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Sociología

SSST 401
Profesora: Myrna Arana
correo electrónico: lissetteayapan@gmail.com
DIEZ MITOS CLAVES DE LA MODERNIDAD
El término “mito” es de origen griego y significa literalmente: “palabra
explicada, discurso o narración”. Según esta definición el mito puede
entenderse como la explicación de las relaciones sociales.
Aquello que hace posible al hombre encontrar su lugar en el mundo,
fortalecer sus lazos con los demás seres humanos y sustentar un
determinado sistema de valores, aunque éstos se apoyen sobre algo
que nadie ha visto ni comprobado jamás.
Veamos algunos de tales mitos sociales propios de la época moderna y
las repercusiones que han tenido después en el comportamiento de la
humanidad.
“En general, los hombres juzgan más por los ojos que
por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero
pocos comprenden lo que ven.”
Nicolas Maquiavelo
1. NICOLAS MAQUIAVELO
La existencia de Maquiavelo transcurrió durante uno de los períodos de
mayor confusión política de las repúblicas italianas. Fue testigo de
numerosas guerras y vio como su Estado era invadido por los ejércitos
franceses y españoles.
Cuando los Médicis volvieron al poder, Maquiavelo fue destituido de su
cargo, encarcelado y torturado. Este sería el final de su vida pública ya
que no volvería a ocupar ningún puesto oficial hasta dos años antes de
morir. En el año 1513 escribió El Príncipe y lo dedicó a Lorenzo de
Médecis (el Magnífico) con el deseo de que sus pensamientos
contribuyeran a la creación de un Estado moderno.
1. NICOLAS MAQUIAVELO
Su intención fue influir para conseguir un “príncipe nuevo” que fuera
política y militarmente eficaz. Un gobernante que restaura la antigua
libertad y la ruina en que habían caído todos los príncipes de Italia.
Hoy Maquiavelo es considerado el fundador de la ciencia política
moderna ya que sus ideas rompieron con la concepción religiosa que se
tenía de los gobernantes hasta el final de la Edad Media. Maquivelo
estaba convencido de que la Iglesia de su tiempo había contribuido a la
decadencia de la sociedad italiana al mezclar lo político con lo religioso
y al oponerse a la creación de un principado civil.
1. NICOLAS MAQUIAVELO
Maquiavelo afirmó que para conservar el Estado el príncipe debía
incurrir en ciertos vicios. Creía que las acciones de los hombres
dependían de la perspectiva a través de la cual se mirasen. Propuso que
el concepto medieval cristiano de “virtud” fuese cambiado por el de
virtù política. Es decir, la aplicación de una fría y técnica racionalidad
del poder, más preocupada por el éxito de sus logros que por los
medios empleados en alcanzarlos.
Buscando el bien a través del mal
Maquiavelo creía que el ser humano no era ni bueno ni malo, pero que
podía llegar a ser lo uno y lo otro. Si los hombres fueran todos buenos,
este precepto no sería correcto, pero –puesto que son malos y no te
guardarían a ti su palabra– tú tampoco tienes por qué guardarles la
tuya” (Maquiavelo, 1996: 91). La lista de máximas inmorales se
multiplica a lo largo de El Príncipe hasta concluir en la idea final del
majestuoso fin, capaz de justificar toda clase de medios:
Maquiavelo hace una descripción de la realidad social tal como era en
su época y no como debería ser. Los análisis que realiza demuestran un
gran conocimiento de los impulsos que anidan en el alma humana.
Buscando el bien a través del mal
Pero su mito del príncipe nuevo, o de que la moral debe sacrificarse al
interés, es ni más ni menos que el reflejo de la desaprensiva época en
que vivió. La concepción humanista de Maquiavelo que contemplaba al
gobernante como alguien que había dejado de ser responsable delante
del Creador y que ya no tenía la obligación moral de rendirle cuenta de
su comportamiento. El príncipe maquiaveliano, convencido de que la
política debe basarse en la maldad y que es menester pecar para
conservar la dignidad y el Estado. La propuesta de combatir el mal con el
mal, la violencia con la violencia, el fraude con el fraude o la traición con
la traición para gobernar bien, sólo pudo gestarse en un pequeño Estado,
Buscando el bien a través del mal
donde la intriga y las maquinaciones eran el plato de cada día. En un
ambiente así había que confiar en el destino pero también en las
maniobras personales. En este sentido, Maquiavelo afirmaba que “vale
más ser impetuoso que precavido porque la fortuna es mujer y es
necesario, si se quiere tenerla sumisa, castigarla y golpearla”
(Maquiavelo, 1996: 120).
