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N.

º 1, 2019
Director y editor:
José Miguel Rodríguez Yanes

Consejo de redacción:

Daniel García Pulido


Miguel Ángel Gómez Gómez

María Jesús Luis Yanes

José Manuel Pérez Lorenzo


Carlos Rodríguez Morales
Lorenzo Santana Rodríguez

© Cliocanarias

© Del contenido: los autores


El editor y el Consejo de redacción no se identifican necesariamente con las opiniones
de los autores, que asumen la responsabilidad de los conceptos vertidos en sus
colaboraciones.

ISSN 2695-4494
N.º 1 (octubre de 2019)
San Cristóbal de La Laguna (Canarias)
SUMARIO
LA HISTORIA DIVULGADA
RECONSTRUYENDO EL LEGADO DE AMARO PARGO
Daniel GARCÍA PULIDO 9
LA ORCHILLA DE CANARIAS
Salvador MIRANDA CALDERÍN 17
LOS RUMORES DE MARTE EN LAS ANTIGUAS BIBLIOTECAS TINERFEÑAS:
LA LITERATURA JURÍDICA EN EL SIGLO XVIII
Belinda RODRÍGUEZ ARROCHA 33
EL CRIPTOJUDAÍSMO. LA RELIGIÓN COMO CATEGORÍA VÁLIDA EN LA
INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Lorenzo SANTANA RODRÍGUEZ 43
MONTAÑAS Y ESPACIOS SAGRADOS DE LOS ANTIGUOS CANARIOS (GRAN
CANARIA)
Antonio TEJERA GASPAR 49

LA HISTORIA INVESTIGADA
AZUL EN LA MIRADA: UN ACERCAMIENTO A LA IDENTIDAD CANARIA DESDE
EL ARTE
Elsa CASTELLANO GÓMEZ 59
LA INFLUENCIA DE LA MASONERÍA EN ARUCAS
Ramón DÍAZ HERNÁNDEZ 69
LA BARRILLA EN CANARIAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
José Miguel RODRÍGUEZ YANES 89

LA HISTORIA ENTREVISTADA
ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL CABRERA ACOSTA 109

LA HISTORIA ENSEÑADA
Guerra fría y carrera espacial: «UN GRAN SALTO PARA LA HUMANIDAD»
José Manuel PÉREZ LORENZO 117
LA PLAZA DE LAS ARTES DEL CEO BETHENCOURT Y MOLINA
Carmen PLASENCIA RAMOS 129

LA HISTORIA PERIÓDICA
DON ELÍAS SERRA Y SU CONTRIBUCIÓN EN LA PRENSA
Equipo técnico del Fondo Canario de la ULL-Redacción de CLIOCANARIAS 141

LA HISTORIA OPINADA
EL SILENCIO DE LA REPÚBLICA
José Manuel HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ 161

LA HISTORIA PUBLICADA
EL CÍRCULO DE LOS GÁLVEZ, UN NUEVO LIBRO DEL PROFESOR MANUEL
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Manuel de PÁZ SÁNCHEZ 173
COLABORADORES DEL PRESENTE NÚMERO

CABRERA ACOSTA , Miguel Ángel


Catedrático de Historia Contemporánea (ULL)

CASTELLANO GÓMEZ, Elsa


Graduada en Historia del Arte-Educadora de museo

DÍAZ HERNÁNDEZ, Ramón


Catedrático de Geografía de Escuela Universitaria (ULPGC)

EQUIPO TÉCNICO DEL FONDO DE CANARIAS (ULL)

GARCÍA PULIDO, Daniel


Técnico especialista del Fondo de Canarias (BULL)

HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, José Manuel


Licdo. en Geografía e Historia-Archivero

MIRANDA CALDERÍN, Salvador


Director de la cátedra del REF de Canarias (ULPGC)

PAZ SÁNCHEZ, Manuel de


Catedrático de Historia de América (ULL)

PÉREZ LORENZO, José Manuel


Profesor de enseñanza secundaria

PLASENCIA RAMOS, Carmen


Profesora de enseñanza secundaria

RODRÍGUEZ ARROCHA, Belinda


Profesora de la Universidad Intercultural de Puebla (México)

RODRÍGUEZ YANES, José Miguel


Profesor de enseñanza secundaria

SANTANA RODRÍGUEZ, Lorenzo


Graduado en Historia del Arte

TEJERA GASPAR, Antonio


Catedrático de Arqueología (ULL)
La historia divulgada
RECONSTRUYENDO EL LEGADO DE AMARO PARGO

Daniel GARCÍA PULIDO

RESUMEN: La figura de Amaro Rodríguez Felipe, Amaro Pargo (La Laguna,


1678-1747), representa uno de los iconos biográficos más recurren-
tes, tanto en la historiografía reciente como en el imaginario popular
de Tenerife. La disparidad y manipulación de muchas de sus refe-
rencias vitales publicadas, así como la existencia de equívocos que
distorsionaban en gran medida la visión del personaje, han obligado
a un proceso de localización, transcripción y edición de toda la do-
cumentación generada en su vida y entorno familiar.
PALABRAS CLAVE: Amaro Pargo, biografía, historia de La Laguna, his-
toria del Caribe, corsario, piratería.

ABSTRACT: The figure of Amaro Rodríguez Felipe, Amaro Pargo (La Laguna,
1678-1747), represents one of the most recurrent biographical
icons, both in recent historiography and in the popular imaginary
of Tenerife. The disparity and manipulation of many of his pub-
lished vital references, as well as the existence of mistakes that
greatly distorted the character's vision, have forced a process of lo-
cating, transcribing and editing all the documentation generated in
his life and family environment
KEYWORDS: Amaro Pargo, biography, history of La Laguna, history
of the Caribbean, corsair, piracy.

Desde el año 2015 se ha dado inicio a un proceso de recopilación, trans-


cripción y análisis de la ingente masa documental vinculada a la figura de
Amaro Rodríguez Felipe (1678-1747) y su contexto histórico. Las causas que
motivaron este proyecto fueron diversas, confluyendo entre los autores de esta
«empresa» un reconocido interés por la biografía y época de este corsario, un
interés que se remontaba, de hecho, a muchos años atrás, a la década de los
años 90. El eje central de este proceso de recuperación descansaba en la dis-
torsionada imagen existente hasta la fecha del propio Amaro Pargo, que lucía
ante el gran público asociado a menciones confusas, algunas sobredimensio-
nadas, otras ignoradas por completo, con una notable tergiversación en varios
de sus ámbitos vitales: su origen familiar, su condición de corsario-pirata, el

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Daniel García Pulido

origen de su apodo, la propiedad de su casa de Machado (El Rosario), su rela-


ción de amistad con la Siervita, su falsa condición de esclavista... Este cúmulo
de circunstancias no hacía más incentivar las ansias por confirmar la relevan-
cia de Amaro Rodríguez Felipe allende nuestras islas, tanto en la Península
como en el Caribe, donde el relato tradicional lo convertía en un referente
indiscutible, y lógicamente, con todos esos condicionantes y el arduo trabajo
que se presentaba por delante, los resultados fueron llegando.

Firma de Amaro Pargo


Si bien los primeros escarceos de Amaro Pargo en el mar solo se conocen
hasta la fecha por los relatos tradicionales, en ellos se entremezclan ecos le-
gendarios (que se reiteran en toda historia fabulada), con certezas o alusiones
a elementos históricos que difícilmente han podido ser del todo inventados.
Sabemos que ya a principios de la década de los 90 del siglo XVII Amaro estaba
navegando y la prueba documental nos ha llegado a través de su propia testi-
ficación en la información realizada por uno de sus compañeros de viaje, el
piloto palmero José Fernández Romero. En otro de los sesgos informativos
asociados al discurso legendario de su figura se ubica a Amaro Rodríguez Fe-
lipe salvando una embarcación —en la que viaja como oficial de comple-
mento— frente a un abordaje por parte de una nave morisca, en un episodio
que recuerda en esencia a lo acontecido al capitán Juan Fernández Estrella
en las costas de Taganana en agosto de 1704, cuando fue asaltado por una
embarcación argelina. Con todo, la labor de documentación de este preciso
periodo (1690-1710) está en ciernes actualmente, si bien augura hallazgos de
cierta relevancia.
El conocimiento de esa etapa inicial es fundamental para llegar a compren-
der en su justa medida no solo la aureola de Amaro Pargo en la primera década
del siglo XVIII, sino la justificación total y absoluta de uno de los debates aso-
ciados a la figura de nuestro biografiado. Si por un lado ya se ha demostrado
que el apodo de «Pargo» —del que Amaro hace gala con notable orgullo—, es
sencillamente un apelativo familiar que alude a toda una saga que dio inicio,
hasta donde se ha podido documentar, con su bisabuelo palmero Bernabé
González Pargo, no cabe duda de que el mayor escenario de discrepancias ha
surgido entre los investigadores al tratar de definirle bien como un próspero
comerciante, dueño de naves artilladas, o como corsario con patente real, sin
faltar aquellos que, movidos por la literatura romántica, le adscribieron la vi-
tola de pirata y compañero de bucaneros tales como Barbanegra. Esta serie

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Reconstruyendo el legado de Amaro Pargo

Amaro Rodríguez Felipe. Detalle del cuadro de Nuestro Señor de la Humildad y


Paciencia, ermita de N.ª S.ª del Rosario-San Amaro (Machado, El Rosario).

de etiquetas se le han ido colocando a nuestro biografiado a razón de las con-


veniencias del momento, con el consecuente daño y merma de su figura his-
tórica, y no ha sido hasta 2015, una vez iniciado este proceso de documenta-
ción, cuando se ha podido demostrar fehacientemente su condición corsaria
a través de una prueba plena. Junto a este testimonio irrefutable —que alude
a la presentación de la patente de corso ante la justicia real—, han ido sur-
giendo decenas de evidencias secundarias (compraventa de presas hechas en
aguas de Cádiz o del Caribe, sentencias de incautación indebida de cargamen-
tos, juicios...), que no han hecho más que refrendar la condición de aguerrido
corsario de Amaro Pargo. Hilando aún más fino podría incluso entenderse su
fama de pirata pero siempre bajo la acepción y sentido de ilegal, nunca san-
guinaria. Han aparecido pruebas, aducidas en procesos judiciales, sobre su
mal comportamiento puntual en la toma de alguna de sus presas, donde actuó
totalmente fuera de las reglas del derecho marítimo y de la guerra. Acciones
como el cambio de bandera, la ocultación de libros de registro y la venta de
cargamentos sin permiso han quedado plasmados, por ejemplo, en un juicio
sobre el cargamento de una de sus presas británicas.
Siguiendo con la trayectoria vital de Amaro Rodríguez Felipe, si existe una
fecha que supuso «un antes y un después» en su existencia, ese fue el año
1714. Con su nombramiento como uno de los capitanes de la compañía de
Montesacro, avalado por real cédula de Felipe V, su prestigio iba a elevarse a
cotas de auténtica relevancia internacional. A través de la correspondencia
(escasa por ahora, pero con la posibilidad cierta de que aparezcan más) le
vemos en tratos directos y afables con virreyes, gobernadores y autoridades
de la América hispana, y el nivel de celo y confianza en sus habilidades es tal

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Daniel García Pulido

que el propio monarca, asesorado por sus ministros, le encomienda la cons-


trucción de un navío en las atarazanas de Campeche —La potencia del Santo
Cristo de San Román—. La documentación rescatada nos narra que es curio-
samente aquí, en el litoral mexicano, donde Amaro Rodríguez Felipe es ata-
cado en tierra «por corsarios y piratas», curiosa distinción hecha por él mismo
pero que envuelve a nuestro protagonista en ese halo de heroísmo y valentía
que le iba a acompañar por el resto de su vida.
En 1724, tras verificarse la entrega de La potencia en Cádiz, con la conse-
cuente revisión de sus actividades y cargamentos devenidas de la finalización
del contrato que le vinculaba a la compañía de Montesacro, y tras una estan-
cia ininterrumpida en aguas atlánticas de casi diez años, Amaro Rodríguez se
retira definitivamente a Tenerife. Era consciente de que finalizaba así su etapa
de presencia directa en primera línea, en los viajes y en los negocios, tocando
ahora el turno a la labor de despacho, de reposo e de inversión de su cuantioso
caudal.
Amaro Pargo era plenamente consciente de la pertinencia de conformar uno
o varios mayorazgos para perpetuar su riqueza y salvaguardar en lo posible la
de sus herederos. Para ello, y tal y como puede observarse puntualmente a
través de las abundantes escrituras de compraventa que se van conociendo,
centró sus esfuerzos en la conformación de importantes latifundios y en la
adquisición de haciendas rentables. Amaro Rodríguez Felipe puso en práctica
este empeño ya incluso desde antes de llegar a Tenerife, porque hay constan-
cia documental de compras de tierras y bienes muebles efectuadas por su
madre o por socios suyos a través de poderes notariales. Resulta muy curioso
que, en este sentido, se haya pensado que nuestro protagonista eligió deter-
minadas áreas de apetencia a la hora de constituir su patrimonio inmueble,
cuando la realidad de la época nos establece claramente que Rodríguez Felipe
estaba supeditado, a la hora de comprar tierras, a la oferta que hubiese en ese
preciso momento, en un territorio ahogado por las posesiones eclesiásticas y
los mayorazgos nobiliarios, con toda una enmarañada red de capellanías, ju-
ros y tributos. Cuando en torno a 1740 un amigo de Amaro, el comerciante
tacorontero Andrés Álvarez, avecindado en Puebla de los Ángeles (México), le
pide ayuda para buscar tierras con las que poder sustentar una capellanía
para uno de sus hijos, la respuesta de nuestro protagonista fue que era muy
difícil encontrar esos espacios en venta ante el colapso del territorio, sin ape-
nas tierras a la venta salvo pequeños lotes o minifundios.
El prestigio de Amaro Pargo como capitán real, unido a sus aventuras en el
mar desde la última década del siglo XVII, le otorgaron sin lugar a dudas un
cariz diferenciado en el subconsciente y en el horizonte de la época. Una vez
instalado en La Laguna, con su vivienda principal en la calle de San Agustín
y su finca de verano en Tejina, son pocos los ámbitos de la vida cotidiana en
los que no se introdujo con el fin último de mejorar la situación de la isla y
contribuir de forma denodada a su desarrollo. La documentación nos descu-
bre desde propuestas para favorecer la liquidez de monetario con intervencio-
nes puntuales en el Cabildo de la isla, hasta la elaboración de un borrador del
sistema defensivo para salvaguarda de las islas en el mar frente a los conti-

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Reconstruyendo el legado de Amaro Pargo

Comparativa del estado de la hacienda de Toriño (Machado, El Rosario) entre los años 60
del s. XX y la actualidad.

nuos asaltos de los corsarios extranjeros, pasando por incontables donaciones


en metálico y en bienes a los diferentes templos y conventos de su localidad
natal y enclaves cercanos. Su religiosidad, acentuada con el paso de los años,
le llevaría a donar el valioso aceite necesario para la liturgia de las iglesias en
Tenerife, sustancia que no en pocas ocasiones faltaba en la realidad eclesial
del momento, tal y como reza en muchos libros parroquiales. Un apartado a
todas luces interesante y aleccionador fue el apoyo indubitado de Amaro Pargo
tanto a los niños expósitos como a los pobres de la cárcel, comunidades mar-
ginales ambas a las que dedicó enormes cantidades de dinero y de esfuerzo
para tratar de mitigar sus penosas realidades.

Rincón de la casa del Pirata, en Machado (El Rosario)

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Daniel García Pulido

En el ámbito más personal asociado a nuestro protagonista el desbarajuste


de los investigadores era enorme, lo que hacía imperativo ahondar en la infor-
mación que se pudiese hallar. El daño ocasionado había llegado al extremo de
compartir, con evidente desprecio de los valores más acreditados en la inves-
tigación histórica, la falacia de su relación con la Siervita Sor María de Jesús,
por la que profesaba una veneración espiritual inquebrantable y que era una
segunda madre para nuestro personaje.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha en el marco de este proyecto
de recuperación de su legado han dado a la luz a un Amaro Pargo con descen-
dencia tanto en La Laguna, a través de una mujer casada cuyo marido se
hallaba ausente en tierras americanas, como en La Habana, siendo este úl-
timo caso motivo de un prolijo proceso judicial que afectaría principalmente
al heredero Amaro González de Mesa, víctima de las reclamaciones del hipo-
tético hijo natural de nuestro protagonista.
Amaro Rodríguez Felipe, aquejado de determinadas dolencias y necesitado
de descanso, pasó los últimos años de su vida en su confortable hacienda de
La Miravala, en Tejina, y solo se trasladó a La Laguna movido por la seguridad
de contar con los mejores profesionales de la sanidad y la medicina. Otorgó el
tercero y definitivo de sus testamentos en 1746, falleciendo en la entonces
capital el 4 de octubre de 1747. Con su desaparición definitiva La Laguna,
Tenerife y las Islas en general perdían con él no solo a uno de sus más firmes
valedores sino a un referente en el horizonte económico-social. Su leyenda se
iría acrecentando con el transcurso de las generaciones, que recordarían la
grandiosidad de sus mayorazgos, de sus posesiones, engalanadas en la me-
moria con el relato exótico de aventuras corsarias en los mares del Caribe.

Urna de plata para el Santo Entierro, sufragada por Amaro Pargo, y detalle
de la lápida de la cripta familiar. Iglesia de Santo Domingo (La Laguna)

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Reconstruyendo el legado de Amaro Pargo

Bibliografía básica

GARCÍA PULIDO, D. y M. de PAZ SÁNCHEZ: Amaro Pargo: documentos de una


vida. V. 1, Héroe y forajido, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2017.
GARCÍA PULIDO, D., C. GINOVÉS OBÓN, y M. de PAZ SÁNCHEZ: Amaro
Pargo: documentos de una vida. V. 2, El Heredero, Santa Cruz de Tenerife,
Idea, 2018.
GARCÍA PULIDO, D., A. D. LUIS LEÓN, y M. de PAZ SÁNCHEZ: Amaro Pargo:
documentos de una vida. V. 3, Reyes del mar, Santa Cruz de Tenerife, Idea,
2018.
GARCÍA PULIDO, D., C. GINOVÉS OBÓN, y M. de PAZ SÁNCHEZ: Amaro
Pargo: documentos de una vida. V. 4, El hijo cubano, Santa Cruz de Tene-
rife, Idea, 2019.
GARCÍA PULIDO, D., J. I. BOLAÑOS GONZÁLEZ, y M. de PAZ SÁNCHEZ:
Amaro Pargo: documentos de una vida. V. 5, San Amaro bendito, Santa
Cruz de Tenerife, Idea, 2019 [en prensa].
PAZ SÁNCHEZ, M. de, M. A. MEJÍAS VERA, y D. GARCÍA PULIDO: La casa
del tesoro: documentos sobre Amaro Rodríguez Felipe (1678-1747), Go-
bierno de Canarias, Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife,
2019.
PAZ SÁNCHEZ, M. de, y D. GARCÍA PULIDO: El corsario de Dios: documentos
sobre Amaro Rodríguez Felipe (1678-1747), Gobierno de Canarias, Archivo
Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, 2015.

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LA ORCHILLA DE CANARIAS

Salvador MIRANDA CALDERÍN

RESUMEN: En este trabajo se explica qué representó para la Hacienda real la


explotación de la orchilla en Canarias durante los siglos XV, XVI y
XVII, que como regalía fue incorporada por la Corona de Castilla a
las rentas reales que se exigieron en el archipiélago. El contrato tipo
para su gestión, la curiosa prohibición del uso de raspadores o rae-
deras y los costes de recolección de un año en concreto completan
el análisis efectuado, que forma parte de un proyecto de investiga-
ción más extenso sobre los orígenes y evolución del Régimen Eco-
nómico y Fiscal de Canarias.
PALABRAS CLAVE: orchilla, liquen, tinte, renta real, raederas, REF.

ABSTRACT: In this work it is explained what the exploitation of the orchilla in


the Canary Islands during the XV, XVI and XVII centuries represented
for the Royal Treasury, which as a royalty was incorporated by the
Crown of Castilla to the real income that was demanded in the is-
lands. The standard contract for its management, the curious pro-
hibition of the use of «raspadores» or «raederas» and the collection
costs of a specific year complete the analysis carried out, which is
part of a more extensive research project on the origins and evolu-
tion of the Economic Regime and Canary Islands Prosecutor.
KEYWORDS: orchilla, lichen, dye, real income, raederas, REF.

1. Introducción
Las telas para confeccionar las elegantes capas de los cardenales en los
siglos XV, XVI y XVII se tintaban de color púrpura con productos naturales, entre
ellos la orchilla de Canarias, mezclada con amoniaco y tras un laborioso pro-
ceso. Existían otras materias primas más selectas en Europa con las que tam-
bién lograr ese color, pero la contribución económica para el archipiélago de-
rivada de la recolección y exportación del liquen fue importante en el pasado.
El prestigioso naturalista francés Jacques-Christophe Valmont de Bomare
impartió un curso de Historia Natural en París entre diciembre de 1777 y abril
de 1778. Muchos de sus eruditos alumnos provenían de otros países, atraídos
por el conocimiento que la Ilustración atesoraba y que se difundía en la corte

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Salvador Miranda Calderín

gala. Entre los pupilos se encontraba el que con los años llegó a ser el histo-
riador más reconocido en el archipiélago, el eclesiástico y polígrafo José de
Viera y Clavijo (1731-1813), quien formaba parte de un insigne grupo de au-
toridades españolas en diversos campos del saber, nombrado por Carlos III
para participar activamente en el movimiento cultural e intelectual que mo-
dernizó la sociedad de la época. En las lecciones sobre el reino vegetal, Val-
mont de Bomare eligió varias especies para explicar sus características, siendo
una de ellas la orchilla de Canarias.
La lectura de esa información durante el mes de junio en el elegante, azu-
lado y grueso catálogo de la exposición «Viera y Clavijo. De isla en continente»
(Madrid, 2019) —todo un compendio sobre el autor de Noticias de la historia
general de las islas de Canaria— hizo que me inclinara finalmente por la or-
chilla como eje a desarrollar en este artículo con meros fines divulgativos,
desechando otras materias en las que también he concentrado la labor inves-
tigadora en los últimos años (pozos de nieve, hornos de brea, tributación, etc.).
Mi aproximación a la orchilla se produjo al iniciar en 2015 el ambicioso
proyecto de redactar en seis tomos y un horizonte temporal de diez años la
obra Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de Canarias1 (tomos
I y II publicados en 2017 y 2018, respectivamente). Concretamente, al com-
probar que una de las rentas reales de la Corona de Castilla en Canarias fue
la de la orchilla. La he estudiado como figura tributaria en los siglos XV, XVI y
XVII, si bien las conclusiones sobre el seiscientos serán publicadas en junio de
2020, dentro de un capítulo del tomo III, sirviendo parte de este trabajo como
preludio a su edición. Como senderista, tuve la suerte de que el biólogo Víctor
Montelongo Parada, con quien compartí responsabilidades en la junta de go-
bierno de El Museo Canario, que él presidía, me enseñara en las laderas del
barranco Guiniguada, muy cerca del Jardín Viera y Clavijo, más conocido po-
pularmente como Jardín Canario, el liquen y me explicara sus cualidades tin-
tóreas.
Fruto de sus clases en París y ya de regreso en Gran Canaria, Viera y Clavijo
terminó de escribir en 1810 otra de sus más notables obras: el Diccionario de
Historia Natural de las Islas Canarias. A la voz «orchilla» dedicó una hoja, des-
cribiéndola como especie de musgo que criándose sobre las peñas marítimas
de nuestras Canarias es una de sus producciones más peculiares y explicando
cómo el liquen era apenas reconocible en los acantilados, confundiéndose con
el color de las peñas, de tal forma que solo los orchilleros acostumbrados a
cogerla con gran riesgo de sus vidas la sabían distinguir de lejos. En los años
en los que redactó el Diccionario, la isla que más producía orchilla era El Hierro
con 800 quintales, seguida de Tenerife con 500 y Gran Canaria con 400, ele-
vándose la producción del archipiélago a 2.600 quintales. Cuenta también el
arcediano de Fuerteventura y prebendado del Cabildo Catedral de Canarias,

1MIRANDA CALDERÍN, Salvador: Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de


Canarias. Tomo I, siglos XV y XVI. Las Palmas, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria, 2017; Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de
Canarias. Tomo II, siglos XV y XVI. Las Palmas, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria, 2018.

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La orchilla de Canarias

el proceso de conversión del liquen en tinte a base de su mezcla con orines y


cal.
La orchilla fue una notable fuente de ingresos para los canarios, puesto que
se exportó a Europa después de la conquista castellana e incluso mucho an-
tes. El archipiélago era conocido desde los tiempos de los fenicios y romanos
como productor de este liquen, muy apreciado como tinte para lograr el color
púrpura. La Corona de Castilla, conocedora de esa riqueza, la hizo suya como
regalía, creando la renta real de la orchilla, que arrendaba al mejor postor por
periodos de varios años, normalmente una década. La recogida y limpieza de
la orchilla fue una actividad que proporcionó sustento a muchas familias ca-
narias, en especial en épocas de penuria, incluso en el s. XX, pero me limitaré
a su análisis en los tres siglos estudiados: XV, XVI y XVII. Lo haré tanto desde el
punto de vista tributario, de una renta real de la Corona en el archipiélago,
como de otras singularidades relacionadas con la práctica de su recolección y
con los contratos firmados entre la Corona y los diversos arrendatarios de la
renta que he podido constatar en la documentación analizada.
Las fuentes documentales utilizadas han sido principalmente los tomos I y
III de la obra Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de Cana-
rias2, redactados con el análisis de la documentación obrante en el Archivo
General de Simancas, Archivo Municipal de La Laguna y Archivo Histórico
Provincial de Santa Cruz de Tenerife, más una amplia bibliografía de la que se
refleja al final la más significativa.

2. La orchilla como materia prima para obtener el color púrpura


La orchilla es un liquen de la familia del género Roccella, de la que existen
hasta trece especies distintas en Canarias, algunas de ellas endémicas, que
crece en los acantilados a los que llegan los vientos alisios cargados de hume-
dad y salinidad. Normalmente en la costa, pero también en algunos barrancos
del interior, que reciben el aporte necesario de sal y humedad. He visto su
crecimiento en el tramo del barranco Guiniguada que está a la altura del Jar-
dín Canario, Tafira, aunque en Gran Canaria se recolectó hasta finales del s.
XIX principalmente en los abruptos acantilados que conforman la costa desde
Agaete a San Nicolás de Tolentino y que prosigue hasta Mogán, en vertiginosos
y escarpados desniveles que caen al mar desde más de 500 metros de altitud.
En el resto del archipiélago también fue en los acantilados donde se recogió,
incluso antes de la conquista de las islas de señorío por el normando Jean de
Bethencourt en la primera mitad del s. XV.
Fue un producto comercialmente muy solicitado por su uso por tintoreros
en los siglos analizados, aunque no una materia prima de excelencia, como lo
fue la rubia o el pastel de Toulouse y el pastel de las islas Azores, que se
comercializaban en Sevilla, y cuyos precios oscilaban a finales del s. XV alre-
dedor de 4.850 maravedís/quintal el francés, y de 2.200 a 3.500 maravedís el
de las Azores en el periodo 1500-1514. Sin embargo, la orchilla de Canarias

2MIRANDA CALDERÍN, Salvador: Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de


Canarias. Tomo I, siglos XV y XVI, op. cit.; Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal
de Canarias. Tomo III, siglo XVII. Las Palmas, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria, 2020 (en prensa).

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Salvador Miranda Calderín

se vendía en Sevilla en los años 1508 a 1515 entre 1.400 y 1.765 maravedís
el quintal (46 kilogramos), a precios sensiblemente más bajos que el pastel.

Acantilados de la Aldea de San Nicolas, lugar de recolección de la orchilla


(foto FEDAC)

En Canarias se comercializó la orchilla antes de la conquista de las islas de


realengo (Gran Canaria, La Palma y Tenerife) e incluso de las islas de señorío,
y ya en 1455 el mercader veneciano Cadamosto señaló que la transportaba
desde Canarias a Sanlúcar. Pero incluso mucho antes, los fenicios y los roma-
nos extraían la orchilla de las islas para lograr el deseado color púrpura en el
tintado de tejidos. La orchilla producía gran cantidad de ácidos, que al com-
binarse con el amoniaco y oxígeno generaban el apreciado tinte purpúreo.

3. La orchilla como fuente de ingresos de la Corona en las Islas


Sin ser los quintos reales, la más importante de las regalías (bienes que por
aplicación de las leyes se consideraba que no tenían dueño y, por tanto, per-
tenecían a la Corona), fue la orchilla, que produjo rentas para la hacienda real
en las tres islas realengas y costa africana, mientras que en las islas de señorío
se explotó a beneficio de sus dueños y señores.
Estuvo vigente dicha renta real desde finales del s. XV hasta las primeras
décadas del s. XIX, explotándose a través de los contratos de arrendamiento
suscritos con los mayores postores. El arrendatario satisfacía un precio anual
a la Corona, y a cambio gestionaba en exclusiva la recolección de la orchilla
en Gran Canaria, Tenerife y La Palma.
Desde 1514 hasta 1835 la recolección de la orchilla fue ampliamente deba-
tida en las sesiones del Cabildo Catedral de Canarias, puesto que desde finales
del s. XV la pretensión de la Corona era que el obispado no permitiese el diezmo
sobre la orchilla, pero la realidad fue que no quedó fuera de su cobranza,
mientras que a su vez la Iglesia pretendió no pagar las tercias reales sobre la

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La orchilla de Canarias

orchilla; empeños que plagaron de pleitos los juzgados de la época en sus


diversas instancias. El hecho de que se cobrara el diezmo en especie por parte
de la Iglesia exigía en la práctica un muy difícil control de la recolección del
liquen en los más intrincados barrancos de las islas de realengo, por lo que
en vez de exigirse al recolector se exigió al arrendatario de la renta real de la
orchilla.

Sesión concejil tinerfeña de lectura, acatamiento de la provisión real referida


a los almojarifazgos y orchilla, y orden de pregón de la renta (AMLL, Libro de
actas 8, ofic, 1.º, 8 de abril de 1585)

La orchilla estuvo sujeta al mismo tiempo a la renta real y específica de su


nombre, al almojarifazgo en su exportación, al diezmo eclesiástico en su reco-
gida, a las tercias reales en las islas realengas y al haber del peso. Fue, por
tanto, un producto ampliamente gravado, una fuente de ingresos para la Co-
rona y los concejos (haber del peso), si bien la cuantía de su recaudación fue
siempre modesta en relación con la renta real principal en el archipiélago: el
almojarifazgo.

4. Gutierre de Cárdenas, primer titular del derecho de explotación de


la orchilla después de la conquista
En 1480 es cuando por primera vez aparece en la documentación analizada
el nombre del comendador mayor de León, Gutierre de Cárdenas, como titular
de los derechos de la orchilla en Gran Canaria y en las dos islas realengas aún
pendientes de conquistar (La Palma y Tenerife). Sin embargo, con anteriori-
dad, el derecho sobre la orchilla fue otorgado por merced real al obispo del
Rubicón Juan de Frías en 1478, por su contribución económica a la empresa
de la conquista.
Otro personaje relacionado con la orchilla a finales del s. XV fue el mercader
sevillano Juan de Lugo, que también colaboró en la financiación de la con-
quista y que concertó con Cárdenas la explotación de dicho producto. Estaba
emparentado con la familia genovesa de los Riberoles, a quienes los monarcas
concedieron a fines del s. XV la orchilla y las conchas de Canarias por haber

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Salvador Miranda Calderín

prestado efectivo para la conquista y en seguridad de nuevos préstamos. Gu-


tierre de Cárdenas y, posteriormente, su viuda, Teresa Enríquez, fueron los
beneficiados por merced real con la renta del preciado liquen en Gran Canaria,
La Palma y Tenerife, mientras que Juan de Lugo, Francisco de Riberol y otros
mercaderes suscribieron acuerdos de explotación con el comendador o direc-
tamente con la Corona. En 1480, Gutierre de Cárdenas y Juan de Lugo pu-
dieron explotar legalmente la orchilla, en detrimento del deán de Canaria Ber-
múdez, el gobernador Pedro de Algaba y el alcalde mayor Esteban Pérez de
Cabitos, quienes habían llegado a exportar con anterioridad el liquen. Preci-
samente fue la autoridad civil, eclesiástica y militar de la isla quien incumplió
la legalidad, posiblemente por desconocimiento de la merced real otorgada al
comendador de León y del concierto firmado con el sevillano Juan de Lugo.
En 1494, una vez conquistada
La Palma y en pleno proceso la
conquista de Tenerife, Gutierre
de Cárdenas, quien además de
comendador mayor de León era
miembro del Consejo Real y con-
tador mayor, seguía siendo el ti-
tular del derecho de explotación
de la orchilla, y después de su
fallecimiento lo continuaron
siendo su viuda y herederos. En
las múltiples controversias jurí-
dicas que se plantearon en los
Liquen de la orchilla (foto del autor) tribunales, encontramos a me-
nudo el nombre de Teresa Enrí-
quez, viuda de Cárdenas.
Otros personajes que tuvieron relación directa con la orchilla en esa época
fueron Juan de Béthencourt, el conquistador normando de Lanzarote, que en
la primera mitad del s. XV comercializó la orchilla en Europa, incluso en Flo-
rencia; el comerciante italiano Alvise de Cadamosto, que estuvo en Lanzarote
en 1454 y relató que desde allí se exportaba la orchilla; Diego de Herrera,
señor de Lanzarote, que en la torre de Gando, en Gran Canaria, pactó con los
nativos antes de la conquista castellana que toda la orchilla que se recogiera
en la isla fuese para él; Inés Peraza y Diego de Herrera, señores de Lanzarote,
quienes en 1476 ratificaron con los canarios el pacto de que toda la orchilla
que se recogiese perteneciera exclusivamente a ellos y sus sucesores, consi-
guiendo dos años después una carta de seguro de los reyes para que las tropas
no entrasen en su territorio ni extrajesen la orchilla; Manuel Fernández Trotín,
comerciante sevillano que suministraba a la tropa castellana en la conquista
de Gran Canaria porciones de bizcocho a cambio de la orchilla que recogiesen
los soldados; el papa Eugenio IV, firmante de una bula para que no se perci-
biese el diezmo del citado tinte; Diego de Herrera (no confundir con el señor
de La Gomera), recaudador de Gran Canaria, quien en 1508 era el titular de
los derechos de la orchilla; y Guillén Peraza (nieto de Inés Peraza), que como
señor de La Gomera pleiteó por cuestiones relacionadas con la orchilla contra
Francisco Riberol, y su extutor, el gobernador Alonso Fernández de Lugo.

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La orchilla de Canarias

Se convertía así el comercio de la orchilla de África, y luego de Canarias,


utilizando el esquema de Rumeu de Armas, en restringido o limitado, regnícola
(en beneficio exclusivo de los súbditos del reino), reservado y sujeto a explota-
ción directa por la Corona o al arrendamiento a particulares. No solo se ex-
portaba desde los puertos canarios, sino también se importaba, concreta-
mente de la zona de la Mar Pequeña, en la costa africana, a la que los isleños
conducían mantenimientos, cebada y trigo que trocaban, entre otros produc-
tos, por orchilla, aunque con posterioridad se prohibió dicha importación para
no perjudicar a los arrendatarios de la renta. Mientras la Corona no la explotó,
fueron los beneficiados Juan de Frías y Gutierre de Cárdenas quienes obtu-
vieron legalmente los réditos de su explotación, pasando a la muerte del se-
gundo a ser gestionados por la Corona a través de diversos arrendatarios, pero
quedando gravada la renta con un juro a favor de sus herederos.

5. La renta de la orchilla en el s. XVI

En trabajos anteriores he publicado la larga relación de arrendatarios y el


importe de la renta de la orchilla en el s. XVI. El precio osciló entre los 600.000
mrs. que pagó el genovés Francisco de Riberol (1505-1512) y los 50.100 mrs.
del también genovés vecino de Cádiz Ginés de Franquis (1541-1544), quien ya
en 1545 lo incrementó a 350.500 mrs. Durante las décadas finales del qui-
nientos quedó estabilizado en torno a los 300.000 mrs., gestionando la renta
vecinos de Torrijos y Toledo3.
La recaudación del precio quedaba sujeta al pago del juro de 600.000 mrs.
concedido a Gutierre de Cárdenas. Ello supuso que en la práctica la Corona
no recibiese maravedí alguno por esta renta en Canarias, puesto que su precio
se destinó en exclusiva al pago del juro. Solo los excesos del precio generado
en años puntuales fueron ingresados en las arcas del reino.
En pocos años, como en 1551, no se recogió orchilla en Canarias por el
motivo principal de que había sido descepada por los anteriores arrendatarios
y era necesario dejarla crecer, pero también porque no se enviaron los poderes
y receptorías correspondientes.
Como paradigma de lo que ocurrió con la explotación de la renta de la or-
chilla en el archipiélago a mitad de siglo, cabe señalar que en 1552 las cuentas
de la orchilla se hicieron al mercader inglés Juan de Scotin, que ya había
comercializado la cosecha en años anteriores, concretamente en 1540. El
cargo de 1552 se efectuó a Scotin por los 450 quintales que fueron recogidos
en ese año, de los que se descontaron 36 quintales por razón de taras y romana
y piedra y tierra que llevaba, quedando 414 quintales, que pesados nueva-
mente en Cádiz se redujeron a 332 (al secarse el liquen perdía peso), que ven-
dió a 5 ducados el quintal, sumando 622.500 mrs. en moneda de Castilla)4.
Si comparamos los precios de venta de las operaciones de comercialización
efectuadas por el mercader inglés entre 1542 y 1552, el coste de la orchilla se
incrementó de 1.331 mrs. el quintal a 1.875 mrs. en moneda de Castilla, un
40,8 % en diez años.

3 MIRANDA CALDERÍN, Salvador: Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal de


Canarias. Tomo I…, op. cit.
4 AGS, Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, legajo 822, expediente 8, sin foliar.

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Salvador Miranda Calderín

De 1552 conocemos el interesante desglose de la cuenta de los costes de la


recogida de la cosecha que tuvo el inglés por importe de 362.112 mrs. Las
partidas principales se corresponden con:
a) Los salarios de recogida de 148 quintales de orchilla, incluyendo los
del fiel encargado Diego Rodríguez, que ascendieron a 92.735 mrs.
b) Los salarios de los 302 quintales restantes que los hizo recoger Benito
de Jorba, que importaron 122.740 mrs.
c) El seguro de la mercancía, a razón de 12 ducados por ciento, que
sumó 49.125 mrs.
d) El flete a 3 reales el quintal, que importó 33.864 mrs.
e) Las varas de brite para ensacar la orchilla, 22.100 mrs.
f) Otros pequeños gastos por la carga y descarga de la mercancía, alma-
cenaje, pesaje y cosido de los sacos.
El beneficio de la cosecha de ese año fue de 260.388 mrs., obtenido por la
diferencia entre los 622.500 mrs. de la venta del liquen y los 362.112 mrs. de
los costes de recolección y transporte. Era, por tanto, un buen negocio, pero
con el riesgo correspondiente a la cosecha, del precio y la merma en la tara
del producto por su necesaria limpieza y secado.

6. Una curiosidad en la cosecha de orchilla: la prohibición del uso de


«raederas» en 1564
De la segunda mitad del s. XVI es notable la prohibición del uso de «raederas»
para recolectar la orchilla, que se protocolizó en el arrendamiento suscrito con
Martín de Arriola en el periodo 1559-1584. En 1559 el recaudador mayor de
la renta de la orchilla en calidad de arrendatario fue Martín de Arriola, vecino
de Torrijos, quien tuvo una intensa relación con la orchilla en dos periodos
diferentes. Primero, entre 1559 y 1572, inclusive, y posteriormente en los años
1579-1584; en total, 20 años, consolidando así el hecho de que la mayoría de
los arrendatarios en ese siglo fuesen vecinos de Torrijos (Toledo) o de Toledo
capital. En el primer periodo, la Corona le hizo un cargo durante 1559-1563
de 1.502.500 mrs., a razón de 300.500 mrs. anuales, y otro por la misma
cantidad anual en el lapso de 1564-1566. En este segundo cargo se incluyó
una nueva condición: que no podía recoger la orchilla con raederas ni otros
aparejos, sino a mano, bajo pena de 200.000 mrs. Esa innovadora obligación
de cómo debía efectuarse la recogida está relacionada con la práctica de arran-
car de raíz el liquen de la roca, lo que impedía que se siguiera reproduciendo.
Cuando se recogía a mano se arrancaba únicamente una parte de la orchilla,
permitiendo que el vegetal siguiera creciendo para la cosecha del siguiente
año. No obstante, y a pesar de las penas impuestas, fue una constante en la
renta el hecho de que hubiese años en que no era posible la recolección, a
pesar de que científicamente no quedara suficientemente claro en el s. XVIII si
el uso de las raederas era positivo o negativo.
Los detractores de su utilización aducían que se arrancaba el liquen de raíz,
impidiendo su crecimiento; otros especialistas abogaban porque su uso era

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La orchilla de Canarias

provechoso, ya que se levantaban diásporas que se propagaban por toda la


zona y multiplicaban el liquen5.
En los debates de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tene-
rife en 1779 se trató el hecho de que las recogidas anuales no daban tiempo a
que la orchilla pequeña se entalleciera, aunque el crecimiento era siempre
lento, y al «modo de coger la orchilla». Se explicaba cómo se recogía y con qué
herramientas, entre ellas un pedazo de hierro curbo con su puño para raspar
las piedras y separar la orchilla que llaman raspador, que asociamos a la «rae-
dera» del s. XVI, y el daño que causaba el «raspador», recomendando la reco-
lección manual. De esa forma no se desgajaba de raíz el liquen, permitiendo
que siguiese creciendo, y además la presión de la mano esparcía las semillas,
que su vez se reproducían en los alrededores. El uso de la «raedera» o «raspa-
dor» tuvo detractores y defensores, puesto que facilitaba el trabajo y aumen-
taba la recolección. Vemos, por tanto, que la prohibición en la segunda mitad
del s. XVI de usar «raederas» para acopiar la orchilla no se extendió al s. XVIII,
dudándose aún en 1779 si su uso era eficaz o perjudicial.

Detalle del liquen de la orchilla (foto del autor)

7. La explotación de la orchilla en el s. XVII

Respecto al s. XVII, en relación con la renta real de la orchilla son significa-


tivos: a) la relación de arrendatarios, en la que destacan los judeoconversos
portugueses y el empresario de Garachico Luis Lorenzo Román; b) el precio
pagado por la renta; c) el contrato tipo para su explotación, que suscribió para
el periodo 1612-1620 el citado capitán y regidor de Tenerife Luis Lorenzo. To-
dos esos aspectos serán tratados en profundidad en el Tomo III de mi obra
Orígenes y evolución del REF, ofreciendo ahora un pequeño resumen.
Siguiendo la tradición del siglo, junto a las rentas del almojarifazgo y tercias
reales fue también titular de la renta de la orchilla dicho regidor garachi-
quense. A partir de 1612 y hasta 1620 pagó el precio anual de 375.000 mrs.
de Castilla sin que supusiese incremento alguno respecto al periodo anterior,

5HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, G.: La orchilla en Canarias: implicaciones socieconómicas, tesis


doctoral inédita, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2004.

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quedando estancada la renta en esa cantidad6. Es reseñable el hecho de que


el juro de 600.000 mrs. de renta del comendador de León, establecido a prin-
cipios del s. XVI, siguiese vigente 110 años después, y que se fomentase dejar
en barbecho la cosecha del liquen para que así se reprodujera mejor. La Co-
rona consentía que no se recogiese la orchilla en un año y el posible desabas-
tecimiento del mercado, pero ello no suponía que se alargase el plazo del con-
trato ni que el arrendatario dejara de pagar el precio de la renta en ese año.
La regionalización de las rentas reales en Canarias, incluyendo la de la or-
chilla, su gestión conjunta con la renta principal del almojarifazgo y las tercias
reales, y su titularidad mayoritaria por judeoconversos portugueses son las
notas características de la renta de la orchilla en el s. XVII. El mercader, pro-
pietario agrícola y regidor de Tenerife Luis Lorenzo Román estuvo también a
cargo de esta renta, directa o indirectamente, durante tres décadas. Precisa-
mente con él firmó la Corona el contrato tipo de la renta, que luego analizare-
mos, que preveía no solo cuestiones dinerarias sino también relativas a la
gestión en la recolección del liquen, con la expresa prohibición de hacerlo con
«raederas», tal como ya había sucedido en el s. XVI.
En la primera mitad de la centuria el precio de la renta osciló en torno a los
375.000 mrs. anuales, con puntuales rebajas (262.500 mrs. en 1621-1622) y
repuntes (450.000 mrs. en 1623 y 453.000 mrs. en 1641-1650). Como antes
se indicó, el personaje más significativo en esos primeros cincuenta años fue
el tantas veces nombrado Luis Lorenzo. En la segunda mitad, el precio se in-
crementó considerablemente, en torno a los 550.000 mrs. anuales, con un
alza puntual en 1675 hasta 808.239 mrs., cuando el vecino de Madrid Andrés
Martínez de Villanueva accedió a la titularidad tras la cesión conseguida de
otro madrileño. Con efectos 1 de enero de 1679, Pedro de Quiroga Saavedra
pujó por la renta ofreciendo un cuarto más, quedando establecido finalmente
el precio en 1.010.175 mrs. en el periodo 1679-1683. Todo un hito en la ges-
tión de la orchilla, ya que fue el mayor precio ofrecido en el seiscientos por la
renta. Sus titulares fueron en su mayoría judeoconversos portugueses, aun-
que el negocio también atrajo a empresarios madrileños y a arrendatarios de
las rentas reales en Andalucía. Continuó siendo la orchilla un producto natu-
ral muy apreciado en Europa, por lo que a través de Cádiz se exportó a los
principales puertos de ese continente, oscilando su precio acorde a la de-
manda del mercado.

8. El contrato tipo de la renta de la orchilla


En la década 1611-1620, la Corona redactó el contrato tipo por el que se
regiría durante el siglo no solo la renta en sí misma, sino también la recolec-
ción del liquen. Luis Lorenzo se obligaba en 1612 mediante el concierto fir-
mado con el Consejo de Hacienda al cumplimiento de varias condiciones, que
reagrupo en seis cláusulas diferentes:
- Primera. Hacerse cargo de pagar, aparte de la renta anual, el
diezmo de la orchilla a la Iglesia y el almojarifazgo del 6 % a la
Corona. Ello suponía un notable incremento en sus obligaciones
pecuniarias con la renta en sí misma, pero que eran lógicas,

6 AGS, Contaduría Mayor de Cuentas, 3.ª época, legajo 2.123, n.º 1.

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La orchilla de Canarias

puesto que el hecho de que fuese titular, tanto de la renta del


almojarifazgo como de la orchilla, no lo exoneraba de gravar con
el 6 % el tráfico del liquen. Cuestión diferente es que ese requisito
repercutiese positivamente en las arcas reales, puesto que el he-
cho de figurar como titular de ambas rentas significaba en la prác-
tica que simplemente pasase el dinero
del gravamen de un bolsillo a otro del
arrendatario, al ser su obligación la de
satisfacer el precio acordado en cada una
de ellas. El diezmo sí fue un gravamen
adicional que tuvo que satisfacer el
arrendatario de la orchilla.
- Segunda. No recolectar la orchilla una
vez terminado el plazo de arrendamiento,
bajo pena de que se le acusara de hurto
y perder lo acopiado. Se le concedía un
plazo máximo de 30 días para obtener la
cosecha de los barrancos una vez termi-
nado el plazo de la renta.

