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“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Isaías 9:6
No cabe duda que el hecho de que Jesús haya nacido, impactó tanto el mundo que
incluso el profeta Isaías al momento de anunciar su futuro nacimiento lo denomina con
una serie de títulos que describen su grandeza:
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
SU NOMBRE ES ADMIRABLE
¿Porque el profeta lo describe como admirable?
CREACIÓN HUMANA.
Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me
saldrá el que será Señor en Israel; MIQUEAS 5:2.
Dios, a través del profeta Miqueas,( 700 años antes) profetiso, predijo, que el Mesías,
el Salvador, nacería en Belén Efrata.
Belén, en su original significa, “ciudad de pan.” ¡Jesús, es el pan de vida! ( Jn. 6:35)
Aunque el anunciamiento fue en Nazaret …Lucas 1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue
enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada
con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era
María.
Posteriormente el alumbramiento se dio en Belen:
También vemos la profecía de Isaías que dijo que este niño nacería de una mujer
virgen: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen
concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”, (Isaías 7:14),
Lc. 1: 26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa
de David; y el nombre de la virgen era María.
“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será
llamado Hijo de Dios”.
Lucas 1:34-35
A lo largo de la historia han nacido millones de personas y entre ellas algunas han
impactado la historia del mundo; pero ninguna de ellas ha sido tan extraordinaria como
el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros decimos que el nacimiento de Jesús
es extraordinario por al menos tres razones increíbles:
INTRODUCCIÓN:
Para el ser humano limitado por su naturaleza pecadora, tratar de describir a Dios en su grandeza,
gloria e infinitud, es una tarea simplemente imposible. Como lo ha dicho el Dr. Tony Evans en su libro
“Nuestro Dios es Maravilloso”, tratar de comprender a Dios en su naturaleza no solo es una tarea
difícil, sino que no sabemos por dónde comenzar a la hora de poner en una sola oración una definición
que nos acerque a nuestro admirable Dios.
Y el asunto es que mientras nosotros nos debatimos en entender la grandeza y la gloria de Dios,
tenemos que concluir que Él, por ser un Dios trascendente, lo único que nos ha dejado son sus
atributos para que tengamos una idea de cuan grande es Él. ¿Por qué decimos esto? Porque en el pasaje
de Isaías 9:6-7, donde se hablan de los títulos que se le asignan al hijo que ha de venir a quien
proféticamente se describe como El Admirable Consejero, El Admirable Dios y El Admirable Príncipe
de Paz, nos encontramos con una revelación sublime para entender mejor a nuestro Dios porque ha
sido su Hijo, nuestro amado Cristo, que lo ha dado a conocer.
Y si bien es cierto que nuestro Dios es trascendente, el saber que Cristo es Dios y es Padre a la vez, nos
acerca más a ese Dios que es espíritu e inmaterial. Que a pesar de su infinitud ahora conocemos a un
Dios cercano que se ha identificado con nosotros. De eso se trata la navidad.
Isaías nos ha dicho previamente que el niño del pesebre de Belén sería “Emanuel” (Dios con nosotros),
pero ahora nos presenta que ese niño también como Dios Fuerte y Padre Eterno. Conozcamos, pues, a
Cristo como el Admirable Dios. Veamos porqué el profeta Isaías nos presenta al niño, la segunda
persona de la Trinidad, como el Admirable Dios que vino para estar con nosotros.
En el libro de Génesis nos encontramos con la declaración que los cielos y la tierra fueron hechos por
el poder de la palabra. Cuando avanzamos en el Nuevo Testamento, en el conocimiento de quien creo
todas las cosas que vemos y las que no vemos, descubrimos que esa palabra creativa es nuestro Señor
Jesucristo. Juan nos va a decir que el Verbo (la palabra que creó el mundo) se hizo carne. Y en el
mismo capítulo se nos dice que “todas las cosas por él fueron hechas…” (Juan 1:3).
Luego Pablo nos afirma que por él (Cristo) fueron hechas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra, sean visibles o invisibles, sean tronos y principados. Esto significa que Cristo
creó todo de la nada, lo cual evidencia que el tiene un poder ilimitado.
Él no necesitó de materia prima para hacer lo que vemos. Su poder creativo se puso de manifiesto
cuando él no demandó ningún esfuerzo para crear. En Génesis 1 el imperativo “hágase” o “sea hecho”
aparece varias veces. Fue la palabra poderosa, antes de hacerse carne, la que hizo todo lo que ahora
vemos, porque “todo lo hizo hermoso en su tiempo”.