Un mito que sigue vivo
Su mito se adhirió a la conciencia del mundo occidental y sigue siendo
como una pesada rémora que con los aires postmodernos aumenta de
tamaño sin parar. El mito maquiavélico está vivito y coleando en el
corazón de la sociedad postcristiana. Quizá donde sea más evidente es en
los conflictos armados que de manera endémica vienen sangrando a la
humanidad. Los métodos que tales luchas emplean han creado un nefasto
diccionario en el que se definen sin horror términos como “limpieza
étnica”, “masacre humana”, “fosas comunes”, “castigo al pueblo”, “hora de
la venganza”, “daños colaterales”, “bombardeos indiscriminados sobre la
población civil”, “inmunidad para los criminales guerra.
Un mito que sigue vivo
Los banqueros que defraudan sin moral los empresarios que contaminan
los alimentos, ciertas multinacionales de farmacia que no producen una
vacuna por puros interéses comerciales, los que explotanan a los
inmigrantes llevandolos a la prostitución, los esposos que asesinan a las
esposas porque las consideran de su propiedad, etc. ¿no es todo esto
consecuencia del egoísmo y la maldad humana que subyace en la creencia
de que el fin justifica los medios? El mito no está todavía superado, como
piensan algunos, sino que subsiste en estado latente, escondido en los
más oscuros rincones del alma humana, para manifestarse con toda su
virulencia allí donde se le permite.
Maquiavelo a la luz del Evangelio
El estudioso de Maquiavelo, Augustin Ranaudet, escribió: “Entre todos los
espíritus del Renacimiento italiano Maquiavelo es el más ajeno al
Evangelio, el más indiferente a la moral cristiana, a la que acusa de haber
debilitado la energía de carácter de los hombres de su tiempo” ¿es verdad
que la moral cristiana debilita el carácter de las personas como pensaba
Maquiavelo? Pues, depende de lo que se entienda por “debilitar”. Si
responder al mal con el bien se interpreta como debilidad de carácter,
entonces sí, no hay más remedio que admitir esta debilidad cristiana
provocada por lo que el apóstol Pablo llamaba la “locura” de la
predicación.
Maquiavelo a la luz del Evangelio
Siempre fue más difícil nadar contra la corriente de las ideas, o las
costumbres de la sociedad, que encaramarse a la balsa de los hábitos y
abandonarse a la deriva de la moda. Para mantenerse a flote en el
torrente de la vida, obrando como cristiano, sigue siendo necesario tener
un carácter valeroso que no sea precisamente débil. La conducta de los
auténticos seguidores de Cristo no pueden ser una simple imitación de
quienes viven sin Dios, sin fe y sin esperanza. No se trata de reaccionar
instintivamente ante el modelo de conducta propio del ambiente
mundano. No hay que conformarse con devolver mal por mal sino que
frente a toda lógica y toda razón, ante la maldad hay que replicar con la
bondad y ante la perversidad con la nobleza de la honestidad.
Maquiavelo a la luz del Evangelio
La ley del talión que se menciona en el AT tuvo su uso en esa época pero
fue eliminada en su totalidad de manera radical por el propio Señor
Jesucristo. Refiriéndose al problema de los enemigos personales, Jesús
dijo: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os
digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mt. 5:38, 39). El concepto
novotestamentario de humildad también resulta incompatible con el mito
de Maquiavelo. La virtud de actuar sin orgullo reconociendo siempre las
propias limitaciones se contempla en El Príncipe desde la misma
perspectiva que en el mundo clásico.