- Tercera. No extraer la orchilla con «rae-


deras» ni otro aparato alguno, solo como
se debía recoger y conservarla. Conti-
nuaba, pues, la prohibición decretada en
el s. XVI relativa a arrancar de cuajo el li-
Concierto con Domingo Sánchez de quen de la roca con la raspadera de me-
Aguiar relativo a las rentas del almojari- tal o «raedera», efectuando la labor a
fazgo y de las orchillas, 28 de mayo de
1696 (AGS, Tribunal Mayor de Cuentas,
mano. Como antes se expuso, la polé-
leg. 2.907, folio 1.º) mica persistió en los siglos posteriores al
no haberse determinado con precisión
cuál de los dos métodos de recolección era más eficiente para el
crecimiento del producto. La pena por usar las «raederas» era im-
portante (200.000 mrs).
- Cuarta. Pago anual de la renta en la Corte al final de octubre.
En realidad, como he destacado, por los juros garantizados con la
renta no hubo sobrante que enviar a la Corte.
- Quinta. Obtener recudimiento cada año de la renta para evitar
fraudes, sin que pudiera gestionar la renta sin la confirmación de
haber pagado el precio7. Suponía también un derecho, puesto que
ningún tercero podía hacerse cargo de la renta sin poseer el recu-
dimiento, evitando así el fraude en la venta de orchilla por ajenos
al arrendatario. Para obtenerlo, debía Luis Lorenzo justificar que
estaba al corriente en los pagos de la renta del año precedente.
Ese primer recudimiento debía presentarlo ante el oidor de la Real
Audiencia de Canaria para que se pregonase en las tres islas de

7 El recudimiento era la carta real expresa con la concesión de la renta a su favor.

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realengo por si había alguien interesado en pujar más por la


renta.
- Sexta. Pregonar a su costa la postura y condiciones del arren-
damiento en las ciudades de Sevilla, Málaga y Cádiz, siguiendo
sin descuido los pleitos relacionados con la orchilla y nombrando
procurador que le representase en cualquier gestión y notificación
relacionada con la renta.
Por su parte, los derechos que adquirió el arrendatario firmando el docu-
mento fueron:
− Primero. Recoger y hacer recoger la orchilla en las tres islas de realengo
y llevarla a cualquier parte que no estuviese expresamente prohibida
por la Corona.
− Segundo. Ninguna otra persona podía cosechar el producto, pudiendo
proceder criminalmente contra los infractores.
− Tercero. Nadie podía importar orchilla de otros lugares para evitar la
confusión que suponía su reexportación. Recordemos que también se
solía extraer de la costa africana.
− Cuarto. Las justicias de Cádiz y otros puertos decomisarían toda la or-
chilla de Canarias que no procediera directamente de su cosecha.
− Quinto. El duque de Maqueda (heredero del juro de 600.000 mrs. de
Gutierre de Cárdenas) correría con los costes de los pleitos que tuviera
que interponer en relación con la cría y cosecha de la orchilla.
− Sexto. Posibilidad de renunciar a la recolección de orchilla un año por
favorecer la cosecha del siguiente, pero sin excederse del plazo de arren-
damiento (no podía compensar un año sin recolección con un año adi-
cional en el plazo fijado).
− Séptimo. Admisión de pujas del cuarto únicamente por todo el periodo
del arrendamiento (un nuevo arrendatario podía quedarse con la renta
ofreciendo un 25 % más de renta, pero por periodos completos, no por
años).
Comprobamos, pues, que el derecho principal adquirido por el arrendatario
de la renta era el de acceder directamente a la cosecha de orchilla en las tres
islas realengas, monopolizando su extracción, recolección, envasado y expor-
tación. Para ello debía financiar la labor de los orchilleros, los auténticos es-
pecialistas en esa ocupación, y de los jornaleros que se dedicaban esporádi-
camente a su recogida.

9. Los costes de la recolección de orchilla en 1552


Una vez analizado en qué consistió la renta de la orchilla, quiénes fueron
sus arrendatarios, cuál el precio de la renta anual que abonaron a la Corona
y los derechos y obligaciones que contraían las partes relacionadas con el ne-
gocio, daré una somera idea de cómo se recogía el liquen y la composición de
los costes de recolección.
El arrendatario de la renta de la orchilla en las tres islas realengas encar-
gaba la recolección del liquen en los barrancos y acantilados orientados hacia

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La orchilla de Canarias

el norte, que recibían los alisios cargados de la humedad y salinidad que ne-
cesitaba para reproducirse, a los que estaban especializados en esas labores,
llamados orchilleros; pero también compraba la que ofrecían otros vecinos
menos capacitados: mujeres, niños y agricultores que se dedicaban a reco-
gerla en los sitios de más fácil acceso. La adquirían al peso y a un precio muy
bajo en relación con el precio final del producto en los mercados de destino.
No ocurría como ahora, en que el componente principal del coste de un pro-
ducto o servicio es el coste del personal, puesto que apenas subsistían los
trabajadores no especializados que se dedicaban antaño a esa labor.

Recolector de orchilla de La Gomera (Alfred


Diston, 1828. Dominio público, Centro de
arte británico de Yale).

Como la orchilla se pagaba al peso, tenemos en él el primer elemento dis-


torsionador en los costes: los orchilleros mezclaban el liquen con tierra, pe-
queñas piedras u otros vegetales para incrementar su peso. Dada la nimiedad
del precio que recibían, de una forma u otra lo consentían los arrendatarios,
pero no el mercado, de modo que el segundo componente cronológico en los
costes era la limpieza del producto, eliminando como tara una parte impor-
tante del peso adquirido. Pero además, a medida que el producto se iba se-
cando disminuía también de peso, estimando algunos investigadores que con
la limpieza y el secado la merma del producto podía llegar al 40 %. No olvide-
mos que el lugar de destino de la orchilla eran los puertos europeos, debién-
dose trasladarse primero a Cádiz y luego a su destino final.
A los costes de recolección había que añadir los precios del importe de los
útiles entregados a los orchilleros para facilitar la recolección: cuerdas, teji-
dos, herramientas que estuviesen permitidas, etc., y los posteriores de lim-
pieza, almacenamiento y custodia hasta que se transportaban en barcos a los
puertos principales de las islas y desde ellos hasta, normalmente, Cádiz. El
producto multiplicaba con creces los costes iniciales, pero el precio de venta
que se lograba, sobre todo, en épocas de gran demanda, permitía generar im-
portantes beneficios.
La relación de costes que figuran en las cuentas y documentos analizados
de 1552 se refería a estos apartados:

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− Útiles y herramientas facilitados a los recolectores: mochilas, jar-


cias y sa cas, y en su caso, grano para su alimentación.
− Salarios de recogida del producto pagado por su peso.
− Jornales de la limpieza del liquen.
− Transporte hasta los puertos canarios principales.
− Almacenamiento del producto hasta su embarque.
− Empaquetado del liquen en sacas.
− Flete y seguro del producto hasta Cádiz o puerto final de destino.
− Renta anual pagada a la Corona.
− Derechos inherentes a esa renta.
− Derechos de diezmos, almojarifazgos y haber del peso (renta de
los Concejos).
− Costes de administración y gestión de la renta.
Recalcamos que no fueron nunca los costes principales las soldadas de re-
cogida, un coste reducido en relación con el precio final del producto. Aun así
supusieron un complemento notable a la subsistencia de muchas personas
dedicadas ocasionalmente a esa labor.

10. Conclusiones
El estudio de la orchilla como producto natural con el que lograr el ansiado
color púrpura en el pasado y como fuente de riqueza en el archipiélago canario
ha sido efectuado con notable solvencia científica por diversos autores, de los
que destaco en la bibliografía a los más representativos. Mi acercamiento a
esta materia ha sido a través del análisis de las rentas reales en Canarias, una
de las cuales fue la de la orchilla, que apenas generó ingreso alguno en las
arcas de la hacienda real por estar gravada con un juro de 600.000 maravedís
a favor de Gutierre de Cárdenas y sus herederos. La amplía relación de arren-
datarios en los siglos XVI y XVII, así como el precio que pagaron anualmente
por las rentas, ha sido posible confeccionarla con los trabajos historiográficos
sobre esta materia y, como se expresaba másd arriba, el análisis de los fondos
documentales del Archivo General de Simancas (AGS), Archivo Municipal de
La Laguna (AMLL) y algunas referencias del Archivo Histórico Provincial de
Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT).
A través de esa documentación he podido recabar cuestiones ajenas al es-
tricto ámbito tributario, como han sido la configuración del contrato tipo entre
la Corona y los arrendatarios en el s. XVII, la determinación de los costes de la
cosecha, con las principales partidas integrantes en dichos gastos, y la prohi-
bición del uso de las «raederas» en su recolección. El liquen tenía un precio
bajísimo para los recolectores y se incrementaba notablemente a medida que
se limpiaba, secaba y se acercaba a los puertos europeos de destino. Fue una
más de las fuentes de riqueza que existieron en el archipiélago, que la Corona
aprovechó para hacerla suya como regalía a través de los contratos de arren-
damiento que suscribió con quienes pujaron por la renta. Por último, sirvió
para completar la escasa remuneración de muchos jornaleros y sus mujeres
y para que los profesionales de su recolección, los orchilleros, pudiesen vivir
de su arriesgada labor en los escarpados acantilados de las islas.

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La orchilla de Canarias

Fuentes documentales
Las señaladas en las dos obras de Miranda Calderín, ya mencionadas, pu-
blicadas en 2017 y 2020.

Bibliografía

AZNAR VALLEJO, E.: La integración de las Islas Canarias en la Corona de


Castilla (1478-1526). Aspectos administrativos, sociales y económicos, Las
Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 1992 (obra original de
1983).
BETANCOURT Y CASTRO, J.: Discurso sobre la historia natural de la orchilla
con reflexiones acerca de su conservación y aumento de cosecha en Tene-
rife..., 1779. Transcrito en la tesis doctoral de G. Hernández Rodríguez.
DÍAZ PADILLA, G., y J. M. RODRÍGUEZ YANES: El señorío en las Canarias
occidentales. La Gomera y El Hierro hasta 1700, Cabildo Insular de La Go-
mera y El Hierro, 1990.
GONZÁLEZ PÉREZ, M., y F. HIDALGO SANTANA: «Los tintes naturales en Ca-
narias», en Revista Agricultura, Madrid.
HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, G.: La orchilla en Canarias: implicaciones socieco-
nómicas, tesis doctoral inédita, Universidad de Las Palmas de Gran Cana-
ria, 1994.
LOBO CABRERA, M.: El comercio canario europeo bajo Felipe II, colección Bi-
blioteca económica canaria, ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2008.
MIRANDA CALDERÍN, S.: Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal
de Canarias. Tomo I, siglos XV y XVI. Las Palmas, Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2017.
MIRANDA CALDERÍN, S.: Orígenes y evolución del Régimen Económico y Fiscal
de Canarias. Tomo III, siglo XVII. Las Palmas, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2020 (en prensa).
OTTE, E.: Sevilla y sus mercaderes a fines de la Edad Media, Sevilla, editorial
Fundación El Monte, 1996.
OTTE, E: «Los Sopranis y Los Lugo»., en II Coloquio de Historia Canario-Ame-
ricana (1977), t. II, Las Palmas de Gran Canaria, 1979.
PALENZUELA DOMÍNGUEZ, N.: Los mercaderes burgaleses en Sevilla a fines
de la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2003.
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en Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 18 (1972).
RUMEU DE ARMAS, A.: España en el África atlántica, tomo I, Las Palmas de
Gran Canaria, ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 1996.
SUÁREZ MORENO, F.: «La orchilla y las dificultades de su recolección. El caso
de la muerte de Marta Segura Carvajal (1835-1876)», en Boletín Millares
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ULLOA, M.: La hacienda real de Castilla en el reinado de Felipe II, Madrid,
Fundación Universitaria Española, 1977.
VIERA Y CLAVIJO, J. de: Noticias de la historia general de las islas Canarias,
tomos I y II, octava edición, Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1982
(obra original de 1772).
WÖLFEL DOMINIK, J.: «Don Juan de Frías, el gran conquistador de Gran Ca-
naria», en El Museo Canario, n.º 14 (1953).

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LOS RUMORES DE MARTE EN LAS ANTIGUAS BIBLIOTECAS
TINERFEÑAS: LA LITERATURA JURÍDICA EN EL SIGLO XVIII

Belinda RODRÍGUEZ ARROCHA

RESUMEN: Este artículo divulgativo explora la presencia de los libros jurídicos


en la isla de Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII.
Fundamentalmente, los volúmenes concernían a la práctica judicial
y a los procesos en los tribunales de la monarquía española y sus
colonias americanas. Asimismo, prestamos especial atención a las
obras concernientes a la justicia militar bajo la dinastía borbónica.
PALABRAS CLAVE: biblioteca; Edad Moderna; ejército; historia del
derecho; Tenerife.

ABSTRACT: This divulgative paper explores the presence of law books in Tenerife
Island (Canary Islands) in the second half of the eighteenth century.
Fundamentally, those volumes concerned to judicial practice and
procedures at the courts in the Spanish Monarchy and its American
dependencies. Moreover, we pay special attention to the works
regarding the military justice under the House of Bourbon.
KEYWORDS: Army; Early Modern Age; Legal History; library; Tenerife
Island.

Influyentes, censurados, prestigiosos o prohibidos. No cabe duda de que el


libro es un artefacto cultural que nos proporciona una inestimable
información acerca del ideario moral y político, las creencias religiosas y los
diversos campos del conocimiento en la época de la Edad Moderna. En la isla
de Tenerife, volúmenes de diversos géneros formaron parte de las preciadas
posesiones de lectores de ambos sexos. Los libros de temática jurídica, entre
otros, eran adquiridos por civiles, eclesiásticos y militares. El Fondo Nava de
la biblioteca de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife y
el Fondo Manuel de Ossuna y Benítez de Lugo (Archivo Municipal de La
Laguna) cuentan precisamente con textos normativos y tratados de práctica
gubernativa y judicial. Asimismo, también se hallaban en la biblioteca
particular de don Juan Bautista de Castro Ayala, que ostentó el cargo de
regidor decano en Tenerife y fue teniente coronel del regimiento de milicias
provinciales de La Laguna. Expiró el veinticinco de julio de 1797, a
consecuencia de las graves heridas recibidas en el transcurso del conocido
enfrentamiento con las tropas inglesas en el puerto de Santa Cruz. Al menos

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Belinda Rodríguez Arrocha

en esa fecha su colección de libros incluía la Instrucción de escribanos en orden


a lo judicial, de José Juan Colom; los dos tomos de la Política para corregidores
y señores de vasallos, de Jerónimo Castillo de Bobadilla; la Colección General
de las Ordenanzas Militares, preparada por José Antonio Portugués, y una
obra del abad de Bellegarde, titulada Del arte de conocer a los hombres y
máximas para la sociedad civil1. Podemos afirmar sin ambages que buena
parte de los libros exportados a las islas eran de corte pragmático, como
podremos observar a continuación. En esta ocasión, hemos seleccionado
títulos presentes en las bibliotecas particulares tinerfeñas.

En esta página procedente del séptimo tomo del Teatro de la legislación uni-
versal de España e Indias —preparado por Antonio Javier Pérez y López—
apreciamos una serie de sucintas explicaciones sobre tres vocablos, en orden

1 RODRÍGUEZ ARROCHA, Belinda: «La lectura de las fuentes del derecho y de la doctrina
jurídica en La Laguna en el siglo XVIII», en XIX Coloquio de Historia Canario-Americana, 2012.

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Los rumores de Marte en las antiguas bibliotecas tinderfeñas…

alfabético y desde la perspectiva jurídica. El autor incluye las pertinentes re-


ferencias a disposiciones del derecho romano, del derecho castellano e incluso
del Antiguo Testamento. El propósito didáctico mostrado en el inicio de la de-
finición de «codicilo», su claridad y su concisión son rasgos muy característicos
de los tratados de la segunda mitad del siglo XVIII. Eran obras de consulta
accesible a personas no necesariamente formadas en los estudios jurídicos.
Este tomo es de consulta libre en:
https://books.google.es/books?id=ykDiTsycfSIC&pg=PA283&dq=TEA-
TRO+DE+LA+LEGISLACI%C3%93N+UNIVER-
SAL&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjt89-d8MPkAhVQQ0EAHW3zBIwQ6AEIS-
jAF#v=onepage&q=TEATRO%20DE%20LA%20LEGISLACI%C3%93N%20UNI-
VERSAL&f=false

Esta otra página pertenece al primer tomo de Juzgados militares de España


y sus Indias, de Félix Colón y Larriátegui. Es necesario señalar que en la citada
centuria tuvo lugar la edición de notables volúmenes prácticos acerca de la
justicia militar y sus aforados. Cabe recordar que en esta época el capitán
general de Canarias era, a la vez, presidente de la Real Audiencia de Canarias
—el tribunal superior de las islas—2. La literatura jurídica española de la Edad

2ÁLAMO MARTELL, María Dolores: El capitán general de Canarias en el siglo XVIII, Las Palmas
de Gran Canaria, 2000.

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Belinda Rodríguez Arrocha

Moderna solía incluir referencias al gobierno político y militar de las civiliza-


ciones clásicas, como la egipcia, la griega, la romana y la persa. Este discurso
preliminar es un ejemplo ilustrativo al respecto. Al fin y al cabo, de las expe-
riencias del pasado era posible extraer enseñanzas o moralejas.
En la actualidad esta obra puede ser consultada libremente en:
https://books.google.es/books?id=CciN3VUmG18C&pg=PA388&dq=juzga-
dos+militares+de+espa%C3%B1a+y+sus+indias&hl=es&sa=X&ved=0ahUKE-
wiayrK888PkAhVTilwKHbHNDTMQ6AEIKDAA#v=onepage&q=juzga-
dos%20militares%20de%20espa%C3%B1a%20y%20sus%20indias&f=false

La página arriba reproducida procede del mismo tomo y concierne a las


personas sujetas a la jurisdicción militar. De este fuero gozaban los individuos
que servían en el Ejército y en la Marina real, e incluso sus esposas, viudas,

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Los rumores de Marte en las antiguas bibliotecas tinderfeñas…

hijos y criados —bajo ciertas condiciones—3. Precisamente, Colón y Larriáte-


gui, en el momento de la edición de la referida obra, había sido teniente coro-
nel de infantería y primer ayudante mayor del regimiento de Reales Guardias
de Infantería española. En el discurso preliminar manifiesta sus deseos de
animar a los jóvenes a seguir la carrera militar, entre otros objetivos de su
edición.

En el texto de esta página, perteneciente al segundo tomo de la misma obra,


observamos referencias expresas al fuero militar en las islas Canarias me-
diante las pertinentes citas a las cédulas reales. Es importante recordar que

3 CEPEDA GÓMEZ, José: «El fuero militar en el siglo XVIII», en MARTÍNEZ RUIZ, Enrique, y
Magdalena de Pazzis PI CORRALES (coords.): Instituciones de la España Moderna. Las Juris-
dicciones, Madrid, 1996, pp. 293-303.

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Belinda Rodríguez Arrocha

en el último tercio del siglo XVIII el contexto internacional y el escenario bélico


propiciaron la modificación de las fuerzas de defensa del archipiélago —como
las tropas regulares, las milicias provinciales y el paisanaje—4. Este tomo
puede ser consultado libremente en:
https://books.google.es/books?id=ea5X1vpb45MC&printsec=frontco-
ver&dq=juzgados+militares+de+espa%C3%B1a+y+sus+in-
dias&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiJkZSbm8TkAhUWQUEAHcU-C30Q6AEIN-
zAC#v=onepage&q=juzgados%20milita-
res%20de%20espa%C3%B1a%20y%20sus%20indias&f=false

La presente imagen procede de una página de la Práctica universal forense


de los tribunales de esta corte, reales chancillerías de Valladolid y Granada y
Audiencia de Sevilla, publicada por Francisco Antonio Elizondo en 1764 —que
a la sazón contaba con experiencia como abogado de los reales Consejos y de
la Real Audiencia de Sevilla—. Era una obra de carácter esencialmente prác-
tico y estaba destinada al uso de jueces seculares y eclesiásticos, abogados,
escribanos, procuradores, litigantes y de toda persona habituada a la lectura.

4FARRUJIA COELLO, Amós; «Ejército, milicias y paisanaje en Canarias en la segunda mitad


del siglo XVIII», Vegueta. Anuario de la Facultad de Geografía e Historia, 16, 2016.

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Los rumores de Marte en las antiguas bibliotecas tinderfeñas…

Esta finalidad pragmática conlleva que el autor incluya las fórmulas emplea-
das en el ámbito procesal de aquellos años, tal y como podemos observar en
este modelo de pedimento de remoción de tutor en lo que respecta a las suce-
siones. Debemos tener en cuenta que las dos chancillerías y la audiencia se-
villana eran tres importantes tribunales reales. Las publicaciones concernien-
tes a su práctica y normativa proporcionarían valiosas orientaciones a las au-
toridades que desempeñaban funciones judiciales en Canarias, a los abogados
y procuradores isleños, etc.
Este volumen puede ser consultado en:
https://books.google.es/books?id=P7jhsMAvn38C&pg=PA103&dq=pedi-
mento,+pidiendo+la+remocion+de+un+tutor&hl=es&sa=X&ved=0ahUKE-
witx_HrnMTkAhWbFMAKHXIxBbwQ6AEILzAB#v=onepage&q=pedi-
mento%2C%20pidiendo%20la%20remocion%20de%20un%20tutor&f=false

La citada Política para Corregidores fue una obra exitosamente difundida en


los territorios de la monarquía española desde su publicación en 1597 hasta
bien avanzado el siglo XVIII. Esta página pertenece al segundo tomo de la en-
mendada edición barcelonesa de 1624. Prolija en citas —a numerosos juristas
italianos, al derecho real castellano, a los libros de la Biblia, etc.—, exponía

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Belinda Rodríguez Arrocha

las características ideales que debían definir al gobierno y a la justicia en el


ámbito local. Sus frecuentes digresiones no son óbice para que valoremos su
dimensión práctica y su influencia sobre los juristas posteriores. Puede ser
consultada libremente en:
https://books.google.es/books?id=eZ7R7teQi-
QC&pg=PA1&dq=%22Pol%C3%ADtica+para+corregido-
res%22&hl=es&sa=X&ved=0ahUKE-
wiYmYWa7cPkAhWiyIUKHZ19AeI4FBDoAQgo-
MAA#v=onepage&q=%22Pol%C3%ADtica%20para%20corregido-
res%22&f=false
Este sucinto bosquejo sobre los volúmenes que circularon en Tenerife nos
permite afirmar que su adquisición posibilitaba la orientación relativa a los
procesos en la justicia civil y militar. En consecuencia, estimamos la utilidad
y conveniencia que tenía su lectura, descartando su tenencia como mero in-
dicio de estatus social o económico.

Bibliografía

ÁLAMO MARTELL, María Dolores: El capitán general de Canarias en el siglo


XVIII, Las Palmas de Gran Canaria, 2000.
BELLEGARDE, Abad de: El arte de conocer a los hombres y máximas para la
sociedad civil (nueva edición enmendada), Amberes, 1755.
CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo: Política para corregidores, Barcelona,
1624, tomo II.
CEPEDA GÓMEZ, José: «El fuero militar en el siglo XVIII», en MARTÍNEZ RUIZ,
Enrique, y Magdalena de Pazzis PI CORRALES (coords.): Instituciones de
la España Moderna. Las Jurisdicciones, Madrid, 1996.
COLOM, José Juan y: Instrucción de escribanos en orden a lo judicial (quinta
impresión), Madrid, 1761.
COLÓN Y LARRIÁTEGUI, Félix: Formulario de procesos militares (nueva edi-
ción mejorada), Barcelona, 1828.
—Índice general alfabético de los cuatro tomos y del primero de apéndice de
la obra de los juzgados militares de España y sus Indias, Madrid, 1798.
—Juzgados militares de España y sus Indias, Madrid, 1788, tomo I.
—Juzgados militares de España y sus Indias, Madrid, 1788, tomo II.
ELIZONDO, Francisco Antonio: Práctica universal forense de los tribunales de
España y de las Indias (sexta impresión), Madrid, 1796, tomo I.
—Práctica universal forense de los tribunales superiores de España y de las
Indias (cuarta impresión), Madrid, 1783, tomo II.
—Práctica universal forense de los tribunales de esta Corte, reales chancille-
rías de Valladolid y Granada y Audiencia de Sevilla, Madrid, 1764.

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Los rumores de Marte en las antiguas bibliotecas tinderfeñas…

FARRUJIA COELLO, Amós: «Ejército, milicias y paisanaje en Canarias en la


segunda mitad del siglo XVIII», en Vegueta. Anuario de la Facultad de Geo-
grafía e Historia, 16, 2016.
GARCÍA HURTADO, Manuel Reyes: El arma de la palabra: los militares espa-
ñoles y la cultura escrita en el siglo XVIII (1700-1808), A Coruña, 2002.
Ordenanzas de S. M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de
sus ejércitos, Coruña, 1813.
Ordenanzas generales de la Armada naval, Madrid, 1793, dos tomos.
Ordenanza de S. M. para el servicio del cuerpo de ingenieros de marina en los
departamentos y a bordo de los navíos de guerra, Madrid, 1772.
Real declaración sobre puntos esenciales de la ordenanza de milicias provincia-
les de España, Madrid, 1767.
PÉREZ Y LÓPEZ, Antonio Javier; Teatro de la legislación universal de España
e Indias, Madrid, 1794, tomo VII.
RODRÍGUEZ ARROCHA, Belinda; «La lectura de las fuentes del derecho y de
la doctrina jurídica en La Laguna en el siglo XVIII», XIX Coloquio de Historia
Canario-Americana, 2012.

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EL CRIPTOJUDAÍSMO. LA RELIGIÓN COMO CATEGORÍA
VÁLIDA EN LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA

Lorenzo SANTANA RODRÍGUEZ

RESUMEN: El criptojudaísmo y su derivación posterior en el marranismo han


dado lugar a la existencia de dos corrientes historiográficas que
plantean interpretaciones muy diferentes sobre la supervivencia
de la religión judía y su práctica entre los judíos obligados a
profesar externamente otra fe. La divergencia nace principalmente
de la diferente consideración metodológica sobre la religión como
categoría a tener en cuenta o no en la investigación histórica.
PALABRAS CLAVE: criptojudaísmo, marranismo, Inquisición, religión.

ABSTRACT: Cryptojudaism and its subsequent derivation in marranism have


resulted in the existence of two historiographic currents that pose
very different interpretations of the survival of the jewish religion
and its practice among jews forced to profess another faith
externally. The divergence arises mainly from the different
methodological consideration of the religion as a category to be
taken into account or not in historical research.
KEYWORDS: cryptojudaism, marranism, Inquisition, religion.

El criptojudaísmo es un concepto propio de la reconstrucción de una


realidad histórica nunca mostrada de modo evidente e innegable dada su
condición de clandestinidad, inherente a su propia definición. Sin embargo,
es posible trazar una línea divisoria muy nítida entre dos grupos de
investigadores que plantean dos posturas divergentes y antagónicas.
Para el primer grupo, que en el caso español son la mayoría, las posibles
comunidades o núcleos criptojudíos degeneraron pronto en marranismo
para diluirse a continuación en la masa de la población cristiana, por lo que
los casos que fueron detectados y perseguidos en fechas tardías (finales del
siglo XVII e incluso en el XVIII) son vistos como anomalías propias de
individuos aislados. Mientras que para el segundo grupo, en el que me
incluyo, resulta creíble y cierta la pervivencia de grupos y comunidades
criptojudías/marranas que, guiadas por un verdadero y profundo
sentimiento religioso, se esforzaron en mantener en la medida de sus
posibilidades la fe de sus padres.

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Lorenzo Santana Rodríguez

Definir el criptojudaísmo implica separarlo de toda época y geografía, pues


es un fenómeno universal que se ha dado y prosigue aún en la actualidad en
aquellos lugares donde los judíos se ven obligados a vivir la religión de sus
padres de forma secreta, a la vez que exteriormente simulan practicar la
cristiana o la musulmana.
En el caso del mundo hispano, que es el que nos toca más de cerca,
parece haber tenido su principio en el siglo XV con el inicio de las
persecuciones que en los reinos de la Península Ibérica los empujaron a
convertirse al cristianismo, y que tuvo su momento álgido con la expulsión
de sus reinos decretada por los Reyes Católicos y la institución del tribunal
de la Inquisición moderna en el reino de Castilla, que perduró hasta
principios del siglo XIX.
Sólo a los judíos que se bautizaron y manifestaron su abandono de la
religión hebrea se les permitió permanecer en los reinos peninsulares que
estaban bajo la corona de Isabel y Fernando. Es bien claro que aquellas
conversiones fueron en la mayoría de los casos más formales que sentidas, y
que no se podía esperar de estos neófitos una sincera adhesión a la fe
cristiana, como las mismas autoridades que las impulsaron y la población
en general asumían con mordacidad, dudando de la sinceridad de estos
cristianos nuevos, por contraposición a los que desde ese momento se
autodesignaron como cristianos viejos.
No debe olvidarse que las persecuciones del siglo XV y la expulsión
decretada por los Reyes Católicos no buscaban el que los judíos se
bautizasen, sino que cesasen en las actividades que se les atribuían,
consideradas como malignas y dañinas. Su conversión al cristianismo no fue
considerada ni valorada como un éxito, al contrario de lo que en principio se
suele percibir en la actualidad, sino como una salida en falso que daba
origen a un nuevo problema: la cuestión de los conversos. A tal fin se creó el
tribunal de la Inquisición moderna en Castilla, con la misión inicial de
identificar, perseguir y castigar a los falsos conversos, cuando se probara
que eran criptojudíos, o sea, que en secreto practicaban la religión de
Moisés, mientras que externa y públicamente procuraban parecer devotos
católicos.
Comenzada la persecución, e institucionalizados los cauces de delación,
denuncia, judicialización y condena, los judíos que deseaban mantener su fe
en secreto debían iniciar el oscuro camino de las catacumbas, haciendo un
símil con las persecuciones sufridas por los cristianos bajo el imperio
romano.
Lo primero que perdieron fue el conjunto de prácticas exteriores y
públicas de su fe, que ya no era posible realizar pues implicarían de manera
automática su detención, encarcelamiento, condena y confiscación de sus
bienes. Entre ellas se incluía el hebreo que, aunque lengua muerta, era
empleado en su liturgia y era el idioma en que estaban escritos los textos
sagrados, y junto con el arameo todo el corpus de textos complementarios y
explicativos.
Implicó también la desaparición de los rabinos y cantores como conjunto
de hombres sabios dedicados en mayor o menor medida a la lectura, estudio

44/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 43-47, La Laguna (Canarias)


El criptojudaísmo. La religión como categoría válida en la investigación…

y explicación de los textos sagrados y el


modo de cumplir con todos los ritos y
preceptos de su religión.
Y significó también la imposibilidad
práctica de observar el descanso del
sábado, el día dedicado al culto, y en el
que estaba prohibido toda clase de
trabajo material, pues los cristianos
viejos estaban atentos a cualquier
indicio de guarda de ese día por
oposición al domingo, que era el de los
cristianos. Lo mismo se puede decir de
sus usos sobre el modo de preparar los
alimentos, y la prohibición de consumir
la carne de cerdo.
Estos hechos, que no pudieron sino
ser considerados como catastróficos
para los criptojudíos, implicaban que,
iniciada la persecución, la generación
que había vivido de manera más o
menos plena su fe tuvo ya serias dificultades para pasar el testigo a la
segunda generación, y esto no haría sino acentuarse con el paso del tiempo,
dando origen al marranismo.
Este vocablo tiene cierto carácter despectivo, pues significaba aplicar a los
judíos uno de los nombres del cerdo, animal considerado como inmundo por
aquellos, e incluso innombrable. Se aplicaba y se ha recuperado de manera
contemporánea para referirse al modo en que algunos descendientes de
conversos judíos intentaban vivir en secreto la fe hebrea sin tener una idea
clara ni completa de en qué consistía ésta y de cómo se practicaba.
El marranisno no puede ser bien definido, pues abarca un conjunto bien
variopinto de diversas prácticas y conocimientos sobre la verdadera fe judía,
que era practicada en forma pública en algunos otros países, que en la
mente y corazón de estos supervivientes eran vistos como faros y referencias,
aunque no les fuera posible acceder a ellos.
Esto dio lugar a un nuevo fenómeno, el del rechazo por parte de los judíos
a los marranos. Si bien el criptojudío no tenía ningún problema para ser
admitido en las sinagogas de los lugares donde había libertad de culto, pues
era uno más de los miembros de la Diáspora, los marranos eran vistos con
cierto grado de desconfianza, tanto más acentuada cuanto mayor fuese su
ignorancia con respecto al depósito de su fe, ritos y costumbres.
Los marranos tenían verdadera hambre de conocer su fe, por lo que se
tiene noticia del modo en que eran bien recibidos y agasajados los judíos que
llegaban a ellos, y podían aportarles información al respecto, ya fuese con
libros prohibidos por la Inquisición o con la transmisión oral. Sin embargo,
estos relatos van acompañados en algunos casos con la constatación del
recelo hacia los marranos, pues sus prácticas eran insuficientes, y en
algunos casos fueron tildadas de erróneas o infantiles. Esto provocaba la

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 43-47, La Laguna (Canarias)/45


Lorenzo Santana Rodríguez

indignación de los marranos, pues aquellos pocos ritos y prácticas los


habían heredado de sus padres y les habían permitido mantener la
conciencia de su religión e identidad, por lo cual reclamaban el
reconocimiento del que se consideraban merecedores.
Aquí es donde tiene lugar el debate al que aludíamos al comienzo, pues
para el primer grupo de historiadores el marranismo es la prueba de la
disolución del criptojudaísmo, y de la posterior y final desaparición de la
religión judía en el mundo hispano. Mientras que para el segundo grupo es
precisamente este fenómeno el que ilumina con más claridad las luces y
sombras de este complejo proceso, y permite intuir/sostener, según el autor
en cuestión, la continuidad de la religión judía en grupos y comunidades en
forma clandestina.
El quid de la cuestión radica en la consideración o no de la religión como
categoría válida en la investigación histórica, como sí tenía en cuenta el
análisis marxista, aun cuando fuese para denostarla a priori, mientras que
las teorías actuales, ya sea de manera expresa o tácita, suelen omitirla.
Aunque más que religión como conjunto de jerarquías, ritos y creencias, nos
estamos refiriendo al sentimiento religioso, que es parte y base de ella.
Tomando en consideración el sentimiento religioso como una categoría no
reducible a consideraciones de índole social y económica, el segundo grupo
de historiadores considera que la angustia de la fe de aquellas personas que
decidieron mantener su religión, aun cuando el marco sociopolítico les fuese
adverso y hostil, es la causa última y motriz que animaba este proceso y el
que contribuye a darle una mejor explicación, aun cuando se entremezcle
con cuestiones identitarias.
Por el contrario, el primer grupo no toma en consideración este concepto
de angustia de la fe, pues, o no lo considera suficiente, o simplemente lo
omite e ignora. Llegados a este punto
nos asalta la duda de si este diferente
posicionamiento no obedece tanto a la
pertenencia a tal o cual escuela
historiográfica, sino a la vivencia o no de
la religión, sea cual sea ésta.
Es bien cierto que quien práctica una
religión está mejor dispuesto para
comprender la angustia de aquellos
individuos que no pueden vivir la suya
de manera pública, y son incluso
perseguidos si la practican en secreto.
Aunque no es menos cierto que incluso
desde el ateísmo materialista del análisis
marxista se puede llegar a esta misma
consideración.
En apoyo de la tesis sostenida por el
segundo grupo se debe tener en cuenta
el reciente y creciente fenómeno de la
vuelta a la fe judía de individuos en

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El criptojudaísmo. La religión como categoría válida en la investigación…

España y en Hispanoamérica. Decimos vuelta, porque aducen ser


descendientes de aquellos primeros conversos, y que han conservado su fe,
ya sea mediante el marranismo en alguna de sus múltiples manifestaciones,
o simplemente con un sentimiento de identidad de pertenencia al pueblo de
Moisés.
Al historiador contemporáneo se le plantea una cuestión aún sin
respuesta: ¿estas personas se sienten judías porque de manera efectiva se
ha transmitido esta fe de manera ininterrumpida durante los siglos que han
transcurrido?, o por el contrario, ¿es un sentimiento inducido por alguna
causa externa? Es fácil entender que este análisis y su respuesta están
intrincados con la cuestión de fondo que planteamos.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 43-47, La Laguna (Canarias)/47


MONTAÑAS Y ESPACIOS SAGRADOS
DE LOS ANTIGUOS CANARIOS (GRAN CANARIA)

Antonio TEJERA GASPAR

RESUMEN: En este breve trabajo he procurado plantear unas pocas reflexio-


nes sobre el carácter sagrado de algunas montañas de la isla de
Gran Canaria —en comparación, asimismo, con las de los libios
norteafricanos—, especialmente las que conforman la cuenca de
Tejeda, así como la vinculación que muchas de ellas tienen con la
existencia de un buen número de cuevas con grabados rupestres
donde se representa, de manera casi única, el pubis femenino,
que se asocia con un signo de la fertilidad. El descubrimiento y es-
tudio del yacimiento de Risco Caído —declarado Patrimonio de la
Humanidad— nos parece un hecho relevante para entender todas
estas manifestaciones con una perspectiva mucho más rica sobre
la cosmogonía de los antiguos canarios.
PALABRAS CLAVE: cuenca de Tejeda, montañas sagradas, Roque Ben-
tayga, grabados de pubis femenino, ritos de la llu-
via, rituales de la fertilidad.

ABSTRACT: In this brief work I have tried to raise a few reflections on the sa-
cred nature of some mountains of the island of Gran Canaria —in
comparison, also, with those of the North African libyans— , espe-
cially those that make up the Tejeda basin, as well as the link that
many of them have the existence of a good number of caves with
rock engravings where the feminine pubis is represented, in an
almost unique way, which is associated with a sign of fertility. The
discovery and study of the Risco Caído site —declared World Her-
itage Site— seems to us a relevant fact to understand all these
manifestations with a much richer perspective on the cosmogony
of the ancient canarios.
KEYWORDS: basin of Tejeda, sacred mountains, Roque Bentayga,
engravings of feminine pubis, rituals of the rain, rituals
of fertility

Los estudios arqueológicos realizados en las últimas décadas sobre las


manifestaciones religiosas de los antiguos habitantes de Canarias, y en es-
pecial los hallazgos en zonas de montaña de la isla de Gran Canaria, han

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 49-56, La Laguna (Canarias)/49


Antonio Tejera Gaspar

permitido avanzar algunas cuestiones sobre la relación de su pensamiento


religioso con relación a ciertos lugares singularizados del medio natural, pe-
ro sobre todo con el modo en el que sus habitantes percibieron el paisaje que
les circundaba, así como el de las islas más cercanas. Muchas de estas cues-
tiones están faltas aún de un estudio particularizado en cada isla, como
también en el conjunto del archipiélago, y del mismo modo, la comparación
con las culturas prerromanas norteafricanas.
Es bien sabido que en las culturas mediterráneas a ciertas montañas sin-
gulares se les atribuyó un carácter sagrado, como también en las sociedades
protohistóricas del Magreb, y del mismo modo en las culturas insulares de
Canarias. Es posible que se debiera a alguna característica destacable, ya
fuera por su forma, su emplazamiento, o porque a través de ellas podía esta-
blecerse una relación con los seres supremos. En todos los casos siempre se
eligieron los lugares más elevados y, sobre todo, los que estaban ubicados en
los puntos centrales de las islas, según se constata en las fuentes etnohistóri-
cas, pero también en las arqueológicas, ya que los testimonios sobre estos lu-
gares son relativamente numerosos.
Existe un consenso generalizado entre quienes han estudiado algunos as-
pectos de la religión de los libios del Magreb, como también entre sus des-
cendientes los bereberes, que a las montañas, y por extensión a los acciden-
tes orográficos de la naturaleza, les tuvieron una especial devoción y venera-
ción, como se halla bien atestiguado entre estas etnias, a través de diferen-
tes monumentos, algunos muy antiguos, como los grabados rupestres de las
montañas del Atlas marroquí, como los de Yagur (Rhat), que se remontan
seguramente a la Edad del Bronce y al principio de la Edad del Hierro, lo que
explica el por qué ha pervivido hasta hoy el fuerte arraigo de estas creencias
entre los bereberes contemporáneos, como han señalado entre otros R. Bas-
set y G. Camps, quienes refiriéndose a este pensamiento entre los libios se-
ñalaron que los accidentes del terreno, las montañas, las grutas y las rocas
habían sido contempladas, si no como divinidades propiamente dichas, sí al
menos como la morada de un ser divino. R. Basset explicaba por qué a estos
lugares se les tenía una especial predilección, debido sobre todo a la singula-
ridad de algunas montañas tunecinas, como el monte Bul Qornin, el antiguo
Balcaranensis que rodea Túnez, cuyo nombre reaparece en la deidad adora-
da y venerada allí desde época antigua por los bereberes, antes de que en el
mismo sitio se erigiera el santuario de los fenicios, al que más tarde los ro-
manos le superpondrían el dios Saturno. Este y otros lugares similares, co-
mo ha estudiado M. Leglay, fueron también consagrados con posterioridad
por los cartagineses, asociándolo a la divinidad Baal que, asimismo, fueron
considerados sagrados por los autóctonos, e igualmente sacralizados en épo-
ca fenicia, asociado luego con el dios Saturno. El hecho de que Baal Ham-
mon se hubiera trasuntado en esta divinidad, que alcanzaría en época roma-
na una difusión extraordinaria entre las comunidades libio-bereberes del
Magreb, y especialmente en Tunisia, demuestra su importancia, de manera
que Baal Kronos se convertiría en Saturno, y junto con la Tanit Caelestis se-
rían las dos divinidades supremas de Cartago, como pensamos que también
lo fueron en época prerromana.

50/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 49-56, La Laguna (Canarias)


Montañas y espacios sagrados de los antiguos canarios (Gran Canaria)

Sobre la concepción de las montañas y los lugares elevados entre los li-
bios, M. Bénabou ha puesto de manifiesto el interés por entender este fuerte
sentimiento en las poblaciones indígenas, a juzgar por las invectivas lanza-
das por San Agustín a los cristianos de África, cuando reprochaba a sus
contemporáneos la costumbre de subir a las montañas y descender al mun-
do subterráneo para sentirse más cerca de Dios, como se recoge en uno de
sus Sermones (XLV, 7), correspondiente a los años 408 al 411, donde dice lo
siguiente: Sabemos claramente que es este monte. No os propongamos otros
montes como es el Giddaba (Djebel Chettabe, Argelia) o cualesquiera otros
nombrados por vosotros. A veces, por ejemplo, los hombres leen: Se escuchará
desde su monte santo, y lo entienden carnalmente, bien que a veces habla de
un monte y se refiere a Cristo. Y corren los hombres al monte a orar, como si
allí los escuchara Dios. Pensando carnalmente, puesto que ven con qué fre-
cuencia las nubes se adhieren a las laderas de los montes, suben a sus cimas
para estar más cerca de Dios. La fuerte raigambre de tales sitios tan singula-
res se mantiene aún en estos días por la veneración que hacia ellos siente la
gente que acude a ellos en peregrinaje, a pesar de que buena parte de las
tradiciones y costumbres de las poblaciones bereberes de esta zona se hallan
más o menos islamizadas. El hecho de que un buen número de estos lugares
llegaran a tener una consagración especial en época romana, a los que se les
asociaba la existencia de un genius montis, en un buen número de lugares,
nos parece, asimismo, un dato revelador, no solo para comprender la conti-
nuidad de unas tradiciones cultuales vinculadas con la cosmogonía de los
libios, sino para confirmar la existencia de unas creencias en una etapa le-
jana que perduró más allá de la introducción del Islam en estas poblaciones
norteafricanas.

El Roque Bentayga y las montañas que rodean la cuenca de Tejeda, en Gran Canaria
(foto del autor)
Creemos que un fenómeno similar se puede contrastar entre las culturas
de tradición bereber de Canarias, entre las que asimismo se eligieron los si-
tios más elevados, ubicados en los puntos centrales de las islas, coincidien-
do con los que poseían algún carácter singular, como hemos visto en las so-
ciedades protohistóricas del Magreb, en donde determinadas montañas ser-
vían de morada a multitud de genios o espíritus tutelares asimilados a sus

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 49-56, La Laguna (Canarias)/51


Antonio Tejera Gaspar

ancestros. Y en el pensamiento bereber tradicional, la montaña se ve favore-


cida por su presencia, convirtiéndose en fuente de sacralidad y al mismo
tiempo en objeto y lugar de culto. En los santuarios de montaña o en sus
alrededores es frecuente la ubicación de tumbas donde era enterradas figu-
ras relevantes de las poblaciones cercanas, cuya alma permanece vinculada
al lugar, siendo por ello objeto de adoración.
El culto a las montañas y los ritos que en ellas se realizan es una manifes-
tación cultural bien conocida asimismo en la arqueología canaria, y hasta el
presente ha podido ser documentada en todas las islas. Mircea Eliade estima
que la montaña, por estar más cerca del cielo es sagrada por dos conceptos:
por participar del simbolismo espacial de la trascendencia, y por ser el do-
minio por excelencia de las hierofanías atmosféricas, siendo por ello morada
de los dioses. Seguramente, y debido a esa circunstancia, en casi todas las
islas se han documentado un conjunto de yacimientos emplazados en las
zonas altas de las montañas, que los hemos relacionado, entre otros, con la
celebración de rituales para la propiciación de la lluvia. Estos sitios se carac-
terizan por una serie de cazoletas, pequeños hoyos conectados entre sí me-
diante canalillos, donde se derramaba leche, sangre o agua, con finalidad
fecundante, de manera que el hecho repetido de derramar líquidos reprodu-
jera el mismo efecto, a la manera de la magia homeopática, provocando de
ese modo la caída de la lluvia. En estos sitios, Las casas de mujeres religio-
sas era sagrado para delinquentes, llamábanlas Tamogante en Acorán, que
significa cassa de Dios. Tenían otra casa en un risco alto llamada Almogarén,
que es casa sancta; allí invocaban i sacrificaban regándola con leche todos los
días, i que en lo alto viuía su Dios i tenían ganado para esto diputados. Tam-
bién iban a dos riscos muy altos: Tirmah en el término de Gáldar, y otro en
Tirahana llamado Humiaia y riscos blancos. Juraban por estos dos riscos mui
solemnemente, a ellos iban en proseción con ramos i palmas, i las maguas o
vírgines con vasos de leche para regar; daban voces i alzaban ambas manos i
rostro hacia el cielo, i rodeaban el peñasco i de allí iban a el mar i daban con
los ramos1. Estos recintos cultuales suelen estar asociados, también, a otros
yacimientos arqueológicos relacionados con la celebración de fiestas religio-
sas o rituales, como sucede con el almogarén del Jerez (Telde, Gran Cana-
ria), en el que en una zona cercana, como a unos centenares de metros, exis-
te también una cueva con representaciones de pubis femeninos, como suce-
de en la de Los Candiles, el Cagarrutal o Cuevas del Caballero, ubicadas to-
das en el Risco Chapí en Artenara. Es importante también poner de relieve
su asociación con áreas funerarias, ya que es frecuente encontrar estos re-
cintos cultuales con enterramientos en casi todas las islas, como hemos vis-
to entre los bereberes norteafricanos, lo que lleva a pensar que en las socie-
dades en las que el culto a los antepasados forma parte esencial en el cere-
monial religioso, se considera a los ascendientes como los responsables de la
regulación del curso de las nubes y de la caída de las aguas de lluvia. En la
celebración de estos ritos entre los bereberes, los adivinos-santones, ofician-

1 GÓMEZ ESCUDERO, Pedro: «Libro segundo. Prosigue la conquista de Canaria. Sacado en


limpio fielmente del manuscrito del licenciado Pedro Gomes Scudero», en MORALES PA-
DRÓN, F. (edit.): Canarias: crónicas de su conquista, Las Palmas de Gran Canaria, 1993,
XIX, p. 440.

