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Ley 23.

737 y género: una problemática alarmante

I) Introducción

La presente monografía tratará de analizar de forma crítica la ley de drogas (23.737), y la relación
existente entre ella y el súbito crecimiento del encarcelamiento de las mujeres en relación con los
delitos previstos en tal ley.

Adelantándome un poco a las conclusiones de este trabajo, la temática surge dada la inconsistencia
de tener una ley de drogas que penaliza, entre otros, la tenencia de estupefacientes para consumo
personal, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el año 2009 declaro la inconstitu -
cionalidad del articulo 14 segundo párrafo, dado que que la tenencia de estupefacientes para
consumo personal siempre que se realice en condiciones tales que no traiga aparejado un peligro
concreto o un daño a derechos o bienes de terceros, es considerada como una de las acciones
privadas que menciona el artículo 19 de la Carta Magna, y se la excluye de la autoridad de los
magistrados.

Esta ley que se inscribe dentro del paradigma del “combate contra las drogas” nacido a raíz de un
consenso internacional, por ej. la Convención Unica sobre estupefacientes de 1961, el cual no ha
cumplido las expectativas, pues las estadísticas demuestran que tanto las agencias judiciales como
policiales se han enfocado en la persecución de quienes tienen simplemente estupefacientes en su
poder; mientras que las conductas más peligrosas y de mayor escala como el narcotráfico han es-
capado de su alcance.

A este respecto, según surge de los datos presentados por el Sistema Nacional de Información
Criminal (SNIC) del Ministerio de Seguridad de la Nación en 2020, respecto de las infracciones a la
ley 23.737 durante el período 2017-2019, la persecución policial se encuentra destinada a las últi-
mos eslabones de la cadena del narcotráfico, mas específicamente al narcomenudeo. Es decir que
podemos sostener que la “guerra contra el narcotráfico” se basa en perseguir a aquellas personas
que tienden a ser las personas mas “burdas” en términos delincuenciales, carentes de recursos, y
generalmente provenientes de situaciones especiales de vulnerabilidad; y no al narcotráfico en si
mismo, a gran escala, donde se entremezclan intereses de todo tipo -incluidos los políticos-.
Cabe traer a colación lo dicho por Zaffaroni, Alagia y Slokar respecto de la criminalización secun-
daria y su selectividad. La criminalización secundaria es la acción punitiva ejercida sobre personas
concretas. Es el acto del poder punitivo por el que éste recae sobre una persona como autora de un
delito. Como resulta imposible llevar a cabo toda la criminalización primaria (formalización penal
de una conducta en una ley), no sólo porque se pararía toda la sociedad sino también porque la
capacidad de las agencias de criminalización secundaria -policía, justicia y cárceles- es
infinitamente inferior a lo planificado por la criminalización primaria. Por ello, las agencias
ejecutivas (policiales) ejercen un poder selectivo sobre personas y criminalizan a quienes tienen
más a la mano. De ahí que el poder punitivo alcanza a los que son vulnerables por portación de
estereotipo y comisión de hechos groseros o grotescos y poco sofisticados.

II) Evolución del encarcelamiento en mujeres y trans

En este apartado, y siguiendo el hilo de lo dicho en el apartado anterior, me enfocaré en un sector en


especial: mujeres y trans.

A nivel mundial, el encarcelamiento de mujeres está creciendo a un ritmo que llama la atención:
entre 2000 y 2017, la población carcelaria femenina aumentó en un 53.3 por ciento, mientras que la
de los hombres aumentó en un 19.7 por ciento1.

El enfoque represivo de las políticas de drogas es la principal causa de encarcelamiento de mujeres


en América Latina, ocasionando consecuencias desproporcionadamente negativas para las mujeres,
sus familias y sus comunidades.

En Argentina, ha aumentado la cantidad de mujeres encarceladas un 81,6 % en el período 2002-


2018. Mientras tanto, el total ha aumentado en un porcentaje mayor: 104,9%2. Sin embargo, entre
2015-2018 la cantidad de mujeres privadas de su libertad aumentaron 47,22%, mientras que en
hombres creció el 29,67%.

