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(Psicología)
20192-C-260023
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
NEUROPSICOLOGÍA
(Psicología)
SEMESTRE 2019 - II
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FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
NEUROPSICOLOGÍA
José A. Rodríguez E.
Gran Canciller
Mons. Lino Panizza Richero
Rector
P. Dr. César Buendía Romero
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso escrito de la Universidad Católica Sedes Sapientiae
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
“Este material de enseñanza ha sido elaborado para uso exclusivo de los alumnos de la
Universidad Católica Sedes Sapientiae y en concordancia con lo dispuesto por la legislación
sobre derechos de autor: D. Leg. 882
Ley 13714
Art. 69. Pueden ser reproducidos y difundidos breves fragmentos de obras literarias, científicas
y artísticas, y aun la obra entera, si su breve extensión y naturaleza lo justifican; siempre que la
reproducción se haga con fines culturales y no comerciales, y que en ella no entrañe la
competencia desleal para el autor en cuanto al aprovisionamiento pecuniario de la obra,
debiendo indicarse, en todo caso, en nombre del autor, el título de la obra, y la fuente de donde
se hubiera tomado”
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Indice
Presentación p. 06
Introducción p. 07
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Presentación
El presente documento constituye un soporte teórico - práctico para el curso de
Neuropsicología para los estudiantes de la especialidad de Psicología. En él se encuentra
contenida información relevante producto del análisis bibliográfico en contrastación con la
experiencia en el aula.
En la parte final de cada contenido temático los estudiantes deberán trabajar una
actividad que permita visualizar y evaluar el nivel de aprendizaje sobre el objeto de estudio.
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Introducción
Desde tiempos remotos, al menos desde la Grecia clásica, el hombre ha mostrado un
gran interés por conocer la organización y razón de ser de su actividad psicológica: cómo se
encuentran organizadas la memoria y el lenguaje; cómo se producen el pensamiento y los
procesos lógicos, y por qué aparecen precisamente en la forma en que se presentan. Filósofos,
psicólogos, fisiólogos y teólogos han participado en el debate y expuesto sus puntos de vista.
Pero desde hace apenas un par de siglos suponemos que el cerebro es responsable de la
actividad psicológica, es decir, recordamos con nuestro cerebro, hablamos con nuestro cerebro
y pensamos con nuestro cerebro. O más exactamente, quien recuerda, habla y piensa es
nuestro cerebro; lo que llamamos actividad psicológica es simplemente la resultante de nuestra
actividad cerebral.
Hace apenas un poco más de un siglo se presentaron ante la comunidad científica del
momento las primeras demostraciones clínicas de que esto efectivamente era así: si se
lesionan algunas áreas del cerebro perdemos nuestra capacidad de hablar; si otras áreas son
las afectadas, no seremos capaces de pensar lógicamente y comportarnos racionalmente; y
aun si otras más sufren daño, no podremos recordar lo que nos sucedió un momento antes.
Hasta hace relativamente poco, la neurología y las ciencias biológicas por una parte, y
la psicología y las ciencias comportamentales por la otra, presentaban un desarrollo
relativamente paralelo, sin pretender la neurología y las ciencias biológicas en general
adentrarse en el análisis de los fenómenos psicológicos y la psicología y las ciencias
comportamentales preocuparse de manera especial por el conocimiento de las bases biológicas
y neurofisiológicas que llevan a la aparición de los fenómenos estudiados por la psicología: la
atención, la percepción, la memoria, el lenguaje, los procesos cognoscitivos complejos. Sin
embargo, una proporción considerable de las alteraciones del sistema nervioso se manifiestan
exclusivamente (al menos principalmente) en cambios en la actividad psicológica y
comportamental del paciente. Y, por otro lado, los principios de la organización perceptual o las
leyes de la memoria y el aprendizaje estudiadas por la psicología son el resultado, a nivel
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Los defectos cognoscitivos unidos al desarrollo son una causa frecuente de incapacidad.
Los cálculos sobre la prevalencia de problemas específicos de aprendizaje son muy variables,
y se sitúan entre 1% y 10% de la población infantil en general.
Dichos problemas son abordados de una u otra manera por una serie de especialistas:
pedagogos, psicólogos escolares, pediatras, neurólogos, fonoaudiólogos y neuropsicólogos.
Por otro lado, los defectos cognoscitivos unidos al envejecimiento normal, y en particular al
envejecimiento patológico en caso de demencias, reciben cada vez más atención
especializada. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se calcula que 6% de las
personas mayores de 65 años, 12-15% de las personas mayores de 75 años y cerca de 40%
de las personas mayores de 85 años presentan una demencia causada por una y otra etiología.
El geriatra y el neurólogo participan en el diagnóstico y manejo de los pacientes seniles y con
demencia, pero se requiere también la intervención del neuropsicólogo para llevar a cabo el
diagnóstico diferencial, la evaluación cognoscitiva y manejo del paciente.
Desde el punto de vista asistencial la acción del neuropsicólogo clínico se dirige a estos
dos grupos poblacionales (pacientes con daño cerebral de diferente etiología, y pacientes con
defectos cognoscitivos unidos al desarrollo) que en conjunto representarían de 3% al 5% de la
población general. A pesar de la convergencia de diferentes grupos de profesionales sobre este
porcentaje de la población, sus necesidades asistenciales son evidentes.
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Dichas relaciones tienen como sustrato la neurona, designada como la unidad fundamental del
sistema nervioso a condición de imaginar que, si el papel de la neurona es vehicular y tratar la
información, las neuronas sólo sirven por su multiplicidad (varias decenas de millares) y por la
multiplicidad de las conexiones que las unen a nivel de la sinapsis para crear así innumerables
redes. Los cuerpos celulares de las neuronas, agrupados, constituyen la sustancia gris
repartida en la superficie del encéfalo (y forman el córtex o corteza), pero también dispersada
en pequeñas acumulaciones «centrales» que constituyen el tálamo y los núcleos grises
(particularmente, el núcleo lenticular, el núcleo caudado, la sustancia negra). La sustancia
blanca repartida entre la corteza y los núcleos grises (fig. 1.1), está constituida por
prolongaciones de las neuronas, axones y dendritas, rodeadas de su vaina de mielina.
Las neuronas son la base de una actividad eléctrica cuyo registro en la superficie del encéfalo
permitió a Hans Berger promover en 1929 el electroencefalograma, y posteriormente el registro
de las respuestas eléctricas provocadas por los estímulos sensoriales, visuales, auditivos,
somestésicos que se denominan «potenciales evocados», de los cuales podemos medir la
amplitud y latencia.
Fig. 1.1. Los núcleos grises centrales (ganglios basales) vistos en un corte vértico-central
denominado de Charcot (de R. Gil, Neurologie pour le praticien, Simep, París, 1989).
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Un nuevo avance se produjo tras los trabajos de Sutton (1965), a partir de los que se opusieron
dos tipos de potenciales. Unos reflejan la recepción de las estimulaciones sea cual sea el valor
informativo que tengan para el individuo las estimulaciones recibidas: podemos denominarlos
potenciales exógenos. Los otros, de latencia más tardía, aparecen cuando se pide al sujeto que
practique una tarea mental, cuyo ejemplo más simple es el de contar sonidos agudos repartidos
aleatoriamente en el seno de sonidos graves: se les denomina potenciales evocados
endógenos o cognitivos.
Neuronas y neurotransmisores
Los «influjos» nerviosos que recorren las neuronas y que crean esas actividades eléctricas que
pueden ser registradas, están sostenidos por fenómenos bioquímicos complejos. Los
receptores sensoriales tienen por tarea la «transducción» de las señales físicas que reciben en
impulsos nerviosos. La transmisión de los influjos nerviosos de una neurona a otra en la
sinapsis, y de las neuronas a los músculos a través de las placas motoras, es permitida gracias
a la liberación de «neurotransmisores» que son recapturados a continuación por la membrana
presináptica, o destruidos en la fosa sináptica. Ejercen un efecto inhibidor o excitador sobre las
membranas postsinápticas. Incluso cuando la liberación de uno u otro neurotransmisor por uno
u otro sistema neuronal se identifica bien, no se puede asegurar que el neurotransmisor sea
específico del sistema neuronal determinado o de las funciones en las que ese sistema está
implicado: de esta manera, la dopamina es liberada por las neuronas nigroestriadas y está
implicada en la motricidad, pero también la dopamina es liberada por las neuronas
mesolímbicas para la regulación afectivo-emocional.
Las estructuras filogenéticamente más antiguas del encéfalo están constituidas esencialmente
por una gran parte del tronco encefálico y, en particular, por la formación reticular implicada en
la vigilancia, así como por los núcleos grises centrales implicados en la motricidad: estas
estructuras corresponden, en la concepción tripartita de Mac Lean, al «encéfalo reptiliano».
Este encéfalo, el más arcaico, rico en receptores opiáceos y en dopamina, controla los
comportamientos necesarios para responder a las necesidades básicas y a la supervivencia de
la especie, como el acto de alimentarse y de defensa de su territorio. El sistema límbico o
«encefalomamífero» o «paleomamaliano» engloba como un «anillo» (un «limbo») al precedente
en la cara interna de los hemisferios cerebrales (figs. 1.2 y 1.3). La parte más profunda,
conectada al hipotálamo, está constituida por estructuras subcorticales y en particular por el
hipocampo y la amígdala. La parte periférica del anillo corresponde al córtex límbico, constituido
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por la circunvolución del hipocampo (T5 o giro parahipocámpico), y por la circunvolución del
cuerpo calloso (giro cingular), por el conjunto formando la gran circunvolución límbica de Broca
o gyrus fornicatus (tabla 1.1), recorrido por un fascículo asociativo, el cíngulo y estando su
origen en el córtex frontoorbital (áreas 11, 12, 32). El sistema olfatorio completa el sistema
límbico.
Fig. 1.3. Esquema anatómico del sistema límbico. Las estructuras del circuito hipocampo-
mamilo-tálamo-cingular de Papez (de Mamo, 1962, de J. Barbizet y Ph. Duizabo, Abrégé de
neuropsychologie, Masson, París, 1985). 1, hipocampo; 2, fórnix o trígono; 3, cuerpo mamilar;
4, núcleo anterior del tálamo; giro cingular (parte anterior); 6, cuerpo calloso; 7, tronco cerebral;
8, fascículo mamilotalámico de Vicq d’Azyr (tracto mamilotalámico).
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Además, múltiples conexiones unen el sistema límbico con el neocórtex (frontal, temporal) de
la cara interna de los hemisferios cerebrales, los núcleos llamados límbicos del tálamo (en
particular, los núcleos anteriores y dorsomediales) y la formación reticular mesencefálica (área
límbica del mesencéfalo). Por último, el sistema límbico comprende el circuito de Papez,
formado por fibras eferentes del hipocampo que, a través del trígono o fórnix, llegan a los
cuerpos mamilares, y hacen relevo en el fascículo mamilotalámico de Vicq d’Azyr para ganar
finalmente el núcleo anterior del tálamo y el giro cingular. El sistema límbico interviene en la
regulación de los comportamientos instintivos, emocionales, así como en la memoria.
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Por encima de los encéfalos «reptiliano» y «límbico» se despliegan los hemisferios cerebrales
recubiertos de una capa o córtex cerebral y que constituyen el encéfalo neomamaliano (fig.
1.4), que gestiona las informaciones que provienen del contexto, adapta las acciones, y permite
el despliegue de las funciones cognoscitivas, en cuya cima se encuentra el lenguaje. Las
capacidades de planificación y anticipación se atribuyen al lóbulo frontal, en el que culmina la
humanización del encéfalo. Esta concepción tripartita, ciertamente esquemática, no puede
imaginarse sin las conexiones que unen esas tres estructuras.
Fig. 1.4. Concepción tripartita del cerebro (de Mac Lean, 1970).
Aparte de las estructuras filogenéticamente más antiguas citadas con anterioridad (paleocórtex
del aparato olfatorio; arquicórtex del hipocampo, agrupados ambos bajo el nombre de
alocórtex), la mayor parte del córtex o neocórtex o isocórtex representa la estructura más
reciente. Las tinciones argénticas muestran que está constituido por seis capas celulares (la
cuarta, rica en células, se denomina capa granular). Según las regiones del cerebro, la
morfología y la densidad celular de las capas son muy variables; estos criterios
citoarquitectónicos son los que han permitido a Brodmann establecer el mapa de las áreas
corticales numeradas de 1 a 52 (fig. 1.5), que pueden agruparse en tres grandes clases: a)
córtex agranular con ausencia de la capa 4 y profusión de las células piramidales (áreas 4 y 6),
b) córtex hipergranular con una capa granular desarrollada y muy celular (áreas sensitivas y
sensoriales), y c) córtex laminar con equilibrio entre las seis capas (áreas asociativas).
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Fig. 1.5. Las áreas citoarquitectónicas, según Brodmann (de J. Barbizet y Ph. Duizabo,
Abrégé de neuropsychologie, Masson, París, 1985).
Bases neuroanatómicas
La superficie de los hemisferios cerebrales está recorrida por fisuras y surcos (sulcus) que
delimitan las circunvoluciones (gyrus) reagrupadas a su vez en lóbulos (lobus) (figs. 1.6, 1.7 y
1.8). La fisura de Rolando (surco central), que recorre la cara externa de cada hemisferio
oblicuamente de arriba abajo, separa el lóbulo frontal por delante del lóbulo parietal por detrás.
La fisura de Silvio (surco lateral) es profunda (valle de la arteria silviana o cerebral media), casi
perpendicular a la precedente, y se dirige de adelante hacia atrás y ligeramente de abajo arriba.
Separa el lóbulo temporal, situado debajo de ella, del lóbulo frontal, situado por encima de ella
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y por delante de la fisura de Rolando, y del lóbulo parietal situado por encima de ella y por
detrás de la fisura de Rolando.
En la parte más posterior, el lóbulo occipital sólo está separado virtualmente de los lóbulos
parietal y temporal; la fisura o surco calcarino (sulcus calcarinus) se sitúa en la cara interna y
limita, con el surco parietooccipital por arriba, el cuneus. El lóbulo de la ínsula está oculto entre
los márgenes de la fisura de Silvio, recubierto por el opérculo lateral, subdividido en opérculos
frontal, central (o rolándico), parietal por arriba y en opérculo temporal por abajo. Los dos
hemisferios cerebrales están unidos por comisuras, siendo la más voluminosa el cuerpo calloso.
Fig. 1.6. Cara lateral (externa) del encéfalo. La superficie del encéfalo está recorrida por
cisuras y surcos que delimitan las circunvoluciones (giros) y en los lóbulos en que forman. F:
circunvoluciones frontales. P: circunvoluciones parietales. T: circunvoluciones temporales. O:
circunvoluciones occipitales.
Especialización hemisférica
Las consecuencias de las lesiones focalizadas del cerebro y las dificultades provocadas por las
lesiones callosas que ocasionan una desconexión interhemisférica han permitido establecer la
existencia de una especialización funcional de cada uno de los hemisferios denominada
dominancia. Las afasias han inaugurado la historia de la neuropsicología, caracterizadas por
destruir o alterar una función fundamentalmente humana y es gracias a ellas que se ha llamado
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Fig. 1.7. Cara medial (cara interna) del encéfalo. (Para más detalles del sistema
límbico, v. figs. 1.2 y 1.3)
dominante al hemisferio que gestiona las funciones lingüísticas, y que ordena la mano más
hábil, siendo con frecuencia, en los diestros, el hemisferio izquierdo. Por otra parte, la
especialización hemisférica en los diestros es más neta (v. cap. 2). Así, es importante que el
examen neuropsicológico precise si se trata de un diestro o de un zurdo (puro, «contrariado» o
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El cuestionario propuesto por Hecaen y de Ajuriaguerra (tabla 1.2) puede permitir una
evaluación cuantificada de la lateralidad. La preferencia manual se establece a una edad
temprana, hacia los 3 años. Está genéticamente determinada, puede influenciarse por
patologías con lesiones hemisféricas pre o posnatales y podría apoyarse anatómicamente en
una asimetría anatómica de los hemisferios cerebrales, y en particular en la mayor superficie
del planum temporal izquierdo en los diestros. Aparte del lenguaje, la especialización del
hemisferio izquierdo determina la destreza manual, la organización del lenguaje y la actividad
gestual, mientras que el hemisferio derecho (que se denomina «menor») se especializa en las
funciones visoespaciales, atencionales, así como en el reconocimiento de fisionomías y en el
control emocional. También se ha comprobado que el hemisferio izquierdo llevaría a cabo
tratamientos analíticos y secuenciales mientras que el hemisferio derecho procedería de
manera simultánea y paralela (holística).
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Jordi Peña-Casanova
Sección de Neurología de la Conducta y Neuropsicología.
Instituto Municipal de Asistencia Sanitaria (IMAS).
Introducción
Las relaciones entre el cerebro y las actividades mentales han sido una cuestión que ha
interesado desde los tiempos más remotos. El problema tiene, de hecho, unas raíces profundas
y previas a la aparición de los términos neurología, neuropsicología o neurología del
comportamiento (Lecours y Joanette, 1991). De hecho, el objetivo planteado a lo largo de la
historia ha sido siempre el mismo.
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En nuestro país la influencia de la obra de Ajuriaguerra y Hécaen [4] fue capital y se concatenó
con las aportaciones de otros autores para constituir una primera aproximación sistematizada
de los conocimientos sobre las bases cerebrales de las actividades mentales.
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Una versión ampliada de este continuum de libros se publicó en inglés con el título Human
Neuropsychology (Hécaen y Albert, 1978) [6]. En esta edición se introdujeron capítulos sobre
trastornos de memoria, trastornos debidos a patología del lóbulo frontal, plasticidad cerebral y
recuperación de la función. El prefacio fue escrito por Norman Geschwind quien destacó la
importancia de la obra de Hécaen:
"...Henry Hécaen fue uno de los nuevos pioneros que reanimaron este campo.
Sus contribuciones han llegado a ser tanta parte de nuestro pensamiento
básico diario que paradójicamente es fácil olvidar su papel" [4, p. v] [...Henry
Hécaen was one of the new pioneers who revivified the field. His contributions
have become so much a part of our basic everyday thinking that is
paradoxically easy to forget his role].
Se puede ver, en consecuencia, la evolución de una obra -con cambios de autores y títulos- y
se puede considerar esta evolución como el reflejo del cambio de ideas y aproximaciones
acontecidas entre 1949 y 1978 (¡tres décadas!).
Entre finales de los cuarenta (1949), cuando aparece la primera edición de "Le cortex cérebral",
y mediados de los sesenta (1966) -quince años- descollan una serie de autores importantes,
que van a contribuir decididamente al desarrollo y la consolidación, directa o indirectamente, de
la neurología de la conducta: Bucy [7], Fulton [8], Critchley [9], Eccles [10], Magoun [11] y Denny
Brown [12] entre otros. Durante estos tres lustros destaca, también, un conjunto de libros que
recogen las aportaciones a reuniones internacionales de alto nivel y que se suman al proceso
de configuración de la neuropsicología. Entre estos libros cabe destacar los editados por Adrian,
Bremer y Jasper [13]; Wolstenholme y O'Connor [14]; Halpern [15]; De Reuck y O'Connor [16];
y Eccles [17]. Sus aportaciones ciertamente no eran en absoluto de conocimiento generalizado
en nuestro medio.
Años 70
El inicio de los años setenta está marcado por tres "neuropsicologías". La Introducción a la
Neuropsicología de Benton (1971) [18], la de Hécaen (1972) [5], y la de Luria (1973, 1974) [19-
21], y por la Behavioral neurology de Pincus y Tucker (1974) [22]. Otras "neuropsicologías" son
posteriores: la "breve" (un abrégé) de Barbizet y Duizabo (1977) [23]; la Human
Neuropsychology de Hécaen y Albert (1978) [6] que se ha de ver como la continuación de Le
cortex cérébral de Ajuriaguerra y Hécaen, la más clínica y sintética de Walsh (1978) [24]; la
americana "de editores" de Heilman y Valenstein (1979)3[25].
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Con independencia del listado de libros que reflejan el desarrollo progresivo de un corpus de
conocimientos, se debe hacer referencia al desarrollo de la neuropsicología experimental entre
los años sesenta y setenta. Si bien el desarrollo inicial de la neuropsicología se basó en el
estudio de casos individuales o series de pacientes con trastornos similares, la exploración se
fundamentaba en la descripción de los síntomas sin que existieran métodos estandarizados.
Los diseños propios de la psicología experimental con grupos de sujetos sometidos a distintos
tratamientos experimentales (en el caso de la neuropsicología lesiones), protocolos
estandarizados y seguimientos sistemáticos, se inician en los años sesenta-setenta. Los
trabajos de distintos autores se dirigieron al estudio de la percepción espacial, memoria,
lenguaje, atención, emociones, praxis, etc.
Años 80
En los años ochenta aparecen diversas obras entre las que destacan la aproximación "de autor"
erudita y completa, de Dimond (1980) [26]; o la más académica o "libro de texto" de Kolb y
Wishaw (1980) [27]. La Neuropsicología editada por J. Peña-Casanova y Ll. Barraquer-Bordas
(1983)[28] fue la primera obra de estas características generales en España. Cabe destacar la
Localization in Neuropsychology editada por Andrew Kertesz (1984)5[29] que aportó una clara
novedad ya que el enfoque se realiza principalmente alrededor de los problemas de la
localización cerebral de la función. La obra Principles of Behavioral Neurology editada por
Marcel Mesulam (1984) [30] constituyó otro clásico. La Neuropsychologie Clinique et Neurologie
du Comportement editada por Mihai Ioan Botez (1987, segunda edición de 1997) [31] contiene
una especie de vuelta a los orígenes ya que el libro se organiza en bases generales, en
funciones y en síndromes focales (temporal, parietal, frontal, etc.) al igual que el libro de
Ajuriaguerra y Hécaen.
En los años ochenta aparece una obra que iba a tener una gran influencia en
el ulterior desarrollo de la neuropsicología, la Human Cognitive
Neuropsychology de Andrew W. Ellis y Andrew W. Young (1988) [32]6. Esta
obra establece claramente los principios de la "neuropsicología cognitiva",
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Años 90
Los años noventa presentan la novedad del Handbook of Neuropsychology editado por
François Boller y Jordan Grafman (apareciendo volúmenes hasta el año 1997) [33].
Posteriormente aparecieron la Neuropsychologie humaine de Xavier Seron y Marc Jannerod
(1994) [34], la Behavioral Neurology and Neuropsychology de Todd E. Feinberg y Martha J.
Farah (1997) [35], o la reciente obra Handbook of Clinical and Experimental Neuropsychology
de Gianfranco Denes y Luigi Pizzamiglio (1999) [36]. En 1994 aparece en Colombia la
Neuropsicología clínica de Alfredo Ardila y Mónica Rosselli [37], "como texto básico de
entrenamiento universitario en neuropsicología" 7, dos años mas tarde, en 1994, le sigue en
España otra obra de neuropsicología dirigida a estudiantes de las facultades de Psicología, es
la Neuropsicología de Junqué y Barroso [38]. En 1995 llega desde Brasil el libro
Neuropsicologia, das bases anatomicas à rehabilitaçao [39], editado por Ricardo Nitrini, Paulo
Caramelly y Letícia L. Mansur. En 1998 Victor Feld y Mario T. Rodríguez editan en Buenos
Aires la primera Neuropsicología infantil [40] en español.
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El término "Neuropsicología" se atribuye a veces a Karl Lashley (1890-
1958). Este autor experimentalista usó el término en el contexto de las
lesiones cerebrales y la conducta en una presentación que realizó en el
año 1936 ante la Boston Society of Psychiatry and Neurology. Su
conferencia apareció publicada en 1937 (Lashley, KA. Functional
determinants of cerebral localization. Archives of Neurology and
Psychology, 1937; 38:371-387). A pesar de esta atribución, Lashley no fue
el primero en usar este término. Dado que Lashley cita el libro de Goldstein
de 1934 (cfr. infra), y no usa la palabra antes de 1936 hace pensar que la
toma de Goldstein (ver: Finger S. History of Neuropsychology. En: DW
(ed.) "Neuropsychology". San Diego: Academic Press, 1994:1-28).
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Nuevas patologías han requerido asimismo el análisis de la neuropsicología; tal es el caso del
sida. Los escenarios laborales han crecido de manera notable, y la neuropsicología juega un
papel importante en los hospitales y en las escuelas, las cárceles, los hogares de ancianos,
etcétera.
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A futuro, se prevee:
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Este comentario tiene que ver con la "pesidential address" de Linas A.
Bieliauskas en la "División 40" de la American Psychological Association.
En esta presentación se destacaba la necesidad de estándares de
formación en neuropsicología. Algunas de las ideas y duras críticas
vertidas en su conferencia sobre los psicólogos serían aplicables a los
neurólogos.
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Un ejemplo fácil sería el siguiente: ¿De qué sirve contratar a un neurólogo
especializado -o a un neuropsicólogo- que se limita a realizar largas
exploraciones para terminar diciendo que el paciente en cuestión tiene una
"afasia de Wernicke", cosa que ya sabe el neurólogo con mínima
formación? Si su aportación es crucial en el manejo del paciente las cosas
cambian radicalmente. Otro ejemplo: ¿De qué sirven largas exploraciones
neuropsicológicas en las demencias si no se van a usar los datos de tales
exploraciones para otros objetivos? ¿Aportan lo mismo los test breves que
los largos para tomar decisiones prácticas?
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1.
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Introducción
Ciertas formulaciones psicológicas pueden no ser apropiadas para describir la función cerebral o
las conexiones reales. Por otra parte, la anatomía y la fisiología por sí solas puede que no
proporcionen incluso las preguntas, y mucho menos las respuestas, sobre el comportamiento. Los
avances recientes en la confección de modelos cognitivos representan un paso importante en la
interpretación de los déficits funcionales. Estos modelos, a menudo representados mediante
diagramas de cajas y flechas, se basan en los principios del procesamiento de la información y en
la metáfora del ordenador. Sin embargo, el fraccionamiento o las distintas fases de la función
presentan muchos problemas metodológicos y conceptuales. Descomponer un comportamiento
complejo en sus componentes conlleva el riesgo de perder el significado y la significación biológica
del comportamiento para el organismo. Desde el punto de vista de localización, es probable que los
comportamientos más complejos, tales como la comprensión, tengan un input amplio y se vean
afectados por lesiones en muchas áreas. Las funciones fraccionadas minuciosamente, por ejemplo
"buffer de memoria a corto plazo", son, con frecuencia, el componente de muchos comportamientos
complejos e, incluso, es menos probable que puedan ser localizados, si es que existe dicha
posibilidad.
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excepción de las áreas corticales primarias, como las cortezas estriadas y piramidales. Los mapas
funcionales han evolucionado a través de varias técnicas fisiológicas, desde la ablación cortical,
pasando por la degeneración retrógrada, la estimulación cortical hasta la activación funcional. Uno
de los mejores ejemplos de un mapa funcional es el de la corteza del lenguaje de Penfield que
procede de la estimulación cortical. Algunas de las pruebas recientes procedentes de experimentos
fisiológicos indican una gran cantidad de plasticidad de los mapas corticales, lo cual modifica el
concepto de correspondencia exacta de la función y las áreas corticales.
La corteza del lenguaje es anatómicamente contigua desde el área de Wernicke hasta el área de
Broca, pasando por el opérculo temporal, la ínsula y el opérculo frontal. Los anatomistas también
han demostrado la contigüidad de la corteza del lenguaje, la cual se hace evidente cuando se
despliega la cisura de Silvio (Krieg, 1963). La organización de la corteza del lenguaje se
conceptualiza más como una red dinámica que como una conexión de centros fijos. Los modelos
de inteligencia computacional y artificial modernos proporcionaron términos como proyecciones
"feed-forward" y "feed-back" y la operación de redes en paralelo, en serie y de manera recurrente.
Algunos de los estudios de la estimulación de Ojemann sugieren más una organización más
concéntrica que el modelo clásico conexionista posterior anterior. La percepción y el ensamblaje
fonémicos ocupan las regiones perisilvianas centrales, mientras que la memoria y la selección léxica
tienen lugar de una forma más periférica en las cortezas de asociación. De una manera general,
este modelo también es compatible con los estudios de localización de una lesión.
La localización de una lesión ha sido una de las técnicas más importantes de correlación entre la
estructura y la función. La observación de que las lesiones ubicadas en el mismo lugar se asociaban
a déficit similares o a un mismo comportamiento alentó a los clínicos y a los anatomistas a extraer
conclusiones de las lesiones acerca de la manera cómo funciona el cerebro.
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cerebral mediante varias técnicas tales como el xenón, el SPECT, el PET y la RMf. Estos cambios
representan, en realidad, modificaciones fisiológicas relacionadas con la función y ello da lugar a la
imagen funcional. Desde que la imagen funcional ha adquirido importancia, el método lesional se
ha dejado en un segundo término hasta cierto punto, incluso algunos lo consideran obsoleto. Sin
embargo, se ha avanzado sustancialmente tanto en la metodología como en el conocimiento e
intentaré resumir estos avances, especialmente en el ámbito del lenguaje del procesamiento y
visuoespacial y discutir sobre los estudios de RM que ofrecen una alta resolución anatómica.
El lenguaje articulado
El lenguaje articulado es un ejemplo de función cognitiva compleja que se fundamenta en una red.
La producción verbal es una función importante, aunque difiere substancialmente dependiendo de
si es en respuesta a preguntas (discurso en forma de respuesta), una expresión improvisada de
ideas o un discurso descriptivo o una repetición. El lenguaje hablado incorpora muchas
subfunciones. Los lingüistas las han clasificado en articulación, fluidez, prosodia, procesamiento
fonológico, evocación léxica, sintaxis, pragmática, etc. Sin embargo, todos o la mayor parte de los
componentes funcionales tienden a estar implicados hasta cierto punto en el síndrome clínico de la
afasia de Broca que puede definirse de forma fiable mediante puntuaciones de pruebas
estandarizadas (Kertesz, 1979) o mediante una descripción clínica detallada. Muchos procesos
centrales identificables e, incluso, disociables, tales como el habla agramatical o la disprosodia,
contribuyen al síndrome. Sin embargo, ninguno de éstos tiene, hasta el momento, una localización
fiable, sólo la tiene el síndrome en su conjunto.
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Los mecanismos de ensamblaje fonémico premotor y motor son llevados a cabo por una red
cortico/subcortical. Si han quedado dañados parcialmente uno o dos componentes de esta red, el
pronóstico es bueno. Sin embargo, si están dañados todos los componentes subcorticales y
corticales de la red, el déficit es más intenso (Bruner et al., 1982) y la recuperación es menos
probable. Existen pruebas convergentes de que la red articulatoria que permite la fluidez incluye la
substancia blanca, conectando regiones entre los componentes de ésta. La participación de la
substancia blanca central también era importante para el déficit de fluidez en la población de
traumáticos craneales de Russel y Espir (1961) y Ludlow et al. (1986) y en los accidentes vasculares
(Naeser et al., 1989). El centro semioral o la sustancia blanca periventricular, que están afectados
en casos persistentes de afasia global o de Broca, incluyen a menudo el fascículo piramidal, las
proyecciones somatosensoriales talamocorticales, el cuerpo del núcleo caudado, las conexiones
estriatocorticales, las radiaciones callosas, el fascículo subcalloso (Muratoff, 1893), las
proyecciones talamocorticales del núcleo dorsomedial y ventrolateral (Yakovlev, Locke, 1961) y el
fascículo occipitofrontal (Dejerine, Dejerine-Klumpke, 1895).
La importancia de las áreas motoras suplementarias izquierdas reconocida por Penfield y Roberts
(1959), los cuales las rebautizaron con el nombre de "área del lenguaje suplementaria", debido a la
frecuente suspensión del habla que se observó durante la estimulación de esta región.
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Desde Arnold Pick se ha usado también el término afasia adinámica para describir este
comportamiento. Desde el punto de vista de la citoarquitectura, el córtex motor suplementario
parece que representa una extensión paralímbica del córtex límbico (Sanides, 1970), lo que sugiere
a vínculo entre el sistema límbico y la iniciación de los mecanismos motores del lenguaje.
Frecuentemente se asocian la agnosia auditiva para los sonidos no verbales y la amusia, aunque
estos síntomas puede que se observen en las lesiones que afectan la región derecha sin el
componente verbal. En la sordera cortical, que es el resultado de lesiones temporales bilaterales,
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el paciente parece clínicamente sordo con una audición primaria preservada, pero con los procesos
auditivos centrales dañados (Kertesz, 1983).
Wernicke afirmó que el área de asociación auditiva desempeña un papel de control en la producción
lingüística (con lo que presagiaba los conceptos modernos de feedback –retroalimentación– y de
procesamiento paralelo) y que las lesiones ocasionadas en este área causan un lenguaje
defectuoso, parafásico. Otros estudios de TAC indicaron que los pacientes que presentan
substituciones semánticas tienen una lesión posterior a los que padecen parafasia fonémica (Cappa
et al., 1981).
Nuestros estudios de localización y tamaño de la lesión en la afasia de Wernicke sugieren que las
estructuras conectadas ipsilaterales, sobre todo en el lóbulo parietal inferior, son las que tienen más
probabilidad de ser substituidas tras la lesión. Parece que la circunvolución angular y supramarginal
son las estructuras compensatorias más probables. (Kertesz et al., 1993).
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Las lesiones talámicas producen una jergafasia fluctuante con un discurso relativamente no fluido
(Mohr et al., 1975). A menudo, la repetición está preservada (Cappa, Vignolo, 1979). Aunque
frecuentemente se dice que las lesiones subcorticales producen síndromes atípicos, cuando se
intenta comparar los resultados de los pacientes con una lesión cortical de tamaño equivalente a
las lesiones subcorticales, las diferencias no son significativas (Kirk y Kertesz, 1994). El
hipometabolismo cortical distante o la diasquisis transináptica se consideran como una posible
razón del déficit, además de cualquier hecho intrínseco o el procesamiento que pueda tener lugar
en los ganglios basales (Metter et al., 1981; Baron et al., 1986).
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Resección neuroquirúrgica
Los tumores malignos penetran en el tejido cerebral más allá de la resección y, a menudo, es difícil
determinar hasta dónde ejerce, en realidad, su radio de acción. Los efectos distantes del edema,
de la insuficiencia vascular y del desplazamiento de los tejidos son difíciles de cuantificar en las
exploraciones quirúrgicas. La cirugía que se realiza en el caso de la epilepsia se lleva a cabo, a
menudo, en cerebros lesionados y los tejidos extirpados no pueden ser, en ningún caso,
funcionales. Es difícil calcular la extensión de la excisión debido a la limitación de la exposición y la
variabilidad y la distorsión de la anatomía de la superficie.
Se han usado las hemiferectomías para eradicar tumores malignos en adultos (Smith, 1966) y para
la excisión de tejido epileptogénico muy marcado/dañado en lactantes y niños. Algunos de éstos se
estudiaron extensamente. Las hemiferectomías izquierdas en adultos producían afasia global, pero
conservaban la expresión automática y emocional, articulaban incluso a un nivel de frase y
conservaban algo de comprensión de nombres aislados. Las limitaciones al estudiar las
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hemiferectomías de adultos son la rareza de esta operación (la mayoría de los cirujanos ya no la
tienen en cuenta para los tumores) y la propagación normalmente implacable del neoplasma al otro
hemisferio. Las hemiferectomías infantiles se han estudiado bien y han indicado una recuperación
casi completa de la función en ambos hemisferios. Sin embargo, las mediciones sofisticadas del
lenguaje han indicado un desarrollo inferior al normal en CI verbal y en la competencia gramatical
en los niños que se habían sometido a una hemiferectomía izquierda durante su infancia (Dannis y
Whitaker, 1976).
Callosotomía
Algunas de las operaciones no han sido del todo completas, tal como han indicado los estudios
recientes de RM, y esto puede haber hecho llegar a falsas conclusiones referente a la función.
Basándose en una hemiferectomía y en dos comisurotomías, Zaidel (1976) estimó que el
vocabulario del hemisferio izquierdo era igual o superior al nivel de un niño de 10 años.
Gazzaniga (1983) observó, en estudios posteriores, que el hemisferio derecho normal tiene
menos lenguaje de lo que se creía en un principio. El comportamiento de estos pacientes tras
las comisurotomías podría atribuirse a lesiones tempranas del hemisferio izquierdo, el cual ha
dado como resultado una organización de las funciones del lenguaje o una transferencia al
hemisferio derecho.
Experimentos más recientes con pacientes con pacientes comisurotomizados indicaron que
tiene lugar un cierto grado de transferencia intrahemisférica fuera del cuerpo calloso. Incluso
en pacientes con split-brain, el dominio del hemisferio izquierdo ejerce y traduce respuestas no
verbales procedentes del hemisferio derecho en sea cual sea la estructura verbal que las
experiencias del hemisferio izquierdo hayan construido. Gazzaniga y LeDoux (1978) postularon
que un número de sistemas mentales, emocionales, motivacionales y perceptivos están
controlados por el sistema verbal. Este "yo verbal mira y ve lo que está haciendo la persona y
a partir de este conocimiento interpreta la realidad". Este concepto del control del yo verbal es,
de alguna manera, similar a la teoría de Freud del ego, ya que se aplica al dominio del lenguaje.
Así, pues, el hemisferio izquierdo no sólo interpreta la palabra para nosotros en lo que se refiere
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al lenguaje, sino que también integra nuestras funciones mentales en una conciencia
intencionada, la cual es la esencia de nuestra existencia.
