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Intervenir para reparar donde nos construimos histéricamente como personas y como comunidad hu- mana” (p. 343). En una palabra, la violencia colectiva: a) afecta a las personas en su dimensién cognitiva, afectivo-emocional y comportamental; b) ¢s, al mismo tiempo, tina experiencia traumstica compattida, que c) introduce una profunda distorsién en fa vida social, parcicularmente en las redes primarias de proteccién y de apoyo que se generan en la vida familiar y comunitaria, los dos escenatios psicosocialmente més significativos en la vida de las personas. ‘Todas estas contrariedades y problemas han golpeado de manera inmisericorde la vida de personas, grupos y comunidades, dejando una oscura huella en su salud, entendida ésta como un estado de bienestar. LA SALUD COMO UN ESTADO DE BIENESTAR Antes de dar comienzo a este epigrate conviene aclarar que el objetivo del grupo de investigacién que esta derris de esta monografia no ha estado cen- trado en el estudio del bienestar en sf, sino en tanto que indicador primordial del estatus de salud de personas y colectivos que han sido castigados por la violencia colectiva o la violencia de género. Este ha sido, y sigue siendo, nues- tro marco de referencia, y a él responde este capitulo. En él no pretendemos hacer una revisién de las distintas tradiciones del bienestar, sino justificar en qué medida cada una de ellas puede dar respuesta al estudio de las secuelas que para la salud mental, tanto a nivel personal como colectivo, ha tenido la exposicién a experiencias trauméticas derivadas de la violencia intencional (violencia politica y violencia de género). Si en el primer capitulo nos hemos apoyado en Henri Tajfel para recordar que la manera como se definen y se conforman las relaciones intergrupales es uno de los problemas mas graves de nuestro tiempo, ahora acudimos a la OMS para hacernos conscientes de que los dafios causados por las manifestaciones mas vio- lentas de esas relaciones ha generado uno de los principales problemas de salud ptiblica’ (OPS, 2003, pp. 3-23); especial mente visible, cabria afiadir, en aquellos colectiva no es la suma de actos de violencia individual (“no es ‘Lo mismo que la violet simplemente la agresidn individ ual ampliada”, le hemos visto decira Tilly en el primer ca- pitulo), la salud publica tampoco es la suma de personas sanas. Este es un punto de partida que responde de manera muy precisa a la perspectiva psicosocial, y, para ser mis exactos, al modelo de filosofia galileana peopugnado por Kurt Lewin, de indudable influencia ges- escenarios donde la violencia, tanto en su vertiente intergrupal (violencia politi- ca) como de género (violencia intercategorial), ha campado a sus anchas durante largos periodos. Lo ha hecho, y este es un dato que nos interesa subrayar, sin necesidad de cursar en un trastorno clinico (un ‘TEPT), y al mismo tiempo sin dejar de causar efectos devastadores tanto desde el punto de vista personal como social. Para decirlo con més claridad: el TEPT tan solo da cuenta de una parte (la parte més reducida) de los problemas de salud ptiblica que afectan a aquellas poblaciones severamente castigadas por la violencia intencional y, por tanto, no puede ser considerado ni la Ginica, ni la necesaria, ni la més importante de sus consecuencias. Es decir, la ausencia de trastomno no significa presencia de salud; entre otras razones, porque "por definicién, la salud piiblica no se ocupa de los pacientes a titulo individual” (OPS, 2003, p. 3), sino que tiene que ver con pro- cesos sociales de educaci6a, justicia, igualdad social y derechos humanos. Estas interesantes puntualizaciones de la OMS en torno al problema de salud pablica causado por la violencia no son sino el resultado de aquella valiente apuesta que se hiciera en la Conferencia Internacional celebrada en Nueva York del 18 al 22 de junio de 1946 para su constitucién como organismo de referencia internacional. Recordémosla La salud como un estado de bienestar (OMS, 1940), La salud es un estado de completo bienestar fisico, mental y social, y no so- lamente la ausencia de afecciones o enfermedades. El goce del grado maximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distincién de raza, religidn, ideologia politica o condicién eco- tiltica: el todo es distinto a la mera suma de las partes (el principio de irreductibilidad) ‘A ese criterio responde el concepto de salud pliblica defendido por la OMS (2003): “Por definicién, la silud pablica no se ocupa de los pacientes a titulo individual. Su interés se centea en tratar las enfermedades, afecciones y jproblemas que afectan a la salud, y jreten- de proporcionar el mximo beneficio para el mayor ntimero posible de personas. Histo no significa que Ia salud pblica haga a un lado la atencién de los individuos. Mas bien, la inquietud estriba en prevenir los problemas de salud y ampliar y mejorar la atencién y la seguridad de todas las poblaciones” (p. 3). Una de sus caracteristicas mas distintivas es a aceién colectiva, que tanta influencia puede tener a la hora errudiear la violencia: “cada sector tiene un papel importante que desempetiar al abordar el problema de la violencia y; conjuntamente, las estrategias adoptadas por cada uno tienen el potencial de producir