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Montañas y espacios sagrados de los antiguos canarios (Gran Canaria)

tes del ritual, entran en conexión con los antepasados para favorecer con su
intercesión el beneficio solicitado. En Canarias muchos de estos recintos cul-
tuales se asocian asimismo a cuevas de enterramiento, lo que podía explicar
esa vinculación. Y es muy probable, asimismo, aunque para ello solo conta-
mos con algún indicio, que en estos lugares se celebraran los pactos entre
las distintas fracciones o grupos de parentesco de cada isla, según el modelo
de organización en el que se hallaban estructuradas políticamente.
Los habitantes de las islas Canarias estuvieron, a lo largo de su historia,
muy condicionados por la falta de agua, de la que dependía su supervivencia,
la de los pastos y las cosechas. En poblaciones de economía ganadera —y es-
tos son hechos recurrentes en la historia de la humanidad—, cuando se pro-
ducían crisis climáticas de una cierta envergadura y duración, si se rompía el
binomio ecología-economía, había que recurrir a diferentes estrategias de su-
pervivencia. En un medio insular estos hechos se agudizan por las dificultades
de conseguir el alimento cuando se producen crisis climáticas, ya que estos
grupos no establecieron relaciones con otras islas para intercambiar productos
con sus vecinos, lo que obligaba a poner en funcionamiento todos los meca-
nismos sociales, como los que se hallaban ligados con el mundo mági-
co-religioso, para utilizarlo como fuerza generadora con el fin de propiciar la
lluvia, base de la supervivencia en el ciclo económico de estas poblaciones. De
esa manera, el ritual relacionado con su consecución forma parte del entra-
mado social y económico, como forma de supervivencia del grupo humano, ya
que el agua es el principio de la vida y su obtención determina la de la comu-
nidad, puesto que lo importante no es solo que llueva, sino que lo haga en el
tiempo oportuno para que germine el pasto, porque la agricultura y la ganade-
ría forman la base de su sustento.

El almogarén del Bentayga, lugar donde seguramentese


realizaron los rituales propiciatorios de la lluvia (foto del autor)

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Antonio Tejera Gaspar

De estos rituales se han preservado algunos datos correspondientes a las


islas de Gran Canaria, Tenerife y El Hierro, aunque el fenómeno debió de ser
común en todo el archipiélago. Estas celebraciones se podían describir de la
forma siguiente: cuando las lluvias se hacían escasas y, sobre todo, cuando
no llegaban en las fechas necesarias para sembrar los cereales o para la
germinación de los pastos, cada grupo reunía las cabras y las ovejas, que
formarían parte de un ganado sagrado dedicado exclusivamente a estos me-
nesteres, y lo encerraba en la zona donde se celebraban los rituales. A medi-
da que aumentaba el hambre de los animales, comenzaban a balar en un
griterío ensordecedor, acompañados por el vocerío, los cantos y los bailes
frenéticos de la gente. Con sus lamentos atraían la atención de los seres su-
premos para que intercediesen en favor de los solicitantes y de este modo
conseguir el agua deseada.
En la toponimia de las islas existen zonas con la denominación de baila-
deros, que se han considerado alusivos a lugares donde se celebraban los
rituales propiciatorios de la lluvia, puesto que las islas no se caracterizan
por una uniformidad ecológica, sino muy al contrario, por su variada topo-
grafía que, junto a sus peculiares mecanismos del clima, conforman un con-
junto diverso de microclimas, contribuyendo a que estos hechos se sucedan
con cierta frecuencia, por lo que necesariamente debieron existir lugares de-
terminados en puntos del territorio en donde se realizaban estas ceremonias,
como así fue recogido en distintas fuentes sobre los antiguos canarios, como
lo recogen algunas crónicas canarias: Cuando faltaban los temporales, iban
en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y
manteca y ramos de palmas. Iban a estas montañas, y allí derramaban la
manteca y leche, y hacían danzas y bailes y cantaban endechas en torno a un
peñasco; y de allí iban a la mar y daban con las varas en la mar, en el agua,
dando todos juntos una gran grita2. Y quando hauía esterilidad se juntauan
mucha gente y hazían con el fayzán vna processión; yvan a la orilla de la mar
con varas y ramos en las manos, clamando en altas voçes en su lengua, y mi-
rando hacia el cielo pedían a Dios agua, y llegando a la mar dauan en ella
muchos golpes con las varas y ramos3. Los «faizanes» enseñaban esto, i ellos
eran honbres onestos i de buenas costumbres i exenplo, i eran respetados a
modo de los sacerdotes, i era el que en tiempo de necesidad llamaba la jente
del pueblo, y lleuando todos en prosesión varas en las manos iban a la orilla
de el mar, i también llebaban ramos de árboles, i por el camino iban mirando a
el cielo i dando altas vozes, leuantando ambos braços puestas las manos, i
pedían el agua para sus sementeras: i decían: «Almene Coram» (válgame Dios),
daban golpes en el agua con las uaras y los ramos, y assí con esta súplica les
prouehía el Summo Dios, i assí tenían gran fe en haçer esto4.
El culto a la montaña y los ritos que la tienen como soporte material estu-
vieron presentes en la arqueología canaria, haciéndose patente en todas las
2 ABREU GALINDO, Fr. J. de: Historia de la Conquista de las siete islas de Canaria, Goya
Ediciones, 1977, II, III, p. 157.
3 LÓPEZ DE ULLOA, F.: «Historia de la conquista de las siete yslas de Canaria», en MORA-

LES PADRÓN, F. (edit.): Canarias: crónicas de su conquista, Las Palmas de Gran Canaria,
1993 (1646), XXII, p. 314.
4 GÓMEZ ESCUDERO, Pedro: «Libro segundo. Prosigue la conquista de Canaria…», op. cit.,

pp. 434-435.

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Montañas y espacios sagrados de los antiguos canarios (Gran Canaria)

islas. Las regiones superiores están saturadas de fuerzas sagradas y la altu-


ra, lo superior, suele hallarse asimilada a lo trascendente, a lo sobrehu-
mano. Los valores simbólicos y religiosos de las montañas son muy diversos,
siendo consideradas por ello como el punto de unión del cielo y la tierra y,
por tanto, como el axis mundi, la concepción de que la bóveda celeste se ha-
llaba sostenida por un pilar como soporte de las dos realidades físicas —el
cielo y la tierra— y, por extensión, de los dos mundos, el superior y el infe-
rior, en los que se ubicaban los espíritus benefactores y también los seres
malignos.
A tenor de lo recogido en las fuentes escritas cabe pensar que algunas
montañas fueron, en efecto, consideradas como territorios o espacios sagra-
dos, ya que ciertas evidencias en las fuentes etnohistóricas, pero sobre todo
en las arqueológicas, permiten definir estos lugares como sitios sagrados,
como sucede en Gran Canaria con el Roque Bentayga, que se encuentra en
la caldera de Tejeda, muy próximo a las estribaciones centrales de Gran Ca-
naria, a una altitud de 1.412 m. Su aspecto formal y el hecho de que se con-
siderase el último refugio de los canarios durante los episodios bélicos de la
conquista de la isla, le han conferido el calificativo de fortaleza, como así lo
denominan algunos cronistas, como A. Sedeño, quien la describe como una
zona toda de risco, i en lo alto están unas cuebas onde ai capacidad de tener
mucha jente i se sube a ellas por unos bien peligrosos pasos. Tiene a el pie
una fuente abundante de agua, corriente, que no se les podía estorbar.
En la parte alta del roque se halla el área arqueológica, a la que se accede
a través de una muralla de época prehispánica, que delimitaría el territorio
sagrado. Al pie del roque se encuentra un recinto excavado en la toba que
consta de una plataforma rectangular de 6 m por 3,5 m. En el suelo se per-
ciben una serie de acanaladuras irregulares de 0,28 a 0,10 m, y en el centro
se excavó un círculo concéntrico de 0,35 m de diámetro y 0,24 m de profun-
didad, al que le acompañan algunos recipientes o cazoletas. Próximo, y fren-
te a este recinto, se encuentran también dos pequeñas cuevas excavadas en
la roca. En una de ellas, situada a unos cinco metros del recinto y avanzada
sobre el precipicio, aparece una figura semicircular, de color rojo, que por su
semejanza con otra similar de Cuatro Puertas (Telde), se ha considerado co-
mo la representación de un creciente lunar.
Este tipo de recintos se conocen como almogarenes, según el término re-
cogido por los cronistas, que se refieren a ellos como casas de oración. El
nombre al-mo-ga-ren, lugar de reunión o santuario, posee el mismo valor que
le han atribuido algunos lingüistas, como D. J. Wölfel, comparándolo con
palabras similares de la lengua bereber. Estos lugares se destinaban a la ce-
lebración de rituales, consistentes en derramar ofrendas, como leche y segu-
ramente sangre de animales sacrificados y destinados a los seres superiores,
el Sol y la Luna, tal y como lo explica el cronista Gómez Escudero, cuando
dice que allí invocaban i sacrificaban regándola con leche todos los días, i que
en lo alto viuía su dios i tenían ganado para esto diputados. La existencia de
yacimientos arqueológicos de características parecidas en diversos lugares
de Gran Canaria y en otras islas sirve de contraste para valorar las referen-
cias literarias.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 49-56, La Laguna (Canarias)/55


Antonio Tejera Gaspar

De la misma forma se advierte en otros yacimientos arqueológicos, como


la cueva de los Candiles en Artenara (Gran Canaria), y puede comprobarse,
asimismo, en representaciones similares de los grabados rupestres de la isla
en los que figuran signos triangulares, y en donde siempre se señala la vulva
femenina con un gran realismo; así se ha podido documentar en muchas
cuevas artificiales, entre ellas las del citado conjunto del Risco Chapí y la
referida de los Candiles. Se trata de una cueva excavada con todas las pare-
des cubiertas con signos esquemáticos de triángulos púbicos y cúpulas, lo
que podría haber estado relacionado con prácticas sexuales de fertilidad, fe-
cundidad, iniciación, tránsito o ceremonias piaculares vinculadas con el na-
cimiento o las relaciones sexuales indígenas. Si fuera esta la función de los
espacios señalados, como tantos otros de Gran Canaria, cabría pensar, si-
quiera como hipótesis, que un destino similar explicaría por qué se enfatiza
en los ídolos todo lo relativo al sexo, así como en partes destacadas del cuer-
po, como pechos o vulvas, asociadas a ritos, cultos de fertilidad u otras fun-
ciones, aunque no poseemos ningún dato fidedigno en que apoyar nuestras
propuestas. La idea de fertilidad se halla en la base de la producción de ali-
mentos, ya sean de origen agrícola, ganadero, o los criados por la propia na-
turaleza, porque en ella radica el fundamento de la reproducción y continui-
dad del grupo humano. Sobre esta hipótesis se explicaría el por qué se enfa-
tizan de manera singular todos los aspectos vinculados con la supervivencia,
manifestada a través de la exaltación de los atributos de la reproducción.
Las montañas y los territorios sagrados tuvieron entre los canarios una dife-
rente concepción según las circunstancias. Un carácter esencial de lo sagrado
de estos espacios es el de considerarlos como lugares que poseen un aura es-
pecial que no puede ser hollada desde fuera por quienes se acerquen a él, es
decir, desde el territorio pagano: Y estos canarios tenían por santuario a dos
rriscos llamados Tirma y Cimarso, que tienen dos leguas cada uno en rredondo,
que confinan con el mar, y el malhechor que a estos serros se acogía era libre y
seguro, y no le podían sacar de allí si él no quería, guardándolos y rreberen-
siándolos como a yglesias5. El carácter sagrado de estos lugares servía asi-
mismo como el espacio en el que se llevaban a cabo los juramentos: Y como
acá anparamos la casa santa de Jerusalén juraban ellos asistis Tirma e asitis
Margo6.
Otros muchos aspectos estuvieron asociados con estos espacios sagrados,
que es necesario analizar en profundidad, valorando no solo los hechos ar-
queológicos conocidos hasta ahora, asociándolos con la información aportada
por las fuentes etnohistóricas, sino sobre todo por el hecho de que deben ser
analizados sin perder de vista el medio ecológico en el que se enmarcan. Se
trata, pues, de la necesidad de que estos estudios hayan de ser abordados con
carácter multidisciplinar para entender todos estos fenómenos en su debida
dimensión histórica y cultural.

5 Ovetense (1978), «Libro de la conquista de la ysla de Gran Canaria y de las demas yslas
della trasladado de otro libro orijinal de letra de mano fecho por el alferes Alonso Jaimes de
Sotomayor…», en MORALES PADRÓN, F. (edit.): Canarias: crónicas de su conquista, Las
Palmas de Gran Canaria, 1993, XXII, p. 161.
6 Ibíd.

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La historia investigada
AZUL EN LA MIRADA: UN ACERCAMIENTO A
LA IDENTIDAD CANARIA DESDE EL ARTE

Elsa CASTELLANO GÓMEZ

RESUMEN: La cuestión de la identidad canaria es un tema tan complejo como


actual. Por su parte, los artistas canarios han intentado dar res-
puesta a este interrogante generando múltiples interpretaciones de
la canariedad. El presente artículo pretende establecer un acerca-
miento a este asunto haciendo un recorrido por el arte canario
desde el siglo pasado hasta el arte contemporáneo.
PALABRAS CLAVE: identidad canaria, arte contemporáneo, paisaje in-
sular, artistas canarios, océano Atlántico

ABSTRACT: Canarian identity is a complex and current topic. For their part,
artists have tried to give answers exploring different interpretations
in their artworks. The aim of this article is to approach this subject
doing a review of the art developed in the Canary Islands from the
past century up to the contemporary art.
KEYWORDS: canarian identity, contemporary art, insular landscape,
canarian artists, Atlantic ocean

¡Cuánto diera por ver llegar un día


la barca con la blanca vela al viento
con rumbo hacia otra orilla, desrizada;
y en pie en la proa —tijera de los mares—
a ti, todos mis sueños, presentido
con el azul del mar en la mirada!
Poemas de la Isla (Josefina de la Torre)

1. Introducción
Todos necesitamos saber quiénes somos y de dónde venimos; son preguntas
fundamentales para el ser humano, que en el caso de Canarias no parecen
tener respuesta. Quizás el enigma en torno a la llegada de los primeros habi-
tantes a las islas, el mestizaje de culturas que se produjo tras la colonización
castellana o la constante exposición de las islas a influencias de otros conti-
nentes por su situación geográfica han sido hechos que han contribuido a que
el debate de la identidad siga vigente.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 59-68, La Laguna (Canarias)/59


Elsa Castellano Gómez

El arte canario ha sido desde hace siglos una búsqueda de esa identidad,
primero a través de los movimientos artísticos que se sucedieron en el pasado
siglo y después mediante la interpretación personal de los artistas contempo-
ráneos. Con el tiempo estos artistas, escritores y pensadores canarios fueron
encontrando elementos y modos de representar esa canariedad.
Partiendo de la excelente catalogación que hace Ángeles Abad en su libro
La identidad canaria en el arte analizaremos algunos de esos elementos iden-
titarios a través del arte realizado en las islas. Para ampliar la vigencia de este
estudio original ahondaremos en los procesos de creación de artistas contem-
poráneos y descubriremos que existen infinitas maneras de entender lo cana-
rio.

2. Historia de una búsqueda


Entre los siglos XVIII y XIX se dieron las condiciones propicias para que en
Canarias despertase el interés por lo propio, y a partir de entonces fueron
varias y diferentes las tendencias artísticas que se sucedieron con el afán de
alcanzar lo que entendemos por identidad canaria.
Curiosamente, la primera de ellas vino del exterior, pues fueron los ingleses
afincados en las islas los que trajeron consigo el interés por la idiosincrasia
de Canarias, el género del paisaje romántico y la técnica de la acuarela, ele-
mentos que dieron lugar a una importante generación de acuarelistas como
Francisco Bonnín, que en sus obras representaron el paisaje canario desde la
sensibilidad y la belleza academicista.

Woman of Victoria, Tenerife (1828), de Alfred Diston


(imagen de dominio público. Centro de Arte Británico de Yale)

Continuando la visión edulcorada propia del romanticismo llegó a finales


del s. XIX el regionalismo, dirigiendo el foco de su atención, ya no al paisaje,

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Azul en la mirada: un acercamiento a la identidad canaria desde el arte

sino a la vida de sus habitantes. Pero lo hizo idealizando tanto a los personajes
como al entorno a través de los mitos1 de tradición grecolatina que localizaban
en Canarias los Campos Elíseos, las islas Afortunadas, las islas de los Biena-
venturados, el Jardín de las Hespérides, el Jardín de las Delicias, el paraíso,
la Atlántida etc. Los artistas de este movimiento, como José Aguiar o Pedro de
Guezala, representaron en sus pinturas a isleños que recogían sin esfuerzo
los alimentos que les daba la isla, felices habitantes que celebraban la vida en
el paraíso o hermosas y bucólicas campesinas.
En contraposición a los estilos anteriores se fundó en 1918 la escuela Luján
Pérez en Gran Canaria, una institución con una filosofía y pedagogía definidas
que cambió el panorama artístico vigente hasta entonces. La escuela mantenía
una postura antiacadémica, respetaba la individualidad del artista y alentaba
el compromiso con el entorno a través de la pintura al aire libre o la vincula-
ción con la colección de objetos
aborígenes del Museo Canario. En
el contexto de esta escuela se fue
gestando una nueva corriente ar-
tística bien distinta a las anterio-
res, el indigenismo. Este movi-
miento finalmente descorrió el
velo de idealización con el que se
cubría la cuestión de la identidad
canaria para acometer su repre-
sentación de un modo directo y
sincero: pretendía llegar a la ver-
dadera identidad canaria. El tema
social arrebató finalmente el pro-
tagonismo al género del paisaje,
aunque éste permaneció como te-
lón de fondo mostrando escena-
rios áridos para denunciar por
Primavera (1910), de Néstor de la Torre primera vez la dureza del trabajo
(imagen de dominio público) del campesino canario. Estas
imágenes las podemos encontrar
en la obra de Felo Monzón, Jorge Oramas o Santiago Santana. Un caso aparte
lo conforma la pintura de Néstor de la Torre que, paralelamente al indige-
nismo, elaboró un estilo personal capaz de fusionar lo exótico, lo mítico y lo
estético2 con la autenticidad canaria.
Desde el campo de las letras, Pedro García Cabrera, en su ensayo El hombre
en función del paisaje (1930), fusionó la psicología del canario y el entorno de
las islas proponiendo una identidad canaria ligada al propio paisaje. A partir

1 Los mitos asociados con las islas Canarias se encuadran en la «geografía mítica» que se encarga de estudiar las
relaciones entre mitología y geografía. Los lugares míticos comparten siempre los siguientes rasgos: aislamiento,
localización en los límites de lo conocido, inaccesibilidad y armonía entre la naturaleza y sus habitantes. Claro
está que Canarias, con su condición insular y su localización en el globo, se presta perfectamente a estas interpre-
taciones míticas.
2 En su viaje a Londres conoció el prerrafaelismo, y concretamente admiró la obra de Dante Gabriel Rossetti, que

ejerció una gran influencia en su obra.

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Elsa Castellano Gómez

de aquí, aspectos del paisaje canario afloraron en las obras de los artistas,
pues comenzaron a dirigir una mirada más atenta a su entorno.
En esta misma década el surrealismo era otra vía para representar la iden-
tidad canaria, en este caso mediante el subconsciente, desde el mundo de los
sueños y mediante símbolos que perviven en el recuerdo. De hecho, los pinto-
res surrealistas canarios que vivieron en el extranjero pintaban sus islas a
través de la memoria y, sobre todo, la nostalgia del isleño. Tal es el caso de
Óscar Domínguez, el máximo exponente del surrealismo canario junto con
Juan Ismael.
Finalmente, a partir de los años cincuenta fue cuando en Canarias el arte
contemporáneo experimentó un impulso que abrió la puerta a estilos como la
abstracción y el informalismo, nuevas vías para llegar hasta la identidad ca-
naria, como vemos en la producción de artistas como César Manrique, Manolo
Millares o Lola Massieu.
Desde entonces los artistas han seguido explorando maneras de represen-
tar la canariedad desarrollando sus propias interpretaciones subjetivas en sus
creaciones. Tal es el caso de Pedro González, Pepe Dámaso, Gonzalo González,
Rufina Santana, Santiago Palenzuela o Carmen Cólogan.
A lo largo de toda esta búsqueda se fueron definiendo una serie de elemen-
tos en los que el canario vio representada su identidad. En ellos influye la
geografía, la geología, la flora, la historia y la antropología de las islas, entre
otros muchos aspectos que conforman la idiosincrasia de Canarias. A conti-
nuación estudiaremos cuatro de estos elementos a través de obras de arte
producidas por artistas canarios a partir de los años 30 hasta nuestros días.
Estos son: el mar, el volcán, el drago y el pasado aborigen.

3. Elementos de identidad canaria


3.1. El mar
La condición insular de Canarias trae consigo la omnipresencia del mar,
tanto en torno a las islas como en la mirada del isleño. Este mar es mucho
más que un rasgo definidor del paisaje isleño, es un mar que inunda la psico-
logía del canario3; para él el océano que lo rodea es una paradoja. Por un lado,
es prisión, aislamiento, melancolía y anhelo. Por otro es libertad, esperanza,
posibilidad y ensoñación. El canario sabe que hay algo al otro lado del hori-
zonte y eso despierta su nostalgia y su imaginación al unísono4. De hecho,
todo ha llegado a Canarias a través del mar, desde sus primeros habitantes
hasta los grandes acontecimientos históricos. Pero del mismo modo, todo lo
que se ha ido ha utilizado esa vía, como sucedió en los grandes episodios de
emigración; por ejemplo, los acaecidos en el siglo pasado. Además, el mar de
las Canarias no es el Mediterráneo; es el océano Atlántico, y esto le confiere
un carácter más salvaje, profundo y enigmático que acentúa todo lo anterior
y que también se refleja plásticamente.

3 Pedro García Cabrera, en su ensayo El hombre en función del paisaje, ahonda en el binomio ser humano-paisaje,
y esta es una de sus tesis principales.
4 El poema de Josefina de la Torre refleja perfectamente este sentimiento de anhelo y ensoñación (véase el anexo

final).

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Azul en la mirada: un acercamiento a la identidad canaria desde el arte

En la obra de artistas surrealistas,


como Óscar Domínguez (Tenerife, 1906-
París, 1957) o Juan Ismael (Fuerteven-
tura, 1906-Gran Canaria, 1981), el mar
puede aparecer de forma explícita, siendo
el protagonista de la composición; pero,
por lo general, lo hace implícitamente a
través de escenarios inciertos que se ex-
tienden hacia horizontes misteriosos.
Además, en su trabajo desde el subcons-
ciente llegan a fusionar el mar con ele-
mentos inesperados creando paisajes fan-
tásticos, y esto lo podemos apreciar en los
paisajes cósmicos de Óscar Domínguez,
Los platillos volantes (1939), como en Los platillos volantes (1939), o en
de Óscar Domínguez las últimas obras de Juan Ismael, como
(imagen de dominio público) Astarté (1976).
En las pinturas de Rufina Santana
(Gran Canaria, 1960) podemos comprobar hasta qué punto los mitos grecola-
tinos, que durante tanto tiempo giraron en torno al archipiélago, siguen vi-
gentes en el imaginario del canario. Esta artista, en su serie Cartografías del
Agua, recrea el viaje más allá del mar incierto que rodea Canarias de mano de
los héroes de la mitología griega, y en Oceánicos Azules realiza murales de
gran formato donde experimenta con los azules del océano Atlántico que en-
vuelve a las islas.

Lo que escuchas de mí es el mar, de Gonzalo González (2012-2016)


(imagen reproducida con licencia del autor)

Gonzalo González (Tenerife, 1950) es un artista que se caracteriza por el


gran ejercicio de observación que realiza sobre su entorno. Su obra Lo que
escuchas de mí es el mar —actualmente expuesta en TEA— es un conjunto de

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más de seiscientas acuarelas de pequeño formato donde el artista ha repre-


sentado innumerables visiones de un mismo horizonte. De esta forma, el ar-
tista simboliza todas esas miradas que el canario lanza al horizonte una y otra
vez desde la isla que habita.

3.2. El volcán
La condición volcánica de las islas es un factor que ha modelado el paisaje
creando montañas, volcanes, malpaíses, barrancos, playas de arena negra,
etc. El canario sabe que el origen de su tierra se encuentra en la lava, y por
ello los artistas se remontan a la creación del archipiélago representando ex-
plosiones incontenibles de magma. Si antes hablábamos del mar en la visión
del canario, en este caso hablamos del fuego en el tacto, pues estas obras por
lo general son muy matéricas; es decir, en ellas se intenta recrear la textura
de la tierra volcánica a través de diferentes recursos plásticos. Por otro lado,
el volcán y la montaña han ejercido desde siempre una mezcla de fascinación
y temor en quienes lo contemplan; de hecho, es frecuente que las religiones
ubiquen sus dioses en lugares inaccesibles como las cimas de las montañas.
Óscar Domínguez, en su obra Mariposas perdidas en la montaña (1935),
reflexiona sobre el pasado de la isla a través de la figura del volcán que se erige
en toda su verticalidad para contener en su cúspide mariposas disecadas —
símbolo de la poesía de la cultura aborigen abolida—; bajo ellas, ascendiendo
por el cono volcánico, unas mujeres aborígenes le rinden culto de rodillas.
Además, este artista inventó la técnica de la decalcomanía, que utilizó fre-
cuentemente para representar los malpaíses del paisaje volcánico canario,
como se aprecia en la zona inferior de Los sifones (1938).
Pedro González (Tenerife, 1927-2016) en sus obras sobre La montaña (2000)
representa el Teide en sus dos estados: activo e inactivo. En ambas visiones
lo retrata haciendo hincapié en la monumentalidad sobrecogedora de la mon-
taña y lo trata con una pincelada suelta para captar la misma textura volcá-
nica.
César Manrique (Gran Canaria, 1919-Lanzarote, 1992), en obras como Ti-
necheide (1965) o Calor de la tierra (1992), experimenta con diferentes mate-
riales pictóricos para crear las asperezas, rugosidades y fluidos propios del
vulcanismo. Son imágenes abstractas que recuerdan a los fluidos magmáticos
y remiten al pasado volcánico de las islas.
Santiago Palenzuela (Tenerife, 1967) es un autor que ha elaborado una téc-
nica personal basada en el tratamiento escultórico de la pintura, y esto lo
consigue mediante la superposición de capas de óleo hasta conseguir que la
pintura obtenga volumen y se salga de los límites del cuadro. En su reciente
exposición Odio sobre lienzo, que tuvo lugar en TEA, además el artista pre-
sentó una serie de obras en las que experimentaba rasgando el lienzo para
representar la destrucción del fuego y el magma volcánico.

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Azul en la mirada: un acercamiento a la identidad canaria desde el arte

3.3. El drago
Hay una especie vegetal que en Canarias hunde sus gruesas raíces en esa
tierra volcánica. El drago es una planta arbórea que no crece en cualquier
medio, pero si lo hace puede vivir centenares de años, como sucede en algunos
municipios de las islas. Por ello el drago actúa para los canarios como hilo
conductor entre el pasado aborigen y la llegada de los conquistadores, pues
representa las raíces de la identidad de forma literal.
Óscar Domínguez lo incluye en varias de sus obras: en una ocasión como
protagonista —El drago (1933)—, y en otras como parte del escenario —Los
sifones (1938) y Retrato de Roma (1933)—, pero siempre como símbolo del
paisaje canario y de la pertenencia a la tierra volcánica.

Retrato de Roma (1933), de Óscar Domínguez


(imagen de dominio público)
Carmen Cólogan (Tenerife, 1959) es una artista que trabaja el concepto de
insularidad a través de especies arbóreas exóticas, entre ellas el drago, que
aísla en paisajes fantásticos y minimalistas. En ocasiones aparece en sus cua-
dros un haz de luz que parece marcar un camino desde la isla hasta el hori-
zonte o viceversa, y de nuevo en estas imágenes Cólogan explora territorios
solitarios donde fusiona los paisajes vividos e intuidos.

3.4. Pasado aborigen


En el ejercicio de búsqueda de la identidad es inevitable remontarse a los
orígenes, al principio de todo, al pasado, porque ahí está la respuesta a una
de las grandes preguntas del ser humano: ¿de dónde venimos? Los antepasa-
dos, los aborígenes canarios en este caso, parecen custodiar ese enigma. Pero,
¿cómo llegar hasta ellos cuando esas sociedades ya no son sino un recuerdo?
Los restos arqueológicos que han llegado hasta nuestros días y la insuficiente

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 59-68, La Laguna (Canarias)/65


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información que tenemos de ellos serán para los artistas otro punto de partida
para aprehender la identidad canaria.
Cueva de guanches, de Óscar Domínguez, es una de sus obras más psicoa-
nalíticas. De hecho, divide la pintura en dos: la parte superior simboliza el
inconsciente del ser humano y la inferior su subconsciente, y ambos mundos
quedan conectados por la figura de un pequeño pescador que lanza desde la
superficie su caña a las profundidades. Para representar el inconsciente co-
lectivo de los canarios el creador abre ante nosotros el interior de la tierra para
descubrir unas cuevas donde una amalgama de cuerpos parece representar a
los aborígenes. De esta manera, a pesar de la ausencia de los primeros pobla-
dores de las islas, su presencia palpita en el mundo interior del canario.
Esa desaparición se realizó a través de dolor, violencia y destrucción, un
hecho que manifiesta Pepe Dámaso (Gran Canaria, 1933) en su serie Héroes
Atlánticos, representando la muerte de los héroes canarios. Sin embargo, lo
hace de forma armoniosa a través de la ausencia de color, la utilización de
tonos pasteles y el tratamiento clásico de los cuerpos, de modo que parecen
frescos deteriorados por el paso del tiempo que narran la hermosa muerte de
los grandes personajes de nuestro pa-
sado.
Por su parte, Manolo Millares (Gran
Canaria, 1926-1972, Madrid) se ins-
pira en los procesos de momificación de
los aborígenes canarios para realizar
sus obras utilizando en ellas la tela de
arpillera, material con el que se envol-
vían los cuerpos de las momias. Por
otro lado, las pintaderas canarias y el
enigmático significado de un alfabeto
que no recordamos también interesó a
este artista, al igual que a otros mu-
chos que trabajaron dentro de la abs-
tracción o del informalismo. A partir de
1950 Millares inició una serie conocida
como Pictografías canarias, donde re-
creaba las paredes de las cuevas aborí-
genes incluyendo los símbolos de las Cuadro 201 (1962), de Manolo Millares
pintaderas. (imagen de dominio público)

Lola Massieu (Gran Canaria 1921-2007) es una prolífica artista canaria que
dedicó su vida a la creación y experimentación con nuevos materiales dentro
de la abstracción pictórica. En Sin título (Espiral) (1984) la artista recupera la
espiral como un símbolo ancestral presente en la cultura aborigen y sometida
a innumerables conjeturas sobre su significado. Misterio y eternidad.

4. Conclusión
El debate de la identidad canaria se filtró en el arte que se realizó en Cana-
rias durante todo el siglo XX. La centuria comenzó representando las islas
desde los ojos de los viajeros románticos europeos que se adentraban en ellas

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Azul en la mirada: un acercamiento a la identidad canaria desde el arte

realizando acuarelas en sus diarios. Más adelante el regionalismo siguió car-


gando con la herencia romántica, de modo que generó imágenes idealizadas
envueltas en tópicos y mitos. Seguidamente apareció el indigenismo, que por
oposición buscaba desarrollar una manera de representar las islas que enca-
jara con la realidad que se vivía en ellas. Hubo artistas como Néstor de la Torre
que crearon un estilo propio para encarnar la canariedad, y escritores como
Pedro García Cabrera que la encontraron en el paisaje. Pero a partir de la
segunda mitad del siglo los artistas contemporáneos generaron un sinfín de
interpretaciones de lo canario.
Aunque este trabajo se ha estructurado en torno a algunos de los elementos
más representativos de Canarias, finalmente se ha comprobado que lo canario
va más allá de ellos; de hecho, se podría concluir que la identidad canaria es
un sentimiento que toma forma dependiendo de la subjetividad del isleño. Un
eterno debate que termina con un final ambiguo, pero rico en posibles res-
puestas.

Anexo

Sobre el mar, bajo el cielo, blancas, densas,


vienen todas las velas desplegadas
en el aire, dorado y transparente.
Y en la proa, delgada como la brisa,
la corona de espuma alborotada
es adorno rizado de su frente.

En la playa, de oros soleada,


las mujeres esperan a las barcas
con los ojos al mar, intensamente.
Y en el ramo de velas olorosas
—brisa de mar, aroma de mariscos—
hay un anhelo cálido y creciente.

¡Cuánto diera por ver llegar un día


la barca con la blanca vela al viento
con rumbo hacia otra orilla, desrizada;
y en pie en la proa —tijera de los mares—
a ti, todos mis sueños, presentido
con el azul del mar en la mirada!

«Sobre el mar», en Poemas de la isla (Josefina de la Torre)

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Elsa Castellano Gómez

Bibliografía

ABAD, Ángeles: La identidad canaria en el arte, La Laguna, 2001.


MARTÍNEZ, Marcos: La Mitología: Todo sobre Canarias, Tenerife, 2005.
PÉREZ SAAVEDRA, Francisco; La mujer en la sociedad indígena de Canarias,
Tenerife, 1982.
ALEMÁN, Manuel: Psicología del hombre canario, 1980.
RODRÍGUEZ DORESTE, Juan: Raíz y estilo del alma canaria: ensayo de en-
tendimiento, Las Palmas de Gran Canaria, 1960.
GARCÍA CABRERA, Pedro: El hombre en función del paisaje, 1930.

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LA INFLUENCIA DE LA MASONERÍA EN ARUCAS

Ramón DÍAZ HERNÁNDEZ

RESUMEN: El desarrollo social y económico generado por la cochinilla a fines


del siglo XIX y, más tarde, el breve ciclo sacarocrático a través de la
implantación de media docena de fábricas productoras de azúcar
en la localidad de Arucas, dieron origen a una burguesía y «neo-
nobleza» ávidas de cultura y de abrirse a la modernidad. En ese
ambiente de transición entre los residuos del Antiguo Régimen y la
modernidad es donde la influencia de las logias capitalinas se dejó
sentir en la entonces villa (nombrada ciudad en 1894) con la am-
pliación de su casco urbano, la construcción de su actual iglesia,
grandes infraestructuras hidráulicas y la erección de nuevos edifi-
cios públicos y privados; se crearon bandas de música, se abrieron
casinos y sociedades obreras y se editaron publicaciones periódicas
que supusieron un revulsivo en una sociedad rural jerarquizada y
endogámica.
PALABRAS CLAVE: masonería, logias masónicas, taller, sociedades,
modernización.

ABSTRACT: The social and economic development generated by the cochinilla


in the late nineteenth century and, later, the brief saccharocratic
cycle through the establishment of half a dozen sugar factories in
the town of Arucas, gave rise to a bourgeoisie and «neonobleza» avid
for culture and open to modernity. In this environment of transition
between the residues of the Old Regime and modernity is where the
influence of the capital lodges was felt in the then village (named
city in 1894) with the expansion of its urban area, the construction
of its current church, large hydraulic infrastructures and the erec-
tion of new public and private buildings; music bands were created,
casinos and workers' societies were opened and periodical publica-
tions were published that supposed a revulsive in a hierarchical
and inbred rural society.
KEYWORDS: freemasonry, masonic lodges, workshop, societies,
modernization.

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Ramón Díaz Hernández

1. Importancia de las sociedades secretas durante el siglo XIX

La masonería se define como una asociación de ámbito internacional cuyos


orígenes se encuentran en la hermandad de albañiles constituida durante el
siglo VIII1. Con el tiempo evolucionó hacia sociedades locales vinculadas entre
sí que adoptaron la forma de sociedades cerradas y cuyos fines se centraron
en la ayuda mutua entre sus miembros, unido a la defensa de una ideología
racionalista en lo político y religioso2. Por una serie de circunstancias especí-
ficas en España la masonería ha sido, y en parte aún lo sigue siendo, un tema
tabú que suscita recelos en una parte importante de nuestra gente. Aunque
viene de más lejos, la carga de prejuicios generada por el franquismo y el na-
cionalcatolicismo contra la masonería, el comunismo, los partidos políticos, el
independentismo y la homosexualidad ha funcionado en nuestra sociedad
como el «condicionamiento de Paulov» en cuanto sigue segregando jugos gás-
tricos de rechazos irracionales al actuar de forma asociada a una inercia que
se adhiere mecánicamente en el inconsciente colectivo y se trasvasa acrítica y
miméticamente de unas a otras generaciones. Mentar a la masonería hasta
hace unas pocas décadas significaba evocar al mismísimo demonio, además
de levantar todo tipo de conjeturas sobre si el que inicia la conversación o
escribe algo al respecto no estaba también confabulado con aquellas «sectas
secretas devoradoras de niños chicos» en rituales orgiástico-luciferinos. Por
eso, y con suficiente perspectiva histórica, no cabe la menor duda de que ha-
ber pertenecido a estas sociedades secretas o simpatizado con ellas en un te-
rritorio tan inhóspito para las ideas racionalistas y progresistas como fueron
las islas Canarias entre 1850 y 1936 debió ser una experiencia transgresora
y altamente peligrosa.

Fig. 1. La escuadra (símbolo de la virtud) y el compás (símbolo


de los límites con los que debe mantenerse cualquier masón
respecto a los demás) son las dos representaciones gráficas
más representativas de la masonería. Las letras G, A y U re-
presentan el acrónimo del «Gran Arquitecto del Universo».

Las sociedades secretas, algunas de ellas fuertemente implantadas en todo


el territorio nacional con cuadros muy preparados y activos, jugaron un papel
decisivo en la vida social, cultural, económica, política y militar de la convul-
sionada historia de España de mediados del siglo XIX y gran parte de la primera
mitad del XX. Acontecimientos como la desamortización, la Primera República,
la Restauración borbónica, las guerras carlistas, la pérdida de las últimas co-
lonias de ultramar en 1898, las guerras del norte de África, etc. hablan por sí
solos y son fieles exponentes de la agitación que se vivió en todos los órdenes
por la instauración de un sistema democrático homologable al de las socieda-
des occidentales más señeras.

1 ABÓS SANTABÁRBARA, A., y Marco MARTÍNEZ: Diccionario de términos para la historia, ed.
Alhambra, Madrid, 1982, pp. 378-381.
2 MOLINER, María: Diccionario de uso del español, ed. Grados, Madrid, 1990 (reimpresión), p.

361.

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La influencia de la masonería en Arucas

Fig. 2. Templo masónico (Berlín) (foto: RFDH, 2015)


Nunca fue tan cierto aquel viejo proverbio: mucho se teme lo que se ignora.
Efectivamente, el desconocimiento de la masonería favoreció el surgimiento de
las leyendas urbanas más disparatadas que la credulidad popular asimilaba
retroalimentando una opinión pública también adversa. En todos los casos el
estamento clerical y el conjunto de la población nunca los aceptó, toda vez
que los consideraban enemigos encarnizados de la fe; lo cual explica el por
qué los masones tuvieron que mantener en secreto su filiación y fueron furio-
samente perseguidos.
En Canarias, las logias masónicas se extendieron territorialmente durante
la segunda mitad del XIX en las capitales insulares de Gran Canaria3, Tenerife,
La Palma y Lanzarote hasta alcanzar la cifra de once talleres. Su notable di-
namismo se vio interrumpido por el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y
la implantación de la dictadura, que las persiguió sistemáticamente y con
saña durante las cuatro décadas que se mantuvo su tiranía.
Afortunadamente, cada vez más las investigaciones y publicaciones riguro-
sas sobre la francmasonería en Canarias, como las realizadas por autores
como Consuelo Conde, Sebastián Hernández, Carlota Alfonso, Emilia Car-
mona o Castellano Gil, entre otros, y sobre todo las publicadas por el profesor
Manuel de Paz Sánchez, arrojan abundante luz sobre la misma, a la par que
están contribuyendo a despejar prejuicios y a normalizar un fenómeno socio-
cultural que estuvo y está secularmente arraigado en la mayoría de los Esta-
dos civilizados del mundo. Comparto con numerosos colegas la impresión de
que aumenta la curiosidad, el interés académico y social por conocer este tipo

3 Entre 1873 y 1874 es editado el periódico La Afortunada, órgano oficioso de la logia Afortu-

nada n.º 36, y vocero de las opiniones progresivas y tolerantes, bastión contra la intransigencia
religiosa del obispo Urquinaona, divulgador del pensamiento liberal y defensor de los intereses
de una burguesía ávida de conocimientos y potenciadora de un racionalismo cultural. Un perió-
dico que, pese a su escasa duración, contribuyó, sin duda, a romper los moldes de un estrecho
tradicionalismo, sentando las bases del ulterior desarrollo intelectual de la isla, con creaciones
tan meritorias como la fundación, años más tarde, de instituciones como El Museo Canario, y
los círculos de intelectuales que elevaron el nombre de Gran Canaria al ámbito internacional
(PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Masones en el Atlántico, t. III, ed. Idea, 2010, pp. 35-36).

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 69-88, La Laguna (Canarias)/71


Ramón Díaz Hernández

de sociedades, su ideario, su proyección social, cultural y estética y su contri-


bución al desarrollo de los pueblos. De ahí que cuanto más sepamos de estas
asociaciones, de su membrecía y de sus trabajos, tanto mejor dispondremos
de un juicio fundamentado sobre las mismas. Ese y no otro es el objetivo cen-
tral de este estudio aproximativo que iniciamos con un pequeño artículo di-
vulgativo allá por 1990 y que en aquel momento generó cierta controversia4.

2. La masonería en Arucas (1870-1936)


Si descendemos en la escala y ponemos el foco en la pacata sociedad aru-
quense de ese mismo período podríamos hacernos una idea, desde un punto
de vista cualitativo naturalmente, del alcance del fenómeno. No debemos pa-
sar por alto que estamos ante una estructura social ensimismada, endogámica
y fuertemente jerarquizada que, grosso modo, mantiene esas características
hasta prácticamente finales de los años sesenta del pasado siglo con la salve-
dad del breve paréntesis republicano de 1931 a 1936. En su seno primó el
ejercicio de la intolerancia y el rechazo hacia cualquier manifestación de he-
terodoxia o disidencia hacia alguno de sus miembros. Por esa razón los atri-
butos que se pueden aunar para definir el perfil de los afiliados estudiados
son a grandes rasgos los siguientes: de posición económica desahogada, defi-
nidos como personas inquietas, con fácil acceso a la prensa de entonces y
presentes en numerosas organizaciones sociales e instituciones con poder de
decisión e influencia real. Una parte relevante de estos afiliados y simpatizan-
tes eran miembros representativos de la élite militar, política y económica local
que aprovecharon su vinculación a las sociedades secretas de Las Palmas de
Gran Canaria para mantener contactos con personas poderosas e influir en
las grandes decisiones que privilegiaran sus intereses de clase (Ponce de Ar-
mas, García Guerra o Mejías Pérez). A otros masones, en cambio, podríamos
encasillarlos más bien dentro del ámbito idealista, como personas rebeldes en
el sentido más honesto de la palabra, activistas sindicales como Artiles Oliva-
res o profesionales comprometidos con la promoción cultural como Salmerón
Gómez, Ramírez Velázquez, Calimano Lebrunt o Calimano Penichet, que des-
tacaron como servidores públicos en diferentes facetas. En definitiva, se tra-
taba de personas altruistas que apostaban por favorecer cambios sociales, por
una cultura racional y por la labor de influir en beneficio del progreso de las
clases populares.
Con don Juan Zamora Sánchez (1907-1981)5, tercer cronista oficial de Aru-
cas, tuve el privilegio de sostener largas y fructíferas conversaciones después
de haber sido alumno suyo durante unos meses durante el curso 1964-1965.
En una de ellas, el maestro sacó a relucir el tema de la masonería, las sectas
secretas y la teosofía en los selectos círculos de las pocas familias ilustradas
en aquel medio rural claustrofóbico como el descrito más arriba. El veterano
profesor hablaba de estos temas con bastante soltura y, si bien no precisaba
nombres ni aportaba detalles exhaustivos acerca de su influencia real, siem-
pre saqué la impresión de que sabía bastante más de lo que aparentaba a

4 DÍAZ HERNÁNDEZ, Ramón:«La masonería en Arucas», en Revista Arucas, n.º 4 (febrero-


marzo de 1990).
5 Maestro nacional, cronista oficial y autor de numerosos artículos, fue además presidente de

la Sociedad Atlántida de Arucas durante una larga etapa hasta su fallecimiento en 1981.

