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“Concéntrate en tu intimidad.

La Verdad reside en el hombre interior”:


El Maestro Interior en San Agustín
(Pbro. Carlos Castillo, Pontificia Universidad Católica del Perú)

1.El problema
2.Lo que pretendo
3.Significado de Agustín en la espiritualidad occidental
4.La verdad reside en el hombre interior: antropología
cristológica de la intimidad
5.Concéntrate en tu intimidad: espiritualidad deseante,
dialógica y agapaica.
6.El maestro exterior y el Maestro interior: pedagogía de la
iluminación
7.Conclusión

“Y no se dejen llamar maestro,


porque uno solo es vuestro Maestro
y ustedes son todos hermanos.”
Mt. 23, 8.

1. El problema

Tratar en nuestros tiempos acerca del hombre interior en San


Agustín es intentar de alguna manera responder con su iluminación
a los interrogantes que actualmente nos hacemos sobre el sujeto
humano, cuya crisis personal y social ha estallado ya desde hace
unas décadas, especialmente en las dos últimas, de manera
extrema.

La crisis moderna se fue plasmando progresivamente en diversos


niveles de profundidad hasta llegar a la crisis de la subjetividad.
Pero esta es una crisis de la interioridad del ser humano, o como
hoy suele llamarse, una crisis de identidad, donde el sujeto humano
se encuentra desgarrado, “roto”. 1 El desarraigo en que nos coloca
este mundo desbocado y acelerado, vuelve a plantear las
cuestiones fundamentales propias de un homo viator, radicalmente

1
Tema tratado en C.Castillo M., ‘Dare ragione della speranza ai soggetti lacerati dell’America latina’, en
C.Aparicio Valls e Altri, Sapere Teologico e unita della fede, Studi in onore del Prof. Jared Wicks,Roma
2004, 219-247.

1
viator, la pregunta por su identidad y vocación, por la sabiduría que
se requiere para caminar con sentido, y por el Maestro que puede
enseñar a caminar en él.2

Ya insinuaba Martín Buber que una crisis es una carencia


metafísica de casa, una situación de peregrinar a la intemperie sin
poder colocar cuatro estacas para extender nuestra tienda 3. Una
carencia metafísica de casa es también una carencia absoluta de
subjetividad. En efecto, el cardenal Martini decía que cuando en su
evangelio Juan expresa que el discípulo “acogió en su casa” a
María, aquel eis tà ídia de Jn17,27, podía traducirse también como
que el discípulo la recibió en lo más profundo de sí mismo 4, en
lenguaje de Levinas, la recibió “en lo de sí”, 5 en lo más íntimo de su
ser, abriendo su soledad y dando paso a la Iglesia.

Y es que una crisis cuando es total y epocal como la nuestra, ataca


como la muerte, es decir, por todos los flancos, como dice Vallejo,
“en escuadrón, previo corchete, párrafo y diéresis” 6. Y el sujeto, por
falta de diálogo consigo mismo, o en términos agustinos, con el Otro
que habita en la interioridad, se desvanece, y muere.

Si algo nos ha de preocupar es la muerte de los seres humanos


contemporáneos por falta de apertura al Otro de la interioridad, ese
Otro que hay en nosotros y que nos interroga y llama sin cesar, nos
conduce y nos permite la apertura a los otros. Ese Otro que
paradójicamente nos conduce, samaritanos, hacia otro, hacia el
herido del camino para socorrerlo.

2. Lo que pretendo

La tesis que pretendo desarrollar es que Agustín tuvo una captación


tan honda de la Gracia que para anunciarla a un contexto marcado
por el helenismo romano, y por la crisis de su plasmación política
más extrema, el imperio romano, debió traducir la concepción
cristiana de lo más íntimo de cada uno entendida en categorías
hebreas más históricas -es decir, al Dios que me llama desde el
2
Dice Peter Sloterdijk que “lo que falta es un arte del pensar que sirva para orientarse en un mundo
dotado de complejidad. Lo que falta es una lógica que fuera suficientemente poderosa y dúctil para a
empesar a acoger la complejidad, la ausencia de una definición última y la inmersión.” P. Sloterdijk, El
sol y la muerte, Siruela, Madrid, 2004, p. 347.
3
M. Buber, ¿Qué es el hombre?, FCE, México, 1967, p.24-25
4
C.M. Martini, Y el discípulo la acogió en su casa, María y los “afectos” del discípulo, Verbo Divino,
Estella, 1996, p. 13
5
E. Levinas, Totalidad e infinito, Ensayo sobre la exterioridad, Sígueme, Salamanca, 1977, p.61.
6
Sermón sobre la muerte, Poesía completa III, PUCP, Lima, 1997, p. 297.

