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16.

  Etnografía virtual/
digital (EVD)

Igor Sádaba

«Todo grupo de personas —presos, hombres primiti-


vos, pilotos o pacientes— desarrolla una vida propia
que se convierte en significativa, razonable y normal
desde el momento en que uno se aproxima a ella.»

E. Goffman (2001 [1961: 9]).

1. Introducción

Este capítulo intentará seguir en todo momento una cierta secuencia his-
tórica o justificativa de la emergencia de la etnografía virtual/digital
(EVD1). Esta estrategia expositiva pretende ser una forma de acerca-
miento pedagógico a la misma y un modo de comprender, a la vez que
acreditar, su creciente relevancia y protagonismo. La razón principal es
que, en estos momentos, dicha disciplina se encuentra aún en una fase de
consolidación y reconocimiento. Igualmente, estamos en un momento de
aceptación por parte del siempre controvertido campo académico, cuyos
mecanismos de legitimación requieren una serie de consensos y rituales
de admisión. Por otra parte, la aproximación genealógica que propone-
mos facilitará la interpretación de por qué la EVD ha ido ganando adep-
tos en los últimos tiempos y se ha convertido en una prometedora técni-
ca de investigación. Seguidamente nos detendremos en los aspectos más
prácticos de la investigación etnográfica digital y, aunque no existen
guías predefinidas ni protocolos fijos, intentaremos recopilar algunas
ideas de orden pragmático para la consecución de una buena investiga-
ción empírica.

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La obtención de datos

2.  La investigación social online como oportunidad

La extensión masiva de Internet y sus tecnologías derivadas ha alterado


radicalmente los marcos de la vida social. El ciclo tecnológico y social
que acontece tras la distribución y el uso intensivo de los dispositivos di-
gitales abre un contexto socio-cultural y político con tintes relativamente
nuevos. Apertura también para las ciencias sociales en general y para la
investigación social empírica en particular, que no son ajenas a estos
cambios. A pesar de que dicho conjunto de disciplinas suele ser prudente
o reacio a incorporar nuevas herramientas a su kit investigador y ha re-
celado, en ocasiones, de las mediaciones técnicas (Estalella y Ardévol,
2011), lo cierto es que tanto las metodologías audiovisuales como el uso
de software estadístico, por poner un par de ejemplos, se han asentado,
legitimado y aceptado desde hace ya años. En ambos casos, los dispositi-
vos utilizados (cámaras, grabadoras o paquetes de análisis matemático)
se asume que son complementos en la producción, registro o análisis de
los datos. Sin embargo, la aceptación y extensión de su uso para la inves-
tigación social no fue inmediata sino que requirió de un proceso de in-
greso y aprobación progresivo. Por esa razón, en los primeros años de In-
ternet, casi cualquier uso investigador de las tecnologías que despuntaban
necesitaba de complicadas estrategias justificadoras y era visto aún como
una arriesgada aventura (Jones, 1998).
Sin embargo, en los últimos años, y especialmente en el mundo acadé-
mico anglosajón, al calor de dicho «boom digital», se ha desarrollado la
idea de que existe un aprovechamiento investigador de las tecnologías di-
gitales que va mucho más allá. Consistiría en una apropiación de lo téc-
nico bastante más profunda. Se trataría de pasar desde la mera instru-
mentalidad anteriormente mencionada (usar la tecnología puntualmente
para investigar, para resolver un problema concreto) hacia una cierta re-
configuración general de la investigación social gracias a la utilización
masiva de Internet en tanto espacio o en tanto objeto de estudio. Es lo
que se ha conocido con una serie de etiquetas variadas tales como: digi-
tal methods, virtual methods, online social research y una larga retahíla de
terminología en boga (Hewson et al., 2003; Hine, 2005; Fielding et al.,
2008; Poynter, 2010). Todas estas fórmulas plantean un cambio de para-
digma que daría cuenta de lo que está aconteciendo a nivel metodológico
por la presencia ubicua de lo digital; una reconversión de todas las técni-
cas conocidas hacia el lado que Internet provee: encuestas online, entre-
vistas online, grupos de discusión online, análisis de redes sociales, análi-
sis de audiencias digitales, etc. Lo más interesante de estas propuestas no

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

estriba necesariamente en el alcance de unas mayores cotas de precisión,


fiabilidad o validez metodológica, sino quizás en los cuestionamientos y
alteraciones de los presupuestos epistemológicos básicos y clásicos: au-
sencia de co-presencia espacio-temporal, mezcla de lo sincrónico y lo
asincrónico, elaboración de muestreos particulares sobre universos desco-
nocidos, trabajo con muestras deslocalizadas o globales, análisis de dis-
cursos de sujetos online anónimos, etc. Por ejemplo, ¿puede resultar ade-
cuada una entrevista a través de un videochat? ¿Podemos realizar un
grupo de discusión mediante un foro web? ¿Qué tiene de malo mantener
una conversación simultánea con personas de varios continentes a la vez?
¿Y si las respuestas se dan en tiempos distintos? Es decir, en un mundo di-
gitalizado e hipertecnologizado como el nuestro, estas sugerencias meto-
dológicas requieren cautela y precaución pero son bienvenidas en tanto
discuten (y, a veces, chocan) con los fundamentos asumidos y creencias
heredadas de las metodologías clásicas, permitiendo revalorizarlos, eva-
luarlos e, incluso, si se nos permite la expresión, oxigenarlos. Ello implica
remover algunos pilares y cimientos que han sostenido las Ciencias Socia-
les durante muchos años (Beddows, 2008). Por ejemplo, asumir que pode-
mos realizar una entrevista a través de una pantalla sin encontrarnos en el
mismo momento o lugar que la persona entrevistada. Esta operación de
renovación debería ser siempre bienvenida como oportunidad de interro-
gar lo ya consensuado y servirnos como método de deliberación y con-
traste. Igual que Wright Mills alertaba frente al «empirismo abstracto» y
a la «gran teoría» (Wright Mills, 1997), poniendo en duda cierto «mecani-
cismo metodológico» de los métodos tradicionales y sus derivados, segu-
ramente mejoremos sustancialmente muchas de las opciones del oficio in-
vestigador si somos capaces de tomar esta investigación online como reto
o desafío. A tal punto se ha considerado que estas metodologías online
alteran algunas de las bases adquiridas que se llega a hablar de estas nue-
vas disciplinas incluso como «antidisciplinas» o «interdisciplinas» (Del
Fresno, 2011: 17), reclamando una cierta «oportunidad» para reinventar
y refundar las reglas de juego metodológico.
En otro orden de cosas, en este contexto de sociedad digital generali-
zada, se parte además de una situación original donde los medios online
y el resto de tipo de aparatos cotidianos comienzan a producir incesante-
mente datos que quedan a nuestra disposición. Nuestra actividad coti-
diana a través de la interacción comunicativa y tecnológica genera trazos,
huellas y restos; registros permanentes de la misma. Es decir, por el mero
hecho de conectarnos a los medios electrónicos y en nuestra actividad
diaria (enviar emails, hacer búsquedas, leer páginas, escribir en un blog,

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La obtención de datos

acceder a redes sociales, comprar online, conversar con contactos y amis-


tades, etc.), de manera inconsciente en muchas ocasiones, vamos origi-
nando registros constantes de todo ello que quedan en muchos casos dis-
ponibles. El medio y sus características permiten ese guardado de
información histórico donde cada actividad queda inscrita: historiales de
conversaciones, de búsquedas, de descargas, entradas pasadas de los
blogs, perfiles de las redes sociales, mensajes enviados a listas de correo,
etc. Estas nuevas formas de producción de datos masivos han sido bauti-
zadas también en el mundo anglosajón con la etiqueta de Big Data
(Grandes Datos) (Cukier et al., 2013; Silver, 2014). Dicho nuevo contex-
to, definido en términos de un escenario donde los datos se producen en
vastas cantidades y automáticamente tomen en cuenta hechos como:

• La cantidad de información se duplica, como mínimo, cada dos


años.
• Cantidades ingentes de datos suponen un drástico cambio de enfo-
que en la forma de investigar.
• El valor de la información no reside en los datos concretos, sino en
la forma de organizarlos, gestionarlos e interpretarlos (minería de
datos).
• El mundo digital es una fuente abierta e inagotable de datos: cada
gesto, cada conexión, cada envío, cada lectura, cada compra, cada
click o cada uso genera información y fichas (que suelen quedar al-
macenados en portales).
• Ello genera excesivo volumen para nuestras técnicas habituales de
tratamiento y almacenamiento de datos2.
• Todo ello conduce a bautizar nuestro tiempo como Grandes Datos,
buzz, era de la «datificación incesante», o incluso, más metafórica-
mente, como «dataclismo» o «diluvio digital».

