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TEXTO1:
2. GÉNESIS E HISTORIA
Estas dos plegarías eucarísticas han sido preparadas por la Congregación para el Culto Divino para
el Año Santo de 1975.
El 26 de octubre de 1974 recibió la aprobación del papa Pablo VI. El texto latino fue publicado en
un folleto junto con las tres plegarias para las celebraciones Eucarísticas con niños y unos
prenótandos, además se incluían los textos originales en los que dichas plegarias fueron redactadas.
Francés la primera y alemán la segunda. Luego fueron enviadas a todas las Conferencias episcopales
para que aquellas que lo solicitaran pudieran usarlas a lo largo del año Santo (1975); posteriormente
para que fueran empleadas en celebraciones especiales de la reconciliación y de la penitencia 2, ya
que habían sido aprobadas por un trienio ad experimentum.
En 1977 se renovó la aprobación por un trienio más, la posibilidad de seguir utilizándolas para las
circunstancias indicadas en 19753; en 1980 esta renovación se hizo Sine die4(sin fecha determinada).
En el año Santo de la Redención en 1983 el papa Juan Pablo II invitó a que se utilizara estas
plegarias en las Eucaristías jubilares5. Durante este período siempre se requería el permiso pertinente
de la Sede Apostólica a cada Conferencia episcopal. Con la tercera edición típica del Misal Romano
ya no es necesario pues se han universalizado su uso, al ser incluidas, como plegarías para toda la
Iglesia de rito romano.
3. ESTRUCTURA Y CONTENIDO
Estás plegarías forman un todo con su Prefacio, aunque actualmente pude ser utilizada con otros
prefacios que tengas como temática la reconciliación y la penitencia, como son por ejemplo los
Prefacios cuaresmales.
Los títulos son sencillamente redaccionales y aparecen en la segunda edición del Misal.
Estas plegarias forman una hermosa síntesis sobre la doctrina de la reconciliación, e incluso algunos
reniegan de su identidad de anáforas, pues afirman que existe una preponderancia de su aspecto
teológico-doctrinal sobre el aspecto de texto litúrgico: para ser rezado y celebrado.
Las dos plegarias en cuestión se han redactado siguiendo la estructura y el estilo de las plegarias
eucarísticas romana. Igualmente en la tercera edición típica del Misal Romano, se han realizado
algunos cambios para lograr mejorar su estilo latino, su estructura romana, y precisar mejor su
teología subyacente; en la que hoy no nos detendremos.
Como ya lo presentamos en el esquema inicial, las plegarías constan de las siguientes partes:
0) Saludo inicial.
2
Cfr. Notitie Nº 11 (1975/1) 4-5.12.
3
Cfr. Idem Nº 13 (1977) 555-556
4
Cfr. Idem. Nº 17 (1981/1) 3-5.
5
Cfr. Juan Pablo II, Carta apostólica, Aperite Portas Redemptori, en Acta Apostólica Sedi, Vol LXXV/TI (Februarii
1983 Pars I, Nª 2) 101-105.
1) PREFACIO: (se subdivide en tres partes).
a) Protocolo inicial: Ambos protocolos carecen del adverbio del tiempo “semper” al igual que
la dimensión espacial: “et ubique” típica de todos los prefacios romanos, que indican el
tiempo y el lugar dónde debemos dar gracias a Dios. El adverbio “sempe6r” se ha agregado
en la Tercera edición típica del Misal Romano. Para que el inicio del prefacio hubiera sido
completamente semejante a los demás prefacios romanos, era necesario que estuviese
presente la expresión: “aequun et salutare” (es nuestro deber y salvación). De igual modo se
percibe la ausencia del vocativo: “omnipotens aeterne Deus” (Dios omnipotente y eterno),
sobre todo en la primera Plegaría en cuestión. Hecho que fue corregido en la Tercera Edición
típica del Misal Romano.