2
interior a salir de mí para donarme al otro, negándome a mí mismo
por generosidad-, en las categorías helénicas-latinas propias de la
“imagen grabada en el alma”, más individualistas, que conducen a
que cada uno integre su yo y encuentre sentido a la vida y tenga
identidad prescindiendo de la historia. El ambiente de su época
estuvo marcado por una pérdida tal de identidad que se hacía
urgente conseguir ésta como condición previa para realizar lo íntimo
como generosidad que los primeros cristianos recogieron de Jesús.
En su misma experiencia personal de “perdición” Agustín muestra
dar prioridad fundamental a la cuestión de la identidad.

El maestro interior será por tanto el Espíritu de Jesucristo anclado


en cada ser humano, que lo va moviendo para aspirar solamente a
Dios, y dejar todo lo mundano, hasta desfallecer de pasión por la
belleza de ese Dios.

No creo sin embargo que Agustín se negara a vivir a Dios en la vida


humana, negándose a participar de la belleza de esta misma. Mas
bien me da la impresión de que el camino interior que propone es
de tal calidad dialógica con el Otro, que aporta la intensidad mística
necesaria a un sujeto humano en crisis para que pueda traducirse
en fuerza para amar a los seres humanos y convertir con ella esta
ciudad en “Ciudad de Dios”.

Esta manera de entender la intimidad podría ser retraducida a los


contextos actuales sabiendo que la intimidad más íntima de cada
uno es la imagen de Jesucristo como amor interpersonal
intratrinitario y que se traduce hoy por amor generoso, generador y
solidario concretado en el misterio de la vocación de cada persona,
la cual permanece y se refuerza aun mas cuando abundan las
circunstancias marginales en que la mayoría de los seres humanos
vive. Agustín fue un hombre perdido que “tarde” encontró el
referente que le permitió encontrarse a sí mismo y tener un sentido
de la vida y un lugar en este mundo. Y demoró porque en situación
generalizada de perdición todos demoramos y flaqueamos, ya que
se obnubilan ciertas cualidades. Pero ante la abundancia del
pecado sobreabunda la gracia, en especial en cada persona. Dios
es Yahveh “el que siempre está” contigo, el que no abandona.

Así entendidas las cosas nos gustaría intentar una actualización


para nuestra crisis epocal del Maestro interior en San Agustín . Ella
podría ir de la mano no con el apetito de escapar del mundo y del
cuerpo para alcanzar la maravillosa belleza de Dios, sino con la

3
inspiración patética de hacer de cada ser humano roto un yo
personal sólido y intuitivo, convencido de su vocación profunda, y
capaz de contribuir a formar un cuerpo espiritual comunicativo que
de a este mundo la belleza generosa, generadora y solidaria que
cada cual tenemos en lo más íntimo, y que gracias a la particular y
misteriosa vocación común a todos y a la vez única de cada
persona, permite encontrar una identidad en medio de este mundo
que deshace la persona y la aniquila.

Para ello voy a basarme solamente en una meditación sobre la


tercera parte del De Magistro, pequeño texto escrito por Agustín en
Tagaste como un diálogo filosófico con su hijo Adeodato en el año
389, dos años después de su bautismo por Ambrosio, y de haber
llegado de Roma para fundar con sus amigos el primer monasterio
africano.

3.Significado de Agustín para la espiritualidad occidental

Antes de seguir conviene recoger y cuestionar la interesante


perspectiva de Jurgen Moltmann7, quien ha manifestado que
Agustín es el fundador de las bases teológicas de la espiritualidad
occidental denominada por aquél “revolución del alma” o mística,
según la cual en San Agustín todo gira en torno a dos polos “Dios y
el alma”. Esta revolución supone para Moltmann el dejar de lado el
sentido histórico y escatológico de la fe, e integrar el cristianismo a
la perspectiva estática del mundo acabado que ya no ve al futuro
sino al interior.

Aunque la síntesis espiritual agustiniana según Moltmann es una


integración original que rechaza el gnosticismo y añade la
resurrección como aspecto novedoso que permite superar dicha
herejía, Agustín, de todos modos, habría cedido ante el interiorismo
occidental. De allí que Agustín afirme “Quiero conocer a Dios y al
alma. Y aparte de esto, nada más”...”Si te detienes a pensar en tu
alma, estás en el punto medio. Si miras hacia abajo, divisas el
cuerpo; si levantas la vista hacia arriba, allí está Dios”

Esta mirada al alma se debe a que allí “late oculta la imagen de


Dios”. Para que el ser humano se conozca, debe conocer el
“espejo” de Dios que es su propia alma, que le permite conocerse a
sí mismo y a Dios, ninguna otra cosa lleva al autoconocimiento 8:
7
J. Moltmann, El espíritu de la vida, Sígueme, Salamanca, 2000, p. 94
8
Id. p. 96

