Está en la página 1de 1

Publicidad

Tendencias & redes

De culto: Stella Díaz Varín,


la poeta que encendía los
cigarros con los zapatos
Publicado:
Por: Elisa Montesinos
08.03.2019

Publicidad

Dios te ama
incondicionalmente
Encuentra fuerza en ese amor
El dolor de la angustia puede ser
absolutamente devastador.

juntosenelcamino.com

ABRIR

Tenía una voz ronca, profunda,


imponente. Decía las cosas por su
nombre y sin pedir permiso. Si hablaba
dejaba a todos mudos a su alrededor.
En sus últimos años podía recitar de
memoria un poema que había escrito a
los 15. Fue más avanzada que el tiempo
que le tocaba vivir, y por eso, en algunas
oportunidades, sintió que le hacían
bullying, por ser mujer y no calzar con lo
establecido.

Proveniente de La Serena, Stella Díaz


Varín vino a Santiago para estudiar
Medicina, pero Knalmente se dedicó a la
literatura. Fue amiga de grandes
escritores y poetas, como Teillier y Lihn.
No fueron pocos los que la pretendieron,
entre ellos, Nicanor Parra y Jodorowsky.
Este último la recuerda como la primera
punk y la pone como personaje de su
película Poesía sin Kn. Quienes
frecuentaban el bar La Unión Chica en
los 80, reducto de machos que pocas
mujeres franqueaban, la mencionan
como una habitué. Hace varios años, en
una entrevista colectiva con algunos
sobrevivientes de La Unión Chica, la
recordaron entre todos. “Una diosa que
prendía los cigarros en los zapatos», la
describió la fotógrafa y poeta Leonora
Vicuña. «Personaje nacional», sintetizó
el vendedor viajero Roberto Araya. Al
novelista Ramón Díaz Eterovic la
primera vez que lo vio le pegó un
combo; ahí se hicieron amigos. «Tuvo
muchos amores con Jodorowsky»,
concordaron. «Nicanor Parra la
cortejaba, González Videla también.
Era agresiva, provocativa,
transgresora», resumió Araya.

Un mujer potente y rupturista, de una


belleza extraordinaria en su juventud, y
que podía reaccionar en forma violenta.
Ni Neruda la asustaba. Apedreaba su
casa y la dejaban entrar igual. Ahí viene
la Colorina, decían, por sus cabellos de
fuego. Jodorowsky tenía unos 20 años,
“virgen todavía”, según conKesa en el
documental La Colorina, de Fernando
Guzzoni, cuando la conoció. La describe
como una mujerota que encontró en el
café Iris. La persiguió hasta que se
hicieron amigos. “Éramos los dueños
del mundo”, dice Stella en el Klme
(mención aparte es que el realizador del
mismo también recibió un combo de
parte de la escritora). De Oxford le
escribía Nicanor Parra. “Un fracaso” y un
“plagiador”, como ella se atreve a
deKnirlo sin pelos en la lengua, ahí
mismo.

El poeta Héctor Hernández Montecinos


fue uno de sus amigos jóvenes, la
conoció recién por el 2001, lo que no
impidió que forjaran una amistad
poética en los últimos años de vida de
ella. Se reunían con otros jóvenes
creadores en los juegos y jardines de la
Villa Olímpica, donde vivía. Hernández la
había conocido una noche en el festival
ChilePoesía. Caminaba con el poeta
Rafael Rubio. “A medida que nos
acercábamos se escuchaban unos
gritos impactantes. Le dije, parece que
hay un tipo peleando. Me contestó que
no, que no era un tipo sino una poeta.
Me pareció imposible que ese
escándalo fuera de una poeta tal como
las imaginaba. Ciertamente era Stella
que se había dejado todos los vinos en
su mesa e insultaba a quienes osaban
acercarse o pedirle. Rafael me dijo que
fuéramos a saludarla. Me aterré y me
negué. Al Knal me convenció y fuimos. A
él lo saludó con cariño y emoción por la
cercanía con su abuelo y su padre.
Cuando me vio a mí le preguntó:
«¿Quién es este maricón?». Esa noche
se hicieron amigos y Stella le habló “de
la poesía como de un grupo de amigos
muertos”.

Si iba a algún evento todos se pasaban


la pelota para acompañarla al taxi,
porque corría el peligro que no se
quisiera ir. Podía andar caminando con
un zapato con el taco roto y le daba lo
mismo. «Yo creo que deberíamos
preocuparnos un poco de que el poeta
deje de ser una especie de ser mítico,
alado y peregrino. El poeta es un ser
humano con familia, con necesidades
biológicas y necesidades de todo tipo, al
que nadie le da boleto en este país (…)
por lo menos, me gustaría que el
hombre creador tuviera una base y una
mínima seguridad de vida para que
pudiera seguir creando», dijo pocos
años antes de que ella también muriera
a los 80 años sin recursos y en la
marginalidad, en 2006. Su concurrido
velorio fue en la Sociedad de Escritores
de Chile, donde también había sido
habitué.

Héctor Hernández la recuerda por su


vida, que en el caso de los grandes
poetas, también es su obra. “Nos
enseñó lo que era ser humano en un
mundo cada vez menos humano y
sobre todo a ser poeta, poeta de veras,
en un mundo donde la poesía parece
cada vez un ornamento. Si el siglo XX
fuera una sola persona, sería ella”,
dice.

Cómo olvidar su voz recitando su


poema La palabra:

“Una sola será mi lucha

Y mi triunfo;

Encontrar la palabra escondida

aquella vez de nuestro pacto secreto

a pocos días de terminar la infancia”.

Publicidad

Trabajamos con un equipo de


artesanos de excelencia para
crear piezas únicas que perduran
Helmlinger

Contenido relacionado

«¿Quiere ganar la elección o el


Copihue de Oro?»: Redes
reaccionan a insólita
aparición de Joaquín Lavín

CyberDay 2020: Usuarios


denuncian a empresas por
inflar sus precios y hacer
cobros excesivos en despacho

Publicidad

She Moves Us: Puma Mayze


Perfectas par0´po mujeres que avanzan a
pasos 5rmes

#Etiquetas

8M De culto

héctor hernández montecinos

poesía chilena

Stella Díaz Varín

El Desconcierto | 2020

También podría gustarte