Sin embargo, debemos ser medianamente críticos con los Grandes


Datos como idea romántica de un santo grial metodológico. Es cierto
que uno de los grandes problemas de la investigación social a lo largo de
su historia ha sido conseguir datos (y producirlos bajo ciertas condicio-
nes) y ahora nos encontramos con nuestros deseos aparentemente cu-
biertos o cumplidos. No tendremos que recorrer las calles encuestando ni
buscando personas para entrevistar, ya que el día de hoy, casi sin salir de
casa, nuestros objetos de estudio, en sus quehaceres cotidianos, producen
información relevante para casi cualquier investigación. Aun así, una lec-
tura apresurada e inocente de los Grandes Datos los ha convertido en la

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

esperanza de un ultrapositivismo digital. Como cualquier investigador


sabe, la mera posesión de colosales cantidades de cifras, transcripciones y
estadísticas no es una garantía inmediata de validez y fiabilidad. Los
Grandes Datos en el entorno empresarial se han convertido en una pro-
mesa de revolución teórica final; una suerte de fórmula mágica que viene
a colmar todas las necesidades de la investigación. No obstante, sabemos
que lo cuantitativo y lo cualitativo no son lo mismo y muchos datos no
implican siempre mejores datos (algo que resumen muy bien Boyd y
Crawford, 2011). Por todo ello, los Grandes Datos deben también to-
marse con cierta prudencia y distancia, asumiendo que la gestión y ad-
ministración de grandes volúmenes de información pueden o no facilitar
la investigación, pero no son avales de un conocimiento científico exacto
ni mucho menos.
En este doble contexto que hemos pretendido perfilar en este epígrafe,
de aparición de la investigación social online como oportunidad y de los
Grandes Datos como promesa, muchos debates sobre los límites y posi-
bilidades de las nuevas técnicas de investigación han tenido lugar (Hine,
2005; Barkham y Baym, 2008). En esta encrucijada de nuevo paradigma
metodológico y de esperanzas de innovación parece que nos situamos
con la debida reserva pero expectantes. Y es en este marco de confluencia
en el que la aplicación de la EVD ha tenido más justificación y en el que
hay que comprender su evolución (Hine, 2008).

3. La aparición de la etnografía virtual/digital:


la pertinencia de lo etnográfico

Pensando ya en la etnografía en espacios mediados tecnológicamente, los


comienzos de la mencionada investigación online o métodos digitales re-
sultaron titubeantes, encontrando en su camino muchos adeptos y férreos
defensores y no pocos enemigos y hostiles adversarios. A pesar de las des-
lumbrantes aportaciones de los dispositivos técnicos y de las llamativas no-
vedades de la innovación digital, las primeras experiencias con tales técni-
cas investigadoras no siempre resultaron plenamente provechosas o
convincentes, especialmente en lo referente a las entrevistas online y gru-
pos de discusión online (Arriazu, 2007; James y Buscher, 2009; Salmons,
2011 y 2014). Dichas técnicas resultaban prácticas, cómodas y rápidas en
el mejor de los casos (ideales para la investigación de mercados, por ejem-
plo), pero la calidad de los resultados podía llegar a dejar bastante que de-
sear por no mencionar que los análisis no siempre resultan sencillos (Ja-

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La obtención de datos

mes y Busher, 2006). Las conversaciones se cortaban a la mitad, los


entrevistados desaparecían o se desconectaban, no sabíamos si eran quie-
nes decían ser porque no les visualizábamos, las destrezas de escritura eran
más importantes que la capacidad oral, se carecía de información sociode-
mográfica de los participantes, no estaba claro cómo analizar un registro a
medio camino entre lo oral y lo escrito, etc. Se había pensado que las téc-
nicas online apenas diferían de las clásicas y que básicamente todo consis-
tía en una pequeña mediación generada por una pantalla pero poco a
poco se fue descubriendo que los obstáculos y tropiezos eran más habitua-
les y que había un umbral de calidad que era difícil rebasar. Por ello, ante
cierto optimismo inicial, hubo una advertencia que fue necesario prescribir
para la investigación online. En palabras de Christine Hine, había que es-
tar alerta «contra el automatismo metodológico» (Hine, 2005). La traduc-
ción de las técnicas y métodos de investigación clásicos a otros espacios o
situaciones no tiene por qué funcionar correctamente. De hecho, no está
claro que se puedan acomodar directamente los viejos métodos a los nue-
vos entornos y sus circunstancias. A pesar de estar frente a un enfoque que
despunta y en crecimiento, hay que ser reflexivos respecto a estas nuevas
técnicas de investigación y sus expectativas. La traslación de técnicas tradi-
cionales al entorno online mostró que sólo tienen relativo éxito en condi-
ciones muy específicas de aplicación. Ello generó, en nuestra opinión, un
evidente escepticismo que, si bien nunca ha obstruido o entorpecido la
evolución creciente de la investigación social online, no ha permitido un
cierto despegue hasta la llegada de la etnografía digital.
La expansión del mundo digital y la tasa de penetración tan enorme
de las tecnologías afines a Internet han sido causa, entre otras cosas, de
nuevos fenómenos sociales o reformulación de algunos anteriores. La
normalización de la sociabilidad online que, cada vez más, forma parte
de nuestra vida cotidiana de manera no fácilmente desagregable de la
vida offline, nos dibuja un panorama novedoso. Estas interacciones me-
diadas normalizadas y esta cotidianeidad online es lo que también se ha
venido llamado, en un ejercicio de nominalismo interminable, «sociedad
online» (Howard y Jones, 2005), «cibercultura» (Levy, 2007), «multitudes
inteligentes» (Reinghold, 2004), «Sociedad red» o «autocomunicación de
masas» (Castells, 2006 y 2009), «cibersociedad 2.0» (Jones, 2003), etc.,
por poner sólo algunos ejemplos. En general, a pesar de la no neutrali-
dad del lenguaje y de que cada elección terminológica comporta reflejar
ciertas ideas y opacar otras, todos estos relatos sociológicos apuntan ha-
cia el conjunto de relaciones que se establecen de manera mediada en es-
pacios digitales. Aun así, aunque haya un mínimo común denominador

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en todas estas ideas, el abordaje de estos objetos de investigación se ha


realizado siempre desde una doble aproximación o enfoque que es nece-
sario distinguir:

• Por un lado podemos entender Internet y las TIC (o los espacios co-
municativos generados a través de éstos) como lugares donde ac-
túan e interaccionan individuos. Esto es como un espacio donde tie-
nen lugar prácticas sociales, un ciberespacio. Es decir, podemos
entenderlo como un medio, una plataforma o soporte donde diver-
sos fenómenos tienen lugar.
• Y por otro, podemos interpretar Internet y las TIC como «artefac-
tos culturales», como productos de la cultura, como acoplamientos
de sujetos-objetos. Es decir, podemos entenderlo como un objeto, un
producto cultural de nuestro tiempo que incluye individuos, disposi-
tivos, reglas, software, normas de uso, cables, relaciones, etc.

Es decir, Internet y las tecnologías digitales se pueden leer como medios


(online research) y como objetos (online populations y online cultures/com-
munities) para la investigación social. Una dualidad constitutiva del cos-
mos comunicativo y digital y que debe tenerse en cuenta como esencial.
Quedarnos sólo con la primera versión adolece de cierto determinismo al
representar lo técnico como una tarima, un puro contexto (aparentemente
neutral o inactivo) o un escenario-medio donde tienen lugar acontecimien-
tos. Precisamente si complementamos esa primera visión tradicional de los
espacios comunicativos como tarimas, tribunas o espacios para la vida so-
cial3 y los entendemos también como el producto de la interacción entre
grupos de personas, objetos, símbolos, significados, etc., estaremos optan-
do por una visión más culturalista. Para estudiar esas «culturas» propias
que emergen de ese agregado heterogéneo y de los fenómenos sociales
complejos que se propagan o existen a través de esos medios existe un con-
junto de técnicas o métodos de interpretación que podrían adaptarse: la
etnografía. Arribamos, por primera vez entonces, al puerto etnográfico y a
la necesidad de algún tipo de mirada general y sistemática de un tejido en
construcción. Entonces encontramos una cierta justificación de lo etnográ-
fico en el ciberespacio si atendemos al estudio de esas «culturas y comuni-
dades online» concibiendo que las experiencias sociales online son diferen-
tes a las cara-a-cara y que necesitamos comprender la experiencia y el
significado etnográficamente. Todo ello porque estamos tratando con
agregados de relaciones y fenómenos sociales mediados que se fabrican en
un ecosistema específico y singular.