En definitiva, contra los datos no hay ideología que valga, y aquí se puede observar que en los
últimos años en Argentina, la población carcelaria de mujeres ha crecido de forma mayor que la de
los hombres.

1 https://www.ppn.gov.ar/index.php/institucional/noticias/1880-encarcelamiento-de-mujeres-por-delitos-de-drogas.
2 SNEEP, 2018.
En este análisis, además, hay que tener en cuenta que el Sistema Nacional de Estadísticas sobre
Ejecución de la Pena (SNEEP) en el año 2015 comenzó a identificar en su registro a la población
trans privada de la libertad. Y si bien el tiempo es una verdadera limitación para cualquier tesis que
se quiera plantear, lo cierto es que resulta de todas formas importante observar cómo han
evolucionado.

Durante el período 2015-2017 se registra un aumento de la población trans detenida, duplicándose


de año a año. Pues para el año 2015, se registraron 33. En 2016 ese número aumentó a 63, en 2017
a 128 y en 2018 el numero ascendió a 146. Esto implica un aumento de 342% en tan solo cuatro
años. Finalmente, en el 2021 se registraron 174 casos3.

III) El impacto de la ley de drogas en las mujeres

La población carcelaria femenina se encuentra conformada, en su mayoría, por mujeres detenidas


por la imputación de delitos no violentos, ligados principalmente a infracciones a la ley 23.7374.

El perfil criminológico de las mujeres privadas de su libertad es diferente al de los hombres en las
mismas circunstancias, y en su conjunto podemos decir que el masculino es un perfil mucho más
agresivo que el de ellas, que cometen delitos menores y reinciden en menor medida en comparación
con la población masculina presa5.

Un estudio realizado en 2013 por la Defensoría General de la Nación, el Avon Global Center for
Women and Justice and International Human Rights Clinic de la Escuela de Derecho de la
Universidad de Cornell y el International Human Rights Clinic de la Escuela de Derecho de la
Universidad de Chicago, arrojó que el 55,75% de las mujeres encuestadas se encuentran
encarceladas por delitos relacionados con drogas.

El informe sostiene que el 85% de las mujeres presas dentro del sistema penitenciario federal fueron
condenadas por crímenes vinculados al tráfico de drogas y robos menores, de ellas el 75 % son
sostén de familia. En general estas mujeres son “mulas” que ocupan el nivel más bajo de la cadena
de tráfico de drogas y que son forzadas a adoptar ese rol por necesidad económica.

3 https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2022/10/informe_sneep_argentina_2021_2.pdf.
4 MOLLIS, Santiago; ZERBINO, Larisa. Mujeres encarceladas y el ideal resocializador. El acceso al trabajo como herramienta de integración social
post-penitenciaria. En LEDESMA, Angela (dir.), El debido proceso penal, v. 4, Buenos Aires: Hammurabi. 2017.
5 ALMEDA SAMARANCH, Elisabet; DI NELLA, Dino; NAVARRO, Carmen. Mujeres, cárceles y drogas: datos y reflexiones. 2012.
De esta manera, las conductas asociadas al tráfico de drogas aparecen como una opción para
obtener recursos económicos. Si pensamos en mujeres con cargas familiares, sin la posibilidad de
tener un empleo, sin ningún tipo de formación académica que les permita acceder fácilmente a un
puesto de trabajo, la participación en el mercado negro de las drogas surge como una posible vía de
escape para obtener rápidamente ingresos económicos y poder subsistir.

Factores como el fenómeno migratorio del campo a la ciudad, la necesidad de incrementar los
ingresos familiares, el aumento de hogares liderados por mujeres y la falta de oportunidades para
lograr acceder a un mercado laboral cada vez más competitivo y exigente, han influido en esta
masiva participación de la mujer en estos delitos6.