4
“Vuélvete hacia tí mismo, en el hombre interior habita la verdad” que
es Cristo. “Solamente el Espíritu de Dios [en Cristo] puede serme
mas íntimo de lo que soy yo en mi mismo por eso dijo Agustín sobre
el misterio divino : “Más dentro de mi que lo más íntimo mío”
(interior intimo meo), e hizo esta confesión personal: “Tarde te amé!
Y tu estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba.
Tu estabas conmigo mas yo no estaba contigo.” 9

Esta búsqueda de conocer la imagen de Cristo inserta y oculta en el


alma, es una búsqueda de Dios, la cual a su vez es reflejo de que
Dios nos está buscando siempre. Para ello es preciso recogerse
interiormente y peregrinar hacia Dios de tramo en tramo o de
morada en morada10 hasta llegar a la cumbre en que se abre el
misterio de la divinidad que nos permite conocerlo a El y
conocernos a nosotros mismos (Eckhart). Es el matrimonio
espiritual o místico en que el alma se conoce tal como es conocida
por Dios y conoce a Dios de la misma manera.

Desde luego Moltmann percibe la tendencia agustiniana a


despreciar el mundo y las realidades creadas a partir de esta
búsqueda insaciable de la belleza divina. Para Moltmann Agustín va
a despreciar al cuerpo y al mundo a consecuencia de la prioridad
del alma y su búsqueda de Dios. Por esa misma razón el pecado,
comenzando por el pecado original, será una idolatría de las cosas
del mundo que el alma pone como sustitutos del Dios que busca,
frustrándose sustancialmente ante la desmedida proporción que hay
entre lo que se busca y lo que se consigue cuando se idolatra. “El
frustrado amor a Dios del alma lleva inmediatamente, según
Agustín, a los deseos carnales de la concupiscencia, “abajo”, hacia
las cosas inferiores, conduciendo con ello a la tristitia “11

Con todo esto Agustín, según Moltmann habría aportado con un


elemento fundamental del individualismo occidental: la superioridad
y prioridad del alma individual respecto de la dignidad del cuerpo, la
superioridad los derechos de las personas singulares respecto de
los derechos de la comunidad y la prioridad de la dignidad del ser
humano respecto de las demás criaturas.12

9
Id. p .97
10
A. Mas Arrondo, Itinerario de vida cristiana según Teresa de Jesús, revista Aragonesa de Teología,
Zaragoza, 1999.
11
J,.Moltmann, id. p.99
12
Id. p. 99

5
Estas reflexiones de J. Moltmann me parecen interesantes pero
faltas de una contextualización que pudiera comprender los factores
que llevaron a Agustín a dar tales acentuaciones. ¿Por qué el alma
va a ser residencia de la imagen de Dios y no el cuerpo? ¿por qué
tal necesidad de interiorismo? ¿Por qué tal necesidad de
superioridad de la mente sobre el cuerpo, y del individuo sobre la
comunidad?. Es decir, ¿que problema tiene que solucionar Agustín
en su época que le exige concentrarse en el alma y le impide ver
más integralmente la imagen de Dios en todo el ser humano y no
solo en el alma?

Avanzo solo una respuesta aproximativa: san Agustín vivió a fondo


la crisis imperial, y la destrucción de Roma, y vio como la Iglesia
contribuía grandemente a la repristinación o regeneración del
mundo sobre nuevas bases. El mismo era un hombre e crisis de
sentido, diseminado en el maniqueísmo que como concepción
contribuye a escindir mas la vida de ese mundo. La conversión de
Agustín es un acontecimiento que le ocurre personalmente en forma
gratuita y ayudado por la iglesia doméstica representada en su
madre Mónica. No es un acto de sus especulaciones intelectuales,
es una fatigosa lucha interior que encontró a Quien lo sorprende
con una presencia de la que el no era consciente, pero que estaba
en Agustín aunque este no estuviera en Aquel.

