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Jornadas Andinas de la Sociedad Teosófica - Cacheuta - Mza

Construyendo el Sendero
“El sendero de regeneración humana” no es sólo una bella frase literaria de anhelos por la conquista
de virtudes, sino que tiene profundas implicancias prácticas; acercando al sincero buscador, sea cual
sea su particular grado de evolución, a la vivencia de los eternos principios universales en el
cambiante escenario de su propia realidad cotidiana, en la cual él deberá aportar su genuina
contribución a su entorno en la medida que internamente se decida a caminarlo. Pero se dará cuenta
ni bien se decida, que para caminarlo, en cada paso hay que construirlo.

Extractos sobre el Sendero (día sábado 16hs)

Tratando del sendero, no estamos en aquellas regiones de la religión exotérica que tratan del cielo y
del infierno. La vida a que el sendero conduce al peregrino, no es la vida de los goces del cielo: es
aquella vida de que habla el cuarto Evangelio, cuando dice: "El conocimiento de Dios es la
vida eterna", vida que no se cuenta por edades sin límites, sino que envuelve un cambio de actitud
del hombre; que no significa tiempo, sino una vida que está más allá del tiempo; que no se mide
por salidas y puestas de soles, ni aun cuando aquellos amaneceres y puestas fueran inmortales,
sino que representa aquella serenidad perfecta que significa la unión con Dios, en cuyo tiempo es
sólo un paso el incidente de la existencia, siendo la siempre presente realidad la verdadera vida del
espíritu. Annie Besant “el sendero de iniciación”

…el Sendero probatorio es una etapa conducente al Sendero propiamente dicho que comienza en la
primera iniciación. Los libros orientales describen estos senderos impersonalmente, como si
no interviniese el Maestro. Se formula la siguiente pregunta:
« ¿Cómo viene a este sendero probatorio un hombre mundano y cómo llegó a conocer
la existencia del sendero?»
Señalan los libros cuatro causas, de las que una sola basta para determinar la entrada en el sendero
probatorio.
Primera, por el conocimiento y trato de alguien ya interesado en el asunto. Por ejemplo, algunos de
nosotros podemos haber sido frailes o monjas en la edad media y habernos tratado con un abad o
abadesa que tuviera ya un conocimiento tan profundo de la vida interna como el que tuvo Santa
Teresa, deseando vivamente poseer el mismo conocimiento, sin el menor propósito egoísta, ni
pensando en la importancia o satisfacción personal que pudiera allegarnos sino tan sólo en el placer
de auxiliar al prójimo como veíamos que el abad lo auxiliaba con su profundo discernimiento.
Semejante anhelo en aquella vida, seguramente nos relacionaría en la próxima encarnación con las
enseñanzas sobre el asunto.
En los países occidentales, el único medio de adquirir los conocimientos referentes a la vida interior
es el de leer libros teosóficos o ingresar en la Sociedad Teosófica. Hay tratados de índole
mística y espiritualista que exponen con alguna amplitud dichas enseñanzas, pero no
conozco ninguno que tan clara y científicamente las puntualice como la bibliografía teosófica ni
sé de obra alguna tan copiosa como La Doctrina Secreta. Por supuesto que los libros sagrados de
la India y de otras naciones tratan prolijamente del asunto, pero de un modo difícil de entender para
los occidentales. Cuando después de muchas obras teosóficas leemos las buenas traducciones de los
orientales hallamos en ellas nuestras enseñanzas teosóficas. Así tenemos que uno de los medios de
acercarse al sendero es el trato y relación con quienes ya lo están hollando.

Otro medio es el de leer u oír algo sobre el asunto. Yo conocí las enseñanzas teosóficas el año
1882 por haber leído El Mundo oculto y El Budismo esotérico de Sinnett. Instintivamente
comprendí que estos libros decían verdad, y la acepté con el encendido anhelo y la deliberada
intención de aprender cuanto pudiese sobre el asunto aunque para ello hubiera de recorrer todo el
mundo.

El tercer medio de acercarse al Sendero que mencionan los libros orientales es el del
acrecentamiento intelectual. A fuerza de mucho pensar puede uno comprender los
principios teosóficos, aunque me parece que rara vez se logra por este medio.

El cuarto, es el dilatado ejercicio de la virtud y la práctica del bien en cuanto alcance el conocimiento
del individuo, quien, por lo tanto recibirá cada vez más luz.

La Etapa previa al ingreso en el Sendero consta de cuatro pasos bien definidos:

 Hombre de Ideales: Aquel en el cual el altruismo empieza a brillar en su conciencia


 Discípulo en Probación
 Discípulo Aceptado
 Hijo del Maestro

La palabra sendero como metáfora evoca el proceso interno de la conciencia de aquel individuo que
resueltamente “decide” ir en busca de la verdad

Por lo tanto, ¿es un proceso de metempsicosis psicológica y fisiológica invocado por el propio
aspirante a la sabiduría y no depende de nadie más que de sí mismo?

¿Cuál es la relación correcta que debe haber en la mente del aspirante con relación a la idea de
“maestro – discípulo” de manera de no generar autoengaño, falsas expectativas ni dependencia
externa?
En el antiguo oriente, a la persona que se proponía recorrer el sendero se lo conocía con el término
de “sanyasi”. ¿Cómo podemos aplicar su significado al contexto occidental de la vida cotidiana?

La Biblia del sanyasi es el Bagavad Guita, el cual es un tratado de yoga aplicado a un proceso de
combate a muerte entre facciones que son familiares, elegido o decidido de forma voluntaria. Un fiel
símbolo de un proceso interno vivido por el candidato.

“Los maestros y el sendero” de C.W.Leadbeter

Antahkarana o Antaskarana (Sánsc.) – Este término tiene varios significados, que difieren en
cada secta y escuela de filosofía. Así es que Zankarâchârya traduce esta palabra en el sentido de
“entendimiento”; otros, en el de “órgano o instrumento interno, el Alma, formada por el principio
pensador y el egotismo [ahankâra]”; mientras que los ocultistas lo definen como el sendero o
puente entre el Manas superior y el inferior, el Ego divino y el Alma personal del hombre. Sirve
como medio de comunicación entre ambos y transmite desde el Ego inferior al superior todas
aquellas impresiones personales y aquellos pensamientos de los hombres que pueden, por su
naturaleza, ser asimilados y retenidos por la Entidad imperecedera y ser hechos así inmortales con
ella, siendo ellos los únicos elementos de la pasajera Personalidad que sobreviven a la muerte y al
tiempo. Así es lógico que sólo aquello que es noble, espiritual y divino en el hombre pueda en la
Eternidad dar testimonio de haber vivido. [Los factores o principios internos Buddhi, Ahankâra y
Manas, considerados colectivamente, constituyen el “órgano interno” (antahkarana) o Alma, cuya
actividad, a diferencia de la de los sentidos, se extiende no sólo a lo presente, sino también a lo
pasado y venidero. Los tres principios indicados forman, por decirlo así, los tres lados de un
triángulo cuya suma es el Chitta (mente, pensamiento, inteligencia), con lo cual se realiza la idea de
la trinidad en la unidad]. [Es la “mente” considerada como un sentido o como un medio de
conocimiento. – Bhagavân Dâs]
Glosario Teosófico

Las Cualidades o Portales del Sendero ( según “la voz del silencio”)
...Una sombra se mueve, sinuosa como los anillos de una serpiente que repta [...] Crece, se hincha
y desaparece en la oscuridad.” Es la sombra de ti mismo fuera del Sendero, proyectada en la
oscuridad de tus pecados.

“Sí, Señor; veo el SENDERO; su base en el fango, sus cumbres perdidas en la gloriosa luz del Nirvana.
Ahora veo los Portales que se hacen más y más angostos a lo largo del sendero áspero y espinoso
hacia Gnyana.”(Conocimiento, Sabiduría).

Ves bien, Lanoo. Estos Portales conducen al aspirante a través de las aguas, a “la otra orilla”. Cada
Portal tiene una llave dorada que abre su puerta y estas llaves son:

1. DÂNA, la llave de caridad y de amor inmortal.


2. SHÎLA, la llave de Armonía en la palabra y en la acción, la llave que contrabalancea la causa y el
efecto, dejar ningún espacio a la acción Kármica.

3. KSHANTI, la paciencia tierna que nada puede alterar.

4. VIRAGA o VAIRAGYA, indiferencia al placer y al dolor, conquistada la ilusión, es percibida sólo la


verdad.

5. VIRYA, la energía indómita que abre su brecha hacia la VERDAD suprema, desde el fango de las
mentiras terrenales.

6. DHYÂNA, cuya puerta de oro, una vez abierta, conduce al Narjol16 hacia el reino del eterno Sat y a
su contemplación incesante.

