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SERGIO BLANCO

OSTIA
A nuestra hermana Sandra

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Si trato de rememorarme,
me invento. (…)
Soy un ser ficticio.

Serge Doubrovsky

Escribir sobre sí puede parecer una idea pretenciosa,


pero es también una idea simple:
simple como una idea de suicidio…

Roland Barthes

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Così tra questa
immensità s'annega il pensier mio:
e il naufragar m'è dolce in questo mare.

Leopardi

Torna, torna, torna con me...

Raffaella Carrà

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Situada en la costa del mar Tirreno y a 30 kilómetros al oeste de Roma, Ostia fue una de las
ciudades romanas más importantes de la antigüedad gracias a su actividad como importante
centro comercial y portuario. La mayoría de las mercancías que Roma recibía de sus colonias y
provincias pasaban por allí. Hacia el siglo II la ciudad llegó a tener hasta 50.000 habitantes.
Con la caída del Imperio romano, Ostia declinó lentamente y fue finalmente abandonada en el
siglo IX tanto por el derrumbe del Imperio como por repetidos saqueos e invasiones de piratas
árabes. En la Edad Media los ladrillos de sus edificios fueron usados para otras construcciones
y en la época barroca los mármoles fueron saqueados para la construcción de los palacios de
Roma. En el pontificado del Papa Pío VII el Vaticano empezó las excavaciones arqueológicas
que continúan aún hoy en día. Durante la era del fascismo se llevaron a cabo importantes
trabajos de restauración y se empezó a acondicionar el recinto arqueológico. Fue por esos
mismos años que Ostia volvió a revivir cuando en la costa se empezó a proyectar un balneario
que se llamó Il Lido di Ostia. En la noche del 1 al 2 de noviembre del año 1976 fue en un
descampado contiguo de la playa de Ostia que Pier Paolo Pasolini fue asesinado brutalmente.

Presentación de Ostia
Oficina de Turismo de la ciudad de Ostia
http://oficinadeturismo.ostia.it.org/lido-ostia-antica

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Personajes

EL HERMANO
LA HERMANA

En el escenario habrá dos escritorios exactamente iguales en los cuales se encontrarán


instalados EL HERMANO y LA HERMANA. Sobre cada uno de los escritorios solo vemos el texto
de la pieza, una lámpara, una botella de agua, un vaso y un bolígrafo. Tirado en el suelo y
cubierto por una fina capa de periódicos, se podrá adivinar la presencia de un cadáver. En el
fondo se proyectará el mar en movimiento al borde de una playa en plena noche. Sobre esta
imagen se irán proyectando los títulos de las escenas. El espacio estará oscuro y apenas
iluminado por las lámparas de los escritorios. Cada tanto se oirá el Magnificat de Claudio
Monteverdi y el tema Torna da me de Raffaella Carrà. Al final se oirá el tema Everybody’s
changing de Keane. El texto deberá ser leído y en ningún momento podrá ser actuado. Las
únicas personas que podrán leer Ostia serán la actriz Roxana Blanco y el dramaturgo Sergio
Blanco.

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I. SIN EMBARGO ES HOY

EL HERMANO. ¿Empezamos?
LA HERMANA. Empezamos.
EL HERMANO. Son veinte escenas.
LA HERMANA. ¿Qué hora es?
EL HERMANO. La hora de empezar.
LA HERMANA. Bien. Podría ser ayer.
EL HERMANO. Es ayer.
LA HERMANA. Sin embargo es hoy.
EL HERMANO. También es hoy.
LA HERMANA. ¿Qué pasa?
EL HERMANO. Es extraño.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Esta sensación de saber que ellos están ahí. Esperando. Esperándonos.
LA HERMANA. Es una cuestión de costumbre.
EL HERMANO. Es posible. De todos modos es extraño. No sé. Todo esto me resulta extraño.
LA HERMANA. Es extraño sí.

II. SEGURAMENTE ES UN COREANO

EL HERMANO. ¿Por qué no empezamos?


LA HERMANA. Ya lo hicimos. Acabamos de hacerlo.
EL HERMANO. Podría ser ayer…
LA HERMANA. Ya te contesté que es ayer. Es hace mucho tiempo. Fue hace mucho tiempo.
EL HERMANO. Estamos en la playa.
LA HERMANA. Es verano. Pleno mediodía.
EL HERMANO. El sol es insoportable a esta hora.
LA HERMANA. Entramos al agua.
EL HERMANO. Entramos y salimos todo el tiempo.
LA HERMANA. Tenemos ocho y doce años.
EL HERMANO. Papá y mamá están en la arena.
LA HERMANA. Nos miran.

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EL HERMANO. De lejos.
LA HERMANA. Pero nos miran.
EL HERMANO. Cada tanto nos hacen señas con las manos.
LA HERMANA. Para que no vayamos tan hondo.
EL HERMANO. Me parece estar viendo a papá al borde del mar. Es raro. Lo veo en blanco y
negro.
LA HERMANA. A mí también me pasa lo mismo. Lo veo en blanco y negro haciéndonos un
gesto para que no nos alejemos de la orilla.
EL HERMANO. Y de pronto es ahí que pasa.
LA HERMANA. Alguien grita.
EL HERMANO. A lo lejos.
LA HERMANA. Y todos corren.
EL HERMANO. Todos empiezan a salir del agua.
LA HERMANA. Todos corren hacia el mismo lugar. Mamá nos pide que salgamos del agua.
EL HERMANO. Y entonces salimos.
LA HERMANA. ¿Qué pasa?
EL HERMANO. Nadie sabe.
LA HERMANA. ¿Qué pasó?
EL HERMANO. Papá y los demás también corren hacia donde están yendo todos.
LA HERMANA. Mamá nos dice que no vayamos.
EL HERMANO. Pero vamos.
LA HERMANA. También corremos.
EL HERMANO. Toda la gente está rodeando algo.
LA HERMANA. Y todos miran hacia el centro de la rueda.
EL HERMANO. Porque en el centro hay algo.
LA HERMANA. ¿Qué es?
EL HERMANO. Papá también está ahí y mira hacia el centro.
LA HERMANA. Pero, ¿qué hay?
EL HERMANO. No sé. No podemos ver.
LA HERMANA. Mamá prefirió no venir.
EL HERMANO. No. No es eso. Se quedó cuidando las cosas.
LA HERMANA. De a poco nos vamos haciendo paso entre la gente.
EL HERMANO. Y entonces lo vemos.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?

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EL HERMANO. Yo soy el primero en verlo.
LA HERMANA. ¿Qué es?
EL HERMANO. Es un cadáver.
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. Un cadáver. Un muerto. Un ahogado.
LA HERMANA. Entonces es ahí que lo veo.
EL HERMANO. Es enorme.
LA HERMANA. Violeta.
EL HERMANO. Está todo hinchado.
LA HERMANA. Parece un animal marino. De la boca le salen algas.
EL HERMANO. Y un cangrejo.
LA HERMANA. No. Eso no es cierto.
EL HERMANO. Sí. Hay un cangrejo.
LA HERMANA. Mentira.
EL HERMANO. Te juro.
LA HERMANA. No había ningún cangrejo.
EL HERMANO. Yo vi un cangrejo.
LA HERMANA. Estás mintiendo.
EL HERMANO. No.
LA HERMANA. Estás inventando.
EL HERMANO. Yo lo vi.
LA HERMANA. Pero es un invento. No hay ningún cangrejo. Estás mezclando todo. Estás
confundiendo esa escena con la de la película de La laguna azul. Eso pasa en la película.
Cuando encuentran el barco abandonado en la playa y ven el cadáver del capitán. Es ahí que
se ve un cangrejo que le sale de la boca al viejo. Te estás mezclando las escenas.
EL HERMANO. Yo vi un cangrejo que le salía de la boca.
LA HERMANA. No. No hay ningún cangrejo. Solo unas algas verdes.
EL HERMANO. Entonces lo del cangrejo era en la película.
LA HERMANA. La habíamos visto ese mismo verano.
EL HERMANO. Toda mi vida me había quedado con esa imagen.
LA HERMANA. Pero no fue así. De la boca solo le salían unas algas verdes.
EL HERMANO. El mar lo acababa de sacar a la orilla.
LA HERMANA. El cuerpo estaba todo deforme. Apenas se podía distinguir si era un hombre o
una mujer.

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EL HERMANO. De pronto llegan corriendo unos marineros y nos empiezan a decir que nos
vayamos.
LA HERMANA. Papá empieza a irse adonde está mamá y nos dice que volvamos. Que tenemos
que irnos. Que hay que subir.
EL HERMANO. Pero no nos vamos.
LA HERMANA. Nos quedamos mirando.
EL HERMANO. El cuerpo todo hinchado.
LA HERMANA. Pudriéndose.
EL HERMANO. Es la primera vez que veíamos un cadáver.
LA HERMANA. Ahora alguien trae papel de diario.
EL HERMANO. Y uno de los marineros empieza a cubrir el cuerpo para que no lo veamos.
LA HERMANA. Papá nos pide de lejos que volvamos.
EL HERMANO. Pero nos quedamos ahí.
LA HERMANA. Nos quedamos mirando.
EL HERMANO. Nos agachamos.
LA HERMANA. Miramos el cadáver.
EL HERMANO. De cerca. Bien de cerca.
LA HERMANA. Mamá también nos hace un gesto de que vayamos.
EL HERMANO. Están empezando a juntar las cosas.
LA HERMANA. Todo el mundo está haciendo lo mismo.
EL HERMANO. La playa se empieza a vaciar.
LA HERMANA. Llegan más marineros y piden a las familias que se retiren.
EL HERMANO. Todo el mundo lo hace. Todo el mundo obedece.
LA HERMANA. Salvo nosotros.
EL HERMANO. Nosotros seguimos mirando el cadáver.
LA HERMANA. De pronto uno de los marineros nos dice que nos vayamos. Que no podemos
seguir mirando.
EL HERMANO. Entonces lo hacemos.
LA HERMANA. Nos damos las manos y nos vamos.
EL HERMANO. Papá y mamá empiezan a subir con todos los demás.
LA HERMANA. Los seguimos. Uno de los vecinos de nuestra cuadra dice que seguramente es
un coreano.
EL HERMANO. ¿Un qué?

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LA HERMANA. Un coreano. Alguien que tiene los ojos así. Como el cadáver. Y que tiene la cara
así. Toda redonda e hinchada como el cadáver.
EL HERMANO. Ser coreano debe ser horrible.
LA HERMANA. El vecino le explica a papá que últimamente están apareciendo varios en las
costas. Son los barcos coreanos de pesca que cuando muere alguien lo arrojan al Río de la
Plata.
EL HERMANO. Los coreanos tienen caras de cadáveres.
LA HERMANA. No te rías.
EL HERMANO. Desde ese día nos asustamos con los coreanos.
LA HERMANA. No seas estúpido.
EL HERMANO. Todo el tiempo te asusto con el coreano. Cada vez que nos peleamos te digo
que esta noche va a venir el coreano.
LA HERMANA. Imbécil.
EL HERMANO. Es la verdad.
LA HERMANA. El vecino le dice a papá que eso está pasando cada vez más. Que cada vez
aparecen más coreanos. Papá se calla. No dice nada. El vecino le dice que él lo sabe bien
porque es militar en la Marina. Papá sigue sin decir nada. Mamá tampoco. Los dos se
callan. Después, más tarde, esa misma noche papá y mamá nos piden que no vayamos más
a la casa de ese vecino.
EL HERMANO. ¿Por qué?
LA HERMANA. No nos dicen por qué. Pero nos prohíben seguir yendo a jugar con los hijos del
vecino.
EL HERMANO. Nosotros no entendemos por qué.
LA HERMANA. No pongan nunca más un pie en esa casa. Eso es lo que nos dicen. Es el año
1980.
EL HERMANO. Yo tengo ocho años.
LA HERMANA. Papá y mamá hablan en secreto en el cuarto.
EL HERMANO. ¿Qué dicen?
LA HERMANA. Tratamos de oír atrás de la puerta. Hablan de los coreanos. Papá le dice algo a
mamá.
EL HERMANO. Parecen preocupados.
LA HERMANA. Mamá enciende un cigarrillo. No son coreanos. Eso es lo que le explica papá a
mamá.
EL HERMANO. Mamá fuma y mira por la ventana.

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LA HERMANA. No son coreanos. Eso es lo que le está explicando. No se lo digas a los
chiquilines. Mamá se lo pide mil veces. Por favor. No les digas nada a los chiquilines.
EL HERMANO. Papá dice que va a ir hasta la telefónica para llamar a Montevideo.
LA HERMANA. Entonces sale y nos quedamos solos con mamá que nos pide que nos
acostemos. Que es tarde.
EL HERMANO. Le decimos que estamos asustados.
LA HERMANA. Nos dice que es normal.
EL HERMANO. Que por qué fuimos a ver el cuerpo.
LA HERMANA. Media hora después papá regresa y se encierra otra vez en el cuarto.
EL HERMANO. Mamá nos pide que nos durmamos de una vez y que apaguemos las luces.
LA HERMANA. Papá le cuenta algo.
EL HERMANO. ¿Qué le dice?
LA HERMANA. Que no eran coreanos. Que eran los cuerpos que tiraban desde los aviones al
Río de la Plata.
EL HERMANO. ¿Te acordás bien?
LA HERMANA. ¿De qué?
EL HERMANO. Del cuerpo todo tapado con papel de diario.
LA HERMANA. Estamos en 1980.
EL HERMANO. No.
LA HERMANA. Sí. Fue ese año.
EL HERMANO. No. No es 1980.
LA HERMANA. Te digo que sí. Fue el año que estrenaron La laguna azul.
EL HERMANO. No. No es el año 1980. Ni tampoco estamos en el Río de la Plata. Es en Ostia.
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. Es en Ostia en donde tiene que pasar.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Este texto.
LA HERMANA. ¿En Ostia?
EL HERMANO. Sí. En Ostia. Estamos en Ostia. Al borde del mar Tirreno. En la periferia de
Roma.
LA HERMANA. Ostia.
EL HERMANO. Sí. Ostia. La ciudad antigua. Cerca de Roma. A unos pocos kilómetros.
LA HERMANA. Nunca estuve.
EL HERMANO. Ahora estamos.

