sus condiciones fisiológicas normales. El
hombre queda entrampado, encerrado y agotado con las nuevas situaciones sociales y no sabe
dominar sus reacciones, pues pierde el control total de las mismas. Pero su organismo, el cuerpo, sí
sabe buscar otras formas de adaptación y, obviamente, debe modificar muchas cosas. Así, el estrés,
reacción fisiológica normal y natural de la vida, se transforma en una entidad nociva: distrés. Ya no
es la simple reacción de alarma seguida por un síndrome general de adaptación, sino que comienza a
ser causa de enfermedad. Estas enfermedades llamadas psicosomáticas porque se “somatizaba” lo
psíquico (fenómeno de conversión) engrosaron las estadísticas de enfermedades que antes tenían
otras etiologías (cáncer, hipertensión arterial, gastropatías, cardiopatías, neumopatías, etc.). También
se afecta lo metabólico y aparecen nuevos cuadros como el síndrome X, se agravan y aumentan las
diabetes II, las dislipidemias, obesidad, etc. Hay nuevos trastornos psíquicos o aumenta la casuística
de los ya conocidos. Se conocen nuevas transformaciones genéticas no heredadas, generadas por el
distrés.
Homeostasis y alostasis
Aquel mecanismo de los viejos fisiólogos que dieron en llamar homeostasis o proceso por el
cual las funciones corporales normales o fisiológicas son mantenidas en equilibrio frente a las
variables impuestas por el entorno o el propio cuerpo, en el nuevo contexto del estrés debió ceder
lugar al concepto de alostasis, siendo esto un proceso por el cual las funciones corporales normales o
fisiológicas cambiaban en respuestas a las nuevas demandas o desafíos que provienen del entorno
bajo la forma de distrés (estrés modificado negativamente). Debemos recordar lo que antes
afirmamos en el sentido que desde la Antigüedad se ha observado que las respuestas fisiológicas a
una agresión física o psíquica, tienen una doble faz: pueden proteger al organismo o dañarlo. El caso
más típico conocido es la fiebre y la inflamación. Ambos procesos se inician como defensa orgánica
pero si se dan en demasía se transforman en un proceso patógeno, es decir, generan enfermedades.
Esto se aplica hoy, muy especialmente, al estrés. Esa típica reacción biológica de defensa ante un
conflicto que nos obliga a luchar o a huir, que normalmente el hombre prehistórico, como todos los
animales, sufría ante un peligro que comprometía su vida, ahora es una reacción cotidiana habitual.
La causa son todas las experiencias estresantes sociales propios del llamado estrés psicosocial (estrés
provocado por la vida social). Este estrés incluye los eventos de la vida diaria, tanto los sucesos
llamados menores como los habituales, vinculados al ambiente y que se manifiestan por distintos
abusos, episodios traumáticos que se producen en el seno familiar u hogar, en el ambiente laboral o
en otros ámbitos sociales. Estos eventos de la vida pueden producir un estrés agudo o un estrés
crónico (a los cuales conviene llamar distrés cuando son patógenos). El estrés y el distrés siempre
desequilibran al organismo. Hans Selye, para comprender el estrés, estudió el conjunto de fuerzas
que regulan las funciones que mantienen vivo y sano al organismo y que son las que mantienen los
mecanismos fisiológicos vitales en equilibrio. Este concepto de “equilibrio instable” fue establecido
por Claude Bernard, como homeostasis (vocablo usado por Cannon). La homeostasis, como
regulación sistémica, se ocupa de mantener estables el valor del pH, la osmolaridad, la temperatura
corporal y la presión parcial del oxígeno en todos los procesos críticos (efectores escasos). También
regula la presión arterial, la respiración, la función cerebral y otras funciones fisiológicas, todas
esenciales para la vida humana, pero sólo en las condiciones normales. En las condiciones estresantes,
estas funciones constituyen efectores múltiples y dependerán de otros mecanismos reguladores que
luego estudiaremos. Los elementos principales de los sistemas homeostáticos tienen un grupo de
características. Sabemos que las mínimas alteraciones de los primeros valores (pH, osmolaridad,
temperatura y pO2 ) comprometen la supervivencia dado el rango estrecho de variabilidad crítico
que esas funciones detentan. Otra característica es que dichos sistemas usan un mecanismo de
feedback (retroalimentación) que inicia un proceso de contrarregulación activando ciertos efectores
del organismo, los cuales son escasos. Este proceso tiene los llamados set points o puntos de
estabilización rígidos. Resumiendo, las características de la homeostasis serían:
1. Componentes de una red interna esencial para la supervivencia y que de un número muy
limitado: pH, pO2 , temperatura y osmolaridad
2. rango estrecho de variabilidad crítica
3. se rige por mecanismos de “feedback” con pocos efectores y puntos de estabilización rígidos
Se conoce que los distrés o estrés agudos obligan a una rápida resolución por lucha o fuga y
en este caso, como en el caso del estrés o distrés crónico estable, es la homeostasis el mecanismo de
elección para la adaptación. Esa forma de adaptación tiene características muy especiales y el
concepto de homeostasis era el que predominaba, por entender que la reacción natural y esencial del
organismo era mantener un estado natural de estabilidad y equilibrio. En este esquema de “equilibrio
instable” o dinámico era admisible con concepto de la existencia de una inestabilidad extrema del
organismo, sólo que esta inestabilidad no era considerada con una extrema perturbación, sino como
una especie de adaptabilidad flexible. En este sentido, se intenta explicar estos fenómenos de
adaptación las llamadas teorías del Caos, la Complejidad, etc., las cuales tienden a establecer que la
estabilidad se mantiene con sistemas que detentan bajos niveles de variabilidad caótica. Este
concepto permite interpretar que la variabilidad caótica es necesaria para la flexibilidad y
adaptabilidad en un ambiente cambiante. No es el ambiente propio del estrés agudo (que es único y
pasajero) ni del distrés crónico con una causa única. Sería más bien el ambiente en el cual se están
produciendo situaciones de numerosos estreses agudos o bien de situaciones repetitivas de estrés. Es
cuando no se termina de resolver una situación problemática que inmediatamente nos surge otra
nueva y tras de ésta otra. O se nos presentan varias situaciones conflictivas a la vez, de forma que nos
obligue al afrontamiento permanente de situaciones adversas. Esto obliga a que la adaptación ya no
sea por mecanismos fijos, sino que esos mecanismos deberán reaccionar de otra forma, es decir, con
una forma también variable, en consecuencia con el ambiente siempre cambiante. Es acá donde el
proceso caótico o teoría del proceso caótica, ayuda a comprender el afrontamiento de las variables
demandas del ambiente de cambio continuo y la adaptabilidad dependerá de un proceso regulado por
la variabilidad caótica del cerebro y el corazón, cuyas actividades son las más comprometidas por los
cambios ambientales numerosos y seguidos. Esta nueva situación de adaptabilidad al cambio
continuo obliga, desde la cardiología, las neurociencias y la metabolopatías, a estudiar los cambios en
los puntos de estabilización que utiliza el organismo para mantener la adaptabilidad y la estabilidad
de sus funciones frente a la constante variabilidad. De ese estudio, comenzado en la década del ‘80,
se culmina en la década del ‘90 con el concepto de alostasis que acuña Bruce McEwen. Las
características de la alostasis son:
1. nivel de actividad para mantener la estabilidad a través de los cambios, para mantener la
homeostasis con un proceso activo que no es constante
2. utiliza efectores múltiples con puntos de estabilización variables
3. tienen un rango amplio de variabilidad no crítica para la existencia
4. los procesos alostáticos conducen a la adaptación (mantener la homeostasis) o a la patología
Luego, las diferencias entre homeostasis y alostasis se establecen porque normalmente las
alteraciones pasajeras, temporales o agudas o las crónicas estables, de las funciones orgánicas del
cuerpo, se compensan con mecanismos internos de adaptación y estos mecanismos es lo que se
conoce como homeostasis. Pero frente al distrés crónico inestable o cambiante, se producen
alteraciones orgánicas que no son las normales y por lo tanto se manifiestan con reacciones que son
mecanismos externos de adaptación. Esta reacción distinta se llama alostasis o allostasis (Alo, en
griego, equivale a distinto, lo otro) y constituye la habilidad del organismo para adquirir la
estabilidad (homeostasis) por adaptaciones a través del cambio debido. La alostasis es una reacción
distinta a la normal (reacción anormal). También se aplica a la adaptación a las situaciones estresantes
(Mc Ewen), aunque la reacción no es la misma para todos. Esto ocurre porque la estabilidad es crítica
en la sobrevida después del distrés sostenido o distrés crónico. Cuando un estímulo excede una
intensidad habitual, el resultado suele ser el trastorno de los mecanismos de adaptación del
organismo. En este caso, todo estímulo excesivo que supera la capacidad normal de adaptación, lleva
a la desestabilización que es causa de enfermedad. En cambio, puede ocurrir que una persona tenga
una capacidad de adaptación insuficiente en forma transitoria o permanente y, en este caso, hasta un
estímulo normal puede provocar enfermedad. Se ha observado que los límites de adaptación de la
vida individual no siempre son constantes, por lo que es posible alterar la homeostasis que es la
tendencia a la estabilización de los estados corporales normales (medio interno) del organismo. Sin
embargo, la vida es un sistema de alto dinamismo que debe mantenerse en equilibrio estable, porque
la estabilidad es crítica para la supervivencia. Por eso el organismo cuenta con los mecanismos
homeostáticos que intervienen en la fisiología normal. Pero en el caso del complejo sistema nervioso
humano, sobre todo, el sistema nervioso central que involucra al cerebro, constituye también un
sistema de respuestas, tanto de orden intelectivo, como emocional y afectivo. Así, el hombre
responde razonando o sufriendo emociones y a través de las respuestas volitivas desarrolla una
conducta. Esto lo produce cualquier tipo de afrontamiento, el proceso de aprendizaje y, en general, la
conducta emocional. De acuerdo con el concepto anterior de que todo estímulo excesivo o crítico,
como ocurre en las situaciones de estrés/distrés, desestabiliza la capacidad de respuesta y desequilibra
la homeostasis, esto obliga al hombre a adquirir la habilidad de estabilizarse cuando hay una situación
crítica que impide la homeostasis. Esta habilidad para adquirir la estabilidad a través del cambio es lo
da lugar al concepto moderno de allostasis (alostasis). Para Bruce S. McEwen la alostasis es “el
precio que cada persona paga por adaptarse a las situaciones estresantes” pero “... ese precio no es
el mismo para todos”. En resumen: homeostasis es la resistencia a los cambios con conservación del
estado de equilibrio; alostasis es la estabilidad a través del cambio y resiliencia es la capacidad de los
sistemas biológicos para adaptarse a un alto grado de perturbación y volver al estado anterior, es
decir, que tendríamos que tener ganancia de los recuerdos y los sentimientos que vamos teniendo,
precisamente para volvernos más resistentes, no homeostáticos sino alostáticos con capacidad para
recuperar el estado anterior.
Etiopatogenia de la alostasis
Siempre un estrés pasajero, sea bueno o eustrés o malo o distrés, reacciona en forma de
homeostasis, mientras que cuando ambos se intensifican y cronifican, Zieher tiende a discernir entre
una alostasis moderada desatada por el eustrés (considerando a eustrés como los microestresores que
cotidianamente el cuerpo recibe frente a las actividades o actitudes de la vida diaria que ayudan a
enfrentar los desafíos ambientales). Frente a este nuevo concepto de eustrés, Zieher involucra a la
estimulación temprana en los niños, el aprendizaje asociativo, el que llama “ambiente enriquecido”
por ejercicio físico (rítmico) y entrenamiento en destrezas psicomotoras. Para el autor, todo esto es
beneficioso en todo nivel, pues afecta al cuerpo y su SNC y a las respuestas conductuales o conductas
adaptativas. Es decir, el niño “entrenado” tolera y reacciona mejor frente al requerimiento conflictivo
del entorno. El razonamiento de Zieher, en nuestro criterio, es correcto. Pero disentimos en el uso de
algunos términos, dado que en nuestro entender el autor confunde eustrés con microestesores
cotidianos. El eustrés siempre está ligado, más que a una alostasis, a una homeostasis, salvo que su
intensidad sea tal que se equipare a un distrés. Ésta es la línea delgada entre eustrés y distrés. En
nuestro entendimiento, y en el de otros investigadores, los microestresores cotidianos equivalen a un
distrés más que a un eustrés porque tempranamente, apenas comienza la vigilia en el amanecer, esos
microestresores comienzan a actuar. El distrés rutinario o distrés del comienzo del día porque para
despertarse el organismo necesita una “dosis” extra (pico) de adrenalina y noradrenalina, el que se
mantiene con las actividades rutinarias (desayunarse, afeitarse, bañarse, vestirse). Después adviene el
distrés citadino o distrés urbano al salir de la casa y deber viajar en colectivo o en auto. En colectivo,
la angustia de espera e inseguridad de frecuencias (horarios), viajar parado y apretado, el vocinglerío
del colectivo, los olores displacenteros, etc. En el auto tener que enfrentarse con problemas del
tránsito, bocinazos, ruidos, los embotellamientos, las malas maniobras ajenas y propias, la
desincronización de semáforos, los obstáculos de la vía (accidentes, obras de construcción, objetos
caídos, piquetes, etc.) Y dependiendo de la “vulnerabilidad” o “resiliencia” de la persona, pueden
constituirse en factores de riesgos para reacciones cardiovasculares adversas (hipertensión arterial,
arritmias, ataques isquémicos transitorios, angor, etc.). Indudablemente, también la vulnerabilidad o
resiliencia depende de los tipos o caracteres de los reactivos o evasores de estrés según la personalidad
(clasificación de Friedman y Rosenman posteriormente completada por Selye y los esposos
Williams). Así, el tipo A será el más afectado por los microestresores y la víctima fatal lo será el tipo
H. Mientras que el tipo B tenderá al equilibrio y no sufrirá mayores consecuencias. La combinación
de tipo A con vulnerabilidad es la peor y son los candidatos a todos los males somáticos y a la
conducta de menor adaptación. La combinación de tipo B con resiliencia será la fórmula ideal y éste
es el tipo a que alude Zieher cuando habla de alostasis moderada. La otra concepción de Zieher, en el
sentido de que “cuando el estrés pasa de moderado a alto o se prolonga en el tiempo, se transforma
en carga alostática o distrés”. El autor introduce una explicación más amplia de carga alostática que
la dada por McEwen y la carga alostática es cuando hay estrés excesivo o prolongado, provoca un
desgaste o deterioro por el uso (wear and tear) y genera enfermedad física o mental crónica. Los
conceptos vertidos por Zieher se basan, en parte, en lo ya conocido. Cuando el hombre aprende a
resolver el conflicto y a salir indemne del mismo significa que ha manejado bien la alostasis y
disminuye la carga alostática del conflicto que le obliga a buscar la estabilidad. Esto conjuga al
concepto de buena alostasis con el de resiliencia. Contrariamente, cuando el conflicto provoca una
carga alostática elevada, el organismo no logra estabilizarse y se produce patologías por distrés, que
conllevan un aumento: de la presión arterial sistólica, de la secreción de cortisol y catecolaminas en la
orina nocturna, a la acumulación de grasa en zona abdominal y a una pobre relación entre la cantidad
de colesterol total/ HDL y también, a la elevación de la dehidroepiandrosterona. La repetición o
sostenimiento de la reacción distresante provoca lo que se denomina carga alostática que el “precio
que paga el organismo” por verse forzado a adaptarse a las situaciones adversas, sean éstas
psicosociales o adversidades físicas. Es una especie de “costo” de la acomodación que implica el
desgaste acumulativo que resulta de la hiperactividad crónica para adaptarse a las demandas
constantes. Cuando la carga alostática es muy intensa provoca niveles altos de presión sistólica,
secreción de cortisol y catecolaminas en la orina nocturna, acumulación de grasa en abdomen, da un
índice aterogénico alto por descenso de HDL y aumenta la concentración de dehidroepiandrosterona.
McEwen establece 4 tipos de carga alostática:
1º. Tipo de carga alostática: es causada por el estrés frecuente de respuesta física inmediata
2º. Tipo de carga alostática: es una respuesta normal al estrés pero mantenida, constante, por
exposición prolongada a las hormonas del estrés (situaciones repetitivas)
3º. Tipo de carga alostática: es una respuesta física al estrés prolongada en el tiempo (falta de
adaptación)
4º. Tipo de carga alostática: produce una respuesta física inadecuada al estrés
Esquema 1
ESTRÉS PERCIBIDO
Diferencias individuales (amenaza, desesperanza, Respuesta conductual
(genéticas, del desarrollo, alerta excesiva) (lucha/ huida, conductas y
experiencias/ aprendizaje) hábitos personales: dieta, tabaco,
alcohol, ejercicio físico)
Respuestas fisiológicas
ALOSTASIS ADAPTACIÓN
Respuestas al estrés y
desarrollo de la carga alostática
Los cambios que la vida moderna genera mediante diferentes formas de distrés con tensiones
y amenazas permiten una razonable eficacia de adaptación a dichos cambios, pero esa eficiencia
genera alguna forma de deuda cuyo precio, tarde o temprano, será la salud personal o colectiva.
Biofisiopatología de la alostasis
Es la misma que para el estrés/distrés común pues tiene los mismos efectores y mediadores
biológicos primarios. El cerebro a través de una valoración cognitiva, traduce la experiencia de las
personas en conflicto, en una activación de los efectores alostáticos sistémicos para tender hacia la
adaptación o ajuste del organismo a la situación estresante o angustiadora y como consecuencia hay
una descarga de mediadores biológicos consistentes en neurotransmisores, hormonas, citoquinas,
neuropéptidos, etc. Con la conducta del estresado ocurre lo mismo que con la descarga y acción de
los mediadores biológicos, puesto que las respuestas conductuales para conseguir la adaptación o
ajuste en la alostasis: son beneficiosas a corto plazo y tiempo reducido, pero resultan dañinas en la
prolongación del conflicto en el tiempo. Así, por ejemplo, cuando una persona reacciona con una
conducta plena de respuestas hostiles o agresivas (conductas antisociales), tendrá más carga alostática
que si reacciona con conductas más sociales de cooperación y conciliación (conductas de
autoprotección). Luego hay una relación entre conducta y carga alostática de forma tal que toda
respuesta conductual tendrá una respuesta fisiológica, la cual dependerá en gran parte de los
beneficios a corto plazo y daños a largo plazo o de las reacciones antisociales de agresión y hostilidad
o de sus opuestas de cooperación y conciliación. En ambos casos diremos que la conducta antisocial
es riesgosa mientras que la conducta conciliatoria cooperativa es de autoprotección. De igual modo
influyen los ambientes. Un ambiente inductor de conflicto o disruptivo causará más problemas y
enfermedad que un ambiente no inductor de conflicto (ambiente contenedor). Los factores de riesgos
que atentan siempre contra la salud, aun en los casos que no tengan que ver con el distrés pero
mucho más en relación con éste, son las dietas pobres y sedentarismo en oposición a las dietas sanas
que se acompañan de una correcta actividad física. También de esto resultará una relación entre
alostasis y carga alostática que afecta a los sistemas según sea una respuesta aguda o crónica
(problemas a largo plazo). La alostasis influye en el S.N.C., cerebro, con alteraciones del aprendizaje,
la memoria y la regulación psicoinmunoneurológica (regulación PINE) y la carga alostática lo llevará
a la atrofia, muerte neuronal, depresión y ansiedad. En el sistema cardiovascular, la alostasis induce a
la lucha o la fuga, la carga alostática a la HTA, infarto agudo de miocardio (IAM) o al ACV. En el
sistema inmunológico la alostasis afecta a las respuestas a patógenos pero la carga alostática conlleva
trastornos inflamatorios y autoinmunes. Finalmente, en lo metabólico, la alostasis activa y mantiene
las reservas de energía, pero la carga alostática permite la instalación de obesidad, la diabetes y la
ateroesclerosis. Resumiendo, los resultados de las cargas alostáticas van a influir directamente en
todos los sistemas o eligiendo a uno de ellos como blanco:
1. En cerebro: puede haber atrofia, muerte neuronal y déficit cognitivo porque afecta
particularmente el hipocampo y sus receptores para cortisol y apaga la respuesta del eje hipófiso-
pituitario-adrenal y altera la memoria debido a un exceso de glucocorticoides y aminoácidos
excitatorios, mediadores biológicos. Estos dos mediadores son los responsables de la injuria neuronal
debido a que provocan anoxia, hipoglucemia, etc., que se acompañan de un déficit de agentes
neurotróficos protectores de las neuronas.
2. En la conducta encontraremos distrés, ansiedad y la conmorbilidad de la depresión
3. En el sistema cardiovascular puede presentarse una aterosclerosis, hipertrofia ventricular,
hipertensión arterial o un accidente cerebrovascular o coronariopatías, IAM (principalmente por
síndrome de agotamiento vital)
4. En el sistema inmunitario habrá respuestas alteradas, menor resistencia a las infecciones,
fatiga, enfermedades autoinmunes e inflamatorias. En casos más graves hasta la inducción de un
cáncer
5. En lo metabólico puede presentarse síndrome metabólico o síndrome X con
insulinorresistencia (que lleva a la diabetes del adulto o tipo 2), obesidad abdominal, hiperlipemia,
alteraciones en la densidad ósea, etc.
1. medidores primarios
2. medidores secundarios
La idea de que el hígado o el corazón pudieran ser los centros de las emociones o del carácter
se debió en parte a que cuando una emoción actuaba se modificaban las funciones de algunos
órganos, especialmente en los aparatos cardiovascular y digestivo. Cuando las neurociencias
comenzaron a estudiar la fisiología de los sistemas y aparatos se descubrieron núcleos nerviosos que
actuaban en forma independiente, lo que sugería la autonomía de muchos procesos fisiológicos
orgánicos, aparentemente desconectados del SNC. Se habló de hormonas neurodigestivas y de
péptidos cardiovasculares, como sustancias o neurotransmisores o péptidos activos a diferentes
niveles orgánicos. La existencia de algunos grupos celulares ricos en determinadas sustancias activas
reforzó esa idea de autonomía (la cual primariamente era referida a la voluntad, pero luego se
extendió a la autonomía funcional aparentemente en forma independiente con el SNC). Los actuales
estudios neurocientíficos lograron desentrañar muchos mecanismos de diferentes procesos
aparentemente inconexos y se demostró que, comúnmente, todo opera como una especie de “bloque
fisiológico” donde el cuerpo reacciona con lo físico y lo psíquico frente a diferentes situaciones del
entorno. Retomando al proceso homeostático debemos decir que es un proceso dinámico continuo.
Especialmente en el estrés, debido a que los estímulos estresantes o estresores ocurren durante las 24
horas del día y por lo tanto no es algo que ocurre y pasa en un momento determinado. Tampoco son
acciones privativas de determinados días. Es propio de los 365 días del año y en todo el transcurso de
la vida. Puede haber días o momentos de mayores o menores estímulos, pero no hay período carente
de todo estímulo. Esto transforma al estrés en un proceso on goin (no se detiene nunca). De alguna
manera, esto influye en la supervivencia dado que el mecanismo del estrés es un mecanismo natural y
fisiológico puesto por la naturaleza en los animales para enfrentar el conflicto, como ya hemos
insistido reiteradamente, con una lucha o huída. Asimismo, también de algún modo mantiene un
balance óptimo de la fisiología corporal normal, para lo cual ayuda a poner en juego mecanismos
autonómicos, neuroendocrinos y conductuales. Según lo estudiamos antes, la respuesta homeostática
que esos mecanismos desatan consisten en cambios en el estado mecánico-térmico-químico que
inducen respuestas integradas, jerárquicamente organizadas, destinadas a restablecer el balance
óptimo o balance homeostático. En relación con la homeostasis, la emoción (y con ella el estrés)
involucra conductas relacionadas con la regulación de la temperatura, la sed, el hambre, el dolor, la
conducta sexual y muchas otras situaciones instintivas o emocionales. Las vías nerviosas aferentes en
la homeostasis (aferentes homeostáticos) intervienen en la sensación y también en la generación de
una conducta apropiada para restaurar el equilibrio frente a sensaciones desestabilizantes. Esas
proyecciones nacen en las neuronas de los diferentes estratos de la corteza cerebral que anteriormente
nombramos y proyectan fibras a la amígdala y al hipotálamo, a la médula y al tallo cerebral en
general, a los grupos de neuronas catecolaminérgicas, al núcleo parabraquial, a la sustancia gris
periacueductal, al núcleo solitario (que recibe la actividad aferente parasimpática). Esta es la forma en
que el SNC se interconecta con el SNA y son las proyecciones que se desconocían pero que las
investigaciones neurocientíficas intensivas han descubierto. De esto resulta que el SNA no era sólo un
sistema porque tenía solamente neuronas eferentes pre y postganglionares, sino porque recibía
información. Pero no se sabía como entraba esa información. Hoy se sabe que es por la fibra C y las
proyecciones descritas lo que constituye la rama aferente ignorada del sistema autónomo lo que llevó
a ser largamente buscada. De esta manera, un individuo que tiene la capacidad de sentirse a sí mismo
(self-feeling) tendrá un volumen de sustancia gris más grueso al nivel de la ínsula anterior. Esa re-
presentación interoceptiva que lateraliza en la ínsula anterior derecha del cerebro humano es la que
corresponde a la habilidad de percibir el self como entidad física separada. De esta manera, podemos
decir que la ínsula anterior derecha cumple la función integral en la percepción de sensaciones sobre
nosotros mismos y que forman parte de la llamada conciencia reflexiva (consciousness) y de la
misma introspección. En el criterio de Damasio, esa capacidad de introspección y de autopercepción
de nuestro cuerpo y sus sensaciones es, precisamente, una capacidad humana que supera largamente a
la conciencia sensorial básica del entorno, que detentan otros animales. Puntualmente, esa especial
capacidad de sentir es lo que marca nuestras particulares características de seres sensibles (“sintientes”
para Zieher) y pensantes y nos proporciona la singular habilidad de “leer” e interpretar nuestros
sentidos y pensamientos, a diferencia del animal cuyo mayor mérito es manejar e interpretar, pero no
leer, toda la información sensorial de su cuerpo. Esa capacidad, en las palabras de Zieher, “posee una
continuidad diacrónica” (a través del tiempo) de tipo cognitivo, pero fundamentalmente para
construir nuestra autobiografía. Constituye la memoria histórica autobiográfica descrita por Charles
Darwin. Nosotros entendemos bien la idea de Zieher en el sentido de que todo este proceso es básico
para sentirnos a nosotros mismos como personas individuales y es el mecanismo más idóneo de
percepción completa de nuestra subjetividad personal. Pero nosotros creemos también que esta
capacidad puede alterarse conduciendo a desvíos perceptivos de sí mismo y es lo que construye el
apego al yo o ego y constituye conductas egolátricas o egocentristas.
Esquema 2
Valencia hedónica (self-feeling)
Núcleo parabraquial
Lámina 1 NTS
1. biológico
2. psicológico
3. social
Rubén Zukerfeld señala que distintos sucesos externos traumáticos pueden hacernos percibir
una señal angustiosa que se suscita automáticamente en una vivencia de estrés. En esta situación
puede ocurrir:
• nos adaptamos y poseemos una buena salud mental con capacidad transformadora de cambio
• fracasamos con la función protectora y nos desadaptamos neuróticamente o nos
sobreadaptamos (adecuación exagerada del entorno con repercusión somática), o nos adaptamos con
quiebres periódicos (patologías borderline o conductas adictivas)
Esto significa que, en el fondo, adaptación es un equilibrio entre las demandas y expectativas
que promueven una determinada situación dada en un sujeto, y las capacidades del mismo para
responder a esas exigencias y expectativas. Según la magnitud de la discrepancia entre la demanda y
la imposibilidad de respuesta, habrá un determinado nivel de estrés, distrés o carga alostática. En estas
circunstancias, la búsqueda del equilibrio dinámico que intenta alcanzar una determinada persona en
relación con las demandas, requiere una adaptación activa al entorno y con variables cambiantes,
genera alostasis y ésta puede ser una forma de lograr o promover alguna forma de crecimiento.
⇒ despidos laborales
⇒ cáncer
⇒ separaciones (divorcios, ida de los hijos del hogar)
⇒ casamiento de hijos
⇒ infarto de miocardio
⇒ accidentes en general
⇒ mudanzas
⇒ deudas
⇒ violencia urbana
⇒ trastornos de la conducta alimentaria
⇒ abuso de alcohol, tabaco y drogas
⇒ comportamiento autolesivos o suicidio
⇒ viudez
⇒ jubilación
⇒ falta de trabajo (desocupación)
El estudio Appelasocia el rol del exceso de fatiga y pérdida de energía con el infarto agudo de
miocardio (IAM) y la enfermedad coronaria y ha encontrado síntomas premonitorios o predictores
de IAM y muerte súbita de causa cardiaca debido a sentimientos de fatiga y pérdida de la energía. El
exceso de fatiga, en algunos estudios, indica que precede a estas alteraciones cardíacas, en un rango
que va desde el 30 al 60%. Según el profesor Appel el síndrome de Agotamiento Vital (síndrome
Appel) se caracteriza por:
Diríamos que los cuadros clínicos son la consecuencia inmediata del fracaso de estrategias de
afrontamiento y generan una sobrecarga adaptativa que es lo que ha generado la hipótesis de la
aparición de una carga alostática. La carga alostática es el fracaso de la alostasis y la fuente de
resultados patológicos cardiovasculares. En la Argentina, todos estos fenómenos han sido estudios en
la Fundación Favaloro por los Dres. S. Kerbage y el Profesor Branco Mautner observándose
episodios isquémicos coronarios agudos como IAM y angina inestable. El estudio se llevó a cabo con
un grupo de pacientes con IAM y angina inestable y otro grupo-control con patología cardíaca aguda
sin isquemia coronaria. En el grupo de IAM e isquemia coronaria el 63% de los pacientes coronarios
estaban agotados o exhaustos; en el grupo control sólo el 37%. Esto estableció claramente la relación
síndrome AV/isquemia coronaria (AV/IC). El estrés crónico intenso y prolongado, sin pausas ni
descansos, lleva a un nuevo proceso de adaptación conocido como estado de agotamiento vital
(E.A.V.). En realidad, más que un proceso de adaptación sería un proceso de agotamiento o fracaso
de los recursos adaptativos. Actualmente el E.A.V. se considera desde dos puntos de vista:
1. el que postula que se debe a un estado de “breakdown” debido a estrés psicológico (estrés
mental) prolongado que derriba o disipa, acabando con los recursos adaptativos
2. la tendencia a vincular este estado con alteraciones metabólicas e inmuno-inflamatorias
sosteniendo que el E.A.V. podría ser marcador de enfermedad subclínica
∗ ansiedad
∗ depresión
∗ agotamiento o extenuación psicológica
∗ pérdida de la energía o dinamismo
∗ incremento de la irritabilidad o tendencia a la hostilidad
∗ sentimiento de desmoralización o decaimiento
El estado de agotamiento vital es una expresión de sobrecarga vital y esto nos lleva al
fenómeno de burnout que es una especie de “recalentamiento” o estrés crónico por atención intensa y
prolongada de personas que están en una situación de necesidad o dependencia, especialmente en lo
referido a la profesión. En este fenómeno se observa: frecuente fatiga profesional, falta de interés o
depresión al iniciar la práctica diaria profesional, desgano o sensación de aburrimiento al atender en
la consulta, apatía frente a algunos casos, deseos de que el cliente falte a una cita, falta de
concentración o impaciencia frente a lo que dice el cliente, indecisión o tendencia a no realizar una
determinada tarea profesional, frecuente invasión de pensamientos personales y de alta distracción
mental durante la consulta del cliente o al efectuar una tarea profesional.
La última década del siglo XX se le llamó “Década del Cerebro” por los avances obtenidos
por las neurociencias y la tecnología, que permitió conocer y valorar el peso de la relación Mente/
Cuerpo, como factor generador tanto de salud como de enfermedad. El siglo XXI comienza con lo
que deberá considerarse como “Década de la Conducta”, como el tiempo que nos permite conocer y
aplicar los conocimientos sobre vulnerabilidad, resiliencia, asertividad, los que dejan de ser términos
de la salud mental para pasar al lenguaje cotidiano de todas las especialidades médicas. La
denominada Medicina basada en la Evidencia puede sucumbir bajo el peso de todo el conocimiento
médico adquirido, no ya de las masas, sino de los meros individuos. La simplificación médica puede
provenir de un mejor conocimiento mental y espiritual, más que de la Biología Molecular o de la
codificación estadística de todos los fenómenos patológicos que el hombre presenta y modifica a
diario. El tiempo actual emerge pleno de factores de riesgo involucrados con la posición social, la
cultura, la economía, la política, el trabajo, las redes sociales, la pareja humana y la cultura de la
violencia o agresión que hoy impera en todos los lugares.
CAPÍTULO II
Tipos de estrés
Ya hemos explicado anteriormente que no es posible hablar de estrés (un solo tipo), sino hay que
tratar los estreses (varios tipos), a los que intentaremos, provisoriamente, ir clasificando de acuerdo a
una serie de variables. Al hablar de agentes estresores introdujimos algunos conceptos que se
entrecruzan con las causas de los diferentes tipos de estrés que estudiaremos a continuación.
a) Estrés agudo
b) Estrés crónico o repetitivo
A) Individuales
• Estrés físico
• Estrés psíquico (mental o emocional)
• Estrés psicofísico
B) Generales
• Estrés ecológico
• Estrés occidental
• Otros
Estrés agudo
El estrés agudo corresponde al concepto enunciado por Cannon en 1935, como respuesta
aguda de alarma o respuesta “fight or flight” (lucha o fuga), que en 1983 Henry caracterizó como
agresiva dominante o defensiva subordinada en coincidencia parcial con Laborit. En esta reacción
aguda actúan las catecolaminas liberadas por el sistema simpático adrenomedular (Borkis),
principalmente la adrenalina, por lo que se ha popularizado la frase de “situación de adrenalina”.
Sería la fase de reacción de alarma que Selye postuló para el Síndrome General de Adaptación
(SGA) en sus etapas de choque y contrachoque. Produce patologías agudas como úlceras digestivas,
sangrantes o perforantes, crisis hipertensivas, muerte súbita, infarto de miocardio, etc. Según Engel es
un estrés arrollador que ocurre en torno de pérdidas importantes, situaciones de peligro personal y,
muy ocasionalmente, en situaciones paradójicas de alegría, placer, triunfo, etc. Las situaciones de
estrés agudo, según Lynch, se caracterizan por:
El estrés agudo es el estrés más extremo. Cuando es producido por “cambios bruscos en el
estilo de vida” es también un estrés agudo que suele ocurrir en casos como los publicados por Rahe
en su lista de situaciones de “stress por eventos recientes” (SRE), los cuales, en algunos casos, son tan
intensos, bruscos e inesperados que pueden llegar a ocasionar muerte súbita. Bruce Mc Ewen estudió
los efectos del estrés agudo y crónico. Descubrió que un estrés agudo importante y sumamente
impactante en lo emotivo, lesiona el hipotálamo en forma irreversible y afecta, entre otras cosas, la
memoria verbal y particularmente la memoria del contexto, el tiempo y el lugar donde producen los
hechos que más impactan emocionalmente. Éste es el mecanismo que provoca un traumatismo
craneal (TEC), ya sea como contusión o como concusión, y que cuando hay pérdida de
conocimiento, se padece de amnesia retrógrada inmediata postraumática (mecanismo mediado,
también, por endorfinas). Si el estrés agudo es tan intenso que lleve al trastorno de estrés
postraumático, puede provocar lesiones de atrofia en ciertas neuronas de la región CA3 del
hipocampo. El hipocampo es la estructura más vulnerable al estrés/distrés por la íntima relación entre
amígdala e hipocampo. El hipocampo es el área nerviosa más rica en receptores a esteroides, los que
intervienen en procesos de memoria temporaria y de reconocimiento que allí se desarrollan. El
disbalance en las concentraciones esteroides puede inducir procesos de atrofia neuronal (igual que la
cascada de citosinas). La corte CA3 es el área del hipocampo que responde fundamentalmente a los
glucocorticoides (Gc) (la corteza CA1 responde a esteroides sexuales). Antes se hablaba de dos tipos
de receptores:
Hoy se sabe que estos receptores eran mal llamados McR o GcR, pues en realidad los Gc
actúan sobre los dos. Esto permite explicar que el cortisol tenga más afinidad por el tipo 1, aun en
concentraciones fisiológicas. En cambio el tipo 2 tiene menor afinidad con el cortisol en
concentraciones fisiológicas y sólo se activan con concentraciones mayores o hipercortisolemia, por
lo actúan principalmente en condiciones de estrés/distrés. Ambos receptores tienen codificación
genética distinta y funciones propias, pero esto no descarta la interacción entre ellos, tanto en el
hipocampo como en la corteza prefrontal. Podemos resumir que el tipo 1 (ex McR) actúa en el
afrontamiento y el tipo 2 (ex GcR) en el confrontamiento. Esto explica la vulnerabilidad al
incremento de Gc durante el estrés/distrés y la depresión. El exceso de Gc provoca aumento de la
liberación de aminoácidos excitatorios en el influjo del calcio. Esto se suma a mecanismos de falta de
inhibición serotoninérgica y gabaérgica y es lo que lleva a la neurotoxicidad responsable de la atrofia
neuronal. Otro mecanismo es la disminución de factores de crecimiento neuronal, especialmente en la
familia del nerve groxt factor (NGF o factor de crecimiento de los nervios). Todos estos disbalances
pueden ser corregidos con tratamiento antidepresivo. Testifican estos estudios y conclusiones, las
imágenes obtenidas con RMN o TAC de cerebro en personas que han sufrido enfermedades
relacionadas con el estrés agudo especialmente y, secundariamente, con el estrés crónico y repetitivo,
la fatiga crónica y la depresión.
Estrés crónico
Apreciamos en estos estudios que el estrés crónico, repetitivo o sostenido produce atrofias en
diversas estructuras del S.N.C. Estas atrofias son mediadas por la acción de diferentes
neurotransmisores, ya sea por su exceso o su déficit, y llevan a la atrofia ya sea por una destrucción
de neuronas o por su desactivamiento. En este último caso, un tratamiento o adiestramiento mental
adecuado puede provocar regeneración por neuronagénesis. Además de los casos puntuales citados
precedentemente, se ha descrito por casos de sufrimiento crónico por dolor, especialmente por
lumbalgia, una especie de disminución de masa cerebral. La masa cerebral normal se considera, en
términos medios, alrededor de 560 cc. En los estudios efectuado por SPECT y RMN, se han
detectado casos de disminución de masa cerebral que llegaron a pesar alrededor de 530 cc., lo que
significa anualmente una disminución cercana al 5% y una media de 1.3 cc. Ocurre en tálamo y
corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC). La DLPFC tiene control sobre la actividad de la zona
órbitofrontal que es la que registra las sensaciones negativas del sufrimiento, especialmente del dolor.
En esa zona se detecta el dolor agudo. El proceso de anomalía morfométrica de masa cerebral o
sustancia gris se acentúa cuando el afectado no puede ejercer un control mental adecuado del dolor y
concentra su atención en dicho dolor, aumentando su intensidad, calidad y duración. Contrariamente,
quienes pueden controlarlo mentalmente, disminuye o no se produce la disminución de sustancia
gris, debido a que la educación mental promueve la neuronagénesis.
El estudio Zúrich consistió en realizar un análisis en dos etapas sobre un grupo de hombres
cuyas edades ubicaban entre los 20 y los 40 años. En la primera etapa se les pidió que memorizaran
60 sustantivos, para lo cual debían mirar cada sustantivo durante 4 segundos. Luego se les tomaba
una evaluación inmediata que consistía en escribir todos los sustantivos que recordaran. Después de
24 horas volvía a repetirse la evaluación. En una segunda etapa los investigadores administraron a los
mismos voluntarios del grupo en estudio, 24 horas antes de la evaluación, una dosis de cortisona en
tabletas (la cortisona al metabolizarse se transforma en cortisol, el glucocorticoide que se secreta en el
estrés crónico). Después de esta ingesta, en la evaluación inmediata no hubo efecto sobre la memoria.
En la evaluación tardía, a las 24 horas subsiguientes a la prueba, se encontraron fallas en las
respuestas, que demostraron la afectación de la memoria. El glucocorticoide afecta el proceso de
evocación o recuerdo de la memoria y es el mecanismo que se suma a las lesiones del hipotálamo y
acción de las endorfinas, para alterar el proceso de la memoria en situaciones de estrés.
Estas conclusiones son importantes en situaciones cotidianas como las que atraviesan los
estudiantes cuando deben rendir un examen, de quienes deben memorizar una agenda de trabajo y,
en un caso muy particular, de los que deben testificar ante autoridades judiciales o policiales sobre
hechos traumáticos, o los que han sufrido catástrofes o guerras. La acción distresante aumenta el
cortisol y endorfinas y esto causa la alteración de la memoria. Por esto, las conclusiones a las que
arribó este estudio, contemplan la posibilidad de que ciertos testimonios en determinados procesos
judiciales, puedan resultar viciados por omisión de detalles o alteración de la narración de los hechos.
Igual cosa ocurre en las entrevistas de todo tipo, incluidas las anamnesis de los médicos. Esta
situación lleva al estudio a aseverar que “sobre la base de los resultados parece probable que los
niveles elevados de glucocorticoides, inducen desequilibrios de memoria en situaciones tensas como
los exámenes estudiantiles, las entrevistas y los testimonios ante un tribunal”.
Otros estudios sobre estrés y rendimiento cognitivo se obtuvieron sobre el sistema colinérgico
central, producidos por una baja del número de células colinérgicas, de la tasa de CAT y de ACE
(enfermedad de Alzheimer).
Dentro del estrés crónico debemos destacar el estrés sostenido o repetitivo, sobre todo el
provocado por microestresores cotidianos, que pueden desencadenar el estado de furibundia o
iracundia que hemos mencionado anteriormente. Entre los microestresores hay que destacar:
• Microestresor del “salto de cama”: en el comienzo de vigilia después del sueño, alrededor de
las 5 AM, empieza a activarse el sistema reticular que prepara al organismo para despertar y se acelera
con el salto de la cama. Esta activación desencadena mayor nivel de adrenalina en el S.N.C y la curva
va ascendiendo hasta las 11 AM, en que comienza a descender. Este primer tramo entre el alba y la
media mañana provoca un grado de estrés intenso que en algunas personas vulnerables pueden
desencadenar la patología cardiovascular de madrugada, tales como angina, crisis hipertensiva,
infarto o ACV.
• Microestresores de la rutina hogareña: comprenden el ducharse, afeitarse, asearse, vestirse,
sobre todo cuando se realiza en forma apresurada, acuciado por el horario. A esto puede sumarse las
críticas o reclamos familiares, las facturas de cuentas a pagar, el desperfecto de artefactos hogareños,
etc. Estos microestresores sostenidos o repetitivos, sumados a otros, van despertando un sentimiento
de fastidio que culmina, después de varias sumatorias, con el estado furibundo.
• Microestresores del “estrés citadino” (estrés ciudadano o de la ciudad): se desarrollan
cuando se sale del hogar y debe arrancar el vehículo y sacarlo del garaje, o esperar mucho el
colectivo o el medio de transporte que lo lleve al lugar de trabajo. El hecho de circular con un
vehículo privado o público o sólo caminar por las calles urbanas, impacta sobre el S.N.C y gatilla
estrés. A ello contribuye el ruido urbano callejero, la espera en los semáforos, las maniobras
imprevistas o ilícitas de otros conductores que entorpecen el tránsito o el “acoso de la
vereda” (empujones, los piropos groseros o pornográficos dichos a las mujeres, accidentes por caídas,
baldosas flojas o suciedades como el excremento de perros o barro, cables que se desprenden o
cuelgan, pozos, robo por pungistas, acoso de patotas, etc.)
• Microestresores del distrés laboral (que luego estudiaremos en detalle)
El estrés crónico repetitivo que produce furibundia es la causa de lo que hemos llamado
síndrome del impulso homicida no psicopático, una de las causas del impulso homicida en personas
normales y que luego estudiaremos en detalle. Como veremos más adelante, en la biofisiopatología
del estrés crónico o sostenido, la principal hormona que opera es el cortisol. Esta hormona alcanza
niveles mayores en horas de tarde y noche.
El estudio Coryell demostró que los propensos al suicidio, como son los depresivos graves,
tienen un aumento importante del cortisol sanguíneo, a tal punto que un estudio metódico de las tasas
de cortisolemia en pacientes depresivos graves, son predictores útiles de que el impulso suicida se
lleve a cabo. Este estudio es uno, de los tantos, que confirma que la hipercortisolemia es un buen
marcador del estrés crónico y/o sostenido. En el estrés crónico avanzado o grave, deja de funcionar el
mecanismo de retroalimentación que frena normalmente al sistema de secreción de cortisol y, en
consecuencia, hay más producción de ACTH y más producción de cortisol.
Entre otras cosas, el nivel alto de cortisol es causa de depresión y por este mecanismo, el
estrés queda ligado a la conmorbilidad con la depresión. Esta hipercortisolemia, cuando persiste en
grado mayor y por mucho tiempo, produce hipotrofias en el hipocampo y termina con un
agotamiento del circuito ACTH-cortisol, llegando a generar situaciones extremas de hipocortisolemia,
a pesar del estrés sostenido o de la depresión activa.
Los efectos del estrés crónico y sus mecanismos de acción, se pueden graficar del modo
siguiente:
Es la reacción natural originalmente descripta por Selye para enfrentar cualquier conflicto o
peligro y resolverlo con lucha o huída, sin otras consecuencias. Es una reacción temporal y
fisiológica, que no afecta la homeostasis ni provoca alostasis.
Eustrés
Puede ser identificado como el “estrés de la perfecta adaptación” o como respuestas normales
a hechos importantes de la vida, unidos a satisfacción, felicidad, alegría, placer o triunfo, por
ejemplo, enamorarse y ponerse de novio, casarse, embarazarse o nacer un hijo, comenzar o finalizar
una carrera, recibir un premio, reconciliación matrimonial, triunfo en los negocios, ascenso en la
clase social. Los efectos del eustrés son inmediatos y deseables, desde el punto de vista colectivo, con
falta total de peligro psicológico o sociológico (Selye). También, para Selye, el eustrés puede ser la
“sal de la vida”, por lo que postula “facilitar el eustrés” y “disminuir el distrés”.
Distrés
Es un término generado también, en el inglés distress, que se forma con el prefijo griego dis
que significa lo malo, lo incorrecto. Esto sería el estrés desagradable o estrés patógeno, el que genera
insatisfacción y enfermedad. Además de ser sinónimo de estrés para la enfermedad, es también
identificado como el estrés que debe combatirse o evitarse, porque generalmente está unido a
esfuerzos excesivos de todo tipo, tanto corporales como intelectuales o psíquicos de larga duración,
contrariedades, frustraciones y estados de tensión que parecen irremediables.
Por ser el distrés sinónimo de enfermedad psicosomática, es denominado estrés del desajuste
o de la falta de adaptación. Es el estrés del rechazo y el sufrimiento, asociado a reacciones de
sobrealarma y al estrés agudo fatal. De igual modo está conectado a cuando no existe la posibilidad
de iniciar la lucha o darse a la fuga (estrés de la impotencia) y en este caso, igualmente, puede
sobrevenir la muerte trivial (Richter) o síntomas de alteración psicosomática con daños permanentes.
Estrés psicosocial
Es el estrés que provoca el vivir en la sociedad moderna. Almy le llama life stress (estrés por
la vida o de la vida), en el cual el organismo es agredido por factores reales o imaginarios, que se
originan en vivencias o conflictos sociales. De este modo, el estrés psicosocial puede eustrés o distrés,
según las circunstancias o estresantes que lo provoquen.
Nosotros hemos ejemplificados con algunos distreses ocupacionales, a los que luego
estudiaremos más intensamente y a ellos ahora agregamos los eventos recientes de Rahe, según la lista
que él preparó dando un orden o prioridad al evento y una calificación con unidades de cambio de
vida (UCV), las cuales serían una especie de unidades para medir el estrés social.
Esquema 3
De igual modo que hay diferencia en la calidad o esencia del estrés, también hay diferentes
reacciones en el estresado. Luego estudiaremos las formas diversas de influir un estrés en las
personas. Por ejemplo, la muerte de un cónyuge, a la que Rahe y col. Atribuyen 100 UCV, siendo el
evento de mayor intensidad en esa lista, para algunos este evento puede ser catastrófico, pero para
otros es un evento al que hay que tomar con resignación, como algo natural de la vida y, de este
modo, el dolor es menos traumatizante. Es decir, la muerte del cónyuge puede ser un estrés fatal para
quien lo sufre, a tal punto, que determine su muerte secuelar. Esta muerte secuelar puede ser
inmediata (muerte súbita por emoción violenta) o mediata (por depresión grave, o suicidio,
desolamiento crónico, desconsuelo prolongado, etc.) Otro ejemplo, a considerar, es el despido
laboral. Rahe le atribuye 47 UCV, la mitad de la intensidad del estrés por muerte del cónyuge. Sin
embargo, esta cuantificación de intensidad es relativa.
Para una sociedad organizada, en la cual vive y se desenvuelve Rahe, hay grandes
posibilidades de reinserción laboral relativamente inmediata o, en su defecto, hay cobertura para un
seguro de desempleo, hasta que el despedido consiga una nueva ocupación. Pero en una sociedad
conflictiva, como ocurre en casi toda Iberoamérica, África y algunos países asiáticos, el desempleo
prolongado puede ser causa de distrés grave que lleve a enfermedad y muerte (la cual puede ocurrir
por simple colapso o por suicidio, en caso de depresión grave o intensa). En conclusión, por lo
analizado en forma precedente, también las circunstancias pueden modificar la intensidad y los
efectos de los eventos estresantes, por lo cual no siempre un estrés intenso puede ser grave o
viceversa. Algunos autores piensan que el estrés psicosocial es un “concepto subjetivo” porque lo que
estresaría a una persona, puede no estresar a otra. En realidad, los estímulos estresantes, cualquiera sea
su naturaleza, son siempre objetivos cuando provienen del exterior (estímulo exógeno). Se pueden
considerar subjetivos cuando nacen en el mismo individuo (estímulo endógeno).
