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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA, EL DIEZMO Y LAS OFRENDAS

La Mayordomía y la Teología de las Ofrendas


Material de la Revista Ministerio, Angel Manuel Rodríguez

CONTENIDO
1. Introducción ……………………………………………… 1
2. Las ofrendas en el Antiguo Testamento ………………….. 1
2.1. Las ofrendas y los sacrificios expiatorios ………………… 1-2
2.2. Los sacrificios como ofrendas ……………………………. 3
2.2.1. Las ofrendas quemadas ………………………………… 3
2.2.2. Las ofrendas de paz ……………………………………. 4
2.3. Otras ofrendas ……………………………………………. 5-6
2.4. Ofrendas especiales ………………………………………. 7-8
3. Las ofrendas en el Nuevo Testamento …………………… 9
3.1. Jesús y las ofrendas ………………………………………. 10
3.1.1. Las ofrendas y la grandeza de Jesús …………………….. 10
3.1.2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales …………… 11
3.1.3. Las ofrendas y la entrega al Señor ………………………. 11
3.1.4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia ………………. 12
3.1.5. Las ofrendas y el ministerio cristiano …………………… 12
3.2. Pablo y las ofrendas ……………………………………….. 13
3.2.1. La renuencia de Pablo para aceptar ofrendas …………… 13
3.2.2. Pablo como recipiente de las ofrendas ………………….. 14-16
3.2.3. Pablo y la colecta: una ofrenda especial ………………… 17
3.2.3.1. Motivar para dar ………………………………….. 17
3.2.3.3.1. El don de la gracia de Dios …………………………….
3.2.3.3.2. El Ejemplo de Cristo …………………………….
3.2.3.3.2. Las bendiciones de Dios………………………….
3.2.3.2. Planificación ……………………………………… 18
3.2.3.2.1. Basada en los ingresos personales ……………….
3.2.3.2.2. Separada en el hogar …………….
3.2.3.2.3. Darla a instrumentos nombrados …………….
3.2.3.3. Actitud hacia el dar ………………………………. 19
3.2.3.3.1. Dar es un privilegio …………………………………. 19
3.2.3.3.2. Dando voluntariamente ……………………………… 20
3.2.3.3.3. Dar generosamente …………………………………….. 20
3.2.3.3.4. Dar y auto darse…………………………………… 20
3.2.3.4. Propósito de la colecta …………………………………. 21
3.3. Ofrendas en Hechos de los Apóstoles …………………….. 22
3.3.1. Ofrendas para los pobres …………………………………. 22-23
3.3.2. Ofrendas especiales ………………………………………. 24
4. Resumen y Conclusiones…………………………. 25-29
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DE LAS OFRENDAS 30-31
Notas …………………………………………………………… 32-35
1. INTRODUCCIÓN

El estudio de las religiones antiguas sugiere que en la integración entre los


seres humanos y el ser divino, la ofrenda que se llevaba a los dioses era un
aspecto constitutivo de la devoción personal. En todo el Antiguo Cercano
Oriente los seres humanos llevaban diferentes tipos de ofrendas a los
dioses, buscando sus bendiciones, protección, perdón y dirección. En la
mayoría de los casos se visualizaban las ofrendas como medios de suplir las
necesidades de los dioses con el propósito de ganar o mantener su favor.1
Esta intensa preocupación por presentar ofrendas materiales a los dioses
era universal.

La religión bíblica no es una excepción en esta área de la práctica


cultural. De hecho, las ofrendas juegan un papel importante en los
servicios del santuario del Antiguo Testamento y en el culto cristiano del
Nuevo Testamento. Exploraremos en este artículo la riqueza de los
materiales bíblicos sobre este tema. En algunos casos prestaremos
atención a la terminología empleada para referirse a las ofrendas, pero
nuestro interés principal se centrará en los diferentes tipos de ofrendas que
se mencionan en la Biblia. Exploraremos las principales ideas teológicas o
religiosas que se asocian a esas ofrendas con el propósito de sintetizar los
elementos fundamentales de la teología y la práctica de las ofrendas en
la Biblia.

2. LAS OFRENDAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Antiguo Testamento menciona mucho más las ofrendas que el diezmo.


En un libro que se interesa en el culto al único y verdadero Dios, las
ofrendas tienen un lugar y una función prominentes. El culto y las ofrendas
son prácticamente inseparables en el Antiguo Testamento. En lo que sigue
discutiremos los diferentes tipos e ofrendas que se mencionan en el
Antiguo Testamento.

2.1. Las Ofrendas y los Sacrificios Expiatorios

La expiación y las ofrendas sacrificiales aparecen entrelazadas en el


sistema de culto del Antiguo Testamento. Las ofrendas expiatorias por
excelencia eran las ofrendas por el pecado (Lev. 4) y por la culpa (Lev. 5),
llamadas “ofrendas” en Números 5:9 y 18:8. El término hebreo que se usa
allí es terumab, sustantivo que proviene probablemente de la raíz verbal
rum, “ser alto”, la cual en una de sus formas verbales significa “donar,
poner aparte”. Designa un don o una ofrenda que se aparta para el
Señor fuera del santuario, y que luego se trae al templo y se la entrega a
Dios.2
El poder expiatorio de esas ofrendas no radicaba en la víctima sacrificial
misma, sino en Dios quien, por su gracia, le asignaba esa función (Lev.
17:11). En otras palabras, la eficacia expiatoria se encontraba en la
disposición de Dios a perdonar los pecados de su pueblo (véase Lev. 4:26,
31).

Las ofrendas sacrificiales expiatorias parecieran haber tenido una función


limitada. De hecho, su único papel era señalar a Dios como el único que
podía expiar el pecado. El Antiguo Testamento mismo testifica sobre la
ineficacia de las ofrendas expiatorias para otorgar perdón, y al mismo
tiempo identifica al único medio efectivo de la expiación. David
reconoció que su pecado no podía ser quitado mediante las ofrendas
sacrificiales (Salmos 51:16). Su única esperanza consistía en confiar en la
compasión y el “amor misericordioso” de Dios (Salmos 51:1, 2). Con
relación a la redención de la vida humana, ningún sacrificio de animales
es suficientemente costoso para lograrla: “Ninguno de ellos podrá en
manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la
redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás), para que
viva en adelante para siempre y nunca vea corrupción” (Sal. 49:7-9).

Es imposible para los seres humanos traer una ofrenda al Señor que sea
suficientemente costosa como para rescatase a si mismos. Dios es el único
que podía proveer esa ofrenda y lo hizo. Isaías previó la obra futura del
Mesías quien, aunque rechazado por su pueblo, era la ofrenda expiatoria
que Dios proveyó para la redención de los mortales. El Señor “puso su
vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:10); Él llevó el pecado de
muchos y fue contado con los transgresores (Ver. 12) para declararlos
justos (vers.11).

Lo que ninguna ofrenda humana podía cumplir, la ofrenda divina lo logró.


Este tema se desarrolla más ampliamente en el Nuevo Testamento, donde
se nos muestra la imposibilidad de que la sangre de las víctimas de los
sacrificios quitara el pecado de los adoradores (Heb. 10:4). Sólo mediante
la sangre de Cristo es posible esto (Heb. 10:14). Pablo afirma que Dios lo
“puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Rom. 3:25),
Cristo mismo interpretó su misión como la de quien da “su vida como
rescate por muchos” (Mar. 10:45).

La importancia de una correcta comprensión de las ofrendas expiatorias


es fundamental para una teología bíblica de las ofrendas. En primer lugar,
se describe a Dios aquí como dispuesto a dar, como un “ofrendante”. Esto
Provee una plataforma teológica para la dadivosidad de los seres
humanos. La dadivosidad humana debe seguir el modelo divino de
dadivosidad. Si comparamos todo lo que Dios da, su pueblo en realidad
le da muy poco.3 Es importante que entendamos que si Dios espera que le
traigamos una ofrenda, es porque él mismo dio una ofrenda a favor
nuestro.
En segundo lugar, ninguna de nuestras ofrendas cumple una función
expiatoria. No poseemos cosa alguna que podamos traer a Dios para ser
aceptos por Él, y no necesitamos hacer nada, porque Dios ya proveyó la
única ofrenda a través de la cual se ha logrado la expiación. Nuestras
ofrendas nunca deben ser un intento de ganar la simpatía, el amor o el
perdón de Dios. Esa función es exclusiva e indisputable de la ofrenda de
Dios en Cristo por nosotros. Nuestra motivación para dar nunca debería
ser el hacernos meritorios delante del Señor. De hecho, lo que hace
aceptable nuestras ofrendas es la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios que
santifica nuestra dádiva.

2.2. Los sacrificios como ofrendas

Aparte de las ofrendas por el pecado y la culpa, hay otras ofrendas


sacrificiales que, además de la función expiatoria, tienen también otros
propósitos teológicos y religiosos. Dos de ellas son de interés especial para
nuestro estudio, a saber las ofrendas quemadas: Holocaustos (Lev. 1) y de
paz (Lev. 3). Trataremos aquí únicamente el aspecto no expiatorio de esas
ofrendas.

2.2.1. Las ofrendas quemadas (Holocaustos Lev. 1:3-17)

Ninguna parte de esta ofrenda se daba al sacerdote o al que la traía para


ofrecerla; la víctima sacrificial se quemaba enteramente sobre el altar, en
una entrega total al Señor (Lev. 1:9). Los eruditos han detectado en este
sacrificio una expresión ritual de la disposición de los adoradores a
entregar o reconsagrar sus vidas enteras a Dios. Él, como su Señor, tenía
derecho total sobre ellos, y esta ofrenda era un acto simbólico de una
entrega completa a Dios.4

En hebreo se hace referencia a la ofrenda quemada como siendo un


qurban, “ofrenda” del verbo qarah, “venir cerca”, “acercarse”. Este es un
término genérico que se usaba para designar los sacrificios y ofrendas que
los israelitas traían al Señor (véase Lev. 22:18; Núm. 7:3, 12-17; 15:3; 31:50):
Podía traducirse como “lo que se trae cerca, se presenta, se ofrece.5 Una
ofrenda es por consiguiente, algo que se transfiere de nuestra esfera a la
del Señor, al traerla cerca de Él, llega a ser suya.

De interés particular para nosotros es el hecho de que se aceptaban


diferentes animales con base a su valor financiero. Se menciona primero
al de más valor, un becerro, al que seguían la oveja y el macho cabrío
(véase Lev. 1:3, 10). Se podían ofrecer aves como una paloma, o una
tórtola (Lev. 1:14).

Aquí podemos hacer dos comentarios. En primer lugar, una ofrenda es


algo que cuesta al adorador, se priva de un animal costoso y útil al darlo
al Señor.6 David entendió este principio y rechazó la idea de dar al Señor
una víctima que no fuese suya (2 Sam. 24:24). En segundo lugar, Dios no
espera que todos den la misma cantidad. Al nombrar las víctimas
sacrificiales desde las más hasta las menos costosas, se da a entender que
cada cual podía traer algo al Señor. Dios esperaba que algunos trajesen
un becerro y otros una oveja o un macho cabrío, según su condición
financiera. El más pobre podía traer un ave (Lev. 5:7; 12:8).7 La implicación
teológica es que Dios considera especialmente la disposición interior del
dador, y que el deseo de adorarlo es más importante que el valor
monetario de la ofrenda.8 La experiencia interna de uno se expresaría al
traer al Señor lo mejor que pudiera ofrecer.

Además de la función expiatoria de este sacrificio, se dan otras dos


razones para traerlo al Señor. Levíticos 22:17.20 describe una ofrenda
votiva (ofrenda a Dios por voto o promesa) y voluntaria). La ofrenda votiva
se traía en cumplimiento de un voto. Una persona presentaba su petición
al Señor y solemnemente prometía dar una ofrenda votiva después de
recibir respuesta a la oración.9 La ocasión en que se traía esta ofrenda era
gozosa y la persona expresaba su gratitud al Señor por haber respondido a
sus oraciones (Salmos 61:8; Nahúm 1:15).10 El holocausto también podía ser
voluntario. Era traído al Señor “por devoción, no por obligación o debido a
una promesa”; 11 era una expresión de amor a Dios.

Basados en los comentarios anteriores, podemos concluir: A) que una


ofrenda es una expresión tangible de la entrega plena de una persona al
Señor, traída con gratitud y amor. B) Debía traérsela al centro de culto y
C) ser entregada a los que Dios había designado para recibirla. Se
esperaba que se trajese lo mejor que se podía ofrecer según los recursos
financieros de cada quien.

