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A Corazó n Abierto

19 de marzo de 2021

1 El Corazón Engañoso para Dios


“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso ¿Quién lo conocerá?”
Jeremías 17:9

Hoy os presento el primero de una serie de audios que hablan de algo tan importante
y peligroso como el “corazón engañoso”, en el caso de hoy, engañoso para Dios.

En nuestra doble naturaleza, la vieja y la nueva, la pecadora y la que está en el Espíritu,


tenemos una lucha diaria y constante, personal, entre el bien y el mal, lo que nos
apetece o lo que sabemos que tenemos que cumplir.

Pablo nos previno de esto, primero que nada aceptando que él mismo podía caer si no
estaba conectado continuamente con el Señor.

En Romanos 7:24 Pablo dice: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?”

Esto nos hace ver que nadie, ninguno de nosotros, está fuera de esta lucha y que todos
estamos expuestos a caer.

Esta lucha, a veces, nos lleva a intentar justificar nuestros actos o pensamientos,
intentando que Dios piense como nosotros. Buscamos un versículo, otro, un capítulo,
hasta que encontramos, aunque sea fuera de contexto, algún versículo que justifique
nuestras acciones.

Pero el Señor no puede apoyarnos en algo que está fuera de Su voluntad.

Intentar mentir a Dios y que no se dé cuenta. ¡Qué absurdo!

El Hecho de negar el engaño no lo anula, más al contrario nos lleva a sufrir las
consecuencias de esa negación y perder inmediatamente las ventajas de disfrutar lo
que Él es y hace.

Dos versículos resumen bien lo absurdo de esta situación. En el Salmo 139 David dice
al Señor:

“v.3 Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos”

“v.7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de Tu presencia?”


No nos engañemos a nosotros mismos ya que a Dios está claro que no se puede.

Y entonces, ¿si mi corazón es engañoso por naturaleza, no podré controlarlo nunca?

Claro que sí: Hay que venir ante Él, postrarse a Sus pies, reconocer nuestras
debilidades, nuestros engaños, y querer servirle con un corazón íntegro. Dejar que Él
nos guíe y moldee como el buen Alfarero que es y dejar que en nuestra debilidad, Su
poder se manifieste.

Pablo escribe en la 2ª carta a los Corintios 12:9: “Y me ha dicho <<bástate de mi


gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad>>, por tanto, de buena gana
me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de
Cristo”.

2 El Corazón Engañoso hacia uno mismo


Proverbios 14:13 “Aún en medio de la risa se duele el corazón, y el término de la
alegría es la congoja”

Hoy quiero hablar sobre el corazón engañoso hacia uno mismo. El “yo” o el “ego”.

Una canción de Jesús Adrián Romero dice:

“Sé que hay un mundo en mi interior,

invisible a los demás,

que requiere mi atención”.

A ese “mundo interior” se la suele llamar corazón.

Como músculo, el corazón late entre 60 y 70 veces por minuto durante toda nuestra
vida, sin ningún descanso. Tal es su fuerza que se convirtió en una metáfora de nuestro
ser interior en general, también, en el sentido que, tanto nuestro corazón real como
nuestro corazón espiritual, tienden a caer.

En su libro “Corazón indestructible”, Jaime Fernández Garrido nos dice:

“La palabra de Dios nos enseña que dentro del corazón está la conciencia. El
corazón acepta o rechaza, toma decisiones, discierne lo que cree que debe o no debe
hacer. Nuestra conciencia nos dice en cada momento lo que piensa que es correcto y
esa misma conciencia nos ayuda a vivir en integridad, si es que nuestros principios son
íntegros.”

Nadie está libre de caer en el engaño; hay demasiadas formas de llegar allí: amor al
dinero, deseo de poder, culto a la admiración, orgullo espiritual… y pocas cosas son tan
terribles como servir a Dios con una motivación equivocada.

En Mateo 6:21 Nuestro Señor Jesús nos avisó: “Porque donde esté vuestro tesoro allí
estará también vuestro corazón”

Y esta frase que parece tan bonita es un arma de doble filo porque, ¿qué pasa si tu
tesoro es mundano, es el dinero, el placer, una adicción, etc.?

El corazón hará todo lo posible para engañar a la conciencia y justificar así sus actos.

¿Cómo vencer a nuestro corazón engañoso?:

1º Dudar de nosotros mismos y confiar en Dios.

Proverbios 3:5 y 7

(v.5) “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia


prudencia”

(v.7) “No seas sabio en tu propia opinión, sino teme a Jehová y apártate del
mal”

2º Pedir a Dios que nos examine.

En 2ª Crónicas 29:17 dice David: “Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los
corazones, y que la rectitud te agrada.”

Pídelo de corazón y Él te guiará.

Dios usó al apóstol Pablo, quizá uno de los humanos menos imperfectos que han
existido, para mostrar la debilidad del ser humano, la debilidad de los corazones. Si él
se sentía pecador, se humillaba constantemente ante el Señor para no dar lugar a su
ego, se evaluaba a diario para reencaminar siempre su enfoque; ¿cómo no hacer
nosotros lo mismo?, ¿cómo no tener su vida como referente de que, como hombre
podemos tropezar, pero el Señor nos da las armas para alzarnos siempre?