El trabajo de la Defensoría General de la Nación, se basa en información recolectada a través de una


encuesta que fue respondida por cerca del 30% del total de la población de mujeres encarceladas en
prisiones federales de la Argentina.

A partir de un estudio de casos7, se ha observado que pueden observarse dos modelos diferenciados
entre: a) mujeres involucradas en delitos de drogas en el marco de relaciones sentimentales y b)
mujeres involucradas en delitos de drogas en contextos de vulnerabilidad.

En el primer caso, es decir, mujeres involucradas en delitos de drogas en el marco de relaciones


sentimentales, aparece como central la situación de las mujeres criminalizadas como consecuencia
de las actividades ilícitas llevadas a cabo por hombres con los que se relacionan. Los estudios
señalan que las reglas de autoría y participación impactan sobre las mujeres con una intensidad que
no tiene en cuenta el contacto mínimo que estas mujeres tienen con el mundo criminal8.

En el segundo supuesto, los contextos de vulnerabilidad, son el escenario en el que la participación


femenina en los delitos de drogas cobra sentido. Las situaciones de vulneración de derechos
traducida en falta de recursos económicos, culturales y políticos pueden incidir en los motivos por
los que las mujeres se involucran en delitos de drogas, a la vez que constituyen las razones por las

6 ANTONY, Carmen. Panorama de la situación de las mujeres privadas de libertad en América Latina desde una perspectiva de género. 2003.
7 AA. VV. Mujeres imputadas en contexto de violencia o vulnerabilidad. Hacia una teor ía del delito con enfoque de género, Programa
EUROSOCIAL. 2020.
8 CARRERA M. L., Mujeres de las circunstancias y delitos de drogas. Estudios de jurisprudencia. Buenos Aires: Secretaría General de Capacitación
y Jurisprudencia, Ministerio Público de la Defensa. 2019.
que terceras personas se aprovechan de la necesidad para su beneficio propio, vale decir su rédito
económico.

En este contexto, se observa un aumento continuo de mujeres detenidas por infracción a la Ley de
Drogas desde el 2015 en adelante. En igual sentido, mientras que en el 2015, el 33% de la población
trans se encontraba privada de su libertad por infracciones a la ley 23.737, en 2017 ya representaba
el 71,87%.

La ya aludida “guerra contra el narcotráfico” generó varias reformas legislativas, cuya aplicación de
la ley se centra desproporcionadamente en los eslabones más bajos, en los que generalmente las
mujeres y trans tienen mayor participación.

Esta “guerra” debe, entonces, ser abordada -necesariamente- desde un enfoque de género, que
trataré más adelante.

Como he señalado, es frecuente que las mujeres actúen como “mulas” o transportistas de la droga,
pero ésta no es solo la única forma en las que se introducen en el mercado, también pueden ser
fácilmente compatibles con las tareas de esas mujeres como sostenedoras de su familia y de su casa,
en por ejemplo: vender la droga en su “puestito” o kiosko, en su almacén, etc.

Carmen Antony señala que estamos ante actividades que permiten conseguir dinero rápido sin
abandonar el desempeño de roles tradicionales de madres, abuelas, esposas y amas de casa, es decir,
sin exigir un desplazamiento o abandono de la vivienda. También esta autora indica que en muchas
ocasiones se constata que la mujer se encarga de vender drogas proporcionadas por varones de su
familia, con la finalidad de otorgarles cobertura y dificultar su descubrimiento9.

En cualquier caso, siempre se trata de la participación en los eslabones más débiles de la estructura
que permite el tráfico de drogas, en el famoso narcomenudeo, donde serán los eslabones más
fácilmente descubiertos y que van a sufrir con mayor dureza las consecuencias de la intervención
penal. Así, las mujeres que se incorporan a la cadena de narcotráfico lo hacen en roles subalternos y
prescindibles, incluso sacrificables.

