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Dra. Andrea Márquez López Mato Prof. Dr. Andrés Mega

• Médica (Universidad Salvador). Médico Psiquiatra, Legista y Psicoterapeuta.


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Médica Psiquiatra Universitaria (UBA).
Diplomada Internacional en
Prof. Dr. Andrés Mega Médico Forense de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. Profesor Universitario
Libro
Psiconeuroinmunoendocrinología (APPNIE). COLECCIÓN en Medicina. Profesor Coordinador del Instituto
DIOCAM / GAVIN
• Magíster en Neurociencia (Universidad ESENCIAL
SNC Universitario de Seguridad de la Ciudad en
Maimónides).
La medicina y la ley
Gador SNC

Prof. Dr. Andrés Mega


Tercera Psiquiatría Forense, Psicología General y
• Especialista Universitaria en Dolor
Criminal y Medicina Legal. Docente Adscrito
(Universidad Barceló).

cyan
• Directora de la Diplomatura en PNIE
(Universidad Maimónides).
en la atención primaria de la Cátedra de Medicina Legal y Deontología
Médica, en la Facultad de Medicina, Universidad
magenta

amarillo
• Profesor Titular PNIE. Máster de Neurociencias
(Universidad Maimónides).
y en la clínica médica de Buenos Aires. Investigador Principal de la
Fundación Argentina Contra el Envejecimiento
negro
• Docente Invitada. Diplomatura en Medicina y las Enfermedades Neurológicas (Buenos

La medicina y la ley en la atención primaria y en la clínica médica


del Estrés. (AMA). Aires). International Distinguished Fellow &
Coordinadora de la Colección Psiquiatría para Clínicos:
• Docente invitada. Máster de Ambassador, American Psychiatric Association.
Psiconeuroinmunoendocrinología.
Dra. Andrea Márquez López Mato
International Member, American Academy
(Universidad Favaloro). of Psychiatry and the Law.
• Docente invitada. Curso bianual de Actualización
en Psiquiatría Biológica. (AAPB).
• Miembro honorífico de AAPB, CLANP, SAPINE,
FLAPB, FLAPNIE.
Línea corte
• Miembro de ISC de la WFSBP.
Línea doblez
• Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica
Integral (IPBI).
• Autora de 114 capítulos publicados en libros.
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• Autora o coautora de 97 artículos publicados
Daniela Coduto
en revista y en separatas científicas con
referato o sin este.
• Presentadora de más de 632 relatos o
presentaciones en actividades científicas
nacionales e internacionales.
• Partícipe de 38 trabajos de investigación.
Para mayor información de Alplax® y de Gavin®
consultar www.gador.com.ar
COLECCIÓN ESENCIAL Gador SNC

La medicina y la ley
en la atención primaria
y en la clínica médica
Prof. Dr. Andrés Mega

La medicina y la ley
en la atención primaria
y en la clínica médica

Coordinadora de la Colección Psiquiatría para Clínicos:


Dra. Andrea Márquez López Mato
Mega, Andrés
La medicina y la ley en la atención y en la clínica médica /
Andrés Mega. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Laboratorio Gador, 2019.
208 p. ; 19 x 13 cm.

ISBN 978-987-9255-67-4

1. Medicina. I. Título.
CDD 610.1

Primera edición: julio de 2019

ISBN 978-987-9255-67-4

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Argentina / Printed in Argentina

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser
reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio
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y escrito consentimiento del editor.

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Los textos que en esta publicación se editan expresan la opinión de


sus firmantes o de los autores que han redactado los artículos originales,
por lo que se deslinda a Gador S.A. de toda responsabilidad al respecto.
Índice

Introducción a la obra. Psiquiatría para clínicos 9

Comentario introductorio 17

Prefacio 19

Capítulo 1: ¿Cómo estoy? 23

Capítulo 2: El conocimiento de la ley 31

Capítulo 3: El concepto del error médico 39

Capítulo 4: Algunos conceptos básicos


de la responsabilidad profesional 47
Entendiendo la base de la Ley de Derechos del Paciente 52
¿Por qué una ley como esta? 53
¿Qué otras cosas hay que saber sobre la historia clínica? 55

Capítulo 5: La relación médico/paciente 57


Una adenda a este capítulo: El concepto
de la indicación médica. 62
¿Qué es indicar? 63
Capítulo 6: El secreto médico 65

Capítulo 7: El consentimiento informado 71

Capítulo 8: El tratamiento y su contrato 79

Capítulo 9: Cómo terminar adecuadamente un tratamiento 89

Capítulo 10: El paciente difícil 95


¿Cómo manejamos a este paciente difícil? 101
¿Qué modificaciones hacemos en el entorno
donde trabajamos? 101
¿Qué modificaciones hacemos en nosotros mismos? 102

Capítulo 11: El médico difícil 103


¿Cuál es el perfil de un médico difícil? 105
¿Qué se puede hacer con este colega? 106

Capítulo 12: La conducta inapropiada del


profesional médico 109
¿Qué podemos hacer para prevenir caer
en estas situaciones? 116

Capítulo 13: El médico: las redes sociales y la telemedicina 119

Capítulo 14: El momento de colgar los guantes 125


Capítulo 15: Terminando under pressure,
como dirían Freddy & David 133

Capítulo 16: El apéndice legal que les prometí 135

Resumen 203
Introducción a la obra
Psiquiatría para clínicos

Me siento orgullosa y feliz de presentar esta colección de Psiquiatría


para clínicos.
El título es desafiante. Lo elegí pensando en la importancia
de que los médicos clínicos, los generalistas o de familia tengan
actualizaciones simples en forma de manual sobre las situacio-
nes psiquiátricas por las que pueden consultarlos. Así, podrán
ejercer la atención primaria, y a la vez tener criterios de deriva-
ción cierta y oportuna. Esto es un doble desafío porque evoca al
famoso Proyecto de una psicología para neurólogos, escrito por Freud
hace más de un siglo.
Las depresiones serán las enfermedades de mayor prevalencia
en los próximos años, y el estrés es el denominador o precipitador
común de muchas enfermedades sistémicas de otras especiali-
dades. Incluso el estrés temprano favorece epigenéticamente el
desarrollo de patologías latentes. Y, al contrario de la acción de
una enzima, aunque desaparezca, su efecto puede ser eterno. De
ambos temas cruciales aprenderán mucho. Pero esta obra abarca
más patologías, tan usuales como sorprendentes.
Esto lo lograremos porque los autores de cada fascículo son
médicos encumbrados, reconocidos y respetados por todos sus

9
colegas y por la grey médica en general. Pero, a su vez, son claros
en la difusión de sus saberes y procederes. Porque el sentido de
esta colección es hacer simple lo complejo. Hacer comprensible
lo que parece difícil u oscuro, ya que siempre digo que divertido es
antónimo de aburrido, no de serio.
Creo que hay que recordar siempre que los médicos no somos
solo reproductores de saberes publicados. La medicina escrita es
la ciencia de curar (y no en su totalidad), pero el arte es nuestra
experiencia. Y esta es la que más debemos transcribir y compartir.
Debemos amalgamar evidencia y experiencia. Los trabajos de
la medicina basada en la evidencia siempre deben tener su cos-
tado experiencial; o, dicho de otro modo, la evidencia publicada
debe ser reevaluada por médicos que la bajen a la realidad. Hay
que entender que el mundo casi virtual de los trabajos rando-
mizados, doble ciego, que debemos leer y aprender, deben tener
su complementariedad (a veces incluso su contraposición) con la
experiencia de los médicos que tienen años de desempeño en la clí-
nica cotidiana.
Siempre digo que el péndulo se ha ido demasiado lejos, y la me-
dicina de la evidencia ha intentado, en muchos casos, olvidar el “ojo
clínico” de observar y escuchar, y comprender, y consolar, y tratar de
curar a infinidad de pacientes como nos enseñó Hipócrates.
En esta obra mantenemos nuestra idea de volver las cosas
a un lugar de equilibrio. Transcribimos los últimos avances de
los conocimientos evidenciables más actuales, pero damos la
misma jerarquía a la experiencia personal de cada colaborador.
Como dije, amalgamamos evidencia y experiencia, conocimiento

10
científico y conocimiento humano, que se adquiere en el diario
ejercicio de ver y escuchar pacientes.
Para lograrlo, debemos compartir lo que sabemos y lo que ha-
cemos. El ojo debe seguir dirigido a nuestro paciente, y no sola-
mente a las líneas de un paper. Experiencia, y no solo evidencia.
Tampoco debe cegarnos la medicina basada solo en la eminencia
(“Tantos años... No se puede equivocar”), ni en la videncia (“A mí
me parece… ”), ni en el espectáculo (“Si va tanto a la tele, es por-
que sabe…”) ni, tristemente, en la existencia (“Solo nos autoriza-
ron la compra de esta droga, y no la que indica”).
Hace tres siglos, Voltaire decía que los doctores son hombres
que prescriben medicinas que conocen poco, curan enfermeda-
des que conocen menos, a seres de humanos de los que no saben
nada. Espero que esta colección les demuestre lo contrario. Ahora
sí presento con orgullo esta obra en su diseño general.

En este capítulo, el Dr. Andrés Mega, médico psiquiatra y le-


gista, miembro del Cuerpo Médico Forense y uno de los más
asombrosos disertantes sobre las implicancias legales de nues-
tro quehacer, hará hincapié en las probables complicaciones mé-
dico-legales de nuestra profesión. Desarrollará los conceptos de
imputabilidad, inimputabilidad y de consentimiento informado
para estudios diagnósticos, abordajes terapéuticos, incluyendo la
posibilidad de internación en varias patologías. Y, como tema de
central importancia, nos aclara nuestras incumbencias, nuestra
responsabilidad profesional y cómo debemos comportarnos ante
situaciones de riesgo.

11
Debo agradecer muy especialmente a cada autor; al Laborato-
rio Gador que, en la persona del Lic. Gabriel Guazzardi, me per-
mitió concretar este proyecto.
Estoy segura de que aprenderemos con una sonrisa y de que
disfrutarán la lectura tanto como yo misma lo he hecho. Solo lo
que se entiende con emoción y se comprende intelectual e intui-
tivamente se aprende de verdad. No digo para siempre porque, en
unos años, les ofreceremos una nueva actualización. Promesa de
mujer psiquiatra. ¿Será creíble?

Doctora Andrea Márquez López Mato

12
A mi familia
Es de noche. Un hombre está agachado, bajo la luz de un farol,
mirando al piso, como buscando algo. Un segundo hombre
pasa por el lugar y le pregunta: «Se le perdió algo?». «Sí —res-
ponde el primero—, unas llaves». Entonces, se agacha y tam-
bién empieza a buscar. Al rato, al no encontrarlas, le pregunta:
«Pero usted está seguro de que las perdió aquí?». «No —res-
ponde el primer hombre—, las perdí allí, en la oscuridad, pero
ahí no se ve nada».

(Extraído del libro La consulta médica, de Norbert Bensaid)


Comentario introductorio

Esta obra (que pretende ser una especie de manual desacartona-


do si se compara con otros textos más tradicionales) tiene toda
la intención de ser una herramienta útil para la práctica médica
cotidiana, en tiempos en que en nuestro país, y ya desde hace
muchos años, existe una industria (por más que los abogados
la nieguen) de juicios contra médicos, en parte favorecida por
nosotros mismos. En el texto podrán leer algunas situaciones
que son absolutamente reales. Se han modificado nombres y al-
gunas pequeñas circunstancias, pero los hechos se condicen con
lo ocurrido.
El objetivo de esta obra es algo que los médicos nunca debe-
mos olvidar (por lo menos en mi opinión): seguir aprendiendo
siempre. Como diría el colega Hipócrates, ars longa, vita brevis.
Traducida y trasladada a nuestro ámbito, la frase significa que no
vamos a conseguir, durante toda nuestra vida biológica, aprender
el arte que significa ser médico. La frase de Norbert Bensaid que
cité al comienzo implica lo otro que considero que no debemos
perder: la curiosidad. Lo que buscamos todo el tiempo es la luz (lo
aprendido), a la que accedemos por nuestra paciente búsqueda
de información. Pero esa luz no siempre resulta suficiente para

17
encontrar las llaves, que es la clave de la curación de nuestro pa-
ciente; en ese caso, tenemos que buscar en la oscuridad, pero claro:
ahí se acaban las certezas. Considero que el animarse a andar en
la oscuridad, aunque sea con una lamparita que da una luz muy
pequeña, fue lo que llevó al espectacular progreso de la medicina
a través de los tiempos, y marca, en nosotros, la diferencia entre la
ocupación médica y el arte médico. Una autora estadounidense de-
cía: «Los pacientes no se preocupan sobre cuánto uno sabe, hasta
que saben cuánto uno se preocupa».
Y como, con seguridad, siempre hay más para saber, quiero que-
dar a disposición de los lectores en mi correo electrónico andresal-
bertomega@gmail.com. La Facultad me permitió estudiar en forma
gratuita; poder ayudar a los colegas es, al menos, una pequeña for-
ma de devolver esa generosidad impensada en otros países.

18
Prefacio

Al decir de mi entrañable maestro y amigo, Robert I. Simon (tal vez


el más magnífico psiquiatra forense norteamericano de todos los
tiempos), el ejercicio de la medicina es un honor y un privilegio,
y debería ser disfrutado. Sin embargo, los cambios producidos
a través de los años en la práctica profesional —que incluyen
los déficits formativos, los reducidos ingresos producto de la
práctica médica, los honorarios reducidos de las prepagas y de
las obras sociales, y el ritmo acelerado y obligado de ver a más
pacientes en menos tiempo, con una habitualidad de la práctica
médica de tener dos o más empleos para sostener una razonable
calidad de vida, entre otros factores— han reducido este placer
a una práctica con gusto amargo, en muchas ocasiones. Como si
todo esto fuera poco, y por efecto contagio de Estados Unidos,
nos encontramos en nuestro país, Argentina, donde la demanda
judicial contra profesionales médicos, que era infrecuente hacia
la década de los sesenta, ha crecido espectacularmente: hubo más
de 160.000 demandas por todas las especialidades médicas en la
década 2000/2010. Esto, irónicamente, no concluye en una conde-
na real al médico en más del 96% de los casos, pero el hecho de
la demanda en sí, que significa sufrimiento psíquico emocional y

19
económico tanto para el paciente como para su médico, implica
una buena fuente de ingresos para el profesional del Derecho, que
tiene a su cargo la demanda o la respuesta a la demanda.
Como resultado, se ha instituido la llamada medicina defensiva,
es decir, una serie de prácticas extendidas entre los colegas, con-
sistentes en pedir una cantidad de estudios que razonablemente
no se pedirían, pero se solicitan «por las dudas», lo cual obvia-
mente genera, al paciente y al sistema (ya sea público o privado),
ingentes costos. Por otra parte, el médico cree erróneamente que
la adquisición de un seguro de responsabilidad profesional lo va
a «cubrir» de todo mal. Nada más equivocado: estos son seguros
limitados en dinero que, en general, no cubren los ingentes costos
de contratar un abogado penalista. Sobre todo, nada compensa
el sufrimiento psíquico y moral del médico (que denominamos
síndrome judicial) en el foco de la mira del magistrado.
Lo que se pretende reflejar en las páginas que siguen, en for-
ma acotada, es una especie de manual o guía práctica de superviven-
cia —así lo llamo yo— en los tiempos que corren, ya bien entrado
este siglo xxi, para los colegas de práctica médica en general. La
formación en temas legales básicos de la práctica para los médi-
cos es, lamentablemente, deficiente en grado sumo, en parte por
la forma y oportunidad de su transmisión en el pregrado y, por
otra parte, por una especie de «alergia» a lo jurídico y a lo legal,
de fecha de inicio incierta pero, sin duda alguna, de larga data
(esto lo he podido verificar personalmente a través de tantas
exposiciones con amigos y colegas de todos el país). Sin embar-
go, resulta claro, al menos para mí, que esto es un prejuicio y

20
un error peligroso, que debería ser desterrado en nuestro pensa-
miento. Simon decía en forma constante que conocer la ley hace
que nuestra práctica sea más completa, porque podemos actuar
con tranquilidad, haciendo que la ley sea una especie de socia en
nuestra tarea cotidiana, para así protegernos mejor a nosotros
y a nuestro paciente. Yo agregaría que el uso de herramientas
que ya están legisladas y que nos negamos a usar (como el uso
habitual, en cualquier consulta, de un consentimiento informado
de inicio) hace que la sociedad entre paciente y médico sea más
perfecta y de mayor confianza.
Arthur Jores, famoso autor de un artículo llamado «La medici-
na en la crisis de nuestro tiempo», decía que asistimos especial-
mente a una crisis de comunicación y que ese es el origen de todos
los males. No podría coincidir más en eso. En el análisis realizado
durante más de 32 años de expedientes judiciales donde la actua-
ción de los colegas es cuestionada, cuando uno revisa el motivo
esencial de por qué alguien demanda a su médico, se evidencia
precisamente que este es la ausencia de la comunicación; de la
explicación oportuna; de informar, con humildad y claridad, al
paciente y sus familiares, qué fue lo que anduvo mal.
Algo tan sencillo y tan humano como comunicarse no es prac-
ticado muchas veces por el médico. Y, ante el abandono y la falta de
explicaciones coherentes, el familiar del paciente afectado recurre
al abogado en busca de respuestas y de alguna compensación por
lo sufrido. El nutrido cuerpo de letrados argentinos queda muy
agradecido por nuestra indisimulable torpeza, dado que somos
proveedores de casos para sus estudios.

21
En resumen, voy a tratar de exponer situaciones (las más ha-
bituales, claro, por razones de espacio) para que aprendamos a
manejar herramientas básicas de tipo legal en este desafiante y
a la vez maravilloso oficio que tenemos: el de alterar e intentar
detener el curso natural de la enfermedad y devolver la salud a la
gente que asistimos. Este oficio, y no otro, es la esencia natural de
cada médico. Como diría el amigo Hipócrates, primum non nocere
(primero, no hacer daño).

22
Capítulo 1:
¿Cómo estoy?

El Dr. González es un reconocido ginecólogo de 56 años de edad, con una


trayectoria médica de más de 30 años. Trabaja hace varios años como jefe
de su servicio en el hospital, donde hace clínica y cirugía ginecológica, y es
admirado por sus capacidades diagnósticas y terapéuticas. Incesante estu-
dioso, dedica su tiempo entre el hospital y su consultorio, donde también
trabaja largas horas, con numerosos pacientes.
El tiempo ha pasado, y los dos hijos del colega, que han sido su adora-
ción, se han ido a estudiar al exterior. La casa ha quedado vacía sin ellos,
y su esposa Laura pasa largas horas sola, debido a los trabajos y congresos
de su esposo. Inopinadamente, Laura, luego de todos estos años, le propone a
su esposo tomar distancia, con vistas posiblemente a divorciarse, porque ha co-
nocido a otra persona. Esto significa un golpe demoledor para el Dr. González
que, sin embargo, acepta esto, y se muda a un departamento.
La vida ha cambiado. El Doctor ha perdido el interés por todo. Ya
ha suspendido sus tradicionales pases de sala, que eran esperados espe-
cialmente por los médicos residentes, y también muestra notorio des-
interés por su consulta privada. Las citas se suspenden y se cancelan.
Insospechadamente, el Dr. González es visto mal vestido, con barba de
días y aliento a alcohol, algo atípico en él, según todos los que lo conocen.

23
Inclusive han observado que su auto muestra abolladuras cuando era
conocido por el extremo cuidado que brindaba a sus vehículos.
Dado que los rumores crecen en el hospital, el Director López, que es su
amigo de toda la vida, decide citarlo para charlar con él. El Dr. González
manda avisar que está con gripe y que no irá a verlo. Con la confianza que
se tienen, el Dr. López va a su departamento. El encargado le franquea la
puerta, dado que no responde a los llamados. Encuentra al Dr. González
en su cama, rodeado de botellas de alcohol y con varios blisters de psico-
fármacos usados. No responde, pero está con vida. Es llevado con urgencia
al hospital, donde es ingresado en Unidad de Terapia Intensiva. Todos se
sienten apenados y también avergonzados por no haberse acercado antes
y haber ofrecido su ayuda a su colega.

Dado que esta obra está dedicado a médicos, será a ellos a los que
me dirija. Me disculparán los no médicos, que tal vez no se sien-
tan incluidos en lo que exprese pero, como tengo fileteado en un
cartelito en mi parrilla (donde doy rienda suelta a mi afición piro-
maníaca), es lo que hay.
Aclarado este punto, diría, para empezar, que la medicina es una
amante fogosa y exigente, si se me permite el término. El ejercicio
profesional que el lector ha realizado hasta el presente, dependiendo
de la edad que tenga, ha incluido, posiblemente, trabajar largas ho-
ras en servicios de urgencia de distinto tipo, no bien comido, no bien
dormido, con bastante cansancio psíquico y físico, y con poco tiempo
para compartir con sus afectos y, ni qué decir, para tener tiempo para
divertirse y para estudiar. Esta combinación peligrosa de elementos

24
es la placa de Petri, el caldo de cultivo para el burn out, el chamusca-
miento que lleva, entre otras cosas, a la pérdida progresiva de interés
por lo que hacemos, a la depresión, al consumo de alcohol y de sus-
tancias, a las ideas de suicidio y a la falta de atención y ganas de hacer
lo que hacemos. Esto nos pone en altísimo riesgo de ser demanda-
dos por responsabilidad profesional. De hecho, la enorme propor-
ción de juicios por este punto se produce en profesionales médicos
que han superado los 50 años de edad, que siempre han trabajado
mucho y bien, y que están hastiados de todo. Irónicamente, la medi-
cina es insalubre y enferma a los médicos. Qué curioso, ¿no?
Aquí, entonces, repito la pregunta: ¿cómo estoy? Y es una pre-
gunta que debería ser respondida con absoluta sinceridad, por la
siguiente razón:

• Nuestro entrenamiento médico nos da muchísima informa-


ción, desde los principios de la Anatomía hasta los métodos
diagnósticos y terapéuticos más avanzados, menos sobre
cómo los médicos deberían cuidar su cuerpo y espíritu.
• En toda la carrera médica, ni una sola cátedra informa sobre
cómo manejar la cuestión de honorarios con pacientes, obras
sociales o instituciones. En ninguna cátedra se informa al futu-
ro médico cómo manejar sus finanzas, y menos cómo debería
encarar el futuro de su jubilación y pensión luego que se retire.
• Nadie, en toda la formación, da pautas de que un médico de-
bería a su vez tener un colega, no un amigo, que esté encar-
gado del cuidado de su propia salud.

25
• En ninguna etapa de la formación se le brinda al futuro colega
una perspectiva sobre actividades extramédicas de posible
interés, como cultura, fitness o deportes.
• En ninguna asignatura se habla de cómo se transmite eficien-
temente una mala noticia a un paciente.
• Y, además, ¿conocen ustedes alguna profesión que obligue
al trabajador a mantenerse despierto atendiendo las 24 horas
en tareas de diversa complejidad, asistiendo al público con
quejas diversas sin, prácticamente, tiempo para descansar
ni para comer? En cualquier ámbito laboral, eso sería consi-
derado una régimen de esclavitud, propio del antiguo Egipto.
Sin embargo, ese y no otro es el sistema de asistencia en las
guardias hospitalarias de 24 horas.

Y agrego más: si ustedes tuvieran que ser asistidos por un mé-


dico de guardia, ¿cuál profesional querrían que los atendiera? ¿El
que acaba de ingresar, fresquito, que recién tomó la guardia, o el
que ya lleva 23 horas trabajando y está exhausto? ¿De quién pien-
san ustedes que recibirán la mejor atención y más diligente? ¿Y
cuál de esos colegas se encuentra en una posición más vulnerable
para cometer un error de tipo de responsabilidad medicolegal?
No hace falta ser adivino…
Y la lista podría seguir.
Entonces, convendremos que el lector que está repasando estas
líneas es un producto con una proporción mayor en esfuerzo pro-
pio en todas las áreas de la vida de una persona que el elaborado

26
producto de los claustros universitarios. No seamos desagrade-
cidos tampoco. Concurrimos (yo, por ejemplo) a una universidad
pública, en nuestra gran mayoría. Jamás podría haber pagado una
universidad privada, y menos aún en Estados Unidos, donde el
tuition fee o arancel universitario anual oscila en los USD 52.000,
mientras el ingreso promedio anual de la familia tipo allí es de
56.000. Por ello, una gran cantidad de estadounidenses que quie-
ren ir a la universidad se quedan fuera, salvo que sean adinerados
o muy bien dotados en deportes, por lo que son admitidos por las
distintas Schools of Medicine. Pero sí hay muchas cosas que cambiar
en la formación de grado en Argentina; hay que adaptarla al siglo
xxi que nos toca vivir.
Volvamos a la pregunta de inicio: ¿Cómo estoy?, ¿Me acabo de
separar? ¿Estoy enfermo? ¿Salí del closet? ¿Me siento mal, depri-
mido o tengo problemas de consumo de alcohol o drogas? ¿Estoy
podrido de todo?
Atender pacientes es una responsabilidad crítica. Y, si tengo
problemas que ocupan mi cabeza, es muy posible que cometa
errores y, en consecuencia, esté expuesto a una demanda profe-
sional. Y, entonces, ¿qué demonios hago?
Tenemos que ver caso por caso. Primero, tratar la condición que
se me presenta y reduce mi capacidad. Pero, en su caso, ver si uno
realmente tiene ganas y empuje para seguir haciendo asistencia o
debería tener una función alternativa, como la docencia o la aseso-
ría médica, o la auditoría, o realmente dedicarse a otra cosa, como
hizo un gran amigo anestesista, que se dedicó a una actividad
turística en la costa argentina, muy exitosamente.

27
Lo que deberíamos recordar a los que seguimos atendiendo
pacientes es que atender al público en general, y en especial a
los que padecen problemas de salud, implica recibir una enorme
carga negativa de todos ellos. En el motivo de consulta se des-
liza, por parte del paciente, un sinfín de comentarios paralelos
que no guardan, en principio, relación con el fondo del motivo
de consulta real, pero que son inevitables, como las quejas más
variadas sobre temas: el clima, el tránsito, la condición de la ma-
dre de ciertos personajes públicos y el destino de nuestro país,
y ni qué hablar de la economía. Esto es inevitable, tanto como
ahumarse cuando uno hace un asado con leña. Si no tenés olor a
humo, seguro que no hiciste el asado.
No querer o no poder atender más pacientes como decisión
personal, no nos hace peores médicos, ni faltamos por ello a
nuestro juramento. Es una opción por la salud y por la protec-
ción, tanto de nosotros mismos como de terceros en lo que hace
a cuidarse y cuidar, y evitar un juicio de responsabilidad, surgida
de la introspección y de que no soy del planeta Kriptón, como el
buen Supermán. Un buen amigo criticaba una propaganda gráfi-
ca del Día del Médico, auspiciada por una empresa de medicina
prepaga, donde mostraba el torso de un colega que se abría el
ambo y mostraba la clásica S debajo. Nada más alejado de la ver-
dad. Somos esforzados y sacrificados, pero no superhéroes. El
cementerio está lleno de estos.
Uno de los últimos capítulos de este texto está dedicado a la ne-
cesidad de un autoexamen permanente sobre nuestra condición
psicofísica y la aptitud que tenemos para el trabajo asistencial

28
directo con pacientes. Un médico que siente que ya no puede
atender pacientes puede seguir siendo un impecable investiga-
dor, asesor y docente, y no por ello ser menos médico que otros. La
vida está compuesta por etapas, y no comprender este concepto
tan básico es exponerse innecesariamente, y exponer a otros, a
situaciones de alto riesgo.

29
Capítulo 2:
El conocimiento de la ley

La Dra. Álvarez es una impecable profesional médica especialista en Terapia


Intensiva. Ha completado su carrera médica con altas calificaciones y
en su residencia se distinguió rápidamente de sus colegas por sus habilida-
des técnicas y por su innata capacidad docente. Así fue nombrada Jefa
de Residentes. Debido a eso, fue destinada dos años al Hospital Central de
Phoenix, Arizona, USA, donde fue elogiada por su capacidad de adap-
tación. Se le ofreció allí trabajo, que rechazó, para volver a su Hospital
Municipal. Pese a sus 52 años, quiere seguir haciendo una guardia semanal,
que cumple rigurosamente.
Hace algunas semanas, ingresó un joven de 22 años, accidentado en
una moto, con politraumatismos varios. Su estado desmejoró por la pre-
sencia de una hemorragia interna. Un gran número de familiares, que se
identificaron como Testigos de Jehová, se presentaron a la puerta de la
Terapia Intensiva y conversaron brevemente con la Dra. Álvarez, a la que
entregaron un documento certificado por escribano público, donde hacían
saber que se negaban a la transfusión de sangre para su hijo en cualquier
caso que fuera, aunque eso significara su muerte. La Dra. Álvarez les dijo
que el valor de la vida estaba por encima de cualquier otro hecho. Al volver
al lado de su paciente y, dado su estado, ordenó su transfusión, y el paciente

31
logró estabilizarse tras algunas horas. Todo fue prolijamente detallado en
la historia clínica. Tras varios días, el paciente salió de peligro y pasó al
piso; egresó de alta recuperado a las dos semanas.
A la tercera semana, la Dra. Álvarez recibe una citación como imputada
en una demanda en un Juzgado Penal, imputada por daños y responsabi-
lidad profesional, y violación de la Ley 26529 de Derechos del Paciente. Se
pregunta dos cosas: qué hizo mal y por qué estudió Medicina.