El protocolo inicial de la segunda plegaría, carece del encabezamiento típicamente romano:
“Vere dignum et iustum est nos tibí gratias agere”, (en verdad es justo y necesario darte
gracias), y nos encontramos con el motivo por lo cual damos gracias: “pro operatione tua in
mundo”, (por la obra admirable de tu redención). Hecho que se repite en la Tercera Edición
Típica del Misal; se trata de una excepción de este prefacio, pues normalmente es en el
cuerpo del mismo donde se encuentra dicho motivo.
b) Cuerpo: En ambas plegarias nos encontramos con un pequeño tratado sobre la doctrina de la
reconciliación, cada una con acentuaciones distintas. En la Primera nos encontramos con
una sintética visión teológica de la historia, releída a través de la categoría de la alianza. En
pocas palabras tenemos un pequeño resumen de tantas páginas de la historia de la salvación
y sobre todo de los capítulos centrales de la carta a los Hebreo (8 al 10), donde está
representada la alianza nueva y eterna sellada por Jesucristo. Este tema se conecta
íntimamente con lo que se celebra y actualiza en cada Eucaristía, por eso, de la
contemplación del pasado se accede directamente al presente “ahora”, dónde esta acción se
continúa. La plegaría I es un himno al Dios de bondad infinita que sigue invitando a los
pecadores a renovarse en su Espíritu y que manifiesta su omnipotencia sobre todo en la
gracia del perdón. A través de estos recuerdos se pretende valorar su obra que tuvo un
fundamento visible y cierto. De esta manera se garantiza el hecho de que no se está
recordando una epopeya, sino un puntual reencuentro con continuidad histórica.
c) Protocolo final del Prefacio: El orden de las palabras será retocado en la tercera edición
típica del Misal Romano, con el fin de mejorar su estilo latino.
6
Texto Típico 1974, y Texto Típico 2002, citado en PHASE , 265, 2005, 7-35.
2) SANTO:
a) Pos Santo: también sufrió cambios en su estructura, en la tercera edición típica del Misal,
teniendo como modelo las plegarias II y III: En la primera Vere Sanctus es, Domin (Santo
eres en verdad Señor). La expresión “la palabra que nos salva” recoge toda la fuerza
Joánica: “la Palabra se hizo carne y habito entre nosotros”. Aunque quedará mejor
expresada en la tercera edición del Misal Romano, pues en lugar de sermo qui hominis
salvat, coloca pro hominibud Verbum salutis. Recogiendo así la tradición de la palabra
verbum.
Aquí se exalta a Dios como aquel que desde el origen del mundo hace partícipe a los seres
humanos de su designio de amor, para que sean santos como él es santo. Este último
elemento más que elemento funcional (hemos terminado de cantar el Santo), se trata de una
referencia a la obra de la reconciliación y de la renovación en el Espíritu, objeto del
momento anamnético, donde se había evidenciado ampliamente la santidad divina no tanto
en sí misma, sino en su volcarse a favor del hombre. Es justamente esta perspectiva la que
introduce la petición de santificación de las ofrendas.
Después de rezar por el pueblo reunido en aquel lugar, la petición de que los dones sean
transformados por el Espíritu se proyecta al interno de la comunidad que los presenta. De esta
manera el convertirse en cuerpo y sangre de Cristo está en referencia a cuantos son llamados a
ser hijos en el Hijo.
a) 1º parte: En ella se recuerda la cruz como prueba suprema de la misericordia divina para con
la humanidad, muerta a causa del pecado e incapaz de acercarse a Padre. La descripción de la
pasión de Cristo, donde prevalece su voluntad salvadora y su pasividad ante la acción
decidida de los que lo crucificaran. El relato de la segunda plegaria es introducido por: “él,
llegada la hora de dar la vida por nuestra liberación…” subrayando así el elemento que se
pretende destacar en el evento sacramental: la reconciliación que se realiza en la Iglesia y en
el mundo, de la que la celebración eucarística es don y compromiso, reconciliación
actualizada por la fuerza del Espíritu.
b) 2º parte: La plegaría Eucarística I, es el único texto litúrgico que emplea la palabra amigos
para referirse a los apóstoles. Recordemos que, que es en el discurso que sigue a la última
Cena dónde Jesús llama amigos a los apóstoles: “a vosotros no os llamó siervos, a vosotros
os llamo amigos” (Jn 15,15)7. Y por otra parte, la Eucaristía, memorial de la entrega de la
vida de Jesús, es la máxima expresión de su amor hacia sus amigos: “nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).
Aunque el relato entre la cena y la cruz no aparezca muy desarrollado, sin embargo es suficiente
para poner de relieve el elemento peculiar de esta plegaria: la reconciliación, recordada sobre el
momento de las palabras sobre el cáliz. “Del mismo modo, después de la cena, sabiendo que
tenía que reconciliar todo en sí…”
7
BIBLIA DE JERUZALÉN, 3 (DESCLÉE DE BROUWER BILBAO 1998).
c) Aclamación: No hay ninguna variante.
a) Epíclesis II: El Espíritu invocado en la primera epíclesis penetra con su presencia las
realidades materiales, del pan y del vino, presentadas sobre el altar, transformándolas en
cuerpo y sangre de Cristo. En esta segunda epíclesis, se pide y da, de manera análoga, la
transformación de las personas reunidas como pueblo oferente. Se pide al Padre la presencia
del Espíritu para que con su presencia las personas sean transformadas, y se sienten
comprometidas a dar su vida para la liberación del mundo. Reafirmando de esta forma que
toda la liturgia mediante la acción del Espíritu Santo, es un acontecimiento de gracia para la
Iglesia y para el mundo.
