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} Estudio preliminar Construecién y recepeién de fragmentos de mundo Sofa M. Carrizo Rueda “Relato de viajes”, “libro de viajes, “literatura de viajes” y otras denominaciones Las innumerables narraciones miticas que se refieren a los avatares de un viaje, se encuentran entre los més antiguos intentos de ordenar mediante la palabra, la pereepcién del ffrrago del mundo. Atraviesan desde los orfgenes y sin interrupcién, la historia de los pueblos més diversos. Las tradiciones grecolatina y judeocristiana generaron dentro de este marco, ciertos arquetipos de viajeros que continuarén reapare- ciendo siglo tras siglo, bajo rostros siempre renovados. Se destacan entre elloa, Odiseo/Ulises, el hombre cuyo periplo sélo puede cerrarse satisfactoriamente con el regreso al hogar patrio; Teseo y Eneas, que tienen como norte de sus desplazamientos una misién fundadora; Ja- 86n, el héroe buscador; Abraham y Moisés, que conducen a los suyos hacia una meta que ellos no podrén disfrutar porque sus destinos se consuman con el papel de guia.” ‘Tales dimensiones miticas del viaje han sido indudablemente, el gran portal para su ingreso en la literatura de las més diferentes coor- denadas espacio-temporales. 1. Por ejemplo, una reciente encamacisn dal “viajero abrahsmics” es José, el personsie in- terpretado por Héctor Alterio en Ia rond movie argentina Caballos salvajes (1995), quien rmuere en el mismo instante en que ve cumplida su doble misién: selvar los eaballos det ‘atadero y guiar ala pareja joven hacia una neva vida. 1 10 Sofia M. Carrizo Rueda Pero para el reconocimiento y el abordaje de un tipo particular de discurso constituido por el “relato de viajes propiamente dicho”, don- de cierto itinerario presuntamente recorrido se erige por st mismo, en incuestionable sujeto principal, hay que decir que las huellas miticas han complicado bastante las cosas. Sostiene por ejemplo, Claude Kappler: Es indtil preguntarse si el libro de viajes constituye un género li- terario: desde la Odisea hasta la novela de science-fiction del siglo xx LJ pasando por Luciano L...], la abundante literatura de viajes reales, ¢ imaginarios responde a nuestras necesidades. A lo largo de La histo- ria del hombre, el viaje, el libro de viajes, son vehfculos ideales de suefios y mitos. {Cémo pues, ignorar sus aspectos estéticos? (19) Desde una perspeetiva que ationda solamente a elementos mfticos ylo simbélicos como los que mencionabamos, estas aseveraciones son jndiscutibles. Sin embargo, para quien desee trabajar por ejemplo, en elestudio de relatos con las caracteristicas de BI Libro de las Maravi- Ilas de Marco Polo, o del Primer viaje alrededor del mundo de Antonio Pigafetta, o del Diario de Charles Darwia, pronto percibe que los mé- todos utilizados para analizar la Odisea, la Eneida o Los viajes de Gu- liver, no le resultan rentables. A Jo sumo, le son utiles para algunos fragmentos, pero la totalidad del conjunto se le escapa irremediable- monte. ‘Lo que estén poniendo de relieve tales dificultades analiticas es que en principio, el viaje puede ser abordado por los escritores a tra- -vés de dos formas basicamente diferentes. Para distinguirlas se ha re- currido convencionalmente a las siguientes denominaciones. 1) “Relatos de viajes”: se refiere a la categorfa en la que se i criben memorias que proporcionan ama serie de informa: nes Sobre un recorrido por ciertos territories, tal como lo ejemplifican los textos citados de Marco Polo, Pigafetta y Darwin. 2) “Literatura de viajes”: abarca todas aquellas obras caracteri- zadas por complojos procesos ficcionales, donde cualquier re~ ferencia al itinerario se subordina a vicisitudes de la existen- cia de los personajes, como en los mencionados casos canéni- cos de Homero, Virgilio y Jonathan Swift. shcertinninonteieiehnwnata Construccién y recepcion de fragmentos de mundo ul Pero las dos denominaciones conllevan necesariamente un debate: jen qué aspectos puede basarse una diferenciacién de ambas catego- ras? Y desembocamos de este modo en un aspecto critico que actual- mente se encuentra en estado de discusién. A grandes rasgos, puede decirse que tal discusién contempla una coincidencia basica: la “lite- ratura de viajes” tiene como referente primordial una ficcién, mien- tras que el “relato de viajes propiamente dicho” es un género mixto, en el que no se puede separar de ningtin modo, lo documental de los recursos atribuidos a la “literariedad”. ‘Sin embargo, hay que reconocer inmediatamente que esta distin- cin, a todas luces innegable, se vuelve resbaladiza frente a textos concretos, ya que no faltan ocasiones en que amenazan volverse incla- sificabl ‘Es preciso recordar ademés, que la categoria “relato de viajes” per- manecié mucho tiempo considerada solamente un nicho de material informativo para historiadores, sociGlogos 0 antropélogos. Fue relega- da por la teoria y la critica literarias porque sus caracteristicas fronte- rizas entre la ficcién y lo documental, la apartaban de los paradigmas que ostentaban el rétulo de “literatura”. Sin embargo, precisamente esas caractoristicas son las que hoy avivan grandemente él interés por estos textos. El “relato de viajes” es un género de naturaleza dual e in- divisible que segtin pienso, puede representarse a través de la que es propia de los mitos de la hibridacién. En efecto, la Quimera, Escila 0 Jos contauros encarnan una unién de opucstos interdopendiontes, que neutraliza y esfuma los limites. ¥ ocurre que la hibridacién es algo par- ticularmente valorado por el pensamiento de la segunda modernidad, que ha orientado tanto la produccién textual como su estudio hacia universos de discurso gestados en la mixturacién. Ante la situacién resefiada, como contribucién a las investigacio- nes que se estan desarrollando desde épticas variadas, presentaré una sintesis de las propuestas que he ido elaborando acerca de las pe- culiaridades del género “relato de viajes propiamente dicho”, asf como de recursos metodolégicos que resulten apropiados para abordar e in- torprotar su singularidad. Soy consciente de que estoy empleando un término que Se ha vuel- to polémico: “género”. Por lo tanto quiero precisar a qué me refiero al utilizarlo. ‘Tengo presentes al respecto, las propuestas de Tzvetan Todorov y Gerard Genette. El primero ha realizado una defensa de la propiedad de los géneros como principios expresivos que controlan, desde su 2 Sofia M. Carrizo Rueda existencia como sistemas de reglas genezales, el grado de dispersion y de violacién de las variables histéricas. ¥ afirma: “Que una obra deso- bedezca a su género no lo vuelve inexistente [...