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LA IDEA DE LO BELLO EN EL ARTE

En el umbral de toda ciencia se presenta esta doble cuestión: ¿existe el objeto de


esta ciencia? ¿Cuál es?; cuando estos objetos no nos son dados por lo sentidos,
sino que los hallamos en nosotros como hechos de conciencia, podemos
preguntarnos si no son más que simples creaciones de nuestro espíritu. Así, lo
bello ha sido representado como no teniendo realidad fuera de nosotros mismos,
sino como un sentimiento, como una fruición, como algo puramente subjetivo.
En lo que concierne a lo bello en las artes, sería preciso demostrar que el arte o lo
bello son resultados de un principio anterior. Lo pertinente en esta introducción
consiste en examinar los aspectos bajo los cuales el sentido común se representa
ordinariamente la idea de lo bello en el arte; Vamos a someter a examen las
siguientes proposiciones:
a) El arte no es un producto de la naturaleza, sino de la actividad humana.
b) Está esencialmente hecho para el hombre y, como se dirige a los sentidos,
recurre más o menos a lo sensible.
c) Tiene su fin en sí mismo.

a) El arte como producto de la actividad humana


A esta manera de considerar el arte se ligan varios prejuicios que es necesario
refutar:
1.- Encontramos primero la opinión de que el arte se aprende conforme a la
reglas, por lo que los preceptos que puede comunicar se reduce a la parte
exterior, mecánica y técnica del arte; la parte interior es el resultado de la actividad
espontanea del artista. El espíritu, como una fuerza inteligente, saca de su propio
fondo el rico tesoro de ideas y formas que desparrama por sus obras. Para evitar
un prejuicio no es preciso caer en el otro extremo, diciendo que el artista no tiene
necesidad de la propia conciencia, porque en el momento que crea debe
encontrase en un estado particular del alma que excluye la reflexión; a saber, la
inspiración. Sin duda, hay que tener talento pero este necesita ser desarrollado
por la reflexión y la experiencia.
2.- Otro prejuicio se refiere al lugar que ocupan las obras de arte comparadas con
las de la naturaleza. La opinión juzga a las primeras como inferiores a las
segundad, basada en el principio de que cuanto sale de las manos del hombre es
inanimado, mientras que los productos de la naturaleza son orgánicos, vivientes
en su interior y en todas partes. Pero no es la realidad exterior y material la que
constituye la obra de arte; su carácter esencial es el ser creación del espíritu,
aquello que nos interesa verdaderamente es lo realmente significativo en un hecho
o una circunstancia; el arte lo aprehende y nos lo manifiesta de manera más viva,
más pura y más clara que en los objetos de la naturaleza. Ninguna existencia real
expresa lo ideal como lo expresa el arte.

Pbro. Eduardo Garibay Rodríguez Estética Rubén G. Márquez Yáñez


3.- Esta elevada posición inherente a las obras de arte sufre también una crítica, la
naturaleza y sus producciones son obras de Dios de su sabiduría y su bondad; los
monumentos del arte no son sino obras de los hombres. Este prejuicio consiste en
creer que Dios no obra en el hombre y por el hombre, y que el círculo de su
actividad no se extiende fuera de la naturaleza. Lejos de ellos es la proposición
verdadera: Dios obtiene mucho más honor y gloria de la actividad del espíritu que
del producir de la naturaleza. Dios es espíritu y por consecuencia, el hombre es su
verdadero intermediario.
b) Principio y origen del arte
El arte está reconocido como una creación del espíritu, puede preguntarse qué
necesidad tiene el hombre de producir arte. El arte tiene su origen en el principio
en virtud del cual el hombre es un ser pensante, que tiene conciencia de sí, es
decir, que no solamente existe, sino que existe para sí.
Ahora bien, esta conciencia de sí mismo la obtiene el hombre de dos maneras:
una teórica, la otra práctica; una por la ciencia, otra por la acción. Por la ciencia,
cuando se conoce a sí mismo o se reconoce en lo exterior, en lo que la esencia o
razón de las cosas; por la actividad práctica, cuando una tendencia le empuja a
manifestarse en lo exterior, en lo que le rodea, y a reconocerse en sus obras. Aquí
tenemos más de una falta que refutar.
1.- Que representa el arte como tenido por fin la excitación de la sensación o del
placer. En este sistema, las investigaciones sobre lo bello en las artes se limitan a
un análisis de las sensaciones o de las impresiones que nos producen, pero la
sensibilidad es la región obscura e indeterminada del espíritu.
2.- A esta manera de estudiar el arte se entroncan las tentativas hechas para
perfeccionar el gusto considerado como sentido de lo bello; tentativas que han
producido vagas, indeterminadas y superficiales consideraciones. El gusto así
concebido no puede penetrar en la naturaleza intima, pues esta no se revela a los
sentidos, ni incluso al razonamiento, sino a la razón, a esta facultad del espíritu,
única que conoce lo verdadero, lo rea, lo substancial en todas las cosas. ¿Cuál es
pues la parte de lo sensible en el arte y su verdadero papel? Hay dos maneras de
considerar lo sensible en su relación con nuestro espíritu; la primera es la
percepción de los objetos por los sentidos, el espíritu solo entonces aprehende la
esencia, la substancia de las cosas se le escapa; la otra relación de los seres
sensibles con el espíritu es la del pensamiento especulativo, aquí la inteligencia no
se contenta con percibir el objeto sino que separa el lado individual para abstraer
lo general, la esencia. La razón se eleva por encima de la forma individual para
concebir la idea pura en su universalidad.
El arte difiere a la vez de ambos modos; ocupa un término medio entre la
percepción sensible y la abstracción general; se distingue de la primera en que no
se obstina en lo real, sino en la apariencia, en la forma del objeto. Difiere de la