IV) El cuerpo de mujeres como envase

9 ANTONY, Carmen. Mujeres invisibles: las cárceles femeninas en América Latina. Nueva sociedad, 2007, v. 208, p. 73-85.
Cuando he consultado a familiares, amigos, y compañeros de carrera, sobre que se les venia a la
mente cuando les decía mujeres y narcotráfico, generalmente me respondían que lo asociaban a la
función de “mulas”. Esta situación visibiliza con mucha claridad la diferencia entre, por un lado,
los verdaderos actores del negocio de las drogas, y por otro, las personas vulnerables de las que
aquellos se valen en el desarrollo de su negocio de alta rentabilidad y bajo costo personal.

Los costos personales en términos de privación de la libertad los pagan, como ya hemos visto, los
precarios vendedores al menudeo y en gran porcentaje las mujeres vulnerables cuyos cuerpos son
utilizados como envase para el transporte del material estupefaciente.

Los estudios realizados indican que en América Latina existe un constante aumento de la
participación de las mujeres en el comercio de estupefacientes, en concreto en la República
Argentina, 9 de cada 10 extranjeras detenidas por delitos en infracción a la ley 23.737 fueron por
imputaciones llamadas “correos humanos” o “mulas”. De ellas, el 96% no poseen antecedentes
penales y casi todas están en el último eslabón de la cadena del narcotráfico10.

Se define a las “mulas” como la persona que realiza un trabajo de transporte de sustancias
estupefacientes, no desempeñando un rol más allá de las funciones de traslado que le son
asignadas por quienes las someten a realizar tal maniobra. Así, en el tráfico de drogas, los
hombres suelen manejar los hilos de las redes del narcotráfico mientras que las mujeres ponen el
cuerpo y son las que más posibilidades tienen de ser detenidas.

En ocasión de estudiar su particular situación, no está de más recordar que inclusive en muchos
casos arriesgan su propia salud al transportar los estupefacientes debido a que, como es sabido, en
muchas ocasiones lo realizan dentro de su cuerpo. Por ello, los médicos suelen referirse a ellas
como “bombas de tiempo humanas”, toda vez que si una de las cápsulas con estupefacientes se abre
es difícil que sobrevivan.

Las drogas pueden colocarse en condones o en paquetes rodeados de varias capas de polietileno o
latex y a veces recubiertos con una capa externa de cera. Después de que las “mulas” tragan en
forma premeditada varios paquetes, suelen tomar fármacos antimotilidad a fin de disminuir la
motilidad intestinal hasta que los paquetes puedan recuperarse.

10 Centro de estudios legales y sociales (CELS), Ministerio Público de la Defensa y la Procuración Penitenciario de la Nación, Mujeres en prisión,
los alcances del castigo, Buenos Aires: Siglo XXI, 2011, p. 30.
La cantidad total de fármaco implicado representa una dosis letal. La rotura de uno o más paquetes
representa un riesgo latente que da por resultado un cuadro de toxicidad que terminaría en una
sobredosis. Los síntomas específicos dependen de la droga, pero son frecuentes las convulsiones, la
taquicardia, la hipertensión y la hipertermia en el caso de la cocaína. El coma y la depresión
respiratoria son frecuentes con la heroína. También representan riesgos la obstrucción o la rotura
intestinal y la peritonitis.

La experiencia demuestra que las mujeres que resultan detenidas en nuestro país próximas a
trasladar estupefacientes suelen llevar cocaína. Esta sustancia es un alcaloide que se extrae de la
planta de coca (Erythroxylum coca), un arbusto originario de la región andina de América del sur
que se cultiva desde hace milenios. Una prueba de su antigüedad son las momias de más de dos mil
años descubiertas en Nazca, Perú, que tenían pequeñas bolsas con hojas de coca en su interior,
aunque ello respondía a un rito propio de su cultura.

Pese a ello, recién a mediados del siglo XIX se pudo extraer y concentrar la cocaína de las hojas y
fue allí cuando su consumo se extendió, siendo una de las razones de su primera expansión el hecho
de que se descubrió que poseía propiedades analgésicas.