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La obtención de datos

Asimismo, hay quien distingue con énfasis entre lo que se denominan


communities online (o comunidades migradas online) y online communi-
ties (o comunidades nativas online) evidenciando que son agrupaciones
que pueden emerger desde variables offline o de la pura interacción digi-
tal (sin conocimiento previo) (Del Fresno, 2011: 46). Digamos que es una
diferenciación teórica sobre el ámbito o contexto de aparición, emergen-
cia o desarrollo, en función de dónde nacen las mismas. En cualquier
caso, dada la continuidad entre lo online y lo offline, esta separación
analítica se nos puede antojar incluso artificial o poco práctica. Lo que sí
que parece cierto es que hay comunidades que no tienen sentido o no se
desarrollarían plenamente en el mundo offline y que las características
del hábitat digital favorecen su creación y crecimiento (gracias a la dis-
persión geográfica o al anonimato, por ejemplo). Pensemos en grupos
que se crean a través de intereses profesionales en una red social, usua-
rios del mismo modelo de automóvil en un foro de coches, clientes de de-
terminado servicio comentado los pormenores de su satisfacción, pági-
nas de contactos y parejas o personas que leen el mismo blog de cocina e
intercambian recetas y comentarios sobre trucos de cocina.
La idea de cultura, siempre laberíntica y densa, problemática en algu-
nos casos, se extiende hacia nuevos caminos. La cibercultura (Levy, 2007)
se dilata por toda la sociedad digital como sistema sociotécnico cultural,
pero no de una manera monolítica, fija y estable, sino como entramado
de interacciones dinámicas y cambiantes. Un ejemplo típico es la idea de
identidad (Del Fresno, 2011: 43) cuya construcción constante y altera-
ción diaria, en igualdad de condiciones que la identidad offline, parece
incluso más variable y difusa. Frente a la idea de una única identidad,
fija y coherente, granítica e inmóvil, observamos más bien lo contrario,
un magma de elecciones constantes y fabricaciones dispersas que facili-
tan un juego identitario muy dinámico. La normalización de la comuni-
cación digital hace que las personas experimenten y vivan cotidianamen-
te todo ello. El estudio de esos significados compartidos y producidos
intersubjetivamente será primordial.
Además de la aparición de «comunidades nativas online» (Del Fresno,
2011), el uso permanente y social de pantallas, dispositivos y clicks, asis-
timos a fenómenos como consensos, cooperación, conflictos, liderazgos,
aprendizajes, construcciones de identidad, colaboración, discriminación,
etc. Estos nuevos espacios de sociabilidad reproducen los viejos, pero a
su vez suman y añaden nuevas interacciones cotidianas. Ya no estamos
ante un nuevo mundo por descubrir sino ante un día a día mediado tec-
nológicamente por normas, costumbres, valores, símbolos, éticas, etc. De

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

esta forma, vamos comprobando cómo la aproximación etnográfica tie-


ne un sentido muy claro: nuevos fenómenos culturales, extraños y desco-
nocidos en principio, formados por interacción densa en espacios comu-
nicativos, microculturas complejas y nativas del espacio online, cuyas
manifestaciones requieren desentrañar los significados compartidos que
se generan y circulan.
Llegamos por tanto entonces a la necesidad de una etnografía adapta-
da a entornos con mediación digital cuyo nombre, nuevamente, puede ele-
girse sobre un amplio catálogo o menú de denominaciones que depende de
cada autor/a, escuela o incluso momento. Algunas de ellas pueden leerse
en el siguiente cuadro y todas remiten a una cierta idea de etnografía di-
gital.

• «Etnografía virtual»4
• «Etnografía del ciberespacio»
• «Etnografía de/en/a través de Internet»
• «Netnography/Netnografía»
• «Etnografía conectiva»
• «Ciber-etnografía»
• «Antropología de los medios»
• «Etnografías de lo digital»

Además de los debates sobre el etiquetaje más adecuado para la nueva


disciplina, existen controvertidas discusiones sobre otros puntos igual de
sustanciales. Por ejemplo, hay quienes consideran que la etnografía vir-
tual es una forma específica de etnografía y conciben que la investigación
etnográfica del ciberespacio no tiene ninguna singularidad. Al otro lado,
hay quienes han visto aquí un giro copernicano y lo plantean como una
metodología revolucionaria. Dejaremos para más adelante estos debates
y trataremos de situarlos en una perspectiva histórica-comparada. Lo
cierto es que el boom de la EVD (especialmente en el mundo anglosajón)
la ha convertido en la técnica favorita en entornos digitales y en una de
las técnicas online más desarrolladas. Ante cualquier estudio de caso, la
mirada etnográfica siempre puede ser útil y fructífera como una primera
aproximación metodológica. Es decir, ha revitalizado las esperanzas en
una investigación social online al haber producido interesantes y nota-
bles investigaciones y haber generado ricos debates sobre epistemología y
metodología en general. Básicamente la podemos considerar como el

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La obtención de datos

ejercicio de la práctica etnográfica en el espacio de interacción que cons-


tituye Internet y las tecnologías digitales (teléfonos móviles, fotografía
digital, redes inalámbricas, etc.). Cabe mencionar que la EVD comparte
con otras metodologías y técnicas el papel de una mediación adicional,
en este caso la de la comunicación digital. La comparación puede ser
fructífera, entendiendo la etnografía virtual como un paso adicional a la
etnografía visual (compartiendo con ella algunas características y otras
no). Es decir, las mediaciones no son nuevas en el oficio del investigador
social, sólo tiene que saber lidiar con ellas. Los aprendizajes recibidos de
varias décadas de antropología y sociología visual deberían ser de ayuda
para bregar con ello.
En resumen, la justificación para decidirnos por una incursión etno-
gráfica está basada en la limitada capacidad de otras técnicas para anali-
zar los nuevos fenómenos del universo digital y por ser un método propi-
cio para estudiar lo «desconocido» (cuando existe mucha distancia
cultural). Pero también por existir objetos de investigación nativos, for-
maciones propias de la cultura de Internet que nacen en las propias redes
telemáticas. La nueva sociabilidad online que tiene lugar en estas comu-
nidades de «nativos digitales» (Presnky) implica un «estar ahí» que invita
a la mirada etnográfica.

4.  Historia y fases de la etnografía virtual/digital

Podemos considerar que la llegada de una suerte de EDV no se ha reali-


zado de golpe, como si surgiera de la nada o por capricho metodológico,
sino que ha seguido un desarrollo progresivo y gradual a lo largo de unas
fases temporales concretas. Como siempre, cualquier clasificación de este
estilo es bastante arbitraria y subjetiva, pero nos ayuda a entender el de-
sarrollo propio de la misma. No son, ni mucho menos, fases o modelos
que no coexistan o se solapen, por supuesto, sino más bien enfoques o
esquemas etnográficos que han ido apareciendo y conviviendo pero tam-
bién que han ido sucediéndose y encadenándose (Hine, 2008).
Un primero momento, o una primera EVD, puede ser situada en la
segunda mitad o finales de los años noventa. Se comienza realizando
una tímida y tentativa traducción directa de la propia etnografía clásica,
asumiendo que tal metodología tradicional debería ser ventajosa y apro-
piada tal y como se la conocía. Si Evans-Pritchard estudiaba a los nuer
en Sudán, por qué no es posible hacer lo mismo con los participantes en
un grupo online sobre ciclismo de montaña, los comentaristas de un

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

blog sobre espiritualidad tántrica o el grupo de Facebook de un movi-


miento ecologista. No dejan de ser «aldeas» donde tienen lugar rituales
y operan normas culturales. La operación de adaptación se realizó ini-
cialmente sin mucho cuidado, expresado por esa frase que circula por
ahí, como si fuera «Malinowski en el ciberespacio», es decir traduciendo
directamente las enseñanzas etnográficas a la situación actual con esca-
so retoque. Estamos en los primeros años de Internet, los albores de la
red de redes, tiempos en los que todavía no hay una conexión generali-
zada sino una cierta «élite tecnológica» de early adopters, de primeros
usuarios de las redes que comienzan a poblarlas. Pero no podemos ha-
blar aún de una extensión generalizada del mundo digital. Asimismo, en
aquellos momentos, lo online se ve siempre muy enfrentado a lo offline,
opuesto, radicalmente encontrado. Y esencialmente el mundo virtual se
interpreta en términos de engaño, artificio o trampa. Se entiende el ci-
berespacio como lugar de juego identitario (role playing), de lúdico en-
gaño, donde nadie es quien dice ser y donde todo el mundo, por alguna
pulsión natural y evidente, cuando puede falsear o adulterar lo hace.
Por ello, las primeras etnografías se realizan siempre en espacios de jue-
go, de chats, de MUDs, etc. En estos momentos de discontinuidad iden-
titaria (offline vs. online), los entornos virtuales son percibidas como
realidades alternativas o paralelas (simulacros) que podemos observar
sistemáticamente pero donde siempre hay juego y fraude (game, decep-
tion). Son los años también en los que las ciencias sociales todavía man-
tienen una cierta postura escéptica y crítica hacia las tecnologías digita-
les, lo que se refleja en algunas famosas aportaciones como Turkle
(1997) o incluso Baudrillard (1987). Esta visión dubitativa y hasta tec-
nófoba es deudora de una prolongación interpretativa entre los medios
online y los viejos medios de masas analógicos (Sartori, 2002), si unos
engañan, los otros también.
Una segunda fase podría identificarse con el momento de consolida-
ción de la EVD y con la existencia de grandes poblaciones online, mayo-
res en volumen que en la fase anterior, más inclusivas y con más difu-
sión. Estamos en los años 2000, década en la que Internet comienza a
reinar completamente en el panorama mediático. Ahora las identidades
online dejan de verse como engaños simulados de las realidades offline,
sino más bien como resultados o derivaciones de éstas. Esta continuidad
e interrelación entre nuestra vida online y offline (la no autonomía de lo
virtual) promueve un intento de transformación y adaptación del canon
etnográfico al ciberespacio. La metodología necesita ajustarse a los
nuevos objetos y ésa será, en parte, una de las grandes aportaciones de

