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UNA CENTURIA

Entre luchas y esperanzas

JOSELITO RODAS HURTADO


UNA CENTURIA
Entre luchas y esperanzas

JOSELITO RODAS HURTADO

Prólogo:
EDGAR CURAY BANEGAS

FICHA TÉCNICA
Título: UNA CENTURIA. Entre luchas y esperanzas
Autor: Joselito Rodas Hurtado
Prólogo: Edgar Curay Banegas
© Editorial Centro de Estudio Sociales de América Latina (CES—AL)
Cuenca (Ecuador) 2022

CRÉDITOS
Cuidado edición: Edgar Curay Banegas
Portada: Edgar Curay Banegas
ISBN: 978-9942-840-73-8
Diseño y diagramación: CES—AL

QUEDA TOTALMENTE PERMITIDA Y AUTORIZADA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE


ESTE MATERIAL BAJO CUALQUIER PROCEDIMIENTO O SOPORTE A EXCEPCIÓN DE FINES
COMERCIALES O LUCRATIVOS
DEDICATORIA

Cerrando mis ojos contemplo el fluir de palabras, para escribir


sobre los tiempos recorridos, sonriendo al mundo comparto paz y
confianza, rememorando la historia olvidada, escondida en la
penumbra temerosa de aquel rayo intruso que perturbó el recuerdo.
Ahora estoy aquí para despojar el lienzo y dedicarte mis letras
extraídas de un mundo real, que simbolizan las luchas y esperanzas
vividas. Especial mención para mi hija Camila Valentina, a quien
dedico esta obra con todo mi amor.
JOSELITO RODAS HURTADO
Índice
Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

PRÓLOGO
Quiero iniciar mencionando a los queridos lectores que el prólogo de
este libro “Una centuria entre luchas y esperanzas” responde al
pedido del maestro y amigo José Manuel Castellanos Gil, pero
responde también al afecto, respeto y consideración personal que
tengo para el autor Joselito Rodas Hurtado y a su digna familia.
Transitar por travesías, quimeras y sueños debe ser algo inherente al
ser humano, más aún si nos dejamos transportar por las palabras
sencillas y elocuentes de un hijo que quiere compartir junto a su
padre experiencias vividas a través del tiempo y como lo dice parte
de su título experiencias vividas entre luchas y esperanzas…
La vida me permite relacionarme nuevamente con la familia Rodas
Hurtado, pero esta vez para degustar juntos estas letras con olor a
naturaleza, pulcre, caña, chonta entre otros manjares que nos brinda
nuestra madre tierra, gracias por hacerme parte de este libro que
muestra por un lado la transparencia, honradez y valor de un hombre
que lucha para poder dar lo mejor a los suyos; y por otro, el coraje,
creatividad y sencillez del autor para compartir con todos nosotros su
obra.
Existen personas que dejan grandes legados materiales a su esposa,
esposo, hijos y otros familiares, talvez dinero, casas, tierras, una vida
de comodidades, etc. pero otros, prefieren dejar un ejemplo de amor,
trabajo, honestidad, perseverancia, fuerza inquebrantable ante los
problemas, honradez, entre otras cosas, inquieto entre estas
circunstancias, en medio de sentimientos encontrados estoy
bosquejando el prólogo de este libro, en el que de manera sintética y
simple se describen pasajes de la vida de Don Pachito, manera como
lo llamaba hace como ya treinta años, ser que ha reflejado siempre
paz y respeto, realmente es un honor hacer el prólogo de esta obra, lo
hago con mucho cariño, consideración y admiración.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Seguro estoy de que cuando lean este libro, sobretodo sus familiares
y amigos, en ellos brotarán más de una lágrima, y cuando éstas
recorran sus mejillas, recapitularán las experiencias vividas,
haciendo que el corazón y la mente se abran para regresar a la época
que nos invita a recordar el autor, tiempos compartidos junto a este
gran ser humano, esposo, padre, abuelo, bisabuelo, tío, primo, vecino
o amigo; quizá muchos de los lectores sientan que ahora son lo que
son a causa de lo que pudo hacer o dejar de hacer Don Pacífico
Fortunato Rodas Cajamarca.
Éste es el relato de las experiencias de vida de un hombre que, en
una remota Cochaloma, en medio del recuerdo sórdido de su padre y
las necesidades económicas de su familia, busca encontrar la tierra
que posibilite días mejores para los suyos, las narraciones cobran
fuerza en la década de los sesenta, éstas resumen las tramas, sueños
truncados, haciendas, nostalgias, quimeras, alegrías y fantasías
vividas intensamente en ciento tres años.
Esta obra deja un mensaje muy importante, pero además genera una
reflexión sobre nuestro caminar por la vida… Nos invita a pensar
sobre el paso inexorable del tiempo, por lo que sus letras pueden ser
el detonante para traer a la conciencia las cosas y recuerdos que se
encuentran en la maleta de viaje de don Pacífico, llevándonos a
pensar que lo mejor y más valioso de esta vida no son los bienes
materiales, sino cada recuerdo, cada llanto, sonrisa y carcajada vivida
junto a la familia y amigos.
Lo más valioso que tenemos es el tiempo que se puede compartir con
los que se ama, lo único que no se puede comprar ni vender y que
corre más rápido cuanto mayor te haces, don Pacífico siempre buscó
ser feliz, pasarla bien y dar lo mejor de sí en todo tiempo,
aprovechando para estar con su familia, en el trabajo diario,
divirtiéndose con sus juegos de mesa o las charlas familiares; esto
nos obliga pensar, que no se debe esperar a tener fama, comodidades
o dinero en grandes cantidades para disfrutar de la existencia,
consideremos que ya tenemos la vida para regocijarnos de todo lo

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que ésta nos ofrece, entonces a deleitarse de la lectura que Joselito
Rodas Hurtado comparte con todos nosotros, quedan invitados a
disfrutar de esta obra.

EDGAR CURAY BANEGAS

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PREÁMBULO
A mis padres, hermanos y familia toda; quiero expresarles con
amor, que voy cumpliendo mi ilusión de plasmar con letras
para grabar eternamente en vida y en los recuerdos, el éxodo
familiar realizado desde el valle de Yunguilla, ubicado en la
provincia del Azuay, hacia Gualaquiza, un rincón amazónico en
la provincia de Morona Santiago, en donde se pudo cumplir
con los objetivos planteados luego de muchas vivencias, entre
luchas y esperanzas. Después de veinte y cinco años,
iniciamos el retorno escalonado de los seis hijos que
emigramos desde Yunguilla más mis cuatro hermanas que
nacieron en aquel paraje temporal; desde Gualaquiza hacia
Cuenca y desde ahí a nuevos países en busca de mejores días
para satisfacer su calidad de vida, más tarde y por motivos
justificables lo hicieron también mis padres; ahora con
nostalgias y lleno de recuerdos escribo emocionado para decir
que lo he cumplido como encargo a mi vida misma, dejar mi
legado haciendo notar que yo también existí y estuve ahí, a
pesar que tuve una vida corta, con momentos solo para
recordar y temprano morir.
Inicia esta reseña con el nacimiento de mi padre en 1919,
realizamos el éxodo a Gualaquiza en 1961, luego retorna a
Cuenca, comenzando sus viajes por el mundo.

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UNA CENTURIA
Entre luchas y esperanzas

Hoy, como siempre, desde mi nacimiento, volvió el sol a


iluminar mi vida, como ayer, haciéndome compañía,
marcando en mi piel la fortaleza y la paz para resistir y
atravesar un largo e incierto camino que está por iniciar, es
conocido que la vida está llena de risas, llantos, alegrías,
tristezas, de senderos llenos de flores, de espacios
placenteros, de momentos para disfrutar… es en medio de la
bruma, en la melancólica noche, y en el gozoso amanecer
cuando resuena en mi mente la idea de inmortalizar mi vida,
es allí cuando mi alma contagiada de las ansias de trascender,
se encuentra lista para guiarme cual leal amiga que nunca
olvida los más recónditos recuerdos grabados en mi corazón y
en mi mente, mientras presto con su pluma, mi hijo Joselito va
uniendo retazo tras retazo la historia de mi vida.

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Pacífico y Joselito Rodas.

Mi nombre es Pacífico, sí, Pacífico Fortunato me llamó, mi


querido padre Eugenio Rodas y mi adorada madre Tránsito
Cajamarca, así lo decidieron frente al santo cura de la
parroquia, quien echándome agua bendita y más unos
cuantos rezos quedé bautizado con el nombre de Pacífico
Fortunato Rodas Cajamarca. Desde entonces mi vida quedó
marcada a una religión de la que hice mi escudo y fortaleza, de
la que hoy sigo siendo seguidor, con el paso de los años y con
un sin número de experiencias vividas, paulatinamente fui
entendiendo que no hay nada mejor que adorar y estar cerca
de un ser divino y misericordioso, llamado Dios; pero con el
paso del tiempo y las sabias enseñanzas de mi madre, quien
con su ejemplo y enorme fe supo guiarme por el camino del
bien, conozco a San Jacinto, patrono del pueblo y dueño de la
pequeña capilla, de mi querido Cochaloma, ubicado en un
hermoso paraje del Azuay.

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San Jancito.

Entre faiques y cañaverales, zigzagueando por laderas y


potreros, jugando y corriendo detrás de los chivos y terneros,
fui creciendo y adaptando mi cuerpo al trajín de mis primeros
años de vida, pero mientras crecía físicamente, fui
desarrollando valores que permitieron cuidar mi conducta,
mostrando siempre obediencia ante la atenta mirada de mi
madre, quién al primer desdén, estaba presta para enderezar
mi comportamiento, su simple mirada profunda, bastaba para
poner un alto a mis travesuras de niño o para que cumpla con
rapidez el encargo encomendado.

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Iglesia de Cochaloma.

En medio de mi inquietante vida, mi sonrisa no tenía eco de


regreso, porque entre los árboles, los paisajes y el mismo
viento, buscaba la sonrisa de mi padre, es allí cuando el
silencio y la urgencia fueron necesarios para aplacar los
difíciles momentos que marcaron su ausencia incomprendida
por alma de niño. Mi mente infantil no comprendía porqué
mamá, quien fue la que me dio la vida, y la llenó de
esperanzas y de amor, era también la única quien inculcaba
con firmeza los valores que me permitieron ser lo que soy, y
por qué no tenía papá como mis amiguitos, me preguntaba,
cuestionamiento que no terminaba de entender, por lo que
constantemente me preguntaba ¿en dónde estará mi padre?,
interrogantes sin respuestas, pues, no me atrevía a preguntar
a mi madre, no sabía qué, ni cómo decirlo; quizá entre mi

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padre y yo teníamos un hilo roto que impedía saber el porqué


de su ausencia, que aunque sin conocerlo, su presencia hervía
en mis venas y en mi mente un deseo ciego de abrazar a un
ser que nunca vi.
Pero poco a poco, con el paso de los años fui aprendiendo que
entre la vida y la muerte nos separa solamente una fina línea,
entonces entendí que mi padre Eugenio traspasó aquella línea
sin saber que no había retorno de ese mundo místico e
irreversible, por ello ni una sombra, ni un gesto, ni un sonido
captó mi corazón para alegrar y ocupar un espacio que estuvo
vacío y lo estará por siempre añorando ese eco paternal del
que nunca disfruté.
Llegó la época de estudiar, en uno de eso días, mi amada
madre me dijo que tenía que ir a la escuela, a lo que exclame
¡qué escuela madre! quiero estar con usted y estar en casa,
respondí. Ya tenía 9 años y ayudar a mi madre regando agua
en sus huertas, dando el maíz a los pollos o alimentando a los
cerdos colorados, eran mis mejores acciones del día, para con
quién era mi mejor regalo de vida, mi madre. Pero ella con
ternura y firmeza a la vez insistía… tus hermanos ya se fueron
y tú también harás igual.
La duda y la incertidumbre acechaban mi ser, más aún cuando
recordada a mis hermanos Ernesto, Isaías y Carmelina que se
despedían contentos al momento de ir a la escuela y en la
tarde venían a contar sus hazañas y travesuras soltando risas,
pero a veces también relataban los aprietos disciplinarios que
pasaban con el profesor. Cómo no tener temor a los castigos
que en aquellas épocas eran sometidos los estudiantes, "la
letra con sangre entra” solía repetirse con frecuencia entre las

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conversaciones. Además, la escuelita estaba lejos, había


mucho por caminar, a veces bajo el pertinaz aguacero y en
otras bajo el inclemente sol del valle de Yunguilla... valle
querido, tierra mía hermosa, que aún te recuerdo. Así fue que,
en un octubre, apretando los dientes entre sollozos, emprendí
mi primer reto, dejar la casita para encaminarme a la escuela,
despedirme de mi madre fue una dura experiencia, como
saltar al vacío sin salvavidas o como estar expuesto sin
protección maternal, así me sentía porque era la primera vez
que me alejaba de su atenta mirada y cuidado amoroso.

Valle de Yunguilla.