Para una persona rota por dentro y en crisis es difícil encontrar una
alternativa nueva de vida si no le es dada. Las alternativas son
como la vida misma, un don que nos acontece, no una estrategia en
que nos empeñamos13. Y ciertamente, lo mas devaluado de la crisis
de la época fue el uso ilimitado e instrumental del cuerpo, desde la
esclavitud, hasta el desorden sensual. Ese cuerpo devaluado y
maltratado y el mundo que lo devaluó y maltrató creó las
condiciones para clamar por la urgencia de intimidad, que con todo
su peligro individualista, era el mejor modo de revaluar el ser
personal devaluado. Ha debido ser tan extremo el nivel de esta
devaluación que Agustín se vio impelido de ir al extremo opuesto
para encontrar un principio radical que propusiera a Cristo de
manera diáfana, y sin las ambigüedades que el cuerpo tenía. Ese

13
P.Sloterdijk, ha señalado “la gramática del concepto de revolución revela un cierto aire de familia con
el concepto de conversión, particularmente con la definición acuñada por Agustín. La conversión,
entendida de modo radical, es algo que los hombres no pueden llevar a cabo por sí mismos, es algo que
sólo les sobreviene por medio de la gracia de Dios. La conversión, por tanto, es un término que no se
aplica a una gramática de la acción Más bien tiene que ser pensada bajo el modelo de “acontecimiento”
[Ereignis] en P.Sloterdijk-H-J. Heinrich, El sol y la muerte, Siruela, Madrid, 2004, p.28

6
lugar diáfano y limpio era el alma, a pesar de las ambigüedades que
hoy podamos encontrar en él.

Ese principio “alma”14 me parece fundar no toda la espiritualidad


occidental sino las espiritualidades occidentales en época de crisis
fundamental, como contribución para salir de aquellas crisis. Quizás
en situaciones menos agudas es posible volver sobre el tema de la
imagen en todo el ser del hombre, y por tanto a una espiritualidad
mas integral como la propone Moltmann.

Quedémonos con este avance para ayudarnos un poco a entender


la doctrina del Maestro interior, que como tal se mantuvo a lo largo
de todo el caminar de Agustín. Como dice su traductor, “San
Agustín no corrige en las retractaciones ninguna de las ideas
expuestas en el original” 15

4.La verdad reside en el hombre interior: antropología


cristológica de la intimidad

La Verdad para Agustín es Dios en Cristo que se encuentra


escondida en el fondo de toda la vida humana, por la creación, pero
sobre todo por la redención. El verdad acerca del hombre es que es
imagen de Dios en Cristo, pero sobre todo lo es el alma del hombre,
dado el contexto que hemos recordado.

La antropología agustiniana es por ello cristológica, porque


Jesucristo es la imagen de Dios que habita en el hombre, y jamás el
hombre es dejado por Dios porque depende de este por su imagen
crística.

Pero esa imagen esta escondida en todo el ser, aunque de modo


prístino y límpido en el alma. De allí que aquella imagen no se deje
agarrar o dominar por sensaciones, ideas o concepciones
caprichosas. Esa imagen que es Cristo mismo y que mora en el
alma especialmente tiene una capacidad interpeladora que no la
somete a nada: "¡Oh Verdad! En todas partes tú estás al alcance de
los que te consultan, y respondes a un mismo tiempo a todos los
que te preguntan, aunque sean cosas diversas. Claramente tú
respondes, pero no todos oyen claramente. Todos te consultan
14
“Creo que el dios del Renacimiento y de todos los renacimientos psicológicos es Hades: el principio
arquetípico del aspecto mas hondo del alma” ,J. Hillman, Re-imaginar la psicología, Siruela, Madrid,
1999.
15
P.572.

7
sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren.
Óptimo siervo tuyo es quien no atiende tanto a oír de ti lo que él
quisiera, cuanto a querer aquello que de ti oyere."

El ser humano no deja de tener equivocaciones por llevarla dentro,


puede no escucharla, pero esta allí yaciente y activa, viva e
inspiradora, como verdad dispuesta a revelarse al alma que se abre
a ella:

“Y esta verdad que es consultada y enseñada es Cristo, que, según


la Escritura, habita en el hombre, esto es, la inconmutable Virtud de
Dios y su eterna Sabiduría. Toda alma racional consulta a esta
Sabiduría; mas ella revélase a cada alma tanto cuanto ésta es
capaz de recibir, en proporción de su buena o mala voluntad. Y si
alguna vez se engaña, no es por achaque de la verdad consultada,
como no es defecto de esta luz que está fuera el que los ojos del
cuerpo tengan frecuentes ilusiones: consultamos a esta luz para
que, en cuanto nosotros podemos verla, nos muestre las cosas
visibles”. 16

Entonces es una antropología cristológica donde hay dos hombres


en diálogo: el hombre exterior que es cada ser humano
prescindiendo de Cristo, y el hombre interior que es Cristo, que
asume la exterioridad y la convierte en interioridad.

Esta antropología es dinámica porque hay por una parte un diálogo


permanente entre dos polos distantes y relacionados entre sí, el yo
que piensa sobre si y el yo que es misterio de Cristo; hay por otra
parte un camino del yo exterior al yo interior, camino deseante de
encuentro con el propio misterio, es decir con Dios escondido en lo
más profundo del ser.

