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La comunicación es una de las dimensiones más bellas del ser humano, describe el
sociólogo francés, Dominique Wolton. Y agrega: ―Su ideal, aproximar a los hombres,
los valores y las culturas, compensa los horrores y las barbaries de nuestra época. Es
también una de las experiencias frágiles del movimiento de emancipación; sus
progresos acompañaron las luchas por la libertad, por los derechos del hombre y por la
democracia‖ pero, también, ―mezcla de manera inextricable valores e intereses,
ideales e ideologías‖, por lo que no hay nada que garantice que ―los ideales de la
comunicación de ayer se inscribirán en la realidad de mañana‖ (2007:21).
¿Qué une a los tres sentidos o niveles de la comunicación (directa, técnica y funcional)?
La interacción. ―Aún más, es la interacción la que define la comunicación‖, afirma
Wolton (2007:24).
A lo largo del tiempo los estudiosos han diseñado diferentes modelos para comprender,
describir y sintetizar la compleja comunicación humana. Esos modelos “intentan mostrar
los elementos principales de las estructuras o procesos de comunicación, y las
relaciones entre dichos elementos” (McQuail y Windahl, 1981, citados por Lozano,
2007:14).
Información: es lo que “se puede decir” y no lo que “se dice”. La unidad mínima de
información es un bit (acrónimo de binary digit), esto es equivalente a la elección que
pueda hacerse entre dos términos de una alternativa equiprobable.
¿Quién dice qué, en qué canal, a quién y con qué efecto?” (Lasswell, 1948)
Esta fórmula tuvo el mérito, además de identificar claramente los elementos del proceso
de comunicación (emisor, mensaje, canal, receptor, efectos), de indicar los grandes
campos de la investigación en comunicación, como se observa en el gráfico 2.
Aún con sus ventajas, el esquema continúa sosteniendo una concepción lineal de los
procesos de comunicación (de emisor a receptor), sin dar cuenta de las múltiples
interrelaciones entre los elementos. Además, se entiende que el destino final del
proceso son los efectos sobre el receptor, no incluyéndose las posibilidades del
feedback desde éste a la fuente emisora. Sobre estos puntos, posteriores estudios
provenientes de la sociología y la psicología, principalmente, harían aportes para lograr
una perspectiva superadora.
Wilbur Schramm fue uno de los primeros académicos que intentó institucionalizar los
estudios sobre la comunicación humana y sus aplicaciones a la comunicación social.
Reunió los postulados de las teorías de Wiener y Shannon, además de los resultados de
investigaciones de Paul Lazarsfeld en el campo sociológico, de Lasswell en la
propaganda política, de Carl Hovland en la psicología experimental y de Kurt Lewin en la
psicología social. Sobre estas bases, elaboró en primer término un esquema para la
comunicación interpersonal, cuya novedad es que otorga al receptor el mismo papel que
al emisor, en cuanto a la codificación, interpretación y decodificación de la información.
El receptor ya no es considerado un elemento aislado, último eslabón de una relación
lineal, sino que se observan una variedad de influencias que intervienen en la recepción
e interpretación de los mensajes. Asimismo, el esquema de Schramm tiene forma
circular, ya que el receptor – a través del feedback – expresa su capacidad de respuesta
y retroalimenta así el proceso comunicativo.
En esta propuesta de Schramm, los medios (emisores) toman hechos de la realidad, los
decodifican, interpretan y codifican como noticias, las cuales serán distribuidas hacia un
público masivo, gracias a las posibilidades técnicas que cada medio ofrezca.
Por esos años, desde América Latina se propondría una visión de la comunicación
distinta, que supondría una ruptura con la perspectiva funcionalista y positivista
norteamericana dominante. Nacido en Italia, en su juventud, Antonio Pasquali emigró a
Venezuela, donde se radicó y nacionalizó, dedicado al estudio de la comunicación y su
relación con la sociedad con un planteo influenciado por fuentes marxistas y el
pensamiento de los teóricos de la corriente crítica, más conocida como Escuela de
Frankfurt.