Pbro. Eduardo Garibay Rodríguez Estética Rubén G. Márquez Yáñez


ciencia, en que se interesa por el objeto particular y su forma sensible. Lo que le
gusta ver en él, no es su realidad materia, ni la idea pura de su generalidad, sino
una apariencia, una imagen de la verdad; Así que la necesidad sentida es
totalmente contemplativa.
c) Fin del arte
Sí se pregunta cuál es su fin, se ofrecen de nuevo las opiniones más diversas.
1.- La más corriente es la que le da por objeto la imitación, pero ¿a qué viene
reproducir lo que ya la naturaleza ofrece a nuestras miradas? este trabajo pueril,
indigno del espíritu al cual se dirige, indigno del hombre que lo produce, no
conduciría más que a revelar su importancia y la vanidad de sus esfuerzos; pues
la copia siempre quedara por debajo del original, cuanto más exacta es la
imitación, menos vivo es el placer. Lo nos place, no es imitar, sino crear. Es
preciso concluir que si el arte emplea en sus composiciones las formas de la
naturaleza y las estudia, su fin no es copiarlas ni reproducirlas.
2.- un segundo sistema sustituye la imitación por la expresión, el arte entonces
tiene por fin el representar el principio interno y vivo de las cosas. Distingamos
aquí dos cosas la idea y la expresión, el fondo y la forma; inmoral, impío, el artista
habría cumplido su tarea y alcanzado su pretensión desde el momento en que
haya sabido darnos fielmente una situación, una pasión, una idea, falsa o
verdadera. Es claro que, si en este sistema el lado de la imitación ha cambiado, el
procedimiento es el mismo, el arte no es más que un espejo de lo que vemos
donde viene a reflejarse todos los sentimientos y todas las pasiones.
3.- Un tercer sistema es el del perfeccionamiento moral, no se puede negar que
uno de los efectos del arte sea el de dulcificar y el de depurar las costumbres;
desde siempre, el arte ha sido mirado como un potente instrumento de civilización,
como un auxiliar de la religión. Pero esta teoría no es más exacta, su error es la
confusión del efecto moral del arte con su verdadero fin. Entre la religión, la moral
y el arte existe una eterna e íntima armonía; pero no deja de ser formas
esencialmente diversas de la verdad.
El arte tiene sus leyes, sus procedimientos, cuando sus obras son puras su efecto
sobre las almas es saludable, más no tiene por fin directo e inmediato el
producirlo. Otra consecuencia que hace del perfeccionamiento moral el objeto del
arte es que este fin se impone de tal modo al arte y le domina hasta el punto que
este no tiene ya la elección de sus temas; por lo tanto, si bien se debe mantener el
acuerdo entre la moral y el arte y la armonía de sus leyes también se debe
reconocer sus diferencias e independencia. Moral y arte tienen el mismo principio
y el mismo fin: la armonía del bien y de la felicidad, de los acto y de la ley; pero
difieren en que en la moral el fin nunca se alcanza a completar.

Pbro. Eduardo Garibay Rodríguez Estética Rubén G. Márquez Yáñez


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