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Hora Santa Mes de Diciembre:

Monitor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la


puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo" (Ap 3, 20). Hermanos En este
tiempo de preparación para el gran acontecimiento de la llegada de Jesús, El
Mesías que viene a salvarnos, nos reunimos para orar en comunión en esta Hora
Santa. Nos ponemos de pie.

Canto de Entrada:

VEN, VEN SEÑOR, NO TARDES…

El que guía: Adoremos y demos gracias en cada momento 


Todos: al Santísimo Y divino Sacramento

Señor Jesucristo, creemos firmemente que te encuentras presente en el Santísimo


Sacramento del altar, te amamos con todo el corazón y con toda el alma.
Deseamos ardientemente tu llegada a nuestros corazones. Ya queremos celebrar
la Navidad porque queremos escuchar tu voz y la voz de tu Padre. Ya queremos
que vengas por segunda vez porque queremos contemplar a tu Padre cara a cara
contigo y bajo la acción del Espíritu Santo. Estamos aquí haciendo un espacio de
silencio tan necesario entre el ruido del diario ir y venir de estos días del Adviento.
¡Ven Señor Jesús!

Ahí lo tienes; mírenlo con fe viva: ese es Jesús… En esa Hostia divina lo vio su
sierva Margarita María…; desde ella oyó su voz arrobadora, sus lamentos, los
sollozos de su Corazón, despedazado por los tormentos del amor y de la ingratitud
humana… Ahí le tienes; míralo: ese es Jesús, el Dios tierno, dulce y
misericordioso, adoremos a Jesucristo, que nos quiere hablar, en esta Hora Santa,
de los anhelos, de las tristezas, de las victorias y de las divinas promesas de su
Sagrado Corazón… ¡Ahí lo tienes, míralo con fe viva: ese es Jesús!

(Pausa)

(Estos últimos días del año, pidámosle que perdone muchas faltas, muchas
infidelidades, mucha tibieza; pero agradecedle, al mismo tiempo, el sin número de
gracias con que nos ha colmado su amable Corazón).

Voz de Jesús. (la Comunión reparadora).

Levantan los ojos, hijitos míos, y aunque confundidos porque son culpables,
mírenme sin recelo; no teman, pues soy Jesús, que los ha perdonado…

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Vengan, quiero sentir el calor de su abrazo; comulguen, en nombre, ¡ay!, de tantos
que jamás comulgan… ¡Si supierais qué desolación inmensa siente mi alma
cuando recorro los caminos frecuentados por los hombres, y, con la mano
extendida como un mendigo, voy reclamando un corazón que se me niega!…

¡Y vuelvo entonces solo con mi angustia a mi Sagrario…, y me oculto en él,


saboreando mil rechazos!…

¡Ah!, pero mi Corazón de Buen Pastor, jamás se desencanta de los hombres…


Salgo nuevamente y ruego y suplico que se me brinde un hospedaje… A veces, al
caer el día, destrozados ya mis pies, encuentro un niño, un pobre, que acepta un
asiento en el banquete eucarístico… Almas queridas, es este desamor el que me
hiere mortalmente… ¡Cuántos son los que viven una larga vida sin haber jamás
saboreado las delicias de una Comunión!… La Hostia es, sin embargo, la
herencia, el cielo anticipado y exclusivo de los hombres…

Tengo sed de amor.

Tengo sed abrasadora de ser amado en este Sacramento de amor.

Tengo sed infinita de entregarme día a día a millares de almas en mi sacrosanta


Eucaristía.

Vengan, mis preferidos, y compensen la ausencia de tantos que menosprecian


este don supremo; comulguen ustedes con comunión reparadora; denme ustedes
el amor que se me niega; estréchenme en nombre de los que huyen de mis
brazos; aprisiónenme, háganme todo suyo, en desagravio de la culpable ausencia
de innumerables hijos que, aturdidos por el mundo, olvidan que en este
Tabernáculo está su Padre y está su Dios, bajo las apariencias del Maná
sacramentado.

Más que su aliento, más que su sangre, mucho más que su alma, Yo, Jesús
Eucaristía, quiero ser eternamente suyo…

¡Oh!, vengan sin más demora…, lleguen ante mi altar y prométanme siempre el
gran consuelo de la Comunión reparadora, muy frecuente.

¿Serán insensibles a mi amor y a mis lamentos?… Hijos míos, contéstenme…

(Pausa)

(Un Dios está pendiente de nuestros labios; respondámosle con pasión del alma).

