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PIERRE BLACKBURN
LA ÉTICA
Fundamentos y problemáticas
contemporáneas
Blackburn, Pierre
La ética. Fundamentos y problemáticas contemporáneas /
Pierre Blackburn; trad. de Juan José Utrilla Trejo. — México :
FCE, 2005
447 p. ; 23 ¥ 17 cm. — (Colec. Educación y Pedagogía)
Título original L’étique. Fondements et problématiques
contemporaines
ISBN 968-16-7523-1
ISBN 968-16-7523-1
Impreso en México • Printed in Mexico
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tación. Para mayores detalles, véase Pierre Blackburn, Logique de l’argumentation, 2ª ed., ERPI, Mon-
treal, 1994, cap. 4.
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FIGURA I.2
Nuestros juicios morales componen Nuestros juicios mora- Nuestros juicios mora-
y reflejan nuestra identidad. les reflejan el tipo de les son testimonio del
persona que quisiéra- tipo de sociedad en la
mos ser. cual querríamos vivir.
Por una curiosa ironía del destino, el ser humano no sólo es el único animal “lógi-
co”, sino también el único animal “ilógico”. Es el único animal que utiliza signifi-
caciones —ideas, conceptos, analogías, metáforas, modelos, teorías y explicacio-
nes— para dar sentido a las cosas, para comprenderlas, preverlas y dominarlas.
También es el único que se sirve de significaciones para negarse a sí mismo, con-
tradecirse y engañarse, para interpretar erróneamente los hechos, desvirtuarlos y
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5 Richard Paul, Critical Thinking, Center for Critical Thinking and Moral Critique, Rohnert Park,
lo II. Sobre la ética utilitarista de Mo-tseu, véase Yi Pao Mei, Motse (Hyperion, Westport, 1973), Mo
Tzu, Basic Writings (trad. de Burton Watson, Columbia University Press, Nueva York y Londres,
1963), así como las traducciones de textos de Mo-tseu citadas en la segunda edición de nuestra Lo-
gique de l’argumentation (ERPI, Montreal, 1994), en las pp. 313-322. Sobre la ética de Platón, véase su
República, y sobre la de Aristóteles, su Ética nicomaquea.
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Sea como fuere, la reflexión sobre la ética se remonta mucho más atrás. El
código mesopotámico de Hammurabi (1728 a.C.-1646 a.C.) es un texto de de-
recho que, evidentemente, es fruto de reflexiones éticas. Las reflexiones sobre
problemas morales se encuentran por lo demás expuestas en una multitud de
leyendas, epopeyas y textos sagrados, como el Mahãbhãrata (c. 1000 a.C.), la
epopeya de Gilgamesh (300 a.C.) o la Odisea (siglo VIII a.C.). El historiador de
las ciencias Jacques Roger, a quien se le preguntó a qué época se remontaba la
medicina, respondió que ésta había existido siempre, porque el sufrimiento fí-
sico ha existido siempre. Tentados a responder casi del mismo modo, diríamos
que la reflexión ética ha existido siempre, porque los problemas morales tam-
bién han estado presentes siempre en la vida humana. Fácil es imaginar por
ejemplo, a un homínido de hace miles de años preguntándose qué hacer ante
un compañero, de caza gravemente herido por un animal, que le pidiera abre-
viar sus sufrimientos matándolo.
A menos que sea usted totalmente insensible a los animales, si con su automó-
vil atropella un gato, se sentirá culpable, salvo si hay una circunstancia que ex-
cuse su acción. Tal circunstancia podría ser, por ejemplo, que usted haya que-
rido evitar a un niño o que no le haya sido posible evitar al gato porque no lo
vio a tiempo. Supongamos que en una esquina un mendigo le pide veinticinco
centavos. Si no le da usted nada, tal vez experimente un ligero sentimiento de
culpa.7 También correrá el riesgo de sentir culpabilidad si hace usted trampa
en un examen y obtiene una calificación mejor que la de una de sus amigas.