Hoy, el consumidor de clorhidrato de cocaína suele pertenecer a la clase socioeconómica media-alta


y alta, mientras que la presencia de cocaína en la clase baja se encuentra más frecuentemente en
forma de paco y crack, que se elabora con “lo que queda” del proceso de la cocaína.

Según el Informe Mundial de Drogas de las Naciones Unidas del año 2016, América Latina
concentra la totalidad de la producción global de las hojas de coca, pasta base de cocaína y
clorhidrato de cocaína. La superficie destinada al cultivo de hojas de coca es de unas 132 mil
hectáreas repartidas entre Colombia (52%), Perú (32%) y Bolivia (15%). Siendo que la producción
anual de cocaína pura en el mundo oscila entre unas 700 y 900 toneladas.

Así, las mujeres que ponen su cuerpo como un envase suelen trasladar clorhidrato de cocaína. En
general, estas mujeres ingieren alrededor de cien cápsulas. Pesando cada una de ellas
aproximadamente entre diez y once gramos. El problema radica en que cuando uno de los
envoltorios estalla en el intestino, la cocaína va directo al torrente sanguíneo y, en consecuencia, el
corazón no resiste.
La detención de mujeres trasladando material estupefaciente entre sus pertenencias o dentro de su
cuerpo, en nuestro país sucede principalmente desde la década de los 80 y se incrementó
considerablemente a partir de los 90. El dato más revelador es que la tasa de la población
penitenciaria de mujeres ha crecido más que la de la población masculina11.

Las mujeres involucradas comparten como características el hecho de que se trata de madres que
proceden de un contexto caracterizado por la marginalidad, en general son jóvenes, pobres, madres
solteras y jefas de hogar, con baja escolaridad (en ocasiones analfabetas), responsables únicas o
principales del cuidado de sus hijos y de otros miembros de su familia y, frecuentemente,
pertenecen a sectores vulnerables o excluidos12.

Siguiendo con el razonamiento, no debe dejarse de lado que existen efectos colaterales del
encarcelamiento de las mujeres, ya que no solo hay una afectación a la persona misma detenida sino
que, más importante, trasciende a la misma recayendo de manera negativa sobre su núcleo familiar,
sobre todo en hijos y dependientes.

V. Enfoque de género

Es claro que cuando analizamos y relevamos quienes son los jefes de una organización criminal
narco, generalmente son hombres. Esto se debe en parte a la violencia, el descaro, y la indiferencia
que se debe tener para con el otro, para poder llegar a la cúspide de una organización criminal. De
manera opuesta, las mujeres suelen ocupar roles menos remunerados, como es el correo de drogas,
sumamente riesgoso pues resulta mas fácil caer en manos de las agencias policiales, y sumamente
riesgoso para la salud en los casos que ingieren la sustancia.

En la mayoría de los casos las mujeres que se ven envueltas en estos delitos, no solo cumplen con
las características precarias ya señaladas, sino que no tienen un papel preponderante en las redes de
narcotráfico y se encuentran concentradas en los niveles más bajos de la cadena, en los cuales los
premios son pocos y la violencia por lo general es muy común.

Lo que aquí resaltamos no es un fenómeno nuevo ni local, dado que, por ejemplo, en el año 2005,
en Madrid, España, en el marco de un texto que fue el resultado de un proceso de investigación

11 http://www.unodc.org.
12 BOITEUX, Luciana. The incarceration of women for drug offenses. Colectivo de Estudios Drogas y Derecho (CEDD), 2015.
sobre el tema se dijo que muchas de las mujeres que incursionan en estos delitos suelen ser víctimas
de profundas condiciones de vulnerabilidad, sumadas a la participación de personas con falta de
escrúpulos que se aprovechan de forma sistemática de tales condiciones13. Es decir, se trata ya, en
este mundo globalizado, de una practica muy usual.

