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Amor a quemarropa

El alicantino Bruno Francés Giménez nos cuenta una historia de amor en verso
en La chica del paraguas

La chica del paraguas, de Bruno Francés Giménez

Por Eduardo Boix

El amor nos lleva a realizar actos reprobables… estúpidos, tal vez. A veces
superamos los límites de la vergüenza ajena y de la propia. El amor, o ese
sentimiento universal que nos arrastra, nos conduce a rozar la estupidez y a
acometer acciones propias de una persona que no goza de buena salud
mental. Pero es realmente el amor la fuerza que todo lo mueve y uno de los
temas más universales que existen. A casi todas las obras, tanto literarias
como musicales, teatrales, cinematográficas o pictóricas, las mueve el amor,
sea carnal o espiritual. El sentimiento amoroso es la fuente de todas las artes y,
como tal, muchas obras han visto la luz gracias a este motor que empuja al
artista a realizar su tarea. A veces, todo se trunca, y es ahí donde surge la
creación de las mismas.

La chica del paraguas, de Bruno Francés Giménez, publicado por la editorial


Libros indie con prólogo de Espido Freire, es el producto de un amor. Como he
mencionado antes, ese amor que nos hace realizar actos reprobables ha hecho
que Bruno nos conduzca en su locura. El libro, formado por ochenta y tres
poemas, recorre una historia de amor que surgió en la pandemia y murió con
ella. Según cuenta Bruno, los poemas fueron escritos en servilletas de papel,
creados cada día, en cada amanecer, como una suerte de escritura
automática, donde se refleja un amor en ebullición, sin pasar por el filtro del
raciocinio.

El libro se abre con un poema que es un pórtico a esa irracionalidad: De la


noche abro el corazón,/es mi ventana,/que se cuelen candelas tuyas,/todas,
pero todas,/en mi alma,/mirada que me guía/allí donde antes no había luz,/ni
siquiera oscuridad,/yo, presencia inerte,/de muerte herida… El protagonista de
este poemario descubre un amor que le hace despertar. Tal vez la pandemia,
que todo lo agrandó, consigue en él ese efecto que tienen las grandes
catástrofes, que magnifican los sentimientos. Como en el poema cuarenta y
cuatro: Voy a robarle una ola al mar,/cada noche,/cuando nadie me vea,/voy a
llenar mi corazón de arena/de ti, de tus olas, de tu espuma,/de olor a tu
marea.//Voy a robarle una ola al mar,/cada noche,/cuando nadie me vea,/del
fondo tus estrellas,/de la superficie tu piel de acuarela…

La chica del paraguas habla de un amor que arranca fuerte y acaba. No todas
las historias de amor son eternas ni tienen finales felices. La vida misma nos va
llevando por extraños senderos. El amor nos llega cuando menos lo esperamos
y nos agita para hacernos cambiar. A lo largo del poemario, vemos cómo
evoluciona emocionalmente el protagonista de esta historia. Así vive el ser
humano, el único animal que se enamora, que entrega todo lo que es a otra
persona. El resto de especies del reino animal se unen para reproducirse, por
mera supervivencia. Es el hombre o la mujer, con todas sus consecuencias, el
que pierde el norte por otra persona y eso le lleva a cometer actos como el de
escribir un poemario.

Dice Bruno Francés en el último poema: no sé,/soy de piedra, barro,


arcilla,/latido frío, muerto, congelado/menos cuando respiro cerca de ti,/de tu
roce,/a tu lado,/no sé cómo lo haces,/tu voz son mis notas, mis cantares,/soy
todo lo que te he dado,/todos mis senderos, mis cielos,/pasos, tropiezos, mis
andares,/de ella no, no me protejo…/ El amor, como he dicho antes, nos
enajena. De eso va La chica del paraguas, de una enajenación transitoria, de
esa locura que no todos alcanzamos a conocer y por la que muchos pagarían
para sentirla, al menos, una vez en la vida. El amor es tal vez la enfermedad
más contagiosa, pero a la que todos aspiramos contagiarnos.

Ficha del libro

La chica del paraguas

Bruno Francés Giménez

Libros indie ediciones

142 páginas 14€

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