2.2.2. Las ofrendas de paz (Lev. 3:1-17)

La ofrenda de paz se distinguía del holocausto en varias formas. La víctima


sacrificial podía ser una hembra del ganado o el rebaño. Las hembras
eran más caras. Se devolvía la mayor parte de la carne de la víctima al
adorador para que la comiese en compañía de su familia y amigos (Lev.
7:11-21). Cuando se traía el holocausto, la persona no se beneficiaba
materialmente, pero en el caso de la ofrenda de paz si se beneficiaba.
Esto permitía que un grupo de personas viniese a adorar a Dios.

Hay tres tipos de ofrendas de paz: A) la votiva, B) la voluntaria y C) la de


gratitud (Lev. 7:12, 16). Todas ellas eran en verdad ofrendas voluntarias.
Podían traerse para cumplir un voto o como un acto de devoción
personal a Dios, semejante al holocausto. El elemento nuevo es el aspecto
de gratitud. El hebreo todah, “gratitud”, se usa en la Biblia para expresar las
ideas de alabanza, gratitud y confesión. 12 Se presentaba la ofrenda
después de haber sido librado de algún peligro. Era el “resultado de un
deseo espontáneo de expresar públicamente gratitud personal por las
bendiciones que se habían disfrutado”.13 La ocasión debía ser gozosa
(Deut. 27:7; Salmos 95:2). 14

Se introducen aquí un par de elementos nuevos que esclarecen el


significado de las ofrendas en el Antiguo Testamento. A) En primer lugar,
esta ofrenda podía ser de beneficio para los que la ofrecían. Como
observamos, se devolvía la mayor parte al dador para facilitar la
adoración colectiva con los miembros de la familia y los amigos. Todos
compartían o participaban de la ofrenda que uno de ellos traía. En
segundo lugar, la ofrenda podía ser un medio para expresar gratitud y
alabanza a Dios por sus bendiciones y por su poder libertador del mal. Era,
en esencia, una expresión de gratitud al Dios de la alianza.

2.3. Otras ofrendas

Varias otras ofrendas se mencionan en el Antiguo Testamento. A la


“ofrenda de cereal” se la llama en hebreo minchah, y significa “un don,
tributo”. En Levíticos, este es un término técnico que se usaba para
designar una ofrenda hecha de harina fina cocinada o cruda y mezclada
en aceite (Lev. 2:1-10). Se la traía al Señor, pero Él le daba la mayor parte
al sacerdote oficiante.

El término minchah designa en el Antiguo Testamento un regalo hecho a


un superior que era reconocido como señor o gobernante de la persona
que traía el regalo (Jueces 3:15; 2 Samuel 8:2,6). Al traer a Dios un
minchah, “ofrenda de cereal”, los israelitas declaraban en lenguaje ritual
que Yahvé era el Señor del pacto y ellos sus súbditos.15 El hecho de que se
trataba de una ofrenda de grano puede sugerir que se reconocía que los
frutos de la tierra eran resultado de las bendiciones del Señor.16 Nótese, sin
embargo, que lo que se traía no era el grano sino la harina. Mediante su
trabajo el israelita transformaba el grano en harina. Dios y los seres
humanos trabajaban juntos, y al traer esta ofrenda se reconocía no sólo la
obra de Dios a favor de ellos, sino que a la misma vez le consagraban su
trabajo al Señor. 17

A los israelitas se les requería traer al Señor las primicias o primeros frutos
de la tierra (Lev. 23:9-11; Núm. 18:12, 13; Deut. 18:4; 26:1-11). Esta ofrenda
era esencialmente una ofrenda de gratitud al Señor usada para el sostén
del sacerdocio (Deut. 18:3-5).18 “El hecho de que se la llamaba primicias
sugiere que era lo mejor de la cosecha (Núm. 18:12; Es. 23:19). También
indica que Dios estaba primero en la vida del adorador. Los israelitas no
daban de lo que les sobraba”.19 Antes que comenzaran a disfrutar de la
cosecha separaban las primicias para el Señor (Lev. 23: 14).” 20

Esta ofrenda era un reconocimiento del hecho de que la fertilidad de la


tierra estaba en las manos del Señor y que Él era “la fuente de la
generosidad”21 y el propietario de la tierra (Deut. 26:10).22 El énfasis
teológico de esta ofrenda está puesto en la bondad del Señor que
prometió la tierra y sus frutos al pueblo, y cumplió sus promesas (Deut. 26:3,
8-10). 23 Con alegría los israelitas celebraban la fidelidad de Dios que se
manifestaba en el don de la tierra y en la bendición de la cosecha (Lev.
23:11).24 En este contexto es de especial importancia una referencia a la
redención de Egipto, porque ésta precedió al regalo de la tierra que Dios
le diera al pueblo, y fue el fundamento sobre el cual basaron las ofrendas
que el pueblo traía a Dios (Deut. 26:8-10). En Egipto los israelitas no tenían tierra,
Dios les dio la tierra, para su usufructo (añadido).

La ocasión cuando se traía esta ofrenda al templo se caracterizaba por el


gozo (Deut. 26:11). Era una experiencia colectiva gozosa en la que el
pueblo, los levitas y los extranjeros que moraban entre ellos, participaban
en la celebración del hecho de que Dios dio todos esos dones. Esta
ofrenda era la expresión exterior de una fe profunda en el Señor y de
sentimientos de gratitud. 25

Se requería también una ofrenda de los despojos de la guerra (Núm. 31:29,


41, 51). Se usan varios términos para designar esta ofrenda. Se la llama
mekes, “obligaciones cúlticas o impuesto” (v. 28, 37, 41); terumah, “don”
(v. 229, 52), y corban, “lo que se trae cerca” (v. 50). Al compartir los
despojos de la guerra con los sacerdotes y levitas, los israelitas reconocían
que era Dios quien les había dado la victoria sobre sus enemigos. Por
consiguiente, la ofrenda era una expresión de gratitud por la victoria. 26

Las tres ofrendas que hemos considerado en esta sección refuerzan lo que
ya habíamos encontrado con respecto al contexto y significado de las
ofrendas en la Biblia, y agregan algunos elementos nuevos. Adoración,
gozo y agradecimiento caracterizan a todas las ofrendas, (Extraer de aquí,
esto) aunque algunas fuesen obligatorias. Se reconoce a Dios como el
único que bendice y protege a su pueblo, el trabajo de ellos y a la tierra.
Mediante estas ofrendas se alaba a Dios como el Señor de Israel a quien
se le debe traer lo primero y lo mejor de la cosecha. Se lo proclamaba
como propietario de la tierra que cumplía las promesas que había hecho
a su pueblo al bendecirlos con la tierra y los frutos.

2.4. Ofrendas especiales

Una ofrenda especial era aquella que se le traía al Señor con un propósito
específico. El mejor ejemplo de este tipo de ofrenda en el Antiguo
Testamento es la que se recogió para edificar el tabernáculo. El Señor la
requirió de cada uno (Ex. 25:2), y aun así, debía ser una ofrenda voluntaria
(36;3). La dádiva debía expresar la gratitud interior en la que lo más noble
y elevado de la personalidad del individuo estaba comprometido. Sólo
aquellos cuyos “corazones eran impulsados” (nadab, “urgir, dar
voluntariamente”) a dar, debían traer esa ofrenda (Ex. 25:2; 35:5). Se
expresa también la disposición interna en la frase “Cuyos corazones se
levantaron” (Ex. 25:21) o “cuyo espíritu se movió” (v. 29). La petición del
Señor debía encontrar una respuesta positiva en el corazón del pueblo, y
la encontró. En consecuencia, trajeron como ofrenda oro, plata, bronce,
piedras preciosas, hilo, lino fino, pieles de animales, madera, aceite de
oliva y especias (Ex. 25:2-7). Cada uno, hombres y mujeres, trajeron algo
de sus posesiones (Ex. 35:5); de hecho, trajeron más de lo que se
necesitaba (Ex. 36:6,7). Esta ofrenda especial se llamaba terumah, don
dedicado a Dios y traído luego al Señor. Se llevaban todas las ofrendas a
un lugar principal y se las entregaba a Moisés, quien debía distribuirlas y
administrarlas para el proyecto anunciado.

Cuando el primer grupo de exiliados estuvo listo para regresar a Jerusalén


en el año 539 AC., sus vecinos les proveyeron de dones, ofrendas
voluntarias, para que se usasen en la reconstrucción del templo (Esdras
1:6). En el 457 AC., Esdras volvió con otro grupo de cautivos. Esta vez el rey,
sus consejeros y oficiales, y los judíos dieron un donativo (terumah,
“ofrenda”) para sostener los servicios del templo (8:25). Esdras guardó
registro cuidadoso de esta ofrenda (Esdras 8:26-30).

Cuando el templo necesitaba algunas reparaciones, se recogía del


pueblo una ofrenda con ese propósito. En 2 Crónicas 24:6,9 esta ofrenda
se llama mas`setha. Este sustantivo se deriva del verbo nasa´que significa
“levantar, llevar”, sugiriendo que designa una ofrenda como “algo que se
lleva a alguien”, en este caso, el Señor. En la época del rey Joás, cuando
el templo estaba siendo reparado, se colocó un cofre fuera del templo
para recoger esta ofrenda. La Biblia declara que el pueblo traía
gozosamente esta ofrenda voluntaria (2 Crónicas 24:10). 28

El Señor requirió una ofrenda especial durante la dedicación del altar y del
santuario (Núm. 7). Cada tribu enviaba sus ofrendas (gorban, v. 3) a través
de sus representantes. Estas consistían en sacrificios de animales, utensilios
de oro y plata, harina e incienso, todo lo cual era necesario para
comenzar los servicios del santuario. 29

Tres veces al año los israelitas realizaban un peregrinaje a Jerusalén para


celebrar las fiestas de los panes ázimos, de las semanas y de los
tabernáculos (Deut. 16:16). En cada una de esas ocasiones se esperaba
que trajesen al Señor una ofrenda llamada mattanah, “un don”, del verbo
natan, “dar”, que designa, entre otras cosas, un obsequio dado por un
padre a su hijo(véase Génesis 25:6) y el regalo del sacerdocio a Aarón
(Núm. 18:7; compárese los versiculos 6 y 29). Era, con mucha frecuencia,
un obsequio motivado por una buena y generosa disposición de una
persona hacia otra (cf. Est. 9:22).

En el contexto de estas tres ofrendas, Deuteronomio 16:6-17 hace varias


declaraciones importantes. La primera: “Y ninguno se presentará delante
de Jehová con las manos vacías” (Deut. 16:16). Las ofrendas ocupan un
lugar en el culto colectivo. Cuando el pueblo venía delante de Dios,
debía traer algo como testimonio de la recepción de sus bendiciones.
Estas debían ser ofrendas voluntarias (v. 10), que expresan el gozo por el
cuidado y la protección divinos. El segundo principio: “Cada uno con la
ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te
hubiere dado” (Deut. 16:17). Una traducción literal de la última parte de
esta frase sería: “Como la bendición del Señor tu Dios que El te dio”. La
cantidad de la ofrenda difería de persona a persona debido a que se
basaría en el principio de la proporcionalidad: la cantidad reflejaba
cuanto el Señor había bendecido a la persona. El tercer elemento: “… te
hubiere dado” (v. 17), indica que la dádiva divina está primero y hace
posible la dádiva humana. El texto implica que Dios da sus bendiciones a
cada uno y que cuando una persona viene delante de El, siempre tendrá
una razón y algo que dar al Señor (cf. Ez. 46:5,11).

Es interesante notar que las ofrendas especiales que acabamos de


considerar, así como las otras ofrendas, eran requeridas por Dios, y no
obstante, debían ser expresiones voluntarias de gozo y gratitud. Pareciera
como si Dios estuviese usando el sistema de ofrendas para enseñar a los
Israelitas cómo expresarle gozo, gratitud y tantos otros sentimientos de
devoción. Sorprendentemente, el Señor interpretó la negligencia en traerle
ofrendas como un acto deshonesto (Mal. 3:6-8). Esto se debió
probablemente al principio de que si Dios bendecía al pueblo, Él tenía
derecho a una acción de gracias mediante la cual el pueblo lo
reconociese como su Señor. De esta manera los protegía de caer en el
odioso pecado de la idolatría. El privarlo de las ofrendas equivaldría a
rechazar su señorío sobre ellos y atribuir las bendiciones recibidas a algún
otro poder. Aquellos para quienes Yahve era el único Dios, estaban
dispuestos sencillamente a traerle sus ofrendas. Toda ofrenda presupone
una firme entrega total y personal. No debiera, por consiguiente,
sorprendernos encontrar una conexión entre una reforma espiritual y el
incremento de las ofrendas (2 Crón. 31:1, 10-14).