7. PRAJNA, la llave que hace del ser humano un dios, convirtiéndolo en un Bôdhisattva, hijo de los
Dhyânis.

Tales son las llaves de oro de los Portales. Antes de que puedas acercarte al último, Oh tejedor de tu
libertad, debes dominar estas Pârâmitas de perfección, las virtudes trascendentales cuyo número es
seis y diez, a lo largo del Sendero penoso.

Debes estar preparado a responder al Dharma, la ley firme, cuya voz te preguntará a tu primer paso,
a tu paso inicial:

“¿Has cumplido con todas las reglas? ¡Oh tú de esperanzas elevadas!”

“¿Has armonizado tu corazón y tu mente con la gran mente y corazón de la humanidad? Ya que:
como en la voz rugiente del Río sagrado reverberan todos los sonidos de la Naturaleza, así el corazón
de ‘quien quiere entrar en la corriente,’ debe vibrar en respuesta a todo suspiro y pensamiento de lo
que vive y alienta.”

La voz del Silencio – De H.P. Blavatsky

Las Cualidades a desarrollar ( según “A los Pies del Maestro”)

VIVEKA Discernimiento o recta visión según el buddhismo. significa la apertura de las puertas de la
mente o más bien el escape por la puerta de la mente. Esta es una muy apropiada expresión, puesto
que el discernimiento deriva de que nuestra mente se ha abierto de modo que podamos distinguir
entre lo real y lo ilusorio, lo apetecible y lo desdeñable y entre los pares de opuestos.
VAIRAGYA Desapego o des-apasionamiento. Preparación para actuar en el mundo oculto,
aprendiendo a obrar bien por exclusivo amor al bien. Esto implica el logro de una superior
indiferencia en que ya no preocupa el resultado o fruto de la obra, lo cual equivale a indesideración
aunque expresado en distinta forma.
SATSAMPATTI Buena Conducta. Consiste de seis cualidades:
SAMA Control de la mente. Significa quietud y es aquella calma y pureza de
pensamiento que proviene del completo dominio de la mente. Es cualidad dificilísima de lograr, y sin
embargo de todo punto necesaria, porque a menos que la mente actúe en completa obediencia a la
voluntad no podrá ser útil instrumento de la obra del Maestro. Esta cualidad incluye a la par el
dominio propio y la calma necesaria para actuar en el mundo astral.
DAMA Control en la acción. Significa subyugación. Es el dominio y por
consiguiente la pureza de palabras y acciones. Deriva necesariamente de la cualidad anterior.
UPARATI Tolerancia. Significa cesación y consiste en desechar toda mojigatería
y también desechar la creencia en la necesidad de las ceremonias prescritas por tal o cual religión, a
fin de que el aspirante logre la independencia de pensamiento acompañada de generosa tolerancia.
TITIKSHA Paciencia, Alegría. Consiste en sufrir gozosamente todo cuanto el
karma nos depare y desprendernos de las cosas mundanas siempre que sea necesario. También
incluye la carencia de rencor o resentimiento por los agravios recibidos, pues sabe el candidato que
quienes le agravian son instrumentos de su propio karma.
SAMADHANA Aspiración Unica. Significa asiduidad y consiste en la firmeza de
propósito y conducta,de suerte que la tentación no pueda en modo alguno desviar del sendero al
candidato.
SRADHA Fe o Confianza. Equivale a fe y estriba en la confianza en el Maestro y
en uno mismo, es decir, que se considera al Maestro como un instructor competente, y aunque el
discípulo desconfíe de sus propias facultades tiene en su interior la chispa del fuego divino que
cuando se convierta en llama lo capacitará para hacer cuanto hace el Maestro.

MUMUSHUTVA Amor. Vehemente deseo de liberación de la rueda de muertes y nacimientos,


mientras que los budistas la denominan anuloma, equivalente a orden o sucesión y significa que es
una cualidad derivada de las otras tres.

De la comparación de los diversos sistemas se infiere que son fundamentalmente las mismas las
cualidades que el candidato ha de cultivar para predisponerse a la primera iniciación, por más que de
pronto parezcan diferentes.

Es muy fácil ser teósofo, pues puede serlo cualquiera de medianas facultades intelectuales,
aficionado a la metafísica, de conducta pura e inegoísta, que mayormente se goza en prestar que en
recibir auxilio, que siempre está dispuesto a privarse de su gusto en bien de los demás, y sea amante
de la verdad, la bondad y la sabiduría en sí mismas y no por el provecho que prometan allegar.
Pero muy distinto es entrar en el sendero que conduce al conocimiento de lo que debe hacerse,
discerniendo acertadamente entre el bien y el mal; y también conduce al hombre al punto en que le
es posible hacer cuanto bien desea, sin ni siquiera a veces levantar en apariencia un dedo de la
mano.

Así pues, ¿qué condiciones se requieren para ser estudiante de la Sabiduría divina?

Porque conviene advertir que no es posible instrucción alguna sobre este punto a menos que
durante los años de estudio se satisfagan y rigurosamente se cumplan determinadas condiciones.
Éste es un requisito indispensable y sine qua non. Nadie sabrá nadar si no se arriesga en aguas
profundas.
Ninguna ave puede volar antes que le crezcan las alas y disponga de espacio para moverlas y de valor
para lanzarse al aire. Quien quiera manejar una espada de dos filos debe saber esgrimir a la
perfección el florete para no herirse, o lo que es peor, dañar a otros al primer intento.

“...Los medios más eficaces de adquirir conocimiento y disponerse a recibir la sabiduría superior son
la meditación, la abstinencia, el cumplimiento de los deberes morales, los pensamientos apacibles,
las palabras amables, las buenas acciones y la benevolencia hacia todo, con entero olvido de sí
mismo.”

“...quien desee ser estudiante (de la Sabiduría Divina) debe tener primero la fortaleza suficiente para
matar en su corazón todo sentimiento de aversión y antipatía hacia los demás.”

“Quienes se quejan de haber aprendido poco en la Sociedad Teosófica, fijen su atención en la


siguiente sentencia entresacada de un artículo publicado en la revista Path, de febrero de 1888:
"En cada uno de los grados, la clave está en el mismo aspirante.””

“Sin embargo, el interés del lector se concentrará probablemente, en quienes sienten invencible
atracción hacia el Ocultismo, aunque todavía no hayan subyugado sus pasiones ni mucho menos
sean verdaderamente inegoístas. ¿Cómo proceder con estos desgraciados a quienes así desgarran
por mitad fuerzas antagónicas? Porque demasiadas veces se ha dicho para que haya que repetirlo, y
es cosa evidente para cualquier observador, que una vez despertado de veras en el corazón del
hombre el anhelo por el Ocu1tismo, no le queda esperanza de paz ni lugar de descanso y consuelo
en el mundo. Una incesante y roedora inquietud, que no puede apaciguar, lo empuja a las más
desoladas y ásperas circunstancias de la vida. Su ánimo es demasiado pasional y egoísta para
permitirle el paso por las Puertas de Oro, y no halla paz ni descanso en la vida ordinaria. Así pues,
¿ha de caer inevitablemente en hechicería y magia negra y acumularse durante muchos años un
karma terrible? ¿No hay otro camino? Seguramente lo hay. No aspire a mayores cosas que las que
se sienta capaz de cumplir. No eche sobre sus hombros una carga demasiado pesada. Aunque no
llegue a ser un Mahatma, un Buddha o un gran santo, si estudia la filosofía y la ciencia del alma
podrá ser un modesto bienhechor de la humanidad, por más que carezca de facultades
"sobrehumanas", pues los siddhis o facultades del arhat se reservan únicamente para los capaces de
consagrar su vida al cumplir al pie de la letra de los terribles sacrificios que su adquisición requiere.
Ha de saber y recordar para siempre que el verdadero Ocultismo o Teosofía es la incondicional y
absoluta renunciación de la personalidad en pensamiento y obra. Es altruismo, y quien lo practica
queda enteramente escogido de entre las filas de los vivientes, tan luego como se entrega a la obra,
porque "no vive para él sino para el mundo".”

