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a) EMANCIPACIÓN
El término, que era usual originalmente en el vocabulario jurídico para expresar la situación de
las personas que se liberan de la dependencia de otra, pasa a otros ámbitos de la vida y adquiere
nuevos contenidos que no estaban presentes en él originariamente. Emanzipation comienza a
emplearse ya para referirse a las clases bajas, a grupos sociales determinados, al pueblo ya la
humanidad, que son entendidos ahora como sujeto de la emancipación o como objeto de la
misma. Se habla de estar viviendo en una época de emancipación. Se convierte en un indicador
de luchas de liberación en el ámbito social y político y en un factor lingüístico a favor de esas
luchas.
Los autores constatan cómo el concepto «emancipación», que evidentemente se había utilizado
desde el final del siglo XVIII desde la perspectiva de la filosofía de la historia, se convirtió en la
cuarta década del siglo XIX en el concepto principal para la interpretación de la historia. Con
Emanzipation se interpretaba ahora toda la historia pasada y el futuro que había de venir. El
concepto se convirtió así, sin abandonar sus implicaciones de tipo jurídico, en un concepto de
movimiento, es decir, en un denominador común de todas las reivindicaciones dirigidas a la
eliminación de las desigualdades de todo tipo.
b) PROGRESO
La acuñación de la palabra sucedió de manera casual, pero que la acuñación del concepto como
tal fue el resultado de un profundo cambio en la experiencia, en el que se incorporó una
referencia temporal explícita, que no tenían los conceptos anteriores de «Fortgang» o
«ProgreB». Koselleck ve en el concepto los cuatro criterios.
c) STAAT
Este también cumple los cuatro criterios.
d) VOLK
También se corroboran los cuatro criterios.
III. LOS CONCEPTOS NO TIENEN HISTORIA, AUNQUE CONTIENEN
HISTORIA.
Tesis: Los conceptos no cambian, no tienen historia, sólo pueden envejecer.
¿cuál es el objeto de la historia de los conceptos si estos no tienen historia?
Lo que cambia es el contexto, pero no el concepto envejecido.
Una vez que se ha formado un concepto, es decir, una vez que se ha sellado la relación entre una
palabra y una realidad específica con un significado determinado, se convierte en algo único. Y
«una vez que se ha acuñado un concepto como tal se sustrae al cambio». Cuando se «ha llevado
algo al concepto», es decir, cuando determinados fenómenos o situaciones han sido reunidos
bajo una palabra con un significado determinado ya no son susceptibles de cambio. Aquello a
lo que el concepto se refiere específicamente al construirse el concepto ya no puede cambiar: el
concepto de politike koinonia de Aristóteles o el concepto de res publica de Cicerón tiene un
carácter único, aunque la realidad sobre la que versan sea algo permanente o algo que se repite
en el tiempo. Lo que ahí es único, es decir, que está referido a una realidad específica, no puede
cambiar a lo largo del tiempo.
Lo que sí puede cambiar es la realidad que el concepto ha «conceptualizado», de modo que
la formación posterior de un concepto se adecue a aquélla, cambiando entonces al compás de la
realidad. Lo que tiene historia es todo aquello que «se ha llevado» a un concepto.
Señala Koselleck que el que los conceptos no tengan historia no excluye que las palabras
que los transportan puedan adquirir nuevos significados, que hay que investigar en una
«historia de los conceptos». Investigar, por tanto, si, adheridos a palabras viejas, se forman
conceptos nuevos con nuevos contenidos distintos a los que transportaban esas palabras viejas.
Y esta historia puede ocuparse igualmente de las nuevas palabras que se forman para denominar
nuevas realidades o para denominar estados de cosas en principio idénticos. La semasiología y
la onomasiología, por tanto, son claves en el quehacer de la «historia de los conceptos». Lo que
Koselleck deduce del hecho de que los conceptos envejecen y de que se forman nuevos
conceptos, pero que los conceptos no tienen historia, es que nosotros tenemos que definirlos
para nosotros mismos si querernos utilizarlos históricamente; tenemos que «traducirlos»
para poder entenderlos, siendo por tanto conscientes de la distancia existente entre los dos
momentos.
Distintas posibilidades de cambio en la relación concepto-realidad:
1- El concepto y la realidad permanezcan idénticos, tanto diacrónica como
sincrónicamente.
2- El concepto permanezca idéntico y cambie la situación real.
3- El concepto cambia pero la situación sigue igual.
4- Se produce una discontinuidad en el concepto y en la situación. Caso contrario al
primero, cada lado cambia a su ritmo, alterándose la relación existente entre ambos.
Explicar el cambio de los conceptos por el cambio en la realidad y explicar el cambio en
la realidad por el cambio en los conceptos.