Caminando por aquel el sendero o chaquiñán que conducía a


la escuela, saltando los arroyuelos, acostumbrándome a la
rudeza de los desafíos, al calor, a la lluvia, a los fríos y también
al hambre y sed que las largas caminatas provocaban, iba en
busca de alcanzar una nueva meta, con la nostalgia, de que ya

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no estaban cerca el mote o los frijoles cocinados que siempre


había disponibles en aquel caliente fogón hogareño, al que
siempre se podía acceder, ni tampoco estaba la tierna
compañía de mi madre, querida y milagrosa, que cosechaba
nuestro alimento con sudor y sacrificio, sin medir el tiempo ni
el cansancio, con la fuerza descomunal que Dios le proveía y
que su amor maternal incondicional ofrecía.
Pasaron los días y los meses, mientras que ayudando en el
campo a mi madre, junto a mis hermanos pude aprovechar
yendo a la escuela por un corto tiempo, año y medio pude
asistir, ya que desgraciadamente muchos factores
influenciaron para retirarme de la escuelita, entre ellos la
distancia que debía recorrer día a día y la ausencia de
profesores comprometidos con la docencia, pero a pesar de
ello considero que el tiempo fue aprovechado, la experiencia
vivida grabó en mi mente lo aprendido y con esos
conocimientos, luché por armar una futura e incierta vida, que
venía con más incógnitas por resolver y posiblemente sin las
bases suficientes con qué responder, pero recordándome
siempre que el tiempo pasa inexorablemente, sabía que
estaba por cumplir los doce años.
Por supuesto que nunca conocí a mi padre, apenas una silueta
que hasta hoy la tengo esculpida en mi recuerdo, como una
leve brisa, siento acariciar mi alma, como un calor que deseo
retener ardiente, pero se borra, se pierde y se enfría sin
encanto, es como ver morir la niebla en mi horizonte. Aun así,
aquella imagen me hacía sentir el niño más valiente y capaz de
sortear los retos que ya a mis pocos años debía de cumplirlos,

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me sentía seguro de superarlos, porque tenía un escudo, a mi


Dios, pero además tenía una madre a quien cuidar.
Entre las chacras, mirando crecer sus tallos y sus hojas, arando
la tierra con los bueyes, cargado una lampa, como mi arma del
campo, surqueando canales, así transcurre el tiempo
marcando en mi rostro la rudeza por seguir con vida, por
sentir la fuerza de un hombre, hecho de temple y coraje, pero
de blando corazón por dentro, que me trizo cuando pierdo mi
horizonte, ese horizonte que lo busco sin saber por dónde. Si
aquí estuvieras padre mío, de un carajo me pondrías a
contemplar el camino que no encuentro, ahora entiendo más
los sollozos y el largo silencio de mi madre, cinco bocas que
alimentar y cuatro enredos en casa por resolver.
Cañaverales al frente y por doquier que vaya los encontraba,
en esplendor, sus hojas vibrando al vaivén del viento que
juguetea sin prisa porque el tiempo es suyo, campos lejanos,
praderas y hoyadas, llenas de néctar en sus tallos y sus
aromatizadas flores coqueteando con abejas nos anuncian
que la zafra pronto viene, mientras mi angustia y esperanza,
se arman por conseguir un espacio de jornalero, una
oportunidad de trabajar y aprender, para llevar algo de alivio
al viejo rancho, en donde mi madre espera sollozando por su
amor que no olvida, por su amor que partió sin despedirse
porque sabía que allá también la estaría esperando.
Inmerso en mi fe, a San Jacinto le rezaba y en cada cosecha
participaba, de bagacero, cargador, arriero, en fin, ayudando
como buen cristiano, como decía mi madre, “vas a ganarte el
aprecio de los patrones”, más yo me fortalecía y convencido
pensaba que era mejor rasgarme la espalda cargando la caña,

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antes que el mismo acial del verdugo me hiera hasta mi propia


alma. Así, voy sumando los años, endureciendo mis huesos;
quemando mi piel con el sol de los inclementes veranos; mi
rostro va tornándose infranqueable al viento, a la lluvia y
calor; mis puños revestidos de hierro, va amasando la tierra y
los hornos; así me fui levantando y protegiendo al ser que me
dio la vida, el único motivo y la razón de volver a casa, ella sola
me esperaba en el mismo lugar de aquel corredor desde
donde me despedía, desde donde ella la bendición me
impartía, allí siempre me encontraba, aún en destiempo,
noches o madrugadas, una madre siempre espera, sola estaba
porque sola vino a este mundo, porque sus tres hijos también
ya se fueron, a hacer su propia vida, por eso, fortalecía mi
cuerpo, mi corazón lo tenía vivo y esperaba ansioso ese
momento, para decirle madre ya he vuelto a casa.
Pasaron los años y mis hermanos, Ernesto e Isaías se casaron
con Amada y Rosario Garzón y mi hermana Carmelina con
Antonio Cárdenas, ellos se alejaron de mamá Tránsito, como
todas las parejas lo hacen, bien casados saldrán de casa se
decía y así mismo se cumplió con la bendición del señor cura
para tener una vida larga y segura, entre tanto en mi pecho se
clavaba la ira y el coraje para ser más fuerte, porque me
quedaba solo para cuidar y proteger a mi querida vieja, a mi
amada madre. Entre galleras y cantinas, entre caballerizas y
potreros aumentaban mis años, desafiando al mundo con mis
puños y mi astucia, rodaba mi cuerpo endurecido por los
retos, retos superados en cada esquina, golpes de alegrías y
tristezas que sumaron a mi experiencia de hombre
escarmentado y listo para triunfar.

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Mi madre siempre fue mi preocupación, ella era el estímulo


que me hacía regresar a casa, con tragos más o tragos menos,
el camino de regreso al hogar estaba impreso en mi ser, mi
caballo, mi cómplice, mi guía y mi transporte, que ignorando
mis errores, cargaba en su lomo al amo embriagado por la
soledad y angustia de no saber cuál camino tomar; en medio
de la bohemia los amigos opinan, en maestros se convierten,
hasta que las copas llenan y nublan la mente, pues cada quien
peor que antes, nos marchábamos sin rumbo, mientras yo
aseguraba que mi corcel blanco jamás me fallaría en
regresarme a casa donde mi madre amada me esperaba, allí
estaba, en la penumbra del corredor, con el viejo mechero en
mano y después de la repelada, una sabrosa sopa caliente en
la mesa me esperaba, es que mi madre nunca olvidó al hijo
que en el fondo de su corazón siempre estaba. A ella motivo
de mi existencia va dedicadas estas letras:
En mi pecho nace un ansia,
de mi corazón explota un grito,
en mi cielo una silueta se dibuja
de mujer es su rostro intenso,
su aroma prendido ya me anuncia
que, en su halo, un poema de amor viene escrito
como gota de agua viva ardiente sube cual burbuja,
es un amor de hijo, que en su ser brota con poder inmenso.

Ya voy a cumplir mis treinta años, de bregar afanosamente en


el campo, fijando la mirada en mi horizonte y esperando con
cautela mi alegría inmensa, esa alegría figurada en forma de
vida, que busca encontrar el contrapeso a mi alforja, mientras
tanto recorro en mi blanco corcel por valles y cañados
tomando lo que es mío para levantar la pared de mi gran

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fortaleza, de mi escondite y mi refugio. Ilusiones y amoríos se


apoderaron de mi mente y corazón, para los cuales ya tenía mi
espacio, mi dote para respaldar mi hombría, sin que sea un
vano espejismo en mi nueva familia aceptada por afinidad, no
podía faltar un lugar para mi querida madre, mi maestra que
nunca olvidó enseñarme con amor y hasta con rabietas la
obediencia, la humildad y la honestidad, si casado aspiraba
ser, no significaba que la abandonaría, ella estaría siempre
junto a mí, grabada en mi mente y corazón.
La mujer que un día soñé, Rosita, entró a formar parte de mi
vida, si, ella es la flor que imaginé entre perfumes y siluetas,
en la mente de un loco que enamorado plasmó, el dulce sueño
de amor. Yo fui al fin ese perdido que encontró feliz puerto,
conquistando la vida a mi manera, al susto y al apuro,
adaptándome a las costumbres y comportamientos sociales
de aquella época. Fue por el año de 1948, cuando mi vida
cambió de rumbo, empecé pidiendo la mano, pidiendo
permiso para formalizar la relación de la mujer que hasta hoy
se encuentra a mi lado..., me esperaba un mundo lleno de
incógnitas, un rompecabezas por armar, un hogar por formar,
mientras circulaba en mi mente la idea de alejar a mis
cómplices amigos, de poner un alto las apuestas de la vida
figurada, vivida entre gallos y caballos, entre gritos y
ecuavóley o entre tragos y amigas.
Vida corta, vida amarga, vida hermosa, vida dura, ya estoy
listo para enfrentar los retos que se me vengan, curtido por el
viento, por la sofocación y por el lodo, me veo firme marcado
en mi piel castaña, dejaré por un tiempo a mis amigos de
jolgorio para tomar la mano de la mujer que enloqueció a mi

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corazón, Rosita Hurtado es la prioridad y allá va mi mirada,


mis suspiros y mis ansias.
A mis treinta años marqué para siempre mi rutina, y como
dice un refrán “…todos los cielos son iguales, nomás con
diferente ángel”; es el inicio de una nueva vida, vida de
casado, muy diferente a lo imaginado, de abandonar los
amigos y las parrandas de los fines de semana, de madrugar
más y descansar menos por las preocupaciones económicas y
por más bocas que alimentar y más pequeños que vestir, no es
uno, son dos, ya son tres los hijos que llevan nuestra sangre y
nuestro orgullo, mientras tanto sobre mi espalda cae el
ardiente sol, mientras yo limpio las acequias, cargando las
cañas en el lomo de los caballos, muelo incansablemente y
con urgencia en el gran trapiche de la hacienda, meleando sin
límites ni tiempos, por sumar unos cuantos sucres más, los
necesarios para aquella esposa que en el silencio de mi
pequeña casa me esperaba.
A diez años de casado, los retoños llenaban nuestras vidas, ya
dejaban su huella entre alegrías y travesuras los hijos que Dios
había bendecido: Olegario, Ángel, Ruperto, María, Jaime y
Joselito, la situación económica apremiaba, ya no se podía
más, desde mayordomo, partidario, peón y comedido, hasta
carpintero y peluquero así laboraba para incrementar el
sustento diario, seis hijos y una madre desvelada por repartir
el escaso alimento conseguido, allí, en aquella mesa un tanto
mezquina para nuestra suerte, jamás imaginé iniciar mis
jornadas tan tempranas, para terminarlas con profundos
suspiros que intentaba no delatar a los míos y mordiéndome
los labios, tragándome por dentro ese aire comprimido y

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cansado, por ese pesar de dolor y por esa angustia cobarde


volví a refugiarme en los tragos y consuelos con los mismos y
viejos amigos de mi querido pueblo Cochaloma, aumentaron
las visitas a las galleras como una forma de desahogo aunque
sabía que estuve equivocado porque al mirarme sentía
acelerar mi caída.
Se fue mi madre, huérfano quedé, la abogada y defensora, la
de los ejemplos y rabietas, de consejos y rudezas, así la
recuerdo tan claro, como si fuese ayer, con sus sermones,
cuando llegaba a casa con olor a alcohol y los bolsillos vacíos
tras un fin de semana de derroche; no eran suficientes las
lágrimas de mi esposa, tenían que ser las amenazas de mi
madre para ponerme en camino al trabajo, pero ya no estará
más, se fue a mejor vida, seguro que de mis hijos se acordará
y desde su cielo vendrán sus oraciones que serán el alivio para
continuar con nuestras vidas, siempre seré agradecido y
valoraré de sus sabios sus consejos que jamás olvidaré.
Las herencias de mi esposa venían a ser nuestro patrimonio, el
mismo que debía cuidar por mis seis hijos que ya tendrían que
ir a la escuela muy pronto, el tiempo para nadie se detiene y
ya de seis años mi primogénito, Olegario, tenía edad para
conseguir el espacio en la escuela en San Antonio y más tarde
por Tobachirí, a pesar de la distancia desde nuestro hogar,
había que exponernos con el inminente riesgo en la travesía
diaria, al inicio en compañía de los primos y después con sus
hermanos Ángel y Ruperto, tenían que recorrer bajo el fuerte
sol del valle y en otras veces bajo las copiosas lluvias, con el
barro cubriendo sus pequeños cuerpos inocentes, que sin

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culpa tenían que padecer; con mi esposa no podíamos


encontrar mejor manera para protegerlos…

Trayecto a la escuela.

La economía del hogar no mejoraba, había intentado varias


formas de sobrellevar la situación familiar, pero el resultado
no era el mejor, por lo que, al mirar los sufrimientos y aprietos
de mi esposa e hijos, me inquieté por conquistar nuevos
horizontes, nuevos mundos y jamás me detuve a pensar en
dificultades que se vendrían, nací y crecí en medio de retos,
entonces me decía, con éstos también podré.
En aquellas noches de desasosiego, de preguntas sin
respuestas, el solo imaginar ...qué será si al despertar una
mañana, no percibo a mi pequeño y grande mundo que me
vio nacer y crecer... acaso está llegando la hora de dejar mi

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Cochaloma, terruño de travesuras y conquistas, de


aprendizajes y caídas, también de dolores y esperanzas, cómo
poder despedirme de Apangora, si allí fue donde encontré al
ser amado, mi compañera que vivía entre flores y un ambiente
dulce con olor a panela, la dama protegida y resguardada por
Andrés y Mercedes, sus viejos abuelos y maestros de vida, que
esculpieron con amor su alma sin imaginar que fuera yo el
agraciado para llegar a conquistar y realizar mis sueños.
San José y Santa Rosa, anejos queridos y de secretos
guardados, Asunción pueblo grande de encuentros fortuitos,
dueño del cura y de la iglesia mayor, de golpes de pechos, de
perdones y abstinencias; Rumiloma recinto nuevo, como
poder dejarte solo a merced de mis amigos parranderos y
desenfrenados que no miden ni tiempos ni sueños, que no
buscan un camino, que solos se pierden confundidos entre
tragos y madrugadas. Los infinitos surcos en Guayabaspamba
y canales de riego son las muestras de mis huellas marcadas
para nunca olvidar, cerros de bagazo con olor a mosto,
herencia que dejo al transeúnte inquieto quien, ignorando una
verdad, duda que un hombre haya dado forma a tan extraño
mundo.
Lentag, San Antonio, Cataviña y mi querido anejo Tobachirí
tierra de mis suegros, Eloy y Teresita, lugares de ensueños que
tendré que abandonar muy temprano, chaquiñanes que se
pierden entre faiques y naranjos, pequeños potreros con
cabras y bovinos, pero la maravilla está más allá en la planada,
los cañaverales que al vaivén del viento mecen sus hojas con
sus blancas flores como danzando para agradar al rey sol que

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con su esplendor da vida y sabor a un inmenso mundo


encadenado por sobrevivir; Yunguilla para no olvidarte jamás.

