Está en la página 1de 1

Abro los Ojos

Abro los ojos. Soy despertado por el silencio. No me doy cuenta de lo que pasa hasta
unos instantes después. La selva que me rodeaba, con su fauna y su flora, su verde, su
azul… ya no existe. Ahora lo único que alcanzo a ver es un páramo desolado, nada que
ver con mi antiguo espacio.

Mientras me intento levantar, me doy cuenta de que mi cuerpo no responde. Tengo


cuerdas rodeando todo mi cuerpo, y comienzo a sentir una mezcolanza entre miedo y
angustia recorriendo toda mi piel. Miro a mi alrededor en busca de mi familia. Para mi
sorpresa, proseguida de un llanto desesperado, encuentro solamente sus cuerpos.
Mientras mi cara se llena de lágrimas, únicamente soy capaz de recordar el tiempo que
pasamos juntos: las veces que nos perdimos por la selva, las veces que nos enroscamos
unos con otros, las veces que dormimos siestas que parecían infinitas… todo eso
quedará en mis recuerdos, y éstos serán la única prueba de lo que aquí una vez existió,
de lo que unos seres pacíficos vivieron.

Unas figuras pequeñas y oscuras me sacan de mis pensamientos. Van equipados con
una especie de capas que los protege del Sol. Cuanto más se acercan, mejor alcanzo a
verlos, hasta que me doy cuenta de que me han convertido en su objetivo.

Cuando se han acercado lo suficiente a mí, blanden unas cuchillas grandes y


resistentes. En ese momento me doy cuenta. Su objetivo no soy yo. Su objetivo son mis
colmillos. En ese instante trato de huir, de liberarme de esa prisión que tanto me
atormenta.

Antes de que me dé cuenta, vuelvo a despertarme, mucho más cansado y fatigado.


Esta vez las figuras se van, riéndose. Soy consciente de que es la última que abriré los
ojos.

También podría gustarte