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Introduccion A La Teoria Del de - Rocha Ochoa, Cesareo
Introduccion A La Teoria Del de - Rocha Ochoa, Cesareo
—Cuarta edición—
Introducción a la teoría del derecho : Manual de clase / Cesáreo Rocha Ochoa. – Bogotá: Editorial Universidad
del Rosario, Facultad de Jurisprudencia, 2015.
ISBN: 978-958-738-555-7
Teoría del derecho / Filosofía del derecho / Derecho – Historia / Fuentes del derecho / Estado / Derecho
privado / I. Título / II. Serie.
340.1 SCDD 20
—Cuarta edición—
© 2015 Editorial Universidad del Rosario Cuarta edición: Bogotá D.C., enero de 2015
© 2015 Universidad del Rosario,
Facultad de Jurisprudencia
© 2015 Cesáreo Rocha Ochoa ISBN: 978-958-738-555-7
Coordinación editorial:
Editorial Universidad del Rosario
Corrección de estilo: Irina Florián
Diseño de cubierta: Miguel Ramírez, Kilka DG
Diagramación: Precolombi EU-David Reyes
Impresión: Xpress. Estudio Gráfico y Digital S.A.
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial
Universidad del Rosario.
Preámbulo................................................................................ 17
Cesáreo Rocha Ochoa
b. La filosofía........................................................................... 106
c. Teoría y práctica................................................................... 106
d. El arte................................................................................. 107
e. La técnica............................................................................ 108
f. Resumen............................................................................. 109
25. Ciencia y arte del derecho............................................................ 110
26. La filosofía del derecho................................................................ 112
27. La técnica del derecho................................................................. 113
a. Aspectos de la ciencia del derecho......................................... 115
b. Aplicación de los esquemas jurídicos..................................... 116
Conclusiones..................................................................................... 116
Vocabulario....................................................................................... 119
10
11
12
13
14
Bibliografía............................................................................... 371
15
Entregamos la cuarta edición del texto construido como manual de clase, que
ahora se denomina Introducción a la teoría del derecho; consideramos que en
el momento en que vivimos es preciso y a este nivel, el umbral universitario,
proporcionar al estudiante unas herramientas más acordes con los reclamos
y los planteamientos del mundo globalizado en que se desarrolla la existencia
contemporánea, donde las teorías y los conceptos fundamentales están so-
metidos al cambio que reclama con velocidad inusitada la sociedad impulsada
por la tecnología y la sistematización de las ideas por la corriente en boga de
la constitucionalización del derecho privado.
La primera edición del Manual de introducción al derecho recogió los
apuntes realizados por el profesor en su cátedra, en la Facultad de Jurispru-
dencia, de la Universidad del Rosario, y que por su acogida, dieron lugar a
la primera edición publicada en octubre del 2006. Posteriormente, junto con
algunas modificaciones, la supresión de un capítulo, el reordenamiento de
los textos y la introducción de algunos elementos temáticos, la Facultad nue-
vamente autorizó una segunda edición, divulgada a partir de julio del 2008.
Luego, a partir del hilo de los apuntes de clase, se preparó un nuevo
texto que contenía otros comentarios pertinentes sobre la materia del curso,
que se apoyaba en algunos comentarios de importantes juristas sobre los
temas escogidos en los diferentes capítulos y, al final de ellos, se agregaron,
de igual manera, unas consideraciones doctrinarias de importantes juristas
colombianos y extranjeros, como lecturas escogidas, con el fin de contribuir
a la preparación de los alumnos. Por ello, la tercera edición contiene mejoras
sustanciales, con el expreso objetivo de facilitar al estudiante de pregrado,
colocado en el umbral de su formación académica, su iniciación en la inmensa
17
18
19
23
que el padre de la lógica, Aristóteles,1 (384-322 a. C.) afirmara que “el hombre
es un animal social”; con lo que no solamente elaboraba un juicio de valor,
sino que también expresaba la existencia de un hecho: el comportamiento hu-
mano a partir de los primeros grupos sociales. El supuesto Robinson Crusoe2
es un mito, una quimera o una consideración simplemente especulativa, sin
fundamento ni respaldo histórico, de lo que hubiera sido el comportamiento
humano en solitario y la forma como dentro de tal hipótesis, podía haberse
construido la cultura.
Lo cierto es que, siguiendo la afirmación aristotélica, analizamos al
hombre en tanto que es un elemento social o de lo social. Creemos y afirma-
mos que, desde entonces, el derecho es un factor de regulación de la conducta
humana libre. Vale decir que el hombre recorrió un largo proceso histórico
para percatarse de la necesidad de crear mecanismos que hicieran posible la
convivencia social de la especie y someterse a las decisiones de terceros, los
jefes de la tribu, para dirimir sus diferencias.
De esta manera, comenzó la autoridad; se hizo posible el reconocimiento
paulatino de principios y valores que nacían de la entraña social, de la angus-
tia, de la necesidad por idear normas represivas e intimidantes al comienzo;
de carácter religioso, naturalmente incipientemente moral, y luego de orden
jurídico, de manera oral. Lo anterior hizo libres a los hombres porque nació
una voz en su conciencia que los conducía hacia el respeto, hacia las decisio-
nes de sus mayores en la búsqueda tan anhelada de la convivencia pacífica.
En este orden de ideas, consideramos el derecho como una forma de
coexistencia humana. El hombre, al vivir en comunidad, requiere del derecho
para realizar sus fines y la conclusión de que un presupuesto del derecho es
la vida en sociedad es obligada. De allí que no pueda concebirse una sociedad
sin derecho, como tampoco un derecho sin sociedad. El derecho es el elemento
que aglutina y da forma a la vida del hombre en una comunidad organizada.
En desarrollo de esta afirmación, y dentro del criterio de ser conclusivos
frente al significado del derecho como institución reguladora de la conducta,
1
Aristóteles, La Política, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1943, p. 24.
2
D. de Foe, Robinson Crusoe, España, Gráficas Lebrija, 1958.
24
E. Kant, citado en Ramírez Granda, Diccionario jurídico, 4ª ed., Buenos Aires, s. e., 1959,
3
p. 95.
Se ha criticado que esta definición se refiere al derecho natural como ideal jurídico, en cuan-
4
to una definición lógica del derecho debe comprender todos los sistemas posibles del derecho,
habidos y por haber.
5
R. Stammler, Filosofía del derecho, 47, 1974, p. 117.
6
G. Del Vechio, Filosofía del derecho, 6ª ed., Barcelona, Bosch, 1953, p. 20.
25
7
M. G. Monroy, Introducción al derecho, Bogotá, Temis, 2003, p. 3.
G. Radbruch, Filosofía del derecho, 4ª ed., Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado,
8
1959, p. 11.
9
F. Hegel, Filosofía del Derecho, 4ª ed., Buenos Aires, Claridad, 1955, p. 61.
26
10
Diccionario Carrogio de la Lengua Española, II, Barcelona, 1982, p. 980.
27
11
M. T. Cicerón, La República, III, p. 22.
12
M. Villoro Toranzo, Introducción al estudio del derecho, México, Porrúa, 2000, p. 4.
28
13
S. Nino, Introducción al análisis del derecho, Barcelona, Ariel, 1999, pp. 195 y ss.
29
30
coercitiva para impedir que los brotes del desorden y la anarquía siguieran
siendo los factores dominantes de la incipiente comunidad. La tendencia natu-
ral fue apelar a los ancianos (a la fuerza de la experiencia) y, de esta manera,
los pater familias fueron los coordinadores de ese tropel de individuos con
intereses opuestos, de esa masa amorfa de desorientados que caracterizó la
conducta social primitiva, de ese caos social que tipificó la conducta de los in-
tegrantes de los grupos humanos, sin factores de cohesión, solamente unidos
por la necesidad de hacer frente al medio en que vivían, como fieras, bajo la
“ley” del más fuerte.
Fue la luz en medio de las tinieblas de la historia, la voz, el gesto, la
actitud, el mando del anciano y la consiguiente sumisión y respeto de la
comunidad necesitada de la coerción para subsistir lo que dio forma al naci-
miento del derecho como instrumento de organización social. La conciencia
de la necesidad de sepultar las naturales expresiones agresivas de la conducta
individual dio cauce al nacimiento del grupo como estructura social de la cual
cada uno formaba parte de manera gregaria. La integración de todos facilitó
la convivencia y el surgimiento del clan, la gens, la tribu, por oposición a la
horda, de la que lentamente se iban separando, del guerrerismo salvaje y el
vandalaje, como denominadores comunes de su comportamiento.
La apelación a la fuerza de las decisiones del pater familias, su acata-
miento, la asimilación social de lo determinado por él, el arreglo de la conducta
a las normas de la oralidad imperante, la paulatina construcción de costumbres
y la heterocomposición como resultado de un acuerdo de voluntades para so-
lucionar el drama de la vida cotidiana pusieron en evidencia la necesidad de
la aplicación del derecho como elemento que diera organización a la incipiente
sociedad humana.
Ya veremos cómo León Duguit (1859-1928) dio al derecho el carácter
de función social, cómo con Maurice Hariou (1856-1929) nació la teoría de
la institución jurídica, o cómo Rudolf Von Ihering sostuvo que la finalidad del
derecho es la paz y el medio para alcanzarla es la lucha y, finalmente, cómo
el jurista español Recasens Siches afirmó que las funciones del derecho en la
vida social son la certeza y la seguridad.
31
14
E. García Máynez, Introducción al estudio del derecho, México, Porrúa, 2000, p. 5.
32
Por ello, en un sentido filosófico estricto, las normas son válidas cuando
exigen un proceder intrínsecamente obligatorio. El concepto de obligatoriedad
se explica en función de valor. Solo tiene sentido afirmar que algo debe ser, si
33
lo que se postula como debido es valioso. Por ejemplo, podemos decir que la
justicia debe ser en cuanto vale. Si careciera de valor, no entenderíamos por
qué su realización se encuentra prescrita normativamente. Mientras la vali-
dez de las leyes físicas se halla supeditada a lo empírico, las normas ideales
de la religión y la moral valen independientemente de la experiencia, como lo
comenta García Máynez.
15
E. Kant, citado en Ramírez Granda, op. cit., 1959, p. 33.
16
J. Simmel, citado por Kelsen, Teoría general del Estado, México, Editorial Nacional, 1950.
17
E. García Máynez, op. cit., p. 8.
34
18
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 15.
19
Ibid.
35
20
H. Kelsen, op. cit., pp. 150 y ss.
21
A. Latorre, Introducción al derecho, 3ª ed., Barcelona, Ariel, 1971, p. 179.
22
Ibid.
23
R. Dworkin, Los derechos en serio, Barcelona, Ariel, 1995.
36
24
A. Ross, Los derechos en serio, Barcelona, Ariel, 1995.
37
cuencia, cuando surge la idea de derecho o cuando se indaga por “el mundo
de los valores jurídicos”, estamos, de una manera espiritual, desentrañando
una realidad determinada; vale decir, divagando sobre la idea que se ha tenido
del derecho por la humanidad a través de los siglos, tratando de captar en esa
realidad los elementos esenciales que nunca han faltado, a pesar de la dife-
rencia de épocas y de evolución institucional. Como lo sostiene Monroy Cabra:
25
M. G. Monroy Cabra, op. cit.
26
R. Badaracco, Teoría del conocimiento del derecho, 2ª ed., Buenos Aires, s. e., 1963, p. 18.
38
27
M. Heidegger, citado por A. García Vilanova, Introducción al derecho, 6ª ed., Buenos Aires,
El Ateneo, 1960, p. 20.
39
28
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 21.
29
G. Rojas, Introducción al derecho, Bogotá, Ecor Ediciones, 2002, p. 15.
30
Ibid.
40
41
31
A. Valencia, Derecho civil, tomo i, Bogotá, Temis, 1957, pp. 24 y ss.
32
Ibid.
42
9. Lógica jurídica
Se entiende por lógica, en términos generales, la ciencia que expone las ideas,
los modos y las formas del conocimiento científico. En la trayectoria de su
desenvolvimiento histórico ha recibido diferentes denominaciones según el
aspecto parcial al que haga referencia el autor. Se le denominó mayéutica por
Sócrates para definir el arte de hacer concebir y producir el pensamiento. Al
separar de manera abstracta estas dos funciones, se le denominó heurística
o arte de buscar la verdad y didáctica o arte de enseñarla.
Para el idealismo de Platón, la lógica es la dialéctica, la ciencia del
pensamiento puro o racional, definición de la cual Hegel sacó la última con-
secuencia al considerar la lógica como ciencia de la idea, identificada con la
33
Ibid.
43
34
G. Rojas, Introducción al derecho, Bogotá, Ecor Ediciones, 2002, pp. 245 y ss.
35
E. García Máynez, op. cit., pp. 51 y ss.
44
45
36
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 70-71.
37
A. Valencia, op. cit., pp. 225 y ss.
46
que se dirige, con la conciencia jurídica por él estatuida, contra un sujeto con-
creto (el deber) o en tanto que se pone a la disposición del mismo (facultad)”.38
La facultad o poder equivale a la enunciación del aspecto activo de todo.
El derecho es comprendido por valencia de la siguiente manera: “El derecho
a disponer libremente sobre las cosas propias, lo mismo que el derecho a la
conducta no prohibida, no es otra cosa que el reflejo subalterno de las normas
que estatuyen deberes jurídicos”.39 Al contrario de lo que muchos han consi-
derado, Kelsen no ha negado los derechos objetivos. Por ello, su comentario
de que el legislador reconoce al acreedor:
38
H. Kelsen, citado por A. Valencia, op. cit.
39
Ibid., p. 227.
40
Ibid.
47
48
Conclusiones
Desde la penumbra de la historia, cuando en los pueblos primitivos la norma
aún no existía, y el derecho, la moral y la religión eran un solo concepto, la
lenta, continuada, paulatina y pertinaz conducta humana creó la costumbre
como fuente del derecho. Es la presencia frente a la necesidad, la búsqueda
de soluciones para el drama cotidiano, el sentido creativo que surge del líder
comunitario, fruto del estudio de la cambiante condición humana y de su en-
torno, de las fuerzas que influyen a partir de la naturaleza. Comienza como
un ejercicio a experimentar y aplicar lo que considera una idea de justicia ante
la trasgresión de principios e ideales del derecho y el deber; el persistente y
deshilvanado desarrollo social y la costumbre como actitud humana hacen
presencia como fuente de derecho.
Luego, las primeras codificaciones; el espíritu compartido por el senti-
miento cristiano en el devenir de los tiempos; la fuerza de las expresiones del
derecho natural, de la síntesis de los criterios de los grandes filósofos griegos
y del ánimo que inspiró la legislación del derecho romano fueron los funda-
mentos del derecho universal, del pensamiento de Tomás de Aquino y de las
invocaciones que se hacen a la moral y a las buenas costumbres en la legis-
lación nacional colombiana. Es forzoso concluir, respecto del carácter secular
e histórico de la moral y el derecho, de qué manera la primera es cavilación
de las moradas interiores del hombre, freno de su conducta, racionamiento
axiológico unilateral, preámbulo del juicio, norma interna del buen obrar, razón
de las buenas costumbres y vigía insondable de las voces de su conciencia.
En tanto, la norma jurídica, primero fundamentada en el derecho natural
y luego en su desarrollo histórico, enmarcada en las disposiciones del derecho
positivo, a nivel universal, o en el sistemático desarrollo del derecho consue-
tudinario en los países que practican el common law, constituye el principio
que dio marco a la conducta humana externa, volcada en su expresión social
y, por lo tanto, en la bilateralidad; creadora de argumentos, hechos, actos ju-
49
50
Lecturas
Del profesor Marco Gerardo Monroy Cabra, en su obra Introducción al
Derecho, 13. Editorial Temis, Bogotá, 2003, pp. 44 y ss.
51
52
Vocabulario
Axiología: ciencia de los valores, en especial los morales.
Ontológico: relativo a la ontología.
Ontología: ciencia del ser en general; la ontología se confunde con la me-
tafísica.
Teleológico: relativo o perteneciente a la teleología.
Teleología: doctrina de las causas finales.
Empírico: basado en la experiencia, sin teoría ni razonamiento.
53
57
41
CSJ. Casación Civil, Sentencia de junio 13 de 1975.
58
La definición del artículo 633 del Código Civil no permite establecer una
clara diferencia entre persona natural y persona jurídica. Esta definición
solo indica los atributos de la persona jurídica. No permite establecer una
clara diferencia entre persona natural y persona jurídica, ya que ambas son
capaces de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, como también de
ser representadas. Más acertado es señalar que, la persona jurídica necesi-
ta siempre ser representada. También existe una diferencia clara respecto
de los derechos que pueden adquirir y ejercer. A las personas jurídicas les
están lógicamente vedados los derechos de familia y también el estado ci-
vil. También es cierto que las únicas clases de personas jurídicas sean las
corporaciones y las fundaciones de beneficencia pública. El propio artículo
635 se encarga de referirse a otra clase de personas jurídicas.
59
60
61
b. La persona física
García Máynez señala: “Se da el nombre de sujeto o persona, a todo ente
capaz de tener facultades y deberes”. Indica también que la palabra persona
posee múltiples acepciones, y las más importantes son la jurídica y la moral.
Agrega que “desde el punto de vista ético persona es el sujeto dotado de vo-
luntad o razón”.42
Según Nicolai Hartmann, persona es el sujeto que, a partir de su con-
ducta, es susceptible de realizar valores morales. Agrega que “los valores no
orientan fatalmente su conducta. Este no hallarse forzado, esta libertad ante
el valor, es lo que da significación axiológica a los actos que ejecuta. El libre
albedrío resulta de esta suerte uno de los atributos esenciales de la personali-
dad, desde el punto de vista de la ética”.43
Personas físicas es el nombre que el derecho da a los hombres, en cuan-
to ellos sean sujetos de derecho. Ciertamente, el ser humano, por el hecho de
serlo, posee personalidad jurídica, naturalmente con algunas limitaciones im-
puestas por la ley (edad, uso de razón, capacidad, etc.). De allí que el hombre
o el individuo sea considerado como persona, persona natural. Desde luego,
esta afirmación es postesclavista, pues los esclavos no eran considerados
personas, a pesar de ser parte del género humano; sobre ellos se erigieron re-
laciones jurídicas especiales; fueron denigrados y clasificados como cosas. Se
ha suscitado un problema para determinar si la personalidad es una necesaria
consecuencia de la calidad de hombre. Kelsen lo ha negado y en efecto dijo
que no por ello la persona es el hombre:
42
E. García Máynez, op. cit., pp. 271 y ss.
43
N. Hartmann, citado por E. García Máynez, op. cit., p. 274.
62
La personalidad ética tiene como base la realidad del sujeto, pero hace
referencia a algo más que a su simple existencia biológica y psicológica. De
manera semejante, su personalidad jurídica no se confunde con dicha exis-
44
H. Kelsen, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 276 y ss.
45
E. García Máynez, op. cit., pp. 276 y ss.
63
a. Teoría de la ficción
El ilustre jurista alemán Federico Savigny es concluyente al afirmar que las
llamadas personas morales “son seres creados artificialmente, capaces de te-
ner un patrimonio”.46 Para llegar a esta conclusión, considera que persona es
todo ente capaz de obligaciones y derechos. Los derechos solo son atributos
de los entes dotados de voluntad y, como consecuencia, dentro de un plano de
subjetividad jurídica, las personas jurídicas son una ficción, puesto que carecen
de albedrío. No obstante, por el hecho de que las personas jurídicas, según
este concepto, sean seres ficticios, no significa que carezcan de sustrato real.
García Máynez afirma que lo anterior quiere decir, simplemente, que dicho
sustrato no es un sujeto dotado de voluntad y que, a pesar de ello, la ley lo
considera como tal, al atribuirle personalidad jurídica.
Savigny advierte que su teoría tiene como referencia exclusiva el dere-
cho privado y que su definición, como elemento necesario de la personalidad
jurídica, se fundamenta en la capacidad de tener un patrimonio.47 Por ello,
infiere que las relaciones familiares son ajenas a las personas jurídicas. De
F. Savigny, Sistema del derecho privado romano, citado por E. García Máynez, op. cit.,
46
p. 279.
47
Ibid.
64
allí su afirmación de que todas las fundaciones y las asociaciones tienen una
existencia artificial, a las que se les da el carácter de personas jurídicas y no
pueden participar en la vida del derecho, sino a través de las personas que las
representan. Esta teoría ha recibido las críticas que sintetizamos a continua-
ción, según las consideraciones de García Máynez.
Francisco Ferrara objeta las afirmaciones de Savigny, así: “no es verdad
que la capacidad jurídica haya sido determinada por la facultad de querer”.48
Los infantes y los idiotas carecen de ella, de voluntad, y son, sin embargo,
sujetos de derecho. La circunstancia de que las corporaciones y las fundacio-
nes no tengan voluntad propia, no puede invocarse contra su existencia como
sujetos jurídicos. Si fuese cierto que la esencia del derecho subjetivo y de la
personalidad jurídica es la facultad de proponerse fines y realizarlos o, en otro
términos, la voluntad, habría que llegar a la conclusión de que en los entes
colectivos lo órganos deben ser considerados como sujetos de los derechos y
las obligaciones de las personas jurídicas ya que dichos órganos tienen vo-
luntad y obran en representación de aquellas.
Las personas colectivas o jurídicas no son entes ficticios, sino poderosas
individualidades sociales que tienen un papel de mucha significación. Por ello,
Savigny concluye con la siguiente afirmación: “La teoría de la ficción no nos
dice cuál es la esencia de aquellos seres: se aleja de la experiencia y desconoce
las realidades”.49
La limitación establecida por Savigny50 al definir las personas jurídicas
como seres creados artificialmente por el legislador para cumplir relaciones
patrimoniales no se justifica porque los entes colectivos poseen múltiples dere-
chos extrapatrimoniales o no patrimoniales, como por ejemplo los honoríficos.
Si las personas jurídicas son seres ficticios creados por la ley, ¿cómo
explicar la existencia del Estado?, porque el Estado también es una persona
jurídica colectiva. Si este es el creador de todas las ficciones denominadas
48
F. Ferrara, citado por E. García Máynez, op. cit., p. 288.
F. Savigny, Sistema del derecho privado romano, citado por E. García Máynez, op. cit.,
49
p. 279.