Lentag y sus anejos

Luces pequeñas invaden mi mundo,


un mundo que brilla por una esperanza,
esperanza de sueños fraguados con fuerza,
fuerza digna de honor por mis hijos,
hijos nuestros, razón de mis luchas y conquistas.

...Inquieto entonces me enfilé al oriente ecuatoriano, por la


buena y esperanzadora información de amistades que viajaron
con antelación, maravillas encontrarán allá decían, quizá con
dudas de aquello pero ya decidí, la alforja quedó lista en la
víspera, a pesar de no ser del total agrado de mi esposa
Rosita, en fin para aquellos tiempos las riendas las llevaba el
marido, las decisiones de última instancia yo las tomaba,
entendiendo que yo hacía lo correcto o lo más saludable para
el bienestar de toda la familia. Fue mi compadre Adolfo

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Sarmiento, leal amigo quien me aseguraba con certeza y


ponderaba sus bondades, que era la tierra del ensueño, de
conquistas y triunfos por lo que me fascinó e impulsó para no
renunciar mi partida.
Quedaba mi esposa con mis seis hijos a una larga espera,
incierta nunca, porque en mi corazón cargaba el amor que casi
nunca demostré, pero lo tenía arraigado en lo más profundo
de mi ser, y ya con mis cuarenta años de vida, con dolor y
esperanzas partí en busca de un mundo que no era mío, pero
ansiaba descubrir, y tomando mis escasos ahorros, más un
esperanzador abrazo a Rosita dejé a mis hijos con la firme
esperanza de volver. Iniciamos el camino en compañía de mi
amigo y compadre Adolfo, formando un trío de viajeros con su
sobrino Luis Sarmiento.
Desde Cuenca avanzamos hasta la población del cantón Sígsig,
llegando luego a Molón que era punto de estrategias para
sortear la fría cumbre del Pajón, un lugareño nos ayudó como
el guía que acertaba los buenos tiempos y así superar los
riesgos mayores de salud por la inclemencia de vientos gélidos
con páramos y neblinas inesperadas, así pudimos llegar a un
sector llamado Churucos, es ahí cuando empecé a recordar las
palabras de mi compadre Adolfo, mis ojos contemplaban el
infinito de un mundo nuevo, un mundo de verdes praderas y
lejanas montañas, de azul vestidas con áureas de nubes
moldeadas por un Ser, que en ese momento fui incapaz de
entender, entonces fue cuando por primera vez pisé esa tierra
soñada, esa tierra oriental por la que aposté a ganar por el
bien familiar.

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Pajón.

La travesía era aún mi reto, mis fuerzas intactas porque la


siguiente parada quedaba muy lejos y mi mente estaba segura
de que tendría que continuar para dormir en aquel tambo y
reponer fuerzas en un conciliador sueño. Pasando por
Chigüinda, Rosario y La Pradera ya nos acercábamos a nuestro
objetivo, sorteando caudalosos ríos y estrechos puentes,
caminábamos ya durante cuatro días, pero con la certeza que
llegaríamos muy pronto, y así desde lo alto de una cima pude
dar gracias a Dios al contemplar el caserío, mi caserío que fue
la meta que me propuse descubrir y conquistar; Gualaquiza
fue el nombre grabado en mis sueños, Gualaquiza fue mi meta
a cumplir, Gualaquiza la mágica tierra que me vería crecer.
Don Guillermo Choco y su esposa Celia fueron los primeros
que apaciguaron mi cansancio, una posada, cobijo y una sopa
caliente junto a un abrigado fogón fueron mi gran alivio

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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después de cinco días de ayuno, cinco días de venir midiendo


los pasos, señalando los riesgos, marcando los trechos,
contando refugios, matando las fieras, porque el trayecto es
misterioso y mi siguiente carga será muy grande y también
frágil.
Gualaquiza, cantón joven con quince años de edad,
organizado con un teniente político como autoridad, un cura
salesiano y varias monjas con la misión de evangelizar,
guardianes de la gran iglesia y convento construido con
maderas fortificadas de yumbingue y laurel, pude mirar a
ciudadanos que cargando hacha y machete se perdían entre la
selva, arrieros comprometidos con el sustento alimenticio, en
definitiva, todo un pueblo con ansias por crecer.
Satisfecho por lo visto y lo conversado con los vecinos del
lugar, decido comprar de palabra mi primera finca a don
Carlos Astudillo coterráneo y familiar de don Guillermo, esta
finca se localiza por el sector de El Salado a dos kilómetros del
centro poblacional. Firme ante lo actuado emprendo mi
regreso a Yunguilla por mis hijos y esposa, es ahí en donde
empieza mi segunda y verdadera travesía de retos por plasmar
mi mundo que solo en mi imaginación lo tenía dibujado como
un mapa.
Desesperado y ansioso volvía a casa por mis seres queridos
que encargados dejé, marcando en cada paso una huella, por
donde debería volver porque al tan solo pensar que, en un
suspiro de olvido, por un barranco, los podría perder a los
tiernos e indefensos niños que pienso cargar. Se me hacía más
corto el camino de regreso, a veces corriendo, saltando los
charcos, tomando enderezos y bebiendo el agua de cristalinas

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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cascadas, cruzaba los fríos pajonales, a la vista Sígsig era como


decir regresando a casa, Cuenca muy cerca y el calor de mi
valle de Yunguilla, ya lo sentía.
Sentimientos encontrados acorralan mi ser, como despedirme
abandonando una familia entera, mis hermanos, tíos y primos,
como arrancar de mi pecho cuarenta años de convivencia con
los míos, como quitar con la mano lo sembrado con amor y
astucia aquel árbol que me dio la vida y no lo podré disfrutar,
¿qué vas a hacer Pacífico? me preguntaba en mis noches de
insomnio...tierra mía, tierra de mis recuerdos y alegrías, de
escondrijos y travesuras tendré que dejarte y no ofrezco venir
a verte porque ya pertenezco a otro cielo y a otro mundo.
La esperanza por triunfar superaba las penas y los recuerdos,
por encima estaba mi viaje y mi vivencia contrastada, una
finca comprometida que me esperaba en Gualaquiza, negocio
de palabras labradas en piedra y acordadas entre hombres de
bien. Entre sollozos y porfías regateábamos con mi esposa los
planes del viaje, de un viaje sin retorno, un viaje de ojos
vendados y poseídos de un sexto sentido despierto guiador de
esperanzas y triunfos. Tenemos que vender tus herencias, le
dije a mi esposa, con ello pagaríamos el valor del primer
terreno comprometido en Gualaquiza, tenía que conseguir
dinero y sería por el apuro o por necesidad, pero por un buen
precio dejamos en manos a don Cornelio Oleas, buen
ciudadano y honesto vecino que nos ayudó sin sobresaltos,
cerramos un negocio que marcaría el fin de una era y el inicio
esperanzador en otro espacio, con nuevos actores.
“No hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla”,
reza un conocido refrán, así que manos a la obra. Las pocas

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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cabras y un par de vacas tuve que venderlas, incluido mi


trofeo del que nunca imaginé desprenderme, me refiero a mi
blanco caballo de paso, mi fiel compañero de andanzas y de
paseos clandestinos. El primero de octubre de 1961, salimos
convencidos tomando el rumbo ya señalado, llevando a mis
seis hijos, el primero ya con once años cumplidos y mi último
hijo con un poco más de un año de vida, mi querida esposa, la
heroína y guardiana, celosamente custodiaba con su mirada a
las pequeñas y frágiles vidas, dispuesta a defender y proteger
ante un inhóspito temporal que se avecina.
Como un consuelo invalorable fue para mi Rosita, un gran
gesto de cariño desprendido de mi cuñada Lolita Hurtado y su
esposo Tarciso Mosquera al brindarse voluntariamente
acompañarnos a tan increíble cruzada, para todos fue el mejor
alivio ante semejante dolor de la despedida y un aliciente para
tanta tristeza. Alquilando un vehículo a Efraín Reibán
partimos con dirección a Cuenca y desde ahí continuamos en
otro transporte que pasando por Sígsig arribamos a Cuchil
para convertirse en nuestra primera parada obligada, caserío
de gente amable y hospitalaria que nos brindaron posada y
alimentos.
Luego de permanecer allí cuatro días y después de muchas
consultas logramos alquilar cinco caballos, necesarios para
transportar la carga, además de comprar víveres y algunos
artículos de primera necesidad partimos hasta Molón, en
donde sería nuestra segunda parada. Aquí pude entender mi
verdadero reto, es donde me juré que vamos a sobrevivir con
el apoyo incondicional de mi cuñado Tarciso; el frío de la
montaña corroía nuestros cuerpos, mis pequeños escondidos

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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tras un fogón buscando abrigo, oliendo el humo de eucaliptos


y zarzas recogidas en cercanas praderas mientras
esperábamos que mejore el tiempo en la cumbre del Matanga
para poder atravesar minimizando así los riesgos de
congelamiento, más, los viajeros de experiencia
recomendaban una tregua a la partida, en ese lapso de tiempo
disminuyeron nuestros aprovisionamientos que debíamos
llevar para la siguiente travesía, por lo que tuve que regresar a
Cuchil por una nueva remesa de alimentos mientras mi
cuñado resguardaba las vidas de la familia.

Matanga.

Después de tres días con sus noches de angustia, salimos hacia


Molón, batiendo el lodo como ya lo había hecho en mi primer
viaje, mientras animaba a mi familia que pronto llegaríamos a
la cumbre del Matanga. Cuántas caídas, cuántos tropiezos,
cuántas lágrimas derramábamos con mi esposa al ver a
nuestros pequeños tiritar de frío y tanta impotencia a no tener

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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más cobijo para protegerlos, el viento del cerro nos castigaba


como intrusos en su mundo, y el sol tenue que no abrigaba y
tampoco nos doblegábamos ante la furia de la montaña,
porque sabía que mis hijos están hechos de una ruda piel
como su padre, con doble corazón para soportar las amenazas
y en sus estómagos las reservas que solo un Divino Ser los
alimentaba y apaciguar en algo la angustia de su madre.
Atravesamos la cima y eliminamos el peligroso obstáculo para
llegar a la primera bajada, Churucos fue el balcón de un nuevo
mundo, los adultos contemplábamos con admiración lo
veíamos en el horizonte, pero también nos invadía el
sobresalto y el recelo al continuar por el pedregoso camino
que se posaba a nuestros pies, ya llegaba la tarde, el siguiente
tambo estaba aún lejano, el cansancio invadía hasta las más
íntimas células, mis pequeños en silencio caminaban tramos
cortos y a veces encima del caballo, con su proceder ellos
también demostraban que a su manera, se unían al reto que
inocentemente lo aceptaron, por lo que me sentía orgulloso al
ver su valentía.
Los caballos marcan el paso e intuitivamente, esquivan los
peligros y sus firmes pezuñas, jamás resbalan porque también
saben que en sus lomos llevan a seres bendecidos, más
preciados que el mismo tesoro. Ya al atardecer llegamos al
tambo esperado, pocas casas hacían de éste, un lugar
acogedor, Tendales es el nombre del pueblo para nunca
olvidar, donde buscando posada pronto la conseguí. Mientras
apeaban mis pequeños de tan largo trajín, los refugios ya
estaban listos para un reconfortante descanso, sin descuidar
de las acémilas, que fueron un verdadero bastión para el

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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traslado, único medio de transporte para atravesar una selva


entera. Por si algo faltara y para completar la hazaña, en la
travesía nos acompañaron mis dos perros, mejor dicho, las
mascotas de mis hijos, el uno se llamaba ¨así me gusta¨ y el
otro ¨cómo vos¨. Las mascotas juegan con los pequeños en sus
momentos de reposo, los niños parecen aceptar el reto de una
nueva vida y solamente se preocupan cuando sus cachorros se
alejan oliendo el rastro de alguna “fiera” por algún camino
estrecho.
Ya eran ocho días de enfrentar la hostilidad de la naturaleza,
pero con más firmeza que antes, íbamos haciendo camino
para poder cumplir la meta anhelada, Gualaquiza es nuestro
objetivo y así sucedió, sabía a lo que me enfrentaba, señalados
quedaron mis caminos, reparados están los puentes, con
protección están los abismos y la mano bendita de mi Ángel es
la mejor seguridad con la que se cuenta, me decía y me
consolaba cada vez que llegábamos al siguiente obstáculo que
nos retaba.
Por Granadillas, Chigüinda y Boliche avanzábamos sin pausa,
durmiendo en las posadas, recibiendo el saludo de hombres y
mujeres que admiraban mi éxodo en aquellas condiciones,
envueltos en barro, bebiendo de sus cascadas las cristalinas
gotas que juguetean con la brisa, calentando entre el bosque
algún alimento emergente para saciar en algo, el hambre de
los míos, buscando siempre dar la mejor salida como guía,
esposo y padre a cada paso y obstáculo encontrado.
En Boliche, pequeña playa en donde descansamos por última
vez, encontré mi impulso final para llegar a nuestro destino,
nunca hice notar mi cansancio a mis compañeros de viaje y

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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apoyado por mi cuñado Tarciso, teníamos que culminar el


recorrido. Fue el amanecer del quince de octubre, muy
temprano nos levantamos a preparar las cargas para asegurar
en las acémilas, con el estómago lleno y las provisiones al
alcance, partimos con rumbo a Gualaquiza, pasando por
Aguacate y sectores aledaños caminábamos sin descanso
mientras que mis hijos Olegario, Ángel y Ruperto llevaban a
los perros y entre juegos y preocupaciones olvidaban que sus
piernas eran humanas, yo los miraba con disimulo, su fuerza y
energía jamás desmayaban, por lo que en mis plegarias,
agradecía a mi Señor por tanta misericordia y porque siempre
estuvo guiando nuestro camino.