Maquiavelo a la luz del Evangelio
De manera que la ética cristiana concebirá la humildad como algo muy
positivo, precisamente porque también Cristo “se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando
en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:7, 8). Si el Hijo de Dios supo
humillarse, la humildad debe ser característica de toda vida cristiana. La
ética de Jesús no solamente rechaza el juramento frívolo e irreflexivo, sino
que exige del creyente que sea una persona de palabra. Mateo recoge las
frases del Maestro acerca de los juramentos: “Además habéis oído que fue
dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.
Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera...
Maquiavelo a la luz del Evangelio
Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede” (Mt. 5:33-37).
Es evidente que Maquiavelo no estaría de acuerdo con esta determinación
de los primeros cristianos. Pero, seguramente, tampoco lo estaría con la
actitud de Jesús de arrodillarse y lavar los pies a sus discípulos, sabiendo de
antemano que entre ellos estaba también el propio Judas Iscariote que le
traicionaría.
2. RENÉ DESCARTES
El mito de la razón o de la mente humana como
fuente de toda verdad
“¿No habrá algún Dios o alguna otra potencia
que ponga estos pensamientos en mi espíritu?
No es necesario; pues quizá soy yo capaz de
producirlos por mí mismo”.
DESCARTES, Meditaciones metafísicas, (1997:
134).
2. RENÉ DESCARTES
“Pues, en último término, ... no debemos
dejarnos persuadir nunca sino por la evidencia de
la razón”.
DESCARTES, Discurso del método, (1997: 73).
El principal error de Descartes fue, sin duda, pretender demostrar la
existencia de Dios y la esencia del alma humana desde la razón física y
metafísica. Esta pretensión le provocó una fuerte oposición por parte de
filósofos y teólogos tanto católicos como protestantes. Se le considera
como el padre del pensamiento científico y filosófico moderno porque
señaló la razón humana como el punto de partida de todo conocimiento.
2. RENÉ DESCARTES
Descartes fue el creador del Racionalismo: la concepción de que la realidad
es, en última instancia, racional. El mito de la razón, un gran mito fundador
de las ciencias humanas y sociales que concibe al hombre como un ser
autónomo gracias a su capacidad para pensar. El ser humano usurpaba así
a Dios su centralidad en el universo.Pero la realidad del mal en el mundo
confirmaría que los seres humanos no actúan siempre de forma reflexiva.
Por lo tanto, la única posibilidad de liberación del pecado que le quedaría al
hombre sería sólo la razón. Así que quien no sabe aceptar las reglas del
juego de la razón es porque no está en su sano juicio y tiene que ser
recluido.
Vida de aventura en pos de la verdad
Descartes se enlistó como soldado y peleó varias batallas pero desistió de
seguir en las guerras con los reyes protestantes así que pidió que lo
enviaran a otro lugar. Fue destinado a Neuberg, a orillas del Danubio, y allí
consiguió tranquilidad y tiempo para escribir. Descartes creyó firmemente
que Dios le había revelado en tales sueños el método que debía seguir para
razonar correctamente en su búsqueda de la verdad. Asumió la empresa de
reformar la filosofía de su tiempo en base a la “invención maravillosa” que
había recibido por inspiración divina.
Si no dudas es porque no existes
La primera actitud que caracterizó el pensamiento de Descartes fue la
desconfianza hacia sus propios sentidos ya que éstos, según él, podían
engañarle o deformar la realidad. En sus Meditaciones metafísicas escribió:
“Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro lo he
aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien: he
experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente
no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez”
(Descartes, 1997: 126). Obras de Descartes: El Método, Meditaciones
metafísicas.
Si no dudas es porque no existes
Descartes recurrió a la hipótesis del genio maligno y dijo: “Supondré, pues,
no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me
engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y
burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme”
(Descartes, 1997: 130). Descartes inventó su genius malignus precisamente
para que le formulara todas estas preguntas: Las artimañas de este
hipotético genio maligno encarnan y representan la duda profunda que
anidaba en el alma de su creador: ¿Es posible la ciencia? ¿Se puede llegar a
conocer la realidad? ¿Es acaso el universo algo incognoscible que escapa a
la razón humana? ¿Vivimos en un mundo irracional y absurdo?