En el santuario de nuestra alma, el "Maestro" es el "Yo superior", el divino Espíritu cuya conciencia
deriva y se funda en la Mente (por lo menos durante la vida mental del hombre), a la que llamamos
alma humana o alma personal (pues el alma espiritual es vehículo del Espíritu) . A su vez el alma
personal está constituida en su aspecto superior por aspiraciones espirituales, voliciones y amor
divino; en su aspecto inferior, por deseos animales y pasiones terrenas, comunicadas por su contacto
con el cuerpo astral que es el asiento de todas ellas. Por lo tanto, el alma personal es el enlace o
eslabón entre la naturaleza animal del hombre, que la razón procura dominar, y la naturaleza
espiritual hacia la que aquella propende cuando logra ventaja en su lucha con la naturaleza animal.
Esta última es la instintiva alma animal, madriguera de las pasiones que el imprudente entusiasmo
arrulla en su pecho en vez de matar. ¿cómo esperar que la cenagosa corriente de la cloaca animal se
convierta en el cristalino manantial de las aguas de la vida ? ¿A qué terreno neutral pueden relegarse
las pasiones, sin que afecten al hombre? Las violentas pasiones de amor y lujuria se mantienen vivas
en su cuna, es decir: en el alma animal porque tanto el aspecto superior como el inferior de la mente
o alma humana rechazan a semejantes huéspedes, aunque no puedan evitar el rozarse con ellos
como vecinos. El Yo superior o Espíritu es tan impermeable a los malos sentimientos como incapaz el
agua de mezclarse con el aceite o cualquier otro líquido impuro y grasiento. El único lazo con el
hombre y el Yo superior es la Mente, la única que puede contaminarse y está en incesante riesgo de
que las ;adormecidas pasiones despierten en cualquier momento y la arrastren al abismo de la
materialidad.
¿Cómo puede concertarse con la divina armonía del Yo superior, si esta armonía está
quebrantada por la presencia de las pasiones animales en el santuario?

¿Cómo es posible que la armonía prevalezca y triunfe, cuando la mente está contaminada y
turbada por el torbellino de las pasiones y los terrenales deseos de los sentidos corporales y del
hombre astral?
Porque el cuerpo astral no es compañero del Yo superior, sino del cuerpo terreno. Es el lazo entre el
manas inferior y el cuerpo físico; el vehículo de la vida transitoria, no de la inmortal. Como sombra
proyectada por el hombre, sigue servil y mecánicamente sus movimientos e impulsos,
propendiendo, p)r la tanto, a la materia, sin ascender jamás hacia el Espíritu. La unión con el Yo
superior sólo puede cumplirse cuando anulada la fuerza de las pasiones, quedan trituradas y
aniquiladas en la retorta de una inflexible voluntad; cuando no sólo han muerto las concupiscencias
y ansias de la carne, sino que, muerta asimismo la personalidad, se invalida el cuerpo astral, que
refleja al hombre triunfante y no a la codiciosa y egoísta personalidad. Entonces el brillante
Augoeides, el divino Yo, vibra en consciente armonía con los dos polos de la entidad humana: El
hombre de purificada materia y la siempre pura alma espiritual. El hombre permanece en presencia
y para siempre se une íntimamente con el Yo superior, con el Maestro, el Cristo de los gnósticos.
Así pues, ¿ cómo le sería posible al hombre entrar por la angosta puerta "del Ocultismo", estando sus
cotidianos pensamientos ligados a todas horas con las cosas terrenas, con deseo de poderío,
concupiscencias, ambiciones y deberes que, si bien honrosos, no dejan de ser terrenos?

Sólo el altruismo, no el egoísmo, ni aun en su más noble y legítimo concepto, puede conducir al
hombre a identificar su individual Yo con el Yo universal. El verdadero discípulo del verdadero
Ocultismo ha de consagrarse a la obra de satisfacer las necesidades de la humanidad si quiere
adquirir la Theo-Sophia o Sabiduría divina y Conocimiento.

El Dios en nosotros, esto es, el Espíritu de amor y verdad, de justicia y sabiduría, de bondad y poder,
ha de ser nuestro verdadero y constante amor; nuestra única confianza; nuestra única fe, que firme
como una roca nos sirve de apoyo; nuestra sola esperanza, que nunca nos engañará aunque todo
perezca; y el único logro a que aspiremos con nuestra paciencia, esperando gozosamente, hasta
agotar nuestro mal karma, que la presencia del divino Redentor se revele en nuestra alma.
El contento es la puerta por donde ha de entrar el Redentor, porque quien está descontento de sí
mismo lo está también de la ley que lo ha hecho tal como es; y siendo Dios de por Si, la ley, no podrá
revelarse en quienes están descontentos de Él.
Si admitimos que nos hallamos en la corriente de evolución, debemos considerar que son para
nosotros justas todas las circunstancias en que nos hallemos; y esta consideración será nuestro
mayor auxilio cuando fracasemos en el cumplimiento del deber, pues no podemos adquirir de
ningún otro modo la serenidad que tanto recomienda Krishna. Si todo nos saliere a la medida de
nuestro deseo, no echaríamos de ver ningún contraste. También es posible que por estar nuestros
planes ignorantemente y, en consecuencia, erróneamente trazados, la benéfica Naturaleza no
permite que los realicemos. No se nos vituperará por el plan; pero engendraremos mal karma si no
nos resignamos a la imposibilidad de llevarlo a cabo. Si estáis por entero abatidos, será porque antes
decayeron vuestros pensamientos. Puede un hombre estar encarcelado, y, sin embargo, trabajar en
favor de una causa. Así os exhorto a que eliminéis de vuestra mente todo disgusto por las
circunstancias en que os veáis, y si conseguís considerarlas según las miras de vuestro Yo superior,
no sólo vigorizarán vuestros pensamientos, sino que se reflejarán en vuestro cuerpo y lo
fortalecerán.
Como dice "La voz del Silencio": Ten paciencia, candidato, y no temas el fracaso ni solicites el éxito.
La energía acumulada no puede aniquilarse, sino que se transmuta en otras modalidades de
actuación; y como no es posible que permanezca por siempre inactiva, continúa existiendo. Por lo
tanto, es inútil resistir a una pasión que no podemos dominar. Si no derivamos por otros conductos
su acumulada energía, se irá robusteciendo hasta que prevalezca contra la voluntad y la razón. Para
dominarla es preciso conducirla por otro canal superior a aquel por el que iba.
Así la afición a una cosa vulgar puede transmutarse en afición a una cosa elevada, y el vicio puede
revertirse a virtud con sólo invertir el propósito. La pasión es ciega; va a donde se la lleva, y la razón
es para ella mucho mejor guía que el instinto. La cólera reconcentrada o el amor reprimido han de
encontrar un objeto en que verter su energía, pues de lo contrario amenazan estallar con peligro de
su poseedor. La calma sigue a la tormenta. Los antiguos decían que la naturaleza tiene horror al
vacío.. No podemos destruir o aniquilar una pasión, pues si la sofocamos vendrá a substituirla otra
influencia elemental. Por lo tanto, no intentemos destruir lo inferior sin sustituirlo por algo superior:
el vicio por la acrisolada virtud, y la superstición por el recto conocimiento.

No viváis en lo presente ni en lo futuro, sino en lo eterno. La gigantesca hierba (del mal) no puede
florecer allí. Esta mancha de la existencia se limpia en la atmósfera del pensamiento en la eternidad.
Para lograr el "Conocimiento del Espíritu" es requisito indispensable la pureza de corazón, que puede
alcanzarse por dos medios principales: desechando persistentemente todo mal pensamiento y
manteniendo el ánimo sosegado en toda circunstancia, sin jamás agitarse ni irritarse por nada.. Estos
dos medios de purificación reciben su mayor estímulo de la devoción y la caridad. No hemos de
desmayar en nuestros esfuerzos, aunque nos sintamos todavía impuros.
Que cada cual aspire a la pureza y se esfuerce en alcanzarla por el recto camino cuya primera etapa
es la pureza de corazón.

Quien obra por motivos egoístas no puede entrar en un cielo donde no existe el egoísmo. Quien no
ansía el cielo, sino que está contento donde se halla, está ya en el cielo, mientras que el descontento
clamará en vano por él. Libre y feliz es quien carece de personales deseos, y el "cielo" no puede
significar otra cosa que un estado de liberación y felicidad. Quien hace las buenas obras con
esperanza de recompensa no es feliz hasta recibirla, y en cuanto la recibe, cesa su felicidad. No
caben descanso y felicidad permanentes mientras haya qué hacer y cumplir. El cumplimiento del
deber lleva en sí su propia recompensa.
Quien se cree más santo que otro y se jacta de no tener talo cual vicio o flaqueza, y presume de
sabio y de superior en algo a sus prójimos, es incapaz del discipulado. El hombre ha de volverse
como niño para entrar en el reino de los cielos. Sublimes tesoros son la virtud y la sabiduría; pero si
engendran orgullo y el sentimiento de separatividad respecto a los demás, serán las serpientes del
egoísmo reaparecidas en distinta forma. La primera regla consiste en la entrega y sacrificio del
corazón del hombre con todas sus emociones, lo cual significa el logro de un equilibrio inalterable
por las emociones personales.