Gualaquiza de antaño.

Como a las cinco de la tarde de aquel quince de octubre de


1961, volví a ver ese pueblo soñado por el que aposté con mi
propia vida, sobrepasando inclusive la sensatez y la mínima
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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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razón al exponer a semejante riesgo a toda la familia, pero mi


recompensa fue única al contemplar aquellas casas del
pueblo, mirar con admiración la hermosa fachada de la iglesia
salesiana, era como un aliciente para nuestra llegada. Un poco
más les dije, nuestra finca estaba a dos kilómetros de ahí,
teníamos que coronar nuestro reto y para llegar a la casita,
sólo nos faltaba el último obstáculo, teníamos que cruzar el río
Gualaquiza, éste no contaba con un puente y que por tanta
llovizna permanecía caudaloso, me partía el alma cuando
miraba a mi esposa llorar por la angustia y el miedo de entrar
al río cargando en su espalda a Joselito, dándole ánimos y a
veces con dureza, atravesamos el caudaloso río, finalmente
estuvimos a cincuenta metros de encontrar y abrir la casa de
los sueños y de los nuevos derroteros, que desde ese día, se
convertiría junto a mis amados hijos y esposa adorada, en el
nuevo hogar anhelado.
Fueron quince días con sus noches que al fin pude dormir y
relajarme en una humilde cama, pero con un sentido y calor
de hogar. Al despertar muy temprano pude escuchar el
murmullo del río, el trinar de pájaros y demás aves del campo,
el mugir lejano de vacunos me hacían imaginar nuevas
expectativas que ya se tejían en mi cabeza. Con mi primera
mirada hacia el horizonte pude contemplar lo inmenso del
bosque, con pambiles y copales, con guarumbos y porotillos,
pequeñas huertas de cañas y guayabas, potreros de gramalote
vacíos y entre éstos, decenas de papayas provocando con su
color y dulzura para deleitarnos como una forma de
bienvenida…gracias a mi Dios dije, exhalando desde lo más
profundo de mi corazón.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Manos a la obra me dije, tenía que trabajar y producir, seis


hijos que esperan a la mesa y una esposa trabajadora que
nunca se detiene, incansable buscando que hacer, haciendo
los milagros de madre para que nunca falte un alimento y sin
olvidar transmitir con amor las enseñanzas a sus hijos. Yo
mientras tanto, comprando unas vacas, las que nos proveerán
de leche y quesos, fue un buen comienzo, las huertas junto a
la casa eran ampliadas, cuidadosos tratos recibían los árboles
frutales para potenciar su productividad, entre éstas y otras
cosas, fueron realizándose las primeras actividades para armar
el nuevo espacio de nuestro hogar.
La casita en donde llegamos era de adobe y muy pequeña, por
lo que decidí construir una más grande y acogedora, tenía que
ser de madera aprovechando los árboles que tenía en la finca.
Con la llegada y apoyo de mi buen amigo Pepe Sánchez y con
su experiencia pudimos preparar las tablas, vigas, durmientes
y soleras, más la ayuda solidaria de vecinos, pude levantar mi
primera casa en el oriente y así dar mayor protección a mi
familia que crecía, y fue en este lugar, donde Dios nos bendijo
con mi séptima hija a quien le puse por nombre Luz Marina y
cumplir con la iglesia fue lo primero que teníamos que hacer,
acudiendo a mi sobrino Eugenio Cárdenas Rodas esposo de
Otilia Sarmiento les pedimos que sean los padrinos de nuestra
pequeña, así celebramos en familia la bienvenida de la
séptima hijita y le presentamos ante nuestro Dios y Señor en
la iglesia matriz de Gualaquiza para el rito de cristiandad.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Iglesia Matriz de Gualaquiza.

Mientras tanto mi esposa jamás descuidó buscar, gestionar y


matricular en la escuela a los pequeños. Estábamos a dos
kilómetros del centro poblacional donde los esperaba la
escuela salesiana, demasiado lejos para asistir, teniendo en
cuenta que debían cruzar los ríos Gualaquiza y Yumaza que
con sus volúmenes de agua traían riesgos permanentes, más
la travesía por cumplir el recorrido que siempre estaba con
fango y tierra resbaladiza que por las constantes lloviznas
permanecían así casi todos los meses del año. Estas molestias
e incomodidades me hicieron pensar mucho, razón por la que
tendría que buscar un nuevo vecindario.
Tres años me esforcé tratando de mejorar la producción
agrícola y ganadera en esta finca, pero su nombre lo decía
todo "Salado", así se llamaba ese sector, las huertas no
producían como era de esperar, el pasto no alimentaba lo
suficiente al ganado vacuno por lo que decidí buscar otro

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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lugar, otras tierras más benignas que satisfagan nuestras


necesidades básicas.
Ya conocedor de los pocos habitantes del pueblo, acudí a casa
de don Polibio Ávila, hombre de noble corazón con quien
acordamos que me daba una finca en concesión, ubicada por
el sector llamado Bomboiza, tierra muy pródiga y generosa
para el cultivo de yucas, plátano, café, cacao y árboles frutales
que ayudaban y completaban el menú diario, frutos con los
que mi esposa se esmeraba preparando sus manjares.
Recuerdo en la época de chontas, muy difícil su cosecha, pero
eran un deleite al paladar, más las plantas de guabas y
zapotes, mandarinas, naranjas, limones y toronjas, que
repletas en sus ramas recogíamos para ayudar en el sustento
diario y saciar la sed de aquel abrigado clima.

Camino hacia Gualaquiza.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Para llegar a la nueva finca desde Gualaquiza, se viajaba en


carro hasta la orilla del río Bomboiza y para cruzar se utilizaba
una canoa, que era un rústico bote tallado en madera e
impermeabilizado por experimentados maestros para dar
seguridad a los viajeros y soportar los golpes de fuertes
oleadas de aquel caudaloso río.

Río Bomboiza.

Las enfermedades siempre estaban presentes en la familia,


por el clima cálido húmedo, el mosquito que transmite el mal
de malaria, las serpientes venenosas que acechaban a
menudo, las interminables lloviznas y crecidas inesperadas de
los caudales de los ríos; en cierta ocasión naufragamos,
mientras cruzábamos en caballos aquel peligroso río
Bomboiza, casi perdí a mi esposa Rosita y a mi hijo Ángel
cuando su caballo tropezó en su cauce, recuerdo cómo se
perdían y volvían a aparecer entre olas y espumas ante el

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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fragor de la naturaleza, impotencia por ayudar y salvarlos, mi


angustia infinita transformado en lágrimas sin saber qué hacer
y levantando la mirada al cielo pedí, al único capaz de
socorrerme; que si lo conseguí…una fuerza poderosa llegó y
extendiendo su mano, supo rescatar a los míos y llevarles
hasta tocar la orilla. Desde aquella trágica tarde y hasta el día
de hoy seguimos recordando en familia y agradeciendo aquel
eterno milagro conseguido.
Además de otras incomodidades climáticas como los
inesperados e implacables soles que nos quemaban hasta los
mismos huesos, la voluntad se quebraba al ver que agentes
externos amenazaban la salud de todos, pero ante tanta
adversidad también encontrábamos alicientes en nuestras
huertas medicinales o en algún médico comunitario, sin
olvidar que siempre estábamos rodeados de vecinos amables
y solidarios para compartir buenos momentos y hacer más
llevadera la vida en comunidad.
Los tiempos se cumplen por decisión de la mano Divina, para
evitar un tropiezo se encuentra una manera de sortearlo,
después de una tormenta llega también la calma y un regalo
maravilloso para la familia fue cuando aquí en Bomboiza nació
mi octava hija y que, para heredar los nombres de familiares,
decidimos llamarle Olga Piedad. Considerando la buena
amistad que teníamos con don Polibio Ávila y su esposa
Lucrecia Ordóñez les propusimos una relación mayor, que
sean padrinos de nuestra pequeña, ellos aceptaron gustosos
ser parte de una familia religiosa, acristianando ante nuestro
Señor; no quedaba ahí el formal compromiso, se materializó
con un obsequio inesperado, pues nuestros compadres dieron

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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como dote, un burrito, demostrando el cariño a nuestra


Olguita Piedad.
La intuición y sabiduría humana fueron los dones entregados
por el mismo Creador a toda mujer, nunca dudé del trabajo
silencioso de mi esposa, que a través de una sutil enseñanza,
iba formando a su medida, la siembra no tardó y muy
temprano pudimos cosechar, nuestros hijos ya se iban
distinguiendo en la escuela, por sus buenas calificaciones,
conducta y puntualidad por lo que se hicieron merecedores de
reconocimientos, es así que fueron aceptados como
estudiantes internos en el centro salesiano de Gualaquiza con
derecho a comida y un espacio cómodo para dormir. Fue el
padre Otto Riedmayer, que, por el año de 1963, en un
constante acercamiento con mi esposa, logró esta inmejorable
ayuda para mis hijos Olegario, Ángel y Ruperto. El padre Elías
Morales fue el formador permanente de nuestros niños y al
terminar la escuela, mi primer hijo tuvo la gran oportunidad
de salir a estudiar en Cuenca en un colegio salesiano, gracias a
las recomendaciones de Luis Delgado que estuvo de director
de la escuela en aquel entonces, luego con el apoyo del padre
Franco Fornari salió Ángel, mi segundo hijo, también al mismo
colegio salesiano. Me sentía agradecido y beneficiado a la vez
por tan importante ayuda de la Congregación Salesiana, yo no
tenía la capacidad económica para darles una educación que
ellos merecían, en fin, de lo que estuve seguro es que nuestro
Dios y Señor nunca nos desamparó.
El tiempo transcurre inexorablemente; recordaba en mi
interior y me decía, “mis fuerzas las tengo aquí conmigo”, “no
voy a desmayar mi Dios”, “acompáñame y guíame por donde

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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vaya”, “Tú sabes de mis necesidades”... y después de un Padre


Nuestro y un Ave María, reflexionando sobre mis objetivos,
me impuse un nuevo reto, era por el año de 1965, éste
consistía en devolver aquellas tierras que las tenía en
concesión en Bomboiza, vender la finca en el sector de El
Salado y comprar una nueva finca por el sector de La
Dolorosa, la misma que estaba a unas tres horas de camino
del centro poblado de Gualaquiza, caminos de tierra que se
podía llegar solamente con acémilas adiestradas para dicha
travesía, esta finca colindaba con la de mi sobrino Eugenio
Cárdenas y fue él mismo que me recomendaba, su exuberante
riqueza natural para la siembra de pastos nutritivos y mejor
crecimiento de ganado vacuno, fueron motivos para tomar
una nueva alternativa para mejorar la calidad de vida de los
míos.
Detrás de una persona valiente y decidida hay una familia que
le hace más fuerte y tomando a mis hijos y a mi fiel esposa nos
trasladamos a terrenos propios, lo que siempre fue mi
prioridad, poseer y disponer a nuestra voluntad de los
espacios para cultivar huertas y árboles frutales que
produzcan alimentos a corto y mediano plazo, para así
satisfacer el diario vivir de la familia.
Cargando cobijas y ropas, vajillas y herramientas, animales y
recuerdos, nos marchamos al sector La Dolorosa, me parecía
un evento más que tenía que culminar, mis pequeños eran
quienes me inspiraban a hacerlo de buena manera, ya lo viví y
superé viajes más complicados, con la bendición de Dios,
coronamos con éxito este viaje de cuatro horas, después de
un extenuante recorrido entre la selva, cruzando incómodos

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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riachuelos, llegamos completamente manchados de lodo


porque cada resbalón era una caída segura, mientras que las
acémilas firmes saltando y esquivando los camellones de
barro, avanzaban cargando en sus lomos a nuestros tesoros.

Cascada.

