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ENTORNO AL OBJETO DE LA “HISTORIA DE LOS CONCEPTOS” EN KOSELLECK.

Begriffsgeschichte  averiguar la experiencia del pasado contenida en los testimonios


lingüísticos, es decir, en averiguar en las fuentes la articulación lingüística de los elementos
básicos de la experiencia. Las fuentes se pueden leer en un doble sentido, primero como
indicadores de algo que está fuera de ellas mismas, y, segundo, desde cómo el lenguaje articula
eso que está fuera de ellas mismas. Precisamente por esta doble posibilidad, la
Begriffsgeschichte ocupa para Koselleck un lugar intermedio entre la historia de la realidad
fáctica y la historia de la conciencia. Es parte de la historia del lenguaje, pero con su vista
dirigida hacia fenómenos políticos y sociales de carácter extranlingüístico.
No pretende hacer una historia de categorías abstractas. Pretende tener en cuenta los grupos
de hablantes y sus intereses, pues la historia de los conceptos que él pretende tiende finalmente
a la historia de la realidad extralingüística. (importancia en su método el análisis de los cambios
semasiológicos y onomasiológicos).
I. EL CONCEPTO DEL CONCEPTO EN LA «HISTORIA DE LOS CONCEPTOS»
Diferencia entre:
- Palabra: siempre remite a lo significado, sea esto un pensamiento o una situación real.
El significado está adherido ciertamente a una palabra, pero se alimenta asimismo del
contexto hablado o escrito, brotando al mismo tiempo de la situación a la que se está
refiriendo. Una palabra se convierte en concepto, cuando esta relación en la que se usa
la palabra y para la que se utiliza la palabra, desemboca en la palabra. La polisemia es
locucionaria. Palabra = monosémica.
- Concepto: reúne en sí mismo un montón de significados; siempre es polisémico. En la
historia de un concepto, no sólo se desplaza el significado de una palabra, sino que
cambia la composición y las referencias de todo el contexto entero que ha ido a parar a
la palabra.
El concepto extrae su multiplicidad de sentidos de su carácter como instrumento o como
indicador de la acción política o social. La polisemia es ilocucionaria y perlocucionaria.
Hay que analizar igualmente la relación del concepto con la realidad, con la situación
histórica.
- Conceptos fundamentales: complejos e indispensables para formular los temas más
sobresalientes de una época determinada.
Los conceptos, al ser concentrados de muchos significados que se introducen desde la situación
histórica en la palabra, sólo pueden interpretarse, mientras que las palabras pueden definirse.
Koselleck renuncia en su investigación del triángulo de la lingüística (palabra, significado,
cosa).
Sólo hay concepto cuando los significados de los distintos términos que denominan una misma
realidad se reúnen y se reflejan más allá de la mera función de denominar una realidad. Tienen
un significado excedente que connota un determinado ámbito de experiencias y de situaciones
más allá de lo que denota. En virtud de las connotaciones de los conceptos se puede organizar
intelectualmente la realidad y los conceptos pueden desempeñar un papel activo en la
comunicación político-social como condición de la experiencia y de su mediación.
El concepto no es una categoría lingüística, es una haz de experiencias y de expectativas, de
visiones de la realidad histórica y de pautas explicativas de la misma. Un concepto no se puede
entender sin referencia a otros conceptos (está en una constelación de conceptos), se interpretan
y se explican en una relación de reciprocidad, dentro de un campo semántico,
La Begriffsgeschichte va claramente no sólo más allá de la historia de la palabra, sino también
más allá del concepto individual y quiere descubrir estructuras semánticas. Analiza tanto las
expresiones paralelas, las próximas o las contrarias a la palabra/nombre investigada como si los
usos del concepto tienen carácter competitivo o estratégico, es decir, las intenciones de quienes
lo utilizan. La perspectiva es conocer la realidad histórica como una unidad hecha por el
lenguaje y que sólo de esa manera le es accesible.
Dos caras del lenguaje en la relación lenguaje-realidad:
i. Pre-lingüístico: el lenguaje es receptivo y registra lo que sucede fuera de sí mismo,
descubriendo aquello que se le impone sin ser en sí mismo lingüístico.
ii. Extralingüístico: el lenguaje, en su función activa, asimila todos estos contenidos
extralingüísticos.
La relación entre lenguaje y realidad no es una relación de identidad. Es más una relación
de tensión. No hay correspondencia exacta entre el significado, uso y realidad. Conceptos y
realidades tienen sus propias historias, relacionadas entre sí, transformándose de diversas
maneras. Cambian a diferentes ritmos. Se necesita de la semántica y la onomástica.
Tres posibilidades de ´la relación lenguaje-realidad:
a- Entender el lenguaje como algo instrumental e investigar entonces la función que
desempeña para determinados grupos de acción política; el lenguaje siempre quedaría
como un epifenómeno de la llamada historia real.
b- Poner al lenguaje y a la realidad en una relación de reciprocidad, pero con
diferencias determinantes, sin que el uno puede ser reducido a la otra y viceversa.
c- Se opone frontalmente a la primera, y en ella se considera a los textos como la realidad
misma.
Aspecto dual del lenguaje, en la que la formación de los conceptos son las dos cosas:
a- Factor en los movimientos históricos.
b- Indicador de estos movimientos.
La realidad siempre está transportada por el lenguaje, que no excluye que haya también
otros elementos constitutivos de la realidad de carácter no lingüístico.
Para Koselleck ningún acto del habla es la acción misma, y si bien todo acto del habla es una
acción, no todo hecho es un acto de habla.
Al aspirar a articular la conexión entre el contexto lingüístico de las fuentes y la realidad
política y social, la Begriffsgeschichte no se puede confundir con la «historia de las ideas»,
que tenía que ver con «ideas» que, como tales, estaban situadas en un nivel de abstracción, que
poco tiene que ver con el análisis del uso de un lenguaje específico en situaciones específicas.
II. LA HIPÓTESIS SOBRE EL CAMBIO EN LOS CONCEPTOS.
Partiendo de la ausencia de una identidad permanente entre lenguaje y realidad y de la tensión
entre ambos, se plantea la cuestión de cómo se expresan los cambios inevitables en la relación
entre ambos lados (si con nuevas palabras, si con la acuñación de nuevos conceptos, si con la
integración de nuevas referencias de índole temporal en las palabras/conceptos viejos). El
estudio de esos cambios se convierte en objeto central de la «historia de los conceptos », pues
ésta tendrá que averiguar precisamente si los cambios lingüísticos y conceptuales son
indicadores o factores de las transformaciones de la realidad social extralingüística y tendrá que
poner al descubierto los distintos estratos de significado de tiempos distintos existentes en los
conceptos.
En el cambio de los conceptos de Koselleck, en un cierto período de tiempo se atravesó un
umbral en el que los conceptos políticos-sociales fundamentales adquirieron contenidos y
referencias «modernos». El término Sattelzeit fue acuñado por Koselleck para denominar este
fenómeno. Hay cuatro criterios o hipótesis con los que se puede estructurar el proceso de
cambio a largo plazo:
i. Democratización: el vocabulario político y social se amplia y aplica a otros
ámbitos distintos.
ii. Politización: los conceptos van incluyendo referencias relativas a un numero cada
vez mayor de personas.
iii. Ideologización: se transforman en fórmulas abstractas o vacías, que se usan de
manera distinta según los intereses o la clase social de los hablantes.
iv. Adquisición de una dimensión temporal: los conceptos incorporan referencias
temporales, relativas a expectativas de un futuro mejor o a diferencias entre un
antes y un después que ha de venir.
v. Kollektivsingular: determinados sustantivos utilizados normalmente en plural se
convierten, a lo largo de un período de tiempo, en singulares, se da un cambio
fundamental. Ejemplo de Historia, que se convierte en metaconcepto.

a) EMANCIPACIÓN
El término, que era usual originalmente en el vocabulario jurídico para expresar la situación de
las personas que se liberan de la dependencia de otra, pasa a otros ámbitos de la vida y adquiere
nuevos contenidos que no estaban presentes en él originariamente. Emanzipation comienza a
emplearse ya para referirse a las clases bajas, a grupos sociales determinados, al pueblo ya la
humanidad, que son entendidos ahora como sujeto de la emancipación o como objeto de la
misma. Se habla de estar viviendo en una época de emancipación. Se convierte en un indicador
de luchas de liberación en el ámbito social y político y en un factor lingüístico a favor de esas
luchas.
Los autores constatan cómo el concepto «emancipación», que evidentemente se había utilizado
desde el final del siglo XVIII desde la perspectiva de la filosofía de la historia, se convirtió en la
cuarta década del siglo XIX en el concepto principal para la interpretación de la historia. Con
Emanzipation se interpretaba ahora toda la historia pasada y el futuro que había de venir. El
concepto se convirtió así, sin abandonar sus implicaciones de tipo jurídico, en un concepto de
movimiento, es decir, en un denominador común de todas las reivindicaciones dirigidas a la
eliminación de las desigualdades de todo tipo.
b) PROGRESO
La acuñación de la palabra sucedió de manera casual, pero que la acuñación del concepto como
tal fue el resultado de un profundo cambio en la experiencia, en el que se incorporó una
referencia temporal explícita, que no tenían los conceptos anteriores de «Fortgang» o
«ProgreB». Koselleck ve en el concepto los cuatro criterios.
c) STAAT
Este también cumple los cuatro criterios.
d) VOLK
También se corroboran los cuatro criterios.
III. LOS CONCEPTOS NO TIENEN HISTORIA, AUNQUE CONTIENEN
HISTORIA.
Tesis: Los conceptos no cambian, no tienen historia, sólo pueden envejecer.
¿cuál es el objeto de la historia de los conceptos si estos no tienen historia?
Lo que cambia es el contexto, pero no el concepto envejecido.
Una vez que se ha formado un concepto, es decir, una vez que se ha sellado la relación entre una
palabra y una realidad específica con un significado determinado, se convierte en algo único. Y
«una vez que se ha acuñado un concepto como tal se sustrae al cambio». Cuando se «ha llevado
algo al concepto», es decir, cuando determinados fenómenos o situaciones han sido reunidos
bajo una palabra con un significado determinado ya no son susceptibles de cambio. Aquello a
lo que el concepto se refiere específicamente al construirse el concepto ya no puede cambiar: el
concepto de politike koinonia de Aristóteles o el concepto de res publica de Cicerón tiene un
carácter único, aunque la realidad sobre la que versan sea algo permanente o algo que se repite
en el tiempo. Lo que ahí es único, es decir, que está referido a una realidad específica, no puede
cambiar a lo largo del tiempo.
Lo que sí puede cambiar es la realidad que el concepto ha «conceptualizado», de modo que
la formación posterior de un concepto se adecue a aquélla, cambiando entonces al compás de la
realidad. Lo que tiene historia es todo aquello que «se ha llevado» a un concepto.
Señala Koselleck que el que los conceptos no tengan historia no excluye que las palabras
que los transportan puedan adquirir nuevos significados, que hay que investigar en una
«historia de los conceptos». Investigar, por tanto, si, adheridos a palabras viejas, se forman
conceptos nuevos con nuevos contenidos distintos a los que transportaban esas palabras viejas.
Y esta historia puede ocuparse igualmente de las nuevas palabras que se forman para denominar
nuevas realidades o para denominar estados de cosas en principio idénticos. La semasiología y
la onomasiología, por tanto, son claves en el quehacer de la «historia de los conceptos». Lo que
Koselleck deduce del hecho de que los conceptos envejecen y de que se forman nuevos
conceptos, pero que los conceptos no tienen historia, es que nosotros tenemos que definirlos
para nosotros mismos si querernos utilizarlos históricamente; tenemos que «traducirlos»
para poder entenderlos, siendo por tanto conscientes de la distancia existente entre los dos
momentos.
Distintas posibilidades de cambio en la relación concepto-realidad:
1- El concepto y la realidad permanezcan idénticos, tanto diacrónica como
sincrónicamente.
2- El concepto permanezca idéntico y cambie la situación real.
3- El concepto cambia pero la situación sigue igual.
4- Se produce una discontinuidad en el concepto y en la situación. Caso contrario al
primero, cada lado cambia a su ritmo, alterándose la relación existente entre ambos.
Explicar el cambio de los conceptos por el cambio en la realidad y explicar el cambio en
la realidad por el cambio en los conceptos.
Se trata de que los conceptos contienen varios estratos de significado procedentes de distintos
tiempos, que, a su vez, tienen un ritmo distinto de duración: algunos matices de su significado
anterior han desaparecido, pero otros han seguido. Si no se puede hacer ciertamente la historia
de un concepto concreto, sí se puede hacer, sin embargo, la historia de los distintos estratos
temporales que ha tenido. En el transcurso del proceso histórico, un concepto puede ir
obteniendo otros significados o borrando algunos otros, y de estos estratos temporales sí se
puede escribir su historia. Es más, hay otros conceptos que no sólo tiene estratos de diferentes
épocas, sino que en algún momento adquieren una remisión al futuro.
La historia de los conceptos tiene que poner al descubierto los elementos del pasado, del
presente y del futuro que contengan los conceptos-clave del vocabulario político y social.
Las estructuras temporales de los conceptos remiten, según Koselleck, a la existencia de una
semántica previa, que se caracteriza ante todo por su carácter de repetibilidad. La semántica la
define como la posibilidad de repetición, pues para que un acto de habla único sea
comprensible, todo el patrimonio lingüístico ha de estar disponible como algo dado. La
comprensión es posible gracias a la recurrencia del lenguaje, que es «actualizado» una y otra
vez en el momento de hablar y que se modifica a sí mismo lentamente. Y las estructuras de
repetición -no sólo la del lenguaje- remiten a la existencia de depósitos de experiencia que
estaban disponibles antes de las generaciones contemporáneas y que seguirán actuando después
de las generaciones contemporáneas. Pues bien, la semántica, que favorece un determinado
camino para organizar y dirigir los pensamientos y las experiencias, y de la que depende cada
acto de habla individual, «establece una estructura interna de carácter temporal en cada
concepto que usamos».
