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Alma Patria, por 

Gaspar Octavio Hernández

¡Istmo de Panamá! Tierra de amores


que del fondo del mar surgiste un día,
para enlazar el Norte al Mediodía
con guirnaldas de perlas y de flores.

¡Patria del corazón! Tierra que a solas


cantas las glorias de tus dioses lares,
mezclando la canción de tus palmares
con la canción eterna de las olas.

Si alguna vez, el viento enfurecido,


mi nido arranca de tus verdes frondas,
si he de volar a que mis penas hondas
hallen amparo en extranjero nido.

Siempre oiré resonar en mis entrañas


la voz del viento de tu cordillera
y he de ver en los cielos tu bandera
sobre el azul de todas las montañas!

Siempre en todos los trágicos senderos


por donde el mal de transitar me abruma
he de aspirar el cálido perfume
de tus bosques de erguidos limoneros.

Porque tú, de tal modo has esparcido


tu fragancia en los ámbitos del mundo
que ha donde vaya, mi ánimo errabundo
he de aspirar tu aroma conocido.

Allá donde suspiren mis lamentos,


allá donde me lleve mi destino
veré tu mar sereno y cristalino
oiré cantar tus melodiosos vientos!

Bajo cielos de incógnitas veredas


cuando por costas extranjeras viaje,
en los quedos murmullos del boscaje
oiré gemir tus propias arboledas...
Porque yo de tu brisa en el suspiro
oigo la voz de todo lo que he amado;
porque siento la voz de mi pasado
en todo el aire que de ti respiro.

Porque el doliente espíritu comprende


que muchas gotas hay del llanto mío
en cada limpia gota de rocío,
que la noche en tu atmósfera desprende.

¡Patria! Doquier suspiren mis lamentos,


doquiera que me lleve mi destino,
veré tu mar sereno y cristalino:
oiré cantar tus melodiosos vientos.

Cuando la tarde encienda en arreboles


los claros cielos en extraña esfera,
veré en cielos extraños tu bandera
blanca, roja y azul con sus dos soles!

Y en ese instante, en que la tarde expire


sentirá mi interior melancolía
un rumor de tus bosques ¡patria mía!
que hará que el alma por tu amor
suspire.

Y volveré a sentir en mis entrañas


el rumor de tus líricos palmares
y aspiraré el aliento de tus mares
y aspiraré el olor de tus montañas.

Porque con tal vigor infundió vida


en mi vibrante corazón tu aliento,
que en mis horas más íntimas te siento,
para siempre conmigo confundida.

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