Está en la página 1de 18

POSITIVISMO EN COMTE

- Esta presentación tiene por finalidad compartir la lectura de Comte a


partir de una fuente primaria, para que desde la misma ustedes
puedan luego analizar los desarrollos de Spencer cuyos aportes
coinciden con el momento de difusión de las ideas del positivismo y
en particular con su extensión al campo de la educación.

Recordemos antes de comenzar nuestro análisis que dos son los aspectos
que más han perdurado de la obra de Comte:

El programa antimetafísico, antiespeculativo del saber


La fundación de la Sociología como disciplina autónoma.

Para realizar la exposición se he utilizado los aportes del texto escrito por
Augusto Comte en 1844 El discurso sobre el espíritu positivo Comte
(1844) distingue tres estadios de evolución intelectual de la humanidad.

A continuación revisaremos desde su obra los dos primeros: el estadio


teológico y el estadio metafísico

Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones,


cualesquiera que sean, tienen que pasar sucesiva e inevitablemente, lo
mismo en el individuo que en la especie, por tres estados teóricos
diferentes, que las denominaciones habituales de teológico, metafísico y
positivo

ESTADO TEOLÓGICO O FICTICIO (FILOSOFÍA QUE COINCIDE


CON EL ESTADO DE INFANCIA DE LA HUMANIDAD)
El primer estado, aunque indispensable por lo pronto en todos los aspectos,
debe ser concebido luego como puramente provisional y preparatorio.

- Todas nuestras especulaciones manifiestan espontáneamente una


predilección característica por las cuestiones más insolubles, por los temas
más radicalmente inaccesibles a toda investigación decisiva.

Está en plena armonía con la verdadera situación inicial de nuestra


inteligencia, en un tiempo en que la inteligencia humana está todavía por
debajo de los más sencillos problemas científicos, busca ésta ávidamente, y
de una manera casi exclusiva, el origen de todas las cosas, las causas
esenciales, ya primeras, ya últimas, de los diversos fenómenos que la
impresionan, y su modo fundamental de producción: en una palabra los
conocimientos absolutos.

- Esta necesidad primitiva se ve naturalmente satisfecha, hasta donde lo


exige situación tal, y en realidad hasta donde puede quedar nunca
satisfecha, por nuestra tendencia inicial a transportar a todo el tipo humano,
asimilando toda clase de fenómenos a los que nosotros mismos
producimos, y que, como tales, comienzan por parecernos bastante
conocidos, según la intuición inmediata que los acompaña.

Para comprender bien el espíritu, puramente teológico, resultado del


desarrollo cada vez más sistemático de este estado primordial, no hay que
limitarse a considerarlo en su última fase, que termina, ante nuestros ojos,
en los pueblos más avanzados, pero que no es, ni mucho menos, la más
característica: es indispensable echar una ojeada verdaderamente filosófica
al conjunto de su marcha natural, a fin de apreciar su fundamental identidad
bajo las tres formas principales, o fases, que le son sucesivamente propias:
el fetichismo, el politeísmo verdadero y el monoteísmo

Fetichismo

La más inmediata y la más pronunciada, constituye el fetichismo


propiamente dicho, consistente sobre todo en atribuir a todos los cuerpos
exteriores una vida esencialmente análoga a la nuestra pero casi siempre
más enérgica, por su acción generalmente más poderosa. La adoración de
los astros caracteriza el grado más elevado de esta primera fase teológica,
que, al principio, difiere apenas del estado mental en que se quedan los
animales superiores

Politeísmo verdadero

La libre preponderancia especulativa de la imaginación, mientras que, hasta


entonces, habían prevalecido sobre todo en las teorías humanas el instinto y
el sentimiento. La filosofía inicial experimenta aquí la más profunda
transformación que pueda registrarse en el conjunto de su destino real, en el
sentido de que al fin se retira la vida a los objetos materiales, para ser
misteriosamente trasladada a diversos seres ficticios, habitualmente
invisibles, cuya activa y continua intervención pasa a ser la fuente directa
de todos los fenómenos exteriores, e incluso luego de los fenómenos
humanos