Se trata de que los conceptos contienen varios estratos de significado procedentes de distintos
tiempos, que, a su vez, tienen un ritmo distinto de duración: algunos matices de su significado
anterior han desaparecido, pero otros han seguido. Si no se puede hacer ciertamente la historia
de un concepto concreto, sí se puede hacer, sin embargo, la historia de los distintos estratos
temporales que ha tenido. En el transcurso del proceso histórico, un concepto puede ir
obteniendo otros significados o borrando algunos otros, y de estos estratos temporales sí se
puede escribir su historia. Es más, hay otros conceptos que no sólo tiene estratos de diferentes
épocas, sino que en algún momento adquieren una remisión al futuro.
La historia de los conceptos tiene que poner al descubierto los elementos del pasado, del
presente y del futuro que contengan los conceptos-clave del vocabulario político y social.
Las estructuras temporales de los conceptos remiten, según Koselleck, a la existencia de una
semántica previa, que se caracteriza ante todo por su carácter de repetibilidad. La semántica la
define como la posibilidad de repetición, pues para que un acto de habla único sea
comprensible, todo el patrimonio lingüístico ha de estar disponible como algo dado. La
comprensión es posible gracias a la recurrencia del lenguaje, que es «actualizado» una y otra
vez en el momento de hablar y que se modifica a sí mismo lentamente. Y las estructuras de
repetición -no sólo la del lenguaje- remiten a la existencia de depósitos de experiencia que
estaban disponibles antes de las generaciones contemporáneas y que seguirán actuando después
de las generaciones contemporáneas. Pues bien, la semántica, que favorece un determinado
camino para organizar y dirigir los pensamientos y las experiencias, y de la que depende cada
acto de habla individual, «establece una estructura interna de carácter temporal en cada
concepto que usamos».
IV. OBSERVACIÓN FINAL
La historia de los conceptos va más allá del análisis de los conceptos para llegar a ser una
historia de la experiencia. Pero la historia de la realidad, por supuesto, sigue siendo un nivel
independiente desde el punto de vista metodológico, que no se puede confundir con el nivel de
su articulación lingüística en las fuentes y en sus conceptos.
Considera a los conceptos como reflejos de la sociedad en cuanto que acuñan significados para
la interacción social entre las palabras y la realidad. Y como la relación entre lenguaje y realidad
se altera permanentemente, generándose cambios semasiológicos y onomasiológicos, la
«historia de los conceptos» encuentra ahí su objeto de análisis, pues los conceptos como
tales no tienen historia, aunque sí contengan historia, es decir, estratos de significados de
distintos tiempos y de distinta duración.
Melvin Richter en “The History of Political and Social Concepts”. Compatibilidad entre sus
formas de hacer historia.
SKINNER: SIGNIFICADO Y COMPRENSIÓN EN LA HISTORIA DE LAS IDEAS.
I
La creencia de que cabe esperar interpretar a los teóricos clásicos sobre un conjunto
determinado de conceptos fundamentes da lugar a una serie de confusiones y absurdos
exegéticos. Estamos comprometidos a aceptar algunos criterios y reglas de uso para que
ciertas actuaciones se puedan ejemplificar correctamente y excluir a otras.
Jamás será posible estudiar lo que algún escritor haya dicho sin poner en juego nuestras
propias expectativas y prejuicios sobre lo que debe de estar diciendo. Factor determinante
de la configuración mental del observador. Estamos configurados para percibir ciertos detalles
de una manera determinada. Debemos de clasificar para entender, y sólo podemos clasificar lo
que no nos es familiar en términos de lo que es familiar. El peligro perpetuo resulta ser que
nuestras propias expectativas sobre lo que alguien está diciendo o haciendo determinaran que
entendamos que el agente esté haciendo algo que no habría aceptado como explicación de lo
que esté haciendo.
Mi procedimiento será intentar descubrir hasta qué punto el estudio histórico actual del
pensamiento se encuentra afectado por la aplicación inconsciente de paradigmas. No pretendo,
negar que la metodología que critico haya obtenido importantes resultados. Quiero insistir, no
obstante, en las diversas maneras en las que el estudio de lo que cada uno de los escritores
clásicos dice inevitablemente corre el riesgo de incurrir en varias clases de absurdos históricos,
y al mismo tiempo de anatomizar diversas maneras en las que los resultados se pueden
clasificar, no como historias, sino más apropiadamente. como mitologías.
II
MITOLOGÍA DE LAS DOCTRINAS: los historiadores trabajan con la expectativa de que el
escritor clásico (en la historia, por ejemplo, de la teoría moral o política) se encontrará
enunciando alguna doctrina sobre los problemas que se consideran constitutivos de la materia.
Paradigma de «encontrar» las doctrinas de un autor dado sobre los temas obligatorios.
Adquiere varias formas:
Primera forma: Existe el peligro de algunas observaciones sueltas o casuales del teórico
clásico en sus «doctrinas» sobre uno de los temas esperados. Consiste en tomar
equivocadamente algunas observaciones sueltas y casuales de uno de los teóricos clásicos por
sus doctrinas sobre los temas que el historiador está ya preparado a encontrar. Genera dos
absurdos históricos:
1- Más característica de las biografías intelectuales y de las historias sinópticas del
pensamiento, en donde la atención se centra sobre los pensadores individuales. El
peligro especial es el del anacronismo. A un cierto escritor se le puede «descubrir»
como si hubiera sostenido una cierta opinión, sobre la base de cierta semejanza casual
en la terminología, sobre un argumento al que en principio no tuvo la intención de hacer
ninguna contribución. Ejemplo: Marsilio de Padua y la separación de poderes.