| la transgresién para ser tal, necesita de una ley para ser transgredida (Tedoroy, 38). En cuanto a Genette, sostiene: No pretendo de ninguna manera negar para los géneros literarios todo tipo de fundamento [...]. Niego solamente que una instancia ge- nériea pueda definirse por medio de términos que excluyen lo histéri- co, pero ninguna instancia viene totalmente determinada por la his- toria, (Genette, 1988: 230-231) Es evidente que ambas propuestas coinciden en una actitud media~ dora entre la capacidad de elasticidad de aquellas formas identifica- ‘das como “géneros” y el aleance de las tensiones histéricas. El género fen cuanto paradigma y los textos concretos como realizaciones relati- yamente impuras de las reglas del sistema, son los principios en que apoyo estas investigaciones.* Una tiltima procisién sobre distintas denominaciones es que tam- bién suele aplicarse a los “relatos de viajes”, la de “libros de viajes”. Es una alternativa acoptable siempre que se tenga en cuenta que no todo “relato de viajes” Hega a constituir un libro. Hay muchos casos en que quedan acotados a un fragmento ce una obra mayor, como es el cao do El Viciorial, donde las referencias a los viajes del Conde de Buelna conforman s6lo una parte de su biografia. En cuanto a deno- minaciones como “narrativa de viajes” y “literatura de viajeros” son, a mi juicio, lo suficientemente generales como para ser aplicadas tanto al “relato de viajes” como a la “literatura de viajes”. Pero considero gue esta generalizacién ostenta una cara limitacién: impide distin- guir las peculiaridades del “relato de viajes propiamente dicho” y to- Ga la riqueza del campo analitico que es propio de su “poética”, no su- ficientemente investigada todavia. Por tal raz6n, dedicaré a ella las proximas paginas. 2, No dejo de tener en cuenta que en la polémica sibre los géneros se da una situacién que ga resuine Antonio Garela Berrio: “Incluso para las formulaciones crfticas més radicales Sobre la teoria de los géneros -taGricos» o maturalese, como la que formulé Jean-Marie Schaeffer, procedente del terreno nada scspechosodel pragmatismo de la estétca de a re tcepeidn, hay siempre una salida de compromiso cue no lleva a excluir como insti ‘ila secular de la tipologis” (603) essence NaN Construccién y recepeign de fragmentos de mundo w ‘Mis indagaciones se basan en un corpus que recorre alrededor de dos mil afios, desde la época clésica hasta los umbrales del siglo xx ‘Ademés, si bien el objeto central lo constituyén prioritariamente los “pelatos de viajes”, no he dejado de tomar en cuenta muchos textos pertenecientes a la “literatura de viajes”, as{ como “gufas” y arcaicos relatos miticos de diversas culturas, en razén de los constatables en trecruzamientos entre todas estas categorfas. Cuestiones tedricas y herramientas metodolégicas El punto de partida consistiré en la confrontacién de dos textos re- feridos a travesias por el rfo Congo. Uno de ellos despliega una ficcién novelistica -El corazén de las tinieblas de Joseph Conrad y el otro recoge los testimonios de un viajero —Vagabundo en Africa de Javie> Reverto-. De acuerdo con las denominaciones propuestas, el primero se encuadra en la “literatura de viajes” y el segundo, en el “relato de viajes”. ‘André Gide, durante su navegacién por el Congo, leyé por cuarta vez él libro de Conrad. Treinta afios después, Graham Greene tam- bién se guiaba por su lectura al internarse por el legendario rio. ¥ la alucinante travesia que describe la novela, servirfa més tarde de ins- piracién al director Francis Ford Coppola para filmar su Apocalypse Now. En 1997, Javier Reverte, que reconoce explicitamente su pert nencia a esta eadona de roceptores, navogé por el Congo y dio forma a Vagabundo en Africa, que puede incluirse a mi juicio, entre los relatos de viajes paradigmaticos. ‘En sus primeras paginas, aparecen reunidas una serie de citas que creo necesario tener presentes a la hora de encarar el andlisis, pues constituyen un paratexto que plantea ciertas cuestiones basicas. El libro trae un epigrafe de Bruce Chatwin “Lo cierto es que so- ms viajeros literarios”- y otro de Leopold Senghor “En Africa no hay fronteras, ni siquiera entre la vida y la muerte”-. En el capitulo introductorio, Reverte repite con una ligera variante la cita de Chat- win, “Viajamos literariamente” (16), y a continuacién incorpora otra del propio Conrad: El corazén de las tinieblas es experiencia levada un poco (y sola- ‘mente wn poco) mas allé de los hechos reales, con el propésito, perfec- tamente legitimo en mi opinién, de traerla a las mentes y al corazén de los lectores, (16) uu Sofia M, Carrizo Rueda Estas aseveraciones del propio novelista parecen verse confirma- das por una opinién de Gide respecto a la obra conradiana, que es transcripta textualmente por Reverte: “Este libro admirable sigue siendo profandamente verdadero. No hay exageracién en sus paginas, es cruelmente exacto” (16-17). Entre este conjunto de citas de terceros, Reverte entreteje comen- tarios propios, y finaliza con una reflexién sobre sus experiencias co- mo autor de un “libro de viaje”: All aprendf que os cierto que los simbolos, en ocasiones, se trans- forman en una realidad abrumadora. Y ahora sé que esa conjuncién do simbolo y realidad puede hacer de un hombre que escribe, sin ex- cesivo talento natural, un escritor potente. (18) Por una parte, podemos reunir las citas de Conrad y Gide, y por otra, ol epigrafe de Chatwin y el comentario de Reverte. Queda de es- ta manera en claro, que el autor de la fiecién aparece como “cuasicro- nista” de una realidad que se le impuso por su enorme fuerza. Mion- tras tanto, del otro lado, quienes tienen por propésito fundamental re- latar lo visto y vivido a lo largo de un itinerario, por imperio de esa misma realidad -en este caso, el rio Congo- pueden adquirir la capa- cidad de construir un mundo imaginario textual, a través de los pro- cosos de simbolizacién propios de las narraciones ficcionales. Bo preciso también tener on cuenta qua Ia cita de Senghor, “En Africa no hay fronteras ni siquiera entre la vida y la muerte”, que constituye el segundo de los epigrafes, no es en nada ajena, aunque pudiera parecerlo, a estas cuestiones relativas a la escritura, Su ubi- cacién en ol paratexto y su estructura conceptual bipolar son indicios de que se integra con las otras citas y referencias para intervenir en ‘un proceso deductive, cuya conclusién podriamos formular asi: “Si en. Africa no hay fronteras nada menos que entre la vida y la muerte, tampoco las habra entre el mundo imaginario textual de un novelista yy los testimonios de un viajero”. La actitud de Gide, Green y Coppola que