Por medio de la fe se purifica el corazón de la insensatez y de las pasiones, con lo que se domina el
cuerpo y por fin se consigue la subyugación de los sentidos. Las características del sabio iluminado
son:

1) Carencia de todo deseo, y conocimiento de que sólo el verdadero Ego o supremo Espíritu
es felicidad y que todo lo demás es dolor.
2) Carencia de apego o repulsión a cuanto pueda sucederle, pues obra sin cálculo egoísta
Quien no practica el altruismo y no es capaz de compartir su último bocado con el más pobre o
desvalido que él; quien se niega socorrer a su prójimo de cualquiera raza, nación o creencia, siempre
y dondequiera lo vea sufriendo; quien cierra los oídos al clamor de las miserias humanas; quien oye
calumniar al inocente y no lo defiende como se defendería a sí mismo, no es teósofo.

La cultura espiritual se logra por medio de la concentración, que debe ejercitarse diariamente,
utilizándola en todo momento. Se ha definido la meditación diciendo que es "el cese de todo activo
pensamiento externo". Concentración es el enfoque de todo nuestro ser en determinado objeto. Por
ejemplo, madre abnegada es la que ante todo y sobre todo vela por los intereses de sus hijos en
todos sus aspectos, no la que piensa durante un día entero en una sola modalidad de los intereses
filiales.
El pensamiento tiene potencia reproductiva, y cuando la mente se posa en una idea, queda
coloreada por ésta, y todas las demás ideas, asociadas con la principal, brotan entonces de la mente.
Por esta razón el místico acaba por conocer todo objeto en el que constantemente piensa con
detenida contemplación; y así dijo Krishna con mucho acierto: "Piensa constantemente en mí. Confía
sólo en mí. y con seguridad llegarás a mí".

La vida es el gran maestro. Es la gran manifestación del Ego, quien a su vez manifiesta al Supremo.
De aquí que todos los métodos sean buenos y todos formen parte del sublime anhelo de la devoción,
la cual, según el Bhagavad Gita, es "el éxito en las gestiones".

Es una ley eterna que el hombre no puede ser redimido por una potestad exterior a sí mismo. De ser
esto posible, bastara con que hace muchísimo tiempo hubiera visitado la tierra un ángel que
declarando verdades celestes y manifestando las facultades de la naturaleza espiritual, descubriese a
la conciencia humana los mil hechos que ignoraba.

Reflexionad noche y día sobre la irrealidad de cuanto os rodea y de vuestra misma personalidad. Los
malos pensamientos no son tan nocivos como los ociosos e indiferentes, porque de los malos
pensamientos podemos guardarnos cuando nos determinemos a combatirlos y vencerlos. Esta
determinación robustecerá vuestra voluntad. Los pensamientos ociosos e indiferentes distraen la
atención y malgastan energía. La primera y mayor ilusión que se ha de vencer es la identificación con
el cuerpo físico. Pensad que este cuerpo no es más que una casa donde habéis de vivir
temporalmente, y así no volveréis a ceder a sus tentaciones. procurad también dominar las
prevalecientes flaquezas de vuestro carácter, dirigiendo el pensamiento por el camino más a
propósito para extinguir las pasiones.
Después de los primeros esfuerzos, sentiréis un indescriptible vacío y desconsuelo en vuestro
corazón; pero no os amedrentéis por ello, sino considerad lo como el suave crepúsculo precursor del
naciente sol de la felicidad espiritual La tristeza no es un mal. No os quejéis, porque los que os
parecen sufrimientos y obstáculos suelen ser en realidad los misteriosos esfuerzos de la naturaleza
para ayudaros en vuestra obra si sabéis aprovecharlos. Considerad todas las circunstancias con la
gratitud de un discípulo. Toda queja es una rebelión contra la ley de progreso. Lo que hay que evitar
es el dolor que todavía no ha sobrevenido. El pasado no puede mudarse ni enmendarse. Lo
perteneciente a las experiencias presentes no puede ni debe evitarse; pero sí han de evitarse las
preocupaciones sobre imaginarias desgracias o los temores acerca del porvenir, así como todo
impulso o acción que puede causar presente o futuro dolor a nosotros o a los demás.
Precisamente, el reconocimiento de las vastas posibilidades de la vida humana es necesario para
disipar el tedio e invertir en celo la apatía. Así la vida no es odiosa, sino aceptable, cuando
comprendemos claramente su finalidad y estimamos sus espléndidas oportunidades. El más recto y
seguro camino para llegar a este elevado plano de conciencia es el ejercicio del altruismo, tanto en
pensamiento como en acción.

Ocultismo Práctico - De H.P. Blavatsky

Yoga Sutra 26. El modo de suprimir Avidya (la ignorancia de la naturaleza esencial)
es por la práctica incesante del conocimiento discernidor de lo Real

En el sutra anterior, Patanjali dio el principio general para suprimir Avidya y, en éste, nos da el
método para ello: la práctica incesante del conocimiento discernidor de lo Real, llamado en sánscrito
Viveka-Khyati. ¿Qué significan estas palabras? Viveka significa discernimiento entre lo Real y lo irreal.
Khyati se traduce como ‘conocimiento’ o ‘conciencia’. Es decir, unidas significan ‘conocimiento que
discierne entre lo Real y lo irreal’.

Viveka se aplica, generalmente, a aquel estado mental en que la mente se da cuenta de los grandes
problemas de la vida y las ilusiones inherentes en la vida humana corriente.

Cuando no tenemos Viveka todo lo damos por sentado; los grandes problemas de la vida no
existen o apenas tienen un interés académico; no hay deseo de interrogar la vida, de ver más allá
de sus ilusiones, de discernir entre lo que tiene valor real y permanente y lo que es pasajero.

Cuando la luz de Viveka alborea en la mente, todo esto cambia: nos damos más cuenta de los
problemas fundamentales de la vida, empezamos a sopesar sus valores y a desligarnos de la
corriente de pensamientos y deseos ordinarios y, sobre todo, queremos encontrar aquella Realidad
que se esconde tras el fluir de los fenómenos. Esto no es un mero proceso de pensar, sino un estado
mental iluminado. Puede venir temporalmente como resultado de algún fuerte impacto en la vida, o
puede nacer naturalmente y convertirse en una actitud permanente.

Cuando se convierte en un rasgo normal y permanente de nuestra vida, presagia el desarrollo


espiritual que ha de venir. El alma está despertando de su largo letargo espiritual y quiere entrar en
su Divina heredad.
El Viveka ordinario es apenas un síntoma de estos cambios que están ocurriendo en lo más
recóndito del alma. Es apenas un reflejo de la conciencia espiritual en la mente inferior, es sentir
que en nosotros se oculta una Realidad, no es todavía una percepción verdadera de la Realidad.

Viveka-Khyati sí es una percepción verdadera de la Realidad un contacto directo e inmediato con


la conciencia espiritual más íntima.
Lo que el sentido del tacto es al de la vista, eso es Viveka con relación a Viveka-Khyatí. En el primero
meramente sentimos, más o menos vagamente, una Realidad interna. En el segundo estamos en
contacto directo con esa Realidad, aunque en diferentes grados.
Viveka-Khyati, la percepción fiel de la Realidad, es lo contrario de Avidya, el desconocimiento de la
Realidad. Se relacionan entre sí como la luz y la oscuridad. Cuando el Purusha se da plena cuenta
de la Realidad, queda fuera del dominio de Avidya.
Cuando pierde esa percepción vuelve a caer en Avidya y en las demás Kleshas.
El verdadero discernimiento entre lo Real y lo irreal es posible solamente cuando hemos
experimentado la Realidad y conocemos tanto lo Real como lo irreal. Cuando a un principiante se le
pide que discierna entre lo real y lo irreal, lo que en verdad se le pide es que aprenda a discernir en-
tre las cosas de valor permanente en la vida y las que son transitorias.

Yoga Sutra 28. Destruida la impureza por la práctica de los ejercicios componentes
de la Yoga, surge la Iluminación espiritual que desarrolla el conocimiento discernidor
de la Realidad.