Monoteísmo
Comienza la inevitable declinación de la filosofía inicial, que, aunque
conserva durante mucho tiempo una gran influencia social, si bien más
aparente que efectiva, sufre desde entonces una rápida decadencia
intelectual por una consecuencia espontánea de esa simplificación
característica, en la que la razón viene a restringir cada vez más el dominio
anterior de la imaginación, dejando gradualmente desarrollarse el
sentimiento universal, hasta entonces casi insignificante, de la sujeción
necesaria de todos los fenómenos naturales a leyes invariables. Bajo formas
muy diversas, y hasta radicalmente inconciliables, este modo extremo del
régimen preliminar persiste aún, con una energía muy desigual, en la
inmensa mayoría de la raza blanca; pero aunque sea así de una observación
más fácil, estas mismas preocupaciones personales oponen hoy un
obstáculo demasiado frecuente a su justa apreciación, por falta de una
comparación bastante racional y bastante imparcial con los dos modos
precedentes.

ESTADO METAFÍSICO O ABSTRACTO

El segundo, que no constituye en realidad más que una modificación


disolvente del primero, no tiene nunca más que un simple destino
transitorio para conducir gradualmente al estadio positivo

Ese régimen inicial difiere demasiado profundamente, en todos los


aspectos, del que corresponde, como veremos, a la virilidad mental, para
que el tránsito gradual de uno a otro pudiera operarse, lo mismo en el
individuo que en la especie, sin la asistencia creciente de una forma de
filosofía intermedia, esencialmente limitada a este menester transitorio. Tal
es la participación especial del estado metafísico propiamente dicho en la
evolución fundamental de nuestra inteligencia, que, mal avenida con todo
cambio brusco, puede así elevarse casi insensiblemente del estado
puramente teológico al estado francamente positivo

En realidad, la metafísica, como la teología, trata sobre todo de explicar la


naturaleza íntima de los seres, el origen y el destino de todas las cosas, el
modo esencial de producción de todos los fenómenos; pero en lugar de
operar con los agentes sobrenaturales propiamente dichos, los reemplaza
cada vez más por esas entidades o abstracciones personificadas cuyo uso,
verdaderamente característico, ha permitido a menudo designarla con el
nombre de ontología

- Ya no es la pura imaginación quien domina, ni es todavía la verdadera


observación, sino que interviene en gran medida el razonamiento y se
prepara confusamente al ejercicio verdaderamente científico

Para comprender mejor, sobre todo en nuestros días, la eficacia histórica de


tal aparato filosófico, conviene reconocer que por su naturaleza, sólo es
espontáneamente capaz de una simple actividad crítica o disolvente,
incluso mental, y con mayor razón social, sin que pueda nunca organizar
nada que le sea propio. Radicalmente inconsecuente, este espíritu equívoco
conserva todos los principios fundamentales del sistema teológico, pero
restándoles cada vez más el vigor y la fijeza indispensables a su autoridad
efectiva; y en semejante alteración consiste en realidad, en todos los
aspectos, su principal utilidad pasajera, cuando el régimen antiguo,
progresivo durante mucho tiempo para el conjunto de la evolución humana,
llega inevitablemente a ese grado de prolongación abusiva en que tiende a
perpetuar indefinidamente el estado de infancia que, en un principio, había
dirigido tan felizmente. La metafísica no es, pues, en el fondo, más que una
especie de teología gradualmente debilitada por simplificaciones
disolventes que le quitan espontáneamente el poder directo de impedir el
desarrollo especial de las concepciones positivas, aunque dejándole la
aptitud provisional para mantener un cierto ejercicio indispensable del
espíritu de generalización, hasta que pueda por fin recibir mejor sustento.
Por su carácter contradictorio, el régimen metafísico u ontológico se
encuentra siempre en esa inevitable alternativa de tender a una vana
restauración del estado teológico para satisfacer las condiciones del orden,
o impulsar a una situación puramente negativa a fin de librarse del dominio
opresor de la teología