segiin recuerda Reverte, utilizaron como “gufa de viaje” la novela de Conrad, pareceria sbonar esta conclusién. Sin embargo, si de lo que se trata es de abordar un. proceso de andlisis del discurso, las coses resultan bastante més com- plicadas. Por eso, mi interés en ahondar en las implicancias de estas citas y reflexiones que nos introducen en el texto de Vagabundo en Africa, esas Construccién y recepeién de fragmentos de mundo 8 proviene de que revisten varias caracteristicas de las que contribuyen ala confusion que todavia asedia a los “relatos de viaje propiamente dichos”. Y como consecuencia, a los estudios sobre ellos. ‘Tal confusion no s6lo aparece en el paratexto de Reverte. Al fin y al cabo, un escritor-viajero no tiene por qué saber teoria del discurso; basta con que nos faseine y eso sin duda, éste lo logra. Lo realmente significativo es que también se hace presente en varios estudios criti- cos. Bs una manifestacién mas del desfase que atin existe entre el enorme interés que suscitan los relatos de viajes y el desarrollo, pro~ porcionalmente escaso, de los estudios te6ricos sobre las peculiarida- des del género. Estas constituyen para mf una cuestién central de la cual me he ocupado on varios trabajos (Carrizo Rueda, 1994, 1997, 1999b, 1999¢, 2002c, 2003). En esta oportunidad, quiero detenerme en algunos aspectos cen- trales de la “poética del relato de viajes” que he ido elaborando, como propuesta de medios posibles para superar la confusién sefialada. El propésito en tiltima instancia, es vehiculizar un andlisis de la ingon- te variedad de textos concretos mediante herramientas que resulten més adecuadas a sus caracteristicas. ¥ en consecuencia, més eficaces a la hora de elaborar interpretaciones. ‘A pesar del tiempo transcurrido desde que Viadimir Prop abords la morfologia del cuento fantastico, considero que sigue en pie la pro- puesta del estudioso ruso respecto a que un instrumental metodolégi- co de tales caracteristicas, tiene que asumir una perspectiva formal. Es indiscutible que las distinciones y las clasificaciones nunca pueden estar fundamentadas en el andlisis de los eontenidos, pues el resulta- do desemboca en tales casos, en una serie de superposiciones entre los clementos de las categorias asi delimitadas. Es clasico el ejemplo de Propp acerca de las confusiones ereadas por la categorfa ‘historia de animales”, propuesta por Oreste Miller pare los cuentos tradicionales, ya que dentro de las otras dos categorfas que formulaba —“historias fantésticas” e “historias de la vida cotidiana’~hay también una fuerte presencia zoolégica (18-19). En nuestro campo, una situacién de este tipo es por ejemplo, la que surge de la clasificacién de los libros de via~ je medievales que propone Jean Richard, basdndose en los propésitos de los autores (19). Il mismo termina reconociendo que “evidentemen- te es dificil precisar si un texto es, de acuerdo con la intencién de su autor, una guia para uso de peregrinos o un relato de peregrinacién.” En este momento en el que las escrituras del viaje han sido asimi- Jadas en buena parte, por las investigaciones de “literatura compara- 16 Sofia M. Carrizo Rueda da”, suelen percibirse en algunos estudins las debilidades que derivan de un “contenidismo”. Respecto a la pletaforma que brindan las pro- puestas tedrico-formales para trabajos de este tenor, vale la pena re- cordar ciertos sefialamientos de Propp sobre el cuento, adaptables a os intereses de otros universos de discurso: En tanto no sepamos descomponer un cuento en sus elementos constitutivos no sabremos tampoco realizar comparaciones correctas. GY sin comparaciones, eémo podemos pener en claro, por ejemplo, las ‘relaciones indo-egipcias, o las relaciones de la fabula griega con la fa- ula egipeia, ete.? Si no sabemos comparar un cuento eon otro, ge6m0 estudiar los vineulos del euento con la zeligién, o comparar cuento y mito? (34) Insisto por ello en la necesidad de rartir desde la perspectiva del estudio formal de los componentes del discurso y sus funciones. Sin embargo, me apresuro a sefialar que esto no implica de ningtin modo, gquedarnos en un terreno abstracto que se desentiende do cualquier ‘aspecto espacial, temporal o autoral relacionado con los textos. Por el contrario, de lo que se trata es de identificar en primer término, una forma lo suficientemente elastica como para utilizar su andlisis en procesos de reconocimiento y deseripcién de una serie de aspectos ba- sicos que configuran el discurso del relato de viajes. Pero con el obje- to en definitiva, de que el modelo fundamente y facilite a Ja vez, el tra- bajo analitico, cl eual culmina ein duda en 1a interpretacién de los ele- mentos particulares de cada obra concreta. Deseripeién y narracién Desde el punto de vista formal, es evidente el papel preponderante que cumple la descripcién en el discurso propio de un relato de viaje. Y si de lo que se trata en un primer paso, es de examinar cémo puc- den identificarse distinciones entre “relato de viajes propiamente di- cho” y “literatura de viajes”, podria llegar a pensarse que el punto de partida estarfa quiz4, en averiguar si hay pautas que diferencian las descripeiones de cada tipo de discurso. Para ejemplificar los equivocos que derivarfan de tal postura, com- pararemos dos descripciones tomadas al azar, una de El corazén de las tinieblas y otra de Vagabundo en Africa: sips dannii snaeta 4 Construccién ¥ recepcién de fragmentos de mundo W Una calle recta y estrecha profusamente sombreada, altos edifi- cios, innumerables ventanas con celosias corredizas, un silencio de muerte, [a hierba creeia entre las piedras, imponentes garajes above- dados a derecha e izquierda, inmensas y pesadas puertas dobles, en- ‘treabiertas. Navegaba entre selvas e islas, [..] mecido por las canciones ale- ‘eres de las gentes que atestaban las cubiertas de las barcazas, fasci- nado por las sbitas tormentas nocturnas que hacian hervir el agua yy arrojaban sobre la nave sopapos de Iluvia con Ia violencia de los ea- Honazos, agobiado por el sol del tr6pico de los mediodias, bajo el aire sensual, envuelto por el griterio de los pdjaros y los monos, y borra- cho de olor a jungla virgen. Creo que si realizéramos una encuesta entre gente que no haya lef- do ni'a Conrad ni a Reverte, muchos atribuirfan la primera descrip- cin —escucta, con una adjetivacién que parece buscar precisién info: mativa—al vigjero. Mientras que la segunda, marcada por las referen- cias metaféricas a la tormenta y la efusién de sensaciones de todo ti- po, seria considerada propia del novelista. Sin embargo ocurre exa:~ ‘tamente lo contrario. La primera pertenece a Bl corazén de las tinie- blas (24) y 1a segunda a Vagabundo en Africa (13). ‘Este pequetio juego podemos repetirlo con obras escritas desde les, més diversas conjunciones espacio-temporales, y siempre podremos comprobar que no hay ninguna marca que distinga unas descripeiones de otras..