Está en la página 1de 4

LA IMPORTANCIA DE TRADUCIR LA BIBLIA

Por: Ruben A. Del Ré


Director General de la Sociedad Bíblica Argentina

Que cada grupo humano pueda entender el mensaje del evangelio en la lengua de su
corazón, el idioma en el que piensa y sueña.

La pregunta que muchas veces nos hacen es: ¿Por qué los cristianos se esfuerzan
tanto en traducir la Biblia? Después de todo, la traducción de los libros sagrados en algunas
religiones representa un problema teológico importante.
“Según teólogos islámicos una Traducción del Corán del árabe en otros idiomas no
es posible, porque cada traducción ya incluye una interpretación. Se recomienda la lectura
del texto original árabe. Toda traducción es sólo un acercamiento al mensaje coránico, por
lo que ningún estudio del Corán puede ser considerado serio si no es un estudio basado en
el texto árabe original”.
Es interesante notar que para algunos que se hacían llamar cristianos, la traducción
bíblica tampoco era una buena idea. Uno de los más acérrimos enemigos de Wycliffe
escribió:
“John Wycliffe ha traducido el evangelio, que Cristo confió al clero y a los doctores
de la Iglesia, para que pudieran administrarlo convenientemente a los laicos… Wycliffe lo
ha traducido del latín al inglés, que no es precisamente el idioma de los ángeles. Como
resultado, lo que antes solo estaba en el conocimiento de estudiados clérigos y de personas
de buen entendimiento, ahora se ha convertido en algo corriente y al alcance de los
seglares; de hecho, hasta las mujeres pueden leerlo. Como resultado, las perlas del
evangelio han sido esparcidas y echadas a los cerdos”.
Esto no ocurrió solamente en la Europa de Wycliffe; también impactó en la
incipiente colonia española, hoy llamada República Argentina. Así que en 1569, mediante
la cédula que establecía la Inquisición en América, Felipe II también decretaba “la censura
de las biblias en lenguaje vulgar (o sea, en castellano), al igual que pinturas indecentes y
otros libros prohibidos, y en los puertos los comisarios debían examinar que no entrase
nada de esto en las colonias. O sea, la Biblia (traducida) estaba dentro de los objetos
prohibidos, compartiendo la lista con, por ejemplo, las figuras indecentes.
Pero en el mismo año que se establecía la Inquisición, más precisamente el 26 de
Septiembre de 1569, salía de la imprenta la traducción bíblica al español realizada por
Casiodoro de Reina, que tendría su primera revisión en 1602 por Cipriano de Valera,
convirtiéndose en la traducción Reina Valera, la de mayor circulación en el mundo de habla
hispana.
Es así que los cristianos creemos que la traducción bíblica no es algo que debe ser
sólo permitido sino también anhelado, alentado, estimulado. Hay jóvenes que dejan sus
potenciales carreras exitosas para internarse en una cultura, aprender una lengua,
probablemente crear la gramática, y dejar como resultado la traducción de la Palabra de
Dios. Hay familias que se trasladan de un continente a otro, abandonando sus comodidades,
con nietos viviendo lejos de los abuelos, para que un pequeño grupo, a veces de unos pocos
cientos, tenga la Biblia en el lenguaje de su corazón.
¿Por qué?
Bueno, podríamos citar muchos motivos para la traducción:
• Por un lado, existe una motivación antropológica: proteger y reforzar las culturas y
lenguas minoritarias del mundo, que están siendo absorbidas por los idiomas mayoritarios.
Como Sociedad Bíblica Argentina podemos dar testimonio del impacto de las traducciones
en las comunidades que servimos. Los hermanos Wichís no sólo dicen “ahora tenemos la
Biblia en nuestro idioma” sino “ahora tenemos nuestro idioma”. Es como si dijeran: “la
Palabra de Dios nos dio nuestras propias palabras”. Y esto ha ocurrido no sólo con las
lenguas minoritarias, sino también con muchos de los idiomas principales, como el alemán.
• Una segunda motivación, podríamos llamarla misionológica: que cada grupo
humano pueda entender el mensaje del evangelio en la lengua de su corazón, el idioma en
el que piensa y sueña. Había un misionero leyendo la Biblia en castellano a un grupo de
personas pertenecientes a una etnia del norte argentino. Y leía el pasaje de Gálatas 5: “Y
manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas… envidias,
borracheras…” y no pasaba nada. Enseguida comenzó a leer el mismo pasaje en la lengua
de la etnia, y un hombre se levantó expulsado de su asiento diciendo: “¡Pero nosotros
hacemos todo eso!”
• Hay una tercera motivación, que podríamos encuadrarla como sociológica. Un
resultado derivado de la traducción bíblica ha sido eliminar los sentimientos de inferioridad
de estas etnias. Rafael Mansilla, cacique Toba Qom y uno de los traductores de la Biblia a
su propia lengua, nos comentaba hace unos meses: “Hace 30 años nos daba vergüenza
hablar en idioma delante de la gente no indígena, pero ahora estamos muy orgullosos de
nuestra lengua. Y esto se produce por la lectura de la Biblia”. Es más, los mismos
misioneros que han estado trabajando con ellos nos dicen que a través de la Biblia ellos
descubren que Dios no hace acepción de personas, que no son menos valiosos que el blanco
que los conquistó, y eso les hace – en muchos casos – levantarse a reclamar sus derechos.
Pero sobre todos estos motivos, hay una motivación teológica para la traducción,
que es central a nuestra fe. En realidad, la traducción no es sólo un recurso para que todos
los pueblos conozcan el evangelio: la traducción es un componente central del evangelio.
Un gran historiador del cristianismo escribe lo siguiente: “La fe cristiana se basa un
acto divino de traducción: ‘La Palabra (el Verbo) se hizo carne, y habitó entre nosotros’
(Juan 1.14). La encarnación es traducción. Cuando Dios en Cristo es hizo hombre, la
divinidad fue traducida a humanidad, como si la humanidad fuese la lengua receptora”.
Hebreos 1.3 lo dice claramente: “Él es el resplandor de su gloria y la expresión
exacta de su naturaleza” (RVA). Y Pablo le escribe a los Colosenses: “Él es la imagen del
Dios invisible” (1.15).
Es más, es gracias a este acto de traducción que hoy tenemos un evangelio que
predicar. Cristo participó de carne y sangre, dice la carta a los Hebreos, y “debía ser en todo
semejante a sus hermanos (la lengua receptora), para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (Heb. 2.17).
Justamente una de las tareas centrales de la Sociedad Bíblica Argentina (como
miembro de la fraternidad de las Sociedades Bíblicas Unidas) es que el mensaje de la Biblia
pueda llegar a cada persona y etnia de nuestro país en un idioma que pueda entender.
Y para esto ha trabajado durante casi 200 años en la traducción de las Escrituras a
las distintas lenguas de nuestro pueblo. En muchos de estos casos se trataba de lenguas
ágrafas, o sea, que no tenían escritura, lo cual llevó enormes esfuerzos para la creación de
alfabetos y reglas de gramática, convirtiendo a la Biblia en el único libro que algunas de
estas comunidades poseen. Entre 1881 y 1886 se hizo la traducción al ya extinguido idioma
Yahgan, luego al Mocoví, al Pilagá, al Chorote, al Wichí, al Quichua Santiagueño, al Toba
del Oeste. Y en los primeros días de Mayo de este año, tendremos el acto de cierre de la
traducción de la Biblia completa al Toba Sur (o Toba Qom).

También podría gustarte