Estimulación cortical
Usando esta técnica se pueden preservar las áreas sensoriales, motoras y del lenguaje. Penfield y
Roberts (1959) cartografiaron las áreas del lenguaje y Van Buren et al (1978), Ojemann, Whitaker
(1978) y Ojemann, Mateer (1979) han añadido más información acerca la localización cortical.
Estos estudios han mostrado que, en efecto, el área de Broca producía la dificultad más consistente
en la denominación. También encontraron un patrón bastante selectivo en el que un par de
milímetros marcaban una gran diferencia al determinar qué alteraciones funcionales se obtenían
durante la estimulación. Por ejemplo, una zona interferiría una lengua, pero no otra y un cambio
muy pequeño de la localización de los electrodos invertiría la situación. El lenguaje parecía estar
organizado concéntricamente alrededor de la cisura de Silvio más que seguir la dicotomía
anteroposterior de los estudios de las lesiones. La estimulación del hemisferio derecho interrumpía
el reconocimiento de las caras, el etiquetaje de la expresión emocional y la orientación de líneas
(Mateer, 1983).
El registro de las neuronas en la circunvolución temporal superior mostró una activación al oír
elementos verbales, en particular distinciones fonológicas. Se han relacionado diferencias en el
significado o inflexión con alteraciones en el patrón de descarga neuronal procedente de la
circunvolución temporal inferior y media (Creutzfeld et al., 1989). El registro del lóbulo temporal
medial mostraba una descarga estímulo-específica al ver una palabra o una cara en particular
durante la intervención quirúrgica de la epilepsia. Esta región parece codificar distintos estímulos
en un contexto dado, con un grado notable de especificidad. Los electrodos subdurales implantados
también se usaban para registrar y estimular a pacientes ambulatorios. Además del córtex
perisilviano del lenguaje, la estimulación de la región basal inferior también produce la detención
del habla más en la región izquierda que en la derecha.
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marcadamente reducido por la contracción voluntaria leve del músculo diana. El mecanismo de
facilitación es la actividad neural al nivel espinal y cortical. Se asume que las dendritas y los
terminales presinápticos o, incluso, los cuerpos celulares y los axones eferentes se estimularán
mediante el aumento de la fuerza de los estímulos magnéticos (Mills et al., 1987). También se ha
intentado la estimulación magnética del córtex del lenguaje, pero hasta ahora sólo se han obtenido
fenómenos negativos, tales como la anomia.
La ventaja de este método es que puede aplicarse en pacientes colaboradores y despiertos que
pueden realizar funciones específicas durante la estimulación. En este aspecto, se parece a otros
métodos funcionales de localización, como el flujo sanguíneo cerebral y la tomografía por emisión
de positrones. Sin embargo, la estimulación interfiere con las funciones, las interrumpe o las altera
y, con menos frecuencia, provoca fenómenos positivos. En este aspecto, es como el método
lesional, pero la estimulación afecta a un área mucho más pequeña, lo que permite una mayor
resolución para cartografiar. Se pueden examinar varias funciones mediante la estimulación
repetida de la misma área. Las limitaciones de esta técnica incluyen la logística de un procedimiento
quirúrgico largo, la dificultad en reproducir la estimulación en el mismo lugar y la brevedad de las
tareas que se pueden emplear durante el corto periodo de estimulación (un máximo de unos 12
segundos). Los sujetos normalmente padecen epilepsia o tumores con cerebros reorganizados y
las conclusiones puede que no siempre se puedan generalizar.
Potenciales evocados
Los PE cerebrales son complejos desde el punto de vista técnico debido a muchos artefactos
que interfieren con su estudio. Algunas de estas dificultades técnicas fueron analizadas por
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Desmedt (1977). Otro problema que afecta a este método es la restricción de tiempo en los
estímulos. La estimulación tiene que ser muy corta y tiene un comienzo, una duración y un inicio
concretos para estar conectado con el acontecimiento cerebral. De alguna forma, es lo opuesto
a los estudios de flujo sanguíneo cerebral, los cuales requieren una actividad cerebral más
sostenida para poder ser analizados. La mayor ventaja de esta técnica es que refleja un
acontecimiento fisiológico conectado con el procesamiento cerebral real, aunque la resolución
de la localización es pobre y los potenciales están, normalmente, sobre una gran área del cuero
cabelludo y el cerebro.
La técnica del flujo sanguíneo cerebral (FSC) utiliza las alteraciones patológicas y fisiológicas
del suministro sanguíneo regional. La técnica se basa en calcular el aclaramiento de los
isótopos radioactivos de varias regiones del cerebro mediante detectores de superficie. Los
valores se expresan en porcentajes de la media hemisférica. Se supone que los aumentos del
flujo sanguíneo se asocian a un aumento de la actividad neuronal y, por lo tanto, funcional. Se
requiere una tarea repetitiva sostenida de, al menos, 3-5 minutos de duración para que se
produzca la activación. Las imágenes codificadas por colores del FSC se utilizan ampliamente
para demostrar que el cerebro se activa en múltiples localizaciones cuando, por ejemplo, una
persona lee o el hemisferio derecho también se "ilumina" cuando uno habla. El patrón de reposo
muestra flujos bajos postcentrales y altos precentrales (Ingvar & Schwartz, 1974). Los
movimientos repetitivos simples de la boca, la mano o el pie aumentan el FSC en el área
sensoriomotora contralateral y respaldan, así, la topografía del homónculo cortical.
La importante ventaja de esta técnica es que refleja la modificación metabólica fisiológica que
acompaña la función fisiológica y puede usarse para estudiar los procesos normales. Debe
recordarse, sin embargo, que estos cambios no miden directamente acontecimientos
neuronales. Estas técnicas son más idóneas para el estudio de actos cognitivos repetitivos y
sostenidos. Las lesiones, tales como los infartos que producen un déficit, pueden aparecer
como áreas de bajo flujo con un área de "perfusión de lujo" o de flujo elevado que las rodea. La
desventaja más importante es una resolución relativamente pobre del método de inhalación del
xenón no invasivo. Sólo mide el flujo sanguíneo en la superficie. Pocas veces se usa la
inyección intra-arterial, que es más precisa, porque es invasiva y requiere las indicaciones de
una anteriografía. Hay una modificación más reciente de esta técnica, que combina la
inhalación del xenón 133 con la tomografía computerizada y que consigue, así,
representaciones tridimensionales en cortes similares a los del PET.
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La tomografía computerizada por emisión de fotón simple (SPECT) es una técnica de medición
de la activación funcional menos cara y más disponible, pero la resolución es mucho menor que
la del PET. La correlación con la función no es tan directa y se usa más ampliamente para medir
más un estado estable que la activación de la función. Los trazadores radioactivos del SPECT,
como los isótopos radioactivos de yodo y tecnecio, se combinan con aminas lipofílicas y cruzan
fácilmente la barrera hematoencefálica. Algunos de estos trazadores salen del cerebro
lentamente y su distribución representa un registro del flujo sanguíneo cerebral regional en el
momento de la inyección. La activación debe preceder y coincidir con la inyección. La obtención
de las imágenes puede llevarse a cabo varias horas más tarde, sin perder información. Esta
flexibilidad es un rasgo útil en un marco clínico. El SPECT se usa más frecuentemente para
detectar alteraciones crónicas del flujo sanguíneo cerebral asociadas con lesiones o una
enfermedad degenerativa (Alavi & Hirsch, 1991).
Los estudios con PET han incluido mediciones del flujo sanguíneo cerebral, la utilización de
oxígeno, el metabolismo de la glucosa, la dopamina, opiáceos, la serotonina, la acetilcolina, el
glutamato y el ácido gamma-aminobutírico gamma y la visualización de otros procesos
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RM FUNCIONAL (RMF)
Conclusión
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posee la respuesta correcta acerca de qué función realiza esa región local.
Las pruebas obtenidas de estudios fisiológicos y de los análisis de los déficits
indican que los conceptos de modularidad de la función del lenguaje son útiles,
siempre que se comprenda que estas funciones están integradas y participan
en procesos distribuidos de una manera más difusa. Las pruebas de la lesión
desempeñan un papel importante al determinar las limitaciones estructurales
de las redes funcionales. Proporcionan un ancla estructural que permite la
interpretación de las dinámicas imágenes funcionales dependientes del
estado. Sigue siendo una herramienta clínica estándar en el diagnóstico, la
interpretación de los síntomas y en la predicción del resultado. La teoría
cognitiva debe basarse en pruebas fisiológicas, anatómicas y psicológicas
disponibles. Las pruebas obtenidas de la localización clinicopatológica tienen
mucho que ofrecer a la hora de dirigir la realización de modelos cognitivos
hacia la realidad biológica y proporcionar la dirección estructural de la
interpretación de nuevos datos fisiológicos y psicológicos
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Alfredo Robles
Neurólogo
Hospital Clínico Universitario, Santiago de Compostela
Introducción
El cerebro funciona como una unidad, debido a que billones de sinapsis enlazan, a través de
complejos circuitos dendríticos y axonales, neuronas de todas sus regiones. No obstante, en la
corteza cerebral y en los núcleos grises subcorticales, los cuerpos neuronales se distribuyen
de modo que en cada área se agrupan las neuronas más capacitadas para desarrollar
determinada función. No sólo existen diferencias funcionales entre las distintas partes de un
hemisferio cerebral, sino también entre las regiones homólogas de ambos hemisferios.
No obstante, no podemos olvidar que existen variantes en casi todas estas enfermedades, que
les confieren una heterogeneidad clínica que debe tenerse siempre presente.
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Además, una lesión aparentemente similar en todas las características citadas puede
manifestarse de forma diferente en individuos distintos, en función de factores como la
personalidad y la experiencia.
La esfera conductual, que se determina por una interacción entre las funciones cognitivas, las
ejecutivas y las afectivas y emocionales, depende fundamentalmente de la integridad de las
áreas de asociación cerebrales y de sus interconexiones. Estas áreas, en el hombre, ocupan la
mayor parte de la superficie cerebral. Revisaremos a continuación la disfunción
neuroconductual previsiblemente asociada a lesiones de las diferentes partes del cerebro
Tabla 1
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Lóbulos frontales
Los lóbulos frontales son los que más se han desarrollado al final de la evolución filogenética,
por lo que destacan en nuestra especie más que en ninguna otra. En estos lóbulos se integra
todo tipo de información, consciente e inconsciente, procedente del entorno exterior, del mismo
organismo y del almacén mnésico. Gracias a ello, el cerebro planifica, organiza, juzga, regula,
ejecuta. Su lesión puede tener repercusión sobre algunas funciones cognitivas, pero
especialmente sobre las ejecutivas y sobre aspectos de la personalidad y afectividad (tabla II).
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En la amnesia frontal intervienen además la impulsividad, la dificultad del enfermo para ordenar
y organizar la información recibida, para ignorar estímulos de interferencia, así como para hacer
uso del contexto (que facilita la evocación). La "memoria de trabajo", por ejemplo, depende del
buen funcionamiento de los lóbulos frontales. En general las personas con lesión del lóbulo
frontal ejecutan mucho mejor las pruebas de reconocimiento que las de evocación libre, y en
estas últimas mejoras su rendimiento si se les facilitan pistas semánticas. En algunos casos
con lesión bilateral de la región basal medial de los lóbulos frontales (cortical o/y subcortical)
puede manifestarse un síndrome amnésico con confabulaciones.
La corteza cerebral situada entre la región prerrolándica (área motora primaria) y la región
prefrontal constituye la corteza premotora. En su extremo dorsal inferior, a nivel de la tercera
circunvolución frontal, se halla el área de Broca, y en la prolongación medial, que llega hasta el
cíngulo, se ubica el área motora suplementaria. La continuidad y coordinación de una serie de
elementos motores sucesivos, para realizar un acto motor complejo, requiere la integridad de
esta región premotora. Esta zona interviene en el aprendizaje motor y en la adaptación de las
"fórmulas" motoras (almacenadas en el lóbulo parietal) a modificaciones del entorno. Por su
parte, el área motora suplementaria es importante para iniciar el movimiento, mientras que el
área de Broca es esencial para la expresión verbal. Las lesiones del lado izquierdo reducen y
enlentecen el habla.
Una posible apraxia oral puede dar lugar a titubeo, tartamudez y otras alteraciones del tono o
de la cadencia del habla. La faceta motora puede producir agrafia.
En general, en los pacientes con lesión del lóbulo frontal izquierdo es más evidente la alteración
de la fluidez verbal y otros aspectos de la expresión espontánea, pudiendo llegar a una situación
de mutismo, en casos extremos.
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En los casos con lesión derecha es probable que destaque más la pérdida de la entonación, o
prosodia, aunque también puede haber simplificación de los mensajes verbales o expresiones
estereotipadas. Estos enfermos con lesión del lado derecho pueden mostrar dificultades en la
fluidez creativa de elementos figurativos (no verbales) y en el aspecto motor de la realización
de tareas constructivas.
Un síndrome frontal puede estar ocasionado por lesiones de cualquier tipo que afecten a estos
lóbulos: vasculares (territorio de arterias cerebrales anteriores), traumáticas, tumorales,
infecciosas (como la neurolúes, por ejemplo), degenerativas (degeneración frontotemporal,
parálisis supranuclear progresiva, leucodistrofia metacromática y demencia alcohólica, entre
otras), y por una hidrocefalia. Cuando la lesión afecta al área motora primaria, aparece debilidad
o parálisis de las extremidades contralaterales. Por dañar de forma bastante selectiva de la
región asociativa de los lóbulos frontales, a continuación, se describen los aspectos clínicos
más importantes de la degeneración frontotemporal y de las degeneraciones cerebrales focales
que se localizan en estos lóbulos.
Trastorno conductual
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también pueden observarse conductas hiperorales, llevándose a la boca cualquier objeto, sea
o no comestible. Los sujetos con síndrome apático pueden mostrar una reducción de la libido,
mientras que el enfermo desinhibido en ocasiones reclama en exceso la actividad sexual, o la
practica de una forma que expresa su falta de autocrítica o autocensura. Los aspectos de
hiperoralidad e hipersexualidad mencionados forman parte del síndrome de Klüver-Bucy, por
desaferentación de las amígdalas cerebrales, que se explica al tratar las lesiones de los lóbulos
temporales. Los individuos con DFT que presentan conductas estereotipadas adoptan
comportamientos rutinarios que repiten sin variación (como por ejemplo deambular en un
trayecto fijo, o repetir una frase o una canción de forma repetitiva), mostrando irritabilidad o
agresividad si alguien pretende interrumpirlos.
Síntomas afectivos
Los pacientes pueden ser impulsivos y responder rápidamente, sin meditar la respuesta,
cuando se muestran desinhibidos, o lentos cuando predomina la apatía. En estos últimos el
aumento de la latencia de respuesta recuerda al observado en las demencias subcorticales,
pero, a diferencia de éstos, cuando inician la respuesta la ejecutan sin lentitud. Es frecuente la
impersistencia en sus conductas. No son conscientes de los errores que cometen, y cuando lo
son pueden permanecer indiferentes. Los pacientes tienen dificultades evidentes en tareas
ejecutivas que requieren planificación, organización estratégica, secuenciación, abstracción,
flexibilidad mental. Les cuesta mantener la atención. Son característicos los errores
perseverativos, tanto en tareas verbales como motoras, especialmente en los pacientes
apáticos. En lo referente al lenguaje, se perturba especialmente la faceta expresiva, con pérdida
de fluencia. En el habla espontánea se reflejan la pérdida de iniciativa, la concreción del
pensamiento, la dificultad para planificar y organizar ideas. El paciente construye frases breves,
poco elaboradas, repitiendo frecuentemente algunas palabras o frases propias y mostrando a
menudo ecolalia y otras alteraciones perseverativas. La estructura gramatical es correcta. La
articulación y pronunciación son normales, aunque a veces se observan hipofonía y disprosodia
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antes de llegar al mutismo final. En las pruebas de fluencia verbal categorial –como el ‘set test’–
y guiada por la letra inicial –como la prueba FAS de generar una lista de palabras–, se obtienen
bajos rendimientos. No obstante, la capacidad para denominar sólo se altera ante objetos
‘infrecuentes’, lo que señala que el vocabulario en sí mismo se halla conservado. La repetición
y las expresiones ‘automáticas’ se conservan hasta fases avanzadas de la enfermedad. La
comprensión sólo muestra dificultad si el tema requiere procesos de asociación o secuenciación
mentales. La lectura en voz alta permanece normal, incluso en estadios en que la fluencia oral
es mínima. Ocasionalmente puede haber omisión de sílabas o de palabras, tanto en la lectura
como en la escritura al dictado, probablemente más atribuíble a falta de atención que a
auténticas paralexias o paragrafías fonológicas. La comprensión de la lectura resulta difícil
únicamente si la frase es gramaticalmente compleja. La escritura espontánea se simplifica igual
que el habla espontánea, pudiendo ser lingüísticamente correcta, aunque de contenido
irrelevante y a veces inapropiado. En algunos casos se conserva durante más tiempo que el
lenguaje oral. La expresión gestual espontánea, conservada al principio, también se va
reduciendo progresivamente. En cuanto al cálculo, el paciente reconoce bien los números y sus
aplicaciones, pero es incapaz de realizar mentalmente tareas aritméticas que no sean muy
simples. A no ser en los estadios finales, en que además son difíciles de explorar y valorar, en
la DFT no son evidentes agnosias visuales ni alteraciones del procesamiento visuospacial. Los
errores que comete el paciente en las pruebas de praxia son generalmente de omisión o de
perseveración, o de dilación por defecto en la planificación, pero no de orientación topográfica.
Las alteraciones de memoria que manifiestan estos enfermos no se deben a dificultades para
adquirir y retener información, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer. Conservan la
orientación temporospacial durante mucho tiempo y la dificultad en la evocación y
reconocimiento mejora notablemente cuando se les facilitan pistas de ayuda. Su problema
radica en extraer información espontáneamente del almacén de memoria, así como aplicar una
actividad mental de organización y abstracción a lo evocado. La afectación del polo temporal
izquierdo puede ser responsable de una dificultad específica para recordar nombres propios.
Las degeneraciones cerebrales focales cursan con atrofia cerebral circunscrita y alteración
progresiva de una o pocas funciones cognitivas, conservando indemnes las demás. En la
mayoría de casos evolucionan hacia una demencia tras un período variable de entre 1 y más
de 10 años. En la afasia no fluente progresiva se produce una atrofia progresiva de la región
perisilviana del lóbulo frontal y del polo temporal del hemisferio dominante para el lenguaje
(figura 2). La manifestación clínica es una alteración de comienzo insidioso y evolución gradual
y prolongada, en la que se observa una alteración de la estructura del lenguaje (fonología y
gramática) y disnomia. Se omiten preposiciones y otras palabras de enlace, conservando la
prosodia normal. Puede haber errores de tipo fonémico, incluso neologismos, pero no
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Tabla II
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Lóbulos temporales
Una lesión bilateral selectiva de la circunvolución temporal superior dará lugar a una "sordera
cortical" en la que, como ocurre en la "ceguera cortical de Anton", el paciente muestra
anosognosia de su defecto. En los casos con lesión de la parte lateral superior del lóbulo
temporal de cualquier hemisferio pueden aparecer paracusias o alucinaciones auditivas
elementales (sonidos diversos, murmullos, etc.), mientras que las alucinaciones complejas
(temas musicales p. ej.) se relacionan más con lesión del hemisferio dominante. Las lesiones
situadas en la zona temporooccipital pueden ocasionar agnosia visual, sin alteración de la
capacidad de localización visuospacial. Las lesiones del lóbulo temporal que involucran la
sustancia blanca subcortical pueden acompañarse de cuadrantanopsia homónima superior
contralateral.
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TABLA III
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Lóbulos parietales
El enfermo con lesión parietal tiene dificultades para localizar estímulos y para
discriminar entre dos estímulos simultáneos, tiene (tabla IV) alterada la grafestesia y
problemas para reconocer objetos por el tacto (astereognosia), todo ello más notable
en el lado contrario del cuerpo. Es característica la inatención al lado contralateral, que
puede explicar el fenómeno de "extinción sensitiva" (cuando un estímulo es bilateral
simultáneo no aprecia el que llega al hemisferio lesionado), apraxia del vestido y
conductas que muestran negligencia en lo que atañe al lado contralateral (al afeitarse,
al dibujar un objeto, etc.). En lo que se refiere a la atención espacial, el lóbulo parietal
derecho es habitualmente el dominante, por lo que la apraxia del vestido y la apraxia
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constructiva son mucho más frecuentes en casos con lesión parietal derecha,
mientras que la apraxia gestual y la oral aparecen en casos de lesión en el lado
izquierdo, parietal o frontal. La lesión parietal derecha puede ser responsable de
diversas alteraciones de la orientación y memoria topográfica, que explican la apraxia
constructiva ya mencionada y la discalculia espacial. También puede ocasionar una
hemiasomatognosia que, en el caso de lesiones extensas, con hemiplejía, puede
acompañarse de anosognosia (síndrome de Anton-Babinski). La apraxia
ideomotora puede observarse acompañando a lesiones del lóbulo parietal o de la
región prefrontal izquierdos, así como en lesiones del cuerpo calloso (hemiapraxia
izquierda). Cuando una lesión parietal afecta extensamente la sustancia blanca
subcortical se acompaña de una cuadrantanopsia homónima inferior contralateral.
En los casos con atrofia cortical posterior se produce una atrofia lentamente progresiva de la
corteza de asociación de la confluencia témporo-parieto-occipital de ambos hemisferios. El
trastorno de funciones visuales complejas es la manifestación inicial de este proceso, que
puede terminar en demencia. Lo más precoz es una alexia o/y agnosia visual, indicativos de
una alteración de los procesos asociativos visuales. A continuación, el enfermo se pierde en
lugares familiares (agnosia del entorno), y progresivamente va desarrollando las
manifestaciones de un síndrome de Balint (se describe más adelante) y de un síndrome de
Gerstmann, así como una afasia transcortical sensitiva. Al explorar el lenguaje se objetivan
anomia, alteración de la comprensión, alexia y agrafia, conservando la capacidad de repetición.
Curiosamente, a veces la capacidad de denominar por confrontación mejora cuando el paciente
palpa el objeto. Las funciones primarias motora, sensitiva y auditiva no se alteran. Los pacientes
conservan la capacidad de introspección y su memoria permanece indemne hasta fases
avanzadas. Algunos autores defienden una subclasificación, en función de si inicialmente
predomina la alteración de las regiones occipitotemporales o la de las occipitoparietales. En los
primeros destacan la agnosia visual de objetos, agnosia topográfica y alexia. En los casos con
atrofia de predominio biparietal resaltan los trastornos visuospaciales, con dispraxia y agrafia.
Ciertos casos con notable asimetría pueden cursar durante algún tiempo como un síndrome del
lóbulo parietal derecho lentamente progresivo, con alteraciones como astereognosia y apraxia
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Los pocos casos descritos de apraxia primaria progresiva desarrollan lentamente dificultades
tanto en el aspecto gestual como en el vestido o el uso de objetos, a la orden y en la imitación.
En TAC y SPECT se observaron signos de atrofia biparietal. Estos casos pueden corresponder
a las formas de predominio biparietal de la atrofia cortical posterior, quizá como manifestación
de la forma focal parietal de la enfermedad de Alzheimer, o podrían constituir una forma de
presentación de la degeneración corticobasal.
Tabla IV
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Lóbulos occipitales
Si la lesión se localiza en el lado derecho el enfermo no comete esos errores semánticos, pero
sus respuestas son más lentas y laboriosas; pueden aparecer agnosia visual aperceptiva y
prosopagnosia. Si la lesión se sitúa en la confluencia occipitoparietal, especialmente si se halla
en el lado derecho, son posibles ilusiones visuales (acromatopsia, astereopsia, metamorfopsia,
poliopía monocular, alestesia óptica, palinopsia), alucinaciones visuales e inatención visual al
espacio contralateral (tabla V).
El síndrome de Balint se produce por algunas lesiones extensas que afectan de forma bilateral
la confluencia parietooccipital. Combina la tendencia a dejar la vista fija en un objeto, con
dificultad para mirar hacia otro cuando se le ordena, teniendo indemne la motilidad ocular
(apraxia oculomotora), dificultad o imposibilidad para coger un objeto con la mano guiándose
por la vista (ataxia óptica), e incapacidad para interpretar y relacionar simultáneamente todos
los elementos de una escena, aunque capta correctamente cada uno por separado
(simultagnosia).
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Tabla V
Síndromes de desconexión
Muchas lesiones focales producen una disfunción de haces que conectan áreas corticales
diferentes, bien del mismo hemisferio (fibras de asociación) o bien entre uno y otro hemisferio
(fibras comisurales). Aunque las regiones corticales de salida y llegada de las fibras se hallen
indemnes, la desconexión entre ambas producida por la lesión da lugar a síndromes
característicos. Por otra parte, una lesión que afecte a todo el cuerpo calloso produce una
desconexión interhemisférica extensa, dando lugar al "split brain", situación en la que es posible
encontrar:
• Anosmia verbal unilateral: incapacidad para denominar olores percibidos por la fosa
nasal derecha, a pesar de haberlos reconocido, ya que puede seleccionar con la mano
el objeto que genera ese olor, de entre varias opciones.
• Anomia táctil izquierda: incapacidad para nombrar objetos que se palpan (sin verlos)
con la mano izquierda, sin que haya anestesia ni astereognosia (el paciente reconoce
el objeto).
• Hemialexia, que afecta a la lectura del texto presentado en el campo visual izquierdo.
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• Hemianopsia doble: al señalar con una sola mano, el paciente aparenta tener una
hemianopsia homónima contralateral, pero lo mismo ocurre al señalar con la mano
contraria. Este fenómeno tiene relación con la lesión del esplenio.
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Lesiones bilaterales de las regiones subcorticales profundas producen una interrupción de los
haces de proyección, que contienen fibras que se dirigen a la corteza y que proceden de ella.
Esta desconexión cortical da lugar a alteraciones cognitivas particulares, que en algunos casos
llegan a producir una demencia subcortical. Las lesiones se localizan con mayor frecuencia en
la zona periventricular, o en los ganglios basales y en la sustancia blanca adyacente. La
mayoría de estas proyecciones conectan con la corteza del lóbulo frontal, por lo que también
se ha llamado al deterioro producido "demencia fronto-subcortical". Éste es el caso de algunas
demencias vasculares (demencia lacunar, enfermedad de Binswanger), demencias
degenerativas (parálisis supranuclear progresiva, enfermedad de Parkinson, enfermedad de
Huntington) y demencias de otras etiologías (demencia-SIDA, demencia pugilística,
hipoparatiroidismo, infarto o tumor talámico, etc.). Se produce un enlentecimiento del
procesamiento mental, alteraciones de la atención y capacidad de concentración, alteraciones
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disejecutivas. Hay alteraciones visuospaciales, pero en menor grado que en las demencias
corticales. Se altera la capacidad de evocación mnésica, no la de fijar nueva información. No
hay afasia, pero sí habla lenta, con pérdida de tono y de entonación, y disartria, que puede
llegar en algunos casos a un estado de anartria o mutismo. Cuando se lesionan el tálamo o el
estriado izquierdos puede haber alguna alteración específica del lenguaje (trastorno afásico).
No se objetivan apraxia ni agnosia, pero sí alteraciones de la emotividad y de la motivación
(depresión, apatía), y a veces ideas paranoides. Frecuentemente se asocian alteraciones de la
marcha, parkinsonismo de predominio bradicinético e incontinencia urinaria.
Tal como se ha descrito, existe una especialización regional en el cerebro, con asimetría
derecha-izquierda para muchas funciones, sin perjuicio de que todas las áreas estén
perfectamente interrelacionadas mediante fibras de proyección, de asociación y comisurales.
Las lesiones del hemisferio cerebral izquierdo ocasionan con mayor frecuencia afasia
(alteraciones de la fonología, semántica, sintaxis, lectura, escritura), acalculia, apraxia
(ideomotora, oral, ideatoria), mientras que las del hemisferio derecho dan lugar con más
facilidad a disprosodia, discalculia espacial, apraxia (constructiva, del vestido), agnosia (visual
aperceptiva, prosopagnosia), hemiinatención izquierda (visual, auditiva, espacial, sensitiva,
anosognosia de hemiplejía). No obstante, un síndrome neuroconductual puede estar provocado
ocasionalmente por una lesión de topografía y tamaño no ‘esperados’, y una lesión concreta
puede manifestarse a veces de un modo diferente al previsible. Por tal motivo es necesario
efectuar siempre a todos los pacientes una observación clínica meticulosa, y ser cautos al
formular deducciones o predicciones. Sin embargo, basados en criterios de correlación clínico-
anatómica de alta probabilidad, debemos conocer los síndromes neuroconductuales más
importantes, consiguiendo con ello orientar clínicamente de una manera correcta a la mayoría
de los pacientes
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CAPITULOIV:AFASIAS:TIPOLOGÍA CLÍNICO-TOPOGRÁFICA
Introducción
Definición de Afasia
La afasia se define como una pérdida en la función del lenguaje causada por una
lesión orgánica del cerebro [1, 2, 3]. En la afasia aparecen alteraciones específicas
que se manifiestan de forma variable en alguno, varios e incluso todos los niveles
funcionales del lenguaje (fonológico, morfológico, sintáctico, semántico, prosódico y
pragmático), originando un déficit patológico en la expresión y/o comprensión del
lenguaje oral y escrito.
Lenguaje y cerebro
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Los avances en los últimos 20 años en las ténicas de neuroimagen cerebral (técnicas de flujo
cerebral con isótopos, tomografía axial computarizada, tomografía de emisión de positrones, y
resonancia magnética funcional) han permitido por primera vez explorar cómo es la
organización funcional del lenguaje en el cerebro normal "in vivo" [8].
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Antes de abordar los síndromes afásicos tradicionales conviene recordar brevemente los
actuales modelos cognitivos del lenguaje. Estos modelos de procesado del lenguaje [15, 16] se
basan en dos elementos clave, los "módulos" o unidades elementales de procesado y los
"diagramas de flujo" que representa de forma gráfica las distintas rutas que pueden ser
utilizadas en una función determinada, a lo largo de los distintos módulos. Los modelos
cognitivos son los herederos de las teorías asociacionistas clásicas de los "centros de
imágenes" de Wernicke, Lichtheim y Dejèrine [5, 11, 13] (figura 1).
Módulos
Los modelos neurocognitivos subdividen las sub-funciones del lenguaje, tales como habla,
denominación, comprensión, lectura, escritura, en múltiples "módulos". Cada módulo realiza
una función particular de procesado de la información, específica de ese módulo y altamente
especializada en el conjunto del sistema. Podemos diferenciar, de forma simplificada, tres tipos
de información: fonológica, sintáctica y semántica [14].
El segundo elemento clave de los modelos cognitivos del lenguaje es la utilización de diagramas
de flujo, tomados de los modelos de procesado de la información. Se trata de representar la
secuencia de operaciones que los diferentes componentes del modelo realizan en una tarea
determinada del lenguaje. En la figura 1 se representa un modelo muy simplificado de repetición
del lenguaje [13]. En este modelo habría tres rutas posibles e independientes para la repetición
y producción del habla, la fono-lexical, la semántica y la no lexical. Estas rutas podrían alterarse
por separado y el modelo explica así la doble disociación de los trastornos de la repetición que
se observa en algunas afasias (buena repetición con mala comprensión, buena comprensión
con mala repetición) [13, 14, 15].
Este método de trabajo cognitivista en los pacientes con alteraciones del lenguaje se basa
sobre dos elementos: (1) el modelo teórico de cómo se procesa el lenguaje y (2) un análisis de
cada una de las etapas o módulos de procesado cuya alteración pueden explicar un trastorno.
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En cada módulo se debe explorar una tarea distinta: la posible alteración del procesado
fonológico se explora con test de percepción fonémica, la alteración del acceso al lexicon
fonológico se explora con tareas de decisión lexical en la que el paciente debe determinar si se
le presentan palabras o pseudopalabras (conjunto de fonemas sin sentido). Si hay un déficit
semántico, estará alterada la comprensión y la producción espontánea, la repetición no estará
afectada, las tareas de procesado fonológico y de acceso lexical estarán normales y el déficit
se manifestará no sólo en los tests de comprensión auditiva de palabras, sino también en otras
modalidades distintas a la comprensión del lenguaje escuchado, como en los tests de
comprensión de la palabra escrita y en tareas de producción de palabras [13, 14, 15, 16].
Sin embargo, en el manejo clínico del paciente afásico, el método cognitivista no sustituye al
diagnóstico ni a la exploración clínica tradicional de la afasia, sino que lo complementa,
representando un distinto nivel de exploración neuropsicológica [2, 3, 5, 18].
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Figura 1
Es importante considerar que el lenguaje del paciente con afasia, al igual que en los sujetos
normales, es el resultado de la actividad global del cerebro, aunque profundamente modificado
ya que el efecto de la lesión origina pérdidas o modificaciones de la función, junto a inhibiciones
y deshinhibiciones patológicas de las áreas cerebrales del lenguaje. El lenguaje del paciente
con afasia es el resultado final de la interacción entre las capacidades preservadas y los efectos
de las funciones alteradas [4, 20
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Son los síntomas del paciente con afasia los que permiten el diagnóstico de la misma [1, 3, 4,
11]. Los síntomas de la afasia traducen el trastorno en la capacidad de elaborar, emitir y/o
comprender el lenguaje por el cerebro lesionado y se manifiestan en todas las modalidades
(oral, escrito, gestual). El término general de "transformación afásica" designa cualquier unidad
o secuencia errónea producida en la expresión del lenguaje afásico [11, 21, 22], distinguiéndose
entre síntomas por "reducción" y síntomas por "deformación". La semiología de la afasia se
produce también a nivel de la comprensión. En la tabla I se listan los principales síntomas
afásicos en la expresión y en la comprensión del lenguaje.
Los distintos síntomas por reducción del lenguaje se pueden presentar a nivel articulatorio, a
nivel fonológico, lexical, sintáctico, semántico o pragmático. Entre los síntomas por reducción
del lenguaje podemos incluir a nivel de la expresión del lenguaje la supresión, la hipofluencia,
las estereotipias, las anomias, el agramatismo, etc. Un circunloquio, p. ej., es una estrategia de
compensación de un déficit reductivo, como la anomia. Los síntomas por reducción también
afectan a la comprensión del lenguaje, de forma diferencial según sea el tipo de afasia; p. ej.
en la afasia de Broca se afecta de forma selectiva la comprensión de órdenes sintácticas
complejas manteniéndose bien la designación (reconocimiento de palabras) y las órdenes
simples.
Se observan en los trastornos que deforman la expresión: a nivel del lenguaje oral, como
parafasias, paragramatismo, jergafasia. Las parafasias características de la afasia se
caracterizan porque la palabra final que se produce suele ser con mucha frecuencia una "no-
palabra", lo que lo distingue de los errores en el habla del sujeto normal [14]. A nivel de lenguaje
escrito tenemos las paragrafias y las paralexias [21, 22, 23].
Hay que diferenciar síntomas a nivel de la entrada auditiva, del procesado fonológico, de la
comprensión de las palabras (nivel lexical), de la comprensión de las estructuras sintácticas y
gramaticales y de la comprensión a nivel semántico.
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Tabla 1
Una aproximación clínica útil es la diferenciación del lenguaje expresivo del paciente con afasia
en lenguaje fluente y no-fluente. Esta dicotomía básica constituye el primer criterio de
clasificación sindrómica (figura 2). Según Benson [24], el término fluente y no-fluente fue
acuñado por Wernicke en 1874, aunque ya H. Jackson en 1864 distinguía a sus pacientes
afásicos entre los que no podían hablar y aquellos que producían muchas palabras, pero con
equivocaciones.
Afasias no fluentes y síntomas en el lenguaje expresivo
Entre las características principales del lenguaje figuran [11, 21, 22, 23, 24, 25, 26]:
1 Disminución del lenguaje producido: el lenguaje es escaso, con menos de 50
palabras por minuto. Las frases son cortas y muchas veces limitadas a una o
dos palabras.
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Los aspectos más característicos del lenguaje espontáneo en los pacientes con afasias fluentes
se presentan a continuación (tabla III) [21, 22, 23, 24, 25, 26]:
1 Producción de palabras y frases sin esfuerzo: la cantidad de palabras producidas
oscila entre niveles desde bajo-normal hasta hiper-normal. El lenguaje es
producido sin esfuerzo y la articulación es normal. Las frases suelen ser de una
longitud normal (5-8 palabras) y la prosodia tiene una calidad aceptable.
2 Estructura gramatical relativamente mantenida.
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Figura 2
Tabla III
Exploración de la afasia
Hay varias formas de explorar a los pacientes con afasia, todas ellas son complementarias
entre sí [26].
Exploración clínica inicial
La exploración clínica "a la cabecera del paciente" es siempre el primer paso [26, 27, 28, 29].
Explora distintos aspectos:
83
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4 denominación
5 lectura
6 escritura
Esta estrategia es suficiente para hacer un diagnóstico del síndrome afásico y de la correlación
clínico-topográfica [26].
La comprensión puede ser explorada con el Token Test [30], la fluidez verbal con los tests de
asociación oral controlada de palabras (a nivel fonético "palabras que empiecen por una letra
determinada" (el test FAS para el inglés [26], subtest del Barcelona, palabras que empiecen por
la letra "p" para el castellano [22]), y a nivel semántico "palabras que pertenezcan a una
categoría determinada, p.ej., "animales en 1 minuto"). La denominación visuoverbal puede
explorarse con el test de denominación de Boston [31].
