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LA APOSTASIA.

(1)

EL DESPRECIO Y LA INDIFERENCIA GENERAL


DEL PUEBLO ANTE LA INSTALACION DE LA
ABOMINACION DESOLADORA.

En la foto de arriba, Benedicto XVI juguetea con capa


pluvial, mitra y báculo con jóvenes que asistieron a la
Jornada Mundial e la Juventud, que a mediados del mes de
agosto de este año (2011), tuvo lugar en la ciudad de
Madrid, España. Dicen las agencias noticiosas que el
"papa" fue recibido "como una estrella del pop", y no es
falta razón, pues aquel acontecimiento no fue otra cosa
distinta que un festival de Rock. Y ese es realmente el
espíritu de esas concentraciones monstruosas en las que
los jovencitos alegremente dan testimonio de su fe
mientras agarrotean a la pareja y fuman marihuana. Los
asistentes, muchos medio desnudos -como se ve en la
foto-, descalzos o en sandalias, como van normalmente a
las iglesias -pues e1 respeto al templo y a Dios se ha
perdido-, soportaron gigantesca tormenta y furiosas
ráfagas de viento que tumbaron numerosas carpas
instaladas en lugares estratégicos con mesas y copones
llenos de hotias a fin de que los "curas" y los ministros y
ministras de la comunión las distribuyeran al millón de
asistentes en el momento conveniente. Pues los tubos con
que esas carpas eran sostenidas, al caer con violencia por
la fuerza de la lluvia y el viento, rompieron tabiques
nasales, clavículas y otros huesos y el furioso aire y la
lluvia arrojaron al suelo las mesas instaladas en las carpas,
con los copones -¿o sólo canastillas de mimbre?- y las
hostias contenidas que fueron arrastradas por el suelo y el
lodo y las corrientes de agua para ser pisoteadas.
Ante estos hechos tan terribles y significativos, surgen
algunas preguntas obligadas: Ante la asistencia de un
millón de jornadistas, ¿no habría allá un número muy
aproximado al millón de hostias? ¿y serían esas hostias
"consagradas" previamente en las iglesias duran te las
"asambleas" o misas?. El solo imaginar esto causa ilaridad
y temor. ¿Habrán sido "consagradas" en paquetes de
fábrica?. ¿Dónde se efectuaron las confesiones de los
comulgantes?. Para responder con toda claridad estas
cuestiones, es necesario exponer las doctrinas y las
prácticas que los herejes modernistas han implantado en la
Iglesia: 
1. Cuando ellos reparten "la comunión de pie en las
iglesias -ya sean los "curas" o los ministros o ministras de
la comunión-, le dicen a cada recipiendario: "El Cuerpo de
Cristo". No le dicen "ESTE es el Cuerpo de Cristo"
omitiendo decir el vocablo "este" -ellos lo han reconocido
cínicamente-, porque para ellos la Comunión no es la
participación de la Carne y de la Sangre del Redentor, sino
un testimonio de que se pertenece al cuerpo de la Iglesia.
Por eso omiten señalar con el vocablo "este" a la hostia
que entregan. Y el bruto o ignorante pueblo se lo traga y
se lo sigue tragando. Algunos menos avanzados te dicen
que la presencia de Cristo es real pero espiritual y esto se
efectúa en el momento de la Misa en la que el sacerdote
pronuncia las palabras consecratorias y el pueblo cree en
esa presencia. Por eso, a fin de excitar la fe del pueblo, le
dan a la hostia un paseíllo aereo de un lado y del otro. Y
esa presencia permanece sólo durante la "misa" o
"asamblea", o "cena" o "eucaristía". 
2. Como ese es un simple testimonio de que se pertenece a
la Iglesia, no es necesaria la Confesión sacramental, pero
ni tampoco bien visto estrictamente, ninguna
"consagración". Allá es solamente necesario "el pan de la
unidad" -le llaman así ellos-, así es que lo mismo da que
ese millón de hostias haya pasado por los altares de
algunas iglesias, o vengan directamente en cajas de cartón
y bolsas de plástico de las tiendas en las que se venden
hostias. Porque lo importante es que todos coman sus
hostias y sean compañeros y den un abierto testimonio de
pertenecer a la Iglesia. ¿Qué cosa más bonita puede
haber?. Estos herejes modernos son tan diabólicamente
inteligentes, que tendrán mucho cuidado de nunca decir
una sola palabra contra la práctica de la Confesión
sacramental. Si les preguntas, te dirán que es necesaria,
pero la realidad es que esta práctica cae en el olvido más
dramático que es violentamente contrastante con las
enormes colas que se hacen en todas las iglesias al
momento de la comunión. Fieles que no se han confesado
ni piensan hacerlo. 
3. Indudablemente, a pesar de todo el profundo y efectivo
trabajo de zapa que los modernistas han hecho, muchos