Decimos todos. Como el ciervo sediento busca la fuente de las aguas, así,
apasionados de tu Corazón, nos abalanzamos a ti, ¡oh, Fuente!, ¡oh, Vida!, ¡oh,
Paraíso, ¡Jesús-Eucaristía!… No es una mera palabra, Señor, no: es una solemne

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promesa la que hacemos en esta Hora Santa y en nuestras vigilias la de vivir de
Eucaristía en desagravio de la ausencia dolorosa de tantos hijos tuyos, que jamás
comulgan…

Recoge, pues, nuestra plegaria y, desde ese altar, sonríe, consolado, ¡oh, amable
Prisionero del Sagrario!

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento querido.

(decimos todos, en voz alta a cada aclamación):

Inflama nuestras almas de sed de Eucaristía.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de amor.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de dulzura.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento santificador.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de fortaleza.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de consuelo.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de divina esperanza.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de vida eterna.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de suavidad infinita.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de paz inefable.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de luz indeficiente.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento de celestiales delicias.

Ven… te adoramos, Jesús, en este Sacramento, prenda de gloria inmarcesible.

(Pausa)

(hermano adorador no olvides: lo que acabamos de decirle no es una palabra que


se desvanece como el entusiasmo de un momento: es una resolución, es una gran
promesa de comulgar con suma frecuencia en espíritu de desagravio).

Canto eucarístico

(Pausa)

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(Aunque ni en el cielo podremos pagar tantas larguezas, comencemos desde aquí
ante el altar, nuestra eterna acción de gracias… Hablemos a Jesús con palabras
de fuego).

Lector: ¡Oh, Jesús, por cumplir con el deber de amarte, Tú nos puedes ofrecer un
cielo, porque eres Dios… Pero nosotros, pobrecitos, ¿qué podremos darte en
pago de habernos amado gratuitamente…, y hasta el exceso de la Cruz y de la
Eucaristía? …. ¿Qué diéramos, Jesús, por tener en este instante los incendios de
muchos santos y la caridad incomparable de tu Madre, para saciarnos de amor,
para enloquecer de amor, para morir de amor entre las llamas de tu dulce y
adorable Corazón?… Nos pides, Señor, que te acompañemos para consolarte…
Quieres que te consagremos en especial nuestras vidas… Sí, Jesús, ¡oh, sí!, todo
es tuyo: de la alborada hasta el anochecer, en cada latido de nuestros corazones
habrá para ti una palabra, un afecto, un suspiro de gratitud y de consuelo… No te
canses de nosotros, ¡oh, Divino Corazón!

(Todos, en voz alta después de cada aclamación decimos)

No te canses de nosotros, ¡oh, Divino Corazón!

Cuando te llamemos, Jesús, en los desmayos del corazón, al sentir que nos
enfriamos en tu amor…

Cuando te llamemos, Jesús, en las inevitables tentaciones en que desfallece y


vacila nuestra fe…

Cuando te llamemos, Jesús, en las fatigas que acarrea una vida de lucha y de
incesante sacrificio…

Cuando te llamemos, Jesús, en la exasperación que producen los grandes y


crueles dolores de la vida.

Cuando te llamemos, Jesús, en los desalientos que provocan ciertos desengaños


dolorosos y enteramente inesperados…

Cuando te llamemos, Jesús, en las horas de perplejidad, en la angustia de una


penosa incertidumbre…

Cuanto te llamemos, Jesús, a nuestra casa para suavizar congojas íntimas y


desgracias que nadie puede remediar…

Cuando te llamemos, Jesús, como el Buen Samaritano, al lecho de un enfermo del


alma, que necesita de tu gran misericordia…

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Cuando, en fin, te llamemos, Jesús, en nuestra hora postrera para darte, en la
Hostia Divina, nuestro último abrazo en la tierra, ven sin demora, trayéndonos la
vida eterna.

(Breve pausa)

Y como nos lo has pedido, Señor, queremos rogar por tus sacerdotes, por los
ministros de tu altar y tus apóstoles… Dales, amado Salvador, la luz de una fe
muy viva… Dales el don de una caridad sin límites… Dales el tesoro de una
humildad a toda prueba… ¡oh!, dales, Jesús, resolución de santidad y pasión, celo
ardiente por tu gloria… Y puesto que la mies es mucha, aumenta, Jesús, los
segadores realmente santos del campo de tu Iglesia, y envía a tu viña obreros
según tu Corazón…

Canto eucarístico

(Pausa)

Jesús. la Hora Santa

Todos los que están aquí, todos me son particularmente queridos… Sus almas
enamoradas y compasivas me supieron a miel y néctar en la hora más horrenda y
angustiosa de mi Pasión: ¡en mi agonía de Getsemaní! Yo los vi entonces, entre
las sombras del Huerto… Ustedes me amán, ¡oh, sí!, me amán, ciertamente,
mucho más que tantos otros hermanos suyos… Y por esto tienen un derecho
mayor a mi confianza: ¡son tan míos al compartir los tedios, abandonos y las
torturas de mi Corazón agonizante en la Hora Santa!… ¡Qué consuelo inmenso
siento al ver que están aquí conmigo acompañándome, adorándome!…

