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La soledad en el ministerio

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27 de enero de
2020

Este artículo fue extraído del libro «Tus amistades y la Biblia» (con 4 lecciones para clases
y grupos pequeños) de Gustavo Falcón y Valeria Leys

En 1 Reyes 19:1-5 vemos un momento en la historia de Elías que nos deja bien claro que
la soledad en el ministerio nunca es buena idea. Ver a este personaje valiente pero
solitario nos recuerda que, cuando hacemos algo para el ministerio, es posible que haya
alguien a quien no le va a gustar lo que hicimos, ¡y ese alguien muy probablemente se
convertirá en nuestro enemigo, nos amenazará y nos perseguirá! Para eso necesitamos
aliados. Aliados que sean nada más y nada menos que nuestros amigos. Esos amigos
que nos digan: “¡No te preocupes, todo va a estar bien!”

¡Los mejores aliados los encontramos en la amistad, no en los fans! El fan se irá cuando
ya no brilles. El amigo se quedará contigo aun sin el brillo de tus hazañas.

El profeta Elías era un hombre sorprendente en lo que hacía. Era valiente y obediente a
Dios. Pero aquí lo vemos deprimido y con ganas de morirse. ¿Cómo llegó a esto? El
problema no era la depresión, el problema era la soledad. El origen de la angustia de
Elías era la soledad en su ministerio. Él tenía un criado, pero no un amigo. Él hacía cosas
admirables, pero terminaba en soledad cuando el show terminaba y las multitudes se
volvían a sus casas. ¿De qué sirve bajar fuego del cielo en el día, si en la noche
experimentamos el fuego del mismo infierno en una fría y amenazadora soledad? ¿De
qué sirve hablar vida, si por la madrugada deseamos morir? ¿De qué sirve matar a
cuatrocientos profetas de Baal, si eso nos lleva a una zona peligrosa llena de soledad,
depresión e incertidumbre? ¿De qué sirven tan grandes hazañas, si a la primera amenaza
queremos dejarlo todo y huir a cualquier parte?

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Cuando leo esta historia de Elías pienso en que no quiero llevar adelante mi ministerio
solo. No quiero soñar solo. La soledad está llena de trampas y peligros.

Incluso debo confesarte que a pesar de las cosas tan poderosas que llevó a cabo Elías en
su ministerio, yo jamás he sido fan de él. ¡Tranquilo, no me juzgues! Simplemente no
deseo ser como él; no me inspira. Y digo esto porque hoy en día las nuevas generaciones
anhelan ser como esos que tienen éxito público, aunque su intimidad sea un verdadero
desastre. ¡El aplauso más bello no es el del fan, sino el de amigo! Necesitamos enseñarles
con el ejemplo a las nuevas generaciones un éxito integral. Dicho de otro modo,
necesitamos que haya congruencia entre nuestra vida ministerial y nuestra vida diaria.

Cuando estamos solos corremos peligro de ahogarnos con nuestras propias palabras,
con nuestras historias, con nuestros fracasos, con nuestras tentaciones… Al no tener a
quién contarle nuestras debilidades, nuestros problemas, y nuestras historias de
frustración, nos hundimos en situaciones en las que un buen amigo podría comprender
sin juzgar, e incluso podría darnos un consejo sabio que nos rescatara del pozo. Cuando
estamos solos, huimos sin saber hacia dónde. Esto le ocurrió a Elías. Lo primero que hizo
fue huir, alejarse de su propósito, de su llamado, de su liderazgo. ¡Estoy seguro de que de
haber tenido un amigo a su lado, esto no hubiera pasado!

Huir es lo más cómodo, pero no soluciona nada. Tarde o temprano tendrás que
enfrentar a esa Jezabel, pues cuando menos lo pienses se aparecerá en tu camino.

Los solitarios huyen. Los que tienen amistades permanecen en su propósito.

¡No hay necesidad de llevar adelante nuestro ministerio o nuestro liderazgo en soledad!
¡Reconozcamos que necesitamos amigos con quienes llorar nuestras derrotas y con
quienes celebrar nuestras victorias! (Yo en lo personal siempre he creído que es más
triste no tener con quién celebrar nuestras victorias, que no tener con quién llorar
nuestras derrotas…)

El aislamiento es la trampa más eficaz del enemigo para intentar destruir nuestro
liderazgo. Es en las temporadas de soledad y aislamiento cuando más vulnerables
estamos, y cuando más probable resulta que caigamos en cualquier trampa, o en
abismos de los cuales después nos será muy difícil salir.

En algún momento de nuestras vidas todos hemos sentido la necesidad de estar solos, y
esto es normal. Todos necesitamos ese tiempo, ese espacio de quietud. Lo peligroso es
cuando la soledad se convierte en algo permanente. Allí es donde comenzamos a tener
pensamientos equivocados y conductas riesgosas. ¡Cuidado! ¡Si estás en este punto,
debes buscar una solución urgente!

A veces ni siquiera ocurre de manera intencional… A veces una persona se aleja de su


entorno social involuntariamente. Los sociólogos llaman a esto “aislamiento social”. Es
más común de lo que imaginamos, y puede ocurrir en todas las edades y con cualquier
tipo de temperamento. Si hay algún síntoma que te indique que tú puedes estar
pasando por esto, ponle atención y busca ayuda cuanto antes. ¡Vale la pena tomar muy
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en serio este proceso que estás viviendo para así poder salir victorioso de él!

¿Por qué te digo todo esto? ¿Y por qué pongo como ejemplo a Elías? ¡Porque quiero
dejarte bien claro que esto le puede pasar a cualquiera! Ninguno de nosotros está a
salvo de comenzar nuestro ministerio rodeados de personas y de amigos, y de pronto
entrar en una etapa en la que escogemos estar solos; una etapa en la que renunciamos
a tener amigos y solo preferimos tener criados. (Estoy empleando aquí la palabra criado
en el contexto de la historia de Elías con Eliseo, por supuesto). Recuerda que si pudo
pasarle a Elías, puede pasarte a ti también. Si te mantienes alerta será mucho más fácil
salirte de esta situación apenas comienza, y así evitarás llegar al punto en el que te
encuentres totalmente solo.

Este artículo fue extraído del libro «Tus amistades y la Biblia» (con 4 lecciones para clases
y grupos pequeños) de Gustavo Falcón y Valeria Leys

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