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III. CORRIERE DELLA SERA

LA HERMANA. Y entonces, ¿en qué año estamos?


EL HERMANO. No importa.
LA HERMANA. Sí. Quiero saber en qué año estamos.
EL HERMANO. ¿Para qué?
LA HERMANA. Para saber en qué año pasa.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. La historia.
EL HERMANO. ¿Qué historia?
LA HERMANA. La historia de esta obra. De esta pieza. De este texto.
EL HERMANO. No. No hay historia.
LA HERMANA. Sí. La hay. Claro que la hay.
EL HERMANO. No. No hay ninguna historia. O casi ninguna. Solo nosotros dos. Cada uno
sentado en su escritorio. Leyendo. Nada más. Eso es todo.
LA HERMANA. Pero la pieza… Esta pieza…
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿En qué año pasa?
EL HERMANO. En ningún año.
LA HERMANA. Recién me dijiste que estábamos en Ostia.
EL HERMANO. Estamos en Ostia.
LA HERMANA. Entonces tenemos que estar en algún tiempo. En algún momento preciso.
EL HERMANO. Nunca estuviste en Ostia.
LA HERMANA. No me cambies de tema.
EL HERMANO. Es lo que está escrito.
LA HERMANA. Es lo que escribiste.
EL HERMANO. Es lo que dice acá. Nunca estuviste en Ostia.
LA HERMANA. Desde chico siempre tuviste la manía de cambiar de tema cuando no querés
contestar a una pregunta.
EL HERMANO. Yo sí estuve. Varias veces. Yo sí estuve varias veces en Ostia.
LA HERMANA. ¿Cómo es?
EL HERMANO. Solo quedan ruinas. Está cerca de Roma. A media hora en tren desde Termini.
Era un puerto. El puerto del Imperio. El puerto de la antigua Roma.
LA HERMANA. ¿Y ahora?

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EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿Qué es lo que queda?
EL HERMANO. Muy poco. Casi nada. Apenas algunas ruinas de lo que fue la ciudad portuaria.
Las ruinas de las calles. De los edificios. Las ruinas de un teatro romano. De las termas. De
las residencias. Del mercado. Las ruinas del foro. También quedan algunos mosaicos. Hay
uno. Hay uno en particular que es bellísimo. Está en lo que queda de las termas. Es un
mosaico en blanco y negro que representa el carro de Neptuno.
LA HERMANA. Me mandaste la postal cuando estuviste. La tengo puesta en mi biblioteca. Es
esta que está acá.
EL HERMANO. ¿Todavía la tenés?
LA HERMANA. Te puedo decir el año. 1994. Junio de 1994.
EL HERMANO. Es primavera y hace calor.
LA HERMANA. Fue el viaje que hiciste con papá y mamá el primer año que fueron a visitarte a
Europa.
EL HERMANO. Yo apenas tengo veintidós años. Me sacan de París y me llevan a recorrer toda
Italia y el Mediterráneo. Es el mes de mayo. Los días son azules. El aire limpio. Viajamos
juntos durante todo un mes. Me sacan de París. Me sacan de la enfermedad. Del hospital.
Del suero.
LA HERMANA. ¿Ibas al hospital?
EL HERMANO. Sí. Iba. Iba y lo acompañaba. Le daba de comer.
LA HERMANA. ¿En la boca?
EL HERMANO. En la boca. Y también lo limpio. Lo lavo. Lo baño. Y le curo las heridas. Por
esos días el cuerpo había llegado a pesar solo veinticinco kilos. Nada más.
LA HERMANA. ¿Cuántos años tiene?
EL HERMANO. ¿Él? Pocos. Treinta y tres.
LA HERMANA. Nosotros acá no sabemos nada.
EL HERMANO. Nadie sabe nada. Todo es a escondidas. El hospital es a escondidas. El suero es
a escondidas. El tratamiento que toma todas las noches es a escondidas. Su enfermedad es a
escondidas. La cura de la piel toda abierta por los sarcomas es a escondidas. Todo es a
escondidas. En aquella época no se sabía mucho. Todo tenía que ser en secreto. Hasta que
un día hablo con papá y mamá y les digo todo. Les cuento. Y entonces me sacan de París.
De la enfermedad. Del hospital. Me suben a un avión y me sacan del infierno. Del horror.
De la agonía. Me suben a un avión con destino a Roma y me devuelven a la vida una vez
más. Me sacan de la muerte y me llevan a descubrir el Mediterráneo.

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LA HERMANA. ¿Es tan azul como dicen?
EL HERMANO. Demasiado.
LA HERMANA. La postal está escrita con tinta azul.
EL HERMANO. No la leas.
LA HERMANA. La letra es bella.
EL HERMANO. No quiero que leas lo que dice.
LA HERMANA. Igual no soy yo quien decide. Solo leo lo que está marcado acá.
EL HERMANO. Prefiero que la des vuelta.
LA HERMANA. Hago lo que dice acá.
EL HERMANO. Por favor.
LA HERMANA. Ostia. Junio de 1994. Cuando recibí la postal nunca había oído hablar de Ostia.
No sabía lo que era. Ni en dónde estaba.
EL HERMANO. ¿Por qué nunca fuiste a Ostia?
LA HERMANA. No lo sé. ¿Qué más queda?
EL HERMANO. Ya te dije. Solo ruinas. Y pinos. Cientos y cientos de pinos. Y gatos. Muchos
gatos. Ostia también está llena de gatos por todas partes.
LA HERMANA. Eso es lo que me decías en la postal. Me contás que en uno de los rincones de
lo que queda del antiguo teatro romano hay un gato muerto. Y que alguien lo ha cubierto
con un papel de diario para protegerlo seguramente de las moscas.
EL HERMANO. Es una doble página abierta del Corriere della Sera.
LA HERMANA. Eso es lo que decía la postal.
EL HERMANO. Te dije que no quería leerla.
LA HERMANA. Yo solo leo lo que está escrito acá.
EL HERMANO. El cadáver del gato estaba ahí. En un rincón del teatro. Seguramente hacía días
que estaba ahí. O semanas. O de pronto hacía meses. De pronto estaba ahí hacía ya varios
meses.
LA HERMANA. Entonces…
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿Qué queda?
EL HERMANO. No lo sé. No me animé a levantar el papel de diario. Seguramente no debía
quedar nada. En pocos meses todo desaparece. Apenas algunos huesitos.
LA HERMANA. No. De Ostia. Te pregunto de Ostia. ¿Qué queda? ¿Qué queda de Ostia?
EL HERMANO. Ah… Ruinas. Solo ruinas. Eso es todo lo que queda. Y algunos pedazos de
mármol que tienen siglos y siglos de historia. Es tan extraño.

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LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Que el mármol nos sobreviva. Que algo tan silencioso como el mármol nos
pueda sobrevivir.
LA HERMANA. Cada vez que escucho la palabra mármol siempre pienso en lo mismo.
EL HERMANO. ¿La escalera?
LA HERMANA. Sí. La escalera. La escalera de la casa de cuando éramos niños.
EL HERMANO. Era de mármol.
LA HERMANA. Toda de mármol de Carrara.

IV. ENTRE ELLOS DOS EL CADAVER

EL HERMANO. Todo empezó una tarde. Una tarde de otoño.


LA HERMANA. ¿En Ostia?
EL HERMANO. No.
LA HERMANA. ¿En dónde?
EL HERMANO. No importa. En una esquina. Una esquina cualquiera. De golpe me detengo y
mientras miro la vereda pienso en un cuerpo tendido en el piso y cubierto por un periódico.
Eso fue lo primero. La primera imagen.
LA HERMANA. ¿Quién es?
EL HERMANO. No lo sé.
LA HERMANA. ¿Quién puede ser?
EL HERMANO. Tampoco lo sé.
LA HERMANA. Puede ser el ahogado de la playa.
EL HERMANO. Quizás.
LA HERMANA. O también puede ser el gato de las ruinas.
EL HERMANO. También. O el cuerpo de Pasolini recién asesinado en el balneario de Ostia y
todo cubierto por diarios para protegerlo de los paparazzi.
LA HERMANA. ¿Quién es?
EL HERMANO. Imposible saberlo. Habría que levantar el periódico. Pero no vamos a hacerlo.
LA HERMANA. Estamos en Ostia. Cerca del Tirreno. A pocos kilómetros de Roma.
EL HERMANO. O no.
LA HERMANA. O no. También podemos estar aquí. Y ahora. Podemos estar en donde
tengamos ganas.

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EL HERMANO. ¿Qué hora es?
LA HERMANA. La que queramos.
EL HERMANO. Ostia. Esa fue la primera palabra que escribí aquella misma tarde de otoño
cuando llegué a casa. Y después del título lo segundo que hice fue describir el dispositivo.
LA HERMANA. En el escenario habrá dos escritorios exactamente iguales en los cuales se
encontrarán instalados El hermano y La hermana. Sobre cada uno de los escritorios solo
vemos el texto de la pieza, una lámpara, una botella de agua, un vaso y un bolígrafo. Tirado
en el suelo y cubierto por una fina capa de periódicos, se podrá adivinar la presencia de un
cadáver. En el fondo se proyectará el mar en movimiento al borde de una playa en plena
noche. Sobre esta imagen se irán proyectando los títulos de las escenas. El espacio estará
oscuro y apenas iluminado por las lámparas de los escritorios. Cada tanto se oirá el
Magnificat de Claudio Monteverdi y el tema Torna da me de Raffaella Carrà. El texto
deberá ser leído y en ningún momento podrá ser actuado. Las únicas personas que podrán
leer Ostia serán la actriz Roxana Blanco y el dramaturgo Sergio Blanco. Así empieza.
EL HERMANO. Es como una recitatio.
LA HERMANA. Una recitatio a dos voces.
EL HERMANO. El hermano y la hermana.
LA HERMANA. ¿Y quién más?
EL HERMANO. Nadie más. Solo el hermano y la hermana.
LA HERMANA. Y el cadáver…
EL HERMANO. Y el cadáver. Entre ellos dos el cadáver.

V. EN UNO DE LOS DESCAMPADOS

LA HERMANA. Entonces también podría ser en Ostia.


EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. El hombre.
EL HERMANO. ¿Cuál?
LA HERMANA. El hombre de la parada del ómnibus.
EL HERMANO. Eso era en la esquina de casa.
LA HERMANA. Ya sé.
EL HERMANO. En la esquina de la casa con la escalera de mármol.
LA HERMANA. Pero también podría ser en Ostia. No sé. Prefiero que sea en Ostia.

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EL HERMANO. ¿En la ciudad antigua?
LA HERMANA. No. Al lado. No sé. Cerca de las ruinas tiene que haber una ciudad moderna,
¿no?
EL HERMANO. Sí.
LA HERMANA. ¿Está al lado de las ruinas?
EL HERMANO. Al lado. Justo al lado. Pero es una ciudad fea. No hay nada para ver. Los turistas
solo pasan por ahí para ir a las ruinas. Toda esa zona formó parte del plan de urbanización
que hizo el gobierno de Mussolini para la clase proletaria. Lo único que hay son barrios
muy humildes al mejor estilo fascista. Hileras enteras de edificios de viviendas. Nada más
que eso. Y cada tanto algún descampado.
LA HERMANA. ¿Hay descampados?
EL HERMANO. Sí. Varios. Entre los edificios hay terrenos baldíos inmensos. Como los que
siempre se ven en las películas de De Sica o de Rossellini.
LA HERMANA. Entonces también puede ser ahí. Tiene que ser ahí. En uno de esos
descampados. Ahí mismo. En alguna esquina tiene que haber una parada de ómnibus.
EL HERMANO. Hay varias. El proyecto fascista diseña todo un sistema de transportes públicos
para desplazar a los obreros de las viviendas a las fábricas y de las fábricas a las viviendas.
LA HERMANA. Yo soy una niña. Tengo nueve años. Todas las mañanas voy a una de esas
paradas para ir a la escuela.
EL HERMANO. Pero eso fue en la esquina de la casa con la escalera de mármol.
LA HERMANA. No. En Ostia. Ahora es en Ostia. En 1944.
EL HERMANO. Si tenías nueve años entonces fue en 1977.
LA HERMANA. Te estoy diciendo que no. Todas las mañanas bajo del edificio de viviendas y
me dirijo a la parada de ómnibus que el plan de urbanización destina para los niños que van
a la escuela. Todas las mañanas voy sola hasta la parada y ahí espero que pase el ómnibus.
EL HERMANO. No estás sola.
LA HERMANA. Sí. Estoy sola.
EL HERMANO. No es cierto.
LA HERMANA. Eso sí es cierto. Estaba sola. Estoy sola. Nuestra otra hermana está enferma.
EL HERMANO. Es verdad. Me había olvidado.
LA HERMANA. Tiene hepatitis y los médicos no nos dejan verla. La ponen en cuarentena. Nos
puede contagiar. Por eso te digo que estoy sola. Durante todo el tiempo de la hepatitis
bajaba la escalera de mármol sola. Iba a la parada sola. Me sentaba en el banco sola. Y