50
F. Savigny, op. cit., p. 27.
65
No hay que confundir a los individuos con las corporaciones. Los primeros
existen antes de la ley y tienen sus derechos por la naturaleza, mientras
que las segundas no existen más que por la ley y de esta traen sus dere-
chos; ella puede modificarlos, destruirlos como le plazca; he aquí por qué
la destrucción de una corporación no es un homicidio y el acto por el que
la Asamblea Nacional niega el pretendido derecho de propiedad que los
eclesiásticos se atribuyen no es una expoliación.52
51
E. García Máynez, op. cit.
52
D. Touret, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 282 y ss.
66
53
A. von Brinz, citado por E. García Máynez, op. cit., p. 282.
54
E. García Máynez, op. cit., pp. 283 y ss.
55
B. Windscheid, citado por E. García Máynez, op. cit., p. 283.
67
56
E. García Máynez, op. cit.
57
F. Ferrara, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 186 y ss.
68
c. Teorías realistas
Como su nombre lo indica, esta teoría, en oposición a las anteriores, afirma
que las personas jurídicas de derecho público o privado son realidades objeti-
vas. Sus defensores afirman que “el concepto de sujeto de derecho no coincide
con el de hombre, ni se halla referido exclusivamente a los seres dotados de
voluntad. Pueden existir y de hecho existen múltiples sujetos de derecho di-
ferentes de las personas físicas o naturales”.
Las teorías realistas son muy numerosas; podemos citar las que estima-
mos más importantes o representativas como: 1) la teoría organicista; 2) la
teoría del alma colectiva; 3) la tesis del organismo social, y las que se refieren
esencialmente al aspecto jurídico del problema, como las de Ferrara y Kelsen.58
58
F. Ferrara y H. Kelsen, citados por E. García Máynez, op. cit., pp. 283 y ss.
69
d. Teoría organicista
Claude Bernard afirma que organismo es “un todo viviente formado de partes
vivientes”,59 lo que se puede aplicar tanto al hombre aislado como a las perso-
nas colectivas. El autor establece un paralelismo entre individuos y sociedad,
y descubre en las colectividades numerosas analogías con los organismos in-
dividuales, lo que conduce a afirmaciones tan grotescas como la que el primer
ministro es la nariz del Estado.
59
C. Bernard, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 273 y ss.
60
F. Ferrara, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 288 y ss.
70
61
Ibid.
62
Ibid.
63
Ibid.
64
E. García Máynez, op. cit., pp. 293 y 294.
71
65
E. García Máynez, op. cit., pp. 293 y 294.
72
66
A. Gómez Lobo, Historia de las Ideas Políticas, Bogotá, Centro Editorial Universidad del
Rosario, 1999, pp. 125-127.
73
67
Ibid., pp. 40-41.
A. Trujillo, El Estado y el derecho, Bogotá, Ediciones Academia Col. de Jurisprudencia,
68
74
75
69
M. Villoro Toranzo, Introducción al estudio del derecho, México, Porrúa, 2000, pp. 17 y ss.
76
Este tratadista afirma que, desde sus comienzos, la doctrina del derecho
natural surge con tres características que no pierde en el curso de la natural
historia: 1) como reflexión racional, por oposición a las especulaciones de
carácter religioso que habían ejercitado su predominio hasta entonces; 2) dis-
tingue como elemento de la conducta humana el orden de la naturaleza (por
eso se llama “natural”), y 3) dicho criterio se encuentra, según palabras de
Cicerón, “en la recta razón escrita en todos los corazones”; es decir, es una
exigencia de comportamiento, de la actitud humana, que implica el ejercicio
de un pensamiento (por eso es “derecho”) que todo hombre conoce por su
conciencia moral.
A partir de la exposición de Villoro Toranzo, “la razón ha descubierto
un orden natural querido por la divinidad, orden que es válido para todos los
hombres sean cuales fueren sus naciones, y válido también para toda forma
social de convivencia organizada, es decir, para todo Estado”.70 Las particu-
laridades de tal o cual polis, sus exigencias fundadas en la mitología nacional
y que constituyen el derecho sagrado (fas), lo mismo que su derecho p
rofano
(ius), valdrán tanto cuanto puedan justificarse racionalmente de acuerdo
con el orden natural querido por Dios (derecho natural). El resultado será un
derecho divino de validez absoluta, ante el cual deben doblegarse todos los
derechos humanos. La responsabilidad que tendrá todo hombre de acatar el
orden natural impuesto por la voluntad divina será una responsabilidad moral.
“La suprema virtud y la suprema sabiduría —nos dirá Heráclito— es obedecer
en las palabras y las acciones, a la naturaleza, o sea a ese logos universal”.
70
Ibid.
71
M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 19.
77
Es que Zeus no ha hecho esas leyes, ni la justicia que tiene su trono en me-
dio de los dioses inmortales. Yo no creía que tus edictos valiesen más que
las leyes no escritas e inmutables de los dioses, puesto que tú eres tan solo
un simple mortal. Inmutables son, no de hoy ni de ayer, y eternamente po-
derosas; y nadie sabe cuándo nacieron. No quiero por miedo a las órdenes
de un solo hombre merecer el castigo divino.
78
72
M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 25.
79
80
73
Ibid., pp. 28 y ss.
81
el único modo de abrir los ojos de sus conciudadanos era aceptar las últi-
mas conclusiones de esas enseñanzas: la muerte. Sócrates se inclina ante
la injusticia de los hombres para afirmar de una vez por todas la existencia
de una justicia absoluta. Es el testimonio final que se considera moralmente
obligado a ofrecer como coronamiento de una vida de maestro.74
74
Ibid.
75
Ibid.
82
83
76
Ibid.
84
77
Ibid., pp. 31 y ss.
85
86
87
88
sujeta al análisis de su razón poderosa, pero sin olvidar nunca que su obra
nos es más que un instrumento para explicar Dios al hombre y para ayudar
al movimiento de la criatura racional hacia Dios”.
En este orden de ideas, para los fines que nos ocupan, extractamos
solamente algunas enseñanzas que interesan especialmente al jurista. Santo
Tomás entiende por derecho (ius), “la misma cosa justa”, en tanto que “la ley
es una constitución escrita; y de ahí que la ley no sea el derecho mismo, pro-
piamente hablando, sino cierta razón del derecho”; es decir, el derecho es la
cosa misma ordenada según el ideal de justicia; es el orden objetivo metafísico
en que la ley es solo una formulación. Las leyes y todas las modalidades del
orden normativo han de ser determinadas desde el objeto, a partir de la res
iusta. Por consiguiente, para Santo Tomás, lo justo no es un ideal lejano, sino
una exigencia inmediata del orden de las relaciones humanas. No puede ser
lo imposible, lo justo, por más hermoso que pueda ser; es una exigencia que
debe realizarse aquí y ahora (hic et nunc), de conformidad con las posibilida-
des y dependiendo de las circunstancias. Tomás de Aquino explica la noción
moral del derecho mejor que nadie:
78
Ibid., pp. 39 y ss.
89
cuando se da, ocupa un segundo plano; para nuestro modo de pensar moderno,
el analogado principal de la palabra “derecho” es el derecho objetivo; para la
mentalidad antigua, también expuesta por Santo Tomás, era “lo justo”, y el
derecho objetivo no es más que una constitución escrita por lo que la autoridad
exige que se cumpla lo que es justo. En el lenguaje tomista, lo que nosotros
llamamos “derecho objetivo” recibe el nombre de “ley”. Toda ley es producto
del legislador y como este es humano, deberá respetar las exigencias de justicia.
Ciertamente, la razón es capaz de formular el orden de lo justo, es decir,
el derecho, por medio de la ley. De allí que sostuviera que “la ley no es más que
un ordenamiento de la razón, en orden al bien común promulgado por aquel
que tiene a su cuidado la comunidad”. Villoro Toranzo agrega:
Según se atienda a la razón que formula la ley o la materia por ella regu-
lada, la ley podrá ser eterna, temporal, natural, humana o divina; pero,
puesto que toda ley es una formulación de un orden justo y que toda justicia
tiene su fundamento en Dios, no solo no hay contradicción entre las diversas
clases de leyes sino que unas se complementan con otras.79
79
San Agustín, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 30.
90
podrán contradecir a las naturales. Como dice San Agustín: “La ley que no es
justa no parece que sea ley”.80
En consecuencia, la fuerza de la ley depende del nivel de su justicia. Res-
pecto de las cosas humanas, su justicia guarda proporción con su conformidad,
con la norma de la razón y la primera norma de la razón es la ley natural. De
ahí que toda ley humana tenga carácter de ley en la medida en que derive de
la ley de la naturaleza y, si se aparta en un punto de la ley natural, ya no será
ley, sino corrupción de la ley. Existe un solo derecho, escribe Cicerón, “aquel
que constituye el vínculo de la sociedad humana y que nace de una sola ley;
y esta ley es la recta razón en cuanto ordena y prohíbe. Quien la ignora es
injusto, esté escrita o no aquella ley”.81
Siguiendo el ideario jurídico trazado por Villoro Toranzo sobre el tema,
resumimos y concluimos de la siguiente manera: el derecho es, como el hom-
bre, espíritu y cuerpo; su cuerpo son las instituciones del derecho positivo, pero
estas deben ser animadas por un espíritu que son los principios del derecho
natural (justicia, bien común, seguridad jurídica, etc.).
80
Ibid., pp. 39 y ss.
81
M. Cicerón, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 43 y ss.
91
Para elucidar características distintivas del derecho como medio del con-
trol social, hemos creído necesario introducir elementos que no pueden ser
elaborados a partir de las ideas de un orden, una amenaza, obediencia,
hábitos y generalidad. Mucho de lo que es característico del derecho queda
desfigurado por el esfuerzo de explicarlo en estos términos simples.
Creímos necesario distinguir, así, entre la idea de hábito general y
la de regla social, y subrayar el aspecto interno de las reglas manifestando
en su uso como pautas o criterios de conducta orientadores y críticos […]
debemos examinar ahora la pretensión que, en el perenne debate sobre la
“esencia” o la “naturaleza” o la “definición del derecho”, ha sido opuesta
con mucha frecuencia a la teoría simple del imperativo que hemos consi-
derado inadecuada.
Se trata de la afirmación general de que entre el derecho y la moral
hay una conexión en algún sentido necesaria, y que esto es lo que merece
ser considerado como central en cualquier intento de analizar o elucidar
la noción de derecho.82
82
H. L. A. Hart, El concepto del derecho, 2ª ed., Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1961.
92
83
Ibid.
84
D. E. López Medina, Teoría impura del derecho, 3ª reimpresión, Bogotá, Legis, 2005.
85
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 123 y ss.
93
94
Conclusiones
Se señaló, de manera clara, que el único sujeto de derecho es la persona y que
en el universo jurídico solamente existen dos personas: la persona natural o
física y la persona jurídica. Respecto de estas últimas, las principales teorías
que, según nuestro criterio, debemos destacar son la de la ficción a que se
refiere nuestro ordenamiento civil y la de Ferrara.
Igualmente, hemos señalado las dos tendencias del derecho. La deno-
minada como derecho natural, o iusnaturalismo, y la del derecho positivo,
o iuspositivismo. La primera que afirma que él fue trasmitido al hombre por
Dios a través de la revelación y la segunda que afirma que el derecho positivo
es el derecho creado por el hombre y convertido en norma.
Precisamos también las clases de ley natural (eterna, divina, natural y
humana), sus características y cómo la escuela del derecho natural fue enri-
quecida con los aportes de los maestros griegos (Sócrates, Platón y Aristóteles),
Eráclito y Sófocles, entre otros; sus contribuciones fueron significativas en la
evolución de esta corriente del derecho: en el caso de Sócrates, el principio de
seguridad jurídica y sus contenidos de orden y paz, certeza jurídica y seguridad
95
Primera lectura
Del Profesor Jorge Angarita Gómez, Nombre y estado civil. Atributos de
la Persona Humana, Bogotá, Editorial Dintel Ltda., 1983.
El nombre
Si existe un nombre, un vocativo, habrá mayor facilidad de comunicación
de una persona con otra determinada y mejor posibilidad de corresponden-
cia entre quienes se desea. Ciertamente, cada persona es una suma de valo-
res que en un momento dado debe aparecer con un solo enunciado; luego,
la misión de este es procurar la identificación, la individualizaciónde una
persona, tanto en la familia como en la sociedad políticamente organizada.
Siendo, entonces, el nombre el medio adecuado para distinguir a
una persona de las otras, se puede afirmar jurídicamente que “el nombre
es el signo distintivo y revelador de la personalidad”.
96
Segunda lectura
Reproducimos un bellísimo escrito de monseñor Rafael María Carrasquilla,
colegial y rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, e indi-
viduo correspondiente de la Real Academia Española. Texto extraído de la
revista del Colegio del Rosario denominada Lo Nuevo y lo Viejo en la En-
señanza, publicación de 1909, Imprenta Eléctrica, 168, calle 10, Bogotá.
97
Jurisconsultos y tinterillos
No repetiremos lo dicho arriba de que la enseñanza de Humanidades y
Filosofía, antes de especialistas forma hombres; ni vamos a insistir en
que las carreras profesionales requieren fuerza y agilidad intelectuales,
dotes que se desarrollan y fortifican con los estudios clásicos y filosóficos.
Coloquémonos en el tercer práctico, para demostrar la indispensable ne-
cesidad inmediata de las citadas disciplinas para los futuros abogados,
médicos e ingenieros.
En el Foro de toda nación figuran dos gremios, en apariencia seme-
jantes, y en realidad contrarios: el de los tinterillos y el de los abogados
de veras, el de los jurisconsultos.
“Así como se llama golilla al ministro togado que la lleva, dice don
Rufino J. Cuervo, es de creer que el llamar tinterillo al leguleyo, o rábula,
picapleitos, abogadillo trapacero, viene de que los tales llevarían consigo
su tintero para extender en seguida una demanda, pedimento u otra cosa
de la laya. Es de uso corriente en varios países de América”.86
El tinterillo puede haber sido alumno o no haberlo sido de una Es-
cuela profesional; puede tener o no el grado de doctor. En todo caso, es
una persona que conoce la letra de las leyes, pero no su espíritu; que sabe
los Códigos vigentes, pero es incapaz de interpretarlos; que es versado en
Derecho positivo, pero ignorante en la filosofía del derecho. Puede ser in-
teligente, puede ser naturalmente honrado. Pero como no es capaz de sos-
tener la competencia de los jurisconsultos letrados, busca causas y pleitos
de menor cuantía. Estos trabajos se pagan mal. Para vivir, necesita, pues,
muchos pleitos, y quien tiene muchas causas, no las tiene todas honradas
y legítimas. Para sacar avantes los litigios injustos, apela a triquiñuelas
y cábalas; a forzar el texto de las leyes; a esgrimir sofismas en vez de
raciocinios. Y así como los embusteros de profesión llegan a creer en sus
86
86
Apuntaciones críticas, 5ª ed., p. 453.
98
99
100
había echado dos raíces muy duras de arrancar: había creado derechos y
había establecido costumbres. Poco a poco, fueron mudándose las anti-
guas disposiciones y en 1858, ya estaba madura la Nueva Granada para
dictarse códigos. El recién nacido Estado de Cundinamarca promulgó los
suyos. El civil, principal entre todos, es hoy en sustancia, el de la nación
colombiana.
Sus redactores lo calcaron, en parte, sobre el de Chile, obra maestra
de Don Andrés Bello, y él tuvo muy en cuenta el Código de Napoleón,
derivadoa su turno del Derecho Romano. Pero el Código de Colombia y
el de Chile tienen, como es natural, indispensable, mucho de las partidas
del Rey sabio.87
Las dos fuentes supremas de nuestro Derecho son, pues, el Corpus
Juris Civiles y el Corpus Juris Canonici uno y otro escritos en latín, y no
traducidos íntegramente que sepamos a ningún idioma moderno. Y en la-
tín están los comentarios clásicos, sapientísimos, irremplazables, de uno
y otro derecho.
El bachillerato moderno, en algunas partes, no comprende la historia
universal. Si los ojos de la historia son la Cronología y la Geografía, los ojos
del Derecho son la Filosofía y la Historia. ¡Jurisconsultos sin saber historia!
87
87
D. Gumersindo de Azcárate, en el prólogo a la edición hecha en España del Código Civil
(cc) de Chile, dice: “No siguieron sus autores el cómodo y trillado camino de traducir literalmente
el de Napoleón o por lo menos calcar en él su obra, sino que teniendo a la vista ese y otros, y
tomando como punto de partida el derecho común español, han realizado un trabajo que lleva
impreso un manifiesto sello de originalidad”.
101
a. La ciencia
En términos generales, se ha definido la ciencia como “un conjunto sistemático
y metódico de conocimientos fundados de las cosas por sus causas próximas”.
Así lo expresa Villoro Toranzo en su obra Introducción al estudio del derecho,88
capítulo vii, que seguimos como hilo conductor en este capítulo. Esta es una
definición afortunada y, para su mejor comprensión, vamos a deshilvanarla
de la siguiente manera: se ha dicho que es un conjunto de conocimientos, ya
que los aspectos aislados por profundos que sean no llegan a la construcción
de una teoría. El conocimiento debe hacer parte de un todo orgánico, de un
cuerpo a la manera de doctrina, y por ello se dice que debe estar sistemati-
zado. Para que pueda producir certeza respecto de sus predicados esenciales,
un método debe ser el factor regulador de los conocimientos en análisis, en la
indagación de las causas inmediatas objeto de las pesquisas. Las formulaciones
científicas, como criterio universal, se expresan por medio de “leyes” y estas
evalúan las relaciones entre el objeto y sus “causas más próximas”. Por lo
anterior, se ha dicho que es esencial para la ciencia la conexión sistemática,
la cual debe tener un fundamento lógico. De allí resultan inexorablemente sus
causas o razones ontológicas.
88
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 133 y ss.
105
b. La filosofía
Es una buena definición la de Villoro Toranzo cuando afirma que “filosofía es
aquel conocimiento de la razón humana que, penetrando hasta las últimas
causas, investiga la realidad total, especialmente el ser y el deber ser propios
del hombre”.89 Ciertamente, la filosofía, como la ciencia, indaga sobre las
causas de las cosas, los fenómenos, todo lo que se expone en el mundo de la
existencia y el pensamiento, pero desde diferentes puntos de vista. La ciencia
investiga las causas inmediatas de las cosas desde un ángulo eminentemente
parcial, mediato, bajo un aspecto determinado o concreto.
La filosofía se ocupa de la totalidad del fenómeno, del mundo de la
realidad, no inquiere por lo próximo, lo más cercano, sino por las razones
profundas, últimas o absolutas. Tiene como punto de partida todo lo que
constituye el quehacer humano. Lo toma como la medida de las cosas; como
afirma Villoro Toranzo, “en la que se le revela su yo y todo lo demás”.90 Por
lo tanto, la filosofía se presenta como la interpretación de lo humano desde
sus más íntimas o profundas raíces. Considera teóricamente no solamente por
qué el hombre es así, sino también por qué debe ser y cómo debe ser para que
se realice a plenitud.
Tanto las ciencias como la filosofía inician su tarea de exploración so-
bre las cosas, sobre el conocimiento vulgar. Las ciencias particulares llegan a
una explicación de la realidad fundada en las causas próximas, en tanto que
la filosofía se cimenta en sus últimas causas. Todas las ciencias particulares
parten, siguiendo el pensamiento de Villoro Toranzo, de un proceso racional
que da fundamento a sus explicaciones, de postulados cuya validez discute y
establece la filosofía; esta, a su vez, debe iniciar sus pesquisas y reflexiones
teniendo en cuenta las conclusiones a las que llegan las ciencias.
c. Teoría y práctica
Al considerar que el fin de la ciencia es buscar la verdad, y al indagar en
aspectos o porciones de la realidad, se reconoce el conocimiento científico,
89
Ibid.
90
Ibid.
106
d. El arte
Villoro Toranzo comenta que se entiende por arte la actividad práctica del
hombre que tiende a la producción de lo bello. Desde el punto de vista que
nos ocupa, entendemos la palabra “arte” en un sentido más amplio: “arte es
toda actividad práctica humana que implica elecciones valoradas en función
del perfeccionamiento del hombre integral”.
Evidentemente, la filosofía nos indica cómo debe ser el hombre: “Debe
perfeccionarse hasta alcanzar su pleno desarrollo intelectual, físico y moral”.
En efecto, si bien dentro de esta perspectiva son claros el obrar y la conducta
humana, no lo son los medios que se utilizan para alcanzar esa finalidad, por
lo que es necesario, entre los diferentes medios que se consideren apropiados,
aquel que se estime más adecuado u oportuno para el logro del fin propues-
to. Villoro Toranzo nos da el siguiente ejemplo para ilustrar este juicio: un
arquitecto recibe el encargo de embellecer una plaza. Podrá hacerlo de diver-
sas maneras (selección de estatuas, fuentes u otros monumentos, empleo y
distribución de arbolado o de lechos de flores, proyecto de perspectivas o de
107
espacios cubiertos, etc.), pero todas ellas deben estar sujetas a los principios
de la estética (según la cual hay colores complementarios y reglas sobre la
elegancia y la proporción de los volúmenes). El acierto de la elección depen-
derá, en gran parte, de la atención que se le preste a las circunstancias del
caso (estilo y calidad de las construcciones que rodean la plaza, ambiente de
la zona, tradiciones artísticas de la ciudad, etc.). Todo esto hay que valorarlo
en función de un aspecto que contribuye al perfeccionamiento del hombre
integral, como es la belleza.
El anterior ejemplo nos permite concluir sobre los requisitos del arte: 1)
el conocimiento teórico de los principios y las posibilidades científicas aplica-
bles al caso; 2) el talento (o intuición artística) que permite valorar cada medio
posible en función del fin propuesto, y 3) la prudencia al seleccionar los medios
de acuerdo con el fin y las circunstancias. El arte es una búsqueda valorada de
la mejor solución posible, como lo afirma Villoro Toranzo.
e. La técnica
Se ha definido la técnica como aquella actividad humana que con destreza apli-
ca los conocimientos científicos en la realización práctica de un fin específico.
En el análisis del ejemplo anterior, según Villoro Toranzo, nuestro arquitecto
se decidió por la construcción de una estatua en mármol, de determinada for-
ma y proporciones de un héroe nacional. La elección fue una actividad artís-
tica. Ahora se trata de realizar prácticamente el proyecto concebido. En este
momento aparece la técnica, solo un técnico conocedor de los métodos para
trabajar el mármol será capaz de realizar la idea artística.
Entonces se concluye que en la técnica: 1) hay elección de métodos de
trabajo, pero no de fines; 2) debe haber un conocimiento científico mínimo de
la realidad, sin él se fracasa, y este no debe ser necesariamente profundo; 3)
tienen una enorme importancia las condiciones de la realidad concreta (por
ejemplo, la conformación de las vetas de este bloque de mármol), ya que en
la realidad concreta se realiza la ejecución técnica, y 4) la calidad de la reali-
zación está en función directa de la habilidad o destreza práctica del técnico.
