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Las culturas de todos los tiempos tuvieron deseos de contar sus vidas y experiencias,
así como los adultos tuvieron la necesidad de transmitir su sabiduría a los más jóvenes
para conservar sus tradiciones y su idioma, y para enseñarles a respetar las normas
ético-morales establecidas por su cultura ancestral, puesto que los valores del bien y
del mal estaban encarnados por los personajes que emergían de la propia fantasía
popular. Es decir, en una época primitiva en que los hombres se transmitían sus
observaciones, impresiones o recuerdos, por vía oral, de generación en generación, los
personajes de los cuentos eran los portadores del pensamiento y el sentimiento
colectivo. De ahí que varios de los cuentos populares de la antigüedad reflejan el
asombro y temor que sentía el hombre frente a los fenómenos desconocidos de la
naturaleza, creyendo que el relámpago, el trueno o la constelación del universo
poseían una vida análoga a la de los animales del monte. Empero, a medida que el
hombre va descubriendo las leyes físicas de la naturaleza y la sociedad, en la medida
en que avanza la ciencia y el conocimiento de la verdad, se va dando cuenta de que el
contenido de los cuentos de la tradición oral, más que narrar los acontecimientos
reales de una época y un contexto determinados, son productos de la imaginación del
hombre primitivo; más todavía, los cuentos que corresponden a la tradición oral,
además de haber sufrido modificaciones con el transcurso del tiempo, no tienen forma
definitiva ni única, sino fluctuante y variada: a la versión creada por el primer narrador,
generalmente anónimo, se agregan los aciertos y torpezas de otros narradores que, a
su vez, son también anónimos. Las modificaciones tampoco han sido iguales en todos
los tiempos y lugares, de manera que existen decenas y acaso centenas de versiones
de un mismo cuento.
"El cuento -en general- es una narración de lo sucedido o de lo que se supone
sucedido", dice Juan Valera. Esta definición admite dos posibilidades aplicables a la
forma y el contenido: cuento sería la narración de algo acontecido o imaginado. La
narración expuesta oralmente o por escrito, en verso o en prosa. Cuento es lo que se
narra, de ahí la relación entre contar y hablar (fabular, fablar, hablar). Es también
necesario añadir que, "etimológicamente, la palabra cuento, procede del término
latino computare, que significa contar, calcular; esto implica que originalmente se
relacionaba con el cómputo de cifras, es decir que se refería, uno por uno o por grupos,
a los objetos homogéneos para saber cuántas unidades había en el conjunto. Luego,
por extensión paso a referir o contar el mayor o menor número de circunstancias, es
decir lo que ha sucedido o lo que pudo haber sucedido, y, en este último caso, dio
lugar a la fabulación imaginaria" (Cáceres, A., 1993, p. 4).
Ningún género literario ha tenido tanto significado como los cuentos populares en la
historia de la literatura universal. El cuento, a diferencia del episodio único de la fábula
o la exaltación de seres extraordinarios del mito y la leyenda, tiene muchos más
episodios y un margen más amplio que permiten explayar personajes y acciones
diversas. Otra diferencia es que el resultado final de los cuentos no siempre es
optimista o feliz como en la fábula, la leyenda y el mito, cuyos atributos son la valentía,
la inteligencia y el heroísmo de sus personajes. En el mundo del cuento todo es posible,
pues tanto el transmisor como el receptor saben que el cuento es una ficción que
toma como base la realidad, pero que en ningún caso es una verdad a secas.
El origen del cuento se remonta a tiempos tan lejanos que resulta difícil indicar con
precisión una fecha aproximada de cuándo alguien creó el primer cuento. Se sabe, sin
embargo, que los más antiguos e importantes creadores de cuentos que hoy se
conocen han sido los pueblos orientales. Desde allí se extendieron a todo el mundo,
narrados de país en país y de boca en boca. Este origen oriental se puede aún hoy
reconocer sin dificultad en muchos de los cuentos que nos han maravillado desde
niños, y que todavía los leemos o narramos. Así, en muchos casos son orientales sus
personajes, sus nombres y su manera de vestir, sus bosques o sus casas y también su
forma de comportarse, su mentalidad y, en muchos casos, la "moral" del cuento. Y, por
último, es también típica del mundo oriental la manera de entender y de vivir la vida
reflejada en los cuentos.
Cuentos orientales
Los cuentos de procedencia oriental, como los cuentos de hadas que tienen su origen
en las leyendas y el folklore de los primeros tiempos, tienen el soporte de la fantasía y
comienzan de una forma tradicional: "Erase una vez, un rey en Egipto que no tenía
ningún hijo... Hace mucho, muchísimos años, en un lejano país del Oriente, allá donde
el sol asoma cada mañana con su cara de oro y fuego, hubo un rey muy poderoso y
cruel..." Lo que sigue a continuación no es más que la fusión de la realidad y la fantasía,
del mito y la leyenda; fuentes de las cuales bebieron poetas y cuentistas, como si
hubiesen mamado de una misma madre, quizá por eso existe tanto parecido entre los
libros de unos y de otros.
El lejano Oriente fue también la cuna de Las mil y una noches, célebre colección de
cuentos que nos abre las puertas de un mundo lleno de encantos y alucinaciones,
narraciones de aventuras fascinantes que proceden de siglos diferentes y cuya
redacción definitiva es posterior al siglo XVI. Las mil y una noches es, pues, una
creación colectiva de árabes, persas, judíos y egipcios, que escribieron en un estilo
popular, lleno de expresiones que no pertenecen al árabe clásico, y aún a veces
haciendo uso de dialectos, como en el cuento de "Aladino y la lámpara maravillosa",
que fue escrito en dialecto siríaco.