No me cansaba de admirar a la exuberante naturaleza, de


árboles frondosos, de lirios y orquídeas, de pastos y sembríos,
de lluvias, de soles y esperanzas. Recorriendo nuestra nueva
finca más me enamoraba, ya me imaginaba pastoreando al
ganado confundido entre el nutritivo gramalote. Para aquel
entonces al bosque lo miraba como mi aleado y adversario a la

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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vez; aleado, porque de su suelo aprovecharé los nutrientes


para mis siguientes siembras y adversario, porque me
enfrentaré con el hacha y machete para derribar todo árbol
que se ponga en mi camino… necesitaba cultivar los alimentos
y forraje, para ello estuve decidido a someterlo a mi capricho
con la fuerza mismo de un desmotador.
No podía faltar un grito emocional en la familia, también de
sustos y alegrías de esperanzas y sueños, es que llegó a
nuestras vidas la novena hija, y así lo recuerdo, sucedió en
aquella noche del doce de marzo, asistida por la comadrona
Otilia, pudimos ver nacer y escuchar el llanto de nuestra
pequeña hija, sana y fuerte nació, creció como los robles del
campo y libre como las aves del cielo y envidiada por el mismo
arco iris que se escondía presuroso... así crecían y se
fortalecían mis hijos, sin olvidar ni un momento las
enseñanzas de su madre, mensajes que se grababan en sus
mentes y corazones, de cuyos valores después me sentía
orgulloso.
Festejando el nacimiento de mi nueva mujercita, “a presentar
opiniones” pedí a mi cercanos, sugerir por favor un nombre
que marque su identidad en su tierna inocencia, entre risas y
asombros, de almanaque no dispongo para consultar me
decía, y ante esto no podía faltar la insinuación de mi sobrino
Eugenio con su propuesta que al final terminamos aceptando,
Orfelina Yolanda será su nombre y así fue inscrita. Esta fiesta
aún no terminaba, teníamos que acristianar a nuestra hijita y
visitando a nuestro paisano originario del Azuay le pedimos
que acepte ser nuestro compadre, Guillermo Choco y Celita
Astudillo, ellos así lo decidieron y desde aquel día serían parte

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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de nuestra familia católica que desprendiéndose de haberes


dieron como recuerdos sendos regalos a mi pequeña Orfelina
Yolanda.

Yolita Rodas.

Pasaron semanas y meses, ya poseía una cuantas vacas,


cerdos, cuyes y aves de corral, la tierra era buena, no faltaban
las hortalizas que eran la especialidad de mi esposa, las
papayas, guabas y cañas ayudaban al sustento diario, pero mi
corazón de padre y mi alma de aventurero jamás se
doblegaban, siempre quise más para los míos, a mi manera de
ver, aún faltaba algo como para sentirme satisfecho, y ante
una nueva propuesta de compra y venta de fincas concreté
negociar nuevos terrenos, que vendría a ser la quinta parada
desde que llegamos a este hermoso oriente de oportunidades.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Fue Juan Orellana, mi vecino colindante, con quien


concretamos y cerramos el negocio, una finca mucho más
grande, de ciento veinte hectáreas más o menos, tierra con
sembríos y con más fuentes de agua, por lo que aposté por
mejores días, sin importar que nuevamente con mi familia
debíamos trasladarnos a otro lugar, por lo que rápidamente
comencé las negociaciones para vender la propiedad que nos
había dado un relativo éxito; fueron los hermanos Carchi,
también oriundos del Azuay a quienes entregué a buen precio
mi querida finca; dineros frescos llegarían para cumplir con
mis compromisos.
En esta nueva finca mi situación mejoró en gran medida,
teníamos más ganado, el cual nos proveían de alimentos, las
huertas de guineos, plátanos y oritos que nunca nos faltaron,
los cercos llenos de frijoles permanecían todo el año, las
papachinas y chontas que eran nuestro deleite, luego con la
siembra de caña y con el adecuado proceso teníamos las
panelas y elementos afines, ampliando el radio productivo de
la caña, armamos el sistema para producir licor artesanal, fue
un éxito emocional, obtenía un producto para comercializar y
mejorar nuestra situación económica.
La Dolorosa era el nombre de este lugar, pero los resultados
en aquel recinto fueron favorables. Aquí logré construir la
segunda casa hogareña de madera, totalmente de Yumbingue,
mi vecino y buen amigo don Víctor Placencia, en calidad de
carpintero me ayudó a cumplir con este objetivo, no podría
olvidar la asistencia de un buen compañero y me refiero al
maestro Shiñín, que estuvo siempre cerca ayudándome en
muchas tareas en el campo.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Ya por el año de 1968 regresa desde Cuenca mi hijo Ángel, fue


una alegría tenerle a mi lado y contar con su aporte en los
trabajos de casa; mientras que mi tercer hijo Ruperto, tan
comprometido por ayudarme y entendiendo la difícil realidad
económica que vivimos dos años atrás, decidió retirarse del
colegio, después de haber aprobado el ciclo básico.
Más seguro me sentía al tener a mis dos hijos
acompañándome, con diecisiete y quince años
respectivamente eran ya unos hombres que aportaban mucho
en las tareas de campo y en la construcción de la casa grande
soñada, Ángel aportaba con su astucia y Ruperto práctico y
seguro, hacían el dúo esperado y que todo padre se
enorgullece.
Mientras tanto mis hijos menores se quedaban en Gualaquiza,
en una casa rentada para que asistan a la escuela, aquí
empiezo a ver a mi princesa convertida en la heroína de la
familia, mi Blanquita María, la estudiante, la segunda madre,
empeñada en no permitir que sus hermanos menores pasen
hambre y frío…hija mía Dios marcó en tu frente la luz que
ilumina tu gran camino.
Cada día se iba queriendo un poquito más a la bendita tierra
que acogió a mi familia, tierra de suaves brisas que suenan en
armonía acompañando al canto de las aves, llovizna eterna y
pródiga para la vida, selva robusta de árboles frondosos
perfumados por maravillosas orquídeas, ríos amenazadores
que truenan en sus lechos y cargan en sus cauces pesos
infinitos, mi Dolorosa querida, me enseñaste tu furia y hoy de
arrodillas derrotada le das consuelo a mi vida y de aquellos a
quienes amo...

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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La vida es infinitamente hermosa y la misericordia de nuestro


Dios jamás nos olvidó, el amor de Rosita y el mío, nuevamente
fue bendecido con una décima hija, el mismo y misterioso
oriente quiso festejar a su anfitriona, pidiendo al cielo ser
protegida de sus temores y fue un doce de febrero de 1970,
fecha en la que se conmemoraba el día de la Amazonía o
también llamado el día del Oriente ecuatoriano, cuando un
grito rompió el silencio y el rayo de sol calmó los dolores de mi
amada Rosita, nuestra hija nació sana y fuerte para alegrar a la
familia, Janet Marlene será su nombre para eternizarlo con su
historia. Sus padrinos fueron don Arnoldo Hurtado y su esposa
Delia Choco, amables vecinos que nunca olvidaron extender
su mano solidaria a nuestro favor.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Janet Rodas.

En la finca continuaban los trabajos con la molienda, un


trapiche que no se detenía, tanques de guarapo fermentando
y pailas de guarapo hirviendo, licor y panelas acumuladas, un
alivio y una esperanza a la vez, por otro lado, los potreros con
buena estampa, el gramalote listo para alimentar al poco
ganado, la verdad no pasaban de quince vacunos, pero lo
suficiente para una básica alimentación, gordos cerdos
paseaban por los patios cercanos y abundantes gallinas

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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pintaban un panorama acogedor, las huertas siempre


bendecidas por las manos de una gran mujer que jamás dijo
estar cansada, solo buscaba calmar el hambre y el llanto de
sus hijos.
Mi hijo Olegario, al terminar los estudios en Cuenca regresa a
Gualaquiza y va a trabajar de maestro en una escuela rural
dentro del mismo distrito provincial, después de un espinoso
sacrificio, lucha y perseverancia, encontraba el premio
esperado, mientras que mi otro hijo, Ángel, decide cumplir sus
sueños, por lo que debe regresar a Cuenca a continuar con los
estudios, ya eran los años setenta y uno, recuerdo aquel día
de sentimientos encontrados de alegría y de tristeza, de
alegría porque mi hijo no claudicaba por alcanzar sus sueños,
a costa de todo sacrificio; y de tristeza, porque ya no lo
tendríamos en nuestro hogar, quien después de recibir la
bendición de Rosita y el mío, le vimos perderse entre la
maleza y los arbustos, “se fue mi hijo sin fecha de retorno
pero lleno de esperanzas...”.
Con el paso del tiempo y gracias al trabajo tesonero de todos,
se puede construir una pequeña casita en el centro de
Gualaquiza, un espacio propio para descansar y dar refugio
seguro a mis pequeños estudiantes, teníamos una estabilidad
económica moderada y una paz relativa, la época de
turbulencia parece haber dejado atrás, quedaba el
encarnizado recuerdo de los sufrimientos, caídas y desalientos
vividos, pero todo valió la pena, más aún con mi hijo Ruperto
convertido en un hombre responsable y bondadoso, siempre a
nuestro lado para levantarnos y animarnos a seguir en la
lucha...

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

La recompensa al trabajo tesonero y honrado llegó, era el


tiempo de disfrutar y de vivir mejor, mis diez hijos dignos
representantes de sus padres, eran nuestro mayor orgullo y el
regalo más grande que nos pudo dar nuestro Padre Celestial,
los años pasaban inexorables, yo contaba con mis cincuenta y
tres años de edad, me sentía fuerte y listo para aceptar un
siguiente reto que llegó de manera inesperada, mejor
propuesta no podía ser, mi mundo y mi camino estaban
marcados para competir y nunca me negué a hacerlo, pero
con una diferencia, tenía muchas más herramientas y agallas
para triunfar, una nueva y mejor finca por sus terrenos más
productivos, con muy buena cantidad de ganado vacuno y
huertas por doquier. Nunca me cansaré de repetir y dar
gracias a nuestro Dios y Señor porque vine en busca de una
mejor calidad de vida para mi familia y estoy a punto de
conseguirlo, me decía entusiasmado, mientras maquinaba la
manera de lograrlo.
La Dolorosa me permitió generar una nueva y maravillosa
historia... en esa bella tierra aprendí a convivir con la
verdadera naturaleza, inhóspita y a la vez encantadora,
aprendí a enfrentarla y someterla a mi favor, exprimí de su
suelo la riqueza hasta el punto de saciarme, y brindar de su
néctar a mis hijos... ahora me voy tierra hermosa y bendecida
por el Señor, dejaré a mis vecinos, mis viejos amigos y
compañeros de fiestas esporádicas, de manos generosas y de
saludos atentos. Don Ángel Patiño, Víctor Quezada, Rafael
Angüisaca, mi querido Eugenio, mi recordado Segundo Espíritu
Carchi y más amigos del recinto, me voy, pero los llevo
conmigo eternamente grabados en mi mente y corazón.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Una vez vendida la finca de La Dolorosa a Raúl Patiño, nos


marchamos a la provincia de Zamora Chinchipe, recinto el
Güismi, a dos horas desde Gualaquiza en vehículo, allá será
nuestro siguiente destino, fue don Amadeo Chuqui a quien
compré el terreno de treinta hectáreas aproximadamente.
Como siempre tuve el apoyo de mi fiel y abnegada esposa, a
quién no tengo como agradecerle todo lo entregado, siempre
se sumó para cumplir el objetivo, nunca me negó su apoyo,
cargando en su espalda a las pequeñas, procuraba llegar
empujándolas con amor de madre, cuidando que nadie quede
rezagado, fue mi baluarte en todas las travesías, claro,
también este nuevo reto, Rosita tiene bien ganado la corona
de reina y soberana de toda la familia.
Mi valentía no desmayaba porque mi hijo se convertía en mi
escudo y fortaleza, era quien me impulsaba, “ya no había mi
verdad absoluta”, escucharle era la mejor salida, es que a mi
lado se amoldó el corazón de un hijo inteligente que jamás
engañaría a su propia vida, Ruperto fue aquel niño que
renunció a sus juegos y fantasías infantiles para convertirse
tempranamente en guerrero, renunció adiestrar en su mano
un lápiz, para empuñar el hacha y un machete, para contribuir
con el pesado trabajo de su padre, abandonó jugar con una
pelota sobre un ripio preparado, para batir el lodo con sus pies
descalzos y a veces ensangrentados, un pestilente fango que
en cada tropiezo marcaban las huellas eternas que dejaba el
camino tortuoso, para convertirse en un hombre indómito de
grandes valores, con amor incondicional para su familia.
...Ya en la nueva finca teníamos que hacer notar nuestra
mano, la experiencia ganada en nuestro recorrido por la vida,

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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ya sabíamos todas las acciones a tomar, comenzando por


pequeñas huertas, luego desmontes de pequeños y medianos
bosques, posteriormente la siembra, la cosecha de esos frutos
bien ganados “con el sudor de nuestra frente”, frutos que
estarían allí en abundancia con la bendición de nuestro Dios...
Los potreros llenos de ganado, equinos que deslumbran gracia
al galopar, chancheras agolpadas que armonizan con gruñidos
un ambiente natural, gallinas que perdidas entre la grama
corren presurosas por llenar sus nidos, mientras que mis
pequeñas juegan y respiran paz, llenas de inocencia,
irradiando felicidad por doquier.
Para no perder la costumbre, en cada finca íbamos también
dejando nuestra marca, me refiero a la construcción de
nuestra tercera casita hogareña, con mis hijos Ruperto, el
maestro y Jaime de soporte, levantamos el acogedor espacio
que sería el último rincón de alegrías y sueños cumplidos de
fantasías y también de nostalgias.
Con el paso del tiempo, mis silencios, mis noches de desvelo y
el palpitante corazón me decían que vendrían tempranamente
otras despedidas; así fue que mi heroína, mi primera hijita
decidía marcharse a estudiar en Cuenca. Cuando sentí un
dolor en mi pecho, entendí que cargaba un corazón, y que ese
corazón ya no era mío, les pertenecía a mis hijos y apretando
los puños acepté despojarme de mi Blanquita María, que no
se iría sola, junto a ella Jaimito también se despedía. Los
bastiones y refugios de mi vida estaban allí para apoyarme,
Ruperto con la fuerza de un hombre, más el consuelo de mi
esposa que gemía al ver partir a sus hijos, fueron los pilares