IV. OBSERVACIÓN FINAL
La historia de los conceptos va más allá del análisis de los conceptos para llegar a ser una
historia de la experiencia. Pero la historia de la realidad, por supuesto, sigue siendo un nivel
independiente desde el punto de vista metodológico, que no se puede confundir con el nivel de
su articulación lingüística en las fuentes y en sus conceptos.
Considera a los conceptos como reflejos de la sociedad en cuanto que acuñan significados para
la interacción social entre las palabras y la realidad. Y como la relación entre lenguaje y realidad
se altera permanentemente, generándose cambios semasiológicos y onomasiológicos, la
«historia de los conceptos» encuentra ahí su objeto de análisis, pues los conceptos como
tales no tienen historia, aunque sí contengan historia, es decir, estratos de significados de
distintos tiempos y de distinta duración.
Melvin Richter en “The History of Political and Social Concepts”. Compatibilidad entre sus
formas de hacer historia.
SKINNER: SIGNIFICADO Y COMPRENSIÓN EN LA HISTORIA DE LAS IDEAS.
I
La creencia de que cabe esperar interpretar a los teóricos clásicos sobre un conjunto
determinado de conceptos fundamentes da lugar a una serie de confusiones y absurdos
exegéticos. Estamos comprometidos a aceptar algunos criterios y reglas de uso para que
ciertas actuaciones se puedan ejemplificar correctamente y excluir a otras.
Jamás será posible estudiar lo que algún escritor haya dicho sin poner en juego nuestras
propias expectativas y prejuicios sobre lo que debe de estar diciendo. Factor determinante
de la configuración mental del observador. Estamos configurados para percibir ciertos detalles
de una manera determinada. Debemos de clasificar para entender, y sólo podemos clasificar lo
que no nos es familiar en términos de lo que es familiar. El peligro perpetuo resulta ser que
nuestras propias expectativas sobre lo que alguien está diciendo o haciendo determinaran que
entendamos que el agente esté haciendo algo que no habría aceptado como explicación de lo
que esté haciendo.
Mi procedimiento será intentar descubrir hasta qué punto el estudio histórico actual del
pensamiento se encuentra afectado por la aplicación inconsciente de paradigmas. No pretendo,
negar que la metodología que critico haya obtenido importantes resultados. Quiero insistir, no
obstante, en las diversas maneras en las que el estudio de lo que cada uno de los escritores
clásicos dice inevitablemente corre el riesgo de incurrir en varias clases de absurdos históricos,
y al mismo tiempo de anatomizar diversas maneras en las que los resultados se pueden
clasificar, no como historias, sino más apropiadamente. como mitologías.
II
MITOLOGÍA DE LAS DOCTRINAS: los historiadores trabajan con la expectativa de que el
escritor clásico (en la historia, por ejemplo, de la teoría moral o política) se encontrará
enunciando alguna doctrina sobre los problemas que se consideran constitutivos de la materia.
Paradigma de «encontrar» las doctrinas de un autor dado sobre los temas obligatorios.
Adquiere varias formas:
Primera forma: Existe el peligro de algunas observaciones sueltas o casuales del teórico
clásico en sus «doctrinas» sobre uno de los temas esperados. Consiste en tomar
equivocadamente algunas observaciones sueltas y casuales de uno de los teóricos clásicos por
sus doctrinas sobre los temas que el historiador está ya preparado a encontrar. Genera dos
absurdos históricos:
1- Más característica de las biografías intelectuales y de las historias sinópticas del
pensamiento, en donde la atención se centra sobre los pensadores individuales. El
peligro especial es el del anacronismo. A un cierto escritor se le puede «descubrir»
como si hubiera sostenido una cierta opinión, sobre la base de cierta semejanza casual
en la terminología, sobre un argumento al que en principio no tuvo la intención de hacer
ninguna contribución. Ejemplo: Marsilio de Padua y la separación de poderes.
2- Más característica de las «historias de las ideas» en donde la atención se pone en el
desarrollo de la misma «unidad de idea». Aquí el fin es trazar la morfología de alguna
doctrina dada «a lo largo de todas las provincias de la historia en la que aparece». El
punto característico de partida es establecer un tipo ideal de una doctrina dada. El
peligro de este estudio es que la doctrina que se ha de investigar de una manera tan
expeditiva llega a ser una entidad al convertirse en una hipóstasis. Cuando el
historiador busca la idea, llega a ser demasiado fácil hablar como si la forma
desarrollada de la doctrina haya sido siempre de alguna manera inmanente en la
historia. El hecho de que las ideas presupongan agentes desaparece de inmediato tan
pronto como las ideas se disponen a hacer la guerra en su propio nombre. Genera dos
absurdos históricos: (1) La tendencia a buscar por la aproximación al tipo ideal produce
una forma de historia que casi enteramente se centra a señalar anteriores
«anticipaciones» de posteriores doctrinas, y por consiguiente a felicitar a los escritores
individuales por la extensión de su clarividencia. (2) Encontramos un absurdo
entrelazado en los debates sin fin sobre si se puede decir si una «idea unitaria» dada ha
«emergido realmente» en un tiempo dado, y si estaba «realmente» allí en la obra de
algún escritor dado.
En todos estos casos, donde un cierto escritor puede aparecer estar insinuando algo de esa
«doctrina», nos vemos confrontando la misma cuestión exigida. Si el escritor tuvo la intención
de articular la doctrina que se le quiere acreditar, ¿cómo es que fracasa tan señaladamente en
ese empeño hasta el punto de que al historiador se le deja con la reconstrucción de su
supuesta intención a partir de conjeturas y pistas?
Segunda forma: supone la conversa de la primera forma. Un teórico clásico que no sepa
producir una doctrina reconocible sobre algunos de los temas obligatorios se le critica por no
estar a la altura de la tarea apropiada. Criticar a los escritores clásicos según la asunción a
priori de que cualquiera de los escritos que hubieran tenido la intención de producir tendrían que
constituir la contribución más sistemática que eran capaces de hacer a su disciplina. Cuestión
exigida: Si algunos de esos escritores alguna vez tuvieron la intención, o pudieron haberla
tenido, de hacer lo que se les reprocha de haber hecho.
III
MITOLOGÍA DE LA COHERENCIA: Puede que resulte que algunos de los escritores
clásicos no sean del todo coherentes, o que incluso no ofrezcan una explicación sistemática de
sus creencias. Supongamos, sin embargo, que el paradigma para conducir la investigación se
considere que sea una vez más el de elaborar las doctrinas de cada autor clásico sobre los temas
más característicos de la materia. Resultará entonces peligrosamente difícil para el historiador
considerar que su tarea sea la de otorgarle a esos textos la coherencia de la que parecen carecer.
Semejante peligro se ve exacerbado por la notoria dificultad de preservar el énfasis y el tono
apropiados de una obra al parafrasearla, y por la consiguiente tentación de encontrar un
«mensaje» que se pueda abstraer y comunicar más fácilmente. Si no se puede ver coherencia en
una obra, la conclusión a sacar es que se debe de buscar con más ahínco, porque la coherencia
debe de estar seguramente presente. Es deber del exegeta descubrir la coherencia interna de su
doctrina leyendo textos una y otra vez hasta que el argumento haya asumido alguna coherencia.
El deber del exegeta se convierte en intentar presentar esas ideas de una forma coherente. Este
procedimiento le otorga a los pensamientos de los principales filósofos una coherencia y un
cierto aire general de sistema cerrado, que es posible que nunca hubieran querido conseguir
o hubieran aspirado a tener.
Cuando la ausencia de coherencia se convierte en un desafío para el exegeta se genera una
forma conversa de absurdo histórico: semejante ausencia de sistema se convierte en un motivo
de reproche.
Dos direcciones metafísicas que dan lugar a la mitología de la coherencia:
1- Existe la asunción, que puede que resulte apropiada en el interés de extraer un mensaje
de máxima coherencia, de descartar las declaraciones de intención que los autores
mismos hacen sobre lo que están haciendo, o incluso la de rechazar obras enteras
que parecen afectar a la coherencia de sus sistemas de pensamiento.
2- Puesto que se puede esperar que los textos clásicos exhiban una «coherencia interna»
que es deber del intérprete revelar, cualquier supuesta barrera a esta revelación;
constituida por aparentes contradicciones, no pueden ser barreras reales porque no
pueden haber verdaderas contradicciones. La asunción, en otras palabras, es que la
pregunta correcta que hay que hacer en caso de tal duda no es si el autor en cuestión era
inconsistente, sino «¿cómo se pueden explicar sus contradicciones (o sus aparentes
contradicciones)?».
Pensar en estos términos es dirigir al historiador de las ideas por el camino escolástico de la
«solución dé antinomias». Ejemplo de Leo Strauss y las persecuciones. La lectura exotérica
parte de dos asunciones:
1- La investigación alcanza sus objetivos a partir de la asunción de que ser original es ser
subversivo. Porque es éste el medio por el que sabemos en qué textos hay que buscar las
doctrinas entre líneas.
2- Cualquier interpretación basada en la lectura entre líneas está virtualmente protegida de
la crítica por el «hecho» posterior de que «los hombres inconscientes son lectores poco
atentos». Se sigue que no «ver» el mensaje entre líneas es ser inconsciente, mientras
que verlo significa ser fiable e inteligente.

IV
MITOLOGÍA DE LA PROLEPSIS: Cuando se considera qué significación se puede decir
que un texto particular tenga para nosotros, resulta bastante fácil en primer lugar describir la
obra y su supuesta relevancia de tal manera que se deje sitio para el análisis de lo que el autor
pudo haber querido decir o significar. Lo que generamos cuando estamos más interesados en la
significación retrospectiva de un episodio que en el significado que tuvo para el agente en esa
época. Se trata de la refundición de la asimetría entre la significación que un observador
puede reclamar justificadamente que encuentra en un episodio histórico determinado y el
significado mismo de ese episodio. Ejemplo: Platón en La Republica y el partido político
totalitario. En estos casos una explicación que puede ser correcta de la significación histórica de
una obra se ve fundida con la explicación de lo que el autor estaba haciendo, que en principio no
puede ser verdadera.
El indicio más seguro, en suma, de que nos encontramos ante la presencia de la mitología de la
prolepsis es que la discusión estará expuesta a la más cruda forma de crítica que se pueda
nombrar contra las formas teleológicas de explicación: el episodio ha de aguardar al futuro
para comprender su significado.
El peligro que comporta es que el observador pueda «ver» algo aparentemente familiar en el
transcurso del estudio de un argumento que no le resulte familiar y pueda, en consecuencia,
ofrecer una descripción manifiestamente equivocada. La escritura de la historia de las ideas se
distingue por dos formas particulares de semejante provincialismo:
1- Existe el peligro de que el historiador puede que no sepa servirse de la ventaja de su
punto de vista al describir la aparente referencia de algún enunciado en el texto clásico.
Puede ocurrir que el argumento de una obra le recuerde al historiador otro similar de
otra, o de alguna anterior, o puede parecer que lo contradiga. En ambos casos el
historiador puede llegar equivocadamente a suponer que fue la intención del autor
posterior referirse al anterior, y que llegue a hablar erróneamente de la «influencia» de
la obra anterior.
2- Los comentaristas inconscientemente no sepan sacar partido a la ventaja de suposición,
cuando se trata de describir el sentido de una obra dada. Existe siempre el peligro de
que el historiador pueda conceptualizar un argumento de manera que sus elementos
ajenos se diluyan en una familiaridad engañosa.
La dificultad de la que me he ocupado hasta ahora consiste, pues, en que si bien es ineludible,
no es menos peligroso para el historiador de las ideas enfocar sus materiales con paradigmas
preconcebidos. Resulta, pues, evidente que del lugar de donde surgen tales dificultades es donde
el historiador en efecto empieza a ignorar ciertas consideraciones generales que se aplican a la
tarea de formular y entender los enunciados. Lecciones metodológicas:
- Una de estas consideraciones es que no se puede decir que ningún agente haya
querido decir o conseguir algo sobre lo que nunca haya querido aceptar como una
descripción correcta de lo que haya querido decir o lograr. Aplicar este test es
reconocer que muchas de las cuestiones que he considerado son, estrictamente
hablando, vacuas ante la ausencia de referencia.
- Es necesario contar con el hecho de que pensar es una actividad hecha con esfuerzo, y
no una simple manipulación del calidoscopio de imágenes mentales. El intento de
pensar nuestros problemas, como materia propia de introspección común y de
observación, no parece que adopte la forma, o que sea reducible, a un patrón o incluso a
una actividad intencional uniforme. Más bien nos vemos envueltos a menudo en una
lucha intolerable con las palabras y los significados, bordeamos los límites de nuestra
inteligencia y nos confundimos, y con :frecuencia hallamos que nuestros intentos por
sintetizar nuestras opiniones revelan tantos desórdenes conceptuales al menos como
doctrinas coherentes. Pero es precisamente esta consideración la que se olvida cada vez
que un intérprete insiste en reunir los pensamientos lamentablemente «sueltos» de un
escritor clásico para presentarlos de manera sistemática, o en descubrir algún grado de
coherencia en el que los esfuerzos y confusiones que ordinariamente caracterizan la
actividad de pensar se hagan desaparecer, y sea extinguida toda pasión.
V
He estado anatomizando los peligros que surgen si uno examina los textos clásicos de la historia
de las ideas como si fueran objetos autosuficientes de investigación, concentrándose en lo que
cada escritor dice sobre las doctrinas canónicas y pretendiendo en consecuencia recuperar el
significado y la significación de sus obras. Tales peligros se pueden evitar con las cautelas
necesarias. Pero este enfoque no puede en principio capacitarnos para llegar a una adecuada
comprensión de los textos que estudiamos en la historia del pensamiento. La razón fundamental
es que, si queremos entender cualquiera de los textos, debemos de ser capaces de ofrecer
una explicación no sólo del significado de lo que se dice, sino también de lo que el escritor
en cuestión pudo haber querido decir al decir lo que dijo. Un estudio que se centre
exclusivamente en lo que el escritor dijo sobre alguna doctrina dada no sólo será inadecuado,
sino que en algunos casos puede ser positivamente erróneo, si se le considera una: guía para
entender lo que el escritor en cuestión intentó o quiso decir.