¥ que incluso, desgajadas de sus respectivos contextos, pue- den prestarse a confusiones. Tenemos por ejemplo, fragmentos de no- velas, como algunos de la Vida del escudero Marcos de Obregdn de Vi- cente Espinel, que demuestran hasta qué punto la “literatura de via- jes” elige muchas veces travestirse de “relato de viajes” como recurso de verosimilizacién® El problema parecerfa no tener solucién si no tomaramos en cuen- ta que la aplicacién dol andlisis formal a la diferenciacién de dos tipos de discurso, munca puede abordar un elemento de manera aislada. Bs 4, Véene esto ejemplo de Bepinel: “Holgué grandemsente de ver la grandeza, fertiidad y abundancia de Milan que en esto oreo que pocas ciudades se le gualan en le Buropa, au- ‘que In mucha bumidad que tiene, o por aquellos cuatro rios haches a mano por donde le entra tanta abundancia de provisién o por ser el sitio naturalmente hiimido, yo me halé siampre con grandisimos dolores de cabeza; que aunque yo nasi sujto @ ellos, en esta re- piblica los sentf mayores” (135). 18 Sofia M. Carrizo Rueda preciso considerarlo en su interrelacién con otros, pues es de ese mo- do como adquiere un valor especifico. En los casos del “relato de via- jes” y la “literatura de viajes”, he legado a la conclusién de que el se- gundo elemento que debe ser necesariamente considerado a la hora de diferenciar sus discursos, es la funcionalidad del desenlace. Indagare- ‘mos en primer lugar, las particularidades de dicha funcionalidad en Ja obra de Conrad. ‘Recordemos que toda la novela est4 estructurada sobre la bisque- da que emprende el “yo narrador”, Marlow, de un hombre enigmético Mamado Kurz, quien se halla en una remota estacién comercial. Los avatares de la navegacién, el encuentro y los acontecimientos poste- riores a éste, se apoyan en lo que Roland Barthes llamé “funciones cardinales o nicleos”. Bs decir, aquellos espacios narrativos que no s6- Jo constituyen “nudos” fundamentales en el hilado de la trama, sino ‘que también poseen entre sus caracteristieas, la de mantener una so3- tenida expectativa sobre diversas resoluciones para el cierre de la na- rracién. Cada uno de estos “nticleos” abre distintas posibilidades de desenlace, razén por la que actiian como permanentes propulsores ha- cia la averiguacién de éste (19-21). Para ejemplificar esta caracteristica con Conrad, es dable pregun- tarse de cudntos modos diferentes podria haber terminado la angus- tiante situacién que se produce cuando ana multitud emerge del bos- que al paso del barco, sin que nadie sepa comprender sus verdaderas intenciones, y desde la cubjerta, unos apuntan con los rifles mientras otros tratan de disuadirlos (111-112). {Cuantas posibilidades de reso- lucién del episodio y de toda la novela se ponen en juego en un mo- mento cémo éste?. Al tiempo que van configurando la narracién, las “funciones cardinales” no cesan de intrigar a los receptores. Nunca mojor dicho porque elas los atrapan precisamente, en una sucesién, de incertidumbres provocadas por las alternativas de la “intriga”, y movilizan la atencién y las emociones en pos de indagar las conse- cuencias y la resoluciéa en que finalmente se precipitarén*, En este contexto, las descripciones, mas alla de las caracterfsticas y de la relevancia mayor o menor que les depare cada obra, estén ‘siempre subordinadas al desenvolvimiento de la trama. Por ejemplo, en un relato pertenecientes a la “literatura de viajes” como la Odisea, 4, El proceso se cumple aunque que el Final abierto. B incluso, si es anticipado, pues en teste caso importa averiguar cémo legé a desencadenarse ese desenlace ya conocido, Construcei6n y recepcién de fragmentos de mundo 19 hay varias descripeiones que hasta se han convertido a lo largo de los siglos, en auténticos paradigmas. Un caso ilustrativo es lo ocurrido con él vergel de Calipso, devenido en uno de los modelos del tpico del Iocus amoenus, el sitio donde la naturaleza conserva su plenitud y pu- reza originales." Sin embargo, esta excepcional calidad estética y sim- bélica no libera a las descripciones homéricas de estar subordinadas una narracién que se sostiene sobre las expectativas acerca de como logré Odiseo regresar a Itaca.* ¥ otro tanto sucede con las descripcio- nes de Conrad, porque aun cuando suministren claves fundamentales para la comprensién de la trama, siempre su funcién es contribuir a Ia eficacia narvativa de un discurso referido a las alternativas que van pautando la bisqueda y el encuentro de Kurz, Si recurrimos a la terminologia de la retérica clasica, podemos de- cir que en la “literatura de viajes”, la funcién de las descripciones no puede superar la de aneilla narrationis, la de estar permanentemen- te al servicio de la narracién. Pero si ahora retomamos el relato de Re- verte, podremos comprobar en primer lugar, quo las expectativas acerca del desenlace estén completamente ausentes. A lo largo de su itinerario, las tensiones no se encadenan para sostener y empujar la atenci6n de los receptores en procura de una resolucién final sino que, por el contrario, van quedando resueltas en cada caso y, a continua- cién, se abre una nueva secuencia. Los episodios se suceden por lo tanto como en una especie de friso, donde cada uno de ellos reviste in- terés por sf mismo, y sin que aparezean elementos que los vayan in- volucrando unos con otros en funcién de abrir y mantener expecta’ ‘vas que confluyan en una conclusién. El mismo Reverte confiesa casi al terminar: “Africa golpea en mi alma tanto que no sé muy bien cémo poner fin a mi libro” (453; mi subrayado). Es la mas sincera de las con- fesiones que puede hacer el autor de un relato de viajes pues para és tos, no hay otro final que la decisién del viajero de no continuar esc! biendo acerea de sus experiencias. 