Aquí se subraya que en la Eucaristía, a través de la participación del único sacrificio de
Cristo, el “Padre bueno” reúne en torno a sí a su familia allanando el camino de la concordia
humana, para que la Iglesia resplandezca como signo e instrumento de unidad.
El Espíritu que fue invocado sobre los donde, ahora es reconocido como fuerza de cohesión
de la Iglesia y del mundo, superando así toda división y discordia.
a) Por el papa y los obispos: En la segunda plegaría eucarística en cuestión, al igual que en la
tercera Plegaría Eucarística existe una mención al Espíritu Santo nombrándolo como
“Vinculo de amor”, que se le pide al Padre que a través de su acción nos guarde en
comunión con el papa, los obispos y todo el Pueblo Santo. Esta referencia a la acción del
Espíritu Santo tiene clara vinculación con la doctrina conciliar: “El Espíritu…produce y urge
la caridad entre los fieles, unificando el cuerpo para sí y con su virtud y con la conexión
interna de los miembros” (LG n° 7)8.
b) Por nosotros para que preparemos la venida del Reino: Al recuerdo de los santos, a la
recomendación por los difuntos, le sigue una súplica de ayuda para preparar juntos la venida
del Reino de Dios. En el lenguaje utilizado (primera persona del plural) se percibe un tono de
compromiso común, que brota de la experiencia de la reconciliación realizada por Cristo y
actualizada en la celebración eucarística, presupuesto indispensable para trabajar juntos.
8
CONCILIO VATICANO II, (BAC 8 MADRID1969) 39.
d) Conmemoración de los difuntos: En el texto típico de la segunda plegaría de la
reconciliación, el recuerdo por los difuntos está totalmente ausente, no así en la traducción
hispana.
e) Por los hombre de cualquier lengua y raza: Desde una perspectiva escatológica muy
presente en toda la celebración eucarística, se pide al Padre, en la segunda plegaría de la
reconciliación, que de la misma manera que ha invitado a sus hijos a compartir esta mesa,
lleve a plenitud la unidad, reuniendo a todos los hombre de toda clase y condición, de toda
raza y lengua, en el banquete eterno, en el nuevo mundo donde brille la plenitud de la paz.
De esta manera, se vuelve a percibir una acentuación bíblica y también conciliar, como lo
podemos confirmar al leer LG n° 13 9: “ Todos los hombre están llamados… a esta
unidad católica del Pueblo de Dios, que simboliza y promueve la paz universal,
y a ella pertenece o se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos, sea
los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombre en general, por la
gracia de Dios llamados a la salvación”
f) Conclusión de la plegaria: Las cuatro nuevas plegarias eucarísticas así como la Plegaria I
de la reconciliación después de la conmemoración de los santos, de los vivos y de los
difuntos, en el momento de concluir, antes de la doxología final, vuelven la mirada a
Jesucristo para manifestar que él es el mediador de nuestra oración. Este broche se
encontraba ausente en la plegaria II, por eso se le ha incorporado la última línea: In Christo
Iesu Domino nostro (“Por Cristo nuestro Señor”).
a) Aclamación: concluimos con el solemne Amén, realizado por la asamblea como un único
grito de asentimiento, y conclusión: “Así es”.
4. CONCLUSIÓN
Estas Plegarias son una hermosa síntesis catequética que nos hacen vivir el misterio de la salvación,
introduciéndonos en la fe viva. La finalidad del texto es: que celebremos y actualicemos la Pascua
del Señor hasta el día en el que nos reunamos en el banquete de la unidad eterna, en los cielos
nuevos y la tierra nueva, dónde cantaremos llenos de jubilo la acción de gracias de Cristo, el
viviente eterno.
Al haber sido formuladas en ocasión de un evento eclesial determinado, como lo fue el Año Santo
del 1975, nos pone de cara a la vitalidad de la Iglesia cuando coloca al centro la celebración
eucarística. La lectura sincrónica de ambas plegarias nos permite valorar los varios aspectos de la
teología eucarística como sacramento de reconciliación10. La eucaristía es síntesis del misterio de la
salvación, y como tal es memorial sacramental, que contiene, hace presente, realiza y comunica el
opus nostrae redemptionis, como lo expresa brillantemente la oración sobre las ofrendas del
domingo II del tiempo Ordinario: “Pues cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de
9
Idem. 48.