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esperaba el ómnibus sola. Ahora es de mañana temprano. Todavía es de noche. Hace frío.
Estoy sentada en el banco de la parada. Enfrente hay un terreno baldío inmenso.
EL HERMANO. Como en las películas de De Sica.
LA HERMANA. A lo lejos se ven los demás sectores de vivienda. Pero a lo lejos. La parada de
ómnibus está un poco alejada de todo. Es invierno. En mis manos tengo mi cartera de
escuela con mis cuadernos y un libro que cuenta la historia italiana desde la gloria del
Imperio hasta la apoteosis del Fascismo.
EL HERMANO. Eso es todo mentira. Estás cambiando la letra.
LA HERMANA. Es el libro que nos han dado en las escuelas. Todos los niños lo tenemos. El
último capítulo habla del Duce. Está todo dedicado al Duce. Hay fotos y todo. Me parece
verlas. Fotos del Duce rodeado de niños. Fotos del Duce recorriendo las calles de Roma.
Fotos del Duce en el foro romano. Fotos del Duce visitando hospitales. Esa es una de mis
fotos preferidas. Cada vez que la veo pienso que de pronto el Duce va a venir a visitar a
nuestra hermana enferma y que todos vamos a salir en la foto. Papá, mamá, nuestra
hermana, vos y yo. Y que entonces como al Duce no le dejan tocar a mi hermana por lo de
la hepatitis, es a mí a quien va a levantar en brazos para la foto. Y entonces yo también voy a
aparecer en los manuales de historia en brazos del Duce.
EL HERMANO. Estás inventando. No estás leyendo.
LA HERMANA. No me interrumpas.
EL HERMANO. Pero eso no fue en la Italia fascista. Estás inventando.
LA HERMANA. Leo lo que está escrito aquí.
EL HERMANO. Yo no escribí eso.
LA HERMANA. Estoy sola en esa parada de ómnibus frente al terreno baldío. Hace frío. Es
invierno. De a poco empieza a amanecer. Las luces del alumbrado público se apagan. Es el
año 1944. Tengo nueve años y estoy sentada sola en el banco de la parada. Y entonces
aparece. Siempre lo hace desde el mismo lugar. Viene desde el terreno baldío. Se acerca a
la parada. Se sienta al lado mío y lentamente empieza a acariciarme. Desliza la mano
izquierda por debajo de mi pollera y de a poco empieza a hacerlo. Yo no hago nada. Solo
miro hacia el descampado mientras poco a poco va subiendo su mano hacia la entrepierna.
Yo sigo sin mirarlo y sin decir nada. Apenas respiro mientras él sigue subiendo su mano.
Mientras me sigue acariciando. A veces el cuerpo me tiembla. Me tiembla un poco. Y
entonces me empieza a apartar las piernas. Despacio. Sin violentar nada. Sin ser violento.
De forma suave. Dulce. Sin hacerme mal. Sin producirme dolor. Y yo sigo sin decir nada.
Él tampoco dice nada. Todo es en silencio. Yo solo tiemblo. No sé si es el frío u otra cosa,

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pero tiemblo y la piel se me tensa. No sé qué es. Es una sensación rara. Dura unos minutos
y después pasa. Él lo sabe. Parece que lo supiera. Que conociera que estoy temblando. Y
entonces después de dejar pasar unos segundos, saca la mano como si hubiera terminado
algo. La saca lentamente. Porque todo es siempre despacio. Bien despacio. Y después se
levanta y se va. Desaparece. Se va de nuevo por el mismo lugar por donde apareció. Por el
terreno baldío. Y yo me quedo ahí sola. Me quedo sola y esperando. Esperando que el
ómnibus llegue.
EL HERMANO. Eso no fue en 1944.
LA HERMANA. Pero yo necesito que sea en esa fecha.
EL HERMANO. Eso fue en la esquina de la casa con la escalera de mármol.
LA HERMANA. Pero yo necesito que sea en esa fecha. Necesito que sea en 1944 en Ostia. Que
haya sido ahí. En el 44.
EL HERMANO. En esa época todavía no habías nacido. Ni siquiera eras un proyecto.
LA HERMANA. Por eso mismo.
EL HERMANO. Nunca estuviste en Ostia.
LA HERMANA. Sí. Ahora sí. Ahora estuve.
EL HERMANO. Estás mintiendo.
LA HERMANA. Ahora estoy.

VI. AEROPUERTO INTERNACIONAL DE FIUMICINO

EL HERMANO. ¿Por qué no empezamos por el comienzo?


LA HERMANA. Es lo que hicimos.
EL HERMANO. No. No. El texto se abre con un pasaje que no leímos.
LA HERMANA. ¿Cuál?
EL HERMANO. El que habla de Ostia. El que cuenta la historia de la ciudad. Ese es el verdadero
comienzo. Es por ahí que tendríamos que haber empezado. Es un texto que encontré en
Internet. En la página de la oficina de turismo de Ostia. Está mal escrito pero dice lo
esencial sobre la ciudad. Situada en la costa del mar Tirreno y a 30 kilómetros al oeste de
Roma, Ostia fue una de las ciudades romanas más importantes de la antigüedad gracias a su
actividad como importante centro comercial y portuario. La mayoría de las mercancías que
Roma recibía de sus colonias y provincias pasaban por allí. Hacia el siglo II la ciudad llegó a
tener hasta 50.000 habitantes. Con la caída del Imperio romano, Ostia declinó lentamente y

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fue finalmente abandonada en el siglo IX tanto por el derrumbe del Imperio como por
repetidos saqueos e invasiones de piratas árabes. En la Edad Media los ladrillos de sus
edificios fueron usados para otras construcciones y en la época barroca los mármoles fueron
saqueados para la construcción de los palacios de Roma. En el pontificado del Papa Pío VII
el Vaticano empezó las excavaciones arqueológicas que continúan aún hoy en día. Durante
la era del fascismo se llevaron a cabo importantes trabajos de restauración y se empezó a
acondicionar el recinto arqueológico. Fue por esos mismos años que Ostia volvió a revivir
cuando en la costa se empezó a proyectar un balneario que se llamó Il Lido di Ostia. En la
noche del 1 al 2 de noviembre del año 1976 fue en un descampado contiguo de la playa de
Ostia que Pier Paolo Pasolini fue asesinado brutalmente. Ahora sí empezamos por el
comienzo.
LA HERMANA. Entonces estamos en una playa.
EL HERMANO. En la playa de Ostia. Es de noche.
LA HERMANA. Detrás de mí puedo oír el ruido de las olas.
EL HERMANO. El ruido del mar.
LA HERMANA. Cada tanto vemos despegar los aviones.
EL HERMANO. Estamos muy cerca del Aeropuerto Internacional de Fiumicino.
LA HERMANA. Pasan tan bajo que hasta podemos leer el logo de Alitalia. ¿A dónde van?
EL HERMANO. Los que agarran aquella ruta seguramente vayan a África. A las antiguas colonias
italianas. Libia. Somalia. Etiopia. Una vez despegaste hacia Roma. Desde París.
LA HERMANA. Fue hace años.
EL HERMANO. Yo te llevo hasta el aeropuerto.
LA HERMANA. No tenía ningunas ganas de irme.
EL HERMANO. Ni bien llegás a Roma me llamás para pedirme disculpas.
LA HERMANA. ¿Disculpas de qué?
EL HERMANO. Del mal humor que tuviste durante todo el trayecto mientras te llevaba al
aeropuerto en París. Del mal humor que tuviste mientras hacías el check in. Del mal humor
con el que me despediste.
LA HERMANA. Me había olvidado.
EL HERMANO. Fue la única vez que nos despedimos sin abrazarnos. La única vez que atravesás
la puerta y no te das vuelta para saludarme de lejos. Por eso unas horas después me llamás
llorando.
LA HERMANA. No me acuerdo de esa llamada.

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EL HERMANO. Me pedís llorando que te perdone. Que te disculpe el mal humor. Que me
hablaste mal. Que estuviste agresiva durante las últimas horas. Y que me querés pedir
disculpas.
LA HERMANA. Ahora que me decís me parece acordarme de algo.
EL HERMANO. ¿Por qué no fuiste?
LA HERMANA. ¿A dónde?
EL HERMANO. En ese viaje. Hasta Ostia.
LA HERMANA. No sé. Nunca tuve iniciativa propia para ese tipo de cosas. Lo mío es hacer lo
que otros me dicen de hacer. Nada más que eso. Con eso me alcanza y me sobra. La
autonomía me es algo insoportable. Por eso estaba de mal humor. Estar sola en una ciudad
es algo que me desespera. Tener que ser independiente es algo que me irrita. Que me
cansa. Es algo que no soporto. Que me deprime y que hasta me hace perderle todo el
sentido a lo que está pasando a mi alrededor.
EL HERMANO. Qué triste, ¿no?
LA HERMANA. No. ¿Por qué?
EL HERMANO. No sé.
LA HERMANA. ¿Seguimos?
EL HERMANO. Sí. Claro.
LA HERMANA. Escena séptima.

VII. ES EN INVIERNO Y HACE FRÍO

EL HERMANO. Es posible que hayas visto imágenes.


LA HERMANA. ¿De Ostia?
EL HERMANO. Sí. En el cine.
LA HERMANA. Es posible.
EL HERMANO. En una época vamos juntos casi todas las tardes. Hay veces en las que hasta
vemos dos películas en un mismo día.
LA HERMANA. Sobre todo en invierno. Salimos de una sala y vamos corriendo a la otra.
EL HERMANO. Podría hacerte la lista de las películas que vimos juntos.
LA HERMANA. Yo también.
EL HERMANO. Pero soy yo el que escribe. El que la escribo.
LA HERMANA. Siempre te gustaron las listas.

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EL HERMANO. Siempre. No sé. Me gusta sentarme de golpe en algún lugar y empezar a escribir
la lista de algo.
LA HERMANA. En tus textos siempre hay listas por todas partes.
EL HERMANO. Una vez escribí algo así como... El goce de enumerar palabras sin ningún tipo de
jerarquía y sin preocuparse de ningún tipo de composición.
LA HERMANA. ¿Y esta lista?
EL HERMANO. ¿Cuál?
LA HERMANA. La de las películas que vimos juntos, ¿en dónde la escribiste?
EL HERMANO. En Ostia. En las ruinas. Pero esta vez no es en primavera. Esta vez es en
invierno y hace frío. Mucho frío. El día anterior había nevado. Las ruinas están todas
cubiertas de una capa fina de nieve. Esta vez no estoy en las gradas del antiguo teatro. Esta
vez estoy en la cafetería.
LA HERMANA. Desde uno de los ventanales podés ver las ruinas.
EL HERMANO. Y entonces mientras espero un capuchino bien caliente, saco mi cuaderno de
notas y empiezo a escribir algunas cosas.
LA HERMANA. La lista…
EL HERMANO. No. La lista no. Todavía no. Estoy escribiendo otras cosas. Anotando algunos
apuntes. Registrando dos o tres imágenes. Hasta que de pronto los veo entrar.
LA HERMANA. ¿A quiénes?
EL HERMANO. A dos jóvenes. Entran corriendo y riendo. Tienen frío. Seguramente vienen de
Roma. Se instalan en una de las mesas y piden algo. Y entonces de a poco y para entrar en
calor, empiezan a besarse. Se besan apasionadamente. Cada tanto miran en todas
direcciones como si se estuvieran escondiendo de alguien. Yo no puedo dejar de mirarlos.
Son jóvenes. Veinte o veinticinco años. Y además de jóvenes son bellos. Hermosos. Se
siguen besando cada vez más. Y siempre mirando alrededor de ellos como si se estuvieran
escondiendo. Como si eso fuera a escondidas. Como si estuviera prohibido. Y entonces no
sé por qué pero pienso en nosotros. Así. De pronto. En nosotros dos. En que ellos dos
podrían ser hermanos. En que nosotros dos podríamos ser ellos. Recién, cuando hablamos
de las listas, te hablé de un texto… En ese texto en un momento escribí: ¿cuándo se empieza
a cometer realmente un parricidio? Y ahora en este otro texto que estoy escribiendo, tengo
ganas de escribir: ¿cuándo se empieza a cometer realmente un incesto?
LA HERMANA. Acá dice… Yendo tardes enteras a encerrarse a oscuras en un cine…
EL HERMANO. Quizá. No lo sé.
LA HERMANA. Podríamos ser nosotros dos.

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EL HERMANO. Pero no lo somos.
LA HERMANA. Ni nunca lo fuimos. ¿Quiénes eran?
EL HERMANO. Dos jóvenes escondiéndose de alguien. O de algo.
LA HERMANA. ¿Solo se besan?
EL HERMANO. Apasionadamente.
LA HERMANA. ¿Cuándo se empieza a cometer realmente un incesto?
EL HERMANO. Y entonces es ahí que pienso en el cine. En los inviernos. En los nuestros. En
todas las películas que vamos a ver juntos.
LA HERMANA. Y es ahí cuando empezás a hacer la lista.
EL HERMANO. De a poco empiezo a enumerar todas las películas que vimos juntos en aquella
época.
LA HERMANA. Persona.
EL HERMANO. La edad de Oro.
LA HERMANA. Terciopelo Azul.
EL HERMANO. La Strada.
LA HERMANA. La dama de Shangai.
EL HERMANO. Lo que el viento de llevó.
LA HERMANA. Ossessione.
EL HERMANO. Hiroshima mon amour.
LA HERMANA. La Dolce Vitta.
EL HERMANO. Los siete samuráis.
LA HERMANA. El séptimo sello.
EL HERMANO. El rayo verde.
LA HERMANA. Una giornata particolare.
EL HERMANO. El acorazado de Potenkim.
LA HERMANA. Manhattan.
EL HERMANO. El imperio de los sentidos.
LA HERMANA. Il gattopardo.
EL HERMANO. El desprecio.
LA HERMANA. Cría Cuervos.
EL HERMANO. Ran.
LA HERMANA. El discreto encanto de la burguesía.
EL HERMANO. Ladri di biciclette.
LA HERMANA. Las amargas lágrimas de Petra Von Kant.