2- Más característica de las «historias de las ideas» en donde la atención se pone en el
desarrollo de la misma «unidad de idea». Aquí el fin es trazar la morfología de alguna
doctrina dada «a lo largo de todas las provincias de la historia en la que aparece». El
punto característico de partida es establecer un tipo ideal de una doctrina dada. El
peligro de este estudio es que la doctrina que se ha de investigar de una manera tan
expeditiva llega a ser una entidad al convertirse en una hipóstasis. Cuando el
historiador busca la idea, llega a ser demasiado fácil hablar como si la forma
desarrollada de la doctrina haya sido siempre de alguna manera inmanente en la
historia. El hecho de que las ideas presupongan agentes desaparece de inmediato tan
pronto como las ideas se disponen a hacer la guerra en su propio nombre. Genera dos
absurdos históricos: (1) La tendencia a buscar por la aproximación al tipo ideal produce
una forma de historia que casi enteramente se centra a señalar anteriores
«anticipaciones» de posteriores doctrinas, y por consiguiente a felicitar a los escritores
individuales por la extensión de su clarividencia. (2) Encontramos un absurdo
entrelazado en los debates sin fin sobre si se puede decir si una «idea unitaria» dada ha
«emergido realmente» en un tiempo dado, y si estaba «realmente» allí en la obra de
algún escritor dado.
En todos estos casos, donde un cierto escritor puede aparecer estar insinuando algo de esa
«doctrina», nos vemos confrontando la misma cuestión exigida. Si el escritor tuvo la intención
de articular la doctrina que se le quiere acreditar, ¿cómo es que fracasa tan señaladamente en
ese empeño hasta el punto de que al historiador se le deja con la reconstrucción de su
supuesta intención a partir de conjeturas y pistas?
Segunda forma: supone la conversa de la primera forma. Un teórico clásico que no sepa
producir una doctrina reconocible sobre algunos de los temas obligatorios se le critica por no
estar a la altura de la tarea apropiada. Criticar a los escritores clásicos según la asunción a
priori de que cualquiera de los escritos que hubieran tenido la intención de producir tendrían que
constituir la contribución más sistemática que eran capaces de hacer a su disciplina. Cuestión
exigida: Si algunos de esos escritores alguna vez tuvieron la intención, o pudieron haberla
tenido, de hacer lo que se les reprocha de haber hecho.
III
MITOLOGÍA DE LA COHERENCIA: Puede que resulte que algunos de los escritores
clásicos no sean del todo coherentes, o que incluso no ofrezcan una explicación sistemática de
sus creencias. Supongamos, sin embargo, que el paradigma para conducir la investigación se
considere que sea una vez más el de elaborar las doctrinas de cada autor clásico sobre los temas
más característicos de la materia. Resultará entonces peligrosamente difícil para el historiador
considerar que su tarea sea la de otorgarle a esos textos la coherencia de la que parecen carecer.
Semejante peligro se ve exacerbado por la notoria dificultad de preservar el énfasis y el tono
apropiados de una obra al parafrasearla, y por la consiguiente tentación de encontrar un
«mensaje» que se pueda abstraer y comunicar más fácilmente. Si no se puede ver coherencia en
una obra, la conclusión a sacar es que se debe de buscar con más ahínco, porque la coherencia
debe de estar seguramente presente. Es deber del exegeta descubrir la coherencia interna de su
doctrina leyendo textos una y otra vez hasta que el argumento haya asumido alguna coherencia.
El deber del exegeta se convierte en intentar presentar esas ideas de una forma coherente. Este
procedimiento le otorga a los pensamientos de los principales filósofos una coherencia y un
cierto aire general de sistema cerrado, que es posible que nunca hubieran querido conseguir
o hubieran aspirado a tener.
Cuando la ausencia de coherencia se convierte en un desafío para el exegeta se genera una
forma conversa de absurdo histórico: semejante ausencia de sistema se convierte en un motivo
de reproche.
Dos direcciones metafísicas que dan lugar a la mitología de la coherencia:
1- Existe la asunción, que puede que resulte apropiada en el interés de extraer un mensaje
de máxima coherencia, de descartar las declaraciones de intención que los autores
mismos hacen sobre lo que están haciendo, o incluso la de rechazar obras enteras
que parecen afectar a la coherencia de sus sistemas de pensamiento.
2- Puesto que se puede esperar que los textos clásicos exhiban una «coherencia interna»
que es deber del intérprete revelar, cualquier supuesta barrera a esta revelación;
constituida por aparentes contradicciones, no pueden ser barreras reales porque no
pueden haber verdaderas contradicciones. La asunción, en otras palabras, es que la
pregunta correcta que hay que hacer en caso de tal duda no es si el autor en cuestión era
inconsistente, sino «¿cómo se pueden explicar sus contradicciones (o sus aparentes
contradicciones)?».