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La obtención de datos

C. Hine (2000). No nos vale con aplicar mecánicamente lo que se hacía


en el siglo xix cuando se viajaba a la Polinesia lejana a visitar tribus
exóticas. Es el momento en el que la etnografía comienza a replantearse
las idas de campo, de interacción o de observación participante en en-
tornos mediados. Además de esta renovación de la técnica, se empiezan
a observar otros elementos. Esta nueva etnografía virtual (Hine, Ken-
dall, etc.) se detiene en la identificación de normas, prácticas sociales
compartidas, sistemas de valores, etc. de las comunidades, abandonando
la idea anterior de falsedad y juego. Hay una recuperación de Goffman,
del enfoque dramatúrgico y de la etnometodología en este momento (re-
florece la microsociología) de cara a entender las interacciones digitales.
Comienzan a aparecer estudios sobre el papel político de Internet y la
organización ciudadana al margen de empresas y Estados, algo que ha
sorprendido a propios y extraños. Ahora, además, la triangulación me-
todológica comienza a cobrar sentido a la vez que la hibridación local-
global.
Finalmente, podría hablarse de una tercera fase o gran corriente que
tras el boom de la web 2.0 y la extensión generalizada de Internet nos si-
túa ya a mediados o finales de la década de los 2000. Las tasas de pene-
tración de Internet rondan valores ya muy altos e incluso el uso de las re-
des sociales, por ejemplo, tiene lugar en muchos países para más de la
mitad de la población. Es el momento en el que los usuarios crean masi-
vamente contenidos y crecen sin cesar aplicaciones son interactivas. Esta
época nos habla ya no tanto de una etnografía adaptada o ajustada,
como en el caso anterior, como incluso de una cierta superación de la et-
nografía clásica. Además de asumir la idea de etnografía multisituada o
multilocal de Marcus (2001) y de que la propia observación es ya la que
produce el campo, se comienzan a comprender lo online y lo offline no
como enfrentados ni como continuos sino como entornos hibridados. En
las comunidades nativas (y sus quedadas o meets ups) ya no tiene sentido
andar diferenciando o apartando lo online de lo offline ya que son dos
caras de la misma moneda. Tal hibridación hace ya indistinguibles am-
bos ámbitos, que están entremezclados sin que las costuras nos permitan
distinguirlos a simple vista. De esta forma aparece el momento de la net-
nografía (Kozinets), que se postula no ya como una etnografía clásica, ni
siquiera como una etnografía adaptada, sino como una metodología di-
ferente, superadora en cierto sentido, que aborda la sociabilidad amplia-
da de estos espacios (Del Fresno, 2011).

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

5. Características específicas de la etnografía virtual/


digital: aspectos prácticos

A partir de aquí, simplemente cabría esperar aplicar el método etnográfico


clásico en tanto observación participante en una comunidad durante un
cierto período de tiempo, incluyendo técnicas conversacionales, identifica-
ción de informantes clave, realización de entrevistas (formales e informa-
les), obtención de datos y documentos, elaboración de un cuaderno de
campo, etc. Pero como hemos mencionado en el apartado anterior, las co-
sas no son tan mecánicas y directas y el objeto de estudio demanda algún
ajuste en las técnicas de observación e invita a ciertas reflexiones sobre el
proceso investigador. En este apartado pretendemos entrar un poco más
de lleno en el conjunto de decisiones y elecciones que forman el proceso
metodológico, ya que, siguiendo la estela de grandes pensadores, la meto-
dología no deja de ser un cúmulo de «trucos del oficio» (Becker, 2009).
En algunos casos, las primeras aproximaciones a lo que se denomina
EV/ED han consistido en una simple descarga de datos online o en una
mera recopilación descriptiva de lo observado en una pantalla. Como si
toda novedad simplemente tuviera que ver con el hecho de mirar a través
de un monitor mientras se mueve un ratón. Sin embargo, esa observación
no participante y corta está lejos se ubicarse en los cánones etnográficos
clásicos que implican un cierto grado de participación e interacción5. En
ese sentido, la EVD se compone de una serie de técnicas y métodos algo
más complejos y elaborados. Y, en muchos casos, se considera que es más
una «actitud metodológica» o una «mirada comprensiva y reflexiva» de las
diversidades culturales que una lista de prescripciones o un manual codifi-
cado y claro de qué hacer en cada momento. Ya que todo grupo social es
singular o especial en algún sentido (léase la cita de Goffman que encabeza
este capítulo) y se sostiene sobre un conjunto de significados compartidos,
debemos producir empíricamente observaciones coherentes de dicha socia-
bilidad que se da en entornos comunicativos, mediados y online. Sociabili-
dad que se asienta en la combinación de usuarios interaccionando a dis-
tancia y a través de mediaciones técnicas pero con códigos culturales
(incluyendo los informáticos) que la sostienen y que deben ser problemati-
zados por el observador. Pero los límites del campo de observación, esta
vez, no van a ser geográficos; el espacio queda definido y delimitado por
los intercambios comunicativos. Y tales flujos de mensajes se dan en varias
direcciones, lugares y sentidos, conformando un espacio de observación di-
fuso y dinámico. Y a la vez, los mensajes y la información que se va distri-

467
La obtención de datos

buyendo también tienen que ver con la vida «fuera» de la red y con las po-
siciones sociales de los usuarios.
En ese sentido, y a modo de marco general, C. Hine (2000) plantea lo
que ella considera los diez principios que fundamentan la EVD y que pa-
samos a reproducir sintéticamente. Consideramos que son de lectura re-
comendada antes de empezar a hacer cualquier observación etnográfica,
ya que suponen referencias a tener en cuenta. Por tanto, hemos seleccio-
nado parte de esos diez mandamientos etnográficos porque condensan
excelentemente algunas de las ideas teóricas que posteriormente se desa-
rrollarán en la práctica empírica. También porque, en su momento, las
aportaciones de esta autora supusieron el espaldarazo definitivo a la
EVD como disciplina. Se enumeran en el cuadro siguiente:

1. La presencia sostenida del etnógrafo en su campo de estudio,


combinada con un compromiso profundo con la vida cotidiana
de los habitantes de ese campo, dan pie a ese conocimiento es-
pecial que llamamos etnográfico… La etnografía virtual fun-
ciona como un módulo que problematiza el uso de Internet…
El estatus de la Red como forma de comunicación, como obje-
to dentro de la vida de las personas y como lugar de estableci-
miento de comunidades, pervive a través de los usos, interpreta-
dos y reinterpretados, que se hacen de ella.
2. Los medios interactivos nos desafían y nos dan la oportunidad
de hacer etnografía, pues sacan a relucir la cuestión relativa al
«sitio de la interacción». El ciberespacio no necesariamente tie-
ne que ser visto como un lugar apartado de cualquier conexión
con la «vida real» o de la interacción cara a cara… Los medios
interactivos, como Internet, pueden entenderse de ambos mo-
dos: como cultura y como artefactos culturales. Concentrarse
en cualquiera de estos aspectos a expensas del otro conllevará
siempre una visión pobre del problema.
3. El crecimiento de las interacciones mediadas nos invita a re-
considerar la idea de una etnografía ligada a algún lugar en
concreto o, inclusive, a múltiples espacios a la vez. Estudiar la
conformación y reconfiguración del espacio, a través de inte-
racciones mediadas, representa en sí una gran oportunidad
para la perspectiva etnográfica.
4. Como consecuencia de lo anterior es necesario replantear el
concepto de campo de estudio. Si la cultura y la comunidad no

468
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

son productos directos de un lugar físico, entonces la etnogra-


fía tampoco tiene por qué serlo.
5. Los límites no son asunciones a priori, sino que se exploran en
el curso de la etnografía. El resto de la etnografía virtual con-
siste en examinar cómo se configuran los límites y las conexio-
nes, especialmente, entre lo «virtual» y lo «real». Este problema
arrastra consigo la cuestión de saber cuándo detenerse, o hasta
dónde llegar.
6. Junto a la dislocación espacial viene la temporal. La implicación
personal con contextos mediados se entremezcla con interaccio-
nes en otras esferas y otros medios. La etnografía virtual es un
intersticio en el sentido de que convive entre varias actividades,
tanto del investigador como de los participantes del estudio. Y la
inmersión en el contexto se logra apenas intermitentemente.
7. La etnografía virtual es irremediablemente parcial. Una des-
cripción holística de cualquier informante, locación o cultura
es algo imposible de lograr, por lo que la noción de informante,
lugar o cultura preexistente, enteramente aislable y descriptible,
tiene que quedar atrás.
8. La etnografía virtual implica una intensa inmersión personal
en la interacción mediada… el compromiso del etnógrafo con
el medio constituye una valiosa fuente de reflexión.
9. Las nuevas tecnologías de la interacción permiten que los in-
formantes aparezcan dentro de la etnografía y, a la vez, estén
ausentes. Del mismo modo, el etnógrafo puede estar ausente o
presente junto a sus informantes. La tecnología facilita que es-
tas relaciones puedan desplazarse o sostenerse a través de dife-
rentes divisiones espaciales y temporales. Todas las formas de
interacción son etnográficamente válidas, no sólo las que impli-
can una relación cara a cara.
10. Esta etnografía no sólo es virtual en el sentido de carecer de un
cuerpo físico. La idea de virtualidad también lleva la connota-
ción de «casi», pero no del todo muy adecuada para propósitos
prácticos aunque no sea estrictamente la realidad. La etnogra-
fía virtual se adapta al propósito, práctico y real, de explorar
las relaciones en las interacciones mediadas, aunque no sean
«cosas reales» en términos puristas. Es una etnografía adapta-
ble según las condiciones en las que se encuentre.

fuente: Hine (2004: 80-82).

