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Luis Miguel Nuñez Duran

2019-1489

Reporte de lectura.
Pude observar que la visita de Míster Eisenhower a Madrid no estaba planeada
inicialmente y que a pesar de todo contó con una fuerte oposición en EEUU.
También que el avión del presidente norteamericano Ike Eisenhower aterrizó a
las 16:23 de una tarde de invierno del 21 de diciembre de 1959.
En la pista de Torrejón de Ardoz esperaba un ufano Francisco Franco,
consolidado ya internacionalmente, dispuesto a rubricar en España y en el
resto del mundo, la cumbre de su poder político.
Y la visita del general victorioso de las fuerzas anglo-norteamericanas que
echaron de Europa a la Alemania nazi de Hitler, era todo un símbolo y un
respaldo enorme a la figura del generalísimo.
Eisenhower, un militar como el mismo Franco, había ganado campañas
militares durante la II Guerra Mundial, a lo largo de lo que él mismo denominó
misión en Europa, mientras el Régimen comprobaba cómo sus antiguos
amigos alemanes perdían poco a poco una guerra que cuándo comenzó,
estaban convencidos de que iban a ganar.
También todo el país, representado en la capital de Madrid, se volcó en
agasajar al extranjero en una forma que parecía reproducir la genial sátira del
cineasta Luis García Berlanga, Bienvenido Míster Marshall 1953 con la
diferencia de que entonces los americanos no pasarían de largo.
Pero Eisenhower no era el senador Marshall, no llevaba su plan de ayudas bajo
el brazo.
Pero nada impidió que el recorrido de los generales desde el aeropuerto en la
base Hispano-norteamericana hasta el palacio de la Moncloa -residencia que
se acondicionó para el alojamiento de Eisenhower, fuera en clave casi de
desfile triunfal.
Y a pie de pista el general Francisco Franco, fue puntual a diferencia de
Hendaya y eso a pesar de que el avión de Eisenhower llegó antes de lo
previsto.
Vi también en la lectura que no cabía un alfiler entre lo más granado de las
autoridades además del Gobierno en pleno, acudieron todas las autoridades
militares, una representación de los procuradores en cortes y las máximas
personalidades de la justicia.
Desde lo alto del Boeing presidencial, Eisenhower, vestido de paisano, aunque
toda su aura desprendiera un aire militar según contaría el embajador español
en Washington, José María de Areilza, saludó a la multitud unas 50.000
personas que le aclamaron en las pistas de Torrejón de Ardoz.
Tampoco hubo abrazo con Franco, sino un cordial apretón de manos tras bajar
la escalerilla del Boeing 707.
Luis Miguel Nuñez Duran
2019-1489

Las presentaciones fueron más bien breves y corrieron a cargo del ministro de
Exteriores, Fernando María Castiella, y del embajador norteamericano John
Lodge. Franco, a diferencia de su colega militar, vestía el uniforme de capitán
general de los ejércitos con la cruz laureada al pecho que le impusiera su
amigo el general José Enrique Varela en el desfile de la victoria de 1939.
Permíteme que os exprese en nombre del pueblo español y en el mío propio
nuestra rendida admiración por la tarea a la que os habéis entregado con tanto
coraje personal, nuestra gratitud por haber venido a visitarnos y a informarnos
sobre vuestro trascendental viaje exclamó el generalísimo, aún en el
aeropuerto de Torrejón.
Sin embargo, la escala en Madrid no estaba inicialmente prevista en el largo
tour de los bueno deseos que inició Eisenhower a finales de 1959, poco antes
del final de su segundo mandato, que en EEUU significa el fin de la
presidencia.
Los 30.000 km que recorrió en 19 días a lo largo de 11 países estaban
diseñados desde el Departamento de Estado precisamente para asentar las
relaciones de amistad con los países no abducidos aún por la esfera
comunista, pero, sobre todo, para aquellos indecisos, teóricamente neutrales y
que peligraban dentro del inestable equilibrio de la Guerra Fría, como eran los
casos de Irán, Pakistán o India.
Pienso que es deseable dar todos los pasos necesarios para despejar los
miedos que puedan surgir en los países subdesarrollados respecto a la
ambición de los países occidentales y de EEUU mismo escribió en una carta a
su homólogo canadiense John George Diefenbaker poco antes de partir Estoy
especialmente impaciente por convencer a nuestros amigos que el vasto poder
militar, incluyendo las armas nucleares de occidente sólo son disuasorias y
tienen el único objetivo de desalentar cualquier agresión.

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