108
f. Resumen
Elaboremos una síntesis de lo dicho anteriormente y, después, expongamos
estas ideas en un cuadro. Siguiendo el pensamiento de Villoro Toranzo,91 hay
actividades humanas en las que se entrecruzan, como formando un entramado,
la ciencia, la filosofía, el arte, y la técnica. No obstante, no es indispensable
distinguir cada uno de estos aspectos de la actividad humana en la teoría y la
práctica, pues a cada aspecto le corresponde una propia metodología. Ilustre-
mos esta idea a partir de la medicina: partimos de la base de que la medicina
es ciencia por cuanto cumple con el rigor expresado de ser un conocimiento
teórico en el que se analizan las causas próximas del funcionamiento del
cuerpo humano, los hechos externos o internos que perturban la salud y los
medios que deben utilizarse para restablecerla, y así lograr, por lo tanto, la
recuperación del paciente. La filosofía interviene en la medicina así: 1) para
dar fundamento a los postulados sobre los cuales se levanta la ciencia médica,
y 2) para fijar los principios éticos y morales que deben orientar la conducta
del profesional de la medicina en el ejercicio práctico de su misión profesional.
En este orden de ideas, el conocimiento de las causas de la enfermedad
de un paciente es un conocimiento científico y, como tal, teórico. Para llegar
a él, agrega el autor, el médico se servirá de algunas técnicas (radiografías,
análisis de laboratorio, ecografías, tac, electrocardiogramas, ultrasonido, etc.).
Una vez en posesión de ese conocimiento, la actividad médica se convierte en
arte; hay que seleccionar, entre los medios más indicados, o mejor considera-
dos por el galeno, para hacer frente a la enfermedad y recuperar la salud con
el más adecuado tratamiento posible (selección de medicinas, decisión si debe
o no operar, etc.). El éxito de la elección dependerá también del conocimiento
científico que tenga el médico sobre la realidad objetiva y del talento en la
aplicación de sus decisiones (lo denominado usualmente como “ojo clínico”).
Finalmente, el tratamiento seleccionado se debe realizar en las cir-
cunstancias concretas del paciente. El éxito de su ejecución dependerá de
la habilidad y la fidelidad con que el técnico siga en la práctica los métodos
91
Ibid., pp. 136 y ss.
109
Tabla 1.
La verdad Realización
Fin Perfeccionamiento del hombre
Parcial Total concreta
110
111
92
Ibid.
93
E. García Máynez, citada por M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 143.
112
113
Una vez seleccionadas las causas por las que es posible el divorcio, de
conformidad con las valoraciones jurídicas, el técnico las ordena y las plantea
en una terminología apropiada y procede a planear su realización práctica. Para
terminar, podemos afirmar que la actividad técnica jurídica está íntimamente
ligada al conocimiento de las valoraciones que determinaron las decisiones
artísticas jurídicas. Concluye el autor que técnica, arte y filosofía del derecho
se entremezclan en la práctica. La razón humana es capaz de distinguir sus
diferencias metodológicas, pero en la tarea de comprender y aplicar el dere-
cho, el jurista no puede desdoblarse en técnico, artista o filósofo del derecho.
No se pudo realizar técnicamente el ius conditum si no se poseía un co-
nocimiento científico de este, y, en cuanto a las decisiones de carácter técnico
que el jurista introduce en el ius condendum, perderían su sentido práctico de
eficacia si no estuvieran de acuerdo con los conocimientos científicos de las
circunstancias y dejarían de ser buena técnica de aplicación del derecho en la
medida en que desconocieran el sistema jurídico del que deben formar parte.
A partir del pensamiento de Villoro Toranzo,94 se expresa lo siguiente:
1) el derecho es a la vez ciencia, filosofía, arte y técnica; 2) se pueden y se
deben distinguir los diferentes aspectos de la actividad jurídica, puesto que a
cada uno de ellos les corresponde un método propio; 3) hay dos actividades
teóricas y dos prácticas en el derecho. Son actividades teóricas: a) el cono-
cimiento científico de los datos jurídicos y b) la valoración filosófica de esos
mismos datos jurídicos. Son actividades prácticas: a) a la construcción o ela-
boración artística de las formas, figuras o esquemas del ius corresponde un
método propio; 4) hay dos actividades teóricas y dos prácticas en el derecho.
Son actividades teóricas: a) el conocimiento científico de los datos jurídicos y
b) la valoración filosófica de esos datos jurídicos. Son actividades prácticas:
a) la construcción o elaboración artística de las formas, figuras o esquemas del
ius condendum y b) la aplicación técnica de esas figuras o esquemas; 5) en rigor,
solo corresponde el nombre de “ciencia del derecho” a la actividad teórica que
conoce por sus causas al ius conditum. No obstante, en consideración al hecho
de que en la práctica la actividad del jurista no puede prescindir de los aspec-
94
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 17 y ss.
114
• Aspecto científico.
• Aspecto filosófico.
• Aspecto artístico.
• La sociología.
• La economía.
• La psicología.
• La política.
• La balística.
• La historia, etc.
• De normales.
• De anormales (criminología).
Por:
• Derechos nacionales.
• Derecho comparado.
115
• Filosofía del derecho (que se puede subdividir según las ramas del
derecho o las instituciones jurídicas).
• Epistemología jurídica.
• Deontología jurídica.
Conclusiones
Desde la definición académica recogida y compartida por la doctrina de Villoro
Toranzo, cuando afirmó que la ciencia es “un conjunto sistemático y metódico
de conocimientos fundados de las cosas por sus causas próximas”, el derecho
se equiparó a las ciencias experimentales de manera concluyente.
116
117
tiene carácter teórico, en busca del ius condendum, es decir, el derecho que
debe regular, como norma vigente, la conducta social de los hombres.
El derecho aparece entonces como arte de lo bueno, de lo equitativo, o,
en palabras de Ulpiano, como arte de la justicia (bonum et aequm). Entonces
el arte es la actividad práctica del jurista. El arte del derecho implica: 1) cono-
cimiento científico de las experiencias jurídico-históricas que se han dado en
casos semejantes; 2) conocimiento científico del sistema del derecho positivo
vigente; 3) talento o criterio jurídico para valorar en razón de la justicia las
diversas normas que puedan formularse, y 4) prudencia en la selección de las
normas más oportunas y aplicables en las particulares circunstancias.
Un aspecto importante es la filosofía del derecho como conocimiento
de la razón humana, en el análisis de sus últimas causas, para encontrar su
esencia y los profundos valores de los aspectos jurídicos. Por ello, la filosofía
del derecho se orienta hacia la determinación del concepto del derecho, los
valores que debe realizar el orden jurídico, descubrir los valores propios del
derecho (axiología jurídica), la elaboración de la teoría del derecho justo, la
doctrina de los valores jurídicos o los conceptos jurídicos fundamentales.
Ciertamente, el concepto de derecho varía a través del tiempo como
consecuencia del desarrollo social y el cambio de las instituciones creadas por
el hombre. De igual manera, varían las ideas de arte, técnica y naturalmente
de filosofía. Las sociedades cada vez más son orientadas por la necesidad de
ser pragmáticas y de proporcionar soluciones que consulten la realidad obje-
tiva del momento. Se podría decir que por este mismo aspecto, el hombre deja
de filosofar. Ello no es cierto. La verdad, en nuestra opinión, lo que sucede
es que el concepto de análisis de los hechos por sus causas, que constituye
el fundamento del pensamiento filosófico, es otro en estos comienzos del si-
glo xxi, y el sentido práctico de la vida hace que sea más sencillo el filosofar,
distante un tanto de doctrinas e ideologías. Pero el hombre siempre tendrá
como presupuesto de su conducta el cuidadoso estudio del fenómeno social,
natural o humano; es decir, será orientado por un criterio filosófico, múltiple,
controversial, polémico, como su mudable condición humana.
118
Vocabulario
Epistemología: doctrina de los fundamentos y los métodos del conoci-
miento científico.
Deontología: tratado de los deberes y los derechos.
119
Definiciones grupales
a. Las hordas
Estaban conformadas por grupos humanos trashumantes que vivían en estado
nómada, solo se detenían temporalmente en un territorio determinado para
aliviar su triste peregrinaje irracional, recuperar fuerzas y seguir en la misma
caótica faena. Se sostenían de la caza, la pesca, las conquistas guerreras, el
saqueo y, luego, continuaban su trasegar de peregrinos sin rumbo fijo, sin
itinerario ni perspectivas preconcebidas.
95
G. Del Vecchio, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 59 y ss.
123
b. Primeros asentamientos
Luego de un largo proceso de vida nómada, el grupo humano comenzó a
asentarse en los lugares donde advertía que podía permanecer al abrigo de las
inclemencias del tiempo y la ferocidad de las fieras; entonces, entre sus miem-
bros, en el territorio donde acampaban, lentamente se advirtió el crecimiento
de plantas silvestres; comenzaron a sembrarse las semillas que cargaban en
su peregrinaje cotidiano o que recogían de los frutos encontrados; comenza-
ron a apacentar sus rebaños. Poco a poco, su permanencia en el mismo lugar
permitió la formación de huertas y jardines, y de la ordinaria y necesaria inte-
racción social primitiva surgió la necesidad de coordinar los intereses comunes.
Entonces, por la suma de estos nuevos factores deterministas, se advir-
tió, en el pequeño grupo que se formó con su inmediata familia y los “vecinos”,
el sentido de tribu, de clan, de gens. La vida grupal naturalmente surge como
un simple agregado de individualidades, cada uno de los miembros del grupo
comenzó a pensar en varios conceptos como consecuencia de su actividad
diaria, en las siembras, el manejo de rebaños, el resultado de la producción, la
recolección de frutos, las cosechas, el crecimiento de las manadas, de los ani-
males domésticos: lo mío, lo tuyo, lo nuestro, lo ajeno. Es el alba del derecho
de propiedad, un juicio que lentamente habría de dar origen a las instituciones,
las ideologías y los principios del derecho privado.
Los objetos elaborados por ellos cobran importancia; fueron el comienzo
de la creación doméstica. Los cultivos, los rebaños y el ganado se convierten
en unidades de valor; con el fuego doméstico transforman los alimentos y un
124
d. La Ciudad Antigua
Gran parte de los usos y las costumbres de las sociedades primitivas, ligados
inexorablemente a la religión, las creencias primitivas, están referenciados de
manera admirable en la obra del historiador francés Fustel de Coulanges, que
se titula La ciudad antigua.96
96
N. de Coulanges, La ciudad antigua, Barcelona, Iberia, 1952.
125
126
127
128
97
Ibid.
129
caída de reyes y soberanos, del despotismo, con todo su séquito feudal para
ser sustituidos por gobiernos democráticos, por el Estado de derecho.
García Máynez distingue en el desarrollo del derecho las fuentes forma-
les, las fuentes reales y las fuentes históricas.98 Denomina fuentes formales
a los variados procesos de creación de las normas jurídicas; fuentes reales a
los factores y elementos que determinan el contenido de las normas, y fuen-
tes históricas a los documentos (papiros, rollos, inscripciones, libros, etc.)
que encierran el texto de costumbres o leyes o, posteriormente, conjunto de
costumbres o leyes.
Por ello, en este orden de ideas, las Institutas de Justiniano, El Digesto,
El Código de Hammurabi, los códices y las novelas son fuentes del derecho.
Tal como se ha dicho, la fuente formal indica la generación de un proceso
creativo de la norma jurídica, de un itinerario registrado por la historia, de la
continuación repetida de hechos o sucesos humanos. Cada fuente formal está
integrada por diferentes etapas que se suceden en determinado orden y da
lugar al planteamiento de supuestos o formulaciones.
Las opiniones generalizadas respecto de las fuentes formales del derecho
son la costumbre, la ley y la jurisprudencia. Según García Máynez, “la reu-
nión de los elementos que integran los procesos consuetudinario, legislativo y
jurisprudencial condiciona la validez de las normas que los mismos procesos
engendran”.99
g. Grupos gentilicios
En este orden de ideas y de tiempo, surgen los grupos “gentilicios”, las per-
sonas extrañas a la célula familiar que se unen a ella y amplían el grupo;
conforman el clan o la gens propiamente. En ellos gobierna el más anciano y
el poder se trasfiere a sus hijos varones en primera instancia. La idea de jus-
ticia o de derecho aparece de manera bárbara; se llama la ley del más fuerte
o del talión como ocurrió en la religión mosaica, donde la pena era igual a la
ofensa inferida, se trataba de causar al delincuente un daño igual al recibido.
98
E. García Máynez, op. cit., pp. 51 y ss.
99
E. García Máynez, op. cit.
130
h. Grupos supergentilicios
Al expandirse los grupos gentilicios, surgieron organizaciones mayores deno-
minadas por Del Vecchio supergentilicios. Estos tenían una mayor fortaleza;
estaban integrados de manera colectiva; administraban la justicia; eran au-
toridad política, administrativa y religiosa; eran los encargados de organizar
la guerra, y, en general, tenían a su mando la conducción de la vida tribal.
Monroy Cabra100 señala que, desde el punto de vista de las teorías acerca del
origen del derecho, se han postulado las que se dan a conocer a continuación.
a. Teoría teológica
De acuerdo con esta concepción, el derecho es producto de la divinidad, y
es conocido por el hombre a través de la revelación. Esta escuela está repre-
sentada por Tomás de Aquino,101 quien la expuso en la Suma Teológica de la
siguiente manera: solo la razón común o pública es causa productora de la ley.
La ley es el dictamen imperativo que ordena los actos humanos y los bienes
particulares al bien común. Por consiguiente, solo será productora de la ley
aquella razón que se centra en el bien común y es capaz de encaminar eficaz-
mente los actos humanos y los bienes particulares hacia ese bien. La razón
que tiene estas cualidades es, sin duda, la razón pública o común, en la cual
100
M. G. Monroy Cabra, op. cit.
101
T. de Aquino, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit.
131
De igual manera, afirma: “La razón común que dicta las leyes no pue-
de ser otra cosa que la razón práctica del gobernante. Es, pues, la prudencia
gubernativa, por su acto de imperio, la que crea o produce esas proposiciones
universales que son las leyes”. Sobre este origen del derecho, los defensores de
la teoría teológica han sostenido que, en seguimiento de este concepto jurídico,
existen tres clases de leyes: 1) la ley eterna, la cual deviene de la razón misma
de Dios y, por ello, gobierna universalmente y solamente puede ser conocida
a través de la revelación; 2) la ley natural, considerada como la participación
de la ley eterna en la criatura racional —el profesor Monroy sostiene que es-
ta participación se efectúa de dos modos: por las tendencias de la naturaleza
racional a sus propios actos y fines y por la razón que descubre principios de
conducta y saca conclusiones de estos—, y 3) la ley humana, la creada por
los hombres, pero derivada de la ley natural; esta derivación de lo general a lo
particular se desarrolla a través de una conclusión o juicio (silogismo) o por
vía de la determinación. Dentro de este concepto el fin del derecho no es la
justicia, sino el bien común.
b. Teoría contractualista
Se refiere a que el origen del derecho está en el acuerdo de voluntades concer-
tado por los hombres de manera voluntaria para pasar del estado de natura-
leza al estado de sociedad. Su principal impulsor fue Juan Jacobo Rousseau102
(1712-1778), su tesis fue expuesta originalmente en las obras Discurso sobre
102
J. J. Rousseau, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 63.
132
103
F. Savigny, citado por M. G. Monroy, op. cit., p. 63.
133
que se refleja en el lenguaje, la moral, el derecho, el arte, etc. Afirma que “El
derecho se crea primero por las costumbres y las creencias populares, y luego
por la ciencia del derecho; siempre, por tanto, en virtud de una fuerza interior,
y tácitamente activa, jamás en virtud del arbitrio de ningún legislador”.104
Según Savigny, la codificación solo consiste en la formulación del dere-
cho ya vigente, y esto lo conduce a la conclusión de que Alemania no estaba
preparada para la codificación inmediata ya que primero debía efectuarse una
“organización progresiva de la ciencia del derecho”.
Monroy Cabra105 afirma que algunos autores se referían al “animismo”
de esta escuela; es decir, todas las cosas son seres vivos animados por un prin-
cipio espiritual oculto. El derecho, que es un fenómeno de la cultura análogo
al lenguaje o al arte, fluye de modo natural del espíritu del pueblo. El alma
nacional constituye una realidad auténtica y fundamental. Por ello, agrega
que no hay otro derecho, sino el positivo, y el ideal de justicia es la conciencia
histórica popular. En relación con este tema, Recaséns Siches afirma:
104
Ibid.
105
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 63.
L. Recaséns Siches, Tratado general de la filosofía del derecho, 3ª ed., México, Porrúa,
106
1965, p. 63.
107
E. Durkheim, citado por M. G Monroy Cabra, op. cit., p. 64.
134
108
L. Duguit, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 64.
109
Monroy Cabra, op. cit.
135
es la paz y el medio para alcanzarla es la lucha: “El individuo lucha por la afir-
mación y defensa de sus derechos, y el Estado por la realización de la justicia,
ya que la lucha es el trabajo y término del derecho”,110 y agrega: “Si es una
verdad decir ‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’, no lo es menos añadir
también: ‘solamente luchando alcanzarás tu derecho’”.111 Para Von Ihering,
la lucha es parte integrante de la naturaleza del derecho y una condición de
su idea, lo que expresa en los siguientes términos:
El derecho no es una idea lógica, sino una idea de fuerza; he ahí por
qué la justicia que sostiene en una mano la balanza en donde pesa el derecho
sostiene en la otra la espada, que sirve para hacerlo efectivo. La espada sin
la balanza es la fuerza bruta, y la balanza sin la espada es el derecho en su
impotencia: se complementan recíprocamente. El derecho no reina verdade-
ramente más que en el caso en que la fuerza desplegada por la justicia para
sostener la espada iguale a la habilidad que emplea en manejar la balanza.
Nuestro pensamiento
A manera de corolario se dan a conocer las más importantes afirmaciones que
se expusieron anteriormente. En efecto, Tomás de Aquino ocupa un espacio
en la historia del derecho por la profundidad racional de sus juicios y concep-
ciones de carácter eminentemente social: “Solo la razón común o pública es
causa productora de la ley”, es decir, la conciencia nacida en la entraña popular.
No consideramos el contenido de la ley natural o la teoría teológica sobre
la ley eterna, conocida a través de la revelación, o la afirmación de que la ley
natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional. No creemos
que como consideración pedagógica del presente texto de estudio debamos
hacer un análisis sobre la preeminencia del derecho natural sobre el positivo.
Este tema es dejado a los estudiantes y por ahora preferimos ser eclécticos al
respecto.
Rescatamos del derecho natural la afirmación de su origen racional en
la conciencia popular; además, porque la actitud desplegada por los iusnatu-
110
R. Von Ihering, La lucha por el derecho, Buenos Aires, s. e., 1966, pp. 38 y 39.
111
Ibid.
136
137
Conclusiones
Hemos planteado un maravilloso recorrido en el tiempo; se realizó una in-
dagación sociológica respecto del nacimiento de la idea de derecho dentro de
los grupos primitivos, en los cuales era preciso que, para que los estamentos
perduraran, contaran con una forma coercitiva para dirimir sus diferencias,
hicieran uso de sus facultades y dieran aposento a la idea del deber.
Dentro de los juristas que han estudiado el tema, destacamos, a manera
de esbozo, el pensamiento de Giorgio Del Vechio sobre la vida en las hordas,
con clanes, tribus, gens, el nomadismo y los liminares asentamientos. Cuan-
do nos referimos al origen del derecho, evocamos a Fustel de Coulanges y su
obra capital, La ciudad antigua, y a partir de sus orientaciones indujimos al
lector en esa travesía. Deshilvanamos, a la manera de Ariadna en el laberin-
to cretense del minotauro, el lento continuo y creciente afianzamiento de los
usos y las costumbres en estos grupos humanos, hasta cuando los elementos
se van convirtiendo, por fuerza de su repetición y acatamiento, en fuente de
derecho para estructurar la costumbre.
No obstante, al tener noticias de los primeros códigos como el de Ham-
murabi, el decálogo de Moisés, entre otros, perfilamos el desarrollo del derecho
escrito entre los romanos, en las diferentes etapas o ciclos que constituyeron
una época a la vez que una especie de epopeya: desde la infancia del derecho
138
hasta su codificación en la denominada Ley de las xii Tablas, por iniciativa del
emperador Justiniano.
Cuando el Imperio romano entró en crisis y se disolvió en dos instancias,
surgió en la vida social un periodo típico, pletórico de magia, embrujos, hechi-
cerías, dominación y persecución religiosa, imperial, en el que florecieron y se
afirmaron, posteriormente, como consecuencia de sus excesos, el depotismo
y el poder político absoluto del monarca destronado.
La Edad Media, como se ha dicho repetidamente, inició en el año 395
con la caída del Imperio romano y se proyectó hasta 1492, fecha del deno-
minado “descubrimiento de América”. Exponemos una visión panorámica
del concepto de derecho a partir de las conductas absolutistas del poder y la
dominación religiosa, sus momentos de crisis, la paulatina separación del con-
cepto de espiritualidad del dominio político material. Lo divino y lo humano, el
primero gobernado por el sentimiento religioso y el segundo, por las reglas a
que fueron sometidos los hombres por la autoridad de príncipes, reyes, tiranos
y déspotas imperiales.
Hicimos referencia al inicio de la era bizantina, la cultura árabe y la
era musulmana; la prepotencia del poder de la Iglesia, representada en la
coronación de Carlomagno por el papa León iii; la construcción en Europa de
las grandes catedrales, por orden del papa Urbano ii, como testimonio de su
poder temporal; el crepúsculo de príncipes y reyes; la conmoción causada por
Tomás de Aquino por la Suma Teológica; el crecimiento de los monasterios
por toda Europa; el apoyo español a las travesías de Cristóbal Colón en busca
de las “indias occidentales”; la divulgación del pensamiento a partir de Dante,
Tetrarca y Bocaccio, en Italia, y con ellos el comienzo del Renacimiento; el ex-
traordinario aporte de Leonardo da Vinci, en nuestra opinión, el mayor genio
producido por la humanidad; el crecimiento del comercio, las comunicaciones
marinas y el almácigo del conocimiento a partir de las primeras universidades
en el norte de Italia, en Bolonia.