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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para luchar con empeño sin nunca perder mis esperanzas por
días mejores.
...Mis hijas, Luz Marina y Olga Piedad terminaban sus estudios
del colegio, ya graduadas tuvieron la oportunidad de trabajar
como maestras en algunos centros educativos del entorno,
otra satisfacción que me regalaba la vida a través de mis hijas,
el aprecio que recibíamos de los vecinos era muy placentero.
No puedo dejar de mencionar también mi hijo Jaime en su
momento fue maestro de escuela en un recinto llamado
Chatuza, ubicado a dos horas de nuestra finca, ese es otro
lindo recuerdo grabado en mi memoria, otra huella para bien
de todos, porque la familia crecía marcando un nombre y
apellido en esta Amazonía de oportunidades.
Mientras tanto mis primeros hijos encontraban el amor para
sus vidas, los espacios hogareños se notaban por las
ausencias, las nostalgias golpeaban los corazones de Rosita y
el mío propio, pero como siempre fiel y cariñosa con un dulce
suspiro mi esposa me consolaba recordándome la calidad de
hijos que habíamos formado. Ya no estaban todos para
compartir alegres tardes deportivas, con risas más cortas y
sillas vacías en el comedor, hacían temer de un presagio que
pronto llegaría una oscura tarde. Ruperto, mi hijo de mil
batallas se marchaba también, hasta que llegó el momento
menos esperado, tuve que entender de la mejor manera
sabiendo que él deseaba encontrar su propio camino, un
camino merecido, un premio que sólo de nuestro Dios le
faltaba, le recordaré ayudando a sus hermanas con firmeza, y
en la tarde meciéndolas en sus brazos con amor, ordenando

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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encomiendas hacia Cuenca porque presentía las necesidades


de sus hermanos y éstos le agradecían en silencio.
...Mi hijo Ruperto, tuvo que salir a buscar sus sueños, lo que
había aprendido con los suyos, iría a poner en práctica con la
mujer que sería la dueña de su vida y con su descendencia que
pronto vendrá, hoy es feliz junto a su esposa, sus hijos
también han crecido y ahora es un formador de juventudes
cristianas, haciendo presencia de vida y de recuerdos en
nuestro querido Gualaquiza.
Más tarde por el año de 1981 regresa desde Cuenca mi hija
Blanquita acompañada de su joven prometido que después de
cumplir con la fe que profesamos y con nuestra bendición
formaron el hogar que se prometieron. Lucharon por mejorar
su situación laboral, al igual que sus hermanos, también
trabajaron como maestros de colegio en el cantón El Pangui,
situado a una hora en vehículo desde la finca. Golpes
demasiado fuertes recibieron en sus almas, sus corazones se
destrozaron terriblemente, cuando sus dos primeros hijos
fueron arrebatados al cielo, pero muy pronto Dios les bendijo
con otros hijos. Hace algunos años salieron del país para mirar
otros horizontes y en algo aplacar una herida incrustada en el
pecho, ahora lejos de nuestro mundo son consejeros
matrimoniales, dejando así ejemplos de vida. Enseñando a sus
hijos y nietos las costumbres recibidas de su maestra y madre
a la vez, ahora viven en Madrid, pero seguimos cerca porque
nunca cortamos el cordón del amor que nos une eternamente.
Mis hijos Ángel y Joselito se alejaban más de nuestro
Gualaquiza, desde Cuenca se dirigieron muy al norte con la
esperanza de mejorar su economía, tuvieron buenas

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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propuestas laborales, las que no dudaron aceptar. Ángel tuvo


mejor suerte, sin olvidar que todos hemos pasado por
momentos difíciles antes de cumplir un objetivo y en largas
jornadas laborales fue cosechando con réditos lo soñado, con
el apoyo e intuición de su esposa, acertaron el camino de la
prosperidad, hoy tiene una familia consolidada y digna de
respeto en su nuevo mundo que los acogió, en su Cotacachi, la
ciudad de triunfadores.
Por estos mismos tiempos, mi hijo Olegario desde Cuenca
regresa a Gualaquiza con su esposa e hijos, tuvo una
propuesta muy importante que no podía rechazar, y como
para no perder la inclinación familiar, llegaba a trabajar como
profesor en el colegio de la ciudad, lo sentimos junto a mi
esposa como una linda compañía al saber que nuestro hijo
estaría cerca compartiendo ese amor con una nueva y
hermosa familia de su joven hogar.
...A mis sesenta y cinco años, después de muchas y difíciles
travesías, empecé a sentir el efecto de mis golpes y caídas, de
los gélidos momentos y los rayos de sol implacables, del rigor
y trajín de largas jornadas laborales y en algunas noches de
nostalgia y soledad intentaba recordar aquellos parajes,
cerros, selvas y valles conquistados, mas, abriendo los ojos,
solo encontraba a mi lado la mujer que Dios con su sabiduría
me supo dar como fiel esposa y compañera, mujer más fuerte
y amorosa no hubiera encontrado en mi mundo, la madre que
dio forma y entregó su corazón a cada uno de sus hijos, que en
el camino extendió sus brazos amorosos para proteger y
enseñar con humildad la grandeza de un mundo pero sin
doblegar la cerviz, para así poder cosechar sonrisas llenas de

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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paz, que felicidad poder tener a mi lado a tan noble, amorosa,


tierna y fiel mujer, de una fe inquebrantable, de una bondad
inmensurable...
...Güismi querido, mi último rincón de alegrías y recuerdos
silenciados por el tiempo, ya no están mis hijos, mis últimas
hijas Marina, Olga, Yolanda y Janet también se fueron, es
compresible, ellas también fueron en busca de sus sueños,
pero sin saber que su partida dejaría el corazón roto en mil
pedazos de sus amados padres, las risas, llantos y danzas se
esfumaron, lo tomaré como una respuesta al amor que tuve
en mi corazón pero que no supe cómo entregar.

Fraternizando con los vecinos.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Tenía que en algún momento llegar una catástrofe, no


siempre podemos tener una línea de vida en relativa
constancia emocional, un tres de abril de 1984 nos llegó el
estruendo que reventaba en nuestros pechos, la angustia
infinita de querer y no poder salvar, porque ya estaba escrito
en el mismo cielo la cruz que teníamos que cargar, fue aquel
desdichado domingo cuando mi hijo Joselito cayó para no
levantarse como un muchacho alegre, fuerte, despierto y
estudioso, su accidente doblegó su cuerpo pero no su espíritu
indómito e inquebrantable, dura lucha al frente, la descarga
eléctrica, cual un rayo fulminante le condenaría a vivir en una
gran incapacidad física que lo ataría a una silla de ruedas de
por vida, pero resurgiendo como el ave fénix lucha
diariamente por conseguir sus sueños, él está triunfando a
pesar de todo, sigue cuidando de sus padres con dedicación y
amor, gracias Dios mío por darle la fortaleza necesaria para
continuar su destino...
Mi nostalgia se acrecienta, cuando mi esposa se trasladó a
Cuenca por cuidar y acompañar a sus hijos e hijas, yo quedé
en la finca con ayudantes contratados para las labores del
campo, siempre estaban de visita Ruperto y Olegario que me
alegraban los fines de semana. La tierra bendecida nunca
descuidó proveer de alimentos, los potreros un tanto
descuidados anunciaban una temprana despedida, mi salud
deteriorada no permitía trabajar para conservar los sembríos
en buen estado, por lo que debía tomar una difícil decisión, de
renunciar al hermoso mundo que construí junto a mis hijos,
ellos me siguieron por todos los caminos que indiqué y ahora
iré detrás de ellos por caminos nuevos que nunca soñé.

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Ha llegado el momento más cruel de las despedidas, treinta


años de sembrar afecto y recibir sonrisas, treinta años de
construir un espacio digno para recibir respeto, cariño y
admiración, cientos de amigos que siempre me dieron la
mano y que jamás fueron engañados, ese es mi mejor premio
conquistado y legado para mis hijos.
... Pepito Sánchez, don Zambrano y don Carreño son algunos
de tantos vecinos que recordaremos. En mi gran Gualaquiza,
tierra linda para triunfadores, se quedan mis compadres y
amigos de barrio, Guillermo Choco, Polibio Ávila, los hermanos
Ariosto, Venancio y Eduardo Calle, como no olvidar a Víctor
Nieves y Víctor Samaniego, César Arévalo y Juanito Orellana,
más los días compartidos con Miguel León, recuerdos de
Manuel y Alejandro Guzmán, Luis Delgado entre muchos más,
leales amigos que no dudaron y confiaron en mi palabra,
mientras atravesaba las más duras necesidades, conocedores
de nuestro ímpetu soñador, que no éramos capaces de
claudicar por infames momentos, hombres y amigos con
quienes juntos saboreamos el néctar del triunfo, así unidos
nos mantuvimos hasta aquella oscura tarde de nuestra
despedida.
Ya en Cuenca, entendí que sería mi estadía final, acompañado
por mis hijos y esposa iba recuperando mi dañada salud, poco
tardé hasta encontrar y adaptarme a mi nueva actividad,
siempre asesorado por mis hijas, nos manteníamos a flote en
nuestro diario vivir. Por supuesto que extrañaba aceptar el
brusco cambio de vida, de tierras fértiles y árboles frondosos
por calles adoquinadas y edificios de hierro y cemento,
confieso que deseaba renunciar al primer intento, pero un

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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espejo me decía que llegaba el tiempo de meditar, de mirar a


mi entorno y que era tiempo de cambiar.
Mis hijas e hijo, encontrando a sus parejas formaban el hogar
añorado, crecía la familia, nuevos amores, nuevos encuentros
de felicidad que también lo disfrutaba al ver a mis hijos
realizados.
Decía antes y también lo digo ahora, todo amanecer marca el
inicio de un nuevo día y con ello vienen más necesidades
dentro de cada hogar. Entre los años mil novecientos noventa
al noventa y cuatro, mis hijos deciden emigrar del país:
Olegario, Jaime, Blanquita, Olga, Marina y Janet se despedían
con la incertidumbre de poder encontrar el camino correcto
para llegar a sus metas, como ven, terminábamos de celebrar
un encuentro familiar de buena convivencia en Cuenca y
reiniciamos con tristes despedidas, con aprietos económicos
para cumplir pagos a coyotes para sus viajes. Todos llegaron
bien, unos más tarde, alguien con mejor suerte, pero
cumplieron con sus objetivos y sueños.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Visitando Chicago.

Por el año dos mil, mis hijos solicitan los permisos respectivos
y calificamos junto a mi esposa Rosita para viajar a Canadá y
luego a Estados Unidos. Una gran alegría y una nueva travesía
se presentaba en mi vida, estuve ya acostumbrado a estos
retos y en esta vez tenía la certeza que sería con menos
riesgos, aunque temeroso por un mundo totalmente
desconocido.
No dudo comparar y decir lo que pienso, es mi realidad vivida,
hace pocos años atrás estuve orgulloso de cabalgar por el
campo, de salir a cuidar del ganado y cosechar los frutos
bendecidos, mientras que ahora cambiaré por una enorme
máquina voladora que me llevará, atravesará montañas,
mares y ríos, para ya en la tarde dar y recibir el cariño de mis
hijas expresado en abrazos y besos, tendré que cambiar mi
humilde comedor de campo que junto al fogón de leña verde

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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me provocaban parpadear acompañado de unas cuantas


lágrimas, ese, mi pequeño y hermoso mundo lo reemplazaré
por suntuosos y grandes restaurantes en donde nunca
imaginé encontrar a tanta gente deleitándose a su antojo de
sabores y aromas culinarios; con la natural inquietud y mi
prudente mirada me adaptaba a la nueva selva de hierro,
cemento y asfalto, de trenes, vehículos y barreras de miles de
personas que se mueven y corren como enloquecidos por
conseguir ese algo que pronto termina.

Bodas de oro en Chicago.

De regreso a mi país pude compartir con la familia las


hermosas experiencias vividas en aquellos e inmensos mundos
de costumbres y colores distintos, de haberles conocido a la
tercera generación: los nietos y también a familiares que
habían salido del país, muchos años atrás.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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El tiempo transcurría y mis viajes a Chicago, Toronto, Nueva


York, se incrementaban con lindos momentos, sin olvidar el
cariño compartido de mi familia, al llevarnos por segunda vez
al altar, para recibir la bendición y dar el voto compromiso de
bodas de oro como fieles esposos ante nuestro Dios, de
amarnos y respetarnos hasta el fin de nuestros días, que
alegría de saber que la palabra empeñada a una bella doncella
que ha ido dejando su vida misma a lo largo de mis travesías
sigue a mi lado para paz y sosiego del corazón mío.

Visitando Canadá.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

Mis últimos paseos los hicimos a Madrid, Roma y a la ciudad


de México, a todos aquellos destinos siempre estuvimos
acompañados por alguna de mis hijas e hijos, ese nexo de
amor familiar fue construido en medio de tropiezos y caídas,
en cada momento de alegrías y de silenciosas lágrimas,
cuando teníamos frío y hambre también, fue un tiempo y un
espacio perfecto para valorar el esfuerzo y el trabajo
constante en busca del éxito, fue el tiempo propicio para
disfrutar de una vida con humildad, pero también para poder
decir que la vida a pesar de las vicisitudes vale la pena vivirla,
pero sobre todo para agradecerle a nuestro Padre Dios por
todo lo que nos ha dado a Rosita, a mis hijos y a mí...

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Visitando Europa

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

Compartiendo con la familia en España.

Hay que asentar cabeza decían mis viejos amigos, así que llegó
aquel momento de acogerse a un moderado estilo de vida, ya
por el año de 2018 nos despedíamos de mi familia que vivía en
los Estados Unidos, una triste pero consoladora retirada por
haber convivido un largo tiempo y conocedor también que
tienen muy buena salud, con trabajos fiables y espacios
seguros en donde descansar. Al tomar nuestro avión para un
retorno esperado le decía a mi Rosita, allá está Joselito, aquel
hijo truncado por cosas de la vida, Yolanda, Ruperto y Ángel,

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

soldados de la patria, que tomando su hoz y martillo pudieron


construir el propio castillo de sus sueños.
Nací en un mundo iluminado de colores,
Nací niño entre gritos y dolores,
Los colores han sido parte de mi existencia sufrida,
Los dolores la fuerza que me permitieron amar la vida.

