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Disposición legal
La acción oblicua está consagrada en el artículo 1.278 del Código Civil: “Los acreedores pueden
ejercer para el cobro de lo que se les deba, los derechos y acciones del deudor, excepto los
derechos que son exclusivamente inherentes a la persona del deudor”.
Antecedentes
El origen histórico de la acción oblicua no es bien conocido. Los jurisconsultos Henri, León y
Jean, citados por Oscar Ochoa, expresan que “el origen de la acción oblicua es oscuro”.
Según Rafael Maldonado, la acción oblicua, como casi todas nuestras instituciones jurídicas,
emana del Derecho Romano, su actual estructura se desprende de un procedimiento colectivo
de quiebra civil conocido en Roma y denominado Venditio Bonorum. Declaraba la quiebra civil
de un deudor, sus acreedores podían repartirse el patrimonio de ese deudor y proceder a su
liquidación; para ello, un representante de los acreedores demandaba por cuenta de éstos y
ejercía también los derechos y acciones del deudor. El patrimonio del deudor podía ser
vendido en bloque y su adquirente disponía de todos sus derechos y acciones.
NATURALEZA.
Algunos autores, y específicamente el Código italiano, consideran la acción oblicua como una
acción conservatoria. En efecto mediante esa acción el acreedor no intenta cobrarse el crédito:
simplemente trata de conservar la integridad del patrimonio de su deudor. Sin embargo, otros
autores sostienen que tiene aspectos ejecutorios, pues en la práctica, en la gran mayoría de los
casos, el acreedor intenta la acción oblicua no sólo para ingresar determinados bienes en el
patrimonio de su deudor, sino para de inmediato ejercer el cobro de un crédito sobre los
mismo bienes.
A) Condiciones de fondo
a) La inacción del deudor. Supone un deudor negligente en el ejercicio de sus acciones. Los
autores contemporáneos no obstante sostienen, que la negligencia no es lo determinante. La
inactividad del deudor puede deberse a dolo (para perjudicar a su acreedor) o a simple culpa
(no tiene interés, pues el resultado de su acción solo favorecerá a sus acreedores), incluso a un
propósito laudable (no perjudicar a su amigo deudor), puede ser un abandono involuntario;
ejemplo, no presencia o enfermedad que impidan al deudor actuar. No se trata de una acción
que se fundamente en la culpa. Basta la inactividad del deudor, porque ella sola perjudica a su
acreedor, cualquiera que sea su causa.
La jurisprudencia francesa sostiene que no basta para impedir el ejercicio de la acción oblicua
que el deudor intente una acción, sin tramitarla. Caso en el cual, solo simularía diligencia en el
ejercicio de sus derechos.
a) Interés por parte del acreedor, condición que excluye el ejercicio de la acción oblicua
cuando el deudor es solvente, ya que en tal situación el acreedor no tendrá interés en
acrecentar el patrimonio de su deudor, puesto que tiene la seguridad de ser pagado. La
doctrina exige que ese estado de insolvencia del deudor sea notorio. Tampoco tendrá interés
el acreedor cuando el crédito del deudor que aquel pretende ejercer sea inembargable, o en
los caos de quiebra, pues en tales situaciones lo hará el síndico designado.
B) Condiciones de forma
Sólo en casos de aceptación de herencia es que necesita la autorización judicial, tal como
dispone el Art. 1017 (CCV).
Efectos
El acreedor, actuando con derecho propio que le consagra la ley, ejerce las acciones de un
deudor y no las suyas propias. De este efecto surgen las siguientes consecuencias:
El tercero demandado por el acreedor puede alegar contra éste todas las excepciones que
tenga contra su acreedor. El deudor puede oponer al acreedor de su acreedor todas las
excepciones que lo liberen frente a su acreedor: nulidad de la obligación, pago, novación,
compensación; puede oponerle los documentos privados, porque el acreedor de su acreedor
no es un tercero, sino que actúa en nombre de su acreedor. Puede oponerle también las
excepciones relacionadas con el crédito en que fundamente su acción en nombre de su
deudor; puede incluso desinteresar al acreedor de su acreedor pagándole la deuda.
El acreedor que intenta la acción oblicua actúa en nombre del deudor. La ley lo legítima para
actuar en nombre del deudor; para algunos la ley le concede una representación del deudor
cuando se dan los supuestos de la acción oblicua.
El ejercicio de la acción oblicua supone necesariamente un deudor que bien por dolo o por
culpa permanece inactivo y no ejerce los derechos y acciones que tiene contra su respectivo
deudor, con lo que perjudica a su acreedor que a fin de cuentas es la garantía de su crédito.
Esa inacción puede deberse a dolo del deudor que, sabiendo que el ejercicio de éste derecho
sólo beneficiaría a su acreedor, deja de activarlo, o bien por culpa, es decir, por descuido o
negligencia, no lo ejerce.
La razón por lo que la ley permite a los acreedores ejercitar por sí mismos contra los terceros
los derechos y acciones de su deudor, radica en que puede ocurrir en que existan en el
patrimonio del deudor derechos y acciones que éste no haga valer, precisamente por ser
insolvente y por saber que todos sus bienes serán absorbidos por sus deudas. Por ejemplo, el
deudor no se ocupa de interrumpir una prescripción que corra contra él, de aceptar una
herencia a la que está llamado, de pedir la participación de esta herencia. En estos diversos
casos el derecho de embargo del acreedor no podrá ser ejercitado, pues el embargo sólo es
prácticamente posible sobre los bienes que existen ya en el patrimonio del deudor de un modo
efectivo, y sobre los créditos, pero no sobre las acciones.
Bibliografías
Luis Chacin (Autor), 2013, Efectos Secundarios de las Obligaciones Civiles. La Acción Oblicua y
la Acción Pauliana, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/318128