Después surgieron las demás fuentes del derecho como la ley, la juris-
prudencia, la doctrina, los principios generales del derecho, la división de su
aplicación entre la norma escrita, positiva, y el derecho consuetudinario, como
expresión de la tradición oral; la ley de la naturaleza, la de Dios, la humana, el
139
140
Lecturas
Del profesor Eduardo García Máynez, Introducción al estudio del derecho,
República Argentina, Editorial Porrúa, A., 51ª impresión, 2000, México,
pp. 51 y ss.
141
142
Solo una distribución de las diferentes normas por su contenido puede dar-
nos una idea del valor de cada una de las ramas del derecho; especialmente
el sentido que tiene la tradicional distinción del derecho en público y priva-
do. Todas las materias que contribuyen a formar una teoría general del Es-
tado se denominan derecho público; las demás materias forman el derecho
privado. Basta agregar que el derecho penal hace parte del derecho público.
La división del derecho en público y privado no tiene más valor que
el indicado, es decir, permitir una especialización de las normas. Sin em-
bargo la ciencia jurídica durante mucho tiempo dio valor excesivo a esta
distribución y propuso criterios diversos, los que se encuentran completa-
mente revaluados.112
112
Arturo Valencia Zea, Derecho civil, tomo i, Bogotá, Editorial Temis, 1957, p. 31.
145
113
E. García Máynez, op. cit., p. 132
114
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 237.
146
Pensamos que el error más grave de la teoría estriba en proponer como cri-
terio de una clasificación que pretende valor objetivo una noción esencial-
mente subjetiva. Quien dice interés, en el sentido propio del término, alude
a la apreciación que una persona hace de determinados fines. Si el interés
es algo subjetivo, la determinación de la índole de los fines que el derecho
ha de realizar queda necesariamente sujeta al arbitrio del legislador. 116
115
E. R. Aftalión, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 236.
116
E. García Máynez, op. cit., p. 132.
117
H. Kelsen, op. cit., p. 106.
147
118
F. Von Savigny, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 238.
119
Monroy Cabra, op. cit.
120
H. Ahrens, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
121
R. Von Ihering, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
148
derecho público, cuyo fin está constituido por la protección de la propiedad del
Estado o de cualquiera de sus formas o estamentos, y 3) el derecho colectivo,
cuyo fin es la protección de la propiedad de la sociedad.
una norma es de derecho privado cuando rige las relaciones entre sujetos
que actúan en un plano de igualdad; por ejemplo en el contrato de com-
praventa (relación de coordinación). Una norma es de derecho público
cuando rige relaciones de sujetos colocados en plano de desigualdad, es
decir, cuando la relación se establece entre un particular y el Estado (nor-
mas de subordinación).125
g. Teoría de Kelsen
Según Kelsen, la división entre derecho público y privado no tiene sentido,
122
A. Thon, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
123
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
124
G. Jellinek, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
125
Ibid.
149
h. Teoría de Korkúnov
Monroy comenta que Korkúnov, jurista ruso, hace una distinción entre el de-
recho público y el privado, con fundamento en “la diversidad que presentan
las formas jurídicas de todas las relaciones establecidas entre los hombres”;
para él, “el derecho es, en general, la facultad de servirse de alguna cosa. Es-
ta facultad puede estar garantizada a un individuo bajo una doble forma. La
forma más simple es la de partir el objeto en varias partes, de modo que cada
una de estas sea distribuida a título de propiedad”.127
126
H. Kelsen, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 239.
127
Korkúnov, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 240.
L. Duguit, Tratado de derecho constitucional, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit.,
128
p. 240.
150
Conclusiones
Inferimos de todo lo expuesto que más que una connotación doctrinaria
para determinar el derecho público del privado, una circunstancia de orden
práctico determina su significado. Las teorías expuestas, de alguna manera,
construyen un lindero que separa la conducta humana. Quizá las teorías de la
utilidad, el fin o el interés pueden combinarse para llegar a una armonización
conceptual. En efecto, los intereses del Estado, como comunidad orientadora
de la función pública, pueden ser elementos que contribuyan a elaborar una
distinción; por contraposición, apoyen la defensa y la afirmación de los inte-
reses particulares y, de igual manera, determinen una inclinación al respecto.
Asimismo, el criterio utilitario puede contribuir a la inclinación de la balanza
en uno u otro sentido. Pero lo que queda claro es que ello no tiene significación
de carácter dogmático y la necesidad práctica es la que ha inspirado a juristas
desde la época de Justiniano para ordenar la diferencia.
Lecturas
Del profesor Juan Enrique Medina Pabón, Derecho civil, aproximación al
derecho. Derecho de personas, Bogotá, Editorial Universidad del Rosario,
2005, pp. 26 y ss.
151
152
129
129
Atendiendo una disciplina social, si seguimos el sistema de Bonnecase. J. Bonnecasse,
Introducción al estudio del derecho, Bogotá, Editorial Temis, 1999, p. 2.
153
157
130
N. Bobbio, Teoría general del derecho, 2ª ed., Bogotá, Editorial Temis, 2002.
158
131
N. Bobbio, Norberto, op. cit.
159
132
M. Plazas Vega, Ideas políticas y teoría del derecho, Bogotá, Universidad del Rosario y
Editorial Temis, 2002.
160
133
Ibid.
134
Ibid.
135
Ibid.
161
136
Ibid.
162
social, más acorde con las nuevas corrientes del pensamiento, con carácter
integral, en trance de una verdadera formación de humanista.
A su vez, un destacado profesor de filosofía del derecho de la Univer-
sidad de Oxford, H. L. A. Hart, sostiene que “La característica general más
destacada del derecho, en todo tiempo y lugar, es que su existencia significa
que ciertos tipos de conducta humana no son ya optativos sino obligatorios”.137
Agrega, como lo han destacado importantes estudiosos del tema, que la con-
ducta humana está sujeta a reglas de diversa índole; bien sea de carácter social,
cívico, religioso, moral, o determinada por la norma jurídica.
Tales reglas de conducta, en su más amplia diversidad, cumplen su tarea
sobre los sujetos a los que se refieren, según su particular tipicidad, caracte-
rísticas, contenidos, ámbitos de aplicación, orígenes o fuentes, coercibilidad
u obligatoriedad, además las consecuencias jurídicas que se deriven de su
aplicación. La norma jurídica entonces ha de hacer parte de una organización,
el ordenamiento jurídico, su sistematización, fundamentos, formalismos y
criterios de valoración que construyen la teoría del derecho.
137
H. L. A. Hart, El concepto del derecho, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1961.
138
N. Bobbio, op. cit., pp. 20-38.
163
del comienzo del actual, así como a los testimonios a los que ha recurrido el
destacado profesor para demostrar cómo en otras latitudes y ordenamientos
jurídicos, con diferentes denominaciones, resultan los mismos principios in-
dicativos de interpretación o valoración de la norma.
En consecuencia, mediante la disección pormenorizada de los elementos
de justicia, validez y eficacia, encontramos las razones vinculantes respecto
de los criterios de valoración de la norma, los cuales no han de actuar con
independencia, sino que es menester contar con los puntos de contacto que
permitan la elaboración del juicio y poder criticar de manera razonada la nor-
ma jurídica, relacionándola con los valores del derecho y los principios que
inspiran todo ordenamiento jurídico.
• Si es justa o injusta.
• Si es válida o inválida.
• Si es eficaz o ineficaz.
164
165
166
1) Una norma pude ser justa sin ser válida. Ejemplo: los teóricos del
derecho natural formulaban en sus textos un sistema de normas
extraídas de principios jurídicos universales. Quien formulaba estas
normas, las consideraba justas porque eran conformes con los prin-
cipios universales de justicia. No obstante, mientras estas nomas
quedaran solamente escritas en un tratado de derecho natural, no
eran válidas. Adquirieron validez en la medida en que fueron aco-
gidas en un sistema de derecho positivo. El derecho natural puede
considerarse como el derecho justo por excelencia; pero por el solo
hecho de ser justo no es también válido.
2) Una norma puede ser válida sin ser justa. Ejemplo: ningún ordena-
miento jurídico es perfecto, pues entre el ideal de justicia y la realidad
del derecho siempre hay un vacío, más o menos grande, según el
orden jurídico imperante. En pasados periodos históricos el derecho
aplicable admitía la esclavitud; es decir, no era justo, pero no por ello
era inválido. Incluso hasta hace poco existían normas racistas que
167
168
169
170
139
E. García Máynez, citado por N. Bobbio, op. cit., p. 25.
171
El sociólogo con sus medios puede comprender solo la eficacia del derecho;
el teórico del derecho solo la forma del derecho y la conexión intrínseca
de las normas positivas, mientras el filósofo moral (el teórico del derecho
natural) se interesa solamente por la justicia ética de las normas jurídicas
y por su obligatoriedad interna.140
140
A. von Verdross, “Zur Klärung des Rechtsbegriffes”, n. d., 1950, pp. 98-99.
141
N. Bobbio, op. cit.
172
d. El derecho natural
Bobbio no pretende explicar un dilema tan rico y complejo como el del derecho
natural. Expone esta corriente solo en cuanto existe una tendencia general
173
En relación con este enfoque del problema de las relaciones entre justicia
y derecho, Bobbio afirma:
142
G. Radbruch, Rechts-philosophie, 4ª ed., n. d., 1950, pp. 336-353.
143
N. Bobbio, op. cit.
174
175
la Favola delle Api (Fábula de las abejas), era ventajoso, y había que darle
plena libertad.
En este orden de ideas, agrega Bobbio, si la observación de la naturaleza
no ofrece apoyo suficiente para determinar lo que es justo y lo que es injusto,
de modo universalmente válido, la reducción de la validez a la justicia solo
puede llevar a una grave consecuencia: la destrucción de uno de los valores
fundamentales y básicos para el derecho positivo (el derecho válido), el valor
de la certeza. En efecto, si la distinción entre lo justo y lo injusto no es uni-
versal, hay que plantearse este problema: ¿A quién le corresponde establecer
lo que es justo y lo que es injusto?, hay dos respuestas posibles: 1) a quien
o a quienes tienen el poder; pero esta respuesta es aberrante, porque en este
caso, si bien se conserva la certeza del derecho, la doctrina que resuelve la
validez en justicia se convierte en la doctrina completamente opuesta, esto es,
en la que resuelve la justicia en validez, desde el momento que reconoce como
justo lo que es ordenado; 2) a todos los ciudadanos; en este caso, puesto que
los criterios de justicia son diversos e irreductibles, al ciudadano que desobe-
dezca la ley por considerarla injusta, y por injusta, inválida, los gobernantes
no podrían objetarle nada, y la seguridad de la convivencia social dentro de
la ley quedaría completamente destruida.
Por otra parte, Bobbio sostiene que se puede demostrar, con dos argu-
mentos sacados de la misma doctrina iusnaturalista, que en la doctrina del
derecho natural la reducción de la validez a la justicia está más afirmada que
aplicada. El primero se refiere a que es doctrina constante en los iusnaturalistas
que los hombres antes de entrar en el estado civil (regido por el derecho positi-
vo) vivieron en el estado de naturaleza, cuya característica fundamental es que
es un estado en el que solo rigen las leyes naturales. Ahora bien, también es
doctrina aceptada que el estado de naturaleza es imposible y que es necesario
salir de él (para Locke y Hobbes se trata de un cálculo utilitario; para Kant, de
un deber moral) para fundar el Estado. Esto se debe interpretar como que el
derecho natural no cumple con la función del derecho positivo y, por lo tanto,
si llamamos “derecho” al derecho positivo, no podemos considerar “derecho”
del mismo modo al derecho natural. Kant, perfectamente consciente de la an-
terior distinción, llamó al derecho natural “provisional” para distinguirlo del
176
e. El positivismo jurídico
Bobbio considera que la teoría opuesta al iusnaturalismo es la doctrina que
reduce la justicia a la validez. Mientras que para el iusnaturalismo clásico tie-
ne (sería mejor decir “debería tener”) valor de orden solo lo que es justo, para
la doctrina opuesta, solo es justo lo que es ordenado, y por el hecho de serlo.
Para un iusnaturalista, afirma, una norma no es válida si no es justa;
para la doctrina opuesta, una norma es justa solo si es válida. Para unos, la
justicia es la consagración de la validez; para otros, la validez es la consagra-
ción de la justicia. A esta doctrina la llamamos positivismo jurídico, aunque
debemos aceptar que la mayor parte de quienes en filosofía son positivistas
y en derecho teóricos, y estudiosos del derecho positivo (el término “positi-
vismo” se refiere tanto a unos como a otros), nunca han sostenido una tesis
tan extrema.
Entre los filósofos positivistas del derecho, tomemos a Levi como positi-
vista, el cual aunque es relativista y no reconoce valores absolutos de justicia,
177
admite que hay que diferenciar entre lo que vale como derecho y los ideales
sociales que llevan continuamente a modificar el derecho establecido; por lo
tanto, el derecho puede ser válido sin ser justo. Entre los juristas, tomemos,
por ejemplo, a Kelsen, quien afirma que lo que constituye al derecho como
derecho es la validez, en absoluto quiere afirmar que el derecho válido sea tam-
bién justo, aunque para él los ideales de justicia son subjetivos e irracionales;
el problema de la justicia es para este autor un problema ético muy diferente
del problema jurídico de la validez.
Para elaborar una teoría completa y consecuente del positivismo jurídico,
debemos remontarnos a la doctrina política de Thomas Hobbes, cuya carac-
terística fundamental considera Bobbio que consiste en haber dado un vuelco
total al iusnaturalismo clásico. Según Hobbes, efectivamente no existe otro
criterio de lo justo y de lo injusto que el de la ley positiva, es decir, por fuera
de la orden del soberano. Solo es verdad que es justo lo que es ordenado por el
solo hecho de estar ordenado; es injusto lo que es prohibido, por el solo hecho
de estar prohibido. ¿Cómo llega a esta conclusión tan radical?, es un deductivo
y, como todos los deductivos, para él lo que cuenta es que la conclusión se
desprenda rigurosamente de las premisas. En el estado de naturaleza como
todos están a merced de los propios instintos y no hay leyes que señalen a
cada quien lo suyo, todos tienen derecho a todas las cosas (ius in omnia), y
surge la guerra de todos contra todos.
Del estado de naturaleza solo se puede decir que es intolerable y que
es preciso salir de él. En efecto, la primera ley de la razón para Hobbes es la
que prescribe la búsqueda de la paz (pax est quaerenda). Para salir del esta-
do de naturaleza, de manera definitiva y estable, los hombres pactan entre sí
la renuncia recíproca de derechos que tenían en el estado de naturaleza y su
cesión a favor del soberano (pactum sobiectionis).
El derecho fundamental que asiste a los hombres en el estado de natu-
raleza es el de decidir, cada uno según sus propios deseos e intereses, sobre
lo que es justo e injusto, como quiera que en el estado de naturaleza no existe
criterio alguno para hacer esta distinción, a no ser el arbitrio y el poder del
individuo. En el paso del estado de naturaleza al estado civil los individuos
transmiten todos sus derechos naturales al soberano, inclusive el derecho de
178
decidir sobre lo que es justo o injusto y, por lo tanto, desde el momento en que
se constituye el estado civil, el único criterio de lo justo y de lo injusto es la
voluntad del soberano. Esta doctrina hobbesiana está ligada a la concepción de
la pura convencionalidad de los valores morales y, por lo tanto, de la justicia,
según la cual no existe lo justo por naturaleza, sino únicamente de manera
convencional (también por esta razón la doctrina hobbesiana es la antítesis
de la doctrina iusnaturalista).
En el estado de naturaleza no existe lo justo ni lo injusto porque no
existen convenciones válidas. En el estado civil lo justo y lo injusto descan-
san en el acuerdo común de los individuos de atribuir al soberano el poder de
decidir sobre lo justo y lo injusto. Por lo tanto, para Hobbes, la validez de una
norma jurídica y de su justicia no se diferencian porque la justicia y la injusti-
cia nacen juntas con el derecho positivo, es decir, al mismo tiempo que con la
validez. Mientras se permanece en estado de naturaleza no hay derecho vá-
lido, como tampoco hay justicia; cuando surge el Estado nace la justicia, pero
nace al mismo tiempo con el derecho positivo, así que donde no hay derecho,
tampoco hay justicia, y donde hay justicia, existe un sistema constituido de
derecho positivo.
Podemos observar, entonces, sostiene Bobbio, que la doctrina de Hob-
bes tiene un significado ideológico muy preciso, que no se discutirá en este
momento. Esta es la justificación teórica más consecuente del poder absoluto.
Para nosotros, es suficiente poner en evidencia qué consecuencia estamos
obligados a deducir si aceptamos el punto de vista hobbesiano.
La consecuencia es la reducción de la justicia a la fuerza. Si no existe
más criterio de lo justo y de lo injusto que la voluntad del soberano, hay que
resignarse a aceptar como justo lo que le agrada al más fuerte, pues el sobe-
rano si no es el más justo de los hombres, sí es ciertamente el más fuerte (y
no permanece como soberano mientras sea justo, sino mientras sea el más
fuerte). La distinción entre validez y justicia sirve, por lo tanto, para distinguir
la justicia de la fuerza. Cuando esta distinción desaparece y la justicia se con-
funde con la validez, también es imposible distinguir entre justicia y fuerza.
Bobbio concluye que, de esta forma, volvemos a la célebre doctrina
sofista, defendida por Trasímaco en el libro i de La República de Platón, y re-
179
144
República, 338 c.
145
Georgias, 483 d.
146
N. Bobbio, op. cit.
180
el problema es tratar de ser el más fuerte [...] Si por la fuerza hay que
obedecer, no es necesario obedecer por deber, y si no estamos forzados a
obedecer, no estaremos tampoco obligados.
f. El realismo jurídico
Finalmente, para concluir este capítulo sobre el tema de la justicia, la validez
y la eficacia de la norma jurídica, queremos destacar puntualmente la porme-
norizada y puntual explicación temática de Bobbio sobre la escuela del rea-
lismo jurídico, en auge en esta época, especialmente en la cultura pragmática
anglosajona que de manera lenta, como una gota de agua que sigue a otra,
en estos años en que el mundo de las comunicaciones, la globalización y la
expansión de política de mercados está borrando las fronteras de los países y
modificando la idea de soberanía y de Gobierno autárquico.
Pareciera que la vida humana es cada vez más dependiente de todos
los factores de convivencia universal, de distribución de bienes y servicios,
cuando han entrado en crisis las ideologías y la conciencia universal con-
temporánea cada vez parece tender más a enmarcar la vida en un sentido
práctico y facilista, y, por esta razón, se advierte un avance del pragmatismo
anglosajón traído por las sociedades multinacionales al alterar el régimen de
181
182
183
ocurriendo entre la ley escrita de los códigos (el derecho válido) y la realidad
social (el derecho eficaz) como consecuencia de la Revolución Industrial.
El efecto más relevante de esta concepción se manifiesta en la invo-
cación, muy insistente, dirigida no tanto al derecho consuetudinario, sino al
derecho judicial; es decir, al derecho elaborado por los jueces en su tarea de
permanente adaptación de la ley a las necesidades concretas de la sociedad, que
debería haber constituido, según los seguidores de esta corriente, el remedio
más eficaz para coger las exigencias del derecho que se elabora espontánea-
mente en el variado entrelazarse de las relaciones sociales y en la permanente
y diversa contraposición de intereses.
No podemos seguir aquí las múltiples manifestaciones de esta corriente.
Nos limitamos a recordar el movimiento del derecho libre que surgió princi-
palmente en Alemania por obra de Kantorowicz, quien escribió un panfleto
en defensa de la libre creación normativa por parte del juez (La lucha por la
ciencia del derecho, publicado en 1906, con el seudónimo de Gnaeus Flavius).
Entre los textos más notables de este movimiento se destacan los cuatro
volúmenes de la obra de François Gény, Science et téchnique en droit privé
positif (1914-1924), en la cual se contrapone la técnica del derecho, dirigida
a la labor secundaria y subordinada de adaptar las reglas jurídicas a las nece-
sidades concretas de la legislación, a la ciencia jurídica, a la que le corresponde
encontrar, teniendo en cuenta los datos históricos, ideales, racionales y reales,
y las nuevas reglas jurídicas; asimismo, la obra de Eugen Ehrlich sobre la lógica
de los juristas (Die juristische Logik, 1925) es una de las más documentadas
e intransigentes polémicas contra el positivismo estatista, en nombre de la
libre investigación del derecho por parte del juez y el jurista, quienes deben
buscar las soluciones a las controversias, no tanto confiándose en el dogma de
la voluntad pasivamente aceptado, sino penetrando en el estudio del derecho
vivo que la sociedad produce estando en permanente movimiento.
La polémica contra el rígido estatalismo junto con la discusión sobre la
jurisprudencia predominantemente conceptual, llamada jurisprudencia de los
conceptos (Begriffsjurisprudenz), suscitaron como reacción una jurisprudencia
realista, cuya tarea debía ser juzgar con base en la valoración de los intereses
184
185
186
por el grupo social para que se vuelva una costumbre jurídica. ¿Qué
otra cosa es necesaria?, lo es, precisamente, lo que se llama “vali-
dez”; es decir, que ese comportamiento constante, que constituye
el contenido de la costumbre, reciba una forma jurídica, que sea
acogido en un determinado sistema jurídico como comportamiento
obligatorio, como aquel cuya violación implica una sanción. Esta
forma jurídica es atribuida al derecho consuetudinario por la ley, en
cuanto la invoca, o por el juez, en cuanto este obtenga la materia
de su decisión de una costumbre o de la voluntad concordada de las
partes.
Los juristas dicen que para la formación de una costumbre jurídica,
es necesario, además de la repetición, también el requisito interno
o sicológico de la opinio iuris. Pero para que esta se forme, es de-
cir, la convicción de que aquel comportamiento es obligatorio, es
necesario que ese comportamiento sea calificado como obligatorio
por alguna de las normas válidas del sistema; es decir, en última
instancia hace falta que la norma que lo regula no solo sea eficaz,
sino también que en ese sistema sea también válida.
