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Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)

Dr. P. Ciro Quispe 1

Segunda meditación

SAN PABLO Y EL CONSUELO DEL SEÑOR

Antes de seguir las huellas de san Pablo y dejarnos educar por el maestro de
los gentiles, iniciemos esta tarde invocando al Espíritu Santo para que nos per-
mita entrar con el corazón del Dios de las Misericordias. Unámonos con toda la
Iglesia universal y al Santo Padre Francisco que compuso esta oración:

¡Espíritu Santo, huésped amable de los corazones! Manifiéstanos el sentido profundo del
gran Jubileo y dispón nuestro espíritu para celebrarlo con fe, en la esperanza que no de-
frauda, en la caridad desinteresada.
Espíritu de Verdad, que escudriñas las profundidades de Dios, memoria y profecía de la
Iglesia, lleva a la humanidad a reconocer, en Jesús de Nazaret, al siervo de la gloria, el sal-
vador del mundo, el cumplimiento supremo de la Historia.
Espíritu Creador, secreto constructor del Reino, con la fuerza de tus dones, dirige la Igle-
sia para cruzar con valor el umbral del nuevo milenio, a fin de llevar a las generaciones que
vendrán la luz de la palabra salvadora.
Espíritu de Santidad, soplo divino que empuja el universo, ven y renueva la faz de la tie-
rra. Suscita en los cristianos el deseo de la unidad plena, para que sean, en el mundo, signo
e instrumento eficaz de unión con Dios y de unidad de todo el género humano.
Espíritu de Comunión, alma y eje de la Iglesia, haz que la riqueza de carismas y ministe-
rios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, haz que laicos, consagrados y ministros
ordenados trabajen conjuntamente para la edificación del único Reino de Dios.
Espíritu de Consolación, fuente inagotable de alegría y de paz, inspira a la solidaridad con los
que viven en la miseria, proporciona a los enfermos el consuelo que necesitan, infunde en los
que sufren firmeza y esperanza y, en todos, reaviva el compromiso por un futuro mejor.
Espíritu de Sabiduría, que sensibilizas la inteligencia y el corazón, orienta el camino de la
ciencia y la tecnología para el servicio de la vida, la justicia y la paz. Vuelve fecundo el diá-
logo con los miembros de otras religiones, haz que las diversas culturas se abran a los valo-
res del Evangelio.
Espíritu de Vida, por cuya obra el Verbo se encarnó en el seno de la Virgen, mujer de si-
lencio y de escucha, vuélvenos dóciles a la invitación de tu amor y que estemos siempre lis-
tos a acoger los signos de los tiempos que pones en el camino de la historia.
Tú, Espíritu de Amor, con el Padre omnipotente y el Hijo Unigénito, seas alabado, hon-
rado y glorificado por los siglos de los siglos, Amén.
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Recibimos el consuelo del Señor cuando Él nos permite ver su Rostro. Reci-
bimos el consuelo del Señor cuando Él no concede su misericordia. Quien ex-
perimenta el consuelo del Señor no puede no consolar a los demás, como San
Pablo.
A partir de hoy, reflexionaremos sobre la figura de San Pablo, su ímpetu mi-
sionero, su comportamiento humano, su amor por Jesucristo y por la Iglesia y
su experiencia de la misericordia del Señor. Preguntó, ¿cómo vivió él la expe-
riencia de la misericordia de Dios? Casi en todas sus cartas, sobre todo aquellas
de las cuales no se duda su autoría, se refiere a la misericordia de manera explí-
cita. Conocer a San Pablo es conocer la Misericordia Divina. Debemos descu-
brir entre líneas y en su vida cotidiana su experiencia de la misericordia del
Señor. Es una experiencia que todo judío conoce muy bien por la misma expe-
riencia de su pueblo. Israel es el único pueblo de la tierra que ha recibido esta
verdad divina, que el nombre de Dios es misericordia. Así lo reveló Dios a Moi-
sés cuando él, en la vejez de sus días, le pidió ver su Rostro (Ex 33,19).
Dejemos que Pablo nos eduque así como educó a los corintios a la misericor-
dia del Señor. Escuchemos el inicio de la segunda Carta a los Corintios (2,1-
11), que a decir de los especialistas, es la carta de su madurez intelectual y es-
piritual. Y es probable que así sea. Cuando escribe la carta, Pablo no es el joven
impetuoso que busca controlar todo, sino el Apóstol ya está entrando en la an-
cianidad. En aquella época a partir de los 50 años ya eras anciano, pues se moría
alrededor de los 60 años. Para ese entonces, Pablo tiene algo más que 45 años.
Ha recorrido mucho, evangelizado tanto. Ha visto muchos prodigios del Señor
y también ha experimentado la misericordia en sus momentos de dura aflicción.
Escuchemos a Pablo pensando que nosotros somos aquella comunidad preca-
ria de corintios, con problemas, dificultades, divisiones, resentimientos y nece-
sitados del consuelo del Señor.

2Cor 1,1-11
1
Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la
iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya;
2
a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.
3
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso
y Dios de toda consolación, 4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para
poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo
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con que nosotros somos consolados por Dios! 5 Pues, así como abundan en noso-
tros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra con-
solación. 6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si
somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar con
paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos. 7 Es firme
nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios
con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación.
8
Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida en Asia nos
abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, que perdimos la espe-
ranza de conservar la vida. 9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia
de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en
Dios que resucita a los muertos. 10 Él nos libró de tan mortal peligro, y nos librará;
en él esperamos que nos seguirá librando, 11 si colaboráis también vosotros con la
oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención de muchos
sea por muchos agradecida en nuestro nombre.
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Oratio y contemplatio

El Apóstol no solo nos ha transmitidos sus sufrimientos externo y corporales,


así como su penas y aflicciones internas, sino también el modo cómo fue con-
solado. En medio de todas esas vicisitudes, incluso el miedo a la muerte, ha
experimentado la consolación del prójimo, de la comunidad y sobre todo del
Señor. Dios y Padre de toda consolación. En este momento, te invito, mirando
de cerca la figura del anciano Pablo, a responder algunas preguntas que pueden
ayudarte en tu camino espiritual.

Sugerencias para meditar


- ¿Cómo inicias tus oraciones? Ya es parte de tu vida la bendición del Se-
ñor? ¿En qué momentos bendices tú al Señor?
- San Pablo en Macedonia sufría toda suerte de tribulaciones, externas e
internas. Si tuvieras que enumerar estos sufrimientos como san Pablo,
¿cuáles son hoy tus sufrimientos (externos e internos) que te alejan de la
paz y tranquilidad deseada?
- ¿En este año, has necesitado en algún momento el consuelo de un her-
mano tuyo? ¿El consuelo de la gente de tu parroquia? ¿El consuelo del
Obispo? ¿El consuelo del Señor? / O ¿buscas otros consuelos?
- ¿Has recibido en algún momento una consolación intima, personal que te
ayudó a seguir caminando y creyendo?
- ¿Recuerdas, en este año, la última vez que consolaste a otra persona?
- Durante estos ejercicios espirituales y mirando tus sufrimientos corpora-
les y espirituales, qué tipo consolación esperas recibir del Señor

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