Pensar en estos términos es dirigir al historiador de las ideas por el camino escolástico de la
«solución dé antinomias». Ejemplo de Leo Strauss y las persecuciones. La lectura exotérica
parte de dos asunciones:
1- La investigación alcanza sus objetivos a partir de la asunción de que ser original es ser
subversivo. Porque es éste el medio por el que sabemos en qué textos hay que buscar las
doctrinas entre líneas.
2- Cualquier interpretación basada en la lectura entre líneas está virtualmente protegida de
la crítica por el «hecho» posterior de que «los hombres inconscientes son lectores poco
atentos». Se sigue que no «ver» el mensaje entre líneas es ser inconsciente, mientras
que verlo significa ser fiable e inteligente.
IV
MITOLOGÍA DE LA PROLEPSIS: Cuando se considera qué significación se puede decir
que un texto particular tenga para nosotros, resulta bastante fácil en primer lugar describir la
obra y su supuesta relevancia de tal manera que se deje sitio para el análisis de lo que el autor
pudo haber querido decir o significar. Lo que generamos cuando estamos más interesados en la
significación retrospectiva de un episodio que en el significado que tuvo para el agente en esa
época. Se trata de la refundición de la asimetría entre la significación que un observador
puede reclamar justificadamente que encuentra en un episodio histórico determinado y el
significado mismo de ese episodio. Ejemplo: Platón en La Republica y el partido político
totalitario. En estos casos una explicación que puede ser correcta de la significación histórica de
una obra se ve fundida con la explicación de lo que el autor estaba haciendo, que en principio no
puede ser verdadera.
El indicio más seguro, en suma, de que nos encontramos ante la presencia de la mitología de la
prolepsis es que la discusión estará expuesta a la más cruda forma de crítica que se pueda
nombrar contra las formas teleológicas de explicación: el episodio ha de aguardar al futuro
para comprender su significado.
El peligro que comporta es que el observador pueda «ver» algo aparentemente familiar en el
transcurso del estudio de un argumento que no le resulte familiar y pueda, en consecuencia,
ofrecer una descripción manifiestamente equivocada. La escritura de la historia de las ideas se
distingue por dos formas particulares de semejante provincialismo:
1- Existe el peligro de que el historiador puede que no sepa servirse de la ventaja de su
punto de vista al describir la aparente referencia de algún enunciado en el texto clásico.
Puede ocurrir que el argumento de una obra le recuerde al historiador otro similar de
otra, o de alguna anterior, o puede parecer que lo contradiga. En ambos casos el
historiador puede llegar equivocadamente a suponer que fue la intención del autor
posterior referirse al anterior, y que llegue a hablar erróneamente de la «influencia» de
la obra anterior.
2- Los comentaristas inconscientemente no sepan sacar partido a la ventaja de suposición,
cuando se trata de describir el sentido de una obra dada. Existe siempre el peligro de
que el historiador pueda conceptualizar un argumento de manera que sus elementos
ajenos se diluyan en una familiaridad engañosa.
La dificultad de la que me he ocupado hasta ahora consiste, pues, en que si bien es ineludible,
no es menos peligroso para el historiador de las ideas enfocar sus materiales con paradigmas
preconcebidos. Resulta, pues, evidente que del lugar de donde surgen tales dificultades es donde
el historiador en efecto empieza a ignorar ciertas consideraciones generales que se aplican a la
tarea de formular y entender los enunciados. Lecciones metodológicas:
- Una de estas consideraciones es que no se puede decir que ningún agente haya
querido decir o conseguir algo sobre lo que nunca haya querido aceptar como una
descripción correcta de lo que haya querido decir o lograr. Aplicar este test es
reconocer que muchas de las cuestiones que he considerado son, estrictamente
hablando, vacuas ante la ausencia de referencia.
- Es necesario contar con el hecho de que pensar es una actividad hecha con esfuerzo, y
no una simple manipulación del calidoscopio de imágenes mentales. El intento de
pensar nuestros problemas, como materia propia de introspección común y de
observación, no parece que adopte la forma, o que sea reducible, a un patrón o incluso a
una actividad intencional uniforme. Más bien nos vemos envueltos a menudo en una
lucha intolerable con las palabras y los significados, bordeamos los límites de nuestra
inteligencia y nos confundimos, y con :frecuencia hallamos que nuestros intentos por
sintetizar nuestras opiniones revelan tantos desórdenes conceptuales al menos como
doctrinas coherentes. Pero es precisamente esta consideración la que se olvida cada vez
que un intérprete insiste en reunir los pensamientos lamentablemente «sueltos» de un
escritor clásico para presentarlos de manera sistemática, o en descubrir algún grado de
coherencia en el que los esfuerzos y confusiones que ordinariamente caracterizan la
actividad de pensar se hagan desaparecer, y sea extinguida toda pasión.