El Antiguo Testamento señala hacia una época en la que los reyes y los
poderosos traerían sus dones u ofrendas al Señor (Sal. 68:29; 76:11; Is. 18:7).
El término hebreo que designa esta ofrenda es shay, “regalo, presente”, y
apunta a una ofrenda dada por el poderoso y rico a Aquel que se
identifica como Señor del universo e invicto en la guerra. 30

Las ofrendas especiales que hemos discutido parecen enfatizar de una


manera especial la importancia de la disposición interior de la persona
que le impulsa a dar una ofrenda voluntaria. Esta disposición
acompañada de sentimientos de gozo, gratitud y adoración, asume un
cuerpo visible en la ofrenda que se le entrega al Señor: En este acto se
reconoce y proclama a Dios como Señor de las vidas de quienes lo
adoran y como Propietario de la tierra y de sus frutos. David resumió bien
este concepto cuando escribió: “Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu
mano te damos” (1 Crón. 29:14). 31

3. LAS OFRENDAS EN EL NUEVO TESTAMENTO

Hay unas pocas referencias a las ofrendas en el Nuevo Testamento,


aunque se usa extensamente el verbo “dar” (dídomi). Lo que
particularmente impresiona es que alrededor del 25 por ciento de las
veces en que se usa el verbo dídomi, Dios es el sujeto. 32 El nos da nuestro
pan cotidiano (Lucas 11:3), la lluvia, la cosecha, el alimento (Hech. 14:17),
la vida y todo lo que necesitamos (Hechos 17:25). Nos da arrepentimiento
(Hech. 11:18), victoria (1 Cor. 15:57), gracia (1 Pedro 5:5), amor (1 Juan 3:1),
sabiduría (Sant. 1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34; Hech. 5:32), los dones
espirituales (1 Cor. 12:7-10), una herencia (Hech. 20:32), el reino (Lucas
12:32) y la vida eterna (1 Juan 5:4). De una manera especial y única Dios
dio a Su Hijo (Juan 3:16), el Pan de Vida (6:32), quien a su vez dio su propia
vida en rescate (Mat. 20:28; 1 Tim. 2:6), al entregarse a sí mismo “por
nuestros pecados” (Gál. 1:4).

El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los grandes Dadores


que enriquecen a los seres humanos mediante su bondadosa gracia.
Debido a eso Cristo puede desafiar a sus seguidores a dar generosamente
porque ellos recibieron generosamente (Mat. 10:8). El propósito de la
dadivosidad cristiana no es suplir las necesidades de Dios, puesto que El no
necesita nada (Hech. 17:25). Nuestro dar nos hace más semejantes a
nuestro Señor.

3.1. Jesús y las ofrendas

Jesús instruyó a sus seguidores con respecto a la naturaleza y espíritu del


verdadero dador. Los evangelios presentan varios incidentes en la vida de
Cristo donde se discute este importante tema. Los hemos agrupado aquí
bajo diferentes subtítulos.

3.1.1. Las ofrendas y la grandeza de Jesús.

Cuando Cristo nació en Belén, un grupo inesperado de personas le trajo


una ofrenda. Ciertos extranjeros vinieron del oriente para contemplarlo y le
dieron dones: oro, incienso y mirra (Mat. 2:1-11). Estos “hombres sabios”
pertenecían a una clase de gente culta, rica e influyente de oriente
llamados mágoi, “magos”. En general se los reconocía como expertos en
astrología y en la interpretación de sueños. 33 Mateo entendió que eran
hombres instruidos quienes podían identificar las señales del nacimiento de
Jesús y al hacerlo, salieron a buscarlo. 34 Habían entrado en contacto con
las Escrituras hebreas y creían las profecías mesiánicas que allí se
enunciaban (Núm. 24:17).

Los magos no vinieron a Jesús con las manos vacías, sino que trajeron con
ellos dones para el nuevo Rey. El término doron, “regalo, ofrenda”, es el
equivalente griego del término hebreo gorban, que en el Antiguo
Testamento se refiere a los dones y ofrendas sacrificiales (véase Heb. 5:1).
En este caso particular los tres reyes trajeron ofrendas para honrar al Niño.
Habían venido, según sus propias palabras, “para adorarlo” (Mat. 2:2). El
acto de adoración podía entenderse como “significativo homenaje y
sumisión” al rey mesiánico. 35 Pero en el contexto de Mateo “Jesús es la
manifestación de la presencia de Dios (Mat. 1:23), el Hijo de Dios (2:15) en
un sentido único, y por lo tanto Alguien que puede ser adorado”. 36

En este pasaje, se asocia la ofrenda o don costoso con los conceptos de


adoración, homenaje y sumisión. Tales dones son expresiones tangibles de
esos sentimientos y actitudes. Mediante sus ofrendas los magos reconocían
la grandeza y superioridad de ese gran Rey de Israel.

3.1.2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales.

Jesús, así como los profetas del Antiguo Testamento, no separó la


devoción religiosa, que se expresa mediante las ofrendas, de la ética
correcta en la interacción social. Una ofrenda reflejaba no sólo un estado
de paz con Dios sino también con la comunidad de la cual uno formaba
parte. El vivir en armonía con otros era casi un prerrequisito al dar una
ofrenda. Esto, al parecer, tuvo Jesús en mente cuando dijo: “Por tanto, si
traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero
con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mat. 5:23,24). Una
ofrenda nunca expresará el amor y la gratitud a Dios si proviene de un
corazón conflictivo y que está en guerra con sus semejantes. Las
dimensiones verticales y horizontales de nuestra experiencia religiosa se
intersectan en el acto de adoración mediante la ofrenda.

Otro aspecto de este vínculo entre las ofrendas y nuestra relación con
otros asoma en la crítica que hizo Jesús a la práctica judía del Corbán
(Mar. 7:10-12). Una persona podía consagrar al Señor sus posesiones
haciéndolas inaccesibles a cualquier otro miembro de la familia. Al argüir
que sería una violación del voto usar dichos recursos para aliviar las
necesidades de la familia, en realidad estaba descuidando a los padres, 37
violando uno de los mandamientos. El principio ejemplificado aquí parece
ser el de la responsabilidad para con nuestras familias, puesto que el
cuidado de ellos y el deber de suplir sus necesidades son parte de nuestra
experiencia cristiana.

3.1.3. Las ofrendas y la entrega al Señor


El dar una ofrenda a Dios no es evidencia automática de nuestra entrega
indivisa al Señor como personas. La viuda pobre trajo una ofrenda
voluntaria al templo posiblemente como una expresión de gratitud y amor
a Dios (Luc. 21:1-4). El rico también trajo ofrendas voluntarias. Jesús
comparó y evaluó su dádiva y consideró la ofrenda de la viuda como una
verdadera ofrenda. Sus ojos percibieron que el rico daba “de lo que
sobraba; pero la viuda dio de lo que no tenía”. 38 Ambos dieron para el
sostén de los servicios del templo; pero para el rico, una ofrenda tal era
una formalidad religiosa que podía satisfacerla con un mínimo, una
muestra no de lo que podía dar, sino de lo que estaba dispuesto a dar. No
era una expresión genuina de entrega personal a Dios.

Esto reafirma un principio que se encuentra en el Antiguo Testamento y en


algunos lugares del Nuevo Testamento: no es la cantidad dada, sino el
grado o nivel de entrega y dedicación al Señor lo que hace aceptable la
ofrenda delante de Dios. La viuda quiso dar una ofrenda y trajo lo único
que tenía, dos monedas de poco valor, confiando en que Dios proveerla
para ella. Su dádiva se basaba en una decisión; de hecho, se basaba en
una lucha de fe, en la que prevalecieron su amor y gratitud a Dios. Esta fe
provenía de las profundidades de su ser. Para el rico, el dar no tenía
ningún significado profundo, y era una experiencia trivial, una formalidad
en la cual la fe en Dios estaba ausente.

3.1.4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia

Lo que acabamos de decir sugiere que la verdadera benevolencia es más


que compartir o dar. Tiene que ver con la condición interior de la persona,
la fuerza espiritual de su amor a Dios. Este entendimiento erradica el
egoísmo del acto de dar. Buscar reconocimiento propio mediante
nuestras ofrendas es totalmente incompatible con la verdadera
benevolencia. Jesús afirmó claramente que debemos dar sin esperar
recompensa alguna de otros, por consiguiente, nuestra dádiva debe ser
silenciosa y secreta (Mar. 6:1-4). El nos prohíbe llamar la atención a nuestra
benevolencia, puesto que es una “transacción” privada entre el individuo
y Dios. Jesús rechaza el egoísmo como motivación para dar porque
corrompe la ofrenda. La benevolencia no se realiza ante otros; tiene lugar
“delante de Dios quien… la hará pública, la recompensará, y castigará las
obras secretas en el juicio final”. 40 La dádiva debe provenir de un corazón
dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta natural de amor a Dios y
de fe en él (Luc. 6:30). No es menos que una expresión de negación
propia hecha por amor al reino de Dios. 41 Cuando se da una ofrenda con
este espíritu, se transforma en un reflejo, en la esfera humana, de la
dadivosidad inconmensurable de Dios (Mat. 10:8; 8:d4).

3.1.5. Las ofrendas y el ministerio cristiano


Jesús dijo a sus discípulos que es una responsabilidad de la comunidad de
los creyentes proveer para sus necesidades: “El obrero es digno de su
alimento” (Mat. 10:10). El término traducido “obrero” es ergátes, que se
usa en el griego secular para designar a una persona que trabaja por
salario. 42 En algunos casos se usa en el Nuevo Testamento para referirse a
los apóstoles y maestros (2 Tim. 2:15). Digno parece reforzar la idea de que
la persona debía recibir un pago apropiado. 43 Mateo llama al pago
trophé (literalmente “alimento”), que en este contexto podría traducirse
como “sostén” 44 o “salario”. El pasaje paralelo en Lucas 10:7 usa la
palabra mixtos, “salario, pago”. Es de esta declaración de Jesús que la
iglesia deriva su autoridad para apoyar el ministerio evangélico mediante
las ofrendas de los miembros de la iglesia.

Las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas ponen el énfasis principal en la


motivación a dar. El culto ofrece la oportunidad de dar ofrendas de
homenaje y sumisión, a través de las cuales se reconoce el señorío de
Cristo. Nuestro dar, por consiguiente, como una expresión de nuestra
entrega plena a Jesús basada en la fe y confianza en El, es una decisión
del corazón y no una formalidad. Cuando damos no estamos motivados
por un deseo de reconocimiento propio, puesto que el egoísmo y la
ofrenda aceptable son incompatibles. Nuestros dones y ofrendas debieran
provenir de un corazón lleno de gratitud y amor, cuya principal
preocupación es la promoción del reino de Dios. Tales personas están en
paz con los demás y proveen para las necesidades de sus familias. Las
ofrendas deben usarse en la iglesia para promover su misión.

3.2. Pablo y las ofrendas

En el Nuevo Testamento, Pablo, más que ningún otro escritor, es el que


aborda la teología de las ofrendas. Lo hace en tres contextos principales.
El primero, tiene que ver con su renuencia personal a aceptar ofrendas. El
segundo, revela su reacción ante las ofrendas que le enviaron y que él no
pidió ni esperaba. Y el tercero, tiene que ver con los pasajes relativos a la
colecta para los pobres de Jerusalén.