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La influencia de la masonería en Arucas

simple vista. Además, se le veía cómodo y su lenguaje corporal de satisfacción


lo corroboraba6. En este sentido, lo más concreto que pude saber de sus am-
plios conocimientos fue que la masonería empezó a tener influencia en Arucas
a partir de 18707. Una buena prueba de ello lo constituye la existencia de
símbolos masónicos camuflados en el marco de los espejos que decoraban la
Sociedad Atlántida de Arucas8, de la que fue su presidente durante muchos
años y que, sin la menor duda, delataban claramente el origen y la fundación
de su antecesora la Sociedad de Trabajadores a comienzos del siglo XX. La
Sociedad de Trabajadores y la Sociedad Hespérides de Bañaderos fueron fun-
dadas casi al mismo tiempo. Esta última tuvo también que cambiar su antigua
denominación de Sociedad Obrera de Instrucción y Recreo que ostentó hasta
1939 por la que es conocida actualmente, con sede social en la Avenida de
Layraga9. Ambos centros fueron el resultado más sobresaliente de la acción
cultural y social de aquellos reducidos círculos de orientación progresista.
Prueba de ello es que la biblioteca de estas dos entidades estuvieron abarro-
tadas de libros de reconocidos autores pertenecientes a diferentes logias ma-
sonas o simpatizantes de ellas, como Eliseo Reclus, Blasco Ibáñez, Víctor
Hugo, Zola… y que, a pesar de las expurgaciones impuestas por la dictadura
franquista, todavía se puede ver alguna que otra leve huella entre sus páginas
(por ejemplo, el cuño de la Sociedad de Trabajadores con la clásica escuadra
y cartabón, y la rueda del progreso al fondo).
Además de lo anteriormente expuesto, no debiéramos menospreciar la in-
fluencia francesa en nuestra localidad, ya que algo tuvo que ver en su expan-
sión, especialmente durante la época esplendorosa del comerciante y consig-
natario galo radicado en Las Palmas de Gran Canaria, Jean Ladeveze Radon-
net, vicecónsul en 1888 de Francia, con vínculos empresariales muy estrechos
con los potentados de Arucas. Fruto de aquel buen entendimiento fueron con-
tratados por los Gourié (familia de acreditada ascendencia francesa de la lo-
calidad de Fontainebleau) varios técnicos galos10 para la instalación de la po-
tente maquinaria de la fábrica azucarera en la Era de San Pedro, y residieron

6 DÍAZ HERNÁNDEZ, Ramón:«La masonería en Arucas», art. cit., pp. 4-5.


7 JESÚS Y VÉLEZ-QUESADA, Pablo P.: Arucas: hombres y hechos, dos tomos, 2009-2014, p.
320.
8 PÉREZ, L.: «La Sociedad Atlántida cumple 80 años», en La Provincia, 24 de agosto de 1984,

p. 20.
9 La Sociedad de Trabajadores fue fundada, entre otros, por Constancio Fuentes González en

agosto de 1904 bajo la influencia masónica, como lo fue también la Sociedad Obrera de Ins-
trucción y Recreo de Bañaderos.
10 La estancia de los ciudadanos franceses en Arucas, como Robert Gisbert, Henri Giraud

(ingenieros) y Louis Buissine (maestro azucarero) con sus respectivas familias, soliviantó a
ciertos sectores que consideraban a los forasteros sospechosos de traer ciertas enfermedades
contagiosas a la entonces villa de Arucas, asociando alerta sanitaria con la acusación de hacer
propaganda laica y de sembrar actitudes antipatrióticas y ateas. Eso explica la trascendencia
que tuvo la fiesta que dio el 14 de julio en el domicilio de Enric Giraud (director de la Azucarera
de San Pedro) en la calle San Juan n.º 4. A la misma asistieron vecinos de la localidad, invi-
tados de Las Palmas y muchos compatriotas franceses que residían en Gran Canaria. En La
Revista de Las Palmas se dio la versión inexacta de que entre el baile y el brindis se habían
dado vivas a Voltaire y a la república, profiriéndose también blasfemias y palabras malsonan-
tes. El anfitrión exigió una rectificación, que fue desestimada por dicho medio y publicada en
El Liberal. El alcalde se vio obligado a abrir una investigación, y después de escuchar el tes-
timonio de varios asistentes determinó archivar el asunto, convencido de que había sido una

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Ramón Díaz Hernández

en Arucas durante algún tiempo11. También la maquinaria del ingenio de Ri-


cardo Suárez (Nuestra Señora del Rosario) en El Cardonal estuvo atendida por
el francés Luis Buissine y Deltou, maestro de azúcar natural de Saint Laurent.
Pero, con bastante anterioridad, los franceses tuvieron una presencia física
manifiesta en Gran Canaria (entre otras localidades, en Arucas), debido en
primer lugar a las personas que llegaron huyendo de la Revolución francesa
de 1789; y en segundo término, en razón de los quinientos soldados de las
derrotadas tropas napoleónicas en Bailén (19 de junio de 1808), que fueron
hechos prisioneros y luego desterrados a dicha isla y repartidos por ella, donde
se integraron muchos de ellos12. Apellidos de origen francés como Déniz, Per-
domo, Ripoche, La Roche, Arnau, Auyanet, Croissier, Gourié, etc., constituyen
una prueba de ello13.
Cuando ciertas familias de Gran Canaria decidan abrir sus archivos parti-
culares a los historiadores quizá se pueda saber algo más sobre este peculiar
fenómeno, porque muy poco más podemos esperar de las fuentes públicas,
que hasta ahora han arrojado una luz muy tenue al respecto. Por ello las úni-
cas pistas fiables las encontramos en publicaciones como las de Manuel de
Paz Sánchez y José M. Castellano Gil14, que nos presentan a varios miembros
que estuvieron oficialmente afiliados en diferentes logias masónicas radicadas
en Canarias y nacidos en Arucas o que, por razones residenciales o profesio-
nales, vivieron en esta localidad o estuvieron en ella durante una etapa más o
menos larga.

falsa noticia urdida dentro de las paredes de la sacristía parroquial (PÉREZ HIDALGO, H.: El
sultanato y los jóvenes turcos. Crónica de Arucas 1862-1932, 3 tomos, 2019, p. 1.060)
11 SUÁREZ BOSA, M.: «Empresas y empresarios franceses en Canarias en el s. XIX», en Boletín

Millares Carló, n.º 27 (2008).


12 Véase a modo de ejemplo de integración social la de estos dos soldados franceses: a) Étienne

Beos, nacido en Murat, región de la Auvernia (Francia), fue hecho prisionero en la batalla de
Bailén y conducido a Cádiz como prisionero de guerra. Era hijo de Étienne Beos y Anne Rio,
y contrajo matrimonio en la parroquia del Sagrario de Las Palmas de Gran Canaria el 6 de
febrero de 1815 con Juana de la Concepción Ramos Marrero, natural de Arucas y vecina de
la ciudad de Las Palmas, e hija de Antonio Ramos y María Marrero; b) Jean Agustine Mutine,
natural de Dunquerque e hijo de Philippe Mutine e Isabel Contais, salió de su patria en 1807
con el ejército de Napoleón marchando a Alemania, para posteriormente atravesar los Pirineos
y llegar a Bailén, donde fue hecho prisionero. De Cádiz se lo llevaron a Gran Canaria como
destino final. Estuvo de sirviente en la casa de José Navarro en Las Palmas. Se casó en la
noche del 2 de mayo de 1815 con Manuela Rafaela Cabrera Cardoso, nacida en Arucas, aun-
que residente en Las Palmas desde 1812, hija de Juan Cabrera y Catalina Cardoso. La novia
había nacido el 16 de agosto de 1790 en Arucas, siendo bautizada en la parroquia de San
Juan Bautista el 22 de agosto de 1790. Sus abuelos paternos fueron Andrés Cabrera y Lucía
Quintana, difuntos, y sus abuelos maternos Nicolás Cardoso y Gregoria de los Reyes [LÓPEZ-
TREJO DÍAZ, C.: «Prisioneros franceses de la guerra de la Independencia: su integración en
la sociedad de Gran Canaria» en Ponencias del 1.º Encuentro de Genealogía. Gran Canaria,
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, n.º 1 (2015), pp. 76-88].
13 SUÁREZ BOSA, M.: «Empresas y empresarios franceses en Canarias…», art. cit.
14 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería en Canarias (1739-1936), 1984;

Masones en el Atlántico…, op. cit.; CASTELLANO GIL, José Manuel: La masonería española
en Cuba, La Laguna, 1996.

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La influencia de la masonería en Arucas

3. Masones aruquenses y foráneos relacionados


con el municipio norteño
En primer lugar, nos referiremos a Ambrosio Ramírez Velázquez15, natu-
ral y vecino de Arucas, afiliado a las logias Afortunada n.º 36 desde 1874 y
Afortunada n.º 5 (1903-1905). Primero tuvo como alias Jesús y luego adoptó
el aristocrático pseudónimo de Prince of Gales. Alcanzó en dicho taller el grado
tercero de experto en el año 1901 y el de secretario en esa misma anualidad.
Sabemos que ejerció profesionalmente como empleado, aunque es posible que
fuese también propietario de tierras y aguas, pues aparece como heredero de
la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas16. Llama la atención que siendo pro-
pietario, posiblemente heredero de la citada entidad y alfabeto, no aparezca
su nombre en los registros de votantes y de contribuyentes de la época. Nos
inclinamos a pensar que su nombre no está bien recogido en los registros de
la logia o que pertenezca a otro municipio de la isla. De todo lo relacionado
con su actividad pública, prestigio social y significación política (si es que la
tuvo) carecemos de información17.

Fig. 3. Rafael Ponce de Armas (Revista Arucas, 1947)

Rafael Ponce de Armas fue otro distinguido aruquense relacionado con la


francmasonería y aficionado a las peleas de gallos. Nació en Cardones (Arucas)
el 8 de junio de 1839 y falleció a los 70 años el 5 de marzo de 1908. Perteneció

15 En su ficha no queda claro si su primer apellido es Rodríguez o Ramírez (PAZ SÁNCHEZ,


Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit., p.850).
16 En la página 90 de Función Social de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas a través de

su historia, 1990, E. Rizkallal señala a un tal Ambrosio Ramírez como comisionado para in-
formar sobre la construcción de nuevos albercones junto con otros herederos designados por
la junta general de 29 de marzo de 1857.
17 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de.: Historia de la francmasonería…, op. cit., pp. 697, 850.

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a la logia Afortunada.36 con el sobrenombre de Bentayga en 187118. En dicho


taller alcanzó el grado de tercer experto. Sobresalió como empresario, agricul-
tor, accionista en 1883 de Azucarera Aruquense de Gran Canaria, antecedente
de la Fábrica Azucarera de San Pedro, militar, jefe local del partido liberal-
monárquico (leonino), concejal y corresponsal del periódico El Liberal19. Contó
siempre con el reconocimiento de sus conciudadanos por ser un prestigioso
hombre ilustrado, estimado y respetado por todos, autor de acertados artícu-
los periodísticos, en los que destacó por sus conocimientos sobre las varieda-
des de caña azucarera y la expansión del cultivo en el norte de Gran Canaria.
En ocasiones, descolló igualmente como incisivo polemista en la prensa insu-
lar de entonces20.

Fig. 4. Casa construida por Rafael Ponce de Armas junto a la plaza de San Juan
(foto: Eliú Pérez)

Durante muchos años fue miembro de la Junta de Gobierno de la Heredad


de Aguas de Arucas y Firgas, siendo elegido presidente de la misma entre 1883
y 188921. Bajo su mandato se adoptaron importantes decisiones en materia
de nuevas canalizaciones de agua y se iniciaron las gestiones previas para la

18 Ibíd., p. 844.
19 HENRÍQUEZ GONZÁLEZ, J., J. ZAMORA SÁNCHEZ y J. M. ALMEIDA FALCÓN: «D. Rafael
Ponce de Armas», Revista de Arucas, 1947, sin paginación.
20 Con motivo del entierro del militar Manuel Díaz el 27 de noviembre de 1880, el claretiano

padre Hilario Brossosa, de misiones en Arucas, pronunció en un sermón unas consideracio-


nes desafortunadas sobre los acompañantes del féretro que provocaron violentos artículos pu-
blicados en El Pueblo…(atribuidos a) D. Rafael Ponce de Armas (francmasón), pero firmados por
D. Narciso Pérez; artículos que fueron contestados entre otros por el mismo Padre Hilario en la
Revista de Las Palmas (QUINTANA MIRANDA, P. M.: Cuaderno 2.º de noticias referentes al
pueblo de Arucas y a la parroquia de San Juan Bautista, edición digital del Ayuntamiento de
Arucas, 2015) y por el maestro de escuela Francisco Rosales Rosales.
21 ROSALES QUEVEDO, T.: Historia de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, 1977, Ayun-

tamiento de Arucas, p. 155.

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La influencia de la masonería en Arucas

construcción de las presas en el barranco de Pinto22, cuando se empezaba a


extender el cultivo de la platanera con un considerable aumento de la de-
manda de caudales para su riego. Igualmente, gracias a su influencia se aco-
metieron obras importantes como las nuevas canalizaciones de agua desde las
Madres de Valsendero y se amplió el patrimonio de dicha entidad. Asimismo,
intervino Ponce de Armas en la política local en calidad de concejal durante
una larga etapa, como líder indiscutible del «Partido Viejo», fiel a León y Cas-
tillo, y en otros frentes como la creación de nuevas empresas y excavación de
pozos. También tuvo que ver con la fundación de la ya mencionada Sociedad
de Trabajadores, El Liceo y la Sociedad Filarmónica de Arucas, creada allá por
1884. Destacó como miembro de la Junta para la Construcción del Nuevo
Templo, gestionando los planos de la actual iglesia de San Juan Bautista y el
encargo al arquitecto catalán Manuel Vega i March, al quedar desierto el con-
curso convocado al efecto en junio de 1907. En la valoración de los proyectos
presentados y desestimados parece que primaron dos cuestiones: erigir una
iglesia singular que sobresaliera sobre las existentes en Gran Canaria y que
en la construcción de la misma se empleara piedra de las canteras de Arucas
que, a su vez, sirviera para dar empleo a los maestros canteros de la localidad,
que no pasaban por su mejor momento.

Fig. 5. Huellas realizadas por albañiles y canteros en la


Mezquita de Córdoba (foto: RFDH, 2019)

22 RIZKALLAL SANTANA, E.: Función social de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas a


través de su historia, Las Palmas de Gran Canaria, 1990.

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Ramón Díaz Hernández

Precisamente, cuando quedó desierto el concurso de proyectos para la cons-


trucción de la nueva iglesia parroquial, dice Jesús y Vélez-Quesada23 que exis-
ten indicios de que fue Ponce de Armas quien contactó a través de la masone-
ría con el mencionado Manuel Vega i March y que en los planos entregados
por el arquitecto catalán ya figuraban símbolos masónicos en determinados
adornos y remates, así como en la torre central que no llegó a construirse24.
Como es bien sabido, quien figuró realmente liderando este gran proyecto ar-
quitectónico y apoyó las gestiones de Ponce de Armas fue Francisco Gourié
Marrero, simpatizante de la Orden del Gran Arquitecto. Con anterioridad, en
1897, fue también Ponce de Armas quien gestionó en calidad de representante
de las hermanas Manrique de Lara la cesión del solar para la construcción de
la ermita de Montaña de Cardones y se encargó de realizar sus planos con una
inteligente visión de futuro al prever su ampliación lateral. La referida ermita
fue convertida poco tiempo después en parroquia (1915) bajo la advocación de
San Isidro Labrador25.
Sin duda, una de las iniciativas más ambiciosas de Ponce de Armas fue la
creación en 1905 de la Sociedad por la Cultura y el Progreso de Arucas, pre-
sidida honoríficamente por Alfonso Gourié Marrero y compuesta por destaca-
das personalidades de la burguesía local como Blas Rosales Batista (tesorero),
J. M. Martín Rodríguez-Barbosa (secretario), Antonio Rodríguez Uribe y el pro-
pio Rafael Ponce como vocales. Además del inacabado Teatro Nuevo, se atri-
buye a la influencia de Ponce de Armas la culminación de la carretera de Aru-
cas a Las Palmas y el título de ciudad concedido a la entonces villa de Arucas
en 1894 por la reina regente. Por la meritoria labor desarrollada a lo largo de
toda una vida, el ayuntamiento de Arucas acordó dedicarle una de las calles
principales de su pueblo natal (Montaña de Cardones).
Otra ilustre personalidad de la abogacía y la política fue Tomás Gar-
cía Guerra, también natural de Arucas26, como los anteriores, donde nació en

23 JESÚS Y VÉLEZ-QUESADA, Pablo P.: Arucas: hombres…, op. cit., p. 322.


24 La huella masónica se percibe en el número de columnas, en las puertas y en otros lugares
del templo, las cruces templarias, el número de «ojetes» de las vidrieras, además de otros
símbolos masónicos visibles en la reproducción de la flora y fauna incrustados en toda la
arquitectura del edificio. David Martín recuerda que en Canarias se encuentran numerosos
espacios sacros que tienen una simbología masónica que trasciende de la meramente cristoló-
gica para convertirse en un verdadero templo masónico como ocurre en el ajedrezado de la
catedral de La Laguna (Tenerife), la parroquia de San Juan Bautista de Arucas (Gran Canaria),
la basílica de la Candelaria (Tenerife), la torre campanario de la iglesia de Nuestra Señora de
la Peña de Francia del Puerto de La Cruz (Tenerife), el Calvario de La Orotava (Tenerife), las
techumbres de la iglesia de Santo Domingo (Gran Canaria), el retablo mayor de El Salvador en
Santa Cruz de La Palma [MARTÍN LÓPEZ, David: «Visionando y restaurando la estética masó-
nica en el paisaje urbano: el ejemplo de Canarias», en Revista Zainak n.º 31(2009), pp. 503-
525].
25 HERNÁNDEZ PADRÓN, A.: «El papel del párroco D. José Déniz Rodríguez en la construcción

de la iglesia de S. Isidro Labrador y el cementerio de Montaña de Cardones (Arucas)», en XVI


Coloquio de Historia Canario-Americana (2004), Las Palmas de Gran Canaria, 2006, pp. 1.043-
1.060.
26 Nació en Arucas en 1848. Sus padres fueron D. Francisco García Marrero y Dña. María del

Carmen Guerra y González, naturales también de Arucas. Tomás García Guerra contrajo ma-
trimonio con Rafaela Rodríguez Quegles, natural de Las Palmas de Gran Canaria, y tuvieron

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La influencia de la masonería en Arucas

Fig. 6. Detalle de la fachada lateral de la iglesia de San Juan Bautista de Arucas


(foto: Eliú Pérez)

1848. Ingresó en la logia masónica Teide.53, donde alcanzó el grado tercero


en 1873 cuando estudiaba los primeros cursos de Derecho en la Universidad
de La Laguna. Terminó la carrera en Madrid realizando prácticas de abogacía
en el prestigioso bufete de Nicolás Salmerón (1838-1908), tercer presidente de
la Primera República española. A su regreso a Las Palmas de Gran Canaria
montó su propio despacho, sobresaliendo como abogado criminalista. De 1873
a 1888 se adhirió como afiliado a la logia Afortunada con el grado de orador27.

Fig. 7. Dos perspectivas de la calle Doctor García Guerra (antes El Arco)


(fotos: Luis Ojeda Pérez y Pepe Andrés)

una hija, María del Carmen García Rodríguez. Estuvo presente en Madrid en el acto de ho-
menaje a Galdós el 9 de diciembre de 1900, pronunciando unas emotivas palabras en el brin-
dis.
27 Según De Paz, la logia Afortunada tuvo su taller en Las Palmas de Gran Canaria y mantuvo

relaciones hasta 1888 con el Grande Oriente Lusitano. A partir de ese año se vinculó al
Grande Oriente Español (PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit.,
pp. 513 y 817).

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Ramón Díaz Hernández

En 1888 pasará a ser primer ex-


perto, terminando por ascender a ora-
dor dentro de la misma logia. García
Guerra, además de letrado respetable,
decano del Colegio Oficial de Abogados
de Las Palmas en 1882 y miembro de
varias corporaciones científicas y litera-
rias28, fue igualmente registrador de la
propiedad. Accedió a la plaza mediante
oposiciones, cargo que desempeñó
hasta su muerte debida a esclerosis
vascular cerebral acaecida el 4 de junio
de 1911, cuando contaba con sesenta y
tres años, en el barrio de La Luz de la
capital de Gran Canaria. Mantuvo
siempre una especial vinculación con el
municipio de Arucas como asesor jurí-
dico de la Heredad de Aguas de Arucas
y Firgas y como heredero de la misma
al adquirir en 1875 diez azadas de las Fig. 8. Tomás García Guerra (1848-1911)
aguas de San Juan. En el campo polí-
tico también sobresalió por sus inquietudes y cualidades, creando o promo-
cionando nuevas cabeceras de prensa (El Heraldo de Lanzarote, en 190329, y
El Conservador), presidiendo partidos políticos locales y promoviendo forma-
ciones políticas diferentes a las que funcionaban por entonces30. Alcanzó el

28 Entre sus publicaciones se encuentran: Reglamento interior de la oficina del registro de la

propiedad de Las Palmas, imprenta La Verdad (San Justo 10, propietario Isidro Miranda),
1877; Los puertos francos de Canarias. Bases para restablecer y afirmar los puertos francos
de Canarias (Apéndice a la conferencia Canarias: el peligro y sus remedios, pronunciada el 29
de mayo de 1899 en el Ateneo de Madrid por el Excmo. Sr. D. Mariano Belmás, arquitecto,
exsenador del reino y director de la Gaceta de Obras Públicas), Madrid, imprenta de José
Perales y Martínez (calle de la Cabeza, 12), 50 pp.; y el prólogo a la Memoria crítico-descriptiva
de la exposición de plantas, frutos, aves y otros animales, productos agrícolas, industriales y
artísticos de Gran Canaria que se celebró en la ciudad del Real de las Palmas durante los días
23 de abril a 8 de mayo de 1892, por Prudencio Morales y Martínez de Escobar, tipografía La
Atlántida ( Santa Bárbara, 19), Gran Canaria, 1892.
29 En abril de 1903 se comenzó a publicar El Heraldo de Lanzarote. Según el investigador

Agustín de la Hoz, este periódico había surgido bajo el mecenazgo político de Tomás García
Guerra y lo promovían en dicha isla los canalejistas conejeros José Pereyra Armas, Rafael
Ramírez Vega y José Tresguerras Barón (DE LA HOZ BETANCORT, Agustín: Apuntes para la
historia del periodismo canario (Lanzarote), inédito, Las Palmas de Gran Canaria, 1961, p. 25).
30 Según Millares Cantero, García Guerra empezó su carrera política como republicano pro-

gresista para pasarse luego al campo del leonismo (Partido Conservador) de donde se escindió
en 1890 como presidente del Partido Sincrético. Fue defensor acérrimo de la división provin-
cial, militó en el partido Liberal-Demócrata y propició en 1903 la creación del Partido Local
Canario. Mediante su matrimonio con Rafaela Rodríguez Quegles (perteneciente a una acau-
dalada familia de Las Palmas de Gran Canaria) y el ejercicio de la abogacía se catapultó como
elemento integrante de la élite insular. Millares lo califica de profesional de las leyes, de pro-
totipo de hombre público canario y de político de oficio o de compromiso. Socialmente (a través
de sus poderosos cuñados, los Rodríguez Quegles) mantuvo unas relaciones privilegiadas con
la burguesía financiera y comercial insular (MILLARES CANTERO, Agustín: «La política en
Canarias durante el siglo XX», en VV. AA.: Canarias siglo XX, Edirca, Las Palmas de Gran
Canaria, 1983, p. 25).

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La influencia de la masonería en Arucas

acta de diputado en diferentes legislaturas (en 1898 por el distrito de Las Pal-
mas, y en 1899 y 1901 por el de Guía), militó en primer lugar en las filas
republicanas para pasar luego al bando de los partidarios incondicionales a
León y Castillo. Sin embargo, en el tramo final de su vida cambió de ideas y
se alineó con los demócratas liberales capitaneados entonces por el abogado
gallego José Canalejas y Méndez (El Ferrol, 1854-Madrid, 1912).
Igualmente interesante es también el caso de Manuel Artiles Olivares, na-
cido en Arucas el 28 de agosto de 1870 (o el 28 de septiembre de 1875, según
testimonio de la Dirección General de Seguridad). Ejerció de empleado como
cobrador de la Sociedad Petrolífera Shell. Casado, emigró muy joven a Cuba,
donde se vinculó a la logia de Palos en Nueva Paz, uno de los once municipios
de la provincia de Mayabeque. Según declaró más tarde, se había iniciado en
1922, en el taller cubano antes mencionado. Allí alcanzó el grado 18º, ha-
biendo pertenecido también al taller de Alacranes, pueblo del municipio Unión
de Reyes en la provincia de Matanzas, de acuerdo con los informes de la Guar-
dia Civil de Las Palmas de Gran Canaria con fecha de 17 de agosto de 1937.
Retornado a Gran Canaria en 1927, se afilió el 2 de abril de 1928 a la logia
Andamana n.º 131 de Las Palmas de Gran Canaria con el alias de Reivindica-
ción, permaneciendo adscrito a dicho taller hasta el 18 de julio de 1936 (inicio
de la Guerra Civil). En esta logia ocupó, entre otros, los cargos de maestro de
ceremonias (1929), limosnero (1932), 2.º vigilante (1934), 1.er experto (1933 y
1935-1936) y, durante el último trimestre de 1935, ostentó la veneratura del
taller al producirse la renuncia de las tres primeras luces del mismo. En el
citado informe de la Guardia Civil se añade que Manuel Artiles políticamente
no se halla (sic) definido, aunque desde luego es afecto a los partidos extremis-
tas de izquierda. A su vez, la Dirección General de Seguridad aseguró que
había sido tesorero del Sindicato de Trabajadores Mercantiles (UGT), y políti-
camente simpatizaba con Izquierda Republicana. Fue imputado por el Tribunal
Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo de Las Palmas,
el mismo que solicitó información en marzo de 1940 a la Delegación Nacional
de los Servicios Documentales de Salamanca. La acusación de masón forzó
en ese mismo año a este hijo de Arucas a cursar el trámite de abjuración de
errores ante las autoridades eclesiásticas de la diócesis canariense y presentar
su declaración-retractación el 15 de mayo de 1940 ante el juzgado n.º 3 del
TERMC32, que le instruyó el sumario 18/1945. Solicitó no comparecer en Ma-
drid, dada su avanzada edad y estado de salud. En atención a sus circuns-
tancias, el Juzgado de 1.ª instancia e instrucción del distrito de Vegueta, pre-
vio exhorto, diligenció los trámites sin tener que desplazarse a la Península.
Terminado el procedimiento, el tribunal correspondiente lo condenó el 14 de
enero de 1946, de acuerdo con la petición fiscal, a las sanciones de inhabilita-
ción y separación que preceptuaba el artículo 8.º de la citada ley de 1 de marzo
de 1940 (AGGCE)33.

31 Vinculada al Gran Consejo Federal Simbólico del Grande Oriente Español (PAZ SÁNCHEZ,
Manuel de: Historia de la fracmasonería…, op. cit., p. 714).
32 Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo
33 Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca (AGGCE, 111-B-16; TERMC, n.º

11755, citado por PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Masones en el Atlántico…, op. cit., pp. 151-152).

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Ramón Díaz Hernández

José Juan Mejías Pérez, nacido el 1 de abril de 1902, fue un personaje


muy conocido en la isla y estuvo siempre muy vinculado a Arucas, aunque
residía en Las Palmas de Gran Canaria. Médico de profesión, perteneció a la
logia Andamana.1, entre 1935 y 193634, con el alias de Hipócrates, alcanzando
el grado de primer experto. Este prestigioso galeno, junto con su colega José
Ramírez Estévez, aparece en varios documentos del archivo del arquitecto Mi-
guel Martín de la Torre con motivo de la edificación y apertura de la Clínica
Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria en los años sesenta35. Por sus
justificados méritos, los Ayuntamientos de Arucas y Las Palmas de Gran Ca-
naria pusieron el nombre de José Juan Mejías Pérez a dos calles de sus res-
pectivos municipios: en el barrio de Las Chorreras (Arucas), donde su familia
disponía de terrenos rústicos y casas; y entre las céntricas calles capitalinas
de León y Castillo y Jordé, en las proximidades de la Clínica Santa Catalina
(hoy Hospital Vithas).
Por su nombre y apellidos, a Domingo Calimano Penichet36 se le confunde
a menudo con Domingo Penichet y Calimano, inversor y comerciante, domici-
liado en la calle Pelota de Las Palmas de Gran Canaria, con el que debe tener
algún tipo de relación familiar37. Era natural de la parroquia de San Agustín

34 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit., pp. 724 y 833.
35 Archivo del arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre donado a la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria (https://mdc.ulpgc.es/cdm/search/collection/ammft/search-
term/clínica)
36 Según Bosch Millares, nació en Las Palmas el 8 de marzo de 1810. Terminados sus estudios

secundarios, marchó a Francia para cursar la carrera de Medicina en Montpellier. Regresado a


esta ciudad, marchó poco después a la isla de Cuba, donde ejerció la profesión unos años y,
vuelto a Gran Canaria, inscribió su título en esta Subdelegación de Medicina el 2 de mayo de
1856. Fue médico titular de la ciudad de Telde desde esta fecha hasta el año 1870, asistiendo
a la epidemia de cólera del año 1851, a excepción de la temporada que estuvo retirado en el
campo. En diciembre de 1871 renunció a la plaza para ejercer la profesión en Arucas, donde
falleció a los sesenta y ocho años de edad, el 9 de enero de 1879 (BOSCH MILLARES, J.:
Historia de la medicina en Gran Canaria, 2.º tomo, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de
Gran Canaria, 1967, p. 114). Quintana Miranda afirma también que Calimano Penichet falle-
ció en Arucas repentinamente el 9 de enero de 1879 a los sesenta y ocho años de edad en su
domicilio de la calle de San Juan.
37 Seguramente, por sus apellidos tendría algún parentesco con su homónimo Domingo Cali-

mano Penichet, médico residente en Arucas. Al parecer los «Calimano» grancanarios descien-
den del capitán nizardo Gotardo Calimano Nardari, que se estableció en Telde allá por el siglo
XVIII. A este pariente del galeno ejerciente en Arucas lo localizamos entre las personalidades
influyentes de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria un 26 de Julio de 1843 con motivo
del Cabildo reunido en las salas consistoriales junto a José Quintana, Vicente Suárez, Manuel
López, Domingo del Toro, Pedro Matos, Francisco Leonor y el síndico personero Manuel Sán-
chez (PÉREZ HIDALGO, H.: El sultanato y los jóvenes turcos…, op. cit.). En la tesis doctoral
de Encarna Galván González (El ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria durante el
reinado de Isabel II (1843-1868), leída en octubre de 2012 en la ULPGC, se cita a un tal Do-
mingo Penichet y Calimano en las páginas 566 y 567 como compromisario a elecciones mu-
nicipales de Las Palmas de Gran Canaria en 1843 y 1844-1854. También aparece esta misma
persona en el referido trabajo de Galván como presidente de la junta parroquial de sanidad
de la parroquia de San Agustín, en calidad de segundo teniente de alcalde, en la emergencia
social a consecuencia del cólera morbo de 1851 y, más adelante, como ciudadano registrado
en el rubro comercial e industrial de Las Palmas de Gran Canaria en 1858 en cumplimiento
de sus deberes tributarios como comerciante capitalista, con una cuota de 779 pesos (p. 626).
También se le cita en DOMÍNGUEZ MUJICA, Josefina, Claudio MORENO y Carmen GINÉS:
Agricultura y paisaje en Canarias. La perspectiva de Francisco María de León Falcón, 2005, p.
58, como firmante de una iniciativa de Benito Lentini el 18 de noviembre de 1839 para la

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La influencia de la masonería en Arucas

(Las Palmas de Gran Canaria) y estudió en Montpelier (Francia). Vino luego a


su ciudad de origen como médico-cirujano, desde donde se marchó a Cuba
para ejercer la medicina. A su regreso se estableció en Arucas, probablemente
como resultado de las gestiones de Rafael Ponce Armas, también afiliado a la
misma logia Afortunada, quien quizá presentara al médico-cirujano y a su hijo
ante la municipalidad dentro de las habituales recomendaciones que se ha-
cían entre masones. Este médico-cirujano fue el primero que ejerció como tal
en la entonces villa de Arucas en 1871, y es el mismo que en 1872 inició el
expediente para dotar a la comarca de Arucas de un partido médico, gestión
que concluyó en ese mismo año con su creación efectiva por el Ayuntamiento
norteño38, cuando contaba con 61 años de edad. El nombre de Domingo Cali-
mano Penichet lo encontramos también entre los 176 y 192 electores, respec-
tivamente, que constaban en el censo con derecho a participar en las eleccio-
nes de 1876 y 1878, registrado en el rubro por sus capacidades. Siendo ya
sexagenario se casó en esta localidad por la Iglesia en segundas nupcias con
la aruquense Rosario Lorenzo Suárez. Sabemos que con anterioridad fue mé-
dico titular en el Hospital San Pedro Mártir en Telde, cuando se creó la plaza
el 14 de agosto de 185639. Con el alias de Rostan o Rostau figuraba como

construcción del Teatro Cairasco. Asimismo se encuentra este personaje en la p. 62, en la que
se reproduce parcialmente el acta de 1840 entre los 112 ciudadanos miembros de las juntas
gubernativas. En el acta de la RSEAP fechada en 1885 aparece otra vez firmando un docu-
mento junto con Amaranto Martínez de Escobar, Gregorio Chil y Naranjo y Diego Manrique
de Lara, según Pérez Hidalgo (PÉREZ HIDALGO, H.: El sultanato y los jóvenes turcos…, op.
cit., p. 155), citando a Hernández Socorro (HERNÁNDEZ SOCORRO, M. R.: «Nuevas aporta-
ciones sobre la labor artística de Manuel Ponce de León», en Anuario de Estudios Atlánticos,
n.º 62, 2016), quien señala a un tal Domingo Penichet y Calimano entre los 20 accionistas de
la Compañía Canaria para la reedificación de casas ruinosas que afeaban la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria en 1847.
38 JESÚS Y VÉLEZ-QUESADA, Pablo P.: Arucas: hombres…, op. cit., pp. 400-401. En la sesión

municipal del miércoles 30 se creó la plaza de médico en respuesta a la solicitud del Dr.
Domingo Calimano Penichet, que el día 2 había dirigido oficio al Ayuntamiento: .... licenciado
en Medicina y Cirugía confía a V. S. con la consideración debida, expone: Que publicado el R.
D. de 11 de marzo de mil ochocientos sesenta y ocho, todos los pueblos de la provincia debieron
crear los partidos médicos a que el mismo se refiere, mejora cuyos beneficios son incalculables
y de la que indistintamente se aprovechan todas las clases y especialmente los pobres, que en
las poblaciones como esta, distante tres leguas de la capital de la isla, hacen grandes sacrificios
para obtener la asistencia facultativa en sus enfermedades, cuando no son víctimas de su falta
de recursos. Séase que en aquella época existiera el convencimiento de que no se presentarían
aspirantes a la plaza de titular, que el municipio no hallase muchos recursos hábiles, si estaba
en ejercicio su presupuesto para incluir la partida que debía destinarse a tal fin, u otras causas
cualesquieras, el caso es que hasta el día no se han observado en esta Villa las prevenciones
del citado R. D. con perjuicio de sus vecinos, que hacen dispendiosos costos para obtener la
citada asistencia, y muy singularmente de los proletarios, cuyo número es considerable en esta
población. A que se establezca, pues, un servicio de tan reconocida utilidad se dirige esta soli-
citud, máxime cuando la importancia de esta localidad. que cuenta más de cinco mil habitantes,
ni hace necesaria su agregación a otros términos ni puede pesar de un modo sensible en su
presupuesto, mucho menos atendiendo al humanitario objeto de las sumas que por el mencio-
nado concepto se señalen, de conformidad con el artículo 11 del repetido R. D. Por lo expuesto,
suplica a V. S. se sirva determinar lo conveniente para que a la brevedad posible se constituya
el partido médico de esta villa como la ley lo reclama y la filantropía lo aconseja. Arucas, 2 de
octubre de 1872 (PÉREZ HIDALGO, H.: El sultanato y los jóvenes turcos…, op. cit.).
39 QUINTANA MIRANDA, P. M.: Cuaderno 2.º de noticias referentes…, op. cit., pp. 45 y 233.

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Ramón Díaz Hernández

miembro de la logia Afortunada, entre 1870 y 1872, donde llegó a alcanzar el


grado de guarda de templo interior40.
Domingo Calimano Le-Brunt (o Brung) fue hijo del anterior, fruto de su
primer matrimonio con una ciudadana francesa. Antes de afincarse en Arucas
estuvo en la localidad de Matanzas (Cuba), en la que ejerció de maestro de
primeras letras durante los años 1871 y 1872. Cuando vino con su padre a
Gran Canaria se instaló en El Trapiche y ejerció la docencia en la escuela
nocturna de adultos de Arucas de 1874 a 187541 como maestro titulado en
Primeras Letras. En esa misión ejerció la docencia hasta que el Ayuntamiento
norteño, con la oposición de sesenta vecinos ilustres del municipio, cerró di-
cha escuela para abrir en su lugar otro establecimiento docente mixto de niños
y niñas, pero diurno, en el mismo lugar de El Trapiche donde había estable-
cido su residencia. El señor Calimano Le-Brunt, como su padre, era igual-
mente miembro de la logia Afortunada n.º 36 con el sobrenombre Yumurí, en
la que alcanzó el grado de experto42. Por sus actividades como enseñante (de-
dicado tanto a personas adultas como a niños), en el ejercicio de secretario
municipal interino, oficial de primera y segunda de dicha secretaría,43 y por
haber intervenido en controversias públicas muy sonoras en su época, Cali-
mano Le-Brunt debió ostentar una notable proyección social y cultural en la
sociedad aruquense del momento44.

Fig. 9. El alcalde de Arucas, Juan Jesús


Facundo, recibe el título de ciudad
amiga de la masonería (febrero de 2017)

40 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit., p. 385.


41 En la sesión de 6 de marzo de 1872 la corporación municipal de Arucas adoptó el acuerdo
de sustitución del maestro de la escuela nocturna: Enterada la corporación de la renuncia del
maestro de la escuela pública nocturna, se aprobó la propuesta hecha por la Junta Superior de
Instrucción Primaria a favor del profesor del ramo don Domingo Calimano y Le-Brun.» (PÉREZ
HIDALGO, H.: El sultanato y los jóvenes turcos…, op. cit., p. 660). El BOC de 22 de julio de
1872 publicó la renuncia del maestro Esteban Quintana Marrero, que ejercía dicho puesto
desde 1869.
42 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Masones en el Atlántico…, op. cit., p. 347.
43 Estuvo ejerciendo interinamente en la secretaría municipal a partir del mes de octubre,

cubriendo la excedencia que solicitó José Manuel Pulido Álvarez de la Fuente al ser elegido
diputado provincial (PÉREZ HIDALGO, H.: El sultanato y los jóvenes turcos…, op. cit., t.. II).
44 En 1880 aparece junto con otros vecinos de Arucas dirigiendo una carta a la Heredad de

Aguas pidiendo recursos para la compra del instrumental para una nueva banda de música
vinculada a la sociedad El Liceo, bajo la dirección de Antonio Machado (ROSALES QUEVEDO,
T.: Historia de la Heredad de Aguas…, op. cit., p. 117).

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La influencia de la masonería en Arucas

Hemos dejado para el final al enigmático Pascual Salmerón Gómez, nacido


en Cieza (Murcia), probablemente en 187045. Fueron sus progenitores Manuel
Salmerón Rojas y María Gómez Guirao. Por los escasos datos biográficos con
que contamos se desprende que fue un personaje de vida azarosa, que en su
constante peregrinar tuvo una relación directa con el municipio de Arucas. A
la muerte de su madre, cuando contaba con solo 18 años, emigró a Canarias,
donde de inscribió como mecánico-electricista en la logia Afortunada.5, con
el alias de John Watt, alcanzando el grado de primer experto. El 24 de junio
de 1904 lo vemos nuevamente como adscrito a la logia Atlántida.285, radicada
también en Las Palmas de Gran Canaria, en la que obtuvo el grado de maestro
por los valiosos servicios que al parecer había venido prestando al taller. El 17
de octubre de 1905, doce masones de Las Palmas, de los que once habían
pertenecido a la logia Afortunada nº. 5, decidieron levantar las columnas de
una nueva logia, a la que pusieron el nombre de Atlántida46. Dentro de esos
once miembros se encontraba el murciano Pascual Salmerón Gómez. Al poco
tiempo pasó a ser secretario (1905), hospitalario (1905) y primer experto
(1905-1906)47.
En El Defensor de Arucas (Semanario de Intereses Generales), aparece Pas-
cual Salmerón Gómez como empleado de Telefónica (sic), en calidad de actor
aficionado en el reparto de una representación teatral realizada en la recién
fundada Sociedad de Trabajadores. Centro Obrero de Arucas,48 entidad que
como ya se dijo anteriormente se vio forzada a cambiar de nombre por el de
Sociedad de Cultura y Recreo Atlántida a partir de 193949. Apréciese la simili-
tud nominativa entre la renombrada sociedad y la logia del mecánico ciezano.
No hay constancia documental de que se empadronara en Arucas, aunque
parece evidente que nuestro mecánico electricista, inventor y aficionado al
teatro residió algún tiempo en dicho municipio. Está documentado que en
1913 Pascual Salmerón Gómez trabajaba como encargado del servicio telefó-
nico de la red de Arucas y que, debido a la necesidad de crear nuevas líneas,
patentó un invento suyo (el «dúplex telefónico») de forma que consiguió que en
1914 quedasen instalados los aparatos de las respectivas líneas de unión en-
tre la central de Arucas y las subcentrales de los municipios de Guía y Moya,
de 14 y 9 kilómetros de longitud, respectivamente50.
Una vez realizados esos trabajos relacionados con la instalación de la red
telefónica en Gran Canaria parece ser que residió algún tiempo en la isla de
Tenerife, y poco más tarde recaló en La Palma, donde aparece como miembro
de la logia Abora n.º 331 de Santa Cruz de la Palma el 17 de marzo de 1923.
45 Aunque, al parecer, el interesado registró la fecha de nacimiento el 1 de agosto de 1878

(PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit., pp. 698 y 700).
46 Una vez constituida y funcionando regularmente, la logia Atlántida, n.º 285 se vinculó a la

Federación del Gran Oriente Español (1905-1906).


47 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Historia de la francmasonería…, op. cit., pp. 697, 700, 853 y

922; Masones en el Atlántico…, op. cit., pp. 99 y 101.


48 El Defensor de Arucas n.º 10 (20 de febrero de 1909), p. 3 (hemeroteca de El Museo Canario).
49 A pesar de todo, la nueva denominación no era más que un guiño a la logia Atlántida, bajo

cuya tutela se fundó la Sociedad de Trabajadores de Arucas en agosto de 1904 (JESÚS Y


VÉLEZ-QUESADA, Pablo P.: Arucas: hombres…, op. cit., pp. 323-327).
50 SANTOS LÓPEZ, Pascual: «Historia de la técnica en Cieza: dúplex telefónico», en Revista

Andelma, Boletín Informativo C. E. H. Fray Pascual Salmerón, n.º 13 (2006), Cieza, diciembre
de 2006, pp. 18-21.

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Ramón Díaz Hernández

De la «isla bonita» pasó a Cuba, según un informe policial, probablemente


entre 1924 y 1925, y allí se le pierde la pista definitivamente51.
Según Santos López52en el Archivo General de la Guerra Civil Española hay
un documento mecanografiado del Tribunal Especial para la Represión de la
Masonería y el Comunismo, con fecha de 30 de noviembre de 1945, a nombre
de Pascual Salmerón Gómez. En el mismo se inserta un informe secreto que
contiene una comunicación del Delegado Nacional de Servicios Documentales,
de 19 de abril de 1945, dirigido al presidente de dicho tribunal especial con el
expediente del citado Salmerón, dando cuenta de sus antecedentes masóni-
cos. En él se exponía lo que ya sabemos de nuestro personaje sobre su inicia-
ción en la logia Afortunada n.º 5 de Las Palmas el 24 de junio de 1904, donde
obtuvo el grado 2.º con el nombre simbólico de John Watt y su elección poste-
rior para el cargo de hospitalario. Prosigue Santos López describiendo el refe-
rido documento: En escrito de 9 de abril de 1905, la logia Afortunada dice al
Gran Consejo de la Orden que el 17 de marzo de dicho año acordó la Cámara
de Maestros conceder el grado de maestro al hermano Pascual Salmerón por los
valiosos servicios que ha venido prestando al taller y por haber sido elegido, en
las últimas elecciones, para el cargo de hospitalario, que desempeña a satisfac-
ción de todos. En otro documento del 19 de octubre de 1905 aparece ya con el
cargo de secretario. Para terminar dicho certificado, en una carta de la logia
Abora n.º 331 de Santa Cruz de la Palma, en petición de fecha 17 de marzo de
1923, se solicita a los registros del Grande Oriente Español de Madrid un cer-
tificado de la iniciación de Pascual Salmerón en la extinta logia Afortunada
n.º 5 y que posee el grado 3. Suponemos —añade Santos López—que por esta
fecha tiene lugar el pase a la nueva logia mencionada, y además es la última
fecha conocida como residente en las islas Afortunadas. Los documentos que
restan se pueden resumir como una busca y captura por todo el territorio nacio-
nal. A estos efectos, la comisaría de Santa Cruz de la Palma da cuenta, en sep-
tiembre de 1943, que dicho individuo era desconocido, careciendo de toda clase
de antecedentes. Se prosigue la búsqueda en todas las prisiones del Estado con
resultados infructuosos. Por fin, en contestación de la Jefatura Superior de Po-
licía de Madrid, de fecha 15 de agosto de 1945, se le comunica al juez instructor
del Juzgado n.º 3 del tribunal especial, y según informaciones del gobernador
civil de Santa Cruz de Tenerife, que no se ha podido proceder a la detención del
citado individuo por hallarse en la isla de Cuba desde hace unos 20 años. En
Madrid, a 30 de noviembre de 1945. Con estos antecedentes, y vista la impo-
sibilidad de aplicarle todo el rigor de la ley de 1 de marzo de 1940, se decidió
finalmente dar por concluido el expediente, decretándose el archivo provisio-
nal de las actuaciones contra Salmerón Gómez, del que finalmente descono-
cemos tanto su paradero como la fecha y lugar exacto de fallecimiento.

4. Conclusiones
Lo expresado en el presente trabajo no pasa de ser una mera aproximación
al análisis de la influencia de las logias masónicas durante la segunda mitad
del siglo XIX y primer tercio del siglo XX en Gran Canaria. ¿Y por qué razón no
se puede profundizar más en dicho asunto? Primero, porque el estigma de

51 PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: Masones en el Atlántico…, op. cit., p. 99.


52 SANTOS LÓPEZ, Pascual: «Historia de la técnica en Cieza…», art. cit.

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La influencia de la masonería en Arucas

masón y la represión que se impuso durante el franquismo ha impedido obje-


tivamente a los descendientes revelar la afiliación de sus parientes, y segura-
mente se habrían eliminado los vestigios de aquellos militantes de la orden del
Gran Arquitecto del Universo para borrar su memoria. Y segundo, porque los
archivos familiares (en el supuesto de que se conserven), donde deberían en-
contrarse la correspondencia, los libros, memorias, escritos, actas, recibos y
facturas, vestidos y complementos rituales, enseres personales y otros testi-
monios relevantes de la vida y obra de estas personas, podrían desvelar mu-
chos de los aspectos que hoy ignoramos si se abren y se ponen a disposición
de los investigadores.

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88/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 69-88, La Laguna (Canarias)


LA BARRILLA EN CANARIAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

José Miguel RODRÍGUEZ YANES

RESUMEN: La barrilla o hierba de vidrio se recolectó y transformó en piedra y


cenizas en la zona sur Tenerife desde mediados del s. XVI. La zona
de Garachico controló la contratación de la producción, centrada en
el litoral comprendido entre el puerto de Jubeteros y el de Santiago.
Desde esa área se exportó a Andalucía y Lisboa para la fabricación
de vidrio, y asimismo en esa fecha funcionaron al menos dos hornos
de vidrio en la isla, cuya actividad intentó controlar el Cabildo por
el perjuicio ocasionado al monte.
PALABRAS CLAVE: zona sur de Tenerife, hornos de vidrio, Garachico,
Cabildo, monte.

ABSTRACT: The barrilla or glass grass was collected and transformed into stone
and ash in the southern area of Tenerife from the middle of the s.
XVI, from where it was exported to Andalusia and Lisbon for the
manufacture of glass, and also at that time at least two glass kilns
on the island, whose activity tried to control the Cabildo for the
damage caused to the mountain.
KEYWORDS: southern area of Tenerife, glass ovens, Garachico, Ca-
bildo, monte.