Este sutra toca con el problema de la necesidad de guía en el sendero de la Yoga. Ya se dijo que el
Viveka común es una expresión de la conciencia espiritual oculta tras la mente. Si es real, le imparte
al aspirante un anhelo suficientemente fuerte de emprender el sendero de la Yoga y adoptar su
disciplina. Pero no está todavía suficientemente definido para guiarlo por el campo misterioso de lo
Desconocido. ¿De dónde ha de venirle esta guía? Según este sutra, ha de venirle de adentro en
forma de iluminación espiritual.
Esta luz de la conciencia espiritual, semejante a la intuición, pero más precisa en su acción,
solamente aparece cuando se han destruido las impurezas de la mente en gran medida, como
resultado de practicar la disciplina Yóguica.
A esta luz interna de sabiduría se le han dado muchos nombres bellos y sugestivos, tales como ‘La
Voz del Silencio’, la ‘Luz en el Sendero’, y quizá la descripción más gráfica e iluminadora de su
naturaleza y modo de expresarse se encuentra en el librito Luz en el Sendero de Mabel Collins.
Hay dos puntos que el aspirante debe anotar con respecto a esta iluminación de la conciencia. El
primero es que esta luz viene de adentro de él mismo y lo independiza, en gran medida, de guías
externas. Cuanto más penetramos en los repliegues más hondos de nuestra conciencia, más
tenemos que confiar en nuestros propios recursos, pues nada externo puede ayudarnos.
En cierto sentido, el aspirante viene a quedar realmente calificado para hollar la senda de la Yoga
solamente después de que esta luz interna alborea en su mente.
Todo el entrenamiento preliminar en Yoga está destinado a proveerle esta fuente interna de
iluminación. Todos los instructores que lo ayudan en las primeras etapas tienen esto como objetivo
principal, a fin de que el aspirante pueda sostenerse sobre sus propios pies.
El segundo punto por anotar es que esta luz interna continúa creciendo y proporcionando guía hasta
que se alcanza la etapa de Viveka-Khyati. La luz se hace cada vez más brillante a medida que el
aspirante progresa en el Sendero y se acerca a su meta, hasta que obtiene su primera experiencia de
la Realidad. Entonces se vuelve innecesaria para él, porque él se encuentra ahora en la fuente
primaria de la Iluminación interna, la Realidad misma.
Se verá, pues, que el Viveka corriente y el Viveka-Khyati son manifestaciones en grados diferentes
de la misma luz que resplandecerá en todo su esplendor ininterrumpidamente al alcanzar
Kaivalya. Viveka capacita al aspirante para entrar al Sendero Yoga y hollarlo a salvo y con firmeza.
Viveka-Khyati le da la experiencia de la Realidad. Kaivalya lo deja establecido permanentemente en
esa Realidad.

Los que emprenden la Yoga por simple curiosidad la abandonan luego por incapacidad de soportar la
incesante tensión y la aniquilación de la personalidad que ella implica. Algunos llegan movidos por
ambiciones vulgares y afanes de engrandecimiento. Su carrera, si no es interrumpida pronto de
alguna manera, suele terminar en un desastre o los lleva al sendero de la Izquierda, lo cual es aún
peor. Unos pocos entran a la Yoga porque ven que es el único medio seguro de liberarse de las
limitaciones e ilusiones de la vida y sus miserias. Estos han comprendido bastante la filosofía de las
Kleshas, y ni siquiera los Siddhis y otros atractivos del sendero Yóguico pueden frenarlos ni
mantenerlos entretenidos por las ilusiones de los reinos más sutiles. Estos son los únicos que
realmente están calificados para recorrer esta senda.

La Yoga Superior que Patanjali expone en sus Yoga-Sutras debe distinguirse muy cuidadosamente de
esa otra Yoga inferior. No tiene como objetivo el desarrollo de poderes que pueden engendrar auto-
engrandecimiento o satisfacer la vanidad. Su objetivo es la Iluminación y la consecuente Liberación
de las ilusiones y limitaciones de la vida inferior. Puesto que para obtener esta Iluminación el
aspirante tiene que someterse a ciertas disciplinas físicas y mentales parecidas a las que adoptan los
que siguen al sendero de la Izquierda, los dos senderos parecen ir paralelos por alguna distancia.
Pero pronto llega el punto en que los dos senderos empiezan a separarse notablemente.
En el sendero de la Yoga Superior es esencial una moral del tipo más alto. No una moral
convencional, ni siquiera del tipo religioso ordinario, sino una moral trascendente basada en las leyes
superiores de la Naturaleza y organizada con miras a liberar al individuo de los lazos de ilusión e
ignorancia. Su objetivo no es alcanzar cierta felicidad dentro de las ilusiones de la vida inferior, sino
lograr felicidad verdadera y perdurable al trascender esas ilusiones. Este es un punto que debe
entenderse con toda claridad, porque a muchos estudiantes de esta filosofía les parece que la moral
Yóguica es innecesariamente estricta y prohibitiva. No pueden comprender por qué no es posible
practicar un sistema que les deje disfrutar los goces comunes de la vida mundana al mismo tiempo
que la paz y el saber de la vida superior; es decir, gozar de lo mejor de ambos mundos al mismo
tiempo. Algunos quisieran que la continencia sexual (Brahmacarya) fuera compatible con cierta
complacencia sexual, y que la inofensividad de Ahimsa debería permitirles defenderse de ataques de
otros. Desde el punto de vista mundano, semejantes compromisos con lo que la moral Yóguica
demanda parecen razonables; pero cualquiera que estudie con cuidado la filosofía Yóguica verá la
absoluta inutilidad de tratar de aferrarse a este mundo mientras uno trata de superar la Gran Ilusión.
No es que sea totalmente imposible practicar Yoga sin abandonar por completo esas cosas, sino que
el progreso del aspirante se interrumpirá en algún punto si pretende hacer compromisos de esa
clase.
Otro punto importante acerca de la moral Yóguica es que las virtudes que se prescriben tienen un
alcance mucho más amplio y profundo de lo que parece. Cada virtud incluida en Yama, por ejemplo,
representa algo que hay que practicar hasta alcanzar un alto grado de perfección. Las
recomendaciones de no matar, ni robar, ni mentir, etc. parecen no representar algo muy elevado
dentro de las normas corrientes. Es de esperar que cualquier individuo decente se abstenga de
semejante conducta antisocial. Pero en la Yoga superior cada virtud tiene alcances más amplios que
los que generalmente se le dan. De suerte que Ahimsa no significa, meramente, abstenerse de matar
sino abstenerse de infligir cualquier daño o sufrimiento o dolor a cualquier criatura, sea de palabra o
pensamiento o acto. Ahimsa representa el grado más alto de inofensividad que se encuentra
solamente entre santos y sabios, y cualquier persona corriente que trate de practicarla seriamente
en su vida, empezará pronto a creer que es un ideal irrealizable. Lo mismo ocurre con las demás
virtudes cobijadas en Yama.
Los sutras 25 a 45 muestran hasta qué grado han de desarrollarse estas virtudes. Yama-Niyama
representan un código ético muy drástico diseña-do para servir como base suficientemente sana
para la Yoga Superior.
No se refiere a las aberraciones y flaquezas comunes de la naturaleza humana solamente, ni es su
propósito formar individuos buenos en lo social y legal. Va hasta la base misma de la naturaleza
humana y coloca allí el cimiento de la vida Yóguica de modo que pueda soportar el peso enorme del
rascacielos que constituye, en realidad, la vida Yóguica. Su propósito principal es eliminar por
completo todas las perturbaciones mentales y emocionales que caracterizan la vida del individuo
corriente. Cualquiera que conozca el funcionamiento de la mente humana comprende, sin dificultad,
que no es posible liberarse de tales perturbaciones mientras no se hayan desarraigado las tendencias
a que se refiere Yama-Niyama o, por lo menos, se las haya dominado en grado suficiente.