Es cristológica porque el hombre está en búsqueda de Dios, aunque


a tientas y a veces sin saberlo, a través incluso de sus
equivocaciones y sus pecados, va a encontrar antes de la Belleza
suprema y definitiva de Dios, a Cristo dentro de él mismo para
afianzar y determinar en forma decisiva su camino hacia Dios. En
esto consiste la conversión personal, en el encuentro no de la total
belleza de Dios, sino de la Belleza de Dios en el Cristo viviente en el
misterio de mí mismo, el misterio del “mas íntimo que yo”.

16
CXI,38, p. 628

8
El tema ya presentado antes en este congreso del homo viator
(“Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará siempre
inquieto hasta que no descanse en ti) y el del corazón inquieto,
supone una antropología de la inquietud radical, del deseo que se
agota sólo en Dios, pero que recibe una primera satisfacción
fundamental cuando le ocurre a cada persona el acontecimiento de
la conversión. Este acontecimiento es una gracia, no es un acción, y
permite descubrir la mas profunda intimidad o lo que hoy llamamos
la propia identidad que hace a la vez descubrir la propia vocación y
misión en Cristo.

5.Concéntrate en tu intimidad: espiritualidad deseante,


dialógica y agapaica

Por eso es preciso reconocer en el monitum de Agustín


“Concéntrate en tu intimidad” una fuente inagotable de
espiritualidad, ya que si en la intimidad mas profunda del hombre
interior habita Cristo, la verdad, la mejor manera de llegar a la
belleza definitiva de Dios es pasando por el Cristo que llevamos
dentro, que nos orienta en el camino hacia lo definitivo.

Quiero subrayar, con A. Rizzi, que se trata de una espiritualidad


deseante en el sentido de que es el deseo de Dios semper mayor.
Lo señalo así para desechar en Agustín una actitud “dualista de
oposición”, donde se prefiere a Dios y se desecha esta vida como
sin sentido. Si esto fuera así la espiritualidad agustiniana ya habría
muerto hace siglos. Una cosa es la concepción pagana platónica de
desear a Dios totalmente otro despreciando el mundo, y otra es el
sentido cristiano del Dios deseado que siendo mayor que sus
criaturas se desea superando a estas como un “nómada de amor” 17

Pero también es una espiritualidad dialógica en donde hombre


exterior e interior conversan. Desde luego es una conversación
entre disímiles, por ello uno va hacia el otro, y el exterior va
entrando en el interior hasta hacerse otro Cristo en todo. Pero el
hombre exterior va hacia el interior llamado, movido, e inspirado por
el hombre interior Jesús, quien suscita el camino de su búsqueda y
lo guía, y lo hace participar de su belleza.
17
“Debemos pues subrayar que en la tradición espiritual es estructuralmente prioritario el sí a Dios, y que
el no a la criatura a la criatura adquiere significado espiritual sólo dentro de la lógica de este sí: eras tan
bella buena y verdadera que podrías dividir mi corazón; participando de la belleza de Dios, podrías
tomarte parte de mi amor, mientras en cambio la Belleza infinita lo merece todo. Es sus expresiones
mejores, el dualismo de la tradición cristiana no es dualismo de oposición sino de superación. Su Dios no
es el totaliter alius sino el deus semper majus; el hombre no es el titán del ascetismo sino el nómada de
amor.” A. Rizzi, Dio in cerca del uomo, Rifare la spiritualita, Milano, 1987, p.30-31

9
Por ello en la espiritualidad del hombre interior, íntimo, podemos
expresar sobre Agustín lo que se llama “el amor a sí mismo” no
como intimismo egoísta, sino como le llama Rizzi el “amor al otro
que hay en mí”, que me permite no sólo encontrar mi identidad sino
también salir dentro de mí hacia el otro que me habita y a quien he
de atender y cultivar, como atiendo y cultivo al pobre, al
menesteroso, al herido del camino donde está Cristo presente (Mt
25,31-46; Lc 10, 25-37).

Este ágape que Agustín reflexionó tan largamente en sus


cometarios a los evangelios será el centro de su espiritualidad de la
intimidad, y es con ágape que acogemos al Cristo que llevamos
dentro porque con ágape el nos mantiene vivos y nos cuida.

Por tanto, Agustín consideró que la espiritualidad de la


concentración en la intimidad para que El maestro ayude a
descubrir su propia identidad y vocación era parte de un proceso
personal y comunitario. De allí que no tuvo reparo en formar una
comunidad monástica y una regla que vela muy profundamente por
la participación de la comunidad en la vida personal. La comunidad
formará parte de la concentración en la intimidad formando una sola
alma y un solo corazón:

“En primer término ya que con este fin os habéis congregado en


comunidad, vivid en la casa unánimes tened una sola alma y un
solo corazón orientados hacia Dios.” 18

6.El maestro exterior y el Maestro interior: pedagogía de la


iluminación

De esta espiritualidad deriva su pedagogía fundamental que nos


pone en autos sobre el límite de lo que enseñamos y de las
palabras con que lo hacemos para poder expresar la verdad que
nos guía desde dentro.