10
Cfr. PHASE, 128, 1982. 145- 168.
Cristo, se realiza la obra de nuestra redención 11”, y aún de forma más bella, a mi manera de ver, lo
expresa la Plegaría Eucarística II: “Al celebrar, pues, el memorial de sus muerte y resurrección, te
ofrecemos lo mismo que tú nos entregaste: el sacrificio de la reconciliación perfecta”. De manera
semejante nos encontramos en todo el texto de ambas plegarias, con afirmaciones similares a estas:
“…te alabamos por la obra admirable de tu redención” (Protocolo inicial, PE II) “…celebrando
este misterio de reconciliación, te rogamos…,” (Epíclesis, PE II), “…te ofrecemos… la Victima que
devuelve tu gracia a los hombre”, (Oblación, PE I), etc. La Eucaristía por lo tanto no es un mero
recuerdo subjetivo, y menos aún la Plegaría Eucarística que es su centro; oración que hace la
eucaristía, en cuanto celebración de la Pascua y sacrificio- banquete, bajo los signos de pan y vino.
De esta manera en las plegarías en cuestión vemos que queda aún más patente ese perpetuarse de la
reconciliación realizada en Cristo Jesús de una vez para siempre. Esta reconciliación es ejecutada
por el Espíritu Santo, en cuya presencia y virtud Cristo se ofreció al Padre “…sabiendo que él iba a
reconcilia todas las cosas en sí mismo por su sangre derramada en la cruz…” (1° parte del Relato
de la Institución, PE I), como lo atestigua las así llamadas Epíclesis “consagratorias” y las Epíclesis
de “comunión” de ambas plegarías. En ellas se pide primeramente la presencia del Espíritu para que
el pan y el vino se conviertan en Cuerpo y Sangre de Jesucristo, en quién somos hijos del Padre. En
las segundas Epíclesis se pide, que participando del único sacrificio de Cristo, formemos por la
fuerza del Espíritu un solo cuerpo, en el que no haya ninguna división, y para que desaparezca todo
obstáculo en el camino de concordia. De esta manera, la comunión y la identificación con el cuerpo
de Cristo es posible, no solamente por porque él a derribado el muro de todas las divisiones
“reconciliando a judías y gentiles en un solo cuerpo”12, sino porque Jesús quiso establecer en el
mundo una comunidad de hermanos reconciliados, que por su unidad, fuesen signo y instrumento de
reconciliación, como lo remarca la Epíclesis de la segunda plegaria: “… concédenos tu Espíritu,
para que desaparezca todo obstáculo en el camino de la concordia y la Iglesia resplandezca en
medio de los hombre como signo de unidad e instrumento de tu paz”. Como podemos apreciar, nada
tiene de extraño que la liturgia llame al Espíritu Santo remissio omnium pecatorum: “perdón de
todos los pecados” (oración sobre las ofrendas del sábado de la 7° Semana de Pascua).
La Eucaristía solo puede producir su efecto en el ser humano abierto a la caridad eclesial, al misterio
de la comunidad de la nueva Alianza, cuyos miembros forman un solo cuerpo con Cristo su
cabeza13. Esta es la concepción eclesialógica presente como humus de estas plegarías, como lo
apreciamos en el prefacio de la primera: “…has sellado de nuevo con la familia humana….un pacto
tan sólido que ya nada lo podrá romper…mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y
reconciliación, lo alientas en Cristo para que vuelva a ti, obedeciendo más plenamente al Espíritu
Santo, y se entregue al servicio de todos los hombre”.
11
MISAL DE LA COMUNIDAD, (Ed. REGINA BARCELONA 1972) 613.
12
Cfr. Ef 2,14-16; Col 1,20-22.
13
Cfr. 1° Cor 12,27.
5. BIOGRAFÍA
8. IGMR, revisión del 2000, el texto fue ofrecido por ZENIT en:
www.nccbuscc.org/liturgy/current/remissalisromanisp. htm
9. Notitie Nº 11 (1975/1).
14. ALDAZABAL, José., ¿Cómo hablan de Cristo las nuevas Plegarías?, en PHASE,
105, 1978, 275-290.
15. ONATIBIA, I., Plegaria Eucarística y participación Activa, en PHASE, 88, 1975,
257-270.