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POESIAS PATRIAOTICAS

Patria
Ricardo Miró
Oh Patria tan pequeña, tendida sobre un istmo 
donde es más claro el cielo y es más brillante el sol, 
en mi resuena toda tu música, lo mismo 
que el mar en la pequeña celda del caracol!
Revuelvo la mirada, y a veces siento espanto 
cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar... 
¡Quizá nunca supiera que te quería tanto 
si el Hado no dispone que atravesara el mar!...
La Patria es el recuerdo... Pedazos de la vida 
envueltos en jirones de amor o de dolor; 
la palma rumorosa, la música sabida, 
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
La Patria son los viejos senderos retorcidos 
que al pie, desde la infancia, sin tregua recorrió 
en donde son los árboles antiguos conocidos 
que al alma nos conversan de un tiempo que pasó.
En vez de estas soberbias torres de áurea flecha, 
En donde el sol cansado se viene a desmayar, 
Dejadme el viejo tronco donde escribí una fecha, 
Donde he robado un beso, donde aprendí a soñar.
 
¡Oh mis vetustas torres, queridas y lejanas: 
yo siento la nostalgia de vuestro repicar! 
He visto muchas torres, oí muchas campanas, 
pero ninguna supo, ¡torres mías lejanas! 
cantar como vosotras, cantar y sollozar.
La Patria es el recuerdo... Pedazos de la vida 
Envuelta en jirones de amor o de dolor; 
la palma rumorosa, la música sabida, 
el huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.
 
¡Oh Patria tan pequeña que cabes toda entera 
debajo de la sombra de nuestro pabellón: 
quizás fuiste tan chica para que yo pudiera 
llevarte por doquier dentro del corazón!
Panamá, por 
Hersilia Ramos de Argote
Salud, PANAMÁ, la verde,
hermosa faja risueña
arrullada por dos mares
que enamorados la besan;
la que luce con donaire
su montuno y su pollera
mientras triunfa el tamborito
tradicional en las fiestas.
El Canal Interoceánico
que en sus entrañas se asienta
es lazo de unión que hermana
a los pueblos de la tierra.
Y, así, tendida en un istmo
__como cantó su poeta__
cabe, por leal y por noble,
por soberana y señera,
en el alma y en la sombra
augusta de su bandera.

Panamá Defendida - Canto I, por 


José Franco
Entonces fue la Patria
los caminos del indio.
Los playones,
las montuosas
serranías atlánticas,
las salinas del mangle
y los estuarios.
Fue la Patria la tribu,
los juncales,
el fastidio del humo
en los bohíos,
la sierra agreste,
anónima.
Pesarosos, hostiles,
los senderos del hombre
fueron ríos,
cordilleras de rocas
y jaguares.
JOSÉ FRANCO

José Franco (Calobre, provincia de Veraguas, 24 de marzo de 1936) es un


poeta, diplomático y constitucionalista panameño, autor de Panamá
Defendida (1954).

Estudió en la escuela Juan Demóstenes Arosemena y se graduó en Licenciatura y


Profesorado en Letras por la Universidad de Panamá. También realizó estudios en
la Universidad Central del Ecuador.1
Fue embajador de Panamá en Argentina, Paraguay y Uruguay. Dirigió el Instituto
Nacional de Cultura y la Dirección de Información del Ministerio de Relaciones
Exteriores. En 1972 integró la comisión redactora del Proyecto de la Constitución
Política de Panamá, en calidad de miembro principal. Fue asesor y columnista de
la Editora Renovación y dirigió el diario La República.
Ha obtenido varios reconocimientos como poeta, periodista y diplomático. Entre
ellos, obtuvo tres veces el Premio Ricardo Miró, como poeta y dramaturgo. Obtuvo
el Premio Nacional de Folklore en tres ocasiones en la categoría Décima (1966,
1967, 1968) y el Premio Nacional de Periodismo en la categoría Reportaje (1964),
en Columna (1967, 1985) y en Editorial (1984)

Amor Patrio, por 


Carmen Tejeira de Vanegas
Istmo de Panamá,
te llevo en mi corazón,
como gota de rocío
en el cáliz de una flor.
Pues soy parte de tu suelo,
de tus campos de tu sol,
que nací bajo tu cielo,
en tu suelo encantador.
Te prometo ser honrado,
valiente y trabajador,
estudioso y preparado
para servirte mejor.
CARMEN TEJEIRA DE VANEGAS
Nació el 21 de marzo de 1898 en la provincia de Chiriquí, en la Isla Las Paridas,
preciosa isla ubicada en el Golfo de Chiriquí y que pertenece al Parque Nacional
Marino Golfo de Chiriquí. Fueron sus padres Doña María del Carmen Bernal y Don
Práxedes Tejeira.

Amelia Denis De Icaza

Al Cerro Ancón
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,


de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente


al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,


mudo atalaya del tranquilo mar?
.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero


que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,


con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,


en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,


mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,


de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte


y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo


lleva mi lira un lazo de crespón;

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