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EL HERMANO. Querelle.
LA HERMANA. Mefisto.
EL HERMANO. La cólera de Aguirre o la ira de Dios.
LA HERMANA. E la nave va.
EL HERMANO. Barry Lindon.
LA HERMANA. Fanny y Alexander.
EL HERMANO. El bebé de Rosemary.
LA HERMANA. C’eravamo tanto amati.
EL HERMANO. Muerte en Venecia.
LA HERMANA. Un hombre y una mujer.
EL HERMANO. Luces de la ciudad.
LA HERMANA. Gritos y susurros.
EL HERMANO. El sacrificio.
LA HERMANA. Roma città aperta...
EL HERMANO. De pronto levanté la vista y ya no estaban.
LA HERMANA. ¿Quiénes?
EL HERMANO. Ellos. Se habían ido.
LA HERMANA. O quizá nunca habían entrado.
EL HERMANO. Quizá. Ahora estaba empezando a atardecer. De a poco se iba haciendo de
noche y las ruinas iban a cerrar en cualquier momento. Es raro.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Nunca fuimos juntos a ver una película de Pasolini.
LA HERMANA. No. Nunca. Recién… En realidad te equivocaste.
EL HERMANO. ¿Cuándo?
LA HERMANA. Cuando hablaste de empezar por el comienzo.
EL HERMANO. ¿Por qué?
LA HERMANA. Porque el comienzo de este texto tampoco es el pasaje que cuenta la historia de
Ostia. Antes hay otros dos textos. Son dos frases.
EL HERMANO. Es verdad.
LA HERMANA. ¿Y entonces por qué no empezaste por ahí?
EL HERMANO. No sé. Una de esas frases es de una canción de Raffaella Carrà.
LA HERMANA. Torna da me. Aquel verano la escuchábamos todo el tiempo en la heladería del
balneario. Poníamos una ficha en el tocadiscos automático y la oíamos juntos mientras todos
los demás se iban a jugar al bowling o a las maquinitas.

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EL HERMANO. Fue el mismo verano de La laguna azul.
LA HERMANA. ¿Y la otra frase?
EL HERMANO. Es el verso final de un poema de Leopardi. Così tra questa immensità s'annega il
pensier mio: e il naufragar m'è dolce in questo mare.
LA HERMANA. ¿Qué te pasa?
EL HERMANO. Nada.
LA HERMANA. Sí. Te pasa algo.
EL HERMANO. ¿Lo entendiste?
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. El verso.
LA HERMANA. Sí. Claro. Así por esta inmensidad mi pensamiento se desvanece y naufragar me
es placentero en este mar.

VIII. UN HOTEL DE PUTAS

EL HERMANO. Escena octava. Un hotel de putas.


LA HERMANA. No deberías.
EL HERMANO. Lo sé.
LA HERMANA. No lo hagas.
EL HERMANO. Es que no puedo.
LA HERMANA. ¿Qué hora es?
EL HERMANO. Es tarde. Es de noche tarde.
LA HERMANA. No salgas.
EL HERMANO. Igual salgo. Igual voy.
LA HERMANA. Te pedí que no lo hicieras.
EL HERMANO. Le doy cita.
LA HERMANA. Deberías haberte quedado.
EL HERMANO. Pero voy. Salgo.
LA HERMANA. Me habías prometido que no lo ibas a hacer más.
EL HERMANO. Ya sé.
LA HERMANA. Que ibas a hacer un esfuerzo.
EL HERMANO. Lo sé. Lo sé.
LA HERMANA. Pero vas igual.

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EL HERMANO. Le doy cita en una esquina de Tres Cruces. Cerca de la terminal.
LA HERMANA. Es casi media noche.
EL HERMANO. Llega. Hacemos el negocio. El tráfico. Me da lo que tiene para darme. Le pago.
Se sube a la moto y se va. Desaparece.
LA HERMANA. Las otras tardes me habías prometido que no lo ibas a hacer más.
EL HERMANO. Eso fue las otras tardes.
LA HERMANA. Entonces no era cierto. Era mentira. Era todo mentira.
EL HERMANO. Guardo la mercancía en uno de los bolsillos de mi campera. Voy al auto. Me
subo.
LA HERMANA. ¿Es un Alfa Romeo?
EL HERMANO. No. No es un Alfa Romeo.
LA HERMANA. Mejor. Prefiero.
EL HERMANO. Voy al auto. Me subo. Lo arranco y me voy al hotel.
LA HERMANA. ¿Dónde está?
EL HERMANO. Frente al puerto. Es un hotel barato. Un hotel de putas. Es un hotel de putas
para coreanos.
LA HERMANA. Ya sé cual es.
EL HERMANO. Me está esperando. Siempre me espera ahí.
LA HERMANA. Es tarde.
EL HERMANO. Siempre llega primero. Primero él y después yo. Estaciono el auto y subo a la
habitación. La 228. Siempre nos dan la misma. Es una que tiene un balcón que da al puerto.
A las dársenas. A los desembarcaderos. Entonces abro la puerta del cuarto y lo veo. Ahora
está ahí. Delante de mí.
LA HERMANA. ¿Cuántos años tiene?
EL HERMANO. Veintiséis. Me gusta que me esté esperando. A veces lo hace en la cama. Tirado
en la cama. Otras veces apoyado en el balcón. Yo abro la puerta y lo veo ahí. Esperándome.
LA HERMANA. ¿Desnudo?
EL HERMANO. A veces se saca la remera. Pero solo la remera. Y entonces me espera con el
torso desnudo. Él sabe que me gusta desvestir a los hombres. Yo entro, voy hasta él y es ahí
que empezamos a besarnos. A acariciarnos. Es casi perfecto. Todo su cuerpo es perfecto. El
torso. El cuello. La espalda. Los hombros. Los brazos. Las piernas. Es un cuerpo realmente
perfecto.
LA HERMANA. Podría formar parte de la brigada de élite de la guardia próxima de Mussolini.
EL HERMANO. Los músculos están trabajados a la perfección.

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LA HERMANA. ¿Podrías hacerlo?
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Darte cita en un hotel de putas con un soldado de la guardia de Mussolini.
¿Podrías?
EL HERMANO. ¿Por qué no?
LA HERMANA. Entonces todo eso también podría pasar en el puerto de Ostia. En uno de los
hoteles de putas del litoral ocupados por las tropas fascistas.
EL HERMANO. Podría.
LA HERMANA. Y la brisa del puerto que entra del balcón abierto, podría ser el viento del
Mediterráneo.
EL HERMANO. Podría. Pero no. No es el viento del Tirreno. Es el viento del Río de la Plata. El
viento del estuario. Del delta. Y por el balcón abierto ahora también entra el ruido de los
motores de los barcos. Entonces nos desvestimos. Nos desnudamos. Y después de
entregarle la mercancía, me doy una ducha mientras él la prepara. Mientras la desparrama
sobre la mesa y con mi tarjeta de crédito la corta en mil pedazos.
LA HERMANA. Me habías prometido que ibas a dejar de hacerlo.
EL HERMANO. Y entonces ahí empezamos a hacerlo. Nos tiramos desnudos sobre la cama y lo
hacemos durante toda la noche. Sin parar. Sin detenernos un segundo. Lo hacemos una y
otra vez. Hasta el cansancio. Hasta que amanezca. Hasta que no podamos más. Hasta que
no quede nada.
LA HERMANA. Y todo en un hotel de putas para coreanos.
EL HERMANO. Siempre en la misma habitación.
LA HERMANA. ¿Cuántos años me dijiste que tenía?
EL HERMANO. Veintiséis.
LA HERMANA. Es joven.
EL HERMANO. Sobre todo es perfecto. Y sabe hacerlo bien. Conoce. Sabe. Es bueno. Se
prostituye desde lo trece.
LA HERMANA. ¿Qué hora es?
EL HERMANO. Ya está empezando a amanecer. Y entonces el cuerpo empieza a doler.
Después de la euforia el dolor. El cansancio. La dificultad para respirar. La nariz que sangra.
Los tendones que arden. Toda la masa muscular agotada. Las articulaciones que se traban.
Después del paraíso el infierno. La culpa.
LA HERMANA. ¿Por qué lo hiciste?

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EL HERMANO. Ahora nos vamos del hotel. Nos subimos al auto y atravesamos la ciudad vacía.
Sin hablarnos. Sin decimos nada. Él también está cansado. De pronto se recuesta contra el
asiento y parece dormirse. Y así atravesamos la ciudad. A una velocidad prohibida y sin
respetar ninguna señal de tránsito hasta que lo termino dejando en la misma esquina de
siempre.
LA HERMANA. Me habías prometido que ibas a dejar de hacerlo.
EL HERMANO. Después me voy a casa. Me doy otra ducha, me tomo dos somníferos y en el
instante antes de dormirme siempre pienso en lo mismo… Siempre me viene a la cabeza la
misma idea… Quizá no me despierte más…
LA HERMANA. Las otras tardes me habías dicho que la clínica te había curado.
EL HERMANO. La clínica ya no puede hacer nada más.
LA HERMANA. Entonces me mentiste.
EL HERMANO. No. No es eso. La clínica me curó. Eso es verdad.
LA HERMANA. ¿Y entonces?
EL HERMANO. Es que la remisión nunca es total.
LA HERMANA. Eso decía un personaje mío. La doctora de Molly.
EL HERMANO. Y es cierto.
LA HERMANA. Estás cansado.
EL HERMANO. Deshecho. Pero lo peor de todo cada vez que lo hago, es esa idea que siempre
me viene a la cabeza antes de dormirme. Esa idea de que quizá no me despierte más. Nunca
más. Esa idea de que quizá mañana sea yo ese cuerpo debajo de un periódico.

IX. IN QUESTO MARE

LA HERMANA. Puedo leerte el poema entero.


EL HERMANO. ¿L’infinito?
LA HERMANA. Sí. Puedo leértelo en italiano. Y también puedo decírtelo.
EL HERMANO. ¿De memoria?
LA HERMANA. De memoria.
EL HERMANO. ¿Desde el inicio?
LA HERMANA. Desde el comienzo.
EL HERMANO. Es uno de mis poetas preferidos.
LA HERMANA. Lo sé.

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EL HERMANO. Uno de mis poemas predilectos.
LA HERMANA. Lo sé. Lo sé. Puedo decírtelo. Para que descanses.
EL HERMANO. Por favor...
LA HERMANA. Sempre caro mi fu quest'ermo colle, e questa siepe, che da tanta parte
dell'ultimo orizzonte il guardo esclude. Ma sedendo e mirando, interminati spazi di là da
quella, e sovrumani silenzi, e profondissima quiete io nel pensier mi fingo, ove per poco il
cor non si spaura. E come il vento odo stormir tra queste piante, io quello infinito silenzio a
questa voce vo comparando: e mi sovvien l'eterno, e le morte stagioni, e la presente e viva, e
il suon di lei. Così tra questa immensità s'annega il pensier mio: e il naufragar m'è dolce in
questo mare.

X. LA HORA DEL LOBO

EL HERMANO. ¿Qué hora es?


LA HERMANA. Dentro de poco va a amanecer.
EL HERMANO. Entonces es la hora…
LA HERMANA. ¿Qué hora?
EL HERMANO. La hora del lobo.
LA HERMANA. Todavía todo está oscuro.
EL HERMANO. ¿Y los demás?
LA HERMANA. Están durmiendo.
EL HERMANO. ¿Todos?
LA HERMANA. Todos.
EL HERMANO. ¿Estamos solos?
LA HERMANA. Solos.
EL HERMANO. Tengo miedo.
LA HERMANA. ¿De qué?
EL HERMANO. No sé.
LA HERMANA. No tenés que tener miedo de nada.
EL HERMANO. Lo sé. Pero tengo miedo igual.
LA HERMANA. ¿Miedo de qué?
EL HERMANO. De que venga un coreano.
LA HERMANA. No seas estúpido.

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EL HERMANO. De que venga un coreano todo lleno de sangre.
LA HERMANA. Tenés que descansar.
EL HERMANO. De golpe…
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. No sé. De golpe pienso que en realidad antes de un texto no hay nada. Que
antes de este texto no hubo nada. No había nada.
LA HERMANA. ¿Y después?
EL HERMANO. Después tampoco. Después tampoco va a haber nada.
LA HERMANA. Entonces antes de Ostia no hay nada.
EL HERMANO. Nada.
LA HERMANA. Y después tampoco.
EL HERMANO. Tampoco.
LA HERMANA. ¿Por qué no te dormís?
EL HERMANO. Es que es la hora. Es la hora del lobo.
LA HERMANA. Dormite.
EL HERMANO. Esa película no la pusimos en la lista.
LA HERMANA. ¿Cuál?
EL HERMANO. La hora del lobo. La de Bergman.
LA HERMANA. Porque no la vimos juntos.
EL HERMANO. Siempre le tuve miedo a esa hora.
LA HERMANA. Yo también.
EL HERMANO. Ya lo sé.
LA HERMANA. ¿Estás oyendo?
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿No oís?
EL HERMANO. ¿Los aullidos?
LA HERMANA. No. Los aullidos no. A ella.
EL HERMANO. ¿A quién?
LA HERMANA. A Raffaella. A Raffaella Carrà. ¿No la oís?
EL HERMANO. No. No oigo nada.
LA HERMANA. Sí. Tratá. Tratá de oír.
EL HERMANO. Es que no oigo nada.
LA HERMANA. Tenés que poder.
EL HERMANO. Ahí. Ahora sí. De a poco la voy oyendo.