469
La obtención de datos

Dicho lo cual, cabría ponerse en faena, remangarse las manos y pasar


a hablar de los aspectos más prácticos de la investigación etnográfica di-
gital. Existen muchos textos que debaten largamente sobre las cuestiones
epistemológicas profundas. Y otros tantos que se enfrascan en discusio-
nes sobre su origen, evolución o tipologías. Sin embargo, lo habitual sue-
le ser encontrarse frente a un proyecto de investigación sin saber muy
bien cómo empezar. Aunque ese tipo de inseguridades o incertidumbres
son generales del oficio de investigador, este tipo de técnicas que impli-
can mediaciones online y metodologías a veces tan abiertas y flexibles
como la etnografía generan una ansiedad o confusión inicial incluso ma-
yor. Vamos a pasar entonces a tratar algunos de los aspectos prácticos
que conlleva desarrollar una EVD. Cabe mencionar que gran parte de
los etnógrafos/as que se han dedicado a estos temas renegarían de una
lista prefijada de recetas fijas o de un protocolo estandarizado (algo bas-
tante alejado de la naturaleza de la práctica etnográfica). No pretende-
mos encorsetar la observación a un manual lineal y tipificado sino resal-
tar algunas ideas generales que puedan ser de utilidad a quien se enfrenta
a la realización de una investigación con las dudas habituales.

5.1  Objeto de estudio y campo

En primer lugar, entendemos que el objeto de estudio de las etnografías


virtuales son las «comunidades online» o el conjunto de relaciones socio-
culturales que tienen lugar en los entornos online/virtuales (aunque pro-
vengan o deriven de entornos offline). De este modo, cualquier forma
cultural podrá ser estudiada si tiene lugar de manera estable y continua-
da. Pero por comunidades online o virtuales (Reinghold, 1993; Wu Song,
2009) entendemos frecuencias regulares de contacto, identidades com-
partidas, reconocimiento de los otros miembros o pertenencias formales
(membresías), existencia de códigos propios e intercambios de informa-
ción regulares, normas, rituales y significados compartidos, etc.
Esto ha venido plasmándose en el mundo online de muy diversas ma-
neras: a través de una lista de correo o discusión, mediante un chat, en
un blog o bitácora (autor/res y comentarios), a través de alguna de las re-
des sociales existentes, en un foro, a través de intercambios de emails y
otro tipo de sistemas de mensajería, compartiendo fotos o vídeos, cola-
borando en proyectos, etc. Los canales digitales están muy orientados
precisamente a forjar grupalidad mediante prácticas comunicativas y
muchos de estos mecanismos podrían valer para engendrar un espacio

470
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

colectivo. Entendemos que cualquiera de estos formatos constituye una


comunidad a estudiar siempre y cuando esté vinculado a los objetivos de
investigación. Mayans, por ejemplo, eligió un conjunto de chats genera-
les (por ciudades o grupos de edades) asumiendo que lo que quería era
simplemente entender las conversaciones que allí tenían lugar (Mayans,
2002). Pero Hine, intentando observar el papel de ciertas webs en la
construcción de una campaña de denuncia y/o apoyo internacional, se
centró precisamente en esas páginas web que trataban el caso de Louise
Woodward (Hine, 2004). Lori Kendall, intuyendo que la negociación de
los roles de género estaban cambiando en Internet, se dedicó a etnogra-
fiar un foro web (denominado BlueSky) que hacía las veces de «pub vir-
tual». No han faltado quienes han elegido un grupo de Facebook o una
cuenta de Twitter, por ejemplo, como medio de observación, y la comu-
nidad que allí se ha generado, como objeto de estudio (Postill y Pink,
2012). McLellod (2003), intentando acceder a los patrones de comporta-
miento de la cultura gay en Japón que le era inaccesible como occidental,
decidió hacer etnografía en las páginas de contactos.

5.2  Selección del mismo

Como bien indica Becker, «todo tiene que estar en algún lugar» (2009:
83), en el sentido de que es importante que lo que estudiamos acontezca
en un lugar específico cuyas condiciones seamos capaces de describir.
No obstante, uno de los mayores problemas que se presenta al intentar
observar una comunidad concreta vinculada a un cierto fenómeno u ob-
jeto de estudio no es que sea virtual o «exista online» sino el exceso de
ejemplos o casos a elegir (una manifestación sui géneris del Big data).
Para tratar los modos en que el movimiento 15-M ha utilizado las redes
sociales o los grupos de deporte de montaña que se forman a través de
blogs o la manera en que las personas mayores participan en un foro o
las identidades de los adolescentes que comparten fotos encontramos
excesivos casos diferentes para observar. No podemos investigar todos y
cada uno de los casos que encontremos en nuestro camino o de aquello
que nos interesa porque pueden ser cientos o incluso miles. La selección
concreta del «lugar» a etnografíar deberá depender o de los criterios a
priori que le impongamos (que estén vinculados a una cierta ciudad, que
tengan cierta antigüedad, que posean un determinado tamaño, que tra-
ten determinados temas, etc.) o, en caso de carecer de los mismos, se
suelen aplicar criterios de participación. Es lo que algunos llaman «den-

471
La obtención de datos

sidad comunicativa» y tiene que ver con la selección de un foro, blog,


red social, repositorio de imágenes/vídeos o página donde existe un ni-
vel mínimo de interacción. Bastaría con considerar algún tipo de indica-
dor sobre ello: número de usuarios registrados, número de visitas, núme-
ro de mensajes, número de mensajes por usuario registrado, etc. A través
de ese tipo de cuantificadores, es posible elegir aquellos grupos, espa-
cios, canales, plataformas o comunidades que den más juego o donde
acontezcan mayor número de fenómenos o datos relevantes. Por supues-
to no estamos hablando de un muestreo en un sentido clásico, como téc-
nica de selección de una porción representativa de la población, sino de
elegir casos para estudiar que puedan proporcionar suficiente informa-
ción significativa.

5.3  La noción de campo

Sin embargo, más que objeto de estudio, en etnografía se habla propia-


mente de campo (de observación). Como método, la observación partici-
pante en entornos online debe definir un cierto campo, definido ahora
por flujos comunicativos y no por fronteras geográficas. Ya que el campo
en nuestro caso no es un lugar físico, el trabajo de campo muchas veces,
como ya hemos mencionado, no está restringido espacialmente y puede
llegar a transitar por diferentes entornos o plataformas diferentes. Es la
vieja idea de Marcus de la «etnografía multisituada» o multilocal (2001),
pero esta vez en un sentido más completo. Cuando hablamos de etnogra-
fía multisituada nos estamos refiriendo al hecho de que podemos tener
que «perseguir» a los componentes de una comunidad online de una pla-
taforma a otra (a través de redes sociales, blogs, páginas web, listas de co-
rreo, chats, etc.). La mayoría de prácticas comunicativas digitales impli-
can la participación simultánea en varios «lugares» o «canales» y ésa ya
es una característica misma del medio. Por ejemplo, puede tener sentido
para una comunidad dada observar el uso concurrente tanto de su cuen-
ta de Twitter como de su canal de Youtube y los vídeos que suben como
la lista de correo que vertebra el grupo.
Pero la multilocalidad también apunta al hecho de que son etnogra-
fías multisituadas online-offline. Hasta ahora, la mayoría de formas de
representar esos «espacios comunicativos» era mediante el uso de metá-
foras espaciales («aldea global», «autopistas de la información», «la
Red», etc.). Por esa razón, la observación no deja de hacerse, de algún
modo, «dentro y fuera». A pesar de asumir la interrelación online-offline,

472
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

registrar datos mediados y datos con presencia física (si es posible) se


vuelve una gran ayuda. Por ejemplo, Estalella, en la observación de los
blogueros en España, no dejó de etnografíar una serie de blogs pero tam-
bién los encuentros presenciales que se realizaban por parte de este gru-
po de creadores culturales y donde se reunían una vez cada cierto tiempo
(2012 y 2014: 14-15). Probablemente de cara a conseguir una «descrip-
ción densa»6 ésta sea la única manera de obrar. El campo de la etnogra-
fía de McLellod (2003) incluía las páginas de contactos gay en Japón,
pero también las visitas a los pubs del extrarradio de Tokio y las visitas a
hoteles.
Lo online y lo offline, en la práctica, ya no forman espacios desagre-
gados o inconexos, sino un espacio continuo donde se retroalimentan y
solapan. La dicotomía entre lo físico y lo virtual o entre el cuerpo cami-
nando por la calle y el avatar/perfil/usuario en la pantalla va perdiendo
vigencia. Solo un bisturí conceptual y analítico lo puede separar cuando
experiencialmente no parecen distinguibles. La normalización de Inter-
net y la galaxia digital hace que no tenga mucho sentido estar constante-
mente distinguiendo los dos terrenos, sino analizar conjuntamente esa
sociabilidad generalizada donde lo online y lo offline se encuentran en-
trelazados. Desagregar el momento de una conexión del resto de rutinas
cotidianas en las que participamos cada vez resulta más difícil. Por ello,
un buen método de validación o evaluación de la observación online es
la observación offline y el examen de los vasos comunicantes y puentes
entre todas las actividades sociales.
Por otra parte, la facilidad actual con la que se puede entrar y salir del
campo, mediante una gestión cómoda de la situación del investigador, al-
tera las dinámicas clásicas de observación. En estos momentos, la capaci-
dad para administrar la entrada y salida del campo por parte del obser-
vador es sorprendentemente sencilla. Ello comporta que incluso, tras el
«retorno del campo», se puede estar en comunicación con usuarios y
personas que se conocieron allí. Dicha continuidad pone en duda la
cuestión del cierre del campo (o trabajo de campo), y emborrona las de-
finiciones de «casa» (home) y campo (field).