3.2.1. La renuencia de Pablo para aceptar ofrendas

Pablo rechazó su derecho al sostén financiero de su ministerio de parte de


los miembros de la iglesia. Escribiendo a los tesalonicenses enfatizó el
hecho de que él trabajaba para ganarse el sustento y no aceptaba
ofrendas de ellos. Declaró específicamente: “No porque no tuviésemos
derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos
imitaseis” (2 Tes. 3:9). Pablo justifica su decisión diciendo que desea
establecer un ejemplo para los que no están dispuestos a ganar su
sustento. 45 Otra razón que lo llevó a buscar su propio sostén financiero fue
para demostrar que no era avaro (que acumula dinero por el placer de
poseerlo, y no lo usa), 1 Tes. 2:6-9; cf. Hechos 20:33-35. 46 A veces Pablo
sentía que el aceptar dinero podía volverse un obstáculo en la
predicación del evangelio, lo cual da a entender, probablemente, que no
quería dar la impresión de que se estaba aprovechando de la iglesia (2
Cor. 11:9; 12:14-18). 47

Sin embargo, Pablo sabía que tenía derecho a que la iglesia lo sostuviera
financieramente (2 Tes. 3:9). En 1 Tes. 2:6, dice: “Aunque podíamos seros
carga como apóstoles de Cristo”. Defiende este derecho enfáticamente
en 1 Cor. 9:1-18. Arguye que como apóstol tiene los mismos derechos que
los otros apóstoles, derechos que los corintios les habían reconocido a
éstos. 48 El emplea varias ilustraciones basadas en el sentido común para
justificar su derecho apostólico para el sostenimiento de las iglesias, el
servicio militar de sostén propio es prácticamente inimaginable; un
granjero tiene la libertad de comer de las uvas que plantó; y un pastor
tiene el derecho de beneficiarse de la leche de su rebaño (v. 7).

Pablo apela también a la autoridad del Antiguo Testamento citando


Deuteronomio 25:4 y concluyendo que “si nosotros sembramos entre
vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si
otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? (1
Cor. 9:11, 12). A esto agrega un argumento que toma de los servicios del
santuario: los levitas eran sostenidos por el diezmo, y los sacerdotes por el
diezmo del diezmo y ciertas partes de las ofrendas de sacrificios que se
llevaban al altar (v. 13). Pablo usa la ley del Antiguo Testamento acerca
del diezmo como modelo de dadivosidad cristiana. 49 Según Pablo, la
regulación del Antiguo Testamento contaba con el apoyo de Jesús mismo:
“Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan
del evangelio” (v. 14). La frase: “así también”, establece que la regla del
Antiguo Testamento es válida, no sólo para los judíos sino también para los
cristianos. 50 El Señor mandó a la iglesia aplicar la misma regla para
sostener el ministerio de la iglesia. El verbo “mandar” es una traducción de
diátasso que significa “ordenar”, “proclamar un edicto”. 51 Designa una
declaración oficial y normativa, en este caso del Señor.

El rechazo de Pablo de no aceptar ofrendas, no era un rechazo de la


práctica bíblica que el Señor apoyó y que había llegado a ser una
costumbre aceptada en la iglesia para el sostenimiento del ministerio
evangélico (1 Pedro 5:2). Pablo estaba simplemente usando su libertad
para proclamar el evangelio sin ocasionarles gasto a los corintios a fin de
proteger la integridad de su ministerio apostólico.

3.2.2. Pablo como recipiente de las ofrendas.

No todas las iglesias de los gentiles aceptaron la decisión de Pablo de


trabajar en la proclamación del evangelio sin recibir salario. A pesar de su
renuencia, las iglesias de Macedonia lo apoyaron mientras estaba en
Corinto (2 Cor. 11:9). Es en Filipenses 4:10-19 que Pablo analiza el impacto y
significado de la generosidad de los macedonios.

Mientras estaba en prisión, Pablo recibió la visita de Epafrodito, mensajero


de las iglesias de Macedonia, quien trajo una ofrenda de las iglesias para
él. Pablo discute en la epístola a los Filipenses el significado de esta
ofrenda, y establece varios puntos importantes.

Primero, la ofrenda de Macedonia era una expresión de preocupación e


interés por Pablo como predicador del evangelio (Fil. 4:10). El verbo
froneo, que se traduce como “estar preocupado”, es difícil traducirlo
como “estar preocupado”, es difícil traducirlo al español. Combina las
ideas de pensar y simpatizar, y designa un vínculo emocional 52 que une el
intelecto con la voluntad. 53 No significa simplemente pensar acerca de
alguien, sino estar sinceramente interesado y dispuesto a hacer algo para
esa persona. Este tipo de preocupación busca la oportunidad de
expresarse en forma tangible. La ofrenda de los macedonios no era el
resultado de un arranque emocional, sino que se basaba en un análisis
racional, en el reconocimiento de una necesidad real de alguien a quien
se estaba unido emocional y espiritualmente, y con cuya misión podían
identificarse. Ellos se preocupaban por Pablo en pensamiento y acción, y
la ofrenda era la prueba de esta profunda preocupación. 54 Esto sugeriría
que la ofrenda debía ser la expresión de una preocupación sería y de
interés en el bienestar de la iglesia y en cumplimiento de su misión.

Segundo, mediante esta ofrenda los macedonios participaron de las


aflicciones de Pablo (Fil. 4:14). Las aflicciones son las pruebas que Pablo
experimentaba en la predicación del evangelio. El verbo sunkoinonio está
relacionado con el sustantivo koinonía, “compañerismo, participación”, y
significa “participar, compartir con alguien”, haciendo posible que ambos
tengan comunión y compañerismo. 55 Los macedonios participaban en las
pruebas de Pablo, haciéndolas suyas, y privándose a sí mismos de algo
para dar una ofrenda. Pablo participó del bienestar de ellos al recibir sus
ofrendas. De esta forma se unieron en propósito y experiencia. Las
ofrendas llegaron a ser un enlace de simpatía y amor entre los creyentes.
El ministerio de Pablo llegó a ser el ministerio de ellos también. 56 Los
macedonios se volvieron copartícipes de Pablo en “su encarcelamiento y
sufrimiento, aunque estaban a muchas millas de él. En su genuino y
profundo sentido de preocupación que se expresaba en una acción
constructiva a favor del apóstol, y por consiguiente, en favor del
evangelio, habían tomado sobre sí algo de su carga”. 57

Tercero, se acreditó la ofrenda de los macedonios a la cuenta de los (Fil.


4:17). Es significativo notar que para Pablo, el valor de esta ofrenda no se
encontraba en el hecho de que suplía una necesidad que él tenía, sino
más bien en el beneficio que contenía para los macedonios mismos. 58 El
crédito, provecho, fruto, en la cuenta de ellos estaba creciendo,
incrementándose. Pablo usa una terminología comercial para describir la
bendición espiritual que recibían quienes daban. La inversión material
produce grandes dividendos espirituales en las vidas de los dadores. 59

Cuarto, el don que dieron los macedonios a Pablo era aceptable al Señor
(Fil. 4:18). El verdadero recipiente de esta ofrenda era Dios, no Pablo.
Pablo expresa esta idea al referirse a la ofrenda en el lenguaje del
sacrificio: es un incienso fragante, un sacrificio aceptable y agradable a
Dios. La ofrenda ha sido removida, por así decirlo, de la esfera de la
benevolencia secular a una interpretación de significado espiritual, pues
ésta no sólo los une a Pablo, sino que también sirve para fortalecer la
relación de los creyentes con Dios. Aquí se establece un principio
importante: “Lo que se haga por el siervo, se hace en realidad a Dios
mismo” (cf. Mateo 10:40-42). 60 El sostén del ministerio evangélico y de la
misión de la iglesia mediante las ofrendas es siempre una experiencia
espiritual.

Quinto, la ofrenda de los macedonios testifica que Dios suple las


necesidades del dador (Fil. 4:19). Las iglesias de Macedonia no eran ricas
en posesiones materiales (2 Cor. 8:2); aun así, dieron. Filipenses 4:19 parece
ser tanto una oración como una declaración, una expresión de confianza
en el cuidado de Dios por su pueblo. 61 Aquellos que dan ofrendas no se
preocupan demasiado por sus propias necesidades porque el amor de
Dios es suficientemente poderoso para sostenerlos. Al referirse a Dios como
el Dador, Pablo está indicando que es allí donde debe localizarse la
verdadera motivación para la dadivosidad humana. Dios provee para las
necesidades de los macedonios y luego los usa para suplir las necesidades
del apóstol.

Pablo aceptó con renuencia esta ofrenda y procedió a informar a los


macedonios que la había recibido: “Pero todo lo he recibido, y tengo
abundancia” (Fil. 4:18). Usa aquí otro término del mundo de los negocios.
El verbo apecho, “he recibido”, significa “he recibido en pleno”, y
funciona como un recibo. En la época del Nuevo Testamento este verbo
se escribía sobre un recibo para indicar que se había pagado en su
totalidad la cantidad indicada. 62 Aquí, en el versículo 18, “Pablo presenta
lo que equivale a un recibo por la ofrenda que la iglesia de Filipos le
envió”. 63 Esto implica que los que dan una ofrenda debieran ser
informados de que ésta fue recibida, registrada, y que fue usada con el fin
indicado. Surge aquí el elemento de responsabilidad de parte de los que
reciben las ofrendas. Ellos deben dar cuenta del dinero que se les confía.

La ofrenda de los macedonios era una manifestación de un verdadero


interés por Pablo y su ministerio apostólico. Fue este interés por él lo que los
unió a Pablo en sus pruebas y en el cumplimiento de su misión, y el que
también enriqueció sus vidas espirituales, porque la ofrenda era
principalmente para Dios y no para Pablo. Su dádiva fue precedida por la
dádiva y preocupación de Dios por ellos. Pablo guardó registros
adecuados de su ofrenda, y les envió un recibo.

3.2.3. Pablo y la colecta: una ofrenda especial

La teología de Pablo acerca de las ofrendas aflora de manera particular


en su discusión e interpretación de la colecta que juntó entre las iglesias
gentiles para la Iglesia de Jerusalén. 64 Esta ofrenda especial fue tan
importante que la menciona en varias de sus epístolas (Rom. 15:25-28; 1
Cor. 16:1-4; y 2 Cor. 8-9). Para esclarecer su significado y relevancia
teológica, examinaremos los conceptos y principios que Pablo vinculó a
esta ofrenda.

3.2.3.1. Motivar para dar


Además de la necesidad obvia de la Iglesia de Jerusalén, Pablo hace
una serie de declaraciones que parecen proveer una motivación
teológica para participar en la colecta.

3.2.3.1.1. El don de la gracia de Dios


En 2 Cor. 8:1 Pablo le señala a los corintios la gracia que Dios
diera a las iglesias de Macedonia y que las llevó a contribuir en
la colecta. Esto podría interpretárselo como significando que la
gracia de Dios obró en ellos creando una disposición a dar, 65 o
que la gracia salvífica de Dios llegó a las iglesias como un don
mediante la proclamación del evangelio. En este último caso, el
hecho de que Dios dio a Su Hijo como un acto de gracia para la
salvación de los macedonios, motivó la dádiva. 66 Pero ambas
ideas concuerdan con el contexto. Los macedonios dieron una
ofrenda porque la gracia de Dios manifestó en Cristo como un
don de salvación y esa misma gracia estaba obrando en sus
corazones. 67

3.2.3.1.2. El ejemplo de Cristo


En 2 cor. 8:9 Pablo sintetiza el contenido de un mensaje que
desarrolló en Filip. 2:6-11: “Porque ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre,
siendo rico; para que vosotros fueseis enriquecidos con su
pobreza”. La disposición de Cristo de entregar todo por la iglesia
fue una revelación sublime de amor que debía motivar a los
corintios a dar una ofrenda para los pobres de Jerusalén. 68

3.2.3.1.3. Las bendiciones de Dios


Pablo les recuerda a los corintios que la abundante gracia de
Dios puede proveer para ellos lo que necesitan a fin de
capacitarlos para dar (2 Cor. 9:8-11). Nótese que la dádiva
divina se origina en la gracia de Dios y no es una reacción de
Dios ante la ofrenda de los corintios; Dios no está endeudado
con ellos. 69 Sus bendiciones son actos de gracia para los
corintios que les provee a ellos la oportunidad de compartir lo
que ya recibieron gratuitamente del Señor.
La bendición divina, dice Pablo, resulta en
autarkeia=”abundancia”: Dios proveerá a todas vuestras
necesidades (v.8). 70 Pablo asocia la abundancia con la riqueza
económica. Pero esta abundancia es para él un don de Dios y
no, como se ha creído en algunas escuelas contemporáneas de
filosofía, el resultado de una disciplina personal estricta e
independiente de Dios y que se basa en un intento por vivir en
armonía con la razón. 71 En Filip. 4:12,13 él afirma una
independencia de circunstancias externas, es decir una auto
suficiencia basada en su confianza o dependencia en el poder
fortalecedor de Dios. 72 Pablo entiende también suficiencia
propia como ser capacitado por Dios “para relacionarse en
forma más efectiva con otra gente, no para separarse de los
demás”, 73 ayudándoles cuando lo necesitan. Pablo parece
considerar la suficiencia financiera como alcanzable, porque la
riqueza y la gracia de Dios no se excluyen necesariamente.
Según él “la riqueza debiera vérsela como un donde
beneficencia de Dios más que como el resultado de un logro
puramente humano”. 74 La ofrenda de los corintios debía estar
motivada por la convicción de que es Dios quien les provee lo
necesario para que lo compartan con otros. De esta manera, se
alienta a los corintios a vencer el egoísmo.