Cuando el estresor se origina en el medio social, según la escala Rahe, el estrés psicosocial es
objetivo. Lo que se vuelve subjetiva es la reacción frente a ese estrés, la que está condicionada por la
personalidad del estresado y las circunstancias que lo rodean. Para considerar que haya estrés
psicosocial, se debe tener en cuenta dos factores esenciales: un estímulo y una reacción. Si los hechos
sociales no se constituyen en estímulos y no generan una reacción, no hay estrés (distrés), por más
que el mismo hecho genere conflicto sin reacción en algunas personas.
Dentro del distrés psicosocial se engloba el distrés laboral, el distrés citadino, el distrés por
disrupción y todo otro distrés provocado por la relación social.
Dentro del estrés psicosocial debe tratarse el nuevo fenómeno social llamado disrupción
ocasionado fundamentalmente por la acción voluntaria de algunos hombres, en perjuicio colectivo de
otros. Mordechal Benyakar ha publicado un libro que habla de las catástrofes sociales, entendiendo
con este término a todas las acciones destructivas, perversas y amenazantes que el hombre genera con
su sola voluntad de hacer el mal, dentro de la sociedad. Especialmente la sociedad moderna que se ve
agobiada por las guerras, el terrorismo, la escalada de la delincuencia vulgar, de la mafia y del
narcotráfico, de las guerrillas y de las crisis sociales generadas por la falta de idoneidad de los
políticos que generan acciones o planes políticos disruptivos.
Para Benyakar, la palabra disruptivo deriva del latín y él la emplea en el sentido de destruir,
hacer pedazos, romper, aniquilar. Este autor interpreta a disrumpir a todo lo que produce ruptura de
la continuidad de algo (discontinuidad), pero que rompe o destruye con la característica de ser una
ruptura violenta. También el autor señala que la disrupción que lleva a la catástrofe social siempre
constituye diversos tipos de amenazas tanto en lo individual como en lo colectivo y así lo consigna en
el subtítulo de su libro. Lo que se estudia como un nuevo fenómeno social y que lo hace
extensamente
Benyakar, tanto desde un punto de vista personal y con su propia experiencia, como la
tendencia humana a la autodestrucción o la destrucción ajena observada por otros estudiosos en los
aspectos sociológicos, políticos, psicopatológicos y filosóficos, especialmente existencialista. Lo
importante del enfoque de Benyakar es que resalta un cúmulo de variables que influyen en la salud
psicofísica de todas las personas que se encuentran en situaciones de desastre o catástrofes pasajeras o
permanentes. Pero remarca en lo social, que son situaciones producidas por la voluntad humana.
Describe algunas de las características en particular de los entornos amenazantes y desorganizadores.
Estos entornos son la causa del sufrimiento psíquico que ocasionan en una asociación de lo
individual con lo social. Es un repaso de las perversiones y de los odios humanos que trasuntan
conductas violentas que conllevan la disrupción social. Estas acciones, en el concepto de Benyakar,
constituyen una real cadena del mal pues los hechos se concatenan en una especie de círculo vicioso
por la continua producción de circunstancias violentas, disruptivas. En todo el mundo, minuto a
minuto, ocurren los sucesos disruptivos sociales. No hay una sociedad completamente estabilizada
que no se sienta amenazada por algún tipo de temor cierto o probable. El sentimiento de amenaza es
uno de los signos guiones de esta nueva psicopatología (o quizás, vieja pero que se presenta con
formas nuevas).
Todas estas situaciones provocaron una inmensa inseguridad. Esta inseguridad era tanto:
Todo esto constituye una especie de “amenaza difusa” o “vaga” que requiere de un proceso
constante de alerta (hipervigilancia) e incertidumbre y desesperanza, lo que imposibilita el desarrollo
de las defensas adecuadas mediante respuestas adaptativas, y lleva a las alteraciones de los complejos
mecanismos de estabilidad vital. Este estado de estrés crónico genera una ansiedad que no es
producto de una incapacidad psíquica sino del sentimiento que los argentinos vivimos con el colapso
constante de nuestra forma de vida. Constituye una agresión psíquica y física con altos grados de
estrés crónico y ansiedad concomitantes, factores que constituyen una verdadera carga o tensión
disruptiva (distrés por disrupción). Sometidos a estrés crónico, ansiedad y depresión, obligados a
introyectar la rabia y la frustración y sumidos en un sentimiento de aislamiento social, una alta
proporción de los argentinos está expuesta a riesgos sordos que atraviesan la intimidad de sus mentes
y sus cuerpos, despertando ese estado de ansiedad por disrupción. Esto surge, a su vez, por la
disrupción constante y creciente en nuestro entorno social, con una agravación superlativa a medida
que transcurre el tiempo y se acentúa todos los factores de inseguridad individual y social.
En Argentina existen diferentes entornos sociales que abarcan una amplia gama de situaciones
extremas e intermedias. A los efectos de este trabajo, aceptamos la proposición de Benyakar de
considerar dos posibilidades de entornos sociales inmediatos:
El considerado entorno contenedor es aquél que permite a las personas vivir en la sociedad
sin graves problemas pues tienen ingresos adecuados, vivienda, servicios de seguridad, educación y
salud, no padecen necesidades vitales. Dentro de este entorno hay matices de clases altas, medias y
bajas. Las clases altas son aquellas que tienen asegurados los ingresos económicos en un nivel de
total cobertura de todas sus necesidades sociales, quedando un margen para disfrutar del ocio y la
riqueza. A estas clases pertenecen los millonarios, los grandes empresarios, los estratos sociales que
viven del presupuesto de la Nación con grandes sueldos que se actualizan permanentemente
(legisladores, jueces, funcionarios) los productores agrícolas, ganaderos e industriales, los grandes
comerciantes y todo aquel que puede vivir de buenas rentas. Viven en medios sociales rodeados de
mayor seguridad contra la desestabilización de la violencia social (delincuencia, terrorismo,
manifestaciones populares). A ellos no les llega mucho el sentimiento de amenaza, salvo el que pueda
surgir de perder los privilegios sociales adquiridos.
Las clases medias, propiamente dicha, constituidas por profesionales de ingresos medianos a
altos, son los que están en un escalón un poco más bajo que las clases altas y gozan de una riqueza
intermedia. Tienen posesiones personales y cubren sus necesidades sociales con holgura, pero no
disponen de una riqueza cuantiosa. Las clases bajas están conformadas por empleados, obreros y
trabajadores en general que gozan de un ingreso medio, que tienen una vivienda individual propia,
que alcanzan a cubrir los gastos elementales de sus necesidades sociales. También están en esta
categoría los profesionales de bajos ingresos, los comerciantes menores y cuentapropistas. Alcanzan a
cubrir mínimamente todas sus necesidades vitales y sociales.
No ocurre lo mismo en el entorno disruptivo donde no hay clases determinadas sino algunas
categorías de mejores y peores. Ya hablamos de un entorno disruptivo como es el vecindario
peligroso (barrios marginales) Siempre he dicho que los argentinos, masivamente, nos dividimos en
dos grandes categorías, según el léxico popular: los que están “tirando” y los que están “tirados”. A la
primera categoría están los empleados y obreros temporarios que carecen de estabilidad y tienen
ingresos magros, los profesionales que apenas ganan para “pucherear” (comer), los cuentapropistas
que se manejan con monedas como los quiosqueros, vendedores ambulantes, etc. Es decir, todos
aquellos que de una forma u otra se la “rebuscan” para comer todos los días y sostener gastos
mínimos de alquiler y servicios, pero no alcanzan a cubrir totalmente los gastos de salud, educación y
seguridad. En la segunda categoría están los “pobres de solemnidad” que no tienen ningún tipo de
ingreso y que viven de la mendicidad, del cirujeo y del llamado “cartoneo” (recolección de papeles y
cartones) o de otros formas de trueque como el “botellero” y el ropavejero.
Pero también están aquellos que no alcanzan ni siquiera a acceder a estas “formas de
convivencia o supervivencia social” y son los que mueren por hambre y enfermedad. Ellos son las
víctimas constantes de la delincuencia menor (asaltos, violaciones, robos) y en algunos casos, de
asesinatos. Son los estratos que últimamente están sitiados por el alcoholismo, la drogadicción menor
(marihuana) y la prostitución, especialmente juvenil. Carecen de todo tipo de formación cultural y sin
esperanzas de acceder a ningún nivel educativo. El gobierno y los responsables de estas situaciones
tienen muy buen ojo para diagnosticar y describir los males, pero carecen de soluciones. Todo el
mundo habla de la necesidad de educar, pero nadie dice qué es educar ni cómo hacerlo. En la mejor
coyuntura se confunde educación con instrucción o se proponen parches o fomentos sociales que
remedan a lo que ellos llaman “educación” como es la campaña pro mutilatoria o mutiladora en
nombre de la “salud reproductiva” que propone ligadura de trompas o vasectomía como solución a la
explosión demográfica de los “pobres”. Todo el mundo habla de la falta de educación sexual, pero
ninguno apoya positivamente la instalación de dicha educación en los medios de información y en la
escuela y universidades. La formación sexual está excluida como un gran tabú o pecado, pero no lo
está la prostitución, la maternidad de las jóvenes y niñas solteras, el progreso del SIDA y otras
infecciones venéreas y, últimamente, la homosexualidad, no ya como un estilo o forma de vida por
una determinada vocación interior, sino como un medio escandaloso de prostitución.
Con esto queremos reforzar el concepto de Benyakar cuando intenta proponer soluciones. El
desborde de la violencia, del odio y de otros sentimientos y actitudes negativas se debe en gran parte
al vacío espiritual existencial que el hombre padece en todo el mundo, cualquiera sea su situación
social. La falta de valores, ya sea por pérdida de los mismos (Barylko) o por desconocimiento
(nuestra tesis) de las generaciones actuales que no los recibieron de sus mayores, es lo que genera la
cultura de la violencia, la cual se encuentra retroalimentada por los medios de difusión (cine, revistas,
videos) y el ambiente que rodea a todos. Son más los ejemplos de violencia y odio, que los de
espiritualidad y amor. Cuando una revista o un medio de información encaran el tema del amor, lo
hace ya con una base de fetichismo y de carencia de conceptos sólidos. Más aún: la tiranía del
“espacio” de esos medios informativos les lleva a rellenar con programas livianos (light) y conceptos
rápidos y a medias, lo que tendría que ser tratado con mayor profundidad y mayor tiempo y espacio.
Claro que esto no es rentable. Es mejor optar por la disrupción que por la educación verdadera. El
entorno disruptivo que sufren las clases medias bajas y aquellas que hemos descrito como entorno
disruptivo propiamente dicho, son las que viven desoladas con un sentimiento de amenaza
permanente y con una sensación de desesperanza absoluta.
Los que logran sobrevivir en ese entorno son las víctimas damnificadas por el miedo a vivir,
el que se traduce por el aumento de las enfermedades psicofísicas, por más que algunos funcionarios
intenten decir que la disrupción sólo causa malestar, pero no enfermedad. Quien afirme esto o es un
claro desinformado, o “está fuera del planeta”.
Nosotros los médicos y los psiquiatras en especial, somos los claros receptores de las víctimas
damnificadas y los que estamos en condiciones de afirmar por mera casuística que lo disruptiva
enferma en forma holística, pues el completo malestar físico, espiritual y social. No sería desatinado
del todo pensar ya en abrir un capítulo de estudio para una psicología de la preocupación por la
disrupción, a fin de comprenderla mejor y saber los modos en que la víctima damnificada disruptiva
enferma. Aunque provisionalmente está dentro de los límites de los trastornos de ansiedad y del
ánimo, creemos que la cuestión es más profunda y con matices especiales que escapan al catálogo
común de los trastornos mentales por ansiedad y angustia.
Aun así, el DSM queda relegado actualmente en lo referente a clasificación de estrés al que
ubica dentro de los trastornos de ansiedad y tipifica dos cuadros muy precisos:
El DSM IV (Manual de Diagnósticos) marca los siguientes criterios diagnósticos para el TEP:
1) Recuerdos del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se
incluyen imágenes, pensamientos o percepciones. Nota: En los niños pequeños esto puede expresarse
en juegos repetitivos donde aparecen temas o aspectos característicos del trauma
2) Sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento que produce malestar. Nota: en los
niños pueden haber sueños terroríficos de contenido irreconocible
3) El individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático está ocurriendo
(se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia, ilusiones, alucinaciones y episodios
disociativos de flash back, incluso los que aparecen al despertarse o al intoxicarse). Nota: Los niños
pequeños puede reescenificar el acontecimiento traumático específico
4) Malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o
recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático
El cuadro es:
De esto se deduce que el estrés postraumático es el estado distresante producido por un gran
traumatismo que pone en peligro la vida produciendo un gran horror. El recuerdo reiterado del
episodio traumático (memoria del horror), acompañado de signos y síntomas de una especie de
ataque de pánico, es lo que se llama trastorno por estrés postraumático.
Epidemiología
El TEP fue reconocido en 1988 por Asociación Psiquiátrica Americana (APA) y consideró
que era una entidad diagnóstica independiente y con este criterio lo incluyó en el DSM. La diferencia
en los casos de predisposición o no-predisposición, no reside en que sufra, o no, TEP sino que en los
predispuestos el TEP es más intenso y más difícil de superar y puede afectar de por vida. No así en
los no-predispuestos que es de menor intensidad y puede recuperarse en semanas o pocos meses.
Los no-afectados por TEC en un mismo evento traumático, generalmente, es porque: tuvieron
una experiencia de distinta calidad y duración (en relación con los que padecieron TEP) o son
resilientes. Por esto es importante comprobar frente a un afectado o no-afectado si estamos en
presencia de casos de vulnerabilidad y de resiliencia. Esta observación es muy importante para tener
en cuenta como opera el evento traumático para provocar, o no, TEP.
Otro hecho importante a destacar en el diagnóstico de TEP, son tres cosas importantes:
1. el “gatillo” del trauma es un evento traumático que oficia de estrés agudo intenso
2. en su evolución se transforma en un estrés crónico
3. se manifiesta, esencialmente, con ataques de pánico frente al flash back
Esto permite diferenciar al TEP de un estrés crónico y de los ataques de pánico o de episodios
de recuerdos repetitivos de hechos no traumáticos (trastorno compulsivo-obsesivo). Es
incontrovertible que el proceso de TEP se instala en horas, pero no sabemos si consolida en días o
meses. A veces un TEP es diagnosticado varios meses después de instalado. Las víctimas,
biológicamente, pueden no ser nunca más las mismas que eran antes del TEP. El hecho de que se
vayan incorporando nuevas formas y causas de TEP no se debe a una modificación del concepto de
TEP, sino porque cada vez se profundiza más el fenómeno, se conocen nuevos aspectos y el DSM ha
ayudado a reconocer los cuadros.
La victimización
Mordechal Benyakar trata la ocurrencia de hechos disruptivos, y propone que las personas
afectadas por los mismos no sean llamadas víctimas sino más bien damnificados, pues esta palabra
denota mejor las secuelas que las disrupciones dejan en el tejido social y cultural de la humanidad.
Damnificado, en la denotación de la RAE es lo que “dícese de la persona o cosa que ha sufrido
grave daño de carácter colectivo”. Esto nos muestra que la definición de damnificado encierra lo
colectivo, pues el daño disruptivo es siempre colectivo, mientras que víctima, según la RAE es la
“persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita”, es decir, el término es más
personal y general, pues comprende tanto las causas que pueden ser disruptivas como cualquier otro
fenómeno dañino, incluyendo las catástrofes naturales.
De acuerdo con las situaciones o agentes estresores que lo producen, el estrés postraumático
ha recibido diferentes nombres: Post Traumatic Stress Disorder (PTSD) y cuando se debe a
situaciones dramáticas como guerra, rapto, violación o abuso deshonesto, también se ha denominado
“corazón de soldado”, “fatiga de combate”, “neurosis de guerra”, “síndrome de Da Costa”,
“síndrome post-Vietnam”, “síndrome posviolación”, “síndrome de abuso infantil”, “síndrome
traumático del rapto”, “disturbio circunstancial transitorio”, “síndrome de la Guerra del Golfo”,
“síndrome post-Malvinas”. Los trastornos del estrés postraumático, en la opinión de algunos autores,
constituyen una “enfermedad de estrés postraumático” y los traumas que lo ocasionan más
frecuentemente entre los varones serían: exposición a un combate bélico (en Argentina ocurrió con
los ex-combatientes de la Guerra de las Malvinas); haber sido testigo de un ataque a alguien que fue
malherido o asesinado. Entre las mujeres: el acoso o la violación sexual (Kessler y col.). Otros
autores consideran causas tales como:
Hay que diferenciar la naturaleza de los hechos traumáticos que conducen al TEP:
• ser provocado primaria y principalmente por un hecho intensamente perturbador que crea
una situación que escapa a todo control por parte del damnificado, sobre todo cuando hay peligro de
muerte inminente, que causa trauma, herida o injuria mental o cerebral. Esto es muy importante de
tener en cuenta porque evita la creencia de que el síndrome TEP pueda ser causado por otros agentes.
Sin hecho traumático, no hay TEP. Es decir, si hay un síndrome TEP provocado por una
circunstancia traumática, es el trauma la única causa de TEP y no otra cosa.
• Queda grabado en forma indeleble el recuerdo de un hecho perturbador, el que permanente
vuelve a la conciencia, reproduciendo todo mecanismo de alarma, pero con características de
hipersecreción (mayor secreción que la ocurrida en una reacción normal)
• Provoca una reacción exagerada ante un nuevo hecho inocente y totalmente carente de
peligro, pero que por sus características puede despertar la sensación de estar viviendo el episodio
gatillo del TEP
• Puede darse en personas normales o en personas hiperreactivas e hipersecretoras de las
hormonas del estrés (catecolaminas, CRF, acetilcolina y endorfinas)
El TEP se basa en una profunda alteración química del cerebro, puesta en marcha por una
única muestra de terror abrumador. Cualquier estrés incontrolable puede tener el mismo impacto
biológico, sobre todo cuando se está a punto de perder la vida o vivir un incidente como que
amenaza gravemente a la vida. La impotencia ante un acontecimiento traumático es lo que hace que
el mismo sea subjetivamente abrumador. La sensación de que “no nada que hacer para escapar a
ello”, es lo que provoca el cambio bioquímico del cerebro. Los cambios bioquímicos se producen en
el circuito límbico y se concentran en la amígdala (Start). Estos cambios ocurrirían en forma
diferente, por lo cual se han asociados en cuatro grupos:
1. Primer grupo: los cambios claves se produce en el locus ceruleus que regula la secreción de
catecolaminas, las que actúan frente a una emergencia. La misma catecolamina es la que graba los
recuerdos con especial intensidad. En el TEP, el sistema de catecolaminas se vuelve hiperreactivo y
segrega dosis elevadas en respuesta a situaciones de poca o ninguna amenaza, pero en alguna manera
recuerdan el trauma original. El locus ceruleus y la amígdala están relacionados íntimamente, junto
con el hipocampo y el hipotálamo, de manera tal que el circuito de catecolaminas se extiende hasta la
corteza. El cambio de esos circuitos provoca ansiedad, temor, hipervigilancia, quedar fácilmente
perturbado o excitado, la disposición para el ataque o la fuga y la indeleble codificación de intensos
recuerdos emocionales.
3. Tercer grupo: los cambios se producen en el sistema opioide del cerebro, productor de
endorfinas, hormonas que embotan la sensación del dolor, aumentando el umbral de tolerancia al
mismo. Este circuito nervioso involucra a la amígdala con una región de la corteza cerebral. Ante una
hipersecreción de opioides, éstos actúan como poderosos agentes paralizantes. En el TEP, la
hipersecreción de endorfinas provoca un entumecimiento de ciertos sentimientos, lo que explica los
síntomas psicológicos negativos del TEP: anhedonia (incapacidad de sentir placer), paralización
emocional general con la sensación de estar escindido de la vida o la despreocupación por los
sentimientos de los demás. Los que viven cerca de una persona que padece TEP, pueden considerar
esta indiferencia como una falta de empatía (incapacidad para conectarse o comunicarse con los
demás). Asimismo, las endorfinas pueden provocar disociación que se manifiesta como incapacidad
para recordar minutos, horas e incluso días cruciales del traumático acontecimiento (esto también
puede provocar la llamada amnesia retrógrada postraumática)
4. Cuarto grupo: estaría siendo investigado por Hermona Soreq en las ratas, donde ha
encontrando que colocando en animales en situación de estrés traumático, producen en su cerebro
una ACE (enzima o proteína acetilcolinesterasa) responsable de la degradación de la acetilcolina
(AC). El estrés traumático induce la secreción de una proteína anómala de ACE lo que lleva a un
aumento de nivel cerebral de AC y que produce un nivel de hipersensibilidad por despolarización
sostenida de la membrana celular con la secuela de altos niveles de actividad eléctrica sostenida que
duraron semanas. Es probable que esto pueda estar relacionado con las proteínas del estrés.
Explicaría la exacerbación de la memoria, que presenta el TEP. Coincidiendo con esto, Jean-Marie
Meunier y Alexandre Shvaloff describen la existencia de falsos transmisores colinérgicos.
Por todo lo expuesto, hemos observado la existencia de un sistema cuádruple compuesto por:
1. catecolaminas
2. CRF
3. endorfinas
4. acetilcolina
que actúa normalmente en toda reacción de estrés postraumático. Si bien, parte de los elementos del
sistema, también están presentes en la reacción normal de estrés que prepara al organismo para actuar
con rapidez y decisión de huir o pelear ante un peligro o sensación de peligro, en el TEP nos
encontramos con otras situaciones que nos puede llevar a:
Hay investigadores que encuentran en los afectados por TEP diversas alteraciones como ser
atrofias en las estructuras límbicas (atrofia dendrital de células piramidales del hipocampo) y descenso
del cortisol, alteraciones en la secreción y cantidad de CRF. Esto es correcto, como lo explica la
biofisiopatología del estrés, ya que el estudio Jones encontró en estrés crónico atrofias de estructuras
límbicas y variaciones en los niveles de cortisol. Halbreich estudió las diferencias entre estrés crónico
y el TEP, encontrando en el TEP ausencia de hipercortisolemia, lo cual lo diferencia de la depresión
y del estrés crónico. Yehuda evidenció la disminución de receptores Gc en el TEP y aumento de los
mismos en la depresión y estrés crónico. Esto involucra el concepto de que hay hiposensibilidad al
feedback de Gc en la depresión e hipersensibilidad al feedback en el TEP o PTSD. En la depresión o
estrés crónico predomina el aumento del CRH, en el TEP generalmente hay disminución, pues la
secreción tiene variaciones cíclicas.
Ya analizamos y citamos a Mc Ewen, quien demostró con estudios de RMN que el estrés
agudo también atrofia neuronas de la región CA3 del hipotálamo, lo que cronifica el impacto
emocional agudo. Los principales estudios sobre TEP son el Estudio de Kulka (1990) (Trauma and
the Vietnam War Generation) sobre veteranos de la guerra de Vietnam, el Estudio de Mac Farlane
sobre víctimas de desastres naturales, el Estudio de Veteranos de la Segunda Guerra Mundial (1997);
el Estudio Cañibe (Grupo de Alburquerque), sobre la base de estudios de neuroimágenes (RMN) y
electrofisiológicos (magnetoencefalograma y EEG) encontraron anomalías en la reactividad del
sistema nervioso autónomo, alteraciones de la función adrenérgica y glándulas suprarrenales
(hipertrofia) y el volumen reducido (atrofia) del hipocampo. En los casos de traumas por ruidos
sostenidos (explosiones) se realizaron estudios de potenciales evocados auditivos.
En este estudio intervino el Grupo de Pache donde los afectados de TEP mostraban patrones
anormales de actividad auditiva evocada según un patrón que llamaron paradigma de aumento y
reducción. Sobre los estudios neuroanatómicos de atrofias de hipocampo, queda por determinar si las
mismas son preexistentes y determinan el desenlace en un TEP o sin son provocadas por el TEP. El
TEP puede ser considerado, en opinión de algunos autores, como la memoria del horror, porque los
momentos terroríficos vividos se convierten en recuerdos grabados en el circuito emocional. El
centro del temor y del horror ubicaría en la amígdala y sus conexiones. En los casos en que se
presenta el TEP, pareciera preexistir una amígdala excesivamente excitada o hiperreactiva, que
impulsa los recuerdos vividos en un momento traumático, inmiscuyéndose en la memoria.
Sin hecho traumático, dijimos, no hay TEP. La tesis de que el trauma no es causa de TEP es
defendida y alentada por las compañías de seguros de EE.UU. que pagan o costean programas de
investigación de los que padecen TEP y, a pesar haber comprobado la lesiones cerebrales, no han
presentado un estudio de comprobación rigurosa de preexistencia de la misma ni si son secuelas de la
cronicidad del TEP (recordemos que hay TEP agudo y uno crónico) pues los estudios no indican si
fueron realizados inmediatamente al diagnóstico de TEP. De todos modos hay un hecho
incontrovertible: antes del hecho traumático no hay TEP y éste aparece después del hecho. Esto es
una prueba lapidaria de que el trauma es el gatillo o desencadenante del síndrome, lo que quiere
decir que es la causa directa.
1. Al grado de estrés sufrido. Quien padece mayor intensidad de estrés, tiene mayor
probabilidad de tener un TEP. Por ejemplo, en un choque de tren o de auto, el conductor y su
acompañante suelen ser los más damnificados si el accidente afecta la parte delantera del vehículo,
mientras que los que viajan en otros compartimientos y no presencian directamente el impacto o no
son afectados por lesiones, tienen menos posibilidades de ser afectados por TEP. De los heridos,
quien queda atrapado entre hierros mucho tiempo o sufre heridas de mayor consideración tiene
mayor posibilidad de sufrir TEP que quienes sólo padecen heridas de menor grado. Luego haber
presenciado directamente el impacto (ver que el otro “vehículo se me viene encima” o ver como el
vehículo rueda en caso de descarrilamiento) y sufrir lesiones graves o situaciones angustiantes que lo
ponen al borde de la muerte es lo que causa mayor estrés y favorece el desarrollo de un TEP.
2. Las personas que tengan susceptibilidad de padecer TEP son los hiperreactivos que ya
describimos. Pero también están los que padecen vulnerabilidad (que se deben a factores ambientales
o al haber padecido traumatismos en edades tempranas). Frente a ellos están los no-hiperreactivos y
los resilientes (aquellos que padecieron y sufrieron traumatismos en edades tempranas pero
adquirieron la capacidad de resistir las secuelas por haber adquirido una especie de fortalecimiento
ante hechos traumáticos)
3. El TEP se puede injertar sobre un estrés crónico u otro trastorno o desorden de ansiedad o del
ánimo, preexistentes, dando que el estrés crónico, la ansiedad y la depresión están universalmente
instalado en la sociedad
Una de las condiciones ineludibles para el diagnóstico del TEP es el relato que el paciente nos
hace de sus vivencias anormales y de los síntomas que percibe. En los niños pequeños esto es muy
difícil de lograr con precisión y claridad y éste es el primer escollo para determinar cuál es el
trastorno de ansiedad que un hecho traumático causa en un niño. El DSM IV consigna claramente
que la respuesta al horror, en los niños, pueden expresarse en comportamientos desestructurados o
agitados. También influye mucho la edad. Los más pequeños, de 1 a 5 años, tienen tendencia a
manifestar el TEP de una forma, mientras que los mayores, de 5 a 10 años lo manifiestan de otras.
Después de los 10 años y en la adolescencia, es más sencilla la tipificación de síntomas y la
clasificación de conductas, porque están más cercanas a las manifestaciones del adulto y porque hay
mayor expresividad oral. El DSM IV da una primera aproximación al TEP infantil dando dos pautas
claras de diagnóstico:
1. Los niños pequeños expresan el TEP bajo la forma de juegos repetitivos, donde aparecen
temas o aspectos característicos del trauma o pueden reescenificar el acontecimiento traumático
específico
2. Los niños mayores, como así también los pequeños, pueden tener sueños terroríficos
(pesadillas) de contenido irreconocible,
En nuestra experiencia médica hemos interrogado a niños con TEP y efectivamente tienen
grandes dificultades para narrar el contenido de las pesadillas, pero los describen claramente como
algunos niños balbucean en la agitación de la pesadilla, frases concretas referentes al trauma en sí.
Hay estudios de que cuadros similares al TEP en niños menores de 5 años pueden deberse a algunas
anomalías congénitas del encéfalo.
Otro factor que influye es el grado de inmadurez. En cuanto a las causas del TEP infantil
tienen que considerar sólo aquellas que causan horror o gran pánico y no mezclar otros problemas de
conducta infantil relacionados con hechos ambientales traumáticos pero no horripilantes. Por
ejemplo, la separación de la teta materna del recién nacido o de los bebés cuyas madres trabajan y
deben ser asistidos por extraños que deben remplazar la teta por la mamadera, es un síndrome de
ansiedad que pueden causar síntomas similares al TEP pero carece del signo principal: el horror o
pánico. No así con los niños maltratados o violados o sometidos al abuso sexual crónico, en los cuales
el cuadro de horror es permanente y el estado de pánico crónico. Estos niños sí tienen realmente un
síndrome de TEP.
En lo relativo al resto de las causas, son las mismas que pueden afectar a un adulto en la vida
cotidiana (catástrofe natural, accidentes, hechos violentos que impliquen graves heridas o muerte,
etc.). Una de las causas más comunes son los accidentes viales. En cuanto a la muerte de los padres o
separación de los mismos por divorcio o encarcelamiento, sólo las situaciones de separación vividas
como trágicas y que inducen un cuadro de horror o terror o pánico, pueden causar un TEP. También
puede ocurrir con la muerte penosa de un familiar muy querido, sobre todo si se presencia los
momentos finales del moribundo, especialmente los que padecen trastornos muy impactantes como es
el dolor fuerte, hemorragias, etc. La presencia de una muerte lenta de enfermos terminales es muy
traumatizante para los niños mayores de 5 años. El problema del TEP infantil es muy complejo para
diagnosticar y tratar y aún no hay pautas claras de clasificación y diagnóstico.
Muchos estudios han determinado también fenómenos disociativos en los que la memoria no
está afectada globalmente, en su totalidad, y por lo tanto hay conservación de la cognición, pero sí
hay alteraciones selectivas de la misma que provocan trastornos parciales. El estudio de las
alteraciones cognitivas está muy dificultado por la conmorbilidad con otros trastornos de ansiedad y
del ánimo, especialmente la depresión, y con trastornos de conducta que implican el alcoholismo y la
drogadicción. Sin embargo, diferentes estudios han determinado en pacientes con cuadros recientes,
alteraciones cognitivas evidentes. Por otro lado, se ha comprobado que la terapéutica farmacológica,
cognitiva, psicológica y social, aportada con intensidad dentro de los primeros dos o tres años
después de sucedido el evento traumático, dan mayores chances de recuperación plena, lo que
explica la intervención de factores cognitivos en algún modo. Completaremos este estudio con otros
efectos de los traumas psíquicos y físicos sobre la memoria y las adicciones.
Entre las fallas de la memoria cobra un capítulo interesante las fallas ocasionadas por el distrés
y los traumatismos. La relación entre distrés (estrés) y la memoria es muy compleja. En los
traumatismos hay una gran paradoja porque las experiencias traumáticas que no causan daños
anatómicos como suelen ser los que viven un accidente que los somete a experiencias de horror, o
participan en hechos horrorosos (guerra, cataclismos naturales, víctimas de violación y asaltos o
atentados de homicidio, maltrato crónico, abuso sexual reiterado, etc.) guardan una memoria del
horror por los hechos intensos que provocaron recuerdos vívidos que tienen la facultad de perdurar
transitoria o indefinidamente en el tiempo. Mientras que el distrés agudo o crónico que no es
producido por recuerdos muy vívidos e intensos ni horrorosos, deteriora la atención posterior y la
memoria y llega a inducir una amnesia profunda como la que hemos denominado amnesia
postraumática.
Bruce McEwen estudió los efectos del estrés agudo y crónico. Descubrió que un estrés agudo
importante y sumamente impactante en lo emotivo, lesiona el hipotálamo en forma irreversible y
afecta, entre otras cosas, la memoria verbal y particularmente en la memoria del contexto, el tiempo y
el lugar donde se producen los hechos que más impactan emocionalmente. Este es el mecanismo
provocado por un traumatismo craneal ya sea como contusión o concusión y que cuando hay
pérdida de conocimiento, al recuperarse éste se padece de amnesia retrógrada inmediata
postraumática. Si el estrés agudo es muy intenso puede provocar lesiones de atrofia en ciertas
neuronas de la región CA3 del hipotálamo lo que perpetúa en el tiempo el trastorno de la memoria.
Testifican estos estudios y conclusiones, las imágenes obtenidas con RMN por McEwen en personas
que han sufrido enfermedades relacionadas con el estrés agudo. El mecanismo de amnesia retrógrada
postraumática también es mediado por endorfinas. Cuando el estrés físico es muy severo o
impresionante, la liberación de endorfinas es mayor y esto embota la atención selectiva, lo que altera
el proceso de la memorización de los acontecimientos que en esos momentos ocurren. Esto explicaría
la “amnesia por shock” que sufren la mayoría de los individuos sometidos a grandes accidentes
(viales, terremotos, derrumbamientos, etc.), tanto en los casos de traumatismos con conmoción
cerebral, como en los que ésta no existe. Es muy frecuente escuchar en la anamnesis de estos traumas,
la frase “no sé qué pasó” “no recuerdo qué ocurrió”, etc., o bien se efectúa relatos imprecisos o
indefinidos.
El estudio Zúrich consistió en realizar un análisis en dos etapas sobre un grupo de hombres
cuyas edades ubicaban entre los 20 y los 40 años. En la primera etapa se les pidió que memorizaran
60 sustantivos, para lo cual debían mirar cada sustantivo durante 4 segundos. Luego se les tomaba
una evaluación inmediata que consistía en escribir todos los sustantivos que recordaran. Después de
24 horas volvía a repetirse la evaluación. En una segunda etapa los investigadores administraron a los
mismos voluntarios del grupo en estudio, 24 horas antes de la evaluación, una dosis de cortisona en
tabletas (la cortisona al metabolizarse se transforma en cortisol, el glucocorticoide que se secreta en el
estrés crónico). Después de esta ingesta, en la evaluación inmediata no hubo efecto sobre la memoria.
En la evaluación tardía, a las 24 horas subsiguientes a la prueba, se encontraron fallas en las
respuestas, que demostraron la afectación de la memoria. El glucocorticoide afecta el proceso de
evocación o recuerdo de la memoria y es el mecanismo que se suma a las lesiones del hipotálamo y
acción de las endorfinas, para alterar el proceso de la memoria en situaciones de estrés.
Estas conclusiones son importantes en situaciones cotidianas como las que atraviesan los
estudiantes cuando deben rendir un examen, de quienes deben memorizar una agenda de trabajo y,
en un caso muy particular, de los que deben testificar ante autoridades judiciales o policiales sobre
hechos traumáticos, o los que han sufrido catástrofes o guerras. La acción distresante aumenta el
cortisol y endorfinas y esto causa la alteración de la memoria. Por esto, las conclusiones a las que
arribó este estudio, contemplan la posibilidad de que ciertos testimonios en determinados procesos
judiciales, puedan resultar viciados por omisión de detalles o alteración de la narración de los hechos.
Igual cosa ocurre en las entrevistas de todo tipo, incluidas las anamnesis de los médicos. Esta
situación lleva al estudio a aseverar que “sobre la base de los resultados parece probable que los
niveles elevados de glucocorticoides, inducen desequilibrios de memoria en situaciones tensas como
los exámenes estudiantiles, las entrevistas y los testimonios ante un tribunal”.
Las alteraciones de la memoria, sobre todo en el estrés postraumático, son bien conocidas y se
expresan como fragmentación mnésica, ideas intrusivas (a veces en forma de flashbacks), disociación
(separación inconsciente de algunos procesos mentales de otros como, por ejemplo, falta de
correlación entre la expresión facial y el estado de ánimo manifestado). El hipocampo que ya hemos
estudiado, tiene un papel crucial tanto en la memoria como en la regulación neuroendocrina de las
hormonas del estrés. Es, asimismo, una de las dianas de las hormonas del estrés, con una de las
mayores concentraciones de receptores para corticosteroides del cerebro de mamíferos. Una función
neuroendocrina del hipocampo es participar en la terminación de una respuesta de estrés mediante
una retroalimentación negativa que inhibe el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (eje HHA). Se ha
comprobado por estudios multicéntricos que el estrés y las hormonas del estrés deterioran las formas
de memoria dependiente del hipocampo, fenómeno que ocurre tanto en animales como en seres
humanos. Un ejemplo lo encontramos en el trastorno por estrés postraumático que provoca atrofia
del hipocampo y déficit marcado en las tareas de recuerdo, dependientes del hipocampo. Como
demostramos en este trabajo, el hipocampo tiene funciones determinantes en la conexión y
organización de varios aspectos mnésicos como, por ejemplo, ubicar un determinado recuerdo en el
adecuado contexto tempo-espacial.
Esto da una razón biológica para explicar por qué dos personas que viven un mismo hecho
pueden, años después, tener diferentes recuerdos de lo ocurrido. Todo funcionaría como que
constantemente un viejo recuerdo es empujado hacia la conciencia. En este caso el cerebro lo
selección, lo actualiza y acto seguido procede a fabricar nuevas proteínas durante el proceso de
devolución, de dicho recuerdo, al almacén de la memoria de largo plazo. La creación de nuevas
proteínas significa, de algún modo, que el recuerdo está siendo transformado permanentemente para
reflejar las experiencias vitales de cada persona, pero no se modifican los mecanismos en sí de la
memoria misma. Esto significa que hay que considerar lo que es la memoria proceso como un
mecanismo o facultad intelectual de la mente y diferenciarla del contenido de la memoria o recuerdo.
Lo que cambia de una persona a otra es la forma en como almacena el contenido de un recuerdo,
pero los mecanismo de la memoria proceso son iguales para todos.
El experimento UBA planteó la posibilidad de que los recuerdos consolidados pueden ser
eliminados mediante el artificio de activarlos primero y luego exponerlos a un agente amnésico como
puede ser el estrés. Este mecanismo tendría que ver con algunos desórdenes psiquiátricos de la
memoria. Quizás el distrés actúe como inhibidor de la síntesis proteica. Desde el siglo pasado se
conoce que los recuerdos recientes son inicialmente inestables; de forma tal que un golpe en la
cabeza, una descarga eléctrica o ciertas drogas pueden alterar el proceso mnésico que gradualmente
lleva un recuerdo de corto plazo a uno de largo plazo, mediante la intervención de nuevas
conexiones y la síntesis de nuevas proteínas. En la década del ’60 se descubrió que ciertas drogas
interferían en la rememoración de recuerdos, pero la investigación no pudo avanzar debido a esas
drogas afectaban a todo el cerebro en forma inespecífica, lo que evitó rastrear los mecanismos
celulares de las redes de memoria. La más alterada en el estrés crónico es la memoria declarativa. En
las discusiones más recientes, la mayoría de los investigadores sostienen que hay varias clases
cualitativamente diferentes de almacenamiento de memoria, de forma tal que a las tres conocidas
como corta, intermedia y larga, se agregarían dos variantes más denominadas memoria implícita o
memoria no declarativa y memoria explícita. La memoria implícita es la facultad de recordar sin
tener un conocimiento consciente de los trazos de memoria que genera dicho recuerdo. La memoria
explícita es la contrapartida de la implícita porque permite a partir de un estímulo sensorial (olores,
imágenes, sonidos, etc.) rememorar toda una serie de hechos asociados psicológicamente con dicho
estímulo. La memoria declarativa es la que incluye la memoria explícita y la memoria espacial.
• B. Durante o después del acontecimiento traumático, el individuo presenta tres o más de los
siguientes síntomas disociativos:
a. Que un estresor agudo se repita reiteradamente (estrés repetitivo) y el episodio queda en una
zona gris entre agudo y crónico. Si se repite mucho tiempo, el estresor pasa a ser crónico.
b. Que la respuesta tanto a un estresor agudo como a un crónico sea de corta o de larga
duración. En el caso del trastorno de estrés postraumático vimos que un estrés agudo provoca un
cuadro crónico. Por otro lado un estrés agudo intenso puede tener una reacción grave (muerte súbita)
o generar un episodio orgánico agudo (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, perforación
de órgano hueco) o lesión psicoorgánica crónica (depresión grave)
.CAPÍTULO III
Las múltiples reacciones fisiológicas y fisiopatológicas que desata el estrés, conllevan una especie de
“conmoción” que modifica notablemente la homeostasis de todo el cuerpo.
Previamente, conviene realizar una brevísima síntesis de los conceptos de lo que hoy se
conoce como neurotransmisión química. Este concepto se inició con Claude Bernard, padre de
muchos conceptos fisiológicos modernos y especial investigador de la homeostasis. Hasta la década
de los ’50, se conocía muy bien la neurotransmisión eléctrica, fenómeno de naturaleza denominada
eléctrica debido a la acción de moléculas con cargas eléctricas de signos distintos y cuyo paso rápido
a través de la membrana celular por canales iónicos permitía la despolarización de la membrana de
células nerviosas y de ese modo había transmisión de impulsos. A partir de esa década, Eccles (1952)
introduce el concepto de neurotransmisión química, al advertir que ha nivel de sinapsis neuronal, la
corriente eléctrica que viajaba como excitante desde una neurona, cuando llegaba a la sinapsis
invertía la polaridad de la célula siguiente transformándose en impulso inhibitorio. El estudio del
espacio sináptico permitió descubrir las sustancias que se dieron en llamarse neurotransmisores
químicos. En las décadas siguientes se descubrió que las sustancias que llegaban al espacio sináptico
provenían desde el interior del axón neuronal. Los estudios efectuados demostraron que esas
sustancias podían ser “fabricadas” en el interior del axón, “viajaban” en el mismo, se secretaban como
vesículas y luego podían ser recaptadas del mismo espacio, antes de ser destruidas por enzimas.
Todos estos conceptos son los que dieron un nuevo concepto a la palabra neurotransmisor y para
diferenciarla de la teoría eléctrica, se propuso llamar neurotransmisión química. Posteriormente, a los
transmisores químicos se les dividió en neuromediadores, dentro de los cuales estaban los
n eu r o m o d u lad o r es o n eu r o h o r m o n as. Par a este tem a r eco m en d am o s leer la o b r a
NEUROTRANSMISORES de Jean-Marie Meunier y Alexandre Shvaloff.
1. sistema catecolaminérgico
a) sistema noradrenérgico
b) sistema adrenérgico
c) sistema dopaminérgico
d) sistema cortisolérgico
2. sistema gabaérgico
3. sistema serotoninérgico
4. sistema colinérgico
5. sistema histaminérgico
6. sistemas locales o de neurotransmisores autónomos (neuropéptidos, peptidérgicos)
7. sistema de interacción entre sistema inmunológico y neuroendocrino (neurohormonas)
8. S.M.E.I. (sistema molecular efector intracelular o segundos mensajeros)
Los sistemas noradrenérgicos, dopaminérgicos, gabaérgico, serotoninérgico, colinérgico e
histaminérgico, actúan en forma especial en el SNC. Con función de moduladores y
neuromediadores, puesto que tienen una vía común final que es el hipotálamo, a través del cual
operan sobre el sistema endocrino dando que el hipotálamo secreta factores liberadores que también
son neurotransmisores, tales como los factores liberadores de ACTH (corticotrofina u hormona
corticotrópica), CRF (CRH, FLC, factor liberador de corticotrofina, CL, corticoliberalina), TRH
(factor liberador de tirotrofina), PRF (factor liberador de prolactina), Gn-RF (factor liberador de
gonadotrofinas), LHRH (factor liberador de lúteohormona, que forma parte del grupo Gn-RF).
También secreta factores inhibidores, como el PIF (factor inhibidor de prolactina), el SRF (factor
inhibidor de somatohormona) y otros neurotransmisores, tantos liberadores como inhibidores.
El gran mediador del estrés y distrés es el CRF (Cortisol Release Factor o Corticotrophin
Release Factor) o Factor Liberador de Cortisol o de Corticotrofina producido por las neuronas
centrales, cuyas funciones múltiples desencadenan todas las otras reacciones. Es estimulado por las
citoquinas proinflamatorias (moléculas marcadoras de estados inflamatorios) Algunas de las
funciones del CRF son:
¬ Efecto anorexígeno
¬ Ansiogénico
¬ Disminución de la producción de ácido clorhídrico y del vaciamiento gástrico
¬ Disminución de la conducta sexual
¬ Disminución de la reproducción
¬ Aumento de la agresión
¬ Alteración de la actividad locomotora
¬ Aumento de utilización de catecolaminas
¬ Provoca inmunosupresión y aumento de interleukinas o interleucinas (IL1 , IL6 ) y FNT
(factor de necrosis tumoral) y disminución de citoquinas por feedback
Otros factores del distrés son: vasopresina, FNA (factor natriurético atrial) que ejerce un
control regulador del eje como factor anti-CRF (lo que fundamenta una base científica de que los
enfermos cardíacos, especialmente los que padecen prolapso de válvula mitral, tienen más posibilidad
a desarrollar ataques de pánico). Asimismo, el eje adrenal tiene modulación hipocampal, donde los
glucocorticoides igualmente ejercen mecanismos de feedback, constituyendo así un verdadero eje
cortico-límbico-hipotálamo-hipofiso-adrenal (CLHHA), por lo que no es sólo un sistema de
respuesta al estrés/distrés, sino también al afrontamiento, confrontamiento, aprendizaje y conducta
emocional.
Es donde nacen los impulsos inhibidores o activadores que luego irán al nivel hipotalámico.
Las vías utilizadas por la NA comienzan en el locus ceruleus (centro emocional), del cual
parte fibras ascendentes a la amígdala, a la corteza en general y al tálamo. En la corteza, la
mayor proyección de estas fibras está en el área órbitofrontal y a partir de ahí, a áreas
parietotemporales. A través de este nivel se entrelazan los estímulos ambientales
(información) que desde la corteza irá a núcleos límbicos y mediocerebrales para pasar luego
al tálamo. Es un sistema de transmisión estrictamente neuronal.
Ubica en los núcleos del tálamo que reciben la transmisión neuronal del nivel 1 y la convierte
en neurotransmisión endocrina, pues produce neuropéptidos que estimulan esencialmente a
la adenohipófisis. El principal neuropéptido es el CRF o FLC (factor liberador de
corticotrofina) o CL (corticoliberalina), que tiene un rol fundamental en los trastornos
emotivos, afectivos, pero más particularmente en los ansiógenos, por lo que se le denomina
factor ansiógeno. Es el regulador fisiológico de la secreción del ACTH. Este neuropéptido,
además de activar el eje hipotálamo-hipofiso-adrenal, es neurotransmisor en áreas cerebrales
extra-hipotalámicas porque tiene receptores específicos en corteza frontal, amígdala, estrías
terminales, locus ceruleus, núcleo parabraquial y complejo dorsovagal. Estas conexiones
cerebrales ligadas con la regulación autónoma explicarían el rol del CRF en la coexistencia de
trastornos afectivos y de ansiedad. Es sintetizado en el núcleo paraventricular del hipotálamo
y transportado por vía axónica a la eminencia media. Desde allí será liberado al sistema portal
hipotalámico-hipofisario. La liberación del CRF, además de la de NA, está mediada por
serotonina, acetilcolina y encefalinas, dentro de las cuales están citoquinas representadas por
interleuquinas (IL) principalmente la IL6 y algo menos por la IL1 , las que intervienen más en
el humor depresivo que en la ansiedad. En condiciones basales o fisiológicas, el CRF es
liberado por pulsos a través de un ritmo circadiano. Minutos después le siguen los pulsos
secretores hipofisarios de ACTH y otros derivados de la melanotrofina. La liberación de CRF
es inhibida mediante feedback por el ACTH y glucocorticoides, en especial el cortisol.
También intervienen en esa inhibición el GABA y opioides (Owens-Nemeroff, 1990) y
clordiazepóxidos y alprazolam (Owens y cols., 1991). El CRF tiene un papel integrador o
coordinador en las variadas respuestas al estrés y la ansiedad con los sistemas endocrinos,
autónomos y comportamentales, notándose una hiperactividad de las neuronas CRF-
dependientes, en la depresión, trastornos de ansiedad y anorexia nerviosa.
Nivel 3: adenohipófisis
1. en el estrés intenso, es menor el nivel plasmático de cortisol, lo que permite mayor secreción
de ACTH
2. pero un estrés muy intenso, también sería capaz de inhibir la secreción ACTH
1. Reacción aguda
a. Reacción crónica
• Sistema hipofiso-corticosuprarrenal
• Interacción entre SNC y sistema endocrino
La consecuencia inmediata de un estímulo o factor estresante que desata una reacción aguda,
es el aumento de la actividad del sistema simpático-adrenomedular, el cual regula el sistema
vegetativo por la excitación del sistema simpático y la estimulación de la liberación de catecolaminas,
principalmente adrenalina (AD) y secundariamente noradrenalina (NA). Podríamos decir que en
esta reacción es donde opera el sistema adrenérgico (AD). Con este mecanismo de acción, se obtienen
las siguientes funciones:
Es una respuesta catabólica breve pero con la reacción de períodos anabólicos prolongados,
suficientes para el automantenimiento del estrés. Una repetición frecuente o una reacción intensa del
proceso, provoca:
a) Agotamiento severo de reservas energéticas
b) Deterioro de tejidos vitales
c) Trastornos metabólicos severos
d) Depleción de las reservas de AD de las células suprarrenales y del cerebro
1. En las estructuras cerebrales hay enorme diferencia de tasas entre enzimas de síntesis previas a
la síntesis de AD (tirosina hidroxilasa, dopamina hidroxilasa, PNMT) debido a una localización
independiente de la enzima de la última fase de síntesis
2. En las células diana hay desaferentación de vías adrenérgicas que disminuye casi la totalidad
de AD, sin provocar modificación de la actividad de la PNMT
Estas diferencias prueban que la síntesis de AD tiene lugar también en estructuras que no
reciben inervación adrenérgica, lo que significa que la síntesis de AD puede realizarse en células no
catecolaminérgicas que pueden captar la NA liberada por las terminaciones noradrenérgicas. Las vías
adrenérgicas son las mismas que las de la NA. Localizan, en el cerebro, en tres áreas que son masas de
células adrenérgicas denominadas:
∗ C1 : es la masa mayor de células adrenérgicas (75%) y ubica entre los núcleos olivar inferior y
funicular lateral. Son células multipolares, de tamaño medio.