5.4  Triangulación metodológica (triangulación técnica y online-offline)

En una etnografía virtual es habitual terminar combinando la observa-


ción participante con otro tipo de técnicas. Desde técnicas conversacio-
nales clásicas, como ciertas entrevistas en profundidad con algunos usua-

473
La obtención de datos

rios concretos, hasta otro tipo de datos relevantes. Pero no hablamos


sólo de este tipo de acompañamientos que ya están incluidos en la etno-
grafía clásica. Por ejemplo, puede ser útil tener un cierto conocimiento
de la comunidad estudiada a partir de sus datos «sociodemográficos».
Pero los datos sociodemográficos de dichas agrupaciones son peculiares
en las EVD. Suelen ser datos de audiencias o de composición estadística
de tales colectivos: cantidad de gente que forma la comunidad, usuarios
registrados, número de mensajes por día, tasa de mensajes por usuario,
cantidad de conexiones por hora, etc. Mayans, en su antropología de los
chats (2002), realizó una serie de mediciones periódicas de la cantidad de
usuarios en cada canal cada cierto tiempo según días de la semana y fi-
nes de semana. De esta forma compuso un perfil estadístico del volumen
de las salas de chats y de la cantidad de participantes por día y horario.
En la misma línea se ha venido aplicando el análisis de redes sociales en
el sentido de estudio matemático de los grafos y conexiones que se gene-
ran en la misma para identificar el modelo de red conformado. El estu-
dio de la topología de la comunidad y de la forma geométrica que forma
da pistas sobre elementos conectores, sobre subgrupos dentro de la mis-
ma comunidad, sobre el grado de conexión de la misma, etc. Es decir, el
tipo de triangulación que operan en una EVD son de nuevo cuño (técni-
cas online) o triangulaciones online-offline.
Incluso deberíamos mencionar, en este punto, las metodologías afines
que se han desarrollado específicamente para determinados aspectos u
objetos virtuales, móviles y digitales, por ejemplo las así denominadas
«metodologías móviles» (Urry, 2008; Büscher y Urry, 2009). Este tipo de
miradas están muy conectadas con la etnografía y articulan un segui-
miento específico de esos objetos contemporáneos que transitan sin cesar
tantos terrenos, ámbitos y espacios sociales diferentes.

5.5  Papel del observador

El papel del etnógrafo, como siempre, deviene un punto clave en el proce-


so investigador, pero, más si cabe, en el mundo online en el que la entra-
da y salida del campo y la posición del investigador se puede gestionar
tan cómodamente. Esto es, la administración del lugar de observación
permite un cierto juego de in/out incluso en tiempos diferidos (asincro-
nía). Como ahora no hay que viajar a lugares exóticos y remotos sino co-
nectarse o encender una pantalla, la «convivencia con los otros» se pre-
para sin desplazamiento geográfico.

474
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

Aunque hay quien defiende la posibilidad de una investigación basada


en un «observador participante ausente» (Del Fresno, 2011: 58), lurker o
mirón, lo cierto es que genera dudas su justificación metodológica.
Como siempre, ese equilibrio inestable pero básico entre observar parti-
cipando y participar observando en el que se sea capaz de generar datos
reflexivamente sin condicionar el objeto de estudio excesivamente es el
objetivo buscado. Como generar conocimiento relevante sin que altere-
mos la interacción de la comunidad observada. Lo que sí parece que ha
sido bastante habitual en las EVD es una primera fase de observación
distante y poco participativa para la familiarización con las herramien-
tas, los modos comunicativos, el software utilizado, el tipo de canal, etc.
Y, posteriormente, una inmersión plena de observación participante don-
de una vez conocidos los códigos informáticos y lingüísticos podemos
comprender las relaciones tejidas en dicho lugar. Aunque parezca menti-
ra, el saber instalar, abrir, configurar o utilizar un cierto tipo de progra-
ma no siempre es habitual. De hecho, a pesar de estar practicando etnogra-
fía con objetos contemporáneos es obvio un necesario «extrañamiento»
por parte del investigador que, partiendo de su «sabia ignorancia» (Gu-
ber, 2011: 20) y desconocimiento preliminar, tendrá que aprender las des-
trezas computacionales, técnicas, lingüísticas y discursivas de la comuni-
dad estudiada. Otro elemento diferencial es incluso la posibilidad de
realizar varias observaciones diferentes o combinar miradas de distintos
investigadores, tal y como se realizó en la investigación sobre mujeres en
espacios tecnológicos (Ardevol et al., 2003).

5.6  Informantes clave

Y, por supuesto, en el desarrollo de la propia etnografía en espacios vir-


tualizados, se aplican otras técnicas clásicas y conversacionales, tales
como entrevistas a informantes clave (especialmente a los heavy users y
líderes carismáticos o expertos de los espacios virtuales). Hay dos ele-
mentos que mencionar aquí. Por un lado, que tales informantes clave
pueden ser completamente desconocidos desde el punto de vista de sus
datos personales reales. No nos preocupa en exceso si tenemos toda la
información íntima de tales personas o si permanecen en el anonimato
mientras realicen su función etnográfica. Es una situación a la que hay
que acostumbrarse también. Por otro lado, en muchos casos, los infor-
mantes claves pueden serlo no tanto por poseer una personalidad singu-
lar, sino por sus conocimientos técnicos y su grado de expertizaje, una

475
La obtención de datos

característica muy relevante en estos ámbitos (quien mejor se maneja po-


see una ventaja adaptativa y cierto control o poder en la comunidad).
Hine, por ejemplo, en su investigación sobre el caso de Louise Woodward
(una niñera británica juzgada en Estados Unidos por la muerte acciden-
tal de un niño al que cuidaba) y la campaña de solidaridad que se generó
en las redes, decidió entrevistar a los webmasters de las páginas de apoyo
(las personas que diseñaban los websites y subían la información). Es de-
cir, en muchos casos, esta selección de sujetos a entrevistar sólo se podrá
hacer tras un tiempo de observación e interacción, ya que en tales espa-
cios las identidades pueden estar ocultas, no visibles (pseudoanonima-
tos). Y, además, las personas que dominan la arquitectura técnica de los
mismos o que poseen unas habilidades informáticas específicas destaca-
rán sobre el resto. En cualquier caso, en todas las comunidades, grupos o
culturas, hay personas que por su posición, características personales o
ubicación, por experiencia o información acumulada, nos pueden pro-
porcionar datos o claves interpretativas y en los entornos online son los
usuarios más activos, frecuentes, conectados o expertos habitualmente.
En una etnografía con jóvenes extremeños, tras observar dos foros du-
rante varios meses, se pasó posteriormente a entrevistar por email a los
usuarios más activos, que lideraban dicho foro enviando más mensajes,
recibiendo más respuestas a sus posts y generando más debates e incluso
polémicas.