Robert Simon, mi maestro, siempre dice en sus libros que el cono-


cimiento de la ley hace más completa a la práctica médica. Es nece-
sario hacer que la ley sea una socia en el trabajo cotidiano, a fin de
cuidarnos y de cuidar mejor. Nada más cierto.
Por lo que mencioné en el prefacio, existe una herencia, que po-
dríamos llamar cultural, que se relaciona con una especie de aler-
gia a lo legal. Seamos sinceros: tampoco hay, por parte de ciertos
docentes, un gran interés en entusiasmar a los jóvenes médicos
en el hábito de tomar contacto con los textos jurídicos y legales.
En las conversaciones mantenidas con colegas de todo el país en
todos estos años, me ha llamado poderosamente la atención el
parejo desconocimiento de conceptos legales básicos, como la
imprudencia, la negligencia y la impericia, pese a que deberían
estar ampliamente divulgados. En este punto, se agregan hacia
el final dos leyes que ya llevan muchos años sancionadas, como
la Ley 26529 de Derechos del Paciente y la Ley 17132 de Ejercicio
Legal de la Medicina. Es notoria la supina ignorancia entre nues-
tros colegas de ambos textos legales; especialmente del que atañe

32
a todos los médicos y sus prácticas. Comparo este tema con la
misma perspectiva de comprar un auto, salir a la calle manejando
y desconocer si el color verde del semáforo equivaldrá a detener-
se, esperar o avanzar, e ignorar las más básicas reglas de la con-
ducción. Sin embargo, los colegas ejercen su profesión todos los
días, en el feliz desconocimiento de los aspectos más básicos de
las leyes que rigen el ejercicio profesional, estando en un estado
de vulnerabilidad alarmante, que hace las delicias de los abogados
querellantes y, obviamente, su beneficio económico.
A tal efecto, en el capítulo final se agregan los textos legales
que considero de imprescindible conocimiento por parte de los
colegas, a fin de un básico ejercicio de la medicina. Pido a los cole-
gas que los lean con paciencia; por supuesto, estamos en contacto
para cualquier aclaración al respecto.
Finalmente, destaco un concepto respecto del contacto del
profesional médico con los Códigos y con los textos legales. La
sensación inicial de la lectura de la ley para un colega puede im-
presionar como árida y tediosa, y hace que con relativa facilidad
uno abandone su lectura. Ahora, yo les propongo otro ejercicio:
denle a un abogado novel una historia clínica de internación, llena
de análisis y de abreviaturas como se suelen usar, a lo que pode-
mos agregarle una letra ilegible, comparable con los jeroglíficos
de nuestro colegas del Antiguo Egipto. ¿Cuál sería la sensación?
¿Sería comparable? Se lo dejo a su criterio, como diría cierto per-
sonaje mediático.
Antes de la descripción de los artículos específicos que ata-
ñen al ejercicio profesional, partiendo de una descripción básica

33
que podríamos luego repasar y ampliar, sepamos que la conduc-
ta médica es observada tanto por los dos Códigos de Fondo prin-
cipales de nuestro país: el Código Civil y el Código Penal. Y que el
fundamento de tanta observación y cuidado de lo que hacemos
los médicos se sustenta en nuestra Constitución Nacional, nues-
tra Carta Magna.
¿Por qué? Muy sencillo: en nuestra Constitución, así como en
la Constitución de todos los países de este planeta, los bienes de la
persona humana más preciados y custodiados son la vida y la li-
bertad. Ah, claro, nosotros cuidamos la vida, por eso. Y la libertad,
¿qué tiene que ver? Sencillo: uno puede poner presa a una perso-
na en la cárcel más rigurosa, pero en algún momento debería po-
der salir, supuestamente. En cambio, la enfermedad es la prisión
más inexorable. Nadie puede salir vivo de su propio cuerpo y, por
ello, la libertad también es un bien amenazado, si como médicos
hacemos mal las cosas que deberíamos hacer bien.
Volvamos al Código Civil y al Código Penal. ¿De qué se tratan
uno y otro, en el ejercicio profesional?
Para decirlo en forma muy global, el Código Civil se trata de los
derechos, obligaciones y responsabilidades de las personas. Tiene en
cuenta esencialmente los aspectos patrimoniales involucrados y, por
ende, las sanciones que aplique tendrán que ver con la correlación
entre el supuesto daño producido y su equivalente en dinero a retri-
buir por la parte que resulte sancionada, a favor de la demandante.
En cambio, el Código Penal habla de la responsabilidad penal y
de las penas que corresponderán, que en este Código varían desde
la inhabilitación especial (o sea, la imposibilidad de ejercer, en

34
este caso, la medicina por un período variable de tiempo que es-
tablezca el juez) hasta una pena privativa de la libertad, cosa que
ocurre en forma francamente excepcional. En el campo de la res-
ponsabilidad profesional penal médica, ha sido verdaderamente
infrecuente que un profesional médico haya resultado detenido,
pues las penas no superan los 3 años de sanción, y ello implica el
mantenimiento de la libertad pero, en ocasiones muy contadas,
ha habido excepciones a esta afirmación.
Existen muchas fantasías en la mente de los colegas respecto
de la decisión de los jueces cuando estos valoran la conducta de
un médico. Una tiene que ver con la supuesta inexorabilidad e
irracionalidad de los magistrados a la hora de la culpa médica.
Bien, esto es otro mito a desterrar. La opinión de un juez, del que
en el ámbito tribunalicio decimos que es perito de peritos, rara vez
es extemporánea. Un juez tiene que basar su dictamen en un de-
sarrollo razonable y, por lo general, este desarrollo se basa en la
opinión previa de peritos médicos, que asesoran al juez. Mi fun-
ción, durante tantos años, fue exactamente esa.
Pero una opinión pericial se debe basar en la posibilidad de
que el mismo perito sea acusado de falso testimonio, lo cual es
un grave delito penal, en una evaluación exhaustiva de la histo-
ria clínica del caso, con el objetivo de comprender qué motivó el
accionar del médico, ahora cuestionado judicialmente. Como dije
anteriormente, las demandas profesionales contra los médicos
crecieron exponencialmente en la década 2000/2010, pero no así
las condenas por esa razón, que se mantuvieron y no se movieron
del 3 al 4% del total, lo cual es una cifra excepcionalmente baja.

35
Por ello, una situación de condena de un accionar médico se
basa en hechos realmente muy graves e incontrastables. La única
detención inmediata de un médico ordenada por un juez penal
que puedo recordar se basa en el abandono injustificado por par-
te de un médico de terapia intensiva de su lugar de trabajo, siendo
el único profesional a cargo, durante dos horas, lapso en el cual un
paciente internado a su cuidado falleció. Véase la gravedad inau-
dita de la situación. Para el juez interviniente, no es sancionable el
fallecimiento de un paciente en un área crítica si el médico estaba
presente y brindando los cuidados necesarios por lo mencionado
acerca de obligación de medios, y no de resultados; lo condenable
aquí es el abandono del paciente y su posterior fallecimiento del
paciente estando solo, cuando un médico, razonable y mínima-
mente, debía estar a su lado.
En resumen, ¿qué pretenden los magistrados de nosotros, los
médicos? Elemental, como diría Sherlock Holmes:

1. Cumplir con la obligación de cuidado.

2. No desviarnos de esa obligación.

3. No producir daño derivado del incumplimiento de esa obli-


gación.

4. Recordar en todo momento nuestra obligación de emplear


los mejores medios, pero no de obtener los resultados.

36
Otro ejemplo tal vez ilustre más la situación, entre tantos casos
que me han llegado a mis manos. Una paciente es intervenida exi-
tosamente por una colecistectomía, por unos impecables cirujano
y anestesista. En el recuperatorio de su anestesia, el profesional
anestesiólogo, para verificar que el efecto de la succinilcolina ha
desaparecido, utiliza un pequeño aparato eléctrico y comprueba
que la paciente mueve su mano por el estímulo; entonces le retira
el tubo orotraqueal. Apurado, se retira de su lado, y nadie queda
al cuidado de ella esperando a que se despierte. Como dirían las
leyes de Murphy, si algo puede andar mal, andará mal.
La paciente hace una reinducción por la succinilcolina, des-
cripta en cualquier libro básico de Anestesiología, y hace un paro
respiratorio, sola en su camilla. Cuando es llevada a su habitación
por las enfermeras, su marido se acerca a darle un beso en la fren-
te y la encuentra fría y azul. Se intentan bruscamente maniobras
de reanimación y oxígeno, y la paciente, abogada penalista, entra
en coma y muere, a los pocos días. ¿Qué anduvo mal? Obvio: se
dejó sola a la paciente, y el doctor estaba apurado. ¿Era necesario?
Claramente, no, pero pasó.
Entonces, este tipo de sucesos son aquellos a los que me refie-
ro. Errores muy graves, que básicamente deberían haberse evita-
do, que llegan al ámbito judicial y en los que la conclusión pericial
es tan obvia que no hace falta un gran conocimiento para arribar
a esta. Y el problema es que la opinión de un médico sea funda-
mental para condenar a otro. Es triste, pero es así.

37
Capítulo 3:
El concepto del error médico

El Dr. Bernárdez es el Jefe del Servicio de Urología de un importante sana-


torio de la Ciudad. Es un apasionado por la Medicina y por la Urología en
particular, y desarrolla, a sus 72 años, una intensa actividad profesional y
docente: es invitado como expositor a congresos nacionales e internaciona-
les. Dueño de una técnica quirúrgica excepcional y admirada, también es
querido y respetado por el afecto y consideración con que trata a todos sus
colegas y a su personal, donde sea que trabaje. Siendo su subespecialidad la
cirugía urológica masculina, ha hecho énfasis hasta el cansancio a sus co-
legas sobre los extremos cuidados que deben tomarse en las intervenciones
prostáticas por la posibilidad de la afectación tanto de la vía uretral como
de la función sexual masculina, especialmente si se habla de hombres que
han superado la sexta década de la vida.
El Doctor ha sido invitado a conferenciar a un congreso de la especia-
lidad en un elegante hotel del centro de la Ciudad; por la tarde, tiene dos
cirugías programadas, en principio, nada complejas. Sin embargo, luego
de una primera exitosa intervención, en la segunda cirugía se produce una
complicación, y el paciente empieza a presentar una hemorragia cuyo ori-
gen no puede determinarse con claridad. Todos en el quirófano se ponen
muy nerviosos, y el clima es muy tenso. Tras un considerable esfuerzo y

39
tiempo, el Dr. Bernárdez, agotado, logra localizar el foco de la hemorragia
y, una vez resuelto, es aplaudido por su equipo. Se cierra el campo, y se envía
al paciente a Cuidados Intensivos. Cuando la instrumentadora cuenta su
equipo, queda paralizada: falta una tijera de 14 centímetros de longitud.
No está en el piso, no está en ningún lado. Se le informa al Doctor, que
ordena una placa simple de abdomen. Se ve, con deslumbrante nitidez, la
silueta radioopaca del instrumental faltante en forma oblicua. ¿Qué ha-
cer? Son las once y media de la noche, y el paciente está descansando.
El Dr. Bernárdez toma una decisión. A la mañana siguiente, en la ronda
habitual, visita a su paciente con su equipo. Lo saluda y le pregunta cómo
se encuentra, a lo que el paciente responde que muy bien, algo dolorido. «Es
normal», le asegura el Doctor. Y, extrayendo una tijera igual a la obrante
en el interior del paciente, se la muestra y dice:
—García, ¡yo anoche me olvidé esto dentro suyo! Tengo que pedirle
disculpas, pero su operación fue muy difícil y se complicó.
—Y entonces, ¿qué va a hacer? ¿Me operará de nuevo para sacarla?
—pregunta el paciente notablemente angustiado.
—De ningún modo, estimado. Quedará allí; no le afectará para nada,
en ningún futuro.
Y así fue, y el paciente, sabiendo esto, y recibiendo las disculpas de su
doctor, decidió no presentar queja ni demanda alguna.

Un tema complejo y a la vez apasionante en su investigación es


por qué se produce el error imputable al médico. Siendo huma-
nos, y existiendo el factor humano, sería comprensible que pueda
ocurrir: lamentablemente, la visión del público es inexorable y no

40
considera ese error perdonable ni excusable: la eficiencia y pre-
cisión del médico debería ser la de una fina relojería helvética, y
esto es lo que repiquetea con farisea insistencia en el mundo me-
diático cuando se produce alguna desgracia en la praxis médica.
Para traducirlo en la forma más sencilla posible al mundo del
Derecho, un error médico, cualquiera sea la causa, produce lo que
genéricamente se denomina daño. Un daño, desde el concepto de
los abogados, es un concepto muy amplio, que implica daño físico,
o sea el producido sobre el cuerpo y es verificable y ostensible, ya
sea en estructura o en funcionamiento, y guarda una relación di-
recta y comprobable con el error al que hacemos alusión; un daño
psíquico, que implica una disfunción en el área mental, que sea
verificable como producto del accionar médico; y un tercer tipo de
daño, que es el daño moral, cuantificable en forma exclusiva por
parte del magistrado interventor. Reviste naturaleza resarcitoria
persiguiendo la reparación de los padecimientos anímicos y espi-
rituales sufridos en ocasión de un determinado acontecimiento;
no puede considerarse identificable con el daño psíquico o psi-
cológico. Como daño inferido a la persona, ha de apreciarse en lo
que representa como alteración de la salud, no limitada al aspecto
físico. Como se ve, un concepto bastante amplio, que da margen al
juez para establecer, en términos de monto de dinero, una suma
considerable para agregar a lo ya reclamado en conceptos de daño
físico y psíquico, llegado el caso.
Entonces, cuando empecé a investigar en el tema del daño
que los médicos podemos producir por nuestros errores, fue mi
sorpresa encontrar un modelo para tal situación, extraído de los

41
estudios de los accidentes de aviación, que realizan las comisiones
de juntas de accidentes aéreos, encargadas de realizar los infor-
mes correspondientes y sus conclusiones.
En efecto, un tal Rendon creó un modelo explicativo que pudiera
dar respuesta, a los interrogantes de tantas juntas de aviación, sobre
cómo es posible que, pese a tantos chequeos y verificaciones antes
de partir, una aeronave, en un punto determinado del planeta, tenga
un inconveniente y se produzca un desenlace fatal que termine con
la vida de todos a bordo. Para ello desarrolló el siguiente modelo:

Errores humanos y fallos del sistema


Técnica
inapropiada
Fallo de
supervisión
Peligro

Comunicación
deficiente
Daños Formación
inadecuada
Monitorización
Defensas del sistema
deficiente

Imagen tomada del curso de formación sobre seguridad del paciente del proyecto Bacteriemia Zero.

42
En este caso en particular, yendo directamente a la parte mé-
dica, una explicación denominada por los norteamericanos como
Modelo del Queso Suizo (para nosotros, queso gruyere) expone la
cantidad de sucesos concatenados entre sí que llevan a un desen-
lace dañoso. Fíjense en cómo la flecha roja atraviesa los agujeritos
de las porciones de queso alineadas, de manera que nada es pro-
ducto de la casualidad, sino de la causalidad.
Ahí tenemos más que un simple error humano circunstancial:
es la conjunción de fallas, a veces crónicas, en un sistema de por sí
vulnerable. Tomen el ejemplo que quieran, y van a poder verificar,
una y otra vez, cómo este modelo explica en forma inexorable la
presencia de factores, que individualmente podrían ser atacables
y evitables, que llevan en forma inevitable al daño, que luego se
reclamará por parte de los abogados.
Cuando preguntaba a los lectores, al principio de este texto,
una cuestión tan sencilla sobre cómo estoy, lo hacía por esta ra-
zón. El principio de la relación médico/paciente es precisamente
el médico, con su preparación y actitud de servicio para su co-
metido específico. Pero, si arrancamos el vínculo con un médico
complicado por una cantidad de cuestiones de personalidad,
preparación, estado físico, social, y burn out, la posibilidad de
ser la primera porción de queso gruyere está muy cerca.
Existen numerosos tratados de Derecho acerca del concepto de
daño, especialmente en el área del Derecho Civil. Pero, claro, están
escritos por abogados que explicarán a partir, valga la verdad de
Perogrullo, de la existencia comprobada de ese daño. Ninguno se
va a ocupar de la prevención del daño, precisamente porque no

43
redunda en un beneficio económico para los estudios jurídicos.
Sin embargo, lo que buscamos aquí es precisamente eso: cómo
prevenir el daño en forma duradera y eficiente durante el tiempo
en que atendamos pacientes, en cualquier modo que sea.
Podríamos enumerar algunas causas que llevan al error mé-
dico y cómo evitarlos. Como carecemos de estadísticas fiables en
nuestro país, vayamos a lo que les pasa a nuestros colegas nortea-
mericanos, a saber:

1. Reclamos por daño perinatal, imputables al neonatólogo/


obstetra.

2. Reclamos por cirugía en columna vertebral y sus resultados,


con secuelas.

3. Exceso de dosis de drogas empleadas por anestesistas, y


sus secuelas.

4. Cirugías practicadas en el lugar incorrecto, como intervenir


en un miembro inferior o en un riñón, cuando el afectado
era el otro.

5. Intervenciones quirúrgicas sin tener en cuenta las comorbi-


lidades, que causan la muerte del paciente.

6. El médico, agotado por su trabajo, como factor de producción


de errores que no cometería de otro modo.

7. Diagnóstico incorrecto y, en consecuencia, tratamiento


inadecuado.

44
Todos estos errores médicos son fácilmente prevenibles; el pun-
to clave es la educación permanente. ¿Y qué medidas forman parte
de la educación médica permanente? Ustedes se van a sorprender.
Una de estas medidas se refiere a cómo los médicos prevenimos no-
sotros las infecciones intrahospitalarias, que algunos especialistas
consideran imposibles de erradicar. Pero la pregunta del millón es:
¿cuántas veces nos lavamos las manos, o nos aplicamos alcohol en
gel, cuando estamos en contacto con nuestros pacientes? ¿A cuán-
tos pacientes vemos y en qué medida somos como un vector trans-
misor de enfermedades, cuando no aplicamos, a nosotros mismos,
medidas tan básicas de cuidado por los otros, y por nosotros mis-
mos, como lavarnos las manos? Bueno, aquí tienen un ejemplo.
El otro punto de la educación me lo daba un colega que hizo
una pasantía quirúrgica en Londres. Yo le preguntaba qué avances
tecnológicos habían desarrollado en su especialidad los británi-
cos, comparados con los existentes en Argentina.
«Uno muy especial —me contestó—. Aquí, antes de la cirugía,
todo el equipo llega del estacionamiento, se lava las manos y en-
tra al quirófano. En Londres, el equipo llega del estacionamiento,
se reúnen todos en el briefing room, que es nada más ni menos
que una pequeña habitación, donde en 10 minutos se presentan
quiénes son, que harán en la operación y se habla de las compli-
caciones que puede tener el paciente y alternativas a dichas com-
plicaciones. Recién ahí, salen, se lavan las manos y entran a operar.
Una cosa tan básica que causa rubor, perfectamente factible,
marca la enorme diferencia que reduce la cantidad de errores y,
por supuesto, desenlaces fatales de algo que debería ser normal.

45
Por eso, cuando hablamos siempre de conductas preventivas
de errores médicos, las medidas son sencillas y se basan en la edu-
cación de médicos y de todo el equipo involucrado. La diferencia
es la vida y la muerte, y esas circunstancias las va a ponderar un
juez, llegado el caso.

46
Capítulo 4:
Algunos conceptos básicos
de la responsabilidad profesional

El Dr. Ledesma es un médico cirujano plástico de renombre. Consideró,


al elegir su profesión, que la parte de la apariencia física de las personas
forma parte del proceso de curación y, entendiéndolo así, abrazó con de-
dicación y esmero una prolija formación y capacitación personal. Con
esfuerzo realizó su residencia completa, e hizo una especialización en
Estrasburgo, Francia.
En la actualidad, es el cirujano de un distinguido sanatorio de la ciu-
dad y se ha hecho espacio para su otra pasión, que es el tenis. Allí conoció
a la única hija de un famoso armador y, estableciéndose una relación,
ella le solicitó sus servicios para una plástica de busto, a fin de realzar
su figura. Se pactó la fecha, se hicieron los estudios de rigor, y llegó el
momento de la intervención.
El Dr. Ledesma tiene una amplia experiencia en este tipo de cirugías.
Sin embargo, por algunas complicaciones técnicas, la intervención se pro-
longó un poco más de lo habitual, pero todo parecía normal. El anestesista
Rodríguez pidió permiso para ir al baño, dado que tenía cólicos, y el ciru-
jano lo autorizó. Pasaron los minutos, y no regresaba. En un momento,
sintió que la paciente estaba muy fría y pidió que bajaran el aire acondi-
cionado. Pero, al verificar sus signos vitales, los detectó críticamente bajos.

47
Llegó apurado el anestesista, pero la paciente entró en paro cardiorrespi-
ratorio. Se instaló el protocolo de resucitación, al que la paciente respon-
dió tras algunos minutos, pero no mostró respuesta neurológica. Todo el
mundo estaba abrumado.

Algo que me fastidió siempre, cuando se busca bibliografía en


el tema de responsabilidad profesional, es encontrar que, salvo
muy honrosas excepciones, está escrita, en general, por aboga-
dos. ¿Y cuál es el enfoque que en general hacen los expertos en
leyes? Se enfocan en plantear las obligaciones que los médicos
tienen respecto de sus actividades, cómo es habitual que los
médicos las incumplan y cómo demandar a los médicos y a las
instituciones, y a todo otro ámbito que, en forma directa o indi-
recta, tenga relación con el espacio donde trabajan los médicos.
Así de simple. Lo curioso, o no tanto, es que ninguno de ellos
habla, o por lo menos no lo he podido yo apreciar, sobre preven-
ción del riesgo médico legal para los médicos. Claro, porque eso
no genera dinero para los abogados.
Y, en rigor, esa es mi idea (de eso se trata este libro): cómo los
médicos podemos evitar juicios y, fundamentalmente, una mala
calidad de vida luego que se plantea un juicio contra un profe-
sional de la salud. Pero también, tomado de la mano con esto, se
apunta a cómo hacer una buena medicina en estos tiempos tan
complejos que nos toca vivir.
Mencionado esto, vamos a algunos conceptos básicos.

48
1. En el addendum al final del libro, vamos a encontrar la Ley
17132/67, de Ejercicio de la Medicina, Odontología y Activi-
dades de Colaboración. Contiene la normativa vigente sobre
la práctica médica, que todos los colegas deberían tomarse
el trabajo de leer.

2. También al final está la Ley 26529 de Derechos del Pacien-


te. Es una ley del 2009. Es decir, está cumpliendo 10 años,
y muy pocos médicos del país la conocen; por lo menos,
así me lo cuentan cuando pregunto acerca del tema en mis
conversaciones en distintas localidades.

Entonces, vamos a un concepto elemental: Hay que conocer


la ley. ¿Por qué? Porque, como lo establece el Código Civil, en
su artículo 20, «la ignorancia de las leyes no sirve de excusa si la
excepción no está expresamente autorizada por la ley». Dicho de
otro modo, LA LEY SE PRESUME CONOCIDA POR TODOS
(perdón por las mayúsculas); es decir, si se está trabajando den-
tro del marco de una profesión de salud, se interpreta desde el
principio que esa persona conoce los aspectos legales específicos
que regulan su actividad. No hay lugar para invocar la ignorancia
o desconocimiento de la ley en este punto específico. No hay que
conocer la ley para ser abogados, ni siquiera médicos legistas. Hay
que conocer los conceptos básicos para trabajar tranquilos y hacer
buena medicina, protegiendo al paciente. Plantear el desconoci-
miento de la ley es un absurdo. Como ya planteé antes, ¿a alguien
se le ocurriría salir a manejar sin saber lo que significan las luces

49
del semáforo? Tampoco hay que ver a un solo paciente sin saber
sus derechos, y también los derechos que tenemos los médicos.
Si bien ya es un concepto de pregrado, un tercer tema que te-
nemos que recordar siempre es lo que establece el artículo 84 del
Código Penal:

Artículo 84: Será reprimido con prisión de uno (1) a cinco (5) años
e inhabilitación especial, en su caso, por cinco (5) a diez (10) años el
que por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o
inobservancia de los reglamentos o de los deberes a su cargo causare
a otro la muerte.

¿Recordamos algunos conceptos?

1. Inhabilitación especial: Es una sanción por la que no se


puede ejercer la profesión que uno desempeñaba, durante el
plazo que establezca la condena. No significa el vulgarmente
llamado «Te sacan el título, o la matrícula», sino que implica la
suspensión del ejercicio profesional. Uno puede trabajar de
otra cosa, pero cumplir con la suspensión ordenada.

2. Imprudencia: Es la circunstancia en que el médico realiza


una acción temeraria, inútilmente riesgosa, que no implica
desde el inicio un mejor tratamiento o cuidado para el pa-
ciente y que no se encuentra apoyada en ningún sustento
científico, ni en la práctica habitual para esa situación.

50
3. Negligencia: Es sinónimo de desatención de lo que razo-
nablemente deberíamos cuid ar y que no hemos cuidado.
Es el descuido imperdonable; es olvidarnos de las medidas
básicas que deberían haberse adoptado y no se cumplie-
ron, y que hubiera respetado el profesional menos experto.

4. Impericia: Directamente es carecer de los conocimientos


básicos y elementales para el procedimiento o práctica que
se realizó. Es sinónimo de ignorancia del profesional.

5. Inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo:


Se parece bastante al concepto de negligencia, pero refor-
zado. No nos olvidemos de que, para confirmar una sen-
tencia desfavorable a un profesional por una cuestión de
responsabilidad, no es necesario que se configuren las tres
faltas: con solo una ya está tipificado el delito.

¿Cuál de las nombradas, piensan los lectores, será la falta más


habitual por la cual un profesional médico es hallado responsa-
ble por parte del juez interviniente? En efecto, la negligencia, que
es la desatención de los pasos y procedimientos básicos para el
seguimiento del paciente.
¿Y cuál del universo de los médicos en ejercicio, consideran
ustedes, será el profesional? Bien, no va a ser un profesional re-
cién recibido, o de pocos años de práctica. El candidato ideal a
recibir una sanción judicial, estadísticamente hablando, es el
profesional que ha superado los 50 años de edad, que ha logrado

51
una determinada trayectoria profesional, que ya cuenta con años
en el ejercicio y que está presentando los indicadores que se han
mencionado respecto al chamuscamiento profesional o burn out.
Está cansado, medio agotado por tantos años de contacto con el
paciente y, en este estado, produce omisiones y errores que no
estarían dentro de lo que podría hacer un médico residente, o re-
cién graduado. Y esto lo pone dentro del marco de una extrema
vulnerabilidad médico legal.
Hablemos ahora, para finalizar este capítulo, de la Ley 26529
de Derechos del Paciente.
No quiero parecer parado en un púlpito, ni mucho menos.
Pero sí es necesario conocer especialmente esta ley, bastante
reciente si la comparamos con la 17132/67, porque reúne la nor-
mativa, en el trato hacia el paciente, con tres aspectos nucleares
básicos, a saber: 1) el uso del consentimiento informado, 2) la
historia clínica y los derechos específicos del paciente,
incluyendo lo novedoso, con cierta influencia norteamericana, de
las llamadas directivas anticipadas.

Entendiendo la base de la Ley de Derechos del Paciente

Nunca está de más reiterar lo que decimos siempre: la medicina


paternalista ha muerto y está sepultada. Y pretender manejar la
relación médico/paciente basándonos en ese tipo de medicina es
tan obsoleto como querer controlar una hipertensión aplicando
sanguijuelas al paciente, como en la Edad Media. Los cambios en

52
la cultura y en la tecnificación creciente, con sus pros y también
con sus efectos destructivos, ha cambiado radicalmente la actitud
y visión de los pacientes hacia sus doctores. Sin ir más lejos, la
costumbre que los norteamericanos llaman, del mismo modo que
las compañías de aviación, el no show, es decir, no concurrir a la con-
sulta luego de haberla solicitado, sin aviso de ninguna naturaleza.
Esto, per se, implica una no muy velada falta de respeto al profesio-
nal al que se iba a consultar, pero es una actitud presente en forma
cotidiana. Como se dice popularmente por aquí, es lo que hay.

¿Por qué una ley como esta?

Concordantemente con lo expuesto, este cambio de paradigmas


en la relación profesional, como cuando se produce cualquier
cambio en la cultura imperante a lo largo de los tiempos, trae un
giro copernicano en general hacia el otro extremo y, luego de un
tiempo variable, las cosas se van acomodando. Pero en el ínterin,
se produce una radicalización de las posiciones, lo más antagóni-
cas a lo que antes era lo vigente. Entonces asistimos a una etapa
del empoderamiento del paciente, como si el médico estuviera
por debajo de él. Nada más errado, en mi humilde opinión.
Un nuevo concepto de relación, como también se define en algún
otro capítulo, es la construcción de un vínculo basado en la affectio
societatis, una sociedad para hacer una mejor salud, entre el consul-
tante y el consultado, que tendrá un inicio y un final, con reglas cla-
ras y equitativas para las partes involucradas. Una sociedad así crece

53
y enfrenta en forma conjunta a la enfermedad que se trata y sus
desafíos, y hace una complementariedad fuerte con implicancias
terapéuticas obvias, y donde el aprecio y el respeto mutuo son
fundamentales.
En el texto de la Ley, se hace énfasis en la historia clínica, la
forma en que debería ser confeccionada y la accesibilidad que
debe tener el paciente (y las personas que este designe) sobre su
contenido, con los plazos perentorios de entrega de esta. En el
contexto de la medicina paternalista, la historia clínica pasaba a
ser casi un documento secreto en la práctica, y muchos colegas se
molestaban si el paciente la requería, lo cual ya por entonces era
su pleno derecho.
Otro tema fundante, y que compromete a todos, es la letra del
médico y sus abreviaturas, amén del orden. Mi letra es sencilla-
mente espantosa y, pese a tener altísimas calificaciones en mis
clases de caligrafía (porque copiaba los modelos), salvo yo, po-
cos la pueden leer. En mi caso, entonces, debo imprimir con la
computadora los resúmenes requeridos porque, de lo contrario,
implicaría para los pacientes un viaje al museo de El Cairo, Egipto,
Departamento de Jeroglíficos. Más allá de todo, los médicos so-
mos responsables de lo que escribimos; por eso debemos hacerlo
comprensible. Lo mismo ocurre con las abreviaturas.
La velocidad con la que tenemos que trabajar los médicos nos ha
llevado al desarrollo de una serie de abreviaturas para escribir más
rápido, lo que torna lo escrito propiamente en un idioma aparte, en
el que la comprensión se reduce a la mínima expresión. Si a esto le
sumamos que el colega se olvida de fechar su intervención a veces y

54
que en muchas oportunidades firma pero no pone su sello, como
dirían los italianos, siamo nel forno: estamos en el horno.
¿Qué problema tenemos si hay fallas en la historia clínica?
Sería puntualmente como si asesináramos al abogado que nos
está defendiendo. El texto que escribamos nos defiende y, si lo
hacemos mal, nos condena. Y, si no escribimos, si no detallamos la
situación que vive el paciente de manera que el que lo lea tiempo
después tenga como una foto de lo que el médico vivió y actuó,
estamos cavando nuestra propia tumba desde la perspectiva me-
dicolegal. Nuestra mejor abogada defensora siempre va a ser la
historia clínica.
Y por ello debe ser guardada en lugar seguro por lo menos
durante 5 años después de la última atención, porque es el tiempo
durante el cual el paciente puede accionar contra nosotros, invo-
cando una situación de responsabilidad medicolegal.

¿Qué otras cosas hay que saber sobre la historia clínica?

Puede ser en formato papel o digital. Pero, si uno la mantiene


en el formato digital, sería sumamente sabio si la imprimiera, la
firmara y la sellara cuando tiene una intervención, dada la vulne-
rabilidad que se podría generar en el modo virtual.
Un último concepto: por favor, para los queridos colegas ar-
gentinos: sean tan amables de desterrar el concepto de mala
praxis o juicio por mala praxis. ¿Por qué, si es lo que común-
mente se dice? Si es por eso, también se dice que comer sandía y

55
tomar vino tinto es mortal, en todos los casos. O que, si la culebri-
lla se une, seguramente uno va a ver a San Pedro.
El concepto de mala praxis atenta contra los derechos de noso-
tros mismos, los médicos. ¿Por qué? Porque todo el mundo se pre-
sume inocente hasta que no se demuestre lo contrario. También
los médicos. Entonces, si decimos que alguien está demandado
por mala praxis, ya se está presuponiendo que hizo algo mal, y que
entonces tiene que demostrar que es inocente, lo que invierte el
principio constitucional al que hice referencia. El médico es ino-
cente de lo que le imputan, hasta que se demuestre que actuó con
impericia, con negligencia, con imprudencia, o que no cumplió
con sus deberes y obligaciones a su cargo. Si esto no es demos-
trado, no hay culpa, no hay responsabilidad médica involucrada.
No nos autoacusemos, por favor. Usemos el término responsabi-
lidad profesional. Y, si se nos presenta una demanda profesional en
algún momento de nuestra vida, no nos desesperemos. El análisis
que puede aportar un buen abogado y un buen perito de parte
puede ayudar a evitar esta desesperación.

56
Capítulo 5:
La relación médico/paciente

El Dr. Hernández es un psiquiatra que trabaja en un centro de medicina


laboral, para una empresa privada contratada por entes públicos. Dado
que esta empresa recibe muchos diagnósticos de pacientes con depresión
y solo contaba con médicos traumatólogos y clínicos, decidió contratar-
lo, dado que es un especialista de trayectoria certificada. Nuestro colega
también está afectado a reconocimientos laborales preocupacionales, como
actividad colateral en su misma función, a fin de descartar una patología
mayor que impida razonablemente ejercer un empleo y pueda ser después
motivo de reclamo.
En esta oportunidad, recibe al señor Mendia, quien se postula para un
cargo de supervisor bancario. El señor Mendia es un hombre de unos 44
años de edad, separado, quien no informa de patología clínica relevante,
pero que al examen muestra elementos psicosemiológicos clásicos de un
trastorno depresivo mayor. Aburrido de su rol de simple evaluador, el Dr.
Hernández avanza en el interrogatorio específico y confirma la presencia
de estos signos y síntomas. Establece un rapport adecuado y una empatía
con este candidato y, dado que cuenta con algunas muestras de un anti-
depresivo, se las entrega y le indica cómo tomarlas. Sugiere también que
concurra a un médico psiquiatra para su seguimiento.

57
A las cuatro semanas, se recibe en la empresa una demanda al Dr.
Hernández y a la empresa por abandono de persona seguido de muerte. El
señor Mendia fue hallado por su esposa en el baño, sin vida, y rodeado de
blisters de un antidepresivo, que era el que había recibido en su entrevista
con el psiquiatra laboral.