∗ C2 : son el 20% de las células adrenérgicas y ubican en la vecindad del haz solitario, el cual
rodea dicha masa celular
∗ C3 : esta masa está entre las fibras del XII par craneano y el núcleo dorsal del rafe
1) Alfaadrenérgicos
2) Betaadrenérgicos
La NA, una vez liberada, estimula rápidamente los receptores adrenérgicos postsinápticos que
son de cuatro tipos:
1. alfa 1 ( 1 )
2. alfa 2 ( 2 )
3. beta 1 ( 1)
4. beta 2 ( 2)
a) los alfa 1 tienen localización postsináptica únicamente. Actúan por aumento del calcio iónico
intracelular
b) los alfa 2 tienen ubicación pre y postsináptica. Accionan por inhibición de adenilciclasa y
reducción de formación de AMPc intracelular
Interacción simpática-parasimpática
Este sistema actúa en la respuesta crónica o estado de vigilancia, frente al estresante, en los
cuatro niveles que anteriormente hemos estudiados, bajo el predominio de la NA y el cortisol.
Cuando estos mecanismos homeostáticos fracasan, se manifiestan las enfermedades psicosomáticas o
de adaptación. Las modificaciones por estrés ocurren en todos los órganos y sistemas del organismo.
De este modo, el eje hipotálamo-hipofisiario pasa a tener en la actualidad, el papel preponderante
que antes sólo se atribuía a la hipófisis. En este eje hay liberación de neuropéptidos, como el npy,
betaendorfinas y el CRF (que ya estudiamos). En uno de los esquemas, que insertamos al final de
este capítulo, se verán como reguladores interactivos del sistema vegetativo o periférico, a las
siguientes hormonas:
1. Hormonas hipotalámicas
2. Neuropéptidos
3. Hormonas anterohpofisarias
• Tiroestimulina (TSH)
• Gonadoestimulinas (FSH o foliculoestimulante, LH o luteotrófica)
• ACTH
• PRL
• GH o STH
• MSH o estimulante de melanocitos
• LPH o estimulante de la lipólisis
4. Hormonas posterohipofisarias
5. Hormonas adrenales
• Mineralcorticoides
• Glucocorticoides
De acuerdo con la situación previa de la tiroides, será la respuesta al estrés. Por ejemplo
cuando existe un hipertiroidismo previo, decrece la cantidad de los receptores muscarínicos, mientras
los alfaadrenérgicos aumentan. Los cambios metabólicos inducidos por el cortisol y otras de las
hormonas liberadas en el estrés crónico, cuanto están asociados a cambios presores o volumétricos,
junto con los receptores muscarínicos modulan el sistema cardiovascular, inhibiendo o estimulando
los centros vasomotores que activan los nervios simpático y vago. La NA liberada por ACTH activa
el sistema renina-angiotensina provocan hipertensión arterial (HTA). El circuito acá descrito, es el
que interviene en alteraciones inmunoendocrinológicas, en las enfermedades de adaptación, en el
estado de furibundia y atrofias en el hipocampo, que es parte del circuito límbico, el cual tiene un rol
fundamental en los mecanismos de adaptación de las personas estresadas, para ajustar sus conductas a
las presiones internas y externas que conllevan el sufrimiento. Esta acción límbica provoca depresión,
fatiga crónica, disminución del apetito e incremento de las proteínas de fase aguda, PAI-1 y
citoquinas proinflamatorias. Los resultados dependerán de la vulnerabilidad o de la resiliencia,
conceptos que luego explicaremos. Finalmente, los últimos estudios de las neurociencias han
corroborado que el estrés, el trauma, la desesperanza y la vulnerabilidad biológica aumentan el
cortisol y, además de la hipotrofia o disminución del hipocampo, se inhibe la neurogénesis y se
modifica la expresión genética de determinados tipos de factores de transcripción del RNA, cambios
que tienen efectos bioquímicos y estructurales que actúan sobre la función de circuitos reguladores,
especialmente, del humor. Con la intervención de la corteza suprarrenal y la acción ACTH-cortisol y
los órganos efectores, se cierra el circuito del estrés crónico. Proseguiremos con la neurobiología de
la NA. Mathew Galván (1990), estudiando animales y seres humanos, encuentra una menor
actividad de la enzima dopamina-beta-hidroxilasa (DBH) en niños que habrían sufrido maltrato antes
de los tres años de edad (es decir, en etapas muy tempranas), en relación con los niños maltratados
después de los tres años de edad. Esto afecta la capacidad en la construcción moral y en la
adquisición de conciencia, que se suman a una falta de reconocimiento de valores de autoridad y de
sus pares. Estas acciones requieren de un sistema de inhibición comportamental que es mediado,
precisamente, por el sistema noradrenérgico. El descenso periférico de la actividad de la DBH
disminuye el nivel de NA, lo que provoca una disociación entre la DBH plasmática y los cambios
catecolaminérgicos que operan en el estrés crónico (pero de poca prevalencia en la respuesta
simpática a estresores agudos). Así, la DBH es un excelente marcador inmunohistoquímico en el
estrés crónico pero no es útil en el estrés agudo.
Los receptores postsinápticos noradrenérgicos también se dividen en alfa y beta, los que a su
vez se subdividen en alfa1 y alfa2 , beta1 y beta2 . La NA es agonista en todos estos receptores y cada
uno de ellos tendrá acciones distintas, según el territorio en que ubiquen. Mientras los alfa
postsinápticos son operados por ATPasa, los beta postsinápticos son mediados por adenilciclasa que
activa el AMPc (segundo mensajero). El AMPc es degradado por una fosfodiesterasa (tercer
mensajero) Los fármacos que operan esos receptores se dividen en agonistas y antagonistas, según
exciten o bloqueen la acción de los mismos. Son agonistas alfa la fenilefrina y similares. Son
antagonistas o alfabloqueadores el prazosin y similares. Los inhibidores de la fosfodiesterasa como
las metilxantinas (aminofilina) también son alfaagonistas. Son agonistas beta la isoprenolina y
similares, efedrina y aminas similares, clembuterol, salbutamol y otros broncodilatadores. Son
antagonistas o betabloqueadores el propanolol y similares.
Sistema dopaminérgico
• 1er. fascículo: (circuito mediano) el nigroestriado. Nace en la sustancia nigra o locus níger y
llega hasta el cuerpo estriado
• 2do. fascículo: (circuito largo) va desde el área tegmental ventral a las regiones mesolímbicas
y mesocorticales
• 3er. fascículo: (circuito corto) se extiende del tubérculo o bulbo olfatorio al hipotálamo y
retina
La acción de los receptores dopaminérgicos están en pleno estudio, pero ya se conoce que:
1. estimuladores o activadores
2. Inhibidores
Sistema serotoninérgico
a) Bulbares: se proyectan a medula dorsal (donde actúan como mediadores nociceptivos junto a
la sustancia P); a la medula intermedio-lateral (actúan como co-transmisores neurovegetativos) y a
medula anterior: actúan en la regulación motora
b) Protuberanciales: se proyectan como eferencias dendríticas y axonales a cerebro medio,
cerebro externo y tronco cerebral.
A su vez, el rafe recibe aferencias de: corteza prefrontal, hipotálamo lateral, cerebro
anterobasal y medula. La ST es un indol de funciones múltiples a través de complejos sistema de
regulación. Su nombre de serotonina proviene de serum tonic factor, denominación que se le da a
fines de la década del ’40 por haberla estudiado como sustancia vasoconstrictora. Un 95% de la ST
total del cuerpo ubica en sistemas periféricos tales como el tracto gastrointestinal (90% de toda la ST
del cuerpo) y plaquetas (5% de la ST total del cuerpo). El resto (5% de toda la ST del cuerpo) está en
el cerebro, es decir, contiene muy poca ST en relación con el resto del cuerpo, pero su acción es tan
importante que supera a toda la ST restante.
Receptores serotoninérgicos
1. Receptores 5HT1 : son los que en general tienen mayor afinidad con la ST endógena, por lo
que serían los responsables de los principales efectos serotoninérgicos en el SNC. El rol complejo
impide una correcta evaluación del sistema serotoninérgico ya que en los postsinápticos la
estimulación, más que la inhibición, favorece la transmisión serotoninérgica. Todo ocurre en forma
tal que el efecto final depende de diferentes factores, los que muchas veces implican todos los niveles
de la secuencia de la neurotransmisión. Este concepto es muy relevante para explicar patogenias en
forma integradora. Comprenden:
b) 5HT 1B: no se encuentran en el cerebro humano pero son similares a los 5HT1D
c) 5HT 1C: pertenecen a la antigua nomenclatura. Hoy se clasifican como 5HT2C
d) 5HT 1D: también se encuentran ligados negativamente a la adenilciclasa y ubican como
autorreceptores o heterorreceptores presinápticos, en terminales de la sustancia nigra, diencéfalo,
corteza frontal y temporoparietal e hipocampo. Asimismo se hallan como receptores postsinápticos.
Son mediados por proteína G y el aumento o disminución del AMPc. Actúan en la liberación y
síntesis de la 5HT. Los efectos de estos receptores son: antinocepción, antidepresión, anorexia, efecto
antiagresivo (disminución de binding en suicidas depresivos y no depresivos), prevención de déficit
de conducta social inducido por el aislamiento (promisorio para el estudio del uso futuro de agonistas
antiautísticos; efecto antimigrañoso. Los agonistas son sumatriptán, metitipna, ampratolina,
eltoprazim. Los antagonistas son metergolina y metisergida. Como efecto farmacológico terapéutico,
el sumatriptán es antimigrañoso. Se subdividen en:
e) 5HT 1E: es un receptor postsináptico con una estructura de transición entre 5HT1 y 5HT2 .
Sólo tiene trazas en el SNC. Su mayor presencia es en miometro y mesenterio. Se subdivide en:
∗ 5HT1E
∗ 5HT1E : considerado por algunos autores como parte del 5HT6
f) 5HT 1F: es uno de los receptores de reciente postulación. Tiene similitudes morfológicas con
los receptores 5HT1D, E y A postsinápticos. Es mediado por proteína G e inhibición de adenilciclasa.
No están en el SNC sino en útero, mesenterio y vasos. Los agonistas son sumatriptán y
metoxitriptamina. Los efectos farmacológicos terapéuticos son ejercidos por el sumatriptán por su
acción vasoconstrictora en el músculo liso vascular.
g) 5HT 1P : es de conocimiento muy reciente y ubica exclusivamente en intestino
h) 5HT 1S: está incluido en la postulación reciente de receptores serotoninérgicos y su ubicación
en el SNC es casi exclusivamente en medula espinal. Su principal efecto sería como modulador de
dolor. Con agonistas, la más alta afinidad es con triptamina y la más baja es con 5 OH-DPAT,
propanolol, tropisetron, quipazina y ketanserina.
2. Receptores 5HT2 : son receptores postsinápticos que actúan mediados por proteína G, AMPc,
los que estimulan la fosfolipasa C para producir despolarización. Se dividen en:
a) 5HT 2A: ubican en corteza cerebral, frontal, prefrontal y perceptiva (auditiva, visual y
sensorial), centros límbicos basales, cíngulo, amígdala e hipotálamo. Provoca efectos ansiógenos,
regulación de la temperatura o termia, inhibición de la secreción de vasopresina, ocitocina y
prolactina, efecto neurotrófico, inducción de sueño lento, efecto hiporéctico y regulación de la
actividad motora. Sus agonistas son: m-cpp, cisapride, cocaína, alcohol, alfametilserina,
indolalkilamina, DOI, DOB, DOM. El TEC libera receptores 5HT2A en neocortex. Los antagonistas
son clorpromacina, clozapina ritanserina, risperidona, clanzepina y seganserina. Efectos
farmacológicos terapéuticos: se obtienen con nuevos antipsicóticos.
b) 5HT 2B: no se encuentran en el SNC. Están en músculo liso (vascular y no vascular) y
plaquetas. Tiene efectos de vasoconstricción, broncoconstricción y agregación plaquetaria. Tiene
agonistas no específicos y los antagonistas son metisergida y ketanserina. Los efectos farmacológicos
terapéuticos son: antihipertensivo y profilaxis de migraña.
c) 5HT 2C: están presentes en plexos coroideos, neocorteza, centros límbicos basales,
hipocampo, hipotálamo, tubérculos mamilares y sustancia nigra. Actúan ligados a la hidrólisis de
fosfoinositol. El efecto principal es el ansiógeno, pero también es regulador de la producción de
LCR, de un efecto disperceptivo y efecto regulador positivo de los ejes neuroendocrinos, estimulando
la secreción de ACTH, LHRH, ocitocina, vasopresina y PRL. Por esto hay un efecto de receptor
centinela poco activo fisiológicamente pero de acción relevante patológicamente y que tiene mayor
afinidad por antagonistas que por agonistas. Los agonistas son trifluormetilfenil piperacina,
dimetiltriptamina, alfametil 5HT, m-cpp. Los antagonistas son: clozapina, risperidona, ritanserina,
ketanserina, olanzepina, clorpromacina, ciproheptadina, fentolamina, mianserina, tioridina. La
clorimipramina y los SSRI hiposensibilizan este receptor. Sus efectos farmacológicos terapéuticos son
con nuevos antipsicóticos.
3. Receptores 5HT3 : son receptores postsinápticos con tres subtipos propuestos recientemente:
5HT3A, 5HT3B y 5HT3C. Es el único que actúa mediante canal iónico Na-K. Ubican en
heterorreceptores de corteza entorrinal y girus dentado, en el bulbo, sistema límbico, protuberancia y
medula, siendo por esto el principal regulador de mecanismos vagales, de la actividad dopaminérgica
límbica (corteza A10 ) y extrapiramidal (corteza A9 ), con presencia de heterorreceptores en áreas
dopaminérgicas. También está presente en músculo liso vascular y no vascular. Por su ubicación estos
receptores aumentan la liberación de CCK (ansiogénesis) dopamina, GABA y acetilcolina y
disminuye la liberación de NA y PRL. Estos receptores desaparecen con la edad. Sus efectos son:
nociceptivo, antiemético, disperceptivo y psicotizante, bloqueador de la ansiedad, depresor,
deteriorante de la cognición, modelador del sueño y efecto adictógeno. Sus agonistas son zacopride,
etanol, indolalkilamina, m-cpp, hidrato de cloral. Sus antagonistas son clozapina, olanzepina,
clorpromacina, metoclorpropamida, ondasetron, risperidona, anestésicos, loxapina, granisetron,
tropisetron, amperozide, citospirona, tirospirona, sertindol, RS 42358-197, MDL 72222. Los efectos
farmacológicos terapéuticos son con antieméticos, nuevos antipsicóticos, antiadictivos, ansiolíticos,
potenciadores de L-DOPA en Parkinson.
4. Receptor 5HT4 : es un receptor postsináptico, único 5HT no clonado. Se han identificado dos
subtipos: 5HT4A y 5HT4B. Actúa por mecanismo de proteína G y AMPc con estimulación de
adenilciclasa. Se encuentra en hipocampo, sistema límbico, corteza prefrontal, sustancia nigra e
hipófisis. Asimismo, en aparato gastrointestinal y corazón. Sus efectos son: activación del eje
hipotálamo-hipofiso-suprarrenal, modulación de la secreción de aldosterona y del ritmo cardiaco,
procinético gastrointestinal y mejorador del aprendizaje. Los agonistas son DAU 6285, zacopride, 5-
metoxitriptamina, metoclorpropamida, cisapride, RS 66331 (produce mejoramiento cognitivo). Está
en experimento los oxadiazoles de alta afinidad con 5HT4 . Los antagonistas no selectivos son:
tropisetron, ondasetron, pisotifeno, GR 13808.
5. Receptor 5HT5 : es mediado por proteína G y AMPc por estimulación de la adenilciclasa. Se
consideran los subtipos 5HT5A y 5HT5B. Los receptores 5HT 5A ubican en el cerebro humano, en el
hipotálamo. Sus efectos aún no se determinan pero se cree que están relacionados con el aprendizaje.
No se conocen agonistas ni antagonistas
6. Receptor 5HT6 : actúa mediado por proteína G y AMPc, estimulando la adenilciclasa. Se
conocen dos subtipos: 5HT6A y 5ht6B. Ubican en corteza, hipocampo, núcleo caudado y tubérculos
olfatorios. Los efectos principales son depresógenos, psicógenos y disperceptual. Los agonistas
tienen como de máxima afinidad al LSD y los antagonistas a la clozapina, olanzepina, zotepina,
melpirone y risperidona (con menos afinidad que para 5HT7 ). Los efectos farmacológicos
terapéuticos son los nuevos antipsicóticos cuya afinidad por este receptor diferencia un perfil clínico
distinto.
7. Receptor 5HT7 : por estimulación de adenilciclasa es mediado por proteína G y AMPc.
Ubican principalmente en hipocampo e hipotálamo y también en tálamo, corteza y amígdala. Sus
efectos son: regulación del ciclo sueño-vigilia, aceleración de ritmos circadianos con avances de
fases, regulación neurovegetativa y neuroendocrina. Los agonistas no se han determinado con
precisión. Los antagonistas son la risperidona, clozapina, olanzepina, rilapine
• Timia o humor: la teoría Van Praag lo descubre como regulador de la timia, porque
interviene en la depresión. La ausencia o disminución de ST provoca depresión. La hipofunción
serotoninérgica se mide por la disminución del triptófano en niveles séricos, pero con triptófano
normal y disminución del cociente triptófano/aminoácidos neutros competitivos. La hipofunción
serotoninérgica en la depresión, es avalada por la disminución del A 5HIA en LCR. El disbalance
indolamínico estaría involucrado en patologías cuyo sustrato es la ansiedad.
• Apetito: la 5HT es el principal inhibidor del núcleo hipotalámico ventro-medial que regula
ingesta y saciedad. Este efecto es altamente específico para hidratos de carbono, necesitando
cofactores centrales y periféricos para actuar sobre otros nutrientes (proteínas y lípidos). La
hiperserotoninergia produce anorexia y la hiposerotoninergia da hiperorexia, disminuyendo la
liberación de ST lo que puede ser causa la causa de la anorexia en la depresión. El descenso de A
5HIA en LCR es marcador de rasgo de todas las disorexias (anorexia, bulimia, alcoholismo). Entre
los fármacos usados como antagonistas está la anfetamina que es una depresora del hambre
(anorexígena) y activadora de la saciedad. Debido a sus efectos secundarios negativos se han buscado
nuevas moléculas serotoninérgicas entre las que destacan la dexenfluramina, que regula desórdenes
metabólicos y disminuye la ingesta de tipo calórico.
• Sueño: la ST es el mediador responsable de las fases III y IV de sueño lento. El ritmo sueño-
vigilia está regulado por el balance adrenérgico-serotoninérgico del despertar y del mantenimiento de
la vigilia. Interviene también en la regulación del sueño, un metabolito de la ST que es la melatonina,
producida por la glándula pineal y en el núcleo supraquiasmático, dos estructuras que intervienen
como “reloj biológico”. La síntesis de ST y melatonina es más importante por la noche. La
melatonina es inductora de sueño o somnolencia. Cada estadio de micro-alerta del hombre es seguido
por una faz de adormecimiento debido a una liberación de melatonina consecutiva.
• Actividad sexual: la ST inhibe la liberación hipotalámica de gonadotrofinas con la
consecuente disminución de la respuesta sexual normal. En cambio, la disminución farmacológica de
la ST (directa o por competitividad aminérgica) facilita la conducta sexual.
• Funciones neuroendocrinas: se realizan a través de los núcleos hipotalámicos, núcleo
supraquiasmático (sincronización de todos los ritmos circadianos endógenos), núcleos ventromedial y
para ventricular (de los cuales depende la regulación del balance energético). La ST también influye
en la regulación inhibitoria o estimuladora de los factores peptidérgicos de los ejes hipotálamo-
hipofiso-periférico.
• Regulación termo-nociceptiva: la ST, según el receptor estimulado, produce un efecto dual
sobre la temperatura: el 5HT 1 produce hipotermia, el 5HT 2 es responsable de la hipertermia. En el
sueño de ondas lentas se produce el pico mínimo de temperatura corporal, el que coincide con la
aparición del pico máximo de secreción de hormona del crecimiento. El reflejo nociceptivo es
facilitado por el receptor 5HT1A (cuyo mantenimiento depende de los receptores 5HT1B/D). El
5HT3 da analgesia por estimulación GABA. El efecto antálgico de los antidepresivos tricíclicos
(especialmente amitriptilina) se debe a un agonismo serotoninérgico-adrenérgico.
Sistema gabaérgico
El gaba-A es un receptor ionotrópico, unido a un canal específico de los iones Cl- . Induce
una inhibición precoz postsináptica que se refuerza por las benzodiazepinas (BZD). Su acción es
bloqueada por la bicuculina. El gaba-B es metabolotrópico, acoplado a proteína G y a AMPc. Induce
varios tipos de inhibiciones tardías pre y postsinápticas mediante canales de Ca y K. No modifica por
BZD ni es bloqueado por bicuculina. Sin embargo, en la corteza prefrontal y en el hipocampo, el
GABA facilita la liberación noradrenérgica, a través de un mecanismo gaba-A presináptico (Susdak y
Gianutsos, 1985). Esta dos áreas del sistema límbico promueven la conducta depresiva y la
impotencia aprendida (Sherman-Petty, 1982) y el GABA juega un rol central en la mediación de la
conducta del aprendizaje de la impotencia (Petty, 1986). Las proyecciones estriatófugas gabaérgicas
ejercen un control importante de la motricidad extrapiramidal. Hay un efecto facilitador entre GABA
y NA, pues así como el GABA facilita la liberación de NA, ésta incrementa el GABA en la corteza
cerebral y ambos neurotransmisores interactúan intraneuronalmente como co-transmisores, dado que
en el LC coexisten la glutamato decarboxilasa y la tirosina-hidroxilasa (teoría unificadora GABA-NA,
Ijima y cols., 1993).
El precursor del GABA es el ácido glutámico sobre el que actúa la enzima glutamino-ácido
dehidrogenasa (glutamato-decarboxilasa) (GAD) cuya coenzima es el fosfato de piridoxina (Vit. B6 )
La GAD es bloqueada por aliglicina, cicloserina o hidrazidas del fosfato de piridoxina que inhiben la
coenzima. En las neuropatías diabéticas la GAD es atacada por autoanticuerpos, en células del
páncreas endocrino. Una parte del GABA celular, tanto neuronal como glial, proviene de la captación
del medio exterior. No se han descrito aun mecanismos de almacenamiento y liberación GABA. Se
cree que son similares a los de los neurotransmisores. Sí se sabe que la liberación hay recaptación. El
GABA es metabolizado intracelularmente por una GABA-transaminasa (GAT). Después de la
captación en mitocondrias, realizada por intercambio de membrana, el GABA participa en el
metabolismo oxidativo. Hay receptores gabaérgicos pre y postsinápticos. En los presinápticos, la
apertura del canal Cl- estaría mediada por la estimulación gabaérgica del receptor. A esta estimulación
se acoplarían receptores BZD que facilitan o inhiben la transmisión gabaérgica. En los presinápticos
se lleva a cabo la interrelación GABA-NA que hemos visto. La GAT puede ser inhibida por el ácido
valproico, de conocida actividad antiepiléptica, que aumenta el tono gabaérgico y por -vinilgaba y
amino-oaxiacetato. Estos serían efectos presinápticos. Los efectos postsinápticos son moduladores de
BZD y agentes ligados a ellas.
Los receptores gabaérgicos son los responsables de una gran parte de las inhibiciones del
SNC. Las vías de proyección o locales del sistema gabaérgico dan multiplicidad de roles al GABA
como ser: motricidad extrapiramidal, sensaciones, comportamientos y funciones cognitivas. La
insuficiencia de GABA en la corteza exagera el efecto de aminoácidos excitatorios y originan
mecanismos tóxicos y focos epilépticos. Una modificación del gaba-A y la subunidad en el cerebelo,
son los responsables de trastornos motores ocasionados por el alcoholismo.
Sistema histaminérgico
Las neuronas hipotalámicas emiten fibras que pasando por el fascículo prosencefálico se
proyectan al cortex cerebral e hipocampo. En el cortex se hallan proyecciones histaminérgicas que
proceden de la formación reticular mesencefálica y las que se proyectan en el núcleo estriado de los
cuerpos mamilares. Los cuerpos neuronales histaminérgicos estarían confinados en el hipotálamo
posterior y cuerpos mamilares, en los núcleos magnocelulares tuberal, caudal y caudal posmamilar.
En cuanto a las fibras se describen dos grupos diferentes: las de disposición rostral: en hipotálamo,
cortex, bulbo olfatorio, núcleo amigdalino medio, banda diagonal de Brocca y núcleo del lecho de la
estría terminal; las de disposición caudal: en sustancia gris central del cerebro medio y puente,
sistema auditivo, núcleo del rafe dorsal y otros núcleos posteriores. La disposición anatómica de las
vías ascendentes histaminérgicas semejan a la de las largas fibras monoaminérgicas y sugieren que
pueden estar implicadas, más que en la transmisión de información concreta, en el control de la
excitabilidad general telencefálica, participando en los mecanismos que determinan el ciclo vigilia-
sueño. Los receptores histaminérgicos, tanto cerebrales como periféricos, se clasifican en tres
categorías: dos postsinápticos: H1 y H2 y un autorreceptor presináptico: H3 . Las características de
estos receptores serían:
Sistema colinérgico
Los compartimientos vesiculares de liberación vesicular son los que funcionan en el SNC
principalmente. El sistema de liberación por compartimiento no vesicular citoplasmático opera en la
unión neuromuscular. La liberación de AC es mediada por un estímulo despolarizador que provoca
exocitosis y libera AC al espacio sináptico. La liberación es mediada por Ca2 + y antagonizada por
Mg. En el espacio sináptico la AC es hidrolizada por la acetilcolinesterasa (ACE) (AChE) para ser
degradada en colina y ácido acético. En las células gliales se ha descrito una butirocolinesterasa
(BUCE) denominada colinesterasa (CE) o seudocolinesterasa (PsCE) o seroesterasa. La ACE es
inhibida por anticolinesterásicos como la fisostigmina, la neostigmina, la piridostigmina, el
edrofoniun y el ambinonium. La fisostigmina es antagonistas de sitios nicotínicos, mientras que la
neostigmina lo es para todos los sitios colinérgicos.
1. Por células colinérgicas aisladas o en pequeños grupos: que son motoneuronas, células del
sistema nervioso periférico (SNP) y las interneuronas. Las motoneuronas puede ser periféricas o
centrales. Las periféricas ubican en la médula espinal (motoneuronas espinales) y comandan las
funciones del músculo esquelético. Las motoneuronas del SNP se encuentran en los núcleos
visceromotores y somatomotor de los pares craneanos III, IV, VII, IX, X y XII. Hay motoneuronas
dispersas en la formación reticular. Estas células aisladas forman redes dendríticas densas, tanto en
planos verticales como horizontales. En el SNP las células preganglionares y las células
parasimpáticas posganglionares son colinérgicas. Algunas células simpáticas posganglionares, como
las glándulas sudoríparas, también son colinérgicas. Las interneuronas son neuronas que actúan como
verdaderos puentes funcionales entre neuronas gobernadas por distintos sistemas de
neurotransmisores. Las interneuronas colinérgicas se encuentran en varias estructuras formando un
puente entre las células dopaminérgicas nigroestriales (sustancia negra compacto-estriato) y las células
gabaérgicas estriatopalidales (estriato-pálido) y estriatonigrales (estriato-sustancia negra reticulada).
2. Por células que forman grupos: se encuentran como núcleos colinérgicos en dos zonas
cerebrales: prosencéfalo (banda diagonal de Broca, núcleo preóptico, sustancia innominada, núcleo
basal de Meynert y núcleos del septum). En el prosencéfalo subfrontal está el mayor número de
núcleos colinérgicos. Estos núcleos se denominan por nomenclatura alfanumérica y zonas: zona AC1
(núcleo mediano del septum) formada por células colinérgicas pequeñas; zona AC2 (brazo vertical de
la banda de Broca) con células fusiformes y de tamaño mediano; zona AC3 (parte lateral del brazo
horizontal de la banda de Broca); zona AC4 (núcleo basal de Meynert, globus pallidus, núcleo del asa
lenticular, parte media del brazo horizontal de la banda de Broca y núcleo preóptico). Las células se
agrupan en masas y tienen proyecciones difusas.
3. Tronco cerebral: (núcleos: cuneiforme, peduncular, parabraquial y tegmento lateral) con dos
zonas: AC5 (todos los núcleos menos tegmento lateral); AC6 en tegmento lateral. Ambas zonas
forman la vía dorsotegmental ascendente que inerva los núcleos talámicos, la habénula y el septum.
De igual forma que en el SNC que acabamos de estudiar, hay sistemas neurotransmisores
periféricos similares a los. Así encontramos:
Hasta hace poco tiempo se creía que el SNP, llamado también autónomo o vegetativo,
operaba como una especie de sistema nervioso cerrado, regulando todas las funciones de los órganos
del cuerpo, en forma independiente de la voluntad (automáticamente). Se hablaba de sistemas
endocrinos cerrados y locales como el sistema APUD, se tenía conceptos de paracrinia (transmisión
de estímulos a través de hormonas que actuaban directamente de célula a célula (sin mediación
axónica ni vascular) (transmisión de citoplasma a citoplasma). Esta idea de un sistema autónomo hoy
se ha perdido dado que la biología molecular ha mostrado fehacientemente que tal independencia no
existe. La habrá en relación al manejo voluntario, es decir, los sistemas no operan comandados por la
voluntad, pero sí tienen una dependencia muy estrecha con el SNC. Esto significa que el operador
principal de todas las funciones psíquicas y orgánicas, es el SNC y no en forma independiente, el
SNP. En consecuencia, el sistema periférico no es tan cerrado como se suponía, sino es un sistema
abierto a influencias diversas. Incluso, los denominados “mentalistas” que son personas como los
faquires y los yoghis, y otros que se autodenominan como tales, han mostrado que con la voluntad
puede regular la respiración y la función cardiaca. Naturalmente, la voluntad es una facultad mental.
Lo que significa que, en última instancia, sigue siendo el control, un patrimonio del SNC, en especial,
del cerebro. El SNC, en definitiva, es el nivel más alto de integración y control de funciones
vegetativas. Este concepto contemporáneo ayuda a comprender cómo la corteza cerebral, a través de
las emociones y la voluntad, puede, en gran medida, intervenir sobre los órganos periféricos, por lo
que ya se habla de cerebros periféricos (gastrointestinal, cardiovascular, pulmonar, inmunológico,
etc.). Por lo tanto, el SNP ya no se es tan autónomo ni vegetativo sino es un verdadero operador
como sistema de nexo o integrador, abierto a estímulos del SNC. Esta es la explicación actual sobre la
acción del estrés en el cerebro y sus secuelas sobre órganos o sistemas periféricos. Nosotros
estudiaremos, brevemente, algunos de estos sistemas periféricos, pero que también, como el caso de
aminoácidos y prostaglandinas, citosinas, etc., tiene acciones compartidas en el SNP y en el SNC.
Sistemas de aminoácidos
En el desarrollo y la plasticidad sináptica, la PLP participa del desarrollo del sistema nervioso
al reforzar relaciones sinápticas a continuación de la coactivación de dos neuronas, de forma tal que
la actividad de una facilita la actividad de la otra. En el transcurso del crecimiento celular, las
conexiones son consolidadas por el mismo mecanismo. El montaje de determinados circuitos como el
de las células de Purkinje en cerebelo, funciona con PLP en el establecimiento de sinapsis. Estos
mecanismos diferentes causan la génesis de nuevos botones sinápticos, conos de crecimiento y
liberación de factores que van a coordinar modificaciones pre y postsinápticas para la sinaptogénesis
de zonas activas. En cuanto a la excitotoxicidad son lesiones nerviosas producidas por la
administración de AAE y sus agonistas, en particular, el ácido kaínico. Una administración sistémica
de glutamato provoca pérdida neuronal en regiones situadas fuera de la barrera hematoencefálica. La
captación por células gliales del glutamato, reduce la toxicidad. Las lesiones producto de la
administración de AAE y sus agonistas son desencadenadas por un exceso de mecanismos en los
cuales ya no hay control en la despolarización, entrada de los iones Na+, el aumento de iones Ca++
en las células y la liberación de AAE. Por esto, aparecen alteraciones de membranas y origen de focos
epilépticos. Un antagonista como la carbamazepina, se utiliza como antiepiléptico, como bloqueante
de la respuesta NMDA (antagonista NMDA). El fenómeno tóxico aparece cuando se desequilibra la
relación de glu y asp en el medio extracelular y en el espacio sináptico por alteración de la captación
por neuronas y células gliales y alteraciones con el metabolismo del GABA. Los mecanismos de
toxicidad celular pueden deberse a:
La excitotoxicidad por AAE está presente en numerosos síndromes clínicos lesionales, así
como en el envejecimiento. Luego, es probable que tanto en el estrés crónico como el agudo
intervengan mecanismos de lesiones dendríticas como las producidas por AAE que produzcan
epilepsia, isquemia cerebral, anoxia, hipoglucemia cerebral y encefalopatías. En los animales se ha
comprobado efectos neurotóxicos al nivel de la unión neuromuscular. El homocisteato, el quinolato
y el N-aspartiglutamato son aminoácidos endógenos que ofician de agonistas eventuales en los
receptores de AAE. Se encuentran en escasas cantidades en el sistema nervioso donde tienen acciones
débiles e irregulares. La serina es agonista potencial de receptores glicinérgicos. La taurina y la -
alanina tienen acciones inhibitorias neuromoduladoras con efectos inespecíficos.
Taquiquininas
La SP está colocalizada con ST. Hay tres tipos de receptores de SP en SNC: NK1 , NK2 y
NK3 . Los efectos periféricos por administración de SP son varios: vasodilatación general, potente
efecto diurético, de secreción pancreática y de salivación, disminución de la secreción biliar, aumento
de moco por las vías aéreas, broncoconstricción. Sobre órganos aislados hay efectos constrictores en
uréter o relajantes en la musculatura lisa de vasos. La SP controla la digestión a diferentes niveles e
interviene en la transmisión del dolor. Son acciones neuromoduladoras, bloqueando la activación de
las células de Renshaw en la medula, células cromafines de médula suprarrenal e inhibición de la
actividad nicotínica sobre el músculo estriado, potenciando la actividad muscarínica. En la
nocicepción, la SP actúa de neurotransmisor en protoneuronas de fibras raquídeas y fibras del
trigémino. Las taquiquininas parecen tener efectos tróficos y mitógenos.
Hormonas hipotálamo-hipofisarias
Los efectos estocásticos están referidos, en general, a los efectos azarosos o aleatorios. En el
caso de los neuropéptidos estos efectos se acompañan de otros más estables pero contradictorios o
complementarios. Todos estos defectos dependerán del sitio de uso de los neuropéptidos. Si se
colocan por vía periférica general o vía intravenosa tendrán unos efectos y se usan en el SNC por vía
intracerebroventricular, habrá otros efectos. Así, por ejemplo, los efectos contradictorios se dan con
la bradiquinina, SP, bombesina y GRP que son vasoconstrictores por vía central, y vasodilatadores
por vía periférica general. La bombesina y el GRP, por vía central, inhiben la secreción gástrica, pero
por vía periférica general la estimulan. Entre los efectos complementarios hallamos que la AII y el
ANP ejercen por vía central un efecto complementario al que se consigue por vía general, para la
regulación de volúmenes líquidos y eliminación de Na. El CRF por vía central estimula la secreción
de ACTH y glucocorticoides y a su vez estimula la vía periférica con liberación de catecolaminas por
la médula suprarrenal y los ganglios simpáticos, lo que contribuye a amplificar la respuesta a los
estados de estrés/distrés. Estos fenómenos de efectos confirman que es querer interpretar
funcionalmente a los efectos biológicos de los péptidos y es muy probable que la mayoría de estos
efectos estén relacionados con las funciones del hipotálamo, por lo cual éste actuaría indirectamente
en dichos efectos.
Purinas
Constituyen el grupo de nucleósidos y nucleótidos purínicos y pirimídicos que tienen efectos
neuronales, están los más conocidos que son los derivados purínicos: adenosina y el
adenosintrifosfato (ATP)
Adenosina
Es un nucleósido formado por D-ribosa y adenina. Los sitios para adenosina son los P1
(adenosina P1 ) y comprenden dos subclases de receptores A1 y A2 (extracelulares) además de un
tipo intracelular (citosólico). La estimulación de los A1 (mediados por proteína G1 ) disminuye la
formación de AMPc intracelular y la de los A2 (mediados por la proteína Gs) la aumenta. Hay una
relación adenosina/ATP que cambia de acuerdo con las situaciones fisiológicas. En estado normal, la
tasa del ATP es muy superior a la de adenosina. Pero en la anoxia aguda la adenosina aumenta en
sangre y LCR, mientras el ATP con inversión total de la relación adenosina/ATP. La adenosina se
obtiene, principalmente, del AMP por defosforilación mediada por 5’-nucleotidasa.
Secundariamente, la adenosina puede provenir de la hidrólisis de la adenosilhomocisteína.
Fisiológicamente hay muy poca adenosina extracelularmente y en el citosol y cuando penetra en la
célula, su incorporación es seguida por otras moléculas. En la degradación de la adenosina
intervienen varias enzimas: la adenosina-quinasa la lleva a AMP; la adenosina-deaminasa la
transforma en inosina, principal enzima de su catabolización; la purina-fosforilasa libera ribosa y la
convierte en hipoxantina. Los efectos vasculares son los más estudiados en la adenosina porque actúa
en el sistema cardiovascular como “molécula de urgencia” con la falta de oxígeno, sobre todo en la
hipoxia cardiaca. Esto se debe a que la 5’-nucleotidasa suele situarse en la cara interna de las células,
pero en los miocitos cardiacos, inversamente, ubica en cara externa. Cuando hay desequilibrio entre
el O2 circulante y la demanda del corazón, se acelera la formación y liberación “de urgencia” de
adenosina cuya tasa en sangre aumenta en forma considerable e inmediata, permitiendo una mayor
irrigación cardiaca para superar la hipoxia del miocardio. Cuando se administra papaverina,
dipiridamol o hexobenidina, se inhibe la recaptación de adenosina y por este mecanismo hay
vasodilatación. Cuando actúa sobre los receptores A1 (distribuidos en corteza cerebral, hipocampo,
cerebelo, corazón, riñones y, probablemente, pulmones), la adenosina provoca vasodilatación con
bradicardia por acción inhibitoria sobre canales de Ca y las proteínas contráctiles por Ca en células
sinoatriales y atrioventriculares (efecto símil a receptores colinérgicos M2 ). Las acciones sobre
miocardio son: inotrópica y cronotrópica negativas. En estos casos, la disminución de la
contractilidad cardiaca es una forma de protección frente a exigencias físicas que aumentan la
demanda de O2 como ocurre en el ejercicio físico o en toda fuerte estimulación cardiaca nociva. La
vasodilatación compensadora producida por adenosina en receptores A1 , puede ser reforzada y/o
antagonizada por una estimulación secundaria de A2 que provocan vasoconstricción periférica en
vísceras (acción reforzadora) y vasos coronarios (acción antagonizadora). Cuando se perfunde
adenosina produce hipotensión sin taquifilaxia. Esta cualidad es aprovechada en cirugía para reducir
el sangrado quirúrgico. En la respiración, la adenosina presenta efectos contradictorios: en la persona
normal o sana, sobre receptores A1 da broncodilatación leve, pero en el asmático (por acción
indirecta de liberación de histamina por mastocitos inducida por adenosina), provoca
bronconstricción. Esta es la razón por la cual las xantinas como la teofilina y similares, antagonizan la
acción de la adenosina (probablemente por estimulación de una purina-fosforilasa o fosfodiesterasa)
y se utilizan como antiasmáticos. Un efecto secundario no deseable en el asmático, es que su acción
sobre quimiorreceptores produce taquipnea. En células adiposas, la adenosina inhibe la lipólisis por
dos mecanismos: uno directo sobre el adipocito y otro indirecto por bloqueo de receptores de NA y
AD que inducen lipólisis. Entre las acciones periféricas de la adenosina importa su acción depresora
sobre el sistema inmunológico disminuyendo a los linfocitos T y la resistencia a microbios. La
existencia de deficiencia genética de enzimas degradadoras de adenosina, como la adenosina-
deaminasa (disminuye linfocitos T) y de la purina-fosforilasa (disminuye resistencia a microbios)
producen altas tasas de adenosina. En el SNC tiene distribución desigual: aumentada en hipocampo,
tálamo y células gabaérgicas estriatófugas y muy disminuida en hipotálamo. La adenosina,
principalmente por su efecto en receptores A1 tiene acciones inhibidores en el cerebro, por lo que
inhibe la transmisión del GABA y DA, que son sustancias que tiene que ver con la actividad motora
por lo que provocan efectos como disminución de vigilia e hipersomnia y efectos antiepilépticos. Los
efectos sobre la vigilia y el sueño son antagonizados por las metilxantinas (cafeína, mateína, teína,
teofilina) aumentando el estado de vigilia (por eso se contraindican en los estados de hipervigilancia)
o insomnio. Como inhibidor GABA, la adenosina interfiere con sus antagonistas, en la acción de las
benzodiazepinas disminuyendo la acción ansiolítica de las mismas en sujetos jóvenes. En la epilepsia,
la administración crónica de carbamazepina aumenta el número de receptores A1 . Esto se suma a que
durante el paroxismo epiléptico, las células que rodean al foco cerebral epiléptico liberan grandes
cantidades de adenosina que tiene efectos anticonvulsivos sobre receptores A1 . Entre las acciones
centrales, la estimulación de receptores A2 tiene efectos excitatorios que provocan trastornos del
comportamiento humano. La proliferación excesiva de A2 o la falta de enzimas degradadoras de
adenosina pueden provocar el síndrome de Lesch-Nyhan de comportamiento de autodestrucción.
Para obtener efectos cerebrales de la adenosina o sus derivados, debe ser introducida directamente en
el cerebro (inyección intracerebral), pues la vía sistémica produce metabolización inmediata por
enzimas periféricas, antes de que llegue al cerebro. La administración intracerebral de adenosina o un
derivado como la fenil-isopropiladenosina (PIA) produce sedación y sueño en los roncadores.
Debido a la liberación de adenosina por terminaciones neuronales gabaérgicas o noradrenérgicas, los
neurolépticos antagonistas dopaminérgicos como la butirofenonas (haloperidol) y la fenotiazinas y
spiperona (antagonista serotoninérgico y dopaminérgico) aumentan la liberación de adenosina, pero
no por liberación selectiva directa, sino por liberación indirecta ligada a la de la dopamina.
Neurohormonas
Melatonina
Puede ser sintetizada por células serotoninérgicas en cerebro, pero la síntesis principal es en
epífisis o pineal y retina, por degradación de la ST o 5-HT. El órgano principal de síntesis y
liberación es la epífisis o glándula pineal. Hay una síntesis extrapineal mínima (menos del 1% del
total de la hormona) que se ha comprobado en la retina, en la glándula de Harder y en las células
enterocromafínicas del intestino. Esta síntesis extrapineal explicaría los vestigios de la melatonina,
encontrados después de una pinealectomía. Esta síntesis no está sujeta a fluctuaciones rítmicas
(Tharandt-Reinwein).
El ciclo de la melatonina está alterado en los ciegos, los ancianos y los viajeros que deben
cruzar diferentes meridianos en viajes rápidos y largos (viajes intercontinentales), en los que en
dichos viajeros se produce el llamado síndrome “jet-lag”, pues al cruzar rápidamente de un
meridiano a otro se encuentra en un período de luz-día prolongado (como si no hubiera noche) y
hay una gran alteración del sueño, lo que es corregido por la administración de melatonina y su
acción hipnógena o inductora del sueño. Las funciones comprobadas de la melatonina son:
Neuroesteroides
1. neurotróficos: en el cerebro, porque estimula la síntesis glial del factor neurotrófico IGF-I y
un mecanismo antiapoptótico neuroprotector y aumenta el flujo cerebral.
2. inmunitarios: como antiglucorticoideo. Aumenta las defensas
3. protector cardiovascular y renal
4. metabólicos: con aumento de la glucemia por estimulación de la glucógenolisis y de la
disminución del colesterol y triglicéridos. Previene el balance negativo de nitrógeno y la pérdida de
masa muscular asociada al envejecimiento (antiaging = retarda el envejecimiento). Restablece el
balance mineral con normalización del potasio, magnesio y calcio
5. dermatológicos: actúa sobre el crecimiento piloso y la seborrea
6. tejido óseo: aumenta la densidad ósea (previene la osteoporosis)
7. hormonales: interviene en la producción de estrógenos y testosterona. Aumenta la libido,
respuesta eréctil,
Existe una relación DHEA/cortisol, que tiene una vinculación estrecha con el tipo de
respuesta inmune celular o humoral. La DHEA incrementa la inmunidad celular (Th-1), mientras que
el cortisol estimula la inmunidad humoral (Th-2). La ecuación DHEA/cortisol indica las citosinas que
intervienen en el balance de la respuesta Th-1/Th-2. Un proceso parecido sucede con el aumento de
la edad, pero en esta situación hay descenso de Th-1 por un nivel bajo fisiológico de DHEA. Los
investigadores sostienen que la DHEA protege de los efectos de los corticoides durante el desarrollo
del estrés.
Han descrito disminución de los mismos en el estrés agudo y niveles variables en el estrés
crónico y la depresión, de forma tal que Heuser hace referencia a la relación entre hipercortisolemia
y el incremento diurno de DHEA, mientras que Goodyer y Herbert denotan una baja concentración
matinal de DHEA correlacionada con una elevada concentración vespertina de cortisol en la
depresión mayor y en el estrés crónico. Otros neuroesteroides serían la progesterona propuesta como
ligando de sitios sigma, la corticoesterona tiene acción facilitadora del transporte de triptófano, con el
consiguiente aumento de la síntesis de ST. En la periferia, los neuroesteroides regulan la relación
entre receptores noradrenérgicos y . La dexametasona, en hepatocitos, acelera el reemplazo postnatal
de receptores por 1 .
Pareciera ejercer una acción retrógrada sobre plasticidad cerebelosa y con los mecanismos de
la depresión a largo plazo. Es un gas que en el cerebro aumenta la producción de neurotransmisores,
como la dopamina y las endorfinas, las que aumentan la producción de la sensación de bienestar y
ayudan a modificar la memoria, especialmente en los actos de distrés provocados por situaciones o
sensaciones traumáticas. Pero tiene una especial intervención en el circuito neuronal que interviene en
los estados de evasión mental o la supresión de estímulos sensoriales, pues ambas cosas estimulan la
liberación del NO intracerebral. Algunos autores creen que el NO tiene que ver con los denominados
“estados de lucidez”. Herbert Benson y William Proctor sostienen que esta acción obraría como
“acción antiestrés”.
Grigori Enikolopov tiene dudas si el NO es realmente más importante que otras moléculas
que intervienen en el estrés, debido a que es sumamente difícil medir los niveles del NO en los seres
humanos. No obstante, las investigaciones directas e indirectas muestran una participación cada vez
más creciente del NO en procesos fisiológicos y patológicos del cuerpo humano.
Eicosanoides
Poliaminas
Las citoquinas o citocinas forman parte del sistema de interacción entre sistema inmunológico
y neuroendocrino e intervienen en la fisiopatología del estrés. Son mensajeros químicos con
funciones moduladoras de la transmisión y se consideran factores de crecimiento como factores
tróficos y de refuerzo de la actividad sináptica, no descartándose también alguna participación como
neurotransmisores. La investigación actual ha establecido perfectamente la interrelación bidireccional
entre los sistemas inmunitario y endocrino a través de una red que permite a las hormonas influir en
la función inmune y viceversa.
Los leucocitos tienen una estructura celular suficiente para sintetizar y secretar estas sustancias
similares. La diferencia no reside en la calidad de las símiles -hormonas que producen sino en la
cantidad: los niveles producidos son más bajos que los de la hipófisis y por esta razón sólo producen
efecto paracrino (entre células o de célula a célula vecinas) entre los órganos del sistema inmunitario.
Dichos niveles no tiene efecto endocrino (no vierten en la luz vascular sustancia suficiente para que
tenga efectos sistémicos). De este modo la GH está incursa en la proliferación de células T,
especialmente las killer, estimulación de la producción de anticuerpos por parte de las células B y la
formación de aniones superóxido por los macrófagos.
No se excluye que en condiciones de una exigencia anormal, por ejemplo, una inflamación
crónica de tejidos, debida a su excesiva proliferación, las células inmunitarias conformen una masa
celular que en su conjunto libere tal cantidad de símil hormonas que lleguen a un volumen suficiente
para producir un efecto endocrino. En una inflamación crónica importante, los leucocitos,
excepcionalmente se constituyen en una masa secretoria ectópica de ACTH que llegan a producir un
síndrome de Cushing.