fieles siguen creyendo en la presencia real de Cristo en
esos pancitos que se reparten durante las asambleas o
misas o cenas o eucaristías. Creen que las misas fueron
"modernizadas" pero no invalidadas. Para todos estos que
participaron en este congreso ¿habrá tenido alguna
significación ver los cientos de hostias por el suelo,
enlodadas y arrastradas por el agua?, hay que dudarlo,
pero yo creo que muy pocos. Toda la juventud que
permanece fiel al satánico Vaticano ha sido catequisada
con el nuevo espíritu modernista puesto en circulación
desde el Concilio Vaticano II, principalmente. 
Ellos siguen una religión de diversión bulliciosa, de
jarana, de juerga. Predican al Cristo resucitado, pero no al
crucificado. Y esto se trasluce sin necesidad de palabras
que pueden ser muy falsas en las obras. Así como no les
importó ver a la supuesta presencia real de Cristo
arrinconada en carpas, sin el riguroso esplendor con que la
Iglesia rodeó siempre a la santísima Eucaristía, y verla
luego arrastrada por el agua y el fango, también ellos -
cuando asisten- en las iglesias, comulgan de pie, sin
confesarse, y con la ropa con la que van a la playa. Pies
descubiertos, playeras y pantalones cortos. Las muchachas
con escotes escandalosos y pantalones que más bien
parecen pintados sobre la piel. ¿Y qué hacen los "curas"?,
absolutamente nada. Es que el nervio de la disciplina se ha
aflojado hasta el extremo en la Doctrina, en la moral y en
la práctica. ¡Qué pasadas de moda e inaceptables deben
parecer las palabras del Deuteronomio (21, 5) que dicen:
"La mujer no llevará vestido de hombre ni el hombre se
pondrá un vestido de mujer, porque el que hace esto es
una abominación para Yahvéh tu Dios". Estas son las
imposiciones de un Dios viejo, desfasado, perimido, que
no previo el mundo moderno, ni la moda, ni la comodidad
ni los requerimientos del progreso.
He de repetirlo nuevamente. El acto o la expresión
corporal en una persona consciente, expresa un
sentimiento interior que le da significación intelectual o
espiritual a ese acto. Por sus actos, podemos descubrir
incuestionablemente la riqueza o la miseria moral de la
persona. El acto no es un ser separable de la persona,
puesto que es la persona misma puesta en actividad. El
valor moral afirmado o negado por el acto, contribuye a
fomentar o disminuir el valor de la persona misma pues la
acción exterior ejerce un influjo inmediato sobre la
profundidad del acto interior. El acto humano, es un
vehículo del valor moral. 
San Agustín dice que para conocer a una persona, no
oigamos su lengua, sino que veamos sus actos. Sabiendo
muy bien la Iglesia que los actos exteriores ejercen un
influjo inmediato sobre la profundidad del acto interior,
instituyó recursos para llenar el vacío en el espíritu del
hombre que es la imposibilidad de "sentir" los efectos
sobrenaturales de la gracia, de los Sacramentos, de la
Misa, de las virtudes -reservado sólo a los santos- y esos
variados recursos, como las actitudes, o los decorados, o la
música sacra, etc., evangelizando así también a los
hombres, formaban el espíritu del hombre interior que
recibe un influjo inmediato y profundo del acto exterior.
¿Como no sentir un influjo interior con las genuflexiones
ante el Santísimo Sacramento y el toque de las
campanillas, mientras el sacerdote con la custodia dorada
enmedio de una nube de incienso traza en el aire la Cruz
para bendecir al pueblo?.
Los "curas" modernistas despojan a las iglesias de esos
signos sensibles que enseñaban al pueblo, que formaban
su espiritualidad. Ellos mismos se despojan de ornamentos
-hasta donde pueden- de tan profunda y mística
significación. Con el pretexto del calor o del número de
fieles, buscan oportunidades para oficiar a las puertas de
las iglesias, sacando del contexto sus nuevas ceremonias
ya de por sí horribles y aburridas.
Los fieles están siendo arrastrados a una furiosa
desacralización, la misma de la que se duelen con
hipócrita lengua. El congreso juvenil de Madrid, no fue
otra cosa que un festival rockero. En el que dirigió Juan
Pablo en Bolonia, el momento culminante fue un concierto
de Rock que ofreció el marrano rockero Bob Dylan. En
uno se habla de Dios, y en otro del Diablo. ¿Qué
diferencia hay si se tiene el rito que Cristo mismo llamó
desolado y abominable?. Por eso las agencias noticiosas
sintieron, como lo difundieron, el espíritu de un festival de
Rock y a Benedicto como una estrella del Rock. ¿Qué otra
cosa se puede esperar de este individuo que desciende del