V
He estado anatomizando los peligros que surgen si uno examina los textos clásicos de la historia
de las ideas como si fueran objetos autosuficientes de investigación, concentrándose en lo que
cada escritor dice sobre las doctrinas canónicas y pretendiendo en consecuencia recuperar el
significado y la significación de sus obras. Tales peligros se pueden evitar con las cautelas
necesarias. Pero este enfoque no puede en principio capacitarnos para llegar a una adecuada
comprensión de los textos que estudiamos en la historia del pensamiento. La razón fundamental
es que, si queremos entender cualquiera de los textos, debemos de ser capaces de ofrecer
una explicación no sólo del significado de lo que se dice, sino también de lo que el escritor
en cuestión pudo haber querido decir al decir lo que dijo. Un estudio que se centre
exclusivamente en lo que el escritor dijo sobre alguna doctrina dada no sólo será inadecuado,
sino que en algunos casos puede ser positivamente erróneo, si se le considera una: guía para
entender lo que el escritor en cuestión intentó o quiso decir.
1- Los términos que usamos para expresar nuestros conceptos cambian a lo largo del
tiempo.
2- El escritor con frecuencia emplea deliberadamente una variedad de lo que se podría
considerar como estrategias retoricas oblicuas (ironía, disociar lo que se dice de lo que
se quiere significar).
3- En el caso de cualquier emisión seria, el estudio de lo que alguien dice nunca puede ser
una guía para comprender lo que quería decir. Para comprender una emisión dicha en
serio, necesitamos entender no sólo el significado de lo que se dice, sino al mismo
tiempo la fuerza con la que se tuvo la intención de emitirla. Es decir, necesitamos
entender no sólo lo que la gente está diciendo, sino también lo que está haciendo
cuando lo dice. Para entender el significado de lo que dijeron, necesitamos al mismo
tiempo comprender lo que querían significar cuando lo dijeron. Significado y uso.
Insuficiencias a la hora de comprender una idea dada (97,98,99). Lo que descubrimos es que no
existe una historia de la idea que se tenga que escribir. Sólo existe la historia de sus
diferentes usos y de la variedad de intenciones con las que se utilizó. Es difícil esperar que una
historia de este tipo retenga siquiera la forma de la historia de la «unidad de idea». Porque la
persistencia de expresiones particulares no nos dice nada fiable sobre la persistencia de
aquellas cuestiones que se pueden responder utilizando las expresiones, no lo que los diferentes
escritores que utilizaron las expresiones habrían querido decir cuando la utilizaron.
Una vez que comprendemos que hay siempre una cuestión que se pueda responder sobre qué es
lo que los escritores están haciendo al decir lo que dicen, me parece que ya no querríamos
organizar nuestras historias siguiendo la «unidad de la idea» o centrándonos en lo que los
escritores individuales dicen sobre «los problemas perennes». Afirmar esto no es negar que
haya habido continuidades que han persistido en la filosofía moral, social y política occidental,
y que éstas se hayan reflejado en un empleo estable de un conjunto de conceptos centrales y
formas de argumento. Significa solamente decir que existen buenas razones para no seguir
organizando nuestras historias en tomo a tales continuidades para acabar con más
estudios del tipo en el que se exponen y comparan.
Escepticismo porque cada autor parece responder a la cuestión sobre X a su propia manera.
Sumado a que los términos empleados al formular la cuestión aparecen de forma divergente. El
error se haya en suponer que existe un conjunto de preguntas que los diferentes pensadores se
proponen responder.
Sigo siendo escéptico sobre el valor de escribir las historias de los conceptos o de la «unidad de
ideas». Las únicas historias de las ideas que se han de escribir son las historias de sus usos en
los argumentos.
VI
Conclusiones:
1- Método apropiado al estudiar la historia de las ideas. Entender lo que tenían intención
de decir y con qué intención se expresó ese significado. Se debe empezar delimitando el
rango completo de comunicaciones que convencionalmente se podría realizar en una
ocasión dad al expresar una emisión dada. Segundo paso: trazar las relaciones entre la
emisión dad y este contexto lingüístico mas amplio como el instrumento que se ha de
emplear para decodificar las intenciones de un escritor determinado (estudio adecuado
es esencialmente lingüístico). El contexto social figura como el marco último que nos
ayuda a decidir qué significados convencionalmente reconocibles habrían estado en
principio a disposición de alguien para que tuviera la intención de comunicarlos. Esta
metodología se trata de las condiciones necesarias para entender las emisiones.
2- El valor del estudio de la historia de las ideas. Es una causa perdida para intentar dar
respuesta a los problemas perennes. Esto no quiere decir que el estudio de la historia de
las ideas carezca en absoluto de valor filosófico.
FREEDEN: IDEOLOGÍA
I. ¿DEBEN LAS IDEOLOGÍAS TENER MALA REPUTACIÓN?
No todos los ismos son ideologías y no todas las ideologías tratan de imponerse sobre
sociedades que se resisten a sus intentos de aplastar las ideas y convicciones sociales, ni son
empleadas como un arma contra sus detractores.