-El estado metafísico como una especie de enfermedad crónica inherente


por naturaleza a nuestra evolución mental, individual o colectiva, entre la
infancia y la virilidad.
ESTADO POSITIVO O REAL
Es en éste, único plenamente normal, donde radica, en todos los géneros, el
régimen definitivo de la razón humana. Se explica sobre cuatro reglas
distintivas

1° Carácter principal: la ley o subordinación constante de la imaginación a


la observación

No existe diferencia real entre esencia y fenómeno

Esta larga sucesión de preámbulos necesarios conduce al fin nuestra


inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de
positividad racional

- El espíritu humano renuncia en lo sucesivo a las indagaciones absolutas


que no convenían más que a su infancia, y circunscribe sus esfuerzos al
dominio, a partir de entonces rápidamente progresivo, de la verdadera
observación, única base posible de los conocimientos verdaderamente
accesibles, razonablemente adaptados a nuestras necesidades reales

- En lo sucesivo la lógica reconoce como regla fundamental que toda


proposición que no es estrictamente reducible al simple enunciado de un
hecho, particular o general, no puede tener ningún sentido real e inteligible.
Los principios mismos que emplea no son a su vez más que verdaderos
hechos, sólo que más generales y abstractos que aquellos a los que deben
servir de vínculo. Por otra parte, cualquiera que sea el modo, racional o
experimental, de proceder a su descubrimiento. Su eficacia científica
resulta exclusivamente de su conformidad, directa o indirecta, con los
fenómenos observados

- La revolución fundamental que caracteriza la virilidad de nuestra


inteligencia consiste esencialmente en sustituir en todo la inaccesible
determinación de las causas propiamente dichas, por la simple averiguación
de las leyes, o sea de las relaciones constantes que existen entre los
fenómenos observados

2° Naturaleza relativa del espíritu positivo – En el mundo no hay nada que


sea general, solo objetos particulares y limitados

No sólo nuestras investigaciones positivas deben esencialmente reducirse,


en todo, a la apreciación sistemática de lo que es, renunciando a descubrir
su origen primero y su destino final, sino que importa además darse cuenta
de que este estudio de los fenómenos, lejos de poder llegar en modo alguno
a ser absoluto, debe ser siempre relativo a nuestra organización y a nuestra
situación

De modo que si en el primer aspecto se reconoce que nuestras


especulaciones deben siempre depender de las diversas condiciones de
nuestra existencia individual, en el segundo hay que admitir igualmente que
no están menos subordinadas al conjunto de la progresión social, no
pudiendo tener nunca esa fijeza absoluta que los metafísicos han supuesto.

La filosofía positiva, sostiene Comte, regenera primero los métodos, por


una triple conversión simultánea

de la naturaleza de las cuestiones dominantes, de la manera de tratarlas y de


las condiciones previas de su elaboración. En el segundo aspecto considera
siempre el estado actual como un resultado necesario del conjunto de la
evolución anterior, para hacer prevalecer constantemente la apreciación
racional del pasado para el examen actual de los asuntos humanos, Por
último, en lugar de dejar a la ciencia social en el vago y estéril aislamiento
en que aún la ponen la teología y la metafísica, la coordina
irrevocablemente con todas las demás ciencias fundamentales (…) ofrece
garantías lógicas del orden natural que resulta del conjunto de las leyes
reales.

El sentimiento elemental del orden es, en una palabra naturalmente


inseparable de todas las especulaciones positivas, dirigidas de continuo al
descubrimiento de los medios de unión entre observaciones cuyo principal
valor resulta de su sistematización.