1- Los términos que usamos para expresar nuestros conceptos cambian a lo largo del
tiempo.
2- El escritor con frecuencia emplea deliberadamente una variedad de lo que se podría
considerar como estrategias retoricas oblicuas (ironía, disociar lo que se dice de lo que
se quiere significar).
3- En el caso de cualquier emisión seria, el estudio de lo que alguien dice nunca puede ser
una guía para comprender lo que quería decir. Para comprender una emisión dicha en
serio, necesitamos entender no sólo el significado de lo que se dice, sino al mismo
tiempo la fuerza con la que se tuvo la intención de emitirla. Es decir, necesitamos
entender no sólo lo que la gente está diciendo, sino también lo que está haciendo
cuando lo dice. Para entender el significado de lo que dijeron, necesitamos al mismo
tiempo comprender lo que querían significar cuando lo dijeron. Significado y uso.
Insuficiencias a la hora de comprender una idea dada (97,98,99). Lo que descubrimos es que no
existe una historia de la idea que se tenga que escribir. Sólo existe la historia de sus
diferentes usos y de la variedad de intenciones con las que se utilizó. Es difícil esperar que una
historia de este tipo retenga siquiera la forma de la historia de la «unidad de idea». Porque la
persistencia de expresiones particulares no nos dice nada fiable sobre la persistencia de
aquellas cuestiones que se pueden responder utilizando las expresiones, no lo que los diferentes
escritores que utilizaron las expresiones habrían querido decir cuando la utilizaron.
Una vez que comprendemos que hay siempre una cuestión que se pueda responder sobre qué es
lo que los escritores están haciendo al decir lo que dicen, me parece que ya no querríamos
organizar nuestras historias siguiendo la «unidad de la idea» o centrándonos en lo que los
escritores individuales dicen sobre «los problemas perennes». Afirmar esto no es negar que
haya habido continuidades que han persistido en la filosofía moral, social y política occidental,
y que éstas se hayan reflejado en un empleo estable de un conjunto de conceptos centrales y
formas de argumento. Significa solamente decir que existen buenas razones para no seguir
organizando nuestras historias en tomo a tales continuidades para acabar con más
estudios del tipo en el que se exponen y comparan.
Escepticismo porque cada autor parece responder a la cuestión sobre X a su propia manera.
Sumado a que los términos empleados al formular la cuestión aparecen de forma divergente. El
error se haya en suponer que existe un conjunto de preguntas que los diferentes pensadores se
proponen responder.
Sigo siendo escéptico sobre el valor de escribir las historias de los conceptos o de la «unidad de
ideas». Las únicas historias de las ideas que se han de escribir son las historias de sus usos en
los argumentos.
VI
Conclusiones:
1- Método apropiado al estudiar la historia de las ideas. Entender lo que tenían intención
de decir y con qué intención se expresó ese significado. Se debe empezar delimitando el
rango completo de comunicaciones que convencionalmente se podría realizar en una
ocasión dad al expresar una emisión dada. Segundo paso: trazar las relaciones entre la
emisión dad y este contexto lingüístico mas amplio como el instrumento que se ha de
emplear para decodificar las intenciones de un escritor determinado (estudio adecuado
es esencialmente lingüístico). El contexto social figura como el marco último que nos
ayuda a decidir qué significados convencionalmente reconocibles habrían estado en
principio a disposición de alguien para que tuviera la intención de comunicarlos. Esta
metodología se trata de las condiciones necesarias para entender las emisiones.
2- El valor del estudio de la historia de las ideas. Es una causa perdida para intentar dar
respuesta a los problemas perennes. Esto no quiere decir que el estudio de la historia de
las ideas carezca en absoluto de valor filosófico.
FREEDEN: IDEOLOGÍA
I. ¿DEBEN LAS IDEOLOGÍAS TENER MALA REPUTACIÓN?
No todos los ismos son ideologías y no todas las ideologías tratan de imponerse sobre
sociedades que se resisten a sus intentos de aplastar las ideas y convicciones sociales, ni son
empleadas como un arma contra sus detractores.
Nos pasamos la vida entera produciendo, diseminando y consumiendo ideologías, seamos o
no conscientes de ello. Sí, somo ideólogos en el sentido de que contamos con comprensiones
del ambiente político del que formamos parte, y poseemos puntos de vista sobre los méritos y
deméritos de dicho ambiente.
Las ideologías, como veremos, nos proporcionan mapas del universo político y social.
Sencillamente no podemos prescindir de ellas porque no podemos actuar sin dotar de
sentido los mundos en los que habitamos. Dotar de sentido, conviene decir, no siempre quiere
decir dotar del sentido bueno o adecuado. Pero las ideologías contienen a menudo mucho
sentido común. En cualquier caso, los hechos políticos nunca hablan por sí solos. Toda
interpretación, cada ideología, es un intento de imponer una pauta -alguna forma de
estructura u organización- sobre cómo leemos (y malinterpretamos) los sucesos. Los mapas
ideológicos no representan una realidad objetiva, externa.
¿por qué provocan entonces tanta suspicacia o desconfianza las ideologías?
En este libro las ideologías son artefactos políticos.
Un problema con el término «ideología» es que buena parte de sus usuarios se han negado a
dotarlo de un significado preciso, útil e ilustrativo.
- EL ASALTO MARXISTA
La ideología es una imagen especular invertida del mundo material distorsionada aún más por el
hecho de que el mundo material se encontraba a su vez bajo el capitalismo sometido a
relaciones sociales deshumanizadoras. El papel de la ideología era suavizar esas
contradicciones haciéndolas aparecer como necesarias, normales y congruentes. Era una
sublimación de la vida material. Un acto de manipulación deliberada aunque también podía
ser un proceso inconsciente o autoinducido. Marx y Engels añadieron otra dimensión:
asociaron ideología y clase, afirmando que las ideas de la clase dominante eran las ideas
dominantes. Para manufacturar la historia de acuerdo con sus intereses. La ideología burguesa
dominante era también la del proletariado, se les había convencido de esto. Ganarse el sustento
vendiendo la fuerza de trabajo a terceros era algo esencial para tener sensación de dignidad
personal (ideología + fetichismo de las mercancías + mercados). El marxismo se encargada de
desenmascarar y desmitificar el carácter enmascarador de la realidad de la ideología.
El enfoque marxista produce como se puede apreciar una muy persuasiva visión de la ideología.
La ideología aparece como el producto de una serie de causas simples aunque insanas:
1- La necesidad de interpretaciones simplificadas y fáciles de vender del mundo en que
vivimos.
2- El deseo de poder y control de algunos individuos y grupos sobre otros.
3- Una creciente tendencia a dividir la actividad humana en compartimentos estancos -la
división del trabajo- y a separar el pensamiento de la acción.
La ideología reforzaría todo esto, y mantendría a las sociedades en un estado de ignorancia y
sufrimiento.
Teoría marxista:
1- Se apoya en la distinción crucial entre conciencia verdadera y distorsiones. Es posible
obtener un conocimiento no ilusorio de la realidad. (carácter ideológico que se le achaca
al marxismo). Verdades sociales. Dependerá del mapa interpretativo del que nos
sirvamos.
2- Naturaleza efímera de la ideología. Desaparecerá una vez que se reconozcan las raíces
materiales de lo espiritual. La ideología es indispensable: es un producto patológico de
las circunstancias históricas y de diluirá cuando estas mejoren.
3- La concepción marxista de la ideología ha contribuido a una comprensión unitaria de la
ideología. Aquí no tiene sentido analizar per se ni distinguir diferentes variantes.
4- Las ideologías son parte de una visión única, incluso total, del mundo político.
5- Se ha exagerado el papel de las ideologías. Su origen ha resultado con frecuencia ser
mucho mas estrecho que una clase en su totalidad. Para algunos estudiosos los
ideólogos son intelectuales poseídos por un peligroso sentido de misión, el de cambiar
el mundo de acuerdo con una específica visión absoluta de las cosas. Ha contribuido a
esa visión.
Lo valioso que hay en énfasis marxista de una ideología encubridora de la realidad:
1- La relevancia de las circunstancias sociales e históricas para la conformación de las
ideas políticas y de otro tipo.
2- Las ideas son importantes, no son puramente retóricas.
3- Están dotadas de funciones políticas cruciales.
4- Lo que uno ve no es siempre todo lo que uno puede conocer. Las ideologías contienen
niveles de significado que se hallan ocultos para sus consumidores y, de modo
frecuente, también para sus productores.
II. MÁS ALLÁ DE LO ILUSORIO: CÓMO HAN PERDURADO LAS
IDEOLOGÍAS.
Estos autores transformaron la concepción de la ideología desde el epifenómeno transitorio
originariamente marxista hasta identificarlo con un rasgo permanente de lo político, abriendo el
paso al abandono de algunas de sus connotaciones peyorativas.
i. Las bases sociales de la ideología: KARL MANNHEIM.
La ideología es un reflejo de todos los contextos históricos y sociales. Se trataba de un rasgo
propio de cualquier medio social que influía en los procesos de pensamiento de los seres
humanos y, mas aun, que el conocimiento era un proceso cooperativo de la vida en grupo.
Entraban en juego los primeros indicios de pluralismo ideológico, multiplicidad de formas de
pensar podían producir mas de una ideología.
Para él la ideología tenía manifestaciones tanto sociales como psicológicas. Añadió la noción de
utopía (lo que para nosotros hoy sería una ideología progresista o transformadora en contraste
con una tradicional o conservadora).
Una ideología era una estructura independiente de pensamiento típica de los sistemas sociales
que no podía ser reducida a las visiones agregadas y psicológicas de los individuos particulares.
Una intelligentsia era un grupo cuya tarea especial era proporcionar una interpretación del
mundo a su sociedad. Ya no se les vinculaba con un cuerpo de terminado y cerrado.
Interpretaban al mundo independientemente y sin subjetividades. Mannheim creía en la
posibilidad de una sociología del conocimiento unificada producida por estos intelectuales
independientes y que trascendiera los puntos de vista parciales tanto de la ideología como de la
utopía. Verdades sociales. Por eso diferencia entre relativismo y relacionismo.
- Relativismo: reconocimiento de que todo pensamiento esta vinculado con la situación
histórica concreta del pensador, y carece de fundamento objetivo y universal.
- Relacionismo: también reconocía la ubicación contextual del pensamiento y la ausencia
de verdades absolutas sobre cuestiones sociales e históricas (marxismo también era
ideología para Mannheim). Paradoja de Mannheim. Sugería tres cosas: (1) Ideas solo
son comprensibles cuando se aprecia su mutua interdependencia. (2) Ese marco
holístico ofrecía la posibilidad de un punto de vista social desde el cual se establecían
diferentes comprensiones relacionales y desde el que podían obtenerse verdades y un
conocimiento del mundo real. (3) Sólo con el desarrollo de la concepción totalizante de
la ideología podía emerger la sociología del conocimiento. Ello permitía al término
ideología cambiar su significado, de ser «meramente» designado como dominación a
convertirse en una herramienta analítica crítica.
La cuestión dejaba de ser simplemente lo que la ideología hacía, y pasaba a ser qué tipo de
pensamiento era la ideología. Mannheim pensaba orientarse hacia un conocimiento libre de
valoración aunque no daba ningún paso hacia el conocimiento absoluto y concluyente. Las
ideologías, señalaba, estaban en constante cambio y dinamismo, y lo mismo sucedía con el
conocimiento. Las limitaciones de su enfoque son manifiestas. Asumió que todas las
intelligentsias llegarían a un lugar común de encuentro y que éste tendría un carácter no-
ideológico. Hoy somos más escépticos con esas pretensiones. Quería evitar una
desestabilización por la pluralidad de ideas que se convirtieran en excluyentes, por lo que
intentaba anticipar un nuevo tipo de objetividad.
Para Mannheim reconoce a la ideología como un objeto de estudio con valor en sí mismo. Su
aportación: que había que lograr que ésta adquiriera consciencia de sus propios supuestos y
categorías de análisis. No era ya posible un estilo naíf de pensar en la política que veía esta
como una forma pura, elevada por encima de las contingencias e imperfecciones de la vida
diaria. Si de lo que se trataba era de comprender el pensamiento político, buena parte de éste
tenía que ser abordado y descifrado como ideología, como un producto de circunstancias
sociales e históricas.
- La expansión de la ideología: ANTONIO GRAMSCI.
Gramsci modificó la definición marxista del término manteniéndose dentro de una tradición
marxista en sentido extenso. Es bien conocido entre los estudiosos de la ideología por su noción
de hegemonía. La hegemonía ideológica, argumentaba, podía ser ejercida por una clase
dominante, la burguesía, no sólo a través del ejercicio de la fuerza del estado sino también a
través de variados medios culturales. Gramsci hizo que la ideología dejase de ser sólo vista
como una herramienta en manos del estado. La ideología desde su punto de vista operaba y era
producida en la sociedad civil, la esfera de la actividad no estatal de los individuos y grupos .
Los intelectuales eran los principales formuladores y conductores de la ideología. El proceso de
generación de consenso necesariamente precedía y allanaba el terreno para la dominación
gubernamental.
Marcaba así una distinción entre la ideología como creación consciente por parte de sus
productores y la ideología como fenómeno mas inconsciente entre sus consumidores.
Gramsci trató de explicar el funcionamiento de la ideología como practica en el mundo real.
Nuestros pensamientos-practicas se entremezclan e informan nuestras prácticas y actos
materiales y observables.
El resultado de todo esto es considerar que las ideologías están ubicadas en actividades
concretas, y dejar de verlas como entes que flotan en la estratosfera a gran distancia de éstas .