3.2.3.2. Planificación
La participación en la colecta era un acto accidental sino bien
planeado. Pablo menciona al menos tres elementos importantes en la
organización de la ofrenda.

3.2.3.2.1. Basada en los ingresos personales


Pablo no requiere una cantidad específica de dinero de cada
miembro de iglesia sino que establece un principio bíblico que
debía ser usado por todos al decidir cuánto dar: “conforme a lo
que tengáis” (2 Cor. 8:1)). El criterio a usarse se basa en lo que la
persona tiene (versículo 12), esto es, de acuerdo a como el Señor
lo prosperó (1 Cor. 16:2). Esta decisión es obviamente privada y
personal.

3.2.3.2.2. Separarla en el hogar


La idea de separar en el hogar la cantidad que debe ofrecerse
es sugerida en 1 Cor. 16:2: “Cada primer día de la semana cada
uno de vosotros debe poner aparte una suma de dinero…” La
frase “cada uno de vosotros” podría traducírsela “cada uno de
vosotros por sí mismo”, y sugiere algo hecho en privado en el
hogar. Determinar y poner aparte la ofrenda era un asunto de
familia. 75 En el Antiguo Testamento, se ponían las ofrendas
aparte o se las consagraban en el hogar y más tarde se las
llevaba al templo. Esto es lo que Pablo parece estar sugiriendo.

3.2.3.2.3. Darla a instrumentos nombrados


Pablo estaba consciente de cuán importante era para los
miembros de iglesia saber y estar seguros de que la colecta sería
manejada en forma adecuada. Un error accidental en el
manejo de las ofrendas dañaría su reputación como líder
espiritual, y daría crédito a las acusaciones que los falsos
apóstoles levantaban contra él. Por consiguiente, envió a Corinto
a Tito, su delegado apostólico, acompañado por dos hermanos
que eran bien respetados en las iglesias, para recoger las
ofrendas (2Cor. 8:17-23; 8:3). Uno de los hermanos fue elegido o
nombrado por las iglesias para acompañar a Tito. Representaba
a otras iglesias que participaban en la colecta (8:19). La palabra
griega cheirotonein=”elegir”, significa originalmente “elegir por
una muestra de manos”, y sugiere cómo fue elegida esa
persona. 76 El segundo hermano puede haber sido elegido por
Pablo o por las iglesias (véase v. 22). Esta persona había sido
probada y demostró ser confiable.
Fue a estas tres personas confiables y bien calificadas, que se
dieron las ofrendas. Ellos representaban al apóstol y a las iglesias,
lo que sugería que no se estaba dando la ofrenda a Pablo sino a
la iglesia.
La ofrenda global sería llevada a Jerusalén por personas
aprobadas por la iglesia, personas a quienes Pablo daría cartas
de presentación (1Cor.16:3). Todo esto fue hecho para evitar
cualquier crítica y para hacer lo que era correcto no
simplemente delante del Señor, sino también ante los ojos del
pueblo (2 Cor. 8:20-21)
La logística de la colecta tuvo varios propósitos. Los miembros de
la iglesia conocían a quién debían dar la ofrenda. Además, los
que la recogían debían estar dispuestos a rendir cuentas por la
tarea asignada. Pablo fue cuidadoso en hacer claro que la
ofrenda no debía ser usada incorrectamente o dedicada a un
fin diferente al asignado. Él como líder de iglesia era responsable
por la colecta.

3.2.3.3. Actitud hacia el dar


La colecta fue una ofrenda voluntaria, pero Pablo esperaba que fuese
dada con el espíritu adecuado. El hizo un esfuerzo especial para
clarificar el significado y la importancia de esta ofrenda.

3.2.3.3.1 Dar es un privilegio


Aparentemente Pablo no pidió a los macedonios que
participasen en la colecta, porque eran pobres. No obstante,
para sorpresa de Pablo, ellos rogaron e insistieron en “el privilegio
de compartir en el servicio de los santos” (2 Cor. 8:4). El término
griego traducido “privilegio” es charis, que se traduce
usualmente por “gracia”, y que aquí significa “acción de
gracia”, esto es hacer algo que es considerado un privilegio. 77
Para el cristiano es un privilegio poder realizar una acción de
gracia hacia otros. Los macedonios habían recibido la gracia de
Dios (2 Cor. 8:1), y ahora consideraban un privilegio permitir que
la gracia se manifestase mediante ellos ayudando a otros.

3.2.3.3.2. Dando voluntariamente


Los macedonios dieron sus ofrendas “sobre sus fuerzas” (2 Cor.
8:3). Pablo no les pidió dar; ellos dieron de su propia iniciativa. El
término griego authaíretos=, traducido “sobre sus fuerzas”,
significa “espontáneamente”. La ofrenda se basaba en una
decisión voluntaria del corazón (2 Cor. 9:7). Dar el corazón
significa que no se da la ofrenda renuentemente o bajo
compulsión. El término Lupe=”tristeza”, usado en 2 Cor. 9:7, se lo
traduce en el Nuevo Testamento por “herida, dolor”. Aquí se
refiere a los que consideran el dar como doloroso para ellos,
pero que no se atreven a decir que no. Dan de mala gana. El
término anágke=”por necesidad”, significa actuar bajo el control
o influencia de alguien o algo y no de nuestra propia voluntad.
Niega el elemento de libertad en el sujeto de la acción. La
compulsión podría ser el resultado de la presión del grupo o del
líder, haciendo sentir a la persona que no tiene otra alternativa
excepto la de dar. Pablo contrasta el dar de mala gana o bajo
compulsión con la actitud de gozo que debiera caracterizar al
dador (2 Cor. 9:7). Es esta disposición interior positiva y no la
cantidad dada la que hace la ofrenda aceptable delante de
Dios (2 Cor. 8:12).

3.2.3.3.3. Dar generosamente


Las bendiciones abundantes de Dios debieran impulsar a los
cristianos a dar generosamente (2 Cor. 9:11,13). El término griego
aplotes=”generosidad” es significativo pero difícil de rendirlo en
castellano. La traducción común es “simplicidad, sinceridad”.
Es difícil traducir el término porque contiene una variedad de
significados que se expresan en castellano en maneras
diferentes: En 2 Cor. 8:2, se usa el término para describir a los
macedonios como gente de “simplicidad, sinceridad, rectitud,
franqueza”, tanto como “generosidad y liberalidad”. Juntos estos
términos expresan el ideal antiguo de la vida simple. Según esta
idea cultural, se esperaba que la gente que vivía una vida simple
mostrase generosidad en su vida y en su hospitalidad. 78
Para Pablo, la vida simple y generosa del cristiano es una
imitación de la actitud de su Señor (2 Cor. 8:9). Esta generosidad
se expresa a veces al dar mas de lo que uno es capaz de dar (2
Cor. 8:3), pero Pablo espera que los corintios den sólo de
acuerdo a sus medios. Aún así, debían tratar de sobresalir en su
generosidad, abundando en la gracia de dar (2 Cor. 8:7).

3.2.3.3.4. Dar y auto darse


Pablo fue impresionado por la participación inesperada de los
macedonios en la colecta y lo atribuyó a la disposición
desinteresada que les caracterizaba y al hecho de que “se
dieron a sí mismos primeramente al Señor y entonces a nosotros”
(2 Cor. 8:5). Toda ofrenda es, en cierto sentido, la ofrenda de la
persona en una consagración a Dios y al servicio de su iglesia (“a
nosotros”). De allí que una ofrenda es la expresión tangible, la
“encarnación”, de una disposición a rendir y consagrar nuestras
vidas al Señor.

3.2.3.4. Propósito de la colecta


El primer propósito y el más obvio, de la colecta, era el de suplir las
necesidades materiales de la iglesia de Jerusalén (Rom. 15:26; 2 Cor.
9:12). Pero éste no era un simple acto de benevolencia social. Pablo se
refiere a la colecta como “un servicio” (leitourgia), y aunque el término
se usa en la literatura griega para designar un servicio llevado a cabo
a expensas de uno mismo, en un sentido no religioso, el contexto de 2
Cor. 9:12 muestra que Pablo lo usó en sentido religioso, significando
“servicio, culto”. La ofrenda que se daba para suplir las necesidades
de la iglesia de Jerusalén era un acto de adoración al Señor. 79
El segundo propósito de la colecta era el fortalecer la unidad de la
iglesia y dar expresión a esa unidad en forma objetiva. Era “una de la
iglesia y dar expresión a esa unidad en forma objetiva. Era “una
expresión tangible de la unidad de los judíos con los gentiles”. 80 Los
judíos compartieron sus bendiciones espirituales con los gentiles, y
ahora los gentiles compartían sus bendiciones materiales con los judíos
(Rom. 15:27). Había solo una iglesia, la universal, que se caracterizaba
por un espíritu de verdadero compañerismo en Cristo. Pablo percibió
que era necesario para la iglesia mundial expresar su unidad en
mensaje y misión, y encontró en esta ofrenda un canal por el cual esta
unidad podía lograrse. Las bendiciones materiales y espirituales de las
iglesias pertenecían, por así decirlo, a la iglesia de Cristo.
El tercer propósito de la colecta era el de promover igualdad
financiera (2 Cor. 8:13-15). Esta es la igualdad que se produce por el
“equilibrio entre la escasez y la abundancia que debe existir entre las
iglesias”. 81 El concepto subyacente es el de asociación o
compañerismo, koinonia, sugerido en Hechos 2:44,45. 82 Es importante
observar que Pablo basa su argumento en un pasaje del Antiguo
Testamento: “El que juntó mucho, no tuvo de más; y el que poco no
tuvo de menos” (2 Cor. 8:15; vea Ex. 16:18). El llamado a la igualdad se
basa en la comprensión de que es Dios quien provee lo necesario. Al
compartir sus bendiciones, los creyentes trabajan con Dios en la
creación de la igualdad financiera de la iglesia. Los que tenían mucho
debían compartir con aquellos que tenían menos “para que ha
igualdad” (2 Cor. 8:14). La distribución equitativa de la riqueza puede
ser imposible en el mundo, pero debe ser una realidad dentro de la
iglesia.

El cuarto propósito de la colecta era el de expresar el amor cristiano.


La participación en la colecta era una prueba de la sinceridad del
amor de los corintios (2 Cor. 8:8; compárese con el v. 24). Esto está
estrechamente relacionado con la unidad de la iglesia debido a que
el amor une a la iglesia con Cristo. La ofrenda le da la oportunidad al
amor de ir más allá de la esfera de un concepto o idea, a la arena de
la conducta cristiana como principio activo. Los corintios habían
prometido participar en la colecta, pero no habían cumplido con su
promesa. Ahora Pablo les desafía a demostrar su amor en acción (2
Cor. 9:1-5)
El quinto propósito de la colecta era el de alabar a Dios. Pablo dijo que
la ofrenda estaba “abundando en muchas expresiones de gracias a
Dios” (2 Cor. 9:12). 83 Siendo que bendeciría a los creyentes en
Jerusalén, la ofrenda era motivo de alabanza a Dios (v.13). El propósito
primordial de toda ofrenda debiera ser glorificar a Dios porque por
medio de nuestras ofrendas confesamos que Dios es quien proveyó los
medios y creó la disposición a dar en el corazón humano. La
generosidad redundará en actos de agradecimiento a Dios. (v.11).
Pablo motivó a los corintios a dar ofrendas al recordarles la gracia de
Dios, la que recibieron gratuitamente, señalándoles el sacrificio de
Cristo, y asegurándoles el constante amor de Dios que se manifiesta en
las bendiciones que recibían cada día. Para Pablo, dar era un
privilegio porque la gracia de Dios estaba usando a los que daban.
Esto quiere decir que una ofrenda debe ser dada de corazón y
constituirse en una experiencia gozosa. Debe ser generosa y de una
manera muy especial, debe ser un acto de auto entrega. Una ofrenda,
según Pablo, era un medio de suplir las necesidades de la iglesia, pero
también contribuía a la unidad de la iglesia, y a la igualdad financiera.
Mediante la colecta, se expresaba el amor cristiano y se alababa a
Dios. La ofrenda debía basarse en la situación financiera de la familia,
separarse en casa, para luego darse en el momento señalado a los
instrumentos, designados por la iglesia. Se esperaba un manejo
adecuado de los fondos de aquellos que dirigían la colecta.