Desde que practico la lectura de textos médicos y legales, la relación


médico/paciente tal vez sea, como se dice ahora, el trending topic de
todo lo que se ha escrito hasta el presente. Efectivamente, el alfa y
el omega de todo acto médico se cifra en el tipo de relación que se
establezca entre el paciente y ese médico, al que no conoce, pero que
encontró por referencias, por un aviso, porque lo encontró en la car-
tilla de su cobertura o sencillamente porque es el que atiende más
cerca de su casa y al que va a confiar su problema de salud y contar
sus problemas, incluso temas que no contaría a su familia o su círculo
íntimo, con la expectativa de que pueda restituir el bienestar perdido.
Y, en el imaginario popular, aunque se trate de un paciente de buen
nivel cultural, su expectativa es que, en forma tan eficaz como veloz,
resuelva su problema, en lo posible en esa primera y única consulta.
Se comprende entonces por qué ese primer contacto visual,
antes de emitir siquiera una palabra, es determinante y clave en
el proceso que los médicos llamamos curación o más técnicamen-
te, restitutio ad integrum. Ahora vienen las preguntas: ¿cómo estoy
vestido? ¿Cuál es la apariencia que quiero dar? ¿Cómo es mi forma
de establecer el primer vínculo? ¿Puedo dar una imagen de con-
fiabilidad y eficiencia, y calmar la ansiedad que trae el paciente?

58
La contraparte también tiene preguntas. ¿Cómo me sentí en
esa primera entrevista? ¿El paciente se presentó en forma correcta
y se abrió al diálogo y a la anamnesis? ¿O por el contrario se mos-
tró evasivo y displicente? ¿Cómo fue la sensación que percibí de
él, o ella, en lo que en términos psicológicos se define como con-
tratransferencia? ¿Me dieron ganas de ayudarlo o, por el contrario,
estaba esperando terminar cuanto antes de escucharlo y que se
fuera del consultorio, deseando que no volviera jamás?
Todo esto son sensaciones y sentimientos que pasan por el mé-
dico en su consulta, y quien pretenda negarlos estará mintiendo en
forma flagrante. El punto es reconocer que nos pasan cosas porque
somos esencialmente humanos y tenemos sentimientos humanos;
no somos máquinas, más allá de nuestro carácter de profesionales.
Vamos a un principio fundamental, no siempre conocido por
todos los profesionales de la salud, que deriva de los textos lega-
les. El tomar como paciente a una persona que pide ser asistida
genera instantáneamente el llamado contrato de locación de servicios
descripto en el Código Civil, por el que una persona se ofrece a
prestar un servicio, a cambio del cual existe una promesa de pago
o retribución en alguna forma. Después de la reforma del Código
del 2015, el tiempo de prescripción (entiéndase finalización de la
obligación) pasó de diez años a actuales tres o cinco, según la in-
terpretación que se realice del contrato en particular.
Ahora bien, la Ley de Ejercicio de la Medicina 17132 de 1967 nos
obliga, para decirlo rápidamente, a asistir a los pacientes en caso
de emergencia y luego, en caso de no proseguir la asistencia,
derivarlo a otro profesional o al servicio público correspondiente.

59
¿Pero qué ocurre en el caso, muy posible, de que de la prime-
ra entrevista, por el factor o cuestión que fuere, la sensación es
que no puedo o directamente no quiero atender a esa persona?
La respuesta es muy sencilla: evitemos problemas medicolega-
les, porque atenderla a disgusto, en contra de lo que realmente
sentimos, tiene un alto riesgo de generar un error u omisión in-
voluntarios que redunde en una demanda por responsabilidad
profesional. Se le explica al paciente, en el mejor tono profesio-
nal posible que, por razones de agenda o por las que fuesen, será
visto por otro colega. Entonces se confecciona la correspondien-
te nota de derivación.
Otro tema muy importante es lo que sucede cuando se
presenta una persona como posible paciente y, por cualquier
situación personal, el/la profesional médico/a se siente irresis-
tiblemente atraído por ella/él. ¿Se podría trabajar adecuada-
mente como profesional médico, con la seriedad y objetividad
que son necesarias desde el punto de vista técnico, o voy a pre-
tender establecer un vínculo sexual o emocional con esta per-
sona? Como diría el refranero popular, de carne somos, le dijo
una empanada a la otra. Por ello será menester, en todos los ca-
sos, indicar la correcta derivación a un colega, porque uno está
formalmente incapacitado para un seguimiento médico comme
il faut, como debe ser.
Una consulta muy frecuentemente formulada por los colegas
a través de tantos años es la situación que se da cuando el médico
trabaja en relación de dependencia, pública o privada y atiende
un consultorio externo, adonde concurre un paciente complejo.

60
Este paciente, desde el mismo inicio de la primera entrevista, ya
concurre quejándose de todo: el personal administrativo, el tiem-
po que le han hecho esperar y la ineptitud de otros colegas a los
que ha consultado, sin resultado evidente. Está malhumorado, no
disimula su desagrado en ningún momento y está al límite de la
agresión verbal. ¿Qué hacer?
La actitud recomendable, desde lo asistencial y lo medico-
legal, es lo que se denomina en la práctica one/down. Esto es,
adoptar una actitud tranquila y pasiva, de escucha atenta, sin
formular intervenciones y dejar que el paciente se explaye a sus
anchas. Es muy importante escribir todo lo que el paciente dice
y anotar sus impresiones profesionales, para finalmente, cuan-
do el paciente puede finalmente guardar silencio, preguntarle
si desea ser atendido o si mejor no lo derivaría a otro colega,
dada la falta de respuestas que ha tenido en la institución a la
que concurre.
No tratándose de una emergencia, esto no constituye el lla-
mado abandono de persona, porque aquí no hay riesgo de vida, y
esta derivación, más allá que se trata de una institución pública,
está plenamente justificada, dado que asistirlo en esas condicio-
nes implicaría un posible riesgo médico legal para el paciente y
profesional involucrados. Eso sí, hay que realizar la derivación
correspondiente con nota escrita y asegurarse de que el colega
se encuentre asistiendo en el momento de la derivación.

61
Una adenda a este capítulo: El concepto de la indicación
médica

En varias partes de este texto, perfectible por cierto, he conversa-


do con los lectores sobre la medicina paternalista, ya fallecida, y
los nuevos paradigmas de la relación médico/paciente. No quiero
terminar este capítulo sin hablar sobre un tema que considero
crítico y que debería quedar claro.
Si nos remontamos a la historia de nuestros predecesores
médicos, es inevitable que tomemos como paradigma al sumo
sacerdote egipcio. He tenido la suerte de poder visitar ese mara-
villoso país y he tenido, además, la fortuna de tener un primer
guía en español excepcional, que con amor y mucha información
respondió todas mis preguntas. Se trataba de un hombre musul-
mán muy religioso, que había estudiado la carrera de Derecho y
se había gradudado con honores. Pero, al poco tiempo de haber
iniciado su actividad de abogado, vio que colisionaba una prácti-
ca rentable con las leyes del Islam, por lo que abandonó la aboga-
cía y estudió Historia Egipcia. Se graduó y se empleó luego como
guía, oportunidad en que lo conocí. Es realmente curioso cómo
en los frisos y esculturas se realza la figura del faraón y otros no-
bles, ricamente ataviados; curioso también es ver cómo el sumo
sacerdote se vestía muy humildemente, con una única túnica de
lino blanco, sin ornamentos, salvo una piel de leopardo en su pe-
cho como única distinción. Sin embargo, la realidad del poder era
completamente otra: los sumos sacerdotes manejaban la religión
(ellos disponían que Dios se adorara durante todo el año) y la

62
política (ellos designaban qué faraón ascendía o no. Recordemos
que fueron los que juzgaron y asesinaron a Tutankamon por
considerarlo muy débil, según aseguran algunos historiadores).
Además, los sumos sacerdotes eran los dueños de la medicina y
conocedores secretos de todos los principios que usaron, aplica-
ron y se llevaron a la tumba.
Si consideramos el poder de estos venerables colegas (com-
parable con el de algún presidente estadounidense o ruso) con el
que podemos tener nosotros como médicos, la distancia se mide
en cuásares.
En el artículo segundo de la ley 17132/67, se dice textualmente
que los médicos… ¡indicamos!

¿Qué es indicar?

Indicar, queridos colegas, es nada más ni nada menos que orde-


narle al paciente que haga algo. No es una negociación: es una
orden. Y el problema que tenemos, y por el cual la autoridad del
médico ha decrecido hasta convertirse en una partícula, es que
hemos cedido al paciente esta autoridad. La indicación no debe
considerarse como un ejercicio de autoritarismo, sino del cono-
cimiento que sí tiene el médico, y que no es intercambiable. El
médico debe transmitir su conocimiento y seguridad a la hora
de la indicación, y jamás dejar a criterio del paciente que tome la
medicación así o asá, según considere o se sienta, porque no sabe
y porque todo el tiempo la responsabilidad recae sobre el paciente

63
y solo sobre este. No quiero extenderme más sobre esto: creo que
el concepto en sí es suficientemente claro y huelgan las palabras.
Recuerdo, para terminar, una hermosa y aleccionadora frase
que está inscripta a la entrada del Hospital Braulio Moyano de la
ciudad de Buenos Aires. Dice: «Suaviter in modo, fortiter in re», locu-
ción latina que significa: «Suavemente en el modo, fuertemente
en la cosa [en nuestro caso, en la indicación]».
Colegas amigos, recuperemos la magia.

64
Capítulo 6:
El secreto médico

La Dra. Mónica Piñeiro es una médica neuróloga de gran prestigio.


Formada con los grandes pioneros de la neurología argentina, su pasión
desde estudiante fue la neurofisiología y, por ello, ayudante de cátedra des-
tacada. Pese al panorama poco alentador que sus maestros vislumbraban,
se encuentra fascinada por los nuevos avances farmacológicos producidos
y por los estudios por imágenes que, en su opinión, produjeron un giro
copernicano a la práctica neurológica como se conocía otrora.
Entre sus pacientes, se encuentra el comandante Ibáñez, un piloto
aerocomercial de gran experiencia, que ya cuenta con 55 años de edad.
Es un hombre atildado, sumamente responsable, que acaba de separarse
luego de un largo matrimonio y se encuentra en pareja con Marina, una
bella azafata 30 años menor. Ibáñez consulta por lo que él califica como
unas pequeñas distracciones durante sus vuelos de larga distancia, cosa
que dice que no afecta, pues los aviones hoy día están casi completamente
computarizados en todo su trayecto. Ante esto, nuestra colega pide estu-
dios por imágenes, tests electrofisiológicos y cognitivos, que el paciente
realizó y entregó en tiempo y forma. Mientras tanto, Ibáñez le comenta
a su doctora lo entusiasmado que se encuentra por el excelente concepto
que tienen por él en la línea aérea y el resto de sus colegas y lo feliz que

65
está porque está por irse a vivir con Marina (tal vez tengan un hijo, por-
que ella está con un pequeño atraso).
La Dra. Piñeiro revisa los resultados y comprueba que su paciente
muestra signos imaginológicos y cognitivos compatibles con el mal de
Alzheimer. Debate qué hacer. Antes que nada, necesita un café, bien car-
gado, doble, sin azúcar.

El artículo 156 del Código Penal establece una pena, consistente


en multa e inhabilitación especial, en su caso, al que revelare, en
razón de su oficio, profesión o empleo, un secreto cuya divulga-
ción pueda causar daño.
Este es uno de los dos delitos llamados de peligro dentro del
Código de Fondo; es decir, no es necesario que se configure un
daño real, a diferencia de todo el resto, para que el delito sea típi-
co, o sea que pueda ser considerado como tal y en consecuencia
aplicarse la sanción judicial. ¿Cómo esto se aplica en la práctica
de la medicina?
Todos los médicos, a lo largo de nuestra carrera, tenemos acce-
so a una enorme cantidad de información que nos proporcionan
nuestros pacientes, y que se registran en las historias clínicas, ya
sea en formato papel o digital. Esta información es confidencial,
porque revela datos personales del paciente, que no deben ser
conocidos por terceras personas, y que, de serlo, podrían ser mal
utilizados contra ellos. Como si todo esto fuera poco, los pacien-
tes cuentan una cantidad de cosas que no pedimos puntualmente
en nuestras anamnesis, pero que son inevitables, como aspectos

66
de su vida privada, su sexualidad, su economía, su trabajo, hijos,
proyectos, y hasta crímenes. Y todo eso debe quedar bajo secreto,
salvo que consideremos que existe una justa causa para denun-
ciarlos porque, de no hacerlo, se produciría un daño mayor que el
hecho de violar la privacidad del paciente.
Vamos a un ejemplo: un paciente, un hombre de 46 años, ca-
sado, padre de una familia de dos hijos, conoce a un hombre
con el que tiene una relación sexual furtiva. Contrae HIV, y el
motivo de la consulta es esta condición y su tratamiento, pero
manifiesta que no va a informar a su esposa ni a nadie por las
consecuencias que tal circunstancia le acarrearía. ¿Qué hacer en
esta circunstancia?
Como dijimos antes, nosotros establecemos desde el mismo
inicio de tratamiento un contrato de locación de servicios. Este
contrato implica, per se, obligaciones y derechos. Si lo enmarcamos
dentro de la relación médico/paciente y del secreto profesional, te-
nemos representada la situación del riesgo mayor, que es la posi-
bilidad concreta de que contagie a su esposa con una enfermedad
descripta por el Código Penal como cierta o probablemente incu-
rable, como la infección por HIV, por lo que el derecho personalísi-
mo del paciente a su confidencialidad queda por debajo. Por ello,
el médico, en primer lugar, debería informar a su paciente que,
más allá del deseo de este, tendrá que revelar el secreto profesio-
nal a su esposa si él mismo no lo hace. Esto, lógicamente, rompe
el vínculo médico/paciente, si este así lo desea, pero siempre en
nuestra práctica debemos buscar el bien mayor, en este caso, la
vida de otra persona amenazada.

67
Un tema antiguo, tras mis años de profesión, y siempre de deba-
te, es cómo los médicos comunicamos malas noticias. La Facultad
de Medicina de la Universidad de Buenos Aires es una casa de es-
tudios maravillosa, gracias a la cual pude graduarme y a la que
no hubiera podido acceder de mediar pago para estudiar, por lo
que mi agradecimiento es infinito. Sin embargo, requiere una
adecuación de su plan de estudios a los tiempos que corren, y un
tema crítico es cómo adecuar la comunicación médico/paciente al
siglo xxi. Era impensada, no muchos años atrás, una consulta vía
whatsapp o por internet, o la oferta de video que ofrecen algunas
prepagas, con un médico on-line. Esto ha revolucionado el estilo
de comunicación, pero sin ninguna regulación ética o legal sobre
sus consecuencias y su uso.
Con el riesgo de parecer antediluviano y sopesando beneficios
y perjuicios de la comunicación virtual, nada supera el encuentro
personal, y esto es tenido en cuenta aun en los adeptos a la tele-
medicina, que protocolarmente exigen una primer entrevista cara
a cara, antes de desarrollar un seguimiento por cámara remota.
Volviendo al tema en cuestión, no hay ninguna asignatura en
la carrera de pregrado que entrene al futuro médico en tal difícil
asignatura. Entonces, llegamos a la conclusión de que un médico
no está preparado para una tarea tan compleja como explicarle
a un familiar la muerte de su pariente en una terapia intensiva
o tras una intervención quirúrgica; o informarle al paciente de
que es portador de una patología que lo llevará a su muerte en
un corto plazo. Irónicamente, esta tarea es una obligación co-
tidiana. Entonces, la posibilidad de un desborde emocional de

68
parte del paciente, la deficiente contención del médico y el recla-
mo judicial subsiguiente son una frecuente complicación.
De hecho, no hay una forma única de comunicación, y el estilo
varía, lógicamente, según el profesional. Sin embargo, hay condi-
ciones que no pueden soslayarse para una comunicación eficaz:

1. Ambiente separado y aislado de ruidos, sin interferencias.

2. Provisión de la documentación necesaria para informar fe-


hacientemente.

3. Contacto visual con la persona a entrevistar; voz calma sin


estridencias.

4. Capacidad de estrechar la mano o contener con un abrazo


según el caso.

5. Disponibilidad empática de tiempo y contención, y de estar


abierto a llamadas o a consultas posteriores.

Tal vez lo reseñado parezca básico o elemental, pero he visto


situaciones de comunicaciones de malas noticias, llevadas a
cabo en un pasillo de guardia, al lado de una pelea entre un
paciente y otro médico; o en las que se acerca un médico a una
persona sentada, le dice algo y sale corriendo, dejándola en
pleno llanto.
Finalmente, tenemos que recordar lo que establece la ley 26529
de Derechos del Paciente, donde dice puntualmente que el paciente

69
tiene derecho a conocer su diagnóstico y también a no conocerlo.
En todo momento, es imprescindible consignar en la historia clí-
nica el hecho de que se comunicó tal información, con firma del
que la reciba, ya sea el mismo paciente o su familiar o allegado.

70
Capítulo 7:
El consentimiento informado

El Dr. Ramírez es un colega gastroenterólogo, conocido dentro de su especia-


lidad y fuera de esta. Desde el inicio de su carrera médica, siempre le intrigó
la frase hipocrática «Todas las enfermedades se inician en el intestino» y
por qué el Maestro de la Medicina habría acuñado esa expresión. Afecto
a la actualización permanente, en los últimos años ha seguido con interés
los recientes estudios del exterior y locales, que hablan de la microbiota
existente en el tracto intestinal y de la posibilidad de que sea el intestino,
irónicamente el centro principal de la economía del cuerpo humano, el ma-
yor productor de neurohormonas. También ha estudiado prolijamente el
fenómeno de la cirugía bariátrica, sus indicaciones, sus contraindicaciones
y sus efectos colaterales, físicos y psíquicos.
El Dr. Ramírez tiene antecedentes de enfermedad isquémica aguda
hace varios años, y debe hacer sus controles por SPECT cardíaco en forma
anual. Mucho no le gusta, pero debe hacerlo. Por eso concurre a un conoci-
do sanatorio del centro de la Ciudad, con su orden autorizada el día de su
citación. Hace la cola correspondiente en el Servicio de Medicina Nuclear
y, cuando le toca el turno, una joven morocha que está masticando chicle y
haciendo globitos le empuja un bloc de hojas preimpresas y le pide: «Llene
el formulario».

71
El formulario en cuestión es una proforma de consentimiento informa-
do para el estudio que se va a realizar. La verdad es que sabe que solo un
profesional médico puede administrarlo, así que, tratando de no producir
un enfrentamiento estéril, le dice que solo un médico puede administrarlo.
Dada la demora, los demás pacientes de la cola protestan, a lo que hace
caso omiso. Molesta, la empleada llama por teléfono, llega la jefa de ser-
vicio y explica como corresponde el procedimiento, con el texto a la vista.
Conforme, el Dr. Ramírez firma y pasa, no sin antes advertirle al resto que
no sean tan tontos y que un médico debe explicarles lo que firman.

La medicina mundial, y la argentina en particular, estuvo, y está,


sujeta en sus prácticas a las claras influencias de la cultura de su
tiempo. El modelo médico imperante a principios y mediados del
siglo xx tiene muy poco o casi nada que ver con este del siglo
actual. Un concepto claramente diferencial estriba en la concep-
ción de la relación que, según todos los autores, es la clave de un
exitoso tratamiento como de un desastre en sí mismo, del modo
descripto por Readen cuando explicó la teoría del queso suizo al
analizar los accidentes de aviación, modelo que se trasladó veloz-
mente al modelo de atención médica. Básicamente, diremos que
el paternalismo médico fue la resultante de una época en que el
médico se erigió, por su educación y por el imperio de la cultura
de aquel entonces, como la fuente luminosa de poder y saber, a la
que el paciente, con su condición de enfermo y desvalido, acudía
y respondía en forma obediente, sin derecho a preguntar nada a
la Eminencia. Ese modelo, durante un tiempo, funcionó, a su modo.

72
Ahora bien, el final del siglo xx y el principio del siglo xxi
han derrumbado varias cosas, aparte del Muro de Berlín. Entre
estas, la temerosa reverencia del público en general a la incues-
tionada autoridad médica. Estados Unidos ha sido, y es, el líder
mundial en demandas por responsabilidad profesional médica,
e innumerables estudios jurídicos norteamericanos brindan
glamorosas páginas en internet que publicitan sus servicios,
con atención las 24 horas, para que el paciente demande a su
médico prácticamente por lo que sea. El paradigma médico cayó,
estrepitosamente.
La cultura de una población determinada también tiene que
ver. En Argentina, hemos copiado bastante del modelo estadou-
nidense y, en la década 2000/2010, los juicios contra profesionales
de la salud crecieron exponencialmente a 156.000, más que los
médicos realmente en ejercicio activo. Esto es, lisa y llanamente,
producto no tanto de la habilidad de los abogados en conseguir
casos nuevos, sin despreciar su pericia, sino del deterioro de la
relación médico/paciente.
Entonces, se imponen cambios necesarios. Uno de ellos, im-
prescindible en los tiempos en que vivimos, y también por imperio
de la Ley 26529 mencionada antes, es el uso obligatorio en todos
los casos del consentimiento informado.
¿En qué consiste? Es simplemente una declaración escrita y
firmada por el paciente, donde dice sintéticamente que el mé-
dico tratante le ha informado su diagnóstico, las opciones de
tratamiento, lo que se esperaría, lo que podría eventualmente
suceder y no, y las consecuencias de que el paciente no se asista

73
o no respete lo establecido. No sirve para evitar un juicio de res-
ponsabilidad, pero sí sirve para dejar claro a todos, incluyendo a
terceros (como podría ser la autoridad judicial), que el médico
informó y el paciente entendió lo que se informó. Esto es básico,
porque la ley pena especialmente las situaciones donde el pacien-
te no tuvo, o no se le dio, la posibilidad de conocer aspectos de su
enfermedad, entender los tratamientos y aceptarlos o rechazarlos.
Algo así, en la medicina a la que hacía alusión anteriormente, era
una ficción: hoy es una obligación. Como dije antes, los tiempos
cambiaron, for good or worse: para bien o para peor.
Un modelo de consentimiento informado se detalla a conti-
nuación, pero puede ser adaptado y modificado, dependiendo de
los detalles específicos de la práctica o de la especialidad. Sin em-
bargo, respetando los detalles principales e ineludibles, a saber:
1) entender el diagnóstico, 2) el tratamiento propuesto, riesgos y
beneficios, 3) los detalles específicos si los hubiera, 4) los trata-
mientos alternativos y consecuencias de no recibir el tratamiento
propuesto.

Por el presente, yo, el/la paciente/familiar/amigo del paciente


dejo constancia que mi médico tratante,
el/la Dr./Dra ha determinado que sufro de
y que debería recibir tratamiento
para el tratamiento de esta enfermedad.
El/la doctor/a me ha explicado, y yo he comprendido, el diag-
nóstico, la naturaleza y propósito del tratamiento, los riesgos y

74
consecuencias del mismo, la posibilidad de éxito en dicha tera-
péutica, otros tratamientos alternativos, y me ha anticipado las
probables consecuencias en caso de no recibir este tratamiento.

El/La Doctor/a me ha explicado los efectos colaterales más comu-


nes en el tratamiento, pero entiendo que otros efectos colaterales
también pueden ocurrir, y que debería rápidamente notificar a mi
médico o colaborador de cualquier cambio inesperado en mi estado
físico o mental. A pesar que el doctor cree que el tratamiento in-
dicado debería ayudar a mi condición, entiendo que no se me ha
hecho ninguna certeza relativa a los resultados que se obtendrán.
Entiendo también que no voy a ser forzado/a a aceptar dicho tra-
tamiento y que podría interrumpirlo en cualquier momento. A
menos que se produzcan serias complicaciones por el tratamiento,
entiendo que la discontinuación del plan prescripto sin consulta
con mi médico, puede hacer que mi enfermedad no mejore o que se
agrave. Por el presente, afirmo que se me han respondido todas las
preguntas. Dada esta información recibida, autorizo a mi médico y
colaboradores que sean designados por él, que administren el trata-
miento prescripto. Yo hago esta decisión, aceptando la medicación
recomendada para mi enfermedad, libre y voluntariamente.

Firma

Fecha/Firma de un testigo

75
Hasta el momento creo que queda todo bastante claro, ¿no
es cierto? Ahora bien, se han hecho estudios puntuales inte-
rrogando a pacientes luego de la firma de un determinado
consentimiento informado. Y el resultado, en la mayoría de los
estudios realizados, fue que el grupo también mayoritario de
pacientes tenía una comprensión parcial o limitada de lo que
recién había firmado. Eso demuestra claramente que, para la
toma correcta de un consentimiento informado, hay que hacer
lo siguiente:

1. Sentarse con el paciente y conversar sobre lo que se va a


hacer, para que haga todas las preguntas.

2. Preguntarle qué entendió de lo que uno acaba de explicarle


y si está de acuerdo.

3. Recién ahí hacerle firmar un consentimiento, y no antes.

En la velocidad de los tiempos que vivimos, muchas veces


damos por sentado que el paciente que tenemos delante cuenta
con adecuada capacidad para la comprensión de los términos
y comentarios que hacemos. Hablamos rápidamente, y nos ol-
vidamos de que la persona que es la receptora de la informa-
ción tiene a su vez un grado variable de conflictos, entre estos,
el conflicto de estar enfermo. Entonces, la firma se termina pro-
duciendo por la confianza ciega en el médico más que por la

76
comprensión puntual de lo que ha sido explicado. Y esto no es
una genuina toma de consentimiento informado.
El paciente o su familiar deberían razonablemente, de acuerdo
a su capacidad intelectual y cognitiva y a su nivel sociocultural,
entender de qué se trata lo que acabamos de explicar, y poder re-
petirlo. Recién entonces hay una adecuada comprensión como la
que legalmente se pretende.

77
Capítulo 8:
El tratamiento y su contrato

El Doctor Salvador es un abogado de 59 años. Se desempeña como


Secretario de un Tribunal Comercial desde hace 29 años, casi toda su ca-
rrera judicial, con el elogio tanto de su jefe como de sus compañeros, con
excelentes comentarios también de los abogados litigantes, lo cual no es
muy frecuente de observar en la práctica. Tiene una estatura de 1,85 m
y un peso de unos 120 kg, por lo que su figura se impone. Sin embargo, es
infrecuente haberlo visto fuera de sí, aun con letrados muy desubicados en
sus reclamos en la mesa de entradas. Aparte del Derecho, la otra pasión del
Doctor Salvador es el parapente; concurre todos los domingos a las prácti-
cas en el aeroclub local.
Desde hace varios meses, inició un cuadro depresivo, por lo que abando-
nó sus actividades habituales; inclusive dejó de ir a trabajar. Ha concurri-
do a tres psiquiatras especialistas, con pobre respuesta a los tratamientos
instituidos y, aunque no está muy convencido, inicia un tratamiento con el
Dr. Vázquez, médico que le recomendaron. Inicia el tratamiento con él y el
Doctor, de gran trayectoria, comprueba al poco tiempo que está en presen-
cia de un paciente con una depresión resistente como no ha visto en todos
sus años de psiquiatra. No solamente modifica su esquema de medicación
y estrategia psicoterapéutica, sino que efectúa interconsultas con colegas

79
de renombre, con el objeto de tener otra visión del caso, tomando algunos
de estos consejos, pero pocos resultados se obtienen. No obstante ello, el Dr.
Salvador concurre a todas sus consultas, puntual y fielmente.
Desalentado por estos resultados tan magros, el Dr. Vázquez decide po-
ner fin al tratamiento, recomendando a su paciente otro profesional, medi-
da que toma toda vez que la mejoría experimentada, en su opinión, no llega
al 30% con respecto al inicio. Frente a esto, el Dr. Salvador le pide, por favor,
que continúe con la asistencia, pues al menos se logró ese avance y, al mismo
tiempo, puede ver que se esfuerza con dedicación y esmero, escuchándolo
como es debido. Frente a esto, el Dr. Vázquez decide continuar la asistencia.

Un tratamiento en Medicina, al entender del mundo del Derecho,


consiste en las medidas de distinto tipo, indicadas por un pro-
fesional médico, destinadas a, como dice el artículo 2 de la Ley
17132/67 de Ejercicio de la Medicina, Odontología y Actividad de
Colaboración, preservar la salud de las personas, recuperarla o
rehabilitarla, coherentemente con lo que conocemos en términos
de la prevención primaria, secundaria y terciaria. Para el mundo
del Derecho, los médicos tenemos lo que se llama obligación de me-
dios, pero no de resultados. ¿Qué significa? Que estamos llamados
a desplegar todo nuestro arsenal terapéutico en pos de torcer lo
que se llama en Patología el curso natural de la enfermedad, que en
general lleva a la invalidez y a la muerte. Eso es lo que hacemos los
médicos: luchamos contra la enfermedad, en todas sus manifes-
taciones. Pero no se nos exige, porque la medicina es una ciencia
muy inexacta, un resultado cierto.

80
Ahora bien, en este punto es menester, a los fines propuestos por
el tema desarrollado en este texto (la prevención del riesgo médico
legal), ponernos un ratito en la mente de los abogados. ¿Qué espera
un juez, que es un abogado, de nosotros los médicos? Que cum-
plamos con la obligación de cuidado del paciente y que, siguiendo
lo de nuestro colega Hipócrates, antes que nada evitemos el daño.
¿Cómo un juez considera nuestra conducta? Esencialmente,
un magistrado va a mirar un documento que a veces los médicos
hemos desdeñado y al que le hemos dado un valor relativo: nada
menos que la historia clínica. Esta será, en rigor, la mejor abogada
de la que dispondremos, y lo que esta hable y diga será también la
mejor testigo a nuestro favor.
Muy bien, y entonces, ¿cómo deberíamos realizar un trata-
miento médico, de acuerdo a los parámetros y normativas lega-
les? Como mencioné anteriormente, un juez entiende de Derecho,
pero no está obligado a saber Medicina. Para eso tiene peritos para
que lo asesoren. Entonces, la única pregunta que se formulará,
cuando esté en duda un determinado tratamiento, es interrogar
al perito sobre la base de la historia clínica y la declaración del
mismo médico, para establecer si lo actuado se encuentra dentro
de lo llamado lex artis para ese caso, o sea, si era lo que un médico
promedio, en esa situación determinada, hubiera hecho, en térmi-
nos de la llamada razonabilidad.
Pensemos en un tratamiento como un camino. Un camino que
paciente y médico inician juntos, en busca de un horizonte, que
es la curación, la rehabilitación o, si se quiere, la mejoría de la
calidad de vida de ese paciente, afectada por la dolencia. Siempre

81
comento que la visita al médico está afectada por un sinnúmero
de connotaciones de todo tipo, derivadas de la influencia de los
medios y de la cultura imperante, y de los propios pensamientos
y expectativas del paciente. Como dato negativo, los médicos he-
mos descendido varios escalones en la consideración social. Por
empezar, deberíamos hacer un mea culpa todos, entendiendo que
ha descendido la calidad de la relación médico/ paciente. Esto es el
origen de todos los males. Un deficiente primer contacto, una pri-
mera entrevista irregular puede mostrar, a los ojos del paciente, a
un médico cansado, aburrido, desganado, indiferente al relato de
su paciente, o que inclusive mira más su computadora o celular
que los ojos de la persona que tiene delante. No es muy difícil,
entonces, que el consultante, para sus adentros, interprete que no
ha caído en buenas manos, y se frustrará su expectativa del mejor
tratamiento posible. ¿Qué desenlace puede tener un tratamiento?
No es muy difícil imaginarse las posibilidades, pero enumeré-
moslas, de todos modos:

1. Recuperación ad integrum.
2. Mejoría muy significativa.
3. Mejoría significativa.
4. Ausencia de cambios significativos. Empeoramiento pro-
gresivo.
5. Grave empeoramiento de la condición. Incapacidad severa
o muerte.