45.—Otro tanto resulta, y todavía con mayor evidencia, en cuanto al


Progreso, que, a pesar de vanas pretensiones ontológicas, encuentra hoy, en
el conjunto de los estudios científicos, su más indiscutible manifestación

46.—Esta doble indicación de la aptitud fundamental del espíritu positivo


para sistematizar espontáneamente las sanas nociones simultáneas del
orden y el progreso basta aquí para señalar someramente la alta eficacia
social propia de la nueva filosofía general. Su valor, en este aspecto,
depende ante todo de su plena realidad científica, es decir, de la exacta
armonía que establece siempre, cuanto es posible, entre los principios y los
hechos, tanto en cuanto a los fenómenos sociales como respecto a todos los
demás. La reorganización total que, únicamente, puede terminar la gran
crisis moderna consiste, en efecto, en el aspecto mental, que debe primero
prevalecer, en constituir una teoría sociológica apta para explicar
convenientemente la totalidad del pasado humano: tal es la manera más
racional de plantear el problema esencial, a fin de apartar mejor de él toda
pasión perturbadora. Así es como la superioridad necesaria de la escuela
positiva sobre las diversas escuelas actuales puede ser también más
netamente apreciada

3° Destino de las leyes positivas: previsión racional


Desde que la subordinación constante de la imaginación a la observación
ha sido unánimemente reconocida como la primera condición fundamental
de toda sana especulación científica, una viciosa interpretación ha llevado
con frecuencia a abusar mucho de este gran principio lógico, para hacer
degenerar la ciencia real en una especie de estéril acumulación de hechos
incoherentes, que no podría ofrecer más mérito esencial que el de la
exactitud parcial. Importa, pues, darse bien cuenta de que el verdadero
espíritu positivo está, en el fondo, tan lejos del empirismo como del
misticismo; es entre estas dos aberraciones, igualmente funestas, por donde
debe caminar siempre: la necesidad de tal reserva continua, tan difícil como
importante, bastaría por lo demás para comprobar conforme a nuestras
explicaciones iniciales, hasta qué punto debe ser maduramente preparada la
positividad para que no pueda en modo alguno convenir al estado naciente
de la Humanidad.

De suerte que el verdadero espíritu positivo consiste, sobre todo, en ver


para prever, en estudiar lo que es para deducir lo que será, según el dogma
general de la invariabilidad de las leyes naturales

4º Extensión universal del dogma fundamental de la invariabilidad de las


leyes naturales

Este principio fundamental de toda la filosofía positiva, sin que abarque


todavía suficientemente, ni mucho menos, la totalidad de los fenómenos,
comienza por fortuna, desde hace tres siglos, a ser tan familiar, que, por
causa de los hábitos absolutos anteriormente arraigados, se ha desconocido
siempre hasta ahora su verdadera fuente, esforzándose, con una vana y
confusa argumentación metafísica, en representar como una especie de
noción innata, o al menos primitiva, lo que en realidad no ha podido
resultar sino de una lenta inducción gradual, colectiva e individual a la vez

El principio de la invariabilidad de las leyes naturales sólo comenzó


realmente a adquirir alguna consistencia filosófica cuando los primeros
trabajos verdaderamente científicos pudieron poner de manifiesto su
exactitud esencial en un orden entero de grandes fenómenos; y esto sólo
podía resultar suficientemente de la fundación de la astronomía matemática
durante los últimos siglos del politeísmo

Como antes de la crisis, la lucha aparente permanece, pues, entablada entre


el espíritu teológico, reconocido como incompatible con el progreso, que
ha sido llevado a negar dogmáticamente, y el espíritu metafísico, que
después de haber ido a parar, en filosofía, a la duda universal, no ha podido
tender, en política, más que a constituir el desorden, o un estado
equivalente de desgobierno

Considerado luego especialmente en cuanto al Orden, el espíritu positivo le


ofrece hoy, en su extensión social, poderosas garantías directas, no sólo
científicas, sino también lógicas, que podrán juzgarse pronto como muy
superiores a las pretensiones vanas de una teología retrógrada, cada vez
más degenerada, desde hace varios siglos, en activo elemento de discordias,
individuales o nacionales, e incapaz en adelante de contener las
divagaciones subversivas de sus propiosPOSITIVISMO: ORDEN Y
PROGRESO

¿CUÁL ES EL OBJETIVO DEL POSITIVISMO EN CUANTO AL


ORDEN SOCIAL?