Si no dudas es porque no existes
Por último, las respondió afirmando la racionalidad del conocimiento. Si
Dios existe y ha dotado de razón a la criatura humana, entonces es posible
llegar a conocer verdaderamente la realidad. El primer fundamento de la
filosofía cartesiana se resume en una breve y famosa frase: cogito ergo
sum, (pienso, luego soy o existo). La máxima cartesiana puede entenderse
también como: “dudo, luego existo” porque sólo puede dudar quien es
persona. El ser humano es una cosa que piensa y, por lo tanto, es
entendimiento, razón y espíritu. Se podría llegar a dudar de todo, menos de
la propia vida del pensador.
Si no dudas es porque no existes
La razón se concebirá así como la sustancia fundamental de la persona que
haría iguales a todos los hombres. Algo único y universal que consistiría en
juzgar correctamente y saber distinguir lo cierto de lo falso.
Para no dudar de que existan los objetos materiales, los animales y las
plantas, no habría más remedio que confiar en la existencia de un Dios fiel
y bondadoso. Era necesario saber que Dios existía. De ahí que Descartes
intentara demostrar racionalmente la existencia de Dios y afirmara que “la
idea de Dios, que está en nosotros, tiene por fuerza que ser efecto de Dios
mismo”.
Si no dudas es porque no existes
La sola presencia en el hombre de la idea de Dios demostraría, según el
filósofo, la existencia de la divinidad creadora. Se basaba en el famoso
argumento de que la existencia pertenece a la esencia de Dios. Descartes
hace un análisis sobre las dos plantas: una baja donde los hombres
trabajan desde el suelo guiados por la razón y la alta en la que moraba lo
divino y era necesaria la fe para acceder a ella. Descartes respetó la
tradición cristiana acerca de la realidad de estas dos plantas pero los
filósofos posteriores arremetieron con fuerza contra ella. Si la razón era
capaz de permitirle al hombre crear una base sólida sobre la que edificar
toda la ciencia universal ¿para qué era necesario algo más? ¿Qué
necesidad había de la creencia en una planta superior?
Si no dudas es porque no existes
Como indica el teólogo católico, Hans Küng: “¿Por qué no se sacude
decidida y consecuentemente todos los prejuicios de la fe y se desliga de
toda autoridad, para vivir únicamente de la razón pura, que tiene
soluciones para todo? A tales cuestiones condujo el pensamiento de
Descartes porque, en el fondo, su Dios no era el de Abraham, Isaac y Jacob,
no era el Padre de Jesucristo, ni el Abba Padre personal del Nuevo
Testamento, sino el Dios de los filósofos, el de la más pura especulación
racional humana. El mito cartesiano consiste precisamente en afirmar que
la fuente de toda verdad no era Dios sino la mente del hombre. La
experiencia humana se entendió así como el centro del universo sobre el
que debía orbitar todo lo demás.
Del orgullo cartesiano a la humildad de Newton
La mente humana fue con frecuencia una gran forjadora de mitos que, en
ocasiones, pretendieron borrar a Dios de la perspectiva del hombre. Pero,
como señalara Karl Barth, “cuando el cielo se vacía de Dios, la tierra
se llena de ídolos”. La obsesión de aplicar el método cartesiano a los
fenómenos sociales y el deseo de planificar la sociedad según la razón
condujo en numerosas ocasiones a la búsqueda ansiosa del mito social. El
deseo de crear sociedades equilibradas y paradisíacas en el mundo real no
empezó, desde luego, con Descartes, ya Platón en La República había
propuesto lo mismo así como también el pensamiento gnóstico.
Del orgullo cartesiano a la humildad de Newton
Sin embargo, será a partir del cartesianismo cuando más énfasis se hará en
tales ideas. Los escritos de los utopistas se sucedieron progresivamente
desde el Renacimiento hasta la época de los Beatles. El mítico cantante de
este famoso grupo musical, John Lennon, escribió en su canción Imagine:
“Imagina que no hay paraíso. Es fácil si lo intentas.
