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Aparentes mejoras
Otra de las medidas que dispuso García fue el
incremento de los salarios, que fue de hasta 18% en el
primer año. Esto fue bien recibido por la población, pues
fue de la mano con la creación del programa ocupacional
de emergencia PROEM por dos años, el cual permitía al
sector público y privado contratar personal a plazo fijo. De
esta forma los empleadores podían evitar verse
afectados por la recientemente aprobada ley de
estabilidad laboral. Durante los dos primeros años, el
Perú volvió a la senda del crecimiento
económico. Retornó la exportación y la inflación se
redujo significativamente. Parecía que el plan de Alan
García estaba dando resultados. En temas de PBI, PBI
per cápita, exportaciones y producción industrial, el
crecimiento fue notable. Las industrias que más crecieron
fueron las que estuvieron dormidas durante la época de
Velasco: la industria metalmecánica, la química y las de
textiles, alimentos y bebidas.
A esto se sumó que la inflación mensual se redujo de
12.5% en abril de 1985 a tan solo 3.5% en setiembre de
ese mismo año, pero no hay que perder de vista el
indicador anual: 158.3%. Luego, en setiembre de 1986,
tras el avance de la inflación, se anunció un nuevo
aumento salarial mediante subsidios y se afirmó que este
sería superior al avance de la inflación. Si bien esa y
otras medidas implicaban un gasto que el Perú ya no
podía darse el lujo de abordar por las dificultades
para acceder al financiamiento extranjero, García
aseguró que las reservas del país podían soportar
sus políticas por tres años más.
De esta forma, la falta de recursos y el reducido nivel de
la inversión pública no contribuyeron a dar continuidad a
las subvenciones dispuestas ni a la generación de
empleos. Fue así como los efectos artificiales de las
políticas de García fueron apagándose y dando lugar a
un escenario tan real como preocupante: la crisis y la
hiperinflación.
La estatización de la banca
Es sabido que García tuvo el apoyo del sector
empresarial para llegar al poder, incluyendo el de una
parte del sistema financiero. Él había prometido que no
iba a estatizar la banca, sin embargo, en 1987,
sorprendió a todos con el anuncio de la estatización
de los bancos. La decisión de García tuvo como origen
un programa gubernamental que exigía al sector privado
reinvertir las utilidades para así estimular el consumo y
con ello, el empleo. No obstante, buena parte del sector
empresarial no acató tal medida y García respondió con
algo que le permitiera al Estado controlar capitales y
usarlos con los fines ya mencionados. Fue así como el
28 de julio de 1987 propuso ante el Congreso un
proyecto para estatizar la banca.
La propuesta fue vitoreada por los legisladores
apristas en el Parlamento, pero despertó el rechazo
del sector empresarial, de los partidos de derecha e
incluso motivó el surgimiento de nuevos liderazgos
políticos de oposición y movimientos como el del escritor
Mario Vargas Llosa que criticó el atropello al principio de
la propiedad privada. El anuncio se materializó el 29 de
julio con un decreto supremo en el que se dispuso la
intervención de 10 bancos, seis financieras y 17
empresas de seguros. Y esto a su vez ocasionó que
muchos ahorristas acudieran a los bancos para
retirar su dinero.
El Gobierno intervino algunos establecimientos de la
banca por la fuerza, dejando impactantes imágenes como
la de una tanqueta ingresando a la sede del Banco de
Crédito del Perú (BCP) en el centro de Lima. Hubo
despliegues policiales en diversas calles de la ciudad
para rodear y tomar las sedes de entidades financieras
como el Banco Wiese o el Banco Latino, entre otras. La
Policía dispersó con violencia a la prensa para poder
ingresar a los establecimientos del sector financiero.
A pesar de los intentos de García por lograr la
estatización, esta quedó trunca tras ser revisada por el
Senado (recuerde que entonces el Congreso tenía dos
cámaras), lo que evitó que la medida se concretara al
hacer modificaciones que permitieron que las compañías
involucradas transfirieran parte de las acciones a sus
trabajadores para evitar la intervención aprista.
