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Silvia Lago Comunicacin Arte y Cultura en La Era Digital
Silvia Lago Comunicacin Arte y Cultura en La Era Digital
Introducción.
En un texto relativamente reciente, Scott Lash se pregun-
ta cuáles son las nuevas apuestas políticas en la transición
desde una sociedad industrial hacia una cultura informacio-
nal global. El autor señala que en esta nueva etapa los prin-
cipios de la sociedad industrial son progresivamente despla-
zados por otras lógicas, entre ellas el desplazamiento de lo
social por lo cultural, donde circulan flujos compuestos de
bienes simbólicos o culturales: imágenes, ideas, comunicacio-
nes (Lash, 2005: 59-61). Autores como Lévy (2007), Barbero
(2005) y Rueda (2008) contribuyen señalando que el cambio
tecnosocial de las sociedades contemporáneas está ligado no
sólo a las formas dominantes de información, comunicación
y conocimiento, sino también a las transformaciones en la
sensibilidad, la ritualidad, las narrativas culturales y las ins-
tituciones políticas. En consecuencia, existe cierto consenso
en la necesidad de comprender la/s cultura/s propia/s de
nuestras sociedades como una realidad en construcción que
se sitúa en el centro de nuestra propia experiencia de trans-
formación. En este marco ¿es posible afirmar que emerge
una cultura digital?.
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La mayoría de las definiciones de cultura digital -o ciber-
cultura- tienen como común denominador el hecho de re-
ferirse a la cultura generada en torno a las nuevas tecnolo-
gías de la comunicación y de la información, especialmente
a internet y la vida en el ciberespacio. Sin embargo, en ésta
propuesta y a partir de los hallazgos producidos en nuestras
propias investigaciones, la cultura digital surge como la im-
bricación de las tecnologías de la comunicación y de la in-
formación en los procesos culturales de las sociedades con-
temporáneas. De ésta forma se entiende que el estudio de la
cultura digital no se agota en el ciberespacio (cultura online)
sino que se agrega la hipertextualidad entre distintos medios
de comunicación social e industrias culturales (radio, cine,
televisión, etc.) y los procesos de interacción social en el con-
texto cultural más amplio. Cabe preguntarse entonces ¿cómo
se reconfiguran las relaciones de poder, las identidades colec-
tivas y las estrategias de intervención y confrontación políti-
ca en una cultura crecientemente digital?.
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se dieron entre el 2001 y el 2003: “literalmente pasaron por
arriba los modos de legitimar prácticas artísticas previas que
estaban muy consolidados en determinadas instituciones,
determinados personajes y determinado mundo de ideas”
(entrevista 2007). Tanto Molinari como otros protagonistas
del presente artículo, coinciden en advertir que desaparece
la idea de vanguardia artística y emerge una construcción
colectiva enorme: “artistas somos todos los que estamos acá
y también puede haber muchísimos más que no están acá”
(Molinari).
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2. La(s) cultura(s) y la política.
Compartimos con Brian Holmes, a propósito de los mo-
vimientos antiglobalización, la idea de que la dimensión es-
tética y comunicativa de la acción política contemporánea es
medular y está entrelazada con la cuestión de la representa-
ción. Estos aspectos son ahora complementarios de la acción
directa y, a partir de internet, se expanden y crean represen-
taciones a escala y una multiplicidad de significados tal, que
no sería posible para una acción directa estrictamente corpo-
ral, es así que “la diseminación de los medios de represen-
tación por medio de internet es uno de los grandes cambios
que han transformado las posibilidades del activismo político
(Holmes, 2005: 225-227). Un ejemplo muy cercano es la expe-
riencia que transitan los estudiantes chilenos en su lucha por
la educación pública gratuita. Diversas acciones callejeras lle-
vadas adelante por los jóvenes activistas, con música, baile,
teatro, circo, y producciones audiovisuales, son propagadas
por YouTube incansablemente.