Nuestro autor intenta demostrar en esta segunda parte de su Discurso la


superioridad social del espíritu positivo con vistas a la regeneración no sólo
intelectual, la que abonó en la primera parte a través del desarrollo de los
tres estadios intelectuales que evidencia el desarrollo de la humanidad, sino
también el social y moral. Reduciremos nuestro análisis a parte de los
argumentos expuestos por Comte para explicar la relación entre orden y
progreso a la luz de la filosofía positiva.

Organización de la revolución
Comte (1844) sostiene que si bien la sistematización final de las
concepciones humanas está bastante caracterizada no basta con apreciar el
destino teórico a través de la evolución intelectual por las que la humanidad
ha transcurrido. Es necesario también considerar que el espíritu positivo
debe constituirse en una única salida intelectual frente a la inmensa crisis
social desarrollada desde hacía medio siglo en todo el Occidente europeo y
en particular en Francia

Observa que durante los últimos cinco siglos se había realizado la


disolución irrevocable de la filosofía teológica y el sistema político, cuya
base mental formaba, se había descompuesto de modo también radical
presidida por el espíritu metafísico

Los órganos solidarios de este doble movimiento negativo eran, por un


lado, las universidades –emanadas del poder sacerdotal pero convertidas
con celeridad en enemigas de su poder, y por el otro las diversas
corporaciones de legistas, gradualmente hostiles a los poderes feudales[1]

La Gran Crisis final comenzó necesariamente cuando esta común


decadencia, espontánea primero, luego sistemática, a la que, por otra parte,
todas las clases, sin distinción, de la sociedad moderna habían contribuido
de diversos modos, llegó por fin al punto de hacer universalmente
irrecusable la imposibilidad de conservar el régimen antiguo y la necesidad
creciente de un orden nuevo.

La crisis estaba destinada a provocar un movimiento de regeneración social


pero había sido hasta mitad del siglo XIX tarea vana pues no se contaba
con una filosofía que brindase una base intelectual. Se produjo entonces
una reacción retrógrada y se recurrió a las filosofías metafísicas.
Finalmente, el desarrollo de esta reacción retrógrada hubo de determinar
luego una memorable manifestación, que nuestras lagunas filosóficas
hacían tan indispensable como inevitable, a fin de demostrar
irrevocablemente que el progreso constituye, tanto como el orden, una de
las dos condiciones fundamentales de la civilización moderna.
E1 concurso natural de estas dos pruebas irrecusables, cuya renovación se
ha hecho ahora tan imposible como inútil, nos ha conducido hoy a esta
extraña situación en que nada verdaderamente grande puede emprenderse,
ni para el orden, ni para el progreso, por falta de una filosofía realmente
adaptada al conjunto de nuestras necesidades

Conciliación positiva del orden y del progreso

Por este sentimiento cada vez más desarrollado, de la pareja insuficiencia


social que ofrecen en lo sucesivo el espíritu teológico y el espíritu
metafísico, únicos que hasta ahora se han disputado el dominio, la razón
pública debe encontrarse implícitamente dispuesta a acoger hoy el espíritu
positivo como la única base posible de una verdadera resolución de la
profunda anarquía intelectual y moral que caracteriza sobre todo la gran
crisis moderna. La escuela positiva, que permanece todavía al margen de
tales cuestiones, se ha ido preparando para ellas gradualmente,
constituyendo en lo posible, durante la lucha revolucionaria de los tres
últimos siglos, el verdadero estado normal de todas las clases más simples
de nuestras especulaciones reales. Afianzada en tales antecedentes
científicos y lógicos, libre por otra parte de las diversas aberraciones
contemporáneas, se presenta hoy como la doctrina que acaba de adquirir la
completa generalidad filosófica que hasta ahora le faltaba; desde este
momento se atreve a intentar a su vez la solución, todavía intacta, del gran
problema, llevando convenientemente a los estudios finales la misma
regeneración que ha operado ya sucesivamente en los diversos estudios
preliminares