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Como dije anteriormente, nosotros, como médicos, tenemos
obligación de medios, pero no de resultados, según lo establecen
nuestros Códigos. La única excepción a esto estaría en el ámbito
de la Cirugía Plástica, donde un paciente concurre a ser tratado
con la expectativa de una mejor apariencia física, y allí se reuniría,
según algunos expertos en Derecho, la llamada obligación de me-
dios reforzada, es decir, el resultado sería mucho más esperable
que en el resto de los tratamientos médicos.
Para todo el resto de los tratamientos, rige el concepto antedi-
cho, es decir, poner a disposición de los pacientes nuestro mejor
conocimiento, técnica y habilidad científica, que permita al pa-
ciente mejorar su condición. Pero, claro está, la promesa del médi-
co está en la disponibilidad de estos medios, y no en la seguridad
del logro del mejor resultado que ambos esperan. Sigamos con el
camino del tratamiento.
En Derecho existe la llamada affectio societatis, es decir, la rela-
ción de dos o más personas que constituyen una sociedad, pen-
sada en el beneficio mutuo. Esa sociedad se inicia y se construye
sobre la base de la confianza entre ambos, e implica, lógicamente,
la colaboración y el cumplimiento del contrato entre las partes.
Como mencionamos con anterioridad, está presente el llamado
Contrato de Locación de Servicios, establecido por el Código Civil, y
esto obliga a las partes. Ahora, si alguno de los dos rompe este
contrato, la sociedad se desintegra, y ya no tiene sentido conti-
nuarla, porque se ha desvirtuado. La pregunta surge sola: ¿cómo
un paciente rompe este contrato?

83
1. No concurriendo a su consulta pactada.

2. No abonando sus honorarios de la forma establecida.

3. No siguiendo las indicaciones médicas.

4. Haciendo otra consulta con otro profesional por su cuenta,


sin haberlo conversado antes con el que la asistía.

5. Teniendo actitudes reñidas con un trato respetuoso bilateral,


como tener actitudes obscenas o intentar seducir, ser violen-
to verbal o físicamente, etc.

¿Y cómo el profesional puede romper ese contrato?

1. No presentándose a atender la consulta pactada.

2. No estando disponible para consultas adicionales, pese a


convenir lo contrario previamente.

3. Mostrándose prescindente e indiferente frente al estado del


paciente.

4. Teniendo actitudes fuera del decoro profesional, como ser


agresivo verbal y físicamente, intentar seducir al paciente, etc.

5. Efectuando la derivación a otro profesional en forma inco-


rrecta y abandónica.

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Sigamos con las consideraciones sobre el tratamiento y los po-
sibles escenarios, del más sencillo al más complejo.

1. Se inicia un tratamiento. Luego de cierto tiempo de asisten-


cia, el motivo de consulta es resuelto exitosamente. El pa-
ciente, en conjunto con su médico, resuelve que ya no es
necesaria la continuación de las consultas, con lo que se
otorga el alta médica de dicha asistencia. El profesional mé-
dico elabora una epicrisis, que le entrega al paciente con el
rótulo de secreto médico, y se despiden cordialmente. Queda
la posibilidad de una nueva consulta ante cualquier dificultad.

2. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamien-


to por su afección, ha logrado una recuperación bastante
aceptable, aunque no completa, de su condición inicial. El
médico tratante le ha informado que ha intentado diversas
alternativas pero que, dada la condición preexistente, en
su honesta opinión, es lo máximo posible lo logrado, y es
perfectamente razonable que pida una segunda opinión. El
paciente se siente satisfecho con esta explicación, y decide
seguir las indicaciones actuales de su doctor.

3. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamiento


por su afección, ha logrado alguna mejoría respecto de su
condición inicial, pero está bastante lejos de sus expectati-
vas al principio de su atención. Su médico le manifiesta que
ha recorrido las diferentes alternativas terapéuticas, y que
lo logrado, en atención a las complejidades de la patología,
es lo que razonablemente puede lograr. De todos modos, le

85
comunica que es decisión del paciente seguir o no bajo su
asistencia, a lo que este responde que lo pensará.

4. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamiento


por su afección, no ha experimentado cambios respecto
de su condición inicial. El médico explica, en los términos
más comprensibles posibles, su interpretación ante esta
falla terapéutica y consulta a su paciente sobre si desearía
una derivación a otro profesional, confeccionando epicrisis
y una nota de derivación correspondiente.

5. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamiento


por su afección, no solo no ha experimentado cambios para
mejor, sino que ha visto empeorada sensiblemente su con-
dición frente al inicio. El médico verifica que todas las fases
del tratamiento han sido cumplidas como marca la lex artis,
de la misma forma que el cumplimiento del plan terapéutico
por parte del paciente, por lo que admite frente a esto que
ha fracasado en el intento de recuperar su salud, y practica
la derivación correspondiente, tratando, dentro de lo posi-
ble, de gestionar personalmente la derivación al colega y
hablar con este. Se asegura de que el paciente llegue a la
consulta y, además, le explica a su familiar todo lo ocurrido.
Se pone a disposición ante cualquier consulta.

6. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamiento,


ha empeorado gravemente su condición. Estamos frente a
un escenario de estrepitoso fracaso de la asistencia, pese
a los mejores medios empleados para recuperar al paciente.
Lo principal, en estos momentos, es que el médico explique,

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más allá de su frustración personal, todo lo ocurrido al pacien-
te y a su familiar, y se encargue de gestionar su hospitaliza-
ción, dado el grave estado del paciente. Si este lo requiriera,
seguirá viéndolo en la internación y, si así no fuera, delegará
su asistencia al personal de planta, consignando todo pro-
lijamente en la historia clínica.

7. El paciente, luego de un tiempo razonable de tratamiento, ha


fallecido, o ha quedado grave y definitivamente incapacitado.
Es el peor de todos los escenarios, y completamente inespe-
rado al principio del tratamiento. La conducta recomendable
al profesional es que establezca contacto con la familia de
su paciente fallecido, y se ofrezca para una entrevista y dar
respuesta científica y humana a lo ocurrido. También será
recomendable que el médico pueda estar presente, aunque
sea por algunos minutos, para dar el pésame a la familia
en el momento del fallecimiento. Será importante recordar
siempre que la tarea médica es postergar la muerte y ven-
cer a la enfermedad, pero que la medicina no es jamás una
ciencia exacta. No pequemos de omnipotentes.

Para ir cerrando este capítulo, y aunque sea reiterativo: los mé-


dicos tenemos obligación de medios, y no de resultados.

87
Capítulo 9:
Cómo terminar adecuadamente un tratamiento

El Dr. Ariel Zurita es un médico psicoterapeuta psicoanalista de 49 años.


Si bien ha realizado su residencia en psiquiatría en un hospital público
de la ciudad, desde que inició su carrera médica supo que su pasión era el
psicoanálisis, por lo que, en forma paralela a su residencia asistió a nume-
rosos seminarios de psicoanálisis y se enfocó en el análisis lacaniano. Nieto
e hijo de padres psicoanalistas, considera su método de tratamiento como
«una llave mágica que abre todas las mentes».
Asiste desde hace diez años a Ramón Ávila Laprida, un estanciero de 50
años del centro de la Provincia de Buenos Aires, por lo que ha diagnosticado
como una depresión vivencial. Atiende en un coqueto consultorio enfrente de
la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y ve a su paciente tres veces por
semana, durante el período mencionado. No usa psicofármacos, porque en-
tiende que estos obturan al yo, como le ha explicado a su paciente. Lo cierto
es que la evolución no es lo que esperaba pero, según su supervisor, algunos
tratamientos son más largos que otros: hay que superar las resistencias. No ha
usado ningún consentimiento informado ni lleva historia clínica, porque con-
sidera que eso pertenece a la medicina positivista y a la psiquiatría alienista.
El paciente se presenta a la consulta y anuncia a su médico que dejará el
tratamiento, dada la falta de resultados. El psicoanalista le objeta al instante

89
que no debe dejar que las resistencias triunfen, pero Ramón le paga lo adeu-
dado, se levanta y se va. A la semana, Ramón consigue turno con un psiquia-
tra, quien lo entrevista y llega al diagnóstico de depresión mayor; lo medica
con antidepresivos IRSS. Recupera al paciente en noventa días. Ante esto,
Ramón inicia una demanda a su psicoanalista por estafa. El juzgado inter-
viniente niega tal demanda, por lo que apela y va a la segunda instancia,
donde se cambia la carátula del expediente. Imputa al médico psicoanalis-
ta, no por estafa (pues aplicó su arte y profesión con ciencia y a conciencia
y fue un medio de tratamiento que no obtuvo resultados en este caso), sino
por no haber presentado a su paciente todas las otras alternativas de tra-
tamiento posibles y por haberlo condenado a gastar un monto considerable
en dinero. Apelado por el sentenciado este dictamen, la instancia superior
confirmó esta sentencia, resarciendo al paciente con un monto dinerario
en concepto de daño psíquico y moral.

El hecho de iniciar el tratamiento con un paciente implica nece-


sariamente, desde el punto de vista legal, continuar su asistencia
mientras exista la relación profesional. Un cese de atención uni-
lateral por parte del médico podría llegar a configurar el delito
de abandono de persona, tipificado en el Código Penal, si de tal
situación se pudiera llegar a configurar un daño para el paciente,
de cualquier naturaleza.
En este punto, ya que hablamos de daño, quiero aclarar a mis
colegas que dicho concepto (el cual tiene un espectro bastante
reducido si lo vemos desde el punto de vista médico: se entien-
de como daño físico o psíquico), desde el punto de vista de los

90
abogados, es mucho más amplio. Un daño, desde esta perspecti-
va, incluye el daño físico, el psíquico y el llamado daño moral, algo
no muy tangible para nosotros los médicos, pero que el Derecho
especificaría como «la obligación de resarcir el  daño causado
por los actos ilícitos; comprende, además, la reparación del agra-
vio moral ocasionado a la víctima». Como ven, es un término un
tanto laxo, pero es muy concreto y doloroso cuando se convierte
en un monto de dinero que hay que pagar a alguien.
¿Cómo terminar un tratamiento en forma correcta? Según
Robert Simon, hay varias maneras:

1. Un acto unilateral por parte del paciente, que indica que se


retira del tratamiento. (Obviamente, esto se documenta en
la historia clínica).

2. Un acuerdo mutuo entre el paciente y su doctor, que esta-


blece que los servicios profesionales ya no son necesarios,
por cualquier causa que fuera.

3. Un acto unilateral por parte del médico, que establece que


ha decidido concluir con su asistencia al paciente.

Un concepto erróneo, que se ha venido transmitiendo en los


claustros universitarios y repetido hasta la extenuación, es que
uno tiene que atender siempre, todo el tiempo y en todo lugar.
Nada más equivocado. El profesional médico es antes que nada
una persona, a la que le ocurren distintos sucesos, biológicos y

91
psicológicos, y está sujeto a los vaivenes de su salud en su trabajo
cotidiano, como cualquier otro ser humano. Entonces, retomemos
el concepto de burn out.
El Síndrome Burn out (quemado, fundido) es un tipo de estrés
laboral, un estado de agotamiento físico, emocional o mental que
tiene consecuencias en la autoestima, y está caracterizado por un
proceso paulatino por el cual las personas pierden interés en sus
tareas, el sentido de responsabilidad, y hasta pueden llegar a pro-
fundas depresiones. 
A este estado los médicos podemos llegar con bastante facili-
dad. Entonces, es muy posible que en un momento no podamos
atender más o, directamente, no queramos atender más. No so-
portamos más los planteos, quejas y reclamos de los pacientes.
No podemos prestar atención siquiera. No nos gusta la cara del
que tenemos enfrente, ni tenemos la predisposición inicial de
ayudar, que debería ser la marca original de lo que hacemos
como médicos. Entonces, eso es burn out; dentro de lo que poda-
mos, con cuidado, como quien pisa hielo muy delgado y puede
romperlo con solo apoyar la suela, tenemos que ir retirándo-
nos de situaciones y pacientes complicados. En un ejercicio de
auto- y heterocuidado, nos reubicaremos en posiciones menos
críticas que impliquen como factor denominador no atender
pacientes.
Esa es una posibilidad. Pero, sin llegar al burn out, por cual-
quier razón (que podría incluir la cuestión contratransferencial:
lo que el paciente me despierta emocionalmente, que podría ser
sentir un gran rechazo, enojo, o cualquier sensación negativa, lo

92
cual no es un dato menor), yo puedo perfectamente no acordar
un contrato de tratamiento con mi paciente y acordar con él la
derivación a otro colega.
Ahora bien, esto se puede hacer en el consultorio privado per-
fectamente. Pero, en muchas charlas por todo el país, me han pre-
guntado qué pasa si un médico está trabajando en una institución
o en una obra social, mutual u otro sistema, donde no es el pa-
ciente que le paga, sino un determinado sistema que lo contrató.
Pensemos la respuesta de este modo: si yo tomo a un paciente
y ya, al momento mismo de conocerlo por primera vez, me ge-
nera instantáneamente un gran rechazo, ¿tendría ganas de asis-
tirlo con toda nuestra ciencia y energía? Bien, somos humanos.
Entonces, como esa persona debería ser asistida, procuraremos,
por todos los medios a nuestro alcance, la derivación al colega que
tengamos a nuestro alcance. ¿Por qué? Porque la posibilidad de
atender mal a esa persona, con una calidad por debajo de la que
podríamos tener, y de cometer errores debido a ese estado en el
que estaríamos, nos pone en un gran nivel de riesgo medicolegal y
de ser demandados por responsabilidad profesional. Y, con la de-
manda en la mano, nos preguntaremos por qué no lo derivamos
a tiempo. Pero ya será tarde.
La única excepción razonable es la situación del paciente
en emergencia. En efecto, el artículo 19 de la Ley 17132/67 de
Ejercicio de la Medicina establece la obligación de asistir al pa-
ciente que represente una emergencia y, hasta tanto, en caso de
decidir la no prosecución de la atención, sea posible asistirlo me-
diante el sistema público correspondiente. Un paciente, en una

93
consulta privada, por un agravamiento de su condición, puede
pasar a constituir una situación de emergencia.
¿Y qué pasaría, supongamos, si ese paciente perdió su obra social
o su cobertura, y no puede abonar su consulta particular? Bien, la si-
tuación se sostiene, por parte del profesional, en cuanto a proseguir
con su atención y, apenas mejore la condición del paciente, se hace la
derivación a otro profesional o al servicio público asistencial.
Perdón por la insistencia, pero siempre, derivado de cualquier
acto que se produzca, será condición imperativa que se anote todo
y prolijamente en la respectiva historia clínica.
La finalización del contrato de tratamiento extingue las accio-
nes que se puedan hacer de un lado y de otro: de hecho, finalizó
la razón por la cual se producía el encuentro, y finalizó la affectio
societatis: ya no somos una sociedad; esto se deshizo, y cada uno
sigue su vida por su lado.
Ahora bien, podría suceder que ese paciente volviera a pedir
asistencia. Claro, obviamente, si uno finalizó en forma correcta el
tratamiento, puede llegar a recibirlo nuevamente, siempre y cuando
tenga turno para él.

94
Capítulo 10:
El paciente difícil

La Sra. Dora Gutiérrez ha sido directora de una escuela pública, y se ha


acogido a los beneficios jubilatorios hace aproximadamente un año.
Se encuentra casada hace unos 38 años con Pedro, su marido, que es
constructor, unos 22 años mayor que ella, y al que manifiesta detestar.
Concurre a la consulta de su cardiólogo, el Dr. Benigno Rojas y, apenas
llega a la primer consulta, le deja en claro que lo consulta «porque es el
que atiende más cerca de su domicilio». Su motivo de consulta, al ser
interrogada, resulta vago y confuso, quejándose mayormente de moles-
tias precordiales, dejando en claro que es el tercer cardiólogo al que con-
sulta, porque el resto «no sabe nada». Se trata de una paciente obesa,
que ya ha pasado por una cirugía bariátrica hace cinco años, que fue
infructuosa dado que ella no modificó sus hábitos alimentarios. No para
de hablar todo el tiempo, y en la anamnesis agrega datos innecesarios,
como el conflicto matrimonial que afronta su cuñada, con la que prác-
ticamente no se ve. El examen físico, practicado por el paciente doctor,
no revela patología presente de gravedad, pese a lo cual indica estudios.
Cuando la paciente los ve, dice que no sabe si tendrá tiempo suficiente
para hacerlos, porque ella está muy ocupada y está planeando un viaje
de placer a Brasil. Se despide con una actitud altanera y despectiva, y el

95
doctor le dice que coordine con la secretaria la nueva cita, pero la llama
a esta última y por teléfono le dice que le dé turno para dentro de ocho
meses. Respira aliviado.

Como mencionamos en los capítulos precedentes, la relación


médico/paciente ha ingresado a una etapa de notorias comple-
jidades, influida en gran medida por los cambios culturales y
por el uso creciente de la tecnología. En este punto, se remarca
el hecho de la desaparición, por imperio de estas circunstancias,
de la llamada medicina paternalista, que obviamente tuvo su utili-
dad para una determinada etapa de nuestra cultura, pero ya ha
desaparecido por su obsolescencia. Para los lectores más jóvenes
(que no vivieron esa etapa), el estilo médico transmitido en los
claustros universitarios por aquel entonces dejaba traslucir una
sensación de superioridad y omnipotencia. Cada profesor daba
su exposición; en general, los titulares de cátedra amaban la clase
inaugural, muy solemne y brindada en el aula principal de cada
departamento, en un elevado hemiciclo, que daba al evento una
aun mayor solemnidad. El concepto transmitido, subliminal era
Labor omnia vincit (‘el trabajo todo lo vence’). Nada más errado,
pero ese era el mensaje. El problema de este modelo —donde
los egresados eran nada más y menos que los hijos dilectos de
Esculapio, y los consultantes, seres de un día como los descriptos
por los antiguos griegos— era la brecha comunicacional dada
por el mismo estilo de la consulta. El Médico (dicho así con ma-
yúscula) estaba para cosas realmente importantes. Entonces, no

96
debía importunárselo con pequeñeces de la vida cotidiana del
paciente, datos que terminaban siendo cruciales para efectuar un
correcto diagnóstico. Pero, por no molestar al doctor, estos datos
no se transmitían. Entonces, el colega arribaba a un diagnóstico
incorrecto, por ende, un tratamiento inadecuado, y el paciente
iba a conocer a Dios en persona.
De ese estilo solemne y grandilocuente nos fuimos al otro ex-
tremo. La medicina contemporánea ha sido desvalorizada tanto
en la consideración social como en el área laboral, como fuente ra-
zonable de ingresos. Los honorarios médicos pactados por obras
sociales y prepagas han descendido a niveles paupérrimos. Un
dato significativo que siempre he recogido en mis clases a alum-
nos de pregrado es la composición promedio de las comisiones
que concurren a la cátedra y su composición por género: hacia
1987 eran un 70% de varones y 30% de mujeres; hoy son un 80%
de mujeres y un 20%, o menos, de varones. ¿Qué lectura se extrae
de ese dato?, que la medicina, como medio de ganarse la vida, ha
dejado de ser redituable, y el sexo masculino recurre a otras pro-
fesiones u ocupaciones en la expectativa de mejor remuneración,
dato de carácter sociológico básico. En este contexto, vamos el
tema del paciente difícil.

¿Qué es un paciente difícil?

Me gusta la definición de paciente difícil que da John O’Dowd: es un


integrante de un grupo heterogéneo de personas, frecuentemente

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afectadas de enfermedades relevantes, cuya particularidad es cau-
sar distrés en el equipo tratante. Sin embargo, a veces es mucho
más que eso. Según el trabajo producido por la Universidad de
Navarra, me parece que el conjunto de este tipo de pacientes se
dividiría en dos tipos, a saber:

1. Los derivados por características del mismo paciente.

2. Los derivados por las emociones y sentimientos que produ-


cen en cada profesional.

El punto es que esta calificación que a veces hacemos rápida-


mente de paciente difícil puede ser bastante arbitraria, porque es-
tamos haciendo, también rápidamente, un descarte de un factor
muy importante: nosotros mismos. Por eso se prefiere hablar, con
un sentido de equidad mínimo, de relaciones difíciles médico/
paciente, y empezar a trabajar desde allí un tema que no tiene,
como dicen varios autores, mucha bibliografía específica. Y, por
otra parte, en este mismo texto, se ha agregado un capítulo, que
es el que sigue a este, «El médico difícil».
En lo que atañe al fondo de este trabajo, este tipo de pacien-
tes constituye, sin duda, un desafío a nuestra capacidad médi-
ca. Tanto por la complejidad de los problemas que presenta y
de los que se queja como de los aspectos transferenciales (di-
cho en términos psicológicos) que despierta en el profesional,

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al punto que esté pensando, en su consultorio, algo así como:
«Ojalá que hoy no venga», «Que falte», «Que tenga un incon-
veniente, un accidente», «Que esté enfermo», en fin, múltiples
pensamientos con tal de no tener que verlo.
Las sensaciones referidas experimentadas por el médico os-
cilan entre la agresividad, el enojo, el fastidio, el aburrimiento, el
sentir su autoridad médica amenazada y cuestionada, el temor, la
desesperanza, la frustración, entre otras. De más está decir que
las funciones cognitivas de este médico estarán emocionalmente
afectadas y, desde cualquier lugar que esto sea observado, se en-
contrará en grave riesgo de producir un hecho que derive en una
demanda por responsabilidad profesional.
¿Cuál es la cantidad promedio de pacientes con estas compli-
caciones que los médicos recibimos? Según distintas opiniones,
estaríamos en presencia de un fenómeno que rondaría el 10% del
total, es decir, un número bastante significativo. Esto implica ne-
cesariamente la preparación del colega para saber cómo se mane-
jará cuando inevitablemente, un paciente con estas características
se presente en el consultorio. El no disponer de esta preparación
generará, en el corto plazo, un distrés en el profesional de salud, y
elevará, como dije más arriba, su predisposición a tener, en forma
inopinada, una demanda profesional.
¿Podemos saber qué factores, tanto del paciente como del
médico, intervienen para que se dé esta complicada relación?
Sí, claro.
Los aspectos del paciente se resumirían en los siguientes:

99
1. Patología del paciente, especialmente si se trata de una pa-
tología crónica con características invalidantes.

2. Personalidad del paciente con énfasis en las personalidades


pasivo- agresivas, o en personas con trastorno límite de la
personalidad o con indicadores de sociopatía.

3. Circunstancias de la atención con diferencias marcadas en


un ámbito urbano o rural, en el sector público o privado, con
turnos acordados o con salas de espera abigarradas, etc.

Los aspectos del profesional se resumirían en los siguientes:

1. Personalidad que puede tener rasgos perfeccionistas, obse-


sivos, narcisistas, autoritarios, etc.

2. Circunstancias de la atención, en consultorio propio o en


uno institucional, público o privado, presión por tener que
atender muchos pacientes en corto tiempo, deficiente paga
por los servicios prestados, etc.

Los aspectos del medio, también influyen: características físi-


cas y organizativas del lugar donde se desarrolla la atención, en
cuanto a la presencia o ausencia de personal entrenado y orien-
tador, con información precisa a los consultantes sobre el tipo
de atención que se brinda; horarios; profesionales; capacidad de
hacerse cargo y contener a pacientes en caso de emergencia, etc.

100
¿Cómo manejamos a este paciente difícil?

Lo manejaremos del siguiente modo:

1. Adoptando una postura evaluativa frente al paciente, tratan-


do de pensar en esta atención como un desafío intelectual,
como si fuera un puzzle complejo por resolver.

2. Aceptando las emociones que el paciente deposita en no-


sotros, pero manteniéndolas aisladas, separando el enojo
posible en todo momento, pues es nuestra reacción la que
espera este paciente.

3. Analizando el conjunto, incluyendo la posibilidad de trastor-


no mental. Por eso es importante tener a mano un manual
DSM o CIE 10, que permita ilustrar mejor frente a qué cuadro
estamos.

¿Qué modificaciones hacemos en el entorno


donde trabajamos?

Es muy posible que el ambiente en el que trabajamos, especial-


mente la sala de espera del consultorio, tenga aspectos a corregir,
como falta de flores, o decoración, o música, o huela mal, con mo-
biliario antiguo y antifuncional. Tenemos que pensar que nuestra
sala de espera, para ese paciente, es como un adelanto de la im-
presión que el mismo médico va a causar, y por eso es necesario
tenerla en la forma más atildada posible.

101
¿Qué modificaciones hacemos en nosotros mismos?

Interesante. ¿Cómo querría que se vistiera el médico que nos


atendiera a nosotros? Con guardapolvo o sin guardapolvo? ¿Con
corbata o sin corbata? ¿Es importante que el consultorio esté or-
denado, o esto es indiferente? Estos datos son registrados por el
paciente, e ingresan dentro del campo de la transferencia que el
paciente puede hacer con nosotros. También es importante cuán
cómodos nos sentimos. Yo atiendo en un consultorio donde tengo
mi biblioteca principal, y eso le gusta a la mayoría de mis pacien-
tes, o al menos, nunca nadie me manifestó que le disgustara. Pero
puede haber otros a las que le parezca demasiado grande o que
querrían una pared sin tantos adornos. La presentación del espa-
cio de atención será también parte del tratamiento, sin dudarlo.

102
Capítulo 11:
El médico difícil

El profesor Martínez es un médico dermatólogo de renombre. Ya pisando


los 70 años, es considerado casi como un prócer entre sus colegas. A pesar
de su edad, llega a horarios extremadamente temprano y se retira entrada
la noche. Su vida es el hospital y sus pacientes. Pero nadie se le acerca, salvo
que sea estrictamente necesario. Su mal carácter es emblemático y, si bien
responde las consultas que se le hacen con una precisión quirúrgica, no deja
de deslizar ironías hirientes al consultante, que hace que estas interconsul-
tas se hayan reducido hasta prácticamente desaparecer. Su mujer falleció
hace algunos años, y sus hijos tienen escaso contacto con él, por lo que vive
solo. Su colaborador más cercano, el Dr. Miguel, es como su secretario per-
sonal y su vestidor, y tiene una relación de adoración y sumisión con él. Le
presenta los pacientes del día en su despacho y prepara las recetas con las
indicaciones que el viejo profesor prescribe. En una de las consultas que ha
atendido el profesor, la loción indicada, extrañamente, provocó un shock
anafiláctico en un paciente, seguido de muerte por asfixia. El viejo maestro
y su ayudante están desolados frente al airado reclamo de los familiares y
a la presentación de una demanda contra él y el hospital.

103
La carrera médica de pregrado es, en general, una carrera larga y
dura. Las horas de estudio, junto con los exámenes y las prácticas
hospitalarias (que nos llevan a estar mal comidos y peor dormi-
dos) pueden producir bastante inestabilidad emocional. Las crisis
del médico en formación son moneda corriente.
Graduarse no cambia dramáticamente las cosas. Terminada
la currícula universitaria, el profesional debe insertarse labo-
ralmente en un mundo competitivo en las grandes urbes y, a
menudo, iniciarse en trabajos médicos que, en general, no son
muy deseados, como las urgencias en ambulancias, los exáme-
nes laborales, el control médico de ausentismo y el trabajo de
reconocimiento médico en ámbitos deportivos. Y no muy bien
pagos, por cierto.
Vencer los tiempos adversos no es una tarea fácil, valga la ver-
dad de Perogrullo. Y eso va modificando las condiciones caracte-
rológicas preexistentes, y van moldeando, según el individuo, una
persona amargada y antipática, que va a realizar su trabajo con un
disgusto variable, y así será visto por sus potenciales pacientes. Es
esta una de las ecuaciones cuando conversamos anteriormente
sobre la relación difícil entre médico y paciente, que no siempre
es tenida en cuenta; se le enrostra la culpa al paciente en la mayor
parte de los casos.
Yo recomiendo a todos los colegas que vean la película con
William Hurt llamada en el original inglés The Doctor, que aquí se
denominó Esperanza de Vida. Trata de un médico cirujano que es
tanto genial como de mal carácter, y conocido por ello en todo el
hospital donde trabajaba. Un día, al doctor le diagnostican cáncer

104
de garganta y, para su sorpresa, deja de ser el profesional omni-
potente para convertirse de la noche a la mañana en un paciente
más y, para colmo, en su propio lugar de trabajo. Sufre en carne
propia el trato que hasta antes de la enfermedad les daba a sus
pacientes. No cuento el final, pero es imperdible para todo aquel
que ama la profesión médica.

¿Cuál es el perfil de un médico difícil?

1. No está consustanciado con los objetivos y fines del lugar


donde trabaja. Como decimos habitualmente, se corta
solo, es individualista y no está disponible para un trabajo
en equipo.

2. No está abierto a comentarios que se le formulen, así como


tampoco a recibir consejos o recomendaciones de colegas
y superiores. Entiende que está haciendo lo mejor, y reac-
ciona enojado frente a sugerencias e indicaciones.

3. Incrementa costos de la institución o lugar donde trabaja,


pidiendo estudios complementarios y ordenando prácticas
que no revisten verdadera lógica médica

4. Su trato con el paciente es rígido y malhumorado, poco o


nada dispuesto a responder preguntas, y limitándose es-
trictamente a la cuestión de la consulta, no permitiendo
explicar al paciente sus dudas y comentarios

105
5. Algunos producen comentarios sarcásticos o en voz alta e
intimidante al paciente, y llegan a tener gestos despectivos
o físicamente amenazantes, como cerrar violentamente una
puerta, empujar una silla y producir todo ruido con el fin de
asustar.

6. Reprocha al paciente, habla mal de los colegas que lo aten-


dieron previamente y, sin conocer toda la historia del en-
fermo, le hace pronósticos sombríos, y hasta fatales por su
evolución.

7. Las condiciones psicológicas más vistas son inmadurez,


trastornos de personalidad asociados, narcisismo patoló-
gico. Lleva al extremo las peores prácticas de la medicina
defensiva para protegerse.

¿Qué se puede hacer con este colega?

¡Buena pregunta! Indudablemente, si está trabajando, lo necesita,


por lo menos económicamente. Lo que no advierte claramente es
la acción disruptiva que produce o, al menos, parece no advertirla.
Al mismo tiempo desvaloriza el tremendo efecto que esto produce
en el paciente.
En estos tiempos de auge de demandas de responsabilidad
profesional, un colega así se pone a sí mismo, y a todos los que
trabajan con él, en una clara situación de riesgo y en el centro de
la mira telescópica de la justicia. Por eso es imperativo que, ante

106
el conocimiento de esta situación, sea su superior jerárquico y
sus colegas de confianza los que puedan acercarse e instar a este
médico a pedir ayuda profesional psiquiátrica y psicoterapéuti-
ca por un lado y, por otro, destinarlo a un área donde no haya
atención directa a pacientes, con el fin de evitar un desenlace con
consecuencias dañosas para todos los involucrados.

107
Capítulo 12:
La conducta inapropiada del profesional médico

El Dr. Viñales es un prestigioso psiquiatra y psicoterapeuta de 59 años de


edad. Desde el mismo inicio de su carrera médica, ya sabía de su pasión
por el estudio de las enfermedades mentales graves, y por ello concurrió
en el pregrado a diferentes hospitales psiquiátricos, donde entrevistaba a
pacientes con la historia clínica a la vista, sacrificando feriados y salidas
con amigos. Cursó sus estudios universitarios con gran facilidad; egresó
con altas calificaciones, que repitió en su residencia, donde se distinguió
rápidamente por su aptitud para la psicosemiología y por los abordajes
psicoterapéuticos y farmacológicos. En la actualidad, ya separado, sin
una pareja estable, sigue atendiendo en su consultorio y recibe un día
a Lucía, una esbelta mujer de unos 45 años de edad, profesora de edu-
cación física, divorciada sin hijos. Profesionalmente, aborda su motivo
de consulta, que es una depresión crónica, en parte motivada por una
disfunción tiroidea sin resolver pero, a lo largo de sus sesiones, empieza
a darse cuenta que le presta más atención que al resto de sus pacientes.
Programa sus encuentros para el último horario, y un día invita a su pa-
ciente a tener la sesión cenando afuera. En forma previsible, termina en
el departamento de Lucía y se involucra sexualmente con ella. Luego del
encuentro se siente abatido y desorientado, pues nunca le había pasado

109
algo igual. Quiere seguir atendiéndola, pero al mismo tiempo siente una
atracción sexual magnética. No sabe bien qué pasos seguir.