Nos pasamos la vida entera produciendo, diseminando y consumiendo ideologías, seamos o
no conscientes de ello. Sí, somo ideólogos en el sentido de que contamos con comprensiones
del ambiente político del que formamos parte, y poseemos puntos de vista sobre los méritos y
deméritos de dicho ambiente.
Las ideologías, como veremos, nos proporcionan mapas del universo político y social.
Sencillamente no podemos prescindir de ellas porque no podemos actuar sin dotar de
sentido los mundos en los que habitamos. Dotar de sentido, conviene decir, no siempre quiere
decir dotar del sentido bueno o adecuado. Pero las ideologías contienen a menudo mucho
sentido común. En cualquier caso, los hechos políticos nunca hablan por sí solos. Toda
interpretación, cada ideología, es un intento de imponer una pauta -alguna forma de
estructura u organización- sobre cómo leemos (y malinterpretamos) los sucesos. Los mapas
ideológicos no representan una realidad objetiva, externa.
¿por qué provocan entonces tanta suspicacia o desconfianza las ideologías?
En este libro las ideologías son artefactos políticos.
Un problema con el término «ideología» es que buena parte de sus usuarios se han negado a
dotarlo de un significado preciso, útil e ilustrativo.
- EL ASALTO MARXISTA
La ideología es una imagen especular invertida del mundo material distorsionada aún más por el
hecho de que el mundo material se encontraba a su vez bajo el capitalismo sometido a
relaciones sociales deshumanizadoras. El papel de la ideología era suavizar esas
contradicciones haciéndolas aparecer como necesarias, normales y congruentes. Era una
sublimación de la vida material. Un acto de manipulación deliberada aunque también podía
ser un proceso inconsciente o autoinducido. Marx y Engels añadieron otra dimensión:
asociaron ideología y clase, afirmando que las ideas de la clase dominante eran las ideas
dominantes. Para manufacturar la historia de acuerdo con sus intereses. La ideología burguesa
dominante era también la del proletariado, se les había convencido de esto. Ganarse el sustento
vendiendo la fuerza de trabajo a terceros era algo esencial para tener sensación de dignidad
personal (ideología + fetichismo de las mercancías + mercados). El marxismo se encargada de
desenmascarar y desmitificar el carácter enmascarador de la realidad de la ideología.
El enfoque marxista produce como se puede apreciar una muy persuasiva visión de la ideología.
La ideología aparece como el producto de una serie de causas simples aunque insanas:
1- La necesidad de interpretaciones simplificadas y fáciles de vender del mundo en que
vivimos.
2- El deseo de poder y control de algunos individuos y grupos sobre otros.
3- Una creciente tendencia a dividir la actividad humana en compartimentos estancos -la
división del trabajo- y a separar el pensamiento de la acción.
La ideología reforzaría todo esto, y mantendría a las sociedades en un estado de ignorancia y
sufrimiento.
Teoría marxista:
1- Se apoya en la distinción crucial entre conciencia verdadera y distorsiones. Es posible
obtener un conocimiento no ilusorio de la realidad. (carácter ideológico que se le achaca
al marxismo). Verdades sociales. Dependerá del mapa interpretativo del que nos
sirvamos.
2- Naturaleza efímera de la ideología. Desaparecerá una vez que se reconozcan las raíces
materiales de lo espiritual. La ideología es indispensable: es un producto patológico de
las circunstancias históricas y de diluirá cuando estas mejoren.
3- La concepción marxista de la ideología ha contribuido a una comprensión unitaria de la
ideología. Aquí no tiene sentido analizar per se ni distinguir diferentes variantes.
4- Las ideologías son parte de una visión única, incluso total, del mundo político.
5- Se ha exagerado el papel de las ideologías. Su origen ha resultado con frecuencia ser
mucho mas estrecho que una clase en su totalidad. Para algunos estudiosos los
ideólogos son intelectuales poseídos por un peligroso sentido de misión, el de cambiar
el mundo de acuerdo con una específica visión absoluta de las cosas. Ha contribuido a
esa visión.
Lo valioso que hay en énfasis marxista de una ideología encubridora de la realidad:
1- La relevancia de las circunstancias sociales e históricas para la conformación de las
ideas políticas y de otro tipo.
2- Las ideas son importantes, no son puramente retóricas.
3- Están dotadas de funciones políticas cruciales.
4- Lo que uno ve no es siempre todo lo que uno puede conocer. Las ideologías contienen
niveles de significado que se hallan ocultos para sus consumidores y, de modo
frecuente, también para sus productores.
II. MÁS ALLÁ DE LO ILUSORIO: CÓMO HAN PERDURADO LAS
IDEOLOGÍAS.
Estos autores transformaron la concepción de la ideología desde el epifenómeno transitorio
originariamente marxista hasta identificarlo con un rasgo permanente de lo político, abriendo el
paso al abandono de algunas de sus connotaciones peyorativas.
i. Las bases sociales de la ideología: KARL MANNHEIM.