La aptitud fundamental del espíritu positivo para sistematizar


espontáneamente las sanas nociones simultáneas del orden y del progreso,
basta aquí para señalar sumariamente la gran eficacia social propia de la
nueva filosofía general. En este aspecto su valor depende sobre todo de su
plena realidad científica, o sea de la exacta armonía que establece siempre,
hasta donde es posible, entre los principios y los hechos, lo mismo en
cuanto a los fenómenos sociales que en cuanto a los demás. La
reorganización total, única que puede terminar la gran crisis moderna,
consiste efectivamente, en el aspecto mental, que es el que debe prevalecer
primero, en constituir una teoría sociológica capaz de explicar
convenientemente el pasado humano en su conjunto: tal es el modo más
racional de plantear la cuestión esencial, a fin de evitar mejor toda pasión
perturbadora adeptos.
CONDICIONES PARA EL ADVENIMIENTO DE LA ESCUELA
POSITIVA

¿CUÁL ES EL OBJETIVO DEL POSITIVISMO EN CUANTO A LA


SOCIEDAD?

En las conclusiones del Discurso, destina sus argumentos a plasmar las


condiciones en que devendrá la escuela positiva en una alianza de
proletarios y filósofos

Alianza de los proletarios y de los filósofos

Sustituyendo directamente una estéril agitación política por un inmenso


movimiento mental, la escuela positiva explica y sanciona, mediante un
examen sistemático, la indiferencia o la repugnancia que la razón pública y
la prudencia de los gobernantes coinciden en manifestar hoy por toda seria
elaboración directa de las instituciones propiamente dichas, en un tiempo
en que no puede haberlas eficaces si no es con un carácter puramente
provisional o transitorio, por falta de toda base racional suficiente, mientras
persista la anarquía intelectual. Esta nueva escuela, destinada a terminar
por fin con ese desorden fundamental, por las únicas vías que puedan
superarlo, tiene necesidad, ante todo, del mantenimiento continuo del orden
material, tanto interior como exterior, sin el cual ninguna grave meditación
social podría ser ni convenientemente acogida ni siquiera suficientemente
elaborada. Esta escuela tiende, pues, a justificar y a secundar la muy
legítima preocupación que inspira hoy por doquier el único gran resultado
político inmediatamente compatible con la situación actual, que por otra
parte, le procura un valor especial por las graves dificultades que le suscita,
planteando siempre el problema, insoluble a la larga, de mantener un cierto
orden político en medio de un profundo desorden moral. Aparte de sus
trabajos futuros, la escuela positiva se asocia inmediatamente a esta
importante operación por su tendencia directa a desacreditar radicalmente
las diversas escuelas actuales, cumpliendo ya mejor que cada una de ellas
los cometidos opuestos que todavía les quedan, y que ella sola combina
espontáneamente, mostrándose desde un principio más orgánica que la
escuela teológica y más progresiva que la escuela metafísica, sin poder
nunca llevar en sí los peligros de reacción o de anarquía que les son
respectivamente propios. Desde que los gobiernos han renunciado
esencialmente, aunque de una manera implícita, a toda seria restauración
del pasado, y los pueblos a todo grave trastorno de las instituciones, la
nueva filosofía ya no tiene que pedir a ambas partes sino las disposiciones
habituales que, en el fondo, se está dispuesto por doquier a concederle (al
menos en Francia, que es donde primero debe realizarse sobre todo la
elaboración sistemática), o sea libertad y atención. En estas condiciones
naturales, la escuela positiva tiende, de un lado, a consolidar todos los
poderes actuales en sus posesores, cualesquiera que sean, y, por otra parte,
a imponerles obligaciones morales cada vez más conformes a las
verdaderas obligaciones de los pueblos.