3.3. Ofrendas en Hechos de los Apóstoles


El libro de los Hechos menciona algunos problemas financieros que
debió confrontar la iglesia apostólica a medida que se desarrollaba y
crecía hasta ser un movimiento mundial. Aunque el libro de los Hechos
no dicen mucho acerca de las ofrendas, se ría útil para nuestro
propósito, examinar los pasajes pertinentes. Estos pasajes muestran un
interés particular en las ofrendas a favor de los pobres en la iglesia.

3.3.1. Ofrendas para los pobres


Según Hechos 2:44 los miembros de la iglesia apostólica tenían “todas
las cosas en común”, esto es, sus posesiones estaban al servicio de la
iglesia y de su misión. Esto no debe entenderse como que debían
vender todo lo que tenían y darlo a la iglesia. Lo que se dice es que a
medida que surgían necesidades ellos vendían algunas de sus
propiedades para proveer para las necesidades de los demás (Hechos
4:34,35). 84 Por consiguiente, esta práctica no era un rechazo al
derecho a propiedad privada sino mas bien su reconocimiento
balanceado por la disposición a servir a otros. 85 Esto era necesario
porque en esa época un número de nuevos conversos eran pobres.
Esta práctica era probablemente una continuación de la vida
comunitaria fraternal de Jesús y sus discípulos (compárese Lucas 8:3;
Juan 12:4-6; 13:6-9). 86
Hay dos ejemplos específicos que ilustran la práctica que se seguía en
la iglesia. Bernabé tenía una propiedad y decidió venderla y traer el
dinero a la iglesia para proveer para las necesidades de los pobres
(Hechos 4:36,37). Vendió la propiedad y trajo el dinero a los discípulos.
El segundo ejemplo es el de Ananías y Safira (5:1-11). Hicieron una
promesa similar, pero después de vender la propiedad decidieron
retener secretamente una parte del dinero. No obstante, querían dar
la impresión de que estaban trayendo a los apóstoles la cantidad
completa.
La experiencia de Ananías y Safira revela varios aspectos importantes
acerca de este tipo de ofrenda. En primer lugar, la donación no era un
simple acto de benevolencia social, sino una ofrenda que se traía al
Señor. Quien finalmente recibía la ofrenda era el Espíritu Santo. Esto
explica la razón por la que Pedro les dijo: “Habéis mentido al Espíritu
Santo” (Hechos 5:3). En segundo lugar, la ofrenda era voluntaria; de
ninguna manera se forzaba a alquien a vender una propiedad.
Aparentemente, después de vender la propiedad, Ananías y Safira
podrían haberse quedado con el dinero, si hubiesen sido honestos con
los apóstoles. (Hechos 5:4). 87 En tercer lugar, una vez más o más
testigos del hecho de que la motivación es de valor primario en la
ofrenda. En el caso de Ananías y Safira, la determinación que habían
hecho con respecto a su propiedad, estaba motivada “por el deseo
de ganar la reputación de ser generosos, y no por una preocupación
genuina por los necesitados que había entre ellos”. 88 Su egoísmo, que
se manifestaba en una preocupación ingobernable por mantener su
seguridad financiera, los condujo a violar un compromiso hecho con el
Señor. Esta pareja rechazó el Espíritu Santo, quien guía a los creyentes y
a la iglesia, y a su vez el Espíritu los rechazó a ellos también. Finalmente,
este incidente muestra que es correcto e importante hacer promesas
al Señor, pero es igualmente importante cumplir tales promesas.
El procedimiento seguido en la colecta y distribución o uso de la
ofrenda era simple. Los creyentes decidían por sí mismos vender una
parte de la propiedad y prometían dar todo el dinero, o tal vez una
parte del mismo a la iglesia. Se daba el dinero a los apóstoles, quienes
se hacían responsables por administrarlo (Hechos 4:37). Este puede
haber sido el sistema que la iglesia estableció y que los creyentes
siguieron.
A medida que la iglesia crecía, era más evidente que los apóstoles no
podían manejar las finanzas de la iglesia y al mismo tiempo proclamar
el evangelio a tiempo completo. Pronto descubrieron que era
imposible hacer bien ambas cosas. El problema se agudizó cuando un
grupo se quejó de que algunas viudas estaban siendo descuidadas en
la distribución del pan(Hechos 6:1-6). Esto los llevó a una revisión de los
procesos administrativos, de tal forma que los apóstoles se reunieron
con los discípulos de la iglesia (miembros de iglesia) y juntos aprobaron
un nuevo plan. Como resultado, se eligieron siete hombres que se
encargasen de la distribución del pan. En el proceso de selección
buscaron personas que estuviesen “llenas del Espíritu y sabiduría”
(Hechos 6:3). En otras palabras, se requirieron dos calificaciones
importantes. En primer lugar, eran líderes espirituales consagrados al
Señor y poseídos por el Espíritu; y en segundo lugar, se esperaba de
ellos que tuviesen algún conocimiento sobre asuntos administrativos,
particularmente en el manejo de los fondos. 89 La combinación de
estos dos elementos muestra que la administración de las finanzas de
la iglesia no tiene que ver con una teneduría de libros de índole
secular, sino que es un asunto profundo y esencialmente espiritual.
En el fundamento de la ofrenda que estamos considerando se
encuentran algunos conceptos teológicos importantes. Siendo que se
han discutido la mayoría de esos conceptos en el contexto de otras
ofrendas, las mencionaremos aquí sólo en forma breve. La ofrenda
reflejaba una abundancia de la gracia de Dios en los corazones de los
creyentes pues se la vincula con la declaración de que todos los
creyentes “disfrutaban de abundante gracia” (Hechos 4:32). El
evangelio modificó radicalmente su concepto de la mayordomía. Ellos
sabían quien era el verdadero Propietario. Finalmente, así como ocurrió
con la colecta paulina, la ofrenda era un testimonio de la unidad de la
iglesia; todos eran “de un mismo corazón y mente” (Hechos 4:32).
Tenían un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios (compárese Efesios
4:4,5) –eran uno en Cristo, lo que se demostraba “en su prontitud para
satisfacer las necesidades de los demás”. 90 Se expresa la unidad
espiritual en manifestaciones tangibles de amor, y en este caso en
particular la ofrenda cumplía con ese papel.

3.3.2. Ofrendas especiales


Hechos 11:27-30 refiere una ofrenda especial que envió la iglesia de
Antioquía a Jerusalén. Esta era otra ofrenda voluntaria. El profeta
Agabo predijo la venida de una hambruna severa en el imperio
romano, y esto impulsó a la iglesia “a proveer ayuda para los hermanos
que vivían en Judea” (hechos 11:29). Este era un fondo especial que
debía usarse en la emergencia inminente. Cada uno dio lo que podía
dar, y se entregó la ofrenda a Bernabé y a Pablo para que la llevasen
a la iglesia de Jerusalén. La ofrenda “estuvo motivada por el amor de
Cristo, expresaba la solidaridad del compañerismo cristiano, y
mostraba que Dios había recibido a los gentiles en la iglesia. La
congregación en Antioquía se consideró a sí misma como una entidad
aislada de la iglesia madre en Jerusalén. Se consideró natural enviar
ayuda a otra parte del cuerpo que estaba teniendo dificultades”.91
Esta ofrenda parece haberle provisto a Pablo un antecedente y
modelo teológico para su colecta posterior a favor de la iglesia de
Jerusalén.
El libro de los Hecho nos dice que los miembros de la iglesia ponían sus
posesiones al servicio de la iglesia. Esto se basaba en el entendimiento
de que Dios era el real dueño de lo que tenían. Su disposición a dar era
el resultado de la obra de la gracia de Dios en sus corazones. Aquellos
cuyas ofrendas estaban motivadas por el egoísmo, eran rechazados.
Se daba la ofrenda a Dios, aunque era recibida por instrumentos
humanos, los apóstoles. Se ponía la administración de los fondos en las
manos de personas capaces que conocían cómo manejar el dinero, y
eran a su vez gigantes espirituales en la iglesia.

IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES

Hemos examinado una buena cantidad de material bíblico sobre el


tema de las ofrendas y es tiempo de que sinteticemos nuestras
conclusiones. Prácticamente cada pasaje que estudiamos tiene algo
que contribuir a una mejor comprensión del significado de las
ofrendas. En la mayoría de los casos detectamos un número de temas
subyacentes que aparecen bastante a menudo en la discusión.
El fundamento teológico de la práctica de traer ofrendas al Señor
parece estar formado por tres conceptos teológicos principales que se
encuentran interrelacionados.
El primero es soteriológico, es decir, la disposición constante y amante
de Dios de salvar a los seres humanos del poder del pecado. La
salvación es una revelación de la gracia de Dios y nos llega como un
don inmerecido que debe aceptarse por la fe en Cristo. La revelación
que Dios hizo de sí mismo dejó en claro que Él es el Más Grande Dador
del universo. En el Antiguo Testamento la disposición de Dios para
salvar se manifestó de una manera particular en el Éxodo cuando el
Señor redimió a su pueblo del poder esclavizante de Egipto. En el
Nuevo Testamento, la salvación de Dios alcanzó su suprema
manifestación en el don de Su Hijo como el único medio de salvación.
El Padre y el Hijo pusieron la gracia al alcance de todos lo que por fe
en Cristo aceptasen ese don. Dios proveyó la ofrenda que ninguna
otra persona podía proveer. La dádiva humana es un pálido reflejo de
la dádiva divina.

El segundo elemento en el fundamento teológico es la fidelidad de


Dios a sus promesas, la constancia de Su Palabra. En el Ser Divino no
hay inconsistencia ni en palabra ni en hechos. El prometió morar con
los seres humanos, proveyéndoles de identidad y supliendo sus
necesidades y cumplió con sus promesas. El Señor es confiable y
responsable. Sus criaturas pueden esperar y confiar en Él. Hay una
constancia en el carácter divino que lo hace digno de nuestra
confianza. El es fiel a sí mismo, a su propio carácter.

El tercer elemento en el fundamento teológico es el señorío de Dios. El


Dios que nos salvó libremente y que es fiel a sus promesas es también
nuestro Señor. Entró en una relación de pacto con nosotros al
aceptarnos como pueblo suyo, y nosotros le aceptamos como el Señor
del pacto. Su señorío no se restringe a la esfera espiritual, sino que
incluye de una manera más concreta el reconocimiento de que todo
lo que tenemos es suyo porque Él nos lo dio. El señorío divino significa
que Él es el dueño, pero que está dispuesto a dar en forma natural de
lo que es suyo a su pueblo. Por consiguiente, lo que su pueblo posee le
llega como un don o bendición del Señor del pacto.

Además de otros elementos, los tres fundamentos teológicos que


hemos discutido proveen para nosotros la motivación para dar. Los
seres humanos son llamados e impulsados a dar porque la gracia de
Dio se reveló en el don gratuito de la salvación mediante Cristo. El
cristiano posee el ejemplo sublime de Dios y de su Hijo como modelos
de benevolencia. Nuestra dádiva debe ser moldeada por el dar
divino. Creados a la imagen de Dios, los seres humanos deben imitar la
disposición divina a dar. Siendo que Dios da libremente, los seres
humanos debieran dar libremente también.

Los cristianos están motivados a dar porque Dios, quien guarda sus
promesas, está constantemente bendiciendo y protegiendo a su
pueblo. Esas bendiciones nos llegan en diferentes maneras, pero Dios
está siempre bendiciéndonos. Dios, por consiguiente, no es una
persona que dio en el pasado y que ahora no da más. Es a través de
su dar providencial que está preservando su creación. El hecho de que
está constantemente dando nos provee un modelo y una razón para
dar a los seres humanos. De allí que nadie debiera venir a adorarlo con
las manos vacías.

El reconocimiento del señorío de Dios debiera ser un factor motivante


para que demos. Probablemente, lo que se perciben a sí mismos como
dueños no darán por amor. El reconocimiento del hecho de que hay
un Señor que gobierna el universo y es dueño de lo que hay en él,
yace en la base de la benevolencia. Dios quiere usarnos en la
administración y distribución adecuada de sus bienes. Bajo este
trasfondo teológico, no podemos vernos sino como mayordomos suyos
que gozosamente usan lo que Él les dio para promover su plan.