Esta colección de cuentos que pinta poéticamente la vida de los hombres del Oriente,
y, particularmente, la astucia de las mujeres del harén, es una joya literaria y una "caja
de Pandora", que encierra las figuras más inverosímiles de la imaginación y la fantasía.
De principio a fin, los cuentos están cargados de un enorme poder sugestivo, a pesar
de que la historia se inicia con un rey, quien en venganza del daño que le causó su
primera esposa, da muerte a las demás una vez celebrada la noche de bodas, hasta el
día en que contrae matrimonio con la hija del visir de su reino, con la joven y hermosa
Schahrazade, quien, para evitar su muerte, relata a su hermana Doniazada y a su
esposo, el rey, los episodios de una historia que se prolonga durante mil y una noches -
y no mil-, seguramente debido a las supersticiones que los árabes tienen con relación a
los números enteros, misterio numérico que se conserva hasta nuestros días.
Según las primeras versiones, la historia de Las mil y una noches comienza cuando "el
Rey Schahzamán sorprende una noche a su mujer tendida en el lecho, abrazada con un
esclavo, y, desenvainando el alfanje, los deja a ambos muertos sobre los tapices de la
cama. Entonces sale a visitar a su hermano, el poderoso Rey Schahriar. Llega
entristecido pero trata de mantener en secreto los acontecimientos. Por casualidad, un
día se asoma a una ventana en el palacio y ve a la mujer de su hermano entregada a
libertinajes aún más escandalosos que los de su propia mujer. Al verlo, su humor se
levanta un poco, y va a compartir con el inocente Schahriar su desgracia común.
Habiéndose cerciorado de los hechos, Schahriar parte con su huésped para pensar
sobre lo que harían. Los dos hermanos marchan día y noche hasta que llegan a
descansar debajo de un árbol, en medio de una solitaria pradera junto al mar. Luego
ven brotar del mar una negra columna de humo. Asustados, los reyes suben a la cima
del árbol y miran. La columna se convierte en un efrit -una especie de genio- quien
abre una caja de la cual aparece enseguida una joven de espléndidas proporciones. El
efrit cae dormido y la jovencita señala a los dos reyes para que desciendan. Les enseña
un collar compuesto de quinientos setenta anillos cuyos dueños la habían poseído a
ella junto a los cuernos insensibles del efrit. Reclama también los anillos de los dos
hermanos y explica que pese a las precauciones extraordinarias tomadas por su raptor,
siempre ha sido capaz de burlarle, tan fuerte es la habilidad de una mujer, una vez que
tiene ganas de hacer algo. Ese intervalo milagroso puede entenderse como una clase
de vuelo de fantasía del Rey Schahriar, indicativo del crecer de un profundo y agrio
recelo contra todas las mujeres. De este modo el rey experimenta una fuerte
transformación, y su primer acto al volver a casa es mandar degollar a su esposa.
Enseguida ordena a su visir que cada noche le lleve una joven virgen. Y cada noche,
después de arrebatarle su virginidad, manda que la maten. Esto continúa durante tres
años, hasta que se agota la provisión de vírgenes en el reino, salvo las dos hijas
doncellas del visir mismo. La mayor se llama Schahrazada y la menor Doniazada.
Schahrazade propone a su padre para casarse con el rey, con la esperanza de ser el
rescate de muchas otras de entre las manos del rey. El visir lo acepta con mucho dolor,
y la lleva al rey. Al llegar la hora fatídica, Schahrazade implora al rey que le permita
despedirse de su querida hermana. Schahriar tiene piedad y mientras le arrebata su
virginidad, sus sirvientes van en búsqueda de Doniazada. La joven, una vez llegada,
pide de Schahrazade un cuento de despedida y el rey nuevamente accede. La astuta
hija del visir empieza a contar una historia, pero la deja incompleta. Así coacciona al
rey, quien, movido por la curiosidad, le permite vivir otro día para que la historia sea
terminada. Y de esta manera Schahrazade procura narrar sus relatos intrincados y
encantadores, noche tras noche, durante mil noches y una noche" (Heisig, J.W., 1976,
p. 100-101).
Estos cuentos fantásticos, que tuvieron una gran importancia en Europa y el mundo,
que han inspirado a los escritores de todos los tiempos y han deleitado a grandes y
chicos, fueron traducidos por primera vez a un idioma occidental por el francés
Antoine Galand, en doce volúmenes (1704-1717), los cuales no sólo se ciñeron a un
texto único, sino a varios manuscritos que son piezas de un mismo mosaico. "Por otra
parte, se han ido descubriendo los textos árabes de cuentos que se hallaban en las
ediciones orientales conocidas, como el de ‘Aladino y la lámpara maravillosa’. En suma,
se ha ido haciendo un minucioso trabajo de recopilación y de crítica" (Véase Historia
Universal de la Literatura, 1978, p. 98-99).
En la actualidad se conocen una infinidad de ediciones de Las mil y una noches, con
traducciones y adaptaciones destinadas a la infancia, sin que por esto se haya omitido
o alterado lo más relevante de esta obra clásica: la fantasía.
Bibliografía
Heisig, J.W.: El cuento detrás del cuento, Ed. Guadalupe, Buenos Aires, 1976.
Montegut, Emile: Des fèes et de leur littérature en France, Ed. Revuede Deux Mondes,
Francia, 1882.