La dicotomía entre hacer y pensar queda así puesta en cuestión, pues pensar es ella misma una
actividad que posee sus propias regularidades. El pensamiento político se hace visible en forma
de una reflexión sobre cómo organizar el comportamiento colectivo, pero puede ser también
aprehendido por medio de un estudio empírico de actos observables. La distinción de su
estructura tripartita y las dimensiones de lo filosófico y lo ideológico comenzaban a evaporarse
desde el momento en que el pensamiento político se situaba en el mundo concreto y se dirigía
hacia él.
Aportación a la ideología: Para él la ideología habitaba un extenso espacio político que
incluía las normas y comprensiones morales y culturales, diseminadas a través de los
medios de información y las asociaciones voluntarias civiles. Y de modo bastante crucial
podía ser encontrada en varios niveles de articulación. Ciertamente la ideología tendía a la
unidad -cuestión central para el consenso y la solidaridad que forjaba- porque los intelectuales
preeminentes de un período histórico dado subyugaban a otros intelectuales a través de la
atracción que ejercen sus ideas y así lograban dirigir a las masas. Estos intelectuales, a
diferencia de lo que pensaba Mannheim, no prescindían de la ideología; su misión era
adecuarla a las necesidades de su tiempo. Gramsci reconocía el papel de la producción
intelectual popular en dialogo con la intelligentsia para producir el tipo de posicionamientos
ideológicos complejos que caracterizan el mundo moderno.
- La realidad de la ideología: LOUIS ALTHUSSER.
Pero Althusser se distanció de Marx al reconocer que la ideología era una «nueva realidad más
que un factor de distorsión de la realidad. El comparaba la superestructura económica con la
parte superior de una casa de tres plantas:
i. La ideología es la planta alta. Intervienen de manera directa sobre la base.
Autonomía relativa.
ii. Base económica y productiva es la planta baja. Autonomía relativa.
iii. La intermedia son las instituciones políticas y legales.
Contribuciones:
1- Reconoce una variedad de formas institucionales. Multiplicidad de los aparatos
ideológicos frente a la singularidad de Marx.
2- Reconocer la dispersión generalizada de la ideología mas allá de la esfera publica hacia
el universo de lo privado. Las visiones políticas del mundo se hallaban presentes en
todas las dimensiones de la vida. Era una pluralidad relativa, no en funciones, sino sólo
en su ubicación en distintas esferas sociales.
3- La ideología posee aspectos fundamentales independientemente de las formas históricas
que adopta específicamente cada ideología. La ideología es eterna. De forma inevitable
los individuos piensan de un modo particular acerca de las condiciones reales de sus
existencia.
4- Sugirió que la ideología existe de un modo material en las practicas sociales o en las
instituciones que él denominada aparatos sociales. Incluso para él, el pensar era una
practica material en el sentido de que es algo que de hecho se produce.
5- Convirtió a los sujetos individuales particulares en portadores de ideología, cortando así
la inevitabilidad de su vinculo con las clases sociales tal y como había sido preconizado
por sus antecesores marxistas. La noción de ideología dependía del concepto ideológico
de sujeto: individuos constituidos por la ideología como portadores de conciencia,
voluntad y agencia. Ideología y sujeto se definían mutuamente entre sí.
Favoreció que los estudiosos futuros de la ideología apreciasen que la ideología es a la vez algo
que sucede en nosotros y a nosotros. En la medida que está en nosotros, no somos plenamente
conscientes de sus efectos.
III. LA IDEOLOGÍA EN LA ENCRUCIJADA DE LA TEORÍA.
El desarrollo de la política de masas en Europa asistió a la consolidación de tradiciones de
pensamiento político que empezaron a desarrollar una vida propia, comenzando a adquirir un
peso en los procesos de toma de decisiones. Así, las ideologías funcionaban como tradiciones
políticas que movían a los individuos y grupos a la acción política. Esto ayudado por los
partidos políticos y los manifiestos y programas. Derivo en una pugna por el control de las
mentes.
- EN POS DE UNA DEFICIÓN: LAS FUNCIONES DE LA IDEOLOGÍA.
Enfoque funcional: Una ideología política es un conjunto de ideas, creencias, opiniones y
valores que:
i. Muestra un patrón recurrente (tradiciones con poder de permanencia, ideología y
partido no son intercambiables, se refuerzan entre sí).
ii. Es seguida por grupos relevantes (pueden ser asumidas por individuos
conscientes pero son productos sociales. Hay diferentes grupos significativos que
entran en escena a parte de los intelectuales, por su capacidad de controlar los
medios de información o de servir como asesores políticos más que a la posición
del grupo en relación con los medios de producción)
iii. Compite por la formulación y el control de planes en materia de políticas
públicas (hablamos de ideologías políticas, se hayan en competencia por el diseño
de macro programas en materia de política social y económica y de gestión de la
administración. No todo plan formulado por un grupo constituye una ideología pero
puede ser interpretado como parte de un diseño ideológico más grande).
iv. Lo hace con el fin de justificar, oponerse o cambiar las bases y los acuerdos
sociales y políticos de una comunidad política (lo hacen a través de la persuasión
o la propaganda).

- ¿EL FINAL DE LA IDEOLOGÍA?


Muchos portadores de ideología han negado serlo. Debido a unos pensadores que declararon el
fin de la ideología en los años 50-60. Este rechazo abierto de la ideología fue el producto tanto
de la interpretación histórica asumida por estos intelectuales -y de su réplica por parte de las
clases medias- cuanto de la adopción de una teoría aún más restrictiva de la ideología que la que
había surgido del seno del marxismo. Cayeron presa de una serie de engaños los que declararon
el fin de la ideología:
1- Error lógico: aun estando de acuerdo en el EBK, ello no implicaba el final de la
ideología sino la confluencia de muchos posicionamientos ideológicos en un único
punto en común.
2- Fallida predicción histórica: Años 70 iban a asistir a una explosión de nuevas
variedades ideológicas. Sobre todo en el tercer mundo.
3- Error de análisis: Las ideologías no sólo divergen entre sí en relación con grandes
principios sino también en relación con prácticas efímeras y concretas. Asumiendo un
acuerdo total sobre los principios del Estado del bienestar, la discrepancia ideológica
podría quedar reducida a cuestiones en apariencia simplemente técnicas. Se trata de
distinciones ideológicas de primera magnitud que reflejan muy diferentes
comprensiones de los valores implicados en el diseño de políticas.
El final de la ideología fue en varios sentidos también un problema teórico regresivo.
Devolvió a la ideología un aura de pensamiento apocalíptico, de desenvolvimiento de una
verdad histórica de pretensiones científicas, de método de ingeniería social y de pasión de una
religión secular. Retomó la tradición que veía la ideología como la creación de unos
intelectuales a modo de “sacerdotes», presentados de forma despectiva como distanciados de la
sociedad y motivados sólo por el pensamiento “puro».
Pero la utilidad de la noción de ideología seguía siendo un fenómeno claramente
constatable.
- LAS ACTITUDES Y CREENCIAS DE LAS MASAS.
El desarrollo de las ciencias sociales en EEUU trajo consigo una visión no marxista de la
ideología. Eran ahora equiparadas con los sistemas de creencias políticas. La tarea del
investigador era describirlas y ubicarlas en categorías que pudieran ser generalizadas
científicamente y, a menudo, medidas. Era un sesgo empírico de una ciencia política centrada
en la investigación de campo.
Ahora las ideologías tenían una dimensión cognitiva (conductismo), que se centraba en formas
concretas y observables de conducta humana, no en fuerzas sociales en sentido amplio o en
visiones del mundo encarnadas de modo inconsciente. Las ideologías estaban esperando a ser
descubiertas por el científico social aplicado. Se pensaba que eran realidades poco estructuradas
y carentes de profundidad analítica que todos portamos como parte de nuestro equipamiento
psicológico y mental.
Ninguno de estos diseños de modelos podía aspirar a expresar la complejidad de la estructura
ideológica y las interrelaciones entre tales categorías. Se trataba de una aplicación de las
ciencias sociales que simplificaba la vida, y las percepciones predominantes sobre las
ideologías estaban saturadas de dicha simplicidad. El potencial de la ideología como concepto
organizador medular del pensamiento político era visto como poco prometedor.
- LA IDEOLOGÍA COMO SÍMBOLO.
Clifford Geertz describía las ideologías como un sistema ordenado de símbolos culturales
complejos. Si un sistema político recurría con frecuencia a marchas y paradas militares, éstos
funcionaban como símbolos culturales del vigor nacional.
La contribución de Geertz a la teoría de la ideología consistió en entender que las ideologías
eran metáforas que contenían significado social. Por decirlo de otra manera, se trataba de
símbolos de la realidad en varios niveles que sintetizaban ideas complejas.
Para Geertz, los sistemas de símbolos que denominamos ideologías constituyen mapas de la
realidad social. Los mapas, después de todo, son ellos mismos símbolos que simplifican el
terreno a través del cual se pretende que nos guíen. Los mapas son selectivos; nos protegen de
una sobreinformación que puede resultar bastante inútil. Los mapas ideológicos son, sin
embargo, un tipo especial de mapas. Contienen nociones flexibles de proximidad entre los
componentes de la ideología. Podemos por consiguiente concluir que las ideologías son
artefactos simbólicos que ordenan el espacio social.
Además de esto las ideologías ordenan asimismo el tiempo social e histórico. El tiempo
histórico está lejos de ser un registro de todo lo «sucedido». Se trata más bien de un listado
selectivo y pautado de acontecimientos que se hallan entretejidos hasta conformar una narrativa
ideológica. Las ideologías son colecciones de marcas simbólicas a través de las cuales se
forja una identidad colectiva nacional.
- JUEGOS DE FAMILIA
Wittgenstein: el lenguaje es como un juego, posee sus propias reglas. Por una lado las reglas
habilitan y constriñen, pueden ser generales o altamente específicas. Las ideologías son una
forma de juego de lenguaje cuyo significado y relevancia comunicativa solo puede ser
determinada conociendo su gramática, su empleo convencional en un contexto social, y el grado
de aceptación de las reglas con las que se juega.
Hay conjuntos de caracteres que pueden ser genéricamente similares sin llegar a ser iguales a
todos los respectos (aire de familia). Existen rasgos solapados de un tipo especial entre
miembros del mismo conjunto. Esta idea permitió a los analistas desarrollar investigaciones más
sutiles en relación con la tradición ideológica. Lejos de ser algo monolítico, la estructura media
de una ideología era un conjunto de piezas dotadas de considerable flexibilidad. La tradición
cambiaba a lo largo del tiempo, puede tener continuidades que pueden resultad imperceptibles.
Estas dos ideas permitían a los analistas concebir ideologías concretas como organizaciones
relativamente fluidas de ideas que se reunían bajo un nombre común.
IV. LA LUCHA POR EL LENGUAJE POLÍTICO.
Los estudiosos de la ideología comenzaron a hacer uso de la ideología como producto
lingüístico y semántico.
- EL EXCEDENTE DE SIGNIFICADO.
Paul Ricoeur: aisló un aspecto inconsciente de la ideología que denominó «excedente de
significado». Con esta expresión quería decir que las ideologías transmitían más información
que de la que sus autores eran conscientes o de la que habían pretendido. Una lección que hay
que aprender de esto es que las ideologías no sólo son producidas, sino también consumidas,
y que su consumo no es idéntico por parte de todo el mundo. Las ideologías son interpretadas y
comprendidas de muy diversas maneras por las poblaciones a las que van dirigidas. Los
consumidores pueden absorber marcos de comprensión cuyos mensajes y consecuencias les
resulten a ellos mismos imposibles de detectar. Una vez que una visión ideológica particular
del mundo arraiga se vuelve invisible.

- DAR SENTIDO A LOS TEXTOS IDEOLÓGICOS.


Escuela hermenéutica:
i. El significado de los textos sólo puede ser decodificado si somos capaces de
adentrarnos en los contextos en los que el texto fue escrito y dentro de los cuales
tenía sentido el haberlo producido.
ii. Los textos abren a múltiples posibilidades de comprensión y no sancionan una
única lectura autorizada. La razón principal de esto es que los significados de las
palabras, frases y, por extensión, de las ideologías no pueden ser fijados de manera
inequívoca. Los múltiples significados que contienen, su polisemia, los vuelve para
siempre indeterminables. Para no caer en el esoterismo radical, algunos teóricos
argumentaban que las constricciones culturales e históricas reducen
significativamente esa indeterminación.
- MORFOLOGIA IDEOLOGICA: DESPOLEMIZAR LO CONTROVERTIBLE.
Así como las frases contienen palabras que siguen una determinada pauta de interdependencia,
un patrón que nos permite dar sentido a las palabras que la forman, lo mismo sucede con las
ideologías. Las ideologías contienen palabras especiales como libertad, autoridad, igualdad,
derechos y democracia. Estas palabras implican conceptos políticos. De hecho, los conceptos
políticos como éstos son las unidades básicas del pensamiento político en general, de la filosofía
política tanto como de la ideología. Y las ideologías engarzan esos conceptos políticos
siguiendo particulares pautas. Estos conceptos fundamentales controlaban la admisión de otros
conceptos al interior de la familia ideológica.
Enfoque morfológico: las ideologías son combinaciones complejas y agrupaciones de
conceptos políticos en patrones sostenibles.
“Una ideología es una organización estructural de gran amplitud que atribuye significado a
una serie de conceptos políticos que se definen mutuamente entre sí.”
Hay una disputabilidad de los conceptos, en dos aserciones:
i. No podemos consensuar una valoración absolutamente certera de un concepto
político. No existe una jerarquía universalmente aceptada de valores que permita
una evaluación definitiva de los bienes en juego, ni tampoco puede existir tal
jerarquía.
ii. Un concepto político siempre contiene más componentes potenciales que pueden
ser incluidos en cualquier definición concreta o cualquier empleo de ese concepto.