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Cuando Juan el Bautista estuvo preso, antes de ser decapitado, mandó a algunos de sus discípulos para
asegurarse si Jesús era realmente el Mesías. Ante la visita de los enviados por Juan este le mandó este
mensaje que parafraseado sería algo así. “Díganle a mi primo Juan que hasta ahora nadie había oído
que los ciegos vieran, que los paralíticos anduvieran, que los leprosos son sanados, que los sordos
oyen, que los muertos resucitan y que a los pobres se les predica el evangelio… esas son las pruebas
que autentican mi mesianismo”. Como tenía que suceder, este veredicto confirmaba la presencia de
milagros jamás antes vistos.
Esto comprueba un poder que nadie haya ejecutado antes. Veamos ese poder milagroso con la hija de
Jairo de doce años que estaba gravemente enferma y que murió mientras este atendía la multitud. Pero
en esta misma historia se dio también el milagro una mujer con un flujo de sangre que tocó el borde de
su vestido y quedó sana después de doce años con este azote. Al final se dio un milagro mayor pues la
hija del principal fue resucitada (Mateo 5:21-43). Jesús es el Dios fuerte que hace estos milagros.
El poder de Cristo simplemente es ilimitado. Para él es lo mismo crear al mundo o dar vida a los
muertos, por lo tanto, su poder sigue siendo el mismo para cambiar una vida. Para el Señor no hay
nada imposible. El Dios Fuerte manifestado en Cristo vino al mundo para cambiar a los hombres
haciendo de sus vidas vacías y sin propósitos, vidas llenas y abundantes.
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Él vino a revertir lo irrevertible en aquellos casos donde había esperanza. Él vino para liberar al
hombre de su esclavitud, cualquiera que esta sea. Él vino para cambiar al hombre que encontró en
alguna adicción la manera de llenar su profundo vacío. Vino para transformar al joven cuyo cuerpo se
la había entregado o a las drogas o a la prostitución.
El poder de Cristo es lo único que puede cambiar lo que otros han desechado. Su poder no tiene
límites. Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Los hombres y mujeres que hemos sido
testigos de ese poder transformador reconocemos lo que es salir del mundo de las tinieblas, del poder
que infringe el pecado y del dominio que ejerce Satanás sobre las personas. Para todo esto, solo el
poder de Dios cambia todo nuestro ser.
Antes de ahondar en este anchuroso mar de la teología, tratando de comprender con nuestra mente
limitada como es que Jesús también es Padre, es necesario explicar lo que el mismo Jesús ha dicho en
el mismo pasaje donde Felipe le pidió que le mostrara al Padre. Ahora le vemos afirmar que el Padre
es mayor que él. ¿Cómo es esto por cuanto el profeta ha habla de él como Dios Fuerte o Padre Eterno?
Bueno, es necesario decir lo siguiente.
Cuando Jesús asomó esto no estaba contradiciendo al profeta quien afirmó su igualdad con el Dios
Padre en la versión trinitaria que las tres personas son co-iguales. Pero Jesús, el Hijo enviado de Dios,
no sería igual al Padre por su condición de su encarnación como el Hijo del Hombre, como se le va a
conocer.
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El asunto que debemos entender es que siempre la humanidad será inferior a la Divinidad. ¡No se
sorprenda! Cristo hombre, siempre estará sujeto a la Divinidad, por eso fue por lo que él mismo dijo
que el Padre era mayor. Además, la manera como Cristo se dirige a Dios como Padre u orando al
Padre, confirmaba que él no era igual que el Padre al estar en la carne. En esto no hay contradicción.
En todo caso es poner todo esto en la revelación correcta de la palabra.
Este es el gran desafío de los amantes del lucubrar teológico con lo que son las preguntas lógicas del
tema de la Deidad. ¿Cómo es que el Hijo a la vez Padre? Desde el punto de vista humano esto es un
imposible, pero desde el punto de vista divino todo es posible.
Lo que Isaías escribió es lo que todos creemos. En un solo texto nos encontramos con una de las
doctrinas más sublimes y comprometedoras de nuestra fe como lo es la Deidad. Es el hecho de que
Jesús no solo es Dios, sino que también el es Padre.
En las enseñanzas a sus discípulos no ahorró palabras para hablarles de la relación que existió entre él
y el Padre. Cuando Felipe le preguntó que le mostrara al Padre esta fue su respuesta: “El Padre que
mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10). ¿Cómo entendemos las palabras de Jesús en ese momento
y hasta dónde los discípulos las entendieron? Bueno que Cristo en su carne era el Hijo de Dios, lo cual
quedó registrado por todas sus declaraciones. Pero en su naturaleza divina era el único Dios que existe:
El Padre.
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En este pasaje Jesús se ha presentado no solo como proveniente de Dios, sino también hablando y
gobernando como Dios. Esto ilustra que la actuación de Jesús, aun estando en su limitado cuerpo, se
daba a conocer como lo que desde el principio ha sido, la segunda persona de la Trinidad a través de
quien el Padre le entrega todas las cosas.
