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El sexo está en la base de la familia, y quién puede negar que el sexo sea un
fenómeno biológico, uno de los más antiguos y universales. Dos individuos que
en el pasado fueron perfectos desconocidos son compelidos de alguna manera
a mezclar sus genes. Sin embargo la cultura humana, ese ropaje variopinto
con el recubrimos nuestras pulsiones biológicas permite que hoy presenciemos
uniones muy diversas entre géneros, aunque siempre desembocan en la
misma entidad, la familia.
Parece unánime entre los etnólogos que los lazos de parentesco son los
principales organizadores de la estructura social. En las pequeñas unidades
como las “bandas” de cazadores recolectores, cuya historia abarca el 90 % de
la del “Homo Sapiens”, estos lazos se extienden a casi toda la comunidad, no
obstante en todos los casos es frecuente que los varones busquen pareja en
otros grupos lo que evita la endogamia y sus perniciosos efectos. Entre los
Hadza (Bosquimanos) estudiados por K Hawkes, la comida se distribuye
ampliamente en la tribu lo que es frecuente en este tipo de sociedades, el autor
no ha encontrado diferencias en lo repartido dentro y fuera de la familia
nuclear. El compartir recursos se ha visto muchas veces como un fenómeno de
reciprocidad, una forma primitiva de intercambio, sin embargo entre los Hadza
parece ser el prestigio que da la generosidad la principal motivación, situación
que se repite en el Pollatch i. El estudio de los Hadza es particularmente
interesante ya que hay indicios de que este pueblo tiene tradiciones que se
remontan a los 40.000 años o más de antigüedad.
La familia como institución comienza, en épocas históricas, con las sociedades
urbanas y jerárquicas, mayormente poligámicas en oriente y américa india y
monogámicas en occidente sobre todo a partir del predominio de Roma. La
institucionalización de la familia está indisolublemente ligada a la aparición de
la propiedad privada. La transmisión de la propiedad en las sociedades que
generan excedentes exige una identificación clara del propietario y la forma en
que se transfiere después de su muerte.
Platón nos dice en La República “esas mujeres serán todas comunes para
todos esos hombres y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos;
y los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a
su padre”. Platón no se está refiriendo al pueblo llano, sino a la clase de los
guardianes, el brazo armado y monopolio del poder en su sociedad ideal
inspirada en la sociedad espartana a la que admiraba. El fin de ese tipo de
comunidad es no perder poder, y si lo miramos bien, es equivalente al celibato
de los sacerdotes católicos, no tener hijos o no saber cuál es el tuyo es más o
menos lo mismo. La religión Judeo, Greco, Latino , Cristiana liquida el
problema olímpicamente, si todos tenemos el mismo padre celestial, todos
somos hermanos y.
Del mismo modo que para estudiar los átomos hay que romperlos, es
interesante reflexionar sobre la consistencia de la unidad familiar. Dentro de la
burbuja hay lazos más fuertes y otros más laxos entre sus integrantes,
conflictos de poder, dinero o propiedad pueden poner en riesgo la relación
entre hermanos. Entre padres e hijos es menos frecuente ya que estos
conflictos suelen generarse por problemas de sucesión pero también existen.
Quizás por profundas razones biológicas el lazo más resistente se da entre la
madre y sus hijos, y viceversa hasta cierto punto. De hecho las familias
monoparentales generalmente están presididas por una mujer.