Es una disputabilidad esencial y no contingente. Las ideologías son por consiguiente los
sistemas de pensamiento a través de los cuales se confiere significado específico a cada
concepto político en su ámbito. Esto se consigue otorgando legitimidad a un significado de cada
concepto y negándosela a los demás. En sí mismos, los conceptos políticos son demasiado
vagos y demasiado vacuos como para portar significado inteligible.
Una ideología especifica los significados de los conceptos políticos que contiene por medio de
su ensamblaje en una pauta que los vincula con otros conceptos específicos. Esta configuración
desgrana concepciones específicas de cada uno de los conceptos implicados. Por medio de esta
interacción específica y constreñida entre los conceptos que emplea, adquiere su precisión
en términos de significado, si bien nunca de forma concluyente. Una ideología intenta acabar
con la inevitable disputabilidad de los conceptos por medio de su des-polemización, esto es,
librando de controversia sus significados.
En el intento de convencernos que son correctas y de que tienen la verdad de su lado, las
ideologías se convierten en artefactos para hacer frente a la indeterminación del significado. En
esto consiste su función semántica:
Una ideología es una organización estructural de amplio espectro que atribuye significados
despolemizados a una serie de conceptos políticos que se definen entre sí mutuamente.
Las ideologías necesitan también des polemizar los conceptos que emplean porque son
instrumentos para decisiones colectivas. Este es su papel político. Sin introducir la
especificidad en la discusión, no es posible tomar tales decisiones.
De esta forma los productores de ideologías declaran ser portadores de los significados
correctos de los conceptos políticos a los que hacen referencia:
Las ideologías compiten entre sí por el control del lenguaje político así como por los planes
relacionados con las políticas públicas; de hecho su competición por los planes para políticas
públicas se desenvuelve en primer término a través de la competición que hacen por el lenguaje
político.
- CONSTRICCIONES LÓGICAS Y CULTURALES.
Existen dos tipos de constricciones:
i. Lógicas: operan sobre todas las ideologías. Las inconsistencias lógicas se terminan
colando en las ideologías. Es entonces cuando el intento por parte de éstas de
controlar el lenguaje político adquiere carta de naturaleza. Las ideologías están
prontas a reconciliar tensiones como ésas principalmente porque la forma
polisémica en que es formulada cada una de dichas políticas deja suficiente margen
de interpretación como para hallar una cierta consistencia lógica entre ellas. De
hecho la falta de concreción y de claridad es a menudo necesaria y funcional para la
arena política. Hay que ofrecer a los consumidores de lenguaje político frases cuyo
significado se muestra suficientemente abierto para diferentes individuos y grupos
como para que puedan amoldarlos a sus propias preferencias y restar importancia
a las distinciones. Tanto la ambigüedad como la certidumbre son dos rasgos
necesarios de toda ideología. Todo ello por el apoyo del público.
ii. Culturales: refiere a los bienes simbólicos y materiales que producen las
sociedades. Estos incluyen artefactos, ciencia y tecnología, arte y prácticas sociales.
Implica creatividad imaginativa y abarca los sistemas de ideas y de pensamiento
que ordenan nuestros mundos y dirigen nuestro comportamiento y nuestras
actividades. Las constricciones culturales sobre las ideologías sirven para
anclarlas firmemente a los contextos espacio-temporales, y para refinar las
interpretaciones lógicas que pueden acarrear sus entramados conceptuales.
La conclusión es que el significado es privilegiado por la cultura y que, cuando las culturas
construyen sus argumentaciones, se apoyan en una amplísima serie de convenciones y símbolos
como los sistemas de valores, las creencias religiosas, las prácticas comunes y las modas
científicas y artísticas. De un modo muy importante, las ideologías se hallan siempre situadas en
un contexto particular. Incluso cuando se sirven del lenguaje del universalismo y la abstracción,
éstos remiten a comprensiones que emanan de sociedades particulares en un tiempo histórico
específico. Sin embargo, aunque las constricciones culturales pueden crear las constricciones
lógicas, también pueden oscurecer -en manos de los ideólogos- los dictados de la claridad
lógica. La novedad que en última instancia entraña la noción de constricciones culturales es que
hace avanzar la idea de contexto un poco más allá de donde la dejaron otros analistas de la
ideología. El contexto, como constricción cultural se convierte en un aspecto continuo y vivo de
la formación de las ideologías, integral a su estructura y por consiguiente a los mensajes que
difunde.
- LAS CUATRO PES
Lo que queda por añadir a la dimensión morfológica son cuatro pes de la composición
ideológica: proximidad, prioridad, permeabilidad y proporcionalidad.
a- Proximidad: los conceptos políticos carecen de sentido por sí solos. Sólo puede ser
entendidos cuando son analizados dentro de un medio ambiente particular de ideas
compuesto de conceptos circundantes. Las ideologías constituyen el espacio necesario
en el que los conceptos políticos adquieren forma concreta.
b- Prioridad: el significado de cada concepto político en una ideología, así como de las
argumentaciones principales de esa ideología, depende de a qué conceptos (y a qué
concepción de cada concepto) les es asignada una significación central y cuáles otros
son relegados a la periferia de la ideología. Las ideologías experimentan continuos
cambios en las unidades que amueblan sus diversos «espacios». Una unidad puede ser
una pieza central en un tiempo y más tarde puede acabar en una zona lateral del espacio
ideológico, o incluso quedar cubierta por otras. Una de las principales funciones de las
ideologías consiste en jerarquizar los conceptos políticos más relevantes. Reunidos,
estos conceptos se hallan disponibles como un repertorio de ideas a disposición de la
sociedad, pero cada ideología escoge aquellos que desea enfatizar y a continuación
organiza la selección en un orden jerárquico. Lo que se consigue así es ofrecer un menú
para el consumo público a través del cual se pueden tomar decisiones políticas.
La jerarquización da por resultado una estructura de tipos. La idea de que, para
empezar, todas las ideología tienen núcleos centrales, no implica que se trate de rasgos
inmanentes que una ideología sólo tiene de un modo ideal e independiente de la
experiencia. Al contrario, se trata de conceptos clave ineludibles que se manifiestan en
el uso político práctico.
Alrededor del núcleo central se encuentran conceptos adyacentes y periféricos. Los
conceptos adyacentes vienen a desbastar el núcleo central. Restringen su capacidad de
albergar múltiples interpretaciones y la orientan en una dirección más definida.
Conceptos o ideas periféricos son más específicos y detallados.
Los conceptos periféricos se hallan también constreñidos por el contexto y por
consiguiente están más abiertos al cambio dentro de un marco más amplio establecido
por los conceptos centrales o nucleares. En ocasiones, sin embargo, los cambios en la
periferia pueden devolver conceptos al núcleo central.
c- Permeabilidad: las ideologías no son mutuamente excluyentes en sus ideas, conceptos
y concepciones. Al contrario, se producen entre ellas intersecciones en numerosos
puntos de contacto. A un nivel cada uno de los conceptos que alberga una ideología
porta una serie de componentes internos.
A otro nivel, los componentes de las ideologías también se cruzan e intersectan unos
con otros.
Las ideologías no se hallan herméticamente cerradas: cuentan con fronteras porosas
y a menudo ocupan espacios que se solapan entre sí. Podemos decir de ellas que
sostienen pautas para ideas políticas, conceptos y palabras.
d- Proporcionalidad: refiere al espacio relativo dentro de cada ideología asignado a un
tema particular o conjunto de conceptos. En parte esto tiene que ver con cómo una
ideología desea presentar sus argumentaciones.
En parte esto tiene que ver con cómo ordenar la ideología de la mejor manera con
objeto de influir sobre la población a la que va dirigida.
Si sus argumentaciones son demasiado minuciosas y complejas, sólo atraerán a teóricos
y filósofos políticos profesionales, pero se mostrarán inútiles como herramientas para
atraer a otras personas a su causa.
Una información excesiva es tan inútil como su escasez excesiva. Simplificar, y en
ocasiones más peligrosamente simplificar de manera excesiva, es lo que mejor hacen las
ideologías.
No se trata de una conclusión peyorativa: los sistemas políticos no pueden funcionar sin
la rnagnificación de rango medio que proporcionan las ideologías. Las argumentaciones
políticas no pueden ser dirigidas solamente hacia genios o expertos si se supone -como
en el caso de las ideologías- que son herramientas para la movilización de la acción
colectiva.
Estos inevitables procesos de selectividad están ellos mismos relacionados con los
marcos perceptivos y conceptuales que adoptamos. Las ideologías no son
representaciones exactas de una realidad ideacional, sino reconstrucciones
simbólicas de ellas. Se basan en un cotejo de hechos fragmentarios y valores
concurrentes que intervienen también sobre dicha realidad. El mapa se convierte a
menudo en la realidad misma.
Las ideologías no pueden ya distinguirse entre sí sobre la base de la presencia o ausencia de
determinados conceptos o ideas; en lugar de ello, la base de la comparación tiene que ver con su
localización y morfología, es decir, con las cuatro Pes. Ciertamente, no es ésta la única base
posible de comparación, como veremos más adelante. Pero es la de mayor interés para los
teóricos políticos acostumbrados a tratar con conceptos, argumentaciones y textos políticos.
ADRIAN BLAU – INTERPRETACIÓN DE TEXTOS
I. INTRODUCCIÓN: SIGNIFICADOS Y ENTENDIMIENTOS.
Hay tres formas principales de interpretar los textos, basadas en tres tipos de comprensión y tres
tipos de significado equivalentes:
i. Lo que quieren decir los autores, que es empírico.
ii. Lo que quieren decir las ideas, que es filosófico.
iii. Lo que uno o ambos significan para el lector – lo que usted o yo sentimos cuando
leemos un texto - que es estético.
Intento conectar los significados y comprensiones de lo empírico y lo filosófico. Aunque
intento relacionarlos, la mayor parte de mi orientación sobre cómo hacerlo se refiere a la
interpretación empírica, incluyendo el uso de la interpretación filosófica como parte de la
interpretación empírica.
Creo que igual que las categorías mentales, los enfoques y escuelas de pensamiento, pueden
limitarnos, hay principios de buena interpretación que se aplican a todos nosotros. El objetivo
principal de este capítulo es explicitar estos principios básicos de la buena interpretación.
Encontrará principios relevantes en cada sección de este capítulo, incluso en secciones que
podría pensar que no se aplican a usted.
II. CONTEXTUALISMO
La base del éxito de Skinner es en realidad el análisis textual minucioso. Primer principio del
contextualismo: Leer los textos con atención. Que leamos los pasajes en sus contextos
textuales. No siempre podemos leer gran parte de la producción de un autor. Lo ideal es leer
ampliamente los textos de un autor. Nunca se sabe cuándo hay que leer diferentes
ideas/textos entre sí y cuándo no son coherentes. Hay que considerar diferentes opciones.
El análisis textual por sí solo nunca es suficiente: una contribución clave del contextualismo es
situar los textos en sus contextos lingüísticos mediante la lectura de otros textos de la misma
época o lugar, o mediante la lectura de los trabajos de los estudiosos que lo han hecho. Nos
ayuda a detectar a los "falsos amigos", palabras que nos resultan familiares pero cuyos
significados fueron diferentes en su día. Situar los textos en sus contextos lingüísticos
también nos ayuda a inferir intenciones e indica originalidad. Debemos situar los textos en
sus contextos intelectuales: político, filosófico, etc. Aunque situarlos en sus contextos puede no
resolver nuestros problemas. Este capítulo subraya con frecuencia la necesidad de combinar
el análisis empírico y el filosófico. Los contextualistas a menudo hacen esto de forma brillante,
pero no se contempla en sus escritos metodológicos. Incluso cuando los contextos dan una
respuesta sobre los significados o los motivos de los autores, no hay que asumir que la
respuesta es completa. Más de un contexto puede ser relevante. Nótese, de hecho, que me he
referido a contextos, en plural.
Recordemos que los paralelismos históricos pueden ser coincidentes. Ninguna prueba,
incluida la contextual, es concluyente: una misma prueba siempre puede leerse de forma
diferente. El análisis contextual suele ayudar, pero no siempre es necesario, y a menudo es
insuficiente.
III. HISTORIA CONCEPTUAL Y GENEALOGÍA.
Reinhart Koselleck. La historia conceptual tiene dos partes:
i. La principalmente empírica: La parte principalmente empírica suele incluir un
análisis textual, contextual y filosófico; el objetivo es recuperar la comprensión de
los propios autores de sus términos. Pero como el objetivo es la comparación, más
que la comprensión de un solo autor, la selección de casos requiere una atención
adicional.
ii. La principalmente conceptual: implica la comparación conceptual. Nos
apartamos y comparamos las concepciones de los autores. El análisis conceptual
cuidadoso es vital.
La selección de casos puede afectar a las conclusiones. Es posible que haya que tener en cuenta
tanto las palabras no utilizadas como las utilizadas. Y distinguir la palabra de la idea. La
historia conceptual no es sólo historia: también es conceptual-filosófica.
Las conceptualizaciones anacrónicas pueden ayudar, especialmente cuando se comparan
autores que utilizaron términos diferentes. El anacronismo es peligroso: puede infectar
nuestros esfuerzos por recuperar los significados de los autores. El anacronismo nos permite
aplicar marcos conceptuales que ponen de manifiesto de forma útil las similitudes y
diferencias entre los autores. Si queremos comparar las nociones de representación a lo largo
del tiempo, es casi seguro que tendremos que aplicar tales anacronismos. Así pues, primero hay
que tratar de averiguar qué quisieron decir los autores, y luego ver si esto se ajusta a su
propia conceptualización o a una ya existente.
La historia conceptual es interesante e importante, no sólo desde el punto de vista histórico y
político, sino también desde el punto de vista normativo: vemos por qué algunas concepciones
se impusieron, cómo difieren a menudo las nuevas y las viejas concepciones, y cómo las viejas
concepciones pueden revivir los debates contemporáneos. Esté atento a las implicaciones
normativas de sus interpretaciones.