En el aspecto temporal, Dios entregó todo al Hijo para que a través de sus obras él manifestara la
gloria del Padre, así como Juan nos dice que vimos su gloria “como del unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad”. Pero retornó al cielo y en su oración intercesora una de las cosas que le pidió a su
Padre era que glorificara al Hijo con aquella gloria que tuvo con él antes que el mundo fuese.
De hecho, en su segunda venida el Cristo glorificado, a quien Pablo le llama “gran Dios” (Tito 2:13),
traerá consigo toda la gloria del Padre por cuanto ha sido coronado Rey eterno y será, por lo tanto, el
Dios Padre a quien se le ha entregado toda autoridad de los que están en los cielos, en la tierra y debajo
de la tierra. La gloria de Dios y del Espíritu le será entrega para siempre.
III. ES ADMIRABLE POR SER DIOS ETERNO
Esta declaración nos dice que antes que existiera todo, el Verbo o la palabra, ya estaba. He aquí algo
que debe decirse cuando hablamos de la eternidad de la Deidad. Hemos dicho que Cristo, el Hijo de
Dios, estuvo limitado en la carne y por eso habló diciendo que el Padre era mayor que él. Pero cuando
nos referimos a él como el Verbo antes de ser encarnado siempre fue.
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El Verbo no tuvo un tiempo para ser. De esto concluimos que lo que hace Admirable al Dios eterno es
esta revelación de Juan. El profeta Isaías seguramente no conocía el tema del Verbo, como lo conocía
y dominaba Juan el apóstol por la influencia de la filosofía griega del que también era conocedor, pero
anticipadamente habló de la eternidad de la segunda persona de la Trinidad.
El concepto del Verbo era muy familiar para el mundo griego y para los judíos. Para los judíos, el
Verbo (la palabra de Dios), es a menudo personificada como un instrumento para la ejecución de la
voluntad de Dios (Salmo 33:6, 107:20, 119:89, 147:15-18). Para los griegos, el Verbo (logos), era
usado para describir el agente por el cual Dios creó las cosas materiales y se comunicaba con ellas. Así
que Juan les dijo a los griegos y a los judíos que el Verbo del cual ambos hablaban temporalmente se
hizo carne, pero regresó otra vez a su estado eterno.
Este es un salmo mesiánico que nos muestra el contraste entre lo temporal y lo eterno. En su contexto
nos habla primero de una vida que desfallece, que se acaba pronto. Los primeros versículos revelan a
un hombre que está enfermo, que está pasando por una inmensa angustia, que su corazón está herido y
que sus huesos se consumen; las figuras del pelícano y el búho son usadas para mostrar la soledad de
una vida quebrantada y efímera.
A partir del vers. 23 nos habla de que Dios debilitó las fuerzas y el salmista clama a Dios para que no
acabe con él a la mitad de su vida. Pero luego se da un cambio abrupto para hablar de lo que es
permanente, de lo que es eterno. El salmista menciona que lo que más puede durar en la tierra son las
montañas, pero al final ellas también perecerán pues no hay nada estable ni permanente en la tierra
vers. 26.
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Sin embargo, en el mismo el vers. 26 encontramos esta declaración: mas tú permanecerás… Y para
reafirmar aquel que es eterno, hablando del Señor Jesucristo, el vers. 27 revela su eternidad. Él es el
mismo y sus años no cambian. El Salmo 110:3 nos dice: Desde el seno de la aurora Tienes tú el rocío
de tu juventud. Quién más puede poseer un “rocío eterno” sino Jesucristo, el Admirable Dios.
CONCLUSIÓN:
Cuando Cristo vino se enfrentó abiertamente a los fariseos, tanto por su hipocresía como en el
desconocimiento que tenían de él como Mesías, pero sobre todo cuando él decía que no solo era el
Hijo de Dios, sino también que él mismo era Dios.
Uno de esos casos fue cuando les dijo que Abraham, a quien tanto ellos veneraban, se había gozado de
ver los días de su venida según Juan 8:48-59. En una franca discusión con ellos, donde dijeron que él
tenía demonios, Jesús les dijo que antes que Abraham fuera ya él existía.
Esto por supuesto no solo exasperó a sus enemigos, sino que estaban dispuesto a matarlo a pedradas,
pero todavía no era su hora, de modo que salió en medio de ellos. Este pasaje puso en evidencia que el
niño de Belén y el hombre de la cruz en Jerusalén, es el Dios Fuerte y el Padre Eterno. En Cristo se
cumplió completamente la profecía hecha tantos años atrás.