Yo creo que las fantasías que tiene uno cuando es chico son fan-
tásticas. Como uno todavía no ha sido tan contaminado por los
datos duros de la realidad, una buena parte de los pensamientos
están fuertemente teñidos por estas fantasías, que pueden ser
aterrorizadoras o divertidas. Afortunadamente para mí, prevale-
cieron estas últimas en mi infancia como hijo de padres de clase
media trabajadora.
De recién nacido, vivía en una localidad industrial de la zona
sur del Gran Buenos Aires, pero curiosamente nací en el Hospital
Rivadavia, localizado en una de las zonas más acomodadas de la
Capital. Durante mucho tiempo, no entendí el porqué, hasta que
luego me informaron que la maternidad de ese Hospital estaba re-
putada como la mejor del país. Las vueltas de la vida me llevaron a
dar clases en esa institución y a poder recorrer el magnífico Museo,
que aún hoy en día funciona. Pude ver las bañaderitas y cunitas
provenientes de París, de donde dicen que vienen los bebés.
Al tiempo de nacido, padecí, según me cuentan, recurrentes
episodios de anginas. Los antibióticos no eran tantos ni tan pode-
rosos por aquel entonces y, por ello, mis crisis eran repetidas. A tal
punto que uno de esos episodios derivó en una glomerulonefri-
tis, con anuria de 72 horas, según me comentaron. Los pediatras
consultados decían a mi madre que mi fallecimiento iba a ser en
cuestión de horas. Sin embargo, pude volver a tener mi funciona-

110
miento normal en forma sorprendente y, dado que el smog indus-
trial era la causa de mis enfermedades, mis padres resolvieron la
mudanza a otra localidad del mismo sur, de aire más puro, donde
todo lo sufrido quedó en el olvido.
Cada tanto tenía visitas de médicos a mi domicilio por las ben-
ditas anginas, entonces mucho más espaciadas y benignas. Y, vien-
do a los médicos que me asistían, llegué a la completa convicción
de que eran invulnerables, porque había visto familiares y otras
personas enfermas, pero nunca a un médico. Así que, por lo visto,
eran superhéroes.
En el devenir de la vida de un médico, pasan muchas cosas,
como le pasan a cualquier persona. Los años, por ejemplo. Y lo
curioso que tenemos los seres humanos, entre otras cosas, es
nuestra distinta aptitud y actitud para enfrentar los años y cómo
capeamos, dicho en términos náuticos, los temporales que la vida
nos va presentando.
Un tema que es, como dicen los más jóvenes que uno, trending
topic entre las causas de demandas contra médicos en Estados
Unidos, es la impropia conducta sexual de los profesionales con
sus pacientes. Es un tema que llena bibliotecas sobre Derecho,
ha generado novelas y hasta películas y, por supuesto, suple-
menta con gruesos billetes los bolsillos de los abogados, amén
de producir decenas de multas, inhabilitaciones, y hasta prisión
de médicos acusados de abuso sexual y violación a sus pacientes.
Curiosamente, no es un tema del que se hable en Argentina.
De hecho, creo que soy yo el único que menciona el asunto en
los congresos en que me toca participar. ¿Será que no pasa aquí?

111
¿Será el producto de la influencia atmosférica del cono norte? ¿O
tal vez la profusión de la comida chatarra? Vaya uno a saber.
Bromas aparte, pasa en todos lados, y es algo vergonzante, de
lo que nadie quiere hablar demasiado. Pero la realidad es que ocu-
rre y no se denuncia en la proporción en que debería hacerse.
¿Qué pasa con este tema? ¿Por qué un/una (no seamos exclu-
yentes) profesional de la salud —y aquí no solo hablamos de médi-
cos, sino de todos los trabajadores de la salud—, cree posible tener
un contacto sexual con un paciente? Qué les pasa por la cabeza?
No existe una respuesta clara, así como tampoco en el caso de
los miembros de las diferentes iglesias, instituciones educativas,
deportivas, y tantas otras de todo el planeta que tienen conducta
sexual indebida y aprovechadora de su grado, poder o condición
sobre otros más débiles.
En el caso que nos ocupa, estrictamente hablando del médico,
la gravedad del caso radica en que esto ocurre en el marco de la
relación médico/paciente. Desde el punto de vista del Derecho, la
relación médico/paciente es un vínculo asimétrico. Esto se entiende
porque está compuesto por una persona, que es el médico, el que
tiene conocimiento, y entonces poder, sobre otra, que es el pacien-
te, el enfermo, el que está, entiéndase esto en términos legales, en
condición menesterosa, que quiere decir necesitado. Concurre a ver
al médico porque no tiene más chances: su enfermedad lo está de-
vastando; está obligado a consultar. Entonces, se genera el vínculo,
que es un contrato, como ya dijimos antes, entre las dos partes. El
problema surge cuando una de estas, el médico (con el poder que
dijimos) aprovecha su ascendiente sobre el paciente, la transferen-

112
cia que el paciente ha hecho con él, e impone un contacto que exce-
de lo que el contrato original establecía. Es decir, rompe el contrato
de tratamiento con algo que no estaba al principio. Y, aunque el
paciente acepte el vínculo sexual con su médico, la figura legal, dado
que se produce de esta manera, es la de violación del Código Penal.

Artículo 119. - Será reprimido con reclusión o prisión de seis (6) meses
a cuatro (4) años el que abusare sexualmente de una persona cuando
ésta fuera menor de trece (13) años o cuando mediare violencia, ame-
naza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia,
de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cual-
quier causa no haya podido consentir libremente la acción.
La pena será de cuatro (4) a diez (10) años de reclusión o pri-
sión cuando el abuso por su duración o circunstancias de su reali-
zación, hubiere configurado un sometimiento sexual gravemente
ultrajante para la víctima.
La pena será de seis (6) a quince (15) años de reclusión o prisión
cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere
acceso carnal por vía anal, vaginal u oral o realizare otros actos
análogos introduciendo objetos o partes del cuerpo por alguna de
las dos primeras vías.

En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la pena será de


ocho (8) a veinte (20) años de reclusión o prisión si: a) Resultare
un grave daño en la salud física o mental de la víctima; [...].

113
La verdad, yo, como médico, lo pensaría muchas veces, a
la luz de lo que aquí se expone. Estamos hablando del Código
Penal y de un delito con privación de la libertad para su autor.
Pero aquí es esencial recordar, aunque sea de Perogrullo, que
ese paciente nos llega a conocer en virtud de nuestra condición
de médicos tratantes, no porque nos conoció de casualidad
en la vía pública o en las redes sociales, y quedó subyugado
por nuestra condición física, psíquica o intelectual. De ser de
este último modo, y existiendo una relación consensuada, no
habría inconveniente, que sí se genera cuando esto pasa en el
consultorio.
Hago énfasis especialmente en lo mencionado en el artículo
cuando dice:

[...] cuando mediare [...] una relación de dependencia, de auto-


ridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier
causa no haya podido consentir libremente la acción.

Este y no otro es el quid de la cuestión. Existe una posición no


simétrica, sino de ascendencia sobre el paciente, que no estaría si
el encuentro fuera casual y en la calle.
Siguiendo a Simon, vamos a las características del paciente
vulnerable:

114
1. Paciente con depresión actual y pérdida reciente de una
relación afectiva.

2. Paciente con personalidad pasivodependiente.

3. Paciente que ha sido abusado sexual y físicamente cuando


era menor.

4. Paciente con internaciones psiquiátricas previas, enferme-


dad psiquiátrica mayor, intentos suicidas y/o dependiente
de alcohol y/o drogas.

5. Paciente con trastorno de personalidad límite, dependiente,


masoquista e histriónica.

6. Paciente físicamente atractivo con baja autoestima.

Y el perfil de profesional médico vulnerable, según Simon, es


el siguiente:

1. De entre los 40 y los 50, y más edad.


2. Sexo masculino.
3. Con hijos adolescentes y con problemas matrimoniales.
4. Con síntomas crónicos de alguna enfermedad no incapa-
citantes.
5. Con algún tipo de depresión, trastornos del sueño y abuso
de alcohol y/o drogas.

115
6. Con una práctica profesional poco gratificante, donde se
siente chamuscado.

7. Y está atendiendo a un paciente joven y atractivo.

Más allá de los graves problemas legales involucrados, el con-


tacto sexual con un paciente es un fracaso profesional. No era lo
que estaba establecido hacer, y todo se ha ido por la alcantarilla.

¿Qué podemos hacer para prevenir caer en estas


situaciones?

1. Reconocer en primer lugar en qué período de nuestra vida


estamos. Como diría un amigo, cuán quemada está la tosta-
da. Si nosotros vemos a una paciente y, apenas entra, pienso
que es el amor de mi vida que viene a verme, hay que deri-
varla inmediatamente.

2. A veces, el involucramiento de un profesional con su pacien-


te ocurre gradualmente. Si empiezan a ocurrir violaciones de
los límites que no pueden ser corregidas (como querer verla
fuera del consultorio, o en horarios atípicos que no repre-
sentan emergencia), corresponderá también su derivación.

116
3. También será bueno consultar el tema con un colega o con
un psiquiatra, el que podrá hacer recuperar la perspectiva.

4. Sería importante también consultar con un psicoterapeu-


ta, a fin de resolver problemas de fondo, de los cuales esto
puede ser un síntoma.

5. La humildad, contraria al narcisismo, es fundamental. Noso-


tros deberíamos poder reconocer, en un momento determi-
nado, que estamos perdiendo nuestra capacidad científica
y técnica, y nos estamos sumergiendo lentamente en un su-
puesto enamoramiento con nuestro paciente. Dejamos de
anotar en la historia clínica, por empezar, porque lo estamos
mirando todo el tiempo. No pedimos estudios complemen-
tarios; le dedicamos mucho más tiempo de consulta, y se
producen innecesarios llamados telefónicos o por mensaje
de texto o de whatsApp, que no se corresponden con la con-
sulta médica por sí, sino con temas esencialmente sociales
y afectivos. Nos atrae esa persona, que es la que única y ex-
clusivamente se interesa por nosotros y por nuestras vidas
solitarias y miserables, hundidos en miles de consultas de
otras personas para los que solamente somos una máquina
de atender y expedir recetas y órdenes.

Todos estos, entre otros, serán los indicadores ineludibles de


que es el momento de la derivación oportuna, por el bien de nues-
tro paciente y del propio.
¿Y qué pasa con un expaciente? Puedo tener una relación emo-
cional? Qué pregunta, Mario. No hay datos de esto en Argentina;

117
parecería que aquí el tema no existe, lo cual es mentira. Pero los
norteamericanos, variando de estado a estado, coinciden en que
un profesional podría tener un vínculo afectivo con su expacien-
te luego de un período de dos años luego de la última atención,
estudiando caso por caso. Lo que no permite la jurisprudencia
americana es que uno acelere el alta, en la expectativa del inicio
de un vínculo, lo que se llama, aquí y allá, hacer trampa.
Según Simon, no es mala la idea de Once a Patient, Always a
Patient, lo que quiere decir que, si fuiste un paciente, siempre lo
serás. Y, honestamente, me parece lo mejor. Uno puede tranquila-
mente establecer una relación con todo el universo; ¿por qué tiene
que ser necesariamente con un paciente, habiendo tanta gente en
el planeta Tierra? Y, en un futuro, ese mismo paciente puede re-
querir volver a ser asistido por la misma dolencia o por otra.
Primero, como corolario, esto pasa en nuestro país. Lo que ocu-
rre es que la hipocresía y el establishment no permite que seamos
lo suficientemente sinceros para conversar abiertamente de esta
problemática.
Segundo, esta conducta produce daños psíquicos a innume-
rables pacientes, que debido a esto andan el resto de sus vidas
viviendo con diferentes síntomas que nosotros, los médicos, les
provocamos con nuestra inconducta sexual.
Tercero, esto está penado por la ley penal y amerita pérdida de la
libertad para el agresor. No es un chiste: es una violación, guste o no.
Por eso, aunque el paciente diga sí, hay que decir no.
Siempre.

118
Capítulo 13:
El médico: las redes sociales y la telemedicina

El Dr. Velázquez es un médico clínico de 44 años de edad. Ha completado


muy satisfactoriamente su formación médica y, desde el inicio de su carre-
ra, ha pensado que la computación debería ser una herramienta de mucha
utilidad para el tratamiento de sus pacientes, y por ello ha realizado cursos
diversos relacionados con la historia clínica electrónica y con la comunica-
ción virtual con sus pacientes. Está muy contento porque, desde este año,
importantes empresas de medicina prepaga proponen la consulta virtual
a sus afiliados, lo cual confirma el futuro que vislumbraba. Tiene una en-
trevista, por medio de la que, por sus notorias aptitudes profesionales, es
contratado para el sistema de telemedicina, destinado a pacientes que no
pueden concurrir al consultorio. Hasta ahora le va muy bien, pero esta ma-
ñana asistió a una mujer, que consultaba vía web por unas manchas en la
piel y le pregunta si puede verlas, a lo que el Dr. Velázquez asiente. Cuando
la mujer le muestra, descubriéndose su torso y antebrazos, revela heridas
cortantes múltiples en torso, mamas, antebrazos y lesiones compatibles
con quemaduras de cigarrillos en espalda, amén de hematomas lineales de
colores diferentes en todo el dorso, de varios días de evolución. Le pide si le
puede prescribir una crema para esas lesiones. El Dr. Velázquez se tapa la
boca, impactado ante lo que ve, sin saber qué hacer.

119
La creciente tecnificación de todo, a la que hemos hecho alusión
en más de una oportunidad en este texto, ha traído aparejados
grandes cambios culturales en nuestra sociedad, que impactaron
de lleno en la relación médico/paciente. A nadie en su sano juicio
se le hubiera pasado por la cabeza la posibilidad técnica de tener
una entrevista médica a través de su computadora, o incluso des-
de su celular: hoy es una realidad. Ahora bien, ¿esto es para bien,
o desnaturaliza el acto médico de verdad?
Más aún: ¿cuáles son las consecuencias de una consulta hecha
por WhatsApp, donde a mí, que soy psiquiatra, una mujer que se
hace llamar Lea, desde un número de teléfono que desconozco, me
cuenta que el antidepresivo que toma le está quitando el sueño
y me pregunta cuánto cobro, para ver si me hace una consulta?
Creo que hay que poner un poco de orden en todo esto. Uno
de los problemas que tenemos, luego de alguna recorrida que he
podido hacer por países europeos y por Estados Unidos es que,
comparando con lo que usualmente se estila en esos países, nos
está faltando un poco de educación. La facilidad de acceso a las
redes mediante las pantallitas de los móviles jerarquiza para los
usuarios jóvenes, del mismo modo, una consulta con un profe-
sional médico que la compra de un artículo doméstico. Y no es lo
mismo, solemnidad aparte.
El límite educativo, en este caso, tiene que ser respetuosa-
mente colocado por el profesional médico. Desde mi opinión,
que no tiene que ser necesariamente compartida, no se pueden
responder unas consultas de este tipo sin tener un contacto pre-
sencial con el posible paciente, y es lo que indico en todos los

120
casos. Hay un chiste muy gracioso que se distribuyó en una red
social: en una consulta por una erupción en la piel a un médico,
él responde si quiere una consulta o un consejo. La consulta tiene
un costo, y el consejo es gratis. El que le escribe dice: «Entonces
quiero un consejo». Y la respuesta es: «Bueno, te aconsejo que pi-
das una consulta».
Desde noviembre del 2014, un fallo plenario de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación estableció que los medios elec-
trónicos pasaban a tener la misma vigencia que el soporte papel.
Esto produjo una verdadera revolución: clásicamente, era el papel
el medio fiel para transmitir todo tipo de resolución judicial, y la
documentación anexa en su caso. A partir de allí, se crearon los
expedientes digitales, y se está avanzando aceleradamente en la
digitalización de todo. Estoy seguro, aunque no lo veré, de que el
fin de este siglo marcará la definitiva extinción del papel y de la
tinta como milenarios soportes de la cultura, tal como existe en
este planeta hoy día.
Otro tema: ¿qué pasa con las consultas tipo Skype on line?
¿Son beneficiosas o son perjudiciales? Otra buena pregunta. En
Estados Unidos, está en extraordinario auge la telemedicina.
Una buena parte de las consultas se realizan con el paciente en
su casa, y un ejemplo paradigmático de ello son las empresas
de telepsiquiatría. Las diversas patologías psiquiátricas muchas
veces no permiten que el paciente concurra a su médico, como en
el caso de graves problemas fóbicos o de pacientes depresivos
que casi llegan arrastrándose a su monitor. Otros podrían pero,
por problemas de prejuicio o a veces de distancia geográfica, no

121
están en condiciones de una concurrencia regular a un consulto-
rio. El sistema americano está tan perfeccionado que el psiquia-
tra a distancia ve a su paciente, puede prescribirle o modificarle
su medicación y, en su caso, enviar una receta electrónica a la
farmacia más cercana, con la seguridad de que el medicamento
estará esperando al paciente, rotulado con su nombre y número
de documento; en este caso, su número de seguridad social. El
sistema es aceptado por un número de psiquiatras, quienes, ya
sea desde su consultorio, hogar, o incluso lugar de vacaciones,
pueden asistir a sus pacientes en el horario que consideren más
conveniente, con el agregado de que el no show (o sea, el pacien-
te concertó la cita electrónica, pero no se conecta en el horario
preestablecido) igual va a significar para el profesional el pago
de sus honorarios a cargo de la empresa que lo contrata, que
luego lo facturará al paciente.
Damas y caballeros, colegas prestigiosos que leen estas líneas,
la telemedicina ya está aquí y se va a imponer en un plazo bastante
corto, reemplazando progresivamente a la medicina tradicional de
consultorio. Por supuesto que habrá excepciones y casos en que se
deberá tener una consulta personalizada, pero no es una fantasía
demasiado futurista, digna de Los Supersónicos, sino uno de los tan-
tos cambios culturales a los que asistiremos en poco plazo.
Por eso, nada mejor que la preparación para lo que viene.
Todavía no hay legislación puntual, pero no se preocupen: en
cuanto los amigos abogados verifiquen que puede ser una fuente
de litigio contra los médicos, ya verán que aparece en el corto pla-
zo. Lo cierto es que, del mismo modo que superamos a la medicina

122
paternalista, la del clásico consultorio también pasará a la histo-
ria, y tendremos que acostumbrarnos a la entrevista en video en
tiempo real, la receta electrónica, la historia (obviamente también
electrónica) y un sistema de back up de las entrevistas médicas
que documenten fielmente el trabajo que haremos. Allá vamos,
como diría un famoso programa.
Una última consulta a los lectores: un paciente en tratamiento
ubica mi página de Facebook y me manda un pedido de amistad.
¿Acepto o no?

123
Capítulo 14:
El momento de colgar los guantes

La Dra. Oshiri es una dedicada anestesióloga, de sólida formación académi-


ca y profesional. De contextura pequeña y descendiente de japoneses, se ha
sabido abrir, basándose en su enorme capacidad científica y técnica, camino
en una profesión clásicamente de hombres, que primero se burlaban por su
tamaño y apariencia, y luego mostraron admiración y respeto por su capa-
cidad. Budista de religión, se dedicó por entero al estudio y, dado que es de
carácter reservado, su vida social es escasa. Nunca tuvo, al menos que se le co-
nozca, una pareja estable. Sus padres fallecieron en un accidente de tránsito,
y su hermano Ryu, volvió a Kyoto, en Japón, de donde la familia es originaria.
La Dra. Midori Oshiri ya tiene 64 años y, si bien es querida y respetada
en sus círculos profesionales, se da cuenta de que ya está un tanto cansada
de las tensiones de la profesión y de las complejidades de algunos pacientes.
La semana pasada anestesió a un bebé en estado crítico con una malfor-
mación cardíaca congénita y, si bien su trabajo fue impecable, el pequeño
paciente falleció en el curso de la intervención, lo cual la afectó más de lo
que sería esperable. Este fue el límite. Les avisa a sus colaboradores y a la
Asociación que suspenderá sus actividades, con vistas a su retiro definitivo.
Es hora de dedicarles más tiempo a sus bonzais y origamis, sus dos pasiones
que la esperan. Y tal vez a volver a la casa de sus ancestros.

125
Llega un momento en la vida de todo médico, condicionado por la
biología, el paso de los años o sencillamente porque ya no quiere
seguir atendiendo gente, en que no siente que el ejercicio de su
profesión sea una motivación poderosa, como al principio de su
trabajo, o ha encontrado otra pasión. Ese momento lo denomino el
momento de colgar los guantes, al igual que los cuelgan que los boxea-
dores que se retiran de su actividad pugilística en el ring. Como
dije al principio, este texto se trata de la prevención del riesgo mé-
dico legal, y es esencial, entre todos los otros factores descriptos,
también saber determinar el momento al que me refiero, que va a
ser distinto de profesional a profesional.
Sin descartar otras medidas que también podrían ser parte de
esta lista, entiendo que las acciones principales para una prolija
finalización de la carrera médica, lo que fue la vida de uno nada
más ni nada menos, serían las siguientes siete:
Informar a los pacientes. Esto es esencial y fundamental.
Uno ha acompañado a su paciente durante un período crítico
de su vida, y ha resuelto o ha ido resolviendo su lucha contra la
enfermedad con todas sus energías. Aquí se ha desarrollado una
relación médico/paciente, y también una relación emocional. Por
ello es necesario, cara a cara y no de otra manera, comunicar a cada
uno la decisión que ha tomado, que en mayor o menor medida el
paciente comprenderá, y poder aceptar la respuesta emocional de
cada uno. La correcta disolución del vínculo profesional no solo
es un deber ético, sino uno legal: previene las circunstancias rela-
cionadas con reclamos por abandono. En el supuesto caso de que
el paciente se encontrara en una condición crítica y cercana a la

126
emergencia, quedará a criterio del profesional ver si puede seguir
asistiéndolo hasta su compensación y posterior derivación, o si su
estado (el del médico) no permite seguir haciéndolo. Entonces se
realizará, con un colega de su absoluta confianza, la correcta deri-
vación del paciente en crisis. Obviamente, todo esto debe quedar
documentado en la historia clínica.
Informar a los colaboradores. Uno ha trabajado con se-
cretarias, otros empleados, proveedores, agentes de propaganda
médica, etc., y es lo correcto y necesario informarles de la decisión
que uno ha tomado. En el caso de relaciones de dependencia, se
seguirán los pasos administrativos correspondientes para el ob-
vio resarcimiento de la relación laboral que se interrumpe y, en el
resto de los casos, una comunicación personal, y no por medios
virtuales, será lo conveniente y necesario en todo momento. No
nos olvidemos que también hemos sido la fuente de seguridad y
confianza de un número de personas, y ellas también tienen que
hacer su duelo personal por lo que legítimamente pueden vivir
como una pérdida que, de hecho, lo es.
Derivar correctamente a los pacientes en trata-
miento. Si bien lo menciono más arriba, me parece correcto agre-
gar algunos conceptos aquí. No hace falta abundar, porque ya se
describe en otra parte de este texto, sobre las complejidades de la
relación médico/paciente. Para muchos de ellos, excede simplemente
la cuestión técnica y de tratamiento, y la idealización que se formu-
la en algunos pacientes nos pone in loco parentis, locución latina que
significa en lugar de los padres. Hemos sido, somos, fuente de reaseguro
y de confianza. Y, más allá de que es intelectualmente comprensible

127
para todos ellos el hecho de que su doctor tiene derecho a retirar-
se, otras partes emocionales de su mente protestan frente al duelo
que significa la pérdida de esa figura importantísima de su vida.
Por ello, en NINGÚN CASO, disculpen las mayúsculas, la separación
de un paciente será por mail, teléfono o, peor aun, por el fatídico
WhatsApp. Será cara a cara, con tranquilidad y tiempo, para explicar
tal vez algunos hechos personales de su vida que le indican serena-
mente que es hora de dejar la práctica activa de la profesión y, a la
vez, que el mejor cuidado del paciente aconseja la derivación en esta
etapa a un profesional querido y respetado, que lo atenderá con el
mismo esmero que uno ha puesto en el proceso de curación. Esto
llamo yo una correcta finalización del tratamiento en esta etapa, y
no hacerlo así nos pone innecesariamente a las puertas mismas de
una demanda profesional por abandono de persona. Seguramente,
esta demanda no prosperará, pero ¿por qué meternos, a esta altura
del campeonato, en un problema que no precisamos?
Ubicar el destino de las historias clínicas. Nuestra bi-
tácora personal del tratamiento de cada persona que ha venido a
nuestras consultas es, nada más y menos, que la historia clínica.
Esa historia clínica es el documento que certifica que trabajamos
y cómo lo hicimos, y es el registro histórico de nuestro accionar
como médicos. A la hora de cualquier situación relacionada con
la responsabilidad profesional, será el documento principal que
servirá para nuestra absolución o para nuestra condena. ¡Menuda
importancia!
Bueno, estamos retirándonos. ¿Qué hacemos con todas las
historias clínicas? Obviamente, vamos a guardarlas en un lugar

128
seguro, a nuestra elección, donde puedan conservarse lejos de la
humedad, los ratones y el deterioro que pueda producirse por
cualquier causa. ¿Y por cuánto tiempo? Como se comentó en otra
parte del libro, el 1/8/15 se reformó el Código Civil de la República
Argentina. En ese texto, se modificó, a la hora de la definición del
contrato de locación de servicios, que la responsabilidad contrac-
tual bajara de los originales 10 años para su prescripción, a los
5 años o, según algunos dicen, a los 3 años. Esto implica que un
paciente determinado puede plantar una demanda contra su mé-
dico hasta los cinco años luego de la última atención. Esto se de-
nomina plazo de prescripción. Pasado este tiempo, se agota el plazo,
y no hay demanda posible.
Por estas consideraciones, la indicación sería: estimado doc-
tor, cuando se retire, o cuando quiera guardar una historia clínica
luego que un paciente deje de serlo, por favor, tenga la precau-
ción de guardarla por lo menos 5 años. Luego, puede seguirla
guardando o descartarla, pero por su seguridad respete el perío-
do antes descrito.
Resolver los temas administrativos. El desarrollo de una
práctica médica genera una cuestión de temas administrativos
entre los que se encuentra, pero no se limita solamente a esto,
a la relación con el dueño del consultorio donde uno trabaja, la
relación con las empresas de medicina prepaga, las obras sociales,
el colegio médico, los círculos de médicos, la caja de previsión, las
cuestiones impositivas y contables varias, etc. Todo esto debe ser,
por una cuestión obvia de responsabilidad y reclamos ulteriores,
debidamente cerrado y concluido, con notas claras y concisas con

129
sello de recepción fehaciente, de manera de documentar la fina-
lización de nuestros servicios profesionales. Parece este comen-
tario un poco obvio, pero lo obvio a veces hay que remarcarlo,
porque a veces nos olvidamos de lo básico en el apuro y fárrago
de lo cotidiano.
Resolver lo que se va a hacer en adelante. Somos ani-
males de costumbres. Esto es ineludiblemente cierto. El hecho de
levantarnos cada día a un horario determinado marca una rutina
que implica un acomodamiento físico y psicológico al cual termi-
namos de acostumbrarnos en un todo. De golpe, un día resulta
que no tenemos que trabajar más en lo que hacíamos. Ya no hay
más llamados y, si los hay, son de algún pariente, amigo o pro-
paganda basura. Nadie más a quien atender; claro, si me retiré...
Entonces, ¿qué voy a hacer de ahora en más? Ahí está la cues-
tión, porque lo que hay que hacer ahora son la lista de cosas que
uno históricamente postergó porque tenía que trabajar de médi-
co. Por ejemplo, pasar más tiempo con los seres queridos. Viajar,
de acuerdo a las posibilidades económicas de uno. Compartir
actividades culturales con gente nueva, o escribir un libro y leer
sobre temas no médicos. También podría ser aprender un idioma,
una habilidad, un curso de algo que resulte útil o atractivo, como
cocinar, pintar, dar clases, aunque sea en forma gratuita, a otros
médicos más jóvenes, desarrollar actividades físicas y actualizar
el chequeo médico personal. Hay casos en que los colegas retira-
dos han pedido permiso en sus antiguos hospitales y servicios, y
siguen trabajando como voluntarios en forma gratuita, incluso en
servicios de emergencias. ¡Y miles de cosas más!

130
El punto es transitar esta etapa en forma armoniosa y no do-
lorosa, sin la sensación de pérdida irreparable como les pasa a
algunos colegas, con la comprensión y aceptación de que se trata
de una etapa nueva y llena de oportunidades. De eso se trata esto.
Entenderlo, como dicen los chinos, como una oportunidad, más
que como un peligro.
Resolver el apoyo emocional para uno mismo. El dejar
la profesión médica, en mi opinión y a la vista de numerosos
ejemplos, se parece a una dependencia de las drogas, porque tie-
ne fenómenos verificables de tolerancia y abstinencia. Entonces,
muchas veces requiere tratamiento adecuado, porque el pa-
ciente (en este caso el médico que se ha retirado) no cuenta con
las defensas yoicas suficientes para superar su malestar. Ahí
pueden existir diversos síntomas reactivos a la situación, que
entre otros pueden incluir síntomas depresivos, irritabilidad,
insomnio, ansiedad, malhumor constante y aislamiento social
y emocional, con agresividad mixta hacia cualquiera que se le
acerque. Es decir, prácticamente un intratable. Este fenómeno
se producirá probablemente en forma mucho más importante
en hombres que en mujeres, debido al particular vínculo emo-
cional histórico que los hombres mantenemos con el tema del
trabajo, cualquiera que fuera, que forma parte del concepto de
nuestra propia masculinidad, a diferencia de las mujeres, que lo
manejan en forma más laxa e inteligente.
Lo cierto será que es momento de pedir ayuda. Yo recomien-
do enfáticamente que esta consulta sea realizada con un médico
psiquiatra que pueda realizar psicoterapia y a la vez que maneje

131
la psicofarmacología, en caso de ser necesario. Y aparte, por el
hecho de que siendo médico, pueda empatizar y sentir en forma
más vivencial lo que a uno, el consultante, le está pasando en
ese momento determinado. Pedir ayuda es lo más inteligente
en este momento y puede ayudar a la perspectiva emocional
básica necesaria para reacomodar la perspectiva, o los patitos,
según un querido colega salteño, referente de la psiquiatría del
noroeste argentino.

132
Capítulo 15:
Terminando under pressure, como dirían
Freddy & David

Amo Les Luthiers. Me parecen absolutamente geniales. Y, entre sus


numerosísimas y divertidas frases, rescato una, cuando hablan
de Johann Sebastian Mastropiero: «Mastropiero, cuando trabajó
por encargo, produjo obras mediocres, de cuestionable calidad; en
cambio, cuando trabajó como producto de su propia inspiración,
no produjo absolutamente nada». Espero que no haya sido este el
caso, pero sí es cierto que los buenos amigos Gabriel Guazzardi y
Fabio Rijo me estuvieron mordiendo los talones, casi literalmente,
para terminar estas líneas y les estoy muy agradecido. Porque, si
no fuera por ellos, estaría pensando en empezar a escribir. No hay
nada que hacerle: trabajo mejor under pressure.
Aprovecho también para pedir perdón por la demora a todos
los que desde el inicio de mis conferencias y charlas me han recla-
mado repetidamente un texto de mi autoría y a los que he andado
con vueltas, diciendo algo así como «Coming soon». Bueno, aquí
está; espero no defraudarlos, al menos no demasiado.
Sé que quedan un montón de temas y preguntas por respon-
der que tal vez ameriten alguna nueva edición, tal vez, vaya uno a
saber. Lo cierto es que, si en alguna medida esto ha servido para

133
ilustrar mejor a los colegas, para amigarse un poquito con la ley y
para evitar que los demanden, la tarea y transpiración que esto ha
demandado estarán plenamente justificados. El objetivo final va
dirigido a la mejor práctica de la medicina, una de las ciencias más
inexactas que existen en este planeta y, obviamente, al bienestar de
nuestros pacientes. Es necesario, en todo tiempo y lugar, producir
menos errores médicos que pueden ser prevenibles con algo relati-
vamente tan económico como la educación médica. Como diría Sir
William Osler magistralmente, la medicina es una ciencia de pro-
babilidades, de las que no se tiene ninguna certeza. Impresionante.
Mi agradecimiento final va para María Isabel, mi mujer; mi hijo
Sebastián, director de cine y papá de Félix, mi nieto divino; y para
Federico, mi hijo anestesiólogo y papá de Esmeralda, mi inminen-
te nieta; para Andrea Márquez López Mato, brillante amiga y cole-
ga, quien es la coordinadora de esta edición, y para todos los que
esperaban este texto desde hace tanto tiempo, por su estímulo
constante. Los quiero a todos.

