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Sermón: Santiago 4:11-12 No murmuréis contra

tu hermano
Profesor Wigberto Pérez G.

Santiago 4:11-12 “Hermanos, no murmuréis los unos de


los otros. El que murmura del hermano y juzga a su
hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú
juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno
solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder;
pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”

Una de las cosas que no pasan de moda es el uso


de lo que llamamos el “bumper sticker”. Algunos de
ustedes tienen uno en sus carros. Hubo un tiempo
cuando la moda era poner los muñequitos de los
miembros de la familia. Allí podías ver el papá, la mamá,
los hijos, incluso los perros y gatos, que hoy día son parte
de la familia. Y siempre hay un gracioso que cuando veía
que la familia era grande decía: cómprense un televisor.
Y me imagino que algunos de ellos responderían: “lo
tenemos, pero no lo usamos”.
Es bien común, y yo diría bastante común, que las
personas les guste emitir juicio, o juzgar, sobre la forma
de vida de los demás. Y hay expresiones como por
ejemplo si tenemos más de dos hijos la gente dices:
parece un cui. Es común que las personas les encante
meter la cuchara, como decimos aquí, sobre la forma de
vida de los demás.

De eso está hablando Santiago aquí. Veamos qué


nos enseña Santiago sobre el uso de la lengua y cómo
debe ser nuestro trato hacía nuestro hermano que
difiere de nosotros.

V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los


otros.” El énfasis del pasaje lo es el mandamiento “no
murmuréis los unos de los otros”, lo sabemos porque es
lo primero que aparece en el original griego. Una
traducción literal sería: “Dejen de seguir murmurando los
unos de los otros”. Es decir, paren esa práctica, esa mala
costumbre de estar murmurando los uno de los otros. Así
que aparentemente ésta era una práctica común en la
iglesia a la cual Santiago les escribe. “Ustedes son dados
a quemarse los unos a los otros. Ustedes tienen esa mala
costumbre de murmurar unos contra otros”, esto tiene
que parar ahora mismo, les dice Santiago.

Ahora bien, qué significa murmurar. La palabra


murmurar en el griego es “Katalaleite” la cual significa
“hablar en contra de”. Por eso la RV2015 traduce: “no
hablen mal los unos de los otros”. Y el DRAE define
murmurar como: “Conversar en perjuicio de un ausente,
censurando sus acciones.” ¿Qué es lo que estaba
sucediendo allí? Los hermanos estaban criticándose unos
a otros. Hablaban mal los unos de los otros a sus
espaldas. Pero ¿qué es lo que les llevó a esto? ¿Cuál es la
causa de esto? El pasaje no nos dice solo podemos
especular. Posiblemente porque en medio de esa
transición entre el AT y el NT, unos hermanos seguían
observando las leyes ceremoniales o dietéticas del AT y
otros no, y esto dio paso a críticas fuertes de parte y
parte. A lo cual Santiago les dice: no murmuréis los unos
de los otros. No hablen mal ni en contra los uno de los
otros.

Claro está, hay un momento cuando hablar en


contra tu prójimo es necesario. Por ejemplo, en Levíticos
5:1 “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar,
y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él
llevará su pecado.” Aquí se le considera pecador a aquel
que cuando fuere llamado a testificar de lo que vio o
supo no lo denunciare, es decir, no dijera lo que vio o
supo. No testificó, se quedó callado. No es pecado
testificar en contra mi prójimo cuando he sido llamado a
ello. Otro ejemplo, 1 Corintios 1:11 “Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de
Cloé, que hay entre vosotros contiendas.” Aquí la familia
de Cloé puso al tanto a Pablo de los problemas que había
en la iglesia de Corinto. Pero fíjate que aquí el propósito
no es llevar chismes sino la de informar a Pablo para que
ayude en ese problema, de las peleas y contiendas que
había en la iglesia de Corinto. Y el pasaje clásico en
Mateo 18:15 “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve
y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has
ganado a tu hermano.” ¿Qué debo hacer cuando mi
hermano peca contra mí? ¿Ir y llevar el chisme a los
demás para que piensen mal de mi hermano y bien de
mí? Jesús nos dice que no. Ve a solas, nadie se tiene que
enterarse, y repréndele, amonéstale en amor. No lo
dejes pasar por alto. ¿Con qué fin? Para ganar a tu
hermano, para que haya reconciliación.
Así que hay momentos cuando es lícito, es
correcto hablar contra nuestro prójimo: cuando somos
llamados a testificar, cuando somos llamados a informar
para resolver un problema, cuando pecan contra
nosotros, entre otros.