Sin embargo, liberando a los mecanismos excepcionales como el descrito, lo normal es que
los resultados fisiológicos o patológicos se deban más a una influencia mutua entre los sistemas
inmunológico y endocrino, sobre todo por los efectos de las citocinas sobre el eje hipotálamo-
hipofisosuprarrenal (HHS).
Sistema endocrino
CRF
ACTH tipo -endorfina
-endorfina acción tipo ACTH
Prolactina tipo TSH
GH tipo LH
Glucocorticoides tipo citosinas
Sistema inmunitario
hipotálamo
CRF
hipófisis
ACTH
La inyección periférica de IL-1 e IL-6 produce aumento de las concentraciones de CRF en los
vasos portahipofisiarios. Es una acción central de las citocinas, puesto que si se colocan in vitro
fragmentos hipotalámicos, en presencia de IL-1, IL-6 y FNT, se produce secreción de CRF
(especialmente estimulado por citoquinas predominantemente proinflamatorias). ¿Cuál es el
mecanismo de acción de las citocinas en CRF?. Estimulan la secreción y la síntesis de CRF. Esta
última acción se debe a que la IL-1 aumenta la expresión del RNAm específico para síntesis de CRF.
La acción de las citocinas en el nivel hipotalámico es rápida: dura escasos minutos y está
mediada por prostaglandinas, lo que motiva que la secreción de CRF también pueda bloquearse
totalmente en presencia de un potente inhibidor de la ciclooxigenasa, como es la indometacina. Otra
pregunta importante es: ¿cómo llegan las citocinas al SNC?. Esta pregunta puede contestarse por dos
vías: una que sería la llegada de citocinas producidas periféricamente fuera del SNC y la otra que es
la producción propia del cerebro. Las citocinas periféricas no atraviesan la barrera hematoencefálica
en cantidades efectivas. Por esta razón para atravesar dicha barrera busca puntos donde la misma es
más débil y permeable. Otro medio posible es a través del transporte retrógrado por el nervio vago.
Estas especies de “ventanas” de la barrera, serían dos para la IL-1: el organum vasculosum
laminae terminalis y/o las terminaciones nerviosas de la eminencia mediana. En cuanto a la
producción cerebral de citocinas, se ha demostrado que los astrocitos, las células gliales y las
neuronas hipotalámicas son productoras directas de IL-1, IL-6 y TNF. Estas citocinas endocerebrales
son las que directamente estimulan el centro hipotalámico que es el núcleo paraventricular,
principalmente constituido por neuronas que secretan CRF. Se cierra así la tríada cerebro-sistema
inmunológico-sistema endocrino, que tendrá especial participación en el estrés.
La hipófisis anterior tiene receptores para IL-1, IL-6 y TNF y, de igual modo que el cerebro,
posee una propia secreción de citocinas, sintetizando IL-6 las células hipofisarias tirótropas y
foliculares. Estas citocinas locales funcionan por paracrinia, modulando la secreción de diversas
hormonas hipofisarias.
Esto se prueba con los estudios efectuados sobre la encefalomielitis alérgica, un modelo
animal de la esclerosis múltiple en el hombre, que demuestran una elevación de los niveles de
glucocorticoides, inducido por citocinas, lo que modula y atenúa la evolución de la enfermedad.
el efecto de citocinas en el eje HHS produce interacciones importantes entre los sistemas
inmunitario y endocrino
esas interacciones tienen un rol crucial en numerosas situaciones fisiológicas y
fisiopatológicas teniendo en cuenta los efectos estimulantes y/o inhibitorios sobre el
eje corticotropo y a través de este sobre los ejes somatotropo, gonadotropo y
tirótropo
estas interacciones son desatadas por estímulos físicos o psíquicos (estrés).
agresión bacteriana
producción de citocinas
Hipotálamo
CRF
Hipófisis
ACTH
glucocorticoides
Están involucradas entre los conceptos de las citoquinas que hemos visto y las alteraciones
inmunológicas que el estrés ocasiona. Cuando una infección (especialmente la vírica, como factor
ambiental que determina cambios genéticos y proteicos en las células atacadas) afecta a las células del
organismo, los anticuerpos que genera en su contra, puede inducir una respuesta contra su idiotipo.
Es posible que estos anticuerpos antiidiotipo, al constituir una imagen interna del antígeno viral o
microbiano, se unan a las mismas estructuras a las que se adhiere el germen para infectar el
organismo, lo que representaría una forma más sutil del mimetismo molecular.
Los anticuerpos y/o linfocitos T generados en una respuesta inmune contra componentes de
un agente infeccioso (virus, bacterias, protozoos, hongos) pueden reaccionar en forma cruzada con
ciertos componentes del propio huésped al presentar, estos últimos, ciertos epítopos compartidos con
el componente microbiano. Este fenómeno de reactividad cruzada, entre componentes de un
huésped y componentes de un agente infeccioso, es lo que suele denominarse como mimetismo
molecular. Este fenómeno puede observarse en la diabetes 1, en la formación de anticuerpos
anticélula beta. Pero en la diabetes también ocurre que ciertos factores dietéticos-nutricionales como
es la proteína ABBOS (proteína P69 ) generan mimetismo molecular.
Un tipo de proteínas filogenéticamente muy conservadas, que hoy despiertan gran interés
como posible diana de una respuesta autoinmune o de cáncer a través de un mecanismo de
mimetismo molecular, lo constituyen las denominadas “proteínas del estrés” o del choque término o
HSP (Heat Shock Proteins). Son proteínas producidas por todas las células (desde las bacterias hasta
las células de mamíferos, incluido el hombre), en respuesta a situaciones de estrés por estímulos
adversos, como el calor y muchos otros y que actúan concediendo protección a las células que sufren
estrés. Actualmente son investigadas en una vacuna contra el cáncer.
Las HSP se unen temporalmente a muy diversas proteínas, actuando como “carabinas o
rodrigones”, es decir, forman complejos macromoleculares con componentes propios muy diversos.
Otra característica es la capacidad de translocarse en distintos compartimientos celulares (citoplasma,
mitocondria, núcleo) durante los momentos del estrés.
Un ejemplo particular de las proteínas del estrés lo dan los factores de crecimiento neuronal
(FCN). Están incluidos en la extensa familia de proteínas que involucran factores inmunológicos y
reguladores de crecimiento o necrosis tisular. Los FCN agrupan a:
1. Factor neurotrófico: derivado del cerebro (BDNF) que acciona el receptor TrKB (receptor
tirosinakinasa B)
2. Neurotrofinas NT4 y NT5 : que también actúan sobre el TrKB
3. Neurotrofina NT3 : que opera el TRC
4. Factor neurotrófico del crecimiento (NGF): que estimula TrKA
Todos estos factores operan sobre un correceptor adyacente llama “p75 ” o receptor de
muerte, porque su activación está implicada en la muerte de la célula. La estimulación del p 75
refuerza aumentando la eficiencia de la activación de los TrK y contrarresta la acción opuesta de los
TNF (factores de necrosis tumoral). Una vez que el FCN glial activa los receptores TrK y p 75 , da
lugar a la autofosforilación del receptor. Este mecanismo activa:
• Por un lado, las kinasas que estimularán las proteinquinasas C, vía PIP2 y
• Por otro lado, activan proteínas del estrés, vía MAP K que es una unión de proteinquinasas
más el protooncogen RAS como factor transduccional
Estas proteínas del estrés, que ya señalamos, cuenta con una de las más conocidas que es la
HSP, y actúan como antirradicales libres, obteniendo por resultado la activación de la MEK (que a su
vez resulta de la activación de factores transcripcionales, subunidades ribosomales, sinaptogénesis,
neurogénesis, etc.)
Es importante resaltar que la formación de FCN es despertada no sólo por los factores
biológicos intrínsecos, sino también por factores psicosociales tales como el entorno social
enriquecido, el ejercicio, las situaciones de estrés leve y no amenazante y otros elementos
psicosociales. Todo esto refuerza la resiliencia, otro concepto que después estudiaremos. Lo
importante acá es destacar que los factores sociales estimulan siempre a mecanismos biológicos de
vulnerabilidad previamente existentes, por haber sido adquiridos en la infancia temprana o por
predisposición genética y se producen nuevas circunstancias de intercambio que luego se convertirán
en nuevas vulnerabilidades y nuevas conductas resilientes.
Las conclusiones del estudio es que los que tienen el “gen corto” son más vulnerables a los
trastornos de ansiedad y del ánimo (vulnerables), que los que tienen el “gen largo” (resilientes). El
gen parece intervenir más en la aparición de la depresión y los sensibles o vulnerables (gen corto)
parecen padecer dos veces más de trastornos estresantes en circunstancias angustiantes. En cambio,
los que portan el gen largo o protector “no experimentaron más depresión que las personas
totalmente libres de acontecimientos angustiantes en ese período”.
Ante este estudio cabe la pregunta si el estudio es retrospectivo y, en este caso, si el gen corto
no es un producto de una mutación ambiental. Para determinar la preexistencia de un gen corto o
largo, deben hacer estudios prospectivos: primero estudiar el gen y luego someter a las personas a un
estudio quinquenal, bajo circunstancias angustiantes. Al terminar dicho período, realizar un nuevo
estudio genético comparativo con el estudio previo.
Entenderemos por contaminación ambiental genética a todos los factores ambientales que
producen mutaciones genéticas, llamadas mutaciones genéticas adquiridas, las cuales pueden ser no
heredables cuando afectan células somáticas o heredables cuando afectan a células gonadales.
θ factores virales
θ radiaciones ambientales naturales o artificiales
θ estrés o ansiedad (factores psicógenos)
θ alimentos
θ otros (drogas, tóxicos, factores ocupacionales o laborales, etc.)
Según Solari, el estudio del genoma humano traerá beneficios indudables como el desarrollo
de métodos de diagnósticos más exactos, comprensión de la patogenia de las enfermedades,
posibilidad de una medicina predictiva al individualizar a las personas de alto riesgos de
enfermedades genéticas y a establecer una nomenclatura racional de las enfermedades. Por otro lado,
el PROYECTO GENOMA HUMANO conlleva los perjuicios patentes de algunos investigadores y
médicos que creen en el absolutismo genético manifestado por una especie de determinismo o
fatalismo genético, en el cual indefectiblemente el gen es el único responsable de todas las afecciones
humanas, independientemente de otras causas.
Tal concepto, en la opinión de Solari, implica un grave error conceptual que lleva al
menoscabo de factores ambientales en el desencadenamiento de la enfermedad. Seguramente cuando
se complete el estudio del genoma humano, ya no habrá dudas de que nada puede alterarse en el
organismo humano sin la participación de los genes porque es probable que esos genes o tengan
todas las secuencias necesarias para provocar todos los males o estén sujetos a una plasticidad genética
que permita una gran variabilidad mutacional para constituir una secuencia determinada bajo un
estímulo o acción diferente como puede ser un factor ambiental.
De todos modos, sea una secuencia preexistente o mutada, no hay dudas que en el caso de las
células somáticas, la expresión genética de un trastorno será por causa de un factor ambiental. Si bien
el motor final de un proceso patológico es un gen, la causa de que dicho motor entre en
funcionamiento es el factor ambiental. Si dicho factor no actúa, es poco probable la expresión por sí
y esto se ha demostrado fehacientemente en el caso del cáncer, en el cual se sabe que todo el género
humano tiene oncogenes o genes generadores de cáncer, pero sólo un porcentaje de la población
generará cáncer y de estos, son de bajísima frecuencia los de expresión congénita (que aún no se sabe
si también en ellos pueden influir factores ambientales a través de la madre).
De igual manera operan genopatías que bien pueden tener expresión inmediata al nacer o
durante la infancia, o durante la adolescencia y últimamente se ha descubierto que aún en la senectud
(como puede ocurrir con el llamado rasgo talasémico y otros).
Fox Keller ha escrito: “celebremos los efectos sorprendentes que los éxitos del proyecto
Genoma han tenido en el pensamiento biológico. En contra de todas las expectativas, en vez de
respaldar las bien conocidas ideas del ‘determinismo genético’, les han planteado problemas críticos.
Han socavado radicalmente el concepto de gen. Se ha empezado a reconocer que éstos no
representan un fin en sí mismos, sino el principio de una nueva de la biología”.
Esquema 6 - Vulnerabilidad
Vulnerabilidad genética
(por predisposición o adquirida)
Factores ambientales
(factores personales de riesgo)
(factores contaminantes)
Fenotipo vulnerable
•
Patología manifiesta
¿Para qué sirve conocer los proteomas?. Son innumerables los ejemplos de la utilidad de estos
datos en Medicina. Por ejemplo:
1. una proteína reguladora, la SRY, que funciona exclusivamente en el núcleo celular,
determina el sexo masculino
2. un grupo de proteínas estructurales de la piel, cuando sus genes están alterados, determinan
enfermedades ampollares: las epidermólisis ampollares.
3. el grupo de las sorderas hereditarias (que afecta al 4% de la población), posee más de 30
genes y éstos han sido estudiados en los dos últimos años (1999-2000)
Ya determinamos que probablemente las leyes mendelianas nos hubiesen transmitidos la idea
de que la función genética era determinante y determinada. Pero los estudios modernos que la
genómica funcional introdujo mostraron una versatilidad genética que rompió todos los moldes de lo
hasta ahora conocido y estudiado en Genética.
Hoy se siguen estudiando los fenómenos de las manifestaciones genéticas y surgen nuevos
conceptos que se intercalan entre los clásicos para ilustrar cómo operan los sistemas genéticos. La
interrelación entre ambiente y genes trae un nuevo lenguaje y técnicamente el ambiente pasa a ser el
ambioma y según se ha descubierto, en los genes hay programas a ejecutar para su activación y
desactivación, lo que afecta su expresividad y esto se realiza desde el entorno, y por esto el ambioma
tiene tanta importancia como el genoma, pues hay en los genes una especie de encarnación del
entorno.
Carlos A. Soria considera a todo esto como “la suma de las partes de un macrosistema,
diseñado para ser modificado por la experiencia. Somos un adaptador evolutivo que se ajusta a los
requerimientos de la sucesión cambiante de entornos en que discurre nuestra existencia. En años
recientes nuestra atención se ha centrado sobre esta díada genoma-ambioma, en sus relaciones e
influencias mutuas y, más recientemente, sobre los nexos entre ambos, los endofenotipos, o sea, los
puntos donde podemos ver la encarnación del entorno”. Soria también explica que en el proyecto
del Genoma Humano se sabe que disponemos entre 20.000 y 25.000 genes y se conoce con exactitud
cuántos genes hay en cada órgano. Así, el cerebro tiene en actividad unos 3.915 genes, lo que
representa el 70% de sus genes funcionales.
También se conoce que el 97% del genoma “está compuesto de aburridos mandos
bioquímicos intermedios y que sólo el 3% presenta una actividad funcional relevante. Comprendimos,
además, que los genes no son islas, que forman parte de una confederación llamada cuerpo y que
hay, incluso, genes ‘sociales’ cuya tarea es integrar las distintas funciones del organismo”. Da por
ejemplo cómo el colesterol es controlado por los genes para convertirlo en cortisol, estradiol y
testosterona. De esa forma, el cortisol puede participar en todos los sistemas del organismo,
integrando la actividad del cuerpo y la mente y llegando a modificar aun, la anatomía cerebral. Su
acción exclusiva serviría para refutar el dualismo cartesiano de mente y cuerpo, pues demuestra
materialmente como cuerpo y mente constituyen una unidad indivisible.
Luego, Soria trata el tema de las enfermedades monogénicas y poligénicas y resalta que
“hasta aquí, nuestra atención ha estado puesta en las enfermedades monogénicas, las causadas por
la mutación de un solo gen...en realidad todos tenemos el gen (de la enfermedad monogénica) pero
los enfermos tienen la mutación”. Para explicar la formación inexorable de la enfermedad
monogénica, declara; “De nada sirve si el sujeto hace dieta sana, ejercicio regular o intensa vida
espiritual. Aquí los genes son el destino. No existe oráculo ni horóscopo con tal alta capacidad de
predicción. Es la enfermedad monogénica por excelencia”. Luego prosigue: “En el extremo opuesto
encontramos las enfermedades poligénicas, en las que la influencia genética es menor, parcial y
eventual, requiriendo la interacción con el ambioma para su expresión. Casi todas las enfermedades
mentales mayores son poligénicas. De allí lo imprescindible del estudio de la interacción entre lo
genéticamente disposicional y su inhibición o activación ambiental”.
Endofenotipos
Hasta ahora la preocupación era lo genotípico (el contenido del genoma) y lo fenotípico (la
expresión de los genes en el cuerpo). Pero el estudio de la interacción entre bioma y genoma nos
muestra que hay un terreno intermedio entre la genotipia y la fenotipia y acá ubicaría la
endofenotipia.
Según Soria, hoy interesa “saber cómo se encarna la realidad en el sujeto. Cómo vamos de lo
genotípico a lo fenotípico. Nuestros sistemas nosográficos se basan en exofenotipos, clusters de
síntomas, agrupaciones de manifestaciones exteriores, que muestran entre sí grandes áreas de
interfases, comorbilidad y superposición. Los endofenotipos comienzan a explicar estos fenómenos
desde la interioridad. Existen endofenotipos psicopatológicos y endofenotipos biológicos. Vamos a
ilustrar con algunos ejemplos. La prevalencia-vida para trastornos de ansiedad es del 24.9% y para
depresión del l7.1%, pero la comorbilidad entre ambas es del 90%. Ambos tipos de trastornos tienen
alta heredabilidad, lo que sugiere disposición pero no determinación, los genes no son todo, los
factores del entorno influyen también.
Hemos acuñado el término neuroticismo para describir una vulnerabilidad general a padecer
ansiedad o depresión bajo estrés. Los índices de neuroticismo se mantienen invariables en la adultez,
o sea que, una vez que se han encarnado persisten en el tiempo. Sabemos que presentan
heredabilidad, asociación familiar y coagregación. Pero, por otro lado, hemos aprendido que existe
también transmisión no genómica a través de conductas maternales y respuestas de la madre al
estrés. Es decir, empezamos a encontrar datos desde el genoma y datos desde el ambioma y, entre
ambos, endofenotipos como puentes de unión. Hemos señalado que nuestras clasificaciones se basan
en clusters de síntomas en los que las áreas de superposición son la regla más que la excepción,
particularmente entre trastornos de la personalidad, trastornos afectivos y de ansiedad. Es en ese
terreno donde los endofenotipos pueden tener una enorme utilidad para explicar la comorbilidad
desde la intimidad biológica, cuadros aparentemente disímiles en la clínica tienen un sustrato
fisiopatológico similar y, por ende, un mismo agente terapéutico se muestra eficaz en depresión y
ansiedad...
Del mismo modo conocemos que las benzodiazepinas de alta potencia, como el clonazepam y
el alprazolam actúan a través del sistema gabaérgico; pero hay evidencia de que también rozan las
vías serotoninérgicas y esto les otorgaría su cualidad terapéutica distintiva en el tratamiento de los
trastornos de ansiedad... La comorbilidad entre trastorno de ansiedad generalizada y depresión es
del 80% y es explicable por el fenómeno de pleiotropía en el cual un único gen es responsable de
varios rasgos fenotípicos. La bioarqueología, una disciplina derivada de la genómica, reafirma
nuestra pertenencia al mundo animal y otorga validez a la extrapolación de los datos obtenidos en
estudios básicos. La superposición de códigos genéticos nos muestra la cercanía en la evolución,
aprendimos sobre genes homólogos, genes que tienen función semejante en especies diferentes, en
unos, por ejemplo, generan brazos y en otros alas”.
Soria incursiona acá en la teoría del per saltum genético donde pareciera que algunos genes
hubiesen “saltado de una especie a otra” superando etapas evolutivas. Soria indica cómo compartimos
genes con la levadura, la tenia saginata, el ratón y el chimpancé. Con estas últimas dos especies,
tenemos en común un 75% y un 98% de genes respectivamente y por esta razón el estudio y los
experimentos en esos animales resultan sumamente eficaces para conocer la respuesta y la naturaleza
humana.
El estudio Sapolsky realizado sobre monos cambió el concepto que se tenía que los sujetos
que eran grandes, feroces y violentos son los que lideraban el grupo. Sapolsky demostró que no era
así y que la biología de los monos cambia según su posición en el orden social de esos animales. La
investigación demostró que contrariamente, los líderes eran menos agresivos, tenían mayor capacidad
para la reconciliación y el reclutamiento de aliados y, especialmente, una lectura adecuada de la
realidad con menores respuestas emocionales a los sucesos del entorno. Sus niveles de serotonina
cerebral dependían de su ubicación en el orden jerárquico y, de sobremanera, si se tenía percepción
de la ubicación que tenían. Así, los líderes tenían mayores niveles de serotonina, pero esos niveles se
invertían si se ubicaban en un orden social inferior. Para que esto ocurra no sólo debe estar en un
nivel inferior o superior, sino darse cuenta de ello.
El estudio Whitehall se realiza en forma similar pero en seres humanos, para evaluar el riesgo
cardiovascular. El estudio comprobó que los funcionarios británicos de menor categoría tenían
mayor presión diastólica que los jerarcas superiores. Este estudio demostró que los que están arriba y
detentan el poder son más sanos porque tienen un mayor control de las variables del contexto, es
decir, pueden manipular su entorno y esto les hace sentirse bien.
Ambos estudios nos retrotraen a las teorías de Laborit sobre las patologías del control. Según
Soria, esta teoría trata el estudio de las hormonas del estrés: “las hormonas del estrés nos preparan
para la huída o para la lucha, y en el desarrollo de nuestro sistema nervioso la evolución nos
adicionó el lóbulo frontal y con ello el superyo. Los seres humanos nos vemos en situaciones donde
no podemos ni huir ni luchar, quedamos en inhibición de la acción. Atrapados por demandas del
contexto o por exigencias del superyo. Si uno puede huir o luchar libera adrenalina, pero si queda
en la inhibición de la acción descarga noradrenalina, y ésta es nueve veces más presora e inicia la
cascada del feed-back positivo que conducen a la patología psicosomática ligada al estrés. Somos,
entonces, un sistema, pero un sistema abierto en permanente interrelación con el entorno. La
segunda ley de la termodinámica establece que “todo sistema cerrado tiende del orden al caos”. No
podemos estar solos, la apertura y el intercambio son cruciales para la preservación, nuestras células
“beben del orden del entorno”. Ahora bien, hemos examinado los vínculos entre genoma y ambioma
y una pregunta se impone: ¿quién gobierna esta relación?. ¿Quién está al mando?. Podemos pensar
que son los genes, pero éstos se activan y desactivan desde afuera”.
En este punto, averiguar quien manipula “desde afuera” a los genes en el estrés, lleva a Soria
a preguntar: “¿El sistema hipotálamo-hipofisiario-adrenal? No, porque es regulado por el cerebro.
¿El cerebro mismo? Tampoco, porque él depende de los sistemas de percepción, de la información
que le llega desde afuera. Nos queda el entorno, pero tampoco lo podemos atribuir exclusivamente a
él porque es totalmente aleatorio, y a su vez, aunque conozcamos el entorno, su influencia depende
de cómo el sujeto lo procese, depende de la cognición. Y, además, cómo el sujeto lo procese depende
no sólo de sus actitudes conscientes sino de todo aquello que vivenció en sus años infantiles. Dicho
de un modo muy sencillo: nadie está al mando. Si los genes pueden afectar a la conducta y la
conducta puede afectar a los genes, entonces la causalidad es circular.
Esta idea nos remite a las enseñanzas de Erikson, quien hablaba de la ‘fisiología del vivir’ y
postulaba que el intricado funcionamiento neurobiológico, psicológico y social está gobernado por
una relatividad que hace que cada proceso dependa de los otros. El espiral de la vida es perpetua
actividad. La evolución consume diversidad. En la Naturaleza lo único es algo que abunda mucho.
La evolución, y el genoma como parte de ella, es un escenario dinámico. La ecología, al igual que la
genética, no trata de estados en equilibrio, trata de cambios, cambios y cambios.
Como decía Heráclito sólo el cambio es permanente. Por medio de la Teoría Cuántica
comprendimos el mundo subatómico, la materia en el nivel más pequeño de expresión. Para entender
cómo los genes se traducen en la conducta necesitamos aportes de otras disciplinas. La Teoría del
Caos, proveniente de la Física, nos puede ayudar. Según ella los sistemas caóticos están
determinados pero, aunque conozcamos todos los determinantes de un sistema, no es posible
determinar qué curso tomarán. En un sistema sencillo, una acción influye en las condiciones iniciales
de la siguiente, pequeños efectos se convierten en causas mayores, los grandes cursos son
predecibles, los detalles no. Podremos comprender los grandes trazos de la constitución de la
personalidad, pero la individualidad no.
Con esto quiero decir que nunca encontraremos un gen de la violencia, o un gen del
altruismo o el gen de un rasgo particular, porque no hay ninguna posibilidad genética de explicar
conductas complejas, que son caóticamente determinadas. Cada día, los genes, nuestra historia
individual y el entorno, volverán a interactuar. En el borde del caos y caóticamente determinados
por fuerzas impredecibles trataremos de preservar el cosmos altamente organizado y autorregulado
de nuestra mismidad”.
Epigénesis
Los conceptos precedentes expresados por Soria hacen mención a un nuevo concepto
denominado epigénesis. La epigénesis nace con el concepto de regulación epigenética que, según
Kandler, consiste en una clase de modulación genética en que: “los genes tienen una función
transcripcional que determina la estructura y la función de las células en las que se expresan. Ésa es
la fracción del ADN que determinará el fenotipo. Esta función es altamente regulable por factores del
desarrollo, del aprendizaje, de la interacción social y del medio externo en general… La regulación
de la expresión de los genes por factores sociales permite que todas las funciones corporales,
incluyendo las del cerebro, sean susceptibles de influencias sociales, las cuales serán biológicamente
incorporadas en la expresión modificada de genes específicos. Estos cambios, no sólo contribuyen a
las bases biológicas de la individualidad, sino también son presumiblemente responsables de la
iniciación y mantenimiento de anormalidades de la conducta inducida a través de contingencias
sociales”.
A las palabras de Kandler, López Mato agrega: “el conocimiento del genoma humano ha
socavado radicalmente el concepto de gen porque nos ha demostrado que la cultura es más genética
que la genética. Ahora sabemos que los genes patrón, los genes hereditarios, no son lo principal. Lo
principal es el gen transcriptor, que es el que hace nuestro fenotipo, ése es el que produce una
enfermedad. El gen regulador es el director de cine que corta, empalma y edita el mensaje que le trae
el gen patrón. Y, entonces, hoy sabemos que para que se tenga una predisposición a una
enfermedad, involucra tanto la predisposición genética como los eventos adversos tempranos. Ambos
hacen que se tenga una disposición, un handicap, una vulnerabilidad por la cual, ante eventos
vitales, o traumas, o conflictos o estrés, van a producirse alteraciones biológicas y cambios
conductuales emocionales”.
Etimológicamente epigénesis significaría “lo que está por sobre el origen” pero en nuestro
caso puede traducirse como “lo que está por sobre los genes”, ya que los genes marcan nuestro
origen.
La circularidad de las acciones y reacciones entre genoma y ambioma a través de los sistemas
del cuerpo humano fue antelada en el 2001 por Matt Ridley cuando afirmó: “si los genes pueden
afectar a la conducta y la conducta puede afectar a los genes entonces la causalidad es circular”.
Esto lleva a otro nuevo concepto que es la herencia epigenética. La herencia epigenética explica la
concatenación de los procesos biológicos en el intricado funcionamiento neurobiológico, psicológico
y social, el cual parece estar marcado o gobernado por una cierta relatividad.
De esta manera se conjuga relatividad con herencia epigenética para signar todo el proceso
biopsicosocial. En este punto, Ridley aclara: “no somos un cerebro que gobierna un cuerpo
activando hormonas. Tampoco somos un cuerpo que gobierna un genoma accionando los receptores
hormonales. Tampoco somos un genoma que gobierna un cerebro activando genes que activan
hormonas. Somos los tres a la vez”.
E. Erikson, intentó adelantar una especie de concreción del concepto de epigénesis y afirmó
que es un “concepto que integra la definición de crecimiento, desarrollo y evolución humana, donde
la persona trascurre sus estadios biopsicosociales en etapas o pasos que dependen uno del otro”. Esto
completa la circularidad del ciclo vital en su relación entre genes, cerebro y sistema neuroendocrino y
el ambiente social en el cual nos desarrollamos. La epigénesis remata la idea de que los genes son los
que comandan todos los procesos biológicos pero actúan en estrecha interdependencia con otros
factores psiconeuroendocrinos, a su vez influenciados por el ambiente social o ambioma. Nosotros
pensamos que si bien el esquema es circular, en realidad, más que circularidad existe una globalidad
donde la interacción es tan estrecha que es imposible separar a las partes del todo y asignar a una de
ellas funciones de causalidad. Este fenómeno circular y global es lo que fundamenta la epigénesis y
explica la etimología de aquellos fenómenos que están más allá de los genes, que está sobre ellos.
En este punto Andrea Márquez López-Mato explica las ideas de Erikson, el cual definió a
las crisis epigenéticas como crisis del desarrollo que nos permiten el crecimiento. En ese sentido
expresa: “los organismos no se hacen, crecen. El genoma no es un plano para construir un
organismo sino una receta para ‘cocinarlo’. Los condimentos son nuestras vivencias”. Estas crisis se
desarrollan en etapas y hay que superar una (la primera crisis) para entrar en otra (la segunda crisis).
Cada crisis conlleva pares antagónicos de conductas que deben ser superados mediante una síntesis
propia que determina los cambios constitutivos de nuestra identidad, hasta alcanzar la madurez. El
proceso de maduración surgiría de pulsiones internas (tesis de Erikson) que tienen todos los seres
humanos y que son desencadenadas por estímulos del entorno. Son crisis de desarrollo que permiten
la coexistencia con nosotros mismos, con el otro y en sociedad.
En realidad la tesis de Erikson de las crisis epigenéticas es otro de punto de vista de lo que ha
venido estudiando la Psicología Evolutiva en relación con el desarrollo humano. Así, la primera crisis
sería el nacimiento. Duraría hasta el año y medio de edad y está marcada por conductas antagónicas
de confianza-desconfianza lo que permite que cada persona desarrolle la esperanzas. La segunda
crisis, a los tres años de edad estaría regida por el par antagónico autonomía-vergüenza y duda, que
permite el desarrollo de la voluntad. Una tercera crisis que va entre los tres y los cinco años de edad
desarrolla la oposición iniciativa-culpa que llevan a instalar la finalidad de la conducta. Hasta acá
estas tres crisis tienen por objeto el logro de la autoidentidad es decir que el niño se identifique con su
persona.
Las últimas crisis están referidas a la identificación con los otros, es decir, la sociedad en
pleno y no sólo con el otro. Es decir, son crisis con lo social. Así, entre los 40 y los 60 años de edad,
el par antagónica será productividad-estancamiento y de ahí surge la habilidad de hacer o producir
cosas. Desde los 60 años hasta la muerte, la aventura social es la sabiduría y el par antagónico es la
integridad-desesperación.
A las crisis, según López-Mato, habría que interpretarlas con el idiograma (ideograma) chino
que para definir una crisis junta los idiogramas peligro y oportunidad. Esto significa que crisis si bien
implica un cierto peligro también conlleva la oportunidad para algo que contribuye al desarrollo y el
crecimiento. En este esquema, cada crisis es un peligro si quien la sufre es vulnerable y una
oportunidad si se la enfrenta con resiliencia. Es decir, si se responde con vulnerabilidad se entra en el
distrés, si se responde con resiliencia cada crisis fortalece más. En consecuencia la disposición de un
fenotipo vulnerable nos lleva a responder con distrés y esto puede deberse a que una persona nació
con predisposición genética, o es causado por eventos adversos tempranos que son experiencias
infantiles patógenas que influencian en la manera de adquirir la modulación del sistema nervioso en
los primeros años de la vida donde se produce la mielinización activa del sistema nervioso.
Luego, ya sea por genética (predisposición) o por adquisición, se puede tener un fenotipo
vulnerable que lleva a vivir en hiperalerta con disminución de la neurogénesis y aumento de la
neurotoxicidad. Esto constituye una discapacidad para enfrentar eventos vitales o traumas de la
adultez, los que van a producir cambios conductuales o emociones, depresión, enfermedad
psicosomática o trastorno de personalidad. Un fenotipo vulnerable ante una depresión o estrés
involucra hiperactividad adrenal, con un nivel de neuropéptidos aumentado, disminución
monoaminérgica, disminución del sistema inmune.
El estudio Nueva Zelandia, se realizó sobre diferentes alelos del transportador de serotonina
(SERT). Los individuos pueden tener las siguientes variantes de alelos de SERT: dos alelos largos,
variante alelo largo-alelo corto, o dos alelos cortos. Los individuos con dos alelos largos soportan
todos los eventos estresantes. En cambio, los que poseen la variante alelo largo-alelo corto o dos
alelos cortos (SERT hipofuncionales), no soportan las situaciones estresantes. Los individuos con un
SERT menos funcional tienen respuestas terapéuticas pobre a aquellas moléculas que actúan sobre el
SERT y responden mejor a moléculas de acción dual.
Weinberger (2004) demostró que las personas que nacen con algún alelo corto del SERT
tienen más predisposición de responder con miedo ante el alerta (reacción de emoción básica).
En lo genético, la resiliencia sería propia de individuos con un par de alelos largos del SERT.
Luego, ya sea por factores biológicos o genéticos (genoma) o por factores ambientales (ambioma) un
individuo puede tener una revelación resiliente. Esa revelación se afirma en los pilares de Pacheco
Bowden: (acrónimo de íes)
1. introspección
2. independencia
3. interrelación
4. iniciativa
5. imagen personal de autoestima
6. ideales morales
7. imaginación creativa
8. ingenio humorístico
Estas revelaciones genéticas o ambientales que llevan a adquirir resiliencia es lo que López-
Mato llama epifanías (término que etimológicamente proviene de apofonía que significa
revelación).
Tener epifanías para ser resiliente a las crisis epigenéticas o eventos traumáticos es adquirir:
• autonomía
• asertividad
• y adaptación ante los cambios y las crisis
• mantener una permanente interacción con el medio humano y ambiente
• no perder nunca la capacidad de comprender y ser comprendido
• poder aprender en lo cognitivo y aprehender en lo intuitivo
Andrea Márquez López-Mato ha realizado un excelente resumen del ciclo biológico del
estrés, el que transcribiré textualmente: “Bohus, cognitivista también, ha señalado que la respuesta al
estrés, depende de las características o relaciones de los estresores, de la posibilidad de controlar o
predecir la situación o evaluación cognitiva, de las estrategias de afrontamiento cognitivo-ideológico
y de los sistemas biológicos de respuesta. Los factores ambientales estresores puede ser también
amortiguadores y deben pasar por una evaluación cognitiva y simbólica que va a ser: límbica
(simbólica) y cortical (cognitiva). Después de esto se percibe el estrés y se activan los sistemas de
aminoácidos rápidos. Si el estrés continúa con intensidad o frecuencia o se percibe como importante,
se desencadenan respuestas neuroquímicas de corto plazo. Si el estímulo continúa habrá respuestas
neurohormonales de largo plazo.
CONCLUSIONES
Deliberadamente nos hemos extendido en el estudio del sistema neurotransmisor porque era
el único recurso para demostrar por qué el estrés y la ansiedad tienen acciones multisistémicas y, a
veces, paradojales. Todos los sistemas estudiados sucintamente, según se vio, están interconectados en
lo que podría ser una vía común final para las respuestas de todos los estímulos. El secreto reside en
la citoarquitectura o citoesqueleto y las proteínas celulares (proteoma humano) y cómo las mismas
moléculas se reacomodan permanentemente para cambiar sus estructuras y presentar diferentes y
múltiples funciones. Quizás uno de los mayores secretos reside en los llamados receptores celulares
los cuales parecen no existir por sí mismos como entidades fijas o incorporadas a las estructuras
celulares, sino son modificaciones de la membrana celular cuya textura le permite adaptarse a las
sustancias que la estimulan y aceptarlas o no, mediante la formación de receptores específicos. Es el
caso de los receptores de drogas que se están descubriendo recientemente (benzodiazepinas,
metformina, capsaicina, etc.). La membrana celular acomoda sus moléculas de diferentes formas
(canales iónicos, proteicos, receptores) y acomoda sus proteínas enzimáticas y utiliza los iones
diferentes para construir una fisiología celular todavía desconocida en sus dimensiones más amplias.
No hay dudas de que son las mismas moléculas las que se “reacomodan” para constituir diferentes
productos celulares. De no ser así, debería existir un número infinito de moléculas específicas las que,
material y cuantitativamente, serían imposibles de contener dentro de un relativo reducido espacio
celular.
El otro misterio ontológico son los genes, a los que hasta ahora se les atribuyó un papel de
transmisores de vida y rasgos genéticos (famosa herencia genética), cuando en realidad son los
grandes “operadores celulares” responsables de todas las reacciones normales y anormales de las
células y el genoma es el “cerebro celular” que se transforma en el “gran arquitecto”, no sólo de la
citoarquitectura o citoesqueleto, sino de todas las transformaciones posibles que el reacomodamiento
espacial de las moléculas le permite realizar en forma infinitesimal, ya sea con patrones clásicos o con
aparentes nuevos mecanismos (aparentes no por que no existieran desde siempre, sino porque recién
ahora se están asomando al conocimiento). Otro misterio resuelto, pero aún poco difundido, es la
mecánica o fisiología del citoesqueleto el que mediante un acoplamiento (polimerización) y
desacoplamiento (despolimerización) de microtúbulos operados por una proteína muy plástica, puede
cambiar permanentemente la “anatomía y fisiología” celular para llegar a transformarla en
“fisiopatología celular”. Este Sistema Molecular Efector Intracelular que en la década del ’80 era
apenas conocido, hoy ha sido estudiado más profundamente, pero el conocimiento no se ha
sistematizado e integrado en forma suficiente para que sea comprendido por igual, por todos los
estudiosos e investigadores. Así, la investigación de las funciones celulares o biofisiología y
biofisiopatología de las células, se va conociendo desde diferentes puntos de vista y, pareciera, que a
veces son cosas desconectadas entre sí, cuando en realidad constituyen un todo sincronizado con una
precisión que al comprenderse y abarcarse produce escalofríos. La fisiología molecular celular es uno
de los capítulos más apasionantes que se inició con la Biología Molecular, a tal punto que algunos ya
piensan que el siglo XXI será el siglo de la Biología. Pero falta la idea integradora de todos esos
conocimientos y el convencimiento de que no hay tantas y tan múltiples sustancias, cuyas fórmulas
empíricas o desarrolladas llenarían una inmensa biblioteca, a más de otras que se descubrirán, sino
que hay una multipotencialidad celular de crear nuevas moléculas con los mismos elementos, a los
que puede acomodar y reacomodar en forma continua. Se ha hablado de delecion genética, pero en
realidad, en nuestra humilde opinión y ateniéndonos a la observación de los fenómenos hallados y
descritos, los genes parecen cambiar durante toda la vida para adaptar las funciones celulares a los
estímulos ambientales. Esto rompe la hegemonía del concepto de que los genes sólo operan por
predisposición o rasgos adquiridos y transmisibles. Los nuevos hallazgos hablan de mutaciones
adquiridas no transmisibles y parece ser que esas mutaciones son cotidianas y frecuentes, mucho más
de lo que estadísticamente se ha comprobado. Sólo cuando forman patrones consolidados se pueden
describir como mecanismos concretos. Pero no es tanto como hasta hace poco se creía, que hay
condicionamientos preestablecidos. No es tan así. Los genes están jugando roles diferentes las 24
horas del día y cada segundo en que la célula vive. Sólo que aun no llegamos a conocerlos con
detenimiento. Alcanzamos a vislumbrar esa potencialidad creadora cuando un mecanismo se instala
en forma continua.
Superada esta visión integradora y dinámica de las funciones celulares, hemos reconocido al
sistema neurotransmisor como un verdadero integrador y regulador de funciones fisiológicas y
patológicas. Esto explica la particularidad ontológica o antropológica del hombre: cuando enferma
no lo hace por parte como un vegetal, sino que asume un compromiso “in toto”. Compromete todo
su organismo, su mente y su alma. La ansiedad y la angustia con el resultado final del estrés y otros
factores estimuladores del organismo, que desde el SNC operan comenzando la neurotransmisión
para actuar sobre el hipotálamo, aparente estación final de todos los sistemas neurotransmisores del
SNC en el estrés. El hipotálamo, a su vez, opera sobre la hipófisis, la que actuando sobre el sistema
endocrino, integra un sistema neuroendocrino que pone en movimiento los sistemas periféricos,
desatando en conjunto, las respuestas centrales y periféricas que conforman todos los cuadros de
trastornos mentales y orgánicos, sobre todo, las enfermedades de adaptación o psicosomáticas que
originan estímulos crónicos. Tanto las reacciones agudas como crónicas están imbricadas entre sí por
el tiempo: el tipo de reacción dependerá de cuanto tiempo dure el o los estímulos y de la rapidez o
lentitud de los cambios que estos estímulos generan. Del mismo modo, importa la cantidad y calidad
de dichos estímulos. En los últimos tiempos, ya lo remarcamos en un capítulo anterior de este trabajo,
en la consulta médica se han visto cuadros de alteraciones multisistémicas, con poco o ningún daño
orgánico, pero con gran disfunción y alteraciones mental (caso del ataque de pánico) y, en otros
casos se conjugan cuadros endocrinos, vasculares, digestivos, metabólicos y respiratorios que en su
conjunto instauran también una patología multisistémica pero esta vez con serio daño anatómico y
funcional. Es lo que habíamos llamado “desborde neuroendocrino” o “hecatombe multiorgánica”, y
que ahora deberíamos agregar como hecatombe neurotransmisora, la que trastrocan todos los
mecanismos fisiopatológicos y enferman multisistémicamente al hombre, desorientando a familiares,
médicos y a todo el entorno social. Debido a esto acuden al médico general que después de
explorarlo intensivamente, finalmente lo deriva al psiquiatra. Todo ocurre como si las reacciones
naturales, para las cuales estaban preparados los sistemas neurotransmisores, desbocaran ante un tren
de estímulos que desborda los límites naturales, transformando en nocivos los sistemas conformados
para la defensa del hombre. El tren anómalo de estímulos, originados en cambios veloces y
numerosos, por diferentes circunstancias (personales, ambientales, sociales) pone en crisis al hombre
de hoy. Este hombre, si no está preparado o educado para “vivir en el conflicto”, al ser impactado por
las crisis, activa uno o varios de los sistemas neurotransmisores y catapulta, a manera de alud, la
liberación masiva o simultánea de neurotransmisores, dado que la concatenación de los sistemas y
circuitos hace que el exceso en uno de ellos, repercute inmediata e indefectiblemente en los demás.
La excitación de uno de los sistemas induce cambios en otros y convergen en mecanismos
sofisticados para regular (¿o desquiciar?) funciones homeostáticas, instintivas, racionales, afectivas,
humorales o tímicas y emotivas (Boullosa y López Mato).
Desde otro costado, el SPECT y otros estudios por imágenes, han posibilitado conocer y
entender las “estructuras anatómicas del estrés/distrés. Fre Gage integra la extensa lista de
investigadores, a los que precedió Jones en 1942, que confirman que el hipocampo detenta
formaciones celulares muy vulnerables a los cambios, tanto en el sentido de la muerte celular en
atrofias, como al crecimiento (neurogénesis). El hipocampo es la llave maestra del cerebro para abrir
o cerrar las puertas al estrés/distrés, al cual regula de formas diversas, en íntima conexión con la
corteza prefrontal, la amígdala, suprarrenales y otros órganos y estructuras. La liberación excesiva de
hormonas y neurotransmisores del estrés provoca daño celular, pero el más afectado, sobre todo
cuando la liberación es perpetuada crónicamente, es el hipocampo. Hemos visto como el hipocampo
y sus conexiones regulan la liberación de hormonas y neuropéptidos, especialmente la inhibición de
la liberación por feed back o retroalimentación. Pero cuando la cantidad de hormonas y
neurotransmisores supera la capacidad funcional, el hipocampo se daña irremediablemente mediante
atrofia. Se detiene o pierde la función reguladora y esto redunda a favor de la circulación irrefrenable
del exceso de neuropéptidos (bajo la forma de hormonas y neurotransmisores). Por lógica, el daño
sostenido primero impide la recuperación del hipocampo y, por último, la acción damnificadora lleva
al colapso celular y la atrofia.
Robert Sapolky demostró en ratas que las hormonas del estrés secretadas por las
suprarrenales, ya sea por enfermedades como el Cushing (causada por trastorno de las suprarrenales)
o el síndrome “cushingoide” provocados por fármacos símil hormonas, o la producción de esas
hormonas en el estrés/distrés, lesionan tanto al cerebro juvenil como el senil. La acción prolongada
(crónica) puede provocar lisis celular o bien, en una primera faz impide que las células del
hipocampo respondan con sus receptores en forma normal, al estímulo hormonal y esto dificulta la
función y la regulación hormonal. Cuando las neuronas del hipocampo no mueren, quedan afectadas
sus funciones receptivas por alteración de receptores y pérdidas de dendritas. La dificultad de una
receptividad correcta impide las conexiones naturales del hipocampo con otros centros cerebrales
provocando la anulación de la función de conectividad. No sólo termina la regulación hormonal,
sino que no hay percepción de estímulos estresores/distresores. Las células dañadas disminuyen su
tamaña, hipotrofia y terminan en atrofia y muerte. Si quedan moribundas, igual pierden función. La
ausencia de conectividad que afecta al hipocampo y le impide interrumpir (inhibir) la hipersecreción
hormonal suprarrenal, que el hipocampo se convierta en un “interruptor atascado” (Peter Kramer)
La hipotrofia o atrofia del hipocampo, causa hipertrofia suprarrenal. Si este proceso se inicia en
edades relativamente jóvenes, hacen al cerebro vulnerable para ciertas afecciones seniles que afectan
al ánimo y la memoria y envejecen al cerebro produciendo apoplejía por muerte celular de otros
territorios cerebrales. La lesión del hipocampo y otros “centros de la memoria” provocan alteración y
pérdida de la misma (hipomnesia y amnesia) y en los viejos es una de las causas de Alzheimer. Otras
alteraciones ya las estudiamos en el estrés crónico. Pero la inconectividad cerebral lleva al aislamiento
sensitivo y social, que asociado a la dificultad mnésica y de concentración, alteran el ánimo con el
signo guión de la tristeza, acompaña de la falta de energía, desesperanza, etc. y se instala la depresión,
en la cual interviene, junto con el hipocampo, la amígdala. Luego, estrés/distrés, en hipocampo,
conlleva dos fantasmas de terror: la muerte celular y la depresión.
En realidad, tanto en la faz aguda como en la faz crónica, el estrés/distrés provoca incremento
del metabolismo y de la glucogénesis hepática, disminución de la captación muscular de glucosa,
hiperlipemia, lipólisis en general pero particularmente de grasa visceral, aumentos de ácidos grasos
no esterificados (AGNE, de la glucemia, del metabolismo proteico e insulinorresistencia. El
fibrinógeno y PAI-1 están elevados en forma significativa, con deterioro de la fibrinólisis y elevación
de prooxidantes como la homocisteína y bajos niveles de antioxidantes como ácido fólico y glutatión.
Los estresados crónicos, tarde o temprano, tendrán tendencia a manifestar signos del síndrome
metabólico (SM) y enfermedades crónicas como Alzheimer, cáncer o diabetes. Los trastornos
crónicos se relación con el estilo de vida. Un estilo de vida que conlleve estrés/distrés, falta de
actividad física (sedentarismo), consumo excesivo de grasas saturadas y azúcar y bajo consumo de
frutas y vegetales ricos en antioxidantes, será un factor de riesgo en la ancianidad o adultez madura.
El resultado de estilo de vida es deterioro del sistema inmune innato, cambios estructurales de las
membranas celulares, asociados a la dieta (depósito de ácidos grasos saturados y colesterol) y estos
elementos inducen alteración de la función de la membrana, por disminución de fluidez y por daño
oxidativo, lo que repercute en la función celular. Además, se observa un estado de incremento de la
inflamación y la coagulación. Los adipocitos son células muy activas desde el punto de vista
endocrino y metabólico y en situaciones de estrés liberan citoquinas como IL-6 y factor de necrosis
tumoral alfa y la grasa abdominal se moviliza más fácilmente que las otras fuentes. Los adipocitos
abdominales producen tres veces más citoquinas proinflamatorias que la grasa extravisceral y grandes
cantidades de PAI-1. El SM se asocia con enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer,
aterosclerosis y enfermedad coronaria, cánceres de: mama, próstata, colon y endometrio. También se
asocia con diabetes tipo II, litiasis biliar, esteatohepatitis no alcohólica (NASH), síndrome de ovario
poliquístico y otras enfermedades crónicas. (Stig) Estos hechos estudiados y conocidos abren nuevas
perspectivas a la Medicina para el estudio, comprensión y tratamiento de muchas patologías que
ahora afectan al hombre y que pretenden considerarse por separado a cada una de ellas, sin tener en
cuenta el tronco común que las une.
Toda esta biotecnología nos está indicando claramente que lo único que hace el hombre es
reproducir, a mayor escala, lo que la naturaleza viene haciendo en miles de siglos. Pero, también, esa
naturaleza nos enseña que cuánto más se artificializa lo natural, mediante la tecnología, mayor es la
alteración negativa de la calidad de vida. La vida es la maestra que nos enseña que no todo es
inmutable sino que puede ser renovado en forma creativa, pero con la condición de que no se atente
contra el orden natural. Todo lo que hemos expuesto hasta acá, es con la intención de generar una
reflexión seria y profunda sobre lo que le está ocurriendo al hombre bajo la acción del estrés, al cual
debe reconocérsele para evitarlo, prevenirlo y curarlo, sopena de que sea la mayor causa de
enfermedad de este siglo.