La ciencia de la yoga – De I.K. Taimni

La palabra "meditación" incluye una gran variedad de ejercicios mentales practicados por personas
que se sienten animadas por algún tipo de ideal espiritual y se han propuesto realizar dicho ideal en
su vida, por lo menos hasta cierto punto. Dado que la actividad y la disciplina de la mente que
comprende la meditación abarcan un muy extenso campo, no es fácil tratar aquí el tema en forma
sistemática ni en toda su amplitud. Se considera que todos cuantos lean este artículo estén
familiarizados con los aspectos generales de la meditación; y por lo tanto, aquí nos limitaremos a
tocar unos pocos aspectos interesantes de la misma que no son de comprensión general, pero que, a
la vez, encierran interés vital para quienes aborden con plena seriedad los problemas de la vida
interna y no quieran practicar la meditación como mera rutina.
Tampoco es fácil definir el propósito de la meditación, ya que depende de la base mental del
individuo, de su temperamento y de su evolución espiritual. Pero puede indicárselo, en los términos
más generales, diciendo que dicho propósito consiste en llevar la personalidad inferior a contacto
consciente con el Yo Superior, haciendo, de este modo, que dicha personalidad percibamcada vez
mejor su origen, destino y naturaleza, que son todos divinos. Todos aquellos que meditan
regularmente –porque consideran dicha ciencia como parte de una disciplina espiritual sistemática–
necesariamente han de creer que tras el mundo físico se oculta otro, real, espiritual, de inimaginable
esplendor; y que es posible para el ser humano ponerse en contacto, por medio de la meditación,
con ese mundo interno, en medida cada vez mayor. Porque, de no ser así, no habría motivo para
entregarse a esta clase de actividad mental.
El mundo de la Realidad se halla oculto dentro de la mente de todo ser humano, y puede conocerse
más y más, al penetrar progresivamente en niveles más profundos de la mente. Por eso es necesario,
en toda verdadera disciplina espiritual, no sólo ejercitar el principio pensante de diversos modos,
sino también entrar en sus profundidades por medio de la meditación.
El conocimiento ordinario puede adquirirse mediante la actividad mental que se limite a lo que
puede llamarse la superficie de las cosas, a la observación de los fenómenos físicos, al acopio de
datos sensoriales, y al trabajo sobre dichos datos mediante procesos intelectuales de comparación,
razonamiento, etc. Pero el conocimiento acerca de los mundos invisibles y más sutiles, de naturaleza
mental, que se encuentran ocultos tras del mundo físico, no puede adquirirse de ese modo. Es
necesario introducirse en las capas más hondas de la mente y de la conciencia, por medio de
técnicas bien definidas que forman parte de la disciplina del yoga.
La diferencia que existe entre estos dos tipos de actividad mental puede comprenderse
comparándola con las técnicas de la natación. El individuo que haya aprendido a nadar por la
superficie del agua puede explorar todo cuanto se encuentre en ella; la totalidad del mundo que se
halla en contacto con la extensión de los océanos está abierto a su observación e investigación. Pero
muchos otros mundos, en variedad infinita, se ocultan bajo la superficie, en diferentes lugares y a
diversas profundidades, y sólo podrá ponerse en contacto con esos mundos e investigarlos cuando
aprenda a sumergirse, a pasar del exterior a las honduras del agua; el proceso de nadar por debajo
es algo distinto de la natación corriente, presenta problemas diferentes y necesita técnicas diversas.
La diferencia entre la actividad mental corriente y la meditación es de índole análoga a la que existe
entre las dos clases de natación.
El proceso ordinario del pensar, aunque sea profundo y se proponga un fin determinado, implica
solamente movimientos mentales a nivel de superficie. En el razonamiento riguroso, que representa
quizás la forma superior y más difícil de este tipo de actividad, la mente actúa de modo disciplinado,
pero su movimiento sigue siendo por encima, si podemos expresarnos así; no es un movimiento que
lleve a un nivel cada vez más hondo de la mente; ésta puede entregarse a una actividad concentrada
y prolongada, pero mientras actúe de ese modo solamente estará en relación, y por lo tanto podrá
conocer, únicamente, lo que se relaciona con la vida externa. Todos los logros en el reino de la razón,
hasta los de más notable índole, son asequibles a esta clase de actividad mental, pero los mundos
más sutiles y reales que se ocultan en capas más profundas, no pueden explorarse ni conocerse por
tales medios. Porque ello requiere una diferente clase de actividad, que puede definirse como
movimiento de la mente en profundidad. En este tipo de funcionamiento, también actúa la mente,
por supuesto, pero el individuo trata, al mismo tiempo, de ingresar progresivamente en su
naturaleza íntima. Lo que significa este movimiento de la mente en profundidad se entenderá
plenamente al estudiar los Yoga-Sutras de Patanjali.
Esta idea contiene probablemente la clave del éxito en la meditación, y muestra por qué, en la
mayoría de los casos, esta disciplina no alcanza a lograr su verdadero fin, a saber: el contacto
progresivo con las zonas más ocultas de la mente gracias a un poder de percepción cada vez mayor.
Ese movimiento hacia lo recóndito, necesario para el éxito de la meditación, requiere, naturalmente,
no sólo una clase de movimiento algo distinto, sino también un esfuerzo mayor.
Casi todos los que hemos aprendido a usar con eficiencia nuestra mente, no nos damos cuenta que
ejercitarla en un tipo determinado de actividad llega, después de cierto tiempo a no necesitar casi
esfuerzo alguno; en realidad, no llegamos a ser realmente eficientes hasta que esa actividad se
realiza sin ningún esfuerzo. El orador ya bien dotado de experiencia, una vez que ha dominado la
técnica de escoger y ordenar sus ideas, puede levantarse y hablar durante el tiempo que quiera, con
toda fluidez, sin ninguna interrupción. El periodista ya ducho en sus tareas toma la pluma y llena
página tras página de comentarios, casi sin esfuerzo alguno; le basta con elegir sus ideas de entre el
diluvio de material escrito que fluye de las prensas, y expresarlas en forma vívida, llamativa. Porque
una vez que se ha dominado la técnica de poner en orden las ideas y de expresarlas con efectividad,
el resto es cosa fácil.
Esto, como bien salta a la vista, no se diferencia mucho del aprendizaje de la natación. Una vez que
la persona ha adquirido la destreza necesaria para mantenerse a flote, nadar se reduce a una simple
cuestión de resistencia física y de ejecutar ciertos movimientos corporales; ya no se necesita especial
esfuerzo, en el verdadero sentido de la palabra, para seguir nadando.
Casi todas nuestras actividades mentales pertenecen a este tipo. Nuestra mente avanza por los
surcos habituales, o se ejercita, casi sin esfuerzo, en hacer las cosas cuya técnica tiene ya dominada
en mayor o menor grado; no tiene que mantenerse concentrada ni impulsada en una determinada
dirección por un movimiento de la voluntad o por la dominadora atracción de un objeto a lograr, o
de un problema a resolver. Por tanto, no se la emplea habitualmente para un esfuerzo sostenido,
encaminado hacia un objetivo bien definido, y motivado por la presión continua de la voluntad o de
la atracción que es, precisamente, todo lo que se requiere para el éxito de la meditación.
Así pues, el mero hecho de sentarse en determinada postura y de hacer que el pensamiento
produzca una serie bien hilvanada de ideas sobre un determinado tema, no es verdadera
meditación, aun cuando esto es lo que casi todo el mundo realiza. Es evidente que este tipo de
ejercicio mental es, en realidad, lo mismo que escribir un articulo sin pluma ni papel o como dar una
conferencia sin hablar. Tampoco puede considerarse como meditación, en el verdadero sentido de la
palabra, la práctica corriente de permitir que la mente se mueva a lo largo de acostumbrados y ya
muy recorridos surcos creados por la repetición de textos religiosos, aunque esto es lo que hacen
casi todas las personas religiosas cuando "meditan" durante su diaria observancia.