… Ámenme, oran, velan conmigo… Hagan siempre su adoración con fervor de


caridad, háganla con amor de sacrificio… ¿Quieren abandonarme en la hora de
las traiciones, en el momento de saborear lo más acerbo de mi cáliz?… No he de
llamar a la legión de los ángeles, no: quiero llorar la sangre de mis venas, rodeado
por mis redimidos, sostenido entre los brazos de mis amigos fidelísimos… Mi
Corazón herido, mi Corazón que llora, el Corazón agonizante de su Hermano
Primogénito, es herencia suya, que no les será jamás arrebatada, ¡jamás!…
Hagan, pues, Cautivo suyo en la Hora Santa; en las vigilias, encadénenme a sus
almas, y llévenme prisionero a sus casas… Para eso los he llamado, amados
míos; con ese objeto han llegado ante este altar… Yo soy Jesús de Nazaret…;
aquí tienen mis manos…, mis pies…: encadénenme con grillos de amor…

Aquí tienen, tomen mi Corazón: enciérrenlo para siempre en los suyos…

Y ahora, consoladores míos, ¿qué más quieren…, ¿qué más piden?…

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(En voz alta decimos todos:) Amarte y darte gloria, ¡oh, Divino Corazón!

(Pausa)

Lector 1: Lectura de la carta de san Pablo a los Filipenses.                                


Flp. 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios,


al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por
uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a


la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió
el “Nombre -sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Todos: Te alabamos Señor

Oración: Preparando los caminos del Señor, como familia adoradora le pedimos la
gracia de saber recibir con agradecimiento todos los regalos que nos ofrece en
este tiempo de Navidad. A cada petición respondemos: ¡Ven, Señor Jesús, ¡te
esperamos!

1. Te pedimos por nuestra familia, para que llenos de tus bendiciones, vivamos en
paz y armonía. Oremos.

2. Por aquellas personas que viven tristes y abandonadas a causa de nuestra


indiferencia y desamor, para que sientan tu amorosa presencia en esta Navidad.
Oremos.

3. Por los enfermos y por aquéllos que se sienten afligidos por los problemas, para
que reciban tu luz en esta Navidad. Oremos.

(Pueden expresar otras peticiones)

El que dirige: Jesús, Hijo de Dios, que quisiste hacerte hombre como nosotros
para salvarnos del mal, ayúdanos a salir de nosotros mismos y a ver más allá de
nuestros intereses egoístas para que impulsados por la ternura de tu nacimiento,
salgamos al encuentro de nuestros hermanos que necesitan de nuestra
compasión y amor. Amén.

Canto eucarístico

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Alabanzas al Señor por su amor

Todos: Dios eterno, que te has hecho hombre por amor a cada uno de nosotros, y
de tal modo nos manifiestas admirablemente tu amor, te alabamos porque te
haces tan pequeño para que no te temamos, sino para que te amemos con todo el
corazón.

Jesús, queremos cantar ahora en Sión, aquí en la tierra, un himno de acción de


gracias, un cantar de Eucaristía, que los ángeles no sabrían entonarle, porque ni
han pecado, ni han sufrido…, ni jamás han comulgado… Nosotros, los
perdonados, anegados en llanto de amargura y de reconocimiento, queremos
decirte con los discípulos de Emaús, al terminar esta Hora Santa y feliz:

¡Quédate con nosotros, Señor

(Todos, en voz alta decimo a cada aclamación): Quédate con nosotros, Señor

Gracias, Señor, en nombre de tantos pecadores rescatados… Y cuando nuestra


flaqueza y las tentaciones quieran arrojarte de la conciencia de estos hijos
tuyos…, ¡no te vayas, Maestro!

Gracias, Señor, en nombre de tantos tristes consolados… Y cuando el torcedor de


inevitables penas venga a herirnos cruelmente, con licencia tuya…, ¡no te vayas,
Maestro!

Gracias, Señor, en nombre de tantos pobres fortificados en tu esperanza… Y


cuando las asperezas de la vida nos la hagan cansada y muy penosa… ¡no te
vayas, Maestro!

Gracias, Señor, en nombre de tantos desvalidos, alentados por tus promesas. Y


cuando la tierra nos brinde sus frutos naturales de abrojos y de espinas…, ¡no te
vayas, Maestro!

Gracias, Señor, en nombre de tantos decepcionados, felizmente iluminados por tu


gracia… Y cuando la ingratitud nos despedace el alma y nos desengañe de las
criaturas… ¡no te vayas, Maestro!

Gracias, Señor, en nombre de tantos caídos y enfermos, regenerados por tu


caridad… Y cuando nuestras fragilidades quieran arrastrarnos a la muerte…, ¡no
te vayas, Maestro!