En el Salmo 139:23-24 David le pedía al Señor:

“Examíname, Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis


pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno”
3 El corazón engañoso hacia los demás
En el salmo 12: dice David: “Habla mentira cada cual a su prójimo, adulan con los
labios pero con doblez de corazón”

Hoy cerramos el tema “corazón engañoso” hablando de las mentiras hacia los demás.

Hoy en día, un problema mundial difícil de parar es la contaminación, no sólo por


cómo afecta a la naturaleza, al clima o a la fauna, sino también por la cantidad de
enfermedades que cada día se diagnostican más a causa de la contaminación.

Pero no sólo nuestro cuerpo se contamina. La sociedad que nos rodea, la llamada
“nueva moralidad” nos puede también contaminar y sus consecuencias son más graves
y duraderas.

Como siempre, los motivos por los que se tropieza son los mismos: Desenfocarse de
Jesús.

Poner ídolos y otros dioses que nuestro entorno parece que nos obligue,
avergonzarnos de ser hijos de Dios, de nuestra manera de ser y vivir, hace que
finjamos ser otras personas, delante de esa sociedad que vive de espaldas a Dios. Y nos
hacemos mentirosos.

El corazón que engaña no es un corazón libre. No podemos ser nosotros mismos y


reaccionar como debemos, condicionados por la defensa de nuestra mentira, que nos
ata más que ninguna cosa. La mentira esclaviza porque hay que recordarla siempre.

Pero nuestro corazón puede romper los límites del engaño. La verdad nos quita una
carga de encima, nos ayuda a vivir y descansar porque se defiende a sí misma. Y nos
libera porque nos llena de paz.

Nosotros decidimos a quién damos lugar en nuestro corazón.

Voy a leer Hechos 5:1-4

“Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió una heredad y
sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó sólo el resto y lo
puso a los pies de los apóstoles, Pedro le dijo:

-Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y
sustrajeras del producto de la venta de la heredad?

Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti?, y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué
pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios.”
De estos versículos se extraen rápidamente varias enseñanzas:

1- El engaño no servía de nada porque no había deferencia entre vender o no


vender la heredad.
2- Puso el engaño en su corazón porque no puso su decisión en manos del Señor
ni confió en Él, sino que se guió en las riquezas.
3- A quien primero duele la mentira, el engaño, el pecado, es a Dios antes que
nadie. Su amor provoca que nuestros tropiezos le entristezcan.

¿A quién decides dar lugar en tu corazón?

Salmos 37:3 “Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra y te apacentarás


de la verdad”.

4 El corazón compasivo
Bueno, después de presentar durante unos días el tema “corazón engañoso” quisiera
compartir algo más agradable.

Hace pocos días, recibí en el buzón de mi casa una carta, con el destinatario y remite
escrito a mano, de alguien que no conocía. Subí a casa extrañado, expectante por
saber que alguien se había esforzado pensando en mí. Y lo primero que hice al llegar a
casa fue abrirla y leerla.

La verdad es que, lo que encontré, no me interesó y la deseché, pero me había


quedado ya la bonita sensación que contaba antes. Que alguien pensara en mí.

Puede que hayáis visto no hace mucho, una campaña dirigida hacia los hospitales
infantiles que consistía en mandar cartas personalizadas a niños ingresados que, en
estos tiempos, no pueden tener apenas visitas ni contacto exterior.

Los niños recibían con ilusión estas cartas que les animaban y les llamaban por su
nombre:

“Hola Ana, hola Pedro, hola Raquel, hola Tomás… yo he pasado por lo mismo que tú, sé
que es difícil pero no te rindas, adelante, yo luché y ahora estoy bien…”

Todos los estudios que se han hecho para observar los resultados coinciden en que es
muy beneficioso para la actitud y el ánimo de los pacientes.

Animados por eso, los trabajadores de un hospital madrileño decidieron hacer algo
similar.

Este hospital se declaró libre de COVID19 para poder tratar otras patologías y sabiendo
médicos, enfermeros, auxiliares, celadores, limpiadores, etc. de lo que estaban
pasando sus compañeros en otros hospitales, decidieron mandar cartas de ánimo
personalizadas a todos ellos.

Todos los que las recibieron declaraban el bien y el ánimo que les dieron en momentos
difíciles.

Si os fijáis, en el Nuevo Testamento, de 27 libros 21 son cartas…

¿Podéis imaginar? Los cristianos de Colosas, Filipo, Roma, Galacia, etc.:

-¡Ha llegado carta de Pablo!, ¡Venid, venid!

Y en su lugar de reunión esos cristianos que, a menudo, tenían que estar escondidos,
sufriendo, debían escuchar con ilusión, con ánimo esas palabras de Pablo que no eran
otra cosa que “Palabra de Dios” recién sacada del horno.

¿Estás cansado, abatido, triste o superado?

Lee las cartas que el Señor te escribe. Encontrarás una guía, un camino, también
rectificación, pero sobre todo encontrarás el gran amor de Dios que ya nos conocía por
nuestro nombre desde el vientre de nuestra madre.

Juan 10:2-4 “Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A este abre el
portero y las ovejas oyen su voz; y a las ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando
ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen porque
conocen su voz.”

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