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XI. ALFA ROMEO 0.1

LA HERMANA. Cuando leí el título del texto…


EL HERMANO. ¿De cuál?
LA HERMANA. De este. De este texto. Ni bien leí el título cuando me lo mandaste, lo primero
que hice fue ir a la computadora y escribir Ostia. Y la primera palabra que leí en la primera
página que se abrió, fue Pasolini.
EL HERMANO. Fue ahí en donde lo mataron.
LA HERMANA. No lo sabía. Sabía que lo habían matado en la periferia de Roma pero no sabía
que era ahí. Aquí. No sabía que el lugar era Ostia.
EL HERMANO. Sí. Cerca de las ruinas. En la estación balnearia que está frente al mar. En Il
Lido di Ostia. Ese es el lugar exacto en donde lo mataron. Frente al Tirreno. Entre las
dunas de la playa y un descampado.
LA HERMANA. ¿En qué año estamos?
EL HERMANO. Ahora sí te puedo decir el año. El año. El mes. El día. La hora. Estamos en el
año 1975. Es el mes de noviembre. Es un domingo. Un domingo 2 de noviembre. El día de
los muertos. El crimen fue en la noche del sábado al domingo.
LA HERMANA. Hay varias fotos.
EL HERMANO. Hay toda una serie en blanco y negro en las que se puede ver el cuerpo en el
lugar mismo en donde fue asesinado. El cadáver aparece siempre cubierto por algo.
LA HERMANA. Por un periódico.
EL HERMANO. Y por debajo se puede adivinar el cuerpo.
LA HERMANA. ¿Por qué lo matan?
EL HERMANO. Todo es muy turbio. Hay muchas versiones. El caso increíblemente todavía hoy
sigue abierto.
LA HERMANA. ¿Y quién lo hace?
EL HERMANO. No se sabe. No se sabe muy bien si fue un crimen pasional o político. Hay
quienes piensan que el asesinato estuvo relacionado con las investigaciones que Pasolini
estaba realizando para su último libro. Petróleo. Algunos acusan al Estado. Otros a la
extrema derecha. Otros al Partido Comunista Italiano. Incluso hay quienes también acusan
al Vaticano. En todo caso, en ese momento dicen que es un crimen pasional e inculpan a un
joven. Un joven que en ese entonces tenía diecisiete años.
LA HERMANA. El joven de Termini…

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EL HERMANO. Ese mismo. Aparentemente esa noche Pasolini lo habría encontrado en la
estación de trenes de Termini y lo habría invitado a subir a su auto. Supuestamente le habría
propuesto llevarlo hasta la playa de Ostia.
LA HERMANA. ¿Y el joven acepta?
EL HERMANO. Acepta. Se estaba prostituyendo. En esa época Termini está plagada de
prostitutos, travestis, toxicómanos, traficantes. Pasolini va seguido.
LA HERMANA. Dicen que iba casi todas las noches.
EL HERMANO. En todo caso ese sábado va y es ahí que lo encuentra.
LA HERMANA. Estaba buscando a un joven. Un cuerpo joven. Probablemente estaba buscando
sexo.
EL HERMANO. Es posible. La cuestión es que lo invita a subir al auto. A su Alfa Romeo de lujo.
Un Fiat Alfa Romeo todo tapizado en cuero que deslumbra al joven.
LA HERMANA. Seguramente es por eso que sube.
EL HERMANO. El joven lo reconoce. Sabe que se trata de Pasolini. Sabe que se trata del escritor
y director de cine Pier Paolo Pasolini del que la prensa italiana habla todo el tiempo.
LA HERMANA. ¿Y después?
EL HERMANO. Algunas horas después el cadáver de Pasolini aparece con el rostro desfigurado
y el cuerpo destrozado en el terreno baldío de Ostia. Según la versión oficial habría sido
asesinado brutalmente por el joven. Dicen que lo habría atropellado con el Alfa Romeo.
Que le habría pasado varias veces por arriba. El cuerpo aparece todo deshecho. Hay
quienes dicen que hasta es imposible reconocerlo.
LA HERMANA. Hay una foto en la que alguien está levantando el papel de diario y en donde el
rostro aparece todo desfigurado.
EL HERMANO. Ya lo sé.
LA HERMANA. Es una foto en que alguien levanta el diario…
EL HERMANO. ¡No lo hagas!
LA HERMANA. No lo hago.
EL HERMANO. Solo leemos.
LA HERMANA. Solo leemos.
EL HERMANO. Nada más.
LA HERMANA. Solo leemos el texto.
EL HERMANO. Es una foto insoportable.
LA HERMANA. Yo la vi. La vi varias veces la noche en que me mandaste el texto y en que
escribí la palabra Ostia en mi computadora.

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EL HERMANO. No me gusta hablar de esa foto.
LA HERMANA. Entonces no hablamos.
EL HERMANO. Siempre me intriga pensar qué pasó en el Alfa Romeo mientras iban hasta Ostia
por la Via del Mare. ¿De qué hablaron? ¿Qué se dijeron? ¿Hablaron del mar? ¿Del
tapizado del Alfa Romeo? ¿De la cantidad de cilindros del Fiat? ¿Del tiempo? Era una
noche fría de noviembre. ¿Hablaron de eso? ¿De qué pudieron haber hablado? ¿De ellos?
¿De lo que iban a hacer? ¿Se preguntaron qué les gustaba hacer a cada uno? Están sentados
el uno al lado del otro. ¿Se besaron en algún momento? ¿Alguno posó la mano en la pierna
del otro, en esta parte de acá, y de a poco la fue deslizando hacia esta otra parte?
LA HERMANA. No es necesario que hagas el gesto.
EL HERMANO. Está bien.
LA HERMANA. No soporto que un hombre se toque la entrepierna delante de mí.
EL HERMANO. Es una de las primeras cosas que se hace entre dos hombres cuando quieren
excitarse en un auto. Casi siempre es así que empieza todo.
LA HERMANA. Pero no hagas el gesto.
EL HERMANO. Lo que yo estoy tratando de imaginar es qué pasó en ese auto.
LA HERMANA. Pero no es necesario que te lleves la mano a la entrepierna. Dijimos que era una
lectura. Que solo leemos. Que solo leemos el texto.
EL HERMANO. Solo quise imaginar la mano de uno que se deslizaba hacia la entrepierna del
otro.
LA HERMANA. También pueden no haberse tocado. No haber deslizado ninguna mano. No
haberse besado.
EL HERMANO. Es posible. Pero a mí me gusta imaginar que se besaron. Que se tocaron. Que
uno deslizó la mano hacia la entrepierna del otro.
LA HERMANA. También pueden haber hablado de Ostia.
EL HERMANO. Pasolini adoraba las ruinas.
LA HERMANA. Entonces en el trayecto hablan de las ruinas de Ostia. Del Imperio. Del
mármol. De lo poco que queda. El joven le hace preguntas y Pasolini le responde. El joven
quiere visitar las ruinas y Pasolini le propone dormir juntos en su casa frente al mar y al otro
día domingo ir a visitar juntos las ruinas. Para explicarle por medio del mármol la historia
del Imperio. El joven acepta. De esa forma podrán dormir juntos. De esa forma Pasolini
podrá abrazarlo y dormir toda la noche con él.
EL HERMANO. No. No es así. No fue así. No hablaron de Ostia. Ni de las ruinas. Ni del
Imperio. Ni en ningún momento pensaron en dormir juntos. Eso de pronto pasa entre las

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mujeres pero entre los hombres no. Entre nosotros lo único que se hace es deslizar
lentamente la mano hacia la entrepierna del otro. Y es posible que hayan hablado de Ostia
pero solo para evocar la posibilidad de ir durante la noche y poder hacerlo entre las ruinas.
LA HERMANA. Pero no lo hacen. Esa noche no van a las ruinas.
EL HERMANO. No. Siguen de largo hasta Il Lido di Ostia y es ahí, al borde de la playa, que
Pasolini detiene el Alfa Romeo y bajan.
LA HERMANA. ¿Los dos?
EL HERMANO. Sí. Los dos. Según la versión oficial es en ese momento que estalla una pelea
entre ellos. Supuestamente porque Pasolini le habría pedido hacer algo que el joven no
quería hacer. Otros dicen que fue por un asunto de plata. En todo caso es ahí que habría
estallado una pelea entre ellos.
LA HERMANA. Y es ahí que el cuerpo es atropellado por el Fiat.
EL HERMANO. Varias veces. Hasta ser destrozado. En ese momento el joven es acusado de
culpable y va preso. Pero después de cumplir su condena sale de la prisión y habla. Va a un
programa de la Rai y cuenta una nueva versión de los hechos.
LA HERMANA. ¿Qué dice?
EL HERMANO. Que todo eso es mentira. Que fueron otros lo que mataron a Pasolini. Que
aquella noche en la playa de Ostia vio aparecer a tres desconocidos que sacaron a Pasolini
del coche y empezaron a golpearle hasta matarle. Eso es lo que dice. Y que son esos tres
desconocidos quienes atropellan varias veces el cuerpo de Pasolini.
LA HERMANA. La escena es espantosa. El cuerpo ahí. Destrozado. Hecho pedazos.
Irreconocible de tan desfigurado. Todo deshecho debajo del periódico. Yo lo vi. Vi la foto
en la que alguien lo está destapando y en donde aparece su rostro todo ensangrentado.
EL HERMANO. ¡No lo hagas!
LA HERMANA. No. Ya sé. Ya lo sé. Solo leemos.
EL HERMANO. Nada más.
LA HERMANA. Solo leemos el texto. Ya lo sé. Solo quería decir que yo la vi. Esa foto. Yo la vi
varias veces la noche en que escribí la palabra Ostia en mi computadora para buscar
información. Para tratar de comprender por qué este nuevo texto se llamaba Ostia.
EL HERMANO. Entonces lo primero que hiciste cuando recibiste el texto no fue leerlo sino
escribir.
LA HERMANA. Sí. La palabra Ostia… ¿Es verdad?
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Que no paraba de gritar mientras lo masacraban.

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EL HERMANO. Eso no se puede saber.
LA HERMANA. Es mejor pensar que no.
EL HERMANO. Sí. Es mejor.
LA HERMANA. Es mejor solo pensar en el ruido del mar aquella noche.
EL HERMANO. La playa de Ostia está vacía.
LA HERMANA. Es sábado de noche pero la playa está vacía.
EL HERMANO. Y entonces en medio del silencio de la noche solo se escucha el ruido del mar.
Del Tirreno.
LA HERMANA. De todo el Mediterráneo.
EL HERMANO. De golpe… De pronto…
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. No sé… De pronto me entran ganas de no haber estado nunca en Ostia.

XII. EL AÑO DEL ATARI

LA HERMANA. También podemos estar acá.


EL HERMANO. También.
LA HERMANA. Lejos de Ostia.
EL HERMANO. Lejos.
LA HERMANA. Y no ir nunca.
EL HERMANO. Nunca.
LA HERMANA. No pisar esa arena. No mirar nunca ese mar. No haber estado nunca en la orilla
del Tirreno.
EL HERMANO. Pero yo ya fui. Ya estuve. Ya fui varias veces.
LA HERMANA. Sí. Ya sé. Pero también podemos decidir que no. Que nunca fuiste. Que nunca
te tomaste un tren hacia Ostia. Que nunca fuiste hasta ese lugar.
EL HERMANO. Sí. Prefiero.
LA HERMANA. Entonces estamos acá. Estamos acá y en otro año. Podemos estar en el año que
queramos. Podemos estar por ejemplo en el año 1976. Es el año de Nadia Comaneci. El
año de las Olimpiadas de Montreal. Cinco medallas de oro. Yo la imito todo el tiempo.
EL HERMANO. ¿A la Comaneci?
LA HERMANA. De niña siempre quise ser ella. Siempre me gustó ese deporte. No sé. De alguna
manera nos enseña a caer.

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EL HERMANO. O también puede ser el año 1986.
LA HERMANA. También. Ese es el año del cometa Halley. Subimos a la azotea para tratar de
verlo pero no vemos nada.
EL HERMANO. Ese año es también el año del Atari.
LA HERMANA. No. El Atari fue antes. Mucho antes. El Atari fue en el 83.
EL HERMANO. Pasamos tardes enteras jugando.
LA HERMANA. Y siempre te gano. Te deshago. Te elimino.
EL HERMANO. ¿Qué es la guerra fría?
LA HERMANA. Si no te concentrás en el juego nunca vas a ganar.
EL HERMANO. Pero necesito saber qué es la guerra fría. En la tele hablan todo el tiempo de la
guerra fría y yo no sé qué es.
LA HERMANA. Eso ahora no importa. Tenés que concentrarte en el juego. Te estoy reventando.
EL HERMANO. Vos tampoco sabés lo que es la guerra fría.
LA HERMANA. Es una guerra en la nieve.
EL HERMANO. Ah, ¿es eso? Yo pensé que era otra cosa.
LA HERMANA. Si no te concentrás en el juego te voy a ganar de nuevo.
EL HERMANO. ¿Estás segura que el Atari fue en el 83?
LA HERMANA. Segurísima. Fue en el mismo año de los apagones. Cada dos días nos cortaban
la luz y de golpe nos quedábamos sin poder jugar. Lo hacían para intimidar.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Los apagones.
EL HERMANO. A mí me gustaba. Me acuerdo que mamá encendía una vela y nos quedábamos
todos en una misma pieza. Todos juntos. Nadie se alejaba. No sé. Me gustaba. No me
molestaba. Será por eso que me atrae la penumbra. La poca luz. La oscuridad.
LA HERMANA. Es posible. Me acuerdo que una vez te escuché dar una clase sobre la oscuridad.
EL HERMANO. Era sobre la oscuridad y la contemporaneidad.
LA HERMANA. Fue hace unos años. Yo entro al anfiteatro de la Sorbona, me siento en el fondo
de todo y te escucho dar tu clase. Hablás todo el tiempo de un filósofo italiano del que
nunca había oído hablar.
EL HERMANO. Agamben. Giorgio Agamben.
LA HERMANA. De pronto lees un pasaje de uno de sus textos. Tenés el libro abierto entre tus
manos. Así. Y de forma elegante lo lees.
EL HERMANO. El ser contemporáneo es aquel que fija su mirada en su tiempo para percibir no
tanto las luces sino la oscuridad. El ser contemporáneo es aquel que sabe ver esta oscuridad.