IV. RECONSTRUCCIÓN
Reconstruir significa poner a prueba y potencialmente suministrar, complementar, modificar o
eliminar presupuestos, definiciones, vínculos entre comentarios/ideas y pasos en los
argumentos. La reconstrucción se considera a menudo una técnica filosófica especial, pero todo
el mundo reconstruye, simplemente para entender lo que se dice o escribe. Algún grado y
algún tipo de reconstrucción son inseparables de la propia naturaleza de la interpretación, y
necesarios para la comprensión de nuestros textos. Una vez más, la compartimentación de los
enfoques en diferentes categorías nos ha llevado a pasar por alto ideas unificadoras clave.
Simplificando un poco, distingo entre tres tipos de reconstrucción:
i. Reconstrucción empírica: tratar de averiguar qué quisieron decir los autores.
ii. Reconstrucción sistemática: relacionar las ideas de los autores, explicitar las
distinciones implícitas, evaluar la coherencia, etc., independientemente de que los
propios autores hayan visto o no estas cosas.
iii. Reconstrucción adaptativa: alterar lo que los autores escribieron y quizás lo que
pretendían.
No son alternativas. Casi siempre hacemos las tres cosas simultáneamente, en mayor o menor
medida. Incluso las reconstrucciones empíricas más sencillas añaden, restan o modifican
palabras. Incluso las reconstrucciones adaptativas más extremas hacen algunas suposiciones
sobre lo que querían decir los autores. Y normalmente interpretamos a los autores con algún
tipo de reconstrucción sistemática, por ejemplo, leyendo una idea dentro de otra incluso
cuando el autor no especifica un vínculo.
Skinner se preocupa de la reconstrucción sistemática y adaptativa. Lo que quiero decir es
que no podemos evitar hacer ninguna de las dos cosas, por lo que deberíamos aprender a
hacerlas bien. Pensar filosóficamente nos ayuda a reconstruir lo que los autores querían
decir, aunque algunos estudiosos se resistan a alterar o "mejorar" a los autores que
estudian. Ejemplos: Durante las conversaciones, nuestro cerebro reconstruye esos comentarios
en un instante. Cuando leemos, el proceso suele ser más lento y consciente. Podemos
fácilmente sobreinterpretar a los autores y hacerlos más consistentes de lo que eran: ningún
autor es completamente consistente. El análisis contextual está muy bien pero va de la mano
de un análisis más filosófico, incluso del tipo que indaga en la coherencia. Hace falta una
mentalidad más filosófica para alejarse del texto y reconstruir. Esto no implica que una sola
noción deba ajustarse a un término. Nunca controlamos totalmente lo que decimos o
escribimos. Cuando encuentre una contradicción aparente, considere cómo resolverla (si es
que lo hace), incluyendo la posibilidad de que no sea una contradicción en absoluto.
Por eso es problemático que los contextualistas nos animen a situar los textos en sus
contextos sin abordar el valor de pensar en los textos filosóficamente. Ambas cosas son
importantes. Tal análisis nunca es concluyente, pero ningún análisis empírico es concluyente.
El mejor enfoque es ser consciente de las interpretaciones interdependientes y considerar
diferentes hipótesis.
Nuestra evaluación de la coherencia de los autores ayuda a nuestras interpretaciones. Entender
incluso uno o unos pocos comentarios puede requerir una reconstrucción más sistemática. A
veces estas reconstrucciones sistemáticas son un objetivo clave, más que un mero medio
para descubrir el significado. Mientras los historiadores han conseguido que los teóricos
políticos y los filósofos se ocupen de la investigación histórica, los teóricos políticos y los
filósofos no han hecho lo mismo a la inversa. Otra razón puede ser que a los historiadores no
les gusta la reconstrucción adaptativa. Otra técnica útil consiste en enumerar los
significados posibles o plausibles de palabras o ideas ambiguas.
El análisis anacrónico es peligroso y requiere un cuidado considerable, pero puede
ayudarnos potencialmente a ver lo que los autores querían o querían decir, mostrándonos
posibilidades interpretativas que podríamos haber pasado por alto.
No existe una reconstrucción adaptativa “correcta”.
Dos advertencias:
i. Las adaptaciones parecen menos radicales una vez que aceptamos que no
podemos entender a los autores sin alterar lo que dijeron, que a veces debemos
tomar decisiones cuando los autores son incoherentes, y que a menudo queremos
imponer a los autores más claridad de la que ellos mismos lograron.
ii. Incluso dejando de lado las aplicaciones contemporáneas de las ideas
históricas, es intelectualmente interesante e importante ver lo bien que
funcionan los argumentos de los autores, hasta qué punto estaban en el buen
camino y hasta qué punto son fundamentales sus problemas.
Deberíamos tratar de no describir tales alteraciones como si fueran fieles al autor.
Skinner: “La mejor declaración de la teoría de Hobbes es la que nunca dio explícitamente”
En realidad, esto no es demasiado atrevido: consciente o inconscientemente mejoramos lo
que otras personas dicen y escriben cada vez que las escuchamos o leemos. Pero, dejando de
lado esta objeción, la cautela de Skinner es absolutamente acertada. Intenta ser explícito, o al
menos implícito, a la hora de distinguir entre lo que los autores quisieron decir, lo que pueden
haber querido decir, lo que su relato implica y lo que, en tu opinión, deberían haber dicho.
V. PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y NORMATIVAS.
Ahora paso a un estilo de análisis diferente. De nuevo cuestiono las representaciones
tradicionales de las cuestiones metodológicas. Consideremos la perspectiva feminista o
marxista. Ambas utilizan perspectivas teóricas y normativas que a menudo se presentan como
"escuelas" o "enfoques" esencialmente diferentes. Argumentaré, más bien, que estos analistas
hacen lo mismo: utilizan teorías y normas para desarrollar hipótesis empíricas o
distinciones conceptuales que nos ayudan a descubrir supuestos e implicaciones.
Estas perspectivas, por tanto, pueden ser increíblemente poderosas. Son una forma de
seguir viendo cosas nuevas en textos antiguos. Pero, ¿debemos describir las diferentes
perspectivas como diferentes "escuelas de pensamiento" o diferentes "enfoques"? A lo largo de
este capítulo he intentado preguntar qué implican realmente nuestras interpretaciones. Y, en mi
opinión, las perspectivas teóricas y normativas se reducen a abordar un texto con una o
varias hipótesis o distinciones, y a ver potencialmente cosas nuevas. No estoy
menospreciando este tipo de investigaciones: no hay que subestimar los conocimientos que se
pueden obtener aplicando una hipótesis empírica o una distinción conceptual de una
perspectiva teórica/normativa existente o de otro lugar. De hecho, no es necesario aceptar
totalmente una perspectiva para aplicarla. De hecho, puede ayudar no ser X, porque los X
podrían inclinarse hacia ciertas conclusiones, lo que podría infectar sus interpretaciones.
Prestar atención a dos peligros relacionados:
i. Es que una perspectiva lleve a leer mal un texto, a leer demasiado en él o a pasar
por alto pasajes relevantes un problema común. Se puede confundir una
expectativa con una presunción. Si uno tiene un hacha normativa para moler, a
menudo corta partes clave de los textos. Esté atento a los posibles sesgos
teóricos/normativos: intente ser imparcial. Si tu perspectiva te da una expectativa
sobre las influencias o los motivos de un autor, es sólo una expectativa -una
hipótesis-, nunca una certeza.
ii. Convertirse en portavoz de ideas erróneas . Si puede, ponga a prueba las
perspectivas, no se limite a aplicarlas. Mostrar las deficiencias de una perspectiva
e, idealmente, perfeccionarla y mejorarla, aumenta el valor de su trabajo y podría
ampliar su audiencia.
Ambos peligros se aplican a cualquier interpretación: todo el mundo interpreta todo a través de
muchas lentes. Trate de ser consciente, si puede, de las perspectivas que ya influyen en sus
lecturas. Todos tenemos esos sesgos. Incluso apoyar una interpretación puede tener este efecto:
una parte de ti puede querer que sea correcta, infectando potencialmente tu razonamiento.
VI. LEER ENTRE LÍNEAS Y FUERA DE ELLAS.
Este capítulo ha desafiado regularmente nuestras categorías heredadas. Lo mismo ocurre con la
idea de que "leer entre líneas" es un enfoque esencialmente diferente. A pesar de las
afirmaciones de que algunos estudiosos leen entre líneas mientras que otros adoptan un enfoque
puramente literal, nadie adopta un enfoque puramente literal, limitándose a las palabras
reales: toda comunicación y toda interpretación textual implican una lectura entre líneas.
En este sentido, es necesario tener mucho cuidado: sin unas directrices sensatas, podemos leer
demasiado en los textos, sobre todo cuando nos preguntamos si los autores esconden
esotéricamente mensajes en sus escritos para que los lectores astutos los detecten. Algunos
autores ciertamente lo hicieron. Pero muchas interpretaciones esotéricas se extralimitan,
con un uso muy cuestionable de las pruebas. No debemos equiparar la interpretación
“esotérica” con la “straussiana”. No hay nada malo en la interpretación esotérica, pero sí mucho
en la interpretación esotérica de Strauss, debido no a su esoterismo, sino a su metodología
ingenua y defectuosa.
Desgraciadamente, nuestro léxico metodológico ha enturbiado los verdaderos problemas. No
deberíamos decir que Strauss tiene una hermenéutica diferente o técnicas particulares de lectura
de textos. Más bien, tiene hipótesis sobre las formas particulares en que los autores
ocultaron los mensajes, y pruebas inadecuadas de estas hipótesis.
Los excesos de las lecturas straussianas han ayudado y obstaculizado la causa de la
interpretación esotérica. La han ayudado al poner de relieve un tipo de escritura en gran medida
olvidado y al ofrecer pruebas de las técnicas esotéricas. Pero la han obstaculizado mediante
sobreinterpretaciones metodológicamente defectuosas que han dado a la interpretación esotérica
un mal nombre: "straussiano". La interpretación esotérica, como cualquier interpretación
empírica, es sólo una hipótesis. Y la incapacidad de proporcionar principios fundamentales para
la comprobación de las hipótesis, a través de un enfoque defectuoso en enfoques supuestamente
separados, es una de las grandes tragedias de los escritos metodológicos del siglo XX. Los
lectores no deben pensar que mis críticas a los straussianos se dirigen sólo a ellos.
VII. OTROS PRINCIPIOS BÁSICOS DE BUENAS PRÁCTICAS.
Las ideas subyacentes son la incertidumbre y la infradeterminación: no se puede saber con
certeza ninguna afirmación empírica, y las mismas pruebas siempre pueden leerse de forma
diferente. Incluso discrepamos sobre lo que cuenta como prueba. La incertidumbre y la
infradeterminación son más fundamentales que "enfoques" como el contextualismo o el
straussianismo: las afirmaciones sobre la relevancia de un contexto particular o el uso de una
técnica esotérica específica son sólo hipótesis, y la incertidumbre y la infradeterminación
son omnipresentes siempre que se ponen a prueba las hipótesis. La incertidumbre tiene dos
implicaciones principales:
i. Hay que tener cuidado con el exceso de confianza. Intenta no hablar de "demostrar"
nada y, cuando sea pertinente, indica el grado de confianza que tienes en tus
interpretaciones. No te veas a ti mismo informando de los hechos, sino
informando de tu confianza en tus inferencias. La subjetividad inherente a la
investigación empírica significa que, por muy feo que sea esto desde el punto de
vista estilístico es posible que tengas que centrarte en ti, no en el texto/autor.
ii. La incertidumbre nos obliga a menudo a poner a prueba las afirmaciones empíricas.
Aquí entra en juego la infradeterminación, por lo que la prueba más sencilla y
mejor de una afirmación es ver si se ajusta a las pruebas mejor que las alternativas
plausibles. La interpretación es comparativa (literatura secundaria). Pero sus
expectativas iniciales pueden no perdurar. No te apegues a una interpretación
porque es la tuya; apégate a una interpretación porque crees que es mejor que
las alternativas. Las dos cosas no siempre irán juntas, a menos que seas
asombrosamente inteligente o tengas una suerte increíble.
Una prueba poderosa consiste en triangular las pruebas, viendo si las pruebas textuales,
contextuales, filosóficas y motivacionales implican las mismas conclusiones. Las pruebas
textuales y contextuales ya se han analizado ampliamente. Las pruebas filosóficas se refieren a
cosas como las implicaciones de los argumentos o la coherencia de dos ideas. Las pruebas
motivacionales son inferencias sobre las motivaciones de los autores, que pueden aportar más
pruebas a nuestras investigaciones. Nótese que no podemos ver las motivaciones: sólo las
inferimos a partir de la evidencia textual, contextual y/o filosófica. Lo ideal es que queramos
la mayor cantidad de pruebas posibles.
No siempre tenemos tiempo ni energía para ello. Es de esperar que nos corrijan por estos
motivos. Sin embargo, me temo que nuestras categorías disciplinarias y metodológicas
heredadas a menudo nos limitan: considerarnos contextualistas, filósofos o straussianos, por
ejemplo, puede desviarnos de pruebas importantes. Es cierto que todos tenemos ciertas
habilidades, y aunque esto refleja en parte la formación disciplinaria, algunas personas
simplemente son mejores en la investigación histórica concreta o en el filosofar abstracto. Aun
así, podemos leer la literatura especializada de otro campo, consultar a expertos o encontrar un
coautor. En última instancia, sin embargo, si alguien se olvida de las pruebas pertinentes, otros
pueden aportarlas y poner a prueba el argumento: la triangulación puede ser comunitaria.
Nuestras pruebas deben ser visibles (citacionismo). Hay que dejar claro cuáles son las
pruebas para que otros puedan seguirlas fácilmente y poner a prueba sus afirmaciones.
La claridad conceptual es vital. Cuando el análisis es en parte conceptual y en parte
empírico, hay que intentar definir los términos clave. Skinner considera que tales
anacronismos (Maquiavelo era “moderno”) no tienen sentido, pero esto podría reflejar su
particular visión del significado y la comprensión: una visión puramente empírica en
contraste con una visión filosófica. La comprensión empírica nos permite entender lo que X
quería decir, la comprensión filosófica nos permite entender su originalidad e importancia. La
critica de Skinner a los anacronismos parece reflejar su dependencia de una única noción de
significado y comprensión. Este capítulo ha tratado de liberarnos del enfoque dominante.