ESTRESANTES
ADRENALINA
NORADRENALINA
CORTISOL
SÍNDROME GENERAL DE ADAPTACIÓN Mecanismos alostáticos
vulnerabilidad
resiliencia
SISTEMAS HOMEOSTÁTICOS
¿Qué es el carácter?
Etimológicamente, carácter (que proviene del latín character) significa marca o señal y también
estilo. Sería lo que se marca o imprime en alguna cosa.
1. Conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa o persona, que las distingue,
por su modo de ser u obrar, de los demás
2. Fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, firmeza, energía
3. Estilo
Desde el punto de vista de estas definiciones, pareciera ser que a carácter se lo ha querido
referir como aquello que conforma personalmente a un hombre, imprimiéndole un sello personal
que lo distingue de otros hombres. Pero también como un signo de voluntad fuerte o firmeza de
espíritu. También podría ser el estilo personal de vida como modo o forma de ser. Luego, todo esto
liga a carácter con personalidad, voluntad y espíritu firme y enérgico.
Erich Fromm concibe al carácter como la manera más o menos permanente en que la
persona canaliza su energía. En su continuo interactuar del hombre con su medio (las cosas y
personas que lo rodean), despliega su energía espiritual. Es acá donde funciona la acepción de
carácter como energía.
Fromm, a diferencia de Freud que cifraba esa energía en el impulso sexual, atribuye al
carácter el medio o modo que permite la utilización óptima de la energía humana, que no sólo como
objetivo la relación interpersonal del hombre con otros hombres y las cosas del mundo, sino también
la guía para su supervivencia.
Personalidad y estrés
¿Cómo juega el carácter frente al estrés? ¿Por qué en las mismas condiciones y frente a
iguales estresantes, unas personas reaccionan intensamente y enferman más y otras con menos
intensidad y, algunas, incluso, no se afectan? En esto juegan varios factores o variables a tener en
cuenta. Hay ciertos elementos que se dan en grupos poblacionales que puedan tener una situación
especial. Es el caso, que ya anticipamos, que poseen una mayor sensibilidad a los factores estresantes.
Uno de estos grupos es el constituido por aquellos que dependen de un estado tiroideo previo. Los
que padecen hipotiroidismo tienen menos capacidad de reacción que los hipertiroideos, mientras que
los eutiroideos reacción dentro de lo normalidad. Pero dentro de la normalidad también anticipamos
que hay personas con mayor vulnerabilidad al estrés, mientras que otros presentan una especie de
resistencia o resiliencia.
Otros factores poblacionales son las idiosincrasias que posee cada pueblo. A los factores
poblacionales, en particular, pueden sumarse los factores psicosociales de cada comunidad, por los
cuales hay grupos sociales o comunitarios que determinados eventos sociales provocan gran estrés,
mientras que en otros los mismos eventos causan menos estrés. Uno de los ejemplos lo vimos al
estudiar los eventos cotidianos y la clasificación de Rahe, en lo referente al trabajo, en que hay
naciones que la desocupación por despido laboral se resuelve fácilmente, mientras en otras es
insoluble.
1. Personalidad A
2. Personalidad B
Personalidad A
Es la personalidad que tienen los que Selye llama “procuradores de estrés”, es decir, personas
reactivas al estrés en grado sumo y que, con su estilo de vida tienden al estrés. Vulgarmente, podrían
denominarse “tipos caballo de carrera” porque estarían dispuestos permanentemente a competir, a
“estar en carrera” o “tipo liebre” porque viven desplazándose velozmente.
d) Tienen una ambición con deseo persistente de progreso y reconocimiento del mismo
e) Son agresivos los que les lleva a adoptar actitudes hostiles y duras, especialmente cuando
enfrentan un problema de competición, ganar una discusión o imponer una opinión. Algunos viven
en estado de irritabilidad. Cuando alcanzan determinado grado de hostilidad pueden ser borderline
entre personalidad A y D
f) Son impacientes, con hábitos motores desasosegados y respuestas verbales entrecortadas, con
deseo de apresurar constantemente el ritmo de ejecución de la actividad física e intelectual.
g) Procuran la compañía de los demás (extrovertidos), pero en muchos casos establecen pocos
intereses y relaciones personales al margen del trabajo. Dentro de su extroversión, prefieren o dan
más importancia a las relaciones que significan útiles a sus intereses laborales o profesionales.
i) Hacen todo con rapidez, acentuando el sentido de premura. Aman la velocidad y viven en
prisa constante.
k) Se autoimplican con el trabajo y están constantemente preocupados con los límites del tiempo
en el despacho de su labor. Están sujetos a plazos perentorios en todos sus proyectos. Sustentan el
criterio “las cosas deben ser hechas ya y rápidamente”. Establecen una implicación con el trabajo, con
tendencia a la actividad permanente. Esto les lleva a considerar el descanso o el ocio, en general,
como pérdidas de tiempo (salvo que en el ocio ejerciten alguna actividad de competición como
pueden ser juegos de mesa o deportes, o acudan a reuniones con posibles relaciones favorables a su
actividad laboral o profesional)
m) En todas sus actividades, incluyendo la vida familiar y las relaciones sociales, son dominantes
y autoritarios.
n) Son dominados por un pensamiento concretista, con dificultad para conocer y expresar sus
emociones. Buscan reducir todo a cuestiones objetivas y concretas evitando lo abstracto y subjetivo.
Buscan lo esencial y lo seguro en lo que se habla o escribe y cuando conversan se concentran en un
solo tema, evitando o impidiendo la inclusión de asuntos ajenos a lo que se está tratando.
Daniel López Rosetti sostiene que la personalidad A “se trata de una personalidad
socialmente muy aceptada y la que, al menos en algunas de sus características, posee la mayoría de
las personas. Esta gente envejece más rápidamente, tanto en su aspecto externo como interno”. Las
personalidades A tienen elevado nivel de colesterol, reducido tiempo de coagulación y acentuada
tendencia a desarrollar arteriopatía coronaria. Tienen mayor predisposición para el estrés
cardiovascular (Oddon y cols.) Presentan excreción elevada de catecolaminas, 17-hidroxicorticoides,
17-cetosteroides y 5-hidroxindol. Estos hechos aumentan el cortisol y disminuyen la modulación
vagal, por lo que son afectos a la taquicardia. Tienden, en el sistema nervioso vegetativo a ser
hipertónicos adrenales con un grado relativo de hipotonía vagal.
Responden con gran intensidad o exageración a un incidente generador de estrés, por lo que
son reactores calientes o reactores ardientes. Es probable que dentro de esta personalidad pueda
surgir, en alguna medida, la denomina personalidad H que luego estudiaremos, puesto que los
signados por la personalidad A y sus características a desarrollar enfermedad coronaria e HTA,
pueden ser los que originan esa franja especial de los “hostiles”, sobre todo, los que acentúan las
conductas de irritabilidad.
Personalidad B
d) Son más pacientes y “se toman su tiempo” para hacer las cosas o desarrollar el trabajo
e) Buscan tener “tiempo ocio” (free times) y se dedican más a esparcimientos de todo tipo
f) No conciben a su trabajo como una lucha contra los acontecimientos y las personas
Si bien las personalidades B no son un tipo de carácter totalmente inerte, son muy pasivos en
relación con las personalidades A y sus reacciones frente a grandes e intensos estreses son mucho más
moderadas que las del tipo A. Reaccionan más lentamente con la secreción de catecolaminas y
corticoides. Padecen menos enfermedades por estrés, especialmente las del aparato cardiovascular. En
contraposición con el tipo A, son reactores fríos (Eliot)
Personalidad C
Según Cía, el tipo C está referido al perfil introvertido, obsesivo y tendría relación con el
perfil psicológico que tiende a interiorizar o internalizar la reacción al estrés, mecanismo por el cual
lo autoperpetúan y cronifican. Cía caracteriza este perfil como “falso tranquilo” dado que a pesar de
una gran apariencia exterior de persona resignada, callada y apacible, de escasa agresividad y
aparente pasividad, “sufre en silencio”. Se muestran muy apacibles, extremadamente sumisos,
cooperadores y conformistas, siempre controlando las expresiones de hostilidad y deseosos de
aprobación social. Estadísticamente tienen mayor predisposición a reumas, infecciones, alergias,
variadas afecciones dermatológicas e inhibición inmunitaria asociada a cáncer.
Las personalidades C dan la falsa impresión de ser conformistas a ultranza, pero “su
procesión va por dentro”. Sería la personalidad de la tensión crónica, el “verdadero
distresado” (distresado crónico) porque el individuo que la posee es la persona presa o entrampada en
la tensión del estrés, el que no puede huir ni luchar, ni zafar del entrampamiento y esto le lleva a la
enfermedad o a la muerte. Muchas de estas personalidades pueden manifestarse en forma diferente:
con pseudooptimismos (“no hay mal que dure cien años”) o actitudes de bonachón (“a mal tiempo,
buena cara”), o ser deprimidos crónicos o ser totalmente pasivos, de “los que se dejan llevar por las
circunstancias”.
Personalidad D (personalidad H)
Este perfil fue estudiado en 1990 por Ahem y col. y descubrieron que, además de una mayor
propensión a la enfermedad vascular también tienen mayor tendencia al aislamiento social por lo
insoportable de su carácter (inhibición social). Se caracterizan por una afectividad negativa a la que
se le agrega disforia y ansiedad que aumenta la irritabilidad y la inhibición social lo que les lleva a
estar solos y no tener integración social. (Johan Donellet, 1998)
El individuo que tiene personalidad H es el que, por regla general es hostil. Es decir, se
caracteriza por estar permanente reaccionando con enojo. El enojo fácil es el estigma de la
personalidad, la que por excelencia, es la del “eterno enojadizo” (enojón). En los años de la década
del ‘60, el estudio San Francisco concluyó que la personalidad A era más propensa que la
personalidad B, a tener infarto de miocardio, debido a que la vida acelerada y competitiva parecía ser
una verdadera antesala del infarto. Pero ocurrió que a principios de la década del ’80, otros estudios
de los que fueron pioneros los esposos Williams investigaron que la mayoría de las características de
la personalidad A no producen infarto, pero si hay una franja muy particular de estas personalidades
que es la que causa más del 90% de los infartos detectados en esta personalidad (y probablemente en
una cantidad mucho menor, en otras). Y no solamente infartos, sino también otras formas de
cardiopatía por estrés, como por ejemplo, anginas y estas enfermedades casi siempre se acompañan
de HTA.
Esta franja es la constituida por los propensos al enojo hostil permanente, los que profesan un
estado de ánimo de enfurecimiento persistente que se manifiesta por actitudes agresivas u ofensivas y
sentimientos de enemistad. Son personas en que la hostilidad se manifiesta con actos violentos y
provocadores expresos (no es una furia interior o callada, que la puede poseer un tipo B). La
manifestación expresa y patente de acciones violentas es el sello de la personalidad H y es la
condición sine qua non para ser considerado dentro de ella.
Aparte de una idiosincrasia particular que marca el temperamento y el carácter hostil, hay
otros mecanismos que nosotros hemos considerado con Orlandini como microestresores cotidianos,
que constituyen un estado de fastidio cotidiano que en los predispuestos lleva al enojo hostil. Este
estado de fastidio no es provocado por grandes catástrofes ni por sucesos violentos e imprevistos,
sino por la sucesión de pequeños inconvenientes diarios, que hacen a las costumbres normales y
necesarias de nuestras vivencias, pero que provocan reacciones fisiológicas que preparan al cuerpo
para una reacción furibunda.
Estas situaciones que describimos como el “salto de cama”, la “rutina hogareña” y el “estrés
citadino” llevan a una hipertonía adrenal (aumento del tono simpático) desatada por la hipersecreción
de catecolaminas en el distrés y afecta al aparato cardiovascular. Cuando opera sobre las arterias
periféricas provoca primero, en forma funcional, una vasoconstricción y eleva la tensión arterial en
forma lábil (aparecen y desaparecen picos hipertensores).
La acción distresante permanente de los microestresores del estado de furibundia son causa de
HTA crónica que puede considerarse de origen renal y catalogarse dentro de las HTA nefrógenas.
Los más afectados por el sistema de renina son los que poseen la personalidad A, pero muy especial y
principalmente, los de la personalidad H, de ahí que los microestresores llevan a un importante
desfasaje emocional por la suma de los mismos y provocan enojo o ira que Goodman & Gilman
expresan con el neologismo furibundia al que podría definirse como la “propensión a entrar en
estado de furia, enojo o ira”.
Los iracundos o furibundos, que activan el sistema renina-angiotensina a través del reflejo o
acción sobre la mácula densa renal producido por las catecolaminas, preparan al organismo para
entrar en acción frente a un estado conflictivo inminente o inmediato, pues la vasoconstricción tiene
dos objetivos simultáneos: provocar hemostasia en caso de heridas por un lado y por el otro
aumentar el suministro de oxígeno al sistema muscular para mejorar o potenciar su acción. De igual
manera, la elevación de la presión arterial provoca una cierta obnubilación al sistema de
razonamiento (como limitación de la capacidad de razonar o analizar) por lo que el individuo queda
en un estado de obcecación.
Estos hechos fisiológicos que condicionan la reacción específica de alarma del SGDA de
Selye, es el que permite la supervivencia en caso de una lucha abierta o franca, que exige la
participación del cuerpo. Todo ocurre de forma tal que quien va a batallar, deja de pensar en las
consecuencias posibles del afrontamiento, sobre todo, las negativas como peligro de exponerse a
lesiones graves o morir, y de ese modo evita caer en la depresión emotiva en la que una disminución
de la motivación para luchar podría ser una desventaja que le reste capacidad de lucha, facilitando
que sea dañado o muerto. De igual modo, la obcecación le permite mantener un acicate constante
para terminar la lucha con la derrota o muerte del enemigo o la cesación del conflicto. La existencia
del enojo hostil o ira, es hartamente conocida y tratada por el vulgo, como por científicos. En lo
vulgar, siempre se pensó que era mejor expresar que reprimir la ira. Entre las tendencias de los
investigadores, hubo grupos que pensaban, con el criterio del aserto vulgar, que era más saludable
expresar que reprimir un enojo, mientras que otros sostenían lo contrario.
Así la teoría Williams es que la expresión violenta del enojo lleva a la enfermedad
cardioisquémica y la HTA. Redford Williams advierte que “quienes poseen este tipo de personalidad
padecen más enfermedades de toda clase. Tienden a comer, fumar y beber más y, cuando están
enojados, a afrontar la vida con más estrés que el resto de la gente.” Cerca del 20% de la población
es irascible (aunque en Argentina últimamente esta relación puede escalar a una cifra mayor) y otro
20% tiene buen carácter. El resto, 60%, se encuentra entre los dos extremos. Los rasgos sobresalientes
del irascible son: agresividad, pesimismo y falta de confianza en los demás.
En otra tesitura, Mara Julius concluye que no es sano aguantar el enojo por lo que no
manifestar el enojo es nocivo. Sin embargo, a pesar de los desacuerdos de las opiniones, todos los
expertos coinciden en que es conveniente entender y dirigir esta emoción elemental de la ira, porque
tanto su represión como su manifestación violenta son muy nocivas.
En este sentido, la Dra. Julius postula que lo más saludable es concentrarse en resolver el
problema que ha causado el enojo, esto es, “tomar al toro por las astas”, ponerlo frente a sí, y
encontrar una salida más satisfactoria y menos frustrante y peligrosa que la reacción iracunda (que
nosotros luego estudiaremos en detalle para explicar el impulso homicida no psicopático). Charles
Spielberger sostiene que tanto reprimir la irritación como desahogarla produce los mismos efectos
psíquicos.
Lo ideal es la tesis Julius: mantener la calma y resolver los conflictos irritantes, lo que evita el
riesgo de infarto. La teoría Julius fue confirmada por Harburg. En consecuencia, la solución no es
reprimirse ni expresarse en forma colérica, sino en resolver el problema que ha causado el enojo. La
irritabilidad, ira u hostilidad, al producir estrés, disminuyen la eficacia del sistema inmunitario, sobre
todo de las defensas naturales que se encargan de destruir las células cancerosas, lo que determina una
mayor incidencia de cáncer.
Los esposos Williams han confeccionado el test Williams, con base en 12 preguntas, cuya
calificación se realiza a través de las respuestas positivas con que se contestan dichas preguntas. Este
test permite determinar si se posee o no una personalidad H o cuando son las probabilidades de entrar
en el estado iracundo que le lleve a la posibilidad de la enfermedad cardiovascular como efecto de la
reacción a los factores distresantes.
Test Williams
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CAPÍTULO V
Hemos señalado que el estrés está estrictamente relacionado con la depresión, ansiedad y la angustia
(conmorbilidad del estrés). Por este motivo incluimos un capítulo dedicado a este tema, puesto que
hay conmorbilidad entre el estrés y los cuadros generados por la ansiedad, la angustia y la depresión,
a tal punto que se entretejen haciendo imposible una separación neta de los mismos, puesto que usan
los mismos mecanismos fisiopatológicos, que según explicamos, funcionan como una vía común
final. Ya adelantamos que cuando se realiza un estudio, una investigación o existe controversia, en
una cuestión, lo primero es definir qué es el objeto en cuestión (cuál es su esencia o naturaleza). El
tema en cuestión en este parágrafo es la ansiedad y la angustia y su esencia o naturaleza la iremos
develando en las apreciaciones que siguen. En la investigación actual se sabe que todo objeto puede
ser contemplado desde diferentes puntos de vista, por lo que se tiende a considerar cada punto de
vista como un aspecto. Por esto, al definir qué es ansiedad y angustia, es necesario abarcar la mayor
cantidad de aspectos, sobre todo, cuando está en marcha un proceso de revisión de los fenómenos
ansiedad y angustia. Habíamos hecho referencia a que el primer aspecto conceptual son las
definiciones primarias de un término que, generalmente, las más usadas son dos: las denotativas y las
connotativas.
Ansiedad (del latín anxietas) es el “estado o agitación, inquietud o zozobra del ánimo”;
“angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis y que no
permite sosiego a los enfermos”. Angustia es “aflicción, congoja”; “temor opresivo sin causa
precisa”. Ansia es “congoja o fatiga que causa en el cuerpo inquietud o agitación violenta”;
“angustia o aflicción del ánimo”
Cuando la ansiedad es definida por las ciencias como la Medicina, la Psicología y otras, en
estos casos las definiciones son connotativas porque toman aspectos individuales, adecuados a los
enfoques que los fines de cada disciplina imponen. Para la Medicina veremos que el término sufre
modificaciones radicales después de la década del 80, en relación con los años anteriores a esa
década. Para ilustrar definiciones anteriores al 80 hemos encontrado algunas como que ansiedad es
“angustia o intranquilidad que acompaña a enfermedades agudas” y angustia sería “temor morboso
ante un peligro imaginario” o “estado afectivo exacerbado en los psicópatas, combinación de
disgusto y tensión interna, sensación de inquietud y espera de sucesos dolorosos”. Otros textos, a
pesar de una edición reciente definen a la ansiedad con el mismo concepto visto, pero difieren al
definir a la angustia como “estado de aprensión, intranquilidad y temor desproporcionado a la
amenaza real, la principal característica de las neurosis acompañadas de síntomas somáticos”. Para
definiciones posteriores a 1980, consultamos un texto editado en 1993, en el que ansiedad (del inglés
anxiety) es un “estado emocional desagradable, resultado ostensible de un conflicto intrapsíquico no
reconocido. Las concomitantes fisiológicas incluyen aumento de la frecuencia cardiaca, alteración
de la frecuencia respiratoria, sudación, temblor, debilidad y fatiga”. Este mismo texto incluye la
definición de trastornos de ansiedad como “trastornos mentales en que predomina la ansiedad y el
comportamiento de evitación, es decir, trastornos de pánico, agorafobia, fobia social, fobia simple,
trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés postraumático y trastornos de ansiedad
generalizada”. Luego, a la ansiedad se la encuentra asociada a la depresión, y más específicamente, a
la distimia, al pánico y otras fobias, a trastornos de la conducta alimentaria y a la mayoría de los
trastornos de la personalidad. Estas definiciones nos permiten arribar a algunas conclusiones sobre
ansiedad y angustia:
1. Antes de 1980 ambas eran consideradas como neurosis, después de esa década, se consideran
estados o desórdenes (en inglés disorders) o trastornos.
2. Ambas están íntimamente relacionadas, a tal punto que la angustia está incluida como
elemento componente de la ansiedad.
3. Ambas son estados de ánimo, estados emocionales, estados de aprensión o intranquilidad o
inquietud, trastornos mentales, conflictos intrapsíquicos, estados afectivos exacerbados.
4. Ambas conllevan “temor morboso”, “temor desproporcionado”, “disgusto”, “tensión
interna”, “pánico”, “temor opresivo” y provocan signos y síntomas psicosomáticos.
5. Ambas pueden tener causas reales u objetivas, externas o causas irreales, imaginarias,
internas o intrapsíquicas.
Las definiciones delimitan la extensión del uso de una palabra, pero no siempre llegan con
profundidad al concepto total de un término. El investigador de hoy, que asoma al siglo XXI, ya no
puede ser un simple técnico que aprende ritualmente conocimientos teóricos y aplicaciones prácticas,
a las cuales usa automáticamente. En su condición de “ser pensante” debe asumir el rol de
investigador que frecuentemente pregunta por las “causas últimas” de los particulares fenómenos que
afectan al hombre desde el punto de vista vital, en especial aquellos que dañan su integridad
psicosomática. El hombre, en su naturaleza o esencia, no es “una suma de partes” sino un “todo
indivisible”. Si bien a los fines prácticos u operativos de la ciencia médica incluyendo la psiquiatría y
la psicología, se habla de un “soma” (cuerpo) y de una “psiquis” (alma), en la realidad todo
fenómeno que se da y sea englobado en uno u otro de estos sectores, altera a ambos y los
conmociona como un todo (holísticamente). En virtud de este concepto, no sería correcto, en
consecuencia, ocuparse sólo de signos y síntomas, sino pensar en el fenómeno total. El psiquiatra o
el psicólogo, más que un técnico, es el único profesional que debe esforzarse en “comprender” a cada
“hombre alterado”, con el mayor conocimiento posible de los orígenes de esa alteración. Esta actitud
comprensiva significa que debe extremar todos los medios para llegar a conocer al “fenómeno vital
humano” en todas sus implicancias y aspectos afectivos, emocionales, racionales y no solamente
somáticos. Para cumplir esta meta, además de una amplia y correcta información sobre la ciencia
médica actualizada, debe estar formado para conocer y comprender globalmente al “hombre
alterado”. El rol del “psiquiatra o psicólogo auténtico” no termina con estas acciones. Debe
extenderse más allá de ser un “supresor de signos y síntomas” para llegar a ser un verdadero
“curador” (del latín curia = cuidado). Ser curador compromete a no atender sólo la coyuntura
sintomática, sino que, además, debe antelar las causas de un mal y acompañar a su paciente por el
camino de la alteración para señalar cómo hacer lo correcto y evitar lo conflictivo. Si el mal ya está
presente hay que evitar las complicaciones y tratar de erradicarlo o, al menos, atenuarlo; si aún no
acaece, prevenirlo. Esto es ser curador. El curador, para ser tal, debe tener resuelto sus propios
conflictos y alteraciones, pues de modo inverso no podría ayudar a otros a superar lo que padecen,
pues nadie puede dar lo que no tiene. La misión de educar al que acude en busca de ayuda, lo
transforma en un formador o docente, es decir, en un educador. Con esto, la docencia técnica va más
allá de una simple terapéutica. Debe saber explicar en qué consiste el mal que afecta a la persona que
lo consulta, cómo se manifiesta y desarrolla, cuáles son sus consecuencias y, ante todo, como
prevenirlo.
Nos hemos permitido esta digresión porque en el terreno de la ansiedad, que es una reacción
normal para el hombre, ésta puede transformarse en patológica cuando concurren muchos factores,
entre ellos, algunos de tipo filosófico, como explicaremos en este trabajo. Debido a esta circunstancia,
el psiquiatra o psicólogo debe tener una buena preparación científica, pero también humanística, que
abarque a todo el fenómeno hombre. En esta tesitura veremos primero los conceptos médicos de
ansiedad y angustia, para luego repasar algunos conceptos de la filosofía antropológica que tocan de
cerca y muy íntimamente a la angustia y a la ansiedad.
De la Hoz y col. se refieren a la ansiedad como una sensación de temor vago, intranquilidad,
tensión, nerviosismo, inquietud, etc., que suele producir molestia o disconfort (que es lo que
caracteriza a la ansiedad) La ansiedad es normal cuando es una reacción de alerta ante un peligro
físico real y acá es beneficiosa: prepara para la lucha o la huida y se trata de un mecanismo de
adaptación. En casos en que se despierta y aumenta sin causa real o naciendo de una causa real se
prolonga y autoperpetúa una vez desaparecida la causa, se debe considerar como anormal o
patológica. La ansiedad anormal es molesta por tres situaciones: cuando tiene causa imaginaria o una
real pero insuficiente para justificar la reacción; cuando se mantiene más tiempo del necesario;
cuando su intensidad es muy elevada, es decir, rebasa límites de tolerancia. La distinción entre
ansiedad normal (fisiológica) y anormal (patológica), se basa así en: las causas (etiología); en la
duración del cuadro y en la intensidad, la que da diferentes grados: más leve para la ansiedad normal
y muy intensa para la patológica. La duración del cuadro da un carácter más de aguda a la normal y
de crónica a la anormal. La ansiedad aguda se presenta: con causa real (lo más frecuente), casi
siempre rápidamente y termina cuando se suprime la causa. La ansiedad crónica o patológica puede
haber tenido una causa real (lo menos frecuente) y haber sucedido dos cosas: una muy común que
consiste en que la causa haya desaparecido y la ansiedad se prolongue y autoperpetúe sin causa; otra
menos común, que la causa real se prolongue por tiempo indefinido creando un estado de ansiedad
permanente. Lo más típico de la ansiedad crónica es que no tenga causa real, sea de gran intensidad y
dure un lapso prolongado. Con causa real se puede instalar rápida o bruscamente, mientras que con
causa imaginaria, la presentación, además de súbita o abrupta, es inesperada. Otra característica que
diferencia ambas ansiedades, es que la crónica, indefectiblemente, se halla asociada a síntomas
orgánicos, siendo lo usual que curse con “órganos irritables”: corazón irritable, colon irritable, etc. La
ansiedad patológica es componente inseparable de neurosis y psicopatías (esquizofrenias, depresión,
etc.) En el estrés hay ansiedad en todos los tipos y grados y puede ser normal o anormal de acuerdo
al tipo de estrés. Todo ocurre de forma tal que “así como el dolor acompaña al daño orgánico, la
ansiedad acompaña al daño psíquico”. Sin embargo, salvo en los cuadros de ansiedad pura, nunca
es síntoma guión. La relación estrés-ansiedad es muy estrecha y alternante: toda reacción de estrés
genera ansiedad; todo trastorno de ansiedad genera algún tipo de estrés. Fisiopatológicamente,
tanto el estrés como la ansiedad, se comportan de igual modo. La sutileza de diferenciarlos puede
estar en lo filosófico más que en lo médico, dado que la ansiedad puede ser generada, mejor dicho,
de hecho, es más generada en el plano existencial que en lo fáctico. Contrariamente el estrés en un
gran porcentaje de casos casi siempre es generado en lo fáctico, sea por un hecho real o concreto o
por un hecho irreal o imaginado. En cierta medida, la trilogía estrés-ansiedad-enfermedad está
planteada groseramente como el clásico dilema vulgar: ¿qué es primero: la gallina o el huevo? En los
cuadros de ansiedad pura, el individuo con frecuencia no sabe la causa de su padecimiento y no
supone qué es lo que le produce intranquilidad o nerviosismo ansiosos. Los conflictos que provocan
ansiedad, en este caso, puede encontrarse en el inconsciente (ansiedad intrapsíquica) o puede haber
un hábito de reacción con ansiedad excesiva ante cualquier estímulo mínimo.
¿Es frecuente este trastorno? Hasta ahora hubo muchas dificultades de suministrar cifras de
frecuencia de los casos de ansiedad que necesitan tratamiento médico. Los problemas se debieron
primero a una clasificación o catalogación de los casos de ansiedad que se aplicaba en forma confusa
y poco sistematizada por la falta absoluta de patrones o criterios claros de diagnóstico. En segundo
lugar era algo complicado decir hasta dónde llega una ansiedad “normal” y cuándo empieza la
“patológica”. Es obvio que todos padecemos algún grado de ansiedad normal, lo que permite decir
que ésta es connatural al hombre. En cuanto a la patológica, no es fácil precisar con exactitud cuando
es padecida en una forma pura. Algunos autores opinan que la ansiedad se encuentra en la cuarta
parte de los enfermos que acuden al médico general y en casi todos los que acuden al psiquiatra. Esta
alteración va en aumento. La vida moderna, con sus cambios, su agitación, su continuo movimiento,
hace que cada vez sean más las personas que se suman a los que padecen trastornos de ansiedad, de
forma tal que unida a la angustia y a la depresión, “constituye una verdadera plaga de nuestro
mundo actual”. En el mundo de hoy, el fenómeno de globalización que impuso la informática, nos
permite afirmar que la ansiedad es, a su vez, un síntoma globalizado también porque, como lo
enuncia Sáiz Ruiz, “no existe un fenómeno psíquico más universal que la ansiedad”. En la
consideración de la génesis de la ansiedad hay que enfocar las características estresantes de la vida
moderna que comprenden:
• conflictos interpersonales
• aglomeraciones (que se ven en los espectáculos, supermercados y otras situaciones que
Ortega y Gasset definió como “lleno pleno”, para referirse al fenómeno antes nunca visto, de las
aglomeraciones cotidianas urbanas en lugares de trabajo, medios de transporte, hospitales, tránsito
callejero tanto peatonal como vehicular, etc. con la consecuencia inevitable de “formar colas”
interminables)
• contaminación sonora y electromagnética
• cambios rápidos y conflictivos de los sistemas políticos y sociales
• violencia social irrefrenable e impune (aumento sideral de la delincuencia, de la agresión
física y verbal, violación sexual y de la propiedad privada, terrorismo, guerras, represión excesiva,
tanto militar como policial y política).
• recesión económica acentuada (inflación o deflación, desocupación, despido laboral,
empobrecimiento paulatino creciente, salarios magros e injustos, aumento solapado de precios y
costos, exacción impositiva, persecución fiscal intimidatoria, impedimentos para trabajar o negociar
libremente, expropiación arbitraria de bienes, etc.) y otros estresantes que conllevan la trilogía estrés,
ansiedad y depresión unidas íntimamente y aparecen influenciándose mutuamente (el estrés genera
ansiedad y/o depresión y viceversa).
Sea por la actuación general de este estrés social que hemos enumerado o por el estrés
personal (ocasionado por situaciones que Rahe catalogó en su tabla de eventos recientes y que
inducen tensión extrema, miedos irracionales intensos, sentimientos de ira, hostilidad y agresión), en
algún momento comienza a percibirse la protesta orgánica, la cual ocurre como si el cerebro
discutiera con los órganos y éstos le replican agriamente, aumentando el azoramiento cerebral. Por
instantes, la hecatombe autonómica o vegetativa se desboca en una respuesta exagerada e indefinida,
que tiene más de temor que de alerta. Es una reacción que no prepara para la lucha ni para la huida,
sino simplemente sidera y entrampa al que la sufre, en una especie de círculo vicioso de “eterno
retorno”. Además, obra como respuesta desmesurada con relación a estímulos reales o imaginarios,
que una vez desatada puede autoperpetuarse, es decir, permanecer sin causa aparente. El síntoma
inicial (que no siempre es patológico porque a veces es útil para rendir mejor ante un determinado
esfuerzo o estímulo) cuando se “mentaliza” (como si fuera un cliché mental) puede somatizarse y
volverse anormal por lo que Sáiz Ruiz dice que ocurre como si “el correcto proceso de adaptación
tuerce para producir enfermedades reales”.
1- del súper-yo
2- de castración
3- de separación
4- del ello.
Para los psicoanalistas, la solución de la ansiedad está en descubrir la raíz del conflicto y
sacarlo del inconsciente. En esta concepción es evidente la dificultad de encontrar el origen de las
vivencias negativas y es mucho más difícil vaciar las emociones y mecanismos psicológicos montados
sobre ellas durante tanto años.
Los conductistas radican la ansiedad en respuestas del organismo o del individuo, a estímulos
externos que son frustrantes o peligrosos. Estas respuestas se perpetúan, aún cuando ha caducado la
necesidad que las originó y se transforman en patologías o se generalizan, produciéndose ante
cualquier tipo de estímulos, de cualquier intensidad. En la concepción de esta escuela, los fenómenos
son conductas aprendidas, es decir, ante un estímulo hay una respuesta previamente aprendida. De
este modo, el estrés de la sociedad, las dificultades de la vida, las situaciones desagradables, todo lo
que ocurre a nuestro alrededor es considerado como estímulo que exige una respuesta del individuo.
Cuando la respuesta no es posible o insuficiente para solucionar el problema, aparece la ansiedad.
Así, la ansiedad es reacción frecuente cuando se trata de conflictos de evitación: no poder evitar algo
adverso. También es conflicto de punición: castigo por un hecho punible. La repetición
consuetudinaria de la ansiedad por imposibilidad de una respuesta adecuada, cuando ocurre muchas
veces, llega a distorsionar la percepción de la realidad. El comportamiento o modo de actuar del
individuo, su conducta, se restringe o estrecha, se empobrece y no puede evitar o superar las
situaciones conflictivas, de manera que el caudal de su experiencia de creación y de nuevas
respuestas, disminuye notablemente. Este hecho, con el tiempo, produce un fenómeno típico: el de
generalización. Según este fenómeno, todos los estímulos provocan ansiedad y se instala una
ansiedad crónica. Cualquier cosa que ocurra se percibe como peligrosa y el no poder evitarla o
superarla, instaura una angustia con síntomas psicoorgánicos. En el conductismo la ansiedad aguda
acaece por la aparición brusca de una respuesta, cuando existía la sensación de que estas respuestas
habían desaparecido y, consecuentemente, los controles de ellas habían descendido en el afectado. No
siempre el estímulo de ansiedad aguda es intenso sino que dependerá de cuánto sea el nivel de
descenso. La ansiedad crónica es fruto de situaciones continuas y sucesivas que no reciben respuestas
de adaptación. Para el conductismo, la ansiedad como conducta aprendida, se puede des-aprender, lo
que le hace algo superable con la conducta debida. En este sentido, las teorías conductistas pueden ser
un modelo útil para abordar el distrés de la vida actual, cuando éste provoca ansiedad tanto aguda
como crónica.
1. cambios bioquímicos provocados por la reacción de alarma del estrés y provocan síntomas y
enfermedades psicosomáticas;
2. reacción de alarma, proceso donde interviene la corteza cerebral, el sistema neurovegetativo
y el sistema endocrino.
Ante una situación de peligro, el cerebro capta y comprende lo que ocurre y esta
“información de peligro” es enviada al sistema límbico que regula y coordina las emociones y
comunica sus reacciones al locus ceruleus, verdadero centro de la alarma y ansiedad. Desde este
centro se estimula el sistema neurovegetativo y el endocrino, ante el impulso de emociones ansiosas
(rabia o ira, miedo, pánico). La reacción de alarma o estrés, merced a las hormonas y estímulos
nerviosos corticales y viscerales, altera todo el organismo para luchar o huir del hecho externo
peligroso. La clasificación de la ansiedad en endógena y exógena, en la escuela biologista, se debió a
Sheehan y Herrero Velazco (1983), quienes confeccionaron un cuadro con las características de
ambas, de acuerdo a estas nueve variables:
1- crisis de ansiedad
2- tensión
3- influencia del entorno
4- neurosis o afecciones relacionadas
5- edad de comienzo
6- antecedentes familiares de crisis de ansiedad
7- consultas médicas
8- respuesta a terapéutica farmacológica
9- respuesta a psicoterapia.
De esta manera, la ansiedad endógena tiene: crisis de ansiedad frecuentes; tensión presente y
sin causa aparente; poca influencia del entorno; se acompaña de afecciones relacionadas (fobia,
hipocondría, etc.); comienza entre los 20-40 años de edad y el 80% de casos se da en mujeres; tiene
antecedentes familiares de crisis de ansiedad; las consultas médicas son frecuentes, sobre todo en las
guardias de emergencias; responden bien a los psicofármacos para la ansiedad y antidepresivos;
responde mal a la psicoterapia. La ansiedad exógena no tiene crisis de ansiedad; la tensión es
provocada por causas externas; es muy influenciable por el entorno; las afecciones relacionadas no
existen o son raras; comienza a cualquier edad y se da por igual en ambos sexos; no tiene
antecedentes familiares de crisis de ansiedad; rara vez acude al médico; no responden a la
farmacoterapia; dan buena respuesta a la psicoterapia. Otras conclusiones de esta clasificación son
que:
Con su cualidad racional o inteligencia, el hombre llena de sentido a los otros seres o entes que
conviven con él. Por esta característica que resaltan los existencialistas, Rodríguez Aranda la resume
como la tendencia a “afirmar que la determinación fundamental de la existencia humana es la
capacidad de relación consigo mismo y con las cosas exteriores”. El medio estimúlico, en donde el
hombre vive, al ser llenado de sentido, permite la primera trascendencia que se conoce como mundo:
el hombre con su inteligencia instaura un “lugar lleno de sentido” (mundo) en su medio estimúlico
(medio o ambiente) y en ese mundo cada cosa o ente tiene un significado. El hombre instrumenta lo
que le rodea y de esta manera, en medio de su mundo inteligido, opera con la cultura.
La inteligencia (intus legere) es una facultad que le permite leer dentro de los entes,
develando la esencia de los mismos y así ordena el caos (entes desconocidos o sin sentido) e integra
el cosmos (mundo conocido). Mientras el caos es una nada (lo no conocido o sin sentido), el cosmos
es todo lo conocido y pleno de sentido. Los entes al ser iluminados por la inteligencia, son
comprendidos (circum prendere = tomar dentro del círculo que forma el haz de la luz de la
inteligencia), es decir, conocidos y llenados de sentido. El caos es la nada en la cual se desvanece el
valor y el ser de los entes o cosas, pero hay otra nada filosófica conocida como nihil que es una
entidad irreal, imaginada por el hombre como una ausencia material absoluta de entes. En el
nihilismo las cosas no existen materialmente (nada ontológica).
Frente a estos dos conceptos de la nada (caos = entes presentes pero sin sentido o
desconocidos; nihil = ausencia imaginaria de entes), la nada existencial se diferencia:
Pero para los existencialistas aún hay una cuarta nada: la muerte (ausencia de posibilidades).
Para entender mejor “las nadas del existencialismo” hay que saber que entienden por existencia.
Mientras el hombre vive, existe. La existencia (ex-sistencia) es “estar fuera de sí”, no en el sentido de
ira o enojo, sino entendiéndolo como que “se sale de su mismidad (sistencia, interioridad, intimidad)”
para trascender al mundo. Deja de ser ensimismado para transformarse en un ser abierto al mundo.
En su existencia e instauración del mundo, el hombre va descubriendo o develando el ser de
otros entes y ese descubrir es un proyecto de posibilidades propias del hombre. Comprende qué es la
esencia de las cosas cuando las proyecta e integra al mundo de sus posibilidades. La posibilidad (“lo
posible”) de conocer es también posibilidad de hacer y así, entre conocimiento y quehacer, el
hombre desarrolla su proyecto existencial, el que es inmediato cuando es cotidiano (lo que hace día a
día) y es mediato o final cuando comprende todo el desarrollo de su vida.
Las nadas existenciales (caos, nihil, muerte, nada existencial propiamente) crean un tremendo
vacío (vacío existencial o espiritual) el cual genera pavor (Angst) que también ha sido llamado angor
o angustia (como una especie de libre traducción del término alemán Angst). Para la RAE, pavor es
el “temor, con espanto o sobresalto” lo que involucra el terror, asombro o consternación que se
despierta ante una amenaza o demostración que infunde miedo y que es una sensación que proviene
de un acontecimiento repentino o imprevisto. Es decir que el pavor puede presentarse como un temor
o susto repentino o imprevisto (improvisadamente o impensadamente).
De esta manera, el pavor puede surgir “ante la muerte” (considerando a ésta como
aniquilación total) o “ante la nada” (como pérdida de sentido de los entes, ya sea porque
imaginariamente no existen o porque los que existen se vuelven insignificantes o el anonadamiento
del caos como enfrentamiento de lo desconocido) y la nada es una sensación propia del hombre, el
único ente inteligente que puede dar o quitar sentido a las cosas y crear entelequias como la nada
absoluta. El pavor es un temple de ánimo, radical, que consiste en colocar al hombre ante la nada
misma (nada existencial) y en la escuela existencialista esto es el génesis de la angustia que lleva a los
graves trastornos de la ansiedad.
Las últimas tendencias existencialistas, para enfrentar al vacío existencial de la nada, propone
al hombre un conjunto de valores o axiología, que llene de sentido a la existencia, de modo tal que
cuando estos valores se diluyen o no se adquieren o no se comprenden, la existencia pierde sentido y
llega al vaciamiento o nada. La axiología es ordenada en una escala, en la cual la vida es el bien
supremo más deseado y es el primer bien de la escala. En el último peldaño ubica la muerte como el
bien menos deseado normalmente. Cuando se invierten los valores de esta escala hay subversión
porque el hombre que desea más la muerte que la vida, trastoca los valores esenciales (los que hacen
a la esencia o ser del hombre). El vacío axiológico lo lleva a la autodestrucción o a la destrucción
ajena, porque cuando la vida no tiene sentido busca su aniquilación y/o la de los demás yendo contra
su propia esencia (antiesencialidad).
Las formas de la antiesencialidad son varias y van desde la indiferencia total consigo y los
demás (como una especie de autismo) a un aislamiento absoluto (ermitaño) o a volverse suicida y/o
asesino o terrorista (subversivo social). La axiología existencial es larga y abarca además de los
valores de la vida y la muerte, el amor como autoestima y al prójimo (caridad). Víctor Frankl es uno
de los existencialistas que más han tratado la axiología existencial.
Yendo a otro punto de vista, la nada como “angustia del ánimo” puede ser conflicto y
conflicto es todo lo que significa “antagonismo, pugna, oposición”; “apuro, situación desgraciada y
de difícil salida”; “combate o angustia del ánimo”.
Con la corriente, escuela o filosofía existencialista, cerramos una lista incompleta de las
etiologías probables de la ansiedad, siendo la nada existencial inauténtica una verdadera causa (más
frecuente de lo que se cree y conoce) de la ansiedad moderna.
Lader explica que la ansiedad “es un concepto clínico bastante nuevo, en el que la emoción
es desproporcionada con respecto a su causa aparente. Aunque la ansiedad se considera un atributo
fundamentalmente humano, recién dentro de este siglo se la acepta clínicamente”. Lader asigna dos
significados en torno al “ser ansioso”:
2. tener la mente perturbada por algún acontecimiento incierto, estar en un estado de suspenso
perturbador o estar acompañado por las preocupaciones.
El primer tipo de ansiedad esta dirigido a una meta y es controlable. El segundo es difuso y
despierta sentimientos de desamparo y pasividad. La ansiedad centra en una sensación generalizada
de presentimientos y los tratamientos exitosos son aquellos capaces de remover esa sensación inefable
de la mente del paciente. Lader ratifica que “la ansiedad es una emoción normal que forma parte de
las experiencias diarias” y destaca que ante un peligro primero se siente miedo y luego ansiedad.
Concluye, como otros autores vistos, que la ansiedad puede ser normal o anormal y es ésta última la
que interesa a la Medicina porque existe la necesidad del paciente de encontrar alivio a esa ansiedad
patológica o mórbida que lo enferma. Es una ansiedad “en demasía” en lo relacionado a la
severidad, persistencia o penetración para ser tolerada por una persona. De acuerdo con la forma en
que se reacciona frente a la ansiedad, habría:
Por su parte, Lader establece una clara relación entre estrés, ansiedad y las enfermedades de
adaptación. Jaime Smolovich hace una reconceptualización de la nosología de la ansiedad,
aportando dos nuevos conceptos:
1. bajo el término ansiedad “se agrupan cuadros psicopatológicos que difieren entre sí y
responden en forma bastante específica a los distintos tratamientos tanto psicofarmacológicos como
psicoterapéuticos (o a la combinación de ambos)”
2. Los progresos en la investigación del mecanismo de acción de los psicofármacos han llevado
a un mejor conocimiento del sustrato neurobiológico y neuroquímico de la ansiedad.
1. aislamiento social
2. conflictos interpersonales
3. despersonalización
4. ausentismo laboral
5. calidad de vida.
La Real Academia Española no tiene una definición para disrupción, pero acepta a disruptivo
como lo “que produce una ruptura brusca”. En otras acepciones deja pendiente, como si la
disrupción fuese una especie de fuerza violenta y brusca, los conceptos de “descarga disruptiva”,
“tensión disruptiva”. El Diccionario Médico Dorland define a disrupción como “acción y efecto de
separar por fuerza”. Nosotros ya hemos tratado el concepto de estrés y ansiedad por disrupción. Este
concepto de ansiedad por disrupción fue traído a consideración por el Dr. Fernando Taragano en
un Simposio Internacional realizado dentro del Congreso Argentino de Psiquiatría reunido en Buenos
Aires en el 2002.
Según este autor el ambiente o entorno habitual de los argentinos en los últimos meses del
2002 en adelante, es un medio social cargado de amenazas, violencias y de alerta constante debido a
la inseguridad personal y a la inseguridad colectiva. Todo esto constituye una especie de “amenaza
difusa” o “vaga” que requiere de un proceso constante de alerta, lo que imposibilita el desarrollo de
las defensas adecuadas mediante respuestas adaptativas, y lleva a las alteraciones de los complejos
mecanismos de estabilidad vital. El principal factor de enfermedad que involucra la ansiedad por
disrupción, es el riesgo cardiovascular que induce enfermedades vasculares del tipo de
coronariopatías.
No hemos querido concluir este capítulo que introduce al conocimiento más profundo de la
ansiedad, sin mencionar algunos conceptos sobre la angustia, ya que hemos remarcado
repetidamente, que angustia y ansiedad van de la mano y ambas, de acuerdo a lo comentado
previamente, pueden ser causa, parte o consecuencia del miedo. Obviamente hay entre angustia y
ansiedad algunas diferencias y este parágrafo intenta aclararlas, razón por el cual lo incluimos
corriendo el riesgo de cometer digresión o ser muy extensos en nuestra exposición.
Muñoz Martín y Feduchi Canosa conceptúan a la angustia como “una emoción: la emoción
de angustia”, la cual se caracteriza por “fenómenos de orden fisiológico y psicológico”. Nosotros
adelantamos en las definiciones denotativas de la Real Academia Española que angustia era
“aflicción, congoja”; “temor opresivo sin causa aparente” y en las definiciones connotativas
médicas como “temor morboso ante un peligro imaginario”; “estado afectivo exacerbado en los
psicópatas, combinación de disgusto y tensión interna, sensación de inquietud y espera de sucesos
dolorosos” o “estado de aprensión, intranquilidad y temor desproporcionado a la amenaza real, la
principal característica de la neurosis, acompañados de síntomas somáticos”. La angustia está al
fondo de la cuestión de la salud mental, pues figura entre las causas de enfermedad mental, la cual
está muy ligada a la “comprensión del origen, manifestaciones y transformaciones de la emoción de
angustia”.
Cualquier estado de emoción o afecto tiene la posibilidad de ser apreciado por quien lo
vivencia como “un estado de excitación de su organismo”. El poder concienciar los estados de
excitación o tensión que eventualmente afecten al organismo, se debe a factores madurativos y del
desarrollo, que están tanto en lo biológico como en lo psicológico. La exposición previa a un estado
de tensión es la condición para que se presente una emoción. Muñoz Martín y Feduchi Canosa
resaltan que “muchos autores han querido ver en estos estados de tensión y en las modificaciones
correspondientes del organismo, el fundamento y el prototipo de las manifestaciones emocionales que
caracterizan la vida del ser humano”.
Estos autores piensan que la angustia es una de esas manifestaciones emocionales, a la que
consideran fundamental por su importancia en la organización del mundo. Este concepto lo
subrayamos al repasar la escuela existencialista. En consecuencia, la angustia está en relación tanto al
desarrollo intelectual y a la maduración afectiva normal, como al proceso del desequilibrio mental.
Como nota fundamental de la esencia humana, tiene un correlato anatómico y fisiológico muy
específico que es la zona cerebral de la emoción ampliamente estudiada a través del sistema límbico y
sus conexiones, y el locus ceruleus. Dentro de este centro de emociones está inmersa la angustia por
lo que muchos autores sostienen la “prefiguración de la angustia” a manera de “existencia de un
componente constitucional presente desde el nacimiento”.
Vistos estos conceptos podemos resumir que la angustia como emoción normal o patológica
es algo inseparable de la existencia humana y se despierta como “sentimiento de peligro inminente”,
tanto en lo orgánico como en lo psíquico y trastoca profundamente la personalidad, ocasionando un
desequilibrio que puede llevar a la despersonalización, sobre todo en la angustia crónica (la que se
prolonga en el tiempo). Entre los estudiosos siempre hubo tendencia a separar la angustia de la
ansiedad, reservando el término angustia para la manifestación corporal, como el “angor” con
manifestaciones orgánicas y neurovegetativas. El término ansiedad se utilizaba más para las vivencias
psíquicas propiamente. De este modo angustia sería lo neurofisiológico y ansiedad lo existencial.
Angustia y angor tiene una raíz común con angina. Angor y angina, en lo orgánico, se refiere a un
“dolor constrictivo”, a sensación de opresión y estrechamiento (estrechamiento psíquico, no físico o
estenosis). Probablemente la angustia esté emparentada con el angor y la angina por la sensación de
opresión que produce.