La ideología es un reflejo de todos los contextos históricos y sociales. Se trataba de un rasgo
propio de cualquier medio social que influía en los procesos de pensamiento de los seres
humanos y, mas aun, que el conocimiento era un proceso cooperativo de la vida en grupo.
Entraban en juego los primeros indicios de pluralismo ideológico, multiplicidad de formas de
pensar podían producir mas de una ideología.
Para él la ideología tenía manifestaciones tanto sociales como psicológicas. Añadió la noción de
utopía (lo que para nosotros hoy sería una ideología progresista o transformadora en contraste
con una tradicional o conservadora).
Una ideología era una estructura independiente de pensamiento típica de los sistemas sociales
que no podía ser reducida a las visiones agregadas y psicológicas de los individuos particulares.
Una intelligentsia era un grupo cuya tarea especial era proporcionar una interpretación del
mundo a su sociedad. Ya no se les vinculaba con un cuerpo de terminado y cerrado.
Interpretaban al mundo independientemente y sin subjetividades. Mannheim creía en la
posibilidad de una sociología del conocimiento unificada producida por estos intelectuales
independientes y que trascendiera los puntos de vista parciales tanto de la ideología como de la
utopía. Verdades sociales. Por eso diferencia entre relativismo y relacionismo.
- Relativismo: reconocimiento de que todo pensamiento esta vinculado con la situación
histórica concreta del pensador, y carece de fundamento objetivo y universal.
- Relacionismo: también reconocía la ubicación contextual del pensamiento y la ausencia
de verdades absolutas sobre cuestiones sociales e históricas (marxismo también era
ideología para Mannheim). Paradoja de Mannheim. Sugería tres cosas: (1) Ideas solo
son comprensibles cuando se aprecia su mutua interdependencia. (2) Ese marco
holístico ofrecía la posibilidad de un punto de vista social desde el cual se establecían
diferentes comprensiones relacionales y desde el que podían obtenerse verdades y un
conocimiento del mundo real. (3) Sólo con el desarrollo de la concepción totalizante de
la ideología podía emerger la sociología del conocimiento. Ello permitía al término
ideología cambiar su significado, de ser «meramente» designado como dominación a
convertirse en una herramienta analítica crítica.
La cuestión dejaba de ser simplemente lo que la ideología hacía, y pasaba a ser qué tipo de
pensamiento era la ideología. Mannheim pensaba orientarse hacia un conocimiento libre de
valoración aunque no daba ningún paso hacia el conocimiento absoluto y concluyente. Las
ideologías, señalaba, estaban en constante cambio y dinamismo, y lo mismo sucedía con el
conocimiento. Las limitaciones de su enfoque son manifiestas. Asumió que todas las
intelligentsias llegarían a un lugar común de encuentro y que éste tendría un carácter no-
ideológico. Hoy somos más escépticos con esas pretensiones. Quería evitar una
desestabilización por la pluralidad de ideas que se convirtieran en excluyentes, por lo que
intentaba anticipar un nuevo tipo de objetividad.
Para Mannheim reconoce a la ideología como un objeto de estudio con valor en sí mismo. Su
aportación: que había que lograr que ésta adquiriera consciencia de sus propios supuestos y
categorías de análisis. No era ya posible un estilo naíf de pensar en la política que veía esta
como una forma pura, elevada por encima de las contingencias e imperfecciones de la vida
diaria. Si de lo que se trataba era de comprender el pensamiento político, buena parte de éste
tenía que ser abordado y descifrado como ideología, como un producto de circunstancias
sociales e históricas.
- La expansión de la ideología: ANTONIO GRAMSCI.
Gramsci modificó la definición marxista del término manteniéndose dentro de una tradición
marxista en sentido extenso. Es bien conocido entre los estudiosos de la ideología por su noción
de hegemonía. La hegemonía ideológica, argumentaba, podía ser ejercida por una clase
dominante, la burguesía, no sólo a través del ejercicio de la fuerza del estado sino también a
través de variados medios culturales. Gramsci hizo que la ideología dejase de ser sólo vista
como una herramienta en manos del estado. La ideología desde su punto de vista operaba y era
producida en la sociedad civil, la esfera de la actividad no estatal de los individuos y grupos .
Los intelectuales eran los principales formuladores y conductores de la ideología. El proceso de
generación de consenso necesariamente precedía y allanaba el terreno para la dominación
gubernamental.
Marcaba así una distinción entre la ideología como creación consciente por parte de sus
productores y la ideología como fenómeno mas inconsciente entre sus consumidores.
Gramsci trató de explicar el funcionamiento de la ideología como practica en el mundo real.
Nuestros pensamientos-practicas se entremezclan e informan nuestras prácticas y actos
materiales y observables.
El resultado de todo esto es considerar que las ideologías están ubicadas en actividades
concretas, y dejar de verlas como entes que flotan en la estratosfera a gran distancia de éstas .