5. Las referencias abarcan Ia sombra acogedora de la selva, la riqueza asombrosa de los frutos, los cursos de agua cristalina, la verdura del prado, la compafia do Ins aves y Ins sensaciones y sentimientos excepeionales que se despiortan porque “hasta wn inmortal se Ihubiese admirado, sintiendo que se le alegraba el eorazén" (Odisea, rapsodia V.) 6. La belleza excepcional que redea la gruta de Calipso es en definitiva, uno de los tantos hhalagos que a Io largo de la narracién, no consiguen borrar el deseo del héroe de retornar al hogar patrio. ea Sofia M, Carrizo Rueda ‘Yes en un contexto de este tipo donde la funcionalidad de las des- cripciones crece hasta constituirse en ¢l verdadero sostén del discur- 50. A través do ellas se va configurando esa especie de friso que en rea~ lidad, lo que pretende presentar es una suerte de “gran espectéculo” de un “fragmento de mundo”, que provoque actitudes en los recepto- ‘res como el asombro, la satisfaccién del deseo de saber, la reflexién, el {2020 estético, la emocién, 1a empatia o el rechazo viscerales. Y en al- gunos casos, también acciones précticas, coma ocurre cén los fines po~ Iticos y comerciales que perseguian los relatos de los viajeros ingle- ses a las tierras americanas que se acababan de independizar. ‘Las descripciones no “empujan” hacia adelante sino que “retienen” Ia atencién del receptor, pues actian como adjetivos que van revelan- do todo lo relativo a una “imagen de mundo” que el discurso asume co- mo escritura de cierto espacio recorrido.” ‘Una precisién necosaria respecto a ‘as descripciones de los relatos de viaje es que al lado de edificios, paisajes, instituciones, costumbres, curiosidades, objetos y cuanto es propio de las caracteristicas de un ugar, resultan relevantes los retratos de los variados personajes que van apareciendo, Entre ellos, el propio viajero y sus acompafiantes, si Jos hubiera. Pero sucede a veces, que tales retratos quedan disimula- dos porque son construidos con acciones o actitudes mencionadas al pasar, que pueden ser no reconocidas en un primer acercamiento co- ‘mo elementos de una urdimbre descriptiva. Otro aspecta da las descripciones que se relaciona con las referen- cias a conductas humanas, es la inclusién de historias vividas o bien recogidas de fuentes escritas u orales. Aunque se trata de narracio- nes —que pueden llegar a ser extensas y exhibir atractivos méritos-, ‘ocurre que en cuanto a su funcionalidad, operan también como “des- criptivas” porque el propésito tiltimo es proporcionar nuevos elemen- ‘tos sobre los més recénditos aspectos y los més diversos matices de ese espacio recorride que ha devenido centro regulador del relato. En. Vagabundo en Africa por ejemplo, el estremecedor episodio en el que el vigjero casi pierde la vida, se comporta en realidad como un “adje- tivo calificativo” que denota y connota el grado de peligrosidad de ese 7, 0 que se finge haber recorrido, pero tomando ls recaudos para que parezca que el via {Jo exintis, como es el eas0 del Libro de las maravilias de Mandeville, dl sigo XIV (Carri- 20 Ruoda, 1999). 8. Conforman “microrrelatos” dentro de la estructura “macro” que reprosenta el relato analizade. Construccién y recepeién de fragmentas de mundo a territorio donde anida “el corazén de las tinieblas” y la vida humana ha perdido todo valor (417-433). A mi juicio, podemos decir entonces que en el “relato de viajes” la falta de relevancia del desenlace produce una verdadera inversién on el funcionamiento del diseurso y, como consecuencia, las narraciones terminan asumiendo un comportamiento que me atrevo a designar ec- mo de ancilla descriptionis, es decir, de eficientes servidoras del sefic- rio de la descripeién. ‘Los recursos descriptivos y su anélisis, Si tomamos entonees como base para el estudio de un relato de vie- ‘jes, los diferentes tipos de descripciones -ya se trate de aquellas tax evidentes como paisajes, monumentos o cédigos de comportamiento de una sociedad, ya de las que actiian como calificadoras del itinere- rio a través de acciones, anéedotas o historias-, la préxima cuestiéa metodolégica consiste necesariamente en examinar modalidades de andlisis de las précticas descriptivas. En el caso particular de los viajeros medievales, existfa un “pacto de lectura” que esperaba del texto el comportamiento de un “espejc” que reflejara una realidad objetiva, La retérica clasica proveia a los autores de herramientas que resultaban aptas para lograr tal ilusién, camo Io ha demostrado Franciscn Léper Ratrada reapecto a 1a Rmho- Jada a Tamorldn (1984)°. La vigencia del empleo de los recursos reté vicos hasta principios del siglo xx continué aparentando esa preter- dida objetividad. Pero ademés, el antiguo “pacto de lectura” se exter- i6 por mas tiempo pues permanecié entre los autores-viajeros y sus receptores hasta ya entrado el siglo xx, permitiendo esa utilizacién de Jos textos como documentos histéricos, sociolégicos, ete., a la que ar- tes me he referido. En otra oportunidad, he analizado ciertos artificios, de los emisores y las consecuencias que tuvieron en los estudios d= quienes creyeron en sus testimonios (Carrizo Rueda, 2002b). Pero si bien la crisis de la capacidad representativa del discurso sc- cavé el pacto de lectura tradicional, el estudio de la funcionalidad de 9, n.d lle eel Srseno ut dl remo den edna ya len por Quinte ‘no. Me he ocupado de su presencia en el Viaje a Brindii de Horacio (Carrizo Rueda, as Mabe «c 2008: 2 Sofia M. Carrizo Rueda la descripcién quedé relegado durante bastante tiempo. El extraordi- nario avance que experiments la narratologia a partir de los trabajos Gel formalismo ruso anteriores a 1920, ro reparé en la relevancia de Jas prdcticas descriptivas hasta fines de los 70." Hay que sefialar que esta postergacién fue uno de los elementos que contribuyé en gran parte, al tardio y lento desarrollo del estudio teérico del género “rela- to de viajes’. En uno de los trabajos pioneros sobre la hecesidad de integrar lo descriptivo en las investigaciones narratolégicas, Marfa Anna Liborio (1978) trazé ciertas vias de exploracién que han resultado sumamen- te fructiferas para textos como los que nos ocupan. La base de sus es- tudios consiste on lamar la atencién acerca de que las cualidades in- finitas que posee todo objeto a describir, conducen al emisor inevita- plemente a un proceso de seleccién. Tal proceso lejos de ser casual, de- pende de criterios cuyos diferentes concicionamientos repercuten en. la construccién del texto, y es preciso rastrearlos pues constituyen verdaderas claves de lectura. Otro traba‘o que basta el dia de hoy pre- senta muy rontables propuestas para el abordaje de Jos relatos de via- jes, os el de Ratil Dorra (1989), basado en las propiedades deseriptivas del verbo. Hay que tomar en cuenta ademas, que ya en el siglo xv1, Juan Luis Vives manifestaba que los grandes autores saben escoger ‘aquellos elementos deseriptivos que les sirven para expresar lo que les interesa, y asf “conducen a los lectores por un atajo breve al sitio gue quieren”. Por mi parte, he aplicado con resultados satisfuclorivs a algunos relatos de viajes, las propuestas de Liborio y Dorra, integrén- dolas con la nutrida ejemplificacién de recursos descriptivos registra- da por Vives (Carrizo Rueda, 1997: 16-23). En definitiva, las