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Aquel que es capaz de escribir hundiendo la pluma en las tinieblas del presente. Solo puede
llamarse contemporáneo aquel que no se deja enceguecer por las luces del siglo y alcanza a
percibir en ellas la parte oscura: su oscuridad íntima. Contemporáneo es aquel que recibe
en pleno rostro el rayo de tinieblas que proviene de su tiempo.
LA HERMANA. Yo abro mi libreta y empiezo a sacarte apuntes como si fuera una estudiante
más. Y entonces te miro dar tu clase. Estás bien vestido. Caminás con el libro abierto entre
las manos. Es muy bello verte. Sos claro. Elegante. Preciso. Arrogante. Al final de la clase
les explicás que Giorgio Agamben actuó en una película de Pasolini. ¿Esto es verdad?
EL HERMANO. Sí. Sí. En El Evangelio según San Mateo. Hace de uno de los apóstoles. De
Felipe. Y la virgen María, ¿sabés quién es?
LA HERMANA. La madre, ¿no? La madre de Pasolini.
EL HERMANO. Sí. Pasolini cuenta que cuando la tuvo que dirigir en la escena de la crucifixión,
le djio que lo único que tenía que hacer era pensar en Guido, el hermano que Pasolini había
perdido en la guerra.
LA HERMANA. Está bien… Pero estábamos hablando del Atari y del año 1983.
EL HERMANO. Es cierto.
LA HERMANA. Y en que si no te concentrás en el juego te voy a ganar de nuevo.
EL HERMANO. ¿Estás segura que el Atari fue en el 83?
LA HERMANA. Ya te dije que sí. Lo tengo clarísimo. Fue el año de la enfermedad de mamá.
EL HERMANO. ¿El año del cáncer?
LA HERMANA. Sí. El año de las operaciones. De los injertos. De los hospitales. De los llantos a
escondidas.
EL HERMANO. ¿Se va a morir?
LA HERMANA. De pronto.
EL HERMANO. ¿En serio?
LA HERMANA. Eso es lo que dicen.
EL HERMANO. ¿Quiénes?
LA HERMANA. Los médicos.
EL HERMANO. Creo que prefiero volver…
LA HERMANA. ¿A dónde?
EL HERMANO. A Ostia.

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XIII. ESCENA TRECE

LA HERMANA. Fue en un puerto.


EL HERMANO. Fue un puerto.
LA HERMANA. Fue un puerto.
EL HERMANO. Uno de los más grande de la Antigüedad. El puerto principal del Imperio. En
su momento Ostia es una de las ciudades comerciales más importantes del Mediterráneo. Y
todo alrededor también estaban los famosos salares. De ahí viene la palabra salario.
LA HERMANA. ¿De Ostia?
EL HERMANO. Sí. De los salares. El salario era la bolsa de sal que se les daba a los soldados en
forma de pago.
LA HERMANA. De ahí salía entonces la sal del Imperio.
EL HERMANO. Ostia era la salida y la entrada de todo lo que se iba o llegaba a Roma. Todo lo
que venía de las colonias y de las ciudades del Mediterráneo llegaba por ahí. Ostia era la
entrada de lo que venía de Judea. De Palestina. De Antioche. De Tiro. De Cartago. De
Efesios. De Alejandría. De Tarso. De Pérgamo. Todo pasa por Ostia. Los lienzos y las
especias. Los papiros y los mármoles. Los cereales y las semillas.
LA HERMANA. Todo entra por el puerto.
EL HERMANO. Y también los animales que llegan desde Etiopía. Las fieras que hacen traer los
emperadores para el Coliseo. Los leones. Los leopardos. Los elefantes. Los rinocerontes. Y
también los tigres que traen desde Asia.
LA HERMANA. Y el trigo. También el trigo entra por Ostia.
EL HERMANO. Poco a poco los emperadores la van mejorando.
LA HERMANA. Primero Augusto. Después Tiberio. Luego Claudio. Después Nerón. Trajano.
Adriano.
EL HERMANO. Hasta terminar por convertirla en la gran puerta del Imperio. Con el pasar del
tiempo la van ampliando cada vez más. Termas. Teatros. Templos. Faros. Santuarios.
Necrópolis. Residencias. La ciudad llega a contar con más de cincuenta mil habitantes.
LA HERMANA. Todo llega por Ostia.
EL HERMANO. Desde los mármoles de Numidia hasta los obeliscos que Calígula manda traer
desde Egipto.
LA HERMANA. Es el período del esplendor. Del auge. Del apogeo.
EL HERMANO. Hasta que un día la Malaria también entra por Ostia.
LA HERMANA. ¿También llega?

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EL HERMANO. Sí. De golpe. Un día también llega la enfermedad. Desde el mar. Y entonces es
el fin del apogeo. Del auge. Del esplendor. Ahora es la época del sufrimiento. Del malestar.
Del dolor. La ciudad se empieza a vaciar. Poco a poco la abandonan. La Malaria se vuelve
endémica. La enfermedad se propaga a una velocidad nunca vista.
LA HERMANA. Y el nombre… Malaria… ¿De dónde viene?
EL HERMANO. Mal aire. Del mal aire. Ostia estaba toda rodeada de pantanos y en aquel
entonces creen que el responsable de la enfermedad es el mal aire de las ciénagas. Por eso
el nombre. Mal aire. Pero en realidad los pantanos no tienen nada que ver. La enfermedad
viene de otro lado. Los vectores que la transmiten son una familia de mosquitos.
LA HERMANA. Dicen que son solo las hembras quienes transmiten el parásito.
EL HERMANO. Pero en ese entonces todavía nadie lo sabe. En ese entonces todos piensan que
son los pantanos. El mal aire que se respira en Ostia por culpa de las ciénagas.
LA HERMANA. Y entonces todo se viene abajo.
EL HERMANO. La ciudad empieza a ser abandonada. La actividad comercial se empieza a
terminar.
LA HERMANA. Todo comienza a desmoronarse.
EL HERMANO. Fue por esa época que San Agustín pasó unos días en Ostia antes de embarcarse
para regresar a Cartago. Lo cuenta en sus Confesiones. Y fue ahí mismo en donde su madre
Mónica que lo acompañaba se enfermó y murió. En el libro nueve lo cuenta todo.
LA HERMANA. Cuando estábamos en Ostia Tiberina mi madre murió. Apenas pasados cinco
días cayó en cama por unas fiebres. Una tarde en que con mi hermano acudimos corriendo
a su lecho, nos contempló a los dos y nos preguntó: ¿Enterraréis aquí a vuestra madre? Yo
callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano, en cambio, dijo que él desearía que ella
muriese en su patria y no en tierra extranjera. Y entonces con una mirada severa, ella nos
dijo a los dos: Enterrad este cuerpo en cualquier parte. Que no os preocupe su cuidado.
Tan sólo os ruego esto, que allí en donde estéis, os acordéis de mí.
EL HERMANO. En ese libro cuenta todo. La muerte. El entierro. El desprendimiento. El dolor.
LA HERMANA. Ostia ya no era lo que había sido.
EL HERMANO. Ahora es el fin del esplendor.
LA HERMANA. La decadencia. La promiscuidad. La hambruna.
EL HERMANO. La caída.
LA HERMANA. Todo se termina.
EL HERMANO. Los muelles empiezan a cubrirse cada vez más de arena. Las embarcaciones ya
no pueden atracar más. El puerto cae en desuso. La ciudad es completamente abandonada.

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LA HERMANA. Y el Imperio que se creía invencible es desbaratado cada vez más.
EL HERMANO. En un par de años se cae a pedazos.
LA HERMANA. ¿Y después?
EL HERMANO. Después vienen las invasiones que empiezan a destruir todo. La ciudad de Ostia
es devastada. Saqueada. Hasta que los sarracenos la destruyen por completo.
LA HERMANA. ¿Qué dejan?
EL HERMANO. Poco. Muy poco. Casi nada de lo que fue. La ciudad es ahora un páramo. Un
montón de ruinas que con el tiempo van siendo cubiertas por la arena.
LA HERMANA. La ciudad esplendorosa desparece.
EL HERMANO. Se desvanece por completo.
LA HERMANA. ¿Quién hubiera dicho que un mosquito iba a derribar el Imperio?
EL HERMANO. Parece que el parásito infecta las células hepáticas de la víctima y circula por la
sangre colonizando y destruyendo todos los glóbulos.
LA HERMANA. El cuerpo del colonizador ahora todo colonizado.
EL HERMANO. Nadie hubiera imaginado nunca que el principio del fin iba a ser un mosquito.
LA HERMANA. Y un mosquito hembra. Un mosquito hembra que iba a llegar por el mar.
EL HERMANO. Como su fundador Eneas. El príncipe troyano.
LA HERMANA. ¿Él también llegó por el mar?
EL HERMANO. También. Virgilio dice que fue el primero en poner un pie en las costas de
Ostia después de huir del incendio de Troya.
LA HERMANA. Todo llegó entonces por el mar.
EL HERMANO. Todo.
LA HERMANA. El principio y el fin.
EL HERMANO. Absolutamente todo.

XIV. IL VENERE

LA HERMANA. Es tarde. De noche tarde.


EL HERMANO. ¿Dónde estás?
LA HERMANA. En Termini.
EL HERMANO. ¿En qué año?
LA HERMANA. El año de la caída del muro. Exactamente el mismo día que lo tiran abajo. Y
entonces decido hacerlo.

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EL HERMANO. ¿Por qué?
LA HERMANA. Porque siempre quise. No sé. Siempre quise entrar sola a un cine porno. Ser la
única mujer entre hombres.
EL HERMANO. ¿A cuál vas?
LA HERMANA. Elijo el peor. El más sucio. El que tiene peor pinta. Se llama Il Venere. Está a la
vuelta de Termini. Voy hasta la boletería, compro una entrada y entro. La sala está llena de
hombres de todas las edades. Algunos están de pie en los pasillos. Otros están sentados.
Algunos hasta duermen.
EL HERMANO. ¿Por qué fuiste?
LA HERMANA. Quería entrar. Quería ver. Quería sentir el asco de verlos ahí. Todos tocándose.
La mayoría tienen sus sexos afuera. Algunos se acarician. Otros se masturban. En el fondo
hay unos baños.
EL HERMANO. ¿Vas?
LA HERMANA. Voy. Algunos me siguen. Se tocan la entrepierna y me siguen. Me dicen cosas.
Me susurran cosas. Algunos llegan incluso a rozarme. Pero apenas. Ni bien los siento cerca,
me aparto.
EL HERMANO. ¿Y en los baños?
LA HERMANA. Lo están haciendo. Por todos lados. De a dos. De a tres. De a cuatro. De a
muchos más.
EL HERMANO. ¿Y qué hacés?
LA HERMANA. Mirarlos. Los miro.
EL HERMANO. ¿Y ellos?
LA HERMANA. Se dejan mirar. Les gusta.
EL HERMANO. Seguramente les excita.
LA HERMANA. Es posible.
EL HERMANO. ¿Y después?
LA HERMANA. Después voy hasta la platea y me siento.
EL HERMANO. ¿Entre ellos?
LA HERMANA. No. Un poco apartada. En uno de los laterales. Me siento y miro la película
durante unos minutos.
EL HERMANO. Eso debe excitarles todavía más.
LA HERMANA. Es posible. La calidad de la imagen es buena. Ocho milímetros. La producción
es cuidada. Prolija. Probablemente sea una producción americana. Se puede ver en los
detalles del rodaje. Los actores y las actrices son profesionales. Hacen bien lo que tienen

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que hacer. Son cuerpos perfectos. Hermosos. Jóvenes. Algunos tienen tatuajes. Actúan bien.
Interpretan bien. Son precisos en los movimientos. En los gestos. En los gemidos. Hacen lo
que tienen que hacer sin abusar de ningún artífice. El guión es interesante. Todo pasa
alrededor de una piscina. La piscina de una mansión de lujo que está al borde de un
acantilado. Al fondo se ve el mar. El Mediterráneo. Pareciera que fuera Capri.
EL HERMANO. Si es una producción americana no debe ser ni Capri ni el Mediterráneo.
Probablemente sea algún lugar en California. Santa Mónica. O San Diego. Y el mar
seguramente sea el Pacífico.
LA HERMANA. No. No. Es Capri. Es el Mediterráneo. Se puede ver por la luz intensa del sol.
EL HERMANO. ¿Y todo pasa en torno a la piscina?
LA HERMANA. Algunas de ellas están en el agua. Otras tiradas en las reposeras. Y de a poco van
llegando ellos. En total son más de veinte.
EL HERMANO. ¿Qué hora es?
LA HERMANA. ¿En dónde? ¿En la película, en el cine de Termini o ahora?
EL HERMANO. En Termini.
LA HERMANA. Ya te dije. Es tarde. Muy tarde. Es más de medianoche.
EL HERMANO. Es la hora en que siempre van.
LA HERMANA. ¿Quiénes?
EL HERMANO. Ellos. Todos ellos. Los ragazzi. Esa es la hora en que siempre están ahí. La hora
en que todavía no han encontrado nada.
LA HERMANA. La hora de los desesperados.
EL HERMANO. No. De los desesperados, no. Al contrario. Es la hora de los que todavía no han
perdido la fe. De los que todavía creen que es posible encontrar a alguien. Encontrar otro
cuerpo.
LA HERMANA. Deben ser más de las dos de la mañana. El calor en el cine empieza a ser cada
vez más insoportable. Después de dos o tres escenas, me voy dando cuenta que me empieza
a faltar el aire. Que no puedo respirar. Que estoy toda rodeada de la transpiración de todos
aquellos tipos. Y que ya no soporto más. Que ya no aguanto más aquel lugar que solo huele
a hombre. A esperma. A saliva. A orina.
EL HERMANO. ¿Y entonces?
LA HERMANA. Entonces me levanto y me voy. Salgo de aquel lugar insoportable. Empujo la
puerta y salgo para siempre.
EL HERMANO. ¿Por qué fuiste?
LA HERMANA. Ya te dije. Para ver. Para verlos.

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EL HERMANO. Para sentir el asco.
LA HERMANA. Para sentir el asco. Para sentir el asco y para jurarme que nunca más volvería a
hacerlo.

XV. EL CAMINO A DAMASCO

EL HERMANO. No queda nada.