La dicotomía entre hacer y pensar queda así puesta en cuestión, pues pensar es ella misma una
actividad que posee sus propias regularidades. El pensamiento político se hace visible en forma
de una reflexión sobre cómo organizar el comportamiento colectivo, pero puede ser también
aprehendido por medio de un estudio empírico de actos observables. La distinción de su
estructura tripartita y las dimensiones de lo filosófico y lo ideológico comenzaban a evaporarse
desde el momento en que el pensamiento político se situaba en el mundo concreto y se dirigía
hacia él.
Aportación a la ideología: Para él la ideología habitaba un extenso espacio político que
incluía las normas y comprensiones morales y culturales, diseminadas a través de los
medios de información y las asociaciones voluntarias civiles. Y de modo bastante crucial
podía ser encontrada en varios niveles de articulación. Ciertamente la ideología tendía a la
unidad -cuestión central para el consenso y la solidaridad que forjaba- porque los intelectuales
preeminentes de un período histórico dado subyugaban a otros intelectuales a través de la
atracción que ejercen sus ideas y así lograban dirigir a las masas. Estos intelectuales, a
diferencia de lo que pensaba Mannheim, no prescindían de la ideología; su misión era
adecuarla a las necesidades de su tiempo. Gramsci reconocía el papel de la producción
intelectual popular en dialogo con la intelligentsia para producir el tipo de posicionamientos
ideológicos complejos que caracterizan el mundo moderno.
- La realidad de la ideología: LOUIS ALTHUSSER.
Pero Althusser se distanció de Marx al reconocer que la ideología era una «nueva realidad más
que un factor de distorsión de la realidad. El comparaba la superestructura económica con la
parte superior de una casa de tres plantas:
i. La ideología es la planta alta. Intervienen de manera directa sobre la base.
Autonomía relativa.
ii. Base económica y productiva es la planta baja. Autonomía relativa.
iii. La intermedia son las instituciones políticas y legales.
Contribuciones:
1- Reconoce una variedad de formas institucionales. Multiplicidad de los aparatos
ideológicos frente a la singularidad de Marx.
2- Reconocer la dispersión generalizada de la ideología mas allá de la esfera publica hacia
el universo de lo privado. Las visiones políticas del mundo se hallaban presentes en
todas las dimensiones de la vida. Era una pluralidad relativa, no en funciones, sino sólo
en su ubicación en distintas esferas sociales.
3- La ideología posee aspectos fundamentales independientemente de las formas históricas
que adopta específicamente cada ideología. La ideología es eterna. De forma inevitable
los individuos piensan de un modo particular acerca de las condiciones reales de sus
existencia.
4- Sugirió que la ideología existe de un modo material en las practicas sociales o en las
instituciones que él denominada aparatos sociales. Incluso para él, el pensar era una
practica material en el sentido de que es algo que de hecho se produce.
5- Convirtió a los sujetos individuales particulares en portadores de ideología, cortando así
la inevitabilidad de su vinculo con las clases sociales tal y como había sido preconizado
por sus antecesores marxistas. La noción de ideología dependía del concepto ideológico
de sujeto: individuos constituidos por la ideología como portadores de conciencia,
voluntad y agencia. Ideología y sujeto se definían mutuamente entre sí.
Favoreció que los estudiosos futuros de la ideología apreciasen que la ideología es a la vez algo
que sucede en nosotros y a nosotros. En la medida que está en nosotros, no somos plenamente
conscientes de sus efectos.
III. LA IDEOLOGÍA EN LA ENCRUCIJADA DE LA TEORÍA.
El desarrollo de la política de masas en Europa asistió a la consolidación de tradiciones de
pensamiento político que empezaron a desarrollar una vida propia, comenzando a adquirir un
peso en los procesos de toma de decisiones. Así, las ideologías funcionaban como tradiciones
políticas que movían a los individuos y grupos a la acción política. Esto ayudado por los
partidos políticos y los manifiestos y programas. Derivo en una pugna por el control de las
mentes.
- EN POS DE UNA DEFICIÓN: LAS FUNCIONES DE LA IDEOLOGÍA.
Enfoque funcional: Una ideología política es un conjunto de ideas, creencias, opiniones y
valores que:
i. Muestra un patrón recurrente (tradiciones con poder de permanencia, ideología y
partido no son intercambiables, se refuerzan entre sí).
ii. Es seguida por grupos relevantes (pueden ser asumidas por individuos
conscientes pero son productos sociales. Hay diferentes grupos significativos que
entran en escena a parte de los intelectuales, por su capacidad de controlar los
medios de información o de servir como asesores políticos más que a la posición
del grupo en relación con los medios de producción)
iii. Compite por la formulación y el control de planes en materia de políticas
públicas (hablamos de ideologías políticas, se hayan en competencia por el diseño
de macro programas en materia de política social y económica y de gestión de la
administración. No todo plan formulado por un grupo constituye una ideología pero
puede ser interpretado como parte de un diseño ideológico más grande).
iv. Lo hace con el fin de justificar, oponerse o cambiar las bases y los acuerdos
sociales y políticos de una comunidad política (lo hacen a través de la persuasión
o la propaganda).