Principales opositores: Los espíritus teológicos o metafísicos (de poca


gravedad real); Los espíritus científicos guiados por los especialización
empírica que prepara para las profesiones particulares

Para superar convenientemente este concurso espontáneo de resistencias


diversas que hoy presenta a la escuela positiva la masa especulativa
propiamente dicha, no tiene aquélla otro recurso general que organizar un
llamamiento directo y sostenido al buen sentido universal, esforzándose
desde ahora en propagar sistemáticamente, en la masa activa, los
principales estudios científicos propios para constituir la base indispensable
de su gran elaboración filosófica

Espíritu de especialización empírica que preside las ciencias


correspondientes, son siempre concebidos y dirigidos como si cada uno de
ellos tuviera por principal objeto preparar para una cierta profesión
exclusiva, lo cual impide evidentemente la posibilidad, incluso para los que
tuvieran más tiempo, de emprender nunca varias, o al menos tantas como
fuera necesario para la formación ulterior de sanas concepciones generales.
Pero no puede seguir siendo así cuando tal instrucción está directamente
destinada a la educación universal, que cambia necesariamente su carácter
y su dirección, pese a toda tendencia contraria.

En efecto, el público que no quiere ser ni geómetra, ni astrónomo, ni


químico, etcétera, experimenta de continuo la necesidad simultánea de
todas las ciencias fundamentales, reducidas cada una a sus nociones
esenciales: necesita, según la acertadísima expresión de nuestro gran
Moliere, claridades de todo. Para él, esta necesaria simultaneidad no existe
solamente cuando considera estos estudios en su destino abstracto y
general, como única base racional del conjunto de las concepciones
humanas: la siente también, aunque menos directamente, incluso en las
diversas aplicaciones concretas, cada una de las cuales, en lugar de referirse
exclusivamente a una determinada rama de la filosofía natural, en el fondo
depende también más o menos de todas las demás. Así, pues, la universal
propagación de los principales estudios positivos, no tiene hoy como único
objeto satisfacer una necesidad ya muy acentuada en el público; que cada
vez se da más cuenta de que las ciencias no están exclusivamente
reservadas a los sabios, sino que existen sobre todo para él mismo. Por una
dichosa reacción espontánea, destino tal, cuando se haya desarrollado
convenientemente, deberá mejorar de raíz el espíritu científico actual,
quitándole su especialización ciega y dispersiva, haciéndole adquirir poco a
poco el verdadero carácter filosófico indispensable a su principal misión.
Esta vía es además la única que puede, en nuestros días, formar de modo
gradual, fuera de la clase especulativa propiamente dicha, un vasto tribunal
espontáneo, tan imparcial como irrecusable constituido por la masa de los
hombres sensatos, ante el cual se extinguirán en forma irrevocable muchas
falsas opiniones científicas que los puntos de vista propios de la
elaboración preliminar de los dos últimos siglos hubieron de mezclar
profundamente con las doctrinas verdaderamente positivas, alterándolas
por fuerza mientras esas discusiones no sean al fin directamente sometidas
al buen sentido universal. En un tiempo en que no se puede esperar eficacia
inmediata más que de medidas siempre provisionales, bien adaptadas a
nuestra situación transitoria, la necesaria organización de ese punto de
apoyo general para el conjunto de los trabajos filosóficos es, a mi juicio, el
principal resultado social que puede dar hoy la completa vulgarización de
los conocimientos reales: el público dará así a la nueva escuela un
verdadero equivalente de los servicios que esta organización le ofrecerá.
60. Este gran resultado no podría obtenerse en la medida deseable si esa
enseñanza continua siguiera estando destinada a una sola clase cualquiera,
por muy extensa que fuese: so pena de fracaso, se debe siempre tener en
cuenta la total universalidad de las inteligencias. En el estado normal que
este movimiento debe preparar, todas, sin ninguna excepción ni distinción
alguna, sentirán siempre la misma necesidad fundamental de esa filosofía
primera, que resulta del conjunto de las necesidades reales y que debe,
pues, llegar a ser la base sistemática de la razón humana, tanto activa como
especulativa, para cumplir más convenientemente el indispensable
cometido social que tuvo en otro tiempo la universal instrucción cristiana.
Es, pues, muy importante que la nueva escuela filosófica desarrolle, desde
su origen, todo lo posible ese gran carácter elemental de universalidad
social que, finalmente relativo a su principal destino, constituirá hoy su
mayor fuerza contra las diversas resistencias que debe encontrar.