Ni infierno debajo de ti. Encima de nosotros sólo el cielo.
Imagina toda la gente viviendo para el presente.
Imagina que no hay países. No es difícil de hacer.
Del orgullo cartesiano a la humildad de Newton
Ningún medio para matar ni para morir. Tampoco religión.
Imagina toda la gente viviendo una vida de paz.
Imagina que no existe la propiedad. Me pregunto si puedes.
Nada de ansiedad ni hambre. La hermandad del hombre.
Imagina toda la gente compartiendo el mundo.
Dirás que soy un soñador pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
Y que el mundo sea como una unidad.”
Del orgullo cartesiano a la humildad de Newton
La obcecación por la utopía ha tenido siempre las mismas aspiraciones de
paz, unidad, igualdad y armonía social, pero a costa de eliminar la religión,
la propiedad privada, instaurar el gobierno de los sabios que actúen sólo
mediante la razón y compartir todos los bienes, incluso las mujeres y los
maridos en las idílicas comunas. Así sería –según se afirma– como se
podría alcanzar la felicidad y el bienestar para todos en esta tierra. El
cartesianismo, en el fondo, daba tanta importancia a la intuición que caía
con mucha frecuencia en posturas dogmáticas. La deducción teórica que
proponía Descartes estaba siempre mermada por la falta de comprobación
experimental. De ahí que su método para llegar a conocer la realidad no
pueda considerarse verdaderamente científico.
Del orgullo cartesiano a la humildad de Newton
Isaac Newton, el gran físico británico que nació ocho años antes de la
muerte de Descartes, combatió algunas de sus ideas. Su descubrimiento de
la gravitación universal le llevó a creer que en la naturaleza existían unas
leyes precisas impuestas por Dios que eran accesibles al hombre gracias a
la comprobación experimental. Según Newton, el Creador había
depositado su razón no sólo en la mente humana sino también en todos los
rincones del universo. Se trataba, por tanto, no únicamente de buscar en la
reflexión humana.
Sospecha de la Razón y confianza en el Sentimiento
La obra de Descartes separa radicalmente el concepto de conciencia (o
razón) del de cultura (o mundo social) para resaltar el primero sobre el
segundo en su relevancia para descubrir la verdad. Este método que
Descartes proponía se podría resumir en cuatro principios fundamentales.
El primero sería, “no aceptar como verdad nada que no reconozca
claramente serlo”. El segundo, “dividir cada uno de los problemas... en
tantas partes como sea posible”. El tercero, “conducir las reflexiones de
manera ordenada, comenzando por los objetos más sencillos y fáciles de
comprender”. Y el último, “realizar enumeraciones tan completas y
exámenes tan generales que se pueda estar seguro de no haber omitido
nada”.
Sospecha de la Razón y confianza en el Sentimiento
El pensamiento de Descartes en su intento de explicar mecánicamente la
estructura interna de todos los seres naturales, desde las piedras hasta el
propio hombre, y el comportamiento general de la naturaleza, se inspiró en
el atomismo de filósofos griegos como Demócrito, para quien la materia
estaría formada por partículas indivisibles, los átomos, que serían
inmutables e imperecederos ya que no habrían tenido principio ni tampoco
podían dejar de ser. Los herederos de Descartes decían: ``La materia es el
verdadero Dios tangible y demostrable: ni se crea ni se destruye,
simplemente se transforma; tiene en sí misma su principio y finalidad
suficientes”.
Sospecha de la Razón y confianza en el Sentimiento
El universo carecería de finalidad y, por tanto, Dios resultaría del
todo innecesario. Sin embargo, durante el siglo XX este materialismo fue
cuestionado seriamente desde la misma filosofía, desde la física cuántica e
incluso desde la psicología. Hoy existen numerosos pensadores e
investigadores convencidos de que la conciencia humana no puede
reducirse al simple juego de los átomos. Tal como remarca el psicólogo José
Luis Pinillos: “Sin cerebro no hay conciencia, pero la conciencia no es el
cerebro” (Pinillos, 1995: 111). La conciencia se entiende como aquella
función cerebral propia de la persona que trasciende la pura materia de
que está hecho el cerebro.