Finalmente, también puede realizarse una exploración con baterías de exploración de la afasia
(test de Boston [32], Western Aphasia Battery [33], test Barcelona (subtest de lenguaje) [34]).
Con el test de Boston para el diagnóstico de la afasia [32], una vez explorado el lenguaje de
conversación y el lenguaje espontáneo que produce el paciente al ver una escena compleja
dibujada en una lámina (la escena del robo de las galletas por unos niños), es posible establecer
una escala de gravedad de la afasia en función de las dificultades en la comunicación que
presente el paciente (tabla II).
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Tabla II
Síndromes afásicos
Clasificaciones
Benson y Ardila elaboraron una nueva propuesta de clasificación de los principales síndromes
afásicos 199635. Esta clasificación se basa en una doble división según la topografía lesional:
pre o post rolándica y perisilviano o extra-perisilviano:
1 afasias por afectación del área del lenguaje pre-rolándica o post-rolándica
A esta división topográfica hay que añadir los síndromes clásicos de afasia global, afasia
anómica, afasia cruzada y afasias subcorticales (tabla IV).
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Los criterios para el diagnóstico de los síndromes clásicos en la afasia estan basados en las
características semiológicas de las alteraciones del lenguaje hablado oral, aplicando una
evaluación de la intensidad de afectación. Se ha criticado que se aplique un criterio dicotómico
a alteraciones complejas del procesado del lenguaje, en las que por su complejidad una
dicotomía no siempre refleja adecuadamente el rango de afectación [20]. Sin embargo, por su
sencillez tienen una indudable utilidad clínica y son ampliamente aceptados.
Los principales criterios utilizados para la clasificación diagnóstica son [35]:
• fluidez del lenguaje espontáneo (fluente versus no-fluente)
Con los tres primeros criterios (fluidez, repetición y comprensión) es posible establecer un
algoritmo diagnóstico de los principales síndromes afásicos (figura 2) [35].
Tabla III
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Tabla IV
Figura 2
87
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Tabla V
La afasia de broca es la más característica de las afasias no fluentes [20, 24, 25].
Clínica
Hay parafasias, pero son poco frecuentes. Los pacientes suelen ser muy conscientes de sus
dificultades, y a menudo se exasperan y deprimen si no logran pronunciar lo que quieren.
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alteradas, con el mismo tipo de dificultad que en el lenguaje espontáneo. El paciente suele tener
hemiparesia derecha, apraxia bucofacial y apraxia ideomotora del brazo izquierdo.
Topografía lesional
La lesión mínima que puede producir la afasia de Broca se sitúa en el operculo frontal (áreas
44 y 46 de Brodman). Suele haber también lesión del córtex premotor inferior, sustancia blanca
subcortical y estriado lateral. En los casos graves, hay una lesión extensa del córtex frontal
dorsolateral, opercular, rolándico y parietal anterolateral junto con una lesión extensa de la
sustancia blanca subyacente, paraventricular y estriata [20, 37].
También conocida como "pequeña afasia de Broca", o lesión aislada del área de Broca. La
lesión está limitada al mínimo en el córtex opercular y sustancia blanca subyacente. La
semiología es compatible en lineas generales con una afasia de Broca, pero suele haber una
rápida recuperación evolucionando hacia una afasia motora transcortical o incluso a una afasia
anomica leve. La lesión afecta de forma limitada al opérculo frontal (áreas 44 y 46) [38].
Un cuadro similar a la lesión aislada del área de Broca se observa en lesiones puramente
subcorticales de esas áreas o incluso de los núcleos caudados dorsolaterales [39]. Estas
observaciones sugieren que hay una red local "fronto-caudado" que es esencial para la
construcción de patrones de habla complejos [20].
También se conoce como afasia de Broca crónica [20, 38]. Es la afasia de Broca más grave y
persistente, con lesiones extensas en el opérculo, convolución precentral, insula anterior y
sustancia blanca profunda periventricular. Las lesiones periventriculares profundas anteriores
pueden afectar a los sistemas frontales dorsolaterales y caudado que están implicadas en el
acceso a los patrones de elocución complejos. Una lesión profunda puede afectar también a
las proyecciones ascendentes talamofrontales.
Las lesiones subcorticales periventriculares grandes pueden afectar a todas las proyecciones
asociativas largas desde la región parieto-temporal hacia la frontal, con una disrupción completa
de las vías corticocorticales largas. Una combinación de estas disrupciones parece ser la base
estructural de la afasia de Broca persistente, incluso sólo con lesiones subcorticales [20, 38,
39].
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Afemia
Tambien conocida como anartria cortical, afasia simple o afasia motora subcortical, entre otras
denominaciones [40]. Es una afasia no-fluente, caracterizada por un déficit selectivo en el
lenguaje hablado, sin afectación de la comprensión, elección de palabras, gramática, sintaxis o
lenguaje lecto-escrito. La lesión afecta de forma selectiva al córtex motor prerolándico inferior,
interrumpiendo la vía conectora entre el área de Broca y el área motora pre-rolándica. El déficit
del lenguaje predomina en la articulación, la prosodia y la repetición. Este mismo patrón de
trastorno del habla puede ser originado por una lesión subcortical que afecte a la proyección
eferente del córtex prerolándico inferior. Esto sugiere que hay una red rolándica local que
proyecta hacia troncoencéfalo para la articulación y algunos aspectos de la prosodia [20].
Es una variante muy poco frecuente; la lesión está restringida a los sistemas motores de la
producción del habla. Los pocos casos descritos han evolucionado desde una afasia de Broca
leve. El déficit predominante se encuentra en la prosodia del habla, que suena a los oidos de
quien lo escucha como un acento extranjero más que como una prosodia patológica [20
Afasia de Wernicke
Es también la más característica de las afasias fluentes, también llamada afasia sensorial [2,
4].
Clínica
Los pacientes con afasia de Wernicke están más afectados a nivel de la comunicación que en
la afasia de Broca: no pueden comprender lo que se les dice, leer de forma comprensiva, decir
a otros lo que desean o escribirlo [25].
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Topografía lesional
En función del grado de afectación relativa de la comprensión del lenguaje hablado respecto
del lenguaje escrito, Benson y Ardila han propuesto considerar estos dos subtipos. En la afasia
de Wernicke tipo I, la característica distintiva es la presencia de una mayor alteración de la
comprensión del lenguaje hablado y en el tipo II del lenguaje escrito [38].
Se ha considerado un síndrome diferente que refleja exclusivamente una alteración del sistema
de procesado auditivo del lenguaje; para que se considere "puro" la emisión del lenguaje oral
debe ser normal. Hay casos sólo relativamente "puros" que evolucionan desde una afasia de
Wernicke en la que ha habido una buena recuperación de la lectura. Otros síndromes
relacionados son: la sordera cortical (lesión bilateral de la circunvolución de Heschl) y la agnosia
para sonidos no-verbales [20].
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Afasia de conducción
Clínica
El lenguaje espontáneo es fluente, con un ritmo casi normal. La comprensión está relativamente
normal, aunque puede haber déficits muy leves. La repetición está siempre muy alterada, es
mucho peor que su emisión o comprensión, y es el dato exploratorio más característico de este
tipo de afasia. Hay parafasias frecuentes, sobre todo en la repetición; en general son
sustituciones fonéticas. Repiten peor los morfemas gramaticales cortos (artículos,
preposiciones) que los nombres, p. ej., le costará más repetir "ni síes ni noes" que "el sustituto
del presidente". Tienden a repetir mejor los números. P. ej., si se le pide que repita "setenta y
cinco por ciento" tenderá a repetir bien "setenta y cinco" y tendrá dificultades para repetir "por
ciento" [25].
La denominación está tambien alterada siempre. Suelen denominar con mucha dificultad y hay
abundancia de parafasias. Las parafasias tienden a ser mucho más frecuentes en la
denominación y repetición que en el lenguaje espontáneo. Pueden presentar una conducta
espontánea de corrección de los errores parafásicos, lo que se ha denominado "conduite
d'approche" [20].
Topografía lesional
En este grupo se incluyen las afasias causadas por lesiones fuera del córtex de distribución
perisilviana. Los síndromes clásicamente incluidos en este grupo son las afasias transcorticales
y las afasias de origen subcortical. Benson y Ardila han propuesto sustituir el nombre de
transcorticales por extra-silvianas. Sin embargo, hay estudios clínico-radiológicos que han
demostrado que las afasias transcorticales pueden aparecer también por lesión del córtex peri-
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silviano [36]. Además, los nombres de afasias transcorticales están bien establecidos y
aceptados de forma general en la literatura occidental [2, 9, 23, 27, 28] por lo que seguiremos
la terminología clásica. Además, el mantener "extra-silvianas" como encabezamiento general
tiene la ventaja de incluir también de forma natural en este apartado a las afasias subcorticales.
La afasia anómica puede depender tanto de lesiones peri-silvianas como de lesiones extra-
perisilvianas [20].
Clínica
La afasia transcortical motora (ATM) se caracteriza por un lenguaje espontáneo no fluente con
buena comprensión y con buena repetición. El lenguaje espontáneo es hipofluido, el paciente
no habla espontáneamente y no puede iniciar un lenguaje proposicional. En ocasiones el
paciente intenta ayudarse con diversos gestos motores (palmear en la mesa, p. ej.). A veces,
el único lenguaje que puede producir es la repetición de lo que se le dice (ecolalia). Se parece
mucho a una afasia de Broca salvo por la buena repetición, que siempre es superior al lenguaje
espontáneo. La comprensión auditiva suele ser buena y mejor que su capacidad de emisión del
lenguaje. La denominación está alterada, se benefician de las ayudas con claves fonéticas o
semánticas. La recitación de material muy aprendido puede ser muy buena (p. ej., una oración
religiosa). La lectura suele estar preservada, con buena comprensión. La escritura está alterada
prácticamente siempre [9, 20, 21, 24, 25].
Topografía lesional
Se produce por lesiones que aislan funcionalmente el área motora del lenguaje (área de Broca),
a nivel frontal dorsolateral con extensión a la sustancia blanca frontal. La lesión está adyacente
y por fuera del área de Broca, bien anterior o superior a ésta. Berthier et al. realizaron un
cuidadoso estudio clínico-radiológico de pacientes con afasia transcortical motora, sensorial y
mixta, encontrando una frecuencia similar entre localización perisilviana y extra-perisilviana, así
como un papel importante del hemisferio derecho en el mantenimiento de la repetición en
algunos pacientes [36].
En la clasificación de Benson y Ardila se diferencian dos subtipos de ATM, la tipo I y la tipo II.
Ambos subtipos tienen un perfil afásico similar, diferenciándose por la localización lesional. La
ATM tipo I corresponde al tipo clásico, y la ATM tipo II está causada por lesiones del área
motora suplementaria, es decir, a nivel frontal anterior y superior, cerca de la linea media. Otras
diferencias menores que caracterizarían a la ATM tipo II son mayor trastorno de iniciación del
habla, mayor hipopofía y, en contraste con la ATM-I, una mejor denominación [41].
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Fue descrita por primera vez por Wernicke y Lichtheim (1881 y 1885), quienes consideraban
que este síndrome representaba una desconexión del área auditiva "sensorial" del área
"conceptual" del lenguaje [20, 42].
Clínica
Los síntomas esenciales son: lenguaje espontáneo fluente, a menudo con muchas parafasias
y circunloquios, comprensión muy alterada y, en contraste, una buena repetición [21, 24, 36,
42]. El criterio definitorio es una buena repetición junto a la muy mala comprensión y un lenguaje
espontáneo muy parafásico, circunloquial y vacío. La repetición está intacta y tiende a ser
ecolálica. Los pacientes pueden repetir palabras y frases ("señale a la puerta") que sin embargo
no pueden comprender. La comprensión auditiva está muy alterada, sobre todo para palabras
aisladas. Puede ser mejor la comprensión de órdenes que las tareas de designación. La
denominación está muy alterada siempre (anomia semántica, con fracaso en unir palabras
presentadas de forma oral o escrita con el estímulo visual). Un patrón conductual que se puede
observar en estos casos es que pueden repetir bien la palabra, pero con pérdida total de la
comprensión de su significado (alienación del significado de las palabras) [20]. La lectura y
escritura están alteradas, la lectura en voz alta puede ser relativamente buena, pero con grave
alteración de la comprensión.
Topografía lesional
Se produce por lesiones que aislan funcionalmente al área de Wernicke del resto del cerebro.
Las lesiones suelen estar en zonas adyacentes a ésta, en los girus temporales medio e inferior,
cerca de la unión parieto-occipital [20, 42]. Benson y Ardila han propuesto también dos subtipos
de afasia transcortical sensorial (ATS tipo I y tipo II) en función de la localización lesional y las
características semiológicas. En la ATS-I (que correspondería a la afasia amnésica de Luria),
habría un mayor componente de lesión parieto-occipital (girus angular) y en la ATS-II (que
correspondería a la afasia semántica de Luria), habría un mayor componente de lesión
temporo-occipital. Hay muchas variaciones clínicas en función de si la lesión afecta más a la
unión parieto-occipital, la temporo occipital o la parieto-temporo-occipital [41].
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Clínica
También llamada "Aislamiento del área del lenguaje" [20]. El lenguaje espontáneo es no-fluente
y tanto la comprensión como la denominación están muy alteradas. En contraste, la repetición
es buena y pueden ser capaces de repetir incluso frases largas con relativa facilidad y completar
automáticamente frases abiertas [20, 36]. Pueden tener emisiones truncadas de inicios de
frases automatizados "p. ej. esto…". Los pacientes pueden tender a estar callados y sin hablar
hasta que se les habla a ellos, apareciendo entonces la ecolalia.
Topografía lesional
Las lesiones que la producen son una combinación de la afasia transcortical motora y sensorial,
de forma que se produce una desconexión funcional simultánea del área de Broca y del área
de Wernicke del resto del cerebro, pero persistiendo una conexión funcional entre ambas [20].
Una localización típica es a nivel de las áreas frontera entre la circulación de la arteria cerebral
media y las de las arterias cerebral anterior y posterior, en casos de hipoperfusión carotídeos.
Bethier et al [36] encontraron tanto lesiones perisilvianas (frontal, frontal y temporal) como extra-
perisilvianas (putaminal izda y frontal derecha en un sujeto zurdo), encontrando que, al menos
en algunos casos, la repetición conservada estaba mediada por el hemisferio derecho.
Afasia Anómica
Anomia y denominación
La afasia anómica es uno de los síndromes clásicos de la afasia, con individualidad propia,
aunque la correlación con la topografía lesional es variable [24]. No es infrecuente que se
presente como síndrome afásico residual tras la recuperación de otros síndromes afásicos.
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Clínica
La denominación: es el déficit más claro, a veces el único déficit. Puede haber aparición de
parafasias en la denominación, pero son poco frecuentes. La lectura y escritura pueden estar
normales o alteradas. Puede existir algún grado de alexia y/o agrafia si la lesión afecta a la
circunvolución angular.
Topografía lesional
Puede aparecer en lesiones focales, tanto a nivel pre-rolándico (frontal dorso-lateral) o post-
rolándico, p. ej., una pequeña lesión en el girus angular. También puede observarse en
disfunciones cerebrales no focales, como en los estadios iniciales de una enf. de Alzheimer o
una demencia semántica [20, 41].
Afasia global
Es una pérdida completa o casi completa del lenguaje en todos sus aspectos [24, 41]. De Renzi
et al. han propuesto la denominación de "Aislamiento afásico" para un subgrupo de pacientes
con afasia global que presentan una pérdida total del lenguaje a nivel expresivo, de
comprensión y la ausencia de cualquier intención de comunicación con el entorno, incluso bajo
la urgencia de necesidades básicas, lo que confiere una condición de aislamiento extremo,
debido a la incapacidad de habilidades extralingüísticas que pudieran compensar el bloqueo
verbal [43].
Clínica
Hay un grave trastorno del lenguaje espontáneo que es hipofluente, un igualmente grave
trastorno de la comprensión auditiva, y poca o ninguna capacidad para repetir, leer o escribir.
Sin embargo, tiende a mantenerse una cierta intención de comunicación extraverbal y de
comprensión.
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Topografía lesional
Existe una lesión simultánea de las áreas clásicas de Broca y Wernicke. En los cuadros
vasculares corresponde a una extensa lesión silviana izquierda.
Afasias Subcorticales
Una lesión limitada a regiones subcorticales también puede originar afasia. La introducción de
la TC permitió objetivar los primeros casos de afasias subcorticales en pacientes con
hemorragias [44]. A nivel fisiopatológico se ha sugerido que además de la lesión subcortical
habría que añadir un déficit cortical sombreimpuesto por los efectos de desconexión subcortico-
cortical y diasquisis, demostrados sobre todo en estudios isotópicos [45]. Se han diferenciado
dos tipos principales [46]: estriatal y talámica.
Afasia estriatal
Clínica
Topografía lesional
Las lesiones necesarias para causar afasia suelen ser extensas y afectan al estriado (caudado
y putamen), brazo anterior de la cápsula interna y sustancia blanca periventricular. Con este
tipo de lesiones se afectan también las vías cortico-subcorticales que participan en el procesado
del lenguaje. En la mayor parte de casos descritos hay algún tipo de lesión cortical, por lo que
podrían ser considerados como afasias córtico-subcorticales [47].
Afasia talámica
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Clínica
Suele existir un mutismo inicial (o casi mutismo) seguido de una mejoría posterior, apareciendo
un lenguaje fluente y parafásico. Hay anomia intensa, estando mejor preservadas la
comprensión y la repetición. La repetición es mucho mejor que su lenguaje espontáneo. La
lectura y la escritura están alteradas. Estos síntomas tienden a ser transitorios, con clara
mejoría en días o semanas. La combinación de lenguaje fluente, incluso logorreico, con
abundantes parafasias, buena comprensión y buena repetición es lo más característico de la
afasia talámica [46].
Afasia cruzada
La afasia cruzada se define como la afasia que aparece en un sujeto diestro y con lesión en el
hemisferio derecho. Se estima que entre un 1-5% de la población diestra puede tener una afasia
por lesión del hemisferio derecho. En los estudios de dominancia cerebral y lateralización del
lenguaje, realizados con amital sódico, se ha encontrado que el 96% de los sujetos diestros
tienen el lenguaje representado en el hemisferio izquierdo, en un 4% está representado en el
hemisferio derecho. Por el contrario, en los sujetos con dominancia no-diestra, el lenguaje está
representado en un 70% en el hemisferio izquierdo, en un 15% en el hemisferio derecho y en
un 15% tiene una representación bilateral [48]. También se han descrito afasias cruzadas tras
lesión talámica derecha, lo que sugiere que la dominancia del hemisferio derecho para el
lenguaje en sujetos zurdos puede extenderse incluso al nivel del tálamo [49].
En la afasia, los síndromes clínicos tienen la misma motivación que el resto de síndromes en
neurología: la necesidad de identificar asociaciones estables entre agrupamientos específicos
de signos y síntomas con la localización anatómica de la lesión que los produce. Sin embargo,
los síndromes clásicos que se describen en la afasia no son disfunciones específicas del
lenguaje que tengan una correlación neuroanatómica focal específica estricta, sino que
consituyen agrupamientos "artificiales" de signos afásicos, con una buena correlación
anatomoclínica, pero que no es totalmente específica [2, 3].
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Los síndromes clásicos de la afasia han sido criticados y considerados "débiles" por la
neuropsicología cognitiva, puesto que sólo describen grupos de síntomas que pueden ser
producidos en más de una localización cerebral [2, 50]. De hecho, lo más frecuente es que un
mismo síndrome afásico pueda tener diferentes topografías lesionales, como la afasia anómica,
la afasia global, la afasia de conducción o la afasia transcortical [20, 37, 51]. Estas
consideraciones han llevado a plantear la cuestion de la utilidad o no utilidad de la clasificación
en tipos o síndromes afásicos [2, 3, 20].
Si los síndromes clásicos en la afasia son "artificiales" y no corresponden tampoco a una misma
topografía lesional específica, ¿qué utilidad tienen? Un aspecto importante a considerar antes
de entrar en la tipología de la afasia, es analizar si la afasia es un trastorno unitario o bien si
existen varias clases de afasia [2, 4]. Aunque la respuesta no esté clara, y ambas posiciones
puedan ser correctas, la evidencia favorece que el trastorno afásico es unitario. Los sintomas
lingüísticos de las afasias son supramodales y pueden ser demostrados en todas las
modalidades expresivas lo que reflejaría un trastorno funcional del sistema central del lenguaje,
sin importar el "canal" que se use [3]. No obstante, la evidencia clínico-patológica acumulada
en la historia de la afasia muestra que hay distintos grupos de pacientes con semiología estable
como consecuencia de la localización anatómica de la lesión causal y de las peculiaridades
biológicas de la organización cerebral de cada persona. La descripción de estos grupos de
pacientes con semiología similar en síndromes es útil tanto en la clínica como en la
investigación afasiológica, por ejemplo, en estudios de recuperación de la afasia [4, 52].
Conclusiones
Los síndromes afásicos sirven como un instrumento útil en el trabajo y la comunicación clínica.
El diagnóstico del tipo sindrómico de afasia, por ejemplo, una afasia global o una afasia
anómica, permite conocer aproximadamente qué esperar en las exploraciones del lenguaje,
qué rango posible de lesión cerebral, qué pronóstico esperar y qué tratamientos pueden ser
razonables. Por otra parte, una clasificación diagnóstica de los síndromes afásicos permite
tener grupos homogéneos de pacientes [3]. Los grupos homogéneos son necesarios en la
investigación de muchos aspectos de la afasia como son los patrones de preservación relativa,
relaciones con otras variables cognitivas, estudios de evolución, pronóstico y tratamiento [3,
52].
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Apéndice
Nivel fonológico
Rasgo: es una acción (o no-acción) muscular del aparato bucofonatorio humano que produce
los sonidos.
Fonema: es el resultado audible de un grupo de rasgos que transmite significado. Un fonema
es cada uno de los sonidos diferenciales de una lengua. Es la unidad significativa mínima en
un lenguaje. El número de fonemas es pequeño en la mayoría de las lenguas. En castellano
sólo hay 23 y en inglés 34.
Nivel morfológico
Morfema: es la combinación menor de fonemas que transmite significado. La morfología analiza
los patrones de formación de palabras (p. ej., derivaciones, inflexiones, etc.). Un morfema es la
unidad significativa mínima en la formación de palabras.
Lexicón: es el almacén o conjunto total de morfemas en una lengua. Se diferencian dos tipos
principales de morfemas: morfema lexical y morfema gramatical. Los morfemas lexicales son
las raices que dan un significado fijo a las palabras, aunque puedan tener forma variable. Los
morfemas gramaticales incluyen los afijos (o partículas que pueden ser añadidas a los
morfemas lexicales) y los conectores (o morfemas gramaticales libres tales como artículos,
preposiciones, etc.). La palabra "rápido" tiene un morfema único (morfema lexical), la palabra
"rápidamente" tiene dos morfemas (uno lexical y otro gramatical).
Nivel sintáctico
Sintagmas: son grupos de morfemas apropiadamente secuenciados para proporcionar un
significado unificado.
Sintaxis: abarca las reglas aplicadas a la construcción de frases mediante interconexión de las
palabras por medio de conectores gramaticales. La relación entre dos o más palabras en las
emisiones del lenguaje es de tipo sintagmático. La integración sintáctica implica también un
componente prosódico (ritmos, pausas, etc.).
Nivel semántico
Semántica: abarca el significado de las palabras, y la red de significados posibles y
relacionados de una palabra representa su campo semántico. Los significados de las palabras
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Agrafias
Semiología de las agrafias
Agrafias afásicas
Acompañan las alteraciones del lenguaje oral. La anartria pura de Pierre Marie no se acompaña
típicamente de agrafia, aunque puedan observarse paragrafias literales y un déficit del deletreo
e incluso un agramatismo. La escritura es difícil de explorar en su componente motor en la
afasia de Broca debido a la hemiplejía: las letras escritas con la mano no dominante se realizan
de forma menos hábil y a veces en mayúsculas. Pero las dificultades observadas en la escritura
manual o en la reunión de cubos alfabéticos muestran paragrafias literales que dan a la
producción, habitualmente reducida, un carácter disortográfico en ocasiones asociado a un
agramatismo. El dictado es laborioso, la copia es de mejor calidad y el deletreo es muy
deficitario. En las afasias transcorticales motoras, como en la producción oral, la producción
escrita es reducida con omisiones de letras o palabras y una mejora de los resultados en el
dictado.
Síndrome de Gerstmann
Este síndrome asocia típicamente una agnosia digital (incapacidad para designar y distinguir
los dedos), una indistinción derecha-izquierda, una acalculia (afectando al cálculo mental y
escrito, con un trastorno del orden de cifras y de la disposición espacial de las operaciones) y
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La lesión afecta a la región parietal posterior del hemisferio dominante y, en particular, al área
de unión entre el pliegue curvo (giro angular) y el giro occipital medio (O2). Gerstmann interpretó
inicialmente la agnosia digital como una amputación sectorial del esquema corporal. Así, el
enfermo es incapaz de denominar, reconocer, designar, distinguir sus propios dedos como los
del examinador. También existen dificultades para imitar los movimientos de los dedos del
evaluador («apraxia de la selección de los dedos») y para imitar las posiciones de los dedos
del examinador, mientras que los movimientos bajo orden verbal se realizan correctamente
(«apraxia constructiva de los dedos»). Los trastornos predominan sobre los tres dedos
centrales. Posteriormente, Gerstmann relacionó el segundo síntoma cardinal (la agrafia) a los
otros dos síntomas (calificados de acompañantes, la indistinción derecha-izquierda y la
acalculia), evocando un denominador común a este síndrome, que podría organizarse en torno
a la agnosia digital: así, el autor evocó la importancia de los dedos y las manos en la escritura,
en el cálculo y en la orientación derecha-izquierda. El síndrome se acompaña a menudo de una
apraxia constructiva, a veces de una hemianopsia lateral homónima, e incluso de una agnosia
visual o de una alexia, en caso de extensión posterior de la lesión. Cuando existe una afasia
de Wernicke, la individualización del síndrome es imposible a tal punto que se había propuesto
que el síndrome de Gerstmann no fuese más que un conjunto de manifestaciones relacionadas
con una afasia, aun siendo ésta leve. Incluso reconociendo la realidad del síndrome, en
ausencia o en contra de una afasia leve, se han suscitado numerosas controversias por su
interpretación, ya sea como reflejo de una misma alteración de base, o como suma de
trastornos de naturaleza diferente y sólo unida por la topografía lesionada. Así, Benton (1961)
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designa este síndrome como una «ficción», mientras que la hipótesis de un «denominador
común» ha tenido siempre sus defensores: incapacidad del sujeto para relacionar
espacialmente unas cosas con otras y consigo mismo, los objetos que forman parte de un todo
organizado (Stengel, 1944), o más recientemente, desórdenes visoespaciales que implican la
manipulación mental de las imágenes (Mayer et al., 1999).
Agrafias puras
Son poco frecuentes y aparecen en ausencia de todo trastorno de lenguaje oral, de lectura e
incluso, típicamente, en ausencia de alteración práxica. Pueden estar relacionadas con una
lesión en la parte posterior de F2 («centro de Exner»), del lóbulo parietal superior, de la región
perisilviana posterior, e incluso de estructuras subcorticales. No constituyen un conjunto
homogéneo: el deletreo y la copia pueden estar o no preservados; las alteraciones van desde
la disortografía a la jergagrafia; se pueden observar perseveraciones de «trazos, letras o
sílabas».
Agrafias confusionales
Éstas podrían poner en duda la etiología «focal» de ciertas agrafias puras de origen tumoral y
permiten señalar la fragilidad de la capacidad de escribir, así como su vulnerabilidad tras los
sufrimientos cerebrales difusos no específicos.
Agrafias apráxicas
Designan las agrafias caracterizadas por un problema del saber hacer gestual necesario para
la realización de letras, el orden espacial de las palabras y la manipulación de los útiles
necesarios para la escritura. La escritura puede ser totalmente irrealizable; puede estar
constituida por letras mal formadas y mal unidas. Se puede observar una agrafia apráxica
asociada o no a desórdenes lingüísticos en el síndrome de Gerstmann y en la agrafia-alexia:
tal apraxia revela, esencialmente, una localización parietal. Una agrafia apráxica puede
acompañarse de una apraxia óptica con letras dispersas en la hoja. También puede ir
acompañada de una apraxia ideomotora: los resultados son a veces mejores en la copia, y el
deletreo está inconstantemente preservado. La agrafia apráxica puede aparecer junto a una
apraxia constructiva: la copia es de mala calidad o servil, pero el deletreo está siempre
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Agrafias espaciales
Las lesiones posteriores del hemisferio menor pueden ocasionar una agrafia masiva
caracterizada por la repetición de trazos más o menos redondeados, simulando grafemas
caricaturalmente deformados. Pero, habitualmente, el aspecto es el de una agrafia espacial
cuyos tres aspectos son la limitación de la escritura a la parte derecha del folio, la imposibilidad
de mantener la línea recta y las repeticiones de trazos como los de las «emes», de letras e
incluso de grupos de letras. La heminegligencia explica también que durante la copia, sólo se
transcriba la parte derecha de las palabras. Las repeticiones podrían traducir la desactivación
de los controles de las aferencias visuales y cinéticas, expresando así una agrafia aferente que
se integra dentro de la desorganización atencional de las lesiones del hemisferio derecho en el
sujeto diestro.
Las agrafias espaciales que afectan a uno u otro hemiespacios se han observado en sujetos
diestros o zurdos. Se han descrito agrafias direccionales, con escritura en espejo o en
bustrófedon. También se ha podido observar un déficit en el deletreo y en la ortografía de las
primeras o de las últimas letras de las palabras, abogando por una representación interna de
la forma gráfica de las palabras, cuya parte derecha o izquierda podría ignorarse por una lesión
de uno u otro hemisferio.
Agrafias callosas
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Dos vías de la ortografía (1 y 1 bis, ortografía basada en el léxico), (2, ortografía basada
en la pronunciación) (de R.A. McCarthy y E.K. Warrington, Neuropsychologie cognitive,
PUF, París, 1994).
La vía lexical o lexicosemántica permite escribir una palabra accediendo directamente
a su forma ortográfica contenida en un léxico memorizado; la vía fonológica permite
escribir basándose en la pronunciación y, por lo tanto, convertir los fonemas en
grafemas. La vía fonológica sería suficiente si todas las palabras se escribiesen como
se pronuncian. Sin embargo, existen palabras llamadas irregulares, en las que la
ortografía no sigue las reglas habituales de correspondencia entre fonemas y grafemas
(la palabra examen se pronuncia «eksa-men» o «eg-sa-men»); otras palabras son
ambiguas, ya que uno de los sonidos que la componen puede ortografiarse de varias
maneras (p. ej., la palabra «rey» podría escribirse también «rei») y, con mayor motivo,
si se tratase de homófonos, sólo el contexto y la ortografía permitirían distinguirlas (como
«baca» y «vaca», que se pronuncian exactamente igual). Por lo tanto, la vía lexical es
la que permite acceder a una representación global de la forma (configuración) de la
palabra, activando lo que podría concebirse como un léxico ortográfico.
Por el contrario, sólo la vía fonológica permite escribir los logatomas (conjunto de sílabas
que no poseen significado como «tilugo») o palabras con significado, pero desconocidas
para el sujeto y, por lo tanto, no representadas en su memoria semántica. El léxico
ortográfico podría también activarse directamente sin mediación semántica, lo que
podría explicar que los sujetos normales realicen confusiones de homófonos a la hora
de escribir (vía lexical no semántica).
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Los pacientes con una agrafia lexical (denominada también agrafia de superficie u
ortográfica) no pueden ortografiar las palabras más que a partir de su pronunciación, es
decir, a través solamente de la vía fonológica: pueden escribir correctamente los
logatomas y las palabras regulares sea cual sea su frecuencia.
Por el contrario, las palabras irregulares y ambiguas son objeto de errores denominados
de regularización; los pacientes reconstituyen la ortografía utilizando las
correspondencias grafemas-fonemas, las más frecuentes en la lengua. La agrafia lexical
se asocia frecuentemente a una alexia no obligatoriamente lexical, lo que aboga por la
independencia de las vías de la lectura y de la escritura. Una afasia puede o no
asociarse y, en el caso de hacerlo, sería moderada. La asociación con un síndrome de
Gertsmann es frecuente. Si bien es cierto que se han observado múltiples regiones
lesionadas (regiones temporal posterior o frontal izquierda, núcleo caudado o tálamo
izquierdo), la lesión más frecuente es la aparecida en la región del giro angular izquierdo.
Este tipo de agrafia se puede observar en la enfermedad de Alzheimer y en las atrofias
progresivas del lóbulo temporal izquierdo. Los pacientes con agrafia fonológica no
pueden ortografiar las palabras, excepto después de la activación de su léxico
memorizado, es decir, sólo a través de la vía lexicosemántica. A pesar de que no pueden
ortografiar a partir de la pronunciación, escriben y deletrean mal los logatomas o
seudopalabras, mientras que los resultados son correctos para las palabras. No
obstante, pueden existir dificultades de escritura de las palabras gramaticales y de las
palabras abstractas, sin que se pueda achacar siempre a un trastorno de la comprensión
auditiva. Una alexia del mismo tipo puede asociarse. La afasia, de tipo variable, es
habitual. Las lesiones afectan fácilmente al gyrus supramarginal y la ínsula y, de manera
más general, a la región perisilviana posterior, aunque también a ciertas estructuras
subcorticales. Los enfermos que presentan una agrafia (o disgrafia profunda, de esta
manera denominada por analogía con la alexia profunda) son incapaces de escribir las
no palabras como en la agrafia fonológica, pero también tienen dificultades para
ortografiar las palabras y, en particular, las abstractas más que las concretas (efecto de
concreción), los verbos, los adjetivos y las palabras gramaticales más que los
sustantivos (efecto de clase), y las palabras menos frecuentes.
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Fig. 3.3. Modelo cognoscitivo y anatómico de la escritura y del deletreo (de K.M. Heilman y E.
Valenstein, Clinical Neuropsychology, Oxford University Press, 1993). 1. Confines
parietooccipitales, lóbulo temporal, núcleo caudado, tálamo. 2. Región perisilviana posterior,
núcleos grises centrales. La palabra escuchada (A) activa su imagen visual (C): las informaciones
recolectadas de esta manera activan el sistema semántico (D). La repetición (que no necesita la
comprensión, es decir, el acceso al sistema semántico) se realiza gracias a las conexiones entre
el área de Wernicke (B) y el área de Broca (G) a través del fascículo arqueado (K). El proceso
de escritura puede iniciarse ya sea por el sistema léxico u ortográfico (E), cuyo silencio funcional
induce la agrafia lexical, o por el sistema fonológico (F), cuyo silencio funcional induce la agrafia
fonológica. La estructura gráfica de las palabras es provisionalmente almacenada en una
memoria tampón (H) y posteriormente transmitida al área grafémica parietal y después al área
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Alexias
Las alexias propiamente dichas (provocan en sus formas extremas una ceguera verbal)
se han clasificado de maneras diferentes. No obstante, no se utiliza el término alexia
para denominar una alteración de la lectura en voz alta, sin un déficit de la comprensión:
una desintegración fonética altera la lectura en voz alta, así como toda expresión verbal,
y a pesar de las abundantes paragrafias (denominadas paralexias puesto que son
suscitadas en la lectura), la comprensión de un texto leído por un paciente con afasia
de conducción puede ser correcta o estar alterada (tabla A).
El término dislexia, que estaba en otro tiempo reservado a los trastornos del aprendizaje
de la lectura, tiende a reemplazarse por el término alexia, oponiéndose a las dislexias
adquiridas y a las dislexias del desarrollo. Se pueden distinguir las alexias periféricas,
asociadas a un déficit del tratamiento visual de la información escrita (alexia pura o
agnósica y alexia por negligencia) y las alexias centrales, asociadas a un déficit
específicamente lingüístico.
También se pueden clasificar las alexias de manera anatomoclínica.
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
(«incoherente» es leído «incógnito»); así, una palabra puede reemplazarse por otra que
tiene una forma gráfica cercana, pero a veces por otra palabra relacionada
semánticamente. Las palabras del léxico son mucho mejor leídas que las palabras
gramaticales o los logatomas. Por regla general, y contrariamente a lo que se observa
en las afasias, la alexia verbal prevalece sobre la alexia literal; el paciente descifra las
palabras de manera analítica, deletreándolas (alexia con deletreo), lo que le hace
cometer errores. Los logatomas son leídos correctamente, pero la comprensión del
lenguaje escrito es laboriosa y sólo se ejecutan las órdenes simples. Cuando la alexia
es global, afectando a letras y palabras, el paciente utiliza sus aferencias cinestésicas
para reconocer las letras, siguiendo el contorno de ellas con su dedo.
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La alexia frontal o alexia anterior o «tercera alexia» suele acompañar a una afasia de
Broca. Las letras se identifican mal, las palabras aisladas pueden reconocerse
globalmente (alexia literal), el deletreo es muy deficitario y la comprensión de las frases
está muy alterada. Una agrafia acompaña al déficit de la lectura. Esta alexia podría
proceder de una paresia residual de la exploración ocular de la izquierda hacia la
derecha (por lesión del área 8, conocemos la desviación de la mirada observada en un
estado agudo de las hemiplejías derechas con afasias), de un déficit del tratamiento
secuencial de las palabras, al cual se añaden las dificultades para comprender las
palabras y las relaciones gramaticales. Por lo tanto, podría tratarse de una alexia
compuesta, pudiendo mezclar un disfuncionamiento frontal, un agramatismo y una
dislexia profunda.