Otra motivación para dar se encuentra en el reconocimiento de que


Dios está obrando la salvación de la humanidad a través de su iglesia.
Trajo la iglesia y el ministerio evangélico a la existencia para continuar
revelando su gloria al mundo. Los miembros de la iglesia apostólica
encontraron su más grande gozo en la promoción de la causa de Dios
mediante sus ofrendas. Nada era más importante para los creyentes
que la proclamación del evangelio, y consideraban un privilegio ser
instrumentos de Dios en esa tarea. Contar a otros que Dios estaba en
Cristo reconciliando al mundo consigo mismo era tan significativo para
ellos que a veces algunos cristianos dieron ofrendas que iban más allá
de sus recursos.

En síntesis, podemos decir que el amor a Dios es lo que motiva a los


cristianos a dar ofrendas, un amor desinteresado cuyo foco de
atención es Dios y los seres humanos. El dar motivados por una sed de
reconocimiento propio está fuera de lugar en la vida cristiana. Jesús
instó a los creyentes a dar calladamente, en forma silenciosa,
esperando su recompensa de Dios. El egoísmo mancha la ofrenda y la
vuelve inaceptable para Dios. Tampoco debía darse una ofrenda para
obtener o ganar simpatía, amor o reconocimiento delante de Dios. Es
sólo por medio de la ofrenda sacrificial de Cristo que somos aceptados
por Dios.

Este último comentario nos conduce lógicamente a una definición de


lo que es una ofrenda aceptable. Aparecen varios elementos en la
Biblia que nos ayudan a definir este término.

En primer lugar, una ofrenda aceptable es una expresión de nuestra


auto entrega a Dios. En nuestras dádivas, debiéramos darnos a Dios,
renovando nuestra entrega a Él. Una ofrenda es una experiencia
profundamente religiosa porque revela una vida enteramente
entregada al Señor.

En segundo lugar, una ofrenda aceptable testifica que Dios está


primero en la vida el creyente. Siendo que Dios ha sido reconocido
como Señor, se le lleva el mejor y más costoso don de acuerdo a los
recursos de la persona. La ofrenda llega a ser un acto de homenaje y
sumisión a Aquel que nos redimió y que es ahora nuestro Señor. Al
poner aparte la ofrenda antes de usarla o invertirla en otra cosa,
estamos diciendo al Señor y a nosotros mismos: “Señor, tú eres el
primero en nuestras vidas”.

En tercer lugar, una ofrenda aceptable expresa fe en el cuidado


providencial de Dios por nosotros. Tal ofrenda proviene de un corazón
que confía en un Dios personal que suple nuestras verdaderas
necesidades. Cuando se da una ofrenda de lo que sobra, tiende a
volverse una formalidad, un acto ritual carente de devoción. La fe en
Dios está siempre buscando la manera de expresarse, de volverse
significativa. Nuestras ofrendas nos proveen un canal por medio del
cual podemos expresar nuestra fe en un contexto de adoración.

En cuarto lugar, una ofrenda aceptable es la manifestación visible de


la gratitud, el agradecimiento, el gozo y el amor del adorador. Estas
son todas respuestas de la experiencia del amor redentor y
providencial de Dios. En el pensamiento bíblico el ser interior revela su
naturaleza y propósito mediante acciones. Las respuestas positivas al
amor de Dios se expresan de diferentes maneras en las vidas de los
creyentes. Una de ellas es una ofrenda tangible que va acompañada
de una confesión de reconocimiento al Señor por su bondad. Una
ofrenda es la forma concreta que toman nuestros sentimientos y
actitudes hacia el amor de Dios en el acto de adoración.

En quinto lugar, una ofrenda aceptable es voluntaria. No debe


traérsela al Señor bajo compulsión o renuentemente, sino
voluntariamente. El hecho de que el Señor espera y requiere de
nosotros que demos ofrendas no debiera hacernos concluir que ésta
es otra carga para el creyente. Dios quiere que experimentemos el
gozo de dar que enriquece nuestras vidas.

En sexto lugar, una ofrenda aceptable refleja nuestra entrega al


mensaje y la misión de la iglesia. Siendo que creemos que Dios está
usando a su iglesia para proclamar el evangelio y preparar el mundo
para la Segunda Venida de Cristo, debiéramos estar dispuestos a
poner nuestros recursos al servicio del plan de Dios para la humanidad.
Esto quiere decir que al dar nuestras ofrendas a la iglesia estamos de
hecho dándoles a Dios para promover y desarrollar el último aspecto
del plan de salvación. No puede encontrarse sobre la tierra una causa
más grande a la cual podamos consagrar los recursos que hemos
recibidos del Señor.

En séptimo lugar, una ofrenda aceptable proviene de un corazón que


está en paz con Dios y con los demás. El acto de adoración presupone
que la religión y la ética no deben ser compartidas o separadas la una
de la otra. El tratar a otros bondadosamente es un deber tan religioso
como traer una ofrenda a Dios. Revelamos en forma particular nuestro
interés por otros al proveer para las necesidades de nuestros familiares.
El celo por Dios y su causa nunca debieran conducir a los cristianos a
dar ofrendas al Señor que resulten en el descuido de las necesidades
de sus familiares. El hacer provisión para nuestras familias forma parte
también de nuestro deber cristiano.

Finalmente, una ofrenda aceptable, aunque espontánea, es al mismo


tiempo sistemática. Se espera que planeemos nuestra dádiva de
acuerdo a nuestros ingresos. La cantidad que será dada debe ser
separada en el hogar, con la familia, y entonces traída a la iglesia para
darla al Señor. Esto nos protege de dar únicamente motivados por las
emociones.

Nuestro último punto nos lleva a pensar en la lógica seguida en el


sistema bíblico de ofrendas. La Biblia provee cierta orientación con
relación a la recolección y manejo de las ofrendas. Mencionamos ya
que la cantidad se basa en las bendiciones recibidas del Señor y que
debe ser puesta aparte en el hogar. Además, Dios y la iglesia
señalaron instrumentos específicos (personas) para recibir las ofrendas.
Estas debían ser entregadas sólo a personas reconocidas por la
comunidad de creyentes como siendo dignas de recibirlas y de
administrarlas. El lugar para traerlas era el templo o iglesia en donde se
juntaba el pueblo para adorar colectivamente al Señor. Hay evidencia
que indica que se guardaban registros adecuados y que se usaban las
ofrendas para propósitos asignados.

En segundo lugar, las ofrendas tenían el propósito de fortalecer la


unidad de la iglesia. Mediante sus ofrendas, los creyentes mostraban
tener un mismo espíritu, oportunidad de expresar su unidad. Las cargas
y pruebas de una congregación llegaron a ser la carga de toda la
iglesia. Los creyentes a través del mundo se identificaron con las
necesidades y pruebas de los que trabajaban en lugares específicos.

En tercer lugar, las ofrendas tenían por objeto crear igualdad


financiera en la iglesia. Los que tenían mucho compartían con los que
tenían poco. Las bendiciones de Dios pueden diferir de persona a
persona, pero Él espera que aquellos que han recibido mucho lo
asistan en crear una distribución equilibrada de las riquezas. Tal
igualdad tomará en consideración tanto las necesidades locales
como las mundiales.

En cuarto lugar, las ofrendas tenían el propósito de motivar al pueblo a


alabar a Dios. Mediante nuestras ofrendas se nutre el espíritu de
gratitud entro de la comunidad de los creyentes, y se alaba a Dios por
la benevolencia de sus instrumentos. Las ofrendas debieran estimular a
otros a alabar a Dios quien por su gracia creó un espíritu de liberalidad
en los corazones de los dadores.
Deberíamos dar una breve mirada al sistema de ofrendas desde la
perspectiva divina. ¿Qué es lo que Dios estaba tratando de lograr en el
creyente mediante el requerimiento de las ofrendas? Hay un gran
beneficio espiritual par a los que traen sus ofrendas al Señor. La Biblia
sugiere que Dios usaba el sistema de ofrendas para enseñar a su
pueblo como expresarle su amor y gratitud. El que nos llamó a amarle
tanto a Él como a nuestros semejantes, estableció, entre otros medios,
el sistema de ofrendas como un vehículo por el cual actualizamos ese
amor. De esta manera se vence el egoísmo en nuestras vidas.

Otra razón por la que Dios requirió las ofrendas fue para guardar a su
pueblo de la idolatría. Las ofrendas les recordaban que Yahvé era el
verdadero Propietario de todo y quien los bendecía. La tierra no
pertenecía a baal ni era baal quien la hacía fructífera; era el Señor
Yahvé. Se rechazaba la idolatría cada vez que se traía una ofrenda al
Señor.

Finalmente, Dios requería ofrendas de su pueblo para fortalecer su


relación con él. Este es en cierto sentido el otro lado del punto previo.
Cada ofrenda le daba al pueblo de Dios la oportunidad de
reconsagrarse a su Señor. Así se renovaba la relación que se había
establecido con Él mediante su glorioso acto de redención, y los lazos
de amor se fortalecían en un acto de devoción personal.
IGLESIA ADVENTISTA DEL SEPTIMO DIA
DISTRIBUCION DEL 20% DE LA ASOCIACION GENERAL
PORCENT PROPOSITO
DESTINO AJE
ESCUELA SABATICA 58,14% Promoción de la obra de la
Escuela Sabática.
OFRENDA DECIMO TERCER Para proyectos trimestrales que son
SABADO 14,59% desarrollados por cada Division.
OFRENDA CUMPLEANOS – Promoción de la obra de la
PARA LAS AGRADECIMIENTO 4,80% Escuela Sabática.
MISIONES FONDO DE INVERISON 8,47% Para proyectos mundiales de
MISION GLOBAL.
TOTAL FONDOS ESCUELA
SABATICA 86%
PARA MISIONES MUNDIALES 0,89% Misiones – parte de Presupuesto
Mundial
OFRENDA ANUAL DE SACRIFICIO Obra nueva en diversos lugares del
(mision global) 4,95% mundo.
TOTAL FONDOS PARA LAS MISIONES 91,84%
RADIO MUNDIAL ADVENTISTA 2,35 % Funcionamiento de RADIO
MUNDIAL ADVENTISTA para la
predicación del evangelio.
OFRENDA PRO REUNIONES 0,17% Para un proyecto de la Asociación
OTROS CAMPESTRES (Ofrenda congreso General, el cual es aprobado en la
FONDOS asociación general ) sesión quinquenal de la iglesia
Mundial.
PROYECTOS MISIONEROS 1,18%
MISCELANEOS
OFRENDA PRO DAMNIFICADOS 3,34% Atención de desastres y
POR DESASTRES calamidades en cualquier lugar
del mundo.
PRESUPUESTO MUNDIAL: 0,28% Construir templos en un
construcción de templos determinado país.
PARA PROYECTOS IMPREVISTOS 0,84%
TOTAL OTROS FONDOS 8,16%
GRAN TOTAL 100%

LA MAYORDOMÍA Y LA TEOLOGÍA DE LAS OFRENDAS

Preguntas de discusión sobre las ofrendas en el Antiguo Testamento

1. Discuta el propósito verdadero de las “ofrendas expiatorias”.


2. ¿Qué lecciones podemos extraer del hecho de que los animales
que se usaban como “ofrendas” se mencionan de acuerdo a su
valor financiero?
3. ¿Qué se expresaba al presentar una “ofrenda de cereal?”
4. ¿Qué principios divinos se extraen de las ofrendas de las primicias
de la tierra?
5. ¿Qué tres principios se ilustraban en la “ofrenda especial” que se
requería a los israelitas traer tres veces al año?
6. ¿Qué tres principios se ilustraban en la “Ofrenda de cereal”?

Preguntas de discusión sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento

1. Discuta las implicaciones de la declaración: “El buscar


reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas es totalmente
incompatible con la verdadera benevolencia”.
2. ¿Qué había detrás de la decisión de Pablo de renunciar a su
derecho al sostén financiero para su ministerio?
3. Discuta Fil. 4:10-19. A pesar de la reticencia de Pablo, ¿por qué
insistieron las iglesias de Macedonia en sostener su ministerio?
4. Haga una lista de los principios espirituales de la teología de Pablo
sobre las ofrendas, según se menciona en Rom. 15:25-28; 1 Cor. 1-4;
y en 2 Cor. 8 y 9.
5. ¿Qué lecciones se pueden aprender de la insistencia de Pablo en
relación con personas bien calificadas y confiables para llevar las
ofrendas de los corintios a Jerusalén?
6. ¿Qué percepción tenían los miembros de iglesia de sus
propiedades personales de acuerdo a Hechos 4:32?
7. ¿Cuáles son los tres conceptos teológicos principales que proveen
el fundamento para el sistema bíblico de ofrendar?
8. Defina una “ofrenda aceptable a Dios.”
9. ¿Qué propósitos específicos menciona la Biblia para traer una
ofrenda al Señor?

