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-2022–Ciclo C

Mal 3, 19-20a.; Sal 97; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19.

El sentido de la historia
“No tengáis miedo” (Lc), dice Jesús a sus
discípulos al presentarles la culminación de la
historia; no temáis el futuro por muy oscuro que os lo
pongan o lo veáis vosotros y encarar con serenidad los
acontecimientos diarios, porque “cada día tiene su
afán” (Mt 6,34), confiando en la Providencia, en ese
cuidado amoroso que Dios tiene de las cosas y de las
personas: “Con vuestra perseverancia salvaréis
vuestras almas” (Lc).
La Iglesia, desde sus comienzos, vive en la espera orante de la venida de su Señor,
porque cree que Jesús es el Señor de la Historia, por eso, en vez de perder el tiempo
“muy ocupados en no hacer nada” (2 Tes), los creyentes miramos la vida de cara,
con la valentía que nos da el Espíritu Santo, seguros de que Dios no pierde batallas,
a pesar de las dificultades, las incomprensiones o las persecuciones.
No creemos en mesianismos baratos de quienes ofrecen lo que no pueden dar ni
en los agoreros que pregonan el fin del mundo. La historia, a pesar de ellos, sigue
su curso, lo que lleva consigo, no solo la parte agradable de la vida, sino los dramas
humanos, las calamidades naturales, las guerras o las epidemias, porque en la
historia de los hombres también se desarrolla el designio salvador de Dios, que
Jesús cumplió en su vida al encarnarse, morir y resucitar y la Iglesia prolonga este
misterio a lo largo de los días con la evangelización, la celebración de los
sacramentos y la vivencia eficaz de la caridad.
Dios, en Jesucristo, abrió la historia a la trascendencia, al más allá, para situarnos
a los humanos cerca de su corazón, garantizándonos que en cualquier acto de amor,
por pequeño que sea, está todo el sentido del mundo, de la vida y de la historia, por
eso, quien decide perder su vida desgastándola honradamente en beneficio de
quienes les rodean -familia, amigos, conocidos- la encontrará en esa plenitud que
solo Dios puede dar. “Trabajemos con tranquilidad para ganarnos el pan” (2
Tes) como lo hizo Santa María y San José, para vivir con esa sensibilidad que nos
hace auténticos.

Parroquia de San Gregorio Ostiense y Ntra. Sra. de Barbaño

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