Destino esencialmente popular de esta enseñanza

Para destacar mejor esta necesaria tendencia, una íntima convicción,


instintiva primero, sistemática luego, me ha determinado, desde hace
mucho tiempo, a presentar siempre la enseñanza expuesta en este tratado
como especialmente dirigida a la clase más numerosa, que nuestra situación
deja desprovista de toda instrucción regular, debido a la creciente
decadencia de la instrucción puramente teológica que, provisionalmente
reemplazada, en cuanto a los letrados únicamente, por cierta instrucción
metafísica y literaria, no ha tenido, sobre todo en Francia, ningún
equivalente análogo para la masa popular. La importancia y la novedad de
tal disposición constante, mi vivo deseo de que sea convenientemente
apreciada y hasta, si se me permite decirlo, imitada, me obligan a indicar
aquí los principales motivos de este contacto espiritual que debe así
instituir hoy con los proletarios, la nueva escuela filosófica, pero sin que su
enseñanza deba excluir jamás a ninguna clase

Orden necesario de los estudios positivos


Hemos explicado bastante, en todos los aspectos, la capital importancia que
tiene hoy la universal propagación de los estudios positivos, sobre todo
entre los proletarios, para establecer en lo sucesivo un indispensable punto
de apoyo, a la vez mental y social, de la elaboración filosófica que debe
determinar gradualmente la reorganización espiritual de las sociedades
modernas. Pero tal explicación sería todavía incompleta, e incluso
insuficiente, si el final de este Discurso no estuviera directamente
consagrado a establecer el orden fundamental que conviene a esta serie de
estudios, para fijar la verdadera posición que debe ocupar, en su conjunto,
el que luego será objeto exclusivo de este Tratado. Lejos de que este orden
didáctico sea casi indiferente, como lo hace suponer demasiado a menudo
nuestro vicioso régimen científico, se puede asegurar, por el contrario, que
es sobre todo de ese orden de lo que depende la principal eficacia,
intelectual o social, de esta gran preparación. Por otra parte, existe una
íntima solidaridad entre la concepción enciclopédica de donde aquél resulta
y la ley fundamental de evolución que sirve de base a la nueva filosofía
general.

1° Ley de Clasificación

Ese orden debe, por su naturaleza, cumplir dos condiciones esenciales, una
dogmática, otra histórica, cuya convergencia necesaria hay que comenzar
por reconocer: la primera consiste en ordenar las ciencias según su
dependencia sucesiva, de suerte que cada una se apoye en la precedente y
prepare la siguiente; la segunda prescribe disponerlas según la marcha de
su formación efectiva, yendo siempre de las más antiguas a las más
recientes

- Consiste en clasificar las diferentes ciencias, fundándose en la naturaleza


de los fenómenos estudiados, según su generalidad y su independencia
decrecientes o su compilación creciente, de donde resultan especulaciones
cada vez menos abstractas y cada vez más difíciles, pero también cada vez
más eminentes y completas, en virtud de su relación más íntima con el
hombre, o más bien con la Humanidad, objeto final de todo sistema teórico
2° Ley Enciclopédica o Jerarquía de las Ciencias

se llega gradualmente a descubrir la invariable jerarquía, histórica y


dogmática a la vez, científica y lógica al mismo tiempo, de las seis ciencias
fundamentales: la matemática, la astronomía, la física, la química, la
biología y la sociología, la primera de las cuales constituye necesariamente
el punto de partida exclusivo, y la última el único fin esencial de toda la
filosofía positiva, considerada en lo sucesivo, por su naturaleza, como un
sistema verdaderamente indivisible en el que toda descomposición es
radicalmente artificial, sin que por otra parte tenga nada de arbitrario pues
todo en esta filosofía se refiere finalmente a la Humanidad, único concepto
plenamente universal

También podría gustarte