Pensemos igualmente en el caso en que ciertas circunstancias particulares lo
“obligan” a mentir a su mejor amigo…
De esta culpabilidad es de la que hablaba el griego Isócrates (436 a.C.-338
a.C.) cuando decía: “Si cometes una acción de la que has de avergonzarte, no
esperes que permanezca oculta siempre, pues si no la descubren los demás, tú
siempre sabrás de ella”.8 También es la culpabilidad de que se trata en lo que
sigue: “Un día, Arbouchet quiso, que los bechuanos le dijeran si tenían con-
7 Debe observarse que quienes se niegan a dar limosna suelen decir: “No traigo dinero”, dando
a entender así que habrían deseado dar, y que lo harían si les hubiera sido posible.
8 Isócrates, A Démonicos, 16, en Discursos, tomo 1, trad. de G. Mathieu y É. Brémond, Les Belles
ciencia: ‘Sí, todos la tienen’, replicaron ellos. ‘¿Y qué les dice?’ ‘Se mantiene
tranquila cuando actúan bien, y los tortura cuando cometen pecados’”.9
Sin duda, alguien que no dona mucho dinero para ayudar al Tercer Mundo no
le parecerá a usted inmoral.10 Y sin embargo, probablemente admirará a al-
guien que sí lo hace. ¿Otro ejemplo? En octubre de 1994, un reportaje televisa-
do narraba la asombrosa vida de una quebequense de Saint-Anselme, Louise
Brissette, que había adoptado a 24 niños minusválidos.
Si se entera de que un exportador de vinos austriaco sabía que el vino que envia-
ba al Canadá estaba adulterado —como ocurrió durante los años ochenta—,
usted desaprobará que él haya dado autorización para venderlo. Probablemente
considerará usted también que esta persona estaba un tanto “chiflada” al no ha-
berse preocupado más por lo que hacía. Se esté de acuerdo o no con el objeto
de su odio, el poeta Paul Éluard habló en el mismo sentido cuando dijo: “Sabido
es que odio al reino del burgués. El reino de los policías y los curas. Pero odio
más aún a quien no los odia”.11
19 E. Westermarck, L’origine et le développement des idées morales, Payot, París, 1928, I, pp. 131-132.
10 El texto del filósofo Peter Singer La abundancia y el hambre en el mundo, citado en los textos
complementarios, podría hacerle cambiar de opinión al respecto.
11 Citado explícitamente en Bruno Roy, Mémoire d’asile, Boréal, Montreal, 1994.
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12 Véase, por ejemplo, el número de invierno de 1994 de la revista literaria Granta, que contiene
herencia de lo que sigue en esta obra no exige que se reconozca la existencia de esta conciencia mo-
ral mínima en todos los seres humanos.
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14 Dos razones, al menos, hacen que ciertos autores prefieran no utilizar el calificativo “verda-
dero” cuando se trata de evaluaciones morales. La primera es que “verdadero” tiene un matiz de-
finitivo, infalible, asociado en la mente de algunos al dogmatismo. “Racionalmente justificado”, en
cambio, manifiesta moderación. La segunda razón es que, según una teoría muy conocida, un juicio
es verdadero cuando corresponde a la realidad, cuando es, en cierto modo, una buena “fotografía”
de la realidad. Dado que esta concepción se aplica mejor a los juicios de hecho como “Natalia tiene
cabellos rubios”, que a juicios de evaluación moral como “La discriminación salarial fundada en el
sexo es injusta”, algunos creen que utilizar el término “verdadero” para calificar los juicios de eva-
luación moral equivale a aceptar una concepción “fotográfica” de la moral, de dudoso valor, se-
gún la cual los valores serían de la misma naturaleza que los objetos que nos rodean.
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Hemos dicho antes que la ética examina las justificaciones racionales de nues-
tros juicios sobre los comportamientos ajenos, sobre la organización social o so-
bre nuestros propios comportamientos.
Detengámonos para hacer un panorama general del tipo de cuestiones que
pueden depender de la ética.