Maharal satánico de Praga y cuya cepa rabínica es bien
conocida?.
En el libro que Peirs Compton escribió en 1981, dice
acertadamente: "El hombre se guía y recibe órdenes de los
símbolos". Lo vulgar, vulgariza. Lo que es vulgar, lleva
irremediablemente a otra vulgaridad peor, y quien se fija
en lo que es peor, nunca conocerá el fondo de una caída
que es inevitable. Y así se llega a lo satánico. Quitar la
vista de lo perfecto y espiritual, degenera siempre en lo
horrible. Apartar de los ojos del pueblo los recursos
usados por la Iglesia para elevar el espíritu, es prostituirlo.
Pero se prostituyen a sí mismos y patentizan su miseria
moral, los que voluntariamente abandonan las expresiones
corporales y el nervio de la disciplina en el lugar sagrado.
Porque independientemente de que eso manifiesta el amor
a Dios degradado, esos actos humanos exteriores ejercen
un influjo inmediato sobre el acto interior y el espíritu.
En el marco de esta planeada degradación, gigantesca,
universal y monstruosa, tenemos por ejemplo, la "misa"
que con motivo del inicio del ciclo escolar en la
Universidad de los Legionarios de Cristo, se ofició en el
auditorio de dicha institución.
La LITURGIA, es el orden y la forma determinados por la
Iglesia para la celebración de los oficios. En la "misa" de
inicio escolar, no hay ni orden ni forma determinados por
la Iglesia vaticana. Allá vemos claramente el caos
absoluto, la anarquía en su máxima expresión. A la
profunda prostitución litúrgica institucionalizada
intencionalmente en los ritos modernistas, se suma ahora
una "liturgia" vanguardista que es escandalosa, vulgar en
extremo y ofensiva que de propia iniciativa se enjuagó
para esta ocasión. Lo primero que llama la atención, es
que la "mesa" para la "asamblea" no aparece. Debe estar
ubicada en el otro extremo del auditorio de esta casa de
estudios. El conjunto de "oficiantes" es ridículo. El
"arzobispo" sentado, casi agachado en sillitas de plástico -
como las que se usan en las salas de espera-, está junto al
rector de la institución, apretados todos en seis sillitas tan
pegadas, que los tres ocupantes de las sillas posteriores se
tienen que apollar para salir de la mitra del "arzobispo" o
de la cabeza del rector para no caerse. Del otro lado del
"arzobispo" otra sillita que ocupa el que en este momento
lee, no frente ni a un lado del oficiante, sino detrás. Lee
algún versículo de la Biblia o los aburridos y cuadrados
salmos responsoriales que por el aspecto de los
concurrentes, si los contestan, se oirá como un barullo.
Detrás del oficiante, están las otras sillitas de plástico
ocupadas por tres individuos de guayabera, uno de los
cuales en el rincón, sostiene el báculo junto al lector con
sotana brincacharcos que le llega casi a la rodilla. 
La concurrencia, formada por jóvenes de ambos sexos,
sentados en las sillas del auditorio, que no permiten
obviamente arrodillarse en el momento de la
"consagración", pero permiten ampliamente el cuchicheo
y las agarradas de mano y otras cosas a los que dicen que
son novios, es una masa amorfa que podemos apostar han
asistido como acostumbran asistir a sus clases, es decir, en
chancletas y con pantalones cortos propicios para las
miradas lascivas.
Esta es la prostitución y la miseria moral que se extiende
sin palabras. Que arroja a los fieles a una degradación
feroz y la pérdida de la fe. Porque como ya he dicho, el
Modernismo arrancó al pueblo las realidades
sobrenaturales, pero las actitudes y las formas debían ser
un vehículo para que influyendo en el espíritu, también
arrancaran la fe que acaso se conservara en el pueblo, aun
habiendo las cosas invisibles.
Por lo tanto, esta "misa", está evidentemente en la línea
marcada por el congreso de Benedicto XVI y de Juan
Pablo II.
Quien destruye su casa y la despoja de sus adornos, de sus
bellos muebles, de sus detalles artísticos, o el funcionario
público que se arranca sus distintivos y las ropas que son
símbolos de su distinción y autoridad, evidentemente este
es un individuo desequilibrado, loco, o se trata de una
persona llena de odio. Y sabemos muy bien que estos
jerarcas católicos no están desequilibrados, sino que
respiran un odio satánico a la Iglesia. Es el influjo de
Satanás que como un vaho maligno, ruin y pernicioso han
respirado y se les ha metido a las células del cerebro y por
todas las venas.
Mos. José F. Urbina A.
LA APOSTASIA El desprecio y la indiferencia...

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