LA HERMANA. ¿En dónde?
EL HERMANO. En Ostia.
LA HERMANA. Me dijiste que sí…
EL HERMANO. No. No queda nada. De lo que fue, quiero decir, no queda nada. O casi nada.
Solo ruinas. Y algunas construcciones. Muy pocas. Bóvedas. Paredes. Algunas escaleras.
Montones de ladrillos.
LA HERMANA. ¿Y el mármol?
EL HERMANO. Muy poco. La mayoría fue saqueado. Robado. Durante el barroco los
arquitectos se llevaron casi todo el mármol para construir los palacios en Roma. De a poco
le fueron sacando la piel a Ostia. La fueron despellejando. Descuartizando. Despedazando.
En pocos años la destrozan hasta desmembrarla por completo.
LA HERMANA. La historia siempre es así. Una especie de genocidio mineral. Destruir para
volver a construir.
EL HERMANO. Debajo del mármol liso ahora solo queda el ladrillo áspero.
LA HERMANA. Debajo de una piel la otra piel.
EL HERMANO. Todo el esplendor se va ahora a la Roma barroca para levantar nuevos palacios.
Nuevos templos. Nuevos puentes. Y un sin fin de columnatas. Y de vírgenes. Y de piedades.
LA HERMANA. Y de santas en éxtasis… En mi biblioteca también tengo la postal de la Santa
Teresa de Bernini que me mandaste.
EL HERMANO. ¿Te gusta?
LA HERMANA. Mucho. La escultura es perfecta. Sobre todo la expresión del rostro en éxtasis.
Creo que es una de mis obras preferidas de Roma.
EL HERMANO. La mía es una pintura. Una pintura de Caravaggio. La conversión de San Pablo.
No sé. Siempre me impactó. Sobre todo lo que cuenta. Lo que narra. El episodio de la
conversión. El instante mismo en que en medio del camino a Damasco, San Pablo cae del
caballo.

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LA HERMANA. El segundo exacto de la transformación de una cosa en otra.
EL HERMANO. Eso mismo. El momento preciso de la metamorfosis. Dejar de ser alguien para
pasar a ser otro. Dejar de ser Saúl para pasar a ser Pablo. La idea es extraordinaria, ¿no?
LA HERMANA. Otra forma de entrar en éxtasis.
EL HERMANO. Dejar de ser esto para empezar a ser esto otro.
LA HERMANA. Dejar de ser para seguir siendo.
EL HERMANO. O ser y no ser al mismo tiempo.
LA HERMANA. Fue cerca de Ostia que lo decapitaron, ¿no?
EL HERMANO. ¿A San Pablo? Sí. En la ruta Ostiense. Dicen que inclinó su cuello sin decir
nada.
LA HERMANA. No entiendo.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Todo esto.
EL HERMANO. ¿Qué es lo que no entendés?
LA HERMANA. La historia. ¿Cuál es la historia que estamos contando en este texto?
EL HERMANO. Ya te dije que no hay ninguna historia.
LA HERMANA. Pero tiene que haber. Siempre tiene que haber una historia.
EL HERMANO. No. No necesariamente. La ausencia de historia también puede ser una historia.
Solo somos nosotros dos leyendo.
LA HERMANA. Pero algo tiene que pasar.
EL HERMANO. Está pasando algo.
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. Nosotros dos estamos leyendo.
LA HERMANA. ¿Y qué es lo que leemos?
EL HERMANO. Nuestro relato. Una parte. Algunos fragmentos. ¿Te molesta?
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Leernos…
LA HERMANA. Un poco. No sé. No veo el interés.
EL HERMANO. ¿El interés de qué?
LA HERMANA. De escribir sobre sí. De exponerse. De exponernos.
EL HERMANO. Escribir sobre uno es una forma de escribir también sobre los demás.
LA HERMANA. Me parece un exceso de vanidad.

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EL HERMANO. Sin embargo es todo lo contrario. ¿Te acordás aquello que decía Godard?
Aquello de que para hablar de los otros hay que tener la humildad y la honestidad de hablar
de uno mismo.
LA HERMANA. Puede ser pero a mí me resulta un acto puramente vanidoso. Como si no te
hubiera alcanzado con Tebas Land.
EL HERMANO. De pronto estás agresiva.
LA HERMANA. Es que a todo esto le veo algo muy narcisista. Una especie de regocijo en la
contemplación de sí.
EL HERMANO. Narciso no sabe necesariamente que es a él mismo a quien está contemplando.
LA HERMANA. Pero se mira a sí mismo.
EL HERMANO. Pero no lo sabe. Hay incluso una versión del mito que dice que a Narciso se le
había muerto una hermana gemela que se le parecía mucho y que justamente, cuando ve su
reflejo en la fuente lo que cree estar viendo, es el rostro de su hermana muerta.
LA HERMANA. Nunca lo había oído.
EL HERMANO. Y es por eso que iría todo el tiempo a mirarse a la fuente. Como una forma de
calmar su dolor. Finalmente, según esta versión, por medio de su propia imagen Narciso
reencontraría a su hermana.
LA HERMANA. No sé. Igual todo esto me resulta realmente un exceso de amor propio.
EL HERMANO. Sin embargo es todo lo opuesto. Es algo arriesgado. Peligroso. Doloroso. Es
más bien una necesidad…
LA HERMANA. ¿Una necesidad de qué?
EL HERMANO. De construirse. De inventarse. Una necesidad de ir inventándome por medio
del recuerdo.
LA HERMANA. ¿Por medio del recuerdo de qué?
EL HERMANO. De nosotros…
LA HERMANA. Todo esto es exhibicionismo puro. Nada más que eso.
EL HERMANO. Te puedo asegurar que no.
LA HERMANA. Finalmente no sé si tengo ganas de exponerme de esta forma.
EL HERMANO. No nos estamos exponiendo. Al contrario. Todo lo que va surgiendo va siendo
forzosamente ficticio. Pura ficción. Mientras nos vamos contando de a poco nos vamos
inventando. Construyendo…
LA HERMANA. Entonces nada es verdad.
EL HERMANO. No. Nada. O casi nada. La escritura va transformando todo en una ficción.
LA HERMANA. Nada de lo que estamos recordando fue entonces verdad.

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EL HERMANO. A veces sí. A veces no.
LA HERMANA. Esta entonces no soy yo…
EL HERMANO. Y este tampoco soy yo. Solo somos el resultado de algunas palabras ordenadas
en el papel.
LA HERMANA. Entonces nada es nada.
EL HERMANO. Por eso el riesgo. Y el peligro. Por eso también el dolor.
LA HERMANA. ¿Qué dolor?
EL HERMANO. Al mismo tiempo que nos vamos reinventando también nos vamos disolviendo.
Despojándonos de nuestra identidad. Mientras nos vamos contando nos vamos
desintegrando. Mientras nos vamos diciendo nos vamos suicidando en el texto.
LA HERMANA. Ser y no ser al mismo tiempo.
EL HERMANO. Eso mismo. De eso se trata. Esa es la cuestión.

XVI. BEIRUT

LA HERMANA. Entonces también puede ser el año 1981.


EL HERMANO. También.
LA HERMANA. Es el año en que vemos E.T.
EL HERMANO. Y también Mary Poppins.
LA HERMANA. Sí. Sí. Pero es sobre todo el año de E.T.
EL HERMANO. Es posible.
LA HERMANA. Tengo que decirte algo.
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. Sos adoptado.
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. Te estoy diciendo que sos adoptado.
EL HERMANO. Estás mintiendo.
LA HERMANA. Es la verdad.
EL HERMANO. Dejame en paz.
LA HERMANA. Papá y mamá no te lo quieren decir pero sos adoptado. Tus padres son otros.
Tu familia verdadera es una familia muy pobre. Gente muy pobre que como no pueden
alimentarte, te abandonaron.
EL HERMANO. Todo eso es mentira.

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LA HERMANA. Es la verdad. Nadie te lo quiere decir. Todos te lo esconden.
EL HERMANO. ¿Por qué me decís eso?
LA HERMANA. Y ahora parece que tus verdaderos padres quieren venir a buscarte. En realidad
sos como una especie de E.T. Te van a venir a buscar y te van a llevar lejos.
EL HERMANO. ¿A dónde?
LA HERMANA. Creo que a Beirut.
EL HERMANO. ¿Dónde es eso?
LA HERMANA. Es ese lugar que pasan todo el tiempo en la tele. Ese lugar en donde matan
gente todo el tiempo. Ahí es adonde parece que te van a llevar. Y parece que te van a vender
a ese señor con barba que siempre tiene un pañuelo en la cabeza.
EL HERMANO. ¿Quién?
LA HERMANA. Ese que muestran cada vez que hablan de Beirut. Ese que siempre está en un
tanque de guerra. Se llama Arafat. Yasser Arafat.
EL HERMANO. ¿Por qué me decís eso?
LA HERMANA. No sé. Me gustaba asustarte con él.
EL HERMANO. Hubiera preferido que lo hicieras con Reagan o con Thatcher. Ellos también
pasan todo el tiempo en la tele.
LA HERMANA. Pero ellos siempre aparecen bien vestidos. Bien peinados. No tienen barba. Ni
un pañuelo en la cabeza. Ni esa nariz inmensa.
EL HERMANO. Beirut. La palabra me gusta.
LA HERMANA. También es el año de Kramer versus Kramer.
EL HERMANO. Y de la masacre de Sabra y Chatila.
LA HERMANA. De eso la tele no habla.
EL HERMANO. Cientos y cientos de refugiados palestinos masacrados en dos días.
LA HERMANA. Pero nosotros estamos en el cine viendo Kramer versus Kramer. Y no sabemos
nada de Sabra y Chatila.
EL HERMANO. Yo sí sé.
LA HERMANA. Pero más tarde. Mucho más tarde. En ese momentos todos estamos viendo
Kramer versus Kramer. O Mary Poppins. O E.T.
EL HERMANO. O La laguna azul.
LA HERMANA. O La laguna azul. Pero nadie tiene ni idea de la masacre de Sabra y Chatila.
Nadie tiene idea de los cientos y cientos de palestinos asesinados en dos días. Nadie tiene
idea de la masacre a poco kilómetros del Éufrates.
EL HERMANO. Ni de esta otra masacre de este otro lado del Éufrates.

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LA HERMANA. ¿Cuál?
EL HERMANO. La de los cientos y cientos de cuerpos que son arrojados al Río de la Plata desde
los aviones del Ejército Nacional.
LA HERMANA. No. Nadie tiene idea tampoco de esta otra masacre. Estamos todos mirando La
laguna azul.
EL HERMANO. O Kramer versus Kramer.
LA HERMANA. O escuchando Raffaella Carrà. Y convencidos que son coreanos.
EL HERMANO. ¿Quiénes?
LA HERMANA. Ellos.

XVII. ALFA ROMEO 0.2

EL HERMANO. Una vez lo hice de noche.


LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Ir a Ostia.
LA HERMANA. No. Nunca fuiste.
EL HERMANO. Me tomé el tren desde Termini y pasé toda la noche en Ostia. A la intemperie.
LA HERMANA. No. No es cierto.
EL HERMANO. Y al otro día regresé a Roma con el primer tren de la madrugada.
LA HERMANA. No mientas.
EL HERMANO. No miento. O mejor… No. Mejor esa vez no voy en tren. Me alquilo un auto y
voy hasta Ostia en auto. De noche. De noche tarde. Y entonces voy hasta el lugar del
crimen. Estaciono el auto y me quedo allí hasta tarde. Hasta muy tarde. No voy a ningún
hotel ni nada. Descanso un poco en el auto.
LA HERMANA. Eso es todo mentira.
EL HERMANO. Y recién regreso a Roma al otro día de madrugada cuando empieza a amanecer.
LA HERMANA. ¿Qué marca era?
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. El auto que decís que alquilaste.
EL HERMANO. Un Alfa Romeo. Me alquilo exactamente el mismo modelo que tenía Pasolini.
Un Alfa Romeo modelo 1975. Y hago el mismo trayecto. Tomo la Via del Mare y realizo el
mismo recorrido hasta llegar a Ostia. Hasta llegar al mismo lugar en donde fue el crimen. Es
tarde. Es de noche tarde. Estaciono el auto, salgo y me quedo unos segundos allí. En el lugar

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exacto. Ahí mismo. En un momento refresca un poco pero no me voy. Me sigo quedando
ahí. No muy lejos hay una cancha de fútbol. Y entonces lo imagino jugando con los ragazzi.
Luego voy hasta el auto, entro, me recuesto un poco y trato de descansar. Pero siempre ahí.
Siempre en el lugar. Y recién cuando amanece, recién cuando el cielo se empieza a aclarar,
enciendo el Alfa Romeo y regreso a Roma.
LA HERMANA. No es cierto.
EL HERMANO. Es la verdad.
LA HERMANA. No. No lo es. Yo lo sé. Lo sé perfectamente.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Que nunca estuviste en Ostia. Que nada de todo esto es cierto. Que es todo
mentira. Que nunca vimos ningún ahogado en la playa. Que nunca escuchamos juntos a
Raffaella Carrà. Que nunca viste ningún cadáver de gato debajo de un periódico. Que no
hay ningún hotel de putas para coreanos frente al puerto. Yo lo sé. Lo sé perfectamente. Yo
sé que nada de todo esto es cierto.
EL HERMANO. ¿Y entonces?
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. ¿Por qué estamos acá?
LA HERMANA. Por eso mismo. Porque nada es cierto. Porque todo es mentira. Porque nada es
verdad.
EL HERMANO. Entonces nunca estuve en Ostia.
LA HERMANA. No. Nunca. Nunca estuviste en Ostia.
EL HERMANO. Sin embargo yo fui. Y estuve. Varias veces.
LA HERMANA. Sí. Ya sé. Lo sé.
EL HERMANO. Incluso una vez en Ostia supe…
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Que nunca más volvería…

XVIII. HACER DESAPARECER UN CUERPO

LA HERMANA. Cuando lo miro…


EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. No sé. Pienso que podría ser él.