No niega Agustín la utilidad de la enseñanza de maestro exterior ni


de sus palabras19, al contrario, dice que “no es pequeña” pero
18
Regla 3.
19
”Hasta aquí han tenido valor las palabras. Las cuales –y les concedo mucho- nos incitan solamente a
buscar los objetos, pero no los muestran para hacérnoslos conocer. Quien me enseña me presenta ante mis
ojos, o ante cualquier otro sentido del cuerpo, o también a la inteligencia, lo que quiero conocer. Por
tanto, con las palabras no aprendemos sino palabras” (p626)

10
comparativamente, el Maestro interior es el único que enseña la
Verdad. De modo que nadie podrá enseñar y nadie podrá aprender
una verdad si desde el interior del alumno no operara la Sabiduría
del Espíritu de Cristo que es la Verdad:

“¿acaso pretenden los maestros que se conozcan y retengan sus


pensamientos, y no las disciplinas que piensan enseñar cuando
hablan? Porque ¿quién hay tan neciamente curioso que envíe a su
hijo a la escuela para que aprenda qué piensa el maestro? Mas una
vez que los maestros han explicado las disciplinas que profesan
enseñar, las leyes de la virtud y de la sabiduría, entonces los
discípulos consideran consigo mismos si han dicho cosas
verdaderas, examinando según sus fuerzas aquella verdad interior.
Entonces es cuando aprenden; y cuando han reconocido
interiormente la verdad de la lección, alaban a sus maestros,
ignorando que elogian a hombres doctrinados más bien que a
doctores, si, con todo, ellos mismos saben lo que dicen. Mas se
engañan los hombres en llamar maestros a los que no lo son,
porque la mayoría de las veces no media ningún intervalo entre el
tiempo de la locución y el tiempo del conocimiento; y porque,
advertidos por la palabra del profesor, aprenden pronto
interiormente, piensan haber sido instruidos por la palabra exterior
que enseña”.20

Esta confrontación interior con la verdad que llevamos dentro y que


es sujeto del conocimiento es un proceso de consulta que comienza
siendo suscitado por las palabras (tal vez) pero que no da el
conocimiento, el conocimiento lo da el Cristo que llevamos dentro.

Ahora bien, comprendemos la multitud de cosas que penetran en


nuestra inteligencia, no consultando la voz exterior que nos habla,
sino consultando interiormente la verdad que reina en el espíritu; las
palabras tal vez nos muevan a consultar. Y esta verdad que es
consultada y enseñada es Cristo, que, según la Escritura, habita e
el hombre, esto es, la inconmutable Virtud de Dios y su eterna
Sabiduría.21.

Se produce así la iluminación, que viene no por reminiscencia, ni


por innatismo, sino “por memoria del presente” 22:

20
C.XIV,45, p636
21
CXI,38, p.628
22
ver Introducción a “Del maestro”, p. 562-563

11
Así llevamos esas imágenes en lo interior de la memoria como
documentos de las cosas antes sentidas, contemplando las cuales
con recta intención en nuestra mente, no mentimos cuando
hablamos; antes bien. Son para nosotros documentos; pues el que
escucha, si las sintió y presenció, mis palabras no le enseñan nada,
sino que él reconoce la verdad por las imágenes que lleva consigo
mismo; mas si no las ha sentido, ¿quién no verá que él, más que
aprender, da fe a las palabras?23

Así lo interpreta su traductor castellano: “El alma en su esencia lleva


como prefiguradas estas verdades eternas, y cuando las conoce,
con la ayuda de Dios, se da cuenta de lo que sabía virtualmente, y,
en este sentido, ella se recuerda.” Así , señala este autor, el que
Agustín conserve la palabra reminiscencia es solo una cosa
aparentemente platónica, porque la ha vaciado de su contenido. Se
trata en realidad de la doctrina agustiniana de la iluminación.

La iluminación es la adquisición de la sabiduría debido a la


participación de nuestra alma no sólo a las perfecciones temporales
y espaciales, sometidas a cambio, sino sobre todo a la inmutable
perfección de la misma Verdad.24 Es decir, subimos a Dios como
Luz de las luces de los espíritus creados; esa Luz da plenitud de
verdad eterna a las verdades contenidas temporalmente. La luz
increada subsistente por sí misma, como fuente primordial,
enciende las luces creadas, sin la cual no pueden brillar. La razón
humana no es por si misma luz, sino que necesita de la primera
para llegar a la sabiduría y a la justicia.25

Este “sol de los espíritus” permite comprender todo lo inteligible, y


este es un hecho aceptado por todos los estudiosos de Agustín.