Pero aquí Santiago nos informa que los hermanos


estaban hablando uno en contra de los otros. No había
intención de ayudar al hermano, no se menciona que lo
que estaban criticando era que alguien había violado la
ley de Dios. Estaban criticando lo que hacían los
hermanos, criticando sus actos, sus motivos e
intenciones.

¿Cuál es el principio? El principio es que no


debemos hablar en contra los unos de los otros. No
debemos ser chismosos. No debemos estar hablando de
espaldas a nuestros hermanos. O como lo dijo Jesús en
Mateo 7:1 “No juzguéis, para que no seáis juzgados.”
¿Qué quiso decir Jesús? El no eliminó todo juicio, sino
todo juicio sin misericordia. Todo juicio que se olvida que
nosotros también somos pecadores como los demás.
Todo juicio que es de una sola dirección. Todo juicio
apresurado. Todo juicio que busca exaltarse sobre los
demás y decir: yo no soy como esa persona: mira la paja
de su ojo, yo no tengo pajas en mis ojos. Tienes toda la
razón no tienes pajas sino un tronco en tus ojos.

¿Por qué no debemos murmurar los unos de los


otros? Santiago no da tres razones.

I. Porque somos hermanos

V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los


otros. El que murmura del hermano y juzga a su
hermano”. Tres veces Santiago usa la palabra hermanos
en este versículo. “Hermanos, del hermano, a su
hermano”. ¿Por qué no debemos murmurar los unos de
los otros? No debemos hablar en contra los uno de los
otros porque somos hermanos. Somos una sola familia.
Dios Padre es mi Padre, pero también es el Padre de mi
hermano. Cristo Jesús es hermano de ambos. Jesús
derramó su sangre preciosa tanto por mí como por él. Él
es mi Señor como lo es de mi hermano. El mismo Espíritu
Santo que me santifica mora también en él. Esa misma
idea la trae Pablo cuando habla de un tema similar en
Romanos 14:15 “Pero si por causa de la comida tu
hermano es contristado, ya no andas conforme al amor.
No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por
quien Cristo murió.” Cristo murió para salvar tanto al
hermano fuerte como al hermano débil. Por tanto, cómo
es posible que hablemos mal contra nuestra propia
familia.

Hermanos, la iglesia no es un grupo de personas


que se reúnen juntas a adorar a Dios. La iglesia es un
cuerpo, es el cuerpo de Cristo. Y cada uno de nosotros
somos miembros los unos de los otros. Si mi mano, mete
la pata, y toca algo caliente y se quema. ¿Qué hacemos
con ella? La sanamos, la curamos, buscamos que se
restablezca. No le caemos a palos, ni la cortamos por lo
que hizo. Es cierto nos molestamos, pero o cortamos la
mano por lo que hizo. A menos, claro está que desarrolle
gangrena o algo por el estilo. De igual manera tenemos
hacer así con los hermanos.
Cuando criticamos a nuestros hermanos por el
hecho de criticar, aunque lo que digamos sea cierto,
pecamos contra nuestros hermanos y contra Dios. La
frasecita tan mencionada en Puerto Rico: a mí no me
gustan los chismes, pero me entretienen, no tiene razón
de ser en la vida de los cristianos.

¿Por qué no debemos murmurar los unos de los


otros? En primer lugar, porque somos hermanos los unos
de los otros, somos una misma familia. En segundo
lugar…

II. Porque yo no soy juez de mi hermano

V. 11b-12 “El que murmura del hermano y juzga a


su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú
juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno
solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder”. El
que murmura de su hermano o juzga a su hermano, la
conjunción “y” no aparece en el original, se opone a la
ley de Dios. El que hace eso habla en contra de la ley y
juzga a la ley. ¿A qué ley se refiere Santiago? El contexto
de la carta nos debe llevar a concluir que se refiere a la
ley moral de Dios Santiago 2:8 “Si en verdad cumplís la
ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo, bien hacéis”. ¿Qué significa murmurar
de la ley y juzgar la ley? Significa dos cosas:

(1) hablamos mal de la ley y la juzgamos al decir


con nuestros actos que la ley no me aplica a mí. Yo estoy
por encima de la ley. O la ley no es lo suficientemente
estricta como debe ser. La ley me ordena amar a mi
hermano a no murmurar contra él, pero al hacerlo
decimos que estamos por encima de la ley. Al hacerlo
decimos que la ley no cubre esas áreas y por lo tanto es
incompleta. De esa manera murmuramos de la ley y
juzgamos a la ley.