teorias actuales de la descripcién coinciden en que toda seleccién descriptiva depénde de ciertas posturas del emisor, y que es imprescindible que el andlisis trate de remontarse a estas posturas para elaborar una interpretacién del texto en cuestion. En Jos relatos de viajes pues, resulta fundamental observar detenida- mente tanto los aspectos que recoge ceda descripeién como aquellos 10. La raz6a fue que Propp declaré que la descripsin era “el lujo del relato” y que no en traria on sus investigaciones. Los estructuralistas que continuaron sus estudios sobre las Gramatés personae y las fanciones, interpretaron este juiio como peyorativo y no se inte- esaron por integrar la deocripcién en sus teorias (por ejemplo, Genette, 1974: 199). Pero Propp habia querido simplemente acotar el eampo de sus trabajos y haba empleado el tér~ ‘ino “lujo” con un valor altamente positiv. connec snenserecinntinbtnsnisneaiitnaandnimainsannnieescmsnimnseaininl Construceidn y recepsién de fragmentos de mundo 23 que desdibuja o directamente calla, para indagar luego en el texto y sus contextos los posibles motivos. Para los historiadores ser un mo: do de evaluar la mayor o menor confiabilidad documental,'y para quienes deseen efectuar un andlisis de la confluencia literario-testi- monial, un medio que les permitir4 dilucidar qué “imagen de mundo” es la que finalmente construye cada discurso El anéllisis pormenorizado de los distintos tipos de descripciones da- 4 como resultado un repertorio de temas y cuestiones que reiterada- mente se manifiestan explicitamente en un texto, o circulan de mano- ra disimulada por él. Los elementos explicitos configuran las “isotopias” en términos de A.J. Greimas, los haces de rasgos seménticos que sos- tienen Ja coherencia interna del discurso. A falta de una trama narra- tiva, su examen se vuelve indispensable en los relatos de viajes. Cons- tituyen el medio que permite elaborar indagaciones ¢ interpretaciones suficiontemente amplias e integradoras de los aspectos mas significati- vos de este tipo de discurso. Sin embargo, de acuerdo con las premisas ya sefialadas, Jo mas conveniente es que el registro de las isotopias es- té acompafiado por la averiguacién de aquellas ausencias que también pueden considerarse reveladoras, pues de la conjuncién de unas y otras surgirén aspectos del discurso que nos resultara provocative explorar. Pero el examen de las isotopias, de las grietas que producen los si- lencios, y de los sintomas que se deducen de su conjuncién, no agota el abordaje analitico porque éste no puede desentenderse del “lector pretendido”, en términos de Erwin Wolff. Se trata sin duda, de una ca- togoria presente en todo texto en cuanto receptor imaginado por el au- tor a la hora de escribir. Pero en los relatos de viaje, como en todos aquellos discursos relacionados con lo testimonial, asume un protago- nismo que considero imperioso tomar en cuenta, ‘Ocurre que de las dos caras de un relato de viajes, la literaria y la documental, es esta tltima la que potencia todo lo relativo a su ins- cripcién on un sistema complejo de expectativas, imaginarios, cédigos socioculturales y otros aspectos que caracterizan a aquellos recepto- res a quienes se dirige el autor. Trataré de ejemplificarlo sintética- mente con el Tratado de andanzas y viajes de Pero Tafur, viejero an- daluz del siglo xv. Puede comprobarse que una de las isotopfas que configuran a tra vés de descripciones de variado tipo, Ia imagen de mundo propuesta, es el reseate y el encomio de tradicionales valores caballerescos: De esta isotopfa forma parte ademas, un retrato del “yo narrador” que termina por acercarlo a un “espejo de caballerias”. Pero un aspec- a Soffa M. Carrizo Rueda to que en este caso interesa resaltar es que mientras los hechos que ex- plicita se refieren a la valentia, la caridad, el linaje, la generosidad y Ja cortesanfa, puede espigarse entre linzas, un interés muy bien sola- pado, por torneos y justas. Este retrato resulta asi, un caso claro de se- leccidn descriptiva, tanto por los aspectos que se busca destacar como por los que reciben un tratamiento ambiguo o quedan en un cono de sombras. La causa era que la Iglesia condenaba la ostentacién, el des- pilfarro y la frivolidad puesios en juego en torneos y justas, y convenia al autor disimular que ostos deportes, como a la mayoria de sus pares, no le eran nada ajenos. Pero sin dejar de dirigirles a ellos, al mismo tiempo, ciertos guifios cémplices (Carrizo Rueda, 1997: 95-100). Sin embargo, es necesario asimismo, articular la isotopia de la idealizacién del mundo eaballeresco cor. otra de distinto signo, que ex- hhibe pareja relevancia a lo largo del libro de Tafur. Es la que confor- man las muestras de una muy entusiasta admiracién ante la prospe- ridad relacionada con las actividades esonémicas de la burguesia. En principio, podria parecer que ambas isotopfas trazan una pola- ridad inconeiliable en el siglo xv, y que es necesario precisar ai la ba- Janza del discurso se inclina a uno u otro lado." Pero en este punto, el perfil de los “lectores pretendidos” puede colaborar para aleanzar una interpretacién mds integradora. ‘Tafur era caballero y escribfa para los de su clase, quienes en ese momento vefan el derrumbe de antiguos privilegios ante la centrali- zacién del poder en el 4mbita de la monarqufa, Y esta, cireunstancia contextual, puesta en relacién con declaraciones explicitas del autor- viajero, nos permite atribuir al texto una intencién utépica. Tal inten- cién xadica en proponer el conocimiento de diferentes sociedades como medio para que los eaballeros aprenden a ser gobernantes oficientes y respetados, y conserven do este moco, su lugar preeminente en la zociedad. También el contexto de los lectores pretendidos de Tafur nos proporciona datos para consolidar esta interpretacién, ya que varios intelectuales de la época proponfan reformas en la formacién de los nobles con el fin de que se adaptaran a los nuevos tiempos (Penna, ‘XLU-xLIv). La utopia de Tafur parece describir asf, un modelo de mun- do donde los caballeros con todas sus tradiciones a cuestas, contintian reteniendo el poder, pero son capaces al mismo tiempo, de incorporar 11. De hecho, algunos erticos lo han intentado, pero Ios resultados muestran, desde una postura w ofa, flancos muy éiseutibles (Carrizo Fueda, 1997: 107-116) Construccicn y recepeién de fragmentos de rnundo % a las estructuras sociales el protagonismo del comercio que impulsa- ba por ejemplo, la prosperidad de Flandes y de varias ciudades-esta: do italianas (Carrizo Rueda, 1997: 124-126). En conclusién, a partir del andlisis de los elementos seleccionados o relegados