El cómo se produce la iluminación ha sido un tema muy debatido y


esto implica a la pedagogía. Según su traductor castellano, no se
produciría ni panteistamente debido a la actividad de Dios y a la
pasividad humana, ni ontologistamente a la percepción inmediata
de Dios (visión de Dios, que puede ocurrir solo muy raramente en el
éxtasis místico) que no distingue entre inteligencia creada e
increada .

23
C. XII 39, p. 630
24
id p 563-564.
25
Id. p 564

12
Mas bien, dado que en Dios siempre “vivimos y existimos”, tenemos
una participación cotidiana a El, de manera que “vemos la verdad
de Dios” como creaturas que ya viven en él. Aquí Agustín es mas
cercano a la idea de participación en Platón. La criatura ya
participante de la inteligencia de Dios, pero diferente a él por ser
creatura, vuelve a encontrar las ideas eternas, según las cuales
todo fue hecho, a través de los vestigios e imágenes de las
criaturas.

La pedagogía de la iluminación consiste entonces en hacer que las


palabras, los signos y los nombres se confronten con las cosas
significadas para que el Maestro interior enseñe lo que el alumno
debe comprender. Es un conducir a la confrontación, un guiar hacia
el encuentro de la cosa para que se desbroce su significado gracias
a la luz interior del Espíritu, por eso dice:

”Bastante tengo con lo que se ha inferido: que el conocimiento de


las cosas significadas es mejor que los signos mismos, aunque no
mejor que el conocimiento de los signos” 26. Y también: “Por tanto,
es por el conocimiento de las cosas por el que se perfecciona el
conocimiento de las palabras, y oyendo las palabras, ni palabras se
aprenden. Porque no aprendemos las palabras que conocemos, y
no podemos confesar haber aprendido las que no conocemos, a no
ser percibiendo su significado, que no nos viene por el hecho de oír
las voces pronunciadas, sino por el conocimiento de las cosas que
significan”27.

Esta actitud de conducción hacia la confrontación con las cosas es


el sumun de la actitud pedagógica del maestro exterior en relación
al Maestro interior. Aquel sabe que su misión no está por encima de
de Este. Mas bien es un siervo inútil cuya única misión se limita a
suscitar. Es un suscitador, un sugerente predicador que habla
induciendo a la confrontación con las cosas profundas que nos dice
Jesucristo nuestro Señor.

“Cuando se trata de lo que percibimos con la mente, esto es, con el


entendimiento y la razón, hablamos lo que vemos está presente en
la luz interior de la verdad, con que está iluminado y de que goza el
que se dice hombre interior; mas entonces también el que nos oye
conoce lo que yo digo por que el lo contempla, no por mis palabras.
si es que lo ve él interiormente y con ojos simples. Luego ni a este,
26
C. IX, 26, p.618
27
C XI, 36, p. 626

13
que ve las cosas verdaderas, le enseño algo diciéndole verdad,
pues aprende, y no por mis palabras, sino por las mismas cosas
que Dios le muestra interiormente.”

El De Magistro insiste pues en no dar demasiada importancia en la


pedagogía a nuestras palabras sino mas bien al que ilumina desde
dentro. el único al que podemos llamar Maestro, porque nosotros
todos somos solamente hermanos:

“Mas en otro tiempo discutiremos...de toda la utilidad de las


palabras, que, bien considerada no es pequeña. Pues hoy te he
advertido de no darles más importancia de la que conviene, para
que no sólo no creamos, sino que comencemos a entender cuán
verdaderamente está escrito por la autoridad divina que no
llamemos maestro nuestro a nadie en la Tierra, puesto que el solo
Maestro de todos está en los cielos. Mas allá en los cielos, lo
enseñará aquel que por medio de los hombres y de sus signos nos
advierte exteriormente, a fin de que, vueltos a El interiormente,
seamos instruidos. Amarle y conocerle constituye la vida
bienaventurada, que todos predican buscar; mas pocos son los que
se alegran de haberla verdaderamente encontrado”. 28

De allí que el alumno por excelencia, Adeodato concluya al final:

“Yo he aprendido con tu discurso que las palabras no hacen otra


cosa que incitar al hombre a que aprenda; que sea cualquiera el
pensamiento del que habla, su palabra no nos muestra más que
poca cosa; que si es verdad lo que se dice, sólo lo puede enseñar
aquel que, cuando exteriormente habla, nos advirtió que El habita
dentro de nosotros; a quien ya, con su ayuda, tanto más
ardientemente amaré cuanto mas aproveche en el estudio. Sin
embargo quedo muy agradecido de tu discurso, del cual te has
servido sin interrupción, principalmente porque ha previsto y
refutado todas las objeciones que tenía dispuestas para
contradecirte; y porque nos has dejado nada de lo que me hacía
dudar: de lo que no me respondería así aquél oráculo secreto,
según tus palabras afirman.”