Andrés Mega, otoño de 2019, desde la Reina del Plata.

134
Capítulo 16:
El apéndice legal que les prometí

ARTE DE CURAR
LEY 17.132

Reglas para el ejercicio de la medicina, odontología


y actividad de colaboración de las mismas

Buenos Aires, 24 de enero de 1967


En uso de las atribuciones conferidas por el Artículo 5.º del
Estatuto de la Revolución Argentina,

El Presidente de la Nación Argentina Sanciona


y Promulga con fuerza de Ley:

TÍTULO I — PARTE GENERAL

Artículo 1.° — El ejercicio de la medicina, odontología y actividades


de colaboración de las mismas en la Capital Federal y Territorio
Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sud
queda sujeto a las normas de la presente ley y las reglamentaciones
que en su consecuencia se dicten.

135
El control del ejercicio de dichas profesiones y actividades
y el gobierno de las matrículas respectivas se realizará por la
Secretaría de Estado de Salud Pública en las condiciones que se
establezcan en la correspondiente reglamentación.

Artículo 2.° — A los efectos de la presente ley, se considera ejercicio:


a)  de la Medicina: anunciar, prescribir, indicar o aplicar cual-
quier procedimiento directo o indirecto de uso en el diagnóstico,
pronóstico y/o tratamiento de las enfermedades de las personas
o a la recuperación, conservación y preservación de la salud de
las mismas; el asesoramiento público o privado y las pericias que
practiquen los profesionales comprendidos en el artículo 13º;
b)  de la Odontología:  anunciar, prescribir, indicar o aplicar
cualquier procedimiento directo o indirecto destinado al diagnós-
tico, pronóstico y/o tratamiento de las enfermedades buco-den-
tomaxilares de las personas y/o a la conservación, preservación o
recuperación de la salud buco-dental; el asesoramiento público o
privado y las pericias que practiquen los profesionales compren-
didos en el Artículo 24º;
c) de las actividades de colaboración de la Medicina u Odon-
tología; el de las personas que colaboren con los profesionales
responsables en la asistencia y/o rehabilitación de personas enfer-
mas o en la preservación o conservación de la salud de las sanas,
dentro de los límites establecidos de la presente ley.

Artículo 3.° — Todas las actividades relacionadas con la asistencia mé-


dico-social y con el cuidado de la higiene y estética de las personas, en

136
cuanto puedan relacionarse con la salud de las mismas, estarán
sometidas a la fiscalización de la Secretaría de Estado de Salud
Pública y sujetas a las normas de esta ley y sus reglamentaciones.

Artículo 4.° — Queda prohibido a toda persona que no esté com-


prendida en la presente ley participar en las actividades o realizar
las acciones que en la misma se reglamentan. Sin perjuicio de las
penalidades impuestas por esta ley, los que actuaren fuera de los
límites en que deben ser desarrolladas sus actividades, serán de-
nunciadas por infracción al Artículo 208º del Código Penal.

Artículo 5° — (Artículo derogado por art. 12 de la Ley Nº 19.740 B.O.


27/07/1972)

Artículo 6° — La Secretaría de Estado de Salud Pública tiene facul-


tades para controlar en todos los casos la seriedad y eficiencia de
las prestaciones, pudiendo intervenir de oficio, por demanda o a
petición de parte interesada. La resolución que se dicte en cada
caso al respecto no causará instancia.

Artículo 7.° — Los locales o establecimientos donde ejerzan las


personas comprendidas en la presente Ley deberán estar previa-
mente habilitados por la Secretaría de Estado de Salud Pública y
sujetos a su fiscalización y control, la que podrá suspender la ha-
bilitación, y/o disponer su clausura cuando las condiciones higié-
nico-sanitarias, la insuficiencia de elementos, condiciones técnicas
y/o eficiencia de las prestaciones si así lo hicieren pertinente.

137
En ellos deberá exhibirse el diploma o certificado habilitante
con su correspondiente número de matrícula.
Cuando una persona ejerza en más de un local, deberá exhibir
en uno su diploma o certificado y en el o los restantes la constan-
cia de matriculación expedida por la Secretaría de Estado de Salud
Pública, la que deberá renovarse con cada cambio de domicilio.
En los locales o establecimientos mencionados debe figurar en lu-
gar bien visible al público el nombre y apellido o apellido solamente
del profesional y la profesión, sin abreviaturas, pudiendo agregarse
únicamente títulos universitarios que consten en la Secretaría de
Estado de Salud Pública, días y horas de consulta y especialidad a la
que se dedique, conforme a lo establecido en los Artículos 21º y 31º.

Artículo 8.° — La Secretaría de Estado de Salud Pública, a través


de sus organismos competentes, inhabilitará para el ejercicio de
las profesiones y actividades auxiliares a las personas con enfer-
medades invalidantes mientras duren estas. La incapacidad será
determinada por una Junta Médica constituida por un médico
designado por la Secretaría de Estado de Salud Pública, quien
presidirá la junta, otro designado por la Facultad de Medicina de
la Universidad de Buenos Aires y el restante podrá ser designado
por el interesado. Las decisiones de la Junta Médica se tomarán
por simple mayoría de votos.
La persona inhabilitada podrá solicitar su rehabilitación invo-
cando la desaparición de las causales, debiendo dictaminar pre-
viamente una Junta Médica integrada en la forma prevista en el
párrafo anterior.

138
Artículo 9° — (Artículo derogado por art. 10 de la Ley Nº 23.277 B.O.
15/11/1985)

Artículo 10. — Los anuncios o publicidad en relación con las pro-


fesiones y actividades regladas por la presente ley, las personas
que las ejerzan o los establecimientos en que se realicen, deberán
ajustarse a lo que la reglamentación establezca para cada profe-
sión o actividad auxiliar.
Todo lo que exceda de nombre, apellido, profesión, título, es-
pecialidades y cargos técnicos, registrados y reconocidos por la
Secretaría de Estado de Salud Pública; domicilio, teléfono, horas y
días de consulta, debe ser previamente autorizado por la misma.
En ningún caso podrán anunciarse precios de consulta, venta-
jas económicas o gratuita de servicios, exceptuándose a las enti-
dades de bien público.
A los efectos de la presente ley, entiéndese por publicidad la efec-
tuada en chapas domiciliarias, carteles, circulares, avisos periodísti-
cos, radiales, televisados o cualquier otro medio que sirva a tales fines.
Las direcciones o administraciones de guías, diarios, revistas,
radios, canales de televisión y demás medios que sirvan a la pu-
blicidad de tales anuncios, que les den curso sin la autorización
mencionada, serán también pasibles de las sanciones pecuniarias
establecidas en el Título VIII de la presente ley.

Artículo 11. — Todo aquello que llegare a conocimiento de las


personas cuya actividad se reglamenta en la presente ley, con mo-
tivo o en razón de su ejercicio, no podrá darse a conocer —salvo los

139
casos que otras leyes así lo determinen o cuando se trate de evitar
un mal mayor y sin perjuicio de lo previsto en el Código Penal—,
sino a instituciones, sociedades, revistas o publicaciones científi-
cas, prohibiéndose facilitarlo o utilizarlo con fines de propaganda,
publicidad, lucro o beneficio personal.

Artículo 12. — Los profesionales médicos u odontólogos que a


la fecha de la promulgación de la presente ley tengan el ejercicio
privado autorizado en virtud del inciso f) del Art. 4.° del Decreto
Nº 6.216/44 (Ley 12.912) podrán continuar en el mismo hasta el
vencimiento de la respectiva autorización.

TITULO II — DE LOS MÉDICOS

Capítulo I — Generalidades

Artículo 13. — El ejercicio de la medicina solo se autorizará a mé-


dicos, médicos cirujanos o doctores en medicina, previa obtención
de la matrícula correspondiente.
Podrán ejercerla:
a) los que tengan título válido otorgado por Universidad Na-
cional o Universidad Privada y habilitado por el Estado Nacional;
b) los que tengan título otorgado por una universidad extran-
jera y que hayan revalidado en una Universidad Nacional;
c) los que tengan título otorgado por una universidad extran-
jera y que en virtud de tratados internacionales en vigor hayan
sido habilitados por Universidades Nacionales;

140
d) los profesionales de prestigio internacional reconocido, que
estuvieran de tránsito en el país y fueran requeridos en consul-
tas sobre asuntos de su exclusiva especialidad. Esta autorización
será concedida a solicitud de los interesados por un plazo de seis
meses, que podrá ser prorrogado a un año como máximo, por la
Secretaría de Estado de Salud Pública. Esta autorización solo po-
drá ser nuevamente concedida a una misma persona cuando haya
transcurrido un plazo no menor de cinco años desde su anterior
habilitación.
Esta autorización precaria en ningún caso podrá significar una
actividad profesional privada y deberá limitarse a la consulta re-
querida por instituciones sanitarias, científicas o profesionales
reconocidos;
e) los profesionales extranjeros contratados por instituciones
públicas o privadas con finalidades de investigación, asesora-
miento, docencia y/o para evacuar consultas de dichas institu-
ciones, durante la vigencia de su contrato y en los límites que se
reglamenten, no pudiendo ejercer la profesión privadamente;
f) los profesionales no domiciliados en el país llamados en
consulta asistencial deberán serlo por un profesional matricula-
do, y limitarán su actividad al caso para el cual ha sido especial-
mente requerido, en las condiciones que se reglamenten;
g) los profesionales extranjeros refugiados en el país que fue-
ron habilitados en virtud del artículo 4.°, inciso f) del Decreto nú-
mero 6.216/44 (Ley 12.912) siempre que acrediten a juicio de la
Secretaría de Estado de Salud Pública ejercicio profesional, y se
encuentren domiciliados en el país desde su ingreso.

141
Artículo 14. — Anualmente las Universidades Nacionales y es-
cuelas reconocidas enviarán a la Secretaría de Estado de Salud
Pública una nómina de los alumnos diplomados en las distintas
profesiones o actividades auxiliares, haciendo constar datos de
identificación y fecha de egreso.
Mensualmente las oficinas de Registro Civil enviarán directa-
mente a la Secretaría de Estado de Salud Pública la nómina de
profesionales fallecidos, debiendo esta proceder a la anulación
del diploma y la matrícula.

Artículo 15. — Los títulos anulados o invalidados por autoridad


competente determinarán la anulación de la matrícula. En la mis-
ma forma se procederá con relación a los títulos revalidados en
el país. Las circunstancias aludidas deberán ser acreditadas con
documentación debidamente legalizada.

Artículo 16. — Los profesionales referidos en el artículo 13º solo


podrán ejercer en los locales o consultorios previamente habi-
litados o en instituciones o establecimientos asistenciales o de
investigación oficiales o privados habilitados o en el domicilio del
paciente. Toda actividad médica en otros lugares no es admisible,
salvo casos de fuerza mayor o fortuitos.

Artículo 17. — Los profesionales que ejerzan la medicina podrán


certificar las comprobaciones y/o constataciones que efectúen en
el ejercicio de su profesión, con referencia a estados de salud o
enfermedad, administración, prescripción, indicación, aplicación

142
o control de los procedimientos a que se hace referencia en el ar-
tículo 2.° precisando la identidad del titular, en las condiciones
que se reglamenten.

Artículo 18. — Los profesionales que ejerzan la medicina no po-


drán ser simultáneamente propietarios parciales o totales, desem-
peñar cargos técnicos o administrativos, aunque sean honorarios,
en establecimientos que elaboren, distribuyan o expendan me-
dicamentos, especialidades medicinales, productos dietéticos,
agentes terapéuticos, elementos de diagnóstico, artículos de uso
radiológico, artículos de óptica, lentes y/o aparatos ortopédicos.
Se exceptúan de las disposiciones del párrafo anterior los pro-
fesionales que realicen labores de asistencia médica al personal
de dichos establecimientos.

Artículo 19. — Los profesionales que ejerzan la medicina están,


sin perjuicio de lo que establezcan las demás disposiciones lega-
les vigentes, obligados a:
1º) Prestar la colaboración que les sea requerida por las auto-
ridades sanitarias, en caso de epidemia, desastres u otras emer-
gencias;
2º) asistir a los enfermos cuando la gravedad de su estado así
lo imponga y hasta tanto, en caso de decidir la no prosecución
de la asistencia, sea posible delegarla en otro profesional o en el
servicio público correspondiente;
3º) respetar la voluntad del paciente en cuanto sea negativa a
tratarse o internarse salvo los casos de inconsciencia, alienación

143
mental, lesionados graves por causa de accidentes, tentativas de
suicidio o de delitos. En las operaciones mutilantes se solicitará la
conformidad por escrito del enfermo, salvo cuando la inconscien-
cia o alienación o la gravedad del caso no admitiera dilaciones. En
los casos de incapacidad, los profesionales requerirán la confor-
midad del representante del incapaz;
4º) (Inciso derogado por art. 14 de la Ley N.° 26.743 B.O. 24/5/2012)
5º) promover la internación en establecimientos públicos o
privados de las personas que, por su estado psíquico o por los
trastornos de su conducta, signifiquen peligro para sí mismas o
para terceros;
6º) ajustarse a lo establecido en las disposiciones legales vigen-
tes para prescribir alcaloides;
7º) prescribir o certificar en formularios que deberán llevar
impresos en castellano su nombre, apellido, profesión, número
de matrícula, domicilio y número telefónico cuando corresponda.
Solo podrán anunciarse cargos técnicos o títulos que consten re-
gistrados en la Secretaría de Estado de Salud Pública en las condi-
ciones que se reglamenten. Las prescripciones y/o recetas deberán
ser manuscritas, formuladas en castellano, fechadas y firmadas.
La Secretaría de Estado de Salud Pública podrá autorizar el uso
de formularios impresos solamente para regímenes dietéticos o
para indicaciones previas a procedimientos de diagnóstico;
8º) extender los certificados de defunción de los pacientes fa-
llecidos bajo su asistencia, debiendo expresar los datos de identifi-
cación, la causa de muerte, el diagnóstico de la última enfermedad
de acuerdo con la nomenclatura que establezca la Secretaría de

144
Estado de Salud Pública y los demás datos que con fines estadís-
ticos les fueran requeridos por las autoridades sanitarias;
9º) fiscalizar y controlar el cumplimiento de las indicaciones
que imparta a su personal auxiliar y asimismo, de que estos ac-
túen estrictamente dentro de los límites de su autorización, sien-
do solidariamente responsable si por insuficiente o deficiente
control de los actos por estos ejecutados resultare un daño para
terceras personas.

Artículo 20. — Queda prohibido a los profesionales que ejerzan


la medicina:
1º) anunciar o prometer la curación fijando plazos;
2º) anunciar o prometer la conservación de la salud;
3º) prometer el alivio o la curación por medio de procedimien-
tos secretos o misteriosos;
4º) anunciar procedimientos, técnicas o terapéuticas ajenas a
la enseñanza que se imparte en las Facultades de Ciencias Médicas
reconocidas del país;
5º) anunciar agentes terapéuticos de efectos infalibles;
6º) anunciar o aplicar agentes terapéuticos inocuos, atribuyén-
doles acción efectiva;
7º) aplicar en su práctica privada procedimientos que no hayan
sido presentados o considerados o discutidos o aprobados en los
centros universitarios o científicos reconocidos del país;
8º) practicar tratamientos personales utilizando productos es-
peciales de preparación exclusiva y/o secreta y/o no autorizados
por la Secretaría de Estado de Salud Pública;

145
9º) anunciar por cualquier medio especializaciones no recono-
cidas por la Secretaría de Estado de Salud Pública;
10º) anunciarse como especialista no estando registrado como
tal en la Secretaría de Estado de Salud Pública;
11º) expedir certificados por los que se exalten o elogien vir-
tudes de medicamentos o cualquier otro producto o agente tera-
péutico de diagnóstico o profiláctico o dietético;
12º) publicar falsos éxitos terapéuticos, estadísticas ficticias,
datos inexactos o cualquier otro engaño;
13º) realizar publicaciones con referencia a técnicas o proce-
dimientos personales en medios de difusión no especializados
en medicina;
14º) publicar cartas de agradecimiento de pacientes;
15º) vender cualquier clase de medicamentos;
16º) usar en sus prescripciones signos, abreviaturas o claves
que no sean los señalados en las Facultades de Ciencias Médicas
reconocidas del país;
17º) ejercer la profesión mientras padezcan enfermedades in-
fectocontagiosas;
18º) practicar intervenciones que provoquen la imposibilidad
de engendrar o concebir sin que medie el consentimiento infor-
mado del/la paciente capaz y mayor de edad o una autorización
judicial cuando se tratase de personas declaradas judicialmente in-
capaces. (Inciso sustituido por art. 7º de la Ley N.º 26.130 B.O. 29/08/2006)
19º) inducir a los pacientes a proveerse en determinadas far-
macias o establecimientos de óptica u ortopedia;
20º) participar honorarios;

146
21º) obtener beneficios de laboratorios de análisis, estableci-
mientos que elaboren, distribuyan, comercien o expendan medi-
camentos, cosméticos, productos dietéticos, prótesis o cualquier
elemento de uso en el diagnóstico, tratamiento o prevención de
las enfermedades;
22º) delegar en su personal auxiliar, facultades, funciones o
atribuciones inherentes o primitivas de su profesión;
23º) actuar bajo relación de dependencia con quienes ejerzan
actividades de colaboración de la medicina u odontología;
24º) asociarse con farmacéuticos; ejercer simultáneamente su
profesión con la de farmacéutico e instalar su consultorio en el
local de una farmacia o anexado a la misma;
25º) ejercer simultáneamente su profesión y ser director téc-
nico o asociado a un laboratorio de análisis clínicos. Se exceptúan
de esta disposición aquellos profesionales que por la índole de
su especialidad deben contar necesariamente con un laboratorio
auxiliar y complementario de la misma.

Capítulo II — De los Especialistas Médicos

Artículo 21. — Para emplear el título o certificado de especialista


y anunciarse como tales, los profesionales que ejerzan la medici-
na deberán acreditar alguna de las condiciones siguientes para
obtener la autorización del Ministerio de Salud y Acción Social:
a) Poseer certificación otorgada por comisiones especiales de
evaluación designadas al efecto por la autoridad de aplicación, en
las condiciones que se reglamenten, las que deberán incluir como

147
mínimo acreditación de (cinco) 5 años de egresado y (tres) 3 de
antigüedad de ejercicio de la especialidad; valoración de títulos,
antecedentes y trabajos; y examen de competencia;
b) Poseer título de especialista o de capacitación especializada
otorgado o revalidado por universidad nacional o privada reco-
nocida por el Estado;
c) Ser profesor universitario por concurso de la materia y en
actividad;
d) Poseer certificación otorgada por entidad científica de la es-
pecialidad reconocida a tal efecto por la autoridad de aplicación,
de acuerdo a las condiciones reglamentarias;
e) Poseer certificado de aprobación de residencia profesional
completo, no menor de (tres) 3 años, extendido por institución
pública o privada reconocida a tal efecto por la autoridad de apli-
cación y en las condiciones que se reglamenten.
La autorización oficial tendrá una duración de (cinco) 5 años
y podrá ser revalidada cada (cinco) 5 años mediante acreditación,
durante ese lapso, de antecedentes que demuestren continuidad
en la especialidad y una entrevista personal o examen de compe-
tencia, de acuerdo a la reglamentación.
La autoridad de aplicación elaborará una nómina de especia-
lidades reconocidas, actualizada periódicamente con la participa-
ción de las universidades e instituciones reconocidas.
El Ministerio de Salud y Acción Social, a través del organismo
competente, llevará un registro de especialistas, actualizado per-
manentemente.
(Artículo sustituido por art. 1º de la Ley Nº 23.873 B.O. 30/10/1990)

148
Capítulo III — De las anestesias generales

Artículo 22. — Las anestesias generales y regionales deberán ser


indicadas, efectuadas y controladas en todas sus fases por médi-
cos, salvo casos de fuerza mayor.
En los quirófanos de los establecimientos asistenciales oficia-
les o privados, deberá llevarse un libro registro en el que consten:
las intervenciones quirúrgicas efectuadas, datos de identifica-
ción del equipo quirúrgico, del médico a cargo de la anestesia y
del tipo de anestesia utilizada.
El médico anestesista, el jefe del equipo quirúrgico, el director
del establecimiento y la entidad asistencial serán responsables del
incumplimiento de las normas precedentes.
Los odontólogos podrán realizar las anestesias señaladas en el
artículo 30, inciso 21 de esta ley.

Capítulo IV — De las transfusiones de sangre

Artículo 23. — Las transfusiones de sangre y sus derivados en


todas su fases y formas deberán ser indicadas, efectuadas y con-
troladas por médicos, salvo casos de fuerza mayor.
Los bancos de sangre y servicios de hemoterapia de los
establecimientos asistenciales oficiales o privados deberán
tener a su frente a un médico especializado en hemoterapia
y estar provistos de los elementos que determine la reglamen-
tación.

149
Los establecimientos asistenciales oficiales o privados deberán
llevar un libro registro donde consten las transfusiones efectua-
das, certificadas con la firma del médico actuante.
El transfusionista, el director del establecimiento y la entidad
asistencial serán responsables del incumplimiento de las normas
precedentes.

TÍTULO III — DE LOS ODONTÓLOGOS

Capítulo I — Generalidades

Artículo 24. — El ejercicio de la odontología se autorizará a los


dentistas, odontólogos y doctores en odontología, previa obten-
ción de la matrícula profesional correspondiente.
Podrán ejercerla:
1) los que tengan título válido otorgado por Universidad Na-
cional o Universidad Privada y habilitado por el Estado Nacional;
2) los que hayan obtenido de las Universidades Nacionales re-
válida de títulos que habiliten para el ejercicio profesional;
3) los que tengan título otorgado por una Universidad extran-
jera y que en virtud de tratados internacionales en vigor hayan
sido habilitados por universidades nacionales;
4) los profesionales de prestigio internacional reconocido que
estuvieran de tránsito en el país y fueran requeridos en consul-
tas sobre asuntos de su exclusiva especialidad. Esta autorización
será concedida a solicitud de los interesados por un plazo de seis
meses, que podrá ser prorrogado a un año como máximo, por

150
la Secretaría de Estado de Salud Pública. Esta autorización solo
podrá ser nuevamente concedida a una misma persona cuando
haya transcurrido un plazo no menor de cinco (5) años desde su
anterior habilitación.
Esta autorización precaria en ningún caso podrá significar una
actividad profesional privada y deberá limitarse a la consulta re-
querida por instituciones sanitarias, científicas o profesionales
reconocidas.
5) los profesionales extranjeros contratados por instituciones
públicas o privadas con finalidades de investigación, asesora-
miento, docencia y/o para evacuar consultas de dichas institu-
ciones durante la vigencia de su contrato y en los límites que se
reglamenten, no pudiendo ejercer la profesión privadamente.
6) los profesionales no domiciliados en el país llamados en
consulta asistencial deberán serlo por un profesional matricula-
do, y limitarán su actividad al caso para el cual han sido especial-
mente requeridos, en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 25. — Los títulos anulados o invalidados por autoridad


competente determinarán la anulación de la matrícula. En la mis-
ma forma se procederá con relación a los títulos revalidados en
el país. Las circunstancias aludidas deberán ser acreditadas con
documentación debidamente legalizada.

Artículo 26. — Los profesionales odontólogos sólo podrán ejercer


en locales o consultorios previamente habilitados o en institucio-
nes o establecimientos asistenciales o de investigación oficiales o

151
privados o en el domicilio del paciente. Toda actividad odontoló-
gica en otros lugares no es admisible, salvo casos de fuerza mayor
o fortuitos.

Artículo 27. — Los profesionales odontólogos podrán certificar


las comprobaciones y/o constataciones que realicen en el ejer-
cicio de su profesión con referencia a estados de salud o enfer-
medad, a administración, prescripción, indicación, aplicación o
control de los procedimientos a que se hace referencia en el ar-
tículo 2.°, precisando la identidad del titular, en las condiciones
que se reglamenten.

Artículo 28. — Los profesionales odontólogos no podrán ejercer


su profesión y ser simultáneamente propietarios totales o parcia-
les, desempeñar cargos técnicos o administrativos, aunque sean
honorarios en establecimientos que elaboren, distribuyan o ex-
pendan elementos de mecánica dental, medicamentos, especiali-
dades medicinales y odontológicas, productos dietéticos, agentes
terapéuticos, elementos de diagnóstico, aparatos ortopédicos y
artículos de uso radiológico.
Se exceptúan de las disposiciones del párrafo anterior los
odontólogos que realicen labores de asistencia odontológica al
personal de dichos establecimientos.

Artículo 29. — Es obligación de los profesionales odontólogos,


sin perjuicio de las demás obligaciones que impongan las leyes
vigentes:

152
1) Ejercer dentro de los límites de su profesión, debiendo solici-
tar la inmediata colaboración del médico cuando surjan o amenacen
surgir complicaciones, cuyo tratamiento exceda aquellos límites;
2) prestar toda colaboración que les sea requerida por parte de
las autoridades sanitarias, en caso de epidemias, desastres u otras
emergencias nacionales;
3) facilitar a las autoridades sanitarias los datos que les sean
requeridos con fines estadísticos o de conveniencia general;
4) enviar a los mecánicos para dentistas las órdenes de ejecución
de las prótesis dentarias en su recetario, consignando las caracte-
rísticas que permitan la perfecta individualización de las mismas;
5) fiscalizar y controlar el cumplimiento de las indicaciones
que imparta a su personal auxiliar y, asimismo, de que estos ac-
túen estrictamente dentro de los límites de su autorización, sien-
do solidariamente responsable si por insuficiente o deficiente
control de los actos por estos ejecutados resultare un daño para
terceras personas.

Artículo 30. — Queda prohibido a los profesionales que ejerzan


la odontología:
1) Asociarse para el ejercicio de su profesión o instalarse para
el ejercicio individual en el mismo ámbito, con mecánicos para
dentistas;
2) asociarse con farmacéuticos, ejercer simultáneamente su
profesión con la de farmacéutico o instalar su consultorio en el
local de una farmacia o anexado a la misma;
3) anunciar tratamientos a término fijo;

153
4) anunciar o prometer la conservación de la salud;
5) prometer el alivio o la curación por medio de procedimien-
tos secretos o misteriosos;
6) anunciar procedimientos, técnicas o terapéuticas ajenas a
la enseñanza que se imparte en las Facultades de Odontología re-
conocidas del país;
7) anunciar agentes terapéuticos de efectos infalibles;
8) anunciar o aplicar agentes terapéuticos inocuos, atribuyén-
doles acción efectiva;
9) aplicar en su práctica privada procedimientos que no hayan
sido presentados o considerados o discutidos o aprobados en los
centros universitarios o científicos del país;
10) practicar tratamientos personales utilizando productos
especiales, de preparación exclusiva y/o secreto y/o no autoriza-
dos por la Secretaría de Estado de Salud Pública.
11) anunciar características técnicas de sus equipos o instru-
mental que induzcan a error o engaño.
12) anunciar o prometer la confección de aparatos protésicos en
los que se exalten sus virtudes y propiedades o el término de su cons-
trucción y/o duración, así como sus tipos y/o características o precio;
13) anunciar por cualquier medio especializaciones no reco-
nocidas por la Secretaría de Estado de Salud Pública;
14) anunciarse como especialista no estando registrado como
tal en la Secretaría de Estado de Salud Pública;
15) expedir certificados por los que se exalten o se elogien vir-
tudes de medicamentos o cualquier producto o agente terapéuti-
co, diagnóstico o profiláctico o dietético;

154
16) publicar falsos éxitos terapéuticos, estadísticas ficticias,
datos inexactos o cualquier otro engaño;
17) realizar publicaciones con referencia a técnicas o procedi-
mientos personales en medios de difusión no especializados en
odontología o medicina;
18) publicar cartas de agradecimiento de pacientes;
19) vender cualquier clase de medicamentos o instrumental;
20) usar en sus prescripciones signos, abreviaturas o claves
que no sean los enseñados en las Facultades de Odontología re-
conocidas del país;
21) aplicar anestesia general, pudiendo solamente practicar
anestesia por infiltración o troncular en la zona anatómica del
ejercicio de su profesión;
22) realizar hipnosis con otra finalidad que la autorizada en
el artículo 9.°;
23) ejercer la profesión mientras padezcan enfermedades in-
fectocontagiosas;
24) participar honorarios;
25) obtener beneficios de laboratorios de análisis, estableci-
mientos que fabriquen, distribuyan, comercien o expendan medi-
camentos, cosméticos, productos dietéticos, prótesis o cualquier
elemento de uso en el diagnóstico, tratamiento o prevención de
las enfermedades;
26) inducir a los pacientes a proveerse en determinadas farma-
cias o establecimientos de productos odontológicos;
27) delegar en su personal auxiliar facultades, funciones o
atribuciones inherentes o privativas de su profesión;

155
28) actuar bajo relación de dependencia con quienes ejerzan
actividades de colaboración de la medicina u odontología.

Capítulo II — De los Especialistas Odontólogos

Artículo 31. — Para emplear el título o certificación de especialista


y anunciarse como tales, los profesionales que ejerzan la odonto-
logía deberán acreditar alguna de las condiciones siguientes para
obtener la autorización del Ministerio de Salud y Acción Social:
a) Poseer certificación otorgada por comisiones especiales de
evaluación designadas al efecto por la autoridad de aplicación, en
las condiciones que se reglamenten, las que deberán incluir como
mínimo acreditación de (cinco) 5 años de egresado y (tres) 3 de
antigüedad de ejercicio de la especialidad; valoración de títulos,
antecedentes y trabajos; y examen de competencia;
b) Poseer título de especialista o de capacitación especializada
otorgado o revalidado por universidad nacional o privada reco-
nocida por el Estado;
c) Ser profesor universitario por concurso de la materia y en
actividad;
d) Poseer certificación otorgada por entidad científica de la es-
pecialidad reconocida a tal efecto por la autoridad de aplicación,
de acuerdo a las condiciones reglamentarias;
e) Poseer certificado de aprobación de residencia profesional
completo, no menor de tres años, extendido por institución públi-
ca o privada reconocida a tal efecto por la autoridad de aplicación
y en las condiciones que se reglamenten.

156
La autorización oficial tendrá una duración de (cinco) 5 años
y podrá ser revalidada cada (cinco) 5 años mediante acreditación,
durante ese lapso, de antecedentes que demuestren continuidad
en la especialidad, y una entrevista personal o examen de compe-
tencia, de acuerdo a la reglamentación.
La autoridad de aplicación elaborará una nómina de especiali-
dades reconocidas, actualizadas periódicamente con la participa-
ción de las universidades e instituciones reconocidas.
El Ministerio de Salud y Acción Social, a través del organismo
competente, llevará un registro de especialista, actualizado per-
manentemente.
(Artículo sustituido por art. 2º de la Ley Nº 23.873 B.O. 30/10/1990)

TITULO IV — DE LOS ANÁLISIS

Capítulo I — De los Análisis Clínicos

Artículo 32. — Los análisis químicos, físicos, biológicos o bacte-


riológicos aplicados a la medicina solo podrán ser realizados por
los siguientes profesionales:
a) médicos y doctores en medicina;
b) bioquímicos y doctores en bioquímica;
c) diplomados universitarios con títulos similares que acre-
diten ante la Secretaría de Estado de Salud Pública haber cursado
en su carrera todas las disciplinas inherentes a la ejecución de
análisis aplicados a la medicina.