Es tendencia general la de convertir todo tipo de actividad necesaria en una rutina, a fin de que la
mente no se vea obligada a un gran trabajo ni tampoco tenga que elegir entre diferentes modos de
acción o entre diferentes ideas.
Esto es lo que motiva, también, la gran popularidad de los rituales en el cumplimiento de los deberes
religiosos; el propósito consiste en tener, por lo menos las formas de la vida religiosa, aunque
carezcan de sustancia. Pero, cualquiera puede darse cuenta que, en tales condiciones, el
estancamiento resulta inevitable. Acaso, no haya, en el sendero de desarrollo espiritual, obstáculo
mayor que el falso sentido, de logro y seguridad que engendra la rutina.
Y, ¿por qué no es posible producir el estado mental necesario, cuando nos sentamos a meditar?
Primeramente porque nuestro interés por las cosas sobre las cuales queremos meditar carece de la
necesaria intensidad y profundidad. Probablemente, nos imaginamos que queremos hallar la
realidad que creemos escondida dentro de las capas profundas de nuestra mente y conciencia, pero
se trata de un mero pensamiento vago, motivado por un deseo igualmente vago; no hay propósito
claramente definido y dinámico; no hay intensidad de deseo, en el trasfondo, de resolver los
problemas de nuestra vida interna y de descifrar los misterios de nuestra existencia.
Para hacernos una idea cualitativa de este tipo especial de estado mental necesario, hemos de
recordar la tremenda intensidad de propósito y de concentración que caracterizaba, por ejemplo, a
un hombre de ciencia como Edison cuando trabajaba en alguno de sus inventos; su pensamiento se
hallaba tan profundamente absorto en la consecución de su propósito, que hasta se olvidaba de
comer y de dormir. Esa es la clase de estado mental necesario para la verdadera meditación, y
cuando existe, los resultados se producen rápidamente, como queda señalado en los Yogas-Sutras I,
21.
Y no existe semejante estado, porque no hemos cumplido con ciertas condiciones básicas para hollar
el sendero de desenvolvimiento espiritual por medio de la meditación. No nos damos cuenta
realmente de las tremendas ilusiones y limitaciones en medio de las cuales vivimos nuestra vida
actual; y, por consiguiente, no existe en nosotros el impulso necesario para sali de tal condición. Las
atracciones de las cosas de aquí abajo son demasiado poderosas, y generan una fuerza irresistible
para distraer la menta. A su vez, ésta no ha sido adecuadamente adiestrada para realizar tareas de
calidad que nos hayamos propuesto. El ideal no nos atrae con suficiente fuerza. En suma: no
poseemos los requisitos esenciales.
Precisamente con objeto de que se produzcan las condiciones adecuadas para el éxito en la práctica
es por lo que todos los verdaderos sistemas de cultura espiritual insisten en la disciplina preliminar
de la mente y el carácter. En el bien conocido Sadhana-Chatushthaya, el sistema cuádruple de
perfeccionamiento de sí mismo, es necesario adquirir, ante todo, los cuatro requisitos básicos para
hollar el Sendero. Estos se llaman en sánscrito Viveka, Vairagya, Shattsampatti y Mumukshuttva. Sólo
cuando se llega a un estado bastante avanzado de progreso es cuando se emprende la práctica
intensiva, a fin de abrir los canales entre lo inferior y lo superior y establecer el centro de conciencia
en los planos superiores de manifestación.
Al recorrer el sendero de Raja-Yoga reseñado en los Yoga-Sutras, el aspirante tiene que practicar
primero el Bahiranga o Yoga Externo, a fin de entrenarse para llegar a la meditación en sus tres
etapas de Dharana, Dhyana y Samadhi; no se espera de él que ni siquiera comience con Dharana
hasta que haya dominado la cuarta técnica, Pranayama, según se evidencia en el Sutra II, 53. En todo
sistema de Yoga, se cuenta con que el candidato posea ya los requisitos básicos para la práctica,
aunque ello no se menciona específicamente; si no los posee en grado suficiente, primero se le
obliga a someterse a rigurosa preparación, a ese objeto. Solamente en pseudosistemas de Yoga es
donde ciertos llamados Gurús toman discípulos y los inician en los misterios de la "meditación
trascendental" o Samadhi, sin enterarse siquiera de si poseen las calificaciones o la capacidad
necesaria a ese objeto. Porque, si lo hicieran, ello afectaría gravemente la magnitud de su clientela.
Aquellos de nosotros que no logramos éxito en la meditación, deberíamos hacer un buen examen de
conciencia y un buen autoanálisis. Ello nos capacitaría para ver, con nuestros propios ojos, que la
causa fundamental del fracaso reside, probablemente, en una grave carencia de fervor y de
diligencia; hemos emprendido el método antes de querer, de anhelar de veras aquellas cosas que
son objeto de la meditación. Es como poner el carro delante del caballo. Tenemos que darnos cuenta
que existen problemas, antes de emprender la solución de esos problemas. El objeto de la disciplina
consiste en resolver los problemas de la vida interna por medio de la introducción en los estratos
escondidos de la mente y la conciencia, que es donde únicamente puede hallarse la solución de
dichos problemas; pero si ellos no existen para nosotros, es inútil sentarse a meditar día tras día en
cómo resolverlos. La meditación no es un fin en sí misma; es meramente un medio para lograr un fin.
Recuerdo, a este respecto, la mentalidad de muchos estudiantes que vienen a la universidad para
dedicarse a la investigación; quieren llevar a cabo investigaciones, pero si se les pregunta cuáles son
los problemas que quieren resolver, dan el silencio por respuesta. Es preciso entonces, presentarles
un problema para que trabajen sobre él. En la vida académica es posible primero querer dedicarse a
la investigación, y buscar el asunto después, porque el objeto que persiguen esos estudiantes no es
realmente esa investigación en sí, sino lograr la preparación que les permitirá efectuar
investigaciones después que salgan de la universidad. Pero para el aspirante a la vía superior, que
tiene que penetrar en los campos desconocidos de la mente en virtud de sus propios esfuerzos,
semejante actitud es evidentemente imposible, porque en su caso no habría incentivo y, por tanto,
no existiría –para la mente– el impulso de abandonar el reino de lo conocido y adentrarse en sí
misma para descubrir lo que yace oculto en el interior de los estratos más hondos de su conciencia.
Solamente cuando estos problemas son reales, y se han planteado como resultado de nuestra
reflexión profunda y de nuestra experiencia; cuando no son interrogantes que hemos creado
artificialmente, o que hemos tomado de los demás, es cuando nuestra facultad intuitiva comienza a
actuar en la meditación, y empieza a brotar naturalmente de nuestro interior el conocimiento
espiritual que arroja luz sobre tales problemas.
No debiéramos olvidar que al emplear la mente en la meditación real, estamos tratando de
habérnoslas con las realidades de la vida, y que debiera haber en nosotros, no solamente problemas
reales, sino un empeño también real por resolverlos. La intuición no puede funcionar sino en este
tipo de atmósfera de autenticidad, y si no existe en nosotros el grado necesario de sinceridad, de
verdadero empeño, nos faltarán precisamente las calificaciones esenciales para lograr el
conocimiento intuitivo que viene de adentro, y necesariamente la meditación será estéril y se
convertirá en una frustración.
Cuando los problemas de la vida interior cobran realidad para nosotros, no solamente saturan toda
nuestra vida, sino que su solución adquiere carácter de urgencia. Hasta cuando la mente inferior se
halla ocupada en actividades externas, la mente superior, en el trasfondo, está cavilando
constantemente sobre estos problemas y buscándoles solución. Esta constante consideración sobre
un problema se llama en sánscrito Bhavana, y forma parte – necesariamente– de la verdadera
meditación que pone en juego la facultad intuitiva; el efecto de este constante cavilar se realza aun
mas por medio de Japa, por la cual la potencia presente en el "sonido" se utiliza a fin de reforzar el
efecto del pensamiento. A la luz de lo que se ha dicho anteriormente, podrá comprender el
estudiante la significación del aforismo I, 28 de los Yoga-Sutras.
Es necesario tener cuidadosamente en cuenta que todo conocimiento referido a las realidades
espirituales de la vida se obtiene, no por medio de la facultad intelectual de la razón, sino mediante
la facultad de la intuición, poco conocida en general, y sospechosa para muchos. La verdadera
intuición no es, como suponen las personas de mentalidad esencialmente materialista, una
capacidad de barruntar la verdad de modo misterioso pero no digno de confianza. Es la facultad de
percepción directa de la verdad que se produce cuando, en alguna forma, la conciencia del buscador
se sintoniza con la conciencia Divina. En esta última todas las realidades de la existencia se hallan
externamente presentes en su verdadera forma; al ejercerse la intuición corriente en las primeras
etapas, la conciencia del investigador salta, como si dijéramos, por encima de las barreras del
intelecto, y mediante la percepción directa puede aprehender cualquier realidad, por lo menos
parcialmente. En Samadhi se produce el mismo resultado de manera controlada y científica, y, por
consiguiente, la percepción es entonces completa y libre de defectos. La naturaleza misma de todos
los hechos espirituales de la existencia es tal, que no es posible entenderlos por ningún otro método.
Aquellos que buscan los secretos fundamentales del universo por medio de los telescopios, y los
secretos esenciales de la vida humana a través del microscopio, jamás hallarán lo que buscan; la
naturaleza misma de las cosas frustrará sus designios.
Dado que la intuición es la facultad de captación directa, sin ayuda de instrumentos intermedios, se
halla libre del error y de la inevitable influencia deformante que en aquella introducen los vehículos
de conciencia. Toda imperfección que pueda presentarse en su ejercicio se deberá a los defectos de
la mente transmisora a través de la cual se ejerce y que interpreta el conocimiento; si la mente es
pura y se halla bien armonizada, carece de importancia la escasez de su desarrollo, salvo cuando es
preciso interpretar y formular dicha percepción en términos de intelecto a fin de comunicarla a los
demás. Así, muchos santos que alcanzaron alto desenvolvimiento espiritual eran iletrados; la falta de
un intelecto bien adiestrado les impedía interpretar y transmitir de modo satisfactorio a los demás
las verdades de la vida interior, pero no afectó nunca la percepción que de tales verdades habían
alcanzado.
La efectividad de la facultad intuitiva depende de su poder de penetración; mientras más fuerte sea
la misma –llamada Viveka-Khyati en los Yoga- Sutras– más profundas serán las verdades que
alcanzará a percibir, y más amplia será su visión, a la vez que más profunda. Alcanza la cima de su
poder de penetración cuando puede traspasar todas las complejidades y la aturdidora variedad de la
existencia condicionada y percibir que todo ello procede de la Realidad Única y que en ella existe. Así
pues, el desarrollo de la intuición no es cuestión de agregar, de acumular, de ir construyendo algo; es
cuestión de aguzar la facultad de percepción de modo que pueda atravesar la intrincada maraña de
ilusiones y obstrucciones que oscurecen nuestra visión espiritual. Es por eso que la purificación, la
renunciación y la armonización desempeñan un papel más importante en el avance por el Sendero
de Santidad que la adquisición de conocimientos.
Dado que la intuición es elemento tan decisivo en la meditación, convendrá detenernos un tanto en
la consideración de la manera cómo aparece en la conciencia el conocimiento intuitivo, en las
primeras etapas. La visión directa de las realidades de la vida espiritual, en el sentido más pleno de la
palabra, solamente se alcanza en Samadhi, pero el estudiante no necesita esperar hasta entrar en
esa avanzada etapa de la disciplina del Yoga para obtener alguna experiencia cualitativa del
conocimiento intuitivo. Es posible lograr experiencias bien definidas de este tipo de experiencia,
siempre que existan, al menos hasta cierto punto, las condiciones necesarias al funcionamiento de
dicha facultad. De hecho, no solamente es posible, sino necesario, llegar a este tipo de experiencia,
porque nos demuestra que ha comenzado a abrirse el canal entre la naturaleza intelectual y la
espiritual y, con ello, que ha empezado a realizarse por lo menos parcialmente la finalidad de la
meditación.
Es cosa extraordinariamente alentadora obtener experiencias de este género, aunque sea en forma
ocasional, porque nos aseguran de modo muy preciso que existe dentro de nosotros una fuente
inagotable de conocimiento espiritual, y que nos es posible aprovechar de esa fuente, mediante una
progresiva sintonización con ella. Por supuesto que ya creíamos todo esto como posibilidad teórica,
pero es cosa muy distinta darnos cuenta de un modo tan vívido, que nuestra creencia se basa en un
hecho real, y que es posible utilizarla en la práctica. Una vez lograda esta positiva certeza, cada vez
nos volvemos más hacia nuestro interior en busca de todo lo que necesitamos para nuestro
progreso, y así echamos los cimientos de la auténtica vida oculta, centrada en nuestra Divinidad.
Para comprender cómo funciona la facultad intuitiva en las primeras etapas del adelanto espiritual,
es necesario formarse alguna idea de la diferencia existente entre el conocimiento superior tal como
vive en los planos del Espíritu y tal como aparece en los planos de la mente inferior. En los planos
superiores, existe desembarazado de la mente inferior y vive en su Svarupa o forma verdadera. En
los planos inferiores, se reviste de la mente concreta, y solamente puede existir en su Rupa, o sea, en
forma de conceptos y de ideas. Por consiguiente, cuando la sabiduría desciende a la región de la
mente inferior, tiene que tomar como cuerpo un concepto o un conjunto de ideas, lo mismo que
Atma, o el espíritu, tiene que revestirse de un cuerpo cuando ha de funcionar en el plano físico. En
tales condiciones, el verdadero entendimiento espiritual sirve de alma al concepto intelectual
presente en la mente inferior; pero hay una tremenda diferencia entre ese concepto, animado e
iluminado por la sabiduría, y un concepto formado por la mente como resultado del mero estudio
intelectual y desprovisto de toda percepción espiritual; el primero de dichos conceptos es cosa viva,
es dinámico y de gran significación para el aspirante; el segundo es un mero conjunto de ideas,
divorciado de la Vida e incapaz de proporcionar inspiración o satisfacción al individuo.
Las anteriores consideraciones ofrecen una explicación de cómo el saber surge de nuestro interior
como resultado del funcionamiento de la facultad intuitiva; parece venir como de ninguna parte, sin
aviso, y en su primer impacto sobre la mente aparece como un simple vacío, sin forma ni sustancia;
pero pronto parece, como si dijéramos, cristalizarse siguiendo un patrón consistente en ideas que le
dan forma y sirven para corporizar su significación. Esta manera de expresarse de la mente inferior
recuerda la de un cohete que, en una función de fuegos artificiales, asciende hacia el cielo surgido de
no se sabe dónde, y luego estalla en una lluvia de chispas de colores que relucen espléndidamente
sobre la negrura del cielo nocturno.
Hay un momento en que es apenas una delgada línea de luz sobre las tinieblas, pero ese delgado
fulgor anuncia un exquisito despliegue de brillantez y color, y poco después se ha transformado en
verdadera lluvia de estrellas que ilumina el firmamento, revelando todo el esplendor que guardaba
en su seno.
Es característica propia del conocimiento intuitivo, al aparecer de este modo, que inmediatamente
quede encerrado en un receptáculo mental, apenas toca con su primer impacto a la mente. Lo único
que se necesita para lograr tal resultado es dirigirla hacia él con plena atención; entonces, queda
registrado y toma forma, de modo natural, rápido y sin esfuerzo. Esta expresión diáfana y como
espontánea revela su origen intuitivo y forma parte inherente de su naturaleza. Pero esa expresión
necesita de una mente alerta y receptiva que posea la pronta disposición y la capacidad necesarias
para revestirlo de una forma adecuada, y, al mismo tiempo, ponerse a un lado, sin intervenir por el
momento. El poeta convertirá inmediatamente ese chispazo de intuición en un poema inspirado, el
músico en una sinfonía, el matemático en un teorema, el filósofo en un concepto, el artista plástico
en una bella forma concreta; toda demora o falta de atención se traducirá en que el celeste visitante
retroceda, se aleje y quizás haga menos frecuentes sus visitas.
Este proceso que acabamos de indicar no representa sino una de las maneras cómo puede aparecer
el conocimiento intuitivo en la mente del aspirante. Misteriosos e imposibles de predecir son los
caminos del Espíritu; no siempre se ajustan a un patrón fijo, ni tampoco responden a idéntico grado
de intensidad o de iluminación. Pero siempre que el conocimiento desciende de esas elevadas
regiones, lleva el sello distintivo del Espíritu, y quien lo recibe puede siempre identificarlo; no hay
confusión ni aturdimiento cuando el espíritu se comunica; solamente puede haber iluminación,
aunque sea ésta de diferentes grados, lo que dependerá de la capacidad de quien la reciba.
El saber que en esta forma aparece en la mente no deberá confundirse con las experiencias de
índole psíquica que adoptan la forma de visiones o sonidos de diversas clases, y que se originan en la
naturaleza psíquica del hombre; aunque generalmente resulten espectaculares, estas experiencias
carecen de certidumbre, de la seguridad y la confiabilidad que caracterizan a todas las
manifestaciones del Espíritu; el hecho de que frecuentemente produzcan excitación e ideas de
vanagloria acerca del propio progreso espiritual basta para mostrar su origen inferior. Todas las
expresiones del
Espíritu van asociadas a imperturbabilidad e impersonalidad indescriptibles, y aunque las acompaña
un influjo de paz y poder, no hay excitación de ninguna clase.