VIII. CONCLUSIÓN.
Las principales orientaciones de este capítulo pueden resumirse como sigue: Leer mucho y con
atención. Pensar de forma contextual y filosófica. Acepte la incertidumbre. Ver los dos
lados. Piensa en contra de ti mismo. Cuestiona las pruebas y las interpretaciones. Poner a
prueba. Vuelve a probar. Sea abierto. Y mantén la mente abierta. Este tipo de orientación -
a veces obvia, a veces no- está en gran medida ausente de la literatura metodológica existente,
debido a la tendencia a discutir diferentes enfoques y escuelas de pensamiento sin enfatizar
también los principios básicos de la buena interpretación. No pretendo ridiculizar nuestra
bibliografía metodológica, y animaría especialmente a los intérpretes noveles a estudiar
detenidamente los escritos metodológicos de Skinner, pero también sus interpretaciones
sustantivas. Mi sugerencia final es, por tanto, la siguiente: considere la metodología como algo
que no se aprende únicamente de los escritos metodológicos. Reflexione también sobre lo que
es bueno y menos bueno en las interpretaciones reales, y deduzca de ello los principios de la
buena práctica.
MAYNARD: ANÁLISIS IDEOLÓGICO
I. INTRODUCCIÓN
El análisis ideológico es un campo de investigación interdisciplinario distinto dentro de las
humanidades y las ciencias sociales. De hecho, el mayor problema al que se enfrenta el estudio
contemporáneo de la ideología es la fragmentación del trabajo entre disciplinas, algo que
este capítulo intenta abordar.
Me complace limitar el alcance de la teoría política a una forma normativa, aunque asumo
que esto abarca una amplia gama de teorización "ideal" y "no ideal". Mostraré cómo el análisis
ideológico puede apoyar dicha teoría política normativa (aunque mi discusión debería ser útil
también para quienes se dedican al trabajo empírico). Mi objetivo aquí es ofrecer la guía más
útil en la práctica para dedicarse al análisis ideológico para académicos y estudiantes.
II. EL SIGNIFICADO DE LA IDEOLOGÍA
i. El análisis ideológico requiere el reconocimiento de que los diferentes
individuos, grupos, instituciones o sociedades se caracterizan por visiones del
mundo idiosincráticas y distintivas que conforman de manera significativa su
pensamiento y comportamiento político. Por tanto, para entender, explicar o
predecir lo que dicen, piensan y hacen, tenemos que identificar y estudiar esas
visiones del mundo. Esto contrasta con los modos de análisis político que presentan
a los seres humanos como fundamentalmente semejantes desde el punto de vista
mental o como abrumadoramente gobernados por fuerzas que hacen irrelevantes las
visiones del mundo distintivas.
ii. El análisis ideológico refleja la conciencia de que no podemos estudiar
simplemente el papel de las "ideas" individuales de forma aislada. Para explicar
por qué los seres humanos se adhieren a determinadas ideas, y para explicar cómo y
por qué esas ideas afectan a su comportamiento de determinadas maneras, tenemos
que apreciar cómo esas ideas funcionan como parte de sistemas de ideas más
amplios. Una vez que se pone de manifiesto este sistema de ideas entrelazadas, las
razones por las que algunos individuos podrían aceptar tales ideas se vuelven más
claras.
El análisis ideológico se ocupa, pues, de la excavación y el examen forense de los sistemas de
ideas distintivos y del poderoso papel que desempeñan en la vida política. Sin embargo, el
análisis ideológico se ha visto socavado con frecuencia por la infame diversidad de
significados que se han atribuido al término "ideología". Para remediar este problema,
ofrezco una definición de ideología que refleja los usos contemporáneos dominantes entre los
teóricos de la ideología, que sugiero que finalmente han comenzado a converger en una
comprensión compartida. Las diferentes definiciones deberían justificarse según su utilidad
funcional para la investigación.
Esta utilidad funcional debe evaluarse teniendo en cuenta tres consideraciones principales:
a. Rasgos esenciales sobre la forma en que se ha utilizado la ideología en el discurso
académico y lego en general.
b. La utilidad funcional de la concepción para el proyecto de investigación específico
en cuestión.
c. La utilidad funcional de la concepción para un entendimiento académico más
amplio entre proyectos y disciplinas.
Por tanto, no es necesario que haya una única definición de ideología que todos los teóricos
deban utilizar. Pero en este capítulo sigo las tendencias recientes en el análisis ideológico
sugiriendo que los teóricos políticos deberían utilizar una concepción de la ideología que sea a
la vez amplia y no peyorativa.
DEFINICIÓN: Una ideología política es un sistema global distintivo de ideas normativas y/o
supuestamente factuales, normalmente compartido por miembros de grupos u organizaciones,
que da forma a su comprensión del mundo político y guía su comportamiento político.
Esta definición no es tan amplia como para que todos los conjuntos de ideas se vuelvan
indistintamente ideológicos, pero rechaza las afirmaciones (de políticos o teóricos políticos)
de que ciertas visiones del mundo político están "más allá de la ideología" o "no son
ideológicas sino pragmáticas". Tales afirmaciones suelen sugerir excepcionalismo,
criptonormatividad y un intento de táctica política partidista y discutible más que distinciones
conceptuales sólidas. En esta concepción amplia y no peyorativa, las ideologías denotan
cualquier sistema de ideas distintivo que la gente utiliza de hecho para pensar en política.
Ningún ser humano puede participar en algún tipo de reflexión incorpórea perfectamente
racional sobre la política que simplemente "vea el mundo tal como es" sin estar influenciado por
el pensamiento previo. En cambio, el pensamiento político de cada individuo se produce a
través de redes de valores, significados, narrativas, teorías, suposiciones, conceptos,
expectativas, ejemplos, experiencias pasadas, imágenes, estereotipos y creencias sobre
cuestiones de hecho ya existentes en su mente. Estas redes de ideas varían, al menos en cierta
medida, de una persona a otra, de un grupo a otro y de una sociedad a otra, lo que las convierte
en importantes objetos de estudio. En esta concepción, la ideología no es reprobable, sino
ineludible. No hay ninguna razón por la que un concepto deba definirse de forma
peyorativa para que sea útil para un trabajo crítico o de evaluación normativa.
Lo que se pierde con una concepción amplia y no peyorativa de la ideología es la
capacidad de criticar algo simplemente etiquetándolo como ideología. Pero este tipo de
desprestigio terminológico no es el límite de la crítica normativa, ni una forma persuasiva de la
misma. Y un problema clave de las concepciones peyorativas de la ideología es que tienden a
fomentar una forma prejuiciosa de análisis. Por el contrario, las concepciones amplias y no
peyorativas nos permiten llevar a cabo una forma de análisis más abierta y rigurosa.
Hay que diferenciar entre análisis ideológico y la ideologización. Siempre están entrelazadas.
Dado que todos pensamos en la política bajo la influencia de nuestras respectivas ideologías, es
posible que no exista una ciencia social o una filosofía analítica completamente neutral .
Pero es vital reconocer una diferencia entre la construcción de nuestros propios conceptos y
principios normativos, y los esfuerzos por averiguar cuáles son o fueron los conceptos y
principios normativos existentes (y otras ideas) de otros. Tres observaciones sobre el
significado:
i. Hay que hacer una importante distinción entre lo que podríamos llamar ideologías
personales, con lo que me refiero a las ideologías particulares de las personas
individuales, y las ideologías compartidas, que describen los sistemas de ideas que
tienen en común los grupos. Cada miembro de un grupo tiene inevitablemente
formas de pensar ligeramente distintas, ideologías personales ligeramente
diferentes. Pero los estudiosos pueden y suelen hablar de ideologías compartidas
para hacer generalizaciones sobre las importantes similitudes entre las ideologías
personales de los individuos. Etiquetar los subtipos ideológicos de este modo es
útil para mantener la precisión conceptual en los tipos de ideología de los que
hablamos.
ii. Es importante apreciar que las ideologías son fenómenos sustancialmente ricos. Es
habitual hablar de las ideologías como definidas por ciertos conceptos centrales,
valores, ambiciones políticas o narrativas dominantes. Pero las ideologías se
construyen a partir de todo esto y de una amplia gama de otros tipos de ideas o
grupos de ideas: identidades, mitos, recuerdos, estereotipos, reglas epistémicas,
creencias sobre cuestiones de hecho, repertorios retóricos, preferencias estratégicas,
ejemplos, expectativas, horizontes de posibilidad, imágenes, experiencias vividas,
etc. Al pensar en las ideologías como redes complejas de un amplio abanico de
nociones, se pueden abordar seriamente las formas idiosincrásicas de pensamiento
que caracterizan a determinados individuos y grupos en el mundo real.
iii. Aunque defiendo una comprensión un tanto "cognitiva" de las ideologías, es
vital reconocer la inextricable relación entre ideología y discurso (van Dijk
2013). Dado que es arduo e ineficaz inventar nuevas formas de hablar desde cero
sobre cada tema, las ideologías se caracterizan por ciertas formas de hablar, ciertos
repertorios retóricos y ciertos argumentos y justificaciones. Por lo tanto, el análisis
ideológico se ocupa inevitablemente no sólo de cómo piensan las personas, sino
también de cómo hablan y actúan.
III. ¿POR QUÉ LOS TEÓRICOS DE LA POLÍTICA NORMATIVA DEBEN
UTILIZAR EL ANÁLISIS IDEOLÓGICO?
Expongo cuatro razones principales para pensar que el análisis ideológico puede ser de gran
relevancia para el tipo de teoría política normativa.
1. Evaluación de instituciones e ideologías.
Son componentes esenciales del funcionamiento o legitimación de diversas instituciones y
procesos sociales que son problemáticos desde la teoría política normativa. Las ideologías
tienen importantes efectos sociales y políticos, y están implicadas en el uso del poder social y
político. Hay dos formas clave en las que el análisis ideológico apoya a la teoría política a la
hora de abordar dichos efectos:
i. El análisis ideológico nos permite diagnosticar los fallos (beneficios) normativos de
las instituciones políticas existentes ilustrando las ideologías problemáticas que
generan. El análisis de cómo se crean estos resultados, por qué pueden ser
normativamente problemáticos o deseables, y la permisibilidad normativa (y la
eficacia) de las posibles respuestas políticas, se basará en el análisis ideológico.
ii. El análisis ideológico nos permite criticar determinadas ideologías ilustrando las
instituciones sociopolíticas defectuosas que generan o sostienen (o, a la inversa,
identificar los puntos fuertes de determinadas ideologías destacando su papel en los
acuerdos sociopolíticos deseables). Toda esta crítica de los sistemas existentes de
pensamiento y discurso político debe basarse en el análisis ideológico.
Con frecuencia, las nociones ideológicas que producen las instituciones o las prácticas, y
las nociones ideológicas que producen esas instituciones o prácticas, son relevantes
simultáneamente. Dado el papel vital que sigue desempeñando la ideología en la legitimación
y el funcionamiento de una panoplia de instituciones políticas y sociales de primer orden, esta
forma de análisis ideológico (despojado de las implicaciones de que la ideología es siempre
maligna) debería figurar más ampliamente en la teoría política normativa contemporánea. Por
tanto, el análisis ideológico es relevante para la evaluación normativa comparativa de las teorías
e instituciones con respecto a todas estas cuestiones.
2. Evaluación de los principios de la teoría política en contextos reales.
En las situaciones no ideales o realistas, el análisis ideológico es necesario para evaluar los
probables efectos en el mundo real de ciertos principios morales o políticos en la práctica y, en
consecuencia, su viabilidad y atractivo normativo. Estas formas de teoría política normativa no
ideal no se limitan a reflexionar sobre la corrección moral en un sentido "último", sino que se
refieren a la aplicación real de la teoría política al mundo y al diseño de prescripciones y normas
políticas para orientar la política. Por lo tanto, una cuestión clave es cómo los agentes del
mundo real -que perciben, piensan y actúan bajo la influencia de las ideologías del mundo real-
ponen en práctica los principios normativos. El análisis ideológico apoya este tipo de
evaluaciones no ideales y realistas de cuatro maneras:
i. Puede aportar conocimientos contextuales sobre las ideologías realmente existentes
en circunstancias concretas. No analizar la naturaleza y el poder de estas ideologías
existentes puede socavar la teorización normativa sobre la forma correcta de
abordar la injusticia. Es necesario conocer el contexto ideológico de una política
propuesta para predecir las consecuencias normativamente relevantes.
ii. Puede revelar tendencias generales en el pensamiento político -ya sean
propensiones psicológicas básicas arraigadas en la naturaleza humana,
disposiciones culturales o algo más- que son fundamentales para prever cómo se
desarrollarán las ideas políticas en la práctica. Esto es muy relevante para la teoría
política no ideal, ya que problematiza cualquier suposición de que la mayoría de los
individuos responderán a las políticas como actores racionales y contemplativos, y
revela apoyos psicológicos clave para la injusticia y barreras para la reforma
política y social.
iii. Puede proporcionar los métodos y las habilidades para reflexionar sobre cómo un
determinado sistema normativo o prescripción se desarrollará en el pensamiento
político de los actores del mundo real, centrándose no en las implicaciones lógicas
de los argumentos y las afirmaciones bajo un riguroso análisis filosófico, sino en las
probables formas de razonamiento, supuestos y actitudes que tales argumentos y
afirmaciones podrían fomentar en la práctica política real de los ciudadanos y las
élites.
iv. Pueden surgir una serie de cuestiones específicas del contexto para la teoría política
en el nivel no ideal/realista para las que el análisis ideológico es especialmente
relevante. Para abordar estas cuestiones en detalle, los teóricos de la política
necesitan una comprensión desarrollada de cómo funcionan las ideologías en estos
diversos contextos.