Sospecha de la Razón y confianza en el Sentimiento
El sociólogo Max Weber fue quizás uno de los primeros en darse cuenta de
que la racionalización moderna de la sociedad no conducía a ningún
paraíso en la tierra, sino más bien a un mundo completamente
deshumanizado.
Según la opinión del escritor Milan Kundera, en relación a la famosa frase
cartesiana, actualmente el “pienso, luego existo” debería traducirse más
bien por un “siento, luego existo” ya que el Homo sapiens se habría
convertido en un Homo sentimentalis que habría revalorizado el
sentimiento por encima de la razón. Hoy se prefiere sentir, en vez de
pensar (Cruz, 1997: 58).
Sospecha de la Razón y confianza en el Sentimiento
De cualquier manera, aunque el antiguo mito de la razón propuesto por
Descartes, haya demostrado su incapacidad para hacer feliz al hombre y
dar lugar a una sociedad justa, sería iluso creer que durante la
postmodernidad el ser humano ha renunciado a su tradicional deseo de
autonomía e independencia de Dios. El mito de Descartes consistente en
pensar que la fuente de todo conocimiento verdadero no es Dios sino la
experiencia humana, continúa vivo e influye poderosamente en la forma de
ver la realidad y entender el mundo que sigue teniendo el hombre
contemporáneo.
La Revelación más allá de la Razón
El método de Descartes se interesó en que para llegar a conocer de
manera correcta la realidad, así como las nuevas teorías astronómicas, que
intentar demostrar la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. No
obstante, su obra desprende un cierto aroma apologético y procura
respetar los principios básicos de la Iglesia católica.
Descartes dedicó toda su vida a la búsqueda de esta verdad y llegó a la
convicción de que realmente la había encontrado. Sin embargo, alcanzar
certeza racional no es lo mismo que poseer seguridad existencial. Tener
muchos conocimientos objetivos acerca de la realidad que nos rodea no es
lo mismo que saber vivir adecuadamente.
La Revelación más allá de la Razón
Además de razón, el hombre posee también corazón. Detrás de las ideas
están los sentimientos y éstos, a veces, se apoyan en razones in-
confesables. Como escribió Blas Pascal que nació cuatro años después de
que Descartes concibiera su “ciencia admirable”: “Le coeur a ses raisons,
que la raison ne connaît point: on le sait en mille choses” (“El corazón tiene
sus razones que la razón no conoce: se ve en mil cosas”) (Pensamientos,
277).La razón no ha llegado a destapar el sentido de la vida o de la historia.
Lo que de verdad se ha descubierto bien, son los propios límites del ser
humano. El hombre es ahora más objetivo pero también mucho más
inseguro de lo que pronosticó Descartes.
La Revelación más allá de la Razón
La ciencia se ha vuelto más humilde hacia las cuestiones de la fe porque
reconoce que ya no quedan auténticas razones para ser ateo. La razón
humana no puede revelar por sí sola todos los misterios de la existencia.
Sólo el mensaje cristiano, el de la fe en Dios a través de la obra de
Jesucristo, puede responder a los enigmas del hombre. Esto significa que
en contra de la opinión cartesiana, no es a partir del conocimiento de uno
mismo como se puede llegar al conocimiento de Dios y de la realidad, sino
precisamente al revés: es partiendo de la realidad del Dios que se
manifiesta en Jesucristo como se puede llegar a conocer verdaderamente
al ser humano.
La Revelación más allá de la Razón
De manera que tanto el “pienso, luego existo” de Descartes como
el“siento, luego existo” postmoderno, deberían ser cambiados por un
“creo, luego existo” propio de la esperanza cristiana. Tal sería la convicción
evangélica: la certeza de la fe por encima de la certeza del pensamiento.
La fe cristiana es el fundamento de la razón y no ésta la base de aquélla.
Muchas Gracias
Preguntas o dudas por favor escribir a: lissetteayapan@gmail.com

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