para configurar las descripeiones, consideramos que se manifiestan isotopfas 0 Ifneas de fuerza que a veces por su mimero y sus interrelaciones, llegan a conformar verdaderas redes isot6picas. Su examen, integrado con los datos que texto y contextos proporcio- nan acerca de los “receptores pretendidos”, entendemos que puede as- pirar al objetivo final de fundamentar las propuestas de interpreta. cién de un relato, sin descuidar las circunstancias de emisién, referen- cialidad y recepcién® propias del mismo. Hacia una definicién del género E] protagonismo de las isotopias constituidas por los mas diversos tipos de descripeiones, capaz de anular las expectativas sobre el de- senlace, no excluye el esbozo de tenues tramas narrativas, Es ilustrativo por ejemplo, lo que ocurre con un episodio del libre de Tafur, en el que segiin el autor, se confirman los altisimos origenes nobiliarios de su familia (Lépez Estrada, 1982: 141-151). Ocupa un lv- gar central en el texto, y no faltan ni la presencia de un pariente em- perador ni la de una bella amiga, tal como sucedfa en los romances ca- ballerescos. Esta incorporacién del arquetipo literario, el enclave en mitad del relato y la significacién real que tenfa para la identidad de un caballero que se testificara la antigua nobleza del linaje (Cacho Blecua, 1979, cap. V), permiten conjeturar que constituye una suerte de vértice del discurso. Podria considerarse que el viajero deseaba que su periplo asumiera también, la condicién mitica de bésqueda de los verdaderos origenes, como el de tantos paladines legendarios. Esto no resulta imposible, pero més alld de la presuncién sobre propésitos semejantes, lo que queda en claro tras la lectura de los epi- sodios siguientes, es que esta situacién no abre ninguna alternative 12, Tales receptores puoden pertenecer a distintos grupos, lo que dota al diseurso de uns ‘nueva complejidad. Es lo que ocurre en el caso de Tafur, que debia tener en cuenta tanto ‘ala nobleza como alos intelectuales, casi todos pertenecientes a la Iglesia. Los eédigos de {abo gopon no podan snes gus entrar en guna clsiones coo enol cao dln torneos. m= 7 a 26 Sofia M. Carrizo Rueda para posihles desenlaces, y acaba resultando una historia més de las Gue abundan a lo largo del libro. No tiene capacidad por Io tanto, pa ta generar una verdadera estructura narrativa, pero sf viene a su: qnarse a los heckos que van dibujando el retrato del caballero. Conti- nuamos pues en el terreno de lo deseriptivo y, una vex més, se trata de elementos que retienen y abisman la atencién del receptor en aque- fos espacios que van construyendo imagenes de mundo, en lugar de provocar tensién hacia posibles finales. ‘No es excepcional en los relatos de viajes que se identifiquen te- nues hilos argumentales como ol citado. A veces se relacionan con al- igin “objeto del deseo” muy acuciante para el autor, presente del prin- cipio al fin. Puede eitarse como ejemplo, Tres arios de cautividad entre los patagones, de Auguste Guinnard, memoria de las aventuras de un joven francés en la Patagonia (1855-1858). Los padecimientos entre jus captores y los esfuerzos por liberarse tejen por momentos, un ¢s- ozo de trama, Pero ésta se desdibuja con gran frecuencia cuando el relato se detiene en vividos, detallados y extensos cuadros de costum- pres que documentan innumerables aspectos de la vida de los patago- nes. ¥ al fin y al cabo, los sufrimientos de Auguste también ostentan ‘una funcién descriptiva en relacién con los rasgos negativos que enfa- tiza su retrato de las tribus. Lo comin es entonces, que aquellos ele- mentos que podrian haber anudado una trama terminen desvaidos. Se quedan en embriones de narraci6n, fagocitados por el dominio con- tundente del despliegue descriptive. El proceso de configuracién del relato, capaz de reunir, ordenar y regular las relaciones de lo que son en pzincipio, una serie de elemen- tos dispersos, entiendo que pasa por otras circunstancias, como confio en demostrar a continuaci6n. Si, segrin mis propuestas, en un libro de viajes paradigmatico no aparecen miicleos en los cuales se juegue el desenlace, bien podria con- luirse que tal tipo de relato carece de climax y anticlimax. ¥ de he- cho es la impresiOn que producen algunos textos. Sin embargo, a mii juicio, no es asi. Entiendo que son preeisamente, las mismas preoca- paciones, interrogantes, elementos imaginarios, inquietudes, temo- res, ete. de los “lectores pretendidos”, cuya influencia repereute en el trazado de isotopias, los elementos que subyacen a ciertos nticleos donde el arco de expectativas de los receptores se tensa. Pero no en. pos de posiblos resoluciones conclusivas del relato, sino porque on bso nudos del discurso ven removerse las aguas de su propio contex: to existencial. Construccién y recepcion de fragmentos de mundo 2 Considero en consecuencia, que puede afirmarse que el “friso” de criptivo constituido por un relato de viajes también presenta micleo: de climax. Creo que asimismo puede denominérselas “situaciones de riesgo narrative”, a semejanza de aquellas que 8 Sef smo iin como detonadores de expectativas incluso, muy sgudas— en sus receptores. Pero su particularidad radica en que tales expectativas son. extratextuales. El receptor confronta la lectura del texto con su propio contexto y puede encontrar respuestas, ideas nuevas, elementos revul- sivos, confirmaciones de una postura ya tomada, ete, ete. Las descrip- ciones, con espacios iluminados claramente al lado de otros m4s o me- nos difuminados 0 decididamente ocultos, conforman las redes isotépi- cas en cuyos nudos residen estos peculiares nticleos de climax. Si volvemos a Javier Reverte, podemos comprobar por ejemplo, que tuna de sus redes isot6picas se refiore a preocupaciones sociales, poli- ticas y humanitarias acerea de Ia situaci6n de los pueblos africanos después de la dominacién colonial. En este caso, el climax se produce gp sauelis momentos en que la crudeza de las situaciones impreca Atelamento 1 in reponeblded de lo pies prbsperes, varie de En otros casos, las “situaciones de riesgo narrativo” de hablan a la ineeiduatidad de cla recnpter, Oourve cuande Aion ea ipventada = mediadora de un proceso de descubrimiento de sf mismo. En estos casos, Reverte vuelve i fundamental, el ibro de Conrad, del cual eves tuago de vivir una situacién Kmite- esta cita: “Vivir en medio de lo incomprensible, que también detestas. Y hay en todo ello una fascinacién..., la fascinacién de lo abominable” (436). Hsta paradoja atraccién-rechazo es una de las muchas isotopias que recorren un discurso que puede caracterizar- se por la constante presencia de opuestos fusionados inseparablemen- _ te." Se podria pues, asignar también al viaje de Reverte cierto carée- ter inicidtico, en cuanto bisqueda de esa dimensién prelégi Bombre, valotada por la poemodernided, quo le naturaleca ae africanas parecen poder revelar a 61 y sus lectores. Para llegar a identificar estas peculiares “situaciones de riesgo na- rrativo” propongo atender a tres factores: et sree ie te nee ie nuevo, el Africa esencial como el River Road de Nairobi" (188). - Sofia M. Carrizo Rueda 28 1) Las declaraciones del emisor, explicitas o implicitas, a lo lar- 0 del texto. ; 2) fa identificacién del contexto hiatorico cultural al cual perte necen los destinatarios, considerando que pueden identificar- ‘se varios grupos, con algunos puntos en comin y otros diver- tes, a 8) La puesta en relacién de los puntos a) y b), con las isotopias generadas por las descripciones. i i ladas en las paginas ‘omo sintesis de las indagaciones desarroll: precedanton, ppresento entonees, la definicién que he elaborado del gé- nero “relato de viajes propiamente dicho”: ivo-deeriptivo en el. que predomi Se trata de un diseurso nareativedeserptivo en nal 7 fancién deseriptiva como consecue: del objeto: final que sl, Betentaion de eat como un egpeceul imaginerio, mie por Rite qu su derazllo yao desnlace, Hate epeccuo abaren det Geintinmaciones de divrsos pos hasla las mismas 2 = 2 earn Debico aru sosenabl estachra itererio-documentel Wtigurctn del matviel se oponiza alrededor de nGcens de con geen instance, responden a um principio de selecriéay jerare texto histérico, y que responde a ex- erorguivecionsituado en l 00 aereyey tonsiones profundas dela sociedad a la que se diigen. Como rasyo inseparable de la configuracién de tal tipo de discurso, go have necesario reparar en la funcionalidad de los recurs la i, teraturidad” o ‘literariedad”. Paralelismos, oposiciones, estrucinras cireulares, paradojas, hipérboles, simbolismos, parodias, elipsis, rf rencias metaféricas o metonimicas, construcriones de situaciones ¥ d¢ personajes que enmascaran prototipor literarios “ya hemos visto) aso de Tafur y los caballeros legendarios-, son s6lo algunos de Jos in- nnumerables recursos a los que los escritores-viajoros tienen. que echar mano cuando es necesario reescribir neda menos, que un “fragm: mundo. ; ; . 2 aoeccs necosario precisar que tal configuracién es también la qui diferencia el “relato de viajes” de Ia “guia”. Los propésitos de ésta, tminentemente précticor,simplifican tanto la estructura del tox, fue asume la forma de una simple adicién, como el modo de consignas fis snformaciones. Es posible que figuren algunos relatos hstricos, és que m smbros ent jendas o anéedotas, pero no son mas que nuevos miembros ent aaeaas nizados en serio. Podemos decir quo frente al “espectéculo neice Construccién y recepeién de fragmentos de mundo 2 vital” y los propésitos “movilizadores” del relato de viajes, 1a guia se perfila como una “suma esquematiea” que busca adaptar toda infor- macién a una finalidad “tranquilizadora”, que consiste en demostra> la factibilidad del viaje. Se dan indudablemente situaciones fronterizas porque muchas ve- ces, los relatos de viajes tratan también de proporcionar informacio- nes titiles. Pero éstas terminan subordinadas al complejo discurso que tejen las caracterfsticas que hemos venido tratando en las paginas procedentes, El protagonismo de un espacio que se dice haber recorrido, reflecta do en una serie de informaciones documentales que se presentan con- figuradas a través de los recursos de la ‘Jiterariedad”, da lugar a un gé- nero con distinguibles rasgos propios. Estos merecen sin duda, ser con: siderados un necesario punto de partida a la hora de los anélisis. Como ocurre con toda investigacién, estas propuestas constituyen una etapa susceptible de transformaciones y ampliaciones con miras a su mejoramiento. Pero por el momento, de este modelo morfolégica han resultado ciertas herramientas idéneas para ser aplicadas al abordaje de muy diferentes semantizaciones. Por mi parte, lo he sometido a varias de esas “pruebas”, como por ejemplo, la plurivocidad del libro de Tafur ~texto “bisagra” entre el Medioevo y el Renacimiento- (Carrizo Rueda, 1994, 1997), las inten- ciones subyacentes que pueden descubrirse en un discurso pretendi- damente objetivo sobre el “otro” (1995); los diferentes cédigos de cons- truecién de un mismo hecho hist6rico en textos con finalidades distin- tas (1998); una defensa del estatuto de “rolato de viajes” para el pol mico Libro de las maravillas de Mandeville (1999b); la dramatizacién de un viaje a través de la trasposicion al discurso teatral de elemen- tos propios del relato de viajes (2002d, 2006), lo que calla o disimula el Vigje a Brindisi de Horacio desde el contexto de sus “lectores pre- tendidos” (2003); la funcionalidad del viaje y los procesos de inversion en la narrativa de Julio Cortazar (2005b), la influencia de las peculia- ridades genéricas del relato de viajes en la formacién de la novela mo- derna, particularmente, en el Quijote (2004-2005). En las paginas que siguen, las aplicaciones del modelo dependerén do las perspectivas y los intereses personales de otros investigadores. Se trata de cuatro relatos de viajes el de Alvar Nisiez Cabeza de Va- 30 Sofia ML. Carrizo Rueda ca, el de Felipe Guamén Poma, el de Ricardo Gutiérres y ¢} de Dulee Naat Loynayy de dos obras de la literatura de viajes travestidas de relatos de viajes, la de Anibal Nunez y la de César Aira Telos estos trabajos han surgido de investigaciones realizadas ba jo mi direccién, en el marco de un proyecto de invostigacién organ a xt, por ol Departamento de Letras de la Facultad de Pilosofa-¥ Letras oe fa Pontificia Universidad Catélica Argentina. Todos Ios autores docentes regulares de esa casa y han realizado sus investigaciones toca tel Consejo Nacional de Investigaciones Cientifieas y Técnicas (Conicet).. ‘Sus indagaciones abarcan en conjunto més de euatrocientos @fos de escatatos del viaje en el anabito hispénice. ¥ debido a las peculiaridae des que cada uno de los autores analizados represonta por st origen, su SSpoco, las eircunstancias personales, Jas razones para viajes Y cvs elec- udios Uegan a conformar tam: ciones discursivas, pienso que estos es fies una muvstra de la caleidose6pica multivocidad hispanchablante, Referencias bibliograficas Obras literarias Conran, Joseph, El corazén 1994. iNEL, Vieonto, Vida del escudero Marcos de Obregén, vrasco Urgoiti, Madrid, Castalia, 1972-1973. Lorea Noraapa, Francisco (presentacién bibliogréfica) y Marcos diménot de Te Espada (ed), Andangas e viajes de un hidalgo espafiol. 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