Alexias centrales
La lectura puede realizarse a través de dos vías (fig. B). La vía fonológica permite leer
a partir de la pronunciación, «descifrando las palabras» (es la conversión grafemo-
fonema). Pero, si bien esta vía permite leer las palabras no conocidas o los logatomas,
es insuficiente para pronunciar correctamente las palabras irregulares como «examen»,
«horno», «explorador» que, por convención, no se pronuncian como se escriben. La otra
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
vía es lexical. Permite activar directamente un léxico visual, pudiendo identificar las
palabras, sin tener necesidad de descifrar las correspondencias entre letras y palabras.
Sin duda, esta vía permite acceder a un gran número de palabras durante la lectura,
pero sólo permite leer las palabras irregulares, mientras que es incapaz de leer los
logatomas (puesto que no pertenecen al léxico). La dislexia de superficie, por lesión de
la vía lexical, permite sólo una lectura fonológica: así, las palabras regulares y los
logatomas se descifran correctamente, mientras que existen dificultades al leer palabras
irregulares, que aún son más importantes cuando éstas son menos frecuentes; los
errores de lectura crean paralexias por regularización, aplicando las reglas usuales de
pronunciación de los grafemas.
Las paralexias pueden ser no palabras o, con mayor frecuencia, palabras (así, «asma»
es leído «alma»); la comprensión de los homófonos puede ser difícil («baca», «vaca»).
La dislexia de superficie se acompaña habitualmente de problemas de escritura y, a
menudo, de una afasia fluida. Las lesiones traumáticas, tumorales o vasculares (p. ej.,
un infarto silviano posterior) afectan a la región temporal posterior y a la sustancia blanca
subyacente; pueden extenderse al giro supramarginal y al giro angular; el denominador
común de la lesión parece ser la parte posterior de las circunvoluciones temporales
superior y media (T1 y T2). Una dislexia de superficie pura, respetando las reglas de
conversión grafemo-fonema (podemos entonces hablar de alexia lexical) puede
observarse en la enfermedad de Alzheimer y en la afasia progresiva, acompañada de
una lesión masiva de la vía lexicosemántica.
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La lectura asemántica es una lectura normal, pero sin acceso al significado, observado
en los sujetos dementes (que recuerda a la hiperlexia de los niños autistas o débiles) y
que permite postular la existencia de una vía lexical no semántica que estaría intacta,
mientras que la disfunción afectaría a la vía lexicosemántica.
Alexias periféricas
Incluyen las alexias por deletreo (v. anteriormente) y las alexias por negligencia. Estas
últimas acostumbran a estar ocasionadas por una lesión parietal del hemisferio derecho
y alteran la lectura del principio de las palabras: las sustituciones de letras conllevan la
producción de otras palabras del léxico («voz» por «hoz», «vía» por «lía», etc.). Es más
raro observar una negligencia derecha, que se manifestaría con la alteración del final de
las palabras.
113
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El término apraxia fue acuñado a principios del presente siglo por Hugo Liepmann
para caracterizar la alteración en la ejecución de un acto motor, por lo general,
previamente aprendido, no causada por paresia, pérdida de sensibilidad, acinesia,
trastorno del movimiento (distonia, corea, temblor, balismo), alteración del tono
muscular, de la coordinación, de la colaboración, de la comprensión u otra alteración
cognoscitiva tal como memoria o atención.
Exploración de la apraxia
La apraxia es una alteración que puede ser debida a lesiones cerebrales focales o difusas de
distinta etiología. En la exploración de la apraxia deberá realizarse, en primer lugar, una
exploración neurológica general y cognoscitiva que permita conocer la situación neurológica
real del paciente, así como su dominancia manual. Las alteraciones práxicas, en ocasiones,
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Los gestos que se deben explorar pueden ser transitivos o intransitivos. Los gestos transitivos
implican la utilización de un objeto o herramienta, debiéndose examinar con el uso real del
objeto o, por el contrario, ejecutando en tal caso una representación o pantomima ("¿cómo se
utiliza esta herramienta?" o "haga como que está usando un martillo, unas tijeras, etc."). Los
gestos intransitivos, sin uso de objetos, suelen tener valor comunicativo no-verbal o bien,
cuando se exploran a la imitación, pueden además utilizarse gestos sin valor comunicativo. Los
gestos habituales que se suelen utilizar en el examen de la apraxia se relacionan en la tabla I.
TABLA 1
Semiología apráxica
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Errores de producción
Los errores de producción se han dividido a su vez en errores espaciales y temporales. Los
errores espaciales pueden ser de tipo postural, de movimiento y de orientación. Los errores
espaciales posturales hacen referencia a la dificultad que presentan algunos pacientes en
ejecutar un gesto transitivo en el que utilizan parte de su cuerpo como si del instrumento se
tratara, por ejemplo cuando representan la utilización de unas tijeras usan los dedos como si
fueran las hojas o cuando realizan la pantomima de cepillarse los dientes usan el dedo como
cepillo, defectos que pueden observarse en sujetos normales pero que persisten, a pesar de
ser corregidos, en los pacientes apráxicos.
• Los errores espaciales de movimiento son aquellos en los que los pacientes
ejecutan la esencia del movimiento requerido, aunque de forma defectuosa (v.gr.,
al solicitar que simule la utilización de un destornillador, el sujeto, en lugar de girar
su muñeca, hace movimientos giratorios con el codo o el hombro).
• Los errores espaciales de orientación describen los defectos gestuales que
algunos pacientes muestran al orientar una determinada herramienta respecto del
objeto sobre el que debe utilizarse, por ejemplo, al solicitar al paciente que utilice
unas tijeras para cortar un trozo de papel por la mitad, el paciente muestra
dificultad en la orientación correcta desviándose lateralmente.
Errores de contenido
Los errores de contenido indican un defecto en la selección, los pacientes presentan dificultad
en realizar o relacionar las acciones correspondientes a una determinada herramienta u objeto.
Los errores de contenido han sido divididos en dos formas, los defectos en el conocimiento
asociativo y en el mecánico.
• Los defectos de tipo asociativo hacen referencia a dos aspectos, el conocimiento
de la acción de una determinada herramienta y el conocimiento de la asociación
de una determinada herramienta con el objeto al que normalmente se asocia. Por
ejemplo, al solicitar a los pacientes que usen un destornillador los pacientes
pueden usarlo como si de un martillo u otra herramienta se tratara (defecto en el
conocimiento de la acción) o, por otra parte, cuando se le solicita que utilice la
herramienta adecuada, entre varias que se le presentan, para terminar de clavar
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Apraxia ideomotora
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exclusivamente a la orden con preservación de la imitación y del uso real de objetos, lo que
sugeriría, al menos en ciertos casos, una lateralización bilateral de los engramas motores. La
ejecución práxica en las extremidades derechas es normal, puesto que el conjunto de áreas y
conexiones implicadas, situadas en el hemisferio izquierdo se encuentra indemne.
FIGURA 1
Apraxia de disociación
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Apraxia de conducción
Apraxia ideatoria
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Apraxia conceptual
La apraxia conceptual se caracteriza por la alteración del acto motor en el que se ponen de
manifiesto errores de contenido (descritos en este capítulo en el apartado de semiología
apráxica). La apraxia conceptual suele aparecer en la demencia tipo Alzheimer, aunque, en
pacientes diestros, ha sido bien caracterizada en lesiones focales en hemisferio izquierdo y, a
su vez, en pacientes zurdos por lesiones en el hemisferio derecho. Aunque la apraxia
conceptual suele asociarse a la apraxia ideomotora, se ha descrito su presentación de forma
disociada en uno y otro sentido
120
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Definición
El concepto de apraxia constructiva fue acuñado por Kleist para describir una alteración que
aparece al realizar actividades tales como ensamblar, construir o dibujar, con dificultad para
planificar y ejecutar los actos motores que permiten realizar estas acciones, sin que exista
apraxia en los movimientos simples. [3]
Las tareas visuoconstructivas son complejas y requieren la participación de mútiples
actividades cerebrales, así como la integridad de varias capacidades entre las que destacan,
como mínimo, la percepción adecuada del estímulo (lo cual implica el buen funcionamiento del
analizador visual y auditivo, así como la capacidad adecuada de comprensión del lenguaje y
generación de imágenes mentales), la planificación de la tarea solicitada y el dominio de las
coordenadas y de las relaciones espaciales. Es imprescindible la adecuación del sistema motor,
especialmente de la mano, y en la fase de ejecución debe además mantenerse un adecuado
control y verificación de todos los actos elementales que constituyen la tarea final. [2, 3, 4].
Kleist consideró que este déficit se sitúa entre la función visuoespacial y la función motora
ejecutiva. Entendido de este modo, los pacientes con déficit de percepción o apraxia ideomotora
no deberían ser catalogados de apraxia constructiva. [3].
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Como afirman Kirk y Kertesz, "intentar localizar una sola lesión que afecte por sí misma la
capacidad constructiva puede ser tan improductivo como lo sería el intento de localizar la lesión
que afecte la capacidad para conducir un automóvil". [3]
En las primeras décadas de este siglo, se consideraba que las alteraciones constructivas
formaban parte de una enfermedad cerebral difusa, destacando su asociación con el síndrome
de Gerstmann o con lesiones focales del hemisferio izquierdo sobre todo en la región parietal.
Los investigadores asumían en general que el hemisferio izquierdo era dominante para la
mayoría de capacidades cognitivas, hasta que algunos autores comunicaron –inicialmente
como un hallazgo infrecuente– la presencia de alteraciones constructivas en pacientes con
lesión hemisférica derecha. Ya en los años sesenta, numerosas series de casos publicadas
favorecieron que poco a poco se llegase a considerar la apraxia constructiva casi como un signo
específico de lesión en el hemisferio derecho.
En 1962 Piercy y Smyth estudiaron 37 pacientes consecutivos con lesión unilateral del lóbulo
parietal. Se investigó la copia de dibujos, copia de patrones realizados con palillos, copia de
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diseño de bloques, ensamblaje de objetos y dibujo a la orden. Mientras que el 68,4% de los
pacientes con lesión parietal derecha tenían alteración constructiva, ésta se encontró solamente
en un 38,9% de los que tenían lesión parietal izquierda.
Costa y Vaughan, en 1962, examinaron 36 pacientes con lesión unilateral y encontraron que
los pacientes con lesión hemisférica derecha rendían peor en el subtest de diseño de bloques
del WAISS en comparación con los que tenían lesión hemisférica izquierda.
Otros estudios han demostrado también que esta alteración era más frecuente y grave en las
lesiones derechas que en las izquierdas. Sin embargo, algunos autores no encontraron
diferencias mayores, e incluso aportaron pruebas de que los dibujos realizados por los
pacientes con lesiones hemisféricas izquierdas eran peores que los efectuados por enfermos
con lesiones en el hemisferio derecho.
Gazzaniga, Bogen y Soerrt en 1965 comunicaron que, tras una sección del cuerpo calloso, los
dibujos complejos eran realizados mejor por los zurdos que por los diestros.
Por una parte, los criterios para identificar a los pacientes no coinciden y por otra tampoco las
tareas constructivas empleadas al evaluarlos. Además, algunas series incluyeron pacientes con
lesiones vasculares y tumorales, cuando es sabido que un tumor no debe necesariamente
causar la misma alteración que un infarto en la misma zona. El crecimiento tumoral, el edema
peritumoral y la lesión quirúrgica pueden inducir disfunción remota al lugar de mayor afectación
lo que provoca un efecto confundidor.
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En muchos de los estudios se excluyó a los pacientes afásicos, por lo que la estimación de la
frecuencia y gravedad de la alteración constructiva debida a lesión hemisférica izquierda
probablemente quedó infravalorada. Así mismo, el diferente tamaño y extensión de la lesión
puede ser causa de variabilidad al comparar los resultados.
Se han formulado diversas hipótesis para explicar los mecanismos a través de los cuales la
lesión de uno u otro hemisferio puede generar una alteración constructiva.
Varios autores consideran que la lesión hemisférica derecha causa un problema puramente
visuoperceptivo mientras que la lesión del hemisferio izquierdo no (las dificultades en las
lesiones izquierdas serían debidas a un problema distinto, de tipo ejecutivo-motor).
[2]
Diversos estudios (citados por Kirk y Kertesz ) demuestran que no puede hacerse una
distinción clara de este tipo entre los dos grupos de lesión hemisférica, por lo que la función
visuoperceptiva probablemente interviene en la alteración constructiva indepedientemente de
la lateralidad de la lesión.
Además, cuando la lesión está en el hemisferio derecho, muy posiblemente se facilitan los
errores cometidos debido a que la mano izquierda no es habitualmente la dominante.
La alteración constructiva por lesión del hemisferio izquierdo podría explicarse por la presencia
de una alteración en la planificación y también en parte por los errores debidos a la presencia
de una hemiparesia.
Métodos de evaluación
Aunque los tests de dibujar son los que se utilizan con mayor frecuencia, se han desarrollado
además una gran variedad de pruebas constructivas bi o tridimensionales. En la evaluación
clínica y en estudios experimentales se han empleado diferentes tareas: copia, dibujo
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1. Protocolo CERAD [5]. Se solicita la copia de cuatro figuras: círculo, rombo, rectángulos
superpuestos y cubo (figura 1). La puntuación no tiene en cuenta el tiempo (tabla I). Se
dispone de datos normativos para la población de más de 70 años (tabla II y tabla III),
procedentes de un estudio poblacional realizado en Pamplona.[6]
2. Test Barcelona [4]. Incluye praxis constructiva a la orden verbal y a la copia. Se le indica
al paciente que dibuje las siguientes figuras: círculo, cuadrado, triángulo, maceta con
una margarita, cubo, casita. A continuación, se le muestran unos modelos para copiar
estas mismas figuras, sustituyendo la maceta por una cruz (figura 2).
La puntuación va desde 0 (alteración grave con figuras no reconocibles o graves
distorsiones del esquema básico) hasta 3 puntos (reproducción perfecta, aceptando
mínimas distorsiones). En la copia de los dibujos se establece además una puntuación
con tiempo (tabla IV).
3. GERMCIDE. Copia de bucles, alternancia gráfica y cubo (figura 3). [7]
4. CAMDEX. Se realiza mediante el dibujo espontáneo de un reloj y la copia de los
exágonos incluídos en el Mini-Mental-State, bucles gráficos, cubo y casita (figura 4). La
puntuación no tiene en cuenta el tiempo. [8]
En cada uno de estos protocolos se establecen normas específicas para puntuar los
diferentes ítems, pero como queda dicho únicamente en el test Barcelona se valora el
tiempo de ejecución en la puntuación final.
5. Cubos de WAIS. Se emplean cubos de madera (o plástico) con caras de color rojo,
caras blancas y caras mitad blancas y mitad rojas. Se solicita la construcción
tridimensional de modelos presentados en dibujos con dos dimensiones. En los dos
primeros ítems el explorador demuestra cómo debe hacerse. Se tiene en cuenta el
tiempo de ejecución.
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FIGURA 1
TABLA I
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TABLA II
TABLA III
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FIGURA 2
TABLA IV
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FIGURA 3
FIGURA 4
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Semiología
Según Peña-Casanova [4], en una primera aproximación debería diferenciarse entre problemas
perceptivos y espaciales, problemas relacionados con la función motora y problemas de
planificación o control de la ejecución. Las principales características semiológicas se resumen
en la tabla V.
La reducción grave de las capacidades grafomotoras (el paciente realiza palotes, círculos u otro
tipo de producción muy rudimentaria, a veces con estereotipias) puede a veces manifestarse
en forma de garabateo y debe diferenciarse la actividad del paciente afásico (claramente
colaborador y consciente pero que no consigue más que unos trazos informes) de los dibujos
totalmente desorganizados que realiza el paciente demente con una reducción cognitiva global.
El temblor y otros movimientos anormales pueden afectar la realización de las tareas, y debe
diferenciarse la interferencia motora y la existencia de un trastorno asociado a las praxias. En
general los dibujos de los pacientes con lesión hemisférica derecha son de mayor tamaño que
los de los pacientes con lesión izquierda.
La negligencia es generalmente lateral (el paciente deja de dibujar una parte de la figura
solicitada derecha o izquierda según sea la lesión), pero también puede ser inferior, en
cuadrante o central.
Las adiciones (el paciente añade elementos no solicitados o sin relación con la tarea) pueden
ser coherentes con la figura o sin relación aparente con la figura. Es muy ilustrativo el caso
presentado por Peña-Casanova de un paciente con lesión talámica izquierda con
manifestaciones fabulatorias característica del síndrome de Korsakov que transforma el dibujo
de la casita en una cara.
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Existen muchos datos que demuestran que la afectación es diferente según el hemisferio
afectado.
Los pacientes con lesión hemisférica izquierda (figura 5) hacen dibujos simplificados,
temblorosos, con pocos detalles y pocos ángulos. Estos pacientes tienen dificultad para
representar ángulos y una gran proporcion de los que dibujan tienden a ser rectos, de 90
grados. Claramente sus dibujos tienden a desplazarse hacia el lado izquierdo de la página
(figura 6).
Los dibujos de los pacientes con lesion derecha (figura 7) muestran negligencia hemiespacial
(izquierda) y representación alterada de las relaciones espaciales entre los componentes (figura
8).
Comparados con los controles normales, tanto los pacientes con lesion derecha como izquierda
tienen abundantes perseveraciones y una representación anómala de la perspectiva
tridimensional (figura 6, figura 8 y figura 9).
TABLA V
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FIGURA 5
FIGURA 6
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FIGURA 7
FIGURA 8
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FIGURA 9
Envejecimiento y demencia
Los errores en las tareas cotidianas que requieren destreza y, por tanto, la preservación de las
capacidades visuoconstructivas constituyen el mejor marcador clínico en las fases iniciales de
la demencia sobre todo si se asocian a problemas de memoria.
Las alteraciones visuoconstructivas en los ancianos (tabla VI) difieren cualitativamente de las
que se encuentran en los pacientes con demencia. Son frecuentes las distorsiones,
perseveraciones o rotaciones leves, así como los errores en la apreciación de la tercera
dimensión, pero raramente aparecen alteraciones graves o fenómenos de negligencia espacial.
[6].
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TABLA VI
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A. Oliveros-Cid
Parece tan sencillo reconocer cosas que, con frecuencia, resulta difícil comprender los
problemas de reconocimiento. Sin embargo, se ha observado, desde hace mucho tiempo, que
las lesiones cerebrales pueden alterar de diversas formas la capacidad de reconocer objetos
visualmente –una condición conocida como agnosia visual–. A pesar de ello, la agnosia visual
no es el único trastorno del reconocimiento y procesamiento visual a tener en cuenta en un
estudio neuropsicológico de las capacidades visuales: es preciso, en primer lugar, conocer con
precisión otros términos, no sólo el de ceguera cortical, sino también los de doble hemianopsia,
ceguera histérica o ceguera simulada
Ceguera cortical
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Descripción semiológica
La ceguera cortical (la más frecuente debida a un infarto bioccipital) puede instalarse
repentinamente o de manera intermitente después de una hemianopsia unilateral o de entrada
bilateral.
La realidad de este desconocimiento de la ceguera indica que, por una parte, pueden existir
alucinaciones visuales simples o elaboradas que explicarían la negación de la ceguera; por
otra, se le puede asociar una amnesia anterógrada a la ceguera. Por lo tanto, el hecho de ser
ciego no puede memorizarse y, a veces, existe una confabulación visual que reemplaza la
percepción ausente por recuerdos visuales. Pero la anosognosia puede no ceñirse a esas
explicaciones.
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evocados visuales pueden estar alterados o abolidos, pero la presencia de una onda P 100
normal no permite excluir una ceguera cortical.
Etiología y pronóstico
Agnosias visuales
Lissauer (1890) fue uno de los primeros en explorar la agnosia visual y sugirió que la agnosia
visual podía dividirse en dos formas básicas, aperceptiva y asociativa. En el caso aperceptivo,
el paciente no consigue identificar un objeto porque es incapaz de formar una representación
estable o percepto. En el caso asociativo, hay un percepto normal, pero no hay ninguna
capacidad para atribuir identidad, es una "percepción desprovista de su significado" (Teuber,
1968).
Las informaciones visuales elementales que van desde la retina hasta los cuerpos geniculados
externos y después al área estriada (área visual primaria, área 17) son posteriormente objeto
de un tratamiento separado para la forma, el color y el movimiento a nivel de las áreas
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extraestriadas. Existe, por lo tanto, una especialización funcional de las áreas extraestriadas
extendidas en la región occipitotemporal, de la misma manera que el tratamiento de los
atributos especiales de las informaciones visuales está asegurado por la región occipitoparietal.
Así, las informaciones visuales que alcanzan el lóbulo occipital avanzan a través de dos
sistemas. Uno, arcaico, es el sistema magnocelular, que pasa por los tubérculos cuadrigéminos,
anteriores (colliculi superiores), se proyecta de manera dorsal hacia la región occipitoparietal y
permite la localización de la información. El segundo sistema es el sistema parvocelular, más
moderno, de trayecto ventral, que se proyecta hacia el córtex temporooccipital y que tiene por
función el análisis y la identificación de la información. De esta manera, cuando la reacción de
orientación se pone en marcha, el cerebro opera induciendo el mejor encuentro visual de la
estimulación (el "dónde") antes de poder efectuar los tratamientos necesarios para la
identificación del estímulo (el "qué"). Las agnosias visuales y espaciales muestran las
consecuencias de las lesiones de cada uno de esos dos canales: uno, localizador; el otro, de
identidad.
Como hemos visto, la ceguera cortical se define por la abolición de las sensaciones visuales.
Incluso si estas últimas están preservadas, todavía queda efectuar los tratamientos perceptivos
concebidos como la integración del conjunto de las sensaciones que permiten llegar, a
continuación, al conocimiento de nuestro contexto visible. La agnosia, que puede interesar a
todo tipo de canal sensorial, designa la incapacidad de acceder al reconocimiento de ciertos
componentes del mundo visual en ausencia de todo problema sensorial elemental, de afasia o
de trastornos intelectuales.
Una agnosia visual es pura cuando se limita sólo al canal sensorial de la visión, aunque a veces
se asocia a una agnosia táctil o auditiva. Además, las agnosias visuales pueden afectar a los
objetos, a las imágenes, a los colores o a las fisonomías, y esos déficit a menudo se presentan
asociados. Excepcionalmente, pueden afectar a un hemicampo visual, y se habla entonces de
hemiagnosia.
Las figura 1, figura 2 y figura 3 muestran las copias realizadas por varios pacientes. En el primer
y segundo casos, el paciente es incapaz de copiar incluso figuras sencillas y también falla en
tareas de emparejamiento muy sencillas. Por el contrario, en los ejemplos de la figura 3 los
pacientes tienen una capacidad considerablemente grande para copiar, pero son incapaces de
nombrar ninguna de las figuras que dibujan.
139
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Pueden existir agnosias para las figuras que no permiten discriminar las figuras geométricas
elementales (círculos, cuadrados, triángulos, etc.), lo que explica la incapacidad de identificar
las percepciones más elaboradas (objetos e imágenes): ese déficit puede concebirse como un
problema sensorial o como una variedad de agnosia aperceptiva. La idea de que los problemas
en la discriminación de formas no constituyen una agnosia propiamente dicha es, sin embargo,
todavía controvertida. De momento, tomaremos en consideración una serie de estudios muy
influyentes sobre agnosia visual llevados a cabo por Warrington y sus colegas, que analizaban
estos déficits bajo el término "pseudoagnosia".
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Estos autores desarrollaron gran parte del trabajo experimental reciente sobre agnosia visual,
con el objetivo inicial de proponer una explicación en dos fases similar a la distinción original de
Lissauer entre agnosia aperceptiva y asociativa. Un aspecto importante de este trabajo es que
proporcionó evidencia contundente de que no todas las alteraciones observadas en el
reconocimiento de objetos pueden atribuirse a déficit sensoriales de niveles inferiores.
Descartar alteraciones debidas a problemas sensoriales no es un asunto fácil, ya que requiere
una distinción objetiva entre los aspectos sensoriales y no-sensoriales del procesamiento
visual. En su explicación, la Dra. Warrington identificó tres patrones de alteración visual que
considera de naturaleza sensorial. Los déficits en el reconocimiento de objetos que surgen en
asociación con uno o más de estos déficits no pueden considerarse, según afirma, como casos
de verdadera agnosia, sino como casos de pseudoagnosia.
Warrington propuso que la discriminación alterada del color y los problemas con la orientación
visual indican procesos sensoriales defectuosos. Además, incluyó también la alteración de
discriminación de las formas como un indicador de alteración sensorial.
Agnosia aperceptiva
Son conscientes de sus dificultades de identificación visual y miran con perplejidad lo que se
les pide reconocer: intentan identificar examinando y proponiendo una descripción para ciertas
partes del objeto o para algunos detalles de las imágenes, y los errores son, sobre todo, de tipo
morfológico (sombrero de paja--->aro; tijeras---> redondel... de metal... ¡ una especie de
herramienta...). Un "detalle crítico" puede permitir la identificación ("eso podría ser una vela...
¡ah! es un barco en el mar") o producir un error "una rueda... puede ser una bicicleta", cuando
se trataba de un carro). La movilización del objeto puede facilitar su identificación, al igual que
el hecho de imitar su utilización, lo que expone a errores: así, el hecho de mostrar una cuchara
141
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y de llevarla a la boca puede inducir al sujeto a identificarla con un cigarro. En las formas no
masivas, los errores se producen en la identificación de imágenes fragmentarias,
progresivamente enriquecidas con detalles, y la identificación de imágenes superpuestas y
mezcladas, como en los tests de Poppelreuter (figura 4) y de Lilia Ghent (figura 5). Sin embargo,
el objeto es reconocido si se palpa o si emite un ruido específico y puede nombrarse bajo
definición verbal o ser definido depués de haber sido nombrado al sujeto.
Cinco de los grupos de pacientes tuvieron un rendimiento similar al del grupo control en las
perspectivas inusuales, pero un grupo, el de lesionados en la zona posterior del hemisferio
derecho, tuvo un rendimiento mucho peor. La pobre ejecución del grupo con lesión posterior
derecha no se debía a que los sujetos no supieran qué eran esos objetos, ya que el rendimiento
con las perspectivas canónicas fue muy bueno en todos los grupos. Esto, unido a la ausencia
de alteraciones sensoriales, indica que la alteración mostrada en el test de perspectivas
inusuales se debe a algún problema dentro del propio sistema perceptivo –el sistema que deriva
142
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la representación del objeto a partir del input sensorial e intenta emparejar ese input con nuestro
conocimiento sobre los objetos.
Warrington y Taylor (1978) realizaron un segundo experimento sobre la constancia del objeto
utilizando una versión modificada del test de perspectivas inusuales. En vez de una tarea de
denominación, que habría causado dificultades a los pacientes con lesiones en el hemisferio
izquierdo, utilizaron una tarea en la que los sujetos veían pares de fotografías en los que una
estaba tomada desde una perspectiva canónica y la otra desde una perspectiva inusual. En la
mitad de los ensayos, ambas fotografías eran del mismo objeto y, en el resto, de un objeto
diferente. Los sujetos simplemente tenían que decidir si los objetos eran el mismo o no, y los
resultados indicaron, en la misma línea de los estudios anteriores, que sólo el grupo de
lesionados en la zona posterior derecha encontraban esta tarea más difícil que los sujetos del
grupo de control.
Este estudio también incluía el test de "emparejamiento de funciones" (figura 7). Aquí los sujetos
deben decidir cuál de dos objetos es más similar, funcionalmente, al ítem de prueba. En esta
tarea, se encontró que los grupos con lesión en la zona posterior derecha o izquierda rindieron
a un nivel comparativamente más bajo que los sujetos de control. Sin embargo, un análisis
posterior reveló una diferencia importante entre estos dos grupos con lesión posterior. Los
déficits de los pacientes con lesión en el hemisferio derecho se predecían nítidamente a partir
de sus errores de reconocimiento, en el sentido de que los errores en el emparejamiento de
funciones ocurrían con objetos que no habían conseguido emparejar en el test de perspectivas
inusuales. En cambio, cuando se corrigieron estos errores en el grupo de lesionados en el
hemisferio izquierdo, fue necesario proponer un déficit adicional para explicar su mal
rendimiento.
Warrington y Taylor utilizaron sus datos como base para desarrollar un modelo de
reconocimiento de objetos que tenía mucho en común con la distinción inicial de Lissauer entre
agnosia aperceptiva y asociativa. En este modelo, la primera fase implica un análisis visual y
se realiza de igual manera en ambos hemisferios. La siguiente fase se denomina categorización
perceptiva y representa a aquellos procesos que posibilitan la constancia del objeto
estableciendo que dos perspectivas distintas de un objeto son, en realidad, representaciones
de la misma cosa. El sistema, en realidad, está localizado en el hemisferio derecho porque
fueron de categorización perceptiva los pacientes con lesión en la zona posterior derecha los
que tuvieron dificultades a la hora de realizar la tarea de la constancia del objeto. Este déficit,
que afecta a la "constancia del objeto", no tiene apenas repercusión sobre la vida cotidiana,
como si los sujetos no pudiesen acceder a las representaciones estructurales memorizadas de
los objetos. Tras la categorización perceptiva viene la categorización semántica, que incluye la
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Una de las teorías más influyentes sobre la visión es la de Marr (1976). El modelo de Marr
(figura 8) postula que la identificación visual comienza por una etapa egocéntrica, que comporta
un esbozo primario del objeto a partir del análisis de la repartición de las sensaciones
luminosas, y después sigue con un esbozo denominado en 2,5 D que permite aprehender la
orientación y la profundidad de las superficies visibles desde el único "punto de vista" del sujeto.
La representación en 3 D supone la última etapa, lo cual posibilita un reconocimiento centrado
del objeto y, por lo tanto, "bajo todas sus caras": también podría considerarse que los pacientes
con un déficit de la categorización perceptiva no podrían acceder a esta etapa. La teoría de
Marr ("modelo perceptivo") es compleja, pero puede resumirse dividiendo la visión en cuatro
fases básicas:
• Esbozo primario: Se representa una escena en términos de sus elementos
perceptivos fundamentales, como son los bordes y las barras, y sus propiedades,
longitud, contraste y orientación, también se representan. Estos elementos
también podrían agruparse en características tales como una conjunción entre
dos líneas de orientación diferente.
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Existe una correspondencia obvia entre la teoría de Marr y el modelo desarrollado por
Warrington y Taylor. El proceso de categorización perceptiva puede verse como análogo a la
transición desde el esbozo 2,5 D al esbozo 3D. Además, los fallos en la categorización
semántica podrían atribuirse a déficits en la interpretación semántica. Se ha postulado que el
reconocimiento de los objetos depende de los rasgos distintivos, que activan las
representaciones volumétricas de los objetos: la lesión cerebral hace que los rasgos distintivos
de los objetos presentados bajo un ángulo inhabitual sean insuficientes para que las
representaciones correspondientes puedan activarse. Estas lesiones afectan a la parte
posterior del hemisferio derecho. Sin embargo, estas similitudes son bastante genéricas y es
posible también que muchas otras teorías sobre la visión pudieran dar cuenta de las variaciones
en los déficits de identificación de objetos observados por Warrington y sus colegas.
Pese a ello, se pensó que los experimentos con pacientes agnósicos tenían un respaldo preciso
en la teoría de Marr. En concreto, se pensó que los pacientes agnósicos podían proporcionar
evidencias sobre el mecanismo exacto que subyace a la constancia del objeto. En la teoría de
Marr, la constancia del objeto aparece cuando un esbozo 2,5 D activa una descripción
estructural ya almacenada (esbozo 3D). En esta misma línea de trabajo, Marr y Nishihara
(1978) habían argumentado que un componente clave del establecimiento del esbozo 3D era
la asignación de un eje principal al esbozo 2,5 D. El eje principal refleja el hecho de que un
objeto con perspectiva canónica es biseccionado a través de un eje en un determinado plano
(figura 9). Se planteaba que, si no se podía obtener este eje, entonces no era posible el
reconocimiento del objeto.
Marr consideraba que los estudios de Warrington y Taylor eran muy relevantes para el
desarrollo de su teoría. Al discutir esto, Shallice (1988) apunta que Marr pensaba que en la
mayoría de los estímulos de perspectiva inusual utilizados por Warrington y Taylor el eje
principal había sido muy oscurecido. Por ello sugirió que la dificultad de los pacientes con lesión
en la zona posterior derecha en el test de perspectivas inusuales surgía de una incapacidad
para derivar el eje principal de los estímulos.
Warrington y Taylor no consideraron la ausencia de un eje principal como la base de los errores
de reconocimiento en el test de perspectivas inusuales. Ellos, más bien, se sumaron a la postura
de Sutherland (1973), según la cual el reconocimiento de objetos depende del emparejamiento
de los rasgos del percepto con los de las descripciones estructurales almacenadas. Dado que
los objetos comparten muchos rasgos comunes, el reconocimiento depende de manera crítica
del emparejamiento de algún rasgo distintivo o único del estímulo con los de su descripción
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almacenada. Por tanto, los errores en las perspectivas inusuales surgen porque estos dibujos
tienden a oscurecer los rasgos distintivos de los objetos.
Los estudios realizados hasta la fecha demuestran con claridad que los pacientes agnósicos
tienen problemas con la constancia de los objetos, lo cual puede observarse fácilmente con las
distintas versiones del test de perspectivas inusuales. Sin embargo, los datos no apoyan la idea
de que la derivación del eje principal de un objeto es un componente necesario para establecer
la constancia del objeto. En algunos la percepción del eje principal es la que da un carácter
distintivo necesario para el reconocimiento, mientras que en otros se alcanza a partir de la
identificación de algún rasgo distintivo del mismo. La naturaleza del mecanismo subyacente a
la constancia de los objetos debe esperar a futuras investigaciones.
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aperceptiva se reservaría a los pacientes con discriminación normal de la forma pero incapaces
de emparejar dos perspectivas distintas del mismo objeto.
La distinción propuesta entre pseudoagnosia y agnosia tiene también importantes implicaciones
teóricas cuando se intentan relacionar las alteraciones en la identificación visual con los
modelos de reconocimiento visual. El proceso de constancia del objeto, que permite el
emparejamiento correcto de distintas descripciones del objeto centradas en el observador, no
ocurre necesariamente al margen de los procesos de nivel inferior que intervienen en la
percepción de la forma. Como resultado, no sería posible separar los mecanismos de
percepción de la forma de procesos de nivel superior, tales como el de obtención de la
constancia del objeto.
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La percepción visual implica un proceso en el que se establece la forma global del estímulo;
independientemente de esto, un segundo proceso trata los rasgos individuales que componen
el estímulo. En este segundo proceso, los elementos espacialmente distribuidos del estímulo
pasan por un procedimiento integrador, de "ligazón". Por el contrario, en el caso de los
pacientes con agnosia de integración, la falta de ventaja de las formas alineadas indica que es
insensible a las claves locales de agrupamiento. No obstante, esta falta de sensibilidad no
conduce a una incapacidad para derivar la forma global, porque hacen bien la distinción entre
los elementos que diferían y los que no diferían en su orientación global. Esto indica que el
mecanismo para derivar la forma global es independiente de las claves locales que se utilizan
para la estructura perceptiva; es un proceso que alguno de los pacientes con agnosia de
integración definió como "ser incapaz de ver los árboles del bosque".
Si diseñamos una tarea en la que se pueda derivar una respuesta correcta a partir tanto de la
forma global como de los rasgos locales, este tipo de pacientes deberían rendir mejor utilizando
la forma global. Para poner a prueba esto, se preparó una tarea de decisión de objetos, en la
que se diseñaron objetos reales y no reales –estos últimos obtenidos mediante la combinación
de dos componentes de objetos diferentes (figura 13). Cada objeto se presentó dos veces, una
como dibujo y otra como silueta, y el paciente tenía que decidir si el objeto era real o no. Tal y
como se predecía, el rendimiento de los afectos de agnosia de integración era mejor en las
siluetas mientras que, como podía esperarse, los sujetos del grupo de control encontraron que
la tarea era más fácil con los dibujos. Se trata, por tanto, definido de otra manera, de una
especie de "déficit de integración de los rasgos locales".
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Agnosia asociativa
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Se pueden distinguir dos tipos de agnosias visuales asociativas. Los pacientes con agnosia
asociativa pueden evidenciar fallos en la representación estructural de los objetos presentados
visualmente ("agnosia asociativa estructural") o en el conocimiento de los mismos y sus
funciones ("agnosia asociativa de acceso semántico").
La primera, agnosia asociativa en sentido estricto, se caracteriza por errores sobre todo
morfológicos en denominación visual, mientras que el reconocimiento táctil está preservado y
la copia de los dibujos figurativos es posible aunque laboriosa y servil, pero menos hábil que el
dibujo bajo consigna verbal; los objetos reales se reconocen mejor que las imágenes; las
dificultades son mayores cuando los dibujos están fragmentados, incompletos o cuando los
objetos se presentan bajo ángulos inhabituales y si existe un acceso a la forma, éste es
imperfecto. Los enfermos se quejan de las dificultades visuales. Este tipo de agnosia asociativa
está unido a una prosopagnosia, a una acromatopsia y a veces a una alexia total. Como la
agnosia aperceptiva, las lesiones bilaterales implican la circunvolución lingual y la fusiforme, lo
que llevaría a considerar la agnosia asociativa en sentido estricto corno una forma "borrosa" de
la agnosia aperceptiva.
