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Tres años han pasado desde la llegada del COVID -19 a nuestras vidas. Todo cambió.
Nuestra forma de vivir cambió. Nosotros cambiamos y junto a nosotros cambiaron
nuestras necesidades y preferencias.
Las medidas de prevención, las medidas sanitarias, el aislamiento social y la posterior
cuarentena, conllevaron significativos cambios en nuestra realidad. Se inició un proceso
de transformación: hablamos de cómo nuestros hogares, se convirtieron en mundos
propios para cada uno de nosotros.
Dentro de una casa distintas realidades se encontraban sucediendo simultáneamente. Para
los adultos que empezaron a practicar el home office, su casa se convirtió en su lugar de
trabajo. Para los niños, adolescentes y jóvenes que iniciaron con la educación a distancia
o educación virtual, la casa se convirtió en el salón de clases. En todos los aspectos, ya
sea el educativo, el laboral, el recreativo, el de salud, etc. El común denominador es la
realización de cada actividad mediante la difusión de datos desde los dispositivos
electrónicos.
Todo lo expuesto, en conjunto, se debe y propicia el surgimiento de dos conceptos
principales: El internet de las cosas y las casas inteligentes.
El internet de las cosas hace referencia a objetos que tienen la capacidad de
transferir data a través de una red sin la intervención del ser humano. Es decir, está
presente en productos que tienen microprocesador y son capaces de tomar y transmitir
datos, así como conectarse a otros dispositivos todo de manera remota.
Esto puede ser de dos tipos: los que tienen conexión de largo alcance como
nuestro teléfono celular con la red 5g y las que tienen conexión de corto alcance como la
pulsera de actividad o un smartphone a través de bluetooth.
Uno de los primeros indicios de este modo de conexión entre objeto y red sucedió a inicios
de 1980 en donde David Nicholls se encontraba en su oficina, en la Universidad de
Cambridge, Mellon, en EE. UU. y quería una gaseosa. La larga distancia entre su espacio
de trabajo y la máquina expendedora más cercana le hizo pensar en ¿qué pasaría si pudiese
saber el stock de la máquina antes de hacer todo el recorrido? así fue como él y unos
amigos a través de sensores y una conexión ARPANET, es decir, una red de
computadoras que funcionaba como medio para enviar mensajes militares, lograron que
la máquina expendedora enviara la información sobre su contenido y su temperatura.
Pero no es hasta 1999, cuando Kevin Ashton ejecutivo de OIT center acuñó el término
cuando hizo una presentación para Procter & Gamble. Él intentaba hacer más fácil el
entender la idea de usar el sistema de almacenamiento remoto RFID (La Identificación
por Radio Frecuencia) para supervisar la cadena de suministro transmitiendo la identidad
de un objeto mediante ondas de radio.
En la actualidad el internet de las cosas se usa en diversas industrias por ejemplo en
logística para poder conocer dónde se encuentra cada camión de transporte, qué objetos
están dentro de un container y la información de estos de esa manera se pueden optimizar
rutas abaratar costos o añadir seguridad.
A partir del internet de las cosas nacen conceptos como la definición de los gadgets, que
son herramientas o artefactos tecnológicos y no tecnológicos orientados a contribuir con
las actividades cotidianas. Y el concepto de las casas inteligentes, donde puedes controlar
la iluminación, temperatura ambiente la de una refrigeradora y otros electrodomésticos a
través de internet.
Definitivamente el internet de las cosas nos permite tener un acceso fácil a información
en tiempo real y con mucha rapidez, pero al tener todos estos objetos conectados a internet
toda nuestra data personal se almacena en una nube un espacio donde nuestra
información queda más expuesta en el caso de no tener las medidas de seguridad
necesarias. Por eso muchas compañías en la actualidad invierten mucho en su
ciberseguridad para evitar los ciberataques.
De acuerdo con la web Tech Jury 127 nuevos objetos son conectados a internet cada
segundo. En el 2019 había 26.7 millones de objetos con capacidad IDC (Internet de las
cosas) conectadas y se espera que para 2025 haya 75 billones.