Sin embargo, esto no es tan simple, por lo que vale la afirmación de Ajuriaguerra de que
“las manifestaciones neurovegetativas y las vivencias emocionales, el malestar fisiológico y el
sufrimiento psíquico, se entrelazan de tal manera que resultan muy difícil, si no imposible, de
identificarlos por separado”. En este terreno conviene tener bien claro que hasta ahora, angustia se
relaciona, corresponde o refiere a acontecimientos imaginarios, no reales, es decir, fantasía
inconsciente sin origen en la realidad, mientras que miedo es una reacción de defensa o respuesta en
forma de huida o inmovilización frente a un peligro real y presente. La angustia es así un sentimiento
que se despierta ante “algo desconocido”, difícilmente identificable con un objeto concreto. En este
estado produce pánico. Cuando se identifica con algo concreto, se transforma en fobia, como miedo
irracional, absurdo, a determinadas cosas.
El miedo se experimenta siempre “ante algo conocido y peligroso” (acontecimientos
claramente identificables y fatales, en forma inmediata, para la integridad del individuo que los
afrenta). Cuando una persona se altera profundamente y no puede distinguir entre lo real y lo irreal, e
indistintamente reacciona con angustia en forma de miedo o temor, estamos ante una reacción fóbica.
Por estos conceptos, la ciencia médica incluye actualmente a la angustia dentro de los trastornos de la
ansiedad, como pánico y fobia. Mantiene la relación indisoluble entre angustia y ansiedad, que
siempre van unidas en grados distintos. En cuanto al miedo, éste se ha instalado en la sociedad
moderna bajo el pánico y las fobias y constituyen ambos una nueva fobia: la biofobia o “miedo a
vivir”. Todo lo referido a estrés, su relación con la vulnerabilidad genética y los trastornos de
ansiedad y angustia y depresión, los resumiremos en el siguiente esquema:
Factores ambientales
Traumas
Estrés cotidiano
Eventos vitales
¿Cómo se asocia el estrés y la depresión? Andrea López Mato escribe que en condiciones
basales, el cortisol ocupa el 90% de los McR (receptores de mineralcorticoides) y el 50% de los GcR
(receptores de glucocorticoides). “En las variaciones circadianas, se observa que por la mañana y
ante un estrés normal y transitorio, hay mayor ocupación de los GcR y entonces se produce una
inhibición más marcada del eje. Tanto en el caso de la depresión como en el estrés, existe una
situación paradójica, donde habiendo hipercortisolemia, existen concentraciones altas de CRH y
ACTH. Este fenómeno explica la falla funcional de los receptores, que se hallan imposibilitados de
realizar feedback negativo fisiológico sobre el cortisol”. La autora nos dice con esto que es evidente
la conexión entre estrés y depresión a través de los mecanismos de neurotransmisores. Pero es posible
que el estrés crónico o intenso, sobre todo cuando lleva en su base mecanismos de frustración u otros
elementos que alteren la timia, no sea infrecuente que el estresado frustrado termine con un cuadro
depresivo. Asimismo, muchos depresivos pueden vivir determinados momentos con una agitación
emocional estresante. Luego, el interjuego entre estrés y depresión lo es a través de mecanismos
similares o, al menos, con una misma vía final común, en que se afectan diversos neurotransmisores.
Todos estos mecanismos descriptos establecen una secuencia clínica progresiva y una conmorbilidad
entre estrés, distrés, trastornos de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales o psíquicos, a lo que
se suma lo psicosomático. Hay concatenación evidente de todos estos fenómenos y, en algún grado,
todos llevan una pizca o una gran tajada de cada uno de los fenómenos tratados. Cuando todos ellos
se suman y se patentizan con cuadros graves.
Weiss centra en el yo el mecanismo de percepción del peligro y afirma que ese yo no percibe
sensación de amenaza de peligro cuando puede disponer de defensas adecuadas. En este caso hay
homeostasis psíquica o mental. En sentido contrario, cuando el yo “percibe el peligro” es porque
siente que sus defensas no son adecuadas para la situación que debe enfrentar. Ante las circunstancias
que ese yo no puede dominar, se desata la angustia. Esto se debe a que hay situación de peligro que
“expondría el aparato mental a una estimulación tan ingobernable que la homeostasis no podría
mantener más. Tal ruptura de la homeostasis se denomina trauma”. Weiss da acá, la interpretación de
que trauma es lo que causa la ruptura de la homeostasis. La medicina considera como trauma a
cualquier herida o lesión traumática de origen físico o psíquico. Al trauma psíquico se le denomina
“choque emocional” que produce una impresión duradera en la mente, sobre todo en el
subconsciente. Mientras las escuelas sajonas se resisten a aceptar los términos de lesión o injuria
emocional o mental o psíquica, las escuelas psicoanalistas no dudan de su existencia. Igualmente,
algunas escuelas médicas tratan de diferenciar entre trauma y traumatismo, siendo el trauma la herida
o lesión directa mientras que traumatismo es el estado que resulta del trauma. Nosotros preferimos no
distinguir entre trauma y traumatismo y los utilizamos como sinónimos. Etimológicamente trauma
viene del griego y significa herida y la RAE tampoco distingue entre trauma y traumatismo
aceptando que son una misma palabra.
Retomando el trauma psíquico, al cual Weiss distingue meticulosamente del trauma físico que
afecta a las estructuras anatómicas, habíamos definido a sensación de peligro como un tren de
estímulos que llegan al cerebro y superan sus barreras defensivas. Cuando debemos hacer referencia a
lo subjetivo, evitaremos a Weiss y no hablaremos del yo, sino que lo reemplazaremos por conciencia,
mente, cerebro etc. aunque de ninguna manera esto significa que sean equivalentes al yo. Las
neurociencias han probado actualmente que los traumas psíquicos alteran la neuroquímica neuronal y
por ese mecanismo y la alteración del sistema endocrino-inmunitario, se lesionan circuitos cerebrales
que alteran la mente. Siendo la mente y el cerebro el sostén de todas las funciones psíquicas,
naturalmente una alteración neuroendocrinoinmunitaria neuronal induce una disfunción psíquica. Lo
que interesa a este trabajo es el mecanismo psíquico por el cual se produce angustia y se llega al
trauma psíquico. Se toma como base la teoría de Weiss del tren excesivo y anómalo de estímulos.
Freud llama “señal de angustia” a lo primero que el individuo siente ante posible situación
traumática. Esta señal constituye una forma leve de angustia que no altera la mente sino la prepara
para obrar rehuyendo o previniendo el peligro. Sería como una primera barrera defensiva contra
estímulos amenazantes, para actuar en forma adecuada en el afrontamiento con lo peligroso. Cuando
el grado de angustia avanza a niveles medianos o graves, se produce la paralización del individuo
ante el peligro, pues la situación escapa a su control y no puede actuar de ninguna forma. Es
consecuencia del “ataque de angustia” que paraliza el sistema motor y las funciones mentales y
emotivas. Pero desencadenan reacciones fisiológicas excesivas. Freud ha descrito a las palpitaciones,
temblores, dificultades respiratorias y otras actividades fisiológicas intensificadas como
“manifestaciones fisiológicas de la angustia”. Hoy, este cuadro se describe en varios trastornos
psíquicos, pero en el caso del trauma físico o psíquico se considera como parte del “estrés agudo” o
“ataque de pánico”, según sean sus características y causas (fuentes de peligro).
Weiss remarca que “las fuentes de peligro difieren entre sí” y distingue entre fuentes de
peligros reales e irreales. Así, la angustia puede ser desatada por un peligro externo real y constituye
un “miedo de algo existente en la realidad” (Real-Angst de Freud). Este estímulo real proveniente del
“mundo exterior”, de lo objetivo o peligro real pueden afectar a las defensas mentales y provocar un
“trauma emotivo” debido a la ruptura de la protección dinámica externa. Si la intensidad del peligro
o daño es leve, sólo genera una reacción de defensa y queda como una especie de “memoria del
peligro o fuente de trauma” y esta defensa le sirve a la persona para que cuando se encuentre
nuevamente con la misma o similar fuente de peligro, sepa que es dañina y traumática y huya o evite
confrontarla. Pero si el trauma es muy intenso y lesivo, lo que queda es la llamada “memoria del
horror” que acosa a la persona afectada con el recuerdo iterativo del hecho traumático (compulsión
de repetición de Freud). El cuadro se conoce hoy como “trastorno por estrés postraumático”. Pero el
nombre de estrés postraumático se asocia a una serie de trastornos psíquicos que llevan a confundir
cuando se titulan como estrés postraumático a cuadros diversos. El DSM IV ha reservado el nombre
de estrés postraumático únicamente para el estrés desatado por un trauma físico o psíquico que se
recuerda en forma repetitiva y se acompaña de ataque de pánico (miedo intenso y manifestaciones
fisiológicas de angustia).
La creatividad médica para plantear viejos problemas con nuevos puntos de vistas, lleva a
utilizar palabras nuevas (neologismos) para viejos problemas. Todos sabíamos de aquellas personas
que parecen ser “hechas con un molde determinado” al que tradicionalmente llamábamos
predisposición o, en términos médicos, diátesis. Siempre se suponía, en la base de todos estos
términos, un esquema genético ligado con lo heredofamiliar. Se es así porque “se viene de familia”.
O bien aquellos a los cuales, si bien no tenían antecedentes heredofamiliares o genéticos presumibles
o demostrables, se les consideraba idiopáticos o idiosincrásicos o primarios. Nosotros preferimos
llamarlo misterio ontológico (al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen) y seguir con una pregunta
abierta a nuevos puntos de vista para dilucidar las cuestiones indescifrables. Sin dudas que siempre
habrá un inquieto que quiera plantear la cuestión de lo indescifrable y nuevas postulaciones traen las
nuevas palabras. Así aparecen hoy dos neologismos: vulnerabilidad y resiliencia. En nuestro idioma
español, vulnerabilidad era la condición del “que puede ser herido, o recibir lesión física o
moralmente”, pero el neologismo médico adquiere otra connotación. Juan Carlos Stagnaro afirma:
“El término vulnerabilidad ha sustituido al de diátesis. Se refiere explícitamente a una predisposición
a nivel genético, ambiental y fenotípico. Pero se puede ir más allá en el análisis de este concepto y
pensarla no como defecto sino como potencia. En otros término, la vulnerabilidad puede ser definida
como una disposición innata expresada en función de lo adquirido, en diversos momentos de la vida,
aún muy tempranos; a un determinado desarrollo fenotípico, es decir, una capacidad, y no un
destino irremediable e irreversible. Esta perspectiva para entender la vulnerabilidad le otorga al
concepto una fructífera utilidad, ya que permite articular los datos provenientes del patrimonio
genético de un individuo con los determinantes ambientales, ya fueran estos precoces, durante la
etapa del desarrollo, o más tardíos. El término vulnerabilidad así entendido, significa que una
persona tiene una aptitud fenotípica para desarrollar conductas específicas en ciertas condiciones.
Se despeja así el riesgo de caer en determinismos rígidos y se puede analizar cada caso en sus
aspectos etiopatogénicos, pronósticos y terapéuticos, combinando factores en una ecuación dinámica
y plástica a la vez”. En esta cita, el autor deja claramente señalada la conveniencia de que se
enfoquen aquellos aspectos médicos que se creían irreversiblemente condicionados por factores
genéticos, especialmente en lo fenotípico (expresión física de acciones genéticas), con un punto de
vista más relativista y menos absolutista, a fin de que se considere la reversibilidad o la prevención de
esos fenotipos a cuya expresión contribuyen factores ambientales. Frente a la excesiva aceptación
incondicional del determinismo genético, el Dr. Alberto J. Solari considera que existe “menoscabo
de los factores ambientales en la enfermedad: el excesivo protagonismo de la Genética puede
oscurecer los factores dietarios, infecciosos, tóxicos y ocupacionales de la enfermedad”. Esto
significa que la vulnerabilidad, si bien puede tener fenotipias que se relacionen con lo genético, es
indudable que el agente más poderoso es la acción de los factores ambientales. Luego el
conocimiento de esos factores pueden ayudar a frenar, revertir o prevenir a la vulnerabilidad.
Precisamente, la reversión de la vulnerabilidad nos lleva a la resiliencia. Es probable que la raíz
etimológica de esta palabra provenga del inglés resilience que tecnológicamente significa elasticidad
y figurativamente, resistencia. En Física se aplica a los materiales capaces de resistir impactos. Esta
etimología denota una capacidad física para adquirir la plasticidad necesaria (elasticidad) para revertir
algo o bien la resistencia a un cambio. Así la resiliencia opera como una recapacitación o
recuperación de capacidad. Todo opera como que la vulnerabilidad es una entidad que ayuda a
operar cambios, venciendo la resistencia, mientras que la resiliencia es la recuperación de esa
resistencia para oponerse al cambio y revertirlo o adaptarse elástica y positivamente al mismo.
Carlos Soria aclara: “el concepto de vulnerabilidad tiene un par complementario que es el
concepto de resiliencia. La resiliencia alude a la capacidad de superar la adversidad y salir
fortalecido de ella. Quizás nuestras próximas reuniones giren en torno a este tema: ¿por qué
determinados sujetos tienen la capacidad de rebotar y recuperarse? Eso también tiene un
fundamento psicológico, evolutivo y biológico. Estos sujetos aplican lo que planteó Mao Tse Tung
con su metáfora de la táctica del bambú: pueden doblarse para volver a enderezarse con más fuerza.
No salen devastados sino fortalecidos de la situación de conflicto o, como decía Nietzsche, utilizan la
“táctica del arroyo”: retroceden para pegar el salto. Esto supone la puesta en juego de todos los
mecanismos de plasticidad yoica en cuanto a recursos y disponibilidad biológica.”
La vulnerabilidad se relaciona como que el cerebro reacciona ante las tensiones de la vida
cotidiana en forma negativa y el hecho traumático aumenta la vulnerabilidad cuando actúa sobre
zonas cerebrales donde existen sustancias como el glutamato y neurotransmisores similares que
producen una citotoxicidad neuronal disminuyendo el grupo de neuronas o promoviendo la muerte
neuronal. Pero este proceso no es irreversible y en las personas resilientes se ponen en juego otras
sustancias neurotransmisores que radican en el hipocampo y que favorecen la formación o la
activación de nuevas neuronas y redes de sinapsis que contrarrestan los factores tóxicos y ayudan al
aprendizaje de técnicas de resistencia a la adversidad. Es indudable que en estos cambios
fisiopatológicos interviene una carga genética de predisposición (los alelos del SERT), el
temperamento y el estado de ánimo o humor. Estos elementos son protectores cuando tienden a
formar actitudes positivas u optimistas y esperanzadoras (factores resilientes) y son dañinos cuando
generan actitudes negativas o pesimistas (factores de vulnerabilidad). En resumen: en la
vulnerabilidad juega un factor decisivo la neurocitotoxicidad, en la resiliencia la restauración
neuronal y la formación de nuevas redes sinápticas. Los aminoácidos excitatorios, en particular el
ácido kaínico, produce excito-toxicidad. La administración sistémica de glutamato ocasiona una
necrosis neuronal circunscripta a regiones ubicadas fuera de la barrera hematoencefálica. La
captación de glutamato por células gliales del sistema nervioso atenúa la toxicidad. La regulación de
las cantidades de glutamato presente en el medio extracelular y en la hendidura sináptica depende,
entre otros factores, de la captación neuronal, de la captación de células gliales y del equilibrio con el
metabolismo del GABA. El fenómeno tóxico se da cuando sobreviene un déficit no compensado en
alguno de esos mecanismos. Entre los mecanismos citotóxicos debemos señalar a:
⇒ La activación de los calpains, que degradando los distintos constituyentes del citoesqueleto
celular desorganizan las terminaciones
⇒ La activación de las fosfolipasas con producción del ácido araquidónico y radicales libres
⇒ La producción de monóxido de carbono y de un exceso de óxido nítrico que promoverían
una inhibición terminal de la secuencia respiratoria mitocondrial
La adicción a las drogas o el abuso de las mismas, constituye una actitud muy particular de
consumo, cuyo resultado es la introducción al organismo, en forma compulsiva e incontrolable, de
esas drogas. Todo ocurre de forma tal, que la adicción se define como un comportamiento
compulsivo que gobierna todos los objetivos existenciales de una persona. Las drogas son sustancias
farmacológicas muy variadas y susceptibles de abuso. Son diversas y la diferencia está en su
estructura molecular que actúa sobre un sustrato neural específico lo que produce efectos disímiles y
a veces contradictorios, pero que no evitan su condición de reforzadores positivos que inducen
dependencia. Sin embargo, existe el fenómeno de que no todas, sino algunas drogas, tienen la
capacidad de causar adicción, lo que motiva a pensar que todo depende de propiedades inherentes a
dichas moléculas. Lo que está claro para la estructura molecular de las drogas, no lo es tanto en lo
referente a las conductas humanas de los adictos. Éstas se manifiestan en formas muy diferentes de
uno a otro individuo. De ese modo, existe el hecho de muchos seres humanos han tenido acceso a la
droga, por lo menos una vez en la vida, mas únicamente unos pocos de ellos insisten en usarlas hasta
llegar a la adicción, mientras que otros consideran al consumo de drogas como una actividad
recreativa más. Estas diferencias de costumbres, usos y conductas son indicativas de que es probable
que la adicción signifique que el adicto tenga un sustrato de vulnerabilidad que lo lleva al desarrollo
de la adicción o del abuso. Conocer los mecanismos de ese sustrato de vulnerabilidad sería una de las
formas de conocer las causas, o al menos una de ellas, de la adicción. Nosotros hemos estudiado la
vulnerabilidad y en ella influyen los medios o entornos en que el individuo convive o se desarrolla
como persona. De esos entornos dependerá la vulnerabilidad en gran parte, principalmente en lo que
tienen más oportunidades amplias de contactarse con las drogas, y dentro de ellas, con las
consideradas prohibidas. Se ha señalado que muchos entornos que enmarcan “consumos populares o
masivos” son de pobreza y de opresión y desigualdad social. Pero esto no excluye los entornos en
que no hay pobreza, pero pueden existir tensiones sociales o profesionales como ocurre con los
“exitosos sociales” de todos los campos (económicos, empresariales, industriales, políticos, artísticos,
deportistas, etc.). No hay que excluir las altas clases sociales en donde no hay falta de dinero ni
presiones sociales importantes pero que parece que el tedio y el ocio inducen a conductas que aíslen a
estos “aburridos” de su chatura existencial y esto les puede llevar a la adicción. Como se puede
apreciar de estas observaciones, las conductas sociales de diferentes entornos pueden causar
vulnerabilidad. Si a esto se suma el uso (exposición) repetitivo de la droga, se genera un mecanismo
de desarrollo de tolerancia, sensibilización y condicionamiento físico y psíquico que lleva a la
drogodependencia o drogodependencia. Interesa ahora saber o conocer cómo es que se instala la
adicción en un individuo y esto lleva al estudio de los sustratos biológicos personales con los cuales
interactuará la droga abusada. En esta interacción, indudablemente, juegan dos roles importantes:
Así como se ha observado que muchas drogas actúan sobre el sistema nervioso central en
diferentes centros neuronales, también se ha detectado que muchos de esos centros son las vías que
utiliza el estrés para desarrollarse, principalmente en las vías que presentan receptores a
glucocorticoides y los receptores de neuronas dopaminérgicas mesolímbicas. Esta relación entre las
neuronas susceptibles a las drogas y al estrés es lo que condujo a estudiar los mecanismos centrales en
la fisiopatología de la adicción y su correlación con el estrés. Por lo tanto, la primera causa de
investigación estuvo centrada en la secreción de glucocorticoides por la corteza suprarrenal como
principal respuesta biológica al estrés, especialmente al estrés crónico o repetitivo.
Separadamente, los animales considerados más respondedores (HR) tienen también mayor
actividad dopaminérgica en los núcleos accumbens que los menos respondedores (LR). La
suprarrenalectomía reduce casi a la mitad las concentraciones extracelulares basales de dopamina en
los núcleos accumbens; la misma reducción se verifica en la liberación de dopamina inducida por
estímulos despolarizantes proporcionados por la morfina. Estos efectos se revierten en su totalidad
con el retorno a los valores basales normales de corticosteroides. Se postulan tres mecanismos que
median la elevación de los niveles extracelulares de dopamina por parte de los glucocorticoides:
Otra forma posible es que los glucocorticoides influyan sobre mecanismo neuronales de
dopamina extracelular que sean extrínsecos a las vías dopaminérgicas: transmisiones por opioides,
ácido -aminobutírico (GABA), aminoácidos excitatorios y serotonina (5-HT). La conclusión de todas
estas investigaciones es que la corticosterona estimula la actividad de las neuronas dopaminérgicas
mesencefálicas con efectos mayores en animales vulnerables a la autoadministración de
psicoestimulantes.
Hay evidencia experimental de que la secreción de corticosterona inducida por estrés puede
estar en la base de una elevada vulnerabilidad al uso y abuso de drogas detectado en las personas
estresadas:
1º. El bloqueo de la secreción de corticosterona inducida por estrés determinado por repetida
restricción, acotación de alimentos y aislamiento social, suprime totalmente el aumento de la respuesta
locomotora a la anfetamina y a la morfina
2º. La administración repetida de corticosterona (por ejemplo durante 15 días una vez al día), en
dosis que elevan los niveles de esta hormona, produce sensibilización de la respuesta locomotora a la
anfetamina, efecto que no se observa en tratamientos de corta duración (por ejemplo, de 5 días)
3º. Los animales son más vulnerables a las drogas con experiencias estresantes previas a la ingesta
de las mismas, sobre todo, cuando hay una prolongada secreción de corticosterona inducida por
estrés
Pero cuando el consumo de estas drogas va más allá de los límites de la prescripción taxativa
o de la supresión de síntomas y se ingieren mayores cantidades de la misma sin un motivo aparente,
hablamos de abuso (cosa similar al consumo excesivo de alcohol y tabaco) Mientras se está en
condiciones de acceso limitado de alguna forma, no se pasa del uso y abuso de drogas. Pero muchos
factores como la disponibilidad y la vía de administración, determinadas características genéticas,
historia repetitiva de consumo abusivo de drogas, estrés y determinados eventos vitales psicosociales
contribuyen a la transición del uso y abuso a la adicción. En la adicción el consumo es compulsivo y
la supresión del mismo induce un síndrome de abstinencia.
Luego, la significación de los síndromes de abstinencia como base para su uso compulsivo
sigue siendo controversial, pero una importante evidencia (basada en estudios tanto en animales
como seres humanos), indica que la presencia de un estado afectivo negativo puede no sólo significar
el comienzo del desarrollo de dependencia, sino también incrementar la vulnerabilidad a las recaídas
y también tener cierta significación motivacional. Por lo tanto, los desafíos en el campo de la adicción
son similares a los de otros campos en los que intervienen adaptaciones en las funciones cerebrales
superiores. Por ejemplo, a pesar de que existen buenos modelos moleculares y celulares de memoria,
la comprensión de los mecanismos específicos que subyacen a la memoria comportamental, aún se
mantienen en rudimentos.
Cuánto más se aprenda sobre esos sistemas más cerca se estará de identificar las precisas
adaptaciones moleculares y celulares en las neuronas específicas responsables de las recaídas
inducidas por estrés y de otros orígenes. La probabilidad de relaciones alteraciones en proteínas
específicas con mecanismos de la adicción a drogas, será acrecentada por metodologías modernas
como la transgénica, pues la producción de esas proteínas está íntimamente ligada a mecanismos
genéticos. Esos mecanismos genéticos condicionan de alguna manera el control de la función
cerebral en general, pero muy en particular, bajo la influencia de factores ambientales, las
anormalidades del comportamiento y las variantes normales de los rasgos de ese comportamiento en
cada persona. De ese entramado de factores genéticos y de factores ambientales y psicosociales
surgen muchas cosas que afectan a la conducta y a la vida del hombre, a sus enfermedades y
adicciones. Pero el sólo conocimiento de los mecanismos moleculares íntimos de sus células no es la
panacea para evitar o curar los trastornos psicofísicos.
Quizás nos ayuden a elaborar mejores drogas para tratamiento, pero no servirán por sí para
erradicar determinados males, entre los cuales está la adicción. El secreto, aunque parezca algo
intangible, remoto y poco consistente seguirá siendo la educación basada en normas de conductas
que por sí sola sean verdaderos ordenadores de la función mental que más convenga a una fisiología
natural y esencial. La desestructuración de la personalidad seguirá siendo la mayor causa de
desórdenes mentales y físicos. Si no se encuentran los medios para educar el control mental y
estructurar una personalidad saludable, ninguna ciencia o tecnología podrá erradicar los males
pasados y actuales que regulan una conducta desviada en el hombre.
Hemos visto que la ansiedad en un ser humano puede manifestarse de diversas maneras y una
de ellas tiene lugar durante el sueño. Mientras se duerme el estado de sueño puede tener
manifestaciones en relación directa con la ansiedad o el estrés. No se puede establecer si son simples
fantasías hípnicas o reflejos de los conflictos conscientes, aunque muchas de estas ensoñaciones si
bien se representan como imágenes oníricas fantásticas, suelen subyacer en ellas verdaderas alegorías
de los conflictos conscientes. De este modo, mientras una persona duerme puede tener varias y
distintas manifestaciones de ansiedad, asociadas a restos diurnos de su vida diaria. Así, las ansiedades
corrientes del día pueden estar entremezcladas mientras se duerme con imágenes hípnicas u oníricas.
Por ejemplo, un estudiante que está preocupado o siente temor ante la rendición inminente de un
examen, puede tener manifestaciones varias veces en los sueños o ensoñaciones de las noches
precedentes al evento. Pero también pueden intervenir estímulos externos que provoquen ansiedad
durante el estado de sueño. Es lo que puede suceder con una joven madre aprensiva y atenta por la
responsabilidad de un bebé recién nacido, el que al provocar el menor ruido le provoca sobresaltos
nocturnos. O bien, la preocupación temerosa por la vida o la salud del bebé pueden provocarle
pesadillas tales como que la casa donde el bebé duerme se incendia y advierte en ese sueño que está
completamente inmovilizada y no puede correr, gritar o acudir en auxilio del hijo, mientras soporta
el llanto desesperado del bebé. Si se despierta comprueba que realmente el bebé puede estar llorando
porque no ha tomado su mamadera correspondiente. Ese llanto al ser escuchado en la inconsciencia
del sueño se transformó en la pesadilla descrita. En el estado de ansiedad, durante los trastornos del
sueño aparecen efectos físicos tales como el pulso agitado, la sudoración copiosa, agitación o
respiración agitada, temblores, etc. Estos trastornos suelen ser producidos por los sueños o pesadillas.
Son trastornos de corta duración en sí mismos, pero el efecto de angustia que producen puede
prolongarse durante toda la jornada diurna.
Todas las respuestas ansiosas que provocan los estímulos externos en el sueño, obviamente
dependen de la historia personal y la vida actual de cada individuo durmiente. Citemos por ejemplo
que aquellos que padecen un trastorno de ansiedad previo como el estrés postraumático o ataque de
pánico tenderán a despertar con pesadillas importantes y gran producción de efectos físicos y
psíquicos con un alto grado de angustia y ansiedad. El estrés postraumático afecta casi un 3% de la
población y los ataques de pánico alrededor de un 2% de la población general. Bajo los efectos de
estos trastornos muchas personas experimentan ataques de pánico luego de tres horas de haberse
dormido, más o menos, aproximadamente. Al cabo de ese tiempo pueden levantarse como
consecuencia de un episodio de despertar súbito o rápido, aterrador, a veces sin poder precisar el
motivo del despertar con terror, otras veces, como en el estrés postraumático, por el recuerdo vívido
de las escenas traumáticas vividas. Estas alteraciones también pueden ocurrir sin trastorno previo de
ansiedad instalado y conocido. En ese caso, están directamente vinculadas al nivel de estrés al que
está sometida diariamente una persona determinada (distrés laboral o profesional, ansiedad por
disrupción, estrés por eventos psicosociales, etc.)
Desde otro punto de vista, se puede decir que el contenido del sueño puede actuar como
generador de tensiones y estrés en la persona que duerme. La intensidad de estas tensiones puede
muchas veces, superar la tolerancia del durmiente e interrumpir el sueño y el ensueño, restableciendo
súbitamente el estado de vigilia (desvelamiento). El estrés inducido por el sueño se debe a factores
múltiples o diversos: el más común es el complejo factor de la ansiedad. Todas las personas normales
y sanas han tenido alguna vez sueños ansiosos. Es también algo típico del sueño ansioso presentar
rasgos recurrentes de forma tal que un sueño ansioso determinado se repita con intervalos regulares
de noches, semanas, meses y, aun, años. La fantasía de los sueños es un mundo de ilimitada potencia,
de manera que muchas veces da rienda suelta a grandes temores que suelen transformarse en
pesadillas que producen tensión y angustia. Los miedos que se sufren durante un sueño, aunque estén
disfrazados por extrañas alegorías oníricas, pueden descargar tensiones mientras dura el ensueño.
Estas tensiones influyen tanto psíquica como físicamente, casi con la misma eficacia con que suelen
presentarse en estado de vigilia.
Introducción
El fenómeno que este trabajo describe y comunica es un síndrome de estrés crónico causado por
hechos hostiles repetitivos y no ha sido encontrado en libros médicos ni trabajos publicados, tal cual
nosotros intentamos presentarlo. Comparte características idénticas a otros síndromes, pero hay signos
y síntomas propios de este complejo y, sobre todo, resaltan los antecedentes etiopatogénicos, pues
posee estresantes muy típicos. No ha sido advertido por los estudiosos del tema en toda su dimensión
médica, porque sus manifestaciones pertenecen más al terreno de la crónica policial que de la
investigación científica. El fenómeno se da en la vida cotidiana a menudo, pero cuando se materializa
se registra siempre en el terreno policial del delito y de lo penal, más que en el de un trastorno de
interés médico.
Debido a esto, las personas que padecen este síndrome no son pacientes de la consulta médica
habitual o especializada, sino actores de hechos de neto corte policial. Por los rasgos particulares del
síndrome a describir, quienes lo padecen no pueden ser sometidos a estudios médicos o científicos
convencionales ni a la investigación clínica o psiquiátrica, salvo que hipotéticamente, algún
investigador interesado siga estrechamente a los presuntos candidatos a padecer este cuadro, en el
desarrollo de sus actividades cotidianas. O, fortuitamente, como ha sido nuestro caso, se logren
presenciar los actos que pueden desencadenar el síndrome. Es de suponer que esto no es algo nuevo
que aparece en el hombre, sino que debido al crecimiento del estrés psicosocial, cuyos estresantes se
ven muy incrementados en los actos sociales rutinarios que a cada uno de nosotros nos toca vivir
comúnmente todos los días. Por estas causas, el síndrome es más observable en las últimas décadas en
la sociedad contemporánea.
Nuestro trabajo, precisamente, se basa en mirar atentamente los presuntos casos que
diariamente ocurren en la conducta habitual del entorno, en el seguimiento de la crónica policial, en
las reacciones personales propias y de allegados y, particularmente, en una singular experiencia
recogida en el conocimiento directo de algunas denuncias efectuadas ante autoridades municipales,
por ruidos molestos u otras conductas antisociales. La casuística de una investigación “ad-hoc” sería
abundante con sólo conformarla con el recorte de noticias periodísticas policiales. El fin de esta
comunicación es alertar a médicos legistas, psiquíatras, psicólogos, abogados, jueces y otros posibles
interesados, para que concentren su atención en este síndrome y se pueda planificar metódicamente
su estudio, en forma sistematizada. Esta intención de una conducta investigadora sería muy necesaria,
en virtud de:
Definición y concepto
El “primer impulso” está en el corazón y no en la mente. Sin embargo, esta acción emocional
incontrolable, es seguida por una contrarreacción emocional (reacción emocional secundaria), más
lenta que la primera respuesta y esta actúa con mente racional más que emocional y su acción es
deliberada y consciente, dos condiciones inexistentes en la reacción primaria. Esto lo veremos más en
detalle en otro parágrafo posteriormente.
El síndrome del impulso homicida tiene como síntoma -guión un sentimiento de ira
generado y motivado por un hecho que en forma reiterada (crónicamente) produce ese sentimiento,
el que se acompaña de una situación de impotencia para superar el hecho, que le produce una
frustración creciente y que una de las instancias en que se repite el hecho generador o estimulante,
estalla en un impulso súbito, de acción agresiva homicida, que se despierta en el acto del mismo
hecho y que, generalmente, se descarga sobre el autor del hecho y/o, más raramente, sobre quien
sufre el síndrome. Esta compulsión no se acompaña de inconsciencia durante la acción agresiva-
homicida ni de amnesia posterior al acto, sino que se desarrolla casi en pleno de estado de
conciencia, con conocimiento pleno de cometer una acción indebida, pero que no puede frenar
voluntariamente.
El impulso generado en estas circunstancias es una compulsión que lleva siempre la tendencia
homicida, que en un gran porcentaje de casos desemboca en el asesinato y/o suicidio o, más
infrecuentemente en la destrucción de la cosa que es usada para provocar el estímulo. Es decir,
pueden ocurrir situaciones distintas:
Haremos una digresión etimológica y denotativa, para tener conceptos más claros sobre los
términos que pueden describir más acertadamente el síndrome que tratamos. Impulso, del latín
impulsio (impulsión), es definido por la Real Academia Española como “acción y efecto de impeler
(o instigación, sugestión)”. Impeler es “dar empuje para producir movimiento (o incitar, estimular)”.
Impulsivo es “el que, llevado de la impresión del momento, habla o procede sin reflexión ni cautela”.
Como más adelante se analizará, el impulso homicida que tratamos es como una obsesión
compulsiva, y para la Real Academia Española, obsesión viene del latín obsesio (asedio) y es una
“perturbación anímica producida por una idea fija (idea que con tenaz persistencia asalta la
mente)”.
Mientras que compulsión (latín: compulsio) es un “apremio y fuerza que, por mandato de
autoridad, se hace a uno, compeliéndole a que ejecute una cosa”. Compeler es “obligar a uno, con
fuerza o autoridad, a que haga lo que no quiere”. En términos médicos, impulso es una “fuerza
súbita de empuje” o una “determinación de actuar, súbita e incontrolada”. También impulso o
impulsión es “fuerza súbita impelente” o “inclinación irresistible, generalmente morbosa, al
cumplimiento de actos anormales sin intervención de ideas delirantes”. Esta última definición se
aproxima bastante a la idea del impulso homicida que analizamos. Compulsión, en términos médicos,
es un “persistente e irresistible impulso a ejecutar un acto irracional o aparentemente
inútil” (DORLAND). “Impulso irresistible de hacer algo contrario a los deseos o al juicio de la
persona que lo ejecuta”. “Impulso irresistible a efectuar un acto contrario al juicio o voluntad del
que lo ejecuta” (SALVAT). En los mismos términos, obsesión es una “idea, temor o impulso que se
apoderan del ánimo del paciente, dominándolo por completo y provocando ansiedad o angustia”.
(SALVAT). “Un pensamiento, imagen o impulso recurrente y persistente que es indeseado y molesto
y aparece involuntariamente en la atención, pese a los esfuerzos por suprimirlo o
ignorarlo” (DORLAND). “Idea no deseada que reaparece constantemente y que no se puede
apartar” (MELLONI).
Sentimiento de ira
Es el síntoma-guión del síndrome. Ha sido descrito por Mira y López y lo llamó “gigante
rojo”, considerándolo como un sentimiento innato del hombre. Vincula a la ira, según la escuela
freudiana, con instintos tánicos-destructivos que actúan como “impulso de anulación”, con
consecuencias homicidas-suicidas, pues lo mismo puede desembocar en el asesinato que en el
suicidio. Biológicamente, la ira tiene su génesis en:
a) la irritabilidad celular que responde a toda acción con una reacción en más (“devolver más
de lo que recibieron”)
b) la agresividad animal que es irracional.
En el hombre, la ira primariamente aparece por una “sensación de fracaso o impotencia” que
lleva al enojo. De éste pasa a una “reacción de rebelión o indignación”.
Mira y López describe la “orgía iracunda” en seis etapas consecutivas:
El impulso homicida nace en el estado de excitación máxima que genera iracundia y en este
estado un individuo está fuera de sí o, como se suele decir, el iracundo se siente salir de quicio. Los
mecanismos normales de defensa o adaptación frente a una acción o estímulo, se pierden
(desestructuración de la personalidad). El iracundo margina su racionalidad y experimenta hundirse
el mundo. Desaparecen su capacidad crítica y su estado de un ser centrado, equilibrado, para
convertirse en un descentrado o excéntrico, sin el poder de discernir. Se mueve a un nivel instintivo.
No está en la plenitud de ser humano, en lo referido a inteligencia y juicio. La ira resulta ser una
expresión emotiva de un gran malestar psíquico, asociado a situaciones que comprometan la
integridad personal y/u ocasione frustración.
Para entender la fisiopatología del síndrome del impulso homicida no psicótico, es necesario
analizar el impulso agresivo en sí, además del sentimiento de ira. Pieron entiende que la agresividad o
tendencia al ataque, es un impulso normal desencadenado por estímulos específicos o, más
habitualmente, por agresiones o actos amenazadores. Para Cantón Duarte la causa más común para
que una persona esté encolerizada u hostil es la frustración, lo que se manifiesta en la secuencia:
frustración-ira-agresión. Cuando una persona quiere algo y sufre un impedimento para obtener lo
que desea, se excita y realiza actos agresivos-destructivos. Sin embargo, la explosión agresiva y el
impulso agresivo homicida ocurren cuando hay cólera almacenada, acumulada. La cólera que se
acumula por frustraciones reiteradas, forma un depósito de emoción irascible lo que lleva al estallido
repentino, impredecible, a las explosiones de violencia incontenible. Siempre que el impulso
iracundo “no esté proporcionado al estímulo provocador”, se debe suponer que hay cólera
acumulada, que rompe repentinamente todo dique y sale como ola arrolladora.
Lo expuesto por Cantón Duarte es ratificado y ampliado por Montejo Carrasco, quien
retoma la afirmación controvertida, que en 1939 hizo Dollard quien sostenía que la agresión es
consecuencia de la frustración de forma tal que siempre que hay agresión existe una frustración y
viceversa: si existe frustración habrá agresión. Montejo Carrasco afirma que la frustración es un
hecho diario, cotidiano, y coincide con Buss en que la frustración puede tener varios orígenes. A los
fines de este trabajo, tomaremos las causas de:
En el análisis etiopatogénico cabe la pregunta: ¿por qué si una misma situación es vivida por
diferentes personas, sólo algunas reacciones agresivamente y de éstas, un número más reducido llega
al homicidio y/o suicidio? A esta cuestión se responde que la reacción frente a una frustración, es
distinta en cada persona y dependerá del nivel individual o límite de tolerancia a las frustraciones que
cada uno tiene. El nivel o límite individual está íntimamente ligado a la personalidad. Antes hemos
mencionado que el acto agresivo se lleva a cabo descontroladamente, cuando hay una
desestructuración de la personalidad. En esto, independientemente de otros conceptos más amplios o
mejor logrados, hemos seguido a Allport quien aporta conceptos sobre la personalidad, muy útiles a
los fines de este trabajo. Allport, en términos generales, define a la personalidad como “una
organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofisiológicos que aseguran su
particular ajuste a su ambiente”.
¿Qué es tolerar una frustración?: “Es soportarla de modo que no ocasione daño “de rebote”
a uno mismo y los demás”. Los que tienen un alto límite de tolerancia sobrellevan las frustraciones y
controlan su reacción frente a ella. Las personas de bajo límite de tolerancia son a las que las
frustraciones las vuelve coléricas y reaccionan agresivamente. El límite de tolerancia, además del
nivel personal o personalidad, dependerá de la clase, intensidad y duración de la frustración, de
forma tal que una frustración muy lesiva e intensa y reiterada terminará por rebasar cualquier límite
de tolerancia. Por lo tanto, además de lo que corresponde a lo genético, a la personalidad, a lo
cultural, al carácter y otros rasgos constitucionales propios de cada individuo, el estrés crónico es una
variable común a todos los casos, que conlleva la frustración (distrés crónico frustrante) y la agresión
como reacción a la frustración.
Daniel Goleman explica como Paul Ekman y Seymour Epstein han evaluado la llamada
mente emocional, en forma separada y por distintas pruebas científicas. La mente emocional actúa
más rápidamente que la mente racional y cuando se pone en acción no razona las acciones que
realiza, porque en aras de su celeridad obvia toda influencia racional. Es probable que el origen de
esta velocidad de acción se deba, en parte, a que cuando se enfrentan situaciones conflictivas como el
estrés, las decisiones de huir o pelear, deben ser tomadas a veces, en cuestiones de segundos, o en
milésimas de ellos. El espacio que media entre el estímulo motivador y la irrupción de la emoción en
sí es instantáneo y la percepción del estímulo es tan veloz que dispone sólo de milésimas de segundo.
La decisión de actuar es tan rápida que se hace en forma automática, pues no entra ni la razón ni la
voluntad sino es una acción refleja. Estos autores piensan que este tipo de acción, además de
irracional es inconsciente porque con la velocidad que se produce no alcanza a entrar en la
conciencia, la que prácticamente está anulada mientras se desarrolla el acto.
Ekman explica que la velocidad de acción y reacción con que la mente emocional nos
sorprende antes que tengamos conocimiento o conciencia de que están ocurriendo, es elemental para
que estos fenómenos sean adaptables a nuestra conducta para responder con urgencia a lo que es
urgente y no perder tiempo evaluando si debemos o no actuar. El mecanismo de velocidad de
respuesta y acción es rápido cuando existe realmente una emoción intensa o violenta o de pánico o
cuando algo nos amenaza (o al menos, presentimos como amenaza o molestia). Si la emoción, antes
de reaccionar, tuviera que usar la razón y pedir al cuerpo que se preparara para actuar, no sería eficaz
en la emergencia y cuando las situaciones son cambiantes rápidamente, tendría muy poca o nada de
adaptabilidad. Por eso el arrebato emocional sólo dura segundos y no minutos, ni horas, ni día,
aunque la conmoción posterior a la reacción si deje una sensación duradera, aún por años.
Pero esa conmoción post-emocional no es una emoción sino un sentimiento producido por la
emoción porque, dice Goleman: “si las emociones causadas por un único acontecimiento
continuaran dominándonos invariablemente después de que han pasado, y al margen de todo lo que
ha ocurrido a nuestro alrededor, entonces nuestros sentimientos serían pobres guías para la acción”.
Cuando un estímulo emocionante se prolonga más allá de segundos, casi siempre se debe a estímulos
repetitivos como ocurre con el estrés crónico. La duración de la emoción, en este caso, necesita
mecanismos distintos que actúan evocando la emoción sostenida y, en este caso, los sentimientos
persisten por horas o más tiempo, pero lo hacen en forma amortiguada, no explosiva, y bajo un
estado ánimo relativamente “apagado” (Goleman).
Este proceso lleva varias secuencias, como las que nosotros hemos descrito por inspiración de
Mira y López en el desencadenamiento de la ira. De esta forma queda establecido que habría vías
rápidas y lentas para la emoción, una a través de la percepción inmediata y la otra por medio del
pensamiento reflexivo. Pero debemos destacar que este “pensamiento reflexivo” no es como cuando
premedita la ejecución de una acción y acá entre ambas situaciones hay matices de diferencia. El
pensamiento reflexivo no es premeditado porque la mente emocional no decide qué tipo de
emociones tendríamos que tener. La emoción se presenta y nos hace pensar en ella en la vía lenta,
pero de ninguna manera significa que nosotros hemos buscado voluntariamente tener esa emoción y
la resolución o reacción emotiva tampoco es planificada. Surge de la impresión que nos deja la
emoción, la cual nos da pautas de conductas que nacen de una reflexión no meditada.
El ejemplo de Goleman de las fantasías sexuales quizás sea uno apropiado para explicar esto.
El deseo que surge de una fantasía sexual con un objeto o persona determinada, si bien nos da vuelta
en la cabeza despertando ideas y sensaciones, en el momento en que actuamos o cedemos al impulso
de la fantasía, ese acto no es fruto de una planificación (salvo que seamos delincuentes sexuales
psicopáticos que vivimos obsesionados planeando como elegir y abordar nuestras víctimas). Es muy
difícil para quien tenga que juzgar una conducta emocional poder comprender que pasó por la mente
del que padeció la emoción, si no ha tenido una experiencia similar. De ahí la dificultad del legislador
para legislar el castigo de actos emocionales, o la del juez para juzgar un acto emocional que está en
la zona gris entre lo imputable y lo inimputable. Máxime, cuando del acto emocional surge un daño
como el homicidio, lesiones o ataques violentos. Después que pasó el “huracán emocional”, de
acuerdo a la intensidad y circunstancias del mismo, pueden ocurrir dos hechos: que haya amnesia
retrógrada absoluta de lo sucedido (lo que suele ocurrir con la llamada emoción violenta) o que una
vez consumado el acto emocional (incluso a veces mientras está sucediendo), el actor tome
conciencia del hecho y se pregunte para qué o por qué cometió tal acto. Ya explicamos que esto
sucede porque la lentitud de la mente racional le lleva a operar una vez que la mente emocional ya
entró en actividad.
Lesión emocional
Entendemos por lesión emocional a la alteración psíquica con indemnidad física, por
excitación cerebral (injuria cerebral) que signifique una lesión o trastorno emocional grave intenso,
debido a un daño psíquico, afectivo y emocional. Se origina en una gran tensión nerviosa progresiva,
con alto grado de ansiedad, determinada por un estímulo ambiental específico muy irritante que
opera reiteradamente (por ejemplo, un ruido molesto). La combinación de tensión y ansiedad por
demasiado tiempo provoca la lesión emocional, la cual clínicamente presenta:
c) Neurastenia;
d) Cambios desestructurantes de la personalidad;
e) Conducta violenta con agresividad extrema.
La agresividad extrema genera el impulso homicida que compulsa a obrar con imprudencia y
desenfrenadamente. El impulso homicida ocurre en el paroxismo del estímulo ambiental, en plena
acción del estímulo sobre la psiquis del agresor homicida. Cuando se consuma el acto agresivo u
homicida (o el estímulo cesa), el individuo afectado se agota y cede el impulso agresor, violento u
homicida. Pero no desaparece el estado furibundo ni la lesión emocional, lo que permite que otra
exposición al estímulo desencadene rápidamente, en forma inmediata y súbita, una reacción agresiva
sumamente violenta y de corta duración (apenas segundos).
Producida la reacción, si hay oportunidad, se consuma el acto violento u homicida. Cada vez
que no se realiza el acto agresivo, aumenta la frustración y persiste, con mayor energía, la latencia del
impulso agresivo-homicida, hasta que una nueva ocasión con oportunidad libera explosivamente,
frente al hecho reiterado, dicho impulso homicida, dando lugar al asesinato y/o suicidio.
Citaremos como ejemplos más comunes, a algunos de los agentes etiopatogénicos del impulso
homicida, pero con la aclaración de que existen muchos otros aún no estudiados con claridad:
Phillipe Saint Marc afirma que el ruido “es la contaminación quizás más peligrosas para el
hombre, para su vida, ya que con frecuencia se protege mejor contra otros tipos de contaminación.
En ciertas zonas el ruido es incesante, no se puede huir de él. De todos los tipos de contaminación, es
el que causa mayores estragos en el sistema nervioso: determina un aumento de la agresividad”. Los
ejemplos más comunes que la crónica policial registra, en relación con los asesinatos por ruidos
molestos, son:
• Los padres que matan al bebé que llora de noche y no los deja dormir;
• Las personas agredidas por la música de alto volumen en horas de descanso o de actividad de
gran concentración (trabajo o estudio), que atacan al que produce el ruido. Un ejemplo reciente
ocurrido en La Plata (Buenos Aires) es destacado por la prensa: “Un ciudadano boliviano, Eduardo
Lara Ríos, falleció electrocutado, esta madrugada, cuando intentó cortar los cables de energía
eléctrica de una casa vecina, cuyo morador escuchaba música a muy alto volumen”. En este caso el
agredido por la música resulta muerto accidentalmente, pero el impulso agresivo que lo lleva a cortar
el cable le impidió, en el paroxismo, deliberar que ese acto podría costarle la vida. El impulso
siempre es más fuerte que la prudencia y el sentido de autoprotección y en esto conlleva el suicidio.
Como este ejemplo, la prensa ha recogido en diversas circunstancias las anécdotas de hechos
policiales originados por situaciones de ruido molesto por música de alto volumen en donde hubo
asesinato del autor del ruido o sino la destrucción a tiros de la fuente sonora, o el arrojo de objetos
contundentes hacia la dirección del ruido.
• Otros casos de ruidos molestos (por ejemplo, escapes libres de motos o autos) lleva al
afectado a colocar “trampas mortales”. Un caso muy comentado es el publicado por la prensa,
ocurrido en las inmediaciones de la localidad de El Challao, Mendoza, donde un joven endurista
murió degollado por un cable que se había extendido a lo ancho de la vía por la cual solía correrse
competencia de motocross, en forma habitual.
• Obstrucción reiterada del tránsito: debida a una semaforización desincronizada que obliga a
frenar en cada esquina cuando hay “rojo” o a los semáforos de “paso o cambio lento”, al
estacionamiento incorrecto, generalmente en doble o triple fila o en lugares inadecuados
(contramano, en parada de ómnibus, etc.), a una circulación peatonal por la acera, a lo largo de la
misma o con cruces indebidos fuera de la senda peatonal, cuando en esas calles no son peatonales, o
el paso peatonal con semáforo “en verde”, etc. Estas situaciones generan una especie de síndrome por
la obstrucción vial crónica que se da frecuentemente en chóferes profesionales de colectivos,
ambulancias, taxis y de otros transportes rápidos o con horarios standard. También ocurre en
chóferes particulares con bajo nivel de tolerancia a estas obstrucciones.