157
Los profesionales referidos deberán estar inscriptos en la Se-
cretaría de Estado de Salud Pública en registro especial, sin per-
juicio de lo dispuesto en el Decreto Nº 7.595/63 (Ley 16.478) con
respecto a los bioquímicos.
Las extracciones de material serán efectuadas únicamente por
médicos, salvo sangre por punción digital, en lóbulo de la oreja o
por punción venosa en el pliegue del codo, las que podrán ser rea-
lizadas por los demás profesionales citados en el presente artículo.
Los médicos y doctores en medicina, directores técnicos de la-
boratorio de análisis clínicos no podrán ejercer simultáneamente
su profesión, salvo en los casos previstos en el artículo 20, inciso 25.
Los Directores Técnicos de laboratorios de análisis clínicos es-
tán obligados a la atención personal y efectiva del mismo, debien-
do vigilar las distintas fases de los análisis efectuados y firmar
los informes y/o protocolos de los análisis que se entregan a los
examinados.
En ningún caso los profesionales podrán ser directores titula-
res de más de dos laboratorios de análisis clínicos sean oficiales
y/o privados.
Los laboratorios de análisis clínicos deberán reunir las condi-
ciones y estar provistos de los elementos indispensables con la
índole de sus prestaciones de acuerdo con lo que se establezca en
la reglamentación.
Exceptúanse de las limitaciones del artículo 20, inciso 21, los
médicos que integran como propietarios un establecimiento asis-
tencial para cuya labor es necesaria la existencia de un laboratorio
de análisis clínicos.

158
Capítulo II — De los Exámenes Anatomopatológicos

Artículo 33. — Los exámenes anatomopatológicos de material


humano solo podrán ser efectuados por profesionales especiali-
zados, habilitados para el ejercicio de la medicina u odontología,
según el caso.
Dichos profesionales deberán estar inscriptos en la Secretaría
de Estado de Salud Pública en registro especial, acreditando los
requisitos de los artículos 21 ó 31, según el caso.
Los laboratorios de anatomopatología deberán reunir las condi-
ciones y estar provistos de los elementos que exija la reglamentación.
Los bancos de tejidos deberán tener a su frente un profesional
especializado en anatomopatología.
Las autopsias o necropsias deberán ser realizadas exclusiva-
mente por profesionales especializados en anatomopatología,
con excepción de las de carácter médico legal (obducciones), las
que serán practicadas por los especializados que determine la
Justicia Nacional.

TÍTULO V — DE LOS ESTABLECIMIENTOS

Capítulo I — Generalidades

Artículo 34. — Toda persona que quiera instalar un estableci-


miento para la profilaxis, recuperación, diagnóstico y/o trata-
miento de las enfermedades humanas deberá solicitar el permiso
previo a la Secretaría de Estado de Salud Pública, formulando una

159
declaración relacionada con la orientación que imprimirá a las
actividades del establecimiento, especificando la índole y moda-
lidad de las prestaciones a cubrir y las modalidades de las contra-
prestaciones a cargo de los prestatarios.

Artículo 35. — A los efectos de obtener la habilitación a que alude


el artículo precedente, el interesado debe acreditar que el esta-
blecimiento reúne los requisitos que se establezcan en la docu-
mentación de la presente ley, en relación con sus instalaciones,
equipos, instrumental, número de profesionales, especialistas y
colaboradores, habida cuenta del objeto de su actividad, de los
servicios que ofrece, así como de que no constituye por su ubica-
ción un peligro para la salud pública.

Artículo 36. — La denominación y características de los estable-


cimientos que se instalen de conformidad con lo establecido en
los artículos 34 y 35 deberán ajustarse a lo que al respecto es-
tablezca la reglamentación, teniendo en cuenta sus finalidades,
especialidad, instalaciones, equipos, instrumental, número de
profesionales y auxiliares de que dispone para el cumplimiento
de las prestaciones.

Artículo 37. — Una vez acordada la habilitación a que se refieren


los artículos 34, 35 y 36, los establecimientos no podrán introdu-
cir modificación alguna en su denominación y/o razón social, en
las modalidades de las prestaciones ni reducir sus servicios sin
autorización previa de la Secretaría de Estado de Salud Pública.

160
Artículo 38.— La Secretaría de Estado de Salud Pública fiscaliza-
rá las prestaciones y el estricto cumplimiento de las normas del
presente Capítulo, pudiendo disponer la clausura preventiva del
establecimiento cuando sus deficiencias así lo exijan.

CAPÍTULO II — DE LA PROPIEDAD

Artículo 39. — Podrán autorizarse los establecimientos mencio-


nados en el artículo 34, cuando su propiedad sea:
1º) De profesionales habilitados para el ejercicio de la medici-
na o de la odontología, según sea el caso, de conformidad con las
normas de esta ley.
2º) De las Sociedades Civiles que constituyan entre sí los pro-
fesionales a que se refiere el inciso anterior.
3º) De Sociedades Comerciales de profesionales habilitados
para el ejercicio de la medicina o de la odontología.
4º) De Sociedades Comerciales o Civiles, entre médicos, odon-
tólogos y no profesionales, no teniendo estos últimos injerencia
ni en la dirección técnica del establecimiento ni en ninguna tarea
que se refiera al ejercicio profesional.
5º) De entidades de bien público sin fines de lucro.
En todos los casos contemplados en los incisos anteriores, la
reglamentación establecerá los requisitos a que deberán ajustarse
en cuanto a:
a) características del local desde el punto de vista sanitario;
b) elementos y equipos en cuanto a sus características, tipo y
cantidad;

161
c) número mínimo de profesionales y especialistas;
d) número mínimo de personal en actividades de colaboración.

Capítulo III — De la Dirección Técnica

Artículo 40. — Los establecimientos asistenciales deberán tener


a su frente un director, médico y odontólogo, según sea el caso, el
que será responsable ante las autoridades del cumplimiento de
las leyes, disposiciones y reglamentaciones vigentes en el ámbito
de actuación del establecimiento bajo su dirección y sus obligacio-
nes serán reglamentadas.
La responsabilidad del director no excluye la responsabilidad
personal de los profesionales o colaboradores ni de las personas
físicas o ideales propietarias del establecimiento.

TÍTULO VI — DE LOS PRACTICANTES

Artículo 41.— Se consideran practicantes los estudiantes de me-


dicina u odontología que, habiendo aprobado las materias básicas
de sus respectivas carreras, realicen actividades de aprendizaje en
instituciones asistenciales, oficiales o privadas.
Su actividad debe limitarse al aprendizaje y en ningún caso pueden
realizar funciones de las denominadas por esta ley de colaboración.
Los practicantes de medicina u odontología solo podrán ac-
tuar bajo la dirección, control personal directo y responsabilidad
de los profesionales designados para su enseñanza y dentro de los
límites autorizados en el párrafo anterior.

162
TÍTULO VII — DE LOS COLABORADORES

Capítulo I — Generalidades

Artículo 42. — A los fines de esta ley se consideran actividades de


colaboración de la medicina y odontología, la que ejercen:

Obstétrica.
Kinesiólogos y Terapistas Físicos.
Enfermeras.
Terapistas Ocupacionales.
Ópticos Técnicos.
Mecánicos para Dentistas.
Dietistas.
Auxiliares de Radiología.
Auxiliares de Psiquiatría.
Auxiliares de Anestesia.
Fonoaudiólogos.
Ortópticos.
Visitadoras de Higiene.
Técnicos en Ortesis y Prótesis.
Técnicos en Calzado Ortopédico.
Pedicuros (Actividad incorporada por art. 1º del Decreto Nº 1424/73 B.O.
01/03/1973)
Agentes de propaganda médica (Actividad incorporada por art. 1º
del Decreto Nº 74/74 B.O. 07/02/1974, abrogado por Decreto Nº 2915/76 B.O.
26/11/76) 

163
Instrumentadores de Cirugía (Actividad incorporada por art. 1º
del Decreto Nº 1226/74 B.O. 04/11/1974)
Técnicos Industriales en Alimentos (Actividad incorporada por
art. 1º del Decreto Nº 1423/80 B.O. 16/07/1980)
Citotécnicos (Actividad incorporada por art. 1º del Decreto Nº
760/82 B.O. 21/04/1982)
Técnicos en Esterilización  (Actividad incorporada por art. 1º
del Decreto Nº 794/03 B.O. 04/04/2003)
Licenciados en producción de bioimágenes (Actividad incorpo-
rada por art. 1º del Decreto Nº 1003/03 B.O. 31/10/2003)

Artículo 43. — El Poder Ejecutivo Nacional podrá reconocer e in-


corporar nuevas actividades de colaboración cuando lo propicie
la Secretaría de Estado de Salud Pública, previo informe favorable
de las Universidades.

Artículo 44. — Podrán ejercer las actividades a que se refiere el


artículo 42:
a) los que tengan título otorgado por Universidad Nacional o
Universidad Privada y habilitado por el Estado Nacional;
b) los que tengan título otorgado por universidad extranjera y
hayan revalidado en una universidad nacional;
c) los argentinos nativos, diplomados en universidades ex-
tranjeras que hayan cumplido los requisitos exigidos por las uni-
versidades nacionales para dar validez a sus títulos;
d) Los que posean título otorgado por escuelas reconocidas por
la Secretaría de Estado de Salud Pública, en las condiciones que se
reglamenten.

164
Artículo 45. — Las personas referidas en el artículo 42 limitarán
su actividad a la colaboración con el profesional responsable,
sea en la asistencia o recuperación de enfermos, sea en la pre-
servación de la salud de los sanos, y deberán ejercer su actividad
dentro de los límites que en cada caso fije la presente ley y su
reglamentación.
Para la autorización del ejercicio de cualquiera de las activida-
des mencionadas en el artículo 42, es indispensable la inscripción
del título habilitante y la obtención de la matrícula de los organis-
mos competentes de la Secretaría de Estado de Salud Pública, en
las condiciones que se reglamenten.

Artículo 46. — Las personas a que hace referencia el artículo 42


podrán desempeñarse en las condiciones que se reglamenten, en
las siguientes formas:
a) Ejercicio privado autorizado;
b) Ejercicio privado bajo control y dirección de un profesional;
c) Ejercicio exclusivo en establecimientos asistenciales bajo
dirección y control profesional.
d) Ejercicio autorizado en establecimientos comerciales afines
a su actividad auxiliar.

Artículo 47. — Los que ejerzan actividades de colaboración, esta-


rán obligados a:
a) Ejercer dentro de los límites estrictos de su autorización;
b) Limitar su actuación a la prescripción y/o indicación
recibida;

165
c) Solicitar la inmediata colaboración del profesional cuando
en el ejercicio de su actividad surjan o amenacen surgir compli-
caciones, cuyo tratamiento exceda los límites señalados para la
actividad que ejerzan;
d) En el caso de tener el ejercicio privado autorizado deberán
llevar un libro registro de asistidos, en las condiciones que se re-
glamenten.

Artículo 48. — Queda prohibido a los que ejercen actividades de


colaboración de la medicina u odontología:
a) Realizar tratamientos fuera de los límites de su autorización;
b) Modificar las indicaciones médicas u odontológicas recibi-
das, según el caso, o asistir de manera distinta a la indicada por
el profesional;
c) Anunciar o prometer la curación fijando plazos;
d) Anunciar o prometer la conservación de la salud;
e) Anunciar o aplicar procedimientos técnicos o terapéuticos
ajenos a la enseñanza que se imparte en las universidades o es-
cuelas reconocidas del país;
f) Prometer el alivio o la curación por medio de procedimien-
tos secretos o misteriosos;
g) Anunciar agentes terapéuticos de efectos infalibles;
h) Anunciar o aplicar agentes terapéuticos inocuos atribuyén-
doles acción efectiva;
i) Practicar tratamientos personales utilizando productos es-
peciales de preparación exclusiva y/o secreta, y/o no autorizados
por la Secretaría de Estado de Salud Pública;

166
j) Anunciar características técnicas de sus equipos o instru-
mental, de los aparatos o elementos que confeccionen, que induz-
can a error o engaño;
k) Publicar falsos éxitos terapéuticos, estadísticas ficticias, da-
tos inexactos o cualquier otro engaño;
l) Publicar cartas de agradecimiento de pacientes;
m) Ejercer su actividad mientras padezcan enfermedades in-
fectocontagiosas;
n) Participar honorarios;
o) Ejercer su actividad en locales no habilitados, salvo casos
de fuerza mayor.

CAPÍTULO II — DE LAS OBSTÉTRICAS

Artículo 49. — El ejercicio de la obstetricia queda reservado a las


personas de sexo femenino que posean el título universitario de
obstétrica o partera, en las condiciones establecidas en el artículo 44.

Artículo 50. — Las obstétricas o parteras no podrán prestar asisten-


cia a la mujer en estado de embarazo, parto o puerperio patológico,
debiendo limitar su actuación a lo que específicamente se regla-
mente, y ante la comprobación de cualquier síntoma anormal en el
transcurso del embarazo, parto y/o puerperio deberán requerir la
presencia de un médico, de preferencia especializado en obstetricia.

Artículo 51. — Las obstétricas o parteras pueden realizar asisten-


cia en instituciones asistenciales oficiales o privadas habilitadas,

167
en el domicilio del paciente o en su consultorio privado, en las
condiciones que se reglamenten.
Las obstétricas o parteras no pueden tener en su consultorio
instrumental médico que no haga a los fines estrictos de su ac-
tividad.

Artículo 52. — Las obstétricas o parteras que deseen recibir em-


barazadas en su consultorio en carácter de internadas deberán
obtener autorización previa de la Secretaría de Estado de Salud
Pública, la que fijará las condiciones higiénico-sanitarias a que
deberán ajustarse los locales y los elementos de que deberán estar
dotados, no pudiendo utilizar la denominación de “Maternida-
des o Clínicas Maternales”, reservándose dicha calificación para
los establecimientos que cuenten con dirección médica y cuerpo
profesional especializado en obstetricia.
En los mencionados locales podrán ser admitidas únicamente
embarazadas que se encuentren en los tres últimos meses de em-
barazo o en trabajo de parto.
El derecho de inspección de la Secretaría de Estado de Salud
Pública es absoluto y se podrá ordenar la inmediata clausura
cuando sus instalaciones técnicas o higiénicas no sean satisfacto-
rias, o cuando existan internadas fuera de las condiciones regla-
mentarias o estén atacadas de enfermedades infecto-contagiosas,
debiendo efectuarse de inmediato la correspondiente denuncia si
se presupone la comisión de un delito.

168
CAPÍTULO III — DE LOS KINESIÓLOGOS Y TERAPISTAS FÍSICOS

Artículo 53. — Se entiende por ejercicio de la kinesiología y de


la terapia física anunciar y/o aplicar kinesioterapia, kinefilaxia y
fisioterapia.

Artículo 54. — La kinesiología podrá ser ejercida por las perso-


nas que posean el título universitario de kinesiólogo o título de
terapista físico, en las condiciones establecidas en el artículo 44.
Los “idóneos en kinesiología” habilitados en virtud de la Ley
13.970 y su decreto reglamentario Nº 15.589/51, continuarán en el
ejercicio de sus actividades en la forma autorizada por las citadas
normas.

Artículo 55. — Los kinesiólogos y terapistas físicos podrán aten-


der personas sanas, o enfermos por prescripción médica.
Frente a la comprobación de cualquier síntoma anormal, en el
transcurso del tratamiento o cuando surjan o amenacen surgir com-
plicaciones, deberán solicitar la inmediata colaboración del médico.

Artículo 56. — Los kinesiólogos y terapistas físicos podrán realizar:


a) Kinesioterapia y fisioterapia en instituciones asistenciales
oficiales o privadas habilitadas, en el domicilio del paciente o en
gabinete privado habilitado, en las condiciones que se reglamenten;
b) Kinefilaxia en los clubes deportivos, casas de baños, institu-
tos de belleza y demás establecimientos que no persigan finalidad
terapéutica.

169
Artículo 57. — Les está prohibido a los kinesiólogos y terapistas
físicos:
a) Efectuar asistencia de enfermos sin indicación y/o prescrip-
ción médica;
b) Realizar exámenes fuera de la zona corporal para la que ha-
yan recibido indicación de tratamiento;
c) Realizar indicaciones terapéuticas fuera de las específica-
mente autorizadas.

CAPÍTULO IV — DE LAS ENFERMERAS 

(Capítulo derogado por art. 27 de la Ley Nº 24.004 B.O. 28/10/1991)

CAPÍTULO V — DE LOS TERAPISTAS OCUPACIONALES

Artículo 62. — Se entiende por ejercicio de la terapia ocupacio-


nal la aplicación de procedimientos destinados a la rehabilitación
física y/o mental de inválidos, incapacitados, lesionados o enfer-
mos; o como medio para su evaluación funcional, empleando ac-
tividades laborales, artísticas, recreativas o sociales.

Artículo 63. — La terapia ocupacional podrá ser ejercida por las


personas que tengan título de terapistas ocupacional acorde con lo
dispuesto en el artículo 44 en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 64. — Los que ejerzan la terapia ocupacional podrán ac-


tuar únicamente por indicación y bajo control médico en los límites

170
que se reglamenten. Ante la comprobación de cualquier signo o
síntoma anormal en el transcurso del tratamiento o cuando se
observare la posibilidad de que surjan o amenacen surgir compli-
caciones, deberán requerir el inmediato control médico.

Artículo 65. — Los terapistas ocupacionales podrán realizar ex-


clusivamente sus actividades en establecimientos asistenciales
oficiales o privados habilitados y en el domicilio del paciente y
anunciar u ofrecer sus servicios únicamente a médicos.

Capítulo VI — De los Ópticos Técnicos

Artículo 66. — Se entiende por ejercicio de la óptica técnica, anun-


ciar, confeccionar o expender medios ópticos destinados a ser in-
terpuestos entre el campo visual y el ojo humano.

Artículo 67. — La óptica técnica podrá ser ejercida por los que po-
sean el título de Óptico Técnico; Experto en Óptica o Perito Óptico,
acorde con lo dispuesto por el artículo 44º, en las condiciones que
se reglamenten.

Artículo 68. — El despacho al público de anteojos de todo tipo (pro-


tectores, correctores y/o filtrantes) y todo otro elemento que tenga
por fin interponerse en el campo visual para corregir sus vicios, solo
podrá tener lugar en las casas de óptica previamente habilitadas.
(Nota Infoleg: por art. 1º de la Resolución Nº 102/95 del Ministerio
de Economía, Obras y Servicios Públicos B.O. 11/08/1995 se interpreta que

171
lo dispuesto por el artículo 1º del Decreto Nº 2284/91 ratificado por Ley Nº
24.307 ha dejado sin efecto la aplicación del presente artículo en lo referen-
te al expendio de los productos que tengan por finalidad interponerse en el
campo visual sin fines terapéuticos).

Artículo 69. — Los que ejerzan la óptica podrán actuar única-


mente por prescripción médica, debiendo limitar su actuación a
la elaboración y adaptación del medio óptico y, salvo lo que exige
la adaptación mecánica del lente de contacto, no podrán realizar
acto alguno sobre el órgano de visión del paciente que implique
un examen con fines de diagnóstico, prescripción y/o tratamiento.

Artículo 70. — Toda persona que desee instalar una casa de óp-
tica o de venta de lentes deberá requerir la autorización previa a
la Secretaría de Estado de Salud Pública, debiendo esta reunir las
condiciones que se reglamenten.
Las casas de óptica de Obras Sociales, entidades mutuales o aso-
ciaciones de bien público deberán ser de propiedad exclusiva de
la asociación o entidad permisionaria, no pudiendo ser cedidas ni
dadas en concesión o locación ni explotadas por terceras personas.

Artículo 71. — Los ópticos técnicos que anuncien, confeccionen


o expendan lentes de contacto deberán acreditar su especialidad
en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 72. — Toda persona que desee instalar una casa para la
confección de lentes de contacto deberá requerir la autorización

172
previa de la Secretaría de Estado de Salud Pública, debiendo esta
reunir las condiciones que se reglamenten.

Artículo 73. — Los ópticos técnicos podrán realizar el ejerci-


cio de su actividad exclusivamente en establecimientos oficiales o
privados, en establecimientos comerciales habilitados y controla-
dos por la Secretaría de Estado de Salud Pública en las condiciones
que se reglamenten.
Los ópticos técnicos no podrán tener su taller en un consulto-
rio médico o anexado al mismo, ni podrán anunciar exámenes o
indicar determinado facultativo.

Capítulo VII — De los Mecánicos para Dentistas 

(Capítulo derogado por art. 12 de la Ley Nº 23.752 B.O. 13/10/89)

Capítulo VIII — De los Dietistas

(Capítulo derogado por art. 17 de la Ley Nº 24.301 B.O. 10/01/1994.


Vigencia: a los noventa (90) días de su publicación)

Capítulo IX — De los Auxiliares de Radiología

Artículo 83. — Se entiende como ejercicio auxiliar de radiología


la obtención de radiografías y las labores correspondientes de cá-
mara oscura.

173
Artículo 84. — Podrán ejercer como auxiliares de radiología los
que tengan título de técnicos en radiología, ayudantes de radio-
logía y/o radiógrafos, acordes con lo dispuesto en el artículo 44º,
en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 85. — Los que ejerzan como auxiliares de radiología po-


drán actuar únicamente por indicación y bajo control médico u
odontológico directo y en los límites de su autorización.

Artículo 86. — Los auxiliares de radiología podrán realizar el


ejercicio de su actividad exclusivamente en establecimientos asis-
tenciales, oficiales o privados, y como personal auxiliar de profe-
sionales habilitados. Deberán solicitar de la Secretaría de Estado
de Salud Pública la correspondiente autorización.
Podrán anunciar u ofrecer sus servicios únicamente a institu-
ciones asistenciales y a profesionales.

Capítulo X — De los Auxiliares de Psiquiatría

Artículo 87. — Se entiende como ejercicio auxiliar de la siquiatría


la obtención de tests mentales y la recopilación de antecedentes y
datos ambientales de los pacientes.

Artículo 88. — Podrán ejercer la actividad a que se refiere el artí-


culo precedente los que posean el título de auxiliar de siquiatría,
acorde con lo dispuesto en el artículo 44º, en las condiciones que
se reglamenten.

174
Artículo 89. — Los que ejerzan como auxiliares de siquiatría po-
drán actuar únicamente por indicación y bajo control del médico
especialista habilitado y dentro de los límites de su autorización.

Artículo 90. — Los auxiliares de siquiatría podrán ejercer su ac-


tividad exclusivamente en establecimientos oficiales o privados y
como personal auxiliar de médico especialista habilitado.
Deberán solicitar de la Secretaría de Estado de Salud Pública la
correspondiente autorización.
Podrán anunciar u ofrecer sus servicios únicamente a institu-
ciones asistenciales y a médicos especialistas.

Artículo 91. — (Artículo derogado por art. 10 de la Ley Nº 23.277 B.O.


15/11/1985)

Capítulo XI — De los Auxiliares de Laboratorio

Artículo 92. — Se entiende como ejercicio auxiliar de laboratorio


las tareas secundarias de laboratorio, con exclusión de la inter-
pretación de datos analíticos y/o pruebas funcionales y/o diag-
nóstico.

Artículo 93. — Podrán ejercer la actividad a que se refiere el artícu-


lo precedente los que posean título auxiliar de laboratorio o título
de Doctor o Licenciado en Ciencias Biológicas, acorde con lo dis-
puesto por el artículo 44º, en las condiciones que se reglamenten.

175
Artículo 94. — Los que ejerzan como auxiliares de laboratorio
podrán actuar únicamente bajo indicación y control directo del
profesional y en el límite estricto de su autorización.

Artículo 95. — Los auxiliares de laboratorio podrán realizar el


ejercicio de su actividad exclusivamente en establecimientos
asistenciales oficiales o privados habilitados, como personal
auxiliar de profesional habilitado, con laboratorio autorizado
por la Secretaría de Estado de Salud Pública. Deberán solicitar
de la Secretaría de Estado de Salud Pública la correspondiente
autorización.
Los auxiliares de laboratorio podrán ofrecer sus servicios ex-
clusivamente a instituciones asistenciales y a los profesionales
comprendidos en el Título IV de esta ley.

Capítulo XII — De los Auxiliares de Anestesia

Artículo 96. — Se entiende como ejercicio auxiliar de la anestesia


las actividades de colaboración con el médico especializado en
anestesia en la aplicación de las mismas y el cuidado y prepara-
ción del material a utilizar.

Artículo 97. — Podrán ejercer la actividad a que se refiere el


artículo precedente los que posean título de Auxiliar de Anestesia,
acorde con lo dispuesto por el artículo 44º, en las condiciones que
se reglamenten.

176
Artículo 98. — Los que ejerzan como auxiliares de anestesia po-
drán actuar únicamente bajo indicación y control directo del pro-
fesional y en el límite estricto de su autorización. En ningún caso
podrán aplicar anestesias.
Sin perjuicio de las penalidades impuestas por esta ley, los que
actuaren fuera de los límites en que deben ser desarrolladas sus
actividades serán denunciados por infracción al artículo 208º del
Código Penal.

Artículo 99. — Los auxiliares de anestesia podrán realizar el ejer-


cicio de su actividad exclusivamente en establecimientos asisten-
ciales oficiales o privados habilitados y/o como personal auxiliar
de médico especializado.

Artículo 100. — Los auxiliares de anestesia no podrán ofrecer sus


servicios al público, solo podrán anunciarse u ofrecer sus servi-
cios a profesionales especializados o a instituciones asistenciales.

Capítulo XIII — De los Fonoaudiólogos

Artículo 101. — Se entiende como ejercicio de la fonoaudiología


la medición de los niveles de audición (audiometría) y la enseñan-
za de ejercicio de reeducación o rehabilitación de la voz, el habla y
el lenguaje a cumplirse por el paciente.

Artículo 102. — La fonoaudiología podrá ser ejercida por las


personas que posean título de Doctor en Fonología; Doctor o

177
Licenciado en Lenguaje; Licenciado en Comunicación Humana;
Fonoaudiólogo; Reeducador Fonético; Técnico en Fonoaudiología;
Auxiliar de Fonoaudiología o similares, acorde con lo dispuesto
por el artículo 44º, en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 103. — Los que ejerzan la fonoaudiología podrán actuar


únicamente por indicación y bajo control médico, debiendo ac-
tuar dentro de los límites de su autorización.

Artículo 104. — Los fonoaudiólogos podrán realizar el ejerci-


cio de su actividad exclusivamente en establecimientos asisten-
ciales oficiales o privados y como personal auxiliar de médico
habilitado.
Podrán anunciar u ofrecer sus servicios únicamente a institu-
ciones asistenciales y a profesionales.

Capítulo XIV — De los Ortópticos

Artículo 105. — Se entiende como ejercicio de la ortóptica la en-


señanza de ejercicio de reeducación de estrábicos y amblíopes a
cumplirse por el paciente.

Artículo 106. — La ortóptica podrá ser ejercida por las personas


que posean título de Ortóptico, acorde con lo dispuesto por el
artículo 44º, en las condiciones que se reglamenten.

178
Artículo 107. — Los que ejerzan la ortóptica podrán actuar única-
mente por indicación y bajo control de médico habilitado, debien-
do actuar dentro de los límites de su autorización.

Artículo 108. — Los ortópticos podrán realizar el ejercicio de su


actividad exclusivamente en establecimientos asistenciales ofi-
ciales o privados y como personal auxiliar de médico habilitado.

Artículo 109. — Les está prohibido a los ópticos técnicos y a


los kinesiólogos desempeñarse como ortópticos.

Capítulo XV — De las Visitadoras de Higiene

Artículo 110. — La actividad de las visitadoras de higiene com-


prende la colaboración con los profesionales en los estudios hi-
giénico-sanitarios, labores de profilaxis, control de tratamientos y
difusión de conocimientos de medicina y odontología preventivas.

Artículo 111. — Podrán ejercer la actividad a que se refiere el artí-


culo precedente los que posean el título de “visitadoras de higie-
ne”, acorde con lo dispuesto por el artículo 44º, en las condiciones
que se reglamenten.

Artículo 112. — Las que ejerzan como visitadoras de higiene po-


drán actuar únicamente por indicación y bajo control de médico u
odontólogo habilitado y dentro de los límites de su autorización.

179
Artículo 113. — Las visitadoras de higiene podrán realizar el ejerci-
cio de su actividad exclusivamente en establecimientos asistenciales
oficiales o privados habilitados, en instituciones u organismos sani-
tarios y en establecimientos industriales, en las condiciones que esta-
blece el artículo anterior, y no podrán ofrecer sus servicios al público.

Artículo 114. — Queda prohibido a las visitadoras de higiene:


a) aplicar terapéutica;
b) anunciarse al público;
c) desarrollar actividades que están reservadas a las enfermeras;
d) instalarse con local o consultorio.

Capítulo XVI — De los Técnicos en Ortesis y Prótesis

Artículo 115. — Se entiende por ejercicio de la Técnica Ortésica y


Protésica el anuncio, expendio, elaboración y/o ensamble de apa-
ratos destinados a corregir deformaciones y/o sustituir funciones
y/o miembros del cuerpo perdidos.

Artículo 116. — Podrán ejercer la actividad a la que se refiere el


artículo precedente los que posean el título de técnico en ortesis
y prótesis o técnico en aparatos ortopédicos, acorde con lo dis-
puesto por el artículo 44º, en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 117. — Los que ejerzan como técnicos en ortesis y


prótesis o técnicos en aparatos ortopédicos podrán actuar
únicamente por indicación, prescripción y control médico, y

180
exclusivamente en tales condiciones podrán realizar medidas y
pruebas de aparatos en los pacientes.

Artículo 118. — Los técnicos en ortesis y prótesis o en aparatos


ortopédicos podrán realizar actividad privada o en establecimien-
tos asistenciales oficiales o privados habilitados y controlados
por la Secretaría de Estado de Salud Pública, en las condiciones
que se reglamenten.

Artículo 119. — Los técnicos en ortesis y prótesis o en aparatos


ortopédicos no podrán tener su taller en el consultorio de un mé-
dico o anexado al mismo, ni podrán anunciar exámenes ni indicar
determinado facultativo. En sus avisos publicitarios deberán acla-
rar debidamente su carácter de técnicos ortesistas y protesistas o
técnicos en aparatos ortopédicos.

Artículo 120. — En el caso de que un médico especializado elabore


las prótesis de sus pacientes, podrá tener bajo su dependencia a
un técnico en ortesis y prótesis o a un técnico en aparatos ortopé-
dicos, debiendo el taller ser habilitado por la Secretaría de Estado
de Salud Pública, y no podrá tener en ningún caso las característi-
cas de un establecimiento comercial o de libre acceso del público.

Capítulo XVII — De los Técnicos en Calzado Ortopédico

Artículo 121. — Se entiende como ejercicio de la técnica en cal-


zado ortopédico anunciar, elaborar o expender calzado desti-

181
nado a corregir malformaciones, enfermedades o sus secuelas,
de los pies.

Artículo 122. — Podrán ejercer la actividad a que se refiere el artí-


culo precedente las personas que posean el título de Técnicos en
Calzado Ortopédico, acorde con lo dispuesto por el artículo 44º,
en las condiciones que se reglamenten.

Artículo 123. — Los que ejerzan como técnicos en calzado orto-


pédico podrán actuar únicamente por indicación, prescripción y
control de médico especialista. Exclusivamente en estas condicio-
nes podrán realizar medidas y pruebas de calzado en los pacientes.

Artículo 124. — Los técnicos en calzado ortopédico podrán reali-


zar su actividad privadamente en establecimientos oficiales por
privados, en establecimientos comerciales (zapaterías ortopédi-
cas), habilitadas y controladas por la Secretaría de Estado de Salud
Pública, en las condiciones que esta determine.

TÍtulo VIII — De las Sanciones

Artículo 125. — En uso de sus atribuciones de gobierno de las matrí-


culas y control del ejercicio de la medicina, odontología y actividades
de colaboración, la Secretaría de Estado de Salud Pública, sin perjui-
cio de las penalidades que luego se determinan y teniendo en cuenta
la gravedad y/o reiteración de las infracciones, podrá suspender la
matrícula o la habilitación del establecimiento, según sea el caso.

182
En caso de peligro para la salud pública podrá suspenderla
preventivamente por un término no mayor a noventa (90) días,
mediante resolución fundada.

