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Cosas para Recordar
Cosas para Recordar
Rosa Bel Martínez nació el 3 de julio de 1929, en Madrid. Vivió hasta 1939 en la
calle de Atocha 53, con sus padres y su hermano pequeño Rafael. A los siete
años comenzó la guerra civil, la iglesia de San Sebastián, a la que Rosa iba, se
cerró.
La comida empezó a escasear y empezaron a caer las bombas. Una vez, las
sirenas empezaron a sonar y, mientras Rosa, sus padres y su hermano bajaban
corriendo las escaleras de casa, cayeron tres bombas (en la Iglesia de San
Sebastián derrumbándola, la acera de su calle y tras su casa).
Todavía había contacto con Barcelona y la familia que tenía Rosa allí (su abuela
Esperanza y sus tíos Agustín y Pilar) decidieron que era buena idea que fueran
ella y Rafael a su casa. Metidos en un coche lleno de desconocidos, fueron a
Valencia, a casa de su tío por parte de padre, Miguel. Dos días después de
llegar fueron a Barcelona en tren. Fueron primero a la calle Diputación, pero ya
que su tío Agustín estaba escondido y perseguido, tuvieron que cambiarse de
casa a la calle Borrell.
Rosa recuerda que Jesús y ella tenían un profesor jesuita (conocido de su tía
Pilar) y que cuando sonaban las sirenas tenían que ponerse un corcho para no
quedarse sordos por el estampido. Una noche, el tío de Rosa, Agustín, se fue.
Recuerda lloros y que sobre una cama había una chaqueta sucia y llena de
sangre, le contaron que había tenido un accidente, pero ahora se cree que fue
asesinado.
Sus padres fueron a recogerla a ella, a sus hermanos Jesús y Rafa y a su tía Pilar
(no podía quedarse sola) a Barcelona al acabar la guerra en 1939. Al llegar,
recuerda darse cuenta de que faltaba su casa de muñecas, consumida por el
fuego al acabarse el carbón de sus padres en la guerra. Empezaron a nacer
hermanos suyos, Agustín, Mari Pili y José Miguel.
Por ello, al acabar la guerra, Rosa, Agustín, Rafa y Jesús se quedaron en una
casa de los Lafón en Azuqueca a pasar el verano. Ir a casa de los Lafón se
prolongó unos años más, iban desde Madrid en bici a la estación y allí en
Azuqueca les daban más de comer y compraban el pan, puesto que la comida
escaseaba menos.
Pasado el tiempo, iban todos los veranos a Alcalá y se hizo amiga de la hija del
entonces alcalde de Alcalá, Lucas del Campo. Iban a la Plaza a pasear y allí
conoció a Manolo Revilla quien, unos años más tarde, sería pintor, su marido y
el padre de sus tres hijos, Pilar, Manolo y Patricia.