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Durante siglos, el Imperio romano se extendió alrededor de todo el mar Mediterráneo. Estas
tierras estaban unidas bajo una misma unidad política, hablaban la misma lengua y compartían las
mismas leyes y formas de vida. Además, tenían una red de ciudades, calzadas y la misma moneda.
Con el hundimiento de Roma a finales del siglo V, esta unidad desapareció y los territorios que
bordeaban el Mediterráneo se fragmentaron en diferentes civilizaciones.
A principios del s. V, los hunos (pueblo nómada dedicado a la ganadería, además de hábiles
guerreros y jinetes que conquistaban y saqueaban otros pueblos), dirigidos por Atila, invadieron y
arrasaron el Imperio romano de Occidente. Tras ser derrotados en la Galia, abandonaron los territorios
del Imperio romano.
Huyendo de los hunos, los pueblos germánicos que vivían al otro lado del Rin y del Danubio
irrumpieron en masa en el Imperio de Occidente buscando refugio. Los germanos se fueron adueñando
de un Imperio cada vez más débil. Finalmente, Odoacro, un guerrero germano, derrotó al último
emperador y fue proclamado rey.
La ruptura que supuso la caída de Roma, en el año 476, marca el inicio de la Edad Media. Este
período histórico se extendió hasta la caída de Constantinopla en el año 1453, en manos de un ejército
turco -musulmán.
El Imperio romano de Oriente, más poblado y rico, logró sobrevivir. También sufrió guerras e
invasiones, pero los emperadores orientales resistieron pagando tributos a los bárbaros y firmando
tratados de paz.
La parte oriental del Imperio se mantuvo durante diez siglos (V-XV) bajo el nombre de Imperio
bizantino, cuya capital era Bizancio y sobre la que el emperador Constantino fundó una nueva ciudad,
Constantinopla, ciudad con un enclave estratégico a nivel militar y comercial, gracias a su puerto y
ubicación. Con más de medio millón de habitantes, se convirtió en la nueva Roma.
A partir del siglo VII, Bizancio perdió buena parte de las conquistas de Justiniano. En los siglos
siguientes, Bizancio pudo recuperar su prosperidad, pero a partir del siglo XI, el Imperio empezó a
debilitarse.
Los turcos conquistaron la mayor parte de los territorios bizantinos, y en el año 1453 se
apoderaron de Constantinopla. El Imperio bizantino desapareció definitivamente.
El emperador bizantino se convirtió en el gran poder del Oriente romano, pero, tras Justiniano,
cada vez fue separándose más de Roma y adquiriendo su propia identidad.
En la corte se fue reemplazando el latín por el griego como lengua oficial, y el emperador era
llamado basileus (rey).
En el año 1054, las dos Iglesias se separaron en el llamado Cisma de Oriente. Los bizantinos se
denominaron ortodoxos, es decir, los que interpretaban mejor la palabra de Dios.
En contacto con los romanos, los germánicos se impregnaron de muchas de sus tradiciones. El
latín siguió siendo la lengua oficial, adoptaron muchas leyes romanas y el cristianismo se impuso como
religión oficial.
Aunque muchos de los ciudadanos romanos conservaron sus bienes y propiedades, los
germanos se convirtieron en la nueva élite dominante. Los guerreros y propietarios agrarios reforzaron
su poder mientras los antiguos grupos urbanos (comerciantes, artesanos, etc.) entraron en declive. El
motivo fue que las incursiones y saqueos de los pueblos bárbaros generaron terror entre la población,
creando inseguridad. La prosperidad del comercio desapareció y las ciudades fueron decayendo. La
agricultura se convirtió en la actividad dominante y los que poseían la tierra tenían la fuerza y el poder,
por lo que los ciudadanos se refugiaron en el campo.
La cultura era un lujo en un mundo dominado por el esfuerzo para sobrevivir. La mayoría de la
población no recibía instrucción, la lectura y escritura quedaron reducidas a clérigos y monjes, que
crearon monasterios para dedicarse a la oración y la cultura.
Empujados por los hunos, los suevos, vándalos y alanos entraron en Hispania en el año 409. Los
visigodos llegaron a la Península Ibérica y expulsaron a vándalos y alanos hacia el Norte de África y
arrinconaron a los suevos en Galicia. A cambio, se les permitió asentarse en el sur de Galia e Hispania,
donde formaron el reino de Tolosa.
A principios del siglo VI, los francos del Norte de la Galia derrotaron a los visigodos en la batalla
de Vouillé (507) y los expulsaron al Sur de los Pirineos.
Tras su expulsión de la Galia, los visigodos se expandieron por Hispania y crearon un reino, que
fijó su capital en Toledo en el 554. Aunque no eran numerosos, dominaron a los hispanos y se
repartieron gran parte de sus tierras. Así, junto con los propietarios hispanorromanos, formaron el
grupo social aristocrático y privilegiado.
A principios del siglo VIII, el estado visigodo se debilitó por las disputas entre nobles, lo que fue
aprovechado por un ejército musulmán, procedente del Norte de África, que cruzó el estrecho de
Gibraltar (711) y derrotó a Rodrigo, último monarca visigodo.
El reino de los francos era muy extenso. A principios del siglo VIII, un noble franco, Carlos Martel,
dirigió el ejército contra los musulmanes que intentaban avanzar sobre Francia y los derrotó en la
batalla de Poitiers (732).
Su hijo, Pipino el Breve, se convirtió en rey de los francos y fundó la dinastía carolingia.
Carlomagno quiso reconstruir la antigua unidad del Imperio romano de Occidente. Por ello, en
el año 800, fue coronado por el papa León III como el nuevo emperador de las tierras de Occidente.
Estableció su corte en Aquisgrán y dio lugar a un renacimiento cultural.
Para poder administrar un imperio tan extenso, recaudar impuestos y hacer cumplir la ley,
Carlomagno ideó una nueva forma de gobernar:
- Para defender las fronteras de su imperio creó las marcas, territorios fronterizos con
numerosas tropas dirigidas por un jefe militar, el marqués.
- Para gobernar más eficazmente, dividió el imperio en condados, gobernados por condes en
su nombre.
- Para asegurarse de que se cumplían sus mandatos, creó los missi dominici, unos inspectores
que vigilaban la actuación de los condes, marqueses y demás funcionarios.
Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, dividió los territorios del imperio entre sus tres hijos:
Lotario, Luis y Carlos.
Lotario, al ser el primogénito, fue nombrado emperador e intentó imponer su autoridad. Pero
sus hermanos Luis y Carlos se rebelaron, le vencieron y le obligaron a firmar el Tratado de Verdún
(843).
Debido a la importancia que tuvo la Iglesia, el arte dominante fue sobre todo un arte religioso.
En la Península Ibérica, las manifestaciones artísticas de los visigodos fueron una fusión de la
tradición romana con las aportaciones germánicas.
El arte bizantino.
- Grandes templos. Los templos bizantinos eran de grandes proporciones y con gran lujo de
materiales (mármoles) y decoración.
- Los iconos. Son imágenes religiosas elaboradas de acuerdo a unos prototipos que se repiten.
Suelen ser representaciones de la Virgen con el Niño en brazos, de Cristo en Majestad o de
escenas bíblicas. Se pintaban en paneles de madera y presentan un rico colorido sobre un
fondo dorado.
El arte visigodo.