El paquetazo de Salinas
El 6 de septiembre de 1988, cuatro días después de
asumir su cargo, el ministro de Economía, Abel Salinas,
anunció un paquetazo de medidas económicas ortodoxas
para frenar la inflación. Las acciones incluyeron la
reducción del gasto público, el descongelamiento de
precios, excepto por 40 productos básicos, y la
devaluación del inti para poner el tipo de cambio
oficial en sintonía con el mercado paralelo o informal.
El anuncio tuvo tal impacto en la población que generó el
rechazo de parte de los servidores públicos y despertó
marchas y movilizaciones en contra, pues subieron
precios de productos como la gasolina, pero pese a ello,
las acciones no detuvieron el alza de los precios ni
frenaron la depreciación del inti ante el dólar.
A finales de agosto de 1988, el dólar costaba entre 200 y
300 intis, y, pese al paquetazo, llegó a cerca de 2,100
intis en diciembre. Casi un mes antes, el 28 de
noviembre de 1988, Salinas salía del MEF.
Pusieron contra las cuerdas al BCR
Para finales de 1987, la inflación mantenía su curva
ascendente y superó el 100%, mientras que los ingresos
del Estado se encontraban disminuidos, pues la balanza
de pagos tenía un déficit que hoy sería aproximadamente
US$1,206 millones. El Banco Central de Reserva se
encontró ante un panorama donde la inflación avanzaba
a un ritmo galopante y donde su capacidad para reducir
la volatilidad del tipo de cambio era mínima, debido al
agotamiento de las reservas internacionales.
Además, se dedicó a financiar al mismo Gobierno de
Alan García pues entonces la excepción prevista en
la Constitución de 1979 se volvió una regla.
El fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre, en uno de los billetes.
(GEC)
Parte de la situación que atravesaba el BCR tuvo que ver
con los subsidios y la forma en que los cubría el gobierno
aprista, es decir, con recursos de la entidad monetaria.
Una muestra fue el Banco Agrario (Agrobanco) que
funcionó como ventanilla del BCR al entregar subsidios a
los agricultores. El mismo García señaló que “cada año
se dieron 160 mil créditos sin intereses a los
productores de papa, trigo y maíz en el ande, donde
antes de mi gobierno sólo se daban 33,000
créditos. Además, entregamos directamente fondos a
4,000 comunidades campesinas en los Rimanacuy”.
El BCR se vio obligado a destinar más fondos a la
actividad agrícola y a reducir el crédito interno a los
demás sectores económicos. La campaña de 1986-1987
absorbió gran parte de la emisión de préstamos en
millones de intis. En 1986 le otorgaron al sistema
financiero y al sector público 15.71 millones, mientras que
al Banco Agrario se destinaron 6.69 millones de intis,
según las memorias del Banco Central de
Reserva. Durante el segundo semestre de 1986 y el
primer semestre del 87, el crédito a la agricultura fue
el componente más dinámico de la expansión
monetaria y uno de los factores que generaron la
infame hiperinflación de los 80.
Actualmente, el artículo 84° de la Constitución Política
prohíbe expresamente que el BCRP conceda
financiamiento al Gobierno para evitar que se repitan
situaciones como la que el Perú sufrió en ese quinquenio.
Los flagelos de Sendero Luminoso y el
MRTA
Uno de los grandes desafíos del primer gobierno de Alan
García fue enfrentar la creciente actividad sanguinaria del
terrorismo.
Las acciones violentas del terrorismo se manifestaron a
comienzos de los 80, en el segundo gobierno de
Fernando Belaunde y con las acciones de Sendero
Luminoso (SL) que encabezó Abimael Guzmán. No
obstante, fue a partir de 1983 que SL se volvió más
agresivo y en 1984 se sumaron los ataques del
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA)
dirigido por Víctor Polay Campos.