(2) Nos hacemos señores de la ley. Pero fue Dios


quien dio la ley. El único legislador lo es Dios. Y nosotros
somos llamados a obedecer la ley, a cumplir la ley. En
cambio, cuando murmuramos al hermano o juzgamos al
hermano nos atribuimos algo que no nos pertenece: el
ser señores de la ley, creadores de la ley en vez de
hacedores de la ley. Asumimos las prerrogativas que son
de Dios.

Nosotros no somos jueces de nuestros hermanos.


No tenemos el derecho de condenar a nuestros
hermanos porque tal oficio le pertenece a Dios. A parte
de que somos incompetentes como jueces. Solo Dios
conoce las intenciones del corazón, nadie posee tal
capacidad. Además, nadie es más misericordioso que
Dios. Por eso David prefería ser juzgado por Dios y no por
los hombres.

Solo Dios es el que salva y el que condena. Todos


compareceremos al tribunal de Dios, no al tribunal de
Perencejo. Y es El el único que es el juez de toda la tierra.
Y es a El que daremos cuenta, porque solo Él es el Señor.

Nuestro deber es obedecer la ley, someternos a la


ley, cumplir la ley y no ser jueces de la ley ni de los
hermanos.
En tercer lugar, no debemos murmurar de
nuestros hermanos…

III. Porque yo soy como mi hermano

V. 12b “pero tú, ¿quién eres para que juzgues a


otro?” ¿Quiénes somos nosotros para juzgar al hermano
o juzgar al prójimo? Nosotros somos tan débiles como
ellos. También tenemos los mismos defectos que los
demás en diferentes áreas de la vida, pero tenemos
faltas como los otros. Nadie tiene el derecho de exaltarse
sobre los demás. Cuando alguno murmura de su
hermano o juzga al hermano se levanta por encima de él
como superior a él. Pero Dios nos llama tener la misma
actitud de Cristo Jesús. Filipenses 2:5-8 “Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a
Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz.” Aunque Jesús era Dios y por
tanto exaltado sobre todas las cosas. Nada de eso
impidió que se humillara haciéndose siervo para
salvarnos. Jesús se humilló para exaltarnos. Ese mismo
espíritu debe estar en nosotros. Por tanto, Filipenses 2:3-
4 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”

La humillación de Cristo es el modelo que


debemos seguir en la iglesia. Cuando lo hacemos así no
habrá razones para murmurar al hermano o juzgarlo.
¿Quiénes somos nosotros para hacerlo? No somos sus
dueños, no somos señores de los hermanos. Solo Dios es
el Señor de todos nosotros. Eso mismo les dijo Pablo a
los romanos en Romanos 14:4 “¿Tú quién eres, que
juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie,
o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor
para hacerle estar firme.” ¿Quiénes somos nosotros para
juzgar a nuestro prójimo? Somos iguales a ellos, débiles,
ignorantes, llenos de faltas como los demás.
Aplicación:

1. Hermanos, solo Dios es el Señor de la conciencia. Y


Dios ha dejado libre a nuestra conciencia de toda
doctrina y mandamiento humano que sea contrario a la
Biblia o esté al margen de la misma. ¿Qué significa?
Significa que tenemos a prender a aceptar que los demás
hermanos tienen la libertad de vivir sus vidas de una
manera diferente a las nuestras. Siempre y cuando no
violen la ley de Dios, tienen libertad en Cristo de vivir de
formas diferentes a las nuestras. Nadie tiene el derecho
de decidir cómo los demás hermanos tienen que gastar
su dinero, escoger la escuela de sus hijos, cuántas veces
deben bañarlos, criarlos, qué marca de ropa deben
vestir, qué deben hacer con su tiempo libre, cómo deben
alimentar a sus hijos, cuántos viajes darán al año, cómo
deben combinar los colores de su ropa (si cuadros con
líneas, etc.). Nadie tiene la autoridad de imponer sus
criterios personales o gustos personales sobre los demás.

¿Por qué no debemos murmurar del hermano? No


debemos hacerlo porque es mi hermano, hueso de mis
huesos y carne de mi carne en el Espíritu, porque yo no
soy su juez, solo Dios lo es. Y porque yo soy como él:
débil, frágil, lleno de miles defectos y virtudes. Pero,
sobre todo: tenemos el mismo Padre, Cristo Jesús murió
tanto por él como por mí. Y a ambos se nos dio a beber
de un mismo Espíritu. Somos uno en Cristo, somos uno.
Amén.

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