De qué amor sobre el tapete enseñaría,


Si abrazos de mi padre, no tuve hijo mío,
Él vive en mis fantasías y en el alma mía,
Como un dulce recuerdo que me causa escalofrío,
A pesar de no tenerlo como compañía,
Quiero que su amor me acompañe en mi agonía.

Fugazmente te fuiste padre y maestro mío,


Temprano desperté en mi mundo vacío,
Dejaste mi vida en manos de tu heroína,
Dulce madre que me ha enseñado a vivir en armonía.

Como el tiempo avanza, como el viento corre sigiloso, las


huellas quedan y el vaivén de la brisa lo delatan, así marcan en
mi vida y en los míos el cambio natural esperado, con mis
dolores y las medicinas, que son ahora mi compañía y
alicientes que apaciguan la rutina.
Qué más podría pedir, cien años llevo, hasta mi cruz le siento
alivianada porque mis hijos desde distintos mundos vendrán a
festejarme. Me siento alegre ya que mi fiesta de cumpleaños
se hará en mi tierra natal, tierra de cañaverales y faiques, de
soles y vientos que acarician el rostro, mi Yunguilla querido,
dueño de mis recuerdos y amores, de familias y amigos
eternos.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

…Nos reunimos con la mayoría de mis hijos, entre anécdotas


tristes y felices, compartimos un delicioso almuerzo,
disfrutando de la compañía de quienes tanto nos amamos.

Valle de Yunguilla

...Léntag, Tobachirí y Cochaloma, hoy los contemplo con


nostalgia a pesar de que nuevamente tan cerca los tengo a mis
bellos rincones que nunca podré olvidar. Hoy en el atardecer
de mi vida, con ciento tres años cumplidos me resisto a creer
que mi partida está cerca, fue tan bien construida esta torre
que sólo Dios con su poder podrá derrumbarla. Escrito está, la
fe mueve montañas y en algo intento imitar esa fe que nació y
se fortaleció como un pilar de creencias y esperanzas en mi
vida cristiana.
...En Cuenca, desde mi ventana contemplo el perfil del
majestuoso Cajas, aprovechando los abrigados rayos de sol

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

para calentar a mi cansado cuerpo, desde aquí, desde mi


último rincón percibo esa paz que solo imaginaba y ahora la
siento mía, la siento cerca. A mis años conocí el mejor de los
alimentos, la oración que elevada a mi Dios es correspondida
con una estable salud y una paz que me irradia confianza,
ahora en el umbral de mi vida y como premio lo recibo
agradecido.
A mis hijos; Olegario, Ángel, Ruperto, Blanca, Jaime, Joselito,
Marina, Olga, Yolanda y Janet, queridos ángeles de aquel ayer,
hoy hombres y mujeres de bien, les dejo estas palabras
escritas porque quería recordarles que nada viene fácil para
acomodar una vida, cada cosecha llega después de recorrer un
camino, la siembra y levantar el muro demanda rudeza, llanto
e intuición; ustedes hijos míos me dieron ese don que nunca
tuve de mi padre, me marqué un estigma para nunca perder el
camino y dejar un legado cristalino de enseñanzas contario al
mío.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

Familia Rodas Hurtado.


A mis queridos nietos; Alex y Leslie, Geovanny, Paúl y Danny,
Juan Carlos, Diego y Ruth, Francisco, Fernanda, Juan Gabriel y
Andrés, Jonnathan y Christian, Camila, Alexandra, André,
Christopher y Jennifer, Denisse y Bryan, Daniela, Emilia y
Mateo, Leonardo y Meghan, hijos de mis hijos, igual los amo y
los tengo aquí conmigo, mis alegrías de momentos, de sustos
y regaños inesperados hicieron que mis últimos años sean
llevaderos, aprendiendo de ellos su inocencia, inocencia
frustrada y vacía de mi niñez primera.
Nueras y yernos que llegaron a ser cómplices del crecimiento
familiar, cóncavo y convexo para cumplir cada uno de sus
sueños en busca de las metas planteadas, mi bendición
queridos míos porque esa buena semilla jamás desmaye.
Ahí están los bisnietos complaciendo al mundo con sus risas y
llantos, ahí están mis pequeños despidiendo a los nuestros,

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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descubriendo los espacios por sus padres heredados, ya no


tendrán jornadas de luchas infinitas como en el mundo mío,
ya tienen la bendición y mil armas para lograrlo.

Matrimonio de María Emilia Ortiz Rodas.


Rosita, fiel esposa y heroína mía, dueña de mi corazón y de mi
vida, mi impulso y mi fuerza, a descubrir un mundo te invité,
espero no haberte fallado amada mía, juntos conquistamos un
mundo diferente, construido por sueños, lágrimas y alegrías,
que hubiera sido de mi vida sin tener la tuya, en Apangora te
encontré, la artífice en formar con sabiduría moldeando el
alma de su ser amado, a ti mi amada esposa, para pedirte
perdón el tiempo no me alcanza, para agradecerte no tengo
con qué compensarte, para ser bendecida nos queda nuestro
Dios y a Él recurro para que engalanada reines en el lugar
digno que tienes merecido y que yo nunca pude darte, gracias
Señor, gracias mujer y compañera mía que jamás te
doblegaste al mirar semejante carga repartida, todo lo
construimos sin cansancio por doquier espacio conquistado,
gracias Dios, gracias esposa mía, gracias amados hijos.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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Rosita Hurtado Cárdenas.


Hoy 15 de octubre de 2022, cargando mi espejo por un lado y
por otro lado el bastón como fiel compañero me dirijo a mi
espacio preparado, la vanidad y el deseo de estar futre, son
mis aciertos desde siempre y hasta siempre, por ello es
tiempo de afeitarme y mientras lo hago, contemplo mi rostro
firme y cansado, la luz en mis ojos me alertan estar preparado,
ha menguado en mi ser la energía de la que tanto disfrutaba,
mi nicho también está listo junto al de mi esposa Rosita, ya
veo cerca mi partida, espero haber cumplido mi misión, solo
les dejo como legado mi grande e infinito amor a su madre y a
ustedes profesados.
Hoy conversaba con mi hijo Joselito, compañero de silencios y
decisiones urgentes, le decía que ya se ha cumplido mi plan y

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
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lo que quiero ahora es la paz y la alegría familiar, que lo diga a


todos, que ese es mi último deseo.
Estoy en el atardecer de mi vida, esposa e hijos míos, es hora
de ir a dormir, ya mañana tendremos un mejor sol, un sol
eterno y duradero, ya no tendremos el trajín que agobió a
nuestros cuerpos efímeros, ya no más hijos míos, será un
espacio para compartir y jamás partir, grabados en mí están
todos ustedes, y también perpetuados en mi corazón estará
hasta mis últimos días de mi existencia, Cochaloma, mi pueblo
natal y mi Gualaquiza querida, pueblo que me dio una nueva
oportunidad de vida... Los amo a todos.

Pacífico Fortunato Rodas Cajamarca

Cochaloma.

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Gualaquiza.

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FONDO EDITORIAL CES-AL

Colección Ciencias Sociales


https://ces-al.wixsite.com/website

1.- COMPENDIO DE ESTUDIOS SOCIALES SOBRE ECUADOR, de VV. AA.


(2019).
2.- PROVINCIA DE EL ORO: Anuario de fiestas, de Rodrigo Murillo Carrión
(2019).
3.- ENTRE CANARIAS Y ECUADOR, de José Manuel Castellano Gil (2019).
4.- LA CULTURA DEL MAÍZ. SARAMAMA. Lenguaje, saberes e identidad en
la comarca azuayo-cañari, de Carlos Álvarez Pazos (2019).
5.- CUADERNO DE PRÁCTICAS DE PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN. Grados
de Magisterio (Infantil y Primaria), de Camino Álvarez Fidalgo, Ginesa
López Crespo y José Martín-Albo Luca (2019).
6.- CRÓNICAS INTERCULTURALES, de Brígida San Martín García, Edgar
Cordero Coellar y Lorena Álvarez León (2019).
7.- PROCESOS DE MUNDIALIZACIÓN, coordinado por Pedro A. Carretero
Poblete, Arturo Luque González y Ramón Rueda López (2019).
8.- INDICADORES SOBRE ACTIVIDADES CULTURALES DE LOS ESTUDIANTES
DE EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COSTA RICA.
Volumen I: Actividades culturales, de José Manuel Castellano Gil (2019).
9.- GESTIÓN CULTURAL ALTERNATIVA. Reflexiones para su ejercicio, de
Ramiro Caiza (2020).
10.- EPISTEMOLOGÍA ANDINA, coordinado por Pedro A. Carretero Poblete
y Jennifer M. Loaiza Peñafiel (2020).
11.- ASÍ NOS CONTARON LA HISTORIA DE ESMERALDAS, de Manuel Ferrer
Muñoz (2020).
12.- TEJIENDO REDES, CONSTRUYENDO PUENTES, de Arturo Luque
González (2020).
13.- LECTURA Y EDUCACIÓN LITERARIA: Aproximaciones, prácticas y
reflexiones, coordinado por Genoveva Ponce Naranjo y Aldo Ocampo
González (2020).
14.- ¿QUIÉNES SON LOS POBRES ECUATORIANOS POR INGRESOS? UNA
MIRADA A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN, de Efstathios Stefos (2020).
15.- EL DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL Y EL PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD
EN ECUADOR, de Claudia Sánchez Vera (2020).

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16.- DE LO RURAL A LO URBANO EN ECUADOR, coordinado por Pedro A.
Carretero Poblete, Franklin R. Quishpi Choto y Luis A. Quevedo Báez
(2020).
17.- TERRITORIO Y PATRIMONIO, coordinado por Rosa Campillo e Irina
Godoy (2020).
18.- TESTIMONIOS, VIVENCIAS, REFLEXIONES E IMÁGENES EN TIEMPOS DE
COVID-19: Ecuador, Tenerife, Málaga y Roma, coordinado por José
Manuel Castellano y Genoveva Ponce Naranjo (2020).
19.- TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE URBANO DE RIOBAMBA (1900-2018),
de Esteban W. Bravo Carrión, Ana L. Cerda Obregón y Fredy M. Ruiz
Ortiz (2020).
20.- COSMOPOLÍTICA, DEMOCRACIA, GOBERNANZA Y UTOPÍA, coordinado
por Luis Herrera Montero, con Prólogo de Adrián Scribano (2020).
21.- CRÓNICAS DESDE ECUADOR, de José Manuel Castellano Gil, con
Prólogo de Manuel Ferrer Muñoz (2020).
22.- ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA POLÍTICA PÚBLICA UNIVERSITARIA
ECUATORIANA (2004-2017), de Héctor Aníbal Loyaga Méndez (2020).
23.- LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ, de Simón Valdivieso Vintimilla (2020).
24.- ÁLBUM HISTÓRICO FOTOGRÁFICO: CUENCA-ECUADOR, de Adriano
Augusto Merchán Aguirre, con Prólogo de José Manuel Castellano
(2020).
25.- HISTÓRIAS DA QUEERENTENA, coordinado por Pablo Pérez Navarro
(2020).
26.- TRÍPTICO de Enrique Martínez Vázquez, con Prólogo de Gustavo Vega
(2020).
27.- PROVINCIA DE CAÑAR, de Juan Diego Caguana Cela, Juan Carlos
Bermeo García y José Manuel Castellano Gil (2020).
28.- PROVINCIA DE AZUAY, de Juan Carlos Bermeo García, Juan Diego
Caguana Cela y José Manuel Castellano Gil (2020).
29.- CRÓNICA DE UNA MATANZA IMPUNE. EL ASESINATO DE EMIGRANTES
CANARIOS EN CUBA, de José Antonio Quintana García (2020).
30.- AZOGUES, 200 AÑOS, 200 FOTOS, coordinado por Erick Jara, José M.
Castellano y Rafael Rodríguez (2020).
31.- LA MENTE DIVIDIDA. ESQUIZOFRENIA: UN ENFOQUE INTERDISCI-
PLINAR, coordinado por Pedro Martínez Suárez (2020).
32.- VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO. Incidencia en estudiantes de la
Universidad Católica de Cuenca (Ecuador), de Sandra Urgilés León,
Nancy Fernández Aucapiña y Diego Illescas Reinoso (2020).
33.- BANDA DE MÚSICOS DE MACHACHI, de Javier Fajardo (2020).