1. Introducción
En primer lugar, en este primer apartado realizaremos algunas precisiones
sobre el término «barrilla», su empleo y la adscripción geográfica concreta a
que nos referimos. Conviene recordar que las noticias sobre uso, cultivo y ex-
portación de la barrilla conocidas hasta ahora se vinculan de manera genera-
lizada a la segunda mitad del s. XVIII y época posterior, mientras en este estu-
dio tratamos una etapa precedente en la que toda la información remite a
Tenerife, sin que tengamos constancia del uso de las plantas relacionadas con
esta denominación en otra isla del archipiélago en los siglos XVI y XVII.
Las citas historiográficas sobre la barrilla con anterioridad al siglo XVIII son
muy escasas, prácticamente una pequeña mención de Alejandro Cioranescu
en su Historia de Santa Cruz de Tenerife y un artículo publicado en 1935 por
Dacio V. Darias y Padrón en la prensa, amén de una alusión en la Descripción

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)/89


José Miguel Rodríguez Yanes

del tío del licenciado Valcárcel (s. XVI)1. En la citada Descripción… se señalaba
vagamente que se exportaban a Flandes, Francia e Inglaterra mucha cantidad
de orchillas y varrilla para vidrio, sin concretarse a qué mercado o destino,
pues se mezclaba orchilla con barrilla, pero sí es interesante esta reseña con-
temporánea de la barrilla asociada a su aplicación: el vidrio.
En segundo lugar, interesa aclararse respecto a qué entendemos por barri-
lla, pues en las publicaciones consultadas no siempre existe coincidencia o
precisión respecto a las especies acogidas a esta denominación, empleada con
diversos usos a través de la historia: a) empleo industrial: fabricación de vidrio
o jabón, tinte, química, farmacia...; b) utilización como alimento (en fechas
recientes se ha encontrado incluso como parte de su dieta entre los indígenas
grancanarios) entre algunas comunidades de las clases populares, en especial
en la etapa contemporánea, documentándose en contextos de hambruna o
carestía hasta pasada la guerra civil española. Esta exposición se refiere en
exclusiva al uso industrial, y en los siguientes párrafos haremos un pequeño
recorrido sobre el término «barrilla» para relacionar de modo adecuado este
artículo con las menciones y funciones de las diversas plantas conectadas con
esa denominación.
Hagamos un pequeño repaso sobre la cuestión terminológica. No aparecen
referencias acerca de la barrilla en el Tesoro de la lengua castellana de Cova-
burrias (siglo XVI). En Hispanoamérica, mencionemos la cita de 1579, relativa
a México: se cría gran suma de yerba de que se age el vidrio, que los naturales
llaman curiraxaque: vienen los que agen vidrio de la ciudad de México a cojella
y la lleban en panes2. El Diccionario de autoridades (1726) contenía esta defi-
nición de barrilla: Hierba delgada que apenas sale de la tierra, cuyas hojitas
relucen como plata, las quales se cogen y, quemadas, de su ceniza se forma un
género de piedra que sirve para el vidro [sic] y también para el xabón. Viera
(1810) consideraba que el término «barrilla» englobaba a las cenizas, con fuerte
concentración de sal alcalina mineral, de determinadas plantas de países me-
ridionales próximos al mar, y en Canarias se extraía de vegetales como la
yerba cosco o cofe-cofe, la pata o patilla, la salsola, la barrilla de Lanzarote y
Fuerteventura…3. El polígrafo ilustrado juzgaba como sinónimos el cofe-cofe
y cosco (Mesembryanthemum nodiflorum), a los que aseguraba que se conocía
como yerba de vidrio o vidriera, añadiendo que el uso ordinario hasta entonces
había sido el de la elaboración de lejías para el jabón y lavaderos, ignorándose

1 CIORANESCU, Alejandro: Historia de Santa Cruz de Tenerife, vol. I, Santa Cruz de Tenerife,

1977, pp. 329, 349, 467-468; DARIAS y PADRÓN, Dacio Victoriano: «El horno de vidrio de
Icod» (La Prensa, 12 de mayo de 1935); MARCO DORTA, Enrique: «Descripción hecha en virtud
de mandato de S. M. por un tío del licenciado Valcárcel», en Revista de Historia, n.º 63 (1943),
p. 203.
2 PERALTA RODRÍGUEZ, José Roberto: «Materia prima, hornos y utillaje en la producción de

vidrio de la ciudad de México, siglo XVIII», en Estudios de historia novohispana, n.º 58 (enero-
junio 2018), p. 8. El autor coincide con otros estudiosos en la variedad de vegetales denomi-
nados «barrilla», de modo que se aplicaba a toda planta que proporcionaba sal para la fabri-
cación de vidrio, jabón, agente blanqueador de textiles… El componente fundamental sería la
sal sódica (p. 7) como fundente.
3 Tratado sobre la barrilla. Catálogo de los géneros y especies de plantas singulares de las Islas

Canarias. Edición, introducción y notas de Miguel Ángel Puig-Samper y Manuel de Paz Sán-
chez, Tenerife, 2014, pp. 64 y 68.

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La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

hasta hacía muy pocos años la reducción de cenizas a piedra, que habría co-
menzado a partir de 17804. Añadía que las simientes de esa planta, tostadas
y molidas, componían el gofio de los menesterosos en años difíciles. En cam-
bio, aseveraba que la barrilla de Lanzarote y Fuerteventura (Mesembryanthe-
mum crystallinum) era la planta llamada escarchada en España y hasta me-
diados del s. XVIII no existía en Canarias. Sería, según Viera, el cofe-cofe o
cosco (a veces, mezclado con la escarchada) la que, convertida en cenizas se
utilizaría para la fabricación de vidrio, tintes, etc.5. En época más reciente
(1947), con una perspectiva distinta y en relación con el sur tinerfeño, conta-
mos con aportaciones significativas: Max Steffen afirmaba que el cofe-cofe, el
cosco, el vidrio y la hierba de vidrio son las diversas designaciones que en
Canarias se atribuyen a una especie, el Mesembryanthemum nodiflorum, y
tanto de esta como del Mesembryanthemum crystallinum los pobres obtenían
gofio, y de las cenizas de ambas se extraía la sosa para la producir jabón y
cristal; en su respuesta-comentario a Steffen, el arqueólogo Luis Diego Cuscoy
manifestaba que en su labor de campo de 1941 había recogido muestras de
esas dos especies vegetales en
distintos puntos de la zona
costera de Arona —como vere-
mos, en los siglos XVI y XVII la
producción barrillera com-
prendía esa área dentro de una
demarcación más amplia, lo
que se conocía como la costa
de las calmas, entre aproxima-
damente Alcalá hasta casi La
Tejita—, y en esos puntos aro-
neros se utilizaban indistinta-
mente las expresiones vidre, vi-
dro y vridrio para referirse a ta-
Barrilla (Mesembryanthemun crystallinum) les plantas6. Finalmente, en
(foto del autor)
1993 Fernando Sabaté prácti-
camente coincidía con la exposición de Cuscoy y distinguía la «barrilla» (Me-
sembryanthemum nodiflorum) del «vidrio» (Mesembryanthemum crystallinum),
si bien aclarando que se acostumbraba mencionar a ambas especies con el
mismo vocablo de «barrilla»7. Este autor, recurriendo a la tradición oral, re-
producía algunas manifestaciones de campesinos de la zona de Guaza y Rasca
(Arona), donde hacían hornos para quemar la piedra de vidrio y barrilla. Y eso
la compraban los ingleses después de calcinado, la piedra. Eso era como hacer
carbón […] al echar la barrilla y el vidrio ahí dentro del horno. Informaba Sabaté
de que el vidrio se recolectaba en las llanadas de la costa. Así hemos podido

4 Ibíd., p. 69.
5 Ibíd., pp. 100-103.
6 STEFFEN, Max: «El falso “guato” de Torriani», en Revista de Historia, n.º 78 (1947), pp. 194-

195; DIEGO CUSCOY, Luis: «Noticias sobre el gofio de vidrio», en Revista de Historia, n.º 79
(1947), pp. 365-367.
7 SABATÉ BEL, Fernando: Burgados, tomates, turistas y espacios protegidos, Santa Cruz de

Tenerife, 1993, pp. 75-76.

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José Miguel Rodríguez Yanes

constatar que ocurrió, al menos, en toda la franja comprendida desde Granadi-


lla a Adeje, donde ha dejado huella inclusive en la toponimia (playa del Vidrio,
punta del Horno de Vidrio, etc.). La recolección se producía en verano, cuando
la planta estaba seca8.
Las menciones documentales halladas en la presenta aportación ponen de
manifiesto que, además de la simple cita del término barrilla, aparecen en los
contratos de compraventa anticipada estas expresiones: vidrio hierba barri-
llera; vidrio barrilla yerba de la isla; hierba vidrio; barrilla quemada y hecha en
piedra en polvo, ques de que se haze el vidrio; barrilla, ques material de vidrio;
piedra de vidrio (varias veces); barrilla de vidrio (varias veces); vidrio en piedra
(varias veces); barrilla vidrio en piedra; piedra de barrilla (varias veces); barrilla
en piedra (varias veces); material de vidrio (varias veces); masacote de material
de vidrio; barrilla y hierba de vidrio. No solo son ligeras variantes de lo mismo,
sino que en una serie de ocasiones se precisa la porción que se deseaba en
piedra y en cenizas, todo lo cual denota con precisión el interés económico del
vegetal, el objetivo de su recogida y transformación. En cambio, no hemos
detectado ninguna alusión al uso de la barrilla como alimento, pues en las
relativamente frecuentes referencias en actas concejiles y otros textos al re-
curso a vegetales en situaciones de crisis frumentaria lo común era señalar a
los helechos del monteverde, tema sobre el que existe bastante literatura9.
Esto viene a coincidir con los testimonios recopilados por Cuscoy, en el sentido
de que desde un principio hubo cierta ambigüedad en la denominación de las
especies predominantes en la zona (por razones obvias, es imposible diferen-
ciar matices entre especies con el tipo de documentación manejada) y la vin-
culación de esas especies costeras al vidrio, vocablo que casi siempre aparece
asociado al nombre del producto objeto de este estudio.
Finalmente, digamos que la documentación relacionada con la barrilla data
de finales de la década de los años cuarenta del s. XVI y se prolonga hasta un
siglo después (mediados del s. XVII). Aunque nos referiremos separadamente a
los cuadros expuestos al final de este artículo, que albergan y sintetizan los
datos extraídos de contratos de compraventa y fletes, a su vez precedidos de
la información relativa a los hornos isleños de vidrio, podemos concluir que la
actividad de recolección y transformación en piedra y cenizas para la exporta-
ción se concentró en la mentada zona costera meridional de Tenerife entre
1570 y 1625, aproximadamente, período de mayor apogeo, aunque comenzase
unos años antes. Comenzaremos por la elaboración del vidrio, por respetar
tanto el orden cronológico de las primeras referencias como por describir una
actividad industrial para consumo interna controlada por el Ayuntamiento.

2. La fabricación de vidrio y los hornos en el siglo XVI

La información relativa a los hornos de vidrio, muy escasa y acotada a un


período muy corto, coincide en el tiempo con las menciones sobre compra-

8Ibíd., pp. 77, 81-82.


9En la obra de DÍAZ PADILLA, Gloria, y José Miguel RODRÍGUEZ YANES: El señorío en las
Canarias occidentales. La Gomera y El Hierro hasta 1700, Tenerife, 1990, pp. 312-314, se
presenta un resumen sobre distintas aportaciones de autores relativas a la ingesta de hele-
chos mediante tortas o panes elaborados con las raíces de ese vegetal.

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La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

venta o exportación de barrilla: mediados del s. XVI, por lo que debemos dedu-
cir que esa fecha marca el inicio del negocio de la barrilla y de su uso industrial
en Tenerife, sin que tengamos noticia sobre actividades económicas con esa
planta en otras islas canarias.
Las necesidades de objetos vidrieros para diversos usos se cubrieron con la
importación, y de su presencia (infrecuente, es cierto, en comparación con
otros materiales domésticos) hay cierta huella en los protocolos notariales, en
especial en testamentos o inventarios. No obstante, a un maestro vidriero —
con el apoyo municipal— le pareció negocio la cobertura parcial de esa nece-
sidad mediante la fabricación en la isla, pues había tradición y conocimientos
de esa fábrica en diversos puntos del territorio peninsular e insular (Andalu-
cía, Baleares…) y pronto advirtieron que espontáneamente crecía, sobre todo
en ciertos puntos del sur tinerfeño, que poco a poco comenzaba una más ac-
tiva colonización, con propiedades de sal mineral, mientras los montes podían
proporcionar una más que suficiente provisión de combustible. Tampoco era
precisa una fuerte inversión financiera, solo contar con la autorización conce-
jil, atenta a lo relacionado con las actividades desarrolladas en las zonas ar-
boladas ante el retroceso de estas (ocupaciones fraudulentas, incendios, ne-
gligencias, ilegalidades, etc.). Adelantemos que esta actividad industrial fue de
poca monta y no dejó huella siquiera en las ordenanzas municipales, y que en
las sesiones concejiles solo contadas veces se platicó sobre el tema. Precise-
mos asimismo que el jabón producido en la isla (la mayoría del consumido
venía del exterior y el producto se hallaba estancado y formaba una renta
importante para el Cabildo) se elaboraba con otras especies vegetales ajenas
a las plantas conocidas como «barrilla», como las cenizas de los almácigos.
Desde finales de la década de los años cuarenta del quinientos se mencio-
nan hornos de vidrio en las actas concejiles, si bien las limitadas ocasiones en
que se trata del asunto se relacionan con el daño a los montes. Digamos que,
a diferencia con la brea, muy utilizada durante la primera mitad de la centuria
(bien en usos domésticos y, sobre todo, para el calafateado de navíos), la fa-
bricación de vidrio o la obtención y comercialización de la barrilla no consti-
tuyó una renta concejil ni fue extraordinaria la proliferación de hornos bur-
lando los múltiples intentos concejiles de regular y acotar una industria que,
aparte del fraude a la renta municipal, esquilmaba los montes.
Todo comenzó con la presencia en Tenerife del vidriero Cosme de Espinosa,
que consta como estante a mediados de 1548, cuando percibió 24 fas. de trigo
del Cabildo (valoradas en 5.544 rs.) como socorro durante un año con el com-
promiso de abrir tienda de su oficio en La Laguna10. Cosme no se limitó a ese
menester, sino que —necesitado de contar con mercancía de vidrio— asentó
un horno para fabricarlo cerca de la ciudad, industria que en abril de 1549
traspasó a su tío Baltasar de Espinosa, que recibió el horno e casa de vidrio
questá fecho e fabricado junto al Agua de García, en el distrito capitalino11. La
empresa instalada en el bosque pronto suscitó controversia y oposición por
afectar a la frondosidad y conservación de la zona, de modo que a finales de

10 AMLL, Registo de escrituras tocantes al Concejo ante Juan de Açoca, 1533-1560, f.º 886
(17 de agosto de 1548).
11 CIORANESCU, Alejandro: Historia de Santa Cruz…, vol. I, op. cit., pp. 467-468.

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octubre de 1550 se hablaba en una sesión del Ayuntamiento del horno de


vidrio que tala e gasta mucha leña, que es en grande ynconvinyente, y en ello
conviene poner remedio12. Una cosa eran las proclamas y clamores concejiles
y otra los remedios, pues apenas se encomendó el asunto al gobernador y al
regidor Antón Fonte, que estaban preparando la visita de la tierra (de la isla)
para que proveyesen. Un mes más tarde concretaron algo más los ediles, de-
batiéndose sobre el horno de vidrio asentado en Agua de García (Tacoronte),
ya que gasta e asola las montañas de la comarca desta çibdad, que es grand
dapno e ynconvenyente, en lo qual conviene poner remedio, de manera que las
montañas no se asuelen13. La alternativa manejada por los concejales consis-
tió en encargar a sus colegas Pedro de Trujillo y Juan de Meneses que inspec-
cionasen (efectuasen una vista de ojos) en las montañas de Anaga para deter-
minar un espacio donde puedan cortar la leña nesçesaria para el dho. horno,
para que no puedan cortar en otra parte alguna sino donde se les señalare.
Apenas pocos días más tarde, a principios de diciembre, se volvía sobre lo
mismo indicando que ese horno databa de hacía unos dos años, enfatizándose
el excesivo gasto de leña y las talas. En ese momento14 la determinación con-
cejil era más razonable, pues era impensable que los responsables del horno
accediesen a asumir una gran distancia entre el horno y la provisión de ma-
teriales, de modo que se decidió la búsqueda en las montañas de la ciudad (se
supone que seguía pensándose en la zona de Anaga), con el asesoramiento de
dos personas muy conocedoras de ellas, de un nuevo emplazamiento para el
horno, en un área donde el perjuicio fuese menos impactante.
No sabemos qué sucedió con ese horno capitalino. Es posible que desapa-
reciese, pues hacia septiembre de 1557 el regidor Francisco de Coronado lla-
maba la atención sobre un horno de vidrio en Ycoden (Icod de los Vinos), que
asimismo destruía la montaña. En diciembre el Cabildo decretó que, al menos
para compensar el derroche maderero de esa industria y la merma boscosa,
los propietarios del horno se obligasen a establecer una tienda vidriera en la
capital, ofertando sus productos a ciertos precios (una limeta grande y pe-
queña, jarros chicos y grandes, tazas…)15. Seguramente fracasó, pues en
mayo de 1562 el vidriero Hernando de Espinosa (se notará que los Espinosa
se especializaron en este oficio y negocio) presentó una solicitud al Concejo
para alcanzar licencia de asentar un horno de hacer vidrio en el lugar de Ycoden
y para quemar la leña para él y coger la yerva nesçesaria e otros materiales
para el dho ofiçio16. La decisión capitular es interesante por puntualizar que
se le autorizaba en la parte e lugar donde su tío Espinosa lo tenya fecho, pu-
diendo cortar en las montañas del lugar la leña de brezo y haya indispensable,
fuera de los nacimientos o corrientes de agua. Además, la concesión implicaba
un monopolio de explotación y producción, pues no debía haber otro horno
porque se gasta e consume mucha madera de leña. Es posible que el cambio
de ubicación del horno a la zona de Icod esté relacionado no solo con la alarma

12 AMLL, Libro de actas 9, ofic. 1.º, f.º 252 (24 de octubre de 1550).
13 Ibíd., f.º 257 (28 de noviembre de 1550).
14 Ibíd., f.º 258 (2 de diciembre de 1550).
15 AMLL, Libro de actas 10, ofic. 1.º, fols. 131 v.º y 143 (20 de septiembre y 3 de diciembre de

1557). Dacio V. Darias y Padrón se refería a esta escritura capitular en su artículo «El horno
de vidrio de Icod» (La Prensa, 12 de mayo de 1935).
16 AMLL, Libro de actas 1, ofic. 2.º, f.º 232 (11 de mayo de 1562).

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La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

ante el deterioro de la masa forestal cercana a la capital, sino con la mayor


facilidad para disponer de la materia prima (plantas barrilleras), dada la pro-
ximidad al puerto de Garachico. En el mes siguiente se concertaba la fabrica-
ción del horno entre Espinosa y el icodense Marcos Hernández, formando
compañía17 con ese objetivo conforme a doce cláusulas, que resumimos así:
1) se comprometían a levantar el horno en el lugar que fijase el Cabildo para
elaborar vidrio durante un año, costeando por mitad la fábrica, de modo que
si uno no satisfacía su parte no podía servirse de la instalación; 2) el horno
dispondría de dos morteros y dos bocas, pagadas por las dos partes; 3) la leña
necesaria para el funcionamiento del horno sería traída a costa de Espinosa y
Hernández, no pudiendo hacer vidrio el que no completase la mitad de su
parte; 4) algunos componentes de la industria, como el molde, los prestaba
Marcos Hernández, quien los recuperaría al finiquitar la sociedad, pero la ma-
yoría de utensilios serían adquiridos por cada socio; 5) determinadas herra-
mientas, como la pieza de hierro para extraer la ceniza, el botador para atizar
la leña y la horqueta para tomar el vidrio, serían financiados por los dos em-
presarios, que se servirían igualmente de ellas; 6) respecto a los operarios, se
aludía a un mozo para cocer el vidrio —cuya comida y salario corría por cuenta
de ambos—, además de un mozo cada uno para servicio del horno, remune-
rado por ellos, dejando abierta la posibilidad de incorporar otro mozo si Espi-
nosa o Hernández contase en el futuro con un mozo con conocimientos del
oficio vidriero, de manera que sirviese a los dos, con coste repartido por partes
iguales; 6) Espinosa aportaría 11 costales de arena que había traído de Es-
paña, debiendo pagar la mitad del precio Hernández; 7) este tenía barrilla a la
orilla del agua en la zona de Abona, que debía transportarse al puerto de Santa
Cruz, abonando Espinosa la mitad del importe, pues los dos la compartirían;
8) la compañía podría prorrogarse al final del período previsto anual. Por vez
primero se nombra la barrilla, pues en otras ocasiones solo se habla de yervas
o se resalta el combustible. Este horno icodense adquirió cierto prestigio, y ya
lo citaba Gaspar Frutuoso, que confirmaba que en ese lugar se hace mucho
vidrio que se manda a las otras islas y a veces a las Indias de Castilla para
destilar y hacer aguas fuertes para las minas, por ser vidrio muy duro18.

3. La exportación de barrilla: obtención y comercialización


3.1. Las compraventas por adelantado
En primer lugar, nos referiremos a dos compañías de explotación de barrilla
de las que solo disponemos de un ejemplar en cada modalidad, para entrar a
continuación en las más características. Nombremos la sociedad formada en
1578 entre Antonio González y Silvestre Francisco, vecinos en Daute, para
vender barrilla en Lisboa, asumiendo los costos por mitad19. Otro tipo de com-
pañía productor-mercader se estableció en 1601: Gonzalo Rodríguez, v.º de El
Palmar, se concertó con Luis Rodríguez Mexía, mercader de Garachico, para

17 AHPSCT, Prot. Not., leg. 39, fols. 366-367 (12 de junio de 1562).
18 FRUTUOSO, Gaspar: Las Islas Canarias (de «Saudades da terra»), prólogo, traducción, glo-
sario e índice por E. Serra, J. Régulo y S. Pestana, Tenerife, 1964, p. 106.
19 Al final, gastó más Antón (371 rs.), y se confesaba como deudor Silvestre (AHPSCT, Prot.

Not., leg. 2.230, f.º 709).

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ir a Adeje, llevar gente y mantenimientos, coger hierba de vidrio y llevarla a


Garachico, donde la vendería Luis, acordando dividir a la mitad el beneficio20.
En segundo lugar, analizamos las 31 escrituras (tabla I) relativas al meollo
de este epígrafe —los conciertos entre los demandantes de la barrilla o hierba
de vidrio, básicamente comerciantes exportadores— y los recolectores. Más
bien habría que hablar de pequeños empresarios o contratadores de la reco-
lección de los vegetales con los que se elaboraban piedras, cascajos y cenizas
de vidrio para su transporte a Garachico, y desde ahí al puerto europeo co-
rrespondiente, a veces alternando con otros productos vegetales recolectados,
como leña buena y orchilla. Su lectura permite deducir las siguientes conclu-
siones:
1. Los compradores de la barrilla, en su inmensa mayoría, eran mercaderes,
dejando aparte en los dos primeros contratos a un zapatero de La Laguna
y un tundidor de Garachico. Mencionemos, en especial, en los años
ochenta y primera mitad de los noventa, a comerciantes flamencos como
Cornelio Manacre, Simón o Ximón Brant (en nombre de Felipe de Dayzel),
Pedro Blanco y Juan Flaniel21. Esta etapa corresponde al sólido estable-
cimiento de los mercaderes flamencos en Garachico, desde donde ade-
más de importar diversos géneros y cereales, enviaban vino, orchilla y
azúcar a sus países de origen, constituyendo la barrilla un complemento
más, de índole secundaria, en sus negocios. Otra etapa se abrió a co-
mienzos de la centuria siguiente, en la que sobresalieron en la demanda
de estas adquisiciones anticipadas el almojarife y mercader avecindado
en Garachico Juan Texera22, protagonista de numerosos contratos en
1608, 1611 y 1612, y el comerciante local Lope García.

20 AHPSCT, Prot. Not., leg. 1.635, f. r.


21 Acerca de la actividad mercantil de estos flamencos, vid. RODRÍGUEZ YANES, José Miguel:
«Comercio y comerciantes flamencos (1560-1630). Algunos ejemplos de mercaderes», en Flan-
des y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, t. I, Tenerife, 2004, pp. 233-315. Mencionemos
resumidamente que Manacre (Cornieles Van der Manacker, natural de Amberes) y su her-
mano Gregorio compraban trigo para abastecer Gran Canaria a finales de los años sesenta.
Establecido en Tenerife, en los años ochenta y parte de los noventa desplegó una notable
actividad mercantil, importando cereal. Como se observa en la tabla, compraba de modo an-
ticipado la barrilla a 4-5½ rs./quintal, y la revendía al doble (10 rs.), aunque la ganancia era
superior al 100 % si tomamos en consideración que parte del pago lo hacía en ropa de su
tienda, importada de Flandes a precio de mayorista. Traficó, al igual que otros comerciantes
flamencos, con la orchilla, tanto la tinerfeña como la gomera. En 1584 era administrador (con
Ruy González Leal) de la orchilla de La Orotava, Garachico y Adeje, y al año siguiente com-
partió el diezmo de la pez y orchilla de Tenerife con Pedro González Moreno. Felipe de Dayzel
(o Daysel) era natural de Langemerk, al norte de Yprés. Murió durante la peste en 1605 y
negoció con los propietarios de La Gomera o El Hierro la adquisición de orchilla. En cuanto a
la barrilla, fue sobre todo intermediario: en 1584 recibió 52 qq de un vecino de Vilaflor en
nombre de Simón Brant y fletó un barco para enviar 300 qq desde el sur a Garachico; en 1585
fletará un barco para enviar 75 qq a Sevilla en nombre de Pedro Blanco. Destacó en la provi-
sión de ropa a pequeños tenderos. Juan Flaniel, procedente de Brujas, se distinguió por su
participación en el comercio indiano. Pedro Blanco, aparte de barrilla, como veremos algo
después, enviará azúcar a Sevilla en 1586, así como vino a Indias en 1591.
22 Entre otros negocios, Texera, quien fue almojarife de Garachico en diversas fechas, como

en 1603 y 1607-1610, comerciaba con la orchilla isleña, por ejemplo de Fuerteventura. En


1616 (leg. 2.269, f.º 849 v.º), Juan Texera afirmaba que Nicolás de Linares, v.º de Vilaflor, le
debía 100 qq de piedra de barrilla y 40 qq de leñanoel, por lo que se entabló pleito. Deben ser
los del contrato convenido en 1612, pues coinciden las cantidades (leg. 2.265, f.º 195 v.º).

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La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

2. Los proveedores-intermediarios que se comprometían a vender la barrilla


eran personajes variopintos, pues apenas en cuatro contratos se repiten
los hermanos Linares o Antón Domínguez, vecinos de Vilaflor. En las es-
casas ocasiones en que se cita su actividad, se les reseña como trabaja-
dores, un sacristán, un mesonero, un viticultor… No consta que desta-
casen por su poder económico y solían actuar solos (76 % de los contra-
tos), figurando como moradores en el sur (en concreto en Vilaflor, la in-
mensa mayoría, y en segundo lugar en Adeje o Abona) el 60 %. El resto
vivía en Garachico (20 %), y localidades próximas, como Buenavista, El
Tanque, Icod, y unos pocos en otros lugares del norte.
3. Los lugares de extracción y transformación de los vegetales tenían lugar,
como se mencionó más arriba, en un área costera situada entre Alcalá y
Abona, mencionándose solo en contadas ocasiones determinados pun-
tos. Es interesante, y posiblemente esa condición fuese generalizada, que
en dos escrituras se estipulase que el acopio vegetal debía efectuarse des-
viado de la mar más de media legua la tierra dentro, para que sea buena23.
Es decir, que cuando se habla de zona costera, conviene pensar en en-
claves a cierta altitud y algo más de 2 km separados del litoral, aunque
seguramente la elaboración se verificaba más al borde del mar y en el
lugar cercano a las variadas caletas de embarque, donde debía estar el
producto a la lengua del agua a disposición de los maestres de los barcos.

4. La mayoría (63 %) de estas compras oscilaba entre 100 y 200 quintales,


seguidas de las inferiores a 100 (33 %), mientras solo encontramos una
de mucha entidad: 500 qq. Esto se debió sobre todo a la escasa capacidad
empresarial de los proveedores, pues algunas cargas de fletamento son
expresivas de que los exportadores debieron encargar a varios interme-
diarios la entrega de mayores cantidades de barrilla de vidrio (solo con-
tamos con una parte de los contratos notariales, aparte de que posible-
mente en algunos casos no se acudió a una escritura formal). Aproxima-
damente un tercio de los acuerdos de ese tipo acompañaban la recolec-
ción y entrega de barrilla con el palo leñanoel y, en segundo lugar, con la
orchilla, rentabilizando así las dos partes (los compradores, interesados
en contar con varios productos demandados en los mismos destinos eu-
ropeos; los intermediarios aprovecharían a las cuadrillas de trabajadores,
que utilizaban para distintos menesteres, aunque se tratase de parajes
diferentes y técnicas dispares las intervenientes en la recogida). Casi en
la mitad no se especificaba el modo de entrega de la mercancía, si bien
la propia denominación con la que se alude a esta —como se indicó en la
introducción— es expresiva de que se precisaba una transformación pri-
maria in situ y que, obviamente, no se pedía un vegetal sin elaboración;
de todos modos, la concreción ofrecida por la otra mitad de las escrituras
no deja lugar a dudas: en la mayoría de los casos se requería la entrega
de piedra (en una, de piedra más cascajos o piedra menuda y semillas),
en otra se mencionaba piedra y cenizas, y en otras aún se acota más: en
una se demandaba 3/4 en piedra y 1/4 en ceniza, y en otra 2/3 en piedra

23 AHPSCT, Prot. Not., leg. 688, fols. LVIII y CXIV.

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y 1/3 en cenizas. Todo ello revela la primacía de la masa pétrea negruzca


que era enviada a Europa.
5. El precio de los fletes era muy similar: en torno a la mitad de los viajes
(un 46.4 %) se tasaba el quintal de barrilla a 5 rs., pero si consideramos
la horquilla 4-5 ½, el porcentaje se elevaba a un 78.5 %.

6. Los contratos solían firmarse entre enero y agosto, pero la mayoría (el
61.5 %) correspondía a fechas veraniegas (mayo-agosto). La recogida de-
bía efectuarse entre agosto y septiembre casi siempre (en un 85 % de las
escrituras, cuando figura el dato), de modo independiente a la fecha de
contratación. Esto quiere decir que de modo habitual la compra se for-
malizaba como media unos dos o tres meses antes, pero a veces se re-
trasó con un apretado intervalo de unas pocas semanas. Ya se ha expre-
sado que era necesario aguardar hasta agosto, aproximadamente, para
que las plantas productoras de barrilla se hallasen en sazón, secas, a lo
que cabe añadir el tiempo para su transformación en piedra. Los puertos
de recepción fueron variados, desde Santiago hasta Jubiteros (o Jibite-
ros), que luego situaremos. Pero predomina la cita de tres, relativamente
próximos: Los Cristianos, Las Galletas, Jubiteros, un área ya mencio-
nada varias veces (la mitad de los contratos con cita expresa de puertos),
mientras es más reducida la sola referencia de las caletas más occiden-
tales (entre Santiago y San Juan: una quinta parte de los contratos).
7. Los ajustes pactados, tanto en precios como en la modalidad de pago,
convienen a las partes: a) los compradores se aseguraban un buen pre-
cio, fijo, sin sorpresas, pero a su vez importaba a los pequeños empresa-
rios o intermediarios, que preferían operar sobre seguro para así acordar
las condiciones con los trabajadores y posibles transportistas (el pro-
ducto debía llevarse desde el interior —recordemos que se recolectaba
más de media legua adentro— hasta la orilla del mar); b) los compradores
satisfacían por lo general, al menos en las escrituras que así reseñan con
concreción las condiciones de pago, en ropa de su tienda (casi siempre la
mitad se entrega en ropa y la otra mitad en dinero), lo que suponía una
ganancia adicional; pero los intermediarios se favorecían de la cobranza
de una parte del importe por adelantado, lo que resultaba esencial para
su limitada capacidad financiera, comprando así herramientas y alimen-
tos, que a su vez contabilizaban a los trabajadores como salario, de lo
cual se aprovechaban en el cómputo de las percepciones en que se arre-
glaban con estos. En aquellos casos en que se puede calcular, hallamos
que con anterioridad a 1600 la cantidad inicial entregada por los com-
pradores no solía superar el 20 % del total del importe de la barrilla acor-
dada, mientras subió por encima del 60 % y 80 % en el s. XVII.
3.2. Los envíos de barrilla al exterior
La carencia de noticias sobre hornos de vidrio —sin descartar la esporádica
actividad de alguno— deparó que la provisión de vidrio descansara en la im-
portación, mientras la isla se convirtió en abastecedora de la materia prima

98/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)


La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

barrillera a algunos mercados europeos. Una simple mirada al cuadro II, re-
lativo a los fletes de este producto, revela estos rasgos relativos a la salida del
producto:
1) Existe un equilibrio entre los envíos a Lisboa, con ligera mayoría, res-
pecto a los del eje portuario Cádiz-Sevilla. En el primer caso, segura-
mente habría que asociar la aplicación del vidrio al esmalte de los azule-
jos, de gran importancia en Portugal. En Andalucía, además de Sevilla es
reseñable la fabricación vidriera en Málaga, Jaén y Granada, aunque es
cierto que en la zona murciana se producía y exportaba barrilla, pero de
diferente calidad y usos (el jabonero fue importante). Las embarcaciones
solían ser portuguesas, aunque el destino fuese castellano.
2) Los exportadores, de modo aproximado, podemos relacionarlos en tres
etapas, como más o menos aconteció en las compras anticipadas de la
barrilla. En los años sesenta y setenta del s. XVI los fletadores fueron
mercaderes o comerciantes esporádicos de importancia limitada, algunos
de carácter local, mientras en los años ochenta y principios de los no-
venta adquirieron relevancia los flamencos junto a otros destacados fi-
nancieros extranjeros, y en las primeras décadas de la centuria siguiente
apareció un mercader local ya mencionado. En el primer período citado
nos referimos a Silvestre Francisco y Antonio González, por ejemplo, ave-
cindados en Daute, y que ya hemos constatado que en 1578 constituye-
ron una sociedad para la fabricación de la barrilla para su venta en Lis-
boa; junto a ellos se reconoce al mercader Pedro Francés, que como se
recordará compró de modo anticipado la mercancía, o el mercader por-
tugués Manuel de Mota. Y no podemos dejar de nombrar al comerciante
Pedro de Alarcón, que inaugura la serie: vecino de Ayamonte, era notable
ya en el mundo económico isleño como comprador y exportador de orchi-
lla, y en este caso la barrilla era para dos significativos representantes de
la colonia italiana en Andalucía, negociantes con productos canarios
como el azúcar: Jácome Botti y Peroço Peri. En el período de los años
ochenta, asimismo reconocemos a mercaderes como Felipe Dayzel (que
incluso fleta en nombre de su compatriota Pedro Blanco, quien a su vez
cargó por cuenta propia), o a un financiero como el lisboeta Manuel
Freyle. Por último, en 1608 y 1613 nos encontramos con el mercader
garachiquense Lope García, a quien ya conocimos en el epígrafe prece-
dente.
3) El flete se concertaba en Garachico debido a un doble motivo: a) en la
etapa de mayor desarrollo de la actividad barrillera este fue el puerto
principal no solo de Tenerife, sino de Canarias; b) el área costera de re-
colección y transformación primaria de la barrilla dependía del puerto de
Garachico, en cuanto sus calas estaban incluidas en el control del almo-
jarifazgo de dicho puerto; c) Garachico, por su potencia portuaria, ofrecía
la presencia de capitales, embarcaciones, maestres... Los barcos debían
dirigirse al puerto o a los puertos designados en los contratos, pero tras
recibir la mercancía a la lengua del agua retornaban a Garachico para
completar la carga, penalizándose la demora en recibir la barrilla (uno o
dos ducados diarios).

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)/99


José Miguel Rodríguez Yanes

4) El precio del flete osciló en el s. XVI entre 1.4-21/2 rs. por quintal, pero a
comienzos del siguiente siglo hay un flete por un importe de 4 rs. a Sevi-
lla.

5) En coherencia con lo ya expuesto (fechas de secado de la barrilla y de


recolección), los conciertos con los maestres están fechados en el estío,
sobre todo (la mayoría, en julio-agosto). Asimismo, los puertos o caletas,
como ya se anticipó, se situaban a lo largo de la zona de recolección de
la planta y elaboración de la piedra y cenizas, en una banda que abarcaba
desde Montaña Roja hasta San Juan. En algunos fletes no se especifican
todos los puertos posibles, sino los ubicados en los extremos de las áreas
de recogida del material, pero si atendemos al número de veces que de-
terminados puertos son
citados, el de Las Galle-
tas tendría la primacía,
seguido del de Jubete-
ros, Los Cristianos y
San Juan. Fácilmente
se caerá en la cuenta de
que Las Galletas-Los
Cristianos se hallan en
la zona en la que Cus-
coy efectuó su trabajo
de campo, que además
está muy próximo a la
pequeña caleta de Jube-
teros24, un enclave cuya
denominación ha va-
Puerto Jubiteros o El Givitero (foto del autor) riado poco con el tiempo
(en los documentos de la época se anota como Jubeteros o Los Jubiteros
o Jubiteros o Jibiteros (a veces, en singular), en el mapa de Turriano apa-
rece como Gibiteros. Caletta, más o menos igual que en el del ingeniero
Riviere en 1740-1743: Gybitero o El Givitero, grafía respetada por Tomás
López en 1779 (El Givitero), pero en la época contemporánea algunas lec-
turas erróneas introdujeron la forma Guitero, y en la cartografía actual
varía entre El Jivitero o Levitero.
6) Las cantidades exportadas eran importantes, la mayoría iguales o supe-
riores a los 200 qq (como un 1 quintal equivalía, según los textos, a 100
libras, los 200 qq suponían 920 kilos), llegando en varias ocasiones a
cifras superiores a los 700 qq. Al menos en tres de los fletes se acompa-
ñaba la carga de barrilla (en piedras o piedras y cenizas) con otros pro-
ductos, como pez, leñanoel o vino).

24Se trata de una pequeña caleta de unos 22 m de frente de playa con un entrante de unos
115 m, a 1 km al este del puerto de Los Abrigos, muy cerca de una zona de invernaderos.

100/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)


La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

Tabla I
Productores Contratos de compraventa anticipada

Comprador
mediarios

Cantidad

Cantidad
prestada

Modo de
entrega
o inter-

quintal
Precio

Lugar

pago

Año
Domingo
Francés,
exmora- Otros 44

1567 (enero)
dor de Jerónimo al empe-
Jibitero y
Abona, Veloso, zar a
Las
v.º La La- zapatero, 100 qq 3 ½ 44 rs. coger la
Galletas
guna (fía v.º La hierba;
(julio)
el obrero Laguna resto, al
de sastre entrego
Juan
López)
Entre
Antonio
Rodrigo caleta de

(enero)
López, En parte,

1572
Genis, Adeje y
tundidor, 200 qq 5 rs. pago en
sacristán Las
v.º Gara- tejido.
de Adeje Galletas
chico
(agosto)
Domingo Alcan-
Hernán- zado Do-
Pedro
dez, tra- (agosto) mingo en
Francés
bajador 40 rs. del
v.º Abona anticipo.
Juan Do-

(enero)
mínguez,

1584
Cornelio
mesonero 50 qq 5 rs.
Manacre
de Gara-
chico
Lázaro
(marzo)
1584

Rabelo, Cornelio
50 qq 5 rs.
v.º de Ga- Manacre
rachico
Ximón
Brant,
Antonio
mercader 52 qq (y
1584

González,
flamenco palo
sastre, v.º
(en su leñanoel)
Vilaflor
nombre,
Dayzel)
Martín
González,
1584 (julio)

trabaja-
dor, hijo Cornelio
100 qq 5 ½ rs.
de Anto- Manacre
nio Glez.,
sastre, v.º
Vilaflor

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)/101


José Miguel Rodríguez Yanes

Antonio

1585 (ju-
López,
Cornelio

nio)
tundidor, 10 qq 11 rs.
Manacre
v.º de Ga-
rachico
100-200
Caleta y Mitad en
Juan Cornelio qq coci-

(abril)
1590
puerto de dinero,
Lorenzo, de dos en 4 rs. 83 rs.
S. Juan mitad en
v.º Icod Manacre piedra y
(julio) ropa
ceniza
Antonio

1592 (agosto)
de Ribera 140 qq
y Pedro (3/4 en Las
Pedro
Luis, tra- piedra y 4 ½ rs. Galletas 40 rs.
Blanco
bajadores ¼ en ce- (agosto)
v.os niza)
Vilaflor
Sebas-
Lázaro tiana Pé- Mitad en
100 rs.

1592 (agosto)
Ribero, rez, mu- dinero,
(para
trabaja- jer de Pa- 150 qq (y Alcalá mitad en
comprar
dor v.º S. blo Já- leña 4 ½ rs. (para ropa
pan, vino,
Juan come Pi- buena) Lisboa) tienda de
herra-
de La ñero (au- Gara-
mientas)
Rambla sente chico
Lisboa)
Sebas-
tiana

1592 (agosto)
Pérez, Los Cris-
Melchor
mujer de tianos,
Álvarez, 50 qq (y
Pablo 5 rs. Las
v.º La palo)
Jácome Galletas,
Orotava
Piñero Jubeteros
(ausente
Lisboa)
Los Cris-
1596 (abril)
100 qq tianos,
Juan (2/3 en Las
Juan 4 rs. y 5
Pérez, v.º piedra, Galletas,
Flaniel ctos.
Vilaflor 1/3 en Jibeteros
cenizas) (en
agosto)
Barranco
de Erque,
(mayo)

Pedro
1603

S. Juan y
Carmi- 100 qq 6 rs.
punta de
natis
los
Tiñosos
Juan y
1608 (marzo)

Antón Las Mitad en


Domín- Juan Galletas y dinero
guez, her- Texera, 500 qq 5 rs. Los Cris- contado,
manos, almojarife tianos mitad en
vecinos (agosto) ropa
Vilaflor

102/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)


La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

Mitad en
Baltasar

1608 (abril)
100 qq dinero
de Mares 200 rs.
Juan (en pie- contado,
y Antón (en
Texera, dra), y 4 ½ rs. mitad en
González, dinero y
almojarife leñanoel, ropa
v.os Gara- ropa)
orchilla (tienda de
chico
Texera)
Álvaro Mitad en

1608 (abril)
Hernán- 100 qq dinero
dez y Juan (piedra), contado,
Andrés Texera, más 4 ½ rs. mitad en
Moreno, almojarife leñanoel ropa
v.os Gara- y orchilla (tienda de
chico Texera)
Pedro Ro- 200 qq
dríguez, (en pie-

1608 (mayo)
v.º Gara- dra), más Un tercio
chico (fía Lope leñanoel, hacia la
Puertos Un tercio
su her- García, cogida 5 rs. mitad, el
del sur del valor
mano mercader entre otro con
Francisco Alcalá y la entrega
Rguez., puerto de
v.º Adeje) Ahano
200 rs.
Las
(60 en Mitad en

(mayo)
Marcos Lope Galletas y

1608
50 qq (en contado y ropa,
Pérez, v.º García, 5 rs. Los Cris-
piedra) resto en mitad en
Vilaflor mercader tianos
ropa de dinero
(agosto)
su tienda)
Juan Ro-
50 qq (en
dríguez,
piedra, 5 rs. Mitad en
labrador Luis Alcalá y

1608 (junio)
más el menos ropa de la
vitícola, Rodríguez demás
cascajo cuartillo tienda
v.º Daute, Mexía, puertos
y la (la semi- (lienzo,
y Juan confitero, hasta
semilla, lla, 3 rs. paños),
Correa, v.º Gara- Santiago
hecha en y 1 ctillo. mitad en
trabaja- chico (en junio)
costa la fa.) dinero
dor, v.º El
Alcalá)
Tanque
Antón Mitad en
Los Cris-
Domín- 200 rs. ropa de la
1611

Juan tianos
guez, tra- 200 qq 4 ½ rs. en con- tienda,
Texera (septiem-
bajador, tado mitad en
bre)
v.º Abona dinero
Francisco Las
(marzo)
1611

Rodrí- Juan Galletas 150 rs.


50 qq 4 rs.
guez, v.º Texera o Adeje en dinero
Adeje (agosto)
Baltasar Lope
150 qq Jubetero,
y Nicolás García,
1611

(piedra), Los Cris-


de Lina- mercader 5 rs.
más tianos
res, vos Gara-
leñanoel (agosto)
Vilaflor chico

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)/103


José Miguel Rodríguez Yanes

Las Ga-
Nicolás 100 qq lletas y

(mayo)
625 rs.

1612
de Lina- Juan (piedra), Los Cris-
5 rs. (en ropa y
res, v.º Texera más tianos
dinero)
Vilaflor leñanoel (septiem-
bre)
Jubete-

1612 (junio)
ros, Las
Amador
Galletas y 390 rs.
González, Juan 120 qq
5 rs. Los Cris- (dinero y
v.º Texera (piedra)
tianos ropa)
Vilaflor
(septiem-
bre)
Jubete-

1612 (junio)
Juan ros, Las
40 qq
Ruiz de Galletas,
Juan (piedra),
Bollullos, 5 rs. Los Cris- 174 ½ rs.
Texera más
v.º tianos
leñanoel
Vilaflor (septiem-
bre)
Jubete-

1612 (junio)
ros, Las
Baltasar
Galletas,
de Lina- Juan 30 qq
5 rs. Los Cris- 135 rs.
res, v.º Texera (piedra)
tianos
Vilaflor
(septiem-
bre)
Jubete-

1612 (junio)
ros, Las
Esteban
Galletas,
de León, Juan 100 qq
5 rs. Los Cris- 308 rs.
v.º Texera (piedra)
tianos
Vilaflor
(septiem-
bre)
Pedro Entregará
Xil de 2/3 en

(junio)
González en Gara-

1628
la Muena, 100 qq ropa y
del Risco, 8 rs. chico en
resid. Ga- (piedra) 1/3 en
v.º Vi- la orilla
rachico dinero
laflor (agosto)
Salvador
de Torres,
1641 (enero)

Entre 2/3 en
v.º Gara-
200 qq, Jubitero ropa y
chico, y Diego de
más 8 rs. y Alcalá mercade-
Melchor Angelin
leñanoel (agosto) rías, 1/3
Martín,
en dinero
v.º
Chasna
Alcalá,
1646 (julio)

Marcos
San Juan Mitad en
González
Ricardo y San- ropa. Mi-
de Silva, 100 qq 8 rs.
Le Proudy tiago tad en
v.º Bue-
(septiem- contado.
navista
bre)
Fuente: AHPSCT, Prot. Not., leg. 650, f.º CXCVIII; leg. 2.224, f.º 257, f.º 304 v.º; leg. 2.237, f.º
(¿), 7-1-1584, f.º 489, f.º 809, f.º 1.018 v.º; leg. 1.434, f.º 614; leg. 2.243, fols. 184-185; leg.
2.246, fols. 487 v.º-488, 514-515; leg. 2.076, f.º 618; leg. 1.630, f.º 497 v.º; leg. 684, s. f. (31-
5-1603); leg. 688, fols. LVIII, CXIII, CXIV v.º, CLVII v.º, CLXIII; leg. 2.261, f.º 290; leg. 1.641,
f.º 375 v.º; leg. 2.090, f.º 571; leg. 2.264, f.º 296; leg. 2.265, fols. 195 v.º, 420, 422, 423, 424;
leg. 2.107, f.º 241 v.º; leg. 2.293, f.º 54 v.º; leg. 2.298, f.º 199.