2) En lo que se refiere al nuevo y mayor énfasis que las escuelas so-
ciológicas dan a la figura del juez creador del derecho, aquí nace
solamente el problema de si se puede considerar verdadero dere-
cho al viviente o en formación, al que nace espontáneamente de
la sociedad a la que recurren los teóricos de la corriente sociológica
del derecho. En relación con este propósito, es necesario distinguir
entre fuentes de conocimiento y fuentes de calificación del dere-
cho. El derecho vivo es simplemente un hecho o una serie de he-
chos de los cuales el juez saca el conocimiento de las aspiraciones
jurídicas que se van formando en la sociedad. Pero para que estas
aspiraciones se conviertan en jurídicas, es necesario que el juez las
acoja y les atribuya la autoridad normativa que es inherente a su
función de órgano capaz de producir normas jurídicas. El derecho
viviente no es aún derecho, es decir, norma o conjunto de normas
de ese sistema, hasta cuando es solamente eficaz, y llega a serlo
187
Conclusiones
Hemos dicho razonadamente que todo principio científico está fundado en
una teoría y que el derecho es una ciencia; naturalmente, el derecho se ha
estructurado en todos los ámbitos y sistemas en una teoría. El profesor Nor-
berto Bobbio afirma que los elementos de la norma jurídica están sujetos a
cuatro reglas: 1) un criterio formal al definir lo que es el derecho teniendo en
cuenta los elementos estructurales de las normas; 2) un criterio material que
se desprende del contenido de las normas como resultado de las acciones regu-
ladas, las cuales pueden ser internas o externas, subjetivas o intersubjetivas;
3) al hablar del sujeto creador de la norma, aludimnos a su poder soberano
(gobernante, legislador o juez), al decir del derecho ( juris dictio); 4) el cri-
terio del sujeto al cual la norma está destinada, como súbdito del Estado; la
comunidad en general.
A su vez, el profesor y destacado jurista colombiano, el doctor Mau-
ricio A. Plazas Vega, al hacer referencia al papel que le corresponde al juez
147
O. Holmes, citado por N. Bobbio, op. cit.
188
189
Lecturas
Del profesor Miguel Reale, Introducción al derecho, Madrid, Ediciones
Pirámide, 1989, pp. 9 y ss.
La eficacia o efectividad
Avanzando un paso más en la temática de la cuestión podemos pregun-
tarnos: ¿Basta la validez técnico-jurídica para que la norma cumpla su
finalidad? No es raro que en la vida ordinaria, se confunda el derecho con
la ley. Las características del derecho legislado han motivado la opinión
de que es suficiente el requisito de la vigencia para que la norma jurídica
tenga existencia real. Pero, al mismo tiempo, se da el hecho innegable de
legisladores que promulgan leyes que violentan la conciencia colectiva
y provocan reacciones adversas por parte de la sociedad; hay leyes que
contradicen la tradición de un puebloy que no corresponden a sus valores
primordiales y, no obstante, se imponen. Hay casos de normas legales que
cubren los tres requisitos señalados anteriormente (poder político, legi-
timidad del órgano del que emana la regla y que la norma sea elaborada
por un órgano competente), pero que por contrariar las tendencias e incli-
naciones dominantes en el seno de la colectividad, solo se imponen por la
coacción; tales normas poseen ciertamente validez formal, pero carecen
en el seno de la comunidad de eficacia espontánea. La eficacia se refiere
a la aplicación o ejecución de la norma jurídica. Es la norma jurídica en
cuanto momento de la conducta humana. La sociedad debe vivir el derecho
y reconocerlo como tal; una vez reconocido, es incorporado a la manera
de ser y de obrar de la colectividad. En todo caso, la realidad nos muestra
que no hay norma jurídica si esta no está dotada de un mínimo de eficacia,
sino posee un nivel mínimo de ejecución o apelación en el seno del grupo.
190
191
El derecho se presenta a los ojos tanto del profano como del especialista
como un conjunto de disposiciones de la índole más diversa: condiciones
para que sea válido un contrato, prohibiciones de construir en determinada
forma, exigencias de participar en la vida política de la nación, o de pagar
tales impuestos, castigos ante una conducta antisocial, etc. Bien pronto,
sin embargo, una observación más atenta descubre que las normas no se
presentan aisladas unas de otras, sino que están asociadas unas con otras
en torno de un tema común que es la institución.149
148
M. Villoro Toranzo, op. cit.
149
Ibid.
195
196
197
198
una conexión psíquica de sentido entre dos individuos que requiere dos cosas:
1) la expresión de la voluntad psicológica de una persona que emite una
indicación con el propósito de influir en la conducta de otra, y 2) que exista
esa otra persona, en condiciones de corresponder el sentido imperativo de la
indicación que se le imparte.
Algunos tratadistas han afirmado que en los códigos penales no se
encuentran los imperativos, ya que solo contienen preceptos seguidos de
sanciones. La norma de la que nace la noción de lo ilícito es algo previo a
la ley, algo extrajurídico (moral) o supralegal. Kelsen sostiene que un hecho
es jurídicamente ilícito cuando la norma lo convierte en presupuesto de una
sanción para su autor. Para este autor, la norma jurídica es una proposición
jurídica doble, compuesta de una norma primaria y otra secundaria. La pri-
mera conlleva la coacción; la segunda es la que formula el deber jurídico o
prestación, es decir, la conducta que evite la consecuencia coactiva.
Kelsen enunció la distinción entre el mundo del ser, regido por las leyes
de causalidad, y el mundo del deber ser, que se formula por medio de nor-
mas o “leyes de libertad”. La conducta se concibe como debe ser, por lo que
las normas ordenan el concepto de conducta en su libertad. Carlos Cossio, a
su vez, considera que las normas jurídicas no son órdenes ni tampoco juicios
hipotéticos, sino “juicios disyuntivos”. Para Kelsen, la norma jurídica expre-
sa “un acto coactivo condicionado”, mientras que para Cossio, la norma se
enuncia así: “Dada la prestación o la no prestación (es decir, la trasgresión)
debe ser sanción, por un funcionario competente, ante la comunidad”. Según
Cossio, el objeto de la ciencia jurídica o dogmática jurídica no consiste en el
conocimiento de las normas jurídicas, sino en la regulación de conductas hu-
manas por medio de normas.
García Máynez clasifica las normas jurídicas de una manera que coin-
cide con la que se expuso anteriormente, en relación con la jerarquía de la
norma jurídica en Colombia; no obstante, reproducimos la contenida en su
obra citada.
199
b. Extranjeras.
c. De derecho uniforme.
2) Desde el punto de vista de su fuente:
a. Legislativas.
b. Consuetudinarias.
c. Jurisprudenciales.
3) Desde el punto de vista de su ámbito espacial de validez:
a. Generales (federales).
b. Locales de los municipios.
c. De los Estados.
4) Desde el punto de vista de su ámbito temporal de validez:
a. De la vigencia indeterminada.
b. De la vigencia determinada.
5) Desde el punto de vista de su ámbito material de validez:
a. De derecho público:
• Constitucionales.
• Administrativas.
• Penales.
• Procesales.
• Internacionales.
• Industriales.
• Agrarias.
b. De derecho privado:
• Civiles.
• Mercantiles.
6) Desde el punto de vista de su ámbito personal de validez:
a. Genéricas.
b. Individualizadas.
7) Desde el punto de vista de su jerarquía:
a. Constitucionales.
b. Ordinarias.
c. Reglamentarias.
d. Individualizadas:
200
• Orgánicas.
• De comportamiento.
• Mixtas.
• Privadas.
• Públicas.
201
a. Criterios
12) Material
a) Positivas o negativas.
b) Categóricas o hipotéticas.
c) Generales (abstractas) o individuales (concretas).
b. Normas
15) Poder soberano: criterio del sujeto que crea la norma. Definición de
norma jurídica: “aquella cuya ejecución está garantizada por una
sanción externa e institucionalizada”, según Bobbio.150
16) Obligatoriedad y sanción de la norma, conducta del hombre, que lo
sometan cuando no lo hace de manera espontánea a la regulación
de la ley en el más amplio sentido del término y puedan realizarse
los fines dentro de los postulados descritos de justicia, validez y
eficacia.
150
N. Bobbio, op. cit.
202
en el del deber ser y, por ello, debe quedar muy claro que el predicado sobre el
concepto de norma en el derecho positivo debe guardar relación con los prin-
cipios ya comentados que se derivan de la conducta humana, de esa variable
actitud que escapa al fatalismo de la causalidad, del mundo de lo contingente,
lejano del fenómeno natural, pero cercano de la órbita de la fenomenología
social: caótica, contradictoria, voluble y que requiere de la implantación de
fórmulas del derecho que hagan coercible la norma jurídica, que reglamente
la definición de Bobbio del derecho tomando como base la norma jurídica.
Conclusiones
De lo expuesto, podemos deducir que es clara la diferencia entre los conceptos
de derecho y norma jurídica. Como todas las críticas formuladas a la norma
se elevan para establecer esta diferencia e insistir en los postulados de deber,
coacción, justicia, ordenamiento, jerarquía de la norma, principios sobre los
cuales se fundamenta y programa sistemáticamente para producir el ordena-
miento jurídico.
De la misma manera, los conceptos jurídicos fundamentales están per-
fectamente delineados en la actual estructura del derecho, primero como su-
puestos en vez de hechos jurídicos, realizados por sujetos, personas naturales
o jurídicas y de ellos se derivan consecuencias jurídicas dentro de la creación,
la modificación, la transmisión o la modificación de los derechos subjetivos,
deberes o imposición de sanciones.
Es evidente, en toda sistemática jurídica, la jerarquía de las normas. To-
das ellas armonizadas con la Carta Política como norma de normas; condición
jerárquica que da orden a los principios de estas. Hemos expuesto algunos
puntos de vista críticos como los de Kelsen y Eduardo García Máynez, quien
ha clasificado las normas jurídicas en relación con su jerarquía , el sistema al
que pertenece, la fuente de que se deriva, si son de derecho público o privado;
así como una sencilla clasificación de Norberto Bobbio.
203
151
P. Petit, Tratado elemental de derecho romano, Buenos Aires, Albatros, 1983.
207
208
152
Historia universal, en sus momentos cruciales, vol. I, Madrid, Aguilar, 1970.
209
210
211
En esta época el poder religioso era parte de la corte del “señor” y, por
ello, la Iglesia era “cortesana”, forzada por las consecuencias; obligada a ve-
ces, como ardid político, y confrontación, en otros momentos, en los que el
“rey” acudía ante el representante de la Iglesia en actitud de sometimiento.
El flujo y el reflujo del poder imperial también fueron característicos de toda
una época que ha dejado una profunda huella en la historia de la humanidad.
La norma jurídica, entonces, de manera particular, era la imposición
de un principio, lejos de las ideas del derecho, la justicia, la equidad y la bús-
queda de armonía social. En el ocaso de los príncipes, comenzó el lento desa-
rrollo de las ciudades, como dijimos anteriormente, especialmente en el norte
de Italia; asimismo, se dio el florecimiento del comercio y, por lo mismo, el
advenimiento de un nuevo sistema de intercambio de productos, el trueque,
factor que comenzó a influir en la vida social y que abrió caminos diferentes
respecto de los cuales la norma jurídica debería hacer presencia para conducir
el naciente fenómeno social.
Como afirma Miguel Reale,153 durante el proceso evolutivo del derecho
romano las costumbres van cediendo lugar a la jurisdicción o al derecho ju-
risprudencial. A través de la actividad de los jueces y de los pretores se cons-
truyeron fundamentalmente el ius civile y el ius gentium. Con la invasión de
los bárbaros la civilización romana se desintegró: nuevos usos y costumbres
invadieron el mundo europeo, costumbres de personas pertenecientes a es-
tirpes germánicas, de pueblos que todavía no habían alcanzado el grado de
evolución histórica de los latinos. Una amalgama de usos se verificó, entonces,
durante casi un milenio. Uno de los capítulos más sugestivos de la historia y
de la cultura es el de la formación del derecho medieval gracias al encuentro de
elementos germánicos y romanos, realizado a la luz de las exigencias éticas
inspiradas por el cristianismo.
Reale comenta que el derecho medieval, con excepción del canónico,
es eminentemente consuetudinario y de carácter local. Este derecho estuvo
vigente durante varios siglos. Solamente a partir del siglo xi se realiza un
continuado esfuerzo por volver a la tradición científica romana; se realiza
153
M. Reale, Introducción al derecho, Madrid, Pirámide, 1989, pp. 111 y ss.
212
154
Ibid.
213
155
N. de Coulanges, op. cit.
156
F. von Savigny, op. cit.
157
Ibid., p. 63.
214
reales, los factores y los elementos que determinan el contenido de estas nor-
mas, y por fuentes históricas, los documentos, inscripciones, papiros, libros,
etc., que encierran el texto de una ley o conjunto de leyes; por esta razón, se
dice que las instituciones o institutas, el Digesto, el código y las novelas son
fuentes del derecho romano. Al respecto, Legaz Lacambra señala las siguien-
tes acepciones:158
158
L. Legaz Lacambra, Introducción a la ciencia del derecho, Barcelona, Bosch, 1943, p. 113.
159
G. Del Vecchio, op. cit., p. 379.
160
A. Torré, op. cit., p. 274.
215
b. La costumbre
Según García Máynez, es indiscutible que “las costumbres fueron anteriores
a la obra del legislador”; en ello coinciden todos los estudiosos sobre el tema.
Por ello, en un juicio sobre el registro histórico, afirmó:
c. La legislación
Geny señala que en los países de derecho escrito la legislación es la más rica
e importante de las fuentes formales. Podríamos definirla como el proceso por
el cual uno o varios órganos del Estado formulan y promulgan determinadas
reglas jurídicas de observancia general, que se les da el nombre específico de
leyes. Al referirse al problema que analizamos, los autores mencionan, en
161
E. García Máynez, op. cit.
C. du Pasquier, Introducción a la teoría general del derecho y la filosofía jurídica, 2ª ed.,
162
216
primer término, la ley; pero al hacerlo, olvidan que no es fuente del derecho,
sino producto de la legislación.
Geny agrega que en la Edad Media las aspiraciones a la fijeza del derecho
se manifestaban algunas veces en la redacción de cartas, las cuales establecían
las relaciones del “señor” con sus “súbditos”, o en la redacción de costumbres,
primeramente como iniciativa privada y más tarde a título oficial, y concluye
que el derecho romano, reunido en las recopilaciones de Justiniano (Digesto,
Institutas, etc.) ocupa el sitio de honor, y entre los juristas se le denominaba
el derecho escrito. Las regiones meridionales de Francia, donde su influencia
era preponderante, eran llamadas pays de droit écrit, en oposición a pays de
coutumes, en el norte de Francia. En Alemania este vasto fenómeno, ocurrido
principalmente en los siglos xiv y xv, ha recibido en la historia el nombre de
recepción del derecho romano.
En la mayoría de los Estados modernos la formulación del derecho es
casi exclusivamente obra del legislador; solo en Inglaterra y en los países que
han seguido el sistema anglosajón predomina la costumbre. La tendencia,
siempre creciente, hacia la codificación del derecho es una exigencia de la
seguridad jurídica. A pesar de su espontaneidad, el derecho consuetudinario
carece de una formación precisa, lo que hace difícil su aplicación y estudio;
por otra parte, su ritmo es demasiado lento. El legislado, en cambio, además
de su precisión y carácter sistemático, puede modificarse con mayor rapidez
y se adapta mejor a las necesidades de la vida moderna.
d. La jurisprudencia
Monroy Cabra164 comenta que no obstante la indicación tradicional de que las
fuentes formales del derecho son la costumbre y la ley, la jurisprudencia solo
sería fuente formal si el ordenamiento jurídico vigente le atribuyera carácter
obligatorio. En cuanto a la doctrina, solo en muy raras ocasiones podría ser
considerada como fuente formal del derecho. La jurisprudencia está integrada
por sentencias que deciden conflictos de intereses que perfilan conductas, que
164
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 128 y ss.
217
e. Desarrollo de la costumbre
Hemos dicho que la costumbre es conducta repetida, uso implantado en una
colectividad, afirmada en el tiempo, asimilada a través de la conciencia indi-
vidual y colectiva; su fuerza jurídica le dio carácter obligatorio; como dijera Du
Pasquier, ius moribus constitutum. Monroy Cabra indica cómo, de a
cuerdo
con la doctrina tradicional, en la costumbre jurídica se pueden distinguir dos
elementos: 1) material u objetivo, es decir, constante repetición y actos uni-
formes, y 2) espiritual o subjetivo, psicológico, la conciencia de su obligato-
riedad o el convencimiento de que aquello que se hace debe hacerse porque
es jurídicamente obligatorio.
Tal uso debe reunir determinadas características como: 1) generalidad,
la práctica debe ser común a un determinado círculo de personas independien-
tes entre sí. El hábito debe observarse por el mayor número de individuos,
aunque no se exige que lo sea por la absoluta totalidad de ellos; 2) constancia,
la repetición del acto es constante; según Monroy Cabra, cuando concurren
las mismas circunstancias, no se deja de realizar una serie de actos uniformes.
El tiempo y el número dependen de las circunstancias. La constancia resulta
de la uniformidad y la continuidad de los actos. El uso no debe haberse inte-
rrumpido por omisiones o hechos contrarios, sino que debe haberse seguido
regularmente; 3) uniformidad se refiere a que esos mismos hechos, a pesar de
que no sean exactamente iguales, implican obediencia a un mismo principio;
4) duración, requiere que el uso se practique por un número de años suficiente
para formar el acuerdo en cuanto a su observancia. Y concluye que, por lo
anterior, algunas legislaciones antiguas exigían determinado número de años
218
165
G. Jellinek, Teoría general del Estado, Buenos Aires, Albatros, 1970, p. 37.
166
J. Tobeñas, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 128 y ss.
219
g. Clasificación de la costumbre
Desde el derecho romano, según Monroy Cabra,168 las costumbres se clasifi-
can en interpretativas, supletorias y contrarias a la ley: 1) costumbre inter-
pretativa o secundum legem. Es la costumbre que se forma de acuerdo con
la ley y se ajusta a sus previsiones. Es el mismo derecho escrito que se ha
adaptado a las prácticas sociales; 2) costumbre supletoria o praeter legem.
167
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 131.
168
Ibid., p. 208.
220
221
El artículo 9 dice:
222
i. Avances de la legislación
Desde sus inicios, para hablar ya de una sistematización, no de un tiempo histó-
rico, concretamente lo que se llamó la Ley de las xii Tablas, en el año 304 a. C.,
el pueblo agrupado en el Foro, en Roma, en reuniones denominadas comicios,
como iniciativa de los senadores, votaba afirmativa o negativamente las pro-
puestas objeto de discusión y, así, de conformidad con esta práctica reiterada
y compartida, se originaban las leyes.
Según Abelardo Torré, se discurría sobre el origen de la terminología de
la palabra y en unos casos se decía que el término lex derivaba del verbo la-
tino ligare; es decir, ligar o vincular, o sobre el verbo lego-legere que significa
leer, con lo que se hace referencia a la forma escrita de la ley. Torré afirma:
223
j. Definiciones de ley
Aristóteles definió la ley como “el común consentimiento de la ciudad”.170 Gayo
dijo: “La ley es lo que el pueblo manda y establece”. Papiniano afirmó: “La
ley es precepto común, decreto de hombre prudente, corrección de los delitos
que por voluntad e ignorancia se cometen y estipulación común de la Repú-
blica”. Para Santo Tomás, la ley es “ordenación de la razón dirigida al bien
común y promulgada solemnemente por quien cuida la comunidad”. Según
Aftalión, “La ley es la norma general establecida mediante la palabra por el
169
A. Torré, op. cit., p. 22.
170
Aristóteles, La política, Libro 1°, op. cit.
224
171
H. Kelsen, citado por A. Valencia Zea, op. cit.
172
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 164 y ss.
225
Las leyes permisivas entrañan un mandato para todas las personas con
el fin de inducir el respeto del derecho que ellas reconocen al titular. Las leyes
permisivas no ordenan ni prohíben algo, sino que simplemente conceden una
facultad a una persona para que ejecute a su arbitrio un hecho determinado.
Las leyes declarativas o supletorias resultan de la atribución estable-
cida por el ordenamiento jurídico a los particulares para la regulación de sus
propios intereses, y en el caso de que no exista norma para el caso particular,
este silencio se suple mediante las que tienen carácter supletorio. Estas nor-
mas resultan fundamentalmente en materia de contratos, por sucesión a causa
de muerte cuando la sucesión no es ordenada por un testamento o memoria
testamentaria.
l. Características de la ley
Los estudiosos concuerdan en que, desde el punto de vista material, son ca-
racterísticas de la ley:
226
227
173
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 170 y ss.
228
Iniciativa
La Constitución Política de 1991 modificó el régimen existente hasta entonces
para consagrar la iniciativa popular. De conformidad con lo dispuesto por el
artículo 154 de la nueva Carta Política, la iniciativa puede ser: 1) parlamenta-
ria, cuando los miembros de la Cámara de Representantes o del Senado pueden
autónomamente presentar proyectos de ley; 2) ejecutiva, cuando el Gobierno
nacional presenta proyectos de ley. En este orden de ideas, solamente podrán
ser dictadas o reformadas por iniciativa del Gobierno las leyes a que se refie-
ren los numerales 3, 7, 9, 11 y 22 y los literales a) b) y e) del numeral 19 del
artículo 150 de la Constitución Política; las leyes que ordenen participaciones
en las rentas nacionales o su transferencia, autoricen aportes o suscripciones
del Estado o empresas industriales o comerciales y las que decreten exenciones
de impuestos, contribuciones o tasas nacionales.
En consecuencia, la iniciativa del ejecutivo es obligatoria y exclusiva.
Naturalmente, en el curso de los debates las cámaras podrán introducir mo-
dificaciones a estos proyectos. El fundamento de esta particular y exclusiva
facultad de iniciativa legal reside en el hecho de que en los temas en referen-
cia se comprenden asuntos de carácter económico, como el Plan Nacional de
Desarrollo y de Inversiones Públicas; la estructura de la administración; la
concesión de autorizaciones al Gobierno para celebrar contratos, negociar em-
préstitos y enajenar bienes nacionales; el establecimiento de rentas nacionales
y gastos de la administración, el Banco de la República, el crédito público, el
comercio exterior, y la fijación del régimen salarial de los empleados públicos,
los miembros del Congreso y de la fuerza pública, que, como es obvio es de
conocimiento del Gobierno y hace parte del ejercicio de la función pública.
Institucional
La Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado, la Corte Constitucional, el
Consejo Superior de la Judicatura, el Consejo Nacional Electoral, el procurador
general de la nación y el contralor general de la República podrán presentar
proyectos de ley en aspectos que tengan que ver con sus funciones, como lo
dispone el artículo 156 de la Constitución.
229
Iniciativa popular
El artículo 155 de la Carta Política señala que un número de ciudadanos igual
o superior al 5 % del censo electoral de la respectiva fecha o 30 % de los con-
cejales o diputados del país podrán presentar proyectos de ley o de reforma
constitucional. En este caso, los ciudadanos proponentes tendrán derecho a
designar a un vocero que será oído por las cámaras en el trámite del proyecto
que se trate.