• Conductores anómicos: son los que no respetan sistemáticamente ninguna ley o reglamento
de tránsito y cruzan en rojo los semáforos, estacionan desordenada o indebidamente, acosan
vialmente con maniobras no permitidas, intempestivas que ponen en peligro a otros conductores o los
colisionan, sobrepasan en infracción, etc. y generalmente quedan impunes o responden a las protestas
de los conductores por ellos agredidos, con risas sardónicas o gestos ofensivos. Generalmente la
maniobra riesgosa impune, seguida por la burla o el insulto, genera la reacción agresiva y en estos
casos, el arma esgrimida es el vehículo que se conduce.
• Ruido del tránsito: el ruido del tránsito urbano (bocinazos, frenadas violentas chirriantes,
sirenas, caños de escapes libres) por sus decibeles y disonancia, es altamente irritante provocando
lesión emocional en los conductores que deben conducir muchas horas en medio de ese ruido, como
ocurre también con los chóferes profesionales antes mencionados, o los de vehículos de carga o
servicios. Cuando se desata la reacción violenta al estímulo sonoro (al toque de una bocina pidiendo
paso o aceleración del mismo), el chofer irritado previamente por el ruido vial, responde con una
obstrucción deliberada del paso o de atropello del vehículo que le toca bocina.
Sucede, en algunas situaciones, cuando existe una agresión reiterada y el autor queda impune.
En la actualidad, la respuesta a estas agresiones se como el síndrome del justiciero (el que hace justicia
por sus propias manos). Los casos más comunes ocurren cuando hay:
• Robo reiterado. Acá hay que recordar el caso, también ocurrido en Buenos Aires, cuando el
ingeniero Santos mató a tiros a dos personas que reiteradamente violentaban su vehículo y le robaban
el equipo de radio y caseteras. Cuando logró sorprenderlos in fragranti los atacó privándoles de la
vida. Posteriormente, la prensa catalogó a todos los hechos similares como “justicieros”.
• Daño a la vivienda: generalmente son hechos por patotas (conjunto de jóvenes que se
dedican a actos violentos o de agresión a personas y propiedades) y consisten en pintar “graffiti” con
aerosoles en las paredes del frente, romper vidrios, dañar paredes, puertas, jardines, conexiones, etc.
Estos hechos también generan acciones de tipo justiciero.
Este capítulo es muy amplio y engloba a todos aquellos que con su conducta repetidamente
trasgreden normas legales, sociales (morales y éticas), quedando impunes y causando daños graves a
otros. Incluso, en muchos casos no sólo quedan impunes, sino que reciben honores y beneficios. En
este caso sirven como ejemplos:
• La conducta antisocial en general: los que insultan, agravian verbal o físicamente, violan,
acosan, etc.
• Estafadores, comerciantes corruptos, profesionales imperitos e irresponsables y sin ética,
prestadores de servicios deficientes, etc. Esta lista es extensa, por lo que damos algunos ejemplos para
tener una idea de quienes son los transgresores.
• Políticos y funcionarios públicos corruptos o veniales, que no cumplen ni hacen cumplir las
leyes o las promesas electorales, generando hechos altamente lesivos a las personas (despidos,
pobreza, persecución política, exacción impositiva, abuso de autoridad, etc.) Acá encuadran los
jubilados de bajos ingresos que se suicidan. Otros casos son manifestantes o “piqueteros” que
exponen su vida.
Con los factores explicados, hemos dado un pantallazo de las situaciones que generan lesión
emocional y, consecuentemente, el impulso homicida que cuando puede se transforma en asesinato y/
o suicidio.
Consideraciones generales
El impulso homicida por estrés crónico o actos repetitivos hostiles puede darse en enfermos
psicopáticos y en este caso, se agrava y se da con mayor intensidad. Si bien la reacción homicida o
suicida no es intencional ni premeditada, puede ocurrir que cada vez que el estímulo actúe, el
damnificado tenga ideas de defenderse del hecho agresivo o suprimirlo. En este caso acude a las
formas más disparatadas de cómo defenderse o de devolver la acción dañina. Cada vez que el
estímulo se presenta, despierta estas ideas revanchistas. Pero esto no debe ser considerado como una
deliberación premeditada sino como una reacción de desesperación e impotencia, nacida bajo el
impulso primero furibundo y luego resueltamente homicida.
Así, el damnificado puede pensar en adquirir un arma para impedir la agresión. Para hacerlo
más comprensivo y más claro a este tema de por sí bastante confuso para el que sufre el impulso
homicida como para el que observa la reacción, podríamos decir que todas las maquinaciones
operarían como acciones en defensa propia.
No es que premedite una acción criminal, sino que el homicidio es visto como una manera de
suprimir la fuente del daño. Muchos de estos hechos se evitarían si las personas que son presas por
este impulso fueran asesoradas o educadas para evitar la reacción homicida. Por ejemplo, se debe
enseñar a los padres que consulten con el pediatra cuando el niño llora continuamente, especialmente
de noche, y el pediatra debe tener presente que este llanto desespera a los padres a tal punto de
generar el impulso homicida.
Por lo tanto debe buscar la forma de impedir que el niño llore, ya sea ubicando la causa del
llanto o enseñando una puericultura elemental a los padres en relación con el manejo de la conducta
del niño en cuanto a higiene, tipos de comidas, horarios de comida y todo otro detalle que pueda
incomodar al niño para llevarlo al estado de llanto continuo.
En cuanto al ruido molesto, se deben sancionar leyes severas que repriman enérgicamente a
quien ocasione molestias produciendo un ruido no habitual ni normal como es la música alta. Se debe
educar a la gente para aprender a escuchar música en un volumen tolerable y no en forma estridente
como se habitúa en locales públicos y privados y a respetar el derecho ajeno al descanso, a la
intimidad. En última instancia, el autor de la agresión homicida es quien produce el ruido y no quien
lo repele. De manera similar debe considerarse a las otras causas de irritación u hostilidad crónica o
repetitiva.
El estado continuo de tensión es el que gatilla la reacción de ira y tras de ella, el impulso
homicida. No obstante, si la intensidad y la repetición del estímulo agresor es muy alta, no habrá
forma de impedir la reacción de ira y de búsqueda de defensa.
Aspectos legales
Como conclusión, proponemos que legalmente los actos generados en el síndrome del
impulso homicida que hemos descrito, sean asimilados a una figura de arrebato y por lo tanto se
considerados como “atenuantes”. Sólo en caso muy justificado, en que pueda ser considerado como
defensa propia (si el estímulo había puesto en peligro la vida del agredido y éste tiene como única
manera de evitar la muerte, eliminar al agresor) sea “eximente” (del mismo modo que una emoción
violenta)
BIBLIOGRAFÍA
Problemas a resolver
En este capítulo trataremos de dar algunas normas operativas tanto para prevenir como corregir
algunos problemas actuales que conspiran en detrimento de la calidad de vida y generan estrés. Uno
de los principales problemas a resolver es el rol que juega el médico en el problema de la prevención
y corrección del estrés y el vacío espiritual actual que se manifiesta a través de la despersonalización.
La personalidad auténtica, correcta, equilibrada, es la que permitirá aceptar y adoptar estilos de
calidad de vida, tener un proyecto existencial y que este tenga la calidad suficiente para llenar las
aspiraciones vitales de todos, singularmente de los trabajadores. Hemos insistido en la personalidad
como fruto de una educación. Otro problema es la adopción de una escala de valores que permita
llenar de contenido y significado la conducta social y personal para poder transitar la existencia en
todos sus niveles y horizontes y cumplir cada proyecto existencial. Finalmente, deberá estudiarse una
planificación regional y global sobre las normas convenientes para el hombre y la sociedad, en lo
relativo a estrés.
¿Cuál es el papel del médico en la prevención y corrección del estrés? En primer lugar hemos
hablado de la docencia médica mediante la cual el médico debe saber orientar sobre las medidas
pertinentes para evitar la enfermedad (supresión de los factores de riesgos), cómo realizar una
correcta alimentación y la higiene de todas las funciones orgánicas y mentales, función y dosis
correcta de medicamentos, asociaciones peligrosas de los mismos y la interferencia de determinados
alimentos y hábitos tóxicos en la acción medicamentosa; manejo de la enfermedad. Esto, de por sí, es
un programa formidable que le exigirá al médico idoneidad, didáctica, paciencia, amor al paciente y
tiempo para dedicarle a la función docente. Sin estos requisitos difícilmente haya calidad de
prestación en la medicina preventiva. En segundo lugar, el médico es un formador o educador. En
esta función, Sáiz Ruiz pide al médico que sepa reconocer cuál es la realidad que circunscribe al
paciente y debe saber explicar esa realidad para ubicar dentro de ella la persona que la vivencia,
dándole un panorama verídico de los problemas y de las posibles soluciones, dentro de las
características de la personalidad. La información debe incluir afirmaciones taxativas, es decir, bien
detalladas, especialmente en lo referido a la naturaleza del ser del hombre, y cual sería una esfera
emocional, afectiva, racional y volitiva auténtica. Debe destacar perfectamente todo lo necesario para
corregir lo que no esté en concordancia con “lo que debe ser” y provoque conflicto. El lenguaje
debe ser claro, sencillo y al alcance de la comprensión cultural de la persona con quien se dialoga.
Debe impartir los conocimientos básicos de una conducta ortodoxa, mostrando todas las
posibilidades que ayuden a cambiar lo que no está bien. Debe hacer entender que una buena
evolución que ayuda al cambio, tiene que estar basada en las ganas del paciente para ser mejor, para
lo cual hay que transmitir un cierto grado de convencimiento sobre la factibilidad de controlar las
situaciones difíciles y las dificultades que se opongan al cambio. Debe insistir en la necesidad absoluta
de una participación activa, con motivación, esfuerzo, constancia y confianza total en todo lo que se
proponga.
Despersonalización
Habría más mecanismos para agregar, pero estos son los principales y más importantes y los
que hacen básicamente a una personalidad correcta. Luego, la despersonalización sería la
desestructuración de la personalidad por no tener o haber perdido algunos, muchos o todos estos
mecanismos de estructuración y no poder resolver o enfrentar los conflictos internos o externos.
Contrariamente personalizar sería educar para adquirir los mecanismos estructurados que nos
permiten desarrollarnos como persona y poder resolver o enfrentar todos los conflictos internos o
externos que se tengan en todo el curso de la vida. ¿Cómo se llega a la despersonalización? Ya
adelantamos que el distrés como fuente de ansiedad y angustia puede ser una de las causas modernas
principales de la despersonalización. Pero hay factores más profundos como la falta de formación
humana por ausencia de valores claros para adoptar y la falta de un norte o razón para existir.
Cuando se enfrenta la angustia de un vacío existencial, en donde la vida toda pierde sentido para
nosotros, el resultado es la despersonalización total y absoluta. Hay factores personales que nos
pueden llevar a la despersonalización como pueden ser los congénitos adquiridos por una herencia
genética o por fallas de la gestación o el parto y que pueden provocar deficiencias como el síndrome
de Down, déficit mental, dismetabolismos, adenopatías (patología de glándulas) y otras afecciones
que afectan las funciones intelectuales, volitivas y afectivas impidiendo en forma absoluta o parcial,
estructurar una personalidad cabal. Las psicopatías genéticas o adquiridas por un desarrollo anormal,
afecciones neurológicas o mentales conllevan la despersonalización, igual que algunas neurosis y los
trastornos o desordenes mentales como los ocasionados por la ansiedad. Hay etapas etarias que
biológicamente provocan inestabilidad como la pubertad y la adolescencia, en donde generalmente
comienza a estructurarse la personalidad. De no lograrlo en tiempo y forma o la aparición de
conflictos en estas etapas, ocasionan trastornos por despersonalización facilitando la adquisición de
conductas anómalas o desvíos como la drogadicción o la desadaptación social. La desestructuración
de la personalidad en la pubertad y la adolescencia, es fisiológica por lo que debe tenderse a una
pronta y correcta educación en estas edades para evitar el desvío o la despersonalización definitiva.
Hay conflictos sociales que llevan a la despersonalización tales como:
• Trauma social intenso: sucesos bruscos que provoquen cambios sociales instantáneos llevan a
un estado de shock social y grave alteración mental o física o psicofísica, alterando profundamente la
personalidad, con pérdida de identidad y otras manifestaciones dañinas.
• Ambiente familiar inestable, conflictivo, con modelos de vida ausentes o gravemente
deformados
• Relaciones interpersonales conflictivas
• Convivencia en núcleos sociales marginados
• Convivencia en una sociedad o núcleos disociados carentes de formación y/o información
sociocultural.
Todos estos factores y otros más pueden llevar a carencias intelectuales, afectivas o volitivas,
que impiden estructurar la personalidad o desestructuran las formadas o constituyen personalidades
malformadas. Estas situaciones pueden crear la incapacidad para superar dificultades, la frustración o
insatisfacción, la poca confianza en sí mismo, el estado de tensión continua, la pasividad, la
dependencia, la dificultad de establecer relaciones, no darle sentido a la vida, el egocentrismo, la
incapacidad para lograr satisfacciones y mirar el futuro, constituyendo los rasgos de desestructuración
de la personalidad. En general, la convivencia en un medio social conflictivo favorece la ausencia de
formación o la desestructuración de la personalidad. Por eso no es descabellado “hominizar al
hombre” buscando desarrollar la esencia de cada uno y de esta forma “repersonalizarlo”
permitiéndole actuar con seguridad, voluntad, firmeza, convicción, decisión, eficiencia, autoridad,
autenticidad, en equilibrio consigo y con los demás.
Otra forma médica actual para tratar este tópico es a través de la vulnerabilidad y la
resiliencia. Pero pese a todos los esfuerzos, en muchos casos esta reflexión cae en la cuestión
metafísica y en el misterio ontológico, con lo cual lo dejamos de lado por no ser tema de este trabajo.
Desde el punto de vista médico, podríamos arriesgar que unos son vulnerables y otros resilientes y
nada más. El médico debe aprender a conocer todos los factores de la personalización a fin de poder
contribuir a “formar la personalidad” en aquellos que tienen problemas. Debe saber enseñar a
adquirir los mecanismos de estructuración a fin de superar los conflictos. Probablemente al médico le
sea más fácil corregir una despersonalización cuando ésta se origina en trastornos de ansiedad u otras
formas nosológicas ampliamente conocidas en la psicología y la psiquiatría, pero es evidente que la
farmacoterapia, la psicoterapia, la logoterapia y otras “terapias” propias de la Medicina, no pueden
lograr superar problemas propios del ser, que exigen un tratamiento más filosófico que científico. En
esto es donde el médico de hoy debe transitar caminos desconocidos pero que obligatoriamente debe
buscar e investigar para traer el alivio al desconsuelo que sufre el actual hombre.
La medicina del siglo XXI, sin abandonar su biologismo, tendrá que llenar los vacíos
terapéuticos con una comprensión total del hombre, no sólo desde un punto de vista biológico y
médico, sino también desde un punto de vista social (dado que según la OMS la enfermedad es un
completo malestar físico, psíquico y social. Para entender al hombre en sí deberá intentar abandonar
todo esquema científico de ponderación por parámetros físicos de los fenómenos de la enfermedad,
para comenzar a enfocarlos con nuevas técnicas de reflexión sobre la esencia humana. Esto es
repensar la Medicina y encaminarse hacia una medicina global, holística, integradora o total. Este
concepto quiere decir, lisa y llanamente, que el hombre debe dejar de ser estudiado y comprendido,
desde la perspectiva médica, únicamente con un punto de vista cientificista y tratar de abarcarlo más
desde un punto de vista filosófico. El estudio de la mente humana es muy importante para
comprender mecanismos crípticos de enfermedades comunes. Pero ese estudio de la mente debe dejar
de ser exclusivamente psicologista o biologista. Ni la biología ni la psicología están capacitadas para
abarcar el fenómeno de la mente. Muchos conceptos actuales están equivocados por no entender bien
los términos o palabras que se usan. El cambio debe comenzar con un repaso lingüístico que nos
lleve a definir claramente que es el hombre, la vida, el alma, el espíritu y la mente en sí.
Muchos conceptos actuales que parte de destacados hombres de ciencia sobre la interacción
mente-cuerpo, equivocan las conclusiones de sus observaciones por ignorar la semántica y la
etimología de las palabras que usan. Así, concluyen confusamente que el cerebro es el productor del
alma y que ésta es el resultado exclusivo de reacciones neurobioquímicas que realizan determinados
circuitos neuronales. Postulan estas doctrinas abolicionistas del alma, sin haber analizado que quiere
decir la palabra alma. Todo esto nos lleva a que el médico también debe conocer muy bien las
palabras que emplea, tanto las técnicas, como las del lenguaje común, pero muy particularmente, las
referidas al fenómeno espiritual del hombre. Sobre todo, cuando en este siglo XXI la crisis espiritual
es la mayor causa de trastornos psíquicos y físicos. Debe tener un conocimiento lingüístico y del
léxico, lo suficientemente amplio para comprender qué es lo que habla o quiere decir y para evitar
sacar conclusiones apresuradas de los fenómenos que observa. Todos sabemos que el alma es el
motor del cuerpo. Luego éste funciona por impulso anímico. No es al revés.
Formas de cambio
¿Cómo debe ser ese cambio? Volveremos a repetir y ampliar los conceptos vertidos en la
introducción de este trabajo. Tradicionalmente los cambios históricos se han introducido
gradualmente, aunque a veces arrancaron con un concepto de “cambio radical” o “revolucionario”.
Hay dos concepciones diametralmente opuesta entre gradualismo y radicalismo o revolucionismo. El
radicalismo o revolucionismo predica que todo cambio debe ser introducido “de golpe”, velozmente,
sin sedimentar, cortando de raíces lo que se pretende cambiar (radicalismo) para cambiarlo
inmediatamente por lo nuevo (revolucionismo). Naturalmente el cambio radical, generalmente, suele
ser violento, intolerante, avasallador, porque su esencia así lo exige. Este corte de raíces de valores
preexistentes y la colocación abrupta de nuevos valores, en principio conmueve al hombre de forma
tal de verse compulsado a realizar y aceptar la idea de un cambio brusco. Pero una cosa es introducir
el cambio y otra asimilarlo. A pesar de la aceptación inicial, la incorporación de nuevos valores a
través de los usos y costumbres lleva a la paradoja de no lograr su asimilación con la misma
inmediatez que se introdujeron. En principio se establece una especie de forcejeo entre lo tradicional
y lo nuevo y esta puja bien puede fortalecer o debilitar a uno de los polos litigantes. Pero cuando la
controversia es hostil y los cambios se introducen por medios coercitivos “a sangre y fuego” se
produce un desgaste social muy grande y a veces una desintegración personal y social del hombre,
que lejos de transformarlo, queda despojado de “lo viejo” y queda “sin lo nuevo”. A los postres, esta
forma de cambio radical es desorientación y vacío. Nuestra intención, basados en la experiencia
histórica, es preconizar el cambio gradual. Dictar una ley puede ser la base de un cambio, pero nunca
el cambio mismo, porque un cambio no se produce con la sola enunciación. Lo gradual es un
mecanismo conservador porque parte de lo existente en cada uno buscando seleccionar qué es lo que
hay que cambiar y qué es lo que hay que mantener. Lo razonable es partir de aquello que ya existe y
que se puede o debe mantener. Esto predispone a conservar la tranquilidad suficiente para razonar e
ir aceptando gradualmente los nuevos cambios y la supresión de lo que no conviene mantener de los
modos, usos y costumbres observados hasta el momento de tener que adoptar un cambio. ¿Qué se
busca en los valores a mantener? Aquello que no esta deteriorado, que conserva su utilidad y que
puede estar manifestado o no (está manifestado cuando rige un uso o costumbre y está latente cuando
es una idea, convicción o principio internalizado pero no usado). El cambio gradual comienza por
preconizar lo más aceptable, aquello que genera adhesión espontánea y que puede introducirse
inmediatamente en los usos personales. Los otros valores que pueden ser resistidos o no
comprendidos “de entrada” exigirán una explicación detallada, desde todos los puntos de vistas
posibles, para que puedan asimilarse y entenderse por qué es necesario adoptarlos y provocar el
cambio.
Siempre un cambio primero debe “estar en el corazón” (debe recibirse con afecto o simpatía),
después debe “llegar a la mente” (debe comprenderse cabalmente) y finalmente “debe llegar a la
voluntad” (generar ganas de hacer en forma inmediata). Por esto el cambio comienza en lo personal,
en lo individual, en los modos, usos y costumbre que cada hombre debe desarrollar en su vida
cotidiana. Sólo después de conseguido esto, debe introducirse el cambio en la sociedad (modos, usos
y costumbres sociales). Lo radical y revolucionario no cumplió históricamente sus fines aparentes de
renovar una sociedad que se suponía anquilosada o estancada por esquemas añejos, perimidos y no
funcionales. Los cambios violentos dieron resultados magros con devastación y orfandad cultural y
espiritual. Muchos hechos revolucionarios desilusionantes por sus resultados inmediatos, obligaron a
repensar los cambios propuestos y los métodos con que se instrumentaron y de esta reflexión en
varias ocasiones surgió la necesidad de un nuevo replanteo, más racional y lógico, y que graduó los
cambios que la revolución propuso, adecuándolos a la realidad de cada comunidad. El fenómeno
moderno de desorientación o despersonalización por distrés, se debe precisamente a que los cambios
que se introducen en la sociedad son rápidos y numerosos, no permitiendo esto que sean asimilados y
generan angustia. A través de la historia, lo que benefició a la humanidad en cierta medida han sido
los reajustes escalonados que siguieron a los movimientos reformistas o revolucionarios (ajustes
conocidos como contrarreforma o contrarrevolución, a los cuales resaltamos en sus aspectos positivos
y en los efectos negativos, porque el negativismo en alguna forma iguala a revolucionarios y
contrarrevolucionarios y lo negativo, a su vez, hace tan rechazable una reforma como una
contrarreforma). Si un cambio que nació revolucionario o radical prendió en la sociedad, lo hizo a
través de una necesaria decantación en el tiempo, lo cual significó una cierta gradualidad. El cambio
gradual puede evitar la violencia, tanto de la implantación como del rechazo, porque las propuestas
no se imponen por la fuerza sino por la reflexión y la evaluación de su conveniencia o no. La
reflexión evaluativa permite saber si el cambio que se intenta será positivo o negativo o al menos,
limar asperezas para su adaptación, lo que evita el temor a lo nuevo, reacción lógica ante lo
desconocido. El cambio gradual induce al conocimiento primario de qué es lo que se pretende
reformar y qué es lo nuevo que remplazará lo supuestamente obsoleto. Este acercamiento al objeto le
vuelve menos extraño y desconocido, condición sin la cual no hay aceptación inmediata.
En los últimos años se han introducido cambios bruscos, a veces sutiles y subliminales, a
través de la tecnología y cambios violentos de políticas sociales y económicas. El resultado ha sido
una denigración de la dignidad humana, traducida por los niveles de deshumanización social que
hemos subrayado en parte. En los albores del siglo XXI, el hombre debe comprender que alcanzar la
calidad total significa que las soluciones inhumanas no son posibles, que se debe “hominizar” todo lo
inhumano que hoy existe, entendiendo por inhumano todo lo que es ajeno a la esencia del hombre: a
su inteligencia, a su afectividad y a su sociabilidad. Básicamente este trabajo esboza una propuesta de
que todo cambio debe tener por lo menos en consideración la racionalidad, la afectividad y la
sociabilidad del hombre (aclarando que hay otras cosas además de esta tríada elemental). La
racionalidad y la afectividad descansan en lo individual, siendo apriorístico no hacer lo que va contra
esas cualidades. Obviamente, cuando el hombre enfrenta actos que no acepta intelectual y
emocionalmente, se siente mal. La idea de introducir cambios tanto en la conducta como en la mente
y la emotividad, en relación con la consecución de la calidad total, debe estar tanto en la mente de
educandos y educadores en forma simultánea para no crear recelos ni ansiedad. El esfuerzo para
realizar el cambio debe ser conjunto, “hombro a hombro” pues ambos deben aprender lo mismo y
ejecutar idénticas conductas, para lograr erradicar los usos y costumbres que han llevado a la crisis al
sistema actual. La introducción del cambio primero debe ser individual. Luego se debe extender a la
sociedad y, por último, llegar a toda la humanidad, a través de la globalización.
El cambio debe comenzar por lo personal e individual dijimos. Para esto lo primero es
motivar al hombre para el cambio. La motivación siempre está más cerca de la emoción que de la
inteligencia. Estas reacciones emocionales son las que preceden en muchos casos a las reacciones
racionales o de la inteligencia, por lo que la inteligencia sola no es suficiente para triunfar en la vida.
La motivación es la sal del cambio, pero esta motivación debe estar tanto en la mente del educando
como en la del educador. Pretender que solo uno de ellos debe cargar con toda la responsabilidad no
beneficia ningún cambio.
Como es nuestra costumbre, entenderemos por valor, en primera instancia, lo que nos dice la
Real Academia Española y así tendremos que es “grado de utilidad o aptitud de las cosas para
satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite” o bien, “cualidad del ánimo que mueve
a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros”. Por lo tanto, los valores,
pueden ser determinadas cosas o “cualidades del ánimo” que se consideran como bienes deseables
que nos permiten satisfacer necesidades, proporcionar bienestar o deleite, acometer grandes
empresas y arrostrar peligros o conflictos. Primariamente la primera escala de valores está regida por
la vida como el primer valor o el más deseable y por la muerte como el valor último o el menos
deseable. Entre estos dos valores ubican muchos otros que cada persona incorpora de acuerdo a sus
necesidades, búsqueda de satisfacciones o tipos de conflictos que deba enfrentar. Las virtudes que
hemos comentado son también valores personales deseables en tanto y en cuanto nos proporcionan
un grado de utilidad o de aptitud personal. Entre los bienes supremos, propios de la naturaleza del
hombre y como una nota constitutiva de su ser está el amor, uno de los valores más declamados pero
muy poco conocido y practicado. Por eso debe ser uno de los primeros en ser enseñados bajo sus
formas de autoestima, caridad y sentido de la vida. La manifestación de amor básica es el amor a
uno mismo, la autoestima. La revalorización de sí mismo, como autoestima, permite también valorizar
a los demás en el respeto y amor hacia ellos, considerando a cada uno de los prójimos como a sí
mismo. Esto constituye el amor projimal o caridad. En cuanto al sentido de la vida, los dos polos,
mundo y hombre, son los ejes posibles de llenar de sentido para poder valorar la vida en su plenitud
de sentido. Para lograr esto hay que tener amor a la vida y acá unimos dos valores esenciales: vida y
amor. Solamente amando a la vida, la misma cobra sentido pleno.
Otro valor inconmensurable es la libertad, pero para que el hombre sea verdaderamente libre
supone que antes es un hombre preparado, cultivado o culto, para entender qué es la libertad y como
usarla. Hay una libertad auténtica y una libertad inauténtica. La libertad auténtica es la capacidad de
decidir con responsabilidad lo que significa tener esa capacidad de decisión pero con la única traba
del derecho ajeno. Mi libertad llega hasta donde comienzan los derechos y la libertad ajena. Luego,
libertad no es algo que no posea frenos ni límites. Toda libertad, para ser tal, es siempre limitada.
No hay nada ilimitado. Pero, libertad también es responsabilidad, es decir, saber responder por todos
nuestros actos ante nosotros mismos y los demás. Esto implica que cada uno de nuestros actos está
bajo nuestra propia lupa y la ajena. Por lo tanto, ser responsable significa ser considerado con los
demás; prudente, equilibrado consigo y los otros. El equilibrio, a su vez, armoniza con el medio y sus
cambios y permite actuar a la luz de la inteligencia y la afectividad y no por la impulsividad
irracional. Todos nuestros actos deben ser regidos por la razón y no por el instinto irracional que
lleve a nuestro propio daño o al daño de los demás. Amor y libertad están inspirados en el mismo
principio: lo primero es no dañarse uno ni dañar a los demás. La libertad inauténtica es la que
pretende imponer nuestra voluntad, deseo o acción, arrastrando con todos los derechos ajenos y sin
ningún tipo de freno. Esto es lo que se conoce como libertinaje, una de las formas degradadas de la
libertad. Naturalmente, el libertinaje significa ausencia total de responsabilidad (irresponsabilidad
absoluta).
Otros valores como bienes deseables son la ética, la cultura y la urbanidad. De la ética hemos
adelantado algo pero recordamos que en general, ética y moral van de la mano y se refiere a las
buenas costumbres, a los buenos usos, a los buenos modos. Particularmente en este último punto
referido a “los buenos modos” queremos detenernos para referirnos a la urbanidad como todo lo
referido a la cortesía, comedimiento, atención y buen modo.
La urbanidad es un valor algo despreciado más que deseado, porque quizás de insistió sobre
ella en forma compulsiva, en la familia y la escuela. En el afán de lograr esos buenos modales, se les
ritualizó hasta el extremo de imprimirle una rigidez sin sentido y convertirla en un frío
convencionalismo. Pero no es tan así. La urbanidad es un valor que debe ser enseñado, en lo posible,
desde la infancia en el seno de la familia y completar la educación en todos los actos de la vida social.
Empero si no es enseñado, como un valor esencialmente aprendido, no puede adquirirse. El hombre
con urbanidad es el hombre cortés, amable con los demás y también comedido o servicial, ambos
atributos muy necesarios para manifestar nuestra caridad.
Pero también urbanidad está referida a costumbres del buen vestir, en el sentido de un aspecto
aliñado y aseado, en el buen comer en el sentido de evitar gestos o actitudes groseras o chocantes, en
el buen hablar para no caer en la chabacanería, el desenfado y el lenguaje zafado. No es posible
seguir permitiendo que el hombre de hoy sólo sepa expresarse intercalando un insulto o mala palabra
en sus conversaciones, expresándose a gritos o voz destemplada y no cultive el arte de saber escuchar
y hablar cuando le toque su turno u ocasión. De hacer un esfuerzo por entender qué es lo que los
demás quieren decir y no contestar con cajas destempladas, desprecios o burlas. Cada punto de vista
puede tener una razón y un valor. Aún en el supuesto de que alguien exponga algo que realmente es
sin sentido ni razón, la urbanidad consiste en escuchar igualmente y no herir con la desatención o la
mofa. Urbanidad implica, asimismo, reacción mesurada, aún ante lo que no nos guste. La mesura no
significa tibieza que impida defender un criterio o principio, sino impedir reacciones fuera de
contexto, exabruptos o violentas. Impedir un acto ofensivo, una palabra agraviante o defender una
idea, no siempre presupone ataques iracundos o violentos, a menos que se deba actuar “en legítima
defensa”.
En el caso del hombre trabajador, el trabajo es el primer bien deseable, después de estos
bienes primordiales a todo hombre, que terminamos de enunciar. El trabajo comparte todas las
definiciones dadas de valor, pero hay que agregarle una tercera: “cualidad en virtud de la cual se da
por poseerla cierta suma de dinero o equivalente”. Por lo tanto, además de un grado de utilidad para
satisfacer necesidades y proporcionar bienestar, como cualidad del ánimo que permite acometer
empresas, es también placentero y da deleite y la condición de ganar dinero nos lleva a la satisfacción
de necesidades primarias, pero también abre la posibilidad de adquirir bienes y servicios y de obtener
riqueza. Estas definiciones, además de completar las virtudes del trabajo, hacen comprender porqué
es un auténtico bien. Por cierto, para ser aprehendido como un bien, el hombre debe tener la
suficiente disposición de ánimo para gozar con el trabajo y no sufrir con él, puesto que si es visto
como castigo o algo agobiante, nunca podrá ser tenido como un bien o un valor, sino como algo
despreciable.
El trabajo, además de la retribución que permite vivir bien o, por lo menos, con decoro,
socialmente da seguridad, dignidad y estima social, dando a veces esta estima un cierto prestigio
social. Un desocupado social vive su situación como una especie de estigma social, no sólo por la
privación de una fuente de recursos, sino porque no es estimado socialmente. Cuando el hombre
presenta algún tipo de conflicto pierde el deseo de trabajar y en este caso la desocupación es
voluntaria y lo lleva (como la involuntaria), a un deterioro espiritual. Y un hombre espiritualmente
mutilado no es receptivo de ningún tipo de trascendencia, se anonada y queda reducido, muchas
veces, a una especie de piltrafa social. El trabajo es también un medio de instrumentar el mundo, y
por esto es un valor cultural. Es cultura. El aprendizaje de un oficio o una profesión permite al
hombre desarrollar sus capacidades esenciales y por esto tener proyectos existenciales cotidianos.
Educación emocional
Así como hay un cociente intelectual también existe un cociente emocional, pero éste no es
susceptible de ser medido como el intelectual. Este aspecto de cociente emocional debe ser conocido
y manejado porque el éxito de cualquier propósito o cambio dependerá en un 20% de la inteligencia
y en un 80% restante de otros factores como el tesón, la intención y el control emocional o
inteligencia emocional (IE). Ned Herrmann destaca en la educación, dos objetivos:
Estos objetivos podrían conseguirse a través de una la inteligencia emocional. ¿Cuáles son las
principales características de la IE? Serían cinco, a saber:
Equilibrio anímico
Hay que saber aceptar la emoción dándole un tiempo y un espacio. No reprimirla sino
dimensionarla adecuadamente. Una represión severa o injustificada es tan perjudicial como una falta
absoluta de frenos. El equilibrio está en el medio: el control medido en el que no se reprime la
emoción sino que se condiciona el tiempo que debe durar y el espacio en el que se debe desarrollar o
manifestar. Hay que dejar que la emoción aflore libremente, pero que no desborde.
1. reconsideración de los motivos de la persona que con su conducta nos puede irritar o
molestar desencadenando una reacción emocional violenta o nociva. Por ejemplo, alguien conduce
mal un vehículo provocando problemas en la circulación del vehículo que conduce uno, ante esto se
debe preguntarse: ¿tendrá una emergencia?, ¿estará enfermo? ¿estará confuso por un desequilibrio
que le provoca algún problema intenso? Estos planteos son la reconsideración o interpretación
positiva de lo ocurre y nos crea conflicto.
2. alejarse de la situación emocionante negativa, es decir, hay dos formas de tomar distancia: la
primera e inmediata, si es posible, alejarse físicamente del lugar o ambiente que nos provoca malestar
emocional. Estar a solas o lejos del problema ayuda a reconsiderar positivamente lo negativo.
3. distraerse es la otra forma de tomar distancia con el problema. En esto lo esencial es dejar de
pensar en el problema o tratarlo con indiferencia. El “alejamiento mental” puede hacerse por la
simple medida de “cambiar los pensamientos” buscando otros polos de reflexión o en la práctica ir
tras de situaciones gratificantes como ser, dar un paseo, hacer ejercicios físicos, tomar un café con un
amigo, leer algo placentero o cualquier otro esparcimiento que nos permita “relajar la atención”
centrada en la causa de la emoción.
4. relajarse es otra medida cuando se nota la ansiedad, tensión o la depresión que provoca una
vivencia emocional de cierta intensidad. Saber relajarse es otro mecanismo de escape o de equilibrio.
Para relajarnos tenemos la meditación, la respiración profunda y la oración (para aquellos que sean
creyentes religiosos), pero por sobre todo tener siempre presente el clásico dilema: si esto tiene
solución, ¿para qué me preocupo? Y si no la tiene, ¿para qué me preocupo?
Estos son los mecanismos del arsenal a nuestra disposición para librarnos de los estados de
ánimo nocivos.
Motivación positiva
a) objetivos claros
b) actitud optimista.
Control de impulsos
Sociabilidad
El hombre es sociable por naturaleza, es decir, busca convivir armoniosamente con sus
prójimos. Pero esto no siempre surge en forma espontánea sino que debe cultivarse. Así como hay
normas sociales de ética y derecho, también existe una capacidad individual de identificación con el
otro, lo que se conoce como simpatía o empatía, esto es, la capacidad de colocarse en el lugar del
otro, de hacerse un poco el otro, para comprenderlo mejor, estableciendo vínculos de afecto y no
solo relaciones interpersonales convencionales y rituales. Es un atributo noble y necesario conocer los
sentimientos de los demás en todo lo que nos rodea: la familia, el trabajo y el círculo social en que
nos movemos, sobre todo, los amigos.
Conocer a los otros es posible porque las personas transmiten y captan señales imperceptibles
de sus estados de ánimo. Así es dable percibir si estamos atentos, cuando hay mensajes de amor u
odio, aprecio o desprecio, simpatía o antipatía, amistad o enemistad, camaradería o rivalidad. Hay
expresiones y gestos que ayudan a interpretar. Ganar la habilidad para interpretar las señales
somáticas o emocionales de los otros será la instancia fundamental para lograr controlar nuestras
emociones y la forma en que las transmitimos.
Tendremos así con quien compartir las alegrías y nos asista en la desgracia, pues ambas cosas,
respectivamente, son contrapartidas. Formar amigos es una tarea de amor y sinceridad. Si no hay
afecto real, la búsqueda de relaciones se transforma en un acto egoísta en el que se cultiva
superficialmente una amistad con un fin de utilización (“es amigo si me sirve para algo”). Cuando la
relación se busca y establece con un objetivo utilitario, corremos el riesgo de que todos estén
presentes en nuestros triunfos y ausentes en los fracasos y penurias. Sólo el afecto sincero y auténtico,
sin desbordes emocionales, será la base de las relaciones sociales perennes y que nos acompañen
siempre, en las buenas y en las malas.
Lo primero que debe hacer todo hombre para empezar un reordenamiento personal y
aprender a vivir es lograr manejar su forma de pensar. Esto es muy complejo porque la formación
del contenido del pensamiento individual lo es sobre la base del aprendizaje de la instrucción cultural,
de los usos, costumbres y creencias, de la educación básica en la familia y en la sociedad en la que
convive. Hemos repasado todo esto y llegamos a la conclusión de que todo el entorno del hombre
actual de este siglo XXI es muy negativo y por eso debe realizar un esfuerzo para superar todo lo que
lo desestructura como hombre genuino. Ordenar el contenido de su pensamiento significa comenzar
a repensar todo lo que sabe, conoce o cree para llevarlo a una dimensión más ajustada a la verdad o
autenticidad. Debe despojar las cosas de ese cascarón de inautenticidad que los siglos han ido
depositando paulatinamente en las creencias y costumbres, para recuperar el sentido natural y real de
todas las cosas que le rodean, empezando por sí mismo, su familia y su entorno social inmediato.
También, como el médico y otros que deseen el cambio, lo primero es ordenar el lenguaje
con el que va a pensar. No podrá formar juicios buenos si no tiene palabras para expresarlos ni para
formar un conocimiento verdadero o correcto. Lo primero es conocer las palabras que necesita
ampliando su léxico pobre, comprender correctamente el significado (semántica y etimología) de esas
palabras, antes de emplearlas para hablar o pensar.
Esto obliga a leer, a conocer, a consultar el diccionario y, sobre todo, practicar ese “nuevo”
lenguaje personal, obligando a su entorno a hacerlo para poder comunicarse con él. Nadie crea que
esto es sencillo. Es una tarea monumental que exige paciente, mucho tesón y práctica. Poseer los
diccionarios necesarios y una biblioteca mínima o, en su defecto, adquirir libros en préstamos o
hacerse el tiempo de ir a una biblioteca unos minutos al día. Cuando lee algo debe analizar muy bien
su contenido y la veracidad de lo que se expone. No hay que aceptar cualquier concepto que no esté
dentro de la sensatez.
La estupidez o necedad es el mal mayor que se extiende a más de tres tercios de la humanidad
pasada y presente, de modo tal que Erasmo de Rótterdam escribió un tratado sobre ella. Siempre se
ha mencionado y hablado del sentido común, al cual se le reconoce toda suerte de mérito, pero
también como que es el más despreciado y poco tenido en cuenta. Baste citar el aforismo popular de
que “es el menos común de los sentidos”. Empezamos desmadejando lo que la frase quiere decir, esto
significa, lo que el sentido común es. La Real Academia Española (RAE) incluye once acepciones de
la palabra sentido. Nosotros tomaremos sólo aquellas que tienen relación con el sentido común.
Empecemos por la primera acepción: “que incluye o explica un sentimiento”. La tercera acepción es
la de “cada una de las aptitudes que tiene el alma de percibir, por medio de determinados órganos
corporales, las impresiones de los objetos externos”. La cuarta acepción es “entendimiento o razón
con que se disciernen las cosas”. La sexta acepción está referida a la “inteligencia o conocimiento
con que se ejecutan las cosas”. Finalmente, la séptima acepción nos lleva a la definición de “razón de
ser”. En cuanto a común tomaremos sólo dos acepciones: la primera que enuncia “dícese de lo que,
no siendo privativamente de ninguno, pertenece o se extiende a varios”. La segunda, referida a lo
“corriente, recibido y admitido de todos o de la mayor parte”. Pero, también, la RAE se preocupa de
darnos una orientación y habla del sentido común como la “facultad interior en la cual se reciben o
imprimen todas las especies e imágenes de los objetos que envían los sentidos exteriores”.
Hasta acá, el diccionario nos ayuda a comprender algunas cosas, pero es evidente que cuando
se trata de dilucidar la esencia de las mismas, a través de la denotación, el diccionario pierde todas las
pistas necesarias y no encuentra el lenguaje ajustado. En el caso del sentido común se desvía de toda
lógica para dar una denotación que está claramente referida a la facultad mental de la percepción que
es la vía común o final del proceso de integración de todo lo que perciben los llamados órganos de
los sentidos. En lo único que aparentemente acierta la Academia es en decir que el sentido común es
una “facultad interior”. Por lo tanto, es conveniente que empecemos a dar nuestro propio punto de
vista, el que integraremos teniendo en cuenta las acepciones que hemos tomado del término
“sentido”. Comenzaremos diciendo que como facultad interior es pasible de ser percibido como un
sentimiento. Es el sentimiento que nos despierta la particular percepción de los objetos exteriores o
interiores, a las cuales sometemos al discernimiento de nuestra razón, para que nuestra inteligencia dé
un sentido o significado para conocer las cosas e imprimir una orientación racional a nuestra
conducta, esto es, a nuestro “modo de hacer”. Estas conclusiones nos llevarían a la primera impresión
de que el sentido común es lo que motivaría nuestro “modo de percibir”, “modo de pensar” y “modo
de hacer”, en suma, nuestra “modalidad de ser”. Si es así, queda bien claro la acepción de que sentido
común sería la “razón de ser” del hombre. Estas concepciones dan mejor comprensión del término
“sentido común” y es lo que realmente le haría ser el sentido “común” a todos los hombres.
Teóricamente, tomando las acepciones en forma auténtica, sin más vueltas, el sentido común sería el
que define la esencia inteligente del hombre. En consecuencia, sería el sentido de la razón, de lo
obvio y de lo necesario. Siempre en forma teórica, sería “el sentido que nos ayuda a vivir
correctamente”. La realidad nos lleva a los otros significados del término común. En lo referido al
sentido común, lo común es que es admitido por todos o la mayor parte de los hombres, pero sólo se
extiende a varios. No a todos. Sólo a algunos. Luego, empezamos con las incongruencias necias: es
admitido por todos o casi todos, pero sólo es patrimonio de algunos. Esto es lo que quiere decirse
cuando se expresa como “el menos común de los sentidos”.
El verdadero sentido común sería el que llevaría al hombre a expresar su “razón de ser”.
Sabemos que el ser del hombre es el “ser inteligente” o racional. Ergo, el sentido común debe ser
totalmente racional. No debe admitir lo irracional, en cuanto a conducta se refiere. Como sentido de
percepción interior, debe saber percibir lo obvio, aquello que “es lo que es” y no otra cosa. Por
ejemplo, si se ve un perro no puede manifestarse que se está viendo a otro cánido o un lobo.
Esencialmente, el perro es perro, pero nunca lobo. Sin embargo, la obviedad no es precisamente la
guía absoluta de la conducta humana, la cual tiende más a la irracionalidad y al pensamiento mágico
o fantasioso que al realismo auténtico. Finalmente, en lo referido a lo necesario, es aquello que “no
puede dejar de ser lo que es”. La autenticidad es “ser lo que realmente se es”. La sabiduría es
conducirse con prudencia y certeza frente a lo que las cosas son. Este lenguaje puede parecer
ambiguo pero dada la cantidad innumerable de cosas que el hombre debe percibir, usar y saber darle
sentido, no permite nombrar en forma taxativa todas esas cosas y por eso nos referimos a “cosas” y
“esencia” en forma general. Precisamente, la tarea de descubrir “los que las cosas son” es de la
inteligencia exclusivamente. Si el hombre no procede en forma racional, utilizando debidamente su
inteligencia, comienza la falla o error. Abandonar el uso de la inteligencia es volverse irracional y,
así, nunca más se hallará “el sentido de las cosas”. Perderá el sentido interior de la percepción de la
realidad (sentido de la realidad) y comenzará a deformar esa percepción. Luego, lo necesario se
volverá contingente (aquello que puede ser, o no). Por lo tanto nada es obvio sino “según el cristal
con que se mira”. Se cae en lo relativo y se pierde el sentido de lo obvio, lo racional y necesario. La
pérdida de esto nos lleva a la relatividad y la irracionalidad, esto es, la necedad o estupidez.
En virtud de estos razonamientos hemos resaltado en este parágrafo como el sentido común
es la oposición a la necedad o estupidez. El sentido común sería el instrumento o herramienta que
todo hombre posee esencialmente, a modo de facultad interior que permite interpretar debidamente
no sólo la percepción exterior que llega a través de los sentidos sino también de la percepción
interior de todos los fenómenos intelectuales o emocionales conscientes e inconscientes que nos
ocurren, para evitar la conducta desviada y manejarse con la conducta racional, correcta, auténtica
y sabia. Lo que sería la verdadera “razón de ser” de todas las cosas y sensaciones. La racionalidad
nos lleva no sólo a la conducta inteligente, sino al manejo afectivo y emocional contenido y positivo
y a la expresión de una voluntad férrea de “hacer lo debido”. Nos impide caer en la irracionalidad
de la vida instintiva negativa, de caer en conductas erradas, licenciosas y dañinas para nosotros y
los otros. Como sentido es una facultad de percibir, pero no a través de sentidos, sino en forma de
sentimiento: sensación de percibir lo obvio, lo correcto y lo necesario en sentido absoluto. Es el nexo
interior obligado del pensamiento inteligente con la correcta y simple interpretación de la realidad
circundante. Es la visión no distorsiva de las cosas, tal cual éstas son. Despreciar todo esto es
abandonar el sentido común. Y este abandono implica, sin dilaciones, renunciar a nuestra condición
de hombres para sumergirnos en la abyección de manifestarnos como bestias. La abyección es ser
arrojado hacia abajo, en lugar de ser lanzados hacia delante o proyectarnos. El sentido común nos
dice que todo hombre debe tener un proyecto de su vida (proyecto existencial) que le permite “saber
vivir” en busca de lo positivo, la alegría y el placer. La falta o el abandono del sentido común es todo
lo contrario: lo negativo, la tristeza, aburrimiento, abulia, depresión y anhedonia (falta de placer) y
una pérdida del sentido de la vida con abandono de todo proyecto.
La RAE nos dice que meditar es “aplicar con profunda atención el pensamiento a la
consideración de una cosa o para discurrir sobre los medios de conocerla y conseguirla”. De esto es
evidente que “profunda atención” es concentración y concentración es “fijar la mente en un punto”.
Para esto debo hacer una abstracción de los sentidos, que es como prescindir de la vista, el oído, el
olfato, el gusto y el tacto. No debo distraer estos sentidos usándolos al mismo tiempo que deseo
meditar. Esta primera premisa me dice claramente que debo buscar un “espacio físico de aislamiento”
o aprender a aislarme “en medio de la vorágine”. Lo primero es más sencillo que lo segundo, aunque
ambas cosas son factibles. Empecemos por lo más sencillo y comprensible: aislarnos físicamente. Esto
lo hacemos automáticamente cuando vemos una película, escuchamos música o leemos atentamente
algo. Luego, es cuestión de observar atentamente como disponemos los sentidos en esas situaciones
para después aprender a hacerlo cuando estemos dispuestos a meditar. Esta educación de los sentidos
es primordial. Sin ella no hay concentración, sin concentración no hay meditación. Cuando oramos
con devoción, es decir, “conversamos con Dios”, estamos en absoluta prescindencia de los sentidos.
La meditación es lo mismo que la oración. Es una conversación con nosotros mismos, en lugar de
conversar con Dios. Por lo tanto la predisposición para la meditación es la misma que la
predisposición a orar. De igual manera el científico, el artista y el filósofo cuando van a crear algo de
su especialidad, se concentran tan profundamente que esto también es meditación. Nosotros tenemos
que aprender a concentrarnos en las cosas inmediatas a nuestra necesidad cotidiana. Esta actitud
significa aprender a vivir. No es cuestión de pensar cualquier cosa, sino sólo aquellas que nos van en
forma inmediata, con la que tenemos que habérnosla sin escapatoria alguna. Una de ellas es la salud.
Hay dos formas de habérnosla con la salud: para prevenirla o para curarla. En ambas situaciones
debemos meditar. La oración es una forma de meditar como lo veremos luego.
En esta particular cuestión, Herbert Benson, médico norteamericano que luego estudiaremos,
ha escrito un libro. En él describe como muchos pacientes enfermos del corazón aprendieron a
disminuir el estrés y con ello mejoraron la hipertensión arterial, los accesos anginosos y otros
malestares cardíacos. La meditación es estudiada por la medicina norteamericana desde finales de la
década del ’60 y ha ido en auge hasta el presente. Luego, meditar no es sólo aprender a pensar sino
también aprender a prevenir y curar las enfermedades. La concentración necesita básicamente dos
cosas importantes: deseo intenso y voluntad férrea para hacerlo. Sin ellas no habrá perseverancia o
tesón. Hay dos cosas a tener en cuenta para meditar, aparte de la concentración o anulación de los
sentidos: la relajación y la respiración.