Artículo 126. — Las infracciones a lo dispuesto en la presente ley,


a las reglamentaciones que en su consecuencia se dicten y a las
disposiciones complementarias que dicte la Secretaría de Estado
de Salud Pública serán penadas por los organismos competentes
de la misma con:
a) apercibimiento;
b) multa de un millón de pesos ($ 1.000.000) a cuatrocien-
tos millones de pesos ($ 400.000.000), susceptible de ser au-
mentada hasta el décuplo del máximo establecido, en caso de
reincidencia; (Inciso sustituido por art. 1º de la Ley Nº 22.650 B.O.
11/10/1982)
(Nota Infoleg: las actualizaciones a los montos consignados en el
presente inciso pueden consultarse clickeando en el enlace “Esta norma es
complementada o modificada por X norma(s).”)
c) inhabilitación en el ejercicio de un (1) mes a cinco (5) años
(suspensión temporaria de la matrícula);
d) clausura total o parcial, temporaria o definitiva del consul-
torio, clínica, instituto, sanatorio, laboratorio o cualquier otro
local o establecimiento donde actuaren las personas que hayan
cometido la infracción.
La Secretaría de Estado de Salud Pública de la Nación, a través
de sus organismos competentes, está facultada para disponer
los alcances de la medida, aplicando las sanciones separada o

183
conjuntamente, teniendo en cuenta los antecedentes del impu-
tado, la gravedad de la falta y sus proyecciones desde el punto de
vista sanitario.

Artículo 127. — En los casos de reincidencia en las infracciones, la


Secretaría de Estado de Salud Pública podrá inhabilitar al infrac-
tor por el término de un (1) mes a cinco (5) años según los ante-
cedentes del imputado, la gravedad de la falta y sus proyecciones
desde el punto de vista sanitario.

Artículo 128. — La reincidencia en la actuación fuera de los lími-


tes en que esta debe ser desarrollada, harán pasible al infractor
de inhabilitación de un (1) mes a cinco (5) años; sin perjuicio de
ser denunciado por infracción al artículo 208º del Código Penal.

Artículo 129. — El producto de las multas que aplique la Secreta-


ría de Estado de Salud Pública de conformidad a lo establecido en
la presente ley ingresará al Fondo Nacional de la Salud.

Título IX — De la Prescripción

Artículo 130. — Las acciones para poner en ejecución las sancio-


nes prescribirán a los cinco (5) años de cometida la infracción;
dicha prescripción se interrumpirá por la comisión de cualquiera
otra infracción a la presente ley, a su reglamentación o a las dispo-
siciones dictadas en consecuencia.

184
Título X — Del Procedimiento

Artículo 131. — Comprobada la infracción a la presente ley, a su


reglamentación o a las disposiciones que en consecuencia dicte la
Secretaría de Estado de Salud Pública, se citará por telegrama co-
lacionado o por cédula al imputado a efectos de que comparezca
a tomar vista de lo actuado, formular sus descargos, acompañar
la prueba que haga a los mismos, y ofrecer la que no obre en su
poder, levantándose acta de la exposición que efectúe, ocasión en
la que constituirá un domicilio.
En el caso de que las circunstancias así lo hagan aconsejable o
necesario, la Secretaría de Estado de Salud Pública podrá citar al
infractor por edicto.
Examinados los descargos y/o los informes que los organis-
mos técnicos-administrativos produzcan se procederá a dictar
resolución definitiva.

Artículo 132. — Si no compareciere el imputado a la segunda


citación sin justa causa o si fuere desestimada la causal alegada
para su inasistencia, se hará constar tal circunstancia en el expe-
diente que se formará en cada caso y decretándose de oficio su
rebeldía, se procederá sin más trámite al dictado de la resolución
definitiva.
Cuando por razones sanitarias sea necesaria la comparecencia
del imputado, se podrá requerir el auxilio de la fuerza pública, a
tales efectos.

185
Artículo 133. — Cuando la sanción a imponerse fuera la de inha-
bilitación por más de un año, el asunto será pasado previamente
en consulta al señor Procurador del Tesoro de la Nación.

Artículo 134. — Toda resolución definitiva deberá ser notificada


al interesado, quedando definitivamente consentida a los cinco
(5) días de la notificación si no presentara dentro de ese plazo el
recurso establecido en el artículo siguiente.

Artículo 135. — Contra las resoluciones que dicten los organis-


mos competentes de la autoridad sanitaria nacional, solo podrá
interponerse recurso de nulidad y apelación ante el Juzgado
Nacional de Primera Instancia Federal en lo Contencioso Admi-
nistrativo y dentro del plazo fijado por el artículo 134, cuando
se trate de penas de inhabilitación o clausura establecidas en el
artículo126, y en las penas pecuniarias, previstas en este último
artículo y en el 140, previo pago del total de la multa.
(Artículo sustituido por art. 2º de la Ley Nº 22.650 B.O. 11/10/1982)

Artículo 136. — En los recursos interpuestos ante el órgano juris-


diccional de acuerdo con lo establecido en el artículo precedente,
se correrá vista a la Secretaría de Estado de Salud Pública.

Artículo 137. — En ningún caso se dejarán en suspenso por la


aplicación de los principios de la condena condicional las sancio-
nes impuestas por infracción a las disposiciones de la presente
ley, de su reglamentación o de las disposiciones que se dicten en

186
consecuencia, y aquéllas, una vez consentidas o confirmadas, po-
drán ser publicadas oficialmente, expresando el nombre de los in-
fractores, la infracción cometida y la pena que le fuera impuesta.

Artículo 138. — Cuando la Secretaría de Estado de Salud Pública


efectúe denuncias por infracciones a las disposiciones del capítu-
lo “Delitos contra la Salud Pública” del Código Penal, deberá remi-
tirse al órgano jurisdiccional formulando las consideraciones de
hecho y de derecho referentes a la misma.
Los agentes fiscales intervinientes solicitarán la colaboración
de un funcionario letrado de la Secretaría de Estado de Salud Pú-
blica para la atención de la causa, suministro de informes, antece-
dentes, pruebas y todo elemento que pueda ser útil para un mejor
desenvolvimiento del trámite judicial, pudiendo, además, acom-
pañar al agente fiscal a las audiencias que se celebren durante la
tramitación de la causa.

Artículo 139. — En el caso de que no fueran satisfechas las multas


impuestas una vez consentidas, la Secretaría de Estado de Salud
Pública elevará los antecedentes al Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Federal y Contencioso Administrativo para que las
haga efectivas por vía de apremio y el Ministerio Fiscal o el Apo-
derado Fiscal ejercerán en el juicio la representación de la Nación.

Artículo 140. — Los inspectores o funcionarios debidamente


autorizados por la autoridad sanitaria nacional tendrán la fa-
cultad de penetrar a los locales donde se ejerzan las actividades

187
comprendidas por la presente Ley durante las horas destina-
das a su ejercicio.
Las autoridades policiales deberán prestar el concurso pertinen-
te a solicitud de aquellos para el cumplimiento de sus funciones.
La negativa injustificada del propietario, director o encarga-
do del local o establecimiento, lo hará pasible de una multa de
diez millones de pesos ($ 10.000.000) a cien millones de pesos
($ 100.000.000), según sus antecedentes, gravedad de la falta y/o
proyecciones de ésta desde el punto de vista sanitario.
(Nota Infoleg: las actualizaciones a los montos consignados en el pre-
sente párrafo pueden consultarse clickeando en el enlace “Esta norma es
complementada o modificada por X norma(s).”)
Los jueces, con habilitación de día y hora, acordarán de inme-
diato a los funcionarios designados por los organismos compe-
tentes de la autoridad sanitaria nacional, la orden de allanamiento
y el auxilio de la fuerza pública, si estas medidas son solicitadas
por aquellos organismos.
(Artículo sustituido por art. 3º de la Ley Nº 22.650 B.O. 11/10/1982)

Artículo 141. — Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional a actualizar,


por intermedio del Ministerio de Salud Pública y Medio Ambien-
te, los montos de las sanciones de multas tomando como base de
cálculo la variación semestral registrada al 1º de enero y al 1º de
julio de cada año en el índice de precios al por mayor —Nivel Ge-
neral—, que elabore el Instituto Nacional de Estadística y Censos
o el organismo que lo reemplazare.
(Artículo sustituido por art. 4º de la Ley Nº 22.650 B.O. 11/10/1982)

188
Artículo 142. — El Poder Ejecutivo Nacional reglamentará la pre-
sente ley dentro de los noventa (90) días de su promulgación.

Artículo 143. — Quedan derogados la Ley Nº 13.970 y los Decretos


números 6.216/44 (Ley 12.912); 40.185/47; 8.453/63 y el Decreto
Ley Nº 3.309/63.

Artículo 144. — Comuníquese, publíquese, dese a la Dirección


Nacional del Registro Oficial y archívese. 
Onganía. — Roberto Petracca. — Ezequiel A. D. Holmberg.

Antecedentes Normativos
- Artículo 21, inc. e), incorporado por art. 20 de la Ley Nº 22.127 B.O.
08/01/1980.

189
SALUD PÚBLICA
Ley 26.529

Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales


e Instituciones de la Salud
Sancionada: Octubre 21 de 2009
Promulgada de Hecho: Noviembre 19 de 2009

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reuni-


dos en Congreso, etc. sancionan con fuerza de Ley:

DERECHOS DEL PACIENTE, HISTORIA CLÍNICA Y CONSENTI-


MIENTO INFORMADO

Artículo 1º — Ámbito de aplicación. El ejercicio de los derechos


del paciente, en cuanto a la autonomía de la voluntad, la informa-
ción y la documentación clínica, se rige por la presente ley. 

Capítulo I

DERECHOS DEL PACIENTE EN SU RELACIÓN CON LOS PROFE-


SIONALES E INSTITUCIONES DE LA SALUD

Artículo 2º — Derechos del paciente. Constituyen derechos esen-


ciales en la relación entre el paciente y el o los profesionales de la
salud, el o los agentes del seguro de salud, y cualquier efector de
que se trate, los siguientes:

190
a) Asistencia. El paciente, prioritariamente los niños, niñas y
adolescentes, tiene derecho a ser asistido por los profesionales
de la salud, sin menoscabo y distinción alguna, producto de sus
ideas, creencias religiosas, políticas, condición socioeconómica,
raza, sexo, orientación sexual o cualquier otra condición. El pro-
fesional actuante solo podrá eximirse del deber de asistencia,
cuando se hubiere hecho cargo efectivamente del paciente otro
profesional competente; 
b) Trato digno y respetuoso. El paciente tiene el derecho a que
los agentes del sistema de salud intervinientes, le otorguen un trato
digno, con respeto a sus convicciones personales y morales, princi-
palmente las relacionadas con sus condiciones socioculturales, de
género, de pudor y a su intimidad, cualquiera sea el padecimiento
que presente, y se haga extensivo a los familiares o acompañantes;
c) Intimidad. Toda actividad médico-asistencial tendiente a
obtener, clasificar, utilizar, administrar, custodiar y transmitir
información y documentación clínica del paciente debe observar
el estricto respeto por la dignidad humana y la autonomía de la
voluntad, así como el debido resguardo de la intimidad del mismo
y la confidencialidad de sus datos sensibles, sin perjuicio de las
previsiones contenidas en la Ley Nº 25.326;
d) Confidencialidad. El paciente tiene derecho a que toda per-
sona que participe en la elaboración o manipulación de la docu-
mentación clínica, o bien tenga acceso al contenido de la misma,
guarde la debida reserva, salvo expresa disposición en contrario
emanada de autoridad judicial competente o autorización del
propio paciente;

191
e) Autonomía de la Voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar
o rechazar determinadas terapias o procedimientos médicos o bio-
lógicos, con o sin expresión de causa, como así también a revocar
posteriormente su manifestación de la voluntad. Los niños, niñas y
adolescentes tienen derecho a intervenir en los términos de la Ley
Nº 26.061 a los fines de la toma de decisión sobre terapias o pro-
cedimientos médicos o biológicos que involucren su vida o salud; 
f) Información Sanitaria. El paciente tiene derecho a recibir la
información sanitaria necesaria, vinculada a su salud. El derecho
a la información sanitaria incluye el de no recibir la mencionada
información.
g) Interconsulta Médica. El paciente tiene derecho a recibir la
información sanitaria por escrito, a fin de obtener una segunda
opinión sobre el diagnóstico, pronóstico o tratamiento relaciona-
dos con su estado de salud.

Capítulo II

DE LA INFORMACIÓN SANITARIA

Artículo 3º — Definición. A los efectos de la presente ley, entién-


dase por información sanitaria aquella que, de manera clara, su-
ficiente y adecuada a la capacidad de comprensión del paciente,
informe sobre su estado de salud, los estudios y tratamientos que
fueren menester realizarle y la previsible evolución, riesgos, com-
plicaciones o secuelas de los mismos.

192
Artículo 4º — Autorización. La información sanitaria solo podrá
ser brindada a terceras personas, con autorización del paciente.
En el supuesto de incapacidad del paciente o imposibilidad
de comprender la información a causa de su estado físico o psí-
quico, la misma será brindada a su representante legal o, en su
defecto, al cónyuge que conviva con el paciente, o la persona
que, sin ser su cónyuge, conviva o esté a cargo de la asistencia
o cuidado del mismo y los familiares hasta el cuarto grado de
consanguinidad.

Capítulo III

DEL CONSENTIMIENTO INFORMADO

Artículo 5º — Definición. Entiéndese por consentimiento infor-


mado, la declaración de voluntad suficiente efectuada por el pa-
ciente, o por sus representantes legales en su caso, emitida luego
de recibir, por parte del profesional interviniente, información
clara, precisa y adecuada con respecto a: 
a) Su estado de salud;
b) El procedimiento propuesto, con especificación de los obje-
tivos perseguidos;
c) Los beneficios esperados del procedimiento;
d) Los riesgos, molestias y efectos adversos previsibles;
e) La especificación de los procedimientos alternativos y sus
riesgos, beneficios y perjuicios en relación con el procedimiento
propuesto;

193
f) Las consecuencias previsibles de la no realización del proce-
dimiento propuesto o de los alternativos especificados.

Artículo 6º — Obligatoriedad. Toda actuación profesional en el


ámbito médico-sanitario, sea público o privado, requiere, con ca-
rácter general y dentro de los límites que se fijen por vía regla-
mentaria, el previo consentimiento informado del paciente.

Artículo 7º — Instrumentación. El consentimiento será verbal con


las siguientes excepciones, en los que será por escrito y debida-
mente suscrito:
a) Internación;
b) Intervención quirúrgica;
c) Procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasivos;
d) Procedimientos que implican riesgos según lo determine la
reglamentación de la presente ley;
e) Revocación.

Artículo 8º — Exposición con fines académicos. Se requiere el con-


sentimiento del paciente o en su defecto, el de sus representantes
legales, y del profesional de la salud interviniente ante exposicio-
nes con fines académicos, con carácter previo a la realización de
dicha exposición. 

Artículo 9º — Excepciones al consentimiento informado. El profe-


sional de la salud quedará eximido de requerir el consentimiento
informado en los siguientes casos:

194
a) Cuando mediare grave peligro para la salud pública;
b) Cuando mediare una situación de emergencia, con grave
peligro para la salud o vida del paciente, y no pudiera dar el con-
sentimiento por sí o a través de sus representantes legales.
Las excepciones establecidas en el presente artículo se acredi-
tarán de conformidad a lo que establezca la reglamentación, las
que deberán ser interpretadas con carácter restrictivo.

Artículo 10.   — Revocabilidad. La decisión del paciente o de


su representante legal, en cuanto a consentir o rechazar los
tratamientos indicados, puede ser revocada. El profesional
actuante debe acatar tal decisión, y dejar expresa constancia
de ello en la historia clínica, adoptando para el caso todas las
formalidades que resulten menester a los fines de acreditar
fehacientemente tal manifestación de voluntad, y que la mis-
ma fue adoptada en conocimientos de los riesgos previsibles
que la misma implica.
En los casos en que el paciente o su representante legal revo-
quen el rechazo dado a tratamientos indicados, el profesional ac-
tuante solo acatará tal decisión si se mantienen las condiciones
de salud del paciente que en su oportunidad aconsejaron dicho
tratamiento. La decisión debidamente fundada del profesional
actuante se asentará en la historia clínica.

Artículo 11. — Directivas anticipadas. Toda persona capaz mayor


de edad puede disponer directivas anticipadas sobre su salud, pu-
diendo consentir o rechazar determinados tratamientos médicos,

195
preventivos o paliativos, y decisiones relativas a su salud. Las di-
rectivas deberán ser aceptadas por el médico a cargo, salvo las que
impliquen desarrollar prácticas eutanásicas, las que se tendrán
como inexistentes. 

Capítulo IV

DE LA HISTORIA CLÍNICA

Artículo 12. — Definición y alcance. A los efectos de esta ley, en-


tiéndase por historia clínica, el documento obligatorio cronológi-
co, foliado y completo en el que conste toda actuación realizada al
paciente por profesionales y auxiliares de la salud.

Artículo 13. — Historia clínica informatizada. El contenido de la


historia clínica puede confeccionarse en soporte magnético siem-
pre que se arbitren todos los medios que aseguren la preservación
de su integridad, autenticidad, inalterabilidad, perdurabilidad y
recuperabilidad de los datos contenidos en la misma en tiempo
y forma. A tal fin, debe adoptarse el uso de accesos restringidos
con claves de identificación, medios no reescribibles de almace-
namiento, control de modificación de campos o cualquier otra
técnica idónea para asegurar su integridad. 
La reglamentación establece la documentación respaldatoria
que deberá conservarse y designa a los responsables que tendrán
a su cargo la guarda de la misma.

196
Artículo 14. — Titularidad. El paciente es el titular de la historia
clínica. A su simple requerimiento debe suministrársele copia de
la misma, autenticada por autoridad competente de la institución
asistencial. La entrega se realizará dentro de las cuarenta y ocho
(48) horas de solicitada, salvo caso de emergencia. 

Artículo 15. — Asientos. Sin perjuicio de lo establecido en los ar-


tículos precedentes y de lo que disponga la reglamentación, en la
historia clínica se deberá asentar:
a) La fecha de inicio de su confección;
b) Datos identificatorios del paciente y su núcleo familiar;
c) Datos identificatorios del profesional interviniente y su es-
pecialidad;
d) Registros claros y precisos de los actos realizados por los
profesionales y auxiliares intervinientes; 
e) Antecedentes genéticos, fisiológicos y patológicos si los hu-
biere;
f) Todo acto médico realizado o indicado, sea que se trate de
prescripción y suministro de medicamentos, realización de trata-
mientos, prácticas, estudios principales y complementarios afines
con el diagnóstico presuntivo y en su caso de certeza, constancias
de intervención de especialistas, diagnóstico, pronóstico, proce-
dimiento, evolución y toda otra actividad inherente, en especial
ingresos y altas médicas.
Los asientos que se correspondan con lo establecido en los incisos
d), e) y f) del presente artículo, deberán ser realizados sobre la base de
nomenclaturas y modelos universales adoptados y actualizados por

197
la Organización Mundial de la Salud, que la autoridad de aplica-
ción establecerá y actualizará por vía reglamentaria.

Artículo 16. — Integridad. Forman parte de la historia clínica, los


consentimientos informados, las hojas de indicaciones médicas,
las planillas de enfermería, los protocolos quirúrgicos, las pres-
cripciones dietarias, los estudios y prácticas realizadas, rechaza-
das o abandonadas, debiéndose acompañar en cada caso, breve
sumario del acto de agregación y desglose autorizado con cons-
tancia de fecha, firma y sello del profesional actuante.

Artículo 17. — Unicidad. La historia clínica tiene carácter único


dentro de cada establecimiento asistencial público o privado, y
debe identificar al paciente por medio de una “clave uniforme”,
la que deberá ser comunicada al mismo. 

Artículo 18. — Inviolabilidad. Depositarios. La historia clínica


es inviolable. Los establecimientos asistenciales públicos o pri-
vados y los profesionales de la salud, en su calidad de titulares
de consultorios privados, tienen a su cargo su guarda y custodia,
asumiendo el carácter de depositarios de aquélla, y debiendo
instrumentar los medios y recursos necesarios a fin de evitar el
acceso a la información contenida en ella por personas no auto-
rizadas. A los depositarios les son extensivas y aplicables las dis-
posiciones que en materia contractual se establecen en el Libro II,
Sección III, del Título XV del Código Civil, “Del depósito”, y normas
concordantes.

198
La obligación impuesta en el párrafo precedente debe regir
durante el plazo mínimo de DIEZ (10) años de prescripción libe-
ratoria de la responsabilidad contractual. Dicho plazo se computa
desde la última actuación registrada en la historia clínica y venci-
do el mismo, el depositario dispondrá de la misma en el modo y
forma que determine la reglamentación.

Artículo 19. — Legitimación. Establécese que se encuentran legi-


timados para solicitar la historia clínica:
a) El paciente y su representante legal;
b) El cónyuge o la persona que conviva con el paciente en unión
de hecho, sea o no de distinto sexo según acreditación que deter-
mine la reglamentación y los herederos forzosos, en su caso, con
la autorización del paciente, salvo que este se encuentre imposi-
bilitado de darla; 
c) Los médicos, y otros profesionales del arte de curar, cuando
cuenten con expresa autorización del paciente o de su represen-
tante legal.
A dichos fines, el depositario deberá disponer de un ejemplar
del expediente médico con carácter de copia de resguardo, re-
vistiendo dicha copia todas las formalidades y garantías que las
debidas al original. Asimismo podrán entregarse, cuando corres-
ponda, copias certificadas por autoridad sanitaria respectiva del
expediente médico, dejando constancia de la persona que efectúa
la diligencia, consignando sus datos, motivos y demás considera-
ciones que resulten menester.

199
Artículo 20. — Negativa. Acción. Todo sujeto legitimado en los
términos del artículo 19 de la presente ley, frente a la negativa,
demora o silencio del responsable que tiene a su cargo la guarda
de la historia clínica, dispondrá del ejercicio de la acción directa de
“habeas data”, a fin de asegurar el acceso y obtención de aquélla.
A dicha acción se le imprimirá el modo de proceso que en cada
jurisdicción resulte más apto y rápido. En jurisdicción nacional,
esta acción quedará exenta de gastos de justicia.

Artículo 21.  — Sanciones. Sin perjuicio de la responsabilidad


penal o civil que pudiere corresponder, los incumplimientos de
las obligaciones emergentes de la presente ley por parte de los
profesionales y responsables de los establecimientos asistencia-
les constituirán falta grave, siendo pasibles en la jurisdicción na-
cional de las sanciones previstas en el título VIII de la Ley 17.132
—Régimen Legal del Ejercicio de la Medicina, Odontología y Acti-
vidades Auxiliares de las mismas— y, en las jurisdicciones locales,
serán pasibles de las sanciones de similar tenor que se correspon-
dan con el régimen legal del ejercicio de la medicina que rija en
cada una de ellas.

Capítulo V

DISPOSICIONES GENERALES

Artículo 22. — Autoridad de aplicación nacional y local. Es autori-


dad de aplicación de la presente ley en la jurisdicción nacional, el

200
Ministerio de Salud de la Nación, y en cada una de las jurisdiccio-
nes provinciales y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la máxima
autoridad sanitaria local.
Invítase a las provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires a adherir a la presente ley en lo que es materia del régimen
de sanciones y del beneficio de gratuidad en materia de acceso a
la justicia.

Artículo 23. — Vigencia. La presente ley es de orden público, y


entrará en vigencia a partir de los NOVENTA (90) días de la fecha
de su publicación. 

Artículo 24. — Reglamentación. El Poder Ejecutivo debe regla-


mentar la presente ley dentro de los NOVENTA (90) días contados
a partir de su publicación.

Artículo 25. — Comuníquese al Poder Ejecutivo.

DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO,


EN BUENOS AIRES, A LOS VEINTIÚN DÍAS DEL MES DE OCTUBRE
DEL AÑO DOS MIL NUEVE. 

— REGISTRADA BAJO EL Nº 26.529 —

JULIO C. C. COBOS. — EDUARDO A. FELLNER. — Enrique Hi-


dalgo. — Juan H. Estrada.

201
Resumen

El Profesor Andrés Mega, médico psiquiatra y legista, que nos


tiene acostumbrados a maravillosas y amenas disertaciones,
nos brinda un escrito no menos ameno, y no menos coloquial.
Este es indispensable para todos los colegas médicos por su
practicidad.
Nos advierte, desde el inicio, que este libro pretende ser una
especie de manual desacartonado, si se compara con otros textos
más tradicionales. Comenta situaciones reales disfrazadas para
que sirvan de base a los grandes capítulos de los vínculos entre
nuestro quehacer clínico y los cuestionamientos legales.
Se preocupa sobre el aumento de las demandas por mala
praxis (aunque critique este término), que generalmente no
concluyen en una condena real al médico en más del 96% de
los casos, pero significan un sufrimiento psíquico, emocional y
económico. Agrega que, como resultado de estas, se ha institui-
do la llamada medicina defensiva, es decir, una serie de prácticas
extendidas entre los colegas, consistentes en pedir una cantidad
de estudios que razonablemente no se pedirían, pero se solicitan
«por las dudas». Propone este manual como una guía de super-
vivencia para una crisis de comunicación y desarrolla el porqué
de esta necesidad.

203
Recalca la importancia de saber cómo está personalmente
cada uno de nosotros como colegas, con qué predisposición,
con qué cuidado personal, con cuál estabilidad emocional, si
libres o no de preocupaciones personales o económicas; y de
pensar introspectivamente si todavía podemos hacer medicina
asistencial sabiendo que los pacientes nos traerán más preo-
cupaciones que aquellas derivadas de la enfermedad que los
aqueja.
Nos recuerda que debemos conocer los aspectos más básicos
de las leyes que rigen el ejercicio profesional, y para ello agrega,
en el apartado final, los textos legales imprescindibles para un
básico ejercicio de la medicina. Explicita que la conducta médica
es observada tanto por los dos Códigos de Fondo principales de
nuestro país, que son el Código Civil y el Código Penal, y por la
Constitución Nacional.
Explica exhaustivamente el concepto de daño que puede re-
querir resarcimiento.
Revisa los conceptos básicos de la Responsabilidad Profesio-
nal, que se basan en leyes detalladas en el addendum al final. Y nos
recuerda que la ley se presume como conocida por todos.
Nos recuerda los conceptos de imprudencia, negligencia, im-
pericia en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos
o de los deberes a su cargo.
Asegura la necesidad de conocer la reciente Ley 26529 sobre
Derechos del Paciente. Esta legisla sobre el uso del consentimien-
to informado, La historia clínica y los derechos específicos del
paciente, que casi significan un empoderamiento de este.

204
Critica, como dije ut supra, el concepto de mala praxis porque
implica una autoacusación. Nos recalca que lo correcto es hablar
de responsabilidad profesional.
Uno de los apartados más interesantes versa sobre la relación
médico/paciente. Como dice el autor, es el trending topic. Abarca
desde la primera impresión y forma de comunicación entre am-
bas partes e incluye la relación contractual que se genera.
Respecto del secreto médico, nos recuerda su implicancia y las
derivaciones de su incumplimiento.
Detalla la significancia del consentimiento informado, que es
una declaración escrita y firmada por el paciente, donde dice, sin-
téticamente, que el médico tratante le ha informado su diagnósti-
co, las opciones de tratamiento, lo que se esperaría, lo que podría
eventualmente suceder, y las consecuencias de que el paciente
no se asista o no respete lo establecido. Nos brinda un modelo
propio de este consentimiento.
Nos explica que para la ley, como médicos, tenemos obli-
gación de medios, pero no de resultados, según lo establecen
nuestros Códigos. Hacemos una affectio societatis, que puede ser
rota por alguna de las partes y nos describe las posibilidades
del lado del paciente y del nuestro para dejarlo sin efecto. Así,
nos enseña todos los modos de terminar un tratamiento en for-
ma adecuada.
Un nuevo apartado versa sobre el paciente difícil, que es aquel
que nos despierta emociones negativas, ya sea por las caracterís-
ticas de su enfermedad, su personalidad o las circunstancias de
su atención.

205
Y, por el otro lado, nos describe al médico difícil. Es importan-
te la descripción que realiza al particular para poder reconocer-
nos a lo mejor en alguna de las descripciones.
Escribe sobre la conducta inapropiada del profesional médi-
co, como ser una conducta sexual indebida. Siendo la relación
médico/paciente un vínculo asimétrico, deberíamos evitarlo. Y es
penado por nuestro Código Penal. Nos aconseja, además, cómo
no llegar a estas situaciones. Recalca que, aunque el paciente diga
sí, es no. Siempre.
Un escrito novedoso es el concerniente a redes sociales y a la
telemedicina. La medicina virtual a la cual tendremos que adap-
tarnos. Nos aconseja cómo debemos prepararnos para enfrentar
estos nuevos tiempos y métodos de atención.
Finalmente, nos aconseja cuándo y cómo retirarnos. Cómo
debemos afrontar y enfrentar esta decisión sin que nos genere
alteraciones personales.
Uno de sus párrafos finales es, de por sí, elocuente: «Lo cierto
es que, si en alguna medida esto ha servido para ilustrar mejor a
los colegas, para amigarse un poquito con la ley y para evitar que
los demanden, la tarea y transpiración que esto ha demandado
estarán plenamente justificados».
Finalmente nos otorga el apéndice legal prometido y que to-
dos debemos conocer.
Como editora de esta obra, repito lo dicho en el prólogo ge-
neral: cada libro está escrito por profesionales que conocen su
ciencia y que tienen el arte de curar. (En este caso, el arte de no
ser demandado en la acción intentada). Dije, además, que los

206
autores nos escriben desde su saber, desde sus vivencias y que
nos regalan también su personalidad. El Profesor Mega y su obra
es el mejor ejemplo de compartirnos su sapiencia y su perso-
nalidad, siempre dispuesta a enseñar desde lo práctico y, como
siempre dice, con seriedad sin solemnidad. Así, aprenderemos a
cuidarnos, además de cuidar.

Dra. Andrea Márquez López Mato

207
606481
Dra. Andrea Márquez López Mato Prof. Dr. Andrés Mega

• Médica (Universidad Salvador). Médico Psiquiatra, Legista y Psicoterapeuta.


606481_03_Libro_MedicinaLegal_SNC_Jul19


Médica Psiquiatra Universitaria (UBA).
Diplomada Internacional en
Prof. Dr. Andrés Mega Médico Forense de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. Profesor Universitario
Libro
Psiconeuroinmunoendocrinología (APPNIE). COLECCIÓN en Medicina. Profesor Coordinador del Instituto
DIOCAM / GAVIN
• Magíster en Neurociencia (Universidad ESENCIAL
SNC Universitario de Seguridad de la Ciudad en
Maimónides).
La medicina y la ley
Gador SNC

Prof. Dr. Andrés Mega


Tercera Psiquiatría Forense, Psicología General y
• Especialista Universitaria en Dolor
Criminal y Medicina Legal. Docente Adscrito
(Universidad Barceló).

cyan
• Directora de la Diplomatura en PNIE
(Universidad Maimónides).
en la atención primaria de la Cátedra de Medicina Legal y Deontología
Médica, en la Facultad de Medicina, Universidad
magenta

amarillo
• Profesor Titular PNIE. Máster de Neurociencias
(Universidad Maimónides).
y en la clínica médica de Buenos Aires. Investigador Principal de la
Fundación Argentina Contra el Envejecimiento
negro
• Docente Invitada. Diplomatura en Medicina y las Enfermedades Neurológicas (Buenos

La medicina y la ley en la atención primaria y en la clínica médica


del Estrés. (AMA). Aires). International Distinguished Fellow &
Coordinadora de la Colección Psiquiatría para Clínicos:
• Docente invitada. Máster de Ambassador, American Psychiatric Association.
Psiconeuroinmunoendocrinología.
Dra. Andrea Márquez López Mato
International Member, American Academy
(Universidad Favaloro). of Psychiatry and the Law.
• Docente invitada. Curso bianual de Actualización
en Psiquiatría Biológica. (AAPB).
• Miembro honorífico de AAPB, CLANP, SAPINE,
FLAPB, FLAPNIE.
Línea corte
• Miembro de ISC de la WFSBP.
Línea doblez
• Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica
Integral (IPBI).
• Autora de 114 capítulos publicados en libros.
606481
• Autora o coautora de 97 artículos publicados
Daniela Coduto
en revista y en separatas científicas con
referato o sin este.
• Presentadora de más de 632 relatos o
presentaciones en actividades científicas
nacionales e internacionales.
• Partícipe de 38 trabajos de investigación.
Para mayor información de Alplax® y de Gavin®
consultar www.gador.com.ar

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