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realiza difícilmente bajo consigna verbal. A menudo se asocian una anomia de los colores y
una alexia sin agrafía. Las lesiones expresan una desactivación del área 39 (circunvolución
angular izquierda) concebida como un área de convergencia polimodal, lo cual permite el
tratamiento de las informaciones sensoriales, visuales, táctiles, auditivas y verbales que
provienen de uno y otro hemisferio. La desactivación del área 39 se puede relacionar con su
propia lesión o con una lesión de los lóbulos lingual y fusiforme izquierdos: las informaciones
que provienen de las regiones simétricas del hemisferio derecho y transitan por el cuerpo
calloso ven interrumpido su acceso al hemisferio izquierdo y el área 39 es, de este modo,
privada de las conexiones con las informaciones sensoriales visuales que provienen de los dos
hemisferios, lo que provoca "un pensamiento y un lenguaje sin imagen".
Así pues, el hemisferio derecho tiene un papel esencial en la extracción de los elementos
invariantes de los objetos y, por lo tanto, en la categorización perceptiva: su integridad en la
agnosia asociativa polimodal da cuenta de la preservación de la utilización de los objetos en la
vida cotidiana. El hemisferio izquierdo está dedicado al tratamiento asociativo categorial y
funcional.
Afasia óptica
Descrita por Freund en 1889, corresponde a la etapa visuoverbal del tratamiento de las
informaciones visuales: los sujetos reconocen los objetos y las imágenes, lo que sugiere la
capacidad que guardan de imitar con mímica el uso de los objetos presentados visualmente,
mientras que son incapaces de nombrarlos: realizan conductas de aproximación y sustituciones
verbales semánticas perseverativas y más raramente visuales (pavo real - es un pájaro, es un
pichón, se pavonea, no es por lo tanto un pavo, tiene el cuello rojo y se infla cuando hace la
corte, creía que era un pichón-pavo). Ciertas conductas de aproximación utilizan
procedimientos extravagantes (cacerola tarro de mermelada que se traspasa, un bocal en el
cual hay una... cacerola).
No se trata de una anomia afásica, puesto que el objeto se nombra bien si puede presentarse
por otro canal sensorial, por ejemplo, táctil o auditivo, y no se trata de una agnosia, puesto que
el objeto es reconocido.
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La afasia óptica se ha considerado una agnosia visual asociativa frustrada: el hecho de imitar
por mímica el uso de un objeto no prueba que el objeto sea identificado correctamente o que el
sujeto haya accedido a la identificación de todos sus atributos semánticos. La imitación mímica
del uso de un objeto podría activarse directamente por la identificación de la forma del objeto.
De esta manera, las agnosias asociativas podrían explicarse globalmente por una desconexión:
lesiones callosas podrían impedir que las informaciones visuales del hemisfe derecho intacto
se procesaran en las áreas del lenguaje del hemisferio izquierdo. Ello no significa que. sin
ignorar los problemas asociados a las etapas asociativa y visuoverbal de la identificación visual,
la calidad de identificación visual, constatada en algunas observaciones, obligue a admitir la
autonomía de la afasia óptica. El problema es que la afasia óptica evoca la cuestión del carácter
único o múltiple del sistema semántico (figura 14 y figura 15). De esta manera, se pueden
concebir varios sistemas semánticos solicitados por las estimulaciones específicas, visual,
verbal y táctil; estos sistemas se interconectan y la denominación no sería posible excepto
después del acceso al sistema semántico verbal: la afasia óptica testimoniaría una desconexión
entre las representaciones semánticas visuales y verbales. También se puede concebir un
sistema semántico único activado por el sistema de las representaciones estructurales, así
como una relación directa (análoga a la vía lexical no semántica en lectura) que una las
representaciones estructurales al léxico: la visión de esta vía directa podría explicar la afasia
óptica si se admite que una denominación correcta necesita el funcionamiento de dos vías. La
desconexión podría afectar a las uniones entre la circunvolución angular izquierda (área 39),
concebida como una zona de convergencia polimodal, y el área de Wernicke.
En los apartados anteriores, hemos analizado varias explicaciones de la agnosia que asumen
que el procesamiento visual implica una serie jerárquica de fases y que pueden ocurrir distintas
formas de alteración en el reconocimiento de objetos dependiendo de qué fase del
procesamiento está afectada. Las explicaciones varían simplemente en el número de fases
identificadas. Así, en la explicación inicial de Lissauer, los déficits reflejaban simplemente
alteraciones de la apercepción o la asociación. La primera explicación de Warrington distinguía
la clasificación perceptiva de la clasificación semántica y, además, consideraba que los déficits
en el reconocimiento de objetos estaban ligados a problemas visuales de bajo nivel, como en
la pseudoagnosia. Humphreys y Riddoch ofrecen una explicación más detallada de la agnosia.
Estos autores se oponen al concepto de pseudoagnosia y proponen que la naturaleza
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interactiva del procesamiento visual supone que incluso los déficits de niveles inferiores (por
ejemplo, el análisis de la forma) pueden reflejar dificultades en el reconocimiento, más que
alteraciones sensoriales. Otra distinción, dentro del dominio de la apercepción, es la que se
establece entre el procesamiento integrador y el acoplamiento de un percepto con una
descripción estructural almacenada. En la fase asociativa, se hace una distinción entre la
agnosia en la que se ha roto la descripción estructural, y las agnosias en que se ha perdido el
conocimiento sobre el propio objeto. Mientras que el debate sobre la pseudoagnosia sigue sin
resolverse, parece razonable considerar estos dos últimos enfoques como desarrollos
sistemáticos de la idea original de Lissauer.
El modelo cognoscitivo propuesto por Humphreys y Riddoch (1987, figura 8) postula después
del tratamiento sensorial basal, una etapa de análisis local (detalles) y global (forma) cuya
alteración definiría (en 1 en la figura 8) la agnosia de las formas (v. antes). La siguiente etapa
permitiría la integración de la percepción en un conjunto, con la segregación de la figura del
fondo y la elaboración de una representación dependiente del punto de vista del sujeto que
puede considerarse como la analogía del esbozo de 2,5 D del modelo de Marr, la alteración de
esta etapa constituiría una agnosia integrativa, segunda variedad de agnosia aperceptiva (en 2
en la figura 8) en la cual los sujetos reconocen los detalles, pero no pueden hacer su síntesis,
recopilando los dibujos trazo por trazo de manera "servil" y fallando en las pruebas de las figuras
entrelazadas. La siguiente etapa permite una representación estable, centrada sobre el sujeto,
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Farah (1990, 1991) ha presentado una explicación alternativa de la agnosia que se deriva, en
principio, de una revisión de casos con alexia, agnosia visual de objetos y prosopagnosia
(incapacidad de reconocer las caras familiares). Farah llamó la atención sobre el hecho de que
existen pacientes que tienen, o bien los tres déficits, o alexia y agnosia de objetos, o agnosia
de objetos y prosopagnosia. Sin embargo, no se observan alexia y prosopagnosia sin agnosia
de objetos, ni agnosia de objetos sólo. A partir de estos hallazgos, Farah argumentó que el
reconocimiento de objetos se debe a dos procesos paralelos: uno que utiliza patrones holísticos
y otro que utiliza los rasgos constituyentes de los objetos. Además, no estableció ninguna
distinción entre formas aperceptivas y asociativas de la alteración.
Se asume que las caras se procesan como globalidades mientras que las palabras se procesan
en términos de sus rasgos constituyentes. Por tanto, el reconocimiento de caras estará
deteriorado si el procesamiento holístico es deficiente, y el reconocimiento de palabras estará
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deteriorado si se trabaja mal con los rasgos componentes. Dado que los objetos dependen de
procesos tanto holísticos como basados en rasgos, su reconocimiento puede ser afectado por
daños en cualquiera de los dos procesos, aunque, por supuesto, variará la naturaleza de la
alteración resultante.
Hay dos objeciones principales a esta teoría: en primer lugar, la distinción
aperceptiva/asociativa es esencial para explicar las alteraciones de pacientes que muestran un
buen rendimiento al decidir sobre objetos, pero fracasan al reconocer objetos o conocer su
función. Una segunda dificultad con el argumento de Farah es la equiparación de la memoria
de catas con el procesamiento holístico. Si bien hay pocas dudas de que hay un sistema
lateralizado derecho sensible a la cualidad global de las caras, también hay evidencia de que
existe un sistema en el hemisferio izquierdo implicado en el análisis por rasgos de las caras.
Agnosias categoriales
Las agnosias asociativas pueden afectar sólo a ciertas categorías de objetos visuales, como
los seres vivos, preservando el reconocimiento de los objetos inanimados, o a la inversa. El
déficit se situaría a nivel de sistema de tratamiento semántico de las percepciones estructurales
o bien a nivel del acceso a ese tratamiento. Otras agnosias con especificidad categorial se han
observado como una disociación entre el reconocimiento de objetos (alterado, como la
identificación de una taza) y el reconocimiento de las acciones (preservado, como el gesto de
beber). Este déficit del reconocimiento de ciertas categorías de información visuales, incluso si
se acompaña de una alexia, contrasta con la preservación de los conocimientos verbales en la
denominación de objetos a partir de su definición verbal.
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Los pacientes con agnosia de los colores son, por definición, incapaces de denominar
colores que se le muestran o de seleccionar un color que previamente les haya
nombrado el examinador. La peculiaridad de este tipo de trastornos reside en que, a
diferencia de en el caso de los objetos, los colores no pueden ser oídos, palpados o
mostrados mientras se utilizan; sólo se puede llegar a ellos a través de la visión o la
representación visual.
Acromatopsia
Designa la incapacidad adquirida de percibir los colores en una parte (en particular,
un hemicampo) o en la totalidad del campo visual. Los enfermos se quejan de ver
"todo en gris".
Fallan en las pruebas visuovisuales y visuoverbales, pero realizan correctamente las pruebas
verboverbales que no comportan confrontación con un estímulo visual. La acromatopsia puede
encontrarse aisladamente o asociada a una alexia pura (infarto de la arteria cerebral posterior)
o a una prosopagnosia.
Los pacientes realizan mal las pruebas de percepción cromática (visuovisuales), pero
responden correctamente en los tests verboverbales. Su rendimiento en pruebas visuoverbales
depende de la severidad del déficit.
Las lesiones pueden ser uni o bilaterales y afectar al córtex ventromedial inferior, alcanzando
la circunvolución lingual y la fusiforme (en las que parece haber estructuras especializadas en
la codificación cromática).
En este trastorno, denominado por otros autores "afasia de los colores", se respeta la
percepción del color y los pacientes realizan correctamente el test de Ishihara y el de los
emparejamientos de colores (tests visuovisuales perceptivos). Sin embargo, fallan al colorear
los dibujos y al emparejar los colores y los objetos (tests visuovisuales asociativos). Respecto
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a la anomia de los colores estos pacientes se distinguen por su mal rendimiento en las tareas
verboverbales.
Este cuadro semiológico es discutido: el hecho de fallar la evocación verbal de los colores de
dos objetos cuyos nombres se dan al sujeto ha llevado a considerar este problema como una
afasia específica para los colores (de ahí su otra denominación), ya que pueden coexistir signos
de afasia. Pero un fallo en las tareas verboverbales (por ejemplo: "¿cuál es el color de un
tomate?") puede aparecer en ausencia de cualquier otro signo de afasia y la respuesta a esta
cuestión puede proceder de una recuperación en memoria de las informaciones puramente
verbales (un ciego de nacimiento puede incluso saber que un tomate es rojo porque se le ha
enseñado así) o de una recuperación de las informaciones pictóricas concernientes a la imagen
mental de los colores (encontrar mentalmente la imagen de un tomate), y es bastante difícil, en
la práctica, saber cuál de los dos procesos es el que está en juego. No obstante, puede
conseguirse que el sujeto recurra a una imagen mental de los objetos cuando se le pide que
nombre los objetos cuyo color está determinado por convenciones sociales (contrariamente a
los objetos naturales: color de los buzones de correos, de las ambulancias, de los camiones de
bomberos) u objetos personales (el color del coche, del perro, del gato, de la bicicleta, etc.). De
esta manera, es posible distinguir dos situaciones clínicas. En la primera, el sistema de imagen
mental está alterado, como si los sujetos tuviesen un déficit de memoria visual a largo plazo
para los atributos cromáticos de los objetos (lo que puede coexistir con una agnosia para los
colores y las lesiones bioccipitales); en la segunda, el sistema de imagen mental está
preservado, lo que evoca una desconexión entre el lenguaje y la imagen mental (por lo tanto,
verbovisual).
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• Copia de dibujos.
• Denominación tras una descripción ("¿cómo llamaría a un objeto que se lleva en
la muñeca y que sirve para saber la hora?").
• Denominación tactil.
Como hemos visto, ambos hemisferios participan activamente en las tareas visuoconstructivas,
aunque numerosos datos sugieren una cierta especialización del hemisferio derecho. Los
pacientes con lesiones derechas muestran una mayor alteración de las tareas visuoperceptivas,
incluyendo:
La ausencia de la identificación del color, que se observa con fichas sin soporte morfológico
significativo, imágenes y objetos, puede deberse a un déficit de la percepción, un déficit del
reconocimiento de los colores como atributos de los objetos o un déficit concerniente sólo a la
denominación del color. La exploración, en su primera etapa, debe analizar el nivel perceptivo
mediante exploraciones visuovisuales como el test de Ishihara o la prueba de emparejamiento
(test de Farnsworth, madejas de Holmgren). La segunda etapa comprende el estudio del nivel
asociativo, con pruebas visuovisuales, como colorear dibujos o emparejar colores y objetos
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(cereza roja; cielo azul, etc.). La tercera etapa realiza el estudio del nivel visuoverbal, con
denominación de los colores, de estímulos no significativos y de imágenes familiares de color
constante (tomate, guisantes, etc.). También se pueden añadir pruebas verboverbales, con
preguntas sobre los colores de los objetos (... color de un tomate, una alcachofa, etc.) y
búsqueda de los nombres de los objetos de un mismo color (tabla II).
Existe también una batería de pruebas estándar para detección de las agnosias visuales, de
aplicación más específica, para detectar defectos sutiles del proceso de identificación y
procesamiento visual. De entre ellas destaca la batería de percepción espacial y de objetos
visuales desarrollada por Warrington y James (Thames Walley Test Company).
Esta batería de pruebas incluye ocho tests visuoperceptivos, cada uno de los cuales está
específicamente designado para evaluar un componente de la percepción visual, a la par que
trata de minimizar la participación de otras capacidades cognitivas. La mayoría de los tests
están basados en estudios experimentales previos. Todos ellos son útiles para evaluar las
lesiones del hemisferio derecho y se dispone de una norma detallada para su aplicación.
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1 Cuenta de puntos: contar series de cinco a ocho puntos blancos sobre fondo
negro.
FIGURA 1
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FIGURA 2
FIGURA 3
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FIGURA 14
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TABLA I
TABLA II
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Agnosias táctiles
Se entiende por agnosia la dificultad para reconocer un estímulo sensorial, sin que exista un
defecto del receptor o de las vías sensitivas implicadas en cada modalidad.
El reconocimiento táctil de los objetos requiere la indemnidad de los receptores cutáneos que
nos permiten identificar su textura, forma y posición en el espacio, lo que posibilita su
procesamiento en la corteza somatosensorial primaria y áreas asociativas, llevándonos en
último término a reconocer los objetos.
De este modo las funciones somestésicas pueden dividirse en básicas, que son las
relacionadas con percepciones simples (temperatura, dolor, vibración…), funciones intermedias
como la discriminación del peso o la textura y funciones complejas como puede ser la
identificación de objetos al tacto o reconocimiento de lenguajes táctiles (Braille), siendo
necesario para estas últimas el conocimiento previo del objeto a identificar y la participación de
áreas asociativas.
Por tanto los fenómenos agnósicos relacionados con la percepción de la información táctil están
asociados con las lesiones de la corteza parietal, tanto la región localizada sobre la cisura de
Silvio (área Somatosensorial II), implicada en la información sensitiva mediada por el sistema
espinotalámico y responsable de la percepción de la sensibilidad menos específica (térmica y
nociceptiva), como la relacionada con el sistema lemniscal medial, que se localiza en la
circunvolución postcentral (área Somatosensorial I), implicado en procesos discriminativos más
precisos. Esta región recibe también información de áreas sensitivas contralaterales, así como
de otras áreas corticales, incluida el área motora suplementaria [1, 2, 3]. El hecho de que la
corteza parietal reciba influencias de múltiples sistemas es lo que hace que, a diferencia de las
cegueras o sorderas corticales, una lesión cortical pura no produzca "anestesia cortical".
Desde el punto de vista clínico se han realizado clasificaciones diferentes, dependiendo del
planteamiento sobre las que se han diseñado [4, 5]:
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Desde el punto de vista de su aplicabilidad clínica, probablemente las clasificaciones sean más
prácticas cuanto más simples, por eso parece útil diferenciar las agnosias táctiles en dos
grandes grupos:
1 Alteraciones relacionadas con dificultades para la discriminación
Si se alteran la discriminación entre dos puntos, localización de un punto en el
espacio o sentido de la posición, se puede dificultar la percepción de las formas al
tacto y por tanto el reconocimiento de objetos, sin defecto de percepción de
funciones sensitivas más básicas, aunque los defectos para la discriminación no
se acompañan necesariamente de dificultad para el reconocimiento de objetos, y
se relacionan fundamentalmente con la afectación del área SS I (Sonatosensorial
I).
Desde el punto de vista clínico los pacientes son incapaces de reconocer un objeto
depositado en la mano afecta, y se han descrito defectos muy selectivos para
identificar cualidades como la materia (ahilognosias) o la forma (amorfognosia).
Los defectos aesterognósicos son poco frecuentes desde el punto de vista clínico, son
unilaterales y habitualmente izquierdos. Afectan la identificación del objeto, aunque los
componentes discriminativos pueden permanecer mejor preservados.
Un dato de interés es que en estos pacientes es frecuente que la exploración táctil del objeto
no se realice correctamente, por lo que es posible que la integración de este acto de rastreo
motor forme parte de los mecanismos implicados en el reconocimiento del mismo y que el
reconocimiento táctil de alguna forma active los programas motores necesarios para esta
actividad, dato que se apoya en las descripciones de activación del área motora suplementaria
6 (junto con la corteza sensoriomotora) en los estudios realizados mediante PET (Positron
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Emision Tomography o Tomografía por Emisión de Positrones) cerebral en sujetos a los que
se les pedía que identificaran un objeto mediante el tacto. Este componente motor no es
imprescindible para el reconocimiento de los objetos, pero hace que este sea mejor y más
rápido.
Es importante recordar que pacientes con defectos aestereognósicos pueden presentar
fenómenos de extinción, en los que la presencia de un estímulo sensitivo puede desplazar o
anular a otro realizado en el mismo tiempo.
Agnosias auditivas
En principio se puede aplicar el término de agnosia auditiva en dos sentidos, uno más amplio
que se aplica a la dificultad para reconocer todo tipo de sonidos y otro más restrictivo en el que
se reserva este término para sonidos de contenido no verbal, clasificando a estos últimos —los
verbales— en el grupo de las afasias; sin embargo esta delimitación no es siempre fácil ya que
es frecuente que ambos defectos se presenten asociados en mayor o menor grado,
dependiendo de la severidad y topografía de la lesión.
Por este motivo, y dependiendo del criterio de los autores, podremos encontrar el mismo
defecto cognitivo catalogado de diferente manera [7, 5].
Hablaremos inicialmente de las agnosias para sonidos de contenido no verbal, de las agnosias
en relación con sonidos de contenido verbal, de las agnosias para el componente emocional
del sonido, y haremos en último lugar una descripción un poco más extensa de las amusias, ya
que de alguna manera la música reúne los tres componentes (lingüístico, no verbal y emocional)
en sí misma.
Son trastornos infrecuentes o al menos son un motivo infrecuente de queja, pero es posible que
su escasa repercusión en las actividades de vida diaria de los pacientes sea el motivo de que
se refiera con menos frecuencia de lo que realmente aparece. Las descripciones de agnosias
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puras para los sonidos son excepcionales y, cuando se asocian a componentes verbales,
probablemente pasen desapercibidos para el propio paciente.
Se caracteriza por la incapacidad del sujeto para reconocer sonidos aislados (aperceptivo) o
por la dificultad para comprender su significado (asociativo).
Aparece en lesiones de la región posterior del lóbulo parietal derecho ya que el procesador
auditivo del hemisferio izquierdo analiza mejor los componentes verbales [8]. Se ha descrito
algún caso por afectación hemisférica izquierda [9], pero está más relacionado con funciones
asociativas semánticas necesarias para la identificación del sonido.
Es frecuente que en esta sordera para los sonidos exista asociado un grado más o menos
severo de amusia.
Puesto que se han descrito problemas para el reconocimiento de sonidos sin componente
lingüístico con normalidad para percibir palabras, o con dificultad para percibir melodías sin
problemas para percibir palabras o sonidos ambientales, podría sugerirse que existen tres
diferentes sistemas para procesar el reconocimiento de la información auditiva, dependiendo
de su cualidad, y que no solo se procese de forma diferenciada la percepción de palabras, si
no también la de sonidos y música.
Son pacientes con dificultad para procesar estímulos auditivos de componente lingüístico, por
lo que con frecuencia pueden simular defectos de audición y en ocasiones hay que confirmar
la integridad de la vía auditiva con estudios de potenciales evocados.
Se pueden describir tres tipos diferentes de agnosia para las palabras, que son la sordera
cortical, los trastornos corticales auditivos y la sordera pura para las palabras. La mejor definida
es esta última, por lo que la describiremos separadamente, y no siempre es fácil diferenciar las
dos primeras.
Sordera cortical
En los raros casos de sordera cortical/trastornos corticales auditivos los pacientes presentan
con gran frecuencia dificultad para identificar los sonidos en el espacio y realizar el análisis
temporal del sonido [11]. Repitiendo lo que refieren la mayoría de los autores, la forma clínica
más simple de distinguir entre ambos procesos es que los sujetos con sordera cortical se
comportan como sordos y se sienten sordos mientras que los pacientes con trastornos
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corticales auditivos se comportan como sordos, pero no se sienten sordos (de manera parecida
a lo que sucede en la ceguera cortical) [12].
La sordera cortical se produce por lesión temporal bilateral de las circunvoluciones transversas
de Heschl, la etiología más frecuente es la vascular y habitualmente evoluciona en dos tiempos:
inicialmente aparece una lesión unihemisférica y en un segundo tiempo aparece un defecto
auditivo súbito secundario a la lesión contralateral. Lesiones bilaterales menos selectivas y
generalmente más extensas producen los defectos auditivos corticales; de alguna manera la
sordera cortical es un grupo más restringido y selectivo de un cuadro más amplio.
Los pacientes no son capaces de percibir las palabras, aunque sí son capaces de leer, escribir
e incluso hablar de forma bastante adecuada sobre el contenido de un texto escrito. El término
"pura" expresa una preservación del lenguaje y de la capacidad de identificar sonidos de
contenido no verbal, que es significativamente mejor, aunque pueda estar discretamente
afectada. Este defecto aparece por lesión bilateral de la parte anterosuperior del lóbulo temporal
con afectación cortical, pero también con afectación subcortical que desconectan el córtex
auditivo del córtex lingüístico; de este modo se han descrito casos de sordera verbal pura por
lesiones unilaterales de la sustancia blanca situadas en la región posterior del lóbulo temporal
izquierdo, que desconectarían el área de Wernicke de la corteza auditiva primaria homolateral,
y al mismo tiempo interrumpirían las fibras transcallosas procedentes de la corteza auditiva del
otro hemisferio [13].
Las descripciones clínicas son escasas, probablemente por la relativa selectividad de la zona
lesional. Al igual que en la sordera cortical la etiología más frecuente es la vascular y suele
relacionarse con la fase de recuperación de un trastorno afásico más amplio de tipo sensitivo
una vez que el resto de los defectos del lenguaje desaparecen o se atenúan profundamente;
en este momento el enfermo no comprende nada de lo que se le dice en voz alta, no reconoce
las palabras ni puede escribir al dictado mientas que la emisión espontánea de palabras, la
denominación verbal, la lectura y la escritura espontánea permanecen intactas. En esta fase
evolutiva los pacientes pueden presentar alucinaciones auditivas o cuadros paranoides y
trastornos comportamentales, que suelen tener una evolución transitoria. Nosotros sólo hemos
visto a una paciente joven portadora de una vasculitis con sordera verbal pura que había sido
ingresada en el Servicio de Psiquiatría con el diagnóstico de psicosis por esteroides; la paciente
respondía de forma agresiva a cualquier estímulo verbal, ya que pensaba que se utilizaba un
lenguaje ininteligible de forma deliberada "para confundirla". El cuadro era debido a un segundo
episodio de etiología vascular y su aparición fue súbita.
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Los estudios realizados con potenciales auditivos de tronco suelen dar resultados normales,
pero los potenciales evocados auditivos tienen resultados variables, probablemente en relación
con las diferentes etiologías.
Este tipo de defecto agnósico afecta a los componentes no lingüísticos de la palabra como la
entonación, el volumen o el ritmo, que son los que caracterizan su contenido afectivo. Aparece
en pacientes con lesiones temporoparietales derechas y suele asociarse a negligencia del
hemiespacio izquierdo. El paciente es capaz de comprender el significado de las palabras, pero
no distingue su impacto emotivo, lo que le hace más afín a la agnosia para los ruidos que a los
fenómenos afásicos, aunque en ambos el defecto de percepción afecta a la palabra [14].
Amusias
Dado que es un trastorno que habitualmente se cita menos extensamente en los manuales de
neurología general, nos detendremos un poco más en su descripción.
Se define como amusia el defecto neurológico adquirido que implica una alteración
en la percepción auditiva, lectura, escritura o ejecución musical y que no es debido a
alteraciones sensitivas o motoras. Habitualmente se suele reservar este término para
aquellos defectos que aparecen aislados y son debidos a una lesión focal, o al menos
inicialmente focal, siendo menos utilizado cuando el defecto está relacionado con una
demencia o con una enfermedad psiquiátrica.
Realmente el término amusia es muy amplio ya que incluye no sólo defectos puramente
agnósicos, sino también de carácter "lingüístico" (entendiendo como lenguaje la facultad que
tiene el ser humano de poder comunicar sus pensamientos o sentimientos) con afectación de
lectoescritura. Es obvio que estos defectos están limitados a un grupo restringido de sujetos
que ha adquirido un "lenguaje" de contenido simbólico diferente al alfabético, aunque pueden
aparecer otros de carácter apráxico o de funciones mnésicas en sujetos no necesariamente
músicos "escolarizados" en el lenguaje musical. Por otra parte, la ejecución de una partitura
requiere una importante actividad de entrenamiento que facilite una automatización del acto
motor para que esta sea fluida y armónica ya sea utilizando un instrumento o la propia voz.
Por este motivo, aunque el capítulo actual se refiere a las agnosias, mencionaremos también
algunos datos en relación con la producción de la música.
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Debemos considerar que las amusias deben ser mucho más frecuentes de lo que hacen
parecer las escasas descripciones referidas en la literatura por la simple razón de que sólo son
motivo de queja si producen un defecto funcional y esto es raro excepto en los músicos
profesionales o al menos en los sujetos muy aficionados; sin embargo, y dada la implicación en
el procesamiento de la información musical de ambos lóbulos frontales y temporales siendo
posible la aparición de amusia por lesión de cualquiera de ellos de forma uni o bilateral,
probablemente si se explorara tan sistemáticamente como el lenguaje o la actividad motora,
comprobaríamos que es un problema mucho más frecuente de lo que pensamos.
Por otra parte, es muy habitual que se hagan aseveraciones aparentemente simples al referirse
a la experiencia musical que, en nuestra opinión, no por ser comunes se convierten en
verdaderas. Es muy frecuente que cuando se habla de la experiencia musical se utilicen
términos que no son absolutamente reales como la "universalidad de la experiencia musical".
En cada cultura la vivencia que produce la música es similar, establece un sistema de
comunicación dirigido de forma primaria a la afectividad del oyente y es capaz de despertar
respuestas emotivas en un sujeto no especialmente educado para la audición de la música
entendida como evento cultural, no obstante, es importante recordar que la música sólo es
capaz de producir ese tipo de respuesta si se ajusta a un patrón cultural determinado matizado
por la educación. En este sentido se podría decir que todos padecemos de alguna manera una
"amusia cultural" para la percepción de las melodías. (saxo tenor, shamisen)
Es obvio que cada cultura, incluso las muy primitivas, produce su propia música y que el objetivo
en todas ellas es muy similar, inicialmente mágico-religioso y después comunicacional, por lo
que aunque pueda no parecer tan básico como otros fenómenos neuropsicológicos (lenguaje,
información visuoespacial, etc.) sí tiene una función imprescindible en el normal desarrollo de
estructuras sociales. Por esta razón podríamos suponer que, de manera similar a lo que sucede
con las funciones lingüísticas verbales, se sustenta en una base estructural común en la corteza
cerebral encargada de su procesamiento. Partiendo de este supuesto podríamos pensar que,
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al igual que sucede con el lenguaje, lesiones más o menos selectivas serían capaces de
producir defectos en la percepción o en la producción de la música. Probablemente cuanto
mejor y más específico sea el conocimiento de la música los circuitos serán más definidos, y
éste es uno de los motivos por los que los trastornos más puros (selectivos para percepción de
tonos, de ritmos, etc.) están descritos en músicos profesionales. Mencionaremos además que,
si bien lo más probable es que la reproducción espontánea de la secuencia de tonos establecida
en una escala "natural" (ampliaremos este concepto un poco más adelante) esté relacionada
con el aprendizaje muy precoz de las melodías en la infancia (los niños entre los 6 y los 7 años
improvisan secuencias melódicas con una disposición similar), existen escalas ordenadas de
la misma manera en diferentes culturas, aunque todavía no se han realizado suficientes
estudios fuera del sistema cultural occidental.
Realmente todos los casos de pacientes publicados con amusia afectan a personas que utilizan
un sistema de notación occidental, sin que existan descripciones de sujetos que utilicen otros
sistemas musicales, ni existen estudios transculturales sobre los diferentes mecanismos de
producción o percepción de la música. Por tanto, para simplificar la comprensión de alguno de
los términos que utilizaremos en la descripción de las amusias, haremos una pequeña
introducción sobre el lenguaje musical que puede parecer muy complicado pero los conceptos
imprescindibles para comprenderlo son relativamente sencillos.
Los sonidos reciben un nombre según la posición que ocupan una serie de círculos (llamados
notas) sobre o entre los espacios de un conjunto de cinco líneas paralelas horizontales y
equidistantes denominado pentagrama.
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Al inicio de la partitura se colocan una serie de elementos que nos van a facilitar toda la
información precisa para la lectura musical.
• Clave (flecha roja). Nos informa de cómo se llama (y por tanto cómo se llaman
todas las demás notas en la posición que ocupan con respecto a ella) la nota
colocada en la línea donde ésta se sitúa. El objetivo de utilizar claves diferentes
es que podamos incluir la mayor cantidad de notas que necesitemos en un solo
pentagrama, aunque este se pueda ampliar con líneas supletorias tanto por
encima como por debajo del mismo (flecha azul). Existen siete claves, una de
"sol", dos de "fa" y cuatro de "do". Podemos hacer que una nota colocada en la
misma posición cambie su sonido dependiendo de la clave utilizada, por ejemplo
una nota situada en la segunda línea se llamará "sol" si utilizamos una clave de
"Sol en segunda" (flecha roja) o "si" utilizando una clave de "Fa en cuarta" (ya que
se llamaría "fa" la nota situada en la cuarta línea). (Escala cello)
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Se han realizado múltiples intentos para aclarar los mecanismos todavía no bien conocidos
implicados en la lectura, escritura y producción de la música.
Una parte importante de estos procesos todavía no son bien conocidos e incluso alguno de sus
componentes permanece prácticamente sin estudiar pero intentaremos exponer los datos
disponibles en este momento, tanto los basados en estudios clínicos como los realizados
utilizando técnicas de escucha dicótica o estudios de neuroimagen funcional utilizando la
Tomografía por Emisión de Positrones (PET).
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que nos permite discriminar entre los más agudos y los más graves; esta distancia debe
conservarse aunque cambiemos el tono de partida, no es tan importante que la nota inicial sea
"do" o "fa" si las distancias relativas con las notas siguientes es la misma, en ambos casos
identificaremos la misma pieza ya que conservará el mismo esquema melódico. Un cambio en
la velocidad de emisión, en el timbre del instrumento o en el ritmo no producen una distorsión
significativa en el reconocimiento de la pieza, un error en la secuencia de los tonos será
reconocida como extraña a la pieza y si es lo bastante importante podrá llegar a impedir su
identificación. Al igual que en el procesamiento del lenguaje es necesario que el sujeto posea
una información previa que le permita identificar el sonido e individualizarle entre otros similares
(algo parecido a un "lexicón"), esto implica la existencia de una representación abstracta y un
sistema de almacenamiento de tonos que el sujeto es capaz de reconocer.
Con respecto a la percepción del propio componente básico de la melodía, el tono, aún no
conocemos con exactitud el mecanismo utilizado. Salvo casos excepcionales (que
describiremos cuando hablemos del "tono absoluto") no percibimos los tonos puros y aislados,
es su secuenciación más o menos rápida lo que nos permite diferenciar distancias relativas
entre un tono y el siguiente, por tanto, percibimos fundamentalmente unidades de agrupación
de tonos que, de alguna manera, se comportan de modo similar a una palabra compuesta por
la agrupación de diferentes sonidos (letras). De este modo una partitura se compone de
"motivos", que se agrupan en "frases" acentuadas de una manera determinada, lo que permite
identificar el componente de temporalidad del mismo y que son perfectamente identificables
cuando reaparecen en el curso de la pieza, aunque sean modificadas en el resto de los
componentes "no básicos" (ritmo, timbre, etc.) [15]. (God Save the Queen versión 1, God Save
de Queen versión 2)
En los estudios realizados con PET para valorar la percepción de la melodía se han elaborado
diferentes diseños en los que se evalúa la diferencia de activación de estructuras cerebrales
mientras el sujeto realiza diferentes tareas, con el fin de analizar de la forma más aislada posible
qué áreas están implicadas en funciones específicas para cada componente implicado en la
percepción de la música [16, 17].
Los estudios proyectados para evaluar cómo se discrimina la dirección del tono (si dos tonos
consecutivos llevan una dirección ascendente o descendente) objetivan una activación del
córtex frontal ventrolateral derecho. Si lo que se pretende es discriminar entre sonidos y
silencios se obtiene una activación de la misma zona, pero bilateral. Es posible que esta
activación exprese la implicación de esta región cortical en la actividad de evaluar entre dos
estímulos utilizando la memoria de trabajo auditiva para tonos, evidenciando una utilización
preferente del hemisferio derecho.
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Si la tarea que se solicita al sujeto es completar una secuencia de seis tonos o crear la
secuencia completa (por canto) y se compara la diferente activación cortical que aparece entre
ambas (cuando la secuencia la genera el propio sujeto y cuando las secuencias son generadas
externamente), lo que se visualiza es una activación frontal ventrolateral bilateral junto con una
activación dorsolateral bilateral frontal asimétrica, con un predominio de activación en el lado
derecho en ambos tipos de secuencias [18, 19]. Probablemente lo que se objetiva en este
estudio es la activación de áreas corticales implicadas en la utilización de la memoria de trabajo.
Cuando se pidió a los sujetos que calcularan la dirección en el cambio de los tonos entre la
primera y la segunda nota, se obtuvo una activación en el córtex orbitofrontal derecho, pero si
se les solicitaba calcular la dirección del tono entre el primero y el último, lo que se obtenía era
una activación mediodorsolateral frontal bilateral, con escasa o casi nula activación
ventrolateral. Si se sustrae a la percepción de la melodía la de un tono único, la zona de mayor
activación es la del giro temporal superior derecho, posterior al giro de Heschl. Si recordamos
el circuito fonológico para el reconocimiento de palabras, los pasos para su identificación
podrían resumirse en análisis auditivo, reconocimiento de la misma en nuestro léxico auditivo
de entrada y su reconocimiento semántico que nos permite elaborar una salida, debe existir un
circuito tonal donde se realiza un análisis auditivo de la información, que es transferida hacia
nuestra zona de almacenamiento de tonos, posteriormente se identifican secuencias conocidas
y esto nos permite elaborar una salida ya sea en forma de canto o de interpretación musical.
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esta rara habilidad aún no está bien definido y no existe una explicación definitiva de hasta qué
punto esta activación es específica en esta capacidad [21].
Además, se hace necesario un cierto grado de percepción (mayor cuanto mayor es la habilidad
musical) de la duración de cada sonido y especialmente el intervalo de tiempo que media entre
dos sonidos. Es obvio que esta habilidad de percepción de intervalos de tiempo es
independiente del conocimiento técnico de la música y que el entrenamiento puede facilitarnos
su adquisición, lo que permite reproducir secuencias de intervalos y da lugar a la habilidad que
en España se denomina "cantar de oído". La modificación de estos intervalos de tiempo como
alargar el final de una frase, ralentizar un pasaje, etc., facilita el componente emotivo en la
expresión de la música, por esta razón se puede elaborar una interpretación musical muy
emotiva sin necesidad de ser un "conocedor escolarizado" de la misma.