En todos estos casos, se proponen conceptos o principios normativos concretos en la teoría no
ideal debido a las evaluaciones de las ideologías existentes, las tendencias ideológicas de los
seres humanos en general, cómo funcionarían en la práctica determinadas afirmaciones
normativas como ideología o la dinámica ideológica específica de los problemas del mundo
real. Sin embargo, aunque he observado que estas líneas de teorización son más comunes de lo
que quizás se aprecie conscientemente, a menudo se basan en la especulación de los teóricos
políticos más que en un análisis ideológico riguroso y empírico.
Así pues, si se realiza de forma sofisticada, el análisis ideológico podría aumentar la solidez de
los supuestos empíricos en los que se basan los argumentos de la teoría política no ideal y
realista. Incluso podría aportar pruebas empíricas de cómo se han desarrollado en la práctica
determinados conceptos o principios normativos en el pasado. Esta forma de análisis ideológico
de los conceptos y principios normativos podría ser especialmente crucial para cualquier forma
de teoría política "crítica" (en el sentido más amplio) que pretenda exponer el poder justificador
no intencionado de diversos conceptos y principios normativos.
3. Exponiendo los supuestos ideológicos detrás de los argumentos de la teoría
política.
El análisis ideológico también permite interrogar la validez de los argumentos normativos en sí
mismos al exponer sus supuestos ideológicos de fondo. Un análisis ideológico sofisticado
implica la búsqueda de toda la gama de nociones contextuales e idiosincrásicas en las que se
inscriben las afirmaciones individuales, que dan forma a su significado específico y que
explican su plausibilidad para quienes las propugnan. Los teóricos políticos y los filósofos son
pensadores sofisticados, pero no están exentos de sus propios entornos y puntos de vista
ideológicos, ni son inmunes a las tendencias psicológicas bien investigadas, como el
pensamiento del mundo justo o el sesgo de consistencia mencionados anteriormente. Una teoría
política rigurosa debería examinar críticamente esos entornos, puntos de vista y posibles
tendencias al analizar las afirmaciones de los propios teóricos políticos.
4. Fomentar la teoría política creativa.
Por último, el análisis ideológico puede ser un método poderoso para estimular la creatividad en
la formulación de nuevas ideas, conceptos y argumentos. Sugiero amablemente que muchas
secciones de la teoría política normativa -aunque valiosas y sofisticadas- no son tan innovadoras
como podrían serlo, adoptando la forma de debates aparentemente interminables sobre un
conjunto reducido de cuestiones básicas entre un conjunto reducido de puntos de vista bien
establecidos. El análisis ideológico debería permitir un compromiso riguroso con los sistemas
de pensamiento de otros periodos de la historia y otras culturas de nuestro presente. Al hacerlo,
podríamos descubrir nuevos conceptos, ideas y afirmaciones que abran espacios teórico-
políticos inexplorados (aunque es importante evitar un enfoque "turístico", en el que las ideas
parezcan seductoramente exóticas pero se utilicen de forma anacrónica y sin una verdadera
comprensión).
5. Resumen: La necesidad del análisis ideológico en la teoría política normativa.
Se debería tomar en serio el análisis ideológico. Son empresas más importantes cada vez
porque:
i. Muchos de estos usos del análisis ideológico para la teoría política normativa
suponen que uno se está dedicando a un proyecto bastante no ideal, empíricamente
comprometido y tal vez aplicado, o al menos sirven a ese tipo de teoría política de
forma más obvia que a la teoría ideal.
ii. En lo que queda de siglo, la teoría política va a estar inevitablemente más
internacionalizada y globalmente integrada, con un compromiso más profundo entre
las tradiciones intelectuales occidentales y las de otras muchas partes del
patrimonio cultural de la humanidad.
IV. COMO HACER UN ANÁLISIS IDEOLÓGICO.
Es muy fragmentado entre las disciplinas. Es vitar desplegar un enfoque integrador.
i. Descubrir el contenido ideológico.
El estudio de la ideología consiste fundamentalmente en examinar cómo piensan las personas
reales. Por lo tanto, para decir algo importante sobre la ideología, tenemos que averiguar algo
sobre el contenido real de la ideología en cuestión. Se suele eludir esta tarea. Suponen que el
contenido ideológico es familiar y sencillo. Es útil para la ciencia política, pero no para la teoría
política normativa. En consecuencia, un análisis ideológico eficaz requiere que los
investigadores empleen métodos que realmente recojan datos ricos y se comprometan
seriamente con el pensamiento político del mundo real. Hay 4 métodos principales para
recoger datos:
a- La inferencia conductual, que consiste en llegar a conclusiones sobre las ideologías de
los individuos a la luz de su comportamiento.
b- El análisis textual, que consiste en examinar las ideas expresadas en cualquier forma
de comunicación, incluidas las obras no verbales, que existen independientemente del
analista.
c- La indagación, que es el intento de solicitar directamente ideas o creencias a los
individuos mediante preguntas, incluidos los métodos cualitativos, como las entrevistas,
y los métodos cuantitativos, como las encuestas.
d- Los métodos neurocientíficos, que son el estudio de los procesos neurológicos en el
cerebro y el sistema nervioso de un individuo.
Me centraré en la indagación y el análisis textual, los dos métodos que probablemente
resulten más útiles para los teóricos políticos interesados en las ideologías del mundo real.
La indicación más importante a este respecto es que para generar relatos fiables de una
ideología, los investigadores deben evitar el pecado hermenéutico cardinal del
acontextualismo.
La importancia de prestar atención no sólo a lo que dicen los portadores de la ideología, sino
también a lo que parecen estar haciendo (ironía, disimular, retórica…). Los analistas
ideológicos deben prestar atención a los posibles propósitos estratégicos de un texto o
expresión concreta y a la audiencia a la que va dirigido.
Hay muchísimas fuentes, pero es posible un contextualismo más modesto, en el que nos
tomamos en serio las diferencias subyacentes en el entorno cultural y político de los que
estudiamos y de nosotros mismos, y somos conscientes de la naturaleza necesariamente
provisional de las interpretaciones del pensamiento de otros a la luz de la incertidumbre
sobre sus supuestos ideológicos más amplios derivados de su contexto social.
Con esta sensibilidad hermenéutica, los investigadores podrían proceder formulando una serie
de preguntas estructuradas sobre los datos ideológicos (textos o respuestas de las
entrevistas) que puedan recoger.
(Cuestiones sobre la veracidad de las respuestas del entrevistado)
Al plantear estas preguntas, un investigador puede empezar a elaborar una imagen del sistema
de ideas que constituye la ideología de un individuo, o la parte de su ideología relacionada con
alguna cuestión o tema concreto definido. La fiabilidad de esta imagen se basa en la apertura
mental, la libre exploración y la honestidad interpretativa del investigador. Es demasiado fácil
para los estudiosos, desplegando superficialmente los métodos apropiados de recogida de datos,
teniendo en cuenta el contexto, y haciendo el tipo correcto de preguntas interpretativas, "ver lo
que quieren ver". El análisis ideológico siempre debe tener en cuenta este peligro de análisis
artificioso y sesgado, considerar explícitamente las interpretaciones alternativas y explicar
por qué se han rechazado.
ii. Explicación del apego ideológico.
Los teóricos de la política pueden ocuparse con frecuencia del papel de esas causas psicológicas
y sociales de la ideología en su análisis. Los principales motivos psicológicos que impulsan la
formación de creencias son:
a. Motivos epistémicos: preocupación sincera por averiguar la verdad;
b. La minimización de la disonancia cognitiva (también conocida como sesgo de
consistencia): un deseo de mantener la consonancia entre las propias creencias, y las
creencias y acciones, incluso cuando esto implica la adopción de creencias no
respaldadas por pruebas;
c. Motivos de autoestima: la necesidad de un sentido de autoestima, posición social,
superioridad, pertenencia, reconocimiento y propósito de vida;
d. Preocupaciones de eficiencia cognitiva: el impulso de evitar actividades mentales
demasiado pesadas;
e. Motivos de comprensibilidad: la necesidad de encontrar el mundo comprensible,
determinado y no preocupantemente incierto;
f. Supresión de la ansiedad: por ejemplo, sobre la muerte, el decoro ético, la condición
sexual, lo erróneo de las decisiones y compromisos pasados, etc.

Los procesos sociales clave que impulsan la formación de creencias incluyen:


a. Recursos ideacionales: la disponibilidad de ideas, conceptos o marcos de razonamiento
en los discursos accesibles al individuo;
b. Saturación discursiva: la saturación de ideas en el discurso dentro de las redes sociales
particulares o los entornos mediáticos en los que el individuo está inmerso, de manera
que esas ideas parecen ser de "sentido común";
c. Dependencia epistémica: cuando un individuo confía en determinadas autoridades
epistémicas que parecen creíbles (o a las que el individuo carece de alternativas más
creíbles) para obtener información que le resulta difícil verificar personalmente;
d. Pensamiento de grupo: la tendencia de los individuos a adoptar las creencias, o al
menos las creencias declaradas, de la mayoría que les rodea;
e. Incentivación ideológica: la vinculación de resultados materiales o simbólicos
deseables a la adopción de una creencia, o al menos a la adopción declarada de una
creencia;
f. Presentación retórica: el hábil despliegue de recursos retóricos y apelaciones
emocionales en la comunicación que fomentan la interiorización de determinadas ideas.
iii. Análisis de los efectos de las ideologías.
El análisis ideológico debe incluir un examen de los efectos políticos y sociales de estas
ideologías. Constituyen el pensamiento interiorizado de los individuos sobre los temas y les
proporcionan ideas, argumentos, conceptos y afirmaciones para utilizarlos instrumentalmente
(con una serie de fines sinceros o estratégicos) en la comunicación con los demás. Las
ideologías contienen:
a. Las nociones de los miembros propios de una sociedad o grupo, y las
conceptualizaciones de las fronteras entre esos miembros propios y otros, entre el grupo
interno y el grupo externo.
b. Supuestos latentes o juicios explícitos sobre el comportamiento o las características
prototípicas, esperadas y adecuadas de los miembros de una sociedad o grupo.
c. Especificación de los objetivos clave, los fines y los futuros previstos hacia los que se
dirige una sociedad o un grupo, y los programas de acción colectiva para conseguirlos.
d. Afirmación de valores y objetos, quizás de naturaleza casi sagrada o verdaderamente
sagrada, a los que los individuos y grupos sienten un profundo apego emocional.
e. Identificación de los principales problemas, amenazas, retos u obstáculos para sus
objetivos y fines a los que se enfrenta una sociedad o grupo.
f. Concepciones del "campo de posibilidades" pertinente: el conjunto de políticas,
estrategias o disposiciones institucionales que son factibles, imaginables o que justifican
su consideración. Lo que se excluye de este campo de posibilidades (presentado como
imposible, inviable, fútil, idealista, utópico, etc.) puede ser tan importante como lo que
se incluye.
g. Prohibiciones normativas específicas y obligaciones normativas, para individuos, para
actores colectivos o instituciones y para una sociedad en general.
h. Caracterizaciones, ya sean impresionistas o detalladas, de los grupos rivales y
competidores, dentro o fuera de una política, y sus objetivos, características, ideologías
propias y actividades actuales.
i. Creencias particulares sobre cuestiones de hecho, ya sean verdaderas o falsas, ya sean
incipientes y vagas o específicas y densas, ya estén arraigadas en narraciones e
imágenes o en estadísticas y pruebas aparentes.
j. Las "metacreencias" epistemológicas u ontológicas sobre cómo determinar lo que uno
debe creer, por ejemplo, afirmando reglas epistémicas empíricas, exegéticas, basadas en
la fe o intuicionistas.
A través de las diferentes configuraciones de dichas ideas, las ideologías definen las diferencias
políticas clave entre individuos y grupos, así como los puntos comunes y el sentido común
incuestionable sobre el que descansan muchos acuerdos políticos. Desde un punto de vista
crítico, los teóricos de la política deben reconocer que las ideas en cuestión a menudo se
generan sólo de forma inconsciente o semiconsciente, implican tanto "creencias" explícitas
como "creencias" más latentes y pueden ser producidas mediante sutiles dispositivos retóricos y
técnicas discursivas, el enfoque clásico de los teóricos críticos y los analistas del discurso.
Interrogar estos dispositivos y técnicas discursivas puede ser importante para analizar cómo se
difunden con éxito las ideas que conforman las ideologías y por qué conducen a determinados
resultados.
A través de estas ideas, las ideologías configuran de forma crítica la toma de decisiones y los
modelos de vida de sociedades enteras y de actores políticos concretos, al dar forma a lo que
parece deseable y legítimo, ya sea entre las élites que elaboran directamente las políticas
gubernamentales o entre los ciudadanos de a pie, que pueden participar en una serie de
actividades políticamente destacadas para impugnarlas o reforzarlas. Por consiguiente, tienen
resultados políticos sustanciales, ya que producen o afectan a los estados de cosas políticas
reales y posibles que los teóricos políticos analizan, diagnostican, critican, modifican o
recomiendan.
V. CONCLUSIÓN.
El análisis ideológico es difícil, a menudo tentativo y siempre abierto a la contestación y al
desafío. Desde luego, no he agotado los preceptos y las técnicas metodológicas clave. Tampoco
son inmunes a la crítica los numerosos consejos o afirmaciones empíricas sobre el pensamiento
humano que he afirmado. Lo que este capítulo puede hacer, espero, es dos cosas: mostrar a los
teóricos políticos que el análisis ideológico importa mucho más de lo que generalmente se
aprecia, y mostrarles cómo pueden hacerlo mejor. Un mayor compromiso con la ideología en la
teoría política es una dirección emocionante para la disciplina, y sugiere una panoplia de
posibles proyectos de investigación. Pero para que tenga éxito, los teóricos de la política deben
basarse en la investigación interdisciplinaria sobre la ideología más a fondo, y reflexionar sobre
cómo estudiar la ideología más profundamente.

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