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tivos, se ha podido notar un corrimiento desde un esquema
tradicional (barrial, local, regional) a un esquema global, cu-
yos límites espaciales y temporales son mucho más amplios
y a la vez difusos: una acción propagandística, una perfor-
mance o un video subidos a la red tienen un alcance global y
una duración indeterminada.
4. Relaciones de poder
y lucha por la hegemonía.
Si bien las identidades y roles sociales estrechamente
relacionados al lugar físico se redefinen, la aspiración a la
ocupación del espacio y el manejo del tiempo por parte de
los movimientos contrahegemónicos no es un fenómeno to-
talmente nuevo. David Harvey señala que históricamente “la
capacidad de influir en la producción del espacio constituye
un medio importante para acrecentar el poder social” (Har-
vey, 2004: 251). El autor toma como ejemplo la Primera Inter-
nacional y su impulso de ampliar las bases del movimiento
de trabajadores tratando de “unir a los obreros de muchos
lugares e industrias distintas en una causa común, y en 1860
transfiriendo fondos y ayuda material de un espacio a otro de
la lucha de clases” (2004: 262 y 263). Según Harvey, las prác-
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lucha contra la hegemonía cultural del capitalismo. Los usos
del registro audiovisual pueden adoptar como eje el debate
público, la denuncia, el cine testimonial, la difusión de accio-
nes, la comunicación alternativa/alterativa, entre otros.
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proyectos políticos compartidos. Entre los colectivos existen
diferencias importantes en cuanto al planteo político: por
ejemplo Canal 4 Darío y Maxi nace de una experiencia de TV
comunitaria con antena para emisiones de aire de alcance
barrial en la localidad de Avellaneda (actualmente por inter-
net), en estrecho contacto con organizaciones de trabajadores
desocupados de la zona sur del conurbano bonaerense. Su
actividad se puede caracterizar como comunitaria o barrial:
Hicimos algo que se llamaba “la tele de barricada” que
era cubrir algún hecho que sucediera (…) la campaña que
se da desde 2003 de deslegitimación de los movimientos so-
ciales, de criminalización de la protesta social, a partir de
ahí nosotros decimos que es necesario apropiarnos de esta
herramienta (M. 2007).
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reconocimiento del papel de hacedores de una cultura alter-
nativa y la obtención de financiamiento y espacios (por ejem-
plo, en el marco de la nueva Ley de Medios Audiovisuales).
Otro rasgo común es el funcionamiento horizontal: participa-
ción igualitaria, decisiones colectivas y la sustitución de la fi-
gura del que dirige por la de realizador/productor colectivo.
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cio, quien lo considere necesario lo puede usar en el sentido
que de mayor potencia a su lucha a su proceso de organiza-
ción” (F. Alavío: 2010 )
7. A modo de epílogo
Es evidente que la transición de la sociedad contemporá-
nea está en marcha, pero resulta difícil dilucidar si la cultura
digital emergente cuenta con valores específicos que le son
propios o simplemente forman parte del “ambiente” del si-
glo XXI. Lo que sí es indudable es que el (los) mundo(s) de
la comunicación y la cultura sufren enormes transformacio-
nes. La horizontalidad actual de la dinámica comunicacional
y cultural se hace notoria en el fenómeno analizado con el
surgimiento de infinidad de productores, de realizadores, de
periodistas, etc.. Los contenidos se juzgan en tiempo real y ya
no existe un monopolio absoluto de las industrias culturales
y de los medios masivos. Las fuerzas sociales se enfrentan
cotidianamente a las formas de control del flujo de la infor-
mación, circulación y producción artística y cultural. Las re-
laciones de poder que expresan pueden parecer osadías de
corto alcance que corresponden a grupos reducidos en la so-
ciedad, sin embargo ésta lucha permanente inquieta a gobier-
nos e industrias de la cultura que deben reforzar controles y
repensar estrategias. Consecuentemente aumenta el debate
político y jurídico sobre la facultad que gobiernos y provee-
dores de internet (ISP) poseen para limitar y censurar el libre
flujo de información y comunicación en la red, a favor de la
consideración de que el derecho a la información es uno más
de los derechos humanos.
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Bibliografía.
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