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al
34.- APRENDAMOS KICHWA - KICHWA SHIMITA YACHAKUSHUNCHIK, de
Carlos Álvarez Pazos, con Prólogo de Ruth Moya (2020).
35.- UNA HISTORIA DE LAS CIENCIAS DE LA CONDUCTA, coordinado por
Pedro C. Martínez Suárez, Alejandro Herrera Garduño, Nicolás Parra
Bolaños, José Alejandro Aristizábal Cuellar y Oscar Arístides Palacio
(2020).
36.- VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO. Entre la Desavenencia y el Amor, de
Sandra Urgilés León, Nancy Fernández Aucapiña y Diego Illescas
Reinoso, con Prólogo de Leonor Guadalupe Delgadillo Guzmán (2020).
37.- LOS ORÍGENES DE LA IMPRENTA EN ECUADOR, de Bolívar Cabrera
Berrezueta, con Prólogo de Enrique Pozo Cabrera (2021).
38.- GUÍA PEDAGÓGICA – DIDÁCTICA. MUSEO DE LA IMPRENTA NACIONAL,
de Bolívar Cabrera Berrezueta (2021).
39.- EL ZOOLÓGICO DE NIETZSCHE, de Jesús Puerta, con Prólogo de
Gustavo Fernández Colón (2021).
40.- HOMENAJE A BOLÍVAR ECHEVERRÍA, CARLOS MONSIVÁIS Y JOSÉ
SARAMAGO, de VV. AA., con Prólogo de Gustavo Vega (2021).
41.- PARTITURA DE PACO GODOY, con Prólogo de Gustavo Vega y
presentación de Wilson Zapata Bustamante (2021).
42.- ECONOMÍA BASADA EN EL SAQUEO Y LA VIOLENCIA: Ni democracia, ni
mercado, de Federico Aguilera Klink, con Prólogo de Chema Tante
(2021).
43.- COMPENDIO DE ESTUDIOS EDUCATIVOS EN ECUADOR de VV.AA.
coordinador por Edgar Curay y Ángel B. Fajardo Pucha, (2021).
44.- PARTITURAS DE PACO GODOY con Prólogo de Gustavo Vega Delgado y
Nota Introductoria por Wilson Zapata Bustamante, (2021).
45.- PARTITURAS INFANTILES de Paco Godoy, con Prólogo Abdón Ramiro
Morales Andrade y Nota Introductoria de Wilson Zapata Bustamante
(2021).
46-.- BIENES PATRIMONIALES de San Francisco de Peleusí de Azogues de
Rafael Rodríguez, María Eugenia Torres y Humberto Berrezueta con
Prólogo de Fabián Saltos, (2021).
47.- MODELOS DE AUTOEVALUACIÓN: Institucional y de carreras de
Santiago Moscoso Bernal, Enrique Pozo Cabrera, Andrés Cañizares
Medina y Pedro Álvarez Guzhñay con Prólogo de Efstathios Stefos,
(2021).
48.- GESTIÓN CULTURAL COMUNITARIA Y TURISMO COMUNITARIO de VV.
AA. Coordinador por Ramiro Caiza, (2021).

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al
49.- CRÓNICAS DESDE ECUADOR (II) de José Manuel Castellano con Prólogo
de Edgar Palomeque Cantos y Epílogo Gustavo Vega Delgado, (2021).
51. ALETURGIAS sobre Don Antonio de Clavijo de Pedro Arturo Reino
Garcés con Prólogo Wilson Zapata Bustamante, (2021).
50.- PARTITURAS ECUATORIANAS con Prólogo de José Manuel Castellano,
(2021).
51.- MUSEO DEL SOMBRERO DE PAJA TOQUILLA. Cuenca-Ecuador.
Aproximación histórica, catálogo e historia de Vida de Jonnathan
Fernando Uyaguari Flores, Erick Jara Matute y José Manuel Castellano
Gil, (2021).
52.- LAS MIRADAS DE MAESTROS SOBRE LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE
PANDEMIA de VV.AA., coordinado por Mateo Silva Buestán y José M.
Castellano (2021).
53.- Y-CIDAD O EL ACTO HEURÍSTICO-POLÍTICO DE LA INTERSECCIÓN
LECTURA Y JUSTICIA SOCIAL Aldo Ocampo González, con Prólogo de
Ricardo Sánchez Lara y prefacio de Natalia Duque Cardona (2021).
54.- ITINERARIOS DE LECTURA Y ESCRITURA EN LA ZONA 3 ECUATORIANA:
Estudio de pertinencia de Genoveva Ponce Naranjo, Liuvan Herrera
Carpio e Ivonne Ponce Naranjo con Prólogo de Yolanda Falconí Uriarte.
55.- REFERENTES SIGLO XXI. Ensayos de Abdón Ubidia (2021).
56.-ERICK JARA MATURE. HOMENAJE. Compiladores: Bryan Parra,
Jonnathan Uyaguari, Mateo Silva, Elizabeth Pinanjota, Mirian Criollo,
Paola Simbaña, Alexandra Espinoza, Santiago Torres, Elsi Carrión, Talía
Cordero, Michelle Balarezo, Daniela Ache, Yessenia López y Jenny
Padilla con Prólogo de José Manuel Castellano (2021).
57.- MUJERES CIENTÍFICAS AZUAYA de VV.AA. con Prólogo de José Manuel
Castellano (2021).
58.- MUJERES ACADÉMICAS DE CAÑAR coordinado por María Eugenia
Torres y Alexandra Espinoza (2021).
59.- ELUCUBRACIONES: Entre martillazos y perspectivas de Mateo S. Silva
Buestán con Prólogo de José Manuel Castellano (2021).
60.-ENTREVISTAS INTERDISCIPLINARIAS compilación de Fernando Uyaguari
y Bryan Parra con Prólogo de Wilson Zapata Bustamante (2021).
61.- ESTE ES EL PRINCIPIO DEL FINAL: RECOMENDACIONES EN MATERIA DE
SENSIBILIZACIÓN, PREVENCIÓN Y DETECCIÓN PRECOZ DEL ABUSO
SEXUAL INFANTIL EN ESPAÑA de Fran González con Prólogo de Noemí
Pereda, 2022.
62. MECANISMOS CULTURALES DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA
ALIMENTARIA de Geovanny Genaro Reivan Ortiz, Pedro Carlos Martínez

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al
Suárez, Andrés Alexis Ramírez Coronel, Edwin Alberto Maxi, Carlos
Ernesto Guerrero Granda y Johanna Paulina Estrada Cherres, 2022.
63. OTRAS VOCES. Un recorrido diferente por la esquizofrenia y las psicosis
con Prólogo Dra. Susana Peña Cordero. Coords.Pedro C. Martínez
Suárez, Andrés Alexis Ramírez Coronel, Edwin Alberto Maxi Maxi y
Geovanny Genaro Reivan Ortiz, 2022.
64. PANDEMIA POR EL NUEVO CORONAVIRUS. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA,
compilado por Larry Torres y con Prólogo de Nury Devia Solis, 2022.
65. LOS PADRES Y LA EDUCACIÓN BÁSICA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
(ECUADOR), coordinación y estudio preliminar de Mateo S. Silva
Buestán y José Manuel Castellano, con Prólogo de Iván Petroff (2022).
66- BENAMOCARRA Y SUS GENTES, coordinado por Manuel Ferrer con
Prólogo Abdeslam Jesús Aoulad B. S. lucenaed, 2022.
67. CIENCIA Y SALUD DESDE LA ACADEMIA, coordinado por Robert Álvarez
Ochoa, Larry Torres Criollo y Gabriela Astudillo Rubio, con Prólogo de
Jacinto Pérez Ramírez, 2022.
68. SÍMBOLOS de IDENTIDAD. GUALACEO – ECUADOR, de José Manuel
Castellano, Efstathios Stefos y Erick Galarza Guaraca, 2022.
69. LO SINIESTRO EN LA OBRA DE ALEXANDER McQUEEN, de Elizabeth
Rivera y Leonardo Loor, 2022.

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

Colección Taller Literario


https://ces-al.wixsite.com/website

1. POEMARIO, de Edisson Cajilima Márquez, con Prólogo de Francisco


Viña (2019).
2. SÁBANAS RESUCITADAS, de Juan Fernando Auquilla Díaz, con Prólogo
de Catalina Sojos (2019).
3. MISCELÁNEAS DE VOCES JÓVENES, de VV. AA., con Prólogo de Juan
Almagro Lominchar (2019).
4. SUPERNOVA, de Francisco Carrasco Ávila, con Prólogo de Jorge Dávila
Vázquez (2019).
5. EL ÁRBOL DE CARAMELOS, de David M. Sequera (2020).
6. QUEJAS DESDE LA LÍNEA IMAGINARIA, de Claudia Neira Rodas y José
Manuel Camacho Delgado (2020).
7. KILLKANA: Relatos de jóvenes ecuatorianos, coordinado por David
Sequera (2020).
8. VOLVER A CASA, de Manuel Ferrer Muñoz, con Prólogo de Catalina
Sojos (2020).
9. POEMAS ENTRE ORILLAS, de VV. AA. (2020).
10. NUEVA CANCIÓN DE EURÍDICE Y ORFEO, de Jorge Dávila Vázquez
(2020).
11. CIUDADES, de Juan Fernando Auquilla Díaz, con Prólogo de Cristian
Avecillas Sigüenza (2020).
12. DIEZ PEQUEÑAS HISTORIAS, de Esthela García, con Prólogo de Germán
León Ramírez (2020).
13. SINFONÍA DE LA CIUDAD AMADA, de Jorge Dávila Vázquez, con Prólogo
de Francisco Proaño Arandi (2020).
14. LOS COLORES PERDIDOS Y OTROS RELATOS, de Isabel Victoria Sequera
Villegas y Andrés David Sequera Villegas, con Prólogo de Yesenia
Espinoza (2020).
15. HAIKUS COTIDIANOS, de Ramiro Caiza (2020).
16. POEMAS SOBRE DOS CIUDADES, de VV. AA., con Prólogo de Yesenia
Espinosa e ilustraciones de Alicia Méndez. Premio de Poesía de Azogues
y Cuenca (2020).
17. TRAVESÍAS URBANAS, de Jacqueline Murillo Garnica, con Prólogo de
Manuel Ferrer Muñoz e ilustraciones de Marcela Ángel Salgado y
Jéssica Rocío Mejía Leal (2020).

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al
18. FUEGO CRUZADO. Crossfire, de Iván Petroff, con Prólogo de Bojana
Kovacevié Petrovic (2020).
19. FILOSOFÍA DEL ARTE, de Galo Rodríguez Arcos, con Prólogo de Carlos
Paladines (2020).
20. EXPRESIONES Y ESBOZOS EN UN BICENTENARIO DIFERENTE. AZOGUES,
de VV. AA. (2020).
21. EL SABIO POPULAR EN EL ANTIGUO EGIPTO, de David Sequera, con
Prólogo de Nacho Ares (2021).
22. MENSAJE DE NAVIDAD EN TIEMPOS DE PANDEMIA., de VV. AA. (2021).
23. AMOR Y AMISTAD EN TIEMPOS DE PANDEMIA, de VV.AA., coordinado
por Yesenia Espinoza (2021).
24. EL CORONAVIRUS COMO PRETEXTO. RELATOS DE FICCIÓN, coordinado
por Manuel Ferrer Muñoz (2021)
25. UNA PARTIDA DE DADOS CON LOS DIOSES, de Iván Petroff Montesinos
con Prólogo de María de los Ángeles Martínez Donoso (2021).
26. DOS PIEZAS TEATRALES, de Fernando Vieira con Prólogo de Pablo
García Gámez, (2021).
27. PASIONES A LA SOMBRA DEL KREMLIN, de Rodolfo Bueno con Prólogo
de Abdón Ubidia (2021).
28. POEMAS INCONCLUSOS, de Luis Vicente Curay Correa con Prólogo de
Jorge Dávila Vázquez (2021).
29. BODAS DEL FUEGO de Manuel Felipe Álvarez Galeano con Prólogo de
Hernando Guerra Tovar, (2021).
30. REFERENTES SIGLO XXI. Ensayos de Abdón Ubidia, (2021).
31. MOJIGANGA de Rodolfo Bueno con Prólogo de Wilson Zapata
Bustamante, (2021).
32. HISTORIA SOBRE LA MADRE EN TIEMPOS DE PANDEMIA de VV.AA. con
Prólogo de Manuel F. Álvarez Galeano (2021).
33. WARMIS: HISTORIAS DE MUJERES de VV. AA. Coordinado por Manuel
Felipe Álvarez Galeano y Mateo Silva Buestán (2021).
34. MEMORIAS de Christian Leonardo Nugra con Prólogo de Juan Fernando
Auquilla (2021).
35. SEMILLERO ESCRITURAS CREATIVAS Coordinado por Jacqueline Murillo
Garnica (2021).
36. POEMA INCONCLUSOS: Un intento lírico de Luis Vicente Curay Correa
con Prólogo de Jorge Dávila Vázquez (2021).
37. ANIMAL PATÉTICO de Manuel Felipe Álvarez Galeano con Prólogo de
con Prólogo de Lenin V. Paladines Paredes (2021).

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al
38. ITINERARIO DE LOS DÍAS QUE FUERON de Jacquelin Murillo Garnica con
Prólogo de Alejandro Vivas Benítez (2022).
39. CUENTOS FUERTES. Taller de lectura y escritura coordinado por Abdón
Ubidia (2022).
40. PANDEMIA de Germán Dávila Enderica con Prólogo de Juan Cordero
Iñiguez (2022).
41. LLOVÍA Y LLOVÍA Y ALLÁ UNA LUCECITA de Susana Moreno Ortiz con
Prólogo de Mateo S. Silva Buestán (2022).
42. PRIMAVERAS POÉTICAS. ANTOLOGÍA UETS, coordinado por Luis Curay
Correa, con Prólogo de Julia Avecillas Almeida (2022).
43. ENTRE UN GUACAMAYO, LA LLUVIA Y UN SOÑADOR. BREVES
HISTORIAS PARA NIÑOS, de Luis Vicente Curay Correa, con Prólogo de
Yesenia Espinoza Román (2022)
44. LOJA Y SU REALIDAD LINGÜÍSTICA, de Fausto Aguirre (2022).

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Una centuria entre luchas y esperanzas Ed. CES-
Al

Dos cuentos ……………… ………………….. ………… ……


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………………….. ………… …… …………… …………….. . . . . ..
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………………..cuales.

Jkdkdkdkdk dkkdk…….

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