Discusión
Presentado el proyecto, las cámaras inician su deliberación para aprobarlo o no.
Esta discusión debe ajustarse a los reglamentos establecidos para el efecto en
cada cámara. La discusión inicia en la Comisión Constitucional a la que corres-
ponda según el tema de que se trate, y deberá ser publicado oficialmente por el
Congreso antes de iniciar su trámite en su correspondiente comisión (artículo
157, núm. 1). Una vez efectuada la publicación en la comisión respectiva, se
designará uno o varios ponentes para que estudien el proyecto y rindan un
informe. De conformidad con lo previsto en el artículo 157 de la Carta, todo
proyecto deberá aprobarse en primer debate en la correspondiente comisión
constitucional, antes de pasar a la asamblea plenaria de la cámara respectiva
para segundo debate. El reglamento del Congreso prevé en qué casos el debate
puede adelantarse en una reunión de las respectivas comisiones del Senado
y la Cámara de manera conjunta. Antes de remitirse a la comisión de la otra
cámara para tercer debate, el proyecto debe ser, en consecuencia, aprobado
por la plenaria en segundo debate.
Como lo dispone el artículo 159 de la Constitución, cuando un proyecto
de ley haya sido negado en primer debate, podrá ser reconsiderado por la res-
230
231
Aprobación
Discutido el proyecto de ley en los debates a que haya lugar, deberá ser apro-
bado por ambas cámaras para que pueda convertirse en ley.
Sanción
Concluido el trámite parlamentario, el presidente de la República suscribirá
el proyecto, lo que equivale jurídicamente a su sanción, y desde entonces se
convierte en ley (artículo 165 y 189, núm. 9). Cuando el presidente no lo
hace, lo hará el presidente del Senado, que a la vez es el presidente del Con-
greso (artículo 168).
232
Promulgación
Es el acto por el cual el presidente de la República hace saber la existencia de
la ley (artículo 189, núm. 10). La publicación es el medio material de poner en
conocimiento la voluntad del legislador. En el derecho colombiano coinciden la
promulgación y la publicación. El artículo 52 del Código de Régimen Político
y Municipal dice: “La ley no obliga sino en virtud de su promulgación, y su
observancia principia dos meses después de promulgada […] La promulgación
consiste en insertar la ley en el periódico oficial, y se entiende consumada en
233
El artículo 5.° de la citada ley afirma que en cada uno de los departa-
mentos se editará un boletín o gaceta oficial que incluirá los siguientes do-
cumentos:
234
Vacancia
El artículo 52 del Código de Régimen Político y Municipal establece como plazo
legal de vacancia (vacatio legis) dos meses después de la promulgación de
la ley. El artículo 53 del mismo código consagra las siguientes excepciones al
principio citado: cuando la ley fije el día en que deba principiar a regir la ley, o
autorice al Gobierno para fijarlo, en cuyo caso principiará a regir la ley el día
señalado; cuando por causa de guerra u otra situación inevitable estén inte-
rrumpidas las comunicaciones de algunos municipios en la capital y el servicio
de correo se encuentre suspendido, en este caso, los dos meses se contarán
desde que cese la incomunicación y se restablezcan los correos.
El artículo 54 del Código de Régimen Político Municipal dice que se
procurará que las leyes se publiquen e inserten en el periódico oficial dentro
235
Comienzo de obligatoriedad
Una vez publicada la ley en el Diario Oficial y surtida la vacancia, o en los
casos en que la ley fije la fecha o autorice al Gobierno para fijarla, empieza la
vigencia de la ley.
Ignorancia de la ley
Una vez que la ley entra en vigencia, ninguna persona puede alegar su igno-
rancia (cc, artículo 9.° y C. de R. P. y M., artículo 56). Se trata de una ficción
legal necesaria por seguridad jurídica. Si se aceptara la ignorancia de la ley
como excusa para su cumplimiento, quedaría resquebrajada la seguridad que
otorga la aplicación de la ley en forma general.
n. Derogación de la ley
Como el término lo indica, derogar una ley es suprimir sus efectos jurídicos.
Esto ocurre cuando, mediante otra norma de la misma naturaleza, se le pone
fin, bien sea al sustituirla por una nueva o simplemente declarando que sus
efectos no perdurarán. Generalmente se han precisado los efectos de la dero-
gación de la siguiente manera:
236
Hemos dicho que una de las características de la ley es que tiene un claro
sentido de permanencia y, por lo tanto, es considerada intemporal. Evidente-
mente esta es la norma general, pero ocurre que también se puede decir que
sus efectos se producen durante determinado lapso y, por consiguiente, en el
momento en que llega la fecha prevista, la norma deja de regir porque precluyó
el término de su vigencia; es el caso de la legislación de emergencia en uso de
expresas facultades legislativas, o el de la legislación ordinaria cuando sim-
plemente se prevé el término de su duración, bien sea porque se realizó el fin
que se pretendió o porque desaparecieron las razones para las que se destinó.
La derogación de una ley puede ser expresa o directa, cuando así lo
establece puntualmente la ley, tácita o indirecta; cuando no está expresamen-
te establecida, este fenómeno resulta entre la incompatibilidad de la norma
legal que se trata y otra posterior. La derogación puede ser orgánica cuando
una nueva ley ordena en un cuerpo de doctrina toda la materia que se aspira
regular, así no sea manifiesta la incompatibilidad entre la norma que habrá de
derogarse y las disposiciones de la nueva ley; es el caso de las leyes llamadas
estatutarias o simplemente leyes ordinarias, pero que disciplinan todo el con-
junto de normas o materias que se pretendan regular. Es norma general que
la ley especial deroga la de carácter general.
También se puede hablar de derogación total cuando la nueva ley su-
prime todos los efectos de la ley antigua. Se hace mención a la derogación
parcial, como resulta obvio, cuando la nueva ley suprime alguno o algunos
de los preceptos de la ley antigua, y los demás subsisten.
Finalmente, puede ocurrir que una ley pierda vigencia por su falta de
aplicabilidad, es decir, ha entrado en desuso. Ello puede ocurrir cuando la
norma no corresponde a la situación social para la que fue dictada, bien sea
porque han desaparecido las condiciones sociales, políticas o económicas que
237
ñ. La jurisprudencia
García Máynez señala: “La palabra jurisprudencia tiene dos acepciones distin-
tas. Una de ellas se refiere a la ciencia del derecho o la teoría del orden jurídico
positivo y, la otra, se utiliza para designar el conjunto de principios y doctrinas
contenidas en las decisiones de los tribunales”.174
Como fuente de derecho, la jurisprudencia, expresión viva del derecho
y resultado de análisis judiciales, en la medida en que deviene de juicios re-
iterados sobre hechos similares, va asumiendo un carácter obligatorio y, por
ello, la remisión que se haga de las sentencias de los tribunales asume, como
consecuencia de este proceso, la idea de elemento creador del derecho y, por
lo tanto, jurisprudencia.
Los simples criterios interpretativos de las normas o de los hechos no
obligan en la medida en que se integren formando un pensamiento conclusivo
general al que se puede apelar como apoyo jurisprudencial. Naturalmente, la
jurisprudencia tiene mayor relevancia jurídica en los países que practican el
sistema del common law que en los países de derecho escrito, donde natu-
ralmente prevalece la ley. Los tratadistas también se refieren a la afirmación
de que la actividad judicial es creadora de derecho o simplemente declarativa
de este. Conocemos tres tendencias, según la indicación de Abelardo Torré:
174
E. García Máynez, op. cit., p. 68.
238
239
la necesidad de juzgar la norma más allá del contenido del texto o de las in-
terpretaciones dadas; la jurisprudencia es la fuente por excelencia en la época
actual, donde se sobrepasa la vieja actitud de dar vigencia a la jurisprudencia
cuando tres fallos en el mismo sentido eran considerados como “doctrina pro-
bable” ante la manifestación contenida en la Sentencia C-131 de 1993 de la
Corte Constitucional, al superar el añejo criterio auxiliar obligatorio.
Desde entonces, la doctrina constitucional difiere de la jurisprudencia
anterior, al afirmar que las normas en su aplicación cuando han sido interpre-
tadas por la Corte Constitucional, “de ese modo deben aplicarse”, lo cual es una
suficiente razón de seguridad jurídica puesto que, entonces, la jurisprudencia
constitucional cumple una función integradora como tiempo atrás lo dispuso
el legislador en los artículos 4.° y 8.° de la Ley 153 de 1887, tema que am-
pliaremos más adelante. Consideramos por ahora importante distinguir entre
jurisprudencia constitucional y doctrina constitucional.
o. Common law
Según la cita de Blackstone175 hecha por Monroy Cabra, la norma fundamental
del common law es la obligatoriedad del precedente, ya que el juez “crea el de-
recho”. El sistema de precedentes fue modificado en el siglo xvi cuando se creó
la Court of Chancery y la división de los tribunales en common law y equity.
En resumen, se puede decir que las fuentes del common law son las
siguientes: 1) el common law, en sentido estricto; es decir, la jurisprudencia
emanada de los clásicos tribunales ingleses. Si bien el juez crea el derecho,
está atado por la obligatoriedad del precedente (stare decisis); 2) la equity
que es una rama de la jurisprudencia, la cual emana de tribunales especiales
—los tribunales de equidad— llamados courts of chancery, en Inglaterra, y
courts of equity, en Estados Unidos; 3) el statute law o derecho legislado.
Así se denomina el conjunto de leyes emanadas del Parlamento inglés y del
Congreso, y legislaturas estatales de Estados Unidos. En el siguiente esquema
de Santa-Pinter se pueden ver los principales lineamientos del common law:
175
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 219 y ss.
240
Jurisprudencia continental,
derecho creado por el juez
1) Case Law judge made law,
derecho formado por decisiones
judiciales.
a) Autoritarias ________ Tribunales superiores
2) Precedents
(Sentencias)
b) Persuasivas ________ Tribunales inferiores
Common wealth
241
242
176
M. Balaguer, Interpretación de la constitución y ordenamiento jurídico, Madrid, Tecnos,
1997, p. 125.
243
177
R. Díaz Roca, Teoría general del derecho, Madrid, Tecnos, 1997, p. 230.
244
178
H. Valencia, Principios generales del derecho, 2ª ed., Bogotá, Temis, 1999, p. 58.
245
Constitucional
Administrativo
Financiero
Derecho público Interno
Penal
Procesal
Del trabajo
Internacional público
Externo Internacional privado
Civil
Comercial
Derecho privado De familia
Minero y agrario
179
M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 241.
246
a. El derecho constitucional
Es la rama del derecho que estudia la estructura del Estado y los diferentes
organismos en que está dividido el poder público, así como sus funciones y
atribuciones. Dentro de él se organiza la teoría del Estado a través de sus di-
ferentes aspectos y vicisitudes, las variaciones en el tiempo y concepciones
según los regímenes políticos imperantes y en el marco de la democracia, el
totalitarismo, el absolutismo imperial o sus variaciones entre régimen repu-
blicano o parlamentario, para citar unos ejemplos.
b. El derecho administrativo
Es aquella parte del derecho que se encarga de estudiar la organización y el fun-
cionamiento de la administración pública. Se mantiene a lo largo de la historia
su división en tres ramas del poder público: ejecutiva, legislativa y judicial, las
cuales operan armónicamente, pero de manera funcionalmente autónoma, y
es propiamente el acto administrativo el que se refiere a la denominada rama
ejecutiva, en toda la gama de sus diferentes estamentos; los actos del poder
legislativo, como su nombre lo indica, se denominan leyes, y los actos del
poder judicial, sentencias. El profesor y tratadista Jaime Vidal Perdomo, en sus
diferentes textos, ha expresado que “el derecho administrativo está vincula-
do a la noción de administración; el estudio de la estructura y de la actividad
de la administración constituyen la temática del derecho administrativo”.180
El derecho administrativo se encarga, por lo tanto, de la teoría de todos
los actos de la administración, los contratos administrativos, la teoría de los
servicios públicos, las personas encargadas de la administración, sus res-
ponsabilidades, la responsabilidad del Estado, las facultades y poderes de los
diferentes entes administrativos y las decisiones de la jurisdicción denomina-
da contencioso administrativa justamente para dirimir las diferencias que se
suscitan entre la administración y entre esta y los particulares. Este es apenas
un enunciado de lo que es el derecho administrativo.
180
J. Vidal Perdomo, Derecho administrativo, derecho constitucional general e instituciones
políticas colombianas, 7ª ed., Bogotá, Legis, 1998.
247
c. El derecho penal
Como lo definió de manera conclusiva Jiménez de Asúa,
d. El derecho procesal
Como lo han determinado expertos tratadistas, es la parte del derecho que se
encarga de orientar, coordinar y estructurar las pretensiones o relaciones ju-
rídicas dentro de una forma particular denominada proceso, como el camino
adecuado para hacer valer los derechos y, sobre ellos, presentar las controver-
sias naturales de todo el accionar jurídico. Derecho, procedimiento, pretensión,
acción y excepción son parte de la mecánica jurídica colocada en poder de los
jueces, de la jurisdicción, para “dar a cada cual lo suyo”, creando, reconociendo
o declarando el derecho. El proceso es civil, penal, laboral o administrativo,
según la naturaleza de la materia de que se trate.
181
L. Jiménez de Asúa, Tratado de derecho penal, tomo 1, Buenos Aires, Losada, 1950,
pp. 15 y ss.
248
e. El derecho laboral
Regula la relación entre trabajadores y empresarios, empleadores y patronos
por la prestación de un servicio personal. Estudia las fuentes y los elementos
del contrato de trabajo, la jornada laboral, la forma de conformar el vínculo
que une al empleado con su empleador, las prestaciones y los derechos de los
trabajadores, la estructura de la seguridad social, el contrato individual y co-
lectivo, los reclamos de los trabajadores, la suspensión de la jornada laboral,
el derecho de huelga, la integración de sindicatos como herramientas para
defender derechos y privilegiar relaciones laborales, en fin, un sistema de vida
social organizada a partir de la noción de trabajo.
f. El derecho civil
Es la parte del derecho que se ocupa de la protección de los hechos, las con-
ductas, las teorías, el hombre por el hecho de serlo —sus derechos subjetivos,
los de la personalidad—; se interesa en la regulación de la vida en sociedad, la
familia, el nombre, la nacionalidad, el domicilio, la capacidad, el parentesco,
las obligaciones, los bienes, el patrimonio, los derechos personales y reales, los
bienes inmateriales, la herencia, el nacimiento de la persona, el estado civil,
el matrimonio, la adopción, la sucesión por causa de muerte, el derecho de
herencia, la transmisión de la propiedad, los contratos, las personas natura-
les y las personas jurídicas; en fin, se interesa por toda la conducta humana,
desde antes del nacimiento, durante toda la existencia y aun después de ella.
g. El derecho de familia
Es una particularidad jurídica derivada del derecho civil que dio lugar a una
fronda legislativa para estructurar una rama derivada del derecho alrededor
de la familia, en sus múltiples características.
h. El derecho comercial
Se derivó también del derecho civil; debido a la importancia de las actividades
de los comerciantes, fue necesario crear una organización legal típica p
ara
agilizar las políticas del mercado y sus agremiaciones en cámaras de c omercio
con los mecanismos idóneos para su conformación, acreditación, registro,
249
j. El derecho canónico
Es el conjunto de convenios establecidos entre la Iglesia y el Estado para
regular las relaciones de los miembros de las congregaciones religiosas, de
los fieles o súbditos de ellas y el Estado; estos convenios son regulados por
tratados internacionales, en lo que se refiere a la Iglesia de la mayoría de los
nacionales, la Católica, gobernada por el Código de Derecho Canónico. Den-
tro de esta especial jurisdicción se ejemplifica el reconocimiento del rito, sus
formas de expresión como el bautismo, el matrimonio, la organización de la
familia, la jurisdicción eclesiástica, los procesos ante esta especial jurisdicción,
las obligaciones, sanciones, delitos y penas, entre otros enunciados.
En esta época de la humanidad, al comienzo de una nueva centuria, se
advierte además del contenido de la anterior clasificación del derecho público
y del derecho privado, aquella parte que tiene que ver con el comportamiento
de los Estados entre sí, de las estructuras de poder que han dado lugar a la vida
armónica de las naciones, el régimen parlamentario multinacional, la regula-
ción de la conducta entre nacionales y personas de otros Estados, de lo cual se
ocupan el derecho internacional público y el derecho internacional privado.
No obstante, como consecuencia del desarrollo tecnológico de los úl-
timos años del siglo xx en adelante, muy especialmente dentro del ámbito
de las comunicaciones, el universo se ha reducido como consecuencia de las
velocidades y la sistematización de las tecnologías, hecho que ha desbordado
250
Conclusiones
Hemos planteado un maravilloso recorrido en el tiempo: la indagación so-
ciológica respecto del nacimiento de la idea de derecho dentro de los grupos
primitivos, en los cuales era preciso, para que tales estamentos perduraran,
contar con una forma coercitiva para dirimir sus diferencias, hacer uso de sus
facultades y dar aposento a la idea del deber. Dentro de los tantos juristas
que han estudiado el tema, destacamos a manera de esbozo el pensamiento
de Giorgio Del Vechio sobre la vida en las hordas, con clanes, tribus, gens, el
nomadismo y los liminares asentamientos.
En el capítulo anterior, cuando nos referimos al origen del derecho, evo-
camos el trabajo de Fustel de Coulanges, su obra capital La ciudad antigua, y,
llevados por sus orientaciones, indujimos al lector en esta travesía. Deshilva-
namos, a la manera de Ariadna en el laberinto cretense del minotauro, el lento,
continuo, creciente afianzamiento de los usos y las costumbres en estos grupos
humanos hasta cuando esos elementos se van convirtiendo, por fuerza de su
repetición y acatamiento, en fuente de derecho para estructurar la costumbre.
No obstante tener noticia de los primeros códigos como el de Hammu-
rabi, el decálogo de Moisés, entre otros, nos perfilamos en el desarrollo del
derecho escrito entre los romanos, en las diferentes etapas o ciclos que cons-
tituyeron una época a la vez que una especie de epopeya: desde la infancia
del derecho hasta su codificación en la denominada Ley de las xii Tablas, por
iniciativa del emperador Justiniano.
Al entrar en crisis el Imperio romano y disolverse en dos instancias,
surge en la vida social un periodo típico, pletórico de magia, embrujos, hechi-
cerías, dominación y persecución religiosa, imperial, en el que floreció y se
251
252
253
Lecturas
Del profesor Eduardo García Máynez, Introducción al estudio del Derecho,
República Argentina, Editorial Porrúa, A. 51ª impresión, 2000, México,
pp. 51 y ss.
254
182
182
Introducción a la Teoría General y a la Filosofía del Derecho, Neuchatel, 1937, p. 34.
255
a. Supuestos jurídicos
Existen dos corrientes de expresión de los conceptos jurídicos fundamentales.
La tradicional señala que el derecho se estructura mediante normas, reglas,
preceptos o leyes, y por ello se habla de hecho jurídico; mientras que otra
corriente más contemporánea prefiere hablar de supuestos de derecho o su-
puestos jurídicos para definir la misma situación de la norma jurídica.
Vamos a utilizar los dos términos, pero puntualizando no en sus dife-
rencias, que no existen, sino en la terminología utilizada por los autores en la
búsqueda presunta de la claridad del juicio formulado al respecto. Destacamos
el pensamiento del profesor, tratadista y exmagistrado Arturo Valencia Zea,
exponente en nuestro medio, dentro de una gama de importantes juristas de
la doctrina tradicional.183
Valencia Zea afirma que, desde el punto de vista de la ciencia, el con-
cepto de un objeto representa la síntesis de sus notas esenciales. Por ello, se
pueden contemplar tres aspectos en el concepto del derecho:
183
A. Valencia Zea, Derecho civil, tomo I “Parte general y personas”, Bogotá, Temis, 1957,
pp. 11 y ss.
259
260
261
184
A. Valencia Zea, op. cit., pp. 15 y ss.
262
b. Definición de la norma
A partir de lo expuesto, se concluye que la norma es la proposición que enun-
cia un hecho de la vida imputado a una persona para atribuirle de manera
coactiva consecuencias jurídicas. Como hemos dicho, el hecho de la vida es
la primera parte de la norma, que hemos denominado hecho jurídico, el cual,
enunciado dentro de una proposición, imputado a un ser de derecho, nos da
la idea de sujeto de derecho o persona; la consecuencia que enlaza al hecho
constituye la segunda parte de la norma, el efecto o consecuencia que el de-
recho imprime al acto de la persona.
El derecho está integrado por normas; cada una obedece a una finalidad
concreta: “su espíritu y sentido lo extrae de la naturaleza del derecho mirado
como un todo organizado en forma lógica y coherente. El derecho en su as-
pecto formal es un sistema de normas y no un simple agregado material de
estas”,185 afirma el profesor Valencia Zea.
185
A. Valencia Zea, op. cit.
263
186
H. Kelsen, citado por A. Valencia Zea, op. cit., p. 16.
264
265
187
A. Valencia Zea, op. cit., pp. 20 y ss.
266
188
A. von Savigny, citado por A. Valencia Zea, op. cit., pp. 33 y ss.
189
R. von Ihering, La lucha por el derecho, citado por A. Valencia Zea, op. cit., p. 26.
267
190
L. Enneccerus, citado por A.Valencia Zea, op. cit., pp. 3 y ss.
191
A. Valencia Zea, op. cit., pp. 28 y ss.
268
192
H. Kelsen, citado por A. Valencia Zea, op. cit., p. 19.
269
acreedor indica que tengo el derecho subjetivo de reclamar del deudor el pago
de cierta suma de dinero, y, si el segundo está jurídicamente obligado, deberá
pagar dicha suma. El aserto: tengo el derecho subjetivo de usar un camino
que atraviesa la propiedad de otra persona, lo que significa que el dueño de tal
propiedad está jurídicamente obligado a no impedirme el uso de ese camino.
El contenido de un derecho subjetivo es, en última instancia, el cumplimiento
del deber de otro sujeto.
La conducta respecto de los deberes jurídicos puede ser positiva o nega-
tiva, depende si se hace o no una cosa. Los derechos relativos, personales o de
crédito, de manera general implican una conducta positiva: entregar la cosa,
pagar una deuda, pero también el deber puede significar un no hacer, como
cuando los vecinos de un aeropuerto se obligan a no construir en su inmueble,
sino hasta determinada altura. Respecto de los derechos absolutos, la conducta
de los demás significa un no hacer de todas las personas en cuanto que todas
ellas deben respetar mi derecho de propiedad, absteniéndose de perturbar mi
goce exclusivo y el disfrute que hago de mis cosas en mi calidad de dueño.