Esta particular situación de vulnerabilidad se acredita al ver que las “Reglas de Brasilia sobre el
Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de Vulnerabilidad”, pues sostienen que “se
considera en condición de vulnerabilidad aquellas personas que, por razón de salud, género, estado
físico o mental, o por circunstancias sociales, económicas, étnicas y/o culturales, encuentran
especiales dificultades para ejercitar con plenitud ante el sistema de justicia los derechos
reconocidos por el ordenamiento jurídico”14.

Así, es sencillo detectar que las mujeres que incursionan en el tráfico de sustancias ilícitas como
“mulas” comparten rasgos específicos, como lo son la condición de extranjeras, la juventud, la
maternidad, la pobreza y la falta de educación.

Dado que el numero de mujeres encarceladas por tales delitos sigue incrementando de forma drás-
tica, es menester pensar de forma utilitarista y sostener que la experiencia demuestra día a día que
su encarcelamiento poco o nada contribuye a combatir de forma eficaz los mercados ilegales de la
droga y a mejorar la seguridad pública, dado que su privación de libertad ambulatoria no tiene un
impacto significativo sobre la reducción del delito de tráfico de estupefacientes. Ello se debe a que
estas mujeres, cuando son capturadas, son sencillamente reemplazadas por otras en las mismas
condiciones sociales, culturas o económicas -y Argentina en sus últimos 80 años ha contribuido a
que el número de personas que se encuentren en esta situación de vulnerabilidad crezca de forma
pronunciada-. Por el contrario y analizando a la situación particular de la mujer que es detenida, el
encarcelamiento suele empeorar su situación porque reduce la posibilidad de que encuentren un
empleo legal cuando recuperan su libertad, debido a la marca que les queda por sus antecedentes
penales.

El pasado 28 de junio del 2019 la O.E.A. alentó a los Estados miembros a que incorporen un
enfoque integral y/o diferencial, y una perspectiva de género con respecto a las personas en

13 DORADO, María Cristina. Desventajas del castigo penal "exclusivo" a las colombianas, mensajeras de drogas en Europa. Delitos y Fronteras:
Mujeres extranjeras en prisión. Madrid: Complutense, 2005. pp. 301-338.
14 Cumbre Judicial Iberoamericana, Brasilia 4, 5 y 6 de marzo de 2008.
condiciones de vulnerabilidad que históricamente han sido discriminadas y que se encuentren
privadas de libertad15.

Por todo ello, puedo sostener que existe una imperiosa necesidad de realizar un análisis con las
herramientas dogmáticas-penales que hoy tenemos a disposición, para ver que soluciones podemos
darles a estos casos, no significando ello que no deba investigarse y penalizarse a las personas que
las utilizan para comercializar drogas y poder erradicar el problema de forma estructural.

-Autor directo o inmediato y exclusión de la acción:

Como primera medida, me surge pensar en que cuando un sujeto que domina el hecho (dom-
ina el cómo, cuándo, dónde y el quien) se vale de otro sujeto que no realiza acción, aquel es
autor directo del hecho. Por lo tanto, en los casos que se ha venido analizando, es quien se
vale de la mujer quién debería ser criminalizado en aquellos casos donde existe una causal
de exclusión de la acción de la mujer que es utilizada como un medio o instrumento.

-Estado de necesidad y causales de inculpabilidad:

Otra de las posibles soluciones que debe analizarse en determinadas situaciones en las que
se corrobore que las mujeres participaron como transportadoras de drogas en situaciones de
extrema necesidad económica es la posible concurrencia de un estado de necesidad
justificante; aunque la jurisprudencia no ha sido abierta a aceptar esta perspectiva y los casos
de hurto famélico son ejemplos de laboratorio o manual.

En el estrato de la culpabilidad, puede pensarse en la existencia de circunstancias que actúen


reduciendo los márgenes de autodeterminación y, consecuentemente, las posibilidades de
realizar el reproche de culpabilidad.