Si tenemos en cuenta que los músicos pueden discriminar la diferencia existente entre dos
tonos con precisión, es probable que identifiquen las secuencias melódicas utilizando su
capacidad de distinguir intervalos (actividad más característica del hemisferio izquierdo),
mientras que los no músicos perciben la melodía de forma más holística (lo que se ha definido
como el contorno de la melodía), motivo por el que se encuentra una diferencia entre ambos
grupos en la dominancia de los hemisferios cerebrales a la hora de procesar la melodía. Un
reciente artículo publicado en la revista Brain en enero de 1999, describe el estudio con doppler
transcraneal de la velocidad del flujo sanguíneo cerebral durante la percepción de una pieza
musical y en sus resultados se evidencia que los sujetos no músicos presentan un aumento de
la perfusión en el hemisferio derecho y los músicos en el izquierdo. Señala también que, en los
músicos, el aumento del flujo aparece tanto para la percepción de la melodía como del ritmo,
pero en los no músicos el aumento aparece cuando se percibe la melodía, pero no con el ritmo,
que ya hemos mencionado que no es un componente básico para la identificación de la pieza
[19, 21, 22, 23, 24].
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Entre los estudios realizados para la ejecución de la música probablemente los más
interesantes sean los ejecutados mediante PET cerebral en los que se pide al sujeto que realice
tres tareas: que aprenda una secuencia de sonidos, que la cante o que imagine que la canta
[25].
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Se han realizado algunos estudios de función hemisférica utilizando amital sódico en inyección
intracarotídea, y se ha observado que su perfusión en la carótida derecha producía una pérdida
del control del tono durante el canto, con ritmo mejor preservado y si la inyección se realizaba
en la carótida izquierda la afectación era tanto para el tono como para el ritmo aunque la
melodía permanecía identificable ya que se modificaba algo más el componente melódico que
el tono; sin embargo los estudios no son concluyentes porque es un test poco frecuente y menos
en sujetos controles a los que se les inyecte la carótida izquierda, pero las descripciones de
pacientes con lesión hemisférica apoyan de alguna manera los resultados de los tests de amital
en el sentido de que la afectación de cualquiera de los hemisferios cerebrales es capaz de
producir defectos en la emisión del canto, pero estos son más severos cuando la afectación es
hemisférica izquierda [26].
Otras variaciones objetivadas en la emisión del canto, que son las que le dan un mayor
componente personal o creativo, es la tendencia habitual a iniciar los tonos "difíciles" con un
sonido de bajo volumen que posteriormente se aumenta y generalmente en estos casos casi
siempre se preceden de una pausa, probablemente destinada a idear el movimiento preciso
para emitir ese sonido complejo. También existen, para la misma partitura, abundantes
desviaciones del tono basal, especialmente utilizando vibratos muy próximos y desviaciones en
la duración de los intervalos.
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Se han realizado estudios de ejecución utilizando diferentes instrumentos, pero son muy
escasos y poco significativos por lo que no se pueden sacar conclusiones de los mismos.
Mencionaremos, como ejemplo de dificultad para la valoración de estos estudios, los realizados
a sujetos que interpretaban en piano en los que se filmaron los movimientos de los macillos de
diferentes pianistas interpretando la misma partitura, utilizando una frase que va en crescendo-
decrescendo con el fin de valorar el mantenimiento de la actividad rítmica, mejor identificable
inicialmente que la melódica. Sin embargo cada pianista interpretaba la misma partitura de
forma diferente, algunos iniciaban los bajos para enfatizar la frase (mano izquierda), otros
iniciaban la frase en su componente melódico (mano derecha) lo que de algún modo le da más
dramatismo, algunos modificaban ligeramente la duración entre las notas para dar más
solemnidad a su interpretación, pero realmente lo más llamativo es que existía siempre un cierto
grado de asincronía entre bajos y acordes o melodía con una finalidad intensificadora de la
expresividad. Este efecto disminuía si se utilizaba un metrónomo, pero no desaparecía.
En instrumentistas de violín se intentó estudiar el movimiento del arco con el fin de controlar la
frecuencia (que da origen al tono). Prácticamente todos los violinistas utilizaban el vibrato para
emitir el tono, pero su intensidad era muy variable de una nota a otra y en la misma melodía
para cada violinista. Existe una gran variabilidad entre las frecuencias emitidas para un mismo
tono tanto entre sujetos como intra sujetos, y para enfatizar el efecto crescendo tendían a
aumentar algo los intervalos entre dos notas, con una tendencia también generalizada a
disminuirlas en los diminuendo. Al ser el violín un instrumento de cuerdas sin trastes, la
variabilidad fue mayor que en el piano, donde el tono es fijo, al ser un instrumento de percusión
[19].
Realmente son estas variaciones más o menos arbitrarias lo que genera la "genialidad" de la
interpretación, al igual que comentábamos anteriormente con el canto.
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Con respecto a la "lectura" de una partitura, prácticamente no existe ningún estudio concluyente
sobre su procesamiento, sólo mencionaremos que la partitura se lee reconociendo el bloque de
información inicial y que después probablemente la lectura no se realice nota a nota, sino
leyendo motivos al igual que se lee una palabra, con la peculiaridad de que cuando un músico
lee una partitura evoca su sonido de forma inmediata, no he conocido a ningún músico que en
la lectura espontánea de una partitura "recite" la secuencia de las notas, todos ellos tararean la
melodía, nominando las notas o no. Realmente no "leen" las partituras, las "oyen". En la
actualidad existen aún menos estudios sobre el procesamiento de la escritura musical. En un
estudio realizado con PET se objetivó que, durante la audición de una partitura "leída", aparecía
una activación del córtex auditivo secundario, pero también del giro supramarginal izquierdo
(implicado en la función de escribir sonidos). Es posible que exista también un sistema inverso
y que cuando un músico oye el componente "no musical" de una partitura sea capaz de evocar
su traslado a un sistema de notación musical espacial [27].
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Con respecto a una posible clasificación clínica de las amusias, se han realizado
diferentes intentos de tipificarlas de manera similar a como se ha hecho con las
afasias. Y desde el punto de vista práctico la manera más simple de etiquetarlas sería
dividirlas en perceptivas (sensitivas) y expresivas (motoras).
Dentro de las amusias expresivas a su vez podríamos subclasificarlas en avocalias
(incapacidad de emitir un tono o cantar un tono), agrafias o amusias instrumentales,
que realmente entran en el campo de las apraxias.
A su vez las perceptivas pueden subclasificarse en sordera musical pura, paramusias,
amusia amnésica, "ceguera" para la música, sordera para la melodía. Algunas de ellas
son muy selectivas para notaciones de carácter simbólico en sujetos "escolarizados",
así como aparecen amusias muy específicas para funciones ejecutivas vocales o
motoras, que requieren una actividad de entrenamiento previo, aunque no necesiten
una "escolarización" especializada.
Sin embargo, en nuestra opinión no tiene mucho sentido intentar una clasificación
exhaustiva de los diferentes tipos de amusia que pueden existir, al menos hasta que
no se elabore una teoría generalmente aceptada de los mecanismos implicados en la
tarea musical.
El primer caso descrito de discordancia entre lenguaje musical y lenguaje verbal fue realizado
en el año 1745. El paciente presentaba una hemiparesia derecha con afasia, sólo podía decir
"sí", pero podía cantar himnos religiosos previamente aprendidos, tanto en su melodía como en
la letra, pudiendo continuar el canto de un himno que iniciara el examinador. Este mismo
paciente conservaba el lenguaje automático en el sentido de que podía recitar plegarias sin
cantarlas, siempre y cuando las "recitara" con un cierto sentido del ritmo.
Desde entonces existen múltiples citas de pacientes con afasia y preservación del canto con o
sin palabras, con o sin alteración de la percepción de los tonos o del ritmo, siendo la descripción
mas frecuente la de sujetos con afasia en los que se conservaba la emisión de canciones bien
conocidas, incluso en una paciente con una afasia transcortical mixta que era capaz de cantar
con el examinador.
Aunque existen más casos descritos, en los que los estudios clínicos permiten obtener más
información son fundamentalmente aquellos casos de pacientes con actividad musical estable,
profesional o no. Subdividiremos estos casos en tres grupos, pacientes que presentaban afasia
y amusia, pacientes que presentaban trastornos del lenguaje verbal con una preservación
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suficientemente buena del lenguaje musical y, por último, reseñaremos algunos casos en los
que, si bien el estudio no es tan definitivo, nos han parecido notables por su interés.
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5 El quinto paciente era un profesor de música que presentó una lesión isquémica
hemisférica izquierda con afasia no fluente y amusia mista (expresiva y
disperceptiva) con afectación fundamental para los componentes rítmicos sobre
los melódicos, incluso cuando los percibía por vía no auditiva. Era capaz de
reconocer secuencias de tonos, pero no de identificar las melodías.
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Si analizamos los resultados de estos seis pacientes (excluido Ravel por no ser una lesión
exclusivamente focal), veremos que los cuatro primeros eran profesionales escolarizados en el
lenguaje musical y en todos ellos la lesión afectaba al hemisferio izquierdo. Sin embargo, los
pacientes que tenían afectación del hemisferio derecho no eran profesionales escolarizados de
la música y al menos uno de ellos tenía un escaso conocimiento del lenguaje musical y
posiblemente una lateralidad con manualidad contrariada; por otra parte, este paciente fue el
que presentó una mayor secuela ya que no fue capaz de recobrar su habilidad previa. Por otra,
parte en el otro paciente el componente apráxico podría jugar un papel importante en su defecto
ejecutivo.
Pensamos que estos casos apoyan nuestra opinión de que en los músicos profesionales, la
asunción de un componente lingüístico en su aprendizaje hace que tengan una dominancia
para la música en el hemisferio izquierdo, que se expresa de manera diferente que en los
sujetos no escolarizados, en los que la amusia aparece tras la lesión del hemisferio derecho.
Examinaremos a continuación la descripción de los casos mejor tipificados en los que los
pacientes presentaban afasia con mínima afectación de actividades musicales, pero todos ellos
presentan características que los hacen diferentes entre sí, ya que los defectos lingüísticos no
tienen por qué afectar a todas y cada una de las funciones implicadas en la tarea musical.
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1 Al igual que en la serie anterior, el caso más conocido, probablemente por las
mismas razones, aunque su popularidad es mucho menor, es el del compositor
ruso Vissarion Shebalin, estudiado por Luria en 1965 [29], tenía una afasia de
Wernicke con abundantes parafasias que tras una leve mejoría inicial le provocó
un defecto funcional relativamente importante durante toda su vida, con alexia y
agrafia; pero era capaz de continuar componiendo, según sus coetáneos con la
misma habilidad de siempre. Shostakovich dijo de su V Sinfonía que "era un
trabajo brillante y creativo, lleno de emociones elevadas, optimista y pleno de vida.
Esta sinfonía compuesta durante su enfermedad la creación de un gran maestro".
Al parecer tenía una extensa lesión postsangrado temporal y parietal inferior
izquierda.
Es obvio que un defecto para la comprensión del lenguaje hablado no tiene por
qué interferir en la ideación del lenguaje musical, lo contrario sería similar a
aseverar que un paciente con afasia de Wernicke no puede elaborar ideas.
3 El tercer paciente, pianista y profesor de piano, presentó afasia con amusia tras
un infarto cerebral que afectaba a la región temporoparietal posterior izquierda. El
paciente era bilingüe (si aceptamos que la música es un lenguaje trilingüe) y en
unos meses recobró un lenguaje fluido en francés, pero persistió un moderado
defecto de comprensión y de lectura, con una escritura casi imposible. Aunque
disminuyó su habilidad, era capaz de seguir interpretando al piano. Llamó la
atención su capacidad de escribir notación musical, aunque con alguna dificultad
con respecto a su situación premórbida.
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6 El siguiente paciente presenta una disociación muy extraña entre sus actividades
lingüísticas y musicales para la que no encontramos una explicación adecuada,
por lo que me limitaré a describirlo [30].
El paciente era ciego desde los dos años de edad, lector de Braille, en cuyo
lenguaje había desarrollado su conocimiento profesional de la música, que leía y
escribía con absoluta corrección. Tras un accidente cerebrovascular en el territorio
de la arteria cerebral media izquierda, con afectación de regiones temporal y
parietal inferior izdos presentó como secuelas una afasia de Wernicke con anomia,
con parafasias fonémicas y jerga ocasional. Al tacto nominaba correctamente uno
de cada 10 objetos, no podía escribir en Braille y reconocía aproximadamente el
50% de las letras y 70% de las sílabas, pero no podía leer palabras o frases. Sin
embargo, sí podía reconocer una partitura al tacto y podía nominar las notas si las
cantaba (no las nominaba si las "leía"). Lo sorprendente y que no puedo interpretar
es que en Braille las notas se corresponden (igual que las letras) a una
combinación de 6 puntos, realmente se corresponden con una letra y el sujeto
sabe que se trata de una nota porque sabe que está leyendo música. Su
capacidad de leer letras era aceptable, pero, si no podía agruparlas en palabras,
por la misma razón no debía poder agruparlas en motivos.
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Ejemplos de esto son la serie descrita en 1977 compuesta por 21 pacientes con afasia de Broca
que pueden cantar de forma satisfactoria, pero alguno tenía parafasias literales. Un tercio de
ellos no eran capaces de iniciar la melodía, pero podían seguirla sin problemas. En conjunto no
se correlaciona la severidad de la afasia con su habilidad (mejor) para el canto. O el caso de
una paciente que tenía una lesión en el giro transverso temporal superior izquierdo, incapaz de
distinguir el lenguaje de la música, pero que si leía el título de melodías bien conocidas sí era
capaz de cantarlas, o el caso de un paciente que percibía el lenguaje como una emisión átona,
pero era capaz de reconocer acentos regionales e identificar algunos sonidos y melodías,
aunque no conseguía reproducirlas. O el caso de un paciente al que tras ligarle la carótida
derecha presentó hemiparesia izquierda sin afasia, no podía cantar, silbar ni leer música, pero
sí reconocer tonos o sus errores.
Sin embargo, creo que en este momento sus datos son más difíciles de interpretar ya que el
procesamiento de la información visual en estos pacientes no está tan bien estudiado ni
tipificado.
Si admitimos que existe un sistema de lectura y escritura que nos permite entender y reproducir
de manera idéntica por diferentes lectores la misma información y que tiene un componente
comunicativo claro, en mi opinión no existe ninguna duda de que la música, para un sujeto
"escolarizado" en ella, tiene todas las características que definen a un lenguaje, por lo tanto lo
más racional sería considerar que los músicos son sujetos bilingües con la peculiaridad de que
utilizan un lenguaje de escritura alfabética y otro en el que el componente visuoespacial es
primordial. La escritura musical no puede ser considerada ideográfica en sentido estricto ya que
se forma por notas iguales dispuestas en combinaciones diferentes de manera similar a como
las letras en las palabras, pero su distribución espacial en grupos sobre el pentagrama les
confiere algunos componentes similares a los ideogramas y además alguno de los símbolos
utilizados sí tienen características muy cercanas a un ideograma, por lo que las amusias de los
músicos realmente tienen un comportamiento similar a algunas afasias de los bilingües.
En algunos casos las amusias de los sujetos no conocedores del lenguaje musical pueden tener
un comportamiento similar y deberse a lesiones en las mismas regiones cerebrales que en los
músicos conocedores de su propio lenguaje (hay que recordar que no todos los cantantes o
intérpretes de música lo conocen), pero dado que en muchas ocasiones el procesamiento de
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la información va a ser realizado de forma muy distinta en los dos grupos de sujetos, lesiones
similares pueden tener una expresión clínica muy diferente. Probablemente esto explica las
frecuentes contradicciones descritas en la literatura y que todavía se cite en muchos textos que
las amusias son defectos mal definidos no asociados con una topografía clara.
Igualmente pensamos que los defectos de producción del componente motor deben ser
clasificados como apraxias para un acto concreto y no como amusias.
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CAPITULO X: HEMINEGLIGENCIA
Heminegligencias
Desde un punto de vista fundamentalmente teórico –los síndromes clínicos no suelen ser
puros– podemos describir:
Negligencia afectiva
Negligencia representacional
Veremos qué síntomas aparecen en cada uno de estos cuadros y cómo explorarlos.
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Heminegligencia
En algunos casos puede ser imposible distinguir una inatención severa de un defecto aferente
(hemianestesia o hemianopsia) sin saber cuál es el lugar de la lesión.
Así para explorarlo se deben utilizar estímulos somestésicos como para la exploración de
sensibilidad (aguja, algodón), auditivos (el diapasón ante uno y otro oído, mejor audiometría),
visuales (campimetría por confrontación, con la mirada de la paciente dirigida al frente, hacia la
lesión y en dirección contraria a la lesión). Los estímulos deben presentarse al azar en uno y
otro campo estimular (hemiespacio, hemicuerpo).
Extinción sensorial
A veces la heminegligencia es tan sutil que sólo se descubre utilizando una estimulación
simultánea bilateral: el paciente informa únicamente del estímulo aplicado en el lado
ipsilesional. Cuando al explorar una posible heminegligencia la respuesta a estímulos en el lado
contralesional sea normal, se debe realizar una estimulación doble simultánea a la búsqueda
de un fenómeno de extinción.
Negligencia espacial
Cuando a los pacientes con negligencia espacial se les pide que realicen una
variedad de tareas en el espacio "olvidan" el hemiespacio contralateral a la lesión. Por
ejemplo, el dibujo de una flor, la bisección de una línea, el tachado de líneas.
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Este defecto se puede detectar ya en la conducta del paciente (sólo come de medio plato, sólo
lee la mitad de un párrafo o escribe únicamente en una mitad de la hoja) o explorar mediante
tares clásicas:
• Test de "cancelación" o de tachado: se le pide que tache las líneas dibujadas en
un papel colocado ante él. Falla en tachar las líneas situadas en el lado
contralesional de la página (figura 1). El test se puede hacer más sensible si en
la página hay estímulos, que debe tachar, y distractores, otros dibujos, que no
debe tachar (figura 2).
• Test de bisección de una línea: desplaza la línea media hacia el lado ipsilesional;
puede ser más evidente si se usan líneas largas o si se colocan en el espacio
contralesional.
Hay, por lo general, un componente intencional pues suelen olvidarse de su aseo y vestido
FIGURA 1
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FIGURA 2
FIGURA 3
199
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FIGURA 4
Existen pacientes que, pese a ser conscientes del estímulo, no responden a él, sin que exista
una paresia que lo justifique.
Akinesia
Puede afectar a diferentes partes del cuerpo y variar dependiendo de la parte del espacio en
que se mueve el miembro afecto o la dirección hacia donde lo hace.
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están "favorecidos"). Así, por ejemplo, con una lesión derecha el brazo izquierdo, akinético en
el hemiespacio izquierdo, es menos akinético cuando se mueve en el hemiespacio derecho.
Para explorar la de evocación exterior es clásica la tarea de respuesta cruzada (Watson 1978):
Se instruye al sujeto para que responda con el brazo derecho a un estímulo situado en el
hemiespacio izquierdo y con el brazo izquierdo al situado en el hemiespacio derecho:
Para examinar la akinesia endógena se utiliza una tarea diseñada por De Renzi (1970): se
tapan los ojos al sujeto y se le pide que recoja de la mesa frente a él monedas situadas al azar
en ambos hemiespacios, primero con una mano y luego con la otra; el miembro afecto no se
mueve en todo el espacio contralateral a la búsqueda de las monedas (la tarea es endógena
porque el paciente no puede ver las monedas y debe iniciar la conducta de exploración en
ausencia de estímulos externos).
Extinción motora
Hipokinesia
Pacientes con defectos leves en el sistema intencional pueden no fallar en iniciar respuestas
pero las inician después de un lapso anormalmente largo. Este retraso constituye la hipokinesia.
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Si el retraso es notorio se puede detectar fácilmente, pero si los defectos son sutiles se necesita
medir con precisión el tiempo de reacción, usando paradigmas de tiempo de reacción simple
para que no interfiera con la medición una alteración de la atención o bradipsiquia.
Impersistencia motora
Negligencia afectiva
Negligencia representacional
Si se le pide al paciente, por ejemplo, que recuerde su habitación viéndola desde la puerta, no
puede recordar lo que hay en la habitación situado en el espacio contralesional. Si
imaginariamente cambia de posición en la habitación sí puede recordar esos objetos que desde
la nueva posición ya no están en el espacio contralateral. Es como si el paciente inspeccionara
una imagen mental o representación.
Mecanismos subyacentes
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203
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• Por otra parte, la FRM actúa sobre el núcleo reticular del tálamo. El núcleo
reticular proyecta a los núcleos de relevo sensorial del tálamo inhibiendo su
descarga hacia el córtex. La estimulación rápida de la FRM o la alerta conductual
inhiben el núcleo reticular (NR) con lo que aumenta la transmisión de los núcleos
de relevo sensorial talámicos hacia el córtex.
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Extinción
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Negligencia hemiespacial
• la posición de la cabeza
Con los ojos y la cabeza mirando al frente, los hemiespacios definidos de estas tres formas son
congruentes. Pero por, ejemplo, si los ojos se dirigen hacia la derecha, sin mover cabeza ni
cuerpo, el campo visual izquierdo queda en buena parte dentro del hemiespacio derecho
(definido este por la línea media de la cabeza y el cuerpo).
Existe evidencia sugerente de que los hemicampos definidos por la posición de la cabeza y el
cuerpo son importantes en determinar los síntomas de la negligencia hemiespacial.
Si un sujeto normal fija la mirada en un objeto situado en la línea media y mantiene cada brazo
en su hemiespacio, al recibir un estímulo visual derecho responderá mas rápidamente con su
brazo derecho que con el izquierdo; se supuso que era debido al modelo de vías anatómicas
de transmisión, dado que la información llega a, se procesa en y se envía la orden motora desde
al mismo hemisferio (si hubiera que mover el brazo izquierdo se tardaría porque la información
visual llegada al lóbulo occipital izquierdo tendría que cruzar el cuerpo calloso hasta la zona
motora derecha, que enviaría la orden al brazo izquierdo).
Si se hace el mismo experimento cruzando las manos de forma que la mano derecha deba
responder en el hemiespacio izquierdo, entonces el tiempo de reacción más rápido se obtiene
en la mano que está localizada en la misma mitad del espacio que el estímulo (en nuestro
ejemplo, ahora la mano izquierda que está localizada en el hemiespacio derecho), ¡y ahora sí
que la información ha tenido que cruzar el cuerpo calloso!
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Las teorías cognitivistas han atribuido estos hallazgos experimentales a una "tendencia natural"
a responder a un estímulo lateralizado con la mano que se encuentre en la posición
correspondiente (la que está más cerca).
Hipótesis
• Hipótesis atencional
· inatención o inconsciencia. Los pacientes no son conscientes de los
estímulos en el hemiespacio "descuidado". Así, en las tareas de bisección de
una línea, no se aperciben de una porción del lado izquierdo de dicha línea por
lo que señalan la mitad del trozo del que son conscientes, desplazándose por
tanto a la derecha.
· tendencia atencional ipsilesional. La severidad de una heminegligencia
izquierda puede disminuir mediante instrucciones para atender a estímulos
contralaterales y aumentar con instrucciones para atender a estímulos
ipsilesionales. Esto modifica la atención en un sentido arriba-abajo. También
puede modificarse la negligencia por la novedad del estímulo, lo que influencia
la atención en un sentido abajo-arriba. Kinsbourne (1970) sugirió que esto se
debía a que cada hemisferio inhibía al opuesto; un hemisferio lesionado deja de
inhibir y así aparece la tendencia atencional ipslesional. Pero Ladavas (1990)
encontró que el cambio de atención entre estímulos alineados verticalmente era
más lento si se los situaba en el hemiespacio contralesional que en el
ipsilesional, lo cual no podía explicarse por "competencia entre hemisferios", sino
que favorecía la hipótesis de que el hemisferio lesionado era "hipoactivo".
· fallo en "desprenderse" de estímulos ipsilesionales. Posner (1984) propuso
su modelo de movimiento de la atención en tres pasos: primero el sujeto debe
"desprender" su atención del objeto en que la tiene fijada, luego hacer el cambio
hacia otro objeto y, por último, "fijarse" en el nuevo objeto.
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Negligencia motora
La zona dorsolateral del lóbulo frontal tiene conexiones con el córtex de asociación sensorial,
córtex límbico y formación reticular. Las conexiones límbicas (circunvolución cingulada anterior)
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Existe evidencia de que el núcleo centro mediano parafascicular, uno de los núcleos talámicos
intralaminares no específicos, que tiene extensas conexiones con la zona dorsolateral del lóbulo
frontal, está implicado en la mediación de respuestas a estímulos significativos. La estimulación
a alta frecuencia de dicho núcleo induce, vía formación reticular mesencefálica, una inhibición
de los núcleos reticulares produciendo desincronización del EEG y conducta de alerta. Hay
indicios de que los núcleos reticulares (NR) pueden ser inhibidos tanto desde una vía de la
formación reticulada mesencefálica como mediante un circuito núcleo talámico CM-Pf - fronto
cortical - NR, lo que sugiere que distintos tipos de conducta pueden ser mediados
independientemente por estos sistemas.
La demostración de que las neuronas intralaminares talámicas tienen una actividad ligada
temporalmente tanto a sucesos sensoriales como motores, dependiendo de la condición
experimental, ayuda a mantener la idea de un papel central para esta estructura en la
integración sensomotora.
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• La representación (imagen mental del medio, repartida entre los dos hemisferios
como una escena real) ha sido destruida.
• La representación está intacta pero no se ha activado lo suficiente como para
producir una imagen.
Anosognosia de la hemiplejía
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Head y Holmes (1911) propusieron la existencia de una alteración del esquema corporal como
responsable de la anosognosia.
Mark y Heilman (1988) realizaron experimentos cuyos resultados indicaban que los pacientes
con heminegligencia no sólo no prestaban atención a la mitad contralesional de su cuerpo, sino
que, en general, no dirigían atención a su cuerpo.
Otras teorías sobre la anosognosia no están basadas en un fallo en el feed-back sino más bien
en el feed-forward: son las teorías intencionales o de las expectativas. El paciente necesita
averiguar si su miembro está relajado o parético; suponiendo que exista un "comparador", si no
le llega una entrada sensorial que indique movimiento ni tampoco información del sistema
premotor intencional (en el sentido de "estoy dispuesto al movimiento"), no hay nada que
comparar y el sujeto permanece inconsciente de su déficit (si no existe ninguna expectativa de
movimiento, el que no se produzca no puede interpretarse como anormal.
FIGURA 5
Un hecho reconocido es que todas las formas de negligencia son mas frecuentes y más severas
tras una lesión del hemisferio derecho.
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Tanto si se usa la respuesta galvánica de la piel como la tasa cardíaca como medidas de alerta,
se demuestra que los pacientes con lesiones parietotemporales derechas tienen respuestas
reducidas si se comparan con pacientes con lesiones izquierdas de igual localización y
extensión.
Parece ser que las "neuronas atencionales" del lóbulo parietal derecho tienen campos
receptivos bilaterales, mientras que las del hemisferio izquierdo sólo tienen campos
contralaterales. Cuando se daña el hemisferio izquierdo, el derecho puede atender a estímulos
ipsilaterales, pero si es el derecho el dañado, el izquierdo sano sólo puede atender al
hemiespacio contralateral. Esto se ha comprobado con estudios neurofisiológicos y de PET.
Los pacientes con lesiones hemisféricas tienen tiempos de reacción más lentos con la mano
contralateral a la lesión que con la ipsilateral, y aun usando ésta, sus tiempos de reacción son
mayores que los de sujetos sanos con la misma mano. Además, aunque las lesiones en cada
hemisferio enlentecen los tiempos de reacción de la mano ipsilateral, las lesiones derechas
enlentecen más la mano izquierda de lo que las lesiones izquierdas enlentecen la mano
derecha (a igualdad de localización y tamaño de las lesiones).
Pribam y McGuiness (1975) utilizan el término activación para definir la disposición fisiológica
para responder a un estímulo ambiental. Se postula que en los seres humanos el hemisferio
derecho es dominante en la mediación de procesos de activación; esto es, el hemisferio
izquierdo "prepara" las extremidades derechas para la acción y el hemisferio derecho "prepara"
las izquierdas y las derechas. Los sujetos normales presentan más activación (medida
conductualmente por el tiempo de reacción) con estímulos de alerta presentados al hemisferio
derecho que al izquierdo. Se experimentó dando a los sujetos estímulos de alerta lateralizados
segundos antes de un estímulo que mide el tiempo de reacción central; el estímulo de aviso
dirigido al hemisferio derecho reduce el tiempo de reacción de la mano derecha más de lo que
el estímulo dirigido al hemisferio izquierdo reduce (con respecto al estímulo de aviso) el tiempo
de reacción de la mano izquierda; es más, el estímulo de aviso dirigido al hemisferio derecho
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reduce el tiempo de reacción de la mano derecha más que cuando se dirige al hemisferio
izquierdo.
El lenguaje puede inducir a una activación del hemisferio izquierdo, y puesto que los pacientes
generalmente son sometidos a pruebas para detectar negligencia hemiespacial utilizando
instrucciones verbales, puede que se produzca activación del hemisferio y esto "reduzca" la
aparición de negligencia en las lesiones izquierdas en comparación con las derechas. Por otra
parte se ha visto que el uso de la mano izquierda en tareas de cancelación (haciendo "trabajar"
al hemisferio derecho lesionado) reduce la negligencia del paciente comparando con la misma
tarea realizada con la mano derecha.
Resumen
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• Tálamo
• formación reticular mesencefálica
• brazo posterior de la cápsula interna
Teniendo como base las localizaciones lesionales en TAC, la negligencia es más frecuente tras
lesiones temporoparietales derechas.
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Síndrome de balint
Este síndrome fue descrito en 1909 por el médico húngaro Rezsö Balint.
Anatomía patológica
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Descripción
Hemos de tener presente que un síndrome de Balint "aceptablemente" puro es mas bien la
excepción que la regla en la práctica clínica. Lo que encontraremos más a menudo son
elementos del síndrome.
El análisis de Holmes y Horax (1919) enfatiza dos síntomas cardinales:
• constricción de la atención espacial a un sólo objeto (simultanagnosia);
• desorientación espacial.
Cuando el síndrome es severo, la conducta del paciente es como la de una persona ciega.
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Síntomas
Simultanagnosia
El término simultanagnosia se acuñó específicamente para describir un defecto en la
integración de escenas visuales complejas; en este sentido es más general que la constricción
de atención que se observa en el síndrome de Balint que hace al sujeto incapaz de atender a
mas de un objeto a la vez.
Farah sugirió la existencia de dos tipos según la lesión afectara al sistema visual dorsal o
ventral.
Desorientación espacial
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Ataxia óptica
Por ejemplo, si a un paciente se le pide que marque con un lápiz el centro de un círculo dibujado
en un papel, ni siquiera conseguirá hacer una marca dentro del círculo; en parte esto se debe
a que el paciente no puede tener consciencia simultáneamente del círculo y de la punta del
lápiz, pero también es que el paciente no sabe dónde está el círculo (lo localiza, luego localiza
la punta del lápiz, pero para entonces "ha perdido" el círculo y no es capaz de recordar en qué
parte del espacio estaba). Por esto Holmes y Horax consideran la ataxia óptica como una
alteración oculomotora secundaria a la "incapacidad para orientarse y localizar correctamente
en el espacio los objetos que ha visto". Su paciente, sin embargo, era capaz de localizar
correctamente los sonidos y tenía una clara representación de su espacio peripersonal basado
en sus sensaciones cinestésicas. "El contraste entre la guía espacial defectuosa que recibía a
través de la visión y el conocimiento preciso del espacio con el que tenía contacto, fue
excelentemente ilustrado cuando intentaba tomar sopa con una cuchara de un pequeño
cuenco: si cogía el cuenco en sus manos era capaz siempre de colocar la cuchara dentro, pero
si se lo sujetaba otra persona o se dejaba sobre la mesa, sólo excepcionalmente lo conseguía".
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Introducción
Es evidente que la habilidad de cálculo está muy influida por factores socioculturales: la que
hasta hace unas décadas era una habilidad aprendida limitada a las clases socioeconómicas
más altas, se ha ampliado considerablemente en la población general desde la universalización
de la escolarización obligatoria, al menos en la mayoría de las sociedades de nuestro entorno.
Sin embargo, es posible que en un futuro próximo, debido a la amplia difusión de máquinas
calculadoras de escaso precio y reducido tamaño, la habilidad de cálculo en la población
occidental se deteriore paulatinamente [2]. Sin embargo, en el momento actual, un defecto en
la capacidad de cálculo interferiría funcionalmente de un modo importante en las actividades
de la vida diaria (sobre todo en las actividades relacionadas con aspectos económicos).
De todo ello se deduce que la habilidad de cálculo es una función cognitiva que
permanece en la población general con unos niveles de eficiencia muy variables,
influida por factores socioculturales [3], lo que presenta un problema añadido a la hora
de baremar y validar tareas encaminadas a su evaluación neuropsicológica.
En realidad, la pérdida de la habilidad de calcular rara vez es total, por lo que algunos autores
prefieren hablar de discalculia [4]. No obstante, el término acalculia se ha venido usando
habitualmente en la literatura para referirse a este trastorno, por lo que en general, a lo largo
de esta revisión, se usará dicho término. Asimismo, dado el contexto de un curso de
Neuropsicología Clínica en que se desarrolla el tema, en él se tratará la pérdida de la habilidad
de calcular previamente adquirida, secundaria a lesiones estructurales, dejando aparte las
alteraciones en el aprendizaje de capacidades aritméticas (para el que algunos autores
prefieren reservar el término discalculia, de forma similar al uso del término "dislexia" para las
alteraciones en el aprendizaje de la lectura, frente a "alexia" para la pérdida adquirida de esta
habilidad.
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Aunque el término acalculia ("akalkulia") fue acuñado por Henschen en 1919 [5], ya desde hacía
un siglo, y dentro de la corriente frenológica, se había mostrado interés por la relación existente
entre el cerebro humano y la capacidad de calcular; así, Gall y Spurzheim, frenólogos de
principios del XIX, postularon en 1808 la existencia de un "centro del cálculo" cerebral,
localizado en la región orbitofrontal [6].
Hacia finales del siglo pasado, el interés por las alteraciones patológicas en la capacidad de
calcular secundarias a lesiones cerebrales es retomado por los afasiólogos, que usualmente
atribuyen las alteraciones en cálculo a alteraciones más amplias en el lenguaje. Sin embargo,
Lewandosky y Stadelman, en 1908, ya proponen la posibilidad de que los trastornos del cálculo
no sean secundarios siempre a problemas afásicos, a raíz de la publicación de un caso de
alexia-agrafia numérica no asociado a afasia ni a alexia-agrafia de material no numérico [6].
Sin embargo, esta clasificación tiene sus problemas: se ha comprobado que no es tan fácil y
unívoca la localización de las lesiones que producen las distintas variedades como suponía
Hecaen, no incluye las alteraciones en cálculo secundarias a problemas del desarrollo o a
alteraciones en la función cerebral global (p. ej., traumatismos o demencias), y las categorías
no son mutuamente excluyentes, por lo que, en los últimos años, y desde el campo de la
psicología cognitiva, se elaboran varios modelos, dentro de los cuales, el que más aceptación
parece haber conseguido es el de McCloskey y Caramazza [9], que también se expondrá más
adelante.
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Estos tres tipos de alteraciones se pueden dar combinadas o aisladas. El hecho de que
ocasionalmente se vean de forma aislada, indicaría, según McCloskey y Caramazza [9], la
existencia de un sistema léxico y otro sintáctico para números (cuyo daño selectivo produciría
la primera y segunda variedades) separado de un sistema semántico para símbolos-
operaciones matemáticas, que se podrían lesionar conjunta o independientemente para
ocasionar las alteraciones observadas en la clínica.
Acalculia espacial
Este defecto consistiría, bien en la incorrecta alineación de los números en la cifra, en las fases
inciales del proceso computacional (p. ej., 31 por 13), bien en la inadecuada colocación en el
espacio de los resultados parciales de las multiplicaciones por más de un dígito, de los restos
en las divisiones, etc., mientras se mantienen las capacidades básicas de cálculo simple en
operaciones presentadas verbalmente [6].
Los déficit asociados a este tipo de alteración, en la serie de Hecaen [8] eran alteraciones
visuoconstructivas (95%), confusión direccional (78%), trastornos óculomotores (70%), agnosia
espacial unilateral –usualmente izquierda– (69%), agnosia espacial global (62%), alteraciones
campimétricas usualmente izquierdas (56%), apraxia del vestido (41%) y deterioro cognitivo
global (56%): es decir, la mayoría de los déficit sensoriales y cognitivos, correspondientes a
una disfunción hemisférica derecha; no obstante, y al igual que la alexia-agrafia numérica, la
acalculia espacial se puede dar aisladamente, sin ningún otro déficit neuropsicológico.
Hay que hacer notar, de acuerdo con Dahmen y cols. [14], la similitud entre la alexia y la agrafia
numérica de tipo sintáctico, en especial la que se ve usualmente asociada a la afasia de tipo
sensorial, y la primera variedad de acalculia espacial (la incorrecta alineación de dígitos en un
cifra multinumérica); dicho de otra manera, la transcripción de "mil cinco" en sistema
arabigodecimal como 1.500, ¿es acalculia espacial o agrafia numérica de tipo sintáctico?...
Evidentemente, si se asociara a agnosia visual, nos inclinaríamos por la primera posibilidad, y
si la asociación fuera con afasia de Wernicke, por la segunda, pero el déficit en sí mismo podría
corresponder a cualquiera de las dos categorías.