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos


relacionados han sido producidos por el Departamento de Mayordomía de
la Asociación General durante 1991-1994: Principios de Vida, Sistema
Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar;
Mayordomía y Planeación Estratégica.

NOTAS

1. Sobre La religión de Babilonia véase a Helmer Ringgren, Religion of the


Ancient Near East (Philadelphia: Westminster, 1973), 81,81,109-20; y
sobre Egipto consúltese a Siegfried Morenz, Egyption Religion (Ithaca,
NY: Cornell University Press, 1973), 87,88,94-99.
2. Esto es sugerido por Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 (New York:
Doubleday, 1991), 474. Para una discusión de la etimología del
sustantivo véase a Gary A Anderson, Sacrifices and Offerings in Ancient
Israel (Atlanta, GA: Scholars Press, 1987), 137-44.
3. Esta es la conclusión a la que llega C J Labuschahne después de
estudiar el uso del verbo hebreo nathan – “dar”, en el Antiguo
Testamento, y notar cuan a menudo Dios aparece como sujeto y los
seres humanos como predicado, y cuán raramente se dice que los
seres humanos dan algo a Dios. Véase su artículo “Ntn”, en
Theologisches Hadworterbuch zum Alten Tesetament, editado por E
Jenni y C Westermann (München: Chr Kaiser Verlag, 1971-76), vol 2,
138-141 (Desde aquí en adelante citado como THAT).
4. Vease John E Hartley, Leviticus (Dallas, TX: Word, 1992), 24: y A Noordtzij,
Leviticus (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982) 30-31
5. Milgrom, leviticus, 145
6. Véase G J Wehnham, The book of Leviticus (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1979), 51.
7. Véase Noordtzij, Leviticus, 40.
8. Compare G A F Knight, Leviticus (Philadelphia: Westminster, 1981), 17.
9. Véase T W Cartledge, “Vow”, en the International Standard Bible
Enyclopedia (Grand Rapids, MI: Eerdman, 1986), Vol. 4, 998 (de aquí en
adelante citado como ISBE).
10. Véase Leonard H Coppes, “Nadar make a vow”, en Theological Word
Book of the Old Testament, editado por R Laird Harris (Chicago, IL:
Moody, 1980), Vol. 2, 1309 (de aquí en adelante será citado como
TWOT).
11. Roland de Vaux, Ancient Israel: Religious Institutions (New York:
McGraw-Hill, 1961), vol. 2, 417
12. Véase GMayer, “Y dh”, en Theological Dictionary of the old Testament,
vol. 5, editado por G J Botterweck y Helmer Ringgren (Grand Rapids,
MI: Eerdmans, 1974), 428 (de aquí en adelante será citado como
TDOT).
13. Noordtzij, Leviticus, 83
14. Véase Ralph H Alexander, “Yadah confess, praise, give thanks,” TWOT,
vol. 1m 365
15. Wenham, Leviticus, 69
16. Hartley, Leviticus, 30, después de notar que La porción de esta ofrenda
quemada en el altar es llamado “memoria”, sugiere que el término
“da a entender la idea de que la persona que da esta ofrenda está
recordando la gracia de Dios al darle su comida diaria”.
17. Véase Knight, Leviticus, 18; y R K Harrison, Leviticus (Downers Grove, IL:
InterVarsit Press, 1980), 50
18. Véase Richard O Rigsby, “First Fruits,” en anchor Bible Dictionary, vol. 2,
editado por David N Freedman (New York: Doubleday, 1992), 797 (de
aquí en adelante será citado como ABD).
19. Roland B Allen, “Numbers,” en The Expositor´s Bible Commentary, vol. 2,
editado por Frank E. Gaebelein (Grand Raplds, MI: Zondervan, 1990),
escribe: “Aquí es donde solemos fallar. A menudo nos encontramos
dando de lo que nos sobra. Cuando nada sobra, no le damos nada al
Señor. Otros encuentran que cuando dan a Dios lo primero y lo mejor,
les queda un sobrante” (853).
20. En Núm. 15:18-21 se menciona una ofrenda de la primera porción de la
masa.
21. Baruch A Levine, Number 1-20 (New York:Doubleday, 1993), 446
22. Noordtzij, Leviticus, 233.
23. Véase J A Thompson, Deutoronomy (Downers Grove, IL: InterVarsity
Press, 1974), 254
24. Véase Peter C Craigie, Th eBook of Deuteronomy, (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1976), 320
25. Aquí se debería hacer mención de la ley de los primogénitos de seres
humanos y animales, según la cual todo primogénito pertenece al
Señor (Exodo 22:29,30). Esta no era una ofrenda sino un requerimiento
legal del Señor (Lev. 27:26). El primogénito pertenecía al Señor y al
devolvérselo los israelitas recordaban su redención de Egipto y su
elección como primogénito de Dios (Núm. 3:13; 34:20; Lev. 27: 26,27).
Consúltese a M Tsevat, “Bechor”, TDOT, vol. 2, 126.
26. Vease Philip J. Budd, Numbers, (Waco, TX: Word, 1984), 332,333.
27. Walter C Kaiserm “Nasa”, TWOT, vol. 2, 602
28. Esta ofrenda puede Haber sido insitutida por Moisés. Véase 2 Crón. 24:9
y Ex. 30:11-16; 38:25,26; cf. Neh. 10:32.
29. Véase Levine, Numbers, 247, 256.
30. Véase Anderson, Secrifices, 34-35.
31. Sobre la función del segundo diezmo como medio de ayuda a los
pobres dentro de la teocracia israelita, véase nuestro trabajo “La
Mayordomía y la Teología del Diezmo”.
32. Véase W Popkes, “Didomi give”, en Exegical Dictionary of the Old
Testament, vol. 1, editado por Horst Balz y Gerhard Schnider (Grand
Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 321 (de aquí en adelante será citado
como EDNT).
33. Véase W W Buethler, “Wise Men (NT)”, ISBE, vol. 4, 1084.
34. Véase H Balz, “Magos”, EDNT vol. 2, 371.
35. Donald A Hagner, Matthew 1-13 (Dallas, TX: Word,1993), 28.
36. Ibid, 28. Véase Ulrich Luz, Matthew 1-7:A Continental Commentary
(Minneapolis: Fortress Press, 1989), 137.
37. Véase C Brown, “Korban”, en The New International Dictionary of New
Testament Theology, vol. 2, editado por Colin Brown (Grand Rapids, MI:
Zondervan 1976), 43 (de aquí en adelante será citado como NIDNTT).
38. John Nolland, Luke 18:35; 24:53 (Dallas, TX: Word, 1993)979,
39. Véase Robert H Mounce, Matthew (Peabody, MA: Hendrickson, 1985),
53.
40. Luz, Matthew, 357,58.
41. Véase E. Earle Wllis, The Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans,
1966), 115; y Norval Geldenu huys, Commentary on the Gospel of
Lucke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1951), 212.
42. R. Helligenthal, “Ergates”, EDNT vol. 2,49.
43. Véase P. Trummer, “Axios”, EDNT vol. 1, 113.
44. Este es el significado que aparece en los documentos griegos; véase
James Hope Moulton y George Milligan, The Vocabulary of the New
Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1930), 643.
45. Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessaloans (New York:
Harper and Row, 1972),p. 337, quien argumenta que Pablo no está
aquí justificando su renuncia al pago como misionero sino la necesidad
que tienen los miembros de la iglesia de trabajo manual. Si él, que
como misionero tenía derecho al mantenimiento económico, había
decidido trabajar en otro oficio para vivir, los tesalonisenses que no
tienen derecho a ser sostenidos por la iglesia necesitan con mucha
más razón trabajar.
46. Véase David J. Williams, 1ra y 2da Tesalonicenses (Peabody, MA:
Hendrickson, 1992). El escribe: “Es probable que muchos supiesen que
Pablo había recibido ofrendas de Filipos. Eso puede haber llevado a
algunos a concluir que ahora había venido a Tesalónica con la
esperanza de recibir más ofrendas (cf. Fil. 4:15 pp)… Pablo presenta a
Dios como testigo… de que la codicia no tiene ninguna parte en su
servicio misionero”.
47. J.M.Evert, “Financial Support”, en Dictionary of Paul and His Letters,
editado por Gerald F. Hauwthorne y Ralph Martin (Downers Grove,
IL:InterVarsity Press, 1993), 296 considera varias razones por las que
Pablo rechazó la manutención (de aquí en adelante será citado como
DPL).
48. Véase Hans Conzelmann, 1ra. Corintios, (Philadelphia: Fortress Press,
1975), 152.
49. Véase nuestro trabajo, “La mayordomía y La teología del diezmo”.
50. Con conzelmann, 1 Corintios, 157
51. Véase Gerard Delling, “Diatásso”, en Theological Dictionary of the New
Testament, vol. 8, editado por Gerard Kittle y Gerard Fried (Grand
Rapids, MI: Eerdmans, 1972), 34,35 (de aquí en adelante será citado
como TDNT).
52. Véase Gerar F. Hawthorne, Philippians (Waco, TX: Word), 22.
53. Véase J. Goetzmann, “Phronesis”, NIDNTT, vol. 617.
54. Véase Georg Bertram, “Phren”, TDNT, vol. 9, 233.
55. Véase P.T.O´Brien, “Fellowship, Communios, Sharing”, DPL, 293.
56. Ibid, 294.
57. Hawthorne, Phillipians, 202.
58. Véase F.F.Bruce, Phillippians (Peabody, MA: Hendrickson, 1983), 154
59. Hawthorne, Phillippians, 206.
60. Ibid, 206,07.
61. Con Ralph P. Martin, Phillippians (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976),
168.
62. Véase Moulton and Milligan, Greek, 57,58.
63. A. Horstmann, “Apecho”; EDNT, vol. 1,121.
64. Para un resumen de la discusión entre los especialistas sobre los
detalles históricos y teológicos vinculados con la colección, referimos al
lector a S.McKnight, “Collection for the Sints”, DPL, 143-147. Ofrece una
importante información bibliográfica.
65. Véase Victor P. Furnish, 2ª. Corintios (New York: Doubleday, 1984), 399,
413.
66. Véase Hans Dieter Betz, 2 Corintios 8-9 (Philadelphia: Fortress, 1985), 42:
67. Véase Ralph P. Martin, 2 Corintios (Waco, TX: Word, 1986), 252, 53.
68. Betz, 2 Corintios, 61.
69. Com Furnish, 2 Corintios, 447.
70. Betz, 2 Corintios, 110.
71. Véase Furnish, 2 Corintios, 448; G.Kittel, “Austarkei”, TDNT vol. 1, 466; B.
Siede, “Arkeo”, NIDNTT vol. 3, 717.
72. P.T.O´Brian, “Mysticism”, DPL, 625.
73. Furnish, 2 Corintios, 448.
74. Betz, 2 Corintios, 110.
75. William F.Ore y James A. Walther, 1 Corintios (New York: Doubleday,
1976), 356, sugieren que la ofrenda era proporcional y sustancial y que
separarla era una actividad de la familia.
76. Véase Furnish, 2 Corintios, 422; y Betz, 2 Corintios, 74,75.
77. Con Martin, 2 Corintios, 254.
78. Betz, 2 Corintios, 44,45.
79. Véase H. Balz, “Leitourgia”, EDNT vol. 2, 34,49.
80. Everts, “Financial”, 299
81. T. Holtz, “Isos”, EDNT vol. 2, 202.
82. Furnish, 2 Corintios, 419.
83. Véase Martin, 2 Corintios, 293
84. Véase David J. William, Hechos (Peabody, MA: Hendrickson, 1985),
93,94.
85. Véase French L. Arrington, The Acts of the Apostles (Peabody, MA:
Hendrickson, 1988), 54.
86. F.G. Untergassmair, “Koinos common”, EDNT vol. 2, 302.
87. Véase Williams, Hechos, 97
88. Arrington, Hechos, 57
89. Com Williams, Hechos, 118.
90. IBID, 92.
91. Arrington, Hechos, 121.

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