Gracias, Señor, por tantos moribundos redimidos a la hora undécima… Y cuando


la agonía nos advierta que se acerca la hora de la justicia inexorable…, ¡oh, no te
vayas, Redentor y Maestro!

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Sí, quédate en ese instante de suprema congoja, cuando desaparezcan todas las
ilusiones mentirosas de la tierra, al resplandor pavoroso de un Tribunal infalible e
inapelable…

Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes.

Guía: Dios eterno, que te has hecho hombre por amor a cada uno de nosotros, y
de tal modo nos manifiestas admirablemente tu amor, te alabamos porque te
haces tan pequeño para que no temamos, sino para que te amemos con todo el
corazón.

Después de cada alabanza, seguiremos respondiendo: R. ¡Quédate con


nosotros, Señor!

Jesús, Emmanuel, el Dios-con-nosotros. R. Lector: Jesús, que pusiste tu tienda de


campaña, entre nosotros. R.

Jesús, presente de muchas maneras, entre nosotros. R.

Jesús, presente cuando se proclama tu Palabra. R.

Jesús, presente en los Sacramentos. R.

Jesús, que moras por la fe y el amor, en nuestro corazón. R.

Jesús, presente siempre, en nuestros hermanos. R.

Jesús, presente entre nosotros, reunidos en tu nombre. R.

Jesús, presente de modo admirable, en la Eucaristía. R.

Jesús, presente en tu Iglesia a la que riges por tu Espíritu. R.

Jesús, presente siempre con nosotros, porque nos amas. R.

Todos: Señor Jesús, que estás siempre con nosotros, sin que nos dejes ni un solo
instante de nuestra vida. Gracias por tu presencia, que es nuestra fortaleza en la
lucha, alegría en la tristeza, consuelo en la aflicción, luz en las dudas, premio en el
esfuerzo. ¡Quédate con nosotros, y no nos dejes nunca, Señor! Jesús, con gran
confianza acudimos a ti porque nos entiendes perfectamente cuando amamos y
sufrimos, cuando gozamos, nos ilusionamos y fracasamos, porque Tú mismo lo
experimentaste en tu propio ser, al asumir nuestra humanidad. Haz que te
amemos y que confiemos siempre en ti.

María Madre nuestra, que nos diste hecho hombre al Hijo de Dios, encarnado
felizmente en tu seno virginal. Nadie como Tú conoció y entendió a Jesús, y nadie
nos puede llevar a Él como lo puedes hacer Tú. Alcánzanos de Dios la gracia de
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seguir a tu Hijo Jesús, viviendo con responsabilidad, en amor y en paz la misión
que nos has encargado.

Finalmente juntemos nuestras voces y dirijamos a Dios nuestra oración, para que,
con nuestro testimonio de unidad, sepamos incluir a los otros diferentes de nuestra
familia y fortalezcamos la fraternidad, y que nadie quede fuera de nuestro corazón.

Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores.

Padrenuestro y Avemaría pidiendo el reinado del Sagrado Corazón mediante la


Comunión frecuente y diaria, la Hora Santa y Vigilias de adoración.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Amado y divino Agonizante de Getsemaní, Jesús Sacramentado, he aquí a los


testigos fidelísimos de tu congoja mortal del Huerto, que no quieren separarse de
ti, sin embargo, tienen que hacerlo.

Acuérdate, Jesús, de cuánto quisimos amarte y no de nuestras tibiezas…;


acuérdate de cuánto oramos por redimirte almas, y no de nuestros pecados…;
acuérdate de nuestros desvelos en nuestras vigilias que ofrecimos con amor, y no
de nuestras ingratitudes. ¡Oh!… acuérdate que nuestros nombres los escribiste
ahí donde nadie jamás podrá borrarlos…

No te pedimos goces de la tierra, ni halagos de gloria fementida, ni amor


humano… Te suplicamos que, en el trance mortal de la agonía, nos muestres la
llaga encendida del Costado y nos dejes, Jesús, exhalar el último suspiro de amor,
de adoración y de desagravio en la herida celestial de tu Sagrado Corazón…
Ahora y en la hora de nuestra muerte: Que el consumismo no nos atrape el
corazón y nublen nuestros ojos, llevándonos a olvidar que tú Señor Jesús, eres el
mejor de los regalos y nos priven de todo el amor que nos traes y a ignorar a
aquellos hermanos, que cuentan poco para el mundo. Por eso con gran fe nos
acogemos a tu bondad, para que durante este tiempo de preparación escuchemos
con un corazón abierto, tu Palabra que nos invita a volvernos a ti y así celebrar
gozosamente y con frutos tu nacimiento. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración: Señor nuestro Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste
el memorial de tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los
sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos
constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Todos: Amén.

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Letanía ante Jesús Sacramentado:

Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Canto de salida:

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