5.7  Tiempo de observación

Como es bien sabido, la etnografía clásica no tiene un período fijo de ob-


servación prescrito matemáticamente de antemano. Es decir, se considera
que tiene que ser un tiempo suficientemente largo como para que la in-
mersión del investigador, ese «estar allí», saturara el conjunto de prácti-
cas y significados de la comunidad estudiada. Nadie puede abocarse a su
objeto de estudio para siempre, hay que dar por terminado el trabajo en
algún momento. Asimismo, en el mundo online los tiempos son distin-
tos, cortos o lentos, acelerados, asincrónicos a veces, plagados de datos
(relevantes o irrelevantes), etc. En tales casos, aunque hay quien ha he-
cho etnografías de varios meses (Hine, 2004, y Mayans, 2002, de los
ejemplos que venimos poniendo), hay toda una tendencia a reducir los
tiempos de observación por dos razones. La primera es la cantidad de
datos que se pueden observar y registrar en muy poco tiempo (la alarga-
da sombra de los Big data nuevamente), proyectando la sensación de que

476
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

se ha saturado completamente el análisis cualitativo (algo que sabemos


no tiene por qué ser así). La segunda es por la asincronía de las interac-
ciones y por el hecho de poder guardar datos sin estar presente, recopilar
respuestas en función de la disponibilidad o acumular observaciones de
manera interrumpida e inconexa sin la exigencia de la copresencia física.
La temporalidad también acaba siendo afectada por otro tipo de pará-
metros que no son estándar, como son los tiempos de espera, de cone-
xión, de desconexión, etc., típicos de las comunicaciones mediadas. Y, a
la vez, rompen con los ciclos temporales habituales que dejan de ser tan
relevantes (día/noche) al poder encontrar gente conectada permanente-
mente o el campo y sus trazos o huellas (mensajes, envíos, posts, perfiles,
muros, imágenes o vídeos subidos, comentarios, estadísticas, etc.) en una
especie de presente eterno.
En cualquier caso, el tiempo dependerá de lo que se considere necesa-
rio aprender de los códigos comunicativos del entorno online (desempe-
ño escrito, destrezas informáticas, conocimientos técnicos, etc.) y de la
propia cultura estudiada. Familiarizarse con un grupo social puede re-
querir un tiempo que nunca está fijado de antemano.

5.8  Cuaderno de campo

Es una vieja tradición etnográfica, mantener un registro pormenorizado


de los datos relevantes que se van generando en la observación. Los
grandes investigadores de la antropología dotaban de un papel esencial a
este diario de percepciones y descubrimientos que iba quedando forjado
a través de las interpretaciones que el propio etnógrafo realizaba. Incluso
el hecho de mantener dicho cuaderno se toma como una cierta medida
reflexiva para que quien investiga sea consciente en todo momento de lo
que hace, de lo que escribe y de sus límites interpretativos. Asimismo,
esas narrativas forman parte del proceso investigador y de las conclusio-
nes mismas además de ser un elemento de diálogo general. En muchos
casos, los «incidentes reveladores» (tropiezos, bloqueos, anécdotas, con-
tratiempos inesperados) (Guber, 2011: 21) quedarán inscritos en una na-
rrativa etnográfica de suma importancia.
Lo específico en este caso, pensando en la EVD, es la posibilidad de
realizar un cuaderno de campo online, que pueda estar abierto a la lectu-
ra misma de los usuarios observados. Es decir, el cuaderno de campo for-
ma parte del propio campo al ser un documento semipúblico, accesible
vía Internet. Estalella, en su etnografía de los bloguers y el bloguear apa-

477
La obtención de datos

sionado, abrió su propio blog como cuaderno o «blog de campo» (2014:


15). Se pueden incluir vídeo blogs y blogs con otras características nove-
dosas. Los repositorios de vídeo tipo Youtube, Vimeo, etc., facilitan la
generación de un archivo de datos que a su vez puede producir comuni-
dad a su alrededor.

5.9  Ética de la investigación

Las cuestiones éticas son un tema que ha crecido incesantemente, espe-


cialmente en el entorno anglosajón, ya que los espacios comunicativos
digitales son una mezcla de entorno público/privado, un híbrido al for-
marse como lugar de observación pública de comunidades privadas. El
permiso para observar no siempre es evidente y se puede solicitar o no,
pero desde luego supone una elección del investigador. Una decisión que
queda a su gusto, ya que tiene la posibilidad de entrar y salir del campo
conectándose y desconectándose, observando grupos en interacción a
distancias enormes y en tiempos diferidos sin estar obligado a hacerse
presente, presentarse o evidenciar su presencia.
La EVD lleva un tiempo planteando la necesidad de replantear los có-
digos éticos y los protocolos de actuación en estos espacios semipúblicos
y donde una cantidad enorme de inscripciones y confesiones personales
son visibles. No en vano muchas investigaciones se han realizado utili-
zando información personal de personas con ciertas problemáticas (en-
fermedades, accidentes, conflictos sociales, etiquetaje desviado, etc.) cuyo
anonimato y desinhibición en canales digitales favorecían su participa-
ción. Por todo ello, las actuaciones prácticas concretas y el resultado de
las investigaciones deberían seguir ciertos criterios éticos estándar que se
vienen tratando de fijar desde hace unos años7.

Finalmente, y a modo de cuadro-esquema resumen, en las pp. 480-481


proponemos una comparación entre la etnografía clásica y la EVD que
pueda, en la comparativa, indicar algunas ideas de aplicación.

6.  Conclusiones: límites y potencialidades de la evd

Cualquier estudio de un fenómeno contemporáneo debería dar cuenta


de los fenómenos sociales que acontecen en, desde y a través de las me-
diaciones que Internet y el entramado digital producen. Resulta un desa-

478
16. Etnografía virtual/digital (EVD)

fío de primer orden comprender las transformaciones de nuestra cotidia-


neidad desde el espacio empírico comunicativo-digital. La potencia de la
EVD se encuentra precisamente en su capacidad para interrogar y desci-
frar estos procesos de grupalidad, identidad y comunidad que acontecen
en un momento histórico donde este tipo de formaciones comienzan a
ser muy frecuentes e incluso dominantes en algunos aspectos. Ello no
nos debe llevar a olvidar y ningunear todo aquello que no pase por ca-
bles, pantallas y redes sino a complementar adecuadamente ambos ámbi-
tos. Sin embargo, lo cierto es que hoy en día el modelo de comunidad na-
tiva online cada vez es más presente y comienza a ganar peso en el
estudio de ciertos temas en Ciencias Sociales. Dejando de lado una obse-
sión por la infraestructura técnica, la sensibilidad etnográfica nos invita
a observaciones sistemáticas de sociabilidades cada vez más complejas y
en entornos mediados (entendiendo lo online como una relación sui gé-
neris entre la sociedad, los sujetos y las tecnologías digitales).
Por otra parte, tal y como hemos insistido de cara a las técnicas de la in-
vestigación online, la EVD produce una serie de tensiones metodológicas
que hay que enfrentar y que son sugerentes ideas que pueden aumentar la
vigilancia y reflexividad del proceso empírico. Por reflexividad se asume
habitualmente que el investigador sea consciente de su persona y condicio-
namientos sociales8 (Guber, 2011: 45). Aquí nos referimos a decisiones
concretas que hay que tomar a lo largo del transcurso de la investigación:
¿qué lugar de observación elijo? ¿Cómo me posiciono como investigador/
observador? ¿Qué límites pongo a mi indagación? ¿Qué triangulaciones
metodológicas me garantizan un cierto nivel de validez a mis datos? ¿La
mediación de una pantalla limita o distorsiona la observación? ¿Cómo
analizo datos que han sido producidos en tiempos distintos y por parte de
sujetos que no veo o de los que carezco de información? ¿Tiene sentido el
estudio de una agregación de personas que no coinciden nunca espacial-
mente y no siempre temporalmente? ¿Las experiencias y datos que obten-
go como etnógrafo a través de la tecnología pueden tratarse de la misma
manera que las que obtenía cara a cara?, etc.
Internet y sus mediaciones han dejado de ser exóticas para volverse
norma cotidiana. El conjunto de investigaciones realizadas hasta la fecha
es vasto e inabarcable pero cabría mencionar que a través de ciertos ele-
mentos comunes se ha conseguido colocar a la EVD en un lugar de reco-
nocimiento académico. A pesar de existir diferentes tipos de etnografías
virtuales, sus alcances y puntos positivos han superado con creces a algu-
nas de sus barreras. Como todas las técnicas, se pueden enumerar venta-
jas y desventajas de estos procedimientos.

479
La obtención de datos

ESQUEMA DE COMPARACIÓN ENTRE LA ETNOGRAFÍA CLÁSICA


Y LA VIRTUAL

ETNOGRAFÍA CLÁSICA: ETNOGRAFÍA VIRTUAL O DE LO


comprensión de culturas distintas DIGITAL: comprensión de comunicaciones
mediadas tecnológicamente como culturas

Fundamentalmente técnicas de Fundamentalmente técnicas de observación


observación participante (asistir y participante sin presencia física ->
presenciar la vida pública de un grupo «observación flotante» (asistir desde la
social). distancia física a la vida pública de un
grupo social).

Objetos de estudio más habituales: Objetos de estudio más habituales:


tribus, primitivos, otras culturas [el individuos comunicando o conectados
«otro distante»], culturas modernas, («indígenas»), códigos de comportamiento
subculturas, colectivos sociales, online, comunidades online, listas de correo,
autoobservaciones (antropología de la foros, chats, blogs, redes sociales, etc. [el
ciencia o urbana, p. ej.) [el «otro «otro conectado», «ciber-otro», «tele-otro»].
próximo»].
En general todas las comunicaciones
«En su forma más característica, mediadas por ordenador (CMO o CMC,
implica la participación del etnógrafo, en inglés): vínculos creados así, relaciones
sea abierta o encubiertamente, en la emergentes y «mecanismos encarnados»
vida cotidiana de las personas, (socialización, autoridad, identidad,
durante un período prolongado de poder, etc.).
tiempo, observando lo que sucede,
haciendo preguntas —de hecho,
recopilando cualquier dato que esté
disponible para arrojar luz sobre los
temas de su investigación»
(Hammersley y Atkinson, 1994: 1).