reducciones importantes de la violencia (p. 4). némica o social. La salud de todos los pueblos es una condicidn fundamental para lograr la paz y la seguridad, y depende de la més amplia cooperacién de las personas y de los Estados. Los resultados aleanzados por cada Estado en el fomento y protecci6n de la salud son valiosos para todos, La salud como un estado distinto de la ausencia de enfermedad, como un derecho fundamental de cualquier ser humano, como un estado atribuido a los pueblos, como condicién para la paz y la seguridad: no cabe duda de que se traté de una apuesta valience, visionaria, que forma parte de una época en la que la conciencia social encontré un clima muy propicio para su arraigo. Pero desafortunadamente es una propuesta que ha pasado desapercibida tanto en la teoria como, sobre todo, en la prictica profesional. Las razones parecen haber estado mucho més cerca de intereses personales o gremiales que de un verdadero interés por Ia salud Si tomamos como referencia la propia Psicologia, y sin pretender hacer una revision de la concepcién de la salud como un estado de bienestar,' cabria re- cordar que ya en 1969 George Miller, en calidad de presidente de la American Psychological Association (APA), hizo un importante Ilamado de atencién a aquella Psicologia que, obsesionada por logeas estatus cientifico, se recluyé en los laboratories de aprendizaje animal dando la espalda a los problemas que aquejaban a la sociedad norteamericana de aquel entonces. Los problemas més urgentes de nuestro mundo son problemas que hemos causado nosotros mismos, No tienen su origen en una naturaleza despindada 1ii nos han silo impuestos, como castiga, por la voluntad de Dios. Son pro- blemas estrictamente humanos cuya solucién requiere el cambio de nuestras conductas y de nuestras instituciones sociales. Como ciencia directamen- te interesada en. los procesos sociales y conductuales, serfa esperable que la Psicologia liderase la biisqueda de nuevos y mejores scenarios personales y sociales (Miller, 1969, p. 1063). Como en otro momento hemos sefialado (Blanco, 2012), la postura de Miller tiene un especial interés tanto desde el punto de vista tedrico como para la intervencién en los siguientes términos: * Véase a este respecto Vizquex y Hervas (2008) y Vazques (2009)"- L. A estas alturas del desarrollo de la ciencia social es ya una obviedad que los problemas mis urgentes a los que se enfrenta el mundo en el que vivimos {y como hemos venido recalcando desde el capitulo ini mis destructive que el de la violencia) provienen exclusivamente de la ac- cién humana: son problemas que hemos causado nosotros mismos*. Dadas las consecuencias que se han seguido de algunas de nuestras creaciones y de nuestras criaturas, esa es una noticia de la que no deberiamos sentirnos especialmente orgullosos, pero tiene un lado positivo: si lo hemos creado, podemos cambiarlo. Este es, precisamente, el objetivo que hemos persegui- do en nuestras intervenciones. I, no hay ninguno N El abordaje de estos problemas, y, eventualmente, su solucién, requiere cambios en nuestra manera de hacer, en nuestra manera de actuar. Si, de acuerdo con Solomon Asch (lo hemos visto en el primer capitulo), los pro- cesos psicolégicos més importantes suceden entre las personas (la violencia politica y la violencia de género son dos ejemplos por antonomasia), la solu- ci6n a esos problemas invita de manera muy especial a introducir cambios en las relaciones interpersonales. Y si, como hemos sefialado, la violencia de género y la violencia politica estan atravesadas por una I6gica intergrupal ¢ * En el primer capitulo ha quedado patente que la violencia colectiva nos remite a condi- ciones estructurales y culturales, preferentemente de pequetia escala. Bs la naturaleza de esas condiciones 1a que se encuentra en la base de los problemas mas urgentes de nuestro mundo (la violencia entre ellos), a los que acaba de aludir George Miller. Pero conviene insistir en que esas condiciones no son producto de un orden natural o sobrenatural, sino de la accién humana. No es precisamente esa la conviccién que encontramos entre ese cindadano de a pie, que somos todos, y no es esa la conviccidn de las victimas. Por eso, conviene volver a recordar, y ser muy convincentes en el proceso de intervencigin, el arg mento central de esa magistral obra de Peter Berger y Thomas Luckman sobre la realidad social como una construecién humana: “Bl orden social es un producto humano, 0, més exactamente, una produccién humana constante, realizada por el hombre en el curso de su continua externalizacién. Bl orden social no se da biologicamente ni deriva de dvtos biol6- gicos en sus manifestaciones empiricas. Huelga agregar que el orden social tampaco se da en el ambiente natural (...). Bl orden social no forma parte de la “naturaleza de las cosas’ y no puede derivarse de las ‘leyes de la naturaleza’. Existe solamente como producto de la actividad humana, No se le puede atribuir ningsin otro estatus ontoldgico sin confundir itremediablemente sus manifestaciones empiricas. Tanto por su génesis (el orden social es resultado de la actividad humana pasada) como por st existencia en cualquier momento del tiempo (el orden social solo existe en tanto que la actividad humana siga produciéndo- lo), es