104/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)


La barrilla en Canarias en los siglos XVI y XVII

Tabla II
Fletamentos de barrilla

Cargador

Maestre

Destino
Barrilla
Barco
Año

Cádiz
1555 Pedro de La Antonio Díaz 17 çuras (Jácome
(octubre) Alarcón Concepción (Lagos) (y azúcar) Botti y
Peroço Peri)
Silvestre
400 qq car-
Francisco
Baltasar gadas desde
1565 (v.º Daute) y
Santa Ana Hdez. (Portu- Las Galletas Sevilla
(octubre) Diego
gal) hasta S.
Palomo, v.º
Juan
Sevilla
Antonio
1567 S. Antonio de Juan Báez,
Pérez, v.º 250 qq Lisboa
(junio) Padua v.º Alvor
Garachico
Domingo Ro-
Antonio 400 qq car-
1568 dríguez, v.º
Glez., v.º Los Sta. Catalina gados en Las Lisboa
(julio) Mondego
Silos Galletas
(Port.)
500 qq en
Pedro
Fernando Montaña
1572 Françés, N.ª S.ª de
Luis, v.º Roja, La Ra- Lisboa
(agosto) mercader v.º Guadalupe
Lesça (Port.) mada, S.
Tenerife
Juan…
Lisboa, a dar
Pedro
781 qq (Pe- allá a Anto-
1572 Françés y Gonzalo Lo-
La Trinidad dro); 100 qq nio Glez.
(agosto) Baltasar renzo
(Baltasar) Guante, v.º
Hdez.
Lisboa
800 qq en
Manuel de
1573 El Nombre Melchor Jubiteros,
Mota, merc. Sevilla-Cádiz
(agosto) de Jesús Hdez. Los Cristia-
Port.
nos, Adeje
200 qq (más
brea), en
Pedro Fran- Diego de Abona, Las
1574 (junio) cés, merc. de Santa Ana Payba, v.º Galletas, Los Lisboa
Tenerife Ten. Cristianos y
Los Jubete-
ros
700 qq (in-
Rodrigo
1575 Pedro Fran- El Nombre cluida pez)
Glez., v.º Te- Lisboa
(julio) cés, v.º Ten. de Jesús en Adeje y
nerife
Jubitería
Antonio
Antonio
1577 Luis, merc.
Sta. Catalina Afonso, v.º 200 qq Lisboa
(julio) Garachico
Lesça (Port.)

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)/105


José Miguel Rodríguez Yanes

Antonio
Glez., v.º Los Domingo
1578 400 qq en
Silos, y Sta. Catalina Roguez., v.º Lisboa
(julio) Las Galletas
Silvestre Mondego
Francisco
Mazacote de
material de Cádiz-Sevi-
1582 Miguel de Juan Farto,
S. Antonio vidrio y leña lla-Sta. Ma-
(agosto) Basabe v.º Sesimbra
buena en ría
Las Galletas
300 qq en
Santiago, S.
Juan, Los
1584 Felipe de S. Pedro y Francisco Cristianos,
(julio) Dayzel S. Pablo Glez. caleta de
Lugo, Las
Galletas,
Adeje
Felipe de
Sevilla (al
Dayzel (por 75 qq (en
1585 mercader
cuenta de piedra y ce-
flamenco
Pedro niza)
Juan Lucas)
Blanco)
100 qq en
Manuel
Antonio Jubeteros,
1586 Freyle, La
Herrera, v.º Las Galletas,
(agosto) mercader Candelaria
Garachico Los Cristia-
Lisboa
nos
Pedro Martí- Fabián
1587 N.ª S.ª Barrilla y
nez, v.º Lis- Martín, v.º Lisboa
(julio) Asunción vino
boa Atoguía
Francisco
1592
Pedro Blanco S. Pedro Pérez, v.º Se- 690 ½ qq Sevilla
(octubre)
túbal
400 qq en S.
1608 Lope García, Roberto Bue- David Juan, Las
Sevilla
(septiembre) mercader naventura Thomas Galletas, Los
Cristianos
Las Galletas,
Esteban
Lope García, N.ª S.ª Los Cristia-
1613 Díaz, v.º Sevilla
mercader Anunciada nos, Jubete-
Peniche
ros
Fuente: AHPSCT, Prot. Not., leg. 2.055, f.º 76; leg. 2.217, fols. 503-504; leg. 2.230, f.º 559;
leg. 2.224, fols. 289-290, 293 v.º-294; leg. 2.225, fols. 391 v.º-393; leg. 445, f.º CCCLI v.º; leg.
2.229, fols. 658 v.º-659; leg. 2.230, f.º 559; leg. 2.235, f.º 589; leg- 2.237, fols. 875-876; leg.
2.239, f.º 804; leg. 1.435, f.º 281; leg. 2.240, fols. 339-341; leg. 2.076, f.º 235; leg. 1.640, f.º
154; leg. 2.266, f.º 241. También, CIORANESCU, A.: Historia de Santa Cruz…, vol. I, op. cit.,
p. 457. Elaboración propia.

106/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 89-106, La Laguna (Canarias)


La historia entrevistada
ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL CABRERA ACOSTA

LA SIGUIENTE conversación con Miguel Ángel


Cabrera Acosta, catedrático de Historia Con-
temporánea de la Universidad de La Laguna,
y uno de sus historiadores con mayor proyec-
ción fuera de las islas, inaugura la serie de
entrevistas que CLIOCANARIAS se propone reali-
zar a estudiosos del pasado que merezcan la
atención de la revista por sus aportaciones al
conocimiento de la historia de Canarias, u
otros —también de interés— cuyos trabajos
trasciendan el contexto insular o académico.

CLIOCANARIAS: Sobre su producción historiográfica se puede hablar de dos


etapas bien diferenciadas. La primera corresponde a sus publicaciones en
los años ochenta y noventa, de contenido eminentemente local y que cabe
englobar en el paradigma de la «historia social» (La represión franquista en
El Hierro, La II República en las Canarias occidentales o su investigación
sobre este mismo periodo también en El Hierro, su isla natal). En cambio,
la segunda etapa, ya en el siglo XXI, parece romper con la anterior, aborda
el estudio y la difusión de las nuevas corrientes historiográficas, y atiende
a ámbitos más amplios, más allá del marco isleño (Historia, lenguaje y teo-
ría de la sociedad; Los orígenes históricos de la ciudadanía social en España
o La creación de las culturas políticas modernas, como coordinador, e infi-
nidad de artículos sobre la «historia postsocial»). Por ello, hemos de pre-
guntarle por esa traslación de su centro de interés, cuáles fueron las razo-
nes del cambio, qué destacaría, desde su perspectiva actual, de aquella
primera fase de su obra investigadora, qué enfoques habría que modificar,
si los hay, y cuáles son los aspectos aún por acometer sobre los años
treinta del siglo XX en las Islas.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 109-113, La Laguna (Canarias)/109


Entrevista a Miguel Ángel Cabrera Acosta

MIGUEL ÁNGEL CABRERA: Sí, a partir de cierto momento se produjo una


reorientación brusca de mi trabajo de investigación. Ese cambio obedeció
a dos factores primordiales. El primero tiene que ver con el enfoque teórico
y metodológico de mis primeros trabajos. Yo me había formado como un
historiador social clásico, de orientación marxista, como se puede compro-
bar en mis publicaciones sobre la II República en Canarias. En aquellos
momentos predominaba aún la historia tradicional, narrativa, descriptiva
y centrada en la política, y la historia social —promovida por autores que
fueron referencias fundamentales para nuestra generación, como Josep
Fontana y Manuel Tuñón de Lara— constituía lo más avanzado de la in-
vestigación histórica. La historiografía española llevada décadas de retraso
y parecía que, por fin, con la llegada de la historia social, se estaba po-
niendo al día. Pero en la década de los noventa comenzaron a llegar nuevas
ideas y debates, en los que se cuestionaban los supuestos de la historia
social y se defendían nuevos enfoques teóricos. Y nos dimos cuenta de que
era necesario incorporarse a esos nuevos debates si no queríamos que la
historiografía española se quedara de nuevo rezagada. Fruto de este im-
pulso, surgieron mis trabajos sobre teoría de la historia, que fueron un
intento de ponerse al día de lo que se estaba discutiendo y proponiendo en
otros países.
El segundo factor tiene que ver con el hecho de que, tradicionalmente,
los historiadores canarios se habían limitado siempre, con alguna que otra
excepción, a investigar sobre el archipiélago. Con frecuencia, con el argu-
mento de que la lejanía de las Islas de los archivos históricos españoles
hacía difícil la investigación de historia de España. En un cierto momento
nos pareció que los historiadores canarios debían ser más ambiciosos a
este respecto y que estaban perfectamente capacitados para romper esa
limitación geográfica, que era más una excusa que un obstáculo real. Fruto
de ello, son mis trabajos y algunas tesis doctorales dirigidas por mí sobre
historia española.
En cuanto a la investigación histórica sobre los años treinta en Cana-
rias, ésta experimentó un enorme auge a partir de la década de 1980, de-
bido a una doble circunstancia. En primer lugar, al interés por conocer
una etapa histórica clave, cuyo desarrollo se había visto truncado por el
golpe de Estado de 1936 y la dictadura posterior. En segundo lugar, porque
se trataba de un período histórico en que se habían producido cambios
políticos, sociales y culturales de gran envergadura y, en particular, una
enorme movilización de las clases bajas, y éstos eran temas que resultaban
apropiados para ser analizados desde la óptica de una historia social que,
precisamente por esos años, estaba irrumpiendo con fuerza en nuestro
mundo académico. Visto desde la perspectiva actual, creo que la investi-
gación sobre los años treinta en Canarias debería ser revitalizada, pues
aún quedan muchos aspectos que no han sido analizados. Aunque hoy
habría que hacerlo tratando de tener en cuenta los desarrollos historiográ-
ficos más recientes.
C.: A propósito, cuál es, o cuál debiera ser, la posición de la academia con
relación a la memoria histórica, y su conversión en ley, que como sabe
tiene divididos a los profesionales de la historia.

110/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 109-113, La Laguna (Canarias)


Entrevista a Miguel Ángel Cabrera Acosta

M. A. C.: Esta no es una cuestión fácil de abordar para los historiadores pro-
fesionales, pues se trata de una cuestión que atañe a la sociedad civil en
su conjunto. En tanto que ciudadano, cada historiador tendrá su propia
opinión y adoptará una u otra postura. Pero en tanto que historiadores,
creo que nuestra función es la de tratar de que el debate sea lo más serio
y riguroso posible. Recuperar la memoria histórica es una aspiración legí-
tima de los ciudadanos, en particular de los afectados más directamente
por la represión franquista. Pero el papel de los historiadores creo que debe
consistir en contribuir con sus análisis y sus reflexiones a que el asunto
sea abordado y tratado de la manera lo más fundamentada y seria posible.
Por ejemplo, analizando cuestiones como la importancia y el papel de la
memoria histórica en nuestra sociedad, el hecho de que ese movimiento de
recuperación surgiera décadas después del final de la Dictadura —y no
inmediatamente, como en otros países— o la cuestión fundamental de por
qué el franquismo tuvo una duración tan larga. Pues éstas son cuestiones
que condicionan la manera en que en España se ha afrontado la cuestión
de la memoria histórica y que pueden ayudar a diseñar las medidas ade-
cuadas para resolver la cuestión.
C.: De las tendencias historiográficas más o menos recientes, qué líneas van
ganado terreno a la «historia social» —hegemónica durante tanto tiempo—
y en qué mejoran las bases teóricas de esta.
M. A. C.: Como ya he dicho, la irrupción de la historia social supuso un potente
impulso a la renovación de los estudios históricos. Más en el caso español
y canario, en que se seguía practicando una historia bastante tradicional.
Se introdujeron nuevos temas, se prestó atención a sujetos históricos an-
tes desatendidos y se hizo un enorme esfuerzo por trascender la historia
meramente narrativa y elaborar explicaciones causales de los procesos y
acontecimientos históricos. Pero a partir de un cierto momento, se hizo
también necesario revisar y renovar los postulados de la historia social
clásica. El resultado fue, primero, el surgimiento de la denominada historia
cultural y de enfoques específicos dentro de ella como la microhistoria o la
historia de la vida cotidiana. Y, en un segundo momento, la aparición del
denominado giro lingüístico en historia, que está en la base de las corrien-
tes más recientes, como la historia postsocial.
Al mismo tiempo que se renovaban los enfoques teóricos, además, se
produjo también una profunda renovación temática de la investigación his-
tórica. Esa confluencia entre renovación teórica y temática se ha traducido
en el desarrollo pujante de nuevos campos de investigación, que han con-
tribuido poderosamente al avance del conocimiento histórico. Me refiero,
por ejemplo, a campos como la historia del género, la historia de la sexua-
lidad, la historia queer o la historia sobre la formación y el papel de las
identidades colectivas.
C.: En este sentido requieren especial atención sus novedosas conclusiones
sobre el periodo de la Restauración en España, en el que sitúa el origen
del Estado del bienestar o la gestación de la «ciudadanía social».

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 109-113, La Laguna (Canarias)/111


Entrevista a Miguel Ángel Cabrera Acosta

M. A. C.: Creo que nuestra investigación sobre el tema ha servido para revisar
algunos tópicos y arrojar nueva luz sobre los orígenes del Estado del bie-
nestar. El surgimiento de éste se había atribuido tradicionalmente a las
exigencias del movimiento obrero y a la iniciativa de las ideologías y parti-
dos de izquierda. Sin embargo, las reformas sociales que comenzaron a
ponerse en marcha a finales del siglo XIX parecen ser el resultado, más
bien, de la crisis experimentada por el liberalismo clásico y de la aparición
del denominado nuevo liberalismo. A medida que se constataba que el pro-
yecto liberal decimonónico no producía los resultados previstos (un nivel
creciente de bienestar social y de consenso político), los supuestos indivi-
dualistas en que éste se basaba comenzaron a ser reformulados. Como
consecuencia de ello, se fue abriendo paso la idea de que no era la incapa-
cidad de los individuos, sino las deficiencias de la organización social y de
la economía de mercado, lo que estaba en la base de las desigualdades
sociales y de la conflictividad laboral. Y que, por tanto, para aliviar estos
problemas era necesario llevar a cabo reformas sociales y laborales. Es por
lo que el origen ideológico de los reformistas sociales es tan heterogéneo,
pues va desde el conservadurismo al republicanismo.
C.: Por cierto, en el libro La ciudadanía social en España. Los orígenes históri-
cos, en el que usted figura como editor, comparte autoría con algunos com-
pañeros de departamento, donde ha creado escuela. ¿Cuáles son en este
momento algunas de las líneas de trabajo de ese grupo de investigadores?
M. A. C.: Como ya he dicho, a partir de cierto momento nos pareció que está-
bamos en condiciones de acometer investigaciones de historia de España.
Y, además, hacerlo a partir de los enfoques teóricos y metodológicos más
recientes. El resultado de ello fue la realización de algunos trabajos, creo
que bastante innovadores, sobre diversos aspectos de la historia contem-
poránea española, como los de Jesús de Felipe sobre los orígenes y forma-
ción del movimiento obrero o de Josué González sobre el problema de la
pobreza en la España del siglo XIX. Nuestra idea es seguir desarrollando
esta línea de trabajo.
C.: En qué lugares de España están arraigando líneas de interpretación simi-
lares a las que usted ha introducido en la Universidad de La Laguna, u
otras como la «historia poscolonial», a la que también se ha acercado en
los últimos tiempos.
M. A. C.: La penetración de nuevos enfoques historiográficos es siempre lenta,
pero, a la vez, es inevitable. A medida que propuestas como la historia
postsocial o la historia poscolonial van demostrando su capacidad para
ofrecer explicaciones más consistentes y satisfactorias de los procesos his-
tóricos, van siendo tenidas en cuenta por la generación más joven de his-
toriadores. Aunque hay que decir, también, que el declive de la historia
social ha provocado una especie de desencanto que está propiciando, entre
muchos historiadores jóvenes, un cierto retorno a la historia tradicional.
Creo que en esta tensión entre innovación y retorno es donde se va a deci-
dir el futuro de la historiografía española.
C.: Sus aportaciones para entender, por ejemplo, desde el punto de vista his-
tórico, «la redefinición liberal de la identidad gitana» (la mutación de los

112/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 109-113, La Laguna (Canarias)


Entrevista a Miguel Ángel Cabrera Acosta

gitanos en ciudadanos), nos sugieren que siguen emergiendo enfoques his-


toriográficos para aprehender mejor los cambios sociales. De tales enfo-
ques, ¿cuáles cree que serán los que más atraigan en el futuro el interés
de la «nueva historia»?
M. A. C.: En efecto, la investigación está prestando cada vez más atención a
factores y variables históricos antes pasados por alto. La historia tradicio-
nal atribuía un papel central a la acción política institucional como motor
del cambio histórico. La historia social lo atribuía a los cambios en las
condiciones económicas y sociales. Pero además hay otros factores del
cambio histórico, sobre los que ya la historia cultural había llamado la
atención. Entre ellos, lo que podríamos denominar la concepción general
del mundo humano con que operan los sujetos históricos y que los lleva a
percibir la realidad social y reaccionar frente a ella de una cierta manera.
Esta circunstancia creo que es la que se pone de manifiesto en nuestro
trabajo sobre los cambios en la manera de percibir y caracterizar a los
gitanos y, en general, de tratar el denominado problema gitano. Es decir,
el problema de qué hacer frente a la existencia de un grupo étnico que
mantiene, de manera persistente, sus particularidades. Lo que nuestro
trabajo muestra es que los cambios en la referida concepción del mundo
hacen que cambien también la actitud frente a los gitanos, la definición
del referido problema y las soluciones propuestas para resolverlo. Hasta
finales del XVIII los gitanos son concebidos como un cuerpo extraño a la
sociedad, que perturba el orden social y que, por tanto, hay que extirpar,
bien segregándolos y simplemente exterminándolos, como ocurrió en va-
rios momentos. Por eso a los gitanos se les aplica una legislación especí-
fica. Con el ascenso del liberalismo y su principio de que todos los seres
humanos son iguales por naturaleza, los gitanos pasaron a ser considera-
dos como individuos inadaptados a los que hay que convertir en buenos
ciudadanos mediante la educación y, por tanto, se deroga toda la legisla-
ción específica anterior. La percepción de un mismo hecho —la existencia
de los gitanos— cambia, por tanto, a medida que lo hacen los supuestos y
las categorías mediante los cuales son
percibidos. Por cierto, en los últimos tiem-
pos se ha producido un cambio más, pues
la llegada del llamado multiculturalismo
ha hecho que los gitanos pasen a ser con-
siderados como un grupo cultural cuya
identidad y autonomía deben ser respeta-
das. Éste es un buen ejemplo de cómo la
historia de las identidades puede contri-
buir a la renovación más general de los
enfoques teóricos y metodológicos de la
investigación histórica.

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La historia enseñada
Guerra fría y carrera espacial

«UN GRAN SALTO PARA LA HUMANIDAD»

José Manuel PÉREZ LORENZO

RESUMEN: El siguiente texto-guía, y los documentos y actividades que lo acom-


pañan, adelantan un apartado del capítulo dedicado a la década de
los sesenta que su autor incluirá en el Cuaderno de Aula Los tiem-
pos están cambiando (1960-1989), aún en preparación. La conquista
del espacio por las superpotencias de la época en el marco de la
guerra fría, y una parte del papel que durante su transcurso jugó el
archipiélago canario, se muestran aquí con un propósito ante todo
didáctico.
PALABRAS CLAVE: astronauta, carrera espacial, cosmonauta, estación
hidrofónica, guerra fría, mapa sismográfico, Maspa-
lomas, misil, órbita, satélite, sonda.

ABSTRACT: The following text-guide, and the accompanying documents and ac-
tivities, advance a section of the chapter dedicated to the 1960s that
its author will include in the classroom book Times are changing
(1960-1989), still in preparation. The conquest of space by the
United States and the USSR in the context of the Cold War, and a
part of the role that the Canary Islands played during their course,
are presented here for a didactic purpose above all.
KEYWORDS: astronaut, cosmonaut, Cold War, hydrophonic station,
missile, orbit, satellite, seismgraphic map, Maspalomas,
spacecraft, space race.

Hacía ya largo tiempo que la dictadura de Franco se esforzaba en presen-


tarse ante la comunidad internacional como una especie de monarquía sin
monarca, cuyo «caudillo por la gracia de Dios» se arrogaba el derecho de de-
signar —cuando lo estimase oportuno— a quien debiera ser su sucesor post
mórtem en la jefatura del Estado, con título de rey (Ley de Sucesión de 1947).
Y fue 1969 el año que eligió el anciano autócrata para proceder a tal nom-
bramiento. El día 22 de julio, Juan Carlos de Borbón, nieto de Alonso XIII,
juraba ante las Cortes españolas fidelidad a los principios del Movimiento Na-
cional, el partido único del régimen, al ser propuesto por Franco «como per-
sona llamada en su día a sucederme».

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)/117


José Manuel Pérez Lorenzo

Pero aquel mes de julio de 1969 será siempre recordado porque, el día 20,
millones de telespectadores en todo el mundo pudieron contemplar absortas
cómo se posaba, en nuestro satélite, el módulo lunar del Apollo 11, pilotado
por dos astronautas norteamericanos [doc 1]. «Un pequeño paso para un hom-
bre, un gran salto para la humanidad», dijo Neil Armstrong (1930-2012) al
poner su pie en la Luna [doc 2]. El primer alunizaje de una nave tripulada
colocó a Estados Unidos por delante en la carrera espacial que disputaba con
la Unión Soviética, un reflejo de la escalada armamentista impulsada por am-
bas superpotencias. Hacía más de una década que la conquista del espacio se
había convertido en un asunto militar, y de propaganda, en el marco de la
guerra fría [doc 3].
Desde la Tierra, las estaciones de seguimiento de Australia y, por supuesto,
de Estados Unidos (Houston) desempeñaron un papel fundamental en las co-
municaciones con los cosmonautas del programa Apollo. Fue asimismo rele-
vante la participación de las instalaciones de la NASA en Madrid (Fresnedillas,
Robledo de Chavela), Ávila (Cebreros) y Las Palmas (Maspalomas), implicadas
en el programa como resultado de acuerdos de los representantes norteameri-
canos con la delegación española del INTA, «organismo representativo de la Co-
misión Nacional de Investigación del Espacio».

(imagen de dominio público)


La estación de Maspalomas, en Gran Canaria, ya había

Valentina Tereshkova
colaborado con anteriores misiones estadounidenses
—como el proyecto Mercury, a principios de los sesenta, y
el programa Gemini, a mediados de la década—, organi-
zadas para contrarrestar el liderazgo soviético en la ca-
rrera espacial [actividad 1]. La URSS había lanzado en
1957 el Sputnik, primer «satélite artificial terrestre» colo-
cado en órbita con éxito. En 1961, Yuri Gagarin (1934-
1968), un piloto militar soviético, pasaba a la historia
como el pionero de los cosmonautas que han viajado al
espacio exterior. Y en junio de 1963, la astrononauta,
también rusa, Valentina Tereshkova (1937) se convirtió en la primera mujer
en salir al espacio: 48 órbitas en 71 horas.
Tras el vuelo de Gagarin, los norteamericanos no tardaron
en hacer que uno de sus astronautas, John Glenn (1921-
2016), completase tres órbitas alrededor de la Tierra, en fe-
brero de 1962, como parte del programa Mercury. Glenn man-
tuvo durante su viaje orbital tres breves contactos —uno por
vuelta— con la estación de Gran Canaria, dedicada a recoger
datos procedentes de la cápsula espacial.
La colaboración, siete años más tarde, de las nuevas instala-
ciones de Maspalomas con la misión del Apollo 11 [doc 4] me-
reció por su importancia —y en agradecimiento— la visita a la
isla de Armstrong, Aldrin y Collins, los protagonistas de la ha-
zaña. El último de los alunizajes tripulados hasta hoy será el
Buzz Aldrin del Apollo 17, a finales de 1972, y solo fracasó el tercero de ellos
(imagen (Apollo 13: «Houston, tenemos un problema»). Por su parte, la
de dominio
Unión Soviética continuará con su programa Luna, que había
público)

118/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)


«Un gran salto para la humanidad»

iniciado en 1959, con el propósito de explorar el satélite. No llegó a enviar cos-


monautas, pero hasta 1976 las veinticuatro sondas automáticas que formaron
parte del programa realizaron fotografías y algunas recogieron muestras del
suelo lunar.
Una rata mordió a mi hermana Nell No puedo pagar las facturas del médico
(con los blanquitos en la Luna). (pero los blanquitos continúan en la luna).
Su cara y sus brazos comenzaron a hin- Y dentro de diez años aún estaré pagán-
/charse /dolas
(y los blanquitos siguen en la Luna). (mientras los blanquitos permanecen en la
/Luna).
Gil Scott-Heron: Whitey on
Gil Scott-Heron: Whitey on the Moon (1970) [v. p. 121] the Moon (1970).

La estación de Maspalomas para el seguimiento de vuelos aeroespaciales


trabajará, posteriormente, para las misiones tripuladas con destino al «labo-
ratorio celeste» Skylab (1973-1974) y para el Apollo-Soyuz Test Program («pro-
grama de pruebas Apollo-Soyuz»), que consiguió acoplar dos naves en la órbita
de la Tierra: una estadounidense y otra soviética (julio de 1975). Tras este
encuentro espacial, la NASA cerrará Maspalomas hasta que el INTA vuelva a
abrir la estación pocos años después para el seguimiento de satélites [doc 5].

Instalaciones del INTA y radio-telescopio en Maspalomas, Gran Canaria, 1968. Colección del
Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana (imágenes de FEDAC)

En el verano de 1977, EUA lanzó al espacio la misión Voyager. Dos sondas


que, después de atravesar el sistema solar, continúan su viaje por el universo
inexplorado. Voyager I y II portan consigo un videodisco de oro que incluye
122 imágenes, saludos en 55 lenguas y una selección de sonidos y música de
la Tierra: del primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven a la trom-
peta de Louis Armstrong en Melancholy Blues, de los cantos de los aborígenes
australianos a las flautas y tambores de Perú, de la danza final de la Consa-
gración de la Primavera de Igor Stravinsky a Johnny B. Goode, el conocido
rocanrol de Chuck Berry [actividad 2]. Ni que decir tiene que no es siquiera
imaginable que el disco —ideado por el divulgador científico Carl Sagan (1934-
1996)— pueda ser hallado, y puesto a funcionar, por alguna civilización alie-
nígena…
Desde un principio, en la carrera por la conquista del espacio, las grandes
potencias pusieron en órbita satélites militares de reconocimiento o de alerta
avanzada (satélites espías) que servían para detectar misiles enemigos de largo
alcance y prevenir así un posible ataque nuclear; un mutuo espionaje perma-
nente que se intensificaba ante algún conflicto localizado (la guerra de Vietnam,

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)/119


José Manuel Pérez Lorenzo

por ejemplo). Es más, en su afán de proteger los satélites propios y desbaratar


los del otro bloque, la URSS y los EUA llegaron a desarrollar con éxito artefactos
antisatélites.

Las superpotencias desarrollaron sistemas defensivos de misiles antibalísticos (ABM): a la


izquierda, lanzador de misiles soviéticos Galosh, 1976-1977; a la derecha, el misil estado-
unidense Spartan (1975-1976) de largo alcance (imágenes de dominio público)
En esos tiempos de guerra fría, funcionó en la isla de La Palma una de las
muchas estaciones hidrofónicas atlánticas del SOSUS (Sound Surveillance Sys-
tem, «sistema de vigilancia sónica»), ocupadas en detectar submarinos. No obs-
tante, el personal estadounidense —Peter Green, Carl Hartdegen— e insular
empleado en aquella «base americana» de Puerto Naos (1963-1976) figuraba
oficialmente dedicado a estudios de oceanografía, a captar sonidos de cetáceos.
Pero más bien parece que su construcción hay que insertarla dentro de los
planes de defensa antisubmarina, basados en la detección de señales acústi-
cas, que proliferaron en los años de la guerra fría. En 1968, la estación hidro-
fónica palmera intervino activamente en la localización del submarino nuclear
norteamericano USS Scorpion (SSN-589), hundido al suroeste de las Azores con
un centenar de tripulantes a bordo [doc 6]. Durante la formación del volcán
Teneguía (La Palma, octubre-noviembre de 1971), la base elaboró un mapa sis-
mográfico. ■

Recortes del periódico Diario de Avisos (27-


X-1971 y 19-XI-1971), que entonces se pu-
blicaba en La Palma, y que dan cuenta del
comienzo y el final de la erupción del Te-
neguía (Fuencaliente).
La estación hidrofónica de Puerto Naos
(EE. UU.-marina española) realizó un mapa
sismográfico de los temblores que acompa-
ñaron el nacimiento del volcán.

120/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)


«Un gran salto para la humanidad»

Anexo: Documentos para el aula

EL MÓDULO LUNAR doc 1

Esquema del módulo lunar empleado durante las misiones del programa Apollo de
la NASA. [Traducción al castellano: Luis María Benítez]. Un amplio sector de la socie-
dad estadounidense —la menos favorecida; sobre todo, la comunidad afroameri-
cana— no entendió bien el enorme gasto en el programa lunar, «habiendo tanta po-
breza que remediar». El poeta-músico Gil Scott-Heron (precursor del rap) reflejó en
1970 ese sentimiento en los versos de Whitey on the Moon [v. p. 119].
https://lyricstranslate.com/es/gil-scott-heron-whitey-moon-lyrics.html

Imagen de dominio público

LA MISIÓN APOLLO EN LA LUNA doc 2

MAPA DE LA LUNA, el satélite del planeta


Tierra, en el que se señalan los montes Te-
nerife en el norte del Mare Imbrium (Mar de
la Lluvia), al sur del gran cráter Platón. Se
indica asimismo el lugar donde alunizó el
módulo lunar Eagle en junio de 1969, de la
misión Apollo 11: Mare Tranquillitatis (Mar
de la Tranquilidad). Más aún, el mapa
muestra numerados los puntos de aluni-
zaje de otros módulos lunares del pro-
grama Apollo, de las sondas no tripuladas
del programa soviético Luna (1959-1976) y
de las naves automáticas norteamericanas
Surveyor (1966-1968). Relativamente cerca
de los montes Tenerife se encuentra el ma- Imagen de dominio público [sobre-
cizo lunar Mons Pico (Monte Pico), bauti- información de JMPL]
zado así por su similitud con el Teide.

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José Manuel Pérez Lorenzo

LA GUERRA FRÍA EXTRATERRESTRE doc 3

A.—Sputnik 1 (URSS, 1957): primer satélite artificial en órbita;


B.—Vostok 1 (URSS, 1961): llevó al primer ser humano al espacio,
Yuri Gagarin; C.—Mercury Atlas 6 (EUA, 1962), con John Glenn,
primer astronauta estadounidense en orbitar la Tierra; D.—Ge-
mini 6 y 7 (EUA, 1965), primeras naves tripuladas que se aproxi-
man en el espacio, rastreo de misiles balísticos; E.—Luna 16
(URSS, 1970), primera sonda lunar de la Unión Soviética que trajo
muestras del satélite; F.— Apollo 17 (EUA, 1972): último paseo
lunar del programa; G.— Skylab (EUA, 1973), primera estación
espacial estadounidense, fotografiada desde el Apollo-SL 4.

H.— Apollo-Soyuz (EUA-URSS, 1975): ilustración que reproduce el encuentro de la nave esta-
dounidense Apollo con la cápsula soviética Soyuz; I.— Voyager I y II (EUA, 1977): disco ado-
sado a un panel de las naves, con una recopilación de imágenes, sonidos y música de la
Tierra.

Imágenes de dominio público

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«Un gran salto para la humanidad»

«EL 20 DE JULIO DE 1969, YO CONTROLABA EN MASPALOMAS…» doc 4

Cuando, en enero de 1969, Neil A. Armstrong fue seleccionado por NASA como
comandante de la misión Apollo 11, yo acababa de ser contratado por
INTA/NASA [Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial/National Aeronautics
and Space Administration] como ingeniero de comunicaciones de la estación
Apollo de Maspalomas, situada en el sur de Gran Canaria. Al incorporarme a mi
nuevo puesto de trabajo, como parte de nuestra instrucción en las actividades
espaciales, participé en el curso de Introducción a la Misión Apollo (Apollo indoc-
trination) […], en Greenbelt (Maryland).
[…] El día 20 de julio de 1969, yo controlaba en el turno de tarde en Maspalo-
mas la calidad de la voz en las conversaciones entre los astronautas y el centro
de control de Houston que nos llegaban por distintos canales de frecuencias
desde la Luna, y tuve el privilegio, cuando el módulo lunar llegó a la superficie de
la Luna, de escuchar en directo a Neil Armstrong su célebre y tranquila frase «El
Águila [Eagle] ha alunizado» tras los aterradores minutos de indecisión que tuvo
que vivir sobre si había o no que abortar el alunizaje por la sobrecarga del orde-
nador de a bordo y la existencia de piedras en el lugar donde estaba programado
que había que alunizar, y tuvo que pilotarlo manualmente hasta una zona segura.
[…] Lamentablemente las imágenes que nos llegaban a Maspalomas directa-
mente de la Luna eran tan débiles que sólo veíamos sombras […]. Tuvimos que
esperar para verlas con nitidez al día siguiente, cuando las distribuyó TVE por la
cadena local canaria ([…] no había enlaces vía satélite, los telediarios y noticias
de actualidad se emitían en las islas cuando llegaba en avión la cinta de video
grabada en los estudios de TVE en la Península).
Valeriano Claros Guerra, ingeniero de telecomunicación, en El País, 27 de agosto de 2012.

ESTACIONES DE VIGILANCIA Y SEGUIMIENTO doc 5


Elaboración de JMPL

Maspalomas I
ESTACIÓN ESPACIAL
Maspalomas II NASA-INTA
ESTACIÓN ESPACIAL proyecto Mercury (1961-1963)
NASA-INTA programa Gemini (1964-1966)
alunizaje Apollo 11 (20-VII-1969)
Skylab/Apollo-Soyuz (1973-1975)

Puerto Naos
ESTACIÓN HIDROFÓNICA
SOSUS-MARINA ESPAÑOLA
localización Scorpion (1968)
sismografía Teneguía (1971)
Sardina del Sur
ESTACIÓN ESPACIAL CNES-INTA
control de satelites (1967-1976)

Una estación hispano-francesa en los Llanos de Sardina del Sur


—gestionada por el Centre National d’Études Spatiales (CNES) y el
Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA)— estuvo en servi-
cio entre 1967 y 1976. Esta estación de control de satélites de Ca-
narias le sirvió a Francia para compensar la pérdida de su base
espacial de Colomb-Béchar, en el Sáhara, como consecuencia de
la independencia de Argelia en 1962 (imagen de FEDAC)

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José Manuel Pérez Lorenzo

EL MISTERIO DEL SUBMARINO HUNDIDO doc 6


Imagen de dominio En la década de los cincuenta, EUA supervisó la instalación en
público el Atlántico norte de más de treinta estaciones costeras, dota-
das de «sistemas de vigilancia sónica» (SOSUS). En la década
siguiente las estaciones hidrofónicas de Bermudas, Barbados y
Azores, y la de Puerto Naos (La Palma) desde 1963, tendrán la
misma misión en el Atlántico medio: rastrear el océano tratando
principalmente de localizar buques de guerra y sumergibles nucleares soviéticos.
El «mejor servicio» de la estación de La Palma fue la localización —antes que los ru-
sos— del submarino de ataque norteamericano SSN-589 Scorpion [imagen de al lado], en
la primavera de 1968, desaparecido con 99 hombres a bordo. El siguiente texto expone
una versión distinta de la «oficial» sobre las circunstancias que rodearon el hundimiento:
Quince años después de la misteriosa desaparición de[l submarino] Scorpion,
el almirante Schade, comandante retirado de la Fuerza Submarina del Atlántico,
levantó apenas una esquina del manto de seguridad con que la Armada [norte-
americana] había cubierto durante mucho tiempo la mayor parte del incidente.
En una entrevista para un artículo retrospectivo en el decimoquinto aniversario
de la tragedia, Schade ofreció detalles de lo ocurrido en mayo de 1968 que con-
tradecían la versión oficial sobre la desaparición del submarino. […] Las revela-
ciones del almirante sugerían que había que contar mucho sobre lo que había
sucedido con el Scorpion, más de lo que la Armada había publicado. […]
Para empezar, un velo de misterio rodeó la operación final ordenada al Scor-
pion antes de que se hundiera el 22 de mayo [de 1968.] Schade había mandado
desviarse al Scorpion casi mil doscientas millas al sur de su ruta de vuelta para
que vigilara a un grupo de buques de guerra soviéticos —incluyendo al menos
un submarino nuclear— que operaba cerca de las islas Canarias, en la costa
noroeste de África. […]
El contraalmirante Philip A. Beshany —jefe entonces de la guerra submarina,
al servicio de[l almirante Thomas A.] Moorer, cuando el Scorpion desapareció
repentinamente— aportó una pieza clave al rompecabezas que ni el almirante
Schade ni Moorer habían revelado: […] «Había mucho material clasificado [“que
circulaba por el Pentágono* en ese momento”] relacionado con ese grupo [“de
buques de guerra soviéticos frente a las islas Canarias”] —explicaba Besha-
ny—. De hecho, había cierta inquietud en torno a que el Scorpion había podido
ser seguido y hundido por ellos, que habían rastreado nuestro submarino y ha-
bían decidido no divulgar lo que habían visto... [Porque antes] habían sido aler-
tados de su presencia».
Ed Offley, «The USS Scorpion Buried at Sea», en Historynet, 26-VIII-2009. Recuperado
de http://www.historynet.com/the-uss-scorpion-buried-at-sea.htm. Offley es autor de
un significativo título: El final del Scorpion: hundido por los soviéticos, enterrado por el
Pentágono. La historia no contada del USS Scorpion. Nueva York: Perseus Books, 2007.
Sobre la estación hidrofónica de La Palma sigue resultando de interés el artículo de
Lucio Hernández Cruz: «¿Qué ocultó la base norteamericana de Puerto Naos?», en
Atlantes, n.º 4, febrero de 2001, islas Canarias, pp. 4-7, que recoge testimonios de
Hugo Castro Bethencourt, un técnico palmero que trabajó en la «base».
Será durante la primera mitad de los setenta cuando se multiplique la pre-
sencia de la flota soviética en las costas africanas del Atlántico sur, hasta
culminar con el uso de Angola como base.
* Departamento de Defensa

124/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)


«Un gran salto para la humanidad»

LA CARRERA ESPACIAL: UN CAPÍTULO DE LA GUERRA FRIA actividad 1

1957-1977
LA CONQUISTA DEL ESPACIO
I

G E

F junio de 1963
Valentina Tereshkova
primera mujer cosmonauta

D B

C A

Elaboración de JMPL

Imagen de dominio público


● Con los datos que aportan el texto-guía (primeras páginas) y el doc 3 se pueden
completar las casillas que, siguiendo el ejemplo propuesto, permitirán obtener
un esquema visual de la carrera espacial entre superpotencias durante los años
sesenta-setenta.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)/125


José Manuel Pérez Lorenzo

MÚSICAS DEL MUNDO actividad 2

● Abajo, a la izquierda, el disco Los Sonidos de la Tierra que viaja por el espacio
adosado a las dos naves de la misión Voyager. El disco contiene 122 imágenes,
sonidos diversos (pájaros, código Morse, tren…) y saludos en más de medio cen-
tenar de idiomas (en castellano: «Hola y saludos a todos»). En You Tube se pueden
escuchar los cortes que fueron seleccionados como representativos de la música
de nuestro planeta, y preparar una audición con fines didácticos. Véase, por su
interés, Carl SAGAN y otros (1981): Murmullos de la Tierra. Barcelona: Planeta.
https://www.youtube.com/watch?v=Xz03_qQ2HBg
• Johann Sebastian Bach, «Concierto de Brandenburgo n.º 2 en Fa mayor».
Múnich Bach Orchestra dirigida por Karl Richter. 4:40
• Java, gamelán (grupo indonesio de percusión), «Tipos de Flores», grabado
por Robert Brown. 4:43
• Senegal, percusión, grabado por Charles Duvelle. 2:08
• Zaire (República Democrática del Congo), canto de iniciación de las adoles-
centes pigmeas, grabado por Colin Turnbull. 0:56
• Australia, cantos aborígenes, «Estrella de la Mañana» y «Pájaro Diabó-
lico», grabados por Sandra LeBrun Holmes. 1:26*
• México, «El Cascabel» de Lorenzo Barcelata, interpretado por Antonio Maciel
y Las Aguilillas con El Mariachi México de Pepe Villa. 3:14
• «Johnny B. Goode», rocanrol compuesto e interpretado por Chuck Be-
rry. 2:38
• Nueva Guinea, canción de la casa de los hombres, grabada por Robert Ma-
cLennan. 1:20
• Japón, shakuhachi (flauta de bambú vertical), «Tsuru No Sugomori» («Nido
de Grullas») tocada por Gorō Yamaguchi. 4:51
• Johann Sebastian Bach, «Gavota en Rondó» de la Partita n.º. 3 en Mi Mayor
para violin», interpretada por Arthur Grumiaux. 2:55
• Wolfgang Amadeus Mozart, «La Flauta Mágica, aria de la Reina de la Noche,
n.º. 14». Edda Moser (soprano) y la Ópera del Estado de Baviera, dirigida por
Wolfgang Sawallisch. 2:55
• (República Socialista Soviética de) Georgia, coro, «Tchakrulo», archivo de Ra-
dio Moscú. 2:18
• Perú, zampoñas y tambor, colección de la Casa de la Cultura, Lima. 0:52
• «Melancholy Blues» (jazz), interpretado por Louis Armstrong and his Hot
Seven. 3:05
• (República Socialista Soviética de) Azerbaiyán, gaitas, grabado por Radio
Moscú. 2:30
• Igor Stravinsky, «La consagración de la primavera», Danza del sacrificio,
Columbia Symphony Orchestra, dirigida por Stravinsky. 4:35
• Johann Sebastian Bach, «El clavecín bien templado», Libro 2, Preludio y
Fuga en Do Mayor, n.º 1. Glenn Gould, piano. 4:48
• Ludwig van Beethoven, «Quinta Sinfonía», Primer Movimiento, the
Philharmonia Orchestra, dirigida por Otto Klemperer. 7:20
• Bulgaria, «Izlel je Delyo Hagdutin», canción tradicional, interpretada por
Valya Balkanska. 4:59
• Indios Navajo, canto nocturno, grabado por Willard Rhodes. 0:57
• Anthony Holborne, «The Fairie Round de pavanas, gallardas, alemandas…»,
interpretadas por David Munrow y el Early Music Consort de Londres. 1:17
• Islas Solomón, flautas de pan, colección del Solomon Islands Broadcasting
Service. 1:12
• Perú, canción de boda, grabada por John Cohen. 0:38
• China, «Liu Shui» («Corrientes de agua»), Bo Ya, interpretación de Kuan
P'ing-hu. 7:37
• India, raga, «Jaat Kahan Ho», cantada por Surshri Kesar Bai Kerkar. 3:30
• «Dark Was The Night» (blues), compuesta e interpretada por Blind Willie
El disco Los Sonidos de Johnson. 3:15
la Tierra y cuatro de las • Ludwig van Beethoven, cavatina del cuarteto de cuerdas n.º 13 en si bemol
imágenes que contiene mayor Opus 130, interpretada por el Budapest String Quartet. 6:37
(imágenes de
dominio público) * Aparecen en negrita los seis cortes a los que se alude en el texto-guía. Por supuesto,
queda a criterio docente la selección de audiciones que se considere más oportuna.

126/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 117-127, La Laguna (Canarias)


«Un gran salto para la humanidad»

Imágenes
Creative Commons. Wikimedia Commons: RIA archive 612748 ValentinaTereshkova.jpg /
Aldrin Apollo 11 original.jpg / Galosh anti-ballistic missile launcher.JPEG / LIM-49A
Spartan mockup.png / LEMbig.lmb.png / Moon landing map surveyor.svg / Sputnik
asm.jpg / Vostok-1-musee-du-Bourget-P.jpg / Launch of Friendship 7 - GPN-2000-
000686.jpg / Gemini 6 7.jpg / Luna-16.jpg / Apollo 17 Moon Panorama.jpg / Skylab and
Earth Limb-GPN-2000-001055.jpg / Apollo-Soyuz-Test-Program-artist-rendering.jpg [R.
Bruneau] / Voyager dìsc.jpg / Uss_scorpion_SSN589 / Apollo 11 Launch - GPN-2000-
000630.jpg / The Sounds of Earth (9460968034).jpg / Voyager golden record 12 earth.gif
/ Voyager golden record 111 earth.gif / Voyager golden record 112 earth.gif /Voyager
golden record 116 earth.gif
FEDAC. Fotos Antiguas: Joseph William Hirman [1968]. Archivo de Fotografía Histórica de
Canarias, FEDAC; CABILDO DE GRAN CANARIA / Joseph William Herman [1971]. Archivo de
Fotografía Histórica de Canarias. FEDAC/CABILDO DE GRAN CANARIA

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LA PLAZA DE LAS ARTES
DEL CEO BETHENCOURT Y MOLINA

Carmen PLASENCIA RAMOS

RESUMEN: Se expone la experiencia desarrollada en la asignatura Educación


Plástica y Visual, trabajando con obras de arte fundamentales en el
siglo XX con el alumnado de 4.º de la ESO y de PDC. En el aprendi-
zaje resultó esencial el uso de un espacio creativo (la «Plaza de las
Artes»), ubicado en una zona exterior del aula, que ofreció mayor
flexibilidad y motivación.
PALABRAS CLAVE: proyecto artístico, ARTEspacio, innovación en Edu-
cación Plástica, proyectos colaborativos, espacios
artísticos, espacios creativos en la escuela.