Pasquali resalta que los Medios amplían la capacidad de comunicación inherente al ser
humano, pero no la ―engendran‖. Los medios se constituyen en herramientas para
facilitar los procesos de interacción, pero no son el proceso en sí mismos. El medio es
entendido como un “aparato”, definiéndolo como "artefacto que amplía, facilita,
perfecciona, aumenta, afina y, en suma, extiende una preexistente capacidad natural del
hombre" (Pasquali, 1970: 37).
A su vez, partiendo de esa noción, no todas las relaciones que proponen los medios son
comunicativas, sino más bien, informativas. Comunicación e información no son
sinónimos, afirma Pasquali, ya que ésta última se refiere a un proceso de transmisión de
mensajes en forma asimétrica, a receptores predispuestos para interpretar y dar
respuestas programadas. Explica que son razones técnicas, políticas y económicas las
que impiden que los medios brinden auténtica acción recíproca, que garantice igualdad
de condiciones entre emisores y receptores. Por estos motivos, se inclina por llamarlos
―medios de información‖, ya que esperan de las audiencias, respuestas programadas,
las cosifican y hasta paralizan, disminuyendo así las posibilidades reales de
intervención.
Pasquali, además, destaca el vínculo entre los medios y la sociedad, a la que denomina
de mutua “inmanencia dialéctica”, indicando que el nivel cultural de una sociedad está
ligado al rol que juegan los medios. La estructura social refleja el sistema de
comunicación existente, con un status quo determinado por los intereses predominantes
y sostenidos por los medios. De allí que - sostiene el autor - el control de la
comunicación masiva, es el medio más eficaz para el control de la sociedad.
Todo ello hace necesario revisar los modelos tradicionales, sus elementos y las
relaciones entre éstos. Recordemos: los primeros modelos destacaban la dirección
lineal (de izquierda a derecha) de los procesos: Emisor – Receptor. El nuevo panorama
comunicacional subraya la dirección contraria: Receptor - Emisor o central de
producción de mensajes. Además, hay cambios en los modos de almacenamiento y de
recuperación de los contenidos por parte de los receptores. Ello no significa que hayan
desaparecido las formas tradicionales, sino que se diversificaron y se vuelve relativo el
rol de los medios convencionales, antes entendido como fundamental. (Moragas Spa,
2011:46)
Hay nuevos actores en la emisión, nuevas formas de acceder en forma directa a los
contenidos, se internacionalizan los mercados y una fragmentación en las audiencias.
“La comunicación de masas es ahora sustituida por lo que se puede denominar
´personalización de masa´, es decir, la posibilidad de facilitar la información
personalizada (en contenido, pero también en tiempo y lugar de consumo) a un número
masivo de personas”, define Moragas Spá (2011:48).
En nuestras sociedades contemporáneas donde pugnan a diario los intereses con los
ideales, diferentes sentidos de la comunicación, ― ¿cómo salvar la dimensión
humanista de la comunicación cuando triunfa su dimensión instrumental? se pregunta el
sociólogo francés. Desbaratando las “falsas promesas” y rescatando la capacidad crítica
del ciudadano en pos de un paradigma democrático. “Con la comunicación puede haber
dominación, pero no alienación. La alienación supondría la desaparición del libre
albedrío, por lo tanto, de esa famosa capacidad crítica ligada al status de ciudadano. La
dominación remite en cambio a la experiencia de cada uno: la comunicación puede ser
la ocasión de una relación de poder, o de violencia, en las relaciones privadas o
sociales, pero siempre es posible criticar”, reflexiona. Es en ese resquicio donde existe
un ―margen de maniobra‖, como llama Wolton a la capacidad crítica humana “que no
puede ser destruida jamás, ya que se origina en la dimensión antropológica de la
comunicación”.
Poder relacionar hechos con valores es apostar por construir sociedades democráticas y
la comunicación es un factor fundamental en esta tarea. Sociedad y comunidad,
concepciones unidas ya desde su origen etimológico. Allí está el desafío de estos
tiempos: “Así como en nombre de los ideales de la democracia es posible, diariamente,
criticar los desvíos y los errores de las sociedades democráticas, igualmente es posible,
en nombre de los ideales de la comunicación, criticar las realizaciones que se hacen en
su nombre” (Wolton, 2007).
Referencias bibliográficas