un producto humano” (Berger y Luckman, 1968, p. 73). intercategotial, parece obvio que el cambio ha de levarse a cabo de manera preferente en ese espacio, es decir, en las relaciones que llevan a cabo las personas en cuanto pertenecientes a grupos y/o categorfas sociales. . Pero no conforme con ello, Miller afiade algo que nos interesa sobremane- ra: la respuesta y la eventual soluci6n a esos problemas exige también el cambio de nuestras instituciones y escenarios (macro y microsociales). No podemos obviar el hecho de que en alguno de ellos ha resultado, y sigue resultando, posible, legitimo y hasta necesario atentar contra los derechos mas elementales de las personas (Ia integridad fisiea y la vida, por ejemplo, pero también [a dignidad). La atencién a los escenarias microsociales es una de las principales tareas de cara a la intervencién. - En iltimo término, la Psicologia como ciencia y como profesién se justifica como un instrumento al servicio del bienestar humano. Asi, por ejemplo, se contempla en el articulo 5 del Cédigo Deontoldgico del Colegio Oficial de Psicdlogos de Espaa: “El ejercicio de la Psicologia se ordena a una fi- nalidad humana y social, que puede expresarse en objetivos tales como la salud, la calidad de vida, la plenitud del desarrollo de las personas y de los _grupos en los distintos mbitos de la vida individual y social”. Por su parte, el articulo 1 de la American Psychological Association alude pricticamen- te al mismo propésito: “Los objetivos de la Asociacién norteamericana de Psicologia deben ser promover el bienestar humano fomentando.... todas las tamas de la Psicologia, promoviendo la investigacién, mejorando sus métodos y condiciones y mejorando las capacidades de los psicélogos. .. Todo ello con el fin de aplicar los resultados de la investigacién a la pro- mocién del bienestar". En su Declaracién de Armenia (Colombia) de 2015 la Conferencia Latinoamericana de Psicologia reconoce en su primer punto “el papel fandamental de la ciencia psicalégica en nuestras sociedades y en especial de los individuos y las poblaciones mas vulnerables”. Esta Decla- raci6n estuvo presidida por una exposiciGn de intenciones en la que se hace menci6n de manera explicita a la violencia: “de manera creciente se espera que los psicdlogos en América Latina respondan a necesidades de servicios psicol6gicos relacionados con asuntos de salud, falta de oportunidades edu- cativas, desigualdad social, asf como diferentes tipos de violencia, entre otros, que afectan a la mayor parte de paises de la regi6n” (Colegio Colam- biano de Psicélogos, 2016, p. 5). En el transcurso de los afios la investigacién ha dado lugar a una tica tta- dicign en el estudio del bienestar que se ha sustentado en tres principales argumentos: a) el bienestar es el resultado de las experiencia emocionales a lo largo de la vida (tradicién hedénica) (Diener, 1994); b) el bienestar es también consecuencia del desarrollo de capacidades y potencialidades, del logro de las metas propuestas (salud como eudaemonfa) (Ryff, 1989), y c) las experiencias emocionales y logro de metas y objetivos en la vida no pueden verse al margen del contexto social, de las circunstancias y el funcionamiento de las personas en el seno de la sociedad en el que estén inmersas, de los grupos a los que pertenecen y de la naturaleza de sus relaciones interpersonales e intergrupales (bienestar social: la salud como reflejo del orden social} (Keyes, 1998). Cuadro 3.1. Dimensiones de la salud entendida como un estado de bienestar Bienestar subjetivo Bienestar psicolégico Bienestar social 1.Satisfecisn con la vida: jui- cdo oevaluacién global de !-Attaserpacid: caracteristica los diversos spectas que central de la salud mental. | Integraciin swial: calidad de tuna persona considera im- Sentirse bien consigo mismo, Jas relaciones con la sociedad portantes en su vida. actitudes positivas hacia uno Ja comunidad. Sentimiento mismo. de pertenencia, de tener algo 2. Afedto positive: resultado de experiencias emacionales placenteras ante una deter- 2.Relaciones positivas con los otra, €R Comin con otras personas. mantenimienta de relaciones 2. Acepiacidm secial: confanza en minada situacién vital afectivas, estables yconfiables Jos otros y aceptacién de los con los otros. 3.Afeto negative: resultado de . “Bp bosib y geeaives experiencias emocionales 3-A#/onoma: incependencia, prop autorregulacién, locus interno negativas ante una determi~ 3.Gontribucién social: seatimien- le situaeiéin vied de control, mantenimiento de “to de utilidad, de ser capaces las propias convicciones. de aportar algo a la sociedad 4.Domiio del entorno: habilidad © que vivimos. Autechcacia. personal para clegir © crear 4 Actuafizacid social: Confiana entornos favorables para satis- ‘en el futuro de la sociedad, facer los deseos y necesidades en su capacidad para producir propias. condiciones que favorezcan el 5 .Propésito em La vide: metas y bienestar. objetivos que permitan dar 5. Coberencia sucial: confianza en sentido a nuestra existencia, la capacidad para comprender 6.Crecimiento personal: empeio Ja dindmica y el funcions— por desarrollar las potenciali- miento del mundo en el que dades y seguie creciendo como 0s ha tocado vivir. persona. | 94 |

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