Toda noción de derecho subjetivo implica el reconocimiento implícito
de un deber correlativo. Definimos entonces el derecho subjetivo como un
poder de voluntad derivado del orden jurídico, destinado a la satisfacción de
intereses humanos mediante la imposición a otra u otras personas del deber
de respetar tal poder.
270
193
S. Kelsen, citado por A.Valencia Zea, op. cit., p. 16.
194
Ibid.
195
Spota, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 16 y ss.
271
[…] puede existir entre una persona y una cosa, por cuanto el dar al hom-
bre un derecho sobre una cosa equivaldría a imponerle una obligación a
la cosa para con el hombre, lo que constituye un absurdo. Por definición
196
A. Valencia Zea, op. cit., p. 225 y ss.
197
A. Von Tuhr, citado por A. Valencia Zea, op. cit., pp. 225 y ss.
198
Lehmann y Enneccerus, citados por A. Valencia Zea, op. cit., p. 238.
272
todo derecho es una relación entre personas. Es esta una verdad elemental
sobre la cual está fundada toda la ciencia del derecho.199
199
Planiol, citado por A. Valencia Zea, op. cit., p. 235.
200
Ibid.
201
A. Valencia Zea, op. cit., p. 235 y ss.
273
designación de estados. Por ello, hablamos del estado civil de las personas, ser
casado o soltero, ser o no mayor de edad, ser hijo legítimo o extramatrimonial,
estar vivo o haber muerto. Desde este punto de vista, la denominación estado
civil no es sino una especialización de la situación jurídica cuando se refiere a
la personalidad o a la familia.
274
1. Absolutos Autopersonales
Potestativos
Derechos subjetivos 2. Relativos Reales
privados Obligacionales
3. Monopolios Intelectuales
del derecho Industriales
privado
1. Derechos de la personalidad
2. Derechos reales Relativos
Derechos subjetivos 3. Derechos intelectuales
privados 4. Derechos de la familia
5. Derechos de creditorios Absolutos
202
Alessandri Rodríguez, citado por M.G. Monroy Cabra, op. cit., p. 282.
275
276
203
B. Windscheid y L. Enneccerus, citados por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 283 y ss.
204
A. Valencia Zea, op. cit., p. 238 y ss.
277
205
Ibid.
278
279
280
206
A. Ramelli, Derecho internacional humanitario y estado de beligerancia, 2ª ed., Bogotá,
281
282
283
la fortaleza que asumen los grupos rebeldes y las consecuencias sobre el orden
público interno y la imagen internacional de los violentos.
El autor al que recurrimos, en el estudio al que hacemos referencia,
comenta que cuando un grupo armado controla un determinado territorio y
ejerce potestades propias de un Gobierno, resulta imposible que este hecho
permanezca ajeno no solo al derecho internacional público, sino además a la
comunidad internacional, en especial a las potencias con las que se compar-
ten fronteras.
Por lo anterior, la doctrina ha entendido que la comunidad beligerante
posee una capacidad jurídica internacional limitada y temporal. Se entiende
que es una capacidad jurídica limitada en razón a que los beligerantes son
destinatarios de los derechos y obligaciones que aparecen recogidos en las
normas convencionales y consuetudinarias del derecho internacional huma-
nitario que regula los conflictos armados internacionales, esto es, los cuatro
convenios de Ginebra y su protocolo adicional. Se trata, igualmente, de una
capacidad temporal en cuanto está llamada a desaparecer, bien sea en razón
a que las fuerzas armadas estatales derroten a los insurgentes o se firme un
acuerdo de paz entre las partes en contienda, o bien porque se pase a un es-
tadio más crítico del conflicto armado debido al reconocimiento del Gobierno
o, incluso, del Estado.
De acuerdo con los principios del derecho internacional humanitario,
se debe excluir del conflicto aquellas personas a que se hizo referencia en la
Convención de Rionegro y brindar protección a la población civil que no hace
hace parte del conflicto y, naturalmente, a niños, mujeres y ancianos, así fuera
de manera mínima; de la misma manera, se debe excluir a los combatientes
que se encuentran en condiciones de indefensión, bien sea porque están re-
ducidos a prisión o por limitaciones físicas como consecuencia de la guerra.
De conformidad con el trabajo en referencia, la beligerancia es una fi-
gura que ha perdido vigencia, es inútil para la solución del conflicto y no se
ha usado en la práctica por las particulares consideraciones ético-políticas de
los gobernantes. Por esta razón, compartimos y entendemos la posición férrea
asumida por el expresidente Álvaro Uribe.
284
285
No hay duda alguna que el ejercicio del poder, siempre que este tienda a la
solución de las necesidades de una comunidad organizada democrática-
mente, solamente puede ejercerse a plenitud en un Estado de derecho y en
un marco de garantías consagradas en una carta política que contenga el
catálogo de principios esenciales que caracterice y tipifique la comunidad
heterogénea contenida en su territorio. En la organización jurídica de la
nación.
En el caso colombiano, las vicisitudes que han caracterizado la
vida nacional le han impedido al Estado cumplir con su obligación cons-
titucional de proteger, la vida, honra y bienes de sus conciudadanos y por
ello como lo hemos enunciado, sin adentrarnos en las razones que le dieron
origen a las permanentes confrontaciones suscitadas desde la propia orga-
nización como República, los intereses de clase, los del estamento político,
los de las diferentes estructuras de poder, lo cierto es que solo por lapsos
muy cortos de la vida nacional, ella ha transcurrido dentro de una precaria
normalidad institucional.
Cuando el nivel del conflicto alcanza magnitudes intolerables
por lo que se ha convenido en llamar la opinión pública o la “sociedad
286
287
208
C. Rocha Ochoa, Academia Colombiana de Jurisprudencia, abril 15 de 1998.
288
Conclusiones
De lo expuesto en el presente capítulo destacamos sintéticamente lo siguiente:
como conceptos jurídicos fundamentales hemos señalado los supuestos y los
hechos jurídicos en sus diferentes y similares terminologías para concluir en
los clásicos supuestos de personalidad, Estado, propiedad y familia.
Hemos analizado, sin la profundidad que el tema amerita, pero dentro
de las previsiones del curso de Introducción al Derecho, los derechos reales y
los personales, así como los derechos fundamentales en concordancia con los
señalamientos de la Carta Política. Dentro de estos, nos ha parecido impor-
tante destacar los temas concernientes a los derechos humanos, el derecho
internacional humanitario y un brevísimo enunciado del conflicto colombia-
no, con el objetivo de generar el interés de los alumnos en el análisis de la
problemática nacional.
Abrigamos la esperanza de que cuando se imprima esta cuarta edición,
esté concluyendo de manera satisfactoria el proceso de paz y, por lo tanto, los
estudiantes universitarios del momento sean parte de la generación de paz,
luego de sesenta años de conflicto. Ojalá no estemos ante otra frustración.
289
Lecturas
El Conflicto, Callejón con Salida. Informe nacional de desarrollo humano,
Colombia, 2003, pp. 146-148.
¿Quién es el enemigo?
Una estrategia de desarrollo humano en Colombia debe buscar que tanto
los grupos guerrilleros como las fuerzas paramilitares pongan punto final a
sus actuaciones, que no haya violación a los derechos humanos por parte
de agentes del Estado y que la delincuencia ordinaria, particularmente
la del narcotráfico, no siga alimentando la violencia política. Esta “defini-
ción de la victoria” se basa en dos principios éticos muy claros: primero,
que una injusticia no justifica otra injusticia, y, segundo, que la vida hu-
mana es un valor prioritario.
En el enfoque convencional, sin embargo, cabe discernir un cier-
to ordenamiento implícito entre aquellos actores y factores del conflicto.
Para muchos, quizá para la mayoría de los ciudadanos, la prioridad es
derrotar o desmovilizar a las guerrillas; para Estados Unidos, la prioridad
sería eliminar el narcotráfico; para algunos analistas y voceros de izquier-
da, desactivar el paramilitarismo y acabar con los abusos de agentes del
Estado son condiciones previas para acabar con la guerrilla. Estas varias
lecturas, por supuesto, tienen implicaciones complejas y delicadas sobre
las estrategias, los instrumentos, las secuencias y las alianzas (o al menos
los silencios) permisibles al resolver el conflicto. Pero de un modo u otro
esas lecturas justifican una injusticia por otra o acentúan un valor distinto
de proteger la vida de los colombianos.
¿Cuál es el objetivo?
Parece obvio que el propósito de las políticas públicas no ha de ser otro que
acabar con el conflicto, poner punto final a las acciones armadas. Y, por
supuesto, esto es deseable, aunque no sea lo único deseable: una estrategia
integral debe admitir y alcanzar otros varios objetivos, tanto antes como
290
291
[…] hacia la mitad del siglo xx el jurista Edgar Bodenheimer escribió que
por su propia naturaleza, el derecho es un término medio entre la anarquía
y el despotismo. Probablemente es otra manera de decir que sin un sistema
de normas, es imposible hacer referencia tanto a una organización social
como a una autoridad legítima. La primera afirmación tiene claros perfiles
295
211
Ibid., p. 1.
212
J. Vidal Perdomo, op. cit., p. 56.
213
Ibid., p. 65.
214
A. Hauriou, Derecho constitucional e instituciones políticas, España, Ariel, 1980, p. 115.
296
215
Ibid.
216
Ibid.
217
Ibid.
218
E. García Máynez, op. cit., p. 97.
297
tuye el elemento formal del Estado, siempre que, de manera concreta, tanto la
población como el territorio constituyan los elementos materiales del Estado.
a. El territorio
Se ha definido como el espacio geográfico donde el Estado ejerce su poder po-
lítico. Esta facultad naturalmente se ejerce a través de un sistema de normas
creadas específicamente para esta finalidad y que son aceptadas por los súbdi-
tos o habitantes de ese espacio geográfico. Jellinek ha dicho que esta aceptación
se expresa de manera negativa o positiva.219 En el primer caso, cuando nin-
guna fuerza extraña a las autoridades que actúan a nombre del Estado ejerce,
de manera habitual, su imperio en un determinado territorio, y positiva en
tanto que, de manera exclusiva, ejerce el Estado sobre las personas que viven
en ese territorio determinado, en el cual las autoridades ejercen la soberanía.
Teniendo en cuenta que la autoridad política es el poder supremo, se
debe entender que en un territorio dado solamente debe existir un Estado. No
obstante, históricamente, se han presentado particulares excepciones, como
el caso de Bosnia-Herzegovina en la época en que el país estuvo sometido al
dominio común de Austria y Hungría. También podemos citar como ejemplo
la situación en que se encuentran los habitantes de un Estado que hace parte
de un Gobierno federal; mientras persista la federación, existirán dos clases de
normas para los habitantes de ese territorio, las de carácter local y las propias
del Gobierno federal (Estados Unidos, por ejemplo).
Es posible que un Estado en virtud de tratados internacionales permita
a otro Estado realizar en su territorio ciertos actos de imperio, como es el caso
de los acuerdos concordatarios convenidos con la Iglesia católica con sede en
la Ciudad del Vaticano para permitir que el poder espiritual produzca efectos
civiles, como es el caso del bautismo o el matrimonio.
También puede ocurrir que un país sea ocupado militarmente por otro;
en este caso, las autoridades que conforman el Estado son desplazadas por la
fuerza política dominante. Tenemos el caso de lo que fue la dominación nazi de
219
G. Jellinek, L’ Etat Moderne et son Droit, traducción de Fardis, II, cap. XIII.
298
220
E. García Máynez, op. cit., pp. 97 y ss.
299
b. La primera República
El actual territorio colombiano fue, desde siempre, un piélago de regiones o
mejor, de provincias. Su fragmentación territorial imprimió caracteres especia-
les a su organización social y a su cultura. Tales condiciones se mantuvieron
durante la Colonia por la relativa simbiosis que se produjo entre la organización
de los clanes indígenas y la de los municipios ibéricos. Era, por lo tanto, ape-
nas natural que el constitucionalismo que trajo consigo el siglo xix produjera
tensiones entre nación y provincia.
De hecho, esta última era familiar a los granadinos pues tanto la provin-
cia como el municipio hicieron notable presencia institucional a lo largo de los
221
Ibid.
A. Trujillo Muñoz, Historia constitucional de Colombia, siglo xix, Bogotá, Ediciones Aca-
222
300
223
Citado por H. E. Pérez Rivera, El tránsito hacia el Estado nacional en América Latina en
el siglo xix: Argentina, México y Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2007,
p. 109.
301
224
R. Louis Gilmore, El Federalismo en Colombia 1810-1858, Bogotá, Sociedad Santanderista
y Universidad Externado de Colombia, 1945, p. 4.
302
camino de búsqueda emprendido por los colombianos desde aquel siglo estuvo
inspirado siempre en la idea de constitución.
A pesar de que detrás de la política existen intereses múltiples, no es
hiperbólico afirmar que en Colombia se ha combatido por la idea constitucio-
nal. Hay una evidente impronta doctrinaria en la historia jurídico-política de
Colombia. Más allá del ingrediente romántico que las impregna, unas líneas
del intelectual conservador Joaquín Estrada Monsalve, expresadas hacia la
mitad del siglo xix, son reveladoras:
c. La población
El grupo humano radicado en el territorio conforma la población del Estado. Al
concepto de población le corresponde un doble papel: ser súbdito del Estado
y ser sujeto de derechos y obligaciones frente a él. Esta distinción comenzó
a divulgarse y a tener aceptación universal a partir de las doctrinas de Rous-
seau, entre súbdito y ciudadano. En su condición de súbditos, las personas
225
Joaquín Estrada Monsalve, Núñez, el político y el hombre. Bogotá, Ediciones Librería
Siglo xx, 1946, p. 92.
303
1) Derechos de libertad.
2) Derechos de pedir la intervención del Estado a favor de intereses
individuales.
3) Derechos políticos.
304
226
E. García Máynez. op. cit., pp. 100 y ss.
227
G. Jellinek, op. cit., p. 31.
305
d. El poder
Dentro del ordenamiento jurídico es preciso, para que una sociedad organi-
zada pueda participar en la vida de un país, tener una voluntad que ordene
su conducta en el ámbito del territorio al cual está vinculada. Esa voluntad
constituye el poder político. Este es de tipo coactivo o de carácter simple o no
coactivo. Cuando un cuerpo social carece de poder coactivo, los integrantes que
lo forman están en libertad para abandonarlo en cualquier instante, es decir,
su vinculación es de carácter voluntario, subjetivo, donde no es evidente un
poder vinculante. Es el caso de la relación de los fieles con su iglesia en la que
los representantes de ella no tienen instrumentos para constreñir a los fieles
para que permanezcan en su seno, a no ser que el Estado acuda en su apoyo.
Por ello, se opta por la suscripción de acuerdos como los de carácter concor-
datario, que por ser tratados entre naciones, son de obligatorio cumplimiento.
Las organizaciones que ejercen un poder simple, en consecuencia, no
disponen de la facultad para imponer deberes, sino para ejercer actividades de
carácter disciplinario; en tanto el poder coactivo sea de carácter irresistible, sus
mandatos tienen validez absoluta y pueden ser impuestos por la fuerza, aun
en contra de la voluntad del obligado. Es el respeto al ordenamiento jurídico
del nacional o del ciudadano frente al imperium.
Sobre este punto concordamos con García Máynez,228 quien afirma que
cuando una agrupación no estatal ejerce un poder de dominación, este tiene
su fuente en la voluntad del Estado. Ello equivale a sostener que no se trata
de un poder propio, sino derivado. Dicho principio, universalmente admitido
en nuestros días, no posee, sin embargo, valor absoluto. En la época en que
el poder político no se había consolidado, habría sido imposible postularlo.
Durante la Edad Media, por ejemplo, hubo agrupaciones no estatales que go-
zaban, en mayor o menor medida, de un poder de dominación independiente.
Este fue el caso de la Iglesia católica, que a menudo hizo valer su autoridad
aun en contra del Estado. Lo mismo ocurrió con numerosos señores feudales
cuyo poder no era siempre el producto de una delegación de origen estatal.
228
E. García Máynez, op. cit., p. 102.
306
e. La soberanía
Para la mayoría de los autores que tienen tesis sobre derecho público, la sobe-
ranía es un atributo esencial del poder político. Este concepto puede tener un
carácter tanto negativo como positivo. En el primer caso, cuando no se admite
ningún poder superior al del Estado, se afirma que este es la única fuente del
poder político. El poder es soberano, supremo e independiente. Este carácter
de independencia se expresa en las relaciones con otros Estados, y la supre-
macía dentro del orden jurídico se hace presente en los vínculos internos del
poder sobre los individuos y las colectividades que hacen parte del Estado.
Aun ahora, ya lejano el tiempo de la influencia de los primeros publi-
cistas del Estado, de las últimas décadas del siglo xviii, existen algunos ju-
ristas que afirman que el poder soberano del Estado debe ser ilimitado. Tesis
repudiada contemporáneamente de manera casi unánime. Si el poder político
fuera omnipotente, dice Jellinek, podría suprimir el orden jurídico, introducir la
anarquía y, por lo tanto, destruirse a sí mismo. De allí la necesidad de la Carta
Política como norma de normas, marco del ejercicio del poder político. Por ello,
en este orden de ideas, concluye Jellinek: “El Estado puede, es verdad, elegir
su Constitución; pero es imprescindible que tenga alguna. La anarquía es una
posibilidad de hecho, no de derecho”.229
El orden jurídico establece limitaciones en el ejercicio del poder político
y muy especialmente dentro de la idea de soberanía, con el objeto de imponer
limitaciones a la actividad estatal. Es una especie de autolimitación como ex-
presión de la capacidad del Estado para determinarse a sí mismo como ente
autónomo, consciente de su soberanía. Puede ocurrir que el poder del Estado
229
G. Jellinek, op. cit.
307
308
230
Ibid., p. 129.
231
E. García Máynez, op. cit., p. 102.
232
Ibid., pp. 102 y ss.
309
flexibles; las primeras son aquellas que no pueden ser modificadas en la forma
establecida para las leyes ordinarias; las segundas no señalan diferencia de
orden formal entre leyes ordinarias y constitución, y la reforma de estas últi-
mas se puede hacer del mismo modo que la de las primeras. La Constitución
Federal Americana y la Constitución Inglesa son los dos ejemplos típicos de
constitución rígida y constitución flexible, respectivamente. La de Colombia
pertenece a la primera categoría ya que su reforma está sujeta a requisitos
mayores de los que se exigen para la modificación de las leyes ordinarias.
En el caso colombiano, a partir de la independencia de España en 1821,
el Congreso de Cúcuta declaró la primera constitución; posteriormente, ven-
drían otras, como las de 1830, 1832, 1843, 1853, 1863 y 1866, reformadas
parcialmente en 1910, 1936, 1945, 1968 y de manera general en l991. Des-
tacamos de la Carta los siguientes aspectos puntuales: la creación de acciones
populares como la tutela, la Corte Constitucional, la Fiscalía General de la
Nación y la Vicepresidencia de la República; la doble vuelta para la elección
presidencial; la protección de los derechos humanos fundamentales; el impulso
al derecho internacional humanitario; la modificación del periodo presidencial
con el establecimiento de la reelección inmediata.
Vidal Perdomo233 identifica el Estado como una persona jurídica, por
lo tanto, es sujeto activo y pasivo de derechos y obligaciones. Si bien este es
un atributo propio de las personas físicas o naturales, se ha trasladado a las
asociaciones que forman los hombres para el adecuado cumplimiento de sus
fines. Hay quienes afirman que la personalidad jurídica de los grupos humanos
es una ficción de la ley, que se imagina entes similares a los hombres. Otras
personas consideran que los grupos tienen de manera real una personalidad
distinta de quienes los conforman. Para nuestro objetivo, no importa el im-
perio de uno de estos puntos de vista sobre el otro, nos interesa el hecho de
que se atribuya a las personas jurídicas “las consecuencias de las acciones de
quienes las representan”.
233
J. Vidal Perdomo, Derecho constitucional general, 7ª ed., Bogotá, Legis, 1998, pp. 64 y ss.
310
234
Ibid.
235
Ibid.
311
236
G. Vedel, citado por J. Vidal Perdomo, op. cit., p. 67.
312
237
G. Rojas González, op. cit., p. 46.
238
J. Austin, Jurisprudencia analítica, citado por Á. Latorre, op. cit., pp. 133 y ss.
239
R. Von Ihering, El fin en el derecho.
313
240
J. Austin, Lectura de jurisprudencia, citado por A. Latorre, op. cit., pp. 133 y ss.
241
G. Rojas González, op. cit., pp. 46 y ss.
314
242
Ibid., p. 47.
315
243
Citado por G. Rojas González, op. cit., pp. 48 y ss.
244
Ibid.
245
Ibid.
246
Ibid., pp. 50 y ss.
316
317
247
Ibid.
248
G. Rojas González, op. cit., pp. 50 y ss.
318
Un derecho sin fuerza, sin medios para realizar su aplicación, puede ser
formalmente impuesto, mas no sería del todo socialmente imperante. El dere-
cho supone una estructura normativa necesaria e indispensable para la per-
manencia, la estabilidad y la perpetuación de las sociedades; sin tal estructura,
la sociedad estaría llamada a desaparecer en la hostilidad desproporcionada,
y con ello, los individuos de la cual emanan; por lo tanto, el derecho responde
a una profunda necesidad humana de supervivencia, se encuentra al servicio
de la seguridad de existencia de la sociedad.
Razones tuvieron en los comienzos de nuestra sociedad republicana
quienes convirtieron en emblema de nuestro escudo la frase de “libertad y or-
den”. En efecto, la libertad no es un don, es una conquista de todos los días,
es el medio mediante el cual la humanidad encuentra su propio fin, y el orden
es, sin duda alguna, el resultado de la aplicación del derecho en el medio social
del Estado para garantizar la convivencia pacífica de sus conciudadanos. Al
advertir la presencia de la fuerza para imponer el orden, recordamos a Goethe,
quien prefería un orden, aun cuando fuera injusto, a su inexistencia.
249
Ibid.
