EL CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ DANDO EL MAYOR AMOR ¿QUÉ HACE Y QUÉ DICE EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO? SAN MANUEL GONZÁLEZ, OBISPO DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS
Lectura del santo evangelio según san Juan
15, 1-17 Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros. EL CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ DANDO EL MAYOR AMOR
Nadie tiene mayor amor que el que da su
vida por sus amigos (Jn 15,13)
Los tres puntos de vista
Los buenos cuadros, como los grandes espectáculos, para que puedan ser bien apreciados, deben mirarse desde su punto de vista. El Cenáculo, cuando en él se instituye y se da de comer por vez primera la Sagrada Eucaristía, como el Sagrario en que se guarda la Eucaristía para ser comida unas veces, las menos, y despreciada otras, las más, tienen tres grandes puntos de vista: el huerto de Getsemaní, el corredor del patio de Caifás y la cima del Calvario. ¡Qué fatídicamente bien se ve desde esos tres puntos la suerte que espera en el mundo al mayor Amor de la Eucaristía! Desde Getsemaní se le ve abandonado; desde el patio de Caifás, negado; desde el Calvario, crucificado y maldecido! ¡Triste suerte la del mayor Amor sobre la tierra de los hijos de los hombres!
¿Cuál es el mayor amor?
Jesús definió el mayor amor entre los hombres el de aquel que da su vida por sus amigos. La Eucaristía es un amor mucho mayor, infinitamente mayor que el mayor amor entre los hombres. Eucaristía es dar la vida por los amigos y por los enemigos, no una vez sino innumerables veces. Jesús, Maestro mío, ¿me permites alargar tu definición del mayor amor? Tú dijiste: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos...», a no ser el que ha inventado la Eucaristía para darla todos los días y todas las horas por sus enemigos ¡hasta la consumación de los siglos! ¡Éste sí que es el mayor amor perpetuado en una locura! ¿Cómo se paga el mayor amor? Los demonios y su gente pagan ese mayor amor de Jesús Sacramentado con su odio mayor. ¿Conocéis odio que se parezca al de los impíos a Jesús, a su Iglesia y a sus instituciones? Es odio de marca propia y de estilo especial. Ese odio, después de todo, desde el punto de vista del diablo, es muy justo. Éste y su gente, en definitiva, no tienen más enemigo que Jesús. Ésa es su paga. Pero, ¿será justo que los cristianos le paguen, no ya con odio, sino con indiferencia o con amor menor? ¿Verdad que, si amor con amor se paga, el amor mayor de Cristo debe pagarse con el amor mayor del cristiano? Es decir, con amor hasta el sacrificio y por toda la vida. Si el amor que tiene mi Jesús es amor de Hostia, yo debo ser para Jesús hostia de amor. Si Jesús es mi hostia de todos los días y de todas la horas, ¿no debo yo aspirar y prepararme a ser su hostia de todas las horas y de todos los días? ORACIÓN EXPIATORIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar. Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón. Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo. Al mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada. ¡Ojala que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofreciste un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. (MR)
Avisos y reglas cristianas: para los que desean servir a Dios, aprovechando en el camino espiritual. Compuestas por el maestro Ávila sobre aquel verso de David: audi, filia, et vide, et inclina aurem tuam