Anaritmetia
Aunque según la definición de Hecaen se excluyen específicamente de esta variedad las alexia-
agrafia numérica y la acalculia espacial, se pueden ver otros déficit neuropsicológicos y
neurológicos asociados: en la serie de Hecaen [8] se asociaban afasia (62,5%), alteración
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visuoconstructiva (61%), déficit cognitivo global (50%), alexia verbal (39% ), confusión
direccional (37%), déficit visuales (37,5%), trastornos oculomotores (33%) y déficit
somatosensitivos (37%).
El problema de la localización
En el caso de las acalculias primarias, la lesión cerebral puede ser mucho más discreta: así,
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En general, parece que existiría un gran "network" relacionado con las capacidades aritméticas
[1], en el que estarían implicadas tanto estructuras corticales como subcorticales a nivel frontal,
parietal, temporal y ganglios de la base, en especial a nivel parietal posterior en el hemisferio
dominante, aunque con influencia bihemisférica, como demuestran estudios de flujo cerebral
[26], EEG [27], o potenciales evocados [28] (salvo quizá el procesamiento espacial de
operaciones complejas y cifras multidígito largas, que se localizaría fundamentalmente a nivel
parietal posterior derecho, y cuya lesión ocasionaría la acalculia espacial).
La clasificación anterior, aunque útil y académica, plantea varios problemas, ya apuntados: las
categorías no son mutuamente excluyentes entre sí, incluso llegan a solaparse algunas
variedades (p. ej., la agrafia-alexia numérica sintáctica y la acalculia visoespacial), no incluye
trastornos del cálculo secundarios a la alteración cerebral global (como demencias o
traumatismos craneoencefálicos) y, si bien es groseramente localizacionista, tampoco permite
la localización exacta de una variedad concreta de acalculia.
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Por otro lado, se ha de tener en cuenta que, si la operación de cálculo se hace mentalmente,
la información numérica y de las reglas de cálculo se ha de mantener durante un tiempo en un
almacén (o memoria) de trabajo, mientras que, si la operación se hace con apoyo gráfico, el
soporte de papel puede desempeñar las funciones de esta memoria de trabajo que ha de actuar
en operaciones aritméticas mentales [20].
La memoria a largo plazo, por su parte, intervendría en las funciones de cálculo de dos formas
distintas: por un lado, aportando información acerca de las reglas generales de cálculo de una
operación concreta, y por otro, recordando los resultados de operaciones elementales (tablas
aritméticas), que usualmente se han aprendido en la infancia. Si este último mecanismo falla,
siempre se podría acudir a las reglas generales de la operación, a costa de aumentar el tiempo
y la posibilidad de error (p. ej., si no se recuerda el valor tabulado de 7+4, pero sí el principio
matemático de la suma, se podría realizar la operación contando de unidad en unidad, cuatro
veces desde 7: 8, 9, 10, 11) [3].
Así, Mazzoli [6], por ejemplo, propone una jerarquía en las operaciones matemáticas, de forma
que en el nivel más bajo se encontrarían la capacidad de contar y el conocimiento de las tablas
aritméticas; en un escalón más alto, se encontrarían las 4 operaciones matemáticas
elementales, subdivididas a su vez en dos niveles: suma y resta, por un lado, y multiplicación y
división por otro. Más arriba jerárquicamente se encontrarían las reglas algebraicas y
geométricas, y, por último, en el nivel más elevado, se encontraría la habilidad de analizar los
datos matemáticos para resolver problemas reales.
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Collignon et al. [29] postulan que la acalculia es siempre un problema secundario a tres
problemas básicos:
• acalculia secundaria a problemas instrumentales. Afasia, trastornos
visoespaciales o apraxia constructiva;
• acalculia secundaria a la combinación de varios de los factores anteriores;
Por último, para Mc Closkey et al. [9], todas las funciones cognitivas mencionadas se
agruparían en dos grandes sistemas (tabla II).
Sistema de cálculo
De esta forma, las alteraciones en cualquiera de estos sistemas explicarían las disociaciones
encontradas en la clínica.
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• Acalculia visoespacial.
TABLA II
Valoración neuropsicológica
Para la valoración neuropsicológica de las capacidades de cálculo, haría falta, en primer lugar,
una valoración neuropsicológica global, al objeto de descartar problemas neurocognitivos más
amplios, como demencia, afasia, alexia, agrafia, cuadros confusionales o heminegligencia, que,
en caso de existir, nos llevarían al diagnóstico de una acalculia secundaria, debida a estas
alteraciones.
Cuando, tras esta valoración inicial, se sospeche u objetive una alteración especifica en las
capacidades aritméticas, y teniendo en cuenta las variables socioculturales, se pasará a
explorar específicamente las capacidades numéricas y de cálculo.
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En primer lugar, habría que explorar la capacidad de leer y escribir números, tanto al dictado
como a la copia, tanto en sistema arábigo como en transcripción gráfica verbal (p. ej., 1005 y
mil cinco), transcripción recíproca entre sistemas arábigoverbal, capacidad de comprender cuál
de varias cifras es mayor o menor, estimación rápida sin contaje formal de conjuntos de
elementos, y conocimiento general de hechos numéricos (p. ej., cuántos día tiene una semana,
o aproximadamente cuántas personas pueden caber sentadas en un autobús), capacidad de
transcribir a una numeración arábiga y verbal un número de elementos concretos (p. ej., fichas
del "token test"), y capacidad de contar una serie de números, en sentido directo e inverso, todo
ello con el fin de objetivar problemas de alexia y agrafia numérica. Además, se ha de hacer
especial énfasis en la lectoescritura de cantidades de varios dígitos, en especial aquellas que
lleven el valor cero como "representante" de una determinada cantidad decimal (p. ej., 10050,
contra 15000), con el fin de descubrir posibles alteraciones en el terreno de la acalculia
visoespacial, y/o alexia-agrafia numérica sintáctica. Con este tipo de tareas, se pretende
explorar el sistema de procesamiento numérico postulado por Mc Closkey [9], y las capacidades
"innatas" de cálculo elemental.
Una vez comprobada la supuesta integridad del sistema anterior, la exploración de las
capacidades de cálculo se debería centrar en el estudio de las anaritmetias primarias, es decir,
del sistema de cálculo del modelo de Mc Closkey. Por una parte, habría que evaluar, sobre el
papel, el conocimiento de los símbolos matemáticos, tanto en lectura como en escritura, así
como la alineación correcta de varios dígitos en operaciones matemáticas comunes (sumas,
restas, multiplicaciones y divisiones), con lo que se estaría explorando simultáneamente el
conocimiento de los símbolos matemáticos (primer subsistema del sistema de cálculo de
McCloskey) y la correcta alineación de los dígitos en el espacio (del sistema numérico
"visoespacial"). Posteriormente, se pasaría a la resolución de problemas matemáticos simples,
con operaciones de un sólo dígito (recuerdo de resultados de tablas algebraicas) y de varios
dígitos, que conlleven habilidades ejecutivas (llevar y sumar cantidades y restos), tanto
mentalmente como sobre el papel, con especial énfasis en el análisis cualitativo de los "fallos",
para evaluar problemas en la comprensión del concepto de las operaciones matemáticas, en el
recuerdo de "hechos" aritméticos simples (p. ej., resultados de tablas aritméticas), y en la
memoria de trabajo y capacidades ejecutivas y atencionales encargadas del manejo de
operaciones simples sucesivas para resolver otras más complejas, tanto mentalmente cómo
sobre el papel.
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Todas estas tareas, dada la enorme variabilidad en eficiencia secundaria al nivel sociocultural,
necesitarían ser estrictamente validadas por edad y nivel de escolaridad.
En la mayoría de las baterías neuropsicológicas globales validadas para nuestro medio cultural,
existen tareas encaminadas a detectar alteraciones en el cálculo, aunque no baremadas y
validadas como subtests específicos (Miniexamen cognoscitivo, CAMDEX, ADAS) [30, 31, 32],
con lo que, mientras no se realicen grupos decontrol y se baremen y validen los rendimientos,
no son operativos para explorar específicamente funciones numéricas y aritméticas. Si bien
existen algunos tests encaminados a evaluar capacidades aritméticas, baremados y validados
[12, 33, 39], para nuestro medio sólo tenemos, en nuestro conocimiento, las subescalas
correspondientes al WAIS [40] y los subtests de cálculo del test Barcelona [41] (sumas, restas,
multiplicaciones y divisiones, de uno y varios dígitos, mentalmente y sobre papel, así como
problemas aritméticos complejos), que combinados con los subtests de lectoescritura de
números, en el apartado de lectura y escritura, cubren de una manera bastante global todos los
aspectos mencionados que constituirían una exploración "ideal" de las capacidades numéricas
y aritméticas de un sujeto, si bien existen algunas carencias, como la falta de transcripción
numérica de conjuntos de elementos (que en otras baterías se realizan con fichas del "Token
test"), transcripciones recíprocas del sistema arábigo al verbal, transcripción a papel de cifras
de varios dígitos con complejidad de elementos decimales (incluyendo "ceros" en distintos
lugares de las cifras), comprensión de cuál de varias cantidades es la mayor, estimación rápida
de tamaños de conjuntos y análisis estandarizado de los fallos en operaciones aritméticas. Todo
ello, constituye un reto para los investigadores neurocognitivos en lengua castellana, que
consistiría en desarrollar, baremar y validar un test estandarizado para la investigación de
problemas de cálculo en nuestros pacientes.
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Introducción
Head describe un modelo del cuerpo, especialmente postural, modelo con el que se comparan
las sensaciones. Para ello justificó la localización somatosensorial, normal o defectuosa, sobre
la base de un modelo organizado representativo del propio cuerpo, al que llamó "esquema":
Cada "esquema" modifica la impresión producida por los impulsos sensoriales entrantes en tal
manera que la sensación final de posición o de localización surge en la conciencia impregnada
de una relación con algo que ha sucedido previamente. La destrucción de tal "esquema" por
una lesión cortical hace imposible todo reconocimiento de postura o localización de un punto
estimulado en la parte afecta del cuerpo.
Head habló de diferentes tipos de esquemas [2], siendo los más importantes:
Esquema postural que soporta el sentido de posición y la apreciación de la dirección
del movimiento.
Esquema de superficie corporal que proporciona el fondo para la localización de
estímulos táctiles y la discriminación de dos puntos.
Este modelo es recuperado posteriormente por Schilder [3], que amplia y sistematiza
la concepción de Head de modo que el esquema corporal se convierte en "el saber,
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El "esquema corporal" no ha sido jamás definido de una forma consensuada: cada autor
presenta una visión de su significado. Para algunos, el concepto representa el conocimiento
consciente del cuerpo, pero para otros es una forma de memoria o representación inconsciente
[4]. Para autores como Pick fue primariamente una representación visual, y en este sentido se
manifiestan recientes publicaciones [5], pero Head pensó en términos de una organización
somatosensorial constantemente cambiante contra la cual se contrasta el carácter de la
estimulación analizada. Estos diferentes enfoques corroboran la naturaleza multidimensional
del concepto.
Hace décadas que Oldfield y Zanwill discutieron los principales puntos ambiguos en la
formulación de Head [6]. Posteriormente fueron Benton, Poeck, Orgass y Denes quienes
concluyeron que el "esquema corporal" es una mera etiqueta para las respuestas perceptivas
y localizadoras referidas al propio cuerpo [7]. Pero en el peor de los casos, el "esquema
corporal" es una etiqueta útil.
Pero algo diferente parece suceder cuando los objetos están ligados de alguna manera a un
miembro concreto (anillo y mano izquierda). El paciente puede hacer una extensión de su
esquema corporal englobando estos objetos que le "pertenecen" funcionalmente [12]. Lo mismo
sucede con una herramienta cuando se usa con pericia; no sólo se convierte en la lógica
"prolongación de la mano" en sentido coloquial, sino que su simbiosis funcional es incorporada
a los propios esquemas somatosensoriales [13].
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De todas formas, los dos términos se han usado habitualmente de forma indistinta.
La representación de nuestro propio cuerpo, necesaria para la interacción con el entorno, está
basada en tres sistemas interdependientes [18]:
• La conciencia de nuestro cuerpo. Las aferencias táctiles, vestibulares,
cinestésicas y visuales proporcionan una información que, debidamente integrada
y procesada, aporta un conocimiento sobre la configuración y posición corporal.
Es más, en ausencia de esas aferencias, poseemos un "sentimiento" de la
posición de las partes del cuerpo en cada momento (podemos señalar sin vacilar
la punta de nuestra nariz incluso sin que nos pique en ese momento). Este
conocimiento básico de los límites y la disposición de nuestro propio cuerpo es lo
que se denomina "esquema corporal" [19].
Nuestro propio cuerpo es un ejemplo, más o menos afortunado, de la configuración general del
cuerpo humano. Cuando señalamos la parte del cuerpo que nos piden, estamos demostrando
el conocimiento del propio cuerpo y el conocimiento general del cuerpo humano [19].
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Previamente se debe excluir la existencia de algún defecto sensorial primario (visual, auditivo
o táctil). Podemos usar los siguientes ítems:
• El explorador toca diferentes partes en ambos lados del cuerpo del paciente, que
mantiene los ojos cerrados. El paciente señala después las partes que se han
tocado.
Miembro fantasma
La descripción del miembro fantasma ya fue realizada hace siglos por Paré, Descartes y Von
Haller. Los estudios sistemáticos más antiguos sobre este trastorno fueron realizados por
Gueniot en 1861, Weir Mitchell en 1872, Charcot en 1892, Abbatucci en 1894, Pitres en 1897,
Head y Holmes en 1911 y Pick en 1915. La experiencia de miembro fantasma constituye un
claro argumento a favor de la existencia de un esquema corporal mental que subyace y modifica
la experiencia con nuestro propio cuerpo [23].
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Inicialmente, la posición del miembro fantasma suele ser la misma que la que tenía el miembro
antes de ser amputado. Más tarde, el miembro fantasma puede asumir tanto la posición relajada
como contraída; en este último caso, suele ser similar a una espasticidad tras una hemiplejía.
Pero el miembro fantasma también puede asumir una postura bizarra; se ha descrito el caso
de un paciente que tenía que dormir boca abajo porque su mano fantasma le molestaba en otra
postura.
El miembro fantasma puede realizar diferentes movimientos, y la mayoría de los amputados
puede, más tarde o más temprano, mover el miembro fantasma a su voluntad. Pueden existir
también movimientos involuntarios hasta en un 25% de los casos. Se pueden experimentar
también movimientos sincinéticos, y la mano fantasma puede percibirse en movimiento cuando
la otra se moviliza para escribir.
Otra importante característica del miembro fantasma es el fenómeno telescópico, descrito por
Gueniot en 1861: El miembro fantasma se hace de forma gradual más pequeño y peor definido,
y la porción distal que permanece estable se aproxima finalmente al muñón hasta desaparecer
dentro del mismo. Hay que hacer notar sin embargo, que antes de que esto suceda, el miembro
fantasma ya ha comenzado a desaparecer, sobre todo en las zonas situadas entre las grandes
articulaciones.
Muchos factores pueden influir tanto en la experiencia del miembro fantasma como en las
sensaciones del mismo: emociones, cambios climatológicos, uso de prótesis, alcohol, dolor en
otras partes del cuerpo, uso del miembro contralateral, etc.
Las características del miembro fantasma son independientes del lado del miembro amputado.
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La percepción del miembro fantasma puede ocurrir no solamente tras una amputación
sino también cuando las vías sensitivas aferentes de ese miembro se dañan, como es
el caso de neuropatías periféricas, plexopatías, lesiones medulares y lesiones
cerebrales subcorticales. En estos casos, el miembro desaferentizado puede
experimentarse como un miembro adicional. La percepción de un miembro fantasma
puede ocurrir también como experiencia transitoria de origen epiléptico.
Debido a que en estos casos el miembro real está presente, se ha descrito esta
vivencia como "tercer miembro fantasma" o como "miembro fantasma
supernumerario". Y como el miembro real sigue estando presente, estos miembros
fantasma, por lo general, no son permanentes sino que se experimentan solamente
de forma transitoria bajo la influencia de factores como la oscuridad.
Bases neuroanatómicas
Tras la amputación de un miembro, o la pérdida de sus vías aferentes, parece producirse una
remodificación de la representación topográfica a nivel parietal, en la corteza sensorial primaria,
y realizarse una translación desde la zona dedicada al miembro amputado hasta una zona
adyacente del homúnculo de Penfield. Podría considerarse como un error en el proceso de
plasticidad neuronal representacional de la corteza cerebral.
Sin embargo, la experiencia del miembro fantasma puede persistir incluso cuando no hay una
estimulación táctil de las zonas cutáneas adyacentes (donde se hubiera podido trasladar la
representación topográfica del miembro amputado), por lo que parece que el sustrato
neurológico de esta alteración no debe estar en la misma corteza sensorial primaria.
Se han descrito algunos enfermos que, tras una lesión del lóbulo parietal posterior, con
preservación de la corteza sensorial primaria, han perdido la percepción del miembro fantasma
contralateral; se diría pues que la integridad de áreas de asociación en el lóbulo parietal
posterior contralateral es necesaria para la existencia del trastorno.
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No se ha descrito ningún caso en el que el sujeto tenga esta alteración cuando existe un daño
localizado exclusivamente en la corteza sensorial primaria; parece obvio que la preservación
de este área es también necesaria para la percepción del miembro fantasma.
A favor de que sea innato tenemos la experiencia del miembro fantasma en niños pequeños
con una ausencia congénita de miembros. Sin embargo, la frecuencia de esta alteración de la
percepción corporal es mucho menor cuanto menor es la edad de los sujetos que pierden su
miembro. Esto sugiere que la percepción del esquema corporal se va haciendo más intensa y
duradera con la experiencia continuada de la propia corporalidad.
Las niñas no tienen experiencias de "mamas fantasma" antes de que éstas se desarrollen, lo
que va también en contra de la existencia de un esquema corporal innato. Algo similar sugiere
el hecho de que la experiencia del miembro fantasma va desapareciendo conforme trascurre el
tiempo tras la amputación de un miembro [18].
Heminegligencia corporal
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Ardila [26] plantea una clasificación de las asomatognosias en la cual la negligencia unilateral
corporal queda incluida dentro de las asomatognosias unilaterales, afectando por lo general al
lado izquierdo del cuerpo, contralateralmente a una lesión típicamente derecha [27].
Según Peña-Casanova [28], puede ser consciente o inconsciente (algo que refirió
primariamente Fredericks) según se pierda o no la conciencia de la existencia del hemicuerpo.
La hemiasomatognosia consciente suele ser secundaria a fenómenos paroxísticos, bien
epilépticos, bien migrañosos, mientras que la inconsciente es típica de lesiones hemisféricas,
que comentaremos con más detenimiento.
Se ha establecido una amplia variedad de trastornos de la conciencia del propio cuerpo por
afectación del lóbulo temporal derecho, citándose hasta dieciséis formas diferentes [26].
La percepción del propio cuerpo supone muchas variables a considerar y no hay que
confundirla o compararla con la percepción del espacio extrapersonal. Existen cuadros de
heminegligencia espacial que incluyen también una heminegligencia corporal, y entonces se le
da el nombre de síndrome de hemiinatención (Ardila, 1992), pero el paciente heminegligente
visuoespacial puede ser consciente de la mitad de su propio cuerpo y a la heminegligencia
espacial no tiene por qué asociarse necesariamente la anosognosia de la heminegligencia.
Existen muy pocos estudios que hayan encarado la posibilidad de que la heminegligencia
personal esté disociada de la heminegligencia del espacio circundante [29].
Existen estudios que relacionan la heminegligencia extrapersonal con algunas dificultades para
alcanzar objetivos externos (algo clínicamente similar a lo sucedido en la ataxia óptica) pero en
última instancia, aunque de forma lenta y complicada, los pacientes logran su objetivo.
Lamentablemente, en estos estudios no se especifica la existencia o no de heminegligencia
personal y no podemos extraer conclusiones sobre la independencia de esta alteración [32]. En
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Los pacientes con alteraciones intrínsecas del esquema corporal (tanto miembro fantasma
como heminegligencia personal) conservan indemne el segundo sistema (conocimiento
general, semántico y topográfico del cuerpo humano), como se demuestra al realizar con éxito
tareas dirigidas a la identificación y localización de partes del propio cuerpo o de un modelo
[30]. Se han descrito pacientes, lesionados cerebrales derechos con heminegligencia personal,
en los que se aprecian dificultades añadidas para ensamblar muñecos o identificar la lateralidad
de figuras de manos rotadas. Esta alteración puede suponer en principio una afectación del
conocimiento corporal pero la extensión de las lesiones cerebrales hace dudar si se trata más
bien de una alteración resultante de sus dificultades visuoconstructivas [33].
Motomura y cols. [34] describieron 46 enfermos con accidentes vasculares del hemisferio
derecho y encontraron altas correlaciones entre heminegligencia visuoespacial y anosognosia,
hemiasomatognosia, extinción sensitiva y apraxia constructiva. Un alto porcentaje de los
enfermos (33%) que presentaban hemiasomatognosia fueron diagnosticados paralelamente de
trastorno orgánico de la personalidad, con mayor incidencia de otros síndromes clínicos.
Miyai [37] describe el caso de un enfermo de 74 años con una hemorragia pontina que cursó
clínicamente con hemiparesia izquierda, pérdida de conciencia del déficit motor y
hemiasomatognosia. Tanto la TAC como la RM mostraron un hematoma pontino envolviendo
el lemnisco medial derecho, el tracto espinotalámico derecho y el fascículo longitudinal medial
derecho. Una semana después del cuadro agudo, desapareció la hemiasomatognosia, hecho
interpretado por los autores como un bloqueo transitorio de los inputs somestésicos a la corteza.
En 1995, de la Sayette y cols. [38], describieron el caso de una mujer de 72 años con un infarto
de la arteria coroidea anterior derecha. La paciente tuvo un cuadro clínico caracterizado por
hemiplejía izquierda, hemianestesia, hemianopsia homónima, desorientación en espacio y
tiempo, anosognosia, hemiasomatognosia, negligencia espacial izquierda y apraxia
constructiva. En la RM se objetivó un infarto cerebral derecho afectando la parte posterior de la
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cápsula interna, la zona posterior del globo pálido, el tercio anterior del pedúnculo cerebral y la
amígdala, pero en muy poca cantidad al tálamo y la corona radiada. Los autores interpretaron
que esta lesión interrumpía conexiones talamocorticales y produciría una afectación en gran
parte del hemisferio derecho, hecho que corroboraron mediante PET.
Ortiz y Barraquer [25], 1991, describen un paciente de 72 años con hemiasomatognosia
izquierda, aparte de otras alteraciones neuropsicológicas, tras un hematoma derecho
capsuloputaminal. Sin embargo, no todos los casos de hemiasomatognosia han sido descritos
trasuna lesión en el hemisferio derecho o "minor" para la mayoría de los humanos.
Cambier [39] publica en 1984 el caso de un paciente de 72 años, diestro e hipertenso, que
presentó una monoplejia braquial derecha e hipoestesia del hemicuerpo derecho. Desde un
punto de vista neuropsicológico mostraba hemiasomatognosia derecha sin anosognosia,
autotopagnosia y sensación de amputación. En la TAC se encontró una imagen hiperdensa que
correspondía a un hematoma parietal izquierdo subcortical. Los autores interpretaron las
alteraciones como dependientes de áreas conectadas entre sí, de redes funcionales, y
supusieron que la lesión interrumpía vías de conexión talamoparietales y fibras callosas que
enlazaban ambas regiones parietooccipitales.
Autotopagnosia
El término autotopagnosia significa literalmente "incapacidad para localizar partes del propio
cuerpo" pero de manera general su sentido se amplía a la localización de partes del propio
cuerpo, el de otra persona o el de un modelo gráfico del cuerpo humano. Se aplica para
designar una forma más o menos completa de incapacidad que afecta a la totalidad del cuerpo;
las formas más limitadas de la enfermedad, tales como "agnosia digital", "agnosia de la cara" y
la "pérdida de la discriminación derecha-izquierda", se consideran habitualmente de forma
independiente de la autotopagnosia.
Las primeras publicaciones sobre esta alteración se referían a pacientes con afasia o demencia
en los que se evidenciaba una incapacidad para señalar partes del cuerpo a la orden verbal
[40]. Sólo posteriormente se describieron casos de autotopagnosia aislada o pura [41, 42].
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Se han investigado los resultados en tareas de localización de partes del cuerpo a la orden y
bajo imitación, relacionándolos con la frecuencia de sus nombres en el idioma usado, italiano e
inglés ("mano" es de uso más frecuente que "ceja"); se observa una clara relación entre la
frecuencia del nombre en cada idioma y los resultados obtenidos. No obstante, la misma
relación se mantiene en las tareas no-verbales de imitación al señalar partes del cuerpo. En
ambos tipos de tareas se producen bastantes errores, aunque en mayor grado en las tareas
verbales [43].
En la autotopagnosia pura, los pacientes pueden denominar las partes del cuerpo señaladas
por el examinador y aunque muestran como norma lesiones hemisféricas izquierdas, muchos
de ellos no son afásicos: algunos pacientes pueden dar descripciones verbales sobre la función
y la apariencia de las diversas partes del cuerpo pero son incapaces de describir su localización
[44, 45].
Esta alteración se supone derivada de una pérdida selectiva del conocimiento que tenemos de
la distribución espacial del cuerpo humano. En otras palabras, una incapacidad para enlazar la
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orientación sobre el propio cuerpo con el conocimiento general que se posee del modelo del
cuerpo humano [18, 19].
Agnosia digital
El término "agnosia digital" fue acuñado por Gerstmann en 1924 para definir una
afectación de la capacidad para identificar los dedos de la propia mano o los de otra
persona. Consideró la alteración como el núcleo del síndrome conocido
posteriormente con su nombre (síndrome de Gerstmann: Agnosia digital, agrafia,
acalculia y desorientación derecha-izquierda) [50].
La validez del síndrome de Gerstmann como una entidad con personalidad propia ha sido
discutida profusamente [51, 52] y ha sido calificado "desde un enigma a una ficción pasando
por la calificación más concreta de artefacto" [49]. Para Barraquer y Peña se trata de un
"agregado de síntomas", y los dos síntomas más característicos, la agnosia digital y la
indiferenciación derecha-izquierda, dependientes de una gran variedad de factores.
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Para Gerstmann la agnosia digital supone una disolución parcial del esquema corporal pero
existen ciertas dudas sobre la validez de tal aseveración; como ha puntualizado De Renzi,
ciertos pacientes autotopagnósicos que no pueden señalar partes de su cuerpo (nariz, boca,
ojos…) a la orden verbal, y que sufren presumiblemente una gran disolución de su esquema
corporal, son todavía capaces de localizar correctamente sus dedos [53]; en otra dirección se
manifiestan autores como Mayer, hablando de un problema en la manipulación mental de las
imágenes [54].
Del mismo modo Sauguet [48] hace resaltar una doble disociación anatomoclínica entre
autotopagnosia y agnosia digital: hay pacientes con autotopagnosia en los que está respetada
la identificación de los dedos, así como lesionados cerebrales derechos con agnosia digital que
conservan la localización de las partes proximales del cuerpo.
Existe una amplia evidencia de que la agnosia digital no es una alteración aislada sino un
término amplio que engloba diferentes defectos en la capacidad de identificación de los dedos.
Estos diferentes defectos pueden clasificarse en diferentes dimensiones:
Por otra parte, defectos de localización de los estímulos táctiles en los dedos de una mano,
junto con otras alteraciones somatosensoriales en el mismo miembro constituyen un complejo
sintomático sugerente de enfermedad cerebral unilateral [55, 56].
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específicas que se presentaran; dentro del rango de 3-5 años, los rendimientos en cada prueba
mostraban un curso evolutivo regular [57].
Las observaciones de Benton en escolares pueden verse como una extensión de las realizadas
por Lefford. Se presentaron tres tareas a niños de 6 a 9 años de edad:
En las tareas puramente táctiles, se colocaba delante del niño un esquema de la mano izquierda
o derecha con los dedos numerados del 1 al 5; el niño debía identificar el dedo o dedos
estimulados bien señalándolos, bien llamándolos por su nombre o por su número.
Todos los niños de 6 años respondían adecuadamente en las tareas visuotactiles. Los otros
dos tipos de localización digital que suponen identificación de los dedos tocados, muestran un
desarrollo en relación con la edad. La tarea más difícil era, naturalmente, la identificación de
dos dedos estimulados simultáneamente; una gran proporción de niños de 9 años respondían
de forma inadecuada. [58]
Existen también indicios de que la codificación verbal de la información sensorial puede jugar
un papel significativo en el rendimiento de las pruebas [59].
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Es posible que las diferencias laterales en el reconocimiento digital estén en relación con la
capacidad de lectura [60]. Una linea de investigación se ha dedicado concretamente al hecho
de que el rendimiento conseguido por preescolares en la localización digital pueda ser un
predictor de su futura capacidad de lectura, especialmente en las edades mas precoces [61,
62]. No está claro el por qué de este valor predictivo y especialmente si el componente de
esquema corporal es la variable importante.
Manifestaciones clínicas
La expresión clínica de la agnosia de los dedos está claramente perfilada en los textos clásicos.
Poco hay que añadir a la descripción textual de H. Hécaen:
"La agnosia digital se caracteriza por la incapacidad que presentan ciertos sujetos para
designar, nombrar y elegir los diferentes dedos, sea de sus propias manos, sea de las del
observador; el paciente muestra, al mismo tiempo, una cierta dificultad para mover sus dedos,
se equivoca, los confunde, extiende un dedo no señalado; con los ojos abiertos, es incapaz de
reconocer el dedo tocado por el explorador, mientras que todas las demás órdenes son
comprendidas a la perfección y ejecutadas con rapidez; se ha notado incluso que tales
pacientes son perfectamente capaces de enhebrar una aguja o de tocar el piano. Es preciso
señalar que los errores son habitualmente más acusados para los dedos centrales que para el
pulgar y el meñique. De entrada, el paciente suele ignorar su incapacidad y no hace ningún
esfuerzo por corregirla cuando se le hace notar; esto no es así en todos los casos y es preciso
constatar una regresión de la alteración después del primer examen en pacientes que se han
entrenado tras haber sido conscientes de su déficit" [1].
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ÍTEMS VERBALES:
• Denominación del dedo señalado por el explorador.
ÍTEMS NO-VERBALES:
• Señalar o mover en un modelo el dedo indicado por el examinador.
• Señalar el dedo tocado por el examinador:
- Con ayuda visual
- Sin ayuda visual
Dado que las diferentes tareas que se realizan en relación con la identificación de los dedos
requieren diferentes capacidades cognoscitivas, es evidente que no existe una entidad unitaria
llamada "agnosia digital". Así pues, al hablar de la semiología de la agnosia digital, es preciso
especificar las tareas concretas que se han usado para evaluar tal capacidad. De las
experiencias de Mattews [63], Poeck y Orgass, Kinsbourne y Warrington [65] se desprende que:
• Los diferentes tests verbales para la identificación de los dedos estan bastante
correlacionados entre sí pero no lo están con los tests no-verbales.
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Correlaciones anatómicas
Cuando Gerstmann hizo la primera descripción de la agnosia digital, situó la lesión causal en la
unión parietooccipital, alrededor del giro angular del hemisferio izquierdo. Es en este área
donde se integra la información visual y somatosensorial para proporcionar las bases de una
imagen corporal intacta y bien integrada. Los siguientes estudios clínicos sugirieron que esta
localización era mas precisa que la que los hechos demostraban; la agnosia digital, en
cualquiera de sus formas, se encontraba tanto en pacientes con lesiones en los lóbulos
temporal y frontal como en lesiones parietales posteriores. Al mismo tiempo se aceptaba
generalmente la localización en el hemisferio izquierdo postulada por Gerstmann: los estudios
realizados por Hécaen sobre pacientes con enfermedades cerebrales unilaterales confirman
que la agnosia digital se encuentra en el 20 % de pacientes con lesiones hemisféricas
izquierdas pero sólo en el 3% de los pacientes con lesiones derechas [66].
Otros autores se decantan por la idea original de Gerstmann de que los mecanismos de
reconocimiento digital se sitúan en el giro angular y el giro supramarginal izquierdos. Se han
descrito pacientes no-afásicos y no-dementes con lesión focal en la región parietal posterior
izquierda, que mostraron agnosia digital bilateral tanto como los demás elementos del llamado
síndrome de Gerstmann [69, 70].
Se ha obtenido una confirmación del hecho mediante la electroestimulación cortical de un
paciente epiléptico: La estimulación de un solo locus, situado en la zona de transición entre los
giros angular y supramarginal, produjo agnosia digital además de agrafia y acalculia [71].
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Perece ser, pues, que la agnosia digital bilateral, cuando no se complica con defectos
somatosensoriales básicos, afasia o deterioro mental, puede ser muy bien un indicativo de
lesión focal en la región parietal posterior izquierda, tal como postuló Gerstmann, pero la
alteración aparece mucho más a menudo tanto en el contexto de afasia como en el de
demencia. En esa situación no puede considerarse como un defecto cognoscitivo específico ni
tiene valor localizador alguno.
Queda por responder la cuestión de por qué algunos afásicos y dementes presentan la
alteración en cualquiera de sus formas y otros no. Una posible explicación propuesta es que el
defecto somatosensorial, en colaboración con la afasia o la demencia, juegue un importante
papel en su producción.
La agnosia digital ha sido considerada una forma menor de la autotopagnosia [72], pero
mientras la autotopagnosia se ha observado sólo en pacientes con lesiones cerebrales
hemisféricas izquierdas, hay numerosas publicaciones que confirman como la agnosia digital
aparece con la misma frecuencia en lesiones izquierdas y derechas [40, 48, 65, 67]. Los
esquemas básicos de la neuropsicología sugieren que una tarea sensible a lesión en uno u otro
hemisferio no es una función neuropsicológica elemental. Hemos de suponer que las agnosias
digitales responden a diferentes mecanismos según sea el lado lesionado [18].
La imitación de gestos o posturas motoras consiste en igualar un modelo motor concreto visto
en el examinador. La finalidad de la imitación es la propia imitación, sin ninguna relación con el
contexto, lo que la hace diferente de los gestos de comunicación, como son muchas praxias
ideomotoras [28]. Lógicamente, la imitación de posturas es un acto con ausencia de semántica,
por lo que algunos autores le han dado el nombre de praxitomos (Comes, 1990) [26].
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previo de los gestos, pero si se trata de imitar gestos sin finalidad ni significación alguna la
aseveración de DeRenzi cobra un sentido: la imitación sería una simple conexión entre la
percepción visual y la ejecución motriz.
Desde este punto de vista la alteración en la imitación de gestos tiene un origen similar al de la
autotopagnosia: una alteración del segundo sistema, el conocimiento del propio cuerpo. La
alteración descrita se asocia a la autotopagnosia más que a la agnosia digital pues se refiere a
una alteración del conocimiento corporal en relación con los gestos que requieren orientación
sobre el cuerpo. De asociarse con la agnosia digital, estaría en relación con los gestos de los
dedos ligados a una referencia distinta: orientados sobre la propia mano [74].
Desorientación derecha-izquierda
Consiste en una incapacidad para identificar o para distinguir el lado izquierdo y derecho del
propio cuerpo o del examinador. Se describió inicialmente como un aspecto del deterioro
cognitivo generalizado. Gerstmann vio esta alteración como una ruptura parcial del esquema
corporal, y la describió en el contexto del síndrome que lleva su nombre asociada a agrafia,
acalculia y agnosia digital, causado supuestamente por una lesión del giro angular del
hemisferio izquierdo. Sin embargo, como ya hemos comentado anteriormente, existen dudas
sobre la existencia de dicho síndrome, al encontrarse de forma aislada cada uno de sus déficit.
Head relacionó la desorientación derecha-izquierda con un déficit en el pensamiento simbólico,
conclusión derivada de la observación de muchos afásicos incapaces de identificar la
lateralidad de partes de su propio cuerpo o del examinador.
251
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
• Existe un componente verbal, dado que el paciente debe entender las etiquetas
"derecha" e "izquierda" antes de poder aplicarlas a un lado concreto de su cuerpo,
y debe además retenerlas in mente el tiempo suficiente para ejecutar órdenes
dobles. Naturalmente, la orientación derecha-izquierda puede explorarse también
a través de capacidades no-verbales como las que se usan en las tareas de
imitación.
Aspectos evolutivos
La capacidad para ejecutar órdenes dobles se desarrolla rápidamente después de los seis años
y es muy raro encontrar un niño de nueve años que tenga dificultad en realizarlas. Los diferentes
rendimientos al realizar tareas con ojos abiertos o cerrados también se igualan con la edad. No
obstante, algunos niños de nueve años no son todavía conscientes de la naturaleza relativa del
concepto derecha-izquierda y fracasan en la reorientación de 180c (cruzada) imprescindible en
las tareas combinadas, propio cuerpo y examinador. A los doce años, la mayoría de ellos
realizan correctamente todos los componentes de la exploración.
252
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Una de las contribuciones iniciales más importantes fue la de Bonhoeffer, que en 1923 describió
un paciente con una lesión temporoparietal izquierda con una importante desorientación
derecha-izquierda. Tenía una afasia y mostraba alguna alteración en la comprensión verbal,
pero la desorientación derecha-izquierda era particularmente grave. No obstante también tenía
otras alteraciones somestésicas en el brazo y mano derechos (afectación de la localización
táctil, sentido posicional, estereognosia, barognosia, grafestesia) que suscitaban la cuestión de
si la desorientación derecha-izquierda podía ser resultado de una interacción entre sus déficit
sensoriales y lingüísticos.
253
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
un fracaso al señalar partes del cuerpo del lado con negligencia; esta discapacidad es también
patente al señalar las partes del cuerpo del explorador en oposición, correspondientes
espacialmente a las del lado "olvidado" de su propio cuerpo.