La relajación
Lader, que también atiende lo relativo a terapéuticas no farmacológicas como parte de una
educación antiestrés o antiansiedad, aconseja:
Estas técnicas, especialmente la relajación, a la vez que permiten concentrarnos para meditar
disminuyen una gran variedad de trastornos de ansiedad y estrés (Tarler-Benlolo, 1978) porque
produce disminución de:
a) el tono muscular
b) la frecuencia cardiaca
c) la presión arterial
d) la frecuencia respiratoria.
Las técnicas de relajación y meditación más conocidas y usadas, son las propuestas por los
yoghis o yogas:
1º. Elegir la postura o posición: la mejor es sentado o acostado en forma cómoda con la columna
enderezada
2º. Buscar el estado de relajación que se hace en dos etapas: respiración profunda y relajación
muscular
3º. Concentrarse fijando la mente en un punto o imagen mental
4º. Elegir lo que se meditará
5º. El tiempo dedicado a meditar no debe superar períodos mayores de media hora. Podrá
meditarse varias veces al día pero nunca más allá de 20 a 30 minutos, el período útil de completa
concentración mental.
1. Siéntese o acuéstese en una posición cómoda: la postura clásica es sentado en el suelo con las
piernas cruzadas, sobre un pequeño almohadón redondo, o bien, acostarse boca arriba sobre un
colchón o suelo con alfombras o mantas adecuadas, o, también sentarse en una silla con respaldo
recto y mullido. Hacer esto en un ambiente agradable o preparado como es agregar aromas, flores,
velas, etc. O bien, en cualquier lugar que se necesita o se crea conveniente.
2. Enderezar la columna vertebral: si está sentado imagine una vertical entre su coronilla y el
techo o, si está acostando hágalo sobre una superficie recta donde asienten correctamente talones,
nalgas, ambos hombros y la cabeza. También apoyar sobre una pared recta bien los talones, ambas
nalgas, ambos hombros y la nuca endereza la columna vertebral y alivia dolores. La columna recta
evita malas posiciones que causan incomodidad y dolores y deformaciones. Columna recta o
enderezada no es lo mismo que rígida o tensa.
3. Practicar respiración profunda nasal: llene respirando por la nariz por complete sus
pulmones (ayúdense proyectando el abdomen hacia delante, “sacar panza”). Concéntrese en cada
aspiración (inspiración) lentamente y una vez logrado ese lleno pleno de sus pulmones concéntrese
en la espiración o suelta de aire, la que puede hacer suavemente por la boca, como silbando, o por la
nariz si lo prefiere y debe extraer todo el aire, esta vez contrayendo o hundiendo el abdomen hasta
estar seguro de que no queda nada de aire en los pulmones. Reinicie el proceso tantas veces como sea
necesario hasta sentirse suelto o libre, esto es relajado. Luego explicaremos por separado la
respiración profunda.
4. Relajación muscular: se comienza con un método de aflojamiento de los músculos de la cara
bajando levemente la mandíbula y como llenando la boca de aire. Esto afloja y baja la lengua y evita
apretar los dientes. Luego se relaja el tronco bajando los hombros y comenzando la respiración
profunda, sigue el abdomen el cual al aflojarse se distiende levemente y, finalmente, los miembros
superiores al dejarlos levemente posando sobre los muslos con las manos abiertas y los miembros
inferiores al entrecruzarlos o extenderlos con las rodillas levemente dobladas. Cada uno deberá
estudiar y elegir la forma de relajar los músculos, los cuales tendrán que quedar completamente flojos
sin tensar ninguna parte del cuerpo. La relajación se controla con la mente, la cual deberá enviar
mensajes de relax a cada parte del cuerpo. Relajarse bien puede conseguirse con el primer intento o
deberá recomenzarse cada vez que algún grupo muscular entre en tensión. Esto significa que relajarse
puede abarcar varios intentos.
5. Elegir el objeto sobre el cual va a meditar y concentrarse en él: ya explicamos que
concentrarse es tratar de aplicar todos los sentidos a la cuestión a meditar, abstrayéndose de todo otro
estímulo exterior. Todos sus sentidos miran hacia dentro. Hacen introspección u examen de
conciencia, o retiro espiritual. Una forma de ayuda a concentrarse es empezar haciéndolo con una
oración profunda conocida. Esto reemplaza a los mantras de los yogas. Durante el intento de
concentración pueden aparecer imágenes o ideas o pensamientos, o molestias físicas o
preocupaciones o ansiedades u otras molestias psíquicas. En cuanto se perciban estas molestias o
distracciones, hay que reintentar iniciar la concentración (reconcentración)
6. Tiempo empleado en meditar: Conviene empezar a practicar relajación y meditación en
períodos cortos que van desde diez minutos como mínimo a media hora como máximo. Cuando se
haya logrado dominar la respiración y concentración y la meditación en sí, el tiempo puede
extenderse a todo lo que sea cómodo y necesario o el tema a meditar lo exija.
Saber respirar es la base de la única técnica eficaz para relajarse. Para aprender a respirar es
necesario manejar las técnicas de la llamada respiración profunda. Respiración es “acción y efecto de
respirar” y respirar es “absorber el aire los seres vivos, por pulmones, branquias, tráqueas, etc.,
tomando parte de las sustancias que lo componen y expelerlo modificado”. En realidad el proceso de
la respiración es más complicado y comprende varias etapas:
ventilación
intercambio gaseoso pulmonar
respiración celular
La ventilación es el comienzo del proceso pues ventilar es “hacer correr o penetrar el aire en
algún sitio” y esto es lo que comúnmente se le llama respirar, porque se cree que respirar es la
introducción del aire a los pulmones a través de la boca o nariz y de la tráquea. El proceso
ventilatorio comprende dos mecanismos:
El aire, una vez que llega a los pulmones, produce un intercambio gaseoso al nivel de
alvéolo pulmonar, que es la unidad anatomofisiológica del pulmón y allí, la pared alveolar que está
adjunta a la pared de los vasos capilares del pulmón, permite la difusión, por simple mecanismo de
gradiente, de gases a través de la membrana que une el capilar con el alvéolo. Del aire pasa oxígeno
al capilar y del capilar sale anhídrido carbónico. Finalmente, la sangre, a través de la hemoglobina,
transporta el oxígeno hacia las células y al nivel de la membrana celular hay un nuevo intercambio
gaseoso (respiración celular), donde la célula absorbe el oxígeno del glóbulo rojo y le cede el
anhídrido carbónico. La sangre, con su carga de anhídrido carbónico, vuelve al pulmón y allí reinicia
el ciclo con el ya descrito proceso de intercambio gaseoso. En síntesis: la verdadera respiración es la
que realiza la célula. El aparato respiratorio con sus vías superiores (boca, nariz, laringe, tráquea) y
sus vías inferiores (bronquios, alvéolos) y la sangre, son simple conductores del aire y su oxígeno,
pero la transformación química del oxígeno, en agua y anhídrido carbónico, se realiza en la célula a
través del metabolismo celular. A nosotros nos interesa el proceso de ventilación, pues la llamada
técnica de respiración profunda (que en realidad debería llamarse ventilación profunda), centra en los
mecanismos de inspiración y espiración. Para inspirar, hay que poner en marcha unos mecanismos
nervioso central (el centro respiratorio) que controla la ventilación autónoma (la que no depende de
la voluntad) y un mecanismo periférico en la que intervienen los músculos respiratorios (que pueden
ser controlados tanto autonómicamente como por la voluntad). Esta última condición de control
voluntario nos permite manejar los músculos de la ventilación que son los que están en el tórax y el
diafragma, que separa la cavidad torácica de la abdominal. En la inspiración intervienen tanto los
músculos torácicos como el diafragma. Cuando predomina la acción de los músculos torácicos, se
produce la ventilación torácica, en la cual el tórax se expande hacia delante y hacia los costados
(expansión torácica). Es lo que comúnmente se denomina “sacar pecho”. Este mecanismo es el que
actúa en la llamada ventilación superficial (en lenguaje común: respiración superficial). Cuando
predomina la acción del diafragma, éste expande en dirección a la cavidad abdominal y aumenta la
cavidad torácica a expensas de su abombamiento hacia la cavidad abdominal. Este mecanismo es
mucho más efectivo que el torácico, pues incorpora mayor cantidad de aire (aumenta el volumen
total del aire inspirado). Este mecanismo constituye la ventilación abdominal o comúnmente
respiración abdominal y es lo que vulgarmente se conoce como “sacar panza”. La ventilación
abdominal sería la ventilación natural o fisiológica. Es la llamada “respiración profunda” (ventilación
profunda).
El uso del corsé y otras vestimentas, que adelgazaran la cintura e hicieran esbelta la figura
femenina, el embarazo, etc. siempre “obligó” a la mujer a la ventilación torácica y ésta es la que
predomina naturalmente en la mujer. Los bebés o recién nacidos, realizan la ventilación abdominal
por ser la fisiológica. Los hombres, al descuidar su figura y predominar el status de que “echar
panza” era signo de prosperidad, en su mayoría realizan ventilación abdominal y por lo tanto en él
predomina ese tipo de ventilación. La combinación de ambas ventilaciones, torácica y abdominal,
constituyen la ventilación total y completa. Es la que utilizan atletas, deportistas y profesionales del
canto. A los efectos de los fines de la técnica respiratoria antiestrés, debemos conocer como se lleva a
cabo la ventilación profunda o abdominal. Esta técnica la practicaron por siglos los yogas hindúes y
ellos son verdaderos maestros, junto con otros pueblos orientales (japoneses, lamas, etc.).
Actualmente, la reactivación de estas técnicas con fines médicos, ha llevado a diversos médicos y
centros de estudios a investigarlas y enseñarlas. En EE.UU., entre los diversos institutos dedicados a
esto, está el Centro de Medicina Holística de Washington D.C. que enseña esas técnicas a enfermos
que la necesitan por diversas causas. El director de dicho Centro (y profesor de psiquiatría clínica de
la Universidad de Georgetown, James Gordon, explica: “la respiración lenta y profunda quizás sea
la mejor arma de que disponemos contra el estrés. Cuando hacemos entrar aire hasta la parte baja
de los pulmones, donde el intercambio gaseoso es más eficiente, todo cambia: el ritmo cardíaco se
vuelve más lento, disminuye la presión arterial, los músculos se relajan, cesa la ansiedad y la mente
se calma”.
A los beneficios señalados por Gordon, el doctor André Weil agrega que “mejora la mala
digestión crónica y los ciclos de sueño y energía”. Pamela Peeke prescribe técnicas de ventilación a
sus pacientes, los cuales ya no son sólo embarazadas próximas a dar a luz, sino también a los que
padecen cáncer, especialmente de pulmón, insuficiencia cardiaca, fibrosis quística, trastornos
pulmonares (asma, bronquitis, etc.) y otras afecciones, aconseja el método de pasear caminando y
conversando. El hecho de caminar y hablar obliga a una ventilación profunda. Peeke sostiene que
“es muy difícil respirar superficialmente mientras se camina”. De paso también, mientras se camina y
se habla, no se come. La especialista también afirma que en un mundo en que el estrés es algo
común, la reacción de “pelear o huir” se ha convertido en “angustiarse y comer”. Al no producirse
ninguna reacción física inmediata cuando el estrés ha preparado al organismo para la batalla, la
excesiva concentración de hormonas del estrés, máxime cuando es crónica, estimula el apetito, lleva a
la hiperorexia, sobre todo de alimentos ricos en grasas y dulces, y se llega a la obesidad, la que hace
que se acumulen células adiposas en todo el organismo, especialmente al nivel de abdomen y el
sobrepeso consecuente, es llamado por Peeke, peso tóxico, por ser un peso que intoxica al
organismo. La acumulación de grasa en abdomen, y especialmente bajo el diafragma, impide la
respiración profunda y es causa de enfermedades mortales como la apnea del sueño. Unos de los
principales difusores de las técnicas de respiración profunda son Carol Krucoff y el doctor Mitchell
Krucoff, quienes llaman a esa técnica, respirar con el estómago (base de la respiración abdominal
profunda). Los pasos que estos profesionales recomiendan son:
Acostarse boca arriba y ponerse un libro sobre el vientre. Relajar los músculos
abdominales e inspirar profundamente hasta levantar el libro. Al exhalar el aire, el
libro debe bajar. De este modo se introduce aire, no sólo en la parte alta del pecho,
sino en la región inferior de los pulmones, lo que distiende la cavidad torácica
completa.
Incorporarse y llevarse la mano derecha al abdomen y la izquierda al pecho. Respirar
profundamente de modo que la mano derecha se mueva hacia delante y hacia atrás,
mientras que la izquierda se queda relativamente inmóvil. Inspirar por la nariz con la
boca cerrada y exhale después por la boca como si estuviera silbando lentamente.
Cuando esta maniobra es realizada correctamente se siente una sensación placentera
intensa.
Mientras se mira el segundero de un reloj, inspirar despacio hasta llenar el abdomen
durante cinco segundos. Después exhalar durante otros cinco segundos.
Realizar respiraciones abdominales profundas durante todo el día, por ejemplo, al despertar,
antes de dormir y ante cualquier situación angustiosa.
2. entrenamiento asertivo
3. solución de conflictos
4. habilidad para tomar decisiones y resolver problemas
5. manejo del tiempo
6. psicoterapia
7. tratamiento psicofarmacológico.
Entrenamiento asertivo
• honestidad
• autocontrol emocional (inteligencia emocional)
• capacidad de expresar correctamente sentimientos y pensamientos sin zaherir a otros
• paciencia y habilidad para escuchar a otros captando lo más plenamente posible lo que tratan
de decirnos
• emprender nuestras acciones, cualesquiera que fuesen, con el máximo grado de optimismo.
Sólo cumpliendo con adoptar y mantener vigentes estos valores, a los que debe manejarse
armoniosa y equilibradamente, se conseguirá una permanente comunicación satisfactoria. Es muy
importante, de nuestra parte, asumir la responsabilidad de aprender a expresar nuestras ideas,
sentimientos o creencias y las cosas en general, de forma tal que no se ofenda a nuestros
interlocutores ni se avasallen sus derechos. Nuestro derecho a expresarnos excluye la posibilidad de
que con tal expresión arrollemos derechos ajenos. Por esto, es necesario practicar la forma correcta de
“decir” nuestros mensajes, sobre todo con una meditación o repaso previo de lo que se va a
manifestar, antes que abrir la boca y hablar de cosas no convenientes. Este “pulimento” de lo que se
quiere decir, es una condición básica para tener una comunicación eficaz y efectiva con otras
personas. En ocasiones es posible que una comunicación adecuada y respetuosa no induzca cambio
alguno en quienes iba dirigido el mensaje o no favorezca una interrelación personal.
Puede suceder en estos casos que intervengan otras variables ajenas a nuestra voluntad y
pericia, como son los factores propios del interlocutor, entre los cuales pueden referirse:
Desde otro punto de vista, la conducta no asertiva opera de la misma manera que un sistema
aritmético negativo: resta en lugar de sumar. Por estos motivos, debemos concluir que una conducta
no asertiva nos lleva irremediablemente a:
La inteligencia social consiste, lisa y llanamente, en buscar una conducta asertiva y rechazar
todo acto que nos pueda llevar a una conducta no asertiva.
Lader aconseja, para combatir al estrés o prevenirlo, el uso de modificadores del estrés
(Ursum y col., 1978). Estos modificadores pueden traspolarse y usarse para ansiedad y estrés y sería
También habíamos antelado que estas técnicas disminuyen trastornos de ansiedad y estrés
(Tarler-Benlolo, 1978) porque intervienen reduciendo el tono muscular, la frecuencia cardiaca, la
presión arterial y la frecuencia respiratoria. Estas intervenciones terapéuticas como la relajación, la
terapia cognitivo-comportamental e igualmente el simple hecho de verbalizar una vivencia
traumática, además de reducir el estrés o superarlo, podrían estimular las funciones inmunitarias.
Constituyen una especie de medicina alternativa denominada técnicas mente-cuerpo, reconocidas por
el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Una de ellas es la oración religiosa, que además
de constituir una forma de meditación, tiene efectos sobre la salud.
La oración: medicina eficaz
Un Congreso médico reunido en México para estudiar las patologías relacionadas con la
tríada cuerpo-mente-alma concluyó que no hay escisiones dualistas ni trialistas sino una sola unidad
orgánica-mental que responde a una ley del todo: cualquier afección de una de las partes, afecta a las
otras. De este Congreso sale la doctrina denominada terapia del alma, una vía alternativa para la
prevención y curación de numerosos trastornos psicosomáticos, especialmente estrés, ansiedad,
angustia, depresión, hostilidad, insomnio y otros problemas de la “ecuación cuerpo-mente”. En este
Congreso se informa la experiencia de la Universidad de Harvard, representada por el Dr. Herbert
Benson, que consiste en la combinación de meditación con rezos (oraciones) y cánticos religiosos
que, según la expresión de los expertos reunidos, relajan el cuerpo y la mente normalizando el ritmo
cardíaco, la respiración, la presión arterial y la tensión física, primeros afectados ante estímulos
estresantes, ansiógenos o angustiantes. Benson (Universidad de Harvard) descubrió que las
“fórmulas” religiosas de judíos, católicos y protestantes (por ejemplo Shalom, Jesús, ten piedad de mí
y Padrenuestro respectivamente) propiciaban cambios fisiológicos positivos, fenómeno que llamó
“respuesta de relajación”. Asimismo estableció un vínculo entre ejercicio y oración: recomendó a
unos corredores meditar orando mientras corrían y observó que tenían un rendimiento superior en
relación con los que no oraban.
Afirma que los resultados de la oración “no se pueden explicar por el efecto placebo”. Sobre
este resultado de los estudios realizados con oraciones, advierte: “Desde luego, no queremos empezar
a vender religión en nombre de la ciencia. Optar por la oración para aliviar la enfermedad es una
decisión personal”. Randolph Byrd publicó en 1988 un estudio que realizó con 393 pacientes,
computarizado, en el que dividió a sus pacientes en dos grandes grupos:
Los grupos fueron homogéneos en cuanto a sus componentes, edades y afecciones, siendo
similares en ambos grupos. A los orantes por el primer grupo sólo se les daba el nombre de pila de
los pacientes y un resumen somero de sus males. Se les pidió que rezaran diariamente hasta que se les
diera de alta a los pacientes. No se les dijo cómo y qué debían orar. El estudio se prolongó por diez
meses, al cabo de los cuales finalizó y arrojó, tras un atento estudio de ambos grupos, el resultado
siguiente: el grupo por el cual se había rezado:
• había registrado menos probabilidades de uso de antibióticos, por lo menos en una cinco
veces menos que el grupo testigo
• disminuyó en 2,5 veces el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca congestiva también con
relación al grupo testigo.
• tuvo un riesgo menor de padecer paro cardíaco con relación al grupo testigo similar.
• hubo menos casos de complicaciones, principalmente la neumonitis (pulmonía)
El Dr. Dale Matthews, en setiembre de 1996 realizó un experimento con 60 pacientes de ese
Centro que padecían artritis reumatoide, una afección que tiene ciertas manifestaciones claras, como
es la hinchazón de las articulaciones, un signo cuyo alivio o curación es fácilmente medible. A un
grupo de 45 pacientes (2/3 de los afectados) se oró por su salud durante cuatro días, en la tradicional
ceremonia cristiana de la imposición de manos. De estos pacientes se forma un grupo de 30
participantes por los cuales se rezó durante seis meses. El grupo testigo (quince pacientes) no ora ni
recibe oraciones de nadie. Los 60 pacientes siguieron recibiendo la atención médica de costumbre y
los médicos del Centro siguió examinándolos mientras duraba el experimento. También se realizaron
reconocimientos médicos especiales al término del experimento y después de transcurridos uno, tres,
seis y doce meses. Un paciente que al comienzo del experimento tenía 49 articulaciones inflamadas,
después de los cuatro días de oración e imposición de manos, sólo le quedaron 8 articulaciones
hipersensibles y en febrero de 1997 pudo prescindir de los antinflamatorios y analgésicos. Hubo una
sensible retrogradación de la inflamación y del dolor. El resto de los pacientes tuvieron mejorías
análogas y la remisión de inflamación y dolor superó al 75% del grupo, quedando un 20% con algo
de sintomatología pero también con importantes signos de curación. Sólo un 5% no obtuvo buenos
resultados. El grupo testigo tuvo muy pocos casos de mejorías (menos del 15%) y sólo fueron
parciales. La “terapia del alma” también abarca el uso de fórmulas nutricionales y ejercicios físicos. El
éxtasis religioso puede ser también, un placer cuando se experimenta plenamente. En 1996 se reunió
la Convención de la Academia Estadounidense de Médicos Familiares en EE.UU. y sobre 269
médicos encuestados, el 99% opinó que la fe religiosa puede contribuir a la curación de una
enfermedad y un 63% manifestó tener experiencia personal positiva de que la creencia en Dios
intervenía, indudablemente, en mejorar el estado de salud.
Tal vez el deseo de asociar medicina y oración sea una reacción involuntaria (o voluntaria)
contra el actual sistema de atención médica, cada vez más apresurado, despersonalizado y errático en
los efectos y consecuencias. Harold Koenig afirma que la fe “nos ofrece cierto control sobre
nosotros mismos y la posibilidad de no depender exclusivamente de una profesión médica que se
vuelve cada día más distante y mecanizada”. “El compromiso con un credo religioso permite
afrontar mejor las enfermedades traumáticas, el sufrimiento y la pérdida”. Con base en estos estudios
médicos se ha comprobado que la oración:
El estudio Koening-Larson estableció que las personas que acuden a la iglesia en forma
regular y semanal:
• por las buenas y sanas costumbres: la gente que concurre a la iglesia no fuma, no bebe licores
ni se droga ni tiene relaciones sexuales riesgosas
• por la fe: el sentimiento de fe parece actuar como un placebo (por mecanismos de auto
sugestión
• la sociabilidad en grupos: los estudios demuestran que la gente aislada es más propensa a
sufrir males tanto físicos como espirituales
Richard Sloan aconseja a los médicos no incluir las creencias y prácticas religiosas de los
enfermos para evitar que la medicina adopte una postura con el punto de vista de que la devoción
tiene efecto en la salud, pues, tácitamente, este uso médico puede conducir a determinados pacientes a
un sentimiento de culpa: está enfermo o no puede recuperarse por una práctica religiosa nula o tibia.
Sin embargo, esta oposición pierde terreno frente al avance de los estudios que demuestran
fehacientemente que la fe determina mayor protección contra las enfermedades o acelera la sanación
de la misma o atenúa el impacto mórbido. En el 2001 comienza a hablarse de una ciencia de la
espiritualidad. Foley, uno de los estudiosos norteamericanos, asegura que todo el mundo “tiene
algún tipo de espiritualidad y es lo que da sentido a la vida”. Este sentimiento de espiritualidad es lo
que está invadiendo a la medicina para sacarla del ejercicio meramente técnico y conducirla para
constituir una medicina de la espiritualidad. Todos sabemos que la relación entre el espíritu y el
cuerpo ha sido tratada desde la antigüedad. Pero al no haber estudios sistematizados, no se le dio
carácter científico a esa relación y quedó en el plano filosófico. La Psiquiatría y la Psicología la
rescataron para explicar en parte el fenómeno de algunas enfermedades mentales, pero recién ahora
se le da la dimensión exacta con la idea de una medicina holística (que englobe espíritu y cuerpo).
Los médicos occidentales apartaron la medicina (y su propia conducta profesional) de la
espiritualidad y la fe religiosa, constituyendo una comunidad médica escéptica que sólo se afirma
sobre rigurosos experimentos. Pero esa ciencia técnica no explicó ni curó muchos cuadros de
enfermedades que sólo respondieron a impulsos de la fe y del ejercicio pleno de una gran
espiritualidad.
Estos estudios que tienen mayor auge en EE.UU., llevan a pesar de que en ese país la ciencia
médica esté adoptando la espiritualidad para paliar el vacío espiritual de la mayoría de los
profesionales médicos. Cristina Puchalski manifiesta que “nos encontramos en un momento
decisivo. Los médicos tienen una misión de servicio: deben anteponer el bienestar de sus pacientes al
suyo propio. Ésa es una misión espiritual. Convertir la medicina en un negocio está llevando a la
pérdida de ese sentido”. La profesora propone, lisa y llanamente, que los médicos adopten
espiritualidad vs. “lucratividad”. Debido a esto, en 1996, la Asociación de Colegios de Medicina de
Estados Unidos entrevistó a organizaciones defensoras de los derechos de los pacientes, a los propios
médicos, a los directivos de compañías de seguros, a estudiantes de medicina y a miembros de la
comunidad en general para establecer que nuevos objetivos convenían a las escuelas de medicinas. La
encuesta arrojó un alto porcentaje de respuestas a favor de una enseñanza de índole cultural y
espiritual y los temas relacionados con la muerte. Como respuesta a este pedido, aproximadamente 50
de las 125 escuelas de Medicina que hay en EE.UU. han incluido el tema de la espiritualidad en su
plan de estudios. El vacío espiritual actual es quizás una de las mayores fuentes de distrés con secuelas
de ansiedad y angustia crónicas, que van de la mano con la depresión. Los grupos médicos que
estudian los efectos de la espiritualidad aducen que así como se observa el efecto de los
medicamentos, de la misma manera se pueden observar los efectos que tiene la conciencia espiritual
de una persona en su mejoría. Unos de estos médicos, Martín Jones, explica el efecto positivo de la
espiritualidad en la salud y se pregunta: “¿Por qué no admitir eso como prueba? Después añade que
la fe es “una fuerza muy poderosa”. De hecho, incluso los médicos que aceptan la espiritualidad
como posibilidad terapéutica, admiten que es muy importante recurrir a la fe pero sólo como
coadyuvante o algo adicional a los tratamientos médicos tradicionales y únicamente en el caso de que
el paciente preste su consentimiento para tratar o manifestar sus creencias, sobre todo, en el orden
religioso. Con esto quiere prevenirse que no aparezca una nueva discriminación médica, basándose
en los pacientes que tienen fe en contraposición con los que no la tienen, pues podría contribuir
negativamente el saber que se trata un paciente incrédulo o carente de espiritualidad.
Uso de psicofármacos y otros medicamentos
Cuando el proceso del estrés ha superado las defensas y se instala un cuadro de ansiedad o
angustia, conviene buscar el apoyo de los psicofármacos transitoriamente, hasta tanto el estresado
logre encontrar otros mecanismos de compensación. Últimamente la industria farmacéutica ha
logrado tranquilizantes y antidepresivos, cuyas fórmulas logran un buen efecto farmacológico con
escasas reacciones colaterales. Un ejemplo lo constituyen drogas como el alprazolam y la fluoxetina.
Otras drogas agonistas y antagonistas han sido repasadas para cada sistema en el capítulo de la
biofisiopatología del estrés. Las benzodiazepinas utilizadas, en general, como ansiolíticos, no siempre
son efectivas en el estrés, aunque sí en grados importantes de la ansiedad. Un problema con las
benzodiazepinas muy efectivas como ansiolíticas, son los efectos colaterales. En el animal se ha
comprobado que las benzodiazepinas tienen un efecto inmunodepresor, aún en la etapa prenatal. Sin
embargo, el alprazolam, en bajas concentraciones, tendría en algunos ratones, efectos
inmunoestimulantes. La inyección de alprazolam podría enmascarar el efecto inmunoestimulante
porque induce una reacción no específica, con hipercortisolemia. Algunos autores confirman la
acción de las benzodiazepinas sobre el sistema inmunológico dado que los macrófagos son
portadores de receptores de benzodiazepinas cuya estimulación provoca una disminución de la
secreción de citoquinas. El alprazolam, a bajas concentraciones (alrededor de 0,25 mg por dosis para
el hombre) podría ejercer una acción antiestrés (por aumento de la conducción del GABA1 y
disminución del CRH) y estimular el sistema inmunitario. Dosis mayores (hasta 6 mg/día) son
excelentes antifóbicos, pero producirían el mismo daño que el resto de las benzodiazepinas. Estos
experimentos permiten recordar, que como casi todas las drogas farmacológicas, los psicotrópicos
son por sí mismo elementos extraños al organismo y su presencia viene a complicar la respuesta
inmunitaria. Esta respuesta inmunitaria, igual que el estrés, constituyen parte de la reacción general de
adaptación. La respuesta patológica nos marcará el límite hasta donde puede admitirse el estrés y los
psicofármacos. Recordemos que el distrés aumenta los Gc sin ejercer el freno hipocampal normal de
las células de la CA3. Al fallar la inhibición gabaérgica, aumenta la neurotoxicidad por aminoácidos
excitadores y se produce la atrofia dendrital. Hay varias formas posibles de frenar este fenómeno:
1. bloqueando la síntesis de Gc, lo cual es muy peligroso porque impide acciones periféricas
normales
2. bloqueando la liberación de aminoácidos excitadores como antagonistas del NMDA
3. aumentando la conducción gabaérgica con benzodiazepinas tipo alprazolam
4. con antidepresivos tipo tianeptina que en forma directa disminuye la serotonina, suprimiendo
la inhibición gabaérgica
5. con antidepresivos administrados por varios meses
Esto quiere decir que en el curso de las primeras semanas del tratamiento antidepresivo, la
elección del antidepresivo debe hacerse de acuerdo al fin del tratamiento: si se quiere ansiólisis o una
desinhibición, acorde con los mecanismos bioquímicos que utiliza la droga antidepresiva. Así
tendremos que:
1. Alprazolam:
• Trastornos de ansiedad
• Trastornos de ansiedad asociado a depresión
• Trastorno por pánico con o sin agorafobia
2. Lorazepam (oral)
• Trastornos de ansiedad
• Trastornos de ansiedad asociado a depresión
3. Clonazepam
Quedan así resumidos los conocimientos que hoy se tienen de los antidepresivos que luego de
la acción sináptica realizan otra que es transináptica y opera sobre la segunda neurona y sus segundos
mensajeros como es la adenilciclasa y sobre los terceros mensajeros como las fosfoquinasas. También
incrementan los factores transcripcionales como las proteínas CREBS y los factores de crecimiento
neuronal. Los miorrelajantes pueden ser usados solos o combinados con antinflamatorios o
analgésicos y son útiles para los dolores músculo-esqueléticos causados por la tensión muscular del
estrés. Otros elementos farmacológicos que se aconsejan y utilizan en el estrés son los antioxidantes.
Los principales antioxidantes que comercializan son:
Jaime Rozowski advierte que el estrés y la ansiedad producen un incremento de los procesos
oxidativos en el organismo con gran producción de súper óxidos y radicales libres y esta “oxidación
podría afectar también la respuesta inmune de la persona y hacerla, por ejemplo, más vulnerable a
enfermedades como el resfrío y las infecciones bacterianas”. Nosotros ya hemos hecho referencia a
los procesos oxidativos que alteran al ADN mitocondrial y a las mutaciones genéticas adquiridas no
transmisibles debidas a las sustancias oxidantes. Los compuestos farmacológicos antioxidantes,
reforzados con una dieta y un programa de relajación y ejercicios adecuados, no sólo son preventivos
de las secuelas de los oxidantes, sino que una vez instalado el cuadro de daño por oxidantes, ayudan
evitando la progresión o la amplificación del mismo y, en muchos casos, contribuyen a la cura de
efectos y síndromes (signos y síntomas). En nuestra experiencia con más de 120 casos hemos hecho
un seguimiento clínico (estudio de evaluación clínica-farmacológica) en adultos de edad media y
ancianos y hemos logrado resultados positivos en más de un 75% de casos cuando ya los cuadros
estaban instalados. En otro 5% de casos hemos logrado retrasar o evitar los efectos oxidantes del
estrés. Con esto elevamos a más del 80% de resultados positivos del uso de antioxidantes
farmacológicos, usados como coadyuvante o como preventivos. Otros elementos usados en la
farmacología antiestrés es la aminoácidoterapia, ya que vimos que en la génesis de los principales
neurotransmisores que actúan en los sistemas fisiopatológicos, figuran los aminoácidos tirosina y
triptófano. Luego, los fármacos que contengan estos aminoácidos en dosis aceptables y en los casos
en que no estén contraindicados, pueden ser usados, sobre todo cuando se comprueba que hay
disminución de determinados neurotransmisores, como la serotonina y otros.
Finalmente, debemos hablar de la fitoterapia, otro elemento útil conocido de antaño y que
hoy vuelve nuevamente a resurgir. El uso de plantas medicinales está en la base de la medicina y
muchos de los actuales fármacos son síntesis de moléculas vegetales naturales. Los “yuyos” o hierbas
medicinales suelen tener alcaloides y otros principios activos como los flavonoides, que actúan sobre
el sistema nervioso en la cascada de los neurotransmisores. Algunas de estas hierbas son:
∗ Valeriana passiflora que sirve para cuadros ansiosos y neuralgias, insomnio. Tiene
propiedades analgésicas y de sedante suave
∗ Melisa oficinalis es antiespasmódica y relajante del sistema nervioso central, siendo útil para el
colon irritable y cuadros similares de origen psicosomáticos, sobre todo en aparato digestivo
∗ Hypericum perfiratum o hierba de San Juan tiene funciones de sensibilizar a las personas a la
acción de la serotonina, neurotransmisor depleccionado en el estrés, ansiedad y depresión, por lo que
es recomendable en los cuadros de astenia (tiene acción energizante), angustia y/o depresión. Sin
embargo, es una hierba que debe utilizarse con precaución porque puede causar efectos colaterales
perniciosos.
Hay algunas cosas que recordar sobre las hierbas medicinales: son alcaloides naturales pero su
consumo excesivo, en cuanto a cantidad, es tóxico y letal. Por eso se recomienda no hervir las hierbas
sino prepararla en infusiones cuyo reposo no sea mayor de 5 a 10 minutos y la cantidad de hierba no
sea excesiva. No se aconseja su uso más de una vez (a lo sumo dos) por día. Debe hacerse bajo
control estricto y en caso de sensibilidad o signos de efectos colaterales (comienza a sentirse peor o
mal con el uso de la hierba) debe suspenderse en forma inmediata y no insistir en su uso. Sobre todo
el hipérico, es una de las hierbas que tiene mayores efectos secundarios, es letal cuando no se usa
adecuadamente o se abusa de ella. Luego, dosis pequeñas, poca concentración (lo que se logra no
hirviendo la hierba ni dejándola en reposo mucho tiempo), retiro inmediato y abstención en caso de
efectos colaterales y uso espaciado son las indicaciones precisas de las mismas. Estas hierbas vienen
en comprimidos y pueden ser adquiridas como venta libre en farmacias y herboristerías o
“dietéticas”. Debe cuidarse que el laboratorio que las produce dé márgenes de garantía en la
inocuidad de la producción en cuanto a la calidad de drogas y excipientes usados, tipos de envases,
etc. Hay laboratorios tradicionales de medicamentos, serios por su acuñada labor de investigación
científica, que ya tienen incorporado el hipérico y la valeriana en sus comprimidos. Es preferible que
la fitoterapia esté controlado por un médico especialista o clínico.
Alimentación antiestrés
Los alimentos antiestrés son los que contienen sustancias antioxidantes, por ejemplo, vitamina
E que se encuentra en vegetales de hojas verdes, aceite de girasol, germen de trigo, etc.; vitamina C
cuya fuente principal son los cítricos, kiwi, perejil y hojas verdes crudas; flavonoides: en encuentran
en tomates y vinos tintos (cuyo uso moderado se aconseja en una sola copa diaria que no exceda los
150 cc.); los licopenos que se encuentran en el tomate y betacarotenos cuyas fuentes principales son
naranjas, zapallo y zanahoria (especialmente ésta última). Los flavonoides, licopeno y betacarotenos
son denominados fitoquímicos y tienen una marca acción anticancerosa. Con estas reflexiones finales,
cerramos este trabajo que hemos realizado con la ilusión de poder contribuir a la ayuda de uno de los
problemas más acuciantes de hoy: la crisis espiritual. Si hemos podido aportar aspectos nuevos sobre
temas ya conocidos, damos por cumplida la principal intención. Ojala hayamos contribuido
sinceramente al esclarecimiento de una de las mayores plagas del mundo: ¡el estrés moderno!
En el caso de la sexualidad, dentro de los instintos está el sexual, de forma tal que, en el
hombre como en el animal, este instinto tendría tres componentes:
En el hombre, como resultado evolutivo, la corteza cerebral influye sobre el sistema límbico e
hipotálamo (sede de impulsos sexuales) y modifica la respuesta sexual liberándola de sus orígenes
fisiológicos. De este modo, la razón y la experiencia determinan un aprendizaje modelado por la
corteza cerebral, la cual influye poderosamente en el instinto sexual. Un ejemplo es la llamada
“cultura del orgasmo” donde no se conciben relaciones sexuales sin orgasmo, a tal punto que éste
debe ser fingido por algún miembro de la pareja, cuando no ocurre, para no dejar insatisfecho al
otro. Pero la abstinencia crónica, como el fuerte deseo no satisfecho, como la relación sexual sin
orgasmo, puede causar severa congestión pelviana crónica, con trastornos especialmente para la
mujer, en el orden ginecológico. El instinto sexual puede ser estimulado por caricias o roce directo de
los órganos sexuales, del mismo modo que por otros estímulos táctiles, visuales, auditivos y
olfatorios. La duración del instinto sexual, que condiciona la capacidad de respuesta sexual, puede ser
para toda la vida, incluyendo la vejez, pero su duración dependerá de la práctica continuada. Con
Rayner podemos decir que “la sexualidad humana ha evolucionado mucho desde sus orígenes
biológicos. Para el individuo y la sociedad, ha pasado a servir a otros propósitos aparte de la
reproducción, y su expresión está influenciada por factores culturales y psicológicos más que por
impulsos instintivos”.
Es un órgano intracerebral muy pequeño que parece estar relacionada con la alimentación,
lucha, huída y cópula. Junto con el hipotálamo parece ser el centro regulador del impulso y la
respuesta sexual. La estimulación de la amígdala y el hipocampo desatan conductas emocionales y en
el caso de conflicto, antes de decidir si habrá lucha o huída, es la estructura que discierne si hay o no
enemigo. La amigdalectomía en el animal trastorno su conducta en forma permanente. Por ejemplo,
transforma en agresivo a un animal dócil. Si bien pareciera que el arco superior del sistema límbico se
superpone en sus funciones con el arco inferior, en realidad hay una especialización del mismo
relacionada, sobre todo, con sentimientos y expresividad que lleva a la sociabilidad y al estímulo que
provoca el cortejo o interés sexual y la respuesta al mismo. La estimulación eléctrica en el ser
humano, de la amígdala, el hipocampo y el septum, provoca reacciones de ansiedad o excitación y
agitación, ira, euforia, visiones coloreadas, interés sexual y relajación. Esto confirma lo que se
aseveró anteriormente como que la amígdala es la responsable principal de emociones perturbadoras
y distresantes. A su vez, por sus conexiones, la amígdala se relaciona con la frecuencia de
respiraciones por minuto, la frecuencia cardiaca, la presión arterial y otras variables biológicas que se
alteran ante una situación de conflicto y que preparan para luchar o huir.
El conocer que la amígdala es la responsable del impulso sexual y de todo lo relativo al coito
es muy importante. Teniendo en cuenta la particular anatomía y vías del sistema límbico, la conexión
de la vía olfatoria con este sistema explica la acción de la feromonas y de los perfumes y otros aromas
que contribuyen a la atracción psicofísica, en especial, la atracción sexual. Asimismo, por la vía
olfatoria entran los iones positivos y éstos descargan las hormonas del estrés provocando una
respuesta estresante en el organismo. Es probable que otras moléculas similares a los iones positivos
actúen sobre este mecanismo y sean los que provoquen reacciones de excitación o de ansiedad. La
conexión con la corteza cerebral integra el resto del sistema de percepción (oído, vista, gusto y tacto)
y, en el caso de la excitación sexual, todos ellos contribuyen al fenómeno que significa el despertar
del instinto sexual todo el proceso que culmina con el coito o un acto sexual de cualquier naturaleza.
Sexo y estrés
El conocimiento del sistema límbico ha posibilitado entender cómo el estrés influye sobre la
sexualidad. Es reconocido que cuando una persona se encuentra ansiosa o estresada tiene problemas
en su conducta sexual. Lo primero que se afecta es la libido, la cual disminuye sensiblemente
provocando una falta o disminución del deseo sexual. La ansiedad, sobre todo la que despierta un
deseo exagerado, también puede influir provocando la eyaculación precoz. Pero el signo más
importante inducido por la falta o disminución de la libido es la disfunción eréctil o falla de la
erección del pene en el hombre. Cuando se han descartado otras causas de disfunción eréctil, si ésta se
presenta se habla de trastornos psíquicos y el estrés es una de las causas de esos trastornos que
generalmente son de ansiedad, angustia y del ánimo (depresión). Uno de los mecanismos es
probablemente la disminución de los niveles de testosterona por inhibición de la secreción. Sabemos
concretamente que los niveles de testosterona aumentan con los estímulos eróticos y disminuyen en
los estados emocionales, especialmente en la depresión y la ansiedad en general. Esto explica lo que
ocurre en la ansiedad anticipatoria que el temor por algo que puede pasar pero no ha ocurrido aún.
Es propia de los estados de hipervigilancia y del miedo al fracaso en un encuentro sexual con una
nueva pareja. La ansiedad anticipatoria altera los niveles de testosterona hasta el punto de llevar al
fracaso todo intento de un acto sexual por presentarse una situación de impotencia transitoria.
Cuando hay una situación de crisis, como la ocurrida en Argentina entre el 2001 y 2002, hay
trastornos de ansiedad crónica en la que prevalecen miedos crónicos. Esta ansiedad fue llamada de
disrupción y se caracteriza porque los trastornos emocionales anteriores a la crisis se potencian con el
agregado de nuevos conflictos, creándose una situación repetitiva de estrés. El estrés permanente por
cambios sucesivos de situaciones conflictivas conlleva también un miedo permanente que deteriora el
nivel todas las funciones sistémicas y de acuerdo a la persistencia en el tiempo e intensidad de los
estímulos, habrá tensión, angustia, ansiedad, ira introyectada y otros estados de distrés. Luego, el
miedo que es una reacción primaria de protección, pues nos obliga a defendernos o a huir, se
transforma en sí mismo una especie de tortura que es causa de tensión muscular, parálisis e
impotencia en general. En el caso particular que acá tratamos, genera impotencia sexual.
Resumiendo: en lo sexual el estrés provoca disminución de la erección (disfunción eréctil), del deseo
sexual (Deseo Sexual Hipoactivo o DSH), eyaculación precoz, falta de orgasmo (anorgasmia), el
coito con dolor o molestias en la penetración (dispareunia), temor al acto sexual (aversión sexual)
por cualquiera de los factores mencionados. Los factores que intervienen en el distrés sexual son
varios, de entre los cuales resaltan: el aumento de la adrenalina, cortisol y prolactina, disminución de
la testosterona y la DHEA, menor producción NO (ON en inglés) por estrés oxidativo y disfunción
endotelial
La restitución de las vías del placer depende de un tratamiento psicoterapéutico y de
fármacos. No se aconseja nunca la automedicación sino el tratamiento instaurado y controlado por un
médico, pues los medicamentos a usarse son psicofármacos (en el caso de la ansiedad y la depresión)
o drogas que mejoren la disfunción eréctil en el caso que ésta esté presente. Algunas de las drogas
sugeridas, de acuerdo al grado o intensidad del distrés, son alprazolam, fluoxetina y sildenafil y
drogas similares. No es recomendable asociarlas a afrodisíacos.
Beneficios de la resiliencia
Edith Henderson Grotber asevera que la resiliencia es una capacidad efectiva para enfrentar
las adversidades como se ha explicado en su definición, sino también como una gran capacidad que
contribuye a la promoción y mantenimiento de la salud mental y emocional en general.
Es importante saber que la resiliencia ayuda en las adversidades pero antes debemos conocer
los alcances del término adversidad. La Real Academia Española entiende por adversidad todo lo que
contrario, enemigo y desfavorable o lo opuesto materialmente a nuestros intereses o la oposición que
ciertas cosas o cuestiones nos ofrecen en forma desfavorable o dañina. Es todo infortunio o mala
suerte o cualquier situación desagradable en que pueda encontrarse una persona. Esta denotación
puede complementarse con la connotación de que adversidad es todo lo que provoca daño y/o
sufrimiento. Para Viviana Kelmanowicz la adversidad es cualquier situación de pesar que provoca
estado de crisis y nos enfrente directamente con la pregunta ¿Qué hago ahora? Y esto nos lleva a
evaluar o adopta diferentes opciones: o vivirlo con vulnerabilidad u ofrecer resiliencia. Francisca
Infante prefiere extender el significado de adversidad dando definiciones o casos concretos y así
habla de:
Estos hechos, en la opinión de la investigadora Infante pueden ser definidos como realmente
objetivos, lo que se demuestra por la evidencia del daño real y demostrable o bien como subjetivos,
en tanto que quienes sufren las adversidades las perciban como totalmente dañinas o insuperables o se
las vea como algo posible de reponer, refaccionar o de superar. Si sólo se considera a la adversidad
desde el punto de apreciación o evaluación personal de la misma, en este sentido, para Viviana
Kelmanowicz “la adversidad es subjetiva. Lo que tal vez para algunos es una pavada, a otros les
hace sentir que todo se les viene abajo”. En este punto, la investigadora se refiere a las posiciones
frente a las adversidades, de un resiliente (considerar lo ocurrido como una “pavada” o cosa banal
subsanable) y de un vulnerable (sentir que el mundo se le desploma encima y todo es irremediable).
Las circunstancias adversas de los niños fincan en los factores ambientales de maltratos,
accidentes, enfermedades graves, entorno social y/o familiar con mala influencia y otros factores
conflictivos similares. Para Montenegro Arraigada la resiliencia infantil debe trasladar el foco de
estudio y residir más en los factores protectores que los de riesgos. Naturalmente no se puede
proteger lo que no se conoce, pero es probable que lo que quiere significar claramente este estudioso
es que en lugar de centrar la atención sobre las causas de la adversidad, se tome al conocimiento o
estudio de ellas como factor previo para ir a lo más profundo que es estudiar la forma de prevenirlas
o revertirlas. Refuerza el concepto de resiliencia diciendo que “La resiliencia es un estar más que un
ser y tiene que ver con el resultado de un conjunto de factores genéticos, temperamentales, familiares
y ambientales que se dan en conjunción en un momento determinado”. Estos conceptos se entrelazan
con los de Stagnaro, Soria y Solari en cuanto a la expresión genética y la interacción con factores
ambientales para condicionar una determinada personalidad, pero también refuerza la afirmación de
Soria de la complementariedad entre vulnerabilidad y resiliencia pues ambas cosas tienen el mismo
sustrato biológico y ambiental pero son dos caras opuestas de un mismo proceso. Montenegro
Arraigada fundamenta su tesis en que es necesario propulsar como factores protectores o resilientes
a:
Entre las condiciones o factores que exige de los padres para ayudar a sus hijos con los
factores resilientes, recomienda:
La resiliencia, además de los atributos personales, puede ser fruto de una conducta familiar,
de una cultura social o de interacciones sociales. Por lo tanto, es una cualidad adquirida que puede ser
aprendida y enseñada.
INTRODUCCIÓN
Vivir el estrés
El tiempo que “vuela, 1
El “costo” del estrés, 3
La des-espiritualidad, 4
La des-valorización, 6
Desesperanza vs. Esperanza, 8
El cambio gradual, 9
El pánico existencial, 12
El hombre como ser social, 14
Concepto de estrés, 17
¿Qué es la tensión?, 18
¿Cómo actúa la tensión en el estrés?, 20
La desadaptación, 24
Patología producida por el estrés, 29
Estrés y riesgo cardiovascular, 31
Mecanismo por estrés de neuroinmunomodulación del sistema inmunitario, 32
Interacción entre sistema inmunitario y SNC, 35
Estrés en la neuromodulación, 36
Factores o agentes productores de estrés, 38
Los nuevos conceptos sobre estrés. Conductas adaptativas
Procesamiento de emociones y sentimientos (self-feeling), 40
Revivir la emoción o sentimiento, 42
Nuevos aportes a las teorías actuales del estrés, 42
Homeostasis y alostasis, 43
Etiopatogenia de la alostasis, 45
Biofisiopatología de la alostasis, 47
Valoración y estudio de la carga alostática, 49
La conexión desconocida entre SNC y SNA, 50
Adaptación y trastornos adaptativos, 52
Los trastornos adaptativos. Concepto, 53
El síndrome de agotamiento vital (S.A.V.), 54
Estrés y siglo XXI, 56
Tipos de estrés, 57
Estrés agudo, 58
Estrés crónico, 59
Estrés sostenido o repetitivo (microestresores), 61
Mecanismo del déficit cognitivo en el estrés prolongado, 62
Estrés biológico u ortoestrés, 63
Eustrés, 63
Distrés, 64
Estrés psicosocial, 64
El distrés y la ansiedad por disrupción
Benyakar y el fenómeno de las “catástrofes sociales”, 66
Los entornos sociales actuales, 69
Clasificación de estrés según DSM IV, 71
Trastorno por estrés postraumático
Diagnóstico de TEP, 71
Epidemiología de TEP, 73
La victimización, 74
Etiología del TEP, 74
Mecanismo fisiopatológico del TEP, 76
Diferencias entre TEP y otros trastornos de ansiedad, 79
Estrés postraumático infantil, 80
Impacto del TEP en las funciones nerviosas superiores, 81
Relaciones entre distrés y memoria, 82
Trastorno por estrés agudo, 85
Introducción, 199
Definición y concepto, 200
Impulso, obsesión y compulsión, 201
Sentimiento de ira, 202
Etiopatogenia del impulso homicida
Mecanismo fisiopatológico, 203
Lesión emocional, 207
Factores frecuentes etiopatogénicos, 208
Consideraciones generales, 211
Aspectos legales, 212
Bibliografía, 214
Bibliografía, 256
Índice, 257