Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Breve Catequesis Sobre La Confirmacion
Breve Catequesis Sobre La Confirmacion
Sin lugar a dudas el Don más grande que Dios nos ha hecho es la Gracia
Santificante, que consiste nada menos que la participación en la Vida
divina. Nada puede compararse con esto; por la Gracia, Dios nos hace
semejantes a Él hasta en su Divinidad. Dios nos diviniza gratuitamente con
este Don, cosa que naturalmente no nos corresponde por ser tan solo
creaturas suyas.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia fundada por Él, nos
comunica el Don de la Gracia por medio de los Sacramentos instituidos por
Cristo mismo y nos santifica, nos hace santos, hijos de Dios y coherederos
de la Gloria.
La Iglesia afirma que para los creyentes, los Sacramentos son necesarios
para la salvación. El cristiano que no frecuenta los Sacramentos, no ha
entendido realmente su vocación cristiana y pone en peligro su salvación
eterna.
2. LOS SACRAMENTOS DE INICIACION
3. LA CONFIRMACION
4. EL ESPIRITU SANTO
Así el confirmado recibe la "marca" o el sello del Espíritu Santo: "Es Dios el
que nos conforta juntamente con nosotros en Cristo y el que nos ungió y el que nos
marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Cor.
1,22).
El Bautismo, que hace nacer nuestra alma a la Vida Divina y que nos hace
miembros de la Iglesia de Cristo, es tan solo el principio, como el niño que
es dado a la luz posee la vida humana y es miembro de su familia, pero
debe llegar a su plenitud en la madurez. En el terreno espiritual, la Gracia
Santificante se desarrollará con la recepción de los demás Sacramentos y la
Confirmación produce en nosotros el crecimiento necesario para llegar a la
madurez cristiana: el Espíritu Santo nos comunica sus siete Dones y nos hace
adultos en la fe, capaces de dar testimonio de ella y de luchar como soldados por el
Reino de Dios en la tierra. Ciertamente ya desde el Bautismo Dios habita en
nosotros con sus Tres Divinas Personas, pero en la Confirmación se nos da
el Espíritu Santo con más abundancia: es como un Pentecostés para los
discípulos de Cristo.
San Juan Evangelista nos dice "muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que
si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los
libros que se habrían de escribir" (Jn.21,25). No debe entonces extrañarnos
el no saber exactamente cuándo y cómo Jesucristo instituyó el Sacramento
de la Confirmación, pero consta en muchos pasajes del Nuevo Testamento
que los Apóstoles, imponiendo las manos a los Bautizados, los
confirmaban en la fe: "Pedro y Juan imponían las manos a los samaritanos"
que habían sido ya bautizados por el Diácono Felipe y éstos recibían al
Espíritu Santo (Hech.8,12-17). De igual modo San Pablo habiendo llegado a
Éfeso, bautizó en el nombre de Cristo a discípulos de San Juan Bautista y a
continuación les impuso las manos para hacer descender sobre ellos el
Espíritu Santo. "Y como Pablo les impusiera las manos, vino sobre ellos el
Espíritu Santo, hablaron lenguas y profetizaron" (Hech. 19,6).
"A todos llamamos hijos de Dios, incorporados todos a Jesucristo, herederos todos
del Paraíso; pero imperfectos los primeros y perfectos los segundos, la
Confirmación no solamente nos hace divinos, sino grandísimamente divinos".
Los Dones del Espíritu Santo son siete auxilios Espirituales que capacitan
el alma para ejercitar las virtudes necesarias a la perfección cristiana. Estos
siete Dones son: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia,
Piedad, Temor de Dios.
Fue este Don el que hizo a San Pedro contestar al Sanedrín cuando éste le
ordenaba no predicar a Jesucristo: "Debemos obedecer a Dios antes que a los
hombres" (Hech.5,29)
Es este Don el que nos da la fuerza para emprender sin temor ni vacilación,
obras que miran a la mayor gloria de Dios. El acto por excelencia del Don
de la Fortaleza, es el martirio, pero hay que recordar que es comparable a
él una vida empleada en el servicio de Dios y en procurar la salvación de
las almas.
Este Don nos hace ver todas las cosas en Dios, como creaturas suyas, como
manifestaciones de su Poder, Sabiduría y Bondad infinitas. Por medio de
este Don todas ellas vienen a ser para nosotros, como un reflejo de Dios.
San Francisco de Asís, poseía este Don en alto grado, considerando todas
las cosas creadas como hijas de Dios, veía en todas ellas otros tantos
hermanos, el hermano sol, la hermana agua, la hermana oveja, etc., hasta la
hermana muerte.
Este Don hace que encontremos placer en las oraciones, y en las prácticas
religiosas –que nos sacrifiquemos por Dios y por su Gloria, y –que
recibamos todo como venido de la Mano de Dios, y nos abandonemos a
sus manos como el niño se abandona a las de su madre.
El Don de Temor de Dios, inclina nuestra voluntad a un respeto filial hacia
Él; nos aleja del pecado porque le desagrada y nos hace esperar en su
poderoso auxilio.
Pero entiéndase bien que este Don del Espíritu Santo, nada tiene de común
con el temor al castigo de Dios por nuestros pecados, el temor a las penas
de esta vida, a las del Purgatorio y del Infierno.
Este Don del Espíritu Santo nos inspira un vivo sentimiento de la grandeza
y bondad de Dios y por lo tanto, sumo horror a las menores faltas; una
viva contrición de éstas porque ofenden a un Dios tan bueno, un deseo
vivísimo de repararlas con muchos actos de amor y sacrificio y en fin,
suma diligencia de huir de las ocasiones de pecado.
El soldado de Cristo debe estar preparado para dar la batalla al mal, venga
de donde venga. ¿Qué diríamos de un soldado bien armado que ni siquiera
se molestara en desempacar sus armas y aprender a usarlas? ¿Cómo espera
ganar la batalla cuando le falta la voluntad y el valor para entrar en ella?
Así son los cristianos que no saben aprovechar los medios que la Iglesia
pone en sus manos y que se amilanan ante los demás.
El confirmado responde:
tu espíritu”.
Durante este momento solemne todos los demás fieles acompañarán con
cantos invocando al Espíritu Santo.