Por todas estas razones, Benton lo ha calificado de ficticio [51]. El único valor verdadero de
este síndrome reside en su uso como ayuda cuando se están buscando síntomas secundarios
a una lesión parieto-occipito-temporal del hemisferio dominante.
254
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Ataxia óptica
Los pacientes con simultagnosia tienen la atención fijada en un solo objeto o en un detalle de
la escena visual, y negligen el resto de los objetos a excepción del que han fijado. Este déficit
no es debido a una constricción del campo visual (visión en túnel), pues perciben el objeto en
cualquier zona del campo visual.
En 1919, Holmes y Horax [76] especifican y detallan los componentes del síndrome de Balint.
Además de hacer notar la simultagnosia y la ataxia óptica descritas por Balint, enfatizan la
desorientación espacial como el déficit nuclear de este síndrome. Estos autores consideran
esta desorientación espacial como independiente de la simultagnosia. Los pacientes no serían
capaces de indicar la localización de los objetos ni verbalmente ni señalándolos (esto último
correspondería a la ataxia óptica). Los enfermos estarían perdidos en el espacio, perdidos en
un mundo caótico y sin sentido visual.
Holmes y Horax añaden al síndrome una alteración de la conducta oculomotora, que está
desestructurada, con grandes alteraciones de la fijación, iniciación sacádica y precisión de la
misma, así como en el seguimiento visual del objeto. El paciente es incapaz de mantener la
fijación y puede generar movimientos oculares sacádicos de forma caótica. Este trastorno del
movimiento ocular está limitado a los movimientos oculares guiados visualmente, pues los
enfermos pueden programar de forma precisa sus movimientos oculares cuando están guiados
255
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
por el sonido o por el tacto. Parece que este trastorno, que ha sido llamado apraxia de la mirada,
sería secundario a la pérdida de orientación espacial mediada por la visión. Los movimientos
oculares son caóticos porque la experiencia perceptual es caótica. Como parte de esta
alteración perceptual se encuentra otro componente del síndrome de Balint, la incapacidad de
la percepción de profundidad, que parece ser secundaria a la incapacidad de apreciar la
localización relativa de dos objetos, o de uno situado frente al sujeto que lo está mirando.
La ataxia óptica se demuestra en la incapacidad del paciente para alcanzar con precisión un
objeto, a pesar de verlo y a pesar de tener intacta la precisión de los movimientos de su mano
frente a movimientos dirigidos a una parte de su cuerpo (por ejemplo, prueba dedo-nariz). El
enfermo proyecta vagamente su mano, generalmente en una dirección errónea, y parece no
tener una idea exacta de la distancia de dicho objeto con respecto a él. Este trastorno es
específico para la visión. Estos pacientes son capaces de localizar sonidos o de localizar su
espacio personal basados en aferencias cinestésicas. Este contraste se puede apreciar
explorando la capacidad del enfermo para tomar sopa con una cuchara. Si mantiene el plato en
sus manos, puede hacerlo, pero si el plato está fuera de su espacio peripersonal, no está en
contacto con su corporalidad, se ve incapaz de realizarlo al estar basada la ejecución sólo en
la orientación visual.
La ataxia óptica ha sido también reconocida como síntoma independiente de los otros
componentes del síndrome de Balint. Como ya hemos reflejado anteriormente, los pacientes
con ataxia óptica no pueden alcanzar con precisión los objetos externos percibidos visualmente.
Mueven la mano hacia la vecindad del objetivo y después comienzan con movimientos de
búsqueda con la mano ampliamente abierta. Como ya se dijo antes, la ataxia óptica puede
producirse en asociación con un trastorno de la percepción visuoespacial más generalizado,
pero existen enfermos que, a pesar de poder expresar verbalmente juicios acertados sobre la
localización y orientación de los objetos, son incapaces de encontrarlos con la mano. En
contraste, estos enfermos son capaces de alcanzar una parte de su cuerpo sin errores ni dudas
( tocarse la punta de la nariz o uno de los dedos de la mano).
Se ha interpretado la ataxia óptica como un déficit en el tercer sistema interpendiente
constituyente del esquema corporal [18]. Existe un fallo en la transformación de la localización
retinotópica al sistema de coordenadas centrado en el cuerpo, necesario para la planificación
de los movimientos. El paciente puede alcanzar partes de su propio cuerpo de forma precisa
porque están intactos, tanto la conciencia de su propio esquema corporal y su conocimiento
conceptual acerca del cuerpo humano, como el mismo sistema de referencia somatocéntrico,
que ofrece información acerca de la situación espacial del propio cuerpo y de sus partes.
256
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Introducción
La capacidad ejecutiva es una de las funciones cognitivas más difíciles de definir y, por tanto,
el desarrollo de técnicas que la evalúen directamente es un proceso complejo.
De esta función, esencial para llevar a cabo las conductas complejas que caracterizan
el comportamiento del ser humano, se encarga una región del cerebro muy concreta:
la corteza prefrontal. Su alteración da lugar al síndrome disejecutivo, caracterizado
por los siguientes trastornos: a) incapacidad para iniciar, detener y modificar una
conducta en respuesta a un estímulo que cambia; b) incapacidad para llevar a cabo
una serie de actos consecutivos que permitan resolver un problema; c) incapacidad
para organizar un plan de acción e incapacidad para inhibir respuestas inapropiadas
y perseveración o repetición anormal de una conducta.
En la tabla I, se muestran una serie de 20 síntomas que pueden presentar los pacientes con
un síndrome disejecutivo.
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TABLA I
Los lóbulos frontales ocupan 1/3 de la corteza cerebral del ser humano. Constituyen una región
de la corteza cerebral cuya función sigue sin estar definida completamente. Luria la describió
como la porción más compleja y de desarrollo más reciente del sistema nervioso central [3].
También constituye la porción más desarrollada con respecto a los cerebros de animales
próximos filogenéticamente. Se pensó, por tanto, que en esta región debería encontrarse la
diferencia básica entre seres humanos y animales, la "inteligencia". La sorpresa llegó cuando
se observó que los pacientes con lesiones frontales obtenían resultados normales en los tests
psicométricos que evalúan dicha función, si bien es cierto que en su vida real el paciente no se
comportaba de forma "inteligente". En los años 70, autores clásicos [4] todavía hablaban de los
misteriosos lóbulos frontales. Curiosamente, en el año 2000 aparecerán revisiones dando ese
título de "misteriosas" a determinadas regiones de la corteza frontal [5]. La historia continúa.
259
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Parece evidente que, de alguna forma, esa "diferencia anatómica", ha permitido al ser humano
sobrevivir y dominar sobre otras especies, lo que supone una capacidad idónea de adaptación
al medio [6], a la vez que una independencia del mismo a la hora de llevar a cabo determinadas
conductas [7]. Esta capacidad para llevar a cabo conductas complejas, que reside en una parte
del lóbulo frontal, la corteza prefrontal, tiene una base anatómica clara. La corteza prefrontal
está conectada con la práctica totalidad de las áreas corticales, subcorticales y límbicas, lo que
le proporciona información de toda clase de eventos externos e internos, pudiendo conectar
ambos entre sí. Ello sitúa a la corteza prefrontal en posición de poder valorar la respuesta más
adecuada a un estímulo concreto, dependiendo de las condiciones externas y de la situación
del individuo.
Los límites anatómicos de los lóbulos frontales son: la circunvolución central, que los separa
del lóbulo parietal; la cisura de Silvio, que los separa del lóbulo temporal, y el cuerpo calloso,
que los separa de estructuras subcorticales [8]. A su vez la corteza del lóbulo frontal se puede
dividir en 3 regiones, en relación con el tipo histológico de las mismas (tabla II):
Corteza paralímbica: que comprende la región anterior del giro en cíngulo (áreas 24, 25, 32).
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Las lesiones en las áreas motora-premotora producirían hemiplejía y/o afasia y/o desviación de
la mirada al lado contrario de la lesión. Desde el punto de vista histológico, la corteza prefrontal
es un área de asociación heteromodal o supramodal, lo que representa un mayor número y
complejidad de conexiones [9]. Según Mesulam [10], en estas áreas de asociación es donde
las sensaciones se transforman en conceptos y pensamientos, convirtiéndose después en
lenguaje y otras conductas.
Estos tres últimos son los que nos interesan, y de los que hablaremos en lo sucesivo, porque
su lesión da lugar al síndrome disejecutivo. En la tabla III se resumen estos tres circuitos
frontosubcorticales.
Los circuitos tienen una estructura básica: conectan el lóbulo frontal con el núcleo estriado, el
pálido, la sustancia negra, el tálamo y de nuevo la corteza frontal (figura 1). Todos los circuitos
comparten estructuras en común, pero se mantienen separados anatómicamente. En estos
circuitos intervienen varios neurotransmisores. La proyección corticoestriatal está constituida
por neuronas glutaminérgicas excitadoras. El GABA es el neurotransmisor inhibitorio de la
proyección entre el estriado y el pálido y entre el pálido y el tálamo. Finalmente, la proyección
talamocortical es excitatoria. Otros transmisores como la acetilcolina, la dopamina y la
serotonina también están presentes en el circuito y podrían tener repercusiones clínicas y
terapéuticas [12].
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TABLA II
TABLA III
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FIGURA 1
Síndromes clínicos
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• Reducción de la fluidez verbal y no verbal: si bien los pacientes con lesión estricta
prefrontal no tienen un síndrome afásico, sí presentan dificultades para generar
palabras, lo que llamamos fluidez verbal, y para la comprensión de estructuras
gramaticales tanto en el lenguaje oral como escrito. El lenguaje tiende a ser
escaso, por lo que aunque la capacidad lingüística pueda parecer normal en la
conversación espontánea, se observan anomalías en tests específicos.
Según algunos autores [22], es característico que determinadas lesiones
frontales, concretamente en el giro inferior izquierdo, produzcan alteraciones en
algunas tareas como las de generar verbos en respuesta a nombres concretos
que se dicen o escriben al paciente, por ejemplo, ante la palabra "aguja" surge
"coser" o ante "coche", "conducir".
También se observa escasa fluidez a la hora de realizar dibujos espontáneamente
y dificultades para copiar figuras complejas (mala estrategia).
264
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Varios estudios sugieren diversos tratamientos para mejorar la función ejecutiva. Los fármacos
con más posibilidades de éxito parecen ser los dopaminérgicos, el deprenilo, los estimulantes,
los antidepresivos tricíclicos a dosis bajas y los antagonistas alfa-adrenérgicos [25], pero los
resultados no son alentadores.
El síndrome orbitofrontal se produciría por una lesión a cualquier nivel del circuito orbitofrontal
pero especialmente por lesión de las áreas basales 11 y 12 de Brodmann. Una causa frecuente
de lesión en esta región es la ruptura de un aneurisma de la arteria comunicante anterior. Un
caso clásico ya en la literatura es el del paciente EVR descrito por Damasio, aunque la causa
de la lesión en dicho caso fue un meningioma [26].
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Aunque no hay ningún tratamiento eficaz, se han ensayado varios fármacos para mejorar la
desinhibición de estos pacientes, como benzodiacepinas, propranolol, carbamacepina, ácido
valproico, litio y agonistas sorotoninérgicos.
Sarazin et al. demuestran en un excelente trabajo de flujo cerebral esta dualidad de síntomas,
disejecutivos, versus alteración de personalidad, en pacientes frontales según la localización
de la lesión en la corteza dorsolateral u orbitaria [30].
El síndrome mesial frontal se produce por una lesión a cualquier nivel del circuito mesial, pero
especialmente por lesión del área 24, la región anterior del giro en cíngulo. Un caso clásico con
este síndrome fue descrito por Mesulam [31] y sus características son las siguientes:
• El principal síntoma, especialmente si se trata de lesiones bilaterales, es el
mutismo acinético. El paciente está despierto, pero sumido en una total apatía y
no muestra ningún tipo de emoción [32]. Sólo responde a sus propios motivos, es
decir, no contesta a las preguntas ni presenta respuestas motoras. Sin embargo,
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Este síndrome, que no es frecuente en la clínica neurológica, se puede observar con infartos
bilaterales en el territorio de la arteria cerebral anterior. Es notorio que este síndrome es el que
mejor correlación anatomicoclínica tiene. La mayoría de los pacientes con lesiones cingulares
mostrarán esa conducta a diferencia de los pacientes con lesiones en las regiones
dorsolaterales u orbitarias, quienes no presentan los síntomas correspondientes en el cien por
cien de casos.
TABLA IV
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FIGURA 3
FIGURA 4
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Las principales entidades que pueden dar lugar a un síndrome frontal son (tabla V):
• Vasculares: la ruptura de un aneurisma de la arteria comunicante anterior es una
causa común de síndrome frontal, pues la hemorragia puede causar un daño
directo; además, tras el sangrado se puede producir un espasmo arterial que
condicione una lesión isquémica en la región orbitofrontal. Si la lesión que se
produce es extensa puede abarcar además al núcleo accumbens y otras
estructuras límbicas originando un síndrome amnésico.
Los infartos, tanto del territorio de la cerebral anterior como de la cerebral media,
que irriga la región dorsolateral de los lóbulos frontales, son otra causa de
síndrome frontal. Como se mencionó, el infarto de ambas cerebrales anteriores
es la causa más frecuente de mutismo acinético.
Lesiones a distancia: suelen ser lesiones que ocurren a lo largo de los circuitos
comentados como, por ejemplo, en el núcleo caudado (enfermedad de
Huntington, infartos caudados) [33], lesiones talámicas [34] y palidales [35], tanto
isquémicas como tóxicas; el caso clásico de abulia producida por lesión palidal es
la intoxicación por CO. Además, diversas enfermedades mesencefálicas, como la
parálisis supranuclear progresiva [36].
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TABLA V
TABLA VI
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Recuerdo histórico
Son ya clásicos los experimentos con ablaciones quirúrgicas, lobotomías y leucotomías, que
permitieron en el primer tercio del siglo el estudio de la conducta. En los años 30, Egas Moniz,
prominente neurólogo portugués, basándose en estudios con chimpancés, realizó las primeras
lobotomías en humanos, para aliviar enfermedades psiquiátricas que cursaban con ansiedad
extrema [38]. Con tal técnica, los chimpancés parecían curarse de neurosis provocadas
experimentalmente, además de no presentar como secuela un defecto focal neurológico. Por
entonces se estableció que el lóbulo frontal influía en la conducta, si bien no quedaba aclarado
en qué forma.
Más recientemente varias técnicas han permitido estudiar la corteza frontal desde diversos
puntos de vista. Así, la resonancia magnética nuclear ha ofrecido una visión anatómica
detallada, mientras que otras técnicas permiten un estudio funcional y metabólico, como la
resonancia magnética funcional o la tomografía por emisión de positrones.
Mediante la estimulación de una región de interés (en nuestro caso la corteza prefrontal), con
una corriente magnética de determinadas características, se provoca "una disfunción"
transitoria en dicha región, con lo que se pueden estudiar las consecuencias neuropsicológicas
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Exploración neurológica
A simple vista los pacientes con lesión frontal no muestran signos focales llamativos, no
presentan defectos motores, sensitivos ni del campo visual. Los pares craneales, los reflejos y
la coordinación son normales, así como los reflejos musculares. El lenguaje puede ser normal,
o existir una tendencia al mutismo. Sin embargo, pueden aparecer los siguientes síntomas y
signos, que se resumen en la tabla VII.
• Acinesia: los pacientes tienden a moverse poco y no ponen atención a nuevos
estímulos. Este defecto es más común después de lesiones mesiales.
• Reflejos anormales: hay una serie de reflejos primitivos presentes en el niño y que
desaparecen al madurar, pero que reaparecen tras una lesión frontal, como son
el reflejo de prensión forzada (grasping), la hocicación, (al tocar los labios al
paciente), el seguimiento visual forzado de un objeto en movimiento frente al
paciente (groping) y el palmomentoniano (contractura de la borla de mentón al
estimular la palma de la mano).
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• Alteración del olfato (anosmia): tras lesión orbitofrontal, por sección del nervio
olfatorio en la lámina cribosa, tras traumatismos o cirugía de la zona.
Exploración neuropsicológica
• Generalidades
Como se ha comentado, el lóbulo frontal se ha considerado el "lugar" en que
reside la inteligencia. Sin embargo, los tests psicométricos muestran que los
pacientes frontales presentan una inteligencia normal. Actualmente resulta
evidente que funciones complejas, como la inteligencia, no residen en un área
concreta cerebral, sino que son el resultado de múltiples conexiones neuronales
que forman redes entre diversas regiones corticales y subcorticales [45]. Sí que
existen regiones especializadas en el análisis y procesamiento de un tipo de
información; en el caso del lóbulo frontal y debido a que tiene acceso a toda la
corteza, su principal acción parece ser la de un ordenador general de funciones y
"director de orquesta", que elegiría un patrón de conducta apropiado para un
contexto dado [46, 7].
Todos los síntomas de los que hemos hablado anteriormente son cuantificables
con tests estándar, dando una idea de la calidad y cantidad de síntomas que el
enfermo padece. El interés de concretar el tipo de defecto que presenta un
paciente reside en mejorar el conocimiento del problema, nos ayuda a
comprender cómo funciona el lóbulo frontal y puede facilitar la rehabilitación de
algunos defectos. Existen algunas excepciones y estas alteraciones no son
siempre muy evidentes. Algunos pacientes con lesiones frontales de considerable
tamaño tienen exploraciones neurológicas y neuropsicológicas normales. Este
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Por último, recordar que sea cual sea el test utilizado, el dato que mejor discrimina
un paciente frontal de otro con otro tipo de lesión cerebral es la presencia de
perseveración (en respuestas verbales, al dibujar, en los tests de fluidez verbal,
etc.) [53].
• Tests neuropsicológicos
Síndrome dorsolateral
• Función ejecutiva
1. En el test de inteligencia de WAIS, hay subtests que podrían servir para medir
esta función, como las "semejanzas", en que se pide al sujeto que descubra
una característica común entre 2 objetos concretos o abstractos; la
"comprensión", en que al paciente se le hacen preguntas sobre qué haría en
el supuesto de encontrarse en una situación determinada; el "rompecabezas",
en el que debe formar una figura completa con varias piezas.
2. La capacidad de razonamiento abstracto se puede valorar haciendo que
interprete refranes o noticias del periódico.
Estos tests comentados tienen en sí cierta validez ecológica puesto que
plantean al sujeto situaciones de la vida real, aunque es evidente que en la
vida real las situaciones y opciones de respuesta son múltiples y poco
estructuradas.
3. El WCST es el test clásico de exploración frontal. El sujeto debe ordenar una
serie de cartas con dibujos por el color, la forma o el número de elementos
que contenga cada una de ellas (categorías). El paciente debe deducir como
ordenarlas por nuestra respuesta, que será únicamente sí o no según si la ha
ordenado de acuerdo a una de las categorías, pero no podrá recibir una
explicación más compleja que le permita deducir cómo realizar el test. Los
pacientes tienden a reiterar en la misma categoría (color, forma, número) o a
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• Memoria de trabajo
En general, se trata de tests en los que se proporciona una pequeña información
al sujeto, tales como uno o varios números (paradigma de Sternberg) [57] o 3
letras (trigramas) [16], y después se le distrae con otra tarea durante un tiempo
variable, generalmente unos segundos, pidiéndole que recuerde lo que le hemos
dicho al principio.
• Secuenciación
Hay numerosas evidencias que demuestran que los pacientes frontales tienen
dificultades para seguir, recordar o aprender una secuencia, ya sea motora, de
palabras, etc. Nuestro grupo realizó un trabajo utilizando un test, Serial Reaction
Time Task [18], que mide el tiempo de reacción mientras se realizan secuencias
motoras en el teclado de un ordenador. Los pacientes con lesión prefrontal no
eran capaces de aprender la secuencia motora y este déficit se correlacionaba
con una incapacidad en el aprendizaje de una secuencia de palabras.
• Lenguaje
Los pacientes frontales tienen una escasa fluidez verbal y no verbal, que se
detecta fácilmente haciendo que el sujeto recite en 1 minuto palabras que
empiezan con una determinada letra o palabras de una categoría (animales,
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comidas, etc.); esta última tarea parece más fácil pues se obtienen mejores
resultados [58].
• Programación motora
Es sorprendente ver la dificultad que tienen los pacientes con una lesión frontal
para realizar una serie de actos motores que aparentemente son muy sencillos,
tales como poner un puño en la mesa, después la palma y después la mano de
canto. O poner una mano hacia arriba y la otra hacia abajo, realizando
movimientos alternantes [3].
Síndrome orbitofrontal
Esta conducta puede ser ya obvia durante la exploración del paciente, pero se
hace más manifiesta poniendo una serie de objetos a su alcance y viendo si trata
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
de usarlos. Por ejemplo, se puede poner unas gafas encima de las suyas, o puede
tratar de fumar al ver un cigarrillo, aunque no sea fumador [27, 28].
En la tabla VIII se hace un resumen de las distintas funciones frontales y tests que las miden
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TABLA VII
TABLA VIII
En este capítulo hemos explicado los síntomas y el diagnóstico de pacientes con lesiones
frontales. De forma didáctica hemos dividido el conjunto de síntomas en tres tipos, dependiendo
de la situación de la lesión que los provoca. Hay que mencionar que, en la práctica clínica, esta
división tan exacta no se ve con frecuencia y lo habitual es que los pacientes presenten
síntomas mezclados, dado que las lesiones no se suelen ceñir estrictamente a los territorios
dorsolateral, orbitario y mesial.
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El patrón del síndrome frontal está determinado no sólo por la ubicación de la lesión –de hecho,
puede ocurrir sin lesión aparente– sino por otros factores, como el lado de la misma.
Determinadas funciones en las que interviene el lenguaje se afectan de mayor forma con
lesiones izquierdas, mientras otras que requieren mayor atención parecen afectarse por
lesiones derechas; así mismo la depresión es más frecuente con lesiones izquierdas y la
euforia, con derechas. El tamaño de la lesión es importante, siendo más evidente con lesiones
bilaterales y extensas. La antigüedad de la lesión también influye, de tal modo que con lesiones
muy antiguas los pacientes se pueden comportar como personas sanas [49]; con el tiempo se
ponen en marcha los fenómenos de plasticidad neuronal y el síndrome frontal se hace menos
intenso. También influyen la personalidad previa del paciente y la edad a la que ocurrió la lesión:
a más jóvenes, menor defecto.
El síndrome frontal no aparece completo, es decir, no todos los pacientes presentan todos los
síntomas que hemos comentado y además estos pueden fluctuar y cambiar en intensidad
según el contexto en que se explore. Por ejemplo, no es infrecuente que un paciente con
reconocidos problemas de comportamiento o ejecutivos, se comporte perfectamente en la
consulta médica.
El síndrome frontal puede ser un cajón de sastre donde incluyamos a pacientes con conductas
"anormales" simplemente (un sociópata ¿lo sería por tener una disfunción frontal?). Por lo tanto,
el diagnóstico de síndrome frontal debe ser muy cuidadoso y estar basado en la exploración
neuropsicológica (tabla IX).
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Introducción
Dos han sido, desde la Antigüedad, los modos en que el hombre se ha aproximado al estudio
de la memoria: una actitud "psicológica", basada en analogías, y una actitud "anatómica",
basada en la localización. Desde la perspectiva psicológica, Platón comparaba en su
Theaetetus la fijación mnésica a la impresión que un sello produce en un bloque de cera.
Entretanto, desde una visión anatómica, otros discutían acerca de la localización del alma,
fuente toda la actividad intelectual. Durante los dos últimos siglos hemos asistido a un
progresivo diálogo e integración de ambas perspectivas cuyo fruto ha sido un espectacular
avance en el conocimiento del funcionamiento de la memoria, así como en el diagnóstico de
los distintos procesos que la alteran.
Enfoque psicológico
Los orígenes de los modelos mnésicos modernos se remontan a William James (1842-1910)
quien, basándose en la introspección, introdujo la distinción entre memoria primaria y
secundaria. Las nuevas experiencias no desaparecen inmediatamente de la consciencia, sino
que permanecen durante un corto período de tiempo como "la parte más distante del presente".
Los contenidos de esta memoria primaria podrían pasar a la memoria secundaria, un gran
almacén dentro del cual todo nuestro conocimiento queda permanentemente guardado.
Atkinson y Shiffrin ampliaron este modelo con la introducción del concepto de memoria
sensorial, una serie de almacenes o registros de activación muy breve que funcionan en
paralelo y permiten el paso de la información a la memoria a corto plazo (que equivale al
concepto de memoria primaria) (figura 1).
La distinción entre memoria o almacén a corto plazo (MCP) y memoria o almacén a largo
plazo (MLP) (que equivale al concepto de memoria secundaria) ha recibido abundante
confirmación en estudios experimentales con sujetos sanos y en pacientes con distintos
síndromes amnésicos.
281
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
El modelo de los almacenes mnésicos se fue enriqueciendo a partir de los años setenta con la
elaboración del modelo de los sistemas mnésicos, los cuales actuarían en paralelo, dentro de
la MLP. El criterio diferenciador en este caso es la naturaleza del material almacenado. A
Tulving debemos la conceptualización de los tres sistemas mnésicos más relevantes para la
práctica clínica (figura 2):
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FIGURA 1
FIGURA 2
FIGURA 3
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FIGURA 4
Perspectiva anatomoclínica
El primer correlato anatomoclínico de un caso de amnesia se remonta al 1900, año en que von
Bechterew publicó el caso de un hombre de 60 años que tuvo en vida pérdida de memoria, y
cuyo cerebro presentaba lesiones en la parte medial del lóbulo temporal. Posteriormente,
observaciones en pacientes epilépticos y esquizofrénicos a los que se practicaba una resección
temporal mesial bilateral confirmaron la importancia de esta región en la memoria. Estudios
más recientes en pacientes con lesiones circunscritas han permitido establecer correlaciones
más precisas.
284
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NEUROPSICOLOGÍA (Psicología)
Tras el lóbulo temporal y el diencéfalo, el prosencéfalo basal es la tercera región más relevante
en el estudio de la memoria episódica. Se piensa que las neuronas colinérgicas son las
responsables (núcleo septal medial, banda diagonal de Broca, núcleo basal de Meynert).
Síndromes amnésicos
Existen distintos síndromes amnésicos que permiten, desde una perspectiva clínica, apuntar
hacia una localización anatómica que ayuda en el diagnóstico etiológico. El síndrome amnésico
secundario a la lesión en alguno de los tres niveles mencionados en el apartado anterior posee
un núcleo de características clínicas y neuropsicológicas que constituyen lo que habitualmente
se denomina "síndrome amnésico clásico". Su diagnóstico tiene indudable trascendencia en
la práctica clínica, ya que permite apuntar hacia una topografía y etiología lesional. Otros tipos
de amnesia, que se presentan como déficits selectivos de distintas funciones mnésicas, aunque
son verdaderas rarezas, permiten avanzar en el conocimiento de la estructura y funcionamiento
de la memoria humana. Se describen a continuación los síndromes amnésicos más relevantes.
Por orden aproximado de frecuencia, las causas más frecuentes del síndrome amnésico clásico
son la amnesia global transitoria, el síndrome de Wernicke-Korsakoff, la anoxia cerebral, el
trauma craneal, la encefalitis herpética y la encefalitis límbica paraneoplásica.
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Bajo este concepto, introducido por Kapur en 1992, se engloban pacientes que presentan una
afectación prominente de la memoria declarativa retrógrada con afectación variable de la
memoria declarativa anterógrada. La memoria a corto plazo, la memoria semántica, la memoria
no declarativa y las demás funciones intelectivas están preservadas. Se asocia a lesiones
temporales que respetan el hipocampo. Las causas más frecuentes son el trauma craneal, la
epilepsia temporal, la insuficiencia vertebrobasilar y la amesia psicógena (tabla II).
Demencia semántica
El primer caso de demencia semántica fue descrito por Warrington en 1975, aunque el término
fue acuñado posteriormente por Snowden y colaboradores. Cursa con afectación prominente
de la memoria semántica, estando la memoria a corto plazo, la memoria episódica, la memoria
no declarativa, los aspectos gramaticales del lenguaje y las demás funciones intelectivas
preservadas (tabla III). La neuroimagen muestra atrofia temporal inferolateral. En las pocas
necropsias disponibles se ha encontrado enfermedad de Pick.
TABLA I
TABLA II
TABLA III
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Conclusiones
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Concepto de demencia
La utilización del término demencia se remonta a los orígenes de la medicina [1]; inicialmente
el concepto demencia era muy amplio, abarcaba prácticamente cualquier tipo de trastorno
mental o de conducta. Este sentido es el que podemos encontrar en las definiciones del término
que se ofrece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española [2] o en la
Enciclopedia Larousse Universal [3] (tabla I).
En 1793, Culen fue el primero en reconocer la demencia senil como una entidad médica, pero
hubo que esperar hasta el siglo XIX para que el término demencia se utilizara para referirse de
forma específica a una afectación cognitiva global y adquirida, diferenciada del retraso mental,
delirio y procesos que cursan con alteración del pensamiento [4].
El concepto clínico de demencia ha cambiado a lo largo de los años y una excelente perspectiva
histórica ha sido recientemente perfilada por el Prof. Martínez Lage [1]. Según Paul Castaigne
[5], "el término demencia aglomera nociones arrastradas desde hace años y sigue en busca de
una significación más homogénea y precisa"; cada nueva definición ha ido aportando matices
al concepto de demencia, sin agotarlo. En la tabla II se recopilan algunas definiciones clínicas
de demencia sugeridas en los últimos 20 años por señeras figuras de la neurología [6, 10].
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Estos caracteres van a determinar los criterios operativos que posteriormente analizaremos y
condicionar el diagnóstico diferencial con otras entidades.
Existen tres características que, si bien están presentes en un importante número de casos, no
están implícitas en el concepto de demencia, por lo que necesario hacer hincapié en ello por
cuanto su errónea asociación al concepto de demencia determina frecuentes errores; éstas son
las siguientes:
1 Carácter progresivo: aunque el mayor contingente de demencias se asocia a la
etiología degenerativa que conlleva progresividad, existen causas de demencia
que por el contrario determinan un cuadro estático (traumatismos, etc.).
2 Irreversibilidad: algunas demencias son reversibles una vez tratadas las causas
que las determinan.
3 Senilidad: aunque mucho más frecuente en edades avanzadas, la demencia
puede aparecer a cualquier edad.
TABLA I
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TABLA II
Todas estas aportaciones históricas han cristalizado en el consenso entre expertos para definir
una serie de criterios diagnósticos de demencias. En la actualidad los criterios más utilizados
son los correspondientes a la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización
Mundial de la Salud en su 10ª Revisión (CIE-10) [12, 13] y los elaborados por la American
Psychiatry Association (DSM-IV) [14]; estos dos documentos no sólo contemplan los criterios
operativos diagnósticos, sino que incluyen también una descripción general de demencia,
especialmente extensa en el caso del DSM-IV, que incluye información adicional sobre
prevalencia, caracteres clínicos, curso y diagnóstico diferencial.
Los criterios de la American Psychiatry Association actualmente vigentes son los DSM-IV [14]
y datan de 1994. En realidad, son criterios muy similares a los publicados por este mismo grupo
de trabajo en 1987 (DSM-III-R [15]), con las siguientes matizaciones:
Por otro lado, la DSM-IV también matiza el criterio de la DSM-III-R que establecía la necesidad
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Por último, pero sin ser considerado como criterio específico, se establece que no se puede
diagnosticar una demencia si estos síntomas se presentan exclusivamente durante el curso de
un síndrome confusional.
La CIE-10 está formada por dos documentos; en el primero [12], se recogen las descripciones
clínicas, las pautas para el diagnóstico y el diagnóstico diferencial de las distintas entidades, y
en el segundo [13] se exponen criterios diagnósticos mucho más estrictos concebidos para su
uso en investigación.
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TABLA III
TABLA IV
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TABLA V
Igualmente, ambos criterios tienen en consideración sólo los síntomas cognitivos para el
diagnóstico, y olvidan que el síndrome de demencia conlleva igualmente síntomas no cognitivos
que en muchos casos prevalecen sobre los primeros.
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de una de las mayores críticas suscitadas por los criterios diagnósticos comentados, la baja
fiabilidad interobservador. Algunos estudios en muestras de base comunitaria encuentran un
índice de fiabilidad interobservador muy bajo (índice kappa de 0,54 [17]); la variable que más
influye en la fiabilidad interobservador es la experiencia del explorador [18].
Un problema aún mayor es la baja concordancia intercriterios. En 1997 Erkinjuntti et al. [19]
publicaron en NEJM un esclarecedor estudio en el que se examinaron una cohorte de 1879
personas de 65 o más años de edad y se les diagnosticó según distintos criterios diagnósticos,
entre ellos los de CIE-10 y DSM-IV; los resultados se compararon con el diagnóstico
consensuado por un grupo de expertos que se consideró como el patrón-oro en el diagnóstico
de la demencia.
TABLA VI
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FIGURA 1
Diagnóstico diferencial
Deben ser considerados en el diagnóstico diferencial de las demencias, todos los procesos
que contravienen alguno de los "elementos nucleares" del concepto de demencia que hemos
considerado previamente, por lo que:
1 Cuadros no adquiridos: se incluyen en este apartado todos los procesos
congénitos, globalmente encuadrados dentro del grupo del retraso mental y la
oligofrenia.
2 Cuadros no orgánicos: conforman un grupo de trastornos conocidos
clásicamente como "pseudodemencias" y que aparecen en relación con un
trastorno psiquiátrico o simulación; podemos incluir en este grupo los falsos
diagnósticos de demencia secundarios a bajos rendimientos en las pruebas
neuropsicológicas y que tienen su origen en un bajo nivel cultural/educativo.
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Merece la pena detenernos de forma más detallada en algunos de estos trastornos que pueden
remedar una demencia y cuya identificación es importante desde el punto de vista de
diagnóstico, terapéutico y pronóstico.
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aquellos sujetos en los que el cuadro es "benigno" y aquellos otros en los que éste no es más
que el heraldo de un proceso patológico progresivo.
En esta misma línea de establecer una entidad en relación con los cambios puramente
fisiológicos relacionados con la edad, el DSM-IV [14] recoge en su capítulo de "Otros problemas
que pueden ser objeto de atención médica" y bajo el epígrafe R41.8, el concepto de "Deterioro
cognoscitivo relacionado con la edad [780.9]" (DECAE), definido por: "Deterioro de la
actividad cognoscitiva, demostrado objetivamente, a consecuencia de la edad y que está dentro
de los límites normales de esa edad. Los individuos con este déficit pueden tener problemas
para recordar nombres o citas y experimentar dificultades para solucionar problemas complejos.
Esta categoría sólo debe usarse tras haber determinado que el deterioro cognoscitivo no es
atribuible a un trastorno mental o a una enfermedad neurológica". Se han desarrollado unos
criterios operativos para esta entidad [23] que se recogen en la tabla VII.
Se han descrito otras entidades como la "Alteración cognitiva leve del anciano" [24] con
pequeñas diferencias entre los criterios diagnósticos, que lejos de clarificar la cuestión,
promueven a la confusión.
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TABLA VII
TABLA VIII
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TABLA IX
El término de pseudodemencia comenzó a utilizarse en el año 1900 por Wernicke para referirse
a las manifestaciones mentales de algunas reacciones histéricas crónicas [26], pero su uso no
comienza a generalizarse hasta 1961 en que Kilho lo utiliza para designar cuadros de alteración
cognitiva asociados a trastornos psiquiátricos, principalmente depresión y trastornos de
conversión [26]. Gana desde entonces especial predicamento el concepto de pseudodemencia
depresiva.
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Aparte de la depresión, otros cuadros psiquiátricos como el trastorno bipolar, las alteraciones
del ánimo y la esquizofrenia pueden presentar alteraciones cognitivas de variada intensidad, en
algunos casos, verdaderas demencias.
El término "pseudodemencia" referido a las manifestaciones cognitivas de las enfermedades
psiquiátricas, es recomendable abandonarlo por dos razones:
1 Fomenta la falsa idea de que los trastornos psiquiátricos carecen de base orgánica
[28].
Así pues, habría que reservar el término "pseudodemencia" para los verdaderos casos de "falsa
demencia", limitados a los casos de simulación y sobresimulación cada día más frecuentes y
favorecidos por las reclamaciones económicas por incapacidades laborales o accidentes de
tráfico, o a los diagnósticos "falsos positivos" debidos a las limitaciones de los tests
diagnósticos; esta última circunstancia es mucho más improbable por cuanto el diagnóstico no
debiera basarse sólo en los resultados de unas pruebas sino en la constatación adicional de
una pérdida con respecto a un nivel previo y en la existencia de repercusión funcional.
TABLA X
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El SCA siempre obedece a una causa orgánica o tóxica (tabla XII); muy frecuentemente se da
asociado a trastornos cognitivos o demencia, cuando no es la primera manifestación de estos
cuadros, lo que dificulta su diferenciación. En los casos de coexistencia de SCA y demencia, la
causa puede ser nimia como un cambio de ambiente (ingreso hospitalario, cambio de domicilio),
o poco aparente, como una retención urinaria o una impactación fecal.
Las claves del diagnóstico diferencial (tabla XIII) residen en el curso agudo/subagudo, el curso
fluctuante y el predominio de las alteraciones atencionales, sensoperceptivas y
neuroconductuales. Es de trascendental importancia el diagnóstico correcto de esta entidad por
su carácter en general tratable y reversible.
TABLA XI
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TABLA XII
TABLA XIII
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