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EL FRUTO ANIMAL

Objetivo

Disminuir penas; solucionar molestias y malestares diversos En un jardín maravilloso, tal


como estaba el Edén. Un río azul, una montaña muy alta, un sol refulgente, pero...
además de mí no hay nadie.

Paz, tranquilidad, serenidad, sensación de esperar algo inesperado; siento que algo raro
va a ocurrir en mi vida. Caminando encuentro un raro árbol. Es alto como dos hombres.
Tiene hojas azules pero lo más destacable es un extraño fruto-animal. Parece hecho de
dos pequeñas esferas pegadas una contra otra.

La de la izquierda es de color verde, la derecha amarilla. Lo que hace pensar que este
fruto «vive», que es un fruto-animal, es que en lugar de tener hojas esté coronado con
varias plumas de pájaros, como las aves del Paraíso.

Intuyo que este fruto-animal ya sabe todo de mí, que está lleno de antigua sabiduría, que
bastaría con que le confiara mis problemas para que me diese soluciones inesperadas.

Me comunico mentalmente con él. Le hablo de lo que me aqueja y sé que me escucha


con cariño.

Luego de un tiempo de espera, el fruto-animal se pone a temblar suavemente. Tengo la


impresión de que podría caerse; entonces pongo mis dos manos abajo de él como si
fueran la cuenca de una conchilla marina. Pero... en lugar de caerse, deja gotear un
líquido lechoso.

Percibo que ésta es su respuesta. Más que con palabras, el fruto animal me contesta
entregándome un real néctar milagroso, que solucionará mis problemas más íntimos.

Lamo mis manos, sin perder la mínima gota de este néctar. Siento que una fuerza
extraordinaria entra en mí. Del fondo de mi ser brotan reservas de potencia que jamás
supuse. Siento que renazco, que de lo más profundo de mi espíritu llegan recursos
extraordinarios que cambian mi vida y dan solución al problema que expuse al fruto
animal.

Una gran calma me invade, me siento tranquilo, con una paz más profunda de la que
sentía inicialmente. Sé que todo se puede solucionar desde ahora en adelante: basta que
hable con el fruto-pájaro.

Entonces decido acostarme bajo el árbol y adormecerme, bañado en paz y con la


tranquila certidumbre de que todos mis problemas se arreglarán.

Observaciones

Tres sesiones diarias, cinco minutos cada sesión. En siete días. Se recomienda grabar con
la propia voz esta meditación.

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