ABSTRACT: The experience developed in the subject of Visual and Plastic Edu-
cation, working with fundamental works of art in the twentieth
century with the students of 4th of ESO and PDC. In learning it was
essential to use a creative space (the «Plaza de las Artes»), located
in an outside area of the classroom, which offered greater flexibility
and motivation.
KEYWORDS: artistic project, ARTEspacio, innovation in Plastic Edu-
cation, collaborative projects, artistic spaces, creative
spaces in the school.
Imágenes de la autora

1. Los espacios de enseñanza, más allá de las paredes del aula


La «Plaza de las Artes» es un espacio creativo que se encuentra en el CEO
Bethencourt y Molina en Barranco Grande, Santa Cruz de Tenerife. Fue
creado con el alumnado de 4.º de Educación Secundaria Obligatoria y el Pro-
grama de Diversificación Curricular en clase de Educación Plástica y Visual.
La idea surgió ante la necesidad de ampliar el aula taller de Plástica, mejo-
rando estética y funcionalmente el patio exterior situado a su lado, convirtién-
dolo en un espacio nuevo donde potenciar las enseñanzas artísticas en el cen-
tro educativo.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 129-137, La Laguna (Canarias)/129


Carmen Plasencia Ramos

Consideramos que el espacio es un elemento más de la actividad docente,


pues es importante el clima del aula y el espacio físico y, por tanto, su confi-
guración juega un papel fundamental en los procesos de enseñanza y apren-
dizaje. Por ello resulta importante reflexionar sobre las dinámicas que quere-
mos propiciar entre el alumnado, cómo agruparlo de diversas maneras en el
aula o fuera de ella, cómo guiar sus interacciones. ¿Por qué la transformación
de un espacio educativo podría contribuir a mejorar la calidad de la educa-
ción? Porque nos proporciona mayor flexibilidad y motivación al adaptarnos a
las necesidades educativas del alumnado. Según algunos expertos en el
campo educativo, para fomentar ciudadanos del futuro se busca la flexibilidad
de los espacios educativos y el aprendizaje no se limita al aula.
Así, junto al lado del aula-taller de Educación Plástica, una zona común del
centro como son las paredes del patio exterior se convirtió en un espacio di-
dáctico, ideal para el estudio de la historia del arte, de la pintura. El espacio
no es un fin, es un medio que nos permite trabajar de otra forma las enseñan-
zas artísticas. El término del espacio como el «tercer maestro» lo acuñó Loris
Malaguzzi, pedagogo italiano. Los niños pueden circular libremente por las
aulas y los pasillos de las escuelas. Cada aula suele estar tematizada y se
crean ambientes que invitan al aprendizaje, a la comunicación y a la investi-
gación. Flexibilizar los entornos de aprendizaje permitirá al alumnado descu-
brir nuevas formas de aprender y afrontar las tareas (David Thornburg).
El ambiente del centro y del aula constituye un instrumento valioso para el
aprendizaje y por eso ha de ser objeto de reflexión y planificación. Su diseño y
uso promueve relaciones, comunicaciones y encuentros (Gandini).

2. Objetivos y metodología
Enunciamos a continuación, en primer lugar, cuáles son los objetivos pre-
tendidos:
- Reconocer y diferenciar en obras de arte los distintos estilos y tenden-
cias que se han producido a lo largo del tiempo.
- Conocer las manifestaciones artísticas fundamentales del s. XX.
- Desarrollar la sensibilidad hacia cualquier manifestación artística.
- Convertir el patio exterior ubicado al lado del aula de Educación Plástica
en un atractivo espacio didáctico.
- Planificar y llevar a cabo la transformación de un espacio común del
CEO.
- Conservar, mejorar estética y funcionalmente esta zona común del
centro.
- Tomarconciencia de la importancia, sentido y uso de los espacios co-
munes del centro.
En cuanto a la metodología, en este proyecto artístico de innovación educa-
tiva, hemos utilizado el aprendizaje basado en proyectos (ABP). Al trabajar por
proyectos, los alumnos aprenden investigando, experimentando y viviendo
cada uno de los procesos de aprendizaje. La «Plaza de las Artes» nos ha per-
mitido realizar el aprendizaje activo y cooperativo, el alumnado ha sido el pro-
tagonista de su proceso de aprendizaje porque se encontraba inmerso en una

130/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 129-137, La Laguna (Canarias)


La Plaza de las Artes del CEO Bethencourt y Molina

situación que le implicaba activamente, lo que ha contribuido al desarrollo de


diferentes competencias, al aprendizaje significativo, partiendo de los conoci-
mientos previos de nuestro alumnado, y con los procedimientos que implica-
ban practicar metodologías activas para lograr atender a la diversidad del
alumnado, favoreciendo diferentes agrupaciones del alumnado y posibilitando
la interacción entre iguales.
La profesora actuó como orientadora, durante y después del proceso de en-
señanza-aprendizaje y propiciando en el alumnado el interés, la motivación y
el disfrute personal. Los materiales usados son recursos audiovisuales, libros
de historia del arte y fotografías a color de las obras seleccionadas. Para rea-
lizar la pintura mural utilizamos pintura acrílica para exteriores, rodillos, bro-
chas y pinceles.

3. La adquisición de competencias
En el proyecto se trabajará en el desarrollo, sobre todo, de estas cinco com-
petencias:
— Conciencia y expresiones culturales (CEC), mediante la ampliación del
conocimiento y uso de los diferentes lenguajes visuales y audiovisuales,
además de la utilización de las técnicas, recursos, herramientas y soportes
propios de los mismos; también, a través del
conocimiento con actitud abierta y respetuosa
de las diferentes manifestaciones culturales y
artísticas, estilos y tendencias de los distintos
periodos, así como su empleo como fuente de
enriquecimiento y disfrute personal.
— Competencias sociales y cívicas (CSC), pues
en la elaboración de este proyecto artístico en
trabajo en equipo se contribuyó a la adquisi-
ción de habilidades sociales y se fomentaron
actitudes de respeto hacia los demás, de tolerancia hacia las diferencias, de
cooperación, de flexibilidad y de comprensión de puntos de vista diferentes.
— Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor (SIEE), en la medida en que
el proceso de creación artística supone convertir una idea en una obra. Para
el desarrollo de la competencia fue necesario potenciar en el alumnado las
capacidades de análisis, planificación, organización, selección de recursos,
toma de decisiones, resolución de problemas y evaluación y autoevaluación.
Además, se ejercitó la habilidad para trabajar tanto individualmente como
de manera colaborativa dentro de un equipo, fomentando el pensamiento
crítico, el sentido de la responsabilidad y la autoconfianza, así como el desa-
rrollo de actitudes y valores como la predisposición a actuar de una forma
creativa e imaginativa, el autoconocimiento y la autoestima, la autonomía,
el interés y el esfuerzo.
— Aprender a aprender (AA): el alumnado reflexionó y planificó los procesos
creativos ajustados a unos objetivos finales; y experimentó con diferentes
técnicas, materiales y soportes.
— La competencia digital (CD), mediante la cual el alumnado buscó, selec-
cionó y almacenó información propia de la historia del arte.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 129-137, La Laguna (Canarias)/131


Carmen Plasencia Ramos

4. Contenidos trabajados en el proyecto


Los contenidos seleccionados para el desarrollo de esta propuesta corres-
ponden al bloque I: Expresión Plástica, y se hace hincapié en la experimenta-
ción con materiales, soportes y técnicas diversas; en el aprendizaje del proceso
de creación artística; y en el reconocimiento de imágenes de diferentes perio-
dos artísticos. Los mencionamos a continuación desglosados:
1. Aplicación de las capacidades expresivas del lenguaje plástico y visual
en la realización de composiciones creativas.
2. Selección y utilización de diferentes soportes, materiales y técnicas ana-
lógicas y digitales.
3. Aplicación y autoevaluación de las fases del proceso de creación artística
en la producción de proyectos personales y de grupo, con fundamento en
unos objetivos prefijados.
4. Valoración del orden y limpieza del espacio de trabajo y del material.
5. Valoración del trabajo individual y en equipo y del esfuerzo de supera-
ción que supone el proceso creativo.
6. Lectura de una obra artística:
- Análisis de los elementos, soportes, materiales, técnicas gráfico-
plásticas.
- Leyes compositivas.
- Identificación del estilo artístico y situación del periodo al que perte-
nece.
- Explicación del proceso de creación.
7. Valoración del patrimonio artístico y cultural como medio de comunica-
ción y disfrute personal y colectivo.
8. Contribución a la conservación del patrimonio mediante el respeto y di-
vulgación de las obras de arte.

5. Etapas del proyecto


Durante el último trimestre del curso escolar se realizó la transformación
de este patio en la «Plaza de las Artes». En las primeras sesiones se explicó el
proyecto, analizamos el espacio, las zonas a pintar con objeto de extraerle el
máximo partido posible a todas las paredes del patio exterior.
Partimos de los conocimientos previos del alumnado, de los artistas que
conocían y sus obras. Individualmente buscamos información de Historia del
arte, centrándonos en las vanguardias artísticas. Todo el alumnado ha de pen-
sar la obra que le gustaría pintar y debe manifestarlo en voz alta mientras lo
anotamos en la pizarra. Realizamos un recuento con las aportaciones e hici-
mos un listado con todos los artistas. Para finalizar, seleccionamos a los dife-
rentes pintores y estilos artísticos que se caracterizaban por usar un lenguaje
pictórico original. En el blog de Plástica se recoge todo el proceso creativo.
En pequeños grupos se realizaron las diferentes reproducciones de las
obras de arte con la técnica de la pintura mural, empezando con el dibujo de

132/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 129-137, La Laguna (Canarias)


La Plaza de las Artes del CEO Bethencourt y Molina

las obras en las distintas paredes, aplicando lo estudiado en la teoría del color
y en las técnicas pictóricas.

6. Pintores con un lenguaje original, ¿los


conoces?
Se seleccionaron los siguientes estilos pictó-
ricos o formas de pintar: postimpresionismo,
cubismo, abstracción, fauvismo, surrealismo,
neoplasticismo y pop-art. El alumnado selec-
cionó a los siguientes artistas y a sus obras
más representativas:
Joan Miró: El oro del azul
Joan Miró: Mujer ante el sol

Pablo Picasso: Mujer con reloj


Óscar Domínguez: Mujeres
Vincent Van Gogh: Noche estrellada
René Magritte: El espejo falso
Vasili Kandinsky: Amarillo, rojo y azul
André Derain: Puente de Londres
Piet Mondrian: Composición en rojo, azul y amarillo”
Roy Lichtenstein: M-Maybe.

7. La evaluación

Partiendo de una metodología activa que conlleva un proceso de evaluación


formativa, en el que el alumnado se implica en su proceso de enseñanza-
aprendizaje, y que nos permitió una enseñanza
basada en competencias, la profesora realiza un
seguimiento-control del proyecto que velará por
el cumplimiento de la planificación, el proceso y
la calidad del trabajo realizado. El proceso de
evaluación en un primer momento lo realicé con
un diagnóstico que sirvió para tomar conciencia
de las necesidades encontradas. El segundo
momento tuvo lugar de manera continuada du-
rante el desarrollo de la transformación del pa-
tio exterior, a lo largo del proceso de aprendizaje que tiene lugar durante el
cambio que se realiza en el patio. El tercer momento llegó una vez finalizada
la acción transformadora, evaluándose qué se puede hacer en el futuro para
seguir mejorando este espacio.

Los criterios de evaluación utilizados fueron los siguientes:

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Carmen Plasencia Ramos

1. Ejercitar las distintas capacidades expre-


sivas del lenguaje plástico y visual me-
diante la realización de obras plásticas y
composiciones creativas, individuales y en
grupo sobre la base de unos objetivos pre-
fijados y a través de la utilización de dife-
rentes elementos, soportes y técnicas; el
uso de los códigos y terminología propios
del lenguaje visual y plástico; y la autoeva-
luación del proceso de realización para en-
riquecer sus posibilidades de comunicación, desarrollo de la creatividad,
valoración del trabajo individual y en equipo, y el esfuerzo de superación
que supone el proceso creativo.

2. Reconocer y diferenciar en obras de arte los


distintos estilos y tendencias que se han pro-
ducido a lo largo del tiempo, mediante el aná-
lisis de los distintos elementos y técnicas de
expresión, las estrategias compositivas y ma-
teriales utilizados, el periodo artístico al que
pertenecen y la autoría de las mismas; y a tra-
vés de la observación directa de las obras y el
uso de diferentes fuentes bibliográficas y docu-
mentos gráficos y audiovisuales, para va- lorar
el patrimonio artístico y cultural como medio de comunicación y disfrute
individual y colectivo, y contribuir a su conservación y divulgación, mos-
trando actitudes de respeto hacia la creación artística.

8. Usos de la «Plaza de las Artes»

Se llevaron a cabo una serie de actividades dirigidas a potenciar las ense-


ñanzas artísticas. Antes de entrar a la clase de Expresión Plástica y al salir
del aula el alumnado diariamente observaba este precioso espacio al aire libre,
lleno de colores, de imágenes y de luz natural; desde su creación constituyó
un recurso didáctico para estudiar diferentes estilos pictóricos, es una am-
pliación del aula-taller de Educación Plástica.

Los usos de este espacio artístico para la comunidad educativa han sido
muchos, destacando los diversos talleres «Pintamos en la Plaza de las Artes»
con el alumnado de Primaria y Secundaria,
además de talleres interetapas, dedicados a
dar a conocer de manera didáctica y lúdica,
la obra de una serie de pintores destacados
en la historia del arte. Los objetivos que se
pretendían conseguir con estos talleres se
centraban en el desarrollo de la sensibilidad
hacia cualquier manifestación artística, ex-
presarse creativamente usando las técnicas
pictóricas y expresando tolerancia ante los di-
ferentes estilos artísticos.

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La Plaza de las Artes del CEO Bethencourt y Molina

También hemos realizado un video didáctico, y unas fichas para estudiar a


los artistas y sus estilos artísticos. Al final es un importante escenario, deco-
rado para realizar los proyectos artísticos interdisciplinares con Música, Edu-
cación Plástica, Visual y Audiovisual y con Artes Escénicas, tomándose foto-
grafías, acogiendo las orlas del centro y varias exposiciones en la Semana Cul-
tural del CEO Bethencourt y Molina.
Talleres de Pintura

Decorados para los proyectos artísticos

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Carmen Plasencia Ramos

9. Conclusiones y valoración de los resultados obtenidos


A partir del análisis de los resultados extraemos algunas conclusiones:
1) Con los cambios realizados, nuestra aula taller de Expresión Plástica se
ha ampliado con las pinturas murales de la «Plaza de las Artes». Antes
del proyecto artístico era una simple zona de paso, mientras actual-
mente es un espacio artístico, un recurso didáctico creado para poten-
ciar las artes en el centro.
2) También nos aporta aprender a observar la realidad desde otra perspec-
tiva, el estudio de las imágenes y aprender a disfrutar de los museos.
Favorece los aprendizajes artísticos, mejora la creatividad.
3) Enumeramos las aportaciones al proceso de aprendizaje: el aprendizaje
significativo, el trabajo grupal, la mejora de la autoestima y autonomía,
además de fomentar la convivencia y la asistencia a clase, la participa-
ción positiva y activa en el desarrollo de experiencias creativas, el cono-
cimiento compartido. Este espacio influye en nuestra motivación, nos
permite desplazarnos libremente por el aula y trabajar también en la
«Plaza de las Artes» nos genera una mayor autonomía en el trabajo y
estar en un entorno de aprendizajes flexibles.
4) El grado de satisfacción de los agentes implicados fue enormemente fa-
vorable por parte de la comunidad educativa. Mejoramos las instalacio-
nes del centro a través del arte, hemos creado un escenario para las
enseñanzas artísticas perdurable en el tiempo. El alumnado está muy
motivado para realizar pinturas murales en el aula y en otras zonas
comunes del CEO Bethencourt y Molina.
Por ello creo que es necesario seguir creando espacios que estimulen la
creatividad y la interacción comunicativa. Una propuesta de mejora para el
futuro es techar la «Plaza de las Artes».

10. El reconocimiento externo


La «Plaza de las Artes» en ganó en 2018 el Premio Innovación ARTEspacio,
creado y desarrollado por la artista y docente Ángeles Saura (GICE-UAM,
Grupo de Investigación para la mejora de la calidad educativa de la Universi-
dad Autónoma de Madrid), con el objetivo de apoyar y fomentar la innovación
educativa, así como la presencia de la educación artística en las aulas y cen-
tros educativos. En la UAM vienen realizando observaciones directas de espa-
cios artísticos creados en centros escolares de diferentes lugares de España e
Iberoamérica. Con la finalidad de fomentar la creación de los mismos convo-
caron este certamen, patrocinado por InSEA (Internacional Society for
Education through Art), GICE-UAM y AULA.
Esta experiencia ha logrado una notable presencia en las redes sociales a
través de estas direcciones web:

https://eduespaciosconcolor.wordpress.com/2018/02/02/la-plaza-de-
las-artes-premiada-en-el-i-concurso-internacional-artespacios-creados-
por-la-uam/

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La Plaza de las Artes del CEO Bethencourt y Molina

http://proyectoartespacios.blogspot.com/search/label/Es-
paña%3A%20CEIP%20Bethencourt%20y%20Molina%20PREMIO%202018

https://carmenplasencia.wordpress.com/2019/05/18/taller-de-pintura-
en-la-plaza-de-las-artes/

https://www.youtube.com/watch?v=BfXhvvXhy9M

https://www.youtube.com/watch?v=9g7QUTwk-Ts

https://eduespaciosconcolor.wordpress.com/2019/05/22/taller-de-pin-
tura-1a-en-la-plaza-de-las-artes-del-ceo-bethencourt-y-molina/

Bibliografía

ACASO, M.: Pedagogías Invisibles. El espacio del aula como discurso, Madrid,
Editorial Los Libros de la Catarata, 2012.
Colección de Pintores, Madrid, Libros TASCHEN.
RUHRBERG, SCHNECKENBURGER, FRICKE, HONNEF: ARTE del siglo XX,
Madrid, Libros TASCHEN, 2018.

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La historia periódica
D. ELÍAS SERRA Y SU CONTRIBUCIÓN EN LA PRENSA

Redacción de CLIOCANARIAS

1. Sobre la sección
Desde los comienzos de la prensa en Canarias han sido numerosos los es-
critores, intelectuales e historiadores que han dedicado valiosas contribucio-
nes al pasado del archipiélago en los periódicos de las islas. Por desgracia,
una gran parte de esas aportaciones cae en el olvido y resulta difícil conocer
y consultar muchas de ellas, lo que va en detrimento de la investigación, hace
caer en reiteraciones innecesarias y resulta muy injusto con los autores que
dedicaron su esfuerzo a estudiar e intentar divulgar retazos del pretérito is-
leño. En esta sección se pretende, siquiera sea parcialmente, con el auxilio de
los técnicos del Fondo Canario de la Universidad de La Laguna, relacionar una
porción de ese extraordinario legado, a veces desdeñado por considerarse algo
«menor», de mera «divulgación» (cuando en bastantes casos nos encontramos
con artículos basados en rigurosa y original documentación), o de «opinión» o
«crítica localista», como si la única tarea de un historiador se ciñese a publi-
caciones «indexadas» y de «impacto» que pro-
porcionan ciertos beneficios a sus autores, sin
reparar en la pertinencia y la posible utilidad
de aclaraciones, propuestas, desmitificaciones,
denuncias, incitaciones al debate, etc., dirigi-
das a un público más amplio.
El procedimiento que seguiremos en CLIO-
CANARIAS consistirá en centrarnos en cada nú-
mero en un autor que cuente con un notable
conjunto de intervenciones periodísticas, ofre-
ciendo una breve semblanza de su obra, pro-
porcionando una nómina extensa de su pro-
ducción en ese medio y reproduciendo algunos
de esos escritos. Iniciamos la serie con una de
las cimas de la historiografía canaria del s. XX:
D. Elías Serra.

2. El divulgador comprometido Elías Serra


La figura del catedrático D. Elías Serra Ràfols (1898-1972) marcó de forma
indeleble la forma de aproximarse a la historia de Canarias, comprenderla y
enseñarla. Sobre su semblante y su repercusión en el ámbito académico se ha

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Elías Serra Ràfols

trabajado extensamente, con colaboraciones y testimonios directos de algunos


de sus más allegados compañeros y discípulos. En 1970 la Universidad de La
Laguna editó cuatro volúmenes con motivo de su homenaje, y en este año
2019, a instancias del Instituto de Estudios Canarios, verán la luz cinco volú-
menes aglutinando toda su obra dedicada a temas canarios. Su influencia en
el método historiográfico a utilizar, en la estructuración temática y cronológica
de los anales isleños, en la importancia de la accesibilidad continua a las
fuentes primarias, es a todas luces indiscutible; pero este último extremo ha
sido tachado por algunos, con grave equívoco, como propio de un modelo de-
nostado y demasiado «positivista». Esta tendenciosa etiqueta surge del desco-
nocimiento de la obra íntegra de Serra Ràfols, una obra cuya repercusión tras-
ciende con mucho la simple transcripción, sistematización y edición de textos
del pasado. Su compromiso como historiador e intelectual con lo público es
único, señalando un camino para sus discípulos y seguidores —y, por lo ge-
neral, para los profesores universitarios de los últimos cuarenta años— y de-
jando en palpable evidencia a quienes lo tenían por un sencillo «ratón de ar-
chivo», una acusación descalificadora de quienes no pocas veces se hallan a
enorme distancia de su relevancia historiográfica, su influencia en una gene-
ración de historiadores y su enorme huella en la investigación del pasado de
las islas.
Una parcela poco conocida y menos valorada aún es su producción «perió-
dica», la dedicada a opinar, a veces fustigando dislates y atropellos, otras ilu-
minando a muchos supuestos peritos y políticos de la época. No solo Serra
hace gala de un intervencionismo decidido y valiente en una etapa política
poco propicia a la crítica, sino que su excelente estilo narrativo —que recuerda
a los «dardos» del destacado filólogo y escritor Lázaro Carreter— estamos con-
vencidos de que fue toda una escuela para los estudiantes (y docentes) de
periodismo.
El listado de artículos periodísticos escritos por Elías Serra —de los que se
presentan enteramente cinco de ellos— sitúan al catedrático balear como un
auténtico motivador de temas, dentro de una faceta polemista para muchos
ignorada. Sus colaboraciones en la prensa son un ejemplo de «historia com-
prometida», pauta que le diferencia total y absolutamente del resto de histo-
riadores que han vertido sus artículos en los rotativos insulares. Lejos debe
quedar esa visión anquilosada de Serra Ràfols ya que, como puede atesti-
guarse en esta selección de artículos, demostró ser una persona de su tiempo,
que no dudaba en arriesgarse y señalar la papanatería, el mal gusto, la inepcia
de algunos «expertos», las ocurrencias y negligencias de algunas autoridades
y círculos de poder, la indiferencia de la mayoría de la población o el triunfo
de las modas de turno sin reflexión, por pura imitación...

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Elías Serra Ràfols

ARTÍCULOS EN LA PRENSA DE ELÍAS SERRA RÀFOLS

Equipo técnico del Fondo Canario de la ULL (recopilación)

«Lo viejo y lo nuevo. La famosa elección de académicos», en Rosa de los Vientos.


Santa Cruz de Tenerife, 1927, n.º 1, p. 12.
«Lo viejo y lo nuevo. La prosapia», en Rosa de los Vientos. Santa Cruz de
Tenerife, 1927, n.º 3, p. 14.
«Colón, gitano», en Rosa de los Vientos. Santa Cruz de Tenerife, 1927, n.º 3,
pp. 6-7.
«Grandes maestros», en Rosa de los Vientos. Santa Cruz de Tenerife, 1927, n.º
4. pp. 18-19.
«La verdad es de todos», en La Prensa. Santa Cruz de Tenerife, 28 de
septiembre de 1934, p. 5.
«Naturaleza y arte», en Arco. Revista literaria. Tenerife, diciembre de 1941, pp. [5-
6].
«La Universidad, semillero de cultura», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 9 de
septiembre de 1944, p. 1.
«Una iniciativa de la Universidad», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 27 de
junio de 1948, p. 1.
«Una Historia de Canarias», en La Tarde. Santa Cruz de Tenerife, 29 de
noviembre de 1949, p. 3.
«El tríptico de Taganana», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 24 de abril de
1949, p. 3.
«El tesoro artístico de Canarias (I). El Archivo de Gran Canaria». El Día. Santa
Cruz de Tenerife, 6 de abril de 1950, p. 3.
«El tesoro artístico de Canarias (II). Hacia un Archivo Histórico de Tenerife». El
Día. Santa Cruz de Tenerife, 8 de abril de 1950, p. 4.
«El tesoro artístico de Canarias (III y último). Hacia un Archivo Histórico de
Tenerife». El Día. Santa Cruz de Tenerife, 11 de abril de 1950, p. 3.
«A propósito del Palacio de Carta. El título de ciudad hay que ganarlo cada
día», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 27 de junio de 1951, p. 4.
«Del Palacio de Carta», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 3 de julio de 1951,
p. 4.

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Elías Serra Ràfols

«Hoy se cumple el quinto centenario del nacimiento de Isabel I de Castilla. La


deuda de Canarias a los Reyes Católicos», en El Día. Santa Cruz de Tenerife,
22 de abril de 1951, p. 1.
«Las Islas Canarias en la empresa universal de España», en El Día. Santa Cruz
de Tenerife, 26 de septiembre de 1951, p. 4.
«El historiador Buenaventura Bonnet», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 18
de octubre de 1951, pp. 1 y 3.
«El mayor fracaso del Adelantado», en Aguere. La Laguna, 7 de diciembre de
1952, p. 1.
«De Alonso de Lugo a Ildefonso Cerdá (I). El amor al árbol y a la leña», en
Aguere. La Laguna, 21 de diciembre de 1952, p. 1.
«De Alonso de Lugo a Ildefonso Cerdá (y II). Todavía de urbanismo pasado y
presente», en Aguere. La Laguna, 28 de diciembre de 1952, p. 1.
«Por las calles de La Laguna. La Cruz del Adelantado», en Aguere. La Laguna,
27 de julio de 1952, p. 1.
«La plaza de San Francisco», en Aguere. La Laguna, 30 de noviembre de 1952,
p. 1.
«La Biblioteca de Santa Cruz», en La Tarde. Santa Cruz de Tenerife, 20 de
mayo de 1952, p. 1.
«Las nuevas tareas del Instituto de Estudios Canarios», en Aguere. La Laguna,
26 de octubre de 1952, p. 1.
«El Instituto de Estudios Canarios. Una obra en marcha», en La Tarde. Santa
Cruz de Tenerife, 1 de mayo de 1952, p. 1.
«El Instituto de Estudios Canarios. La obra realizada», en La Tarde. Santa Cruz
de Tenerife, 8 de mayo de 1952, p. 1.
«Una iniciativa del Instituto de Estudios Canarios», en El Día. Santa Cruz de
Tenerife, 7 de noviembre de 1952, p. 4.
«El nuevo plano de la ciudad. La Laguna, camino de Hiroshima», en Semanario
Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 29 de junio de 1952, p. 1.
«La sangre aborigen en los canarios», en Drago. La Laguna, n.º 2, febrero de
1953, p. 2.
«El buen humor y el plano de la ciudad», en Aguere. La Laguna, 18 de enero
de 1953, p. 4.
«El Dr. Wölfel, en Tenerife», en Aguere. La Laguna, 27 de febrero de 1953, p.
1.
«La Universidad y La Laguna», en Aguere. La Laguna, 8 de febrero de 1953, p.
1.
«Canarios en las guerras por la independencia. La rendición de Figueras», en
Drago. La Laguna, n.º 5, mayo de 1953, p. 2.
«Ilustración de libros», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 31 de marzo de 1953,
p. 6.

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Elías Serra Ràfols

«Libros de Historia Canaria. Los acuerdos del antiguo Cabildo de Tenerife», en


El Día. Santa Cruz de Tenerife, 12 de septiembre de 1954, p. 10.
«Libros de Historia Canaria. La Reforma del Repartimiento de Tenerife», en El
Día. Santa Cruz de Tenerife, 10 de octubre de 1954. Suplemento de los
domingos, p. 10.
«Libros de Historia Canaria. Armas y letras», en El Día. Santa Cruz de Tenerife,
1 de diciembre de 1954. Pág. 3.
«Las pobres adelfas». Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1 de abril de
1955, p. 1.
«El primer programa de las fiestas de La Laguna» [junto a Leopoldo de la Rosa
Olivera], en La Hoja del Lunes. Las Palmas de Gran Canaria, 12 de septiembre
de 1955.
«De nuestro patrimonio cultural. Una visita a los archivos y museos de Gran
Canaria (I)», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 26 de enero de 1956, p. 3.
«De nuestro patrimonio cultural. Una visita a los archivos y museos de Gran
Canaria (y II)», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 30 de enero de 1956.
«La lucha canaria es mucho más canaria de lo que ahora se dice», en El Día.
Santa Cruz de Tenerife, ____ 1957.
«Gofio», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 14 de mayo de 1957, p. 3.
«Danza de nombres», en Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 5 de abril
de 1957, pp. 1 y 3.
«Las bibliotecas de Tenerife», en Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife,
1957, p. 1.
«¿Es la emigración una sangría abierta? En torno a la alarma del doctor
Cerviá», en Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 19 de julio de 1957,
pp. 1-2.
«Plazas de La Laguna», en Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 16 de
agosto de 1957, p. 1.
«Los fundadores de Virginia en Tenerife», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 16
de enero de 1958, p. 8.
«La fundación de Virginia», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 21 de enero de
1958, p. 8.
«La Señora de Candelaria. Alguna precisión más sobre la milagrosa aparición
de la Santa Imagen a los guanches», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 2 de
febrero de 1958, pp. 6 y 8.
«¡Siempre la calle del Castillo! Demasiado miedo a la novedad», en Semanario
Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 14 de noviembre de 1958, pp. 1-2.
«Aldeanismos», en Diario de Las Palmas. Las Palmas de Gran Canaria, 22 de
febrero de 1958, p. 3.
«Santa Cruz de Tenerife, gran ciudad espontánea», en Fiestas de mayo. Primer
centenario de la concesión del título de ciudad a Santa Cruz de Tenerife. Santa
Cruz de Tenerife, 1959.

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Elías Serra Ràfols

«Gloria y honor a la Virgen de Candelaria. Una sagrada deuda, saldada. Fecha


de júbilo para los devotos», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 1 de febrero de
1959, p. 4.
«Prestigio fundacional de Santa Cruz. Origen del engrandecimiento comercial,
económico, militar, legal y político de la ciudad. Historia y vicisitudes de la
capital tinerfeña», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 3 de mayo de 1959, pp.
9-11.
«La madurez cultural de Santa Cruz de Tenerife», en El Día. Santa Cruz de
Tenerife, 28 de mayo de 1959, p. 22.
«Santa María de las Nieves de Taganana», en El Día. Santa Cruz de Tenerife,
16 de julio de 1959, p. 3.
«El profesor Cioranescu de cara a la cultura canaria», en Falange. Las Palmas
de Gran Canaria, 14 de octubre de 1959. p. 2.
«Candelaria, vestíbulo luminoso del Sur», en Aguere, La Laguna, 30 de enero
de 1959, pp. 1 y 3.
«La obra de Eliseo Jerez», en La Tarde. Santa Cruz de Tenerife, 26 de diciembre
de 1959, p. 6.
«Balcón canario. Arquitectura tradicional y “funcionalismo”», en Semanario
Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 2 de enero de 1959, p. 1.
«Tributo a Candelaria», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 2 de febrero de 1960,
p. 8.
«Más sobre El Rubicón. Una carta y un artículo. El castillo del Rubicón. Una
exploración arqueológica en Lanzarote», en Diario de Las Palmas. Las Palmas
de Gran Canaria, 28 de febrero de 1960, pp. 3 y 4.
«La imagen de la Candelaria», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 2 de febrero
de 1961, pp.1 y 6.
«Tributo a Candelaria. La romería de hace 444 años», en La Tarde. Santa Cruz
de Tenerife, 31 de enero de 1962. p. 2.
«Fallecimiento en Viena del Dr. don Domingo José Wölfel. El ilustre etnólogo
y lingüista consagró gran parte de su saber», en La Tarde. Santa Cruz de
Tenerife, 25 de mayo de 1963, p. 12.
«Aquí, La Laguna, y unas opiniones del doctor Serra Ràfols. Carta abierta a
Elfidio Alonso», en El Día. Santa Cruz de Tenerife, 14 de diciembre de 1965, p.
9.
«La primera ánfora romana hallada en Canarias», en El Eco de Canarias. Las
Palmas de Gran Canaria, 12 de febrero de 1965.

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Elías Serra Ràfols

SELECCIÓN DE ARTÍCULOS DE ELÍAS SERRA RÀFOLS

DEL PALACIO DE CARTA


[El Día. Santa Cruz de Tenerife, 3 de julio de 1951, p. 4]

I. Recuerdos históricos y valores artísticos

«V
amos a tratar de hacer resaltar ante la opinión culta de Tenerife
cuál es el verdadero valor, para la ciudad capital y para la isla toda,
del magnífico Palacio de Carta que prestigia con su presencia el lu-
gar más céntrico de Santa Cruz. En efecto, es ya evidente que existen algunos
elementos que, no sabemos bien con qué finalidad ni con qué estímulo, se han
propuesto desorientar al público aprovechando la natural falta de elementos
de juicio de gran parte de él.
Se habla, por ejemplo, de que casos de esa naturaleza ya se han presentado
en Tenerife y han sido resueltos con arreglo y un criterio contrario, dicen, del
que sostenemos. Se alude concretamente al caso del castillo de San Cristóbal.
Esa comparación es la prueba de que se confunden cosas totalmente distintas
y esa distinción es la que vamos a establecer.
Fue lástima sin duda, pero cosa inevitable, que el emplazamiento y el mismo
nivel en que se levantaba el glorioso castillo no permitiese aprovecharlo en
todo o en parte para incorporarlo a la nueva urbanización que exigía imperio-
samente la entrada de Santa Cruz desde el mar. Fue lástima, pero en fin de
cuentas con su derribo solo se perdió su recuerdo, un símbolo. Esos valores
puramente simbólicos, como el del castillo que batió a Nelson, no necesitan
en realidad para mantenerse y respetarlos de muros tan voluminosos. En
Pamplona hubo que derribar también por razones análogas de urbanización
el baluarte donde cayó herido el caballero Íñigo de Loyola, futuro San Ignacio.
Aquel reducto tenía para los navarros y para muchos que no lo son un incom-
parable valor moral. Pero este se salvó. ¿Cómo? Simplemente una lauda con
inscripción en el suelo de la nueva avenida señala el lugar donde estuvo el
desaparecido bastión, y ante ella el devoto siente la misma emoción que ante
el antiguo muro. Aquí en Santa Cruz, acaso se pudo conservar el portal o
simplemente señalar en el suelo el polígono de la fortaleza. Esto bastaba, por-
que el castillo de San Cristóbal carecía del más mínimo valor artístico.
¿No se han dado cuenta todavía, los que sobre estos problemas hablan, de
que una cosa es un mero recuerdo histórico y otra un edificio artístico? Pro-
bablemente porque las dos cosas van a menudo unidas se ha creado una con-
fusión entre ellas. Yo he visto a un general extranjero recoger y guardar pia-
dosamente un fragmento de piedra del enorme caos de ellas a que está redu-
cido el castillo gerundense de Montjuich, arrasado por los cañones napoleóni-
cos tras meses de fuego. Nadie pensará que aquel pedrusco fuese una pieza
de arte. No era más que un símbolo y como tal bastaba. También para nuestro

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Elías Serra Ràfols

más afortunado castillo de San Cristóbal hubiese bastado alguna forma de


guardar su recuerdo simbólico.
Pero, ¿tendría algún sentido arrancar un fragmento de un edificio artístico
o un callado de su jardín y llevárselo? Aparte lo que pudiese tener de salva-
jada, nada del valor del monumento original pasaría a aquel fragmento. Del
Campanile de Pisa o de la Puerta del Sol de Toledo guardaremos una fotografía,
o una maqueta en alabastro o en tierra cocida, no un trozo. Estas son obras
de arte —que sin duda entrañan un valor histórico además— y no pueden
reducirse a símbolos. Hay que guardar íntegramente el monumento o perder
todo su valor.

II. La arquitectura canaria


Y que el Palacio de Carta es un soberbio edificio de arquitectura canaria,
probablemente el mejor que existe, no es dudoso para quien haya sabido gus-
tar la belleza de ese estilo constructivo, aquí refugiado y floreciente cuando la
moda renacentista italiana arrojó de Andalucía a su estilo hermano peninsu-
lar. Es posible que para algunas almas extranjeras nada diga esa arquitectura,
que a tantos nacidos lejos de aquí nos ha conmovido. Pero no merece ser lla-
mado canario quien no la aprecie. Sus buenas construcciones habituales sue-
len consistir en una fachada con cuerpo de puerta y ventana de piedra la-
brada, en un espléndido patio rectangular rodeado de galería de madera ta-
llada, en una espaciosa escalera de la misma labra. El Palacio de Carta sigue
esta pauta pero, ejemplar único que es, en todo supera a sus hermanas me-
nores. Su fachada es íntegramente de sillares magníficamente trabajados no
a imitación de tipos internacionales, sino con la elegante sobriedad canaria.
Su patio mayor, el patio público, se combina con una gracia inimitable con
otro patinillo íntimo, acogedor, sin duda el de las dependencias privadas. La
escalera es también única. Ni en Tenerife ni en Gran Canaria conocemos nin-
guna que se le pueda comparar, incluidas naturalmente las frías y marmóreas
de los palacios modernos de cemento, alguna ya destrozada a los diez años de
servicio. Concretándonos a las antiguas y a las mejores, ¿quiere el lector com-
parar esa soberbia escalera del Palacio de Carta con la del Palacio Salazar,
hoy Obispado, o la del Palacio de Nava, o la del Corregimiento, ahora Juzgado,
en La Laguna? ¿O con las de cualquier palacio de La Orotava o de donde sea?
Un estudio acabado del Palacio de Carta demostraría que es una obra ex-
cepcional, por lo espléndida y acabada, de un estilo que no solo es la gloria
del pasado artístico de estas islas, sino que hoy es interpretado y aun copiado
avaramente por nuestros mejores arquitectos, los que saben distinguir su pro-
fesión artística de la simple ingeniería civil.
En otro orden de cosas, es cierto que el castillo de San Cristóbal cortaba el
acceso cómodo a la ciudad, este era precisamente su oficio. También algunos
costosos inmuebles modernos, inmediatos a la Alameda del Príncipe, tuvieron
que ser derribados —aún en una ciudad tan timorata como Santa Cruz en ese
terreno de someter los intereses privados a los públicos— porque caían de

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Elías Serra Ràfols

lleno en una nueva urbanización de indiscutible necesidad. Pero el Palacio de


Carta está perfectamente alineado en sus dos fachadas, y si la posterior, sin
valor artístico, sería aconsejable retirarla unos metros para ensanche de la
calle, esto debió comenzar por el moderno edificio del Casino... y no hubo
arrestos para ello. Nuestro Palacio, en fin, digan lo que quieran los desocupa-
dos, está en perfecto estado de conservación, tal como lo dejó su genial cons-
tructor. Lo de sucio o limpio depende solo de los que lo ocupen: si ciertos
chicharreros castizos se instalasen en el Empire Building, al poco tiempo las
cucarachas llegarían a la azotea. Estos parásitos no existen en la destartalada
casa de nuestra Universidad y, en cambio, una nutria colonia de ratones se
ha instalado en el magnífico nuevo edificio, todavía en construcción...
Los valores morales, los valores artísticos, en fin, el alma de un país, es una
cosa muy seria. Unos lo posponen todo a los intereses privados, otros se lo
toman a broma. Con la ligereza de estos cuentan aquellos, pues al fin les sirve
de magnífica cortina de humo. Nosotros no nos dejaremos desviar de nuestro
camino por denuestos ni por humorismo. »
Elías SERRA RÀFOLS

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Elías Serra Ràfols

EL MAYOR FRACASO DEL ADELANTADO


[Aguere. La Laguna, 7 de diciembre de 1952, p. 1]

«E s sabido que Alonso Fernández de Lugo, el capitán de la conquista


de esta isla de Tenerife por sus altezas los Reyes Católicos de Cas-
tilla, sufrió notables descalabros en su vida militar. De todos es re-
cordado el que le infligieron los guanches en 1494, pues el nombre del pueblo
tinerfeño de La Matanza le ha servido de monumento imperecedero. Otro fra-
caso no menor es el que nos han revelado los documentos y que le sobrevino
al intentar construir un castillo en Saka, cerca de Sidi Ifni, cumpliendo una
misión que le habían encomendado sus reyes. También en esta ocasión salvó
la vida de casualidad aunque perdió toda su gente; pero era sin duda discípulo
del mismo general «no importa», que tan eficaces enseñanzas dio a los héroes
de la guerra de la Independencia española, así que los descalabros con ani-
quilación total de su ejército, mientras sobrevivía su persona, eran reparados
al momento y no pasaba un año que el fracasado capitán volvía a la carga.
Como político Alonso de Lugo pasó, no menos, por tempestades y azares
que acaso hubiesen acabado con la estrella de otros menos tenaces que él.
Supo capear los temporales de los continuos jueces pesquisidores que le en-
viaba el rey Católico y siempre se le vio, cuando serenaban las aguas, flotando
sobre ellas agarrado a la gobernación de Tenerife y La Palma, que en fin de
cuentas no soltó hasta que tuvo que comparecer ante otro tribunal, el del
Supremo Juez, en 1525.
Así pues, todos sus fracasos tuvieron mejor o peor remedio. Menos uno, que
tenía que subsistir como piedra de escándalo hasta ahora mismo: este fracaso
irreparable de Alonso de Lugo fue, y es, la plaza del Adelantado.
Cualquiera que conozca bien la ciudad de San Cristóbal de La Laguna habrá
podido reparar que se compone de dos partes muy diferentes: una, sin duda
la menor, hoy reducidísima, de calles estrechas e irregulares que puede verse
todavía en el llamado Lomo de la Concepción, pero que en su origen fue bas-
tante más extensa, como se aprecia en el plano que de la ciudad levantó a
fines del siglo XVI el ingeniero Leonardo Torriani; pues en él ofrece el mismo
tipo de urbanización todo el barrio tras la plaza del Dr. Olivera (antes de la
Antigua) y calle Marqués de Celada. El resto de la ciudad, con calles anchas y
rectas, aunque no tanto que resulten geométricamente trazadas en cuadrí-
cula, ocupa espacio mucho mayor y responde decididamente a otra idea dis-
tinta de la primera. Creo que esta disparidad se puede explicar histórica-
mente: apenas terminada la sumisión de los guanches, en la primavera de
1496, Alonso de Lugo se embarcó apresuradamente con una colección de jefes
indígenas, uno por cada reino o bando de la isla, y se presentó ante sus altezas
en Almazán para hacer constar su triunfo y el cumplimiento de lo capitulado,
que a causa del revés sufrido se había demorado más de la cuenta. Como justa
y esperada recompensa recibió el gobierno y el repartimiento de la isla y con
estos títulos regresó a ella, allá por abril del siguiente año 1497.
Entretanto la isla estuvo encargada, como a lugarteniente suyo, sin sanción
real expresa, a Fernando de Trujillo, el «teniente viejo» de los documentos, y a

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Elías Serra Ràfols

otros oficiales menores. De hecho, ya antes de terminar la lucha con los guan-
ches, muchos castellanos habían buscado donde fijar su morada, de momento
una choza de piedra seca y paja; y este movimiento incontrolado de fundación
de un pueblo, junto a la laguna que ofrecía facilidades de agua inestimables,
debió proseguirse más activo durante la ausencia del jefe. Cuando este regresó
y pensó en buscar sitio para su nueva capital, se encontró con un caótico
villorrio, hecho a la buena de Dios, sin plan ni concierto alguno. Entonces se
quiso remediar y tras ligeros apeos se empezaron a repartir solares entre los
vecinos con la obligación de edificarlos en cierto plazo, en la parte planeada a
ojo que comprendía todo el llano desde la iglesia comenzada de Santa María
de la Concepción hasta el barranco. Pero si el gobernador pensó que el villorrio
de arriba, la «Villa de Arriba», sería abandonado espontáneamente, se equivocó
de medio a medio; sus vecinos, la mayoría labradores y guanches de pobres
recursos, ofrecían una tenaz resistencia pasiva. Es con este motivo que se
dictan por el Cabildo bandos prohibitivos de realizar ninguna reparación en
las casas o chozas, o de vender nada públicamente en el barrio condenado.
Pero todo es inútil; y como de otro lado, el barrio nuevo, el «Lugar de Abajo»,
se va poblando a buen ritmo, al cabo de unos años aquellas amenazas son
olvidadas.
El Lugar de Abajo se pobló en efecto hasta formar calles regulares y hermo-
sas. Pero el Adelantado había escogido como lugar privilegiado, donde levantar
sus casas, como se decía entonces, y además las del Cabildo y la capilla de
San Miguel —en cierto momento escogida como cenotafio a la familia de Lu-
go — una anchurosa plaza, la plaza de la villa de San Cristóbal por excelencia.
Era una idea razonable, dentro de las costumbres de fundación de ciudades
que, poco después, iban a tener tanta ocasión de ensayarse en las Indias. El
plano de las ciudades de ultramar —y de muchas de la Península— se dibu-
jaba siempre alrededor de una gran plaza cuadrada, circundada de los más
nobles edificios de la fundación. Pero aquí, precisamente, estuvo el fallo, por
lo visto irreparable, del Adelantado: en lugar de trazar la plaza en medio de la
nueva villa, se le ocurrió la peregrina idea, a la verdad inexplicable, de situarla
en un extremo del plano y en tales condiciones que ni los futuros incrementos
del caserío han podido extenderse a su derredor. El barranco y el monte de
San Roque cortan, en efecto, toda posible expansión por ese lado y la plaza,
considerada como lugar extremo e inhóspito, ha sido de siempre cordialmente
aborrecida de los laguneros. En balde se ha dotado modernamente de buen
arbolado, de jardines y fuente monumental, de luces y paseo pavimentado, de
tribuna para conciertos. El caserío ha faltado siempre en su perímetro y es
indudable que una plaza la hacen las casas que la rodean. Estas están hoy,
con apenas excepciones, en el mismo lugar y número que en tiempo del fun-
dador; todavía con la falta de las suyas, sustituidas hace siglos por un severo
convento.
Han pasado más de cuatro siglos y medio y la plaza del Adelantado sigue
luciendo vastos solares por edificar y es todavía uno de los lugares excéntricos
de la ciudad. Este fracaso urbanístico de Alonso de Lugo supera sin remedio
sus fiascos militares.»
Elías SERRA RÀFOLS

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Elías Serra Ràfols

EL BUEN HUMOR Y EL PLANO DE LA CIUDAD


[Aguere. La Laguna, 18 de enero de 1953. p. 4]

«D ías pasados, aprovechando una indisposición que no me permitía


trabajar en serio, me entretuve leyendo trozos de El Quijote. Es lec-
tura sana y sedante, especialmente recomendable a los enfermos
de estómago, para calmar las acideces. Se la aconsejo a un ignoto amigo asi-
duo lector de mis divagaciones urbanísticas, sin duda persona fuertemente
aquejada de ese achaque.
Ahora me culpa severamente de tomar a pura broma los valores más tristes
de nuestra historia. Igual interpretación tuvo del propósito del Quijote un sec-
tor de sus lectores: «vengan más quijotadas, embista don Quijote y hable San-
cho Panza y sea lo que fuere que con esto nos contentamos». Pero en El Quijote
Cervantes puso algo más que esto, aunque no todo lo que el lector fino de hoy
puede en él hallar, que las obras también las hacen los lectores. Salvo las
digresiones que los humoristas sin saberlo me obligan a hacer, mi propósito
es bastante serio, tanto que de miedo de ser aburrido aprovecho las ocasiones
de reírme un poco entremedias. En efecto me proponía, nada menos, que es-
cribir burla burlando una pequeña historia de esta ciudad de San Cristóbal
de La Laguna, y comenzaba, es claro, por su planta inicial tan poco alterada
a través de los siglos. Pero, en fin, diremos con el glorioso hidalgo manchego:
osos malandrines podrán quitarnos la fortuna, que no el ánimo y la voluntad.
Y seguiremos adelante, hasta donde podamos, hasta que perdamos el hilo que
nos conduce.
Definido ya nuestro Adelantado fundador por otro humorista, este intencio-
nado, con el juicio del señor Gutiérrez de Ossuna me conformo y no insisto
sobre el tema, que, además, es inútil tratar de enseñar a quien no quiere sa-
ber. Pero seguiré con la planta que Alonso de Lugo y sus alarifes dieron a la
ciudad. A primera vista ya dije que parece una monótona cuadrícula sin sen-
tido orientador. Pero una observación atenta permite ver que no es así. En
realidad sus principales calles, las que todavía hoy representan su mejor y
mayor caserío, se disponen como las varillas de un abanico, arrancando de
un punto o zona para ir alejándose paulatinamente hasta el extremo de admi-
tir nuevas calles intermedias. En efecto, las calles de Herradores, de la Carrera
y de San Agustín, si no confluentes, son por lo menos muy vecinas en su
extremidad poniente, solo el ancho de la iglesia de la Concepción separa el eje
de las dos primeras y no mucho más lejos hacia el norte va a dar la prolonga-
ción de la última. En cambio, si nos alejamos hacia levante vemos cómo la
calle de Bencomo se intercala entre San Agustín y el primer tramo de la Ca-
rrera, luego aparece la de la Caza desde la plaza de la Catedral. Todo esto
señala un plano supeditado a un núcleo vital independiente de la plaza mayor
o del Adelantado. Este centro no es otro que la primera iglesia parroquial de
la ciudad y sus plazas adyacentes; conviene recordar que esta iglesia fue única
por bastantes años; hasta 1511 no se pensó en la conveniencia de mudar su
emplazamiento y ante la negativa en consentirlo de parte de los vecinos del
Barrio de Arriba, acabóse en 1515 por pedir y obtener la creación de otra pa-