319
Conclusiones
Si bien prevalece la afirmación impulsada por los iusnaturalistas de que el
derecho es un concepto que rodeó al hombre desde el alba de su nacimiento y
organización social, y que su uso y aplicación en busca de su finalidad causal
surgieron mucho antes que la noción de Estado, fue con ocasión de su esta-
blecimiento y afirmación en un territorio y respecto de una población que la
propia comunidad creó, dentro de sus propias entrañas, el poder político del
Estado sobre sus súbditos; ideó el concepto de soberanía; prospectó la división
temática del derecho en sus diversas ramas; formuló los principios de jerarquía
de las normas jurídicas, y concibió el principio de la necesidad de una carta
política en la que se seleccionaran todos los contenidos y presupuestos de los
derechos, las garantías y los fundamentos del Estado y del individuo. Así cobró
vigencia universal la relación entre derecho y Estado.
Hemos fijado los conceptos sobre Estado y nación, los elementos del
primero y la importancia de esta última. La edificación del Estado-nación
proviene de la Ley 153 de 1887, artículo 80. También hemos expuesto las
definiciones de importantes tratadistas y hablado de la evolución histórica
del Estado. También nos referimos al concepto de soberanía, cada vez más
restringido dentro del campo de las comunicaciones y el mercado y afirmado
dentro del criterio del poder político. También hemos fijado los fines del dere-
cho y los del Estado.
Hoy el Estado, dentro de sus diferentes concepciones jurídicas, es el
escenario donde se albergan todos los derechos del hombre, donde coercitiva-
mente se administra su existencia y se realizan los fines de la especie.
Lecturas
De Augusto Trujillo Muñóz, El Estado y el derecho, Bogotá, Ediciones de
la Academia Colombiana de Jurisprudencia, 2001, pp. 64 a 66.
El Estado-nación
El Renacimiento se extendió por casi toda Europa. Con la influencia del
arte clásico se construyeron ahora nuevas y fabulosas expresiones, y con
320
321
250
M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 333 y ss.
251
A. Valencia Zea, op. cit., pp. 264 y ss.
325
252
L. Enneccerus, citado por A. Valencia Zea, op. cit., pp. 264 y ss.
326
Se han definido también por la doctrina los hechos jurídicos como suce-
sos temporales y especialmente localizados que provocan, al ocurrir, un cambio
en la realidad jurídica existente. Es el caso de los hechos naturales y, por lo
tanto, ajenos al hombre y a su voluntad. Ejemplos de ellos son: 1) la fuerza
mayor, considerada por el Digesto como un ímpetu que no se puede repeler
(terremotos, huracanes, inundaciones, tempestad, etc.); 2) el caso fortuito;
3) las ficciones de responsabilidad, y, 4) los seguros, como la tendencia del
derecho de encontrar a alguien a quien se pueda hacer responsable de las
consecuencias jurídicas de los hechos naturales.
a. La fuerza mayor
La fuerza mayor interviene de dos formas en el orden jurídico: 1) causando
daños que no son imputables a nadie, y 2) haciendo imposible el cumplimiento
de determinadas obligaciones. Villoro Toranzo comenta que además de estos
hechos naturales, también se consideran de fuerza mayor, pero, desde luego,
de menos trascendencia —que son igualmente imposibles de determinar en
los individuos responsables de estos— los daños causados por una invasión
del enemigo o por una incursión de piratas; en nuestro medio, los actos de
barbarie ocasionados por los actos de guerra de los subversivos al tomarse
poblaciones enteras, saquearlas, incendiarlas, atentando no solamente contra
la propiedad privada, sino contra la vida, la estabilidad, la seguridad, la salud
y la tranquilidad de los habitantes de pequeños poblados o regiones campe-
sinas de Colombia (estos actos si bien se pueden imputar a la guerrilla [farc
o eln] o a los grupos de defensa campesina [auc], no se pueden determinar
de manera concreta, al menos en un comienzo de la pesquisa jurídica). En-
tonces, se entiende por fuerza mayor “todas aquellas fuerzas ante las cuales
el hombre se halla totalmente impotente tanto para repelerlas como para pre-
decirlas y evitarlas”.
b. El caso fortuito
El Digesto explica el caso fortuito como un accidente que no puede ser pre-
visto por la inteligencia humana, como un suceso inesperado e involuntario,
imprevisible, que exime de responsabilidad. El caso fortuito se asemeja a la
327
c. Hechos naturales
Según Villoro Toranzo, existen hechos naturales edificadores del orden social
como el enriquecimiento inesperado debido a una causa natural: las corrien-
tes de un río que pueden agregar tierra a una heredad ribereña; la accesión;
los animales que dan cría; los frutos silvestres; la caza; la pesca; el aluvión;
entre otros.
Existen hechos involuntarios en cuyo nacimiento no interviene la
voluntad humana, pero que pueden ser imputados a uno o varios hombres
como los delitos no intencionales y los hechos involuntarios como la culpa,
la negligencia, la falta de cuidado y de pericia.
Debido a estas ocurrencias surge una responsabilidad jurídica por hechos
destructivos ajenos. Ello lo vemos en actos realizados por el menor de edad, por
el incapaz, sometidos a la guarda de sus padres como representantes legales
o del tutor o el curador. Se refiere, además, a la responsabilidad de los maes-
tros por el cuidado de sus alumnos; del artesano frente a sus subordinados, y
del empresario dentro de su empresa por actos cometidos por sus empleados.
Al Estado le corresponde la responsabilidad de proteger a los residentes del
país en “su vida, honra y bienes”, elevada a rango constitucional. Esta res-
ponsabilidad tiende al restablecimiento de la situación que existía antes de la
253
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 339 y ss.
328
254
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 341 y ss.
329
Naturales
Destructores del
Involuntarios o cuasidelitos
orden social
Voluntarios o delitos
Hechos jurídicos
Naturales
Edificadores del
Involuntarios o cuasicontratos
orden social
Voluntarios o actos jurídicos
Se indica que “son hechos destructores del orden social todos aquellos
que impidan el funcionamiento del orden jurídico o que ocasionen daños o
perjuicios a alguien”. En el derecho común se entiende por daños el mal pa-
decido por una persona o causado en una cosa a consecuencia de una lesión
directa que recae sobre ella, y por perjuicios, la ganancia o beneficio, cierto y
positivo, que ha dejado de obtenerse, en opinión de Esteban García Morencos.
d. Ficciones de responsabilidad
No hay duda de que la muerte de una persona es un caso de fuerza mayor.
El hombre ha hecho lo posible para prolongar la vida, conservar la salud y
propender por una existencia mejor, pero no puede hacer nada para evitar
la muerte, es un determinismo inevitable. Es un hecho natural que produce
profundas alteraciones en la vida familiar y social, y que perturba el orden de
las relaciones jurídicas.
Al fallecer una persona, el derecho tiene que apelar a ficciones para
considerar que los herederos del difunto son sus sucesores respecto de los de-
rechos transmisibles. Se afirma, por la doctrina y la jurisprudencia nacionales
al interpretar la ley, que desde el mismo instante de la muerte, los herederos
330
331
e. Los seguros
Los seguros son una solución moderna, aunque sus raíces vienen de Grecia,
la antigua Fenicia y, posteriormente, Roma. Con el argumento de que era
preciso, ante el caso fortuito o la fuerza mayor, encontrar a alguien para que
respondiera por los daños sufridos, así fuera mediante alguna compensación
pecuniaria, los juristas idearon fórmulas que lentamente fueron convirtiéndose
en instituciones; es el caso de los fletes de embarques contenidos en viajes
comerciales por el Mediterráneo.
Al respecto, hay un antecedente en un edicto de los magistrados de
Barcelona del 21 de noviembre del 435, que en veinte artículos reglamentaba
las condiciones en que podían asegurarse los buques, las personas embarca-
das y las mercancías transportadas. En un comienzo, una persona llamada
“asegurador” se comprometía a reembolsar a otra denominada “asegurado”
por las consecuencias dañosas o perjudiciales procedentes de casos fortuitos
o de fuerza mayor. Tal actitud se semejaba más a una apuesta que a un con-
trato o acuerdo de voluntades. “El asegurador apostaba al éxito de una expe-
dición mercantil; si esta se lograba, sus ganancias podrían ser cuantiosas; si
se fracasaba, debía cubrir los gastos, o parte de los mismos, de la expedición
desafortunada”.
El seguro científico, como se practica en los tiempos modernos, debe su
existencia al holandés Juan de Witt,255 quien desde 1671, y con la ayuda del
matemático Halley, consideró las posibilidades estadísticas en la que podían
incurrir los casos fortuitos y de fuerza mayor y propuso repartir el riesgo de
estos entre muchos casos.
255
J. de Witt, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 345 y ss.
332
256
Carnelutti, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 4487 y ss.
333
[…] por el valor que tienen para la producción del efecto, los hechos se
pueden dividir en hechos que fundamentan dicho efecto (que son causas
del mismo) y hechos que meramente dan ocasión a que el efecto se pro-
duzca (que son únicamente condición para que otro hecho, el hecho causa,
despliegue su eficacia).
334
257
Ibid., pp. 4487 y ss.
258
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 488 y ss.
335
a. La autonomía privada
La doctrina clásica reconoció el contrato formal. Tal modalidad la conformaba
la stipulatio; por medio de esta cualquier acuerdo de voluntades era jurídica-
mente válido. Al lado del contenido formal del contrato o negocio jurídico se
reconocieron en la Antigüedad romana ocho contratos, que luego habrían de
llamarse “nominados”, entre ellos se encontraban los “consensuales”, es decir,
259
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 356 y ss.
336
260
Domat y Pothier, citados por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 502 y ss.
261
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 500 y ss.
337
262
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 521 y ss.
263
Pothier, citado por C. Solar en M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 521.
338
1) Inexistencia.
2) Nulidad absoluta.
3) Nulidad relativa.
4) Rescisión.
264
Laurent, Baudry-Lancatinerie, Aubry y Rau, Colin y Capitant y Planiol, citados por A.
Valencia Zea, op. cit., pp. 385 y ss.
339
vida jurídica, carece de existencia ante los ojos de la ley, es una apariencia
sin realidad: la nada. Los elementos esenciales de validez del acto jurídico
son la voluntad del autor y el objeto. El acto inexistente no produce ninguna
consecuencia jurídica ni sus efectos pueden confirmarse posteriormente, no
dan lugar a la prescripción.
El acto nulo absolutamente reúne las condiciones mencionadas, pero
se encuentra privado de efectos por la ley por contrariar principios de orden
público, la moral o las buenas costumbres. No produce consecuencias jurídicas
y sus efectos no pueden confirmarse ni prescribir.
El acto relativamente nulo puede sanearse; sí produce consecuencias
jurídicas, pero de manera provisional hasta que se pronuncie la nulidad en
sentencia judicial. La nulidad relativa solamente puede ser denunciada por
aquellas personas a favor de las cuales la establece la ley. La nulidad relativa
procede 1) por vicios del consentimiento, y 2) por incapacidad del autor.
La rescisión consiste en hacer ineficaz un contrato válidamente cele-
brado y obligatorio en condiciones normales a causa de accidentes externos
mediante los cuales se ocasiona un perjuicio económico a algunos de los con-
tratantes o a los acreedores. La rescisión solo se produce por sentencia judi-
cial, en beneficio de una persona quien, debido a su ignorancia, inexperiencia
o extremada miseria, fue lesionada por otra.
El error de la teoría clásica ha sido identificar la inexistencia y la nuli-
dad absoluta. Se ha acusado a esta teoría de confundir el acto con sus efectos
jurídicos. El jurista Julián de Bonnecase afirma que los conceptos son necesa-
rios para un conocimiento completo de la realidad.265 El meollo de esta teoría
reside en la distinción entre la inexistencia y la nulidad; el autor menciona
que no debe ser abandonada la distinción entre nulidad absoluta y nulidad
relativa; al respecto, afirma que la nulidad absoluta reposa sobre la violación
de una regla de orden público, priva el acto de todo efecto, puede invocarse
por cualquier interesado y no es susceptible de desaparecer por confirmación
ni por prescripción.
265
J. Bonnecasse, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 372 y ss.
340
266
M. Villoro Toranzo, op. cit., pp. 376 y ss.
341
267
Ibid., pp. 381 y ss.
342
e. La capacidad y la incapacidad
El artículo 1502 del cc expresa: “la capacidad legal de una persona consiste
en poderse obligar por sí misma, y sin el ministerio o la autorización de otra”.
Y el artículo 1503 de la misma norma señala: “Toda persona es legalmente
capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces”.
Es claro que se trata de la capacidad de ejercicio de los derechos, de la
aptitud para poder comprometerse en un negocio jurídico; difiere de la capa-
cidad de goce que corresponde a toda persona por el hecho de serlo y que la
ley protege con singular especialidad.
Nos referimos a esta facultad deliberante y libre que conduce al com-
promiso, a dar nacimiento a obligaciones, a hacer valer los derechos. Henri
Capitant define esta institución de la siguiente manera: “La capacidad es la
aptitud legal para gozar de los derechos civiles y para ejercitarlos; gozar de un
268
Planiol, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 381 y ss.
343
f. Las solemnidades
Para proteger algunas declaraciones de voluntad, la ley dispone que estas de-
ben estar sujetas a determinadas formas solemnes. Si bien el consensualismo
es la expresión nítida en la concordancia de pareceres frente a un cruce de
intereses patrimoniales y, por ello, basta tal manifestación para que se logre
la trasmisión de estos derechos sin fórmulas especiales, este principio ha si-
do formalizado por el derecho para que actos específicamente determinados
sean contenidos respecto de su materialidad en marcos o formas denominados
solemnes para que surjan a la vida jurídica. Son las solemnidades ad subs-
tantiam actus o ad probationem, es decir, indispensables para efecto de su
validez y como medio de prueba.
La ley colombiana, tanto la de carácter civil como la comercial, ha dis-
puesto que para su validez, es necesario realizar, por medio de un instrumento
269
H. Capitant, citado por M. Villoro Toranzo, op. cit., p. 390.
344
singular denominado escritura pública, todos los actos que tengan que ver
con la constitución de derechos reales, como el contrato de compraventa de
bienes inmuebles; las restricciones al derecho de dominio (como la hipoteca);
el usufructo; el establecimiento de servidumbres; la liquidación de herencia
ante notario; el contrato de matrimonio civil; el testamento; la liquidación de
la sociedad conyugal o patrimonial; el arrendamiento de servicios o leasing in-
mobiliario; la venta de naves y aviones; la constitución de patrimonio familiar;
la constitución, modificación o extinción de los reglamentos de propiedad hori-
zontal; entre otros negocios jurídicos. De la misma manera, cuando estos actos
se realizan por medio de documentos privados, es decir, ajenos a la solemnidad
ordenada por la ley, no producen efectos jurídicos. Los actos contenidos en
dichos instrumentos son válidos como expresión de un acuerdo de voluntades,
pero formalmente inválidos porque quebrantan el ordenamiento jurídico; sus
efectos legales son rechazados, no se tienen en cuenta; sin embargo, pueden
ratificarse para que adquieran plena validez al elevarlos a escritura pública.
345
Conclusiones
De manera breve, como corresponde al interés del curso de Introducción al
Derecho, como que hay mucho que decir sobre el tema, Hemos hecho una sín-
tesis de la teoría del negocio jurídico a partir del hecho jurídico, el acto jurídico,
diferenciando los actos naturales de aquellos en que interviene la voluntad.
De igual manera, hemos intentado hacer un análisis, un tanto en conjunto, de
los vicios de la voluntad como expresión del consentimiento y la autonomía
privada y sus límites en el desarrollo social por afecciones del orden público,
entre otros factores.
Asimismo, hemos hecho un trazado sobre las fuerzas que impiden el
cumplimiento de las obligaciones, y enunciado las circunstancias que excusan
la responsabilidad como son la fuerza mayor y el caso fortuito. También hemos
delineado varias modalidades para clasificar los hechos y los negocios jurídicos.
Hemos discernido sobre la capacidad de ejercicio de los derechos en procura de
realizar negocios jurídicos, y se han señalado las diferencias o grados en las
limitaciones de la capacidad de goce y ejercicio y en las incapacidades relativas.
Finalmente, hemos expuesto las fórmulas para proteger el negocio ju-
rídico frente a la inexistencia, la nulidad absoluta, la relativa y la rescisión,
para destacar algunos aspectos del ordenamiento jurídico colombiano —espe-
cialmente del cc— como las declaraciones de voluntad, la clasificación de los
contratos o convenciones; naturalmente, sin agotar el tema, apenas estamos
haciendo una introducción, pues la finalidad de estos apuntes de clase es pro-
porcionar al estudiante una idea global del derecho.
Quienes perseveren en el análisis y se identifiquen con el mundo del
derecho, que hallarán en la norma, la jurisprudencia y la doctrina, tendrán la
oportunidad de adentrarse de manera profunda en importantes instancias del
conocimiento, profundizar en esta maravillosa exposición de la teoría del de-
recho y comprender su concepto científico. Esto ha sido apenas una inducción.
346
Lecturas
Del profesor Miguel Villoro Toranzo, Introducción al estudio del derecho.
México, Editorial Porrúa, 2000, pp. 362-364.
347
270
270
H. Nawiasky, Teoría general del derecho, Madrid, Rialp, 1962, p. 283.
351
271
A. Valencia, Derecho civil, tomo i, “Parte general y personas”, Bogotá, Temis, 1957, pp.
453 y ss.
352
272
Ibid.
353
eran ilícitos, pierden su ilicitud, pues la ley vuelve al pasado y gobierna hechos
que no se realizaron durante su vigencia.
El segundo caso, anota Valencia Zea,273 de leyes retroactivas, es el de
más diaria ocurrencia y consiste en que sin modificar los diversos hechos
jurídicos de las normas, se suprimen o modifican las consecuencias jurídicas
—resultados o efectos— que producen los hechos jurídicos, o se crean nuevas
consecuencias. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que en nuestro cc el
matrimonio hasta las primeras décadas del siglo xx engendraba la incapacidad
de la mujer, pero de acuerdo con lo establecido en la Ley 28 de 1932, se supri-
mió esta consecuencia o efecto. En este caso, la ley nueva no ha modificado
la estructura del hecho jurídico productor de efectos; simplemente, ha variado
ciertas consecuencias jurídicas de aquel.
En términos generales, el efecto retroactivo está prohibido por razones
de orden público. La comunidad tiene confianza en los preceptos legales vi-
gentes, por ello se celebran los actos jurídicos que se consideran pertinentes
y se cumplen las exigencias que ellos establecen. Dar efecto retroactivo a una
ley es destruir la confianza y la seguridad que se tiene respecto de la norma.
El artículo 29 de la Constitución Nacional expresa con claridad que toda
persona deberá ser juzgada de conformidad con la legislación preexistente y
que la ley favorable prevalecerá sobre la que no lo es. De esta manera, está
haciendo una clara determinación sobre el carácter no retroactivo de la ley.
Este mismo principio lo encontramos en la Ley 153 de 1887, en su
artículo 2.°, que señala que la ley posterior prevalece sobre la anterior y que,
en caso de que una ley posterior sea contraria a otra anterior, y ambas sean
preexistentes al hecho materia del juicio, prevalecerá la posterior.
273
Ibid., pp. 453 y ss.
354
274
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 434 y ss.
275
Ch. de L’Allier, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 434.
276
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 434 y 435.
355
277
Merlín, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 434 y 435.
278
Bonnecase, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 435.
356
279
Baudry-Lacantineire, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 435.
280
M. G. Monroy Cabra, op. cit.
281
Baudry-Lacantineire, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., p. 435.
282
F. von Savigny, op. cit., p. 40.
357
283
Baudry-Lacantinerie y Housques-Fourcade, op. cit., p. 125-178.
284
E. García Máynez, op. cit., pp. 388-402.
358
285
P. Roubier, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 392-394.
359
Las leyes son retroactivas cuando vuelven sobre el pasado, sea para apre-
ciar las condiciones de legalidad de un acto, sea para modificar y supri-
mir los efectos ya realizados de un derecho. Fuera de estos casos no hay
retroactividad y la ley puede modificar los efectos futuros de hechos o de
actos, incluso anteriores, sin ser retroactiva.287
286
Planiol, citado por P. Roubier y E. García Máynez, op. cit., pp. 394 y ss.
287
Ibid.
288
Bonnecase, citado por E. García Máynez, op. cit., pp. 396 y ss.
289
E. García Máynez, op. cit., pp. 397 y ss.
360
por acto propio, sino por la muerte del testador. Las situaciones jurídicas con-
cretas han de ser respetadas por la nueva ley únicamente en la hipótesis de
que su aplicación retroactiva no lesione un interés de los sujetos colocados
en tales situaciones.
Creemos que la teoría de Bonnecase es la más aceptable. Si se habla
rigurosamente, no hay situaciones jurídicas abstractas. Toda situación jurí-
dica nace de la aplicación de un principio de derecho y, en este sentido, es
siempre preferente y concreta. Abstracta es la regla general, no la situación
jurídica. Es suficiente afirmar que “una ley es retroactiva cuando modifica o
restringe las consecuencias jurídicas de hechos realizados durante la vigencia
de la anterior”.
361
que empieza a regir (Ley 153 de 1887, artículos 19, 29, 26, 27,
28 y 32).
2) Situaciones jurídicas derivadas de la ley que no se constituyen en
un único momento:
290
P. Roubier, citado por M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 444 y ss.
362
291
M. G. Monroy Cabra, op. cit., pp. 446 y ss.
363
292
E. García Máynez, op. cit., pp. 403-416.
364
1) Problema de la nacionalidad.
2) Problema de la condición del extranjero.
3) Conflicto de leyes en el espacio.
365
Conclusiones
Al exponer las diferentes y principales teorías sobre el tema de los conflictos
de la ley en el tiempo y el espacio, analizar puntualmente los casos en que
la ley es o no retroactiva e invocar los principios establecidos en la Ley 153
de 1887, es importante observar el avance del derecho positivo sobre estos
aspectos jurídicos, el aporte de la doctrina y la jurisprudencia y la confluencia
de normas en la órbita del derecho internacional privado cuando es preciso
dirimir un conflicto por el encuentro normativo de dos naciones.
De igual manera, es importante, en un mundo cada día más globalizado,
atender las urgencias contemporáneas en lo referente a los tratados interna-
cionales como en el caso de la extradición de colombianos para que sean juz-
gados por delitos como el narcotráfico o la eventual afiliación y sometimiento
de Colombia a la Corte Penal Internacional para los mismos efectos o de otra
naturaleza frente a la violación de los derechos humanos.
Lecturas
Del profesor Eduardo García Máynez, Introducción al estudio del derecho,
Editorial Porrúa, 51ª reimpresión, 2000, pp. 403-405.
366
293
293
Fiore. Derecho internacional privado, tomo I, p. 49 de la edición española.
367
294
294
H. Kelsen, op. cit., p. 181.
368
295
295
M. Allara, La Noción fundamental del Derecho Privado, i, p. 48.
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