Herramientas: mirada directa y Herramienta: mirada por pantalla (interfaz


lenguaje oral. visual) y lenguaje (escrito). En menor
medida oral.
«Banda ancha»: riqueza de matices Nuevos juegos de palabras, usos de teclas y
gestuales, tonales, de pronunciación, timing de tecleo, expresiones diferentes, etc.
proxémicos y contextuales. Canal de observación aparentemente
reducido: pantalla o narrow band width
Necesidad de transcripción, grabación (banda estrecha) y códigos informáticos.
o registro posterior en cuaderno de
campo. Se puede disponer de todas las
conversaciones guardadas al instante y
transcritas.

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

ESQUEMA DE COMPARACIÓN ENTRE LA ETNOGRAFÍA CLÁSICA


Y LA VIRTUAL

ETNOGRAFÍA CLÁSICA: ETNOGRAFÍA VIRTUAL O DE LO


comprensión de culturas distintas DIGITAL: comprensión de comunicaciones
mediadas tecnológicamente como culturas

Ejemplos: recorrer un barrio. Ejemplo: recorrer un sitio web, participar


«La etnografía puede y tiene lugar en en un foro sobre ciclismo rural, chatear en
una amplia variedad de lugares: un canal de futbolistas retirados, recorrer y
pueblos, ciudades, vecindarios de la pasear un entorno de juegos virtuales, etc.
ciudad, fábricas, minas, granjas, «Las CMO ofrecen la posibilidad de tele-
tiendas, oficinas de negocios de todo presencia en espacios públicos
tipo, hospitales, teatros de operaciones, prácticamente ilimitados, donde conocidos
prisiones, bares, iglesias, escuelas, y desconocidos pueden darse cita de modo
institutos, universidades, agencias imprevisto y donde la interacción tiene
tribunales, tribunales de justicia, lugar de un modo no necesariamente
tanatorios, capillas funerarias, etcétera» puntual o instrumental sino claramente
(Hammersley y Atkinson, 1994: 97). sustantivo» (Mayans, 2002).

Espacios físicos y proximidad física Las nuevas tecnologías disipan el concepto


(co-presencia). tradicional de distancia física y geográfica.
No deja de haber espacio, son fenómenos
sociales en un espacio no-físico sin
co-presencia corporal.
Ej.: un solo usuario puede tener un
pseudónimo en un chat, estar conversando en
una red social con otro nombre, abrir una
ventana de Skype con otro apodo y,
simultáneamente, estar escribiendo en un blog.

Registro: cuaderno de campo, Registro: textos, imágenes o vídeos en


grabadora de audio, grabadora de formato digital.
vídeo, etc.

Tiempo: tiempos físicos y reales (día/ Ausencia de tiempos normales, no se rigen


noche, días, semanas, años, etc.). por parámetros acostumbrados (flujos
Adaptación al calendario oficial. temporales): menor importancia de día/
noche, horarios, etc.

Aparición de otras temporalidades, por ej.


Los tiempos de espera (de conexión, de
descarga, mientras se escribe, etc.).

fuente: Elaboración propia.

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La obtención de datos

Por ejemplo, hay quien considera que la deslocalización geográfica o


la irrelevancia de las distancias permiten mitigar algunas de las restric-
ciones con las que se topaba la etnografía clásica. De esta forma, la inte-
racción con una audiencia global con independencia de sus coordenadas
facilita una observación más amplia. Igualmente ocurre con la mezcla
entre asincronía y sincronía, habilitando un modelo comunicacional
donde se puede conversar estando presentes y en tiempo real o no (Del
Fresno, 2011: 45). Asimismo, siempre que se traten temas sensibles, con
identidades sociales estigmatizadas o «desviadas», el entorno digital pro-
vee de un aura de anonimato que facilita la desinhibición. El acceso a de-
terminadas cuestiones difícilmente accesibles o colectivos singulares se
ha visto favorecido en el caso de, por ejemplo, la cultura gay en Japón
(McLellod, 2003), adolescentes de grupos proanorexia (Gavin et al.,
2008), jubilados y ancianos en la red (Kanayama, 2003) o personas con
discapacidad (Bowker y Tuffin, 2004).
Al otro lado, hay quien afirma que las dificultades con las que nos to-
pamos en términos de ausencia de marcas de tiempo/espacio claras, la
dispersión de escenarios y horarios, la propia flexibilidad interpretativa
del método etnográfico, las indecisiones sobre la actuación etnográfica
(ser un lurker o participante pasivo o, por el contrario, participar activa-
mente), acostumbrarse al anonimato y a dudar de la veracidad o autenti-
cidad del comportamiento mediado técnicamente (nicks, avatares, fir-
mas, etc.), titubear en la selección del campo, etc. pueden ser limitaciones
estructurales que lastren la investigación.
De la etnografía colonial decimonónica a la etnografía global mediati-
zada hay mucho recorrido cronológico y quizás no tanto metodológico si
es posible rescatar el espíritu de una mirada comprensiva de las claves
culturales del presente. En ese sentido, la etnografía se convierte en un
método idóneo y favorito para descifrar las nuevas prácticas socializado-
ras contemporáneas (Hine, 2015). En la era de la fibra, los autómatas y
la electrónica, la artesanía metodológica (Guber, 2011: 15) sigue siendo
necesaria. Aun así, las virtudes de la EVD están todavía por descubrir.

Notas
1  Dado que existen tantas denominaciones distintas para este método y que no
hay consenso sobre el mejor término a utilizar, usamos aquí simultáneamente
etnografía virtual y etnografía digital mediante la contracción EVD.
2  La llegada de los Grandes Datos ha producido tres grandes fenómenos
que hay que tener en cuenta respecto a la investigación y a la minería de datos:

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16. Etnografía virtual/digital (EVD)

1) el paso del muestreo al filtrado. Ya no tenemos que hacer muestreos sino fil-
trar los datos que nos llegan; 2) un relajamiento de la exactitud. «Con menos
errores de muestreo podemos asumir más errores de medida» (Cukier, 2013: 25)
y 3) el desplazamiento de la causalidad a las correlaciones y de las hipótesis a las
tendencias.
3  Muchas de las referencias lingüísticas con las que nos hemos referido a
ellos son de corte metafórico espacial: «aldea global», «autopistas de la infor-
mación», «ciberespacio», «redes», «sitios web», «portales», etc.
4  Si bien el término «etnografía virtual» gozó de una alta popularidad cuan-
do C. Hine lo puso de moda gracias a su libro (2000), en los últimos tiempos ha
ido perdiendo bastante presencia en el panorama académico, ya que la noción
de «virtualidad» sigue estando muy connotada y sigue produciendo una sensa-
ción de «irrealidad» o de «no verdad» de los comportamientos o prácticas ob-
servadas. Este riesgo de describir algo «falso» puede ser evitado apelando a
otros términos (Del Fresno, 2011: 50). La propia Hine, en su último libro (2015),
habla de etnografía de Internet.
5  «Muy a menudo un etnógrafo virtual es simplemente un etnógrafo que tra-
ta el ciberespacio como una realidad etnográfica, pero el término ha sido más a
menudo aplicado a métodos de recolección de datos donde el investigador no
está físicamente presente. Los etnógrafos virtuales dependen del uso de las tec-
nologías para las imágenes de las acciones de las personas. Son muy dependien-
tes del contacto mediado visual y el sonido es algo usualmente una característi-
ca importante» (Silva, 2007).
6  «Aquella que reconoce los marcos de interpretación dentro de los cuales
los actores clasifican el comportamiento y le atribuyen sentido» (Guber, 2011:
18, y Geertz, 1973).
7  Ethical decision-making and Internet research: Recommendations from
the AOIR ethics working committee (version 2.0). Annette Markham and Eliza-
beth Buchanan, with contributions from the AOIR Ethics Working committee.
http://www.aoir.org/reports/ethics2.pdf (2012).
8  Bourdieu y Wacquant añaden otros dos tipos de reflexividad (1992: 69): i)
posición del analista en el campo científico y académico y ii) las tendencias inhe-
rentes a las posturas intelectuales y ciertas tendencias teoricistas que no se expli-
citan (epistemocentrismo).

Bibliografía recomendada
Del Fresno, M. (2011): Netnografía. Investigación, análisis e intervención social
online, Barcelona, UOC.
Hine, C. (2004): Etnografía virtual, Barcelona, UOC [2000, edición inglesa].
— (2005): Virtual Methods: Issues in Social Research on the Internet, Oxford,
Berg Publishers.

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La obtención de datos

— (2008): «Virtual Ethnography: modes, varieties, affordances», The Sage Hand-


book of Online Social Research, pp. 257-270.
— (2015): Ethnography for the Internet: Embedded, Embodied and Everyday,
Londres, Bloomsbury Academic.
Kozinets (2010): Netnography: Doing Ethnographic Research Online, Londres,
Sage.
Lévy, P. (2007): Cibercultura. Informe al Consejo de Europa, Barcelona, Anthro-
pos.

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