152/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)


Elías Serra Ràfols

rroquia, cuyo templo se terminaba por 1521. El de Nuestra Señora de la Con-


cepción, aunque ha sido acaso en más de una ocasión prolongado hacia le-
vante, estaba emplazado seguramente ya en 1497, cuando el conquistador
regresó de Castilla. Entonces se trazó la ciudad, y la iglesia y sus accesos
fueron tomados como punto básico para dibujar sus calles. Las principales
mencionadas existirían ya como caminos desde que los nuevos pobladores
escogieron el lugar para su futura ciudad. Se señalaría entonces la de San
Agustín, más independiente del núcleo de chozas inicial del Lomo de la Con-
cepción, las intermedias y el resto de la aparente cuadrícula. Todo esto estuvo
bien pensado y ha dado a La Laguna lo poco de variedad que tiene su plano,
la placita triangular de la Concepción, hoy ajardinada, los laterales de la ca-
tedral que rompen la habitual monotonía de los ángulos rectos. Lo chocante
es esta calle de San Agustín dibujada con ondulaciones de camino viejo y tan
deficientemente enlazada con las otras; la mayoría de las calles transversales
de La Laguna son mezquinas, pero los trozos de ellas que unen San Agustín
con Bencomo son verdaderas callejas. Para explicárselas cabe pensar en la
existencia de la laguna natural que comenzaba ahí mismo hacia el norte y que
anulaba todo tránsito rodado en esta dirección, por lo que se creyó inútil dar
a estas vías la anchura normal adoptada para el conjunto; o aun el deseo de
cortar lo más posible el curso al aire molesto de esa dirección, bien que con
poco resultado. No vemos claro el motivo y más bien parece un indicio más de
que la ciudad de San Cristóbal no tuvo nunca un plano previamente pensado
y luego planteado en el terreno, sino que apenas se indicaron unos caminos y
cada vecino construyó junto a ellos como Dios le dio a entender. Afortunada-
mente, la sobra de terreno permitió que no se escatimase por lo general lo
necesario para vías públicas.»
Elías SERRA RÁFOLS

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, nº1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)/153


Elías Serra Ràfols

ALDEANISMOS
[Diario de Las Palmas. Las Palmas de Gran Canaria, 22 de febrero de 1958, p. 3]

«N o hace todavía muchos meses que tuvimos que ocuparnos en el


seno de entidades culturales canarias y en la prensa de Tenerife de
la lamentable manía de los cambios de nombres locales a propósito
del ya consumado (aunque confiamos que no será irrevocable algún día) de
Puerto de Cabras, aldeana capital de Fuerteventura.
Esa manía de sacar estos nombres de su verdadero fin, que no es otro que
el de distinguir un lugar entre los demás, para hacer con ellos homenajes,
pronunciamientos políticos, profesiones de fe o dar muestras de pedantería,
es de tiempo una verdadera plaga por lo que toca a los nombres de calles y
plazas, con perjuicio seguro de los mismos pobladores de estas vías, singular-
mente del comercio; aparte de la destrucción de caras y nobles tradiciones que
distinguirían a unas ciudades de las otras para honra de todas.
Pero se ve que siguiendo el ejemplo de aquel político americano (que se pu-
siera a sí mismo en lugar del nombre que tenía de la capital de su país) la
manía va a hacer estragos también en los nombres de poblaciones. Todavía
no hemos leído nada sobre el cambio de nombre de Madrid o Barcelona, pero
ya Puerto de Cabras no pudo resistir la tentación; y como lo difícil es empezar
y lo fácil seguir el mal ejemplo, llega a nuestros oídos que ya la cosa va cun-
diendo y cada persona o funcionario que se crea capaz aprovecha el año que
permanece en cama hasta conseguir conciliar el sueño para darle vueltas al
nombre del pueblo donde ha caído y buscarle el sustituto que ha de entusias-
mar mañana a sus vecinos en la tertulia del café, donde se formará la gorda,
pues cada asistente le pondrá enmienda o levantará un contrincante. Si, como
es de temer, la Academia de la Historia sigue mostrándose tan complaciente,
esto es, tan indiferente como hasta ahora, no tardaremos mucho en ver pu-
blicar un copioso diccionario de equivalencias entre los nombres de nuestras
ciudades y pueblos y los de la antigua geografía de España, mandados renom-
brar: Rascacielos Metropolitanos, antes Villa de Madrid; Puente Colgante Atlé-
tico, antes Villa de Bilbao; Pelo del Santo Cristo, antes Burgos, etc.
Pero en esto nos precipitamos: estas prestigiosas poblaciones todavía no
sabemos que se avergüencen de llamarse como se llaman y tener la categoría
de villas o de ciudades, según sus tradiciones consagraron. Es aquí en las
Islas donde tememos el contagio. ¿No parecerá poco a los «chicharreros» que
su ciudad se llama Santa Cruz de Santiago? ¿No se le ocurrirá a alguno, bien
situado, que hay que ponerle Las Santas Cruces de las Tres Órdenes Militares?
No hay, en efecto, ningún motivo para preterir a los calatravos y a los alcán-
taros. Y Las Palmas de Gran Canaria, ¿no seguirá la vía tan oportunamente
abierta y encontrando poco eso de unas simples palmas, se pondrá Los Gran-
des Palmares de Canaria la Mayor? Que por ese camino vamos, nos lo avisó el
rumor, que ya no es broma, sino muy serio, aunque muy cómico, de que en
esa misma isla de Gran Canaria, en uno de sus más viejos pueblos, La Aldea
de San Nicolás, les han entrado las agujetas de cambiar de cara y dicen que
se sienten abochornados de que les llamen «aldeanos»; seguramente quieren
ponerse Gran Metrópoli de Todos los Santos, para que les llamen «metropolitas

154/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)


Elías Serra Ràfols

santísimos». No sé, en fin, cómo se bautizarán a sí mismos (pues está visto


que ya ello no depende más que del capricho de cada corporación municipal),
pero lo que sí me consta es que serán más aldeanos que nunca y no ya de
nombre, como ahora, sino de hechos y mentalidad.
La Aldea de San Nicolás es un caso como el de Puerto de Cabras: un nombre
de lugar que se remonta por lo menos a la conquista y castellanización de la
isla respectiva. El uso prolongado de los siglos le ha quitado al nombre todo
otro sentido inmediato que el de designar un lugar: Puerto de Cabras vería
cegado su puerto y seguiría siendo Puerto de Cabras; la Aldea de San Nicolás
se convertiría en una populosa urbe y seguiría siendo la Aldea. Aquí, junto a
una ermita que hasta se ha supuesto de origen mallorquín, se formó un po-
blado cristiano, sucesor de otro canario del que no cesan de aparecer restos;
se llamó Aldea porque lo era; ahora tal nombre no tiene otro valor que el de
villa aplicado a Madrid, Bilbao...o París. Ni les quita ni les pone prestigio, solo
les da empaque de tradición, de nobleza de abolengo, de que cada una se
enorgullece. ¡Pero La Aldea no puede tomar ejemplo de núcleos tan insignifi-
cantes!»
Elías SERRA RÀFOLS

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)/155


Elías Serra Ràfols

¡SIEMPRE LA CALLE DEL CASTILLO! DEMASIADO MIEDO A LA NOVEDAD


[Semanario Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 14 de noviembre de 1958, pp. 1-2]

«L os comentarios sobre los problemas reales o ficticios —y sus posibles


soluciones— de esta calle central del Santa Cruz de hoy son siempre
de actualidad. Para mí el problema está en esto: en que si no hay
valentía por parte de los vecinos de ella y del Ayuntamiento en su nombre,
esta calle está destinada a perder su actual primacía comercial; el tráfico ro-
dado echa a los transeúntes y sin estos son inútiles los escaparates, y sin
escaparates, inútiles los comercios.
En un número reciente de Tenerife se sugiere una solución más, digna de
atención: simplemente dotar a la calle de soportales, pero abiertos en los mis-
mos edificios actuales, cosa hoy día técnicamente nada difícil, aunque sin
duda costosa, sobre todo si los propietarios o inquilinos no se prestan a cola-
borar en su propio interés.
Es muy posible que todo el mundo viese con alarma cosa tan novedosa.
Dirán todos: «¿Es que eso se ha hecho alguna vez? ¿Abrir soportales en una
casa sin derribar? ¡Vade retro! Sería cosa nunca oída ni vista. ¡Ni Life ni el
Reader´s Digest traen nada de esto!».
Quisiera tranquilizar a los que hayan leído esa propuesta con escándalo,
aunque no es la mía ni la que prefiero. Eso de los soportales se ha hecho, y
con inmejorable resultado, muchas veces. Puedo explicar una, que los que
conozcan Barcelona recordarán. En la famosa Rambla hay un estrangula-
miento, un nudo que diríamos aquí. En cierto punto de máximo tráfico, los
edificios de ambos lados de la vía avanzan insensiblemente y producen un
verdadero gollete. ¿Qué hacer? A un santacrucero, técnico o paseante, no se
le ocurriría más que una solución: derribar los edificios y retirar las nuevas
fachadas a la línea conveniente. Los edificios son la iglesia de Belén, el mejor
ejemplo de barroco barcelonés —por lo menos hasta que pasó la jauría suelta
de los bárbaros en 1936—, y el Palacio de Comillas, severo edificio señorial.
Pero Barcelona, entre tantas desgracias que la aquejan, ha tenido la suerte
constante de contar con un cuerpo de arquitectos municipales de tanta capa-
cidad técnica como buen gusto y resolución. Hoy los preside el señor Florensa,
pero de siempre ha habido figuras de relieve y personalidad, no simples deli-
neantes. Estos arquitectos hallaron la solución que es la que ahora proponía
Tenerife para nuestra calle: amplios soportales se abrieron en la primera crujía
del Palacio Comillas, y la calzada se ensanchó con la antigua acera. Aquel lado
de la Rambla es hoy un trozo de los más cómodos de la vía. Por desgracia no
se pudo hacer lo propio al otro lado por razones de diverso orden en las que
no voy a entrar ahora.
Lo propuesto ahora es cosa conocida y con la sola dificultad del largo trecho
a reformar. Pero existe en Santa Cruz otro lugar en circunstancias casi idén-
ticas al de Barcelona: la esquina Murphy-Villalba Hervás. También aquí tene-
mos un antiguo edificio de porte señorial, uno de los pocos que quedan en

156/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)


Elías Serra Ràfols

Santa Cruz, la casa Quintana, que sale descaradamente de la línea actual de


la segunda de las citadas vías. ¿Qué hacer? A nuestros chatos técnicos muni-
cipales no se les ha pasado por las mentes otra cosa que derribar el «caserón»
y que se levante otro en la línea, sin que de todos modos alcancen la del trozo
siguiente de la calle, que es lo que tendría algún sentido. Ahí estaría indicadí-
sima la solución probada en Barcelona; unos porches, que podrían ir cerrados
con barandaje para que nadie saliese por ellos, y supresión de la acera.
Pero, en fin, para la calle del Castillo hay solución mejor y más barata, y
probablemente más provechosa para la prosperidad del comercio que en ella
radica. No me explico por qué repugna tanto al público y a los técnicos. Su-
presión del tránsito rodado, salvo a primeras horas de la mañana para abas-
tecimiento de los comercios. El resto del día, suprimidas las aceras (todas las
calles estrechas de Roma carecen de ellas y, a pesar del incesante tráfico, no
pasa nada) e instalando toldos corridos en las horas caniculares, sería una
bella calle-salón, lugar de cita de todo el mundo y ante todo de los clientes del
comercio de primera categoría.
No es ningún ensayo inusitado. Existe en muchas ciudades de España: Gi-
jón, La Coruña, Vigo, Cádiz, Sevilla, Granada, Cartagena, Lérida, entre las que
conozco. En el extranjero son cosa análoga, tal vez más lujosa, las «galerías»,
como las de Nápoles, Milán, Génova, París, que últimamente se han imitado
también en España.
Es cierto que no las hay en Nueva York ni en Chicago, que yo sepa, y en-
tonces, claro, no puede haberlas en Santa Cruz. »
Elías SERRA RÀFOLS

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 141-157, La Laguna (Canarias)/157


La historia opinada
EL SILENCIO DE LA REPÚBLICA

José Manuel HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ

RESUMEN: En este artículo tratamos de indagar sobre la memoria construida


sobre la Segunda República española y cómo, desde el inicio de la
Guerra Civil hasta prácticamente la actualidad, el relato oficial,
sustentado en una primera fase de intensa y brutal represión
(1936-1940), utilizó el miedo como factor paralizante ante cual-
quier posibilidad de resistencia y acción política opositora durante
toda la Dictadura; y posteriormente, durante la transición hacia la
monarquía parlamentaria, utilizó el olvido y la «reconciliación» co-
mo base fundacional del nuevo régimen político.
PALABRAS CLAVE: represión, Segunda República, Guerra Civil, Cana-
rias, Transición.

ABSTRACT: In this article we try to investigate the memory built on the Second
Spanish Republic and how, from the beginning of the Civil War
until practically today, the official account, sustained in a first
phase of intense and brutal repression (1936-1940), he used fear
as a paralyzing factor in the face of any possibility of resistance
and oppositional political action throughout the dictatorship; and
later, during the transition to the parliamentary monarchy, he
used oblivion and «reconciliation» as the foundational basis of the
new political regime.
KEYWORDS: repression, Second Republic, Civil War, Canary Islands,
Transition.

La República fue mujer, bandera, calle, símbolo. (Pablo Neruda)

El primer contacto que tuve con la Segunda República española fue, hace
ya bastantes años, en plena Transición, cuando murió el Tío Juan, que an-
daba solo por la vida, y la familia recogió sus pertenencias, antes de vender
la casa. Entre ellas, para los niños que éramos y que jugábamos a las gue-
rras en nuestra calle solitaria de coches, había una sorpresa. Una bandera
que pudieran enarbolar nuestros ingenuos ejércitos. Una bandera amarilla,
roja y violeta que reclamamos para nuestros juegos. Nuestros mayores, im-

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 161-169, La Laguna (Canarias)/161


José Manuel Hernández Hernández

presionados con aquella aparición, accedieron a nuestros deseos, no sin an-


tes coger unas tijeras y recortarle la franja violeta, la franja del miedo.
Nadie nos explicó la causa de aquella mutilación y, la verdad, tampoco
nos importaba demasiado, pues ya teníamos bandera, aunque fuera bicolor.
Tuvieron que pasar muchos años para empezar a entender aquel aconteci-
miento de la infancia. Mis padres y mis tíos, que nacieron durante la expe-
riencia republicana, crecieron con una paz falseada y edificada sobre el do-
lor, la represión, el miedo y la aversión hacia su pasado más inmediato. El
fascismo se había encargado de grabar, con una enorme carga de violencia y
terror, en el subconsciente personal y colectivo, las consecuencias que pu-
diera tener cualquier atisbo de simpatía hacia el periodo republicano. No su-
pe nada más de la historia del Tío Juan, pero, con los años y un poco más
de conocimiento y de capacidad para hacerme preguntas, quise —quiero—
entender cuáles fueron las razones que llevaron a este jornalero pobre a
mantener escondida, lejos de miradas inquisidoras, esa bandera que simbo-
lizaba el tiempo de esperanza, de conflicto, de construcción, de avances y de
libertad que supuso la Segunda República.
Los militares golpistas de julio de
1936, la oligarquía y la Iglesia cató-
lica centraron su estrategia política
de toma del poder, a través de la
violencia generalizada, en demoni-
zar, culpabilizar y, por ende, ente-
rrar la memoria republicana. Trata-
ron de borrar de la historia un pe-
riodo caracterizado por, con todos
los matices que sean necesarios se-
ñalar, un ejercicio de libertad y par-
ticipación política y sindical sin
precedentes en el Estado español,
por un esfuerzo de avanzar en la
consecución de mayores cuotas de
justicia social, por un impulso de-
cidido por la igualdad de género,
por la extensión de una educación
pública, laica y gratuita y por un
enorme avance en los planos cultu-
ral y científico. Pero, sobre todo, la
Segunda República fue la caja de
resonancia que amplificó la lucha
de clases, llegando a convertirse en
Miembros de las Juventudes Socialistas de una auténtica amenaza para los in-
Tenerife en un mitin en la terraza del tereses del poder económico y polí-
Teatro Atlante, La Orotava, 1935 (Colec- tico mantenido por las minoritarias
ción de Domingo Hernández Hernández).
clases dominantes durante toda la
historia del Estado español.
En Canarias podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que esos años
fueron los más intensos de su historia —excepción hecha de las décadas de

162/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 161-169, La Laguna (Canarias)


El silencio de la República

su conquista militar violenta y su primera colonización—, como nos reveló la


obra de Miguel Ángel Cabrera1, que sigue siendo referencia para el estudio
de este periodo y sobre el que, superando la mistificación, aún queda un lar-
go camino para seguir profundizando sobre lo sucedido, como bien apunta
Aarón Álvarez en la introducción a la edición que da pie a este texto2. Lo que
sí parece incuestionable es que se produjo la mayor movilización obrera de
nuestra historia y un empoderamiento de las clases populares y de la pe-
queña burguesía que le permitió iniciar la construcción de un programa de
cambio revolucionario con el que revertir siglos de explotación e injusticia
social y, por lo tanto, amenazar directamente el poder económico y el control
político-social-ideológico ejercido por las clases dominantes surgidas, fun-
damentalmente, del proceso de conquista y colonización europeo de las islas
y, más recientemente, de la penetración del capital extranjero y la implanta-
ción de relaciones de producción capitalista en el campo canario en torno a
sus principales cultivos de exportación. En el Valle de la Orotava, donde se
han centrado mis investigaciones, donde vivía el Tío Juan, fueron miles los
trabajadores afiliados a los potentes sindicatos que surgieron, o resurgieron,
en esos años: la Federación Obrera del Valle de La Orotava, el Sindicato de
Profesiones y Oficios Varios y la Federación de Trabajadores de Orotava;
donde se vivieron varias huelgas generales del sector agrícola y muchas
otras sectoriales, se desarrollaron manifestaciones multitudinarias, se logró
un avance importante en las condiciones laborales y la consolidación de una
potente acción sindical que fue capaz de enfrentar, con sus luchas, a la po-
derosa oligarquía agraria y a la reaccionaria Iglesia católica; donde se cono-
ció, durante la República, al igual que en el resto de nuestro país, un avance
importante en la construcción de escuelas de enseñanza primaria y en la ex-
tensión de la escolaridad a todos los niños y niñas; donde la mujer se incor-
poró a la lucha política y sindical, a través de la constitución de agrupacio-
nes femeninas en el seno de estos sindicatos... En definitiva, se produjo un
ascenso veloz en la toma de conciencia de los trabajadores y trabajadoras
que, a partir de febrero de 1936, estaban en condiciones, por su potente ca-
pacidad organizativa, de poner en jaque al poder económico e iniciar un ca-
mino de transformaciones sociales hacia la igualdad y la justicia social3.
Fue esta amenaza directa contra los intereses económicos de la oligarquía
la que provocó una reacción extremadamente violenta de ésta que, con los
militares golpistas a la cabeza, inician un enfrentamiento armado cuyo obje-

1 CABRERA ACOSTA, Miguel Á.: La II República en las Canarias Occidentales, Cabildo Insu-

lar de El Hierro y Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 1991.


2 El cuerpo de este artículo se corresponde con el expuesto por el autor en las presentacio-

nes del libro La Segunda República en Canarias, editado por Le Canarien Ediciones y que
recoge las ponencias presentadas en el «Encuentro de Historia sobre la II República en Ca-
narias», celebrado entre el 13 y el 15 de abril de 2011, en el Departamento de Historia, Fa-
cultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Las presentaciones
a que hacemos referencia se realizaron en el Espacio Social La Casa (La Orotava) el 2 de
junio de 2012 y en el Espacio Cultural El Castillo (Puerto de la Cruz) el 20 de septiembre del
mismo año.
3 Fruto de esas investigaciones es el trabajo ganador del Premio de Investigación Alfonso

Trujillo, convocado por el Excmo. Ayuntamiento de La Orotava, en su edición de 2018, bajo


el título «Movimiento obrero y conflictividad social en el Valle de la Orotava, 1918-1936», que
actualmente se encuentra en proceso de edición.

Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 161-169, La Laguna (Canarias)/163


José Manuel Hernández Hernández

tivo era salvaguarda de la hegemonía social, económica y política que habían


mantenido hasta ese momento. Con la sublevación militar del 18 de julio se
inicia, en las zonas controladas por los fascistas, como es el caso de Cana-
rias también, la imposición y la construcción de una nueva memoria, sus-
tentada en la aniquilación de cualquier vestigio de la legalidad republicana o
referencia a ella. Las armas de los militares y de las bandas paramilitares
bajo el mando del ejército (Falange, Acción Ciudadana y las Brigadas del
Amanecer), el dinero de la burguesía y la oligarquía insular y la bendición y
el aporte ideológico de la Iglesia católica, se unen en una Cruzada cuyo obje-
tivo inicial y prioritario fue el de destruir al otro, es decir, a las personas,
instituciones, símbolos, valores y logros que representaba la Segunda Repú-
blica y, muy particularmente, los instrumentos con los que se habían dotado
las clases populares para enfrentar esa hegemonía que los mantenía en la
explotación y la desigualdad: los sindicatos y los partidos políticos de iz-
quierdas. Como acción inmediata, se procedió a la detención y al asesinato
de numerosos dirigentes políticos y sindicales (por medio de las farsas jurí-
dicas que eran los consejos de guerra o de forma totalmente extrajudicial,
sin dejar rastro, arrojando cadáveres al mar o a los simas, bucios y pozos de
las islas) y, seguidamente y sin solución de continuidad, al encarcelamiento
masivo de todas aquellas personas que tuvieron un mínimo de participación
en las luchas sociales y políticas, en condiciones infrahumanas, sin ningún
tipo de garantías jurídicas, en campos de concentración y cárceles provisio-
nales (como la que funcionó en el antiguo Teatro Power de La Orotava, donde
se concentraban los detenidos del norte de Tenerife, o como los más conoci-
dos de Fyffes, en Santa Cruz de Tenerife, o Gando o La Isleta en Gran Cana-
ria).
Paralelamente, en este «tiempo del ejército», como ha sido denominado por
algunos historiadores, se incautaron —es decir, robaron, en tanto que eran
militares sublevados contra el gobierno legítimo republicano— todos los edi-
ficios que eran propiedad de las organizaciones políticas y sindicales de iz-
quierdas y republicanas, y con ellos, todos sus archivos y ficheros de mili-
tantes, que les servirían para tener perfectamente identificadas a todas
aquellas personas afiliadas a estas organizaciones y planificar la brutal re-
presión ejercida a partir de julio de 1936 (en el Valle y la Isla Baja fueron on-
ce sedes las incautadas). Con ello se aseguraban algo fundamental: la exten-
sión del miedo y del terror iniciado con las detenciones, fusilamientos, asesi-
natos y desapariciones, a toda la población que sabía, ahora, dónde se en-
contraban sus datos de filiación política o sindical: en manos de unos milita-
res golpistas, alimentados por el fascismo y dispuestos a hacer tabla rasa,
con el uso de una violencia extrema, con el pasado más reciente. Así consi-
guieron su primer objetivo: la generalización del temor y la parálisis a él aso-
ciada, la implantación del vasallaje, la obediencia y la pasividad gracias a la,
como afirma Mirta Núñez, herramienta de la reclusión masiva como elemento
disuasorio, tanto para los que la sufrían, como para los que la conocían y evi-
dentemente, no querían pasar por ello (…). En cada uno de los leales a la Re-
pública y luego perdedores se debía grabar, con letras de sangre, la culpa in-

164/Cliocanarias, ISSN 2695-4494, n.º 1 (2019), pp. 161-169, La Laguna (Canarias)


El silencio de la República

mensa por las utopías que, una vez, pudieron soñar4. El terror se convirtió en
el más efectivo método de control social y en uno de los elementos identifica-
dores del régimen franquista. El silencio y la obediencia ciega eran el pasa-
porte para evitar el dolor, para la supervivencia. Como aciertan a describir
algunos historiadores, el fascismo apelaba a la población a no participar en
política, y este consejo quedó fuertemente arraigado en muchas de las perso-
nas que vivieron la guerra y la dictadura. Se creó en la población una relación
causa-efecto entre participación política y desgracia5 que explica, con clari-
dad, por qué fue mutilada la republicana bandera de mi infancia.
A esta represión directa le acompaña un largo listado de acciones tenden-
tes a eliminar la memoria republicana. Obviamente, todas las instituciones
son copadas por los militares y regidas con normas de estricto autoritarismo,
en contraposición con el funcionamiento democrático de las mismas hasta
ese momento, depurando, es decir, despidiendo, suspendiendo o encarce-
lando a todos los empleados y empleadas públicas que tuvieran ideas repu-
blicanas o de izquierdas; se modifica el callejero, desterrando cualquier refe-
rencia a la República y el fascismo se reapropia del espacio público, impo-
niendo nombres de generales y de líderes fascistas (Primo de Rivera, Calvo
Sotelo…), sabedores de que las calles son receptáculos y emisores de conte-
nidos ideológicos6; se homenajea, constantemente, a los caídos por Dios y
por España; se imponen nuevos símbolos (himno, bandera y escudo); se mo-
difica el calendario, derogando todas las efemérides y fiestas instituidas du-
rante la República y colocando en su lugar las gestas y conmemoraciones
fascistas (18 de julio, 1 de octubre —Día del Caudillo—, 1 de abril —Día de
la Victoria—, 12 de octubre —Día de la Raza—), conscientes de que el calen-
dario fija hechos en la memoria colectiva, la construye o la sustituye por otra7;
la Iglesia se apropia, también, del espacio público, con manifestaciones, pro-
cesiones, misas de campaña y prestando toda su liturgia más rancia a la
teatralización de las políticas fascistas, escenificando un hermanamiento in-
disoluble que tomará cuerpo, desde muy temprano, en la conformación del
nacionalcatolicismo que, como afirma Sebastián Martín, se empleó para des-
humanizar al adversario, autorizando su liquidación. Amparó y propició el ge-
nocidio franquista, al presentarlo como la violencia necesaria para salvar el
orden, la patria y la fe. La intervención de sacerdotes y párrocos no se limita-
ba a pastorales y sermones incendiarios. Encargados de expedir certificados
de conducta a personas sospechosas, decidían en muchas ocasiones su suer-
te. Convertido por imperativo bélico en autoridad de facto, el clero podía, con

4 NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta: «El porqué y el para qué de la represión», en NÚÑEZ DÍAZ-
BALART, Mirta (coordinadora): La gran represión. Los años de plomo del franquismo, Edicio-
nes Flor del Viento, Barcelona, 2009, pp. 21 y 30.
5 MIÑARRO, Anna, y Teresa MORANDI: «Trauma psíquico y transmisión intergeneracional.

Efectos psíquicos de la Guerra del 36, la posguerra, la dictadura y la transición en los ciu-
dadanos de Cataluña», en VINYES, Ricard (editor): El Estado y la Memoria. Gobiernos y ciu-
dadanos frente a los traumas de la historia, RBA Libros, Barcelona, 2009, p. 443.
6 CUESTA BUSTILLOS, Josefina: La odisea de la memoria. Historia de la memoria en Espa-
ña. Siglo XX, Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 209.
7 Ibíd., p. 192.

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José Manuel Hernández Hernández

su sola palabra estigmatizar y condenar a quien consideraba como enemigos8;


además, se instaura el poder omnipotente de la Iglesia en las escuelas y la
educación se convierte en lugar de férreo adoctrinamiento, ultraconservador
y clasista, después de una severa depuración de los maestros y maestras
identificados con los programas de renovación pedagógica puestos en mar-
cha durante la República, con el laicismo en la educación pública o con las
organizaciones políticas y sindicales de izquierdas. Y así una larga lista de
acciones que tenían como objetivo la destrucción de cualquier vestigio rela-
cionado con el pasado republicano y la reconstrucción, a partir del aniqui-
lamiento de la AntiEspaña, de una «España de orden» edificada sobre el te-
rror y que garantizaba el poder absoluto de la gran burguesía sobre la eco-
nomía y las vidas de las personas.
La destrucción de la República no se produjo exclusivamente por las ar-
mas, sino también por el olvido y el silencio al que fue sometida su memoria.
Su carácter de régimen político legitimado por la soberanía popular tenía que
mantenerse, a toda costa, lejos de los ojos del pueblo. Por ello, porque podía
ser un ejemplo a seguir por la masa de desposeídos que poblaba, y puebla, el
Estado español, su recuerdo estuvo limitado, por el régimen franquista, a
convertirla en antesala y justificación irremediable del golpe militar que salvó
a España del terror rojo que —mentía el fascismo— se estaba preparando pa-
ra asolar violentamente el territorio patrio; es decir, los intereses y el poder
económico de una minoría que mantenía bajo su estricto control a buena
parte del Ejército, lo que le garantizaba el poder usar la violencia de las ar-
mas contra cualquier agresión a sus intereses, y a la práctica totalidad de la
jerarquía eclesiástica, a través de la cual ejercían el adoctrinamiento moral e
ideológico de la población. Delante de la escasa y demonizada memoria re-
publicana se situaba el recuerdo de la Guerra Civil, ampliamente difundido
por la Dictadura para justificar y construir su poder, asentado sobre la vic-
toria del fascismo en el conflicto armado. Así pues, a lo largo del periodo dic-
tatorial, una pesada losa fue cayendo sobre el recuerdo de la Segunda Repú-
blica, mantenido únicamente por el exilio español, pero prácticamente sin
posibilidad alguna de penetración en la sociedad de la posguerra.
De esta forma, con un imaginario republicano proscrito, perseguido, silen-
ciado y olvidado, llegamos al segundo recuerdo infantil que vuelve a hacerme
preguntas sobre la memoria de la Segunda República, y que no es otro que
el primero que tengo de lo que después se llamó Transición. Es el pomposo y
solemne funeral del dictador en su particular santuario, edificado con la
sangre y las vidas de miles de combatientes republicanos, el Valle de los
Caídos y, sobre todo, el sonido, el estruendo seco al caer la gruesa lápida
sobre su tumba. Fue el eco de la muerte el que resonó en la basílica. La
muerte real y la política de un régimen que se apresuraba a preparar todo el
necesario aparataje de pactos e imposiciones que garantizase el continuismo
en el ejercicio del poder político y el control social a la misma clase dominan-
te que había vencido, militarmente, en la Guerra Civil.

8MARTÍN, Sebastián: «El contexto de la memoria. Nacionalcatolicismo», en Diccionario de


memoria histórica. Conceptos contra el olvido, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2011, p. 49.

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El silencio de la República

Durante este primer momento la República no recuperó su memoria se-


cuestrada. Algunos invocaron este pasado, con bastante tibieza (republica-
nos y algunas fuerzas democráticas), pero la Guerra Civil, el enfrentamiento
bélico, sus gestas, sus estrategias y sus políticas siguieron acaparando el
pasado frente al recuerdo y la reivindicación del régimen de libertades y re-
formas instauradas por la Segunda República9. El régimen franquista, cama-
leónicamente, iba transformándose en monarquía parlamentaria —con un
jefe del Estado y, por lo tanto, comandante en jefe de las fuerzas armadas,
nombrado directamente por el dictador— y procuraba garantizarse el conti-
nuismo en el ejercicio del poder, a través de una serie de reformas limitadas
que conformarían la democracia controlada y dirigida que se pretendía insti-
tuir. La Ley para la Reforma Política que dio prolongación a la legislación
franquista; las primeras elecciones generales y la legalización de partidos
políticos en 1977 —previa expresa renuncia a sus símbolos republicanos— y
la ley electoral que garantizaba el biparti-
dismo conservador y la exclusión de
cualquier opción transformadora; la ley
de Amnistía de ese mismo año, o ley de
punto final, que otorgaba impunidad a
los crímenes franquistas, cerrando cual-
quier puerta a la justicia y reparación de
las personas represaliados durante la
Dictadura; la Constitución de 1978, res-
tringida a una comisión parlamentaria
donde la negociación estuvo marcada por
una opaca confidencialidad entre uce-
deístas y socialistas, garantizando así el
mantenimiento de la hegemonía conser-
vadora; los Pactos de la Moncloa, con
medidas de ajuste económico a cambio
del desarrollo del sistema de bienestar y
la firma secreta del Concordato con el Va-
ticano, en 1979, que mantenía los recur-
sos para que la retrógrada Iglesia católica
española siga siendo un actor de primera
magnitud, a pesar de la separación consti- Escudo franquista en el frontispicio
10
tucional entre Iglesia y Estado . original de la Constitución de 1978

Se programa, por medio de estas reformas, un nuevo pacto del olvido y del
silencio sobre el periodo inmediatamente anterior al 18 de julio de 1936. La
nueva democracia, a través de sus principales actores, genera un discurso
oficial de la memoria de la República y la Guerra Civil que trata de equiparar
a los dos bandos —a los sublevados contra el poder legítimo y democrático
con sus defensores y a la violencia extrema, programada, permitida y auspi-
ciada por los primeros con la violencia descontrolada de los republicanos en
los primeros meses de la contienda, rápidamente controlada por las autori-

9CUESTA BUSTILLOS, Josefina: La odisea de la memoria…, op. cit., p. 289.


10JEREZ, Ariel: «El contexto de la memoria. Transición», en Diccionario de memoria histórica.
Conceptos contra el olvido, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2011, p. 55.

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José Manuel Hernández Hernández

dades— al definir el periodo republicano como un proceso que, haciendo in-


viable la paz, deriva inexorablemente hacia la violencia y, por lo tanto, man-
teniendo sobre las políticas y las instituciones republicanas el peso de la
responsabilidad del desencadenamiento del golpe de Estado y, por ende,
otorgando legitimidad a un acto de sublevación violenta contra el orden
constitucionalmente establecido.
La defensa cerrada de la Transición y, con ella, el pacto del olvido —cuyas
consecuencias seguimos padeciendo, reflejadas en las luchas por el movi-
miento de la recuperación de la memoria histórica—, arropa la creencia de
que fue la propia República, y no la agresión fascista, la responsable de su
destino; y también la idea de que la violencia, por más dura que fuera la
ejercida por los franquistas, equipara a ambos bandos. De este modo, la Se-
gunda República queda reducida a un bando más dentro de la lucha por el
poder en medio del caos creado desde su proclamación en 1931 y especial-
mente desde febrero de 1936, despojándola de la misma legitimidad demo-
crática que se pretendía recuperar con la transición del franquismo hacia la
monarquía parlamentaria, la que otorgaban las urnas y el ejercicio de la so-
beranía popular.
Ni siquiera las abundantes y profundas aportaciones de la historiografía o
de la memoria histórica republicana lograron penetrar en la memoria colecti-
va. Todavía a fin del siglo XX y después de sesenta años, predominaba en
cierta prensa conservadora el cliché acuñado durante decenios de franquismo.
Se presentaba la proclamación de la República como un hecho irregular, y todo
el periodo como una época de perpetuo desorden, transitada por la violencia,
en la que los «estados de guerra» alternaban con los «de alarma y preven-
ción»11. Algunos periódicos continuaban haciéndola responsable de la Guerra
Civil, lo que pone en evidencia que la prolongación del discurso y de la histo-
riografía predominante durante el franquismo se alarga hasta nuestros días,
agravándose con la proliferación —y legitimación desde algunos medios de
comunicación— de las tesis negacionistas que no disimulan la reivindicación
del uso de la violencia de Estado para el mantenimiento de la paz y, sobre
todo, del orden social.
En definitiva, se trata de seguir manteniendo el miedo a una experiencia
política que pudo haber transformado las relaciones de poder en el Estado
español, identificándola, quizás más subliminalmente, como generadora de
violencias, disturbios y enfrentamientos «entre españoles» —no tanto entre
clases sociales— que no se debe repetir, pues las consecuencias hoy serían
las mismas que este relato oficial atribuye para 1936. Es decir, fijar en la
conciencia colectiva el peligro al que se expone una sociedad que pretenda
subvertir el orden social y económico establecido por otro dominado por la
igualdad y la justicia social.
Los miedos al cambio, a la transformación, a asumir el propio destino, a
participar en proyectos de cambio social, que operan en el subconsciente (o
consciente) colectivo del pueblo canario, están sustentados también —y
creemos que con un protagonismo acentuado frente a otros factores— en la
violencia y el terror desplegado en los primeros tiempos del franquismo y en

11
CUESTA BUSTILLOS, Josefina: La odisea de la memoria…, op. cit., p. 295.

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El silencio de la República

la demonización de cualquier opción que representase —siquiera remota-


mente— una amenaza para los intereses y la posesión de poder permanente
ejercida por la clase dominante. Y para romper el silencio de la República no
hay mejor arma que conocerla, desempolvando los archivos de la memoria
para traer al presente unos hechos históricos de enorme entusiasmo colecti-
vo, cargados de un potencial transformador como antes nunca se había visto
en Canarias.

Bibliografía

CABRERA ACOSTA, Miguel A.: La II República en las Canarias Occidentales,


Cabildo Insular de El Hierro y Centro de la Cultura Popular Canaria, Te-
nerife, 1991.
CUESTA BUSTILLOS, Josefina. La odisea de la memoria. Historia de la me-
moria en España. Siglo XX, Alianza Editorial, Madrid, 2008.
ESCUDERO ALDAY, Rafael (coordinador): Diccionario de memoria histórica.
Conceptos contra el olvido, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2011.
JEREZ, Ariel: «El contexto de la memoria. Transición», en Diccionario de me-
moria histórica. Conceptos contra el olvido, Los Libros de la Catarata, Ma-
drid, 2011.
MARTÍN, Sebastián: «El contexto de la memoria. Nacionalcatolicismo», en
Diccionario de memoria histórica. Conceptos contra el olvido. Los Libros de
la Catarata, Madrid, 2011.
MIÑARRO, Anna, y Teresa y MORANDI: «Trauma psíquico y transmisión in-
tergeneracional. Efectos psíquicos de la Guerra del 36, la posguerra, la
dictadura y la transición en los ciudadanos de Cataluña», en VINYES, Ri-
card (editor): El Estado y la Memoria. Gobiernos y ciudadanos frente a los
traumas de la historia, RBA Libros, Barcelona, 2009.
NÚÑEZ DIAZ-BALART, Mirta (coordinadora): La gran represión. Los años de
plomo del franquismo, Ediciones Flor del Viento, Barcelona, 2009.
NÚÑEZ DIAZ-BALART, Mirta. El porqué y para qué de la represión, en NÚ-
ÑEZ DIAZ-BALART, Mirta (coordinadora): La gran represión. Los años de
plomo del franquismo, Ediciones Flor del Viento, Barcelona, 2009.
VINYES, Ricard (editor): El Estado y la Memoria. Gobiernos y ciudadanos
frente a los traumas de la historia, RBA Libros, Barcelona, 2009.

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La historia publicada
EL CÍRCULO DE LOS GÁLVEZ, UN NUEVO LIBRO
DEL PROFESOR MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

Manuel DE PAZ SÁNCHEZ

El Círculo de los Gálvez, formación, apogeo y ocaso de una elite de poder


indiana es el ilustrativo título del nuevo libro que el profesor Manuel
Hernández González publicará, en los próximos días, en la editorial madrileña
Ediciones Polifemo. En esta obra, el autor auratapaliense trata de reconstruir
mediante una exhaustiva investigación basada en un amplio abanico de
fuentes el proceso de forja, consolidación y decadencia de una elite de poder
indiana, los Gálvez, desde su nacimiento con José de Gálvez Gallardo, su
apogeo bajo su mandato como secretario y gobernador de Indias entre 1776 y
1787 (año éste de su muerte), y su decadencia con la extinción física sin
sucesión masculina del fundador del clan y de sus principales integrantes.
En tal sentido, Manuel Hernández se aproxima a la biografía de José de
Gálvez profundizando en numerosos aspectos hasta ahora desconocidos y que
se repetían como una cantinela, afirma el autor, de forma tópica; tales como
su formación y las alianzas y las relaciones de las que se valió para ascender
dentro de la administración española. En tal sentido, Hernández incorpora el
análisis de fuentes hasta ahora desconocidas, aborda cuáles fueron las claves
para que el malagueño, nacido en una pequeña localidad de la montaña de su
provincia natal, pudiera progresar en la Corte con su integración en el Colegio
de Abogados de Madrid, su designación como abogado de los Reales Consejos,
sus matrimonios y sus conexiones con un infante de España, importantes
casas de la elite local, así como consulados foráneos que le permitieron
introducirse en los ambientes de poder de la Corte y ascender hasta su
elección como visitador general de Nueva España.
Desde esta perspectiva, el abordaje riguroso de sus progresos y sus vínculos
de toda índole le lleva a poner en cuestión un amplio número de tópicos y
repeticiones de lugares comunes que hasta ahora se han reiterado sin base
documental alguna, tales como sus supuestos estudios, sus relaciones con el
futuro Carlos IV o su empleo como secretario de Grimaldi, aspectos nebulosos
que esta obra destaca y perfila de manera explícita. Su concentración de todo
el poder de Indias con su nombramiento conjunto de secretario y gobernador
del Consejo de Indias le conduce a acumular todos los poderes de la
administración americana entre 1776 y 1787.
El autor indaga de qué manera esa hegemonía le condujo a colocar, en todos
los umbrales de la citada administración, un amplio plantel de consejeros y
empleados empezando por los niveles más modestos, y que incluían a diversas

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Manuel de Paz Sánchez

personas que le estaban ligadas por vínculos de parentesco, amistad y


paisanaje; aspectos todos ellos que son investigados tanto en el Consejo como
en toda una amplia red de cargos, en los que destacan las intendencias,
indagando en su clara intención de formar un poderoso andamiaje que dotase
al clan de una proyección hegemónica dentro de la administración hispana,
incluyendo a personas afines a todos los sectores de poder como el conde de
Aranda.
Desde el punto de vista familiar, también se estudian sus matrimonios y su
descendencia, por lo que se recogen de forma exhaustiva matices hasta ahora
completamente desconocidos de la trayectoria de su mujer, María Concepción
Valenzuela, y de su única hija María Josefa, enlazada sin descendencia con el
conde de Castroterreño, con su labor filantrópica en la Junta de Damas, o la
conversión del edificio del actual Ministerio de Justicia en la mansión del
linaje frente a la opinión del patriarca de construirla en Málaga.
Aparte de una amplia colección de referencias del máximo interés sobre el
resto del linaje, un amplio apartado de la obra se centra en el único hijo varón
del clan que llegó a la edad adulta, Bernardo de Gálvez, y que por ende se
convirtió en la figura destinada por su tío a erigirse en su continuador, que se
frustraría por su muerte a los 45 años de edad como virrey de México. Tras
abordar aspectos de su vida en Canarias hasta ahora inéditos y de su
formación y gustos artísticos y científicos, se analiza en profundidad su papel
como gobernador de Luisiana, sus conexiones con su suegro Gilbert de Saint
Maxent, al que coloca como su teniente del rey, tras la fraudulenta destitución
de Bolougny, su política criollista con la inmigración de acadianos, los
escandalosos negocios de contrabando de Saint Maxent en Jamaica en plena
Guerra de las Trece Colonias, cuyo proceso se paralizó en el consejo de Indias
por la intervención directa de él ante su tío y por la gestión del marqués de
Sonora, hasta el punto de que solo pudo finalizar en 1799, más de una década
después del fallecimiento de José de Gálvez.
Seguidamente se profundiza en elementos inéditos del papel del futuro
conde de Gálvez en los conflictos y sucesos paralelos a la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos, tales como su rápido ascenso a la
jefatura del ejército en América, un estudio exhaustivo de sus victorias bélicas
y las medidas desarrolladas, hoy convertidas en auténtico mito, según el
autor, sin análisis en profundidad de todas ellas, especialmente la de
Pensacola. En tal sentido, con la investigación de numerosos documentos
desconocidos de los Archivos General de Indias e Histórico Nacional, se
estudia en detalle, en fin, cómo la victoria en ese puerto de la Florida
Occidental fue en realidad un fracaso si no hubieran acudido en su apoyo los
inesperados refuerzos llevados a cabo por José Solano, Juan Manuel de
Cagigal y su edecán Francisco de Miranda y los errores de la capitulación.
Aspectos que son engarzados con la victoria de Cagigal en la conquista de
Bahamas, que trató de ser eclipsada por Bernardo de Gálvez y que derivó al
proceso sin juicio y sin la posibilidad de defensa de Cagigal y Miranda, que se
tradujo, a su vez, en la deserción ante su condena en el penal de Ceuta del
caraqueño y en el encarcelamiento por más de un lustro del natural de
Santiago de Cuba, acusado el primero falsamente de contrabando en Jamaica
al acudir a esa isla a obtener noticias sobre sus fortalezas y guarniciones,

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El círculo de los Gálvez, un nuevo libro del profesor Manuel Hernández González

cuando el propio José de Gálvez había autorizado el contrabando para su


financiación, y el segundo de defenderlo y de haber conquistado Bahamas sin
auxilio de la Marina.
Este nuevo libro de Manuel Hernández, en definitiva, nos permite atisbar
un análisis nuevo de una realidad profundamente enraizada en diversas
aportaciones historiográficas de carácter local y general, nos dispone a
“deconstruir” no pocos mitos sobre la historia bélica del siglo XVIII en el
Atlántico, en la que numerosos españoles desarrollaron no pocas páginas de
indudable heroísmo, aunque tardaron en recibir (cuando lo recibieron) el
natural reconocimiento a su sacrificio y, al mismo tiempo, nos ayudan a
entender mejor los entresijos del gran conflicto bélico que acabó apartando de
la Metrópoli a sus territorios americanos. Un conflicto cuyos aspectos más
íntimos, más propios de la debilidad, la ambición y la frustración humanas
debieron contar, sin duda, mucho más de lo que se ha creído hasta la fecha.
Lo mejor, por tanto, de esta nueva obra de Manuel Hernández es, en mi
opinión, la capacidad que posee de permitirnos ejercer nuestro sentido crítico
sobre los tópicos del pasado y, en esta línea, de indagar sobre las razones más
o menos ocultas o despreciadas hasta ahora, pero sin duda importantes, que
parecen difuminarse detrás de los grandes acontecimientos históricos. Un
nuevo libro, por tanto, basado en una labor constante, apasionada y siempre
provechosa.

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