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cación internacionalista.

Para demostrar estas dos aseveraciones, haremos un somero análisis


que debe hundir sus raíces en la propia historia de la universidad, sabiéndose que otra de las
características de la universidad han sido sus procesos de autocrítica o asimilación de juicios de
valor que desde los diferentes ámbitos se le han hecho, exigiendo una especie de “ponerse al
día”, en términos de más vinculación con la ciencia, o con la empresa, o supresión de cierto
tipo de estudios como el latín, por considerarlo inútil. Desde luego, ya en períodos iniciales y
más aún con el correr de los tiempos, también se acusó a la universidad de elitista. Y
ciertamente lo era, como nos lo demuestran los porcentajes y las estadísticas en cuanto a
número de alumnos, sectores de procedencia, vinculación con otros campos de actividad.
Claro que hay diferencias entre las universidades medievales, aquellas que surgen al amparo
de claustros y monasterios, en las que la égida de la Iglesia tiene una singular importancia;
pero esa vinculación con el conocimiento, con los saberes, le es consustancial. En los claustros
se refugia el conocimiento y se guardan los libros como tesoros que no están al alcance de
todos. La primera universidad que crea una cátedra de investigación es la de Cambridge en
1794, y luego son varias las universidades que, sobre todo en Europa y en los Estados Unidos,
están cada vez más conscientes de la necesidad de que los centros de educación superior,
además de enseñar conocimientos previamente acumulados, se dediquen a la investigación.
Todavía hoy en día se discute el rol de las universidades y el énfasis que deben tener, sea en
docencia o en investigación, o combinar estas dos vertientes. Las universidades han atraído a
los pensadores, a los científicos, como lo demuestra la gran cantidad de ganadores de premios
Nobel que dictan clases en las mismas, o quienes de alguna manera están vinculados a estos
centros de educación superior. Las universidades norteamericanas son las que concentran la
mayor cantidad de premios Nobel, no solamente de sus propios connacionales sino
profesionales de otras nacionalidades que han sido atraídos por las enormes posibilidades de
crear grupos de investigación y estudio y encontrar un ambiente adecuado para segque l

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