Como explica Zaffaroni, Alagia y Slokar, en esos casos si bien el autor comprende la
antijuridicidad de su conducta, no puede adecuar su comportamiento a esa comprensión
porque se encuentra frente a una situación que reduce notoriamente su autodeterminación en
el momento de actuar. Lo cual puede suceder claramente en una mujer vulnerable en los
casos en los que la monografía se basa y a los que me remito para no ser repetitivo.

15 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el apartado IV de la resolución Promoción y Protección de Derechos
Humanos.
Cabe mencionar también, los casos en que las mujeres “mulas” lo hacen bajo la coacción, la
cual produce un estado anímico que altera su voluntad, capaz de configurar un supuesto de
miedo insuperable y haciendo imposible el juicio de reproche.

-Tipicidad subjetiva:

Para el caso de que el traslado del material no haya sido dentro de su cuerpo sino entre sus
pertenencias, pueden darse situaciones en las que válidamente pueda considerarse la
posibilidad de que la persona haya sido engañada, desconociendo -por ende- la ilegalidad de
la sustancia que trasladaba. Ello en razón de que el engaño sobre la naturaleza del viaje y el
traslado de los efectos prohibidos entre los objetos que lleva provocan un error de tipo,
sobre el conocimiento de los elementos del tipo objetivo que requiere el dolo. Son ejemplos
típicos, cuando un sujeto se arrima a la mujer y le entrega una mochila o equipaje de mano
pidiéndole que se lo lleve al lugar de destino.
En este tipo de casos nos encontramos con que se verificaría la tipicidad objetiva pero no la
tipicidad subjetiva, porque se ausenta el conocimiento de uno de los elementos del tipo
objetivo que es la existencia o naturaleza del material que se transporta. Por lo tanto, el
efecto de tal error es la no punibilidad de la persona que actuó de tal manera. Quedará luego
por determinarse lo relativo a la vencibilidad o invencibilidad del error, propia de cada caso
en particular.

-Excusa absolutoria:

Finalmente, otra posible solución de este tipo de procesos penales es analizarlo realizando
una analogía in bonam partem con la ley de trata de personas.

Como hemos visto en clase, la ley 26.634 establece en su artículo 5 que: “Las víctimas de la
trata de personas no son punibles por la comisión de cualquier delito que sea el resultado
directo de haber sido objeto de trata…”.

Así, la clara situación de vulnerabilidad que atraviesan las mujeres que decidieron introducir
dentro de su cuerpo la sustancia estupefaciente para trasladarla de un sitio a otro (pese al
riesgo para su salud que ello implica) por una escasa suma de dinero, notoriamente provoca
que podamos pensarlas, realizando la citada analogía, como víctimas del delito de trata de
personas y así encuadrarlas dentro del artículo 5 de la ley 26.634.

VI. Conclusión

Con este trabajo pretendo que se tenga una noción de la alta criminalidad que sufren las personas
más vulnerables, que en general no conoce de religión, raza, genero ni color, pero que en este en-
sayo se ha trabajado con el grupo de mujeres y trans.

Por otra parte, me he planteado como fin darle la importancia y visibilizar las políticas públicas
relacionadas con el problema mundial de las drogas. No se trata de una cuestión ordinaria, debemos
darle la importancia necesaria para que puedan ser diseñadas e implementadas con un enfoque de
género, pues se diseñaron leyes y procedimientos pero que se aplican indistintamente en hombres y
mujeres, y hemos visto como en la práctica cada uno cumplen roles totalmente diversos. Por tal mo-
tivo, es necesario entender mejor el fenómeno para poder diseñar e implementar respuestas
adecuadas para aquellas mujeres a las que su condición de extrema vulnerabilidad las ha llevado a
poner en riesgo su libertad e incluso su salud por un poco de dinero, y no tenerlas como criminales a
las que se debe hacer frente dado el fracaso de la política publica asumida como “la guerra contra el
narcotráfico”. En todo caso, ellas terminan siendo víctimas y no victimarias cómo se quiere creer.

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