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EL HERMANO. A mí también me pasa lo mismo. Seguramente a él también lo cubrieron con un
papel de diario.
LA HERMANA. No se sabe. No se sabe nada.
EL HERMANO. Pero yo estoy seguro que a él también lo taparon con papel de diario. Antes de
hacerlo desaparecer. Al menos unas horas. Un rato. Tiene que haber habido un momento
en que estuvo muerto y tendido en algún lugar. En algún cuartel. En algún patio.
LA HERMANA. ¿Cómo es posible?
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Que se pueda hacer desaparecer un cuerpo.
EL HERMANO. Mamá habla por teléfono…
LA HERMANA. Alguien le está explicando que el cuerpo de papá está desparecido.
EL HERMANO. La oigo llorar.
LA HERMANA. Yo también.
EL HERMANO. Es de noche tarde.
LA HERMANA. Ahora mamá cuelga el teléfono y se queda llorando sola. Lo hace en voz baja
para que no la escuchemos.
EL HERMANO. Le acaban de decir que no va a volver.
LA HERMANA. La oímos llorar.
EL HERMANO. ¿Me puedo pasar a tu cama?
LA HERMANA. No. Hacete un hombre de una vez por todas.
EL HERMANO. ¿Qué quiere decir estar desaparecido?
LA HERMANA. Que no se sabe en dónde está.
EL HERMANO. ¿Es por eso que mamá está llorando?
LA HERMANA. No hagas preguntas idiotas.
EL HERMANO. Podría ser él.
LA HERMANA. Podría.
EL HERMANO. Estoy seguro que en algún momento su cuerpo debe haber estado así. Todo
tapado. Antes de hacerlo desaparecer estoy seguro que alguien lo debe haber cubierto con
papeles de diario.
LA HERMANA. Eso nadie lo puede saber.
EL HERMANO. Es raro.
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. Solo puedo recordarlo en blanco y negro. Trato de recordarlo en colores pero
no puedo.

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LA HERMANA. A mí también me pasa. Quizás es por eso.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Que nos gusta tanto el cine en blanco y negro.

XIX. MI PRIMERA VEZ

EL HERMANO. Fue una tarde de invierno.


LA HERMANA. ¿En dónde?
EL HERMANO. En la Cinemateca.
LA HERMANA. ¿Con quién vas?
EL HERMANO. Solo.
LA HERMANA. La película no era apta.
EL HERMANO. No. No era apta para menores de dieciocho años.
LA HERMANA. Pero vas igual.
EL HERMANO. Voy igual.
LA HERMANA. ¿Cuántos años tenés?
EL HERMANO. Catorce.
LA HERMANA. ¿Y el portero?
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿Te deja pasar?
EL HERMANO. Sí.
LA HERMANA. No se da cuenta.
EL HERMANO. No. Entonces entro y me siento en el fondo del cine. Medio escondido.
LA HERMANA. ¿Por qué?
EL HERMANO. Porque sé que no está bien. Que no tengo derecho a estar en ese lugar.
LA HERMANA. Y eso te gusta.
EL HERMANO. Me gusta.
LA HERMANA. ¿Y en la sala?
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. ¿Hay más gente?
EL HERMANO. No. No mucha. Muy poca. Casi todos son hombres.
LA HERMANA. Nunca antes habías visto nada de Pasolini.

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EL HERMANO. No. Nunca. Una profesora de literatura me había hablado de sus películas.
Aquella era mi primera vez. La primera vez que veía su cine. Sus imágenes. Sus planos. Su
luz. Su tiempo. Su textura. La película es en blanco y negro.
LA HERMANA. Otra vez…
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. El blanco y negro. Otra vez el blanco y negro.
EL HERMANO. Es cierto.
LA HERMANA. Lo escribiste a propósito.
EL HERMANO. No. Es la verdad. La película es en blanco y negro. Todo es en esos dos colores.
Y las imágenes son intensas. Muy intensas.
LA HERMANA. ¿Qué película era?
EL HERMANO. No importa. Eso no importa. Lo que importa es que esa era mi primera vez. La
primera vez que veía su poesía. La primera vez que veo sus cuerpos desnudos. Sus espaldas.
Sus muslos. Sus torsos. La primera vez que veo sus pieles. Sus labios. Y todo en blanco y
negro.
LA HERMANA. Y eso te gusta.
EL HERMANO. Sí. No sé. Me excita. Todo eso me excita. Todo eso me empieza a excitar cada
vez más. Y entonces lo hago. Ahí mismo. De a poco empiezo a hacerlo.
LA HERMANA. ¿Nadie te ve?
EL HERMANO. No. Nadie. Estoy en el fondo. Un poco apartado. Y entonces puedo hacerlo
tranquilo.
LA HERMANA. Son todos iguales.
EL HERMANO. ¿Quiénes?
LA HERMANA. Ustedes. Los hombres. Son todos iguales.

XX. HACIA EL OESTE

EL HERMANO. Ni bien termino el texto…


LA HERMANA. ¿Cuál?
EL HERMANO. Este. Ostia. Ni bien lo termino te llamo por teléfono.
LA HERMANA. Estoy en Milán.
EL HERMANO. Te llamo al hotel.
LA HERMANA. Te atiendo.

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EL HERMANO. Te felicito por el premio.
LA HERMANA. Es tan feo.
EL HERMANO. Te propongo encontrarnos en Roma.
LA HERMANA. ¿En Roma?
EL HERMANO. Te invito.
LA HERMANA. Tengo tres días libres.
EL HERMANO. Podemos encontrarnos en Roma y pasar tres días juntos.
LA HERMANA. Acepto la invitación.
EL HERMANO. Al otro día yo llego en tren desde París.
LA HERMANA. Nos encontramos en Termini.
EL HERMANO. Reservé un gran hotel. Un cinco estrellas.
LA HERMANA. Estás loco.
EL HERMANO. Tengo plata y no sé qué hacer. Busqué el hotel más caro de Roma.
LA HERMANA. Nos instalamos en dos habitaciones de lujo.
EL HERMANO. Nos llamamos por teléfono todo el tiempo de una habitación a la otra.
LA HERMANA. Desde mi ventana se ve la cúpula de San Pietro.
EL HERMANO. De noche vamos a comer al Trastevere.
LA HERMANA. Es una noche hermosa.
EL HERMANO. Nos vestimos elegantemente y nos vamos a comer a uno de los mejores
restaurantes de Roma.
LA HERMANA. Nos instalan en la terraza.
EL HERMANO. Todos piensan que somos una pareja.
LA HERMANA. La idea nos divierte.
EL HERMANO. Nos pedimos frutos de mar y sentimos todo el yodo del Mediterráneo que
invade nuestra mesa. Dicen que los emperadores comían ostras. Lo cuenta Suetonio.
LA HERMANA. Nos divertimos mientras deshacemos las pinzas de los cangrejos.
EL HERMANO. Te veo devorar los langostinos y lamerte los dedos.
LA HERMANA. Me gusta comer con las manos y después hundirlas en la vasija que nos traen
con agua y limón.
EL HERMANO. Los dos hacemos aquel gesto.
LA HERMANA. Seguramente los emperadores hacían lo mismo.
EL HERMANO. Y entonces mientras hundimos las manos en el agua con limón nos sentimos
antiguos. Nos sentimos realizando un gesto arcaico. Un gesto del Imperio. Después de
comer volvemos caminando al hotel.

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LA HERMANA. Atravesamos toda Roma caminando.
EL HERMANO. Piazza Navona. El Panteón. Via del Corso. De pronto entramos al ghetto.
LA HERMANA. La judería.
EL HERMANO. Y entonces te confieso. Te lo digo.
LA HERMANA. ¿Qué?
EL HERMANO. Siempre quise serlo.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Judío. Siempre quise ser judío.
LA HERMANA. ¿Por qué?
EL HERMANO. No lo sé. Pero siempre quise serlo. Desde chico. Y cada vez quiero serlo más.
LA HERMANA. Nunca me lo habías dicho.
EL HERMANO. Por eso siempre me gusta venir a las juderías. Entrar a los ghettos. Sentirme una
parte de ellos. Imaginar que soy uno de ellos. Y pensar que si lo fuera entonces habría una
Israel para mí. Una tierra prometida. Un lugar adonde ir.
LA HERMANA. Ahora caminamos en silencio.
EL HERMANO. Sin decirnos nada.
LA HERMANA. De a poco salimos. Nos vamos.
EL HERMANO. Salimos del ghetto. Lo dejamos atrás.
LA HERMANA. Y entonces te llevo a tomar un helado frente a la Fontana di Trevi.
EL HERMANO. Siempre me pido el mismo gusto.
LA HERMANA. Yo también.
EL HERMANO. Nos sacamos varios selfies delante de la fuente y hablamos de Fellini. De
Giulietta Masina. De Sofia Loren. De Silvana Mangano. De Stefania Sandrelli. ¿Cuál
preferís de todas?
LA HERMANA. La Magnani. Anna Magnani.
EL HERMANO. Ya sé. Lo sé.
LA HERMANA. Y entonces, ¿por qué me lo preguntás?
EL HERMANO. Me gusta oírte la respuesta.
LA HERMANA. Es una noche maravillosa de verano.
EL HERMANO. Después regresamos al hotel por la Via Veneto y cuando llegamos, no tenemos
ganas de separarnos. Entonces te propongo subir al restaurante que está en la terraza del
último piso para tomar algo y poder ver la ciudad de noche. Me decís que sí y mientras
subís en el ascensor, voy a mi habitación a buscar algo que te quiero mostrar. Luego subo,
nos pedimos dos Martini y nos sentamos en una mesa frente a Roma.

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LA HERMANA. Hace tiempo que no estamos tranquilos. Los dos solos. ¿Estás escribiendo?
EL HERMANO. Sí. Un nuevo texto. Es este que tengo acá.
LA HERMANA. Me imaginé. ¿Cómo se llama?
EL HERMANO. Ostia.
LA HERMANA. ¿Ostia?
EL HERMANO. Sí. Ostia.
LA HERMANA. ¿Como la ciudad?
EL HERMANO. Sí. Como la ciudad.
LA HERMANA. Nunca estuve.
EL HERMANO. Ya sé. Está cerca de acá. A treinta kilómetros.
LA HERMANA. ¿Y la obra pasa toda ahí?
EL HERMANO. Sí y no.
LA HERMANA. ¿Y de qué habla?
EL HERMANO. De nosotros dos. De algunos momentos de nuestra historia.
LA HERMANA. ¿Qué historia?
EL HERMANO. La nuestra. ¿Te molesta?
LA HERMANA. No. Bueno… No sé. No. ¿Por qué me molestaría?
EL HERMANO. ¿Qué se yo?
LA HERMANA. ¿Y por qué Ostia?
EL HERMANO. No lo sé. Me gusta el nombre. Ostia.
LA HERMANA. ¿Y hay muchos personajes?
EL HERMANO. Solo nosotros dos.
LA HERMANA. ¿Con nuestros nombres?
EL HERMANO. No lo sé. Eso no importa.
LA HERMANA. Es un poco raro.
EL HERMANO. Cuando me puse a escribir sobre toda una parte de mi pasado, me fui dando
cuenta que no podía hacerlo sin que aparecieras todo el tiempo. Algo así como si el haber
vivido tantas cosas juntos, me obligara a tener que hacerte vivir también en este texto.
LA HERMANA. Quiero leerlo.
EL HERMANO. ¿Te gustaría hacerlo?
LA HERMANA. ¿Yo? Sí. Claro. ¿Con quién?
EL HERMANO. Conmigo.
LA HERMANA. ¿Contigo?
EL HERMANO. Sí. Conmigo.

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LA HERMANA. Cada uno hace de cada uno.
EL HERMANO. Claro. Así somos el personaje y nosotros al mismo tiempo. Finalmente nadie
más que nosotros puede ser nosotros, ¿no?
LA HERMANA. ¿Y vas a actuar?
EL HERMANO. No. Actuar no. Lo leemos. Lo leemos juntos. Cada uno en su escritorio. La idea
es que las únicas dos personas que podamos leerlo seamos nosotros y nadie más. No sé. Me
gusta la idea de que sea un texto que el día que nosotros desaparezcamos también
desaparezca. Algo así como si se tratara de un texto tan efímero y mortal como nosotros
dos. Un texto que también pueda morir con nosotros. Un texto que solo pueda existir
mientras nuestros dos cuerpos puedan estar aquí y ahora.
LA HERMANA. Me gusta.
EL HERMANO. ¿Qué cosa?
LA HERMANA. Todo. La idea. La exclusividad. La lectura. Que sea nuestra historia. Ostia. Es
una palabra bella. Me gusta.
EL HERMANO. A mí también.
LA HERMANA. ¿Puedo leer el principio?
EL HERMANO. Claro.
LA HERMANA. Podríamos…
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. No sé. De pronto podríamos leerla juntos.
EL HERMANO. ¿Ahora?
LA HERMANA. Sí. Ahora. ¿Por qué no?
EL HERMANO. ¿Te parece?
LA HERMANA. No sé. De pronto me dieron ganas. ¿En qué dirección queda?
EL HERMANO. ¿Qué?
LA HERMANA. Ostia.
EL HERMANO. En aquella. Allá. Hacia el Oeste.
LA HERMANA. ¿El Oeste es allá?
EL HERMANO. Sí. Allá. Una vez mamá me escribió una carta diciéndome que el Norte y el Sur
existían pero que el Este y el Oeste en realidad no existían.
LA HERMANA. Y es cierto. Es verdad. En realidad no existen.
EL HERMANO. Puede ser. En todo caso Ostia queda hacia allá. Hacia el Oeste.
LA HERMANA. ¿Vamos?
EL HERMANO. Vamos.

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LA HERMANA. Empieza el hermano…
EL HERMANO. ¿Empezamos?
LA HERMANA. Empezamos.
EL HERMANO. Son veinte escenas.
LA HERMANA. ¿Qué hora es?
EL HERMANO. La hora de empezar.
LA HERMANA. Bien. Podría ser ayer.
EL HERMANO. Es ayer.
LA HERMANA. Sin embargo es hoy.
EL HERMANO. También es hoy.
LA HERMANA. ¿Qué pasa?
EL HERMANO. Es extraño.
LA HERMANA. ¿Qué cosa?
EL HERMANO. Esta sensación de saber que ellos están ahí. Esperando. Esperándonos.
LA HERMANA. Es una cuestión de costumbre.
EL HERMANO. Es posible. De todos modos es extraño. No sé. Todo esto me resulta extraño.
LA HERMANA. Es extraño sí.

FIN

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