Algunos aspectos interesantes de la Meditación - De I. K. Taimni

Servicio

En “A los pies del Maestro” se nos advierte “mira donde puedes ayudar”. Esto puede ser tan solo
poner una silla en algún lugar u observar que no se puede estar parado en medio de la puerta y
bloquear el ingreso de otras personas. La Dra. Besant dijo que entre una persona que está lista para
ayudar y otra que ve la necesidad pero no hace nada hay encarnaciones de diferencia.

¿Por qué hay tan pocos trabajadores en la Sociedad Teosófica? Todo el mundo tiene el poder de
hacer algo que sea de ayuda ( algún pequeño servicio, un regalo de su energía, o dinero, o alguna
otra cosa). No podemos ignorar estas pequeñas cosas, porque la actitud de servicio se desarrolla
observando cómo puede ser dada una ayuda. Si uno pensara que no es necesario prestar atención a
estas pequeñas oportunidades de servicio, pero que uno debe transformar a otra persona, la mente
puede que no esté preparada ni aprendiendo cómo servir.

Las personas no tienen fe de que los seres humanos puedan ser verdaderamente inegoístas, santos,
nobles; pero cuando alguna gran persona nace y encarna esas cualidades, comienzan a sentir que
es posible, se sienten inspirados. Los seres santos extraen lo mejor de las personas, y abren un
nuevo flujo de energía. Supongamos que nosotros en nuestro propio nivel, ofrecemos al mundo un
ejemplo real de fraternidad, a pesar de las diferencias de opinión que tengamos. ¿Las personas nos
mirarían y se sentirían inspiradas? Pero desafortunadamente, no consideramos esto como un
trabajo de grupo. Nos conformamos con hablar de fraternidad.

Es por ello que cuando trabajamos juntos creamos un ejemplo de fraternidad, cuando investigamos
juntos con seriedad en la búsqueda de la verdad, éste es un trabajo de grupo que sirve al mundo,
no sólo a nivel externo, sino que llenando la atmósfera psíquica con el ardor por la verdad y la
fraternidad. Podríamos llenar el mundo con aprecio por la belleza en la diversidad y riqueza de la
vida. Debemos considerar si la manifestación, con su inmensa variedad, no ha venido a la
existencia para revelar la grandiosa riqueza del universo y para mostrar que la diversidad es una
expresión de la Unidad.

Pilares de l Vida Espiritual - Radha Burnier

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