7. Conclusión:

28
(CXIV, 46, 636-7)

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Queríamos encontrar en la lectura del De Magistro un aporte para
nuestra actual crisis del sujeto humano en la crisis epocal. Y hemos
sentido que sus palabras nos han suscitado sentir y aceptar nuestra
crisis en lo mas hondo del ser, afrontar nuestra ruptura y herida
actuales.

Penetrar la intimidad de nuestra subjetividad rota de hoy es también


dejarnos encontrar por Maestro interior que la repristina porque es
Yahveh, el que siempre está, Jesús y el Padre en el Espíritu que
habitan cada ser humano.

Con ello hemos encontrado que la sugerencia agustiniana de


concentrarnos en la intimidad no es un solipsismo aristocrático ni un
intimismo egoista, sino un entrar en ella para restaurar las heridas y
enjugar las lagrimas, y volver a enamorarnos de la belleza que deja
todo por el amante y se mueve como amado por mera inspiración y
ve todo a la luz de la misericordia y generosidad de Dios.

Hoy más que nunca es urgente esta intimidad verdadera que


después de la concentración se despliega por el mundo para
transfigurarlo en ciudad de Dios. Los sujetos rotos del mundo de
hoy la reclaman a través de los distintos retornos a lo religioso que
se despliegan por el mundo. Y en este retorno la búsqueda de
comunidad que restaura y pacifica, cura y levanta, es una línea
agustiniana tan importante que completa la sed de intimidad con
creces en esta época de crisis29

Una pedagogía que suscite esta “inteligencia espiritual” se hace


urgente, y debemos agradecer a Dios el habernos dejado en el
Colegio de San Agustín un vestigio de la pedagogía divina que el
“El Maestro“ de Agustín deja entrever. Es una pedagogía de la
iluminación solidamente fundada en una antropología cristológica
de la intimidad y en una espiritualidad deseante, dialógica y
amorosa, llena de ágape divino, de amor gratuito y generoso.

Los que bebimos y bebemos todavía de esta savia, por haber sido
sus alumnos, estamos todavía inmensamente agradecidos a los
maestros exteriores que nos permitieron esta experiencia. Gracias a
El Maestro ahora sabemos que se trataba solamente de “hombres
29
Sloterdijk ha subrayado la importancia decisiva de las pequeñas comunidades cuando los tejidos
grandes de la vida del mundo se caen, o diluyen, así dice: Entonces es cuando se hace mucho más
reconocible que en cuanto el opus commune se desintegra en el nivel superior, los hombres sólo pueden
regenerarse en pequeñas unidades. P. Sloterdijk, En el mismo barco, Siruela, Madrid, 1998.

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doctrinados” a quienes de ahora en adelante no elogiaremos ya por
lo que nos enseñaron sino por lo que suscitaron en nosotros para
que nos enseñe y aprendamos del único Maestro, Jesús.

Este Maestro creó en muchos de nosotros, no apego al colegio sino


apego a la Verdad. Por eso muchos y muy distintos alumnos se
suscitaron del colegio, algunos que son motivo de orgullo y otros
que son motivo de preocupación. Muchos agustines van por el
mundo amando “tarde” al Señor, encontrando después de muchos
enredos al que nos buscaba y estaba ya con nosotros. Por eso la
variedad de riquezas y sorpresas que van desde un Javier Perez de
Cuellar hasta un Augusto Salazar Bondy , o desde un Pedro Salinas
hasta un Jaime Baily, no son sino muestra del largo caminar del
Maestro en nuestro interior que suscita personas buscadoras
algunas de las cuales todavía no han encontrado.

Aunque ya no estamos en el Centenario sino en el año posterior,


dado que no pude asistir, quiero decir que llevo en el alma la verdad
que las palabras suscitaban pero que era mayor que lo que decían.
Llevo la convicción de que nuestro colegio no suscitó principalmente
apego a él sino a los caminos que Dios quería de cada uno de
nosotros. Esa es la mejor identidad agustiniana que he podido
encontrar. La que nos diferencia de todos los colegios de Lima.

En especial quiero agradecer a aquel maestro exterior, al padre


Lucio, que se paseaba conmigo largas horas suscitándome al
Maestro que todavía me sigue hablando hasta hoy a mis veinte
años